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BSPA CENTRO Nº 7089

3º año
Lengua y Literatura
Módulo VI
Trabajo y Economía
Cartilla de lecturas y Trabajos
Prácticos

Curso: 3º División: ___

Nombre del Alumno: ___________________________

Nombre del Profesor: _________________________


CAMPO DE CONTENIDO: Lengua y Literatura
AÑO: 3° MÓDULO VI: Trabajo y economía

TRABAJO PRÁCTICO N° 1

Tema: El género narrativo en el abordaje de la realidad local.


Literatura regional

1
VIDA Y OBRA DE CÉSAR ANTONIO ALURRALDE

César Antonio Alurralde nació en Salta en


1930. Fue fundador del Coro Polifónico
provincial, coordinador de la Comisión de
Cultura de FERINOA, dirigente del Club de
fútbol Juventud Antoniana, Director General
de Administración del Ministerio de
Economía, profesor en varios colegios
secundarios, entre otras múltiples
actividades. Algunos de sus libros son
"Nubes al garete" (1978- poesía), "La casa de
los sueños" y " Pájaros del Alba" (1981-
poesia), "Cuentos breves" (1984-cuentos brevísimos), "Los Nadies" (1986
–cuentos)-, "Historia del Instituto Provincial de Seguros" (1986 –
historia). Fue ganador por cuatro veces del Primer premio del Concurso
Anual de la Dirección General de Cultura de la Provincia de Salta y también
ganador, por cuatro veces, del Premio Latinoamericano de la Fundación
Givre. Además, tiene otra treintena de premios convocados en Salta y otras
provincias argentinas. Hoy, a los 80 años y retirado de algunas de sus
actividades (nunca de las artísticas, según él mismo explica), vive en una
apacible casa, a unas cuadras nada más del Monumento al héroe gaucho
salteño.
La mayoría de las producciones literarias de este autor sigue la línea de lo
popular: las coplas, los haikus, los cuentos breves. Dice que lo que busca
es llegar a la gente, y para eso se precisa evitar la dificultad y permitir hacer
sentir el poder de las palabras y de las historias, siempre mediante la
musicalidad y el humor cotidiano.

Propuesta de lectura: “ Ene , Ene” de César Antonio Alurralde

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Si se queda a trabajar la tierra va a terminar jodido como todos. Lo que pasa es
que el chango después del servicio está emperrado en mandarse a mudar. La cosa
va a ser después cuando se enteren y tengamos que pagar los platos rotos, pero
no importa, al final hace bien. ¡Qué diablos! Acá hay que laburar fuerte el año
entero las parcelas que entrega el ingenio para sacar buena cosecha en término.
Cuando se lo nombra al ingenio es para morirse de rabia porque se lo identifica
con el hijo de perra del capataz que hace la vida imposible. ¡Vaya uno a saber
quién miesca será el dueño y amo de todo! En verdad que no es de buen cristiano
esto de vivir como perros en las viviendas que la empresa entrega con cargo a cada
familia encargada de los lotes. Son taperas miserables que se repiten cada dos
leguas. No hay escuelas en ninguna de las poblaciones. Sería mal negocio para el
Ingenio tenerlas. Tampoco hay puesto sanitario con médico o un enfermero al
menos. La gente se muere así porque si sin que se le preste asistencia. A los
remedios ni se los conoce salvo algún geniol o un sello antigripal. Más barato les
sale que se muera, total reemplazantes hay por montones y el servicio fúnebre
resulta barato porque le prestan el cajón; lo llevan al cementerio en un carro
arenero, lo tiran envuelto en arpillera al foso que vuelven a taparlo y se traen el
féretro para el próximo cliente. Hasta después de muertos los pobres siguen
prestando sus servicios aunque sea como abono. La única proveduría que hay se
encuentra ubicada dentro del Ingenio, y atiende en horario especial al personal
superior y administrativo que también cuentas con el privilegio de tener agua
corriente, energía eléctrica y otras comodidades, igualmente iglesia, escuela,
policía, hospital, bar-confitería, cine y otros beneficios exclusivos. La miserable
paga, mitad en efectivo y el resto con vales o moneda metálica de emisión y cuño
interno, los obliga a través de intencionados atrasos a solicitar adelantos en la
Proveduría convirtiéndolos en eternos deudores. Los precios siempre son altos y
devoran los magros ingresos, y allí no hay control oficial que valga. Ni si quiera
les está permitida su entrada a ese verdadero feudo enclavado dentro de la
comuna, totalmente cercada con alambre de púas. Hay control para entrar y salir
con barreras tipo aduanera, que imposibilitan el libre acceso. De vez en cuando
por el campo suelen colarse algunos vendedores, especialmente en los días de
pago; otros se quedan en las inmediaciones con camionetas o estancieras
esperando hacer negocio con la gente del Ingenio que pueda evadir el cerco. A
veces los estafan ofreciendo mercaderías a crédito en dos o tres cuotas, contra la
prenda de un buen reloj, anillo de oro o algo de mayor valor a lo adquirido.
No bien terminan con la costura de la última bolsa de azúcar, ya se está
preparando el campo para el ciclo siguiente. No hay descanso ni vacaciones, la
obligación es producir y producir, trabajando de sol a sol el año redondo. Para la
época de la cosecha llegan braceros de todas layas reclutados por gente avezada
en tales tratos. Verdaderos traficantes de gente que engañosamente suelen
contratarlos en lugares lejanos al Ingenio. Una vez adentro rige la ley del látigo y
de la fuerza bruta del mandamás. Traen indios del norte y del chaco, también
coyas bolivianos y abajeños tucumanos, catamarqueños y otros. Llegan en
vagones fletados especialmente por el ferrocarril en beneficio del Ingenio. Vienen
atestados de gente y el transporte de ganado goza de mejor preferencia. La vida
humana poco importa. Son un azote las pestes que acarrean, y pese a las vacunas
y otras precauciones resulta difícil contener la avalancha de enfermedades y
plagas que muchas veces diezman la población de paso y también la estable. A
estos parias se los distribuye en distintos lugares como personal golondrina. Se
les habilita un galpón de grandes dimensiones hecho de adobe y techo de fibro,
donde se les provee con cargo de devolución un colchón chato de estopa y una

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manta. Son ubicados en el piso de tierra uno al lado del otro. No se puede perder
espacio y cualquiera se la cantidad de desgraciados tienen que caber en ese
cobertizo infectado de ratas, cucarachas, vinchucas, chinches y arañas. De
adentro sale un tufo impregnado a sudor que resulta nauseabundo, y cuando ya
no es posible hacer caber a uno más se les asigna un lugar para que con malhoja
y ramas levanten su deprimente bohío. Tanto el administrador como los
capataces son hombres de la pesada, están bien remunerados y cumplen con todo
rigor su cometido. Gozan de confort y largas vacaciones pagas, que les permite
aguantar aquel infierno. El obrero lugareño, curtido, manso y preparado para el
sufrimiento tiene su pena enquistada, y apenas si puede confiar en ese dios que
conoce a su manera, lleno de supersticiones. Lo más cercano a la religión son los
misachicos, ya que ni el cura del pueblo tiene permiso para entrar a
evangelizarlos. Una vez al año para la fiesta patronal le permiten realizar misiones
por muy poco tiempo. Pasada la ceremonia son raleados de inmediato; el cura es
peligroso y en cierto modo puede abrirle los ojos a la gente, lo que es necesario
evitar para mantener el rigor sobre la población. Esa pincelada de religión en
verdad constituye una dosis de confusión que deja a todos con más dudas. Hay
una prohibición terminante para que la peonada o sus hijos puedan ir al pueblo.
Contradecir dicha orden significa ser penados con multas en dinero y hasta
castigarlos con prisión en sus calabozos, donde reina el hambre y el terror por las
torturas. Los chicos color tierra siempre harapientos y sucios, descalzos y
desnutridos juegan hasta cierta edad en el patio terroso del caserío.
Después de los ocho años más o menos, se los convierte en hombres a la fuerza
y son utilizados en tareas que los van formando en menesteres rurales o
familiares, como juntar leña, acarrear agua, sembrar, cosechar, afilar machetes,
trenzar lazos, alimentar las gallinas, los chanchos, etc. Dentro de la plantación
hay tendido de rieles por donde llega una “chorva” con sus vagones tanto para
transportar el producto como para acarrear la gente a sus puestos de trabajo.
Cada uno como puede lleva su tasajo de carne o su miserable vianda en el plato
envuelto con un trapo a guisa de servilleta, con su tumba magra, papas o zapallo
hervidos, sanco y un yuro con agua, envuelto en arpillera mojada para mantener
el líquido un poco fresco. A veces la mujer o los hijos menores le llevan la ración
a eso del mediodía. Los carros cañeros con un tiro de dos o cuatro bueyes pasan
con sus ruedas chirriantes, manejados por un carrero montado sobre uno de los
animales picaneando y gritando para apurar su paso lerdo. Los que pueden tienen
rotosos sombreros aludos, otros apenas cubren sus cabezas con un pañuelo
anudado en las cuatro puntas. A veces cuando alguna nube ayuda para un
nublado, se los escucha silbar finito como llegando de lejos, tristes bagualas que
se les viene a la memoria o las inventan en el momento. No hay tiempo para
pensar, el machete filoso de un solo movimiento corta la caña y pela la malhoja
que cae apilándose a montones, a la espera de los carros pasan al atardecer
recogiendo la cosecha. Una que otra víbora trata de hacer frente o huir, pero
siempre termina partida en pedazos. No le falta ayuda cuando lleva una botellita
de alcohol puro entrada de contrabando, y la chuspa con coca y yisca que le da
fuerza para seguir.
Ya de nochecita el hombre llega al rancho donde lo espera un descascarado jarro
de mate cocido con bollo, que sirve de merienda y cena. Se sienta en un tronco
caído en las afueras y mira despreocupado las estrellas, callado y caviloso. Su
mujer lo conoce y lo evita. El cansancio lo lleva al catre y allí vestido con sus
pobres trapos trasminados de sudor se entrega al sueño, donde por desgracia
sueña que sigue pelando caña. A veces se queda sumido en du modorra, apoyando

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su espalda en algún algarrobo, tratando de perforar con sus ojos el misterio de la
noche.
Una a una se van apagando las luciérnagas de las lámparas de las casuchas.
Quizás piensa en demasiados mañanas para llegar a nada. Olvidado y con la
mente vacía, su única alternativa es seguir existiendo por costumbre. En su
quietud, ni siquiera ve pasar una ilusión ni un sueño de color. Todo es gris tirando
a negro, como la noche que lo consume despacito, sin hacer ruido. Para el tiempo
de las elecciones se enteran porque pasa el Capataz recogiendo las libretas de
enrolamiento, entregándoles ya ensobrado el voto que candidatea al patroncito
que no conocen, y su familia. Mediante el “voto cadena” aseguran la voluntad que
se impone desde arriba, y ¡pobre de aquel que ose faltar a la cita ciudadana! La
caña alta y filosa traga al hombre con apetito vegetal. Supera en mucho su altura
y él como defendiéndose machete en mano lo revolea habilidosamente dando por
tierra a ese asedio que lo ahoga.
La única guía para sus ojos es el surco que se estira rameándose hasta perderse
de vista. Es cosa de nunca acabar. Días enteros de silencio, de secarse la boca,
chorreando verde hasta secarse la comisura de sus labios. A veces algún chubasco
refresca su cuerpo caldoso y sediento, es cuando se toma un respiro y descubre el
cielo, cargado de nubes y uno que otro pájaro revoloteándole los ojos,
contaminados de tanto verdor. Duele el espinazo y los brazos de tanto trajinar;
no hay tregua. Sus manos curtidas y encallecidas han perdido el tacto fino. Es
cuero seco y rajeteado que se mueve automáticamente por mandato del
estómago. Sus ojos oscurecen de a ratos bañados de sudor y con el brazo limpia
ese torrente. La tierra se le pegotea y entonces e un rio barroso que gotea sobre el
suelo aterronado y duro, sediento de esperar un aguacero o el día señalado para
el riego. Cuando trabaja no chupa caña, aunque se tienta por el olor dulzón que
despide el corte de la herida que queda goteando jugosamente. Ese néctar puede
cortarle el acuyico y no es cuestión de andar desperdiciando. En algún respiro
divisa el color batiendo alas, planeando de a ratos o asentándose hecho mariposa
en alguna flor silvestre, para partir de nuevo inesperadamente rumbo al olvido.
Atrás, la montaña se azula de lejanía, mezclándose con el cielo. Su silueta ondosa
y alisada es un suave oleaje de tonos pasteles cada vez más ausentes por el
acostumbramiento de verlos toda una vida. El yuyo trata de restarle continuidad
a la caña, y hay zonas donde su presencia le roba fuerza dejándola empequeñecida
y raquítica. Es la lucha por la supervivencia que también se manifiesta entre los
vegetales. Respira jadeando silbándole el pecho, y se llena de un ruido rumoroso
que escucha sin darse cuenta. Forma parte de su oído y se confunde con su latir
apresurado de tanto trajín. Pocas veces goza de la brisa que se cuela por entre
algún hueco. Se la ve temblando por las hojas largas de la caña. Así como llega
desaparece, dejándolo sumido en su encierro acalorado y húmedo. Cada soplo es
una bendición que hace notar su presencia. Es como un ce3lofán estrujándose en
la mano invisible e alguna ánima extraviada en esas inmensidades.
Al tiempo lo calcula por el sol. En días nublados queda desorientado, y recién
con la nochecita toma conciencia por la falta de luz, y porque el estómago lo
rasguña con sus uñas afiladas y hambrientas. La caña sigue creciendo tramo a
tramo, también el yuyo. El agua del cielo trae un no sé qué que las desarrolla más
rápido que la acequia, y en su día de turno tiene permiso por la pala de cabo largo
para entrar por los surcos, presurosa y engañada. No tiene salida y su destino de
riego es sumirse hasta una maraña de sedientas raíces, y volver por la savia
melosa de la caña en el sueño blanco y granulado del azúcar. Desde el momento
en que la gran maquinaria del Ingenio comienza a moverse con sus fuertes

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mandíbulas trapicheras, es un monstruo gazuzo que no para de engullir. Todo
está calculado y se hacen turnos para saciar día y noche su voracidad. A veces
hasta se come algún obrero, pero eso no es motivo para parar la producción. Muy
lejos se avista a ese gran cigarro de ladrillo, que echa hacia el firmamento un
humo rucio y denso, de empalagoso olor a melaza. Las nubes que se arriman
curiosas se van dulzonas, y acaso en algún país de maravillas llueva almíbar para
delicia de las flores y las abejas. Seguramente muy lejos de ese lugar. El Ingenio
comienza a tener vida por el movimiento de la zafra, el incesante ir y venir de los
vehículos y el ruido permanente de la maquinaria despierta por un tiempo a ese
paraje amodorrado.
Un arriesgado vendedor de ropa y baratijas, un “ruso”, aparece en una
población con sus trapos al hombro y valijas rechonchas de mercancía. Para dar
más realismo a su inventada procedencia gringa, amén de se blancón y
barbitaheño, luce la inscripción de algún barco inexistente en su gorra marinera,
fuma en pipa y habla por un costado de la boca en un dificultoso castellano
mezclado con un inglés básico, aprendido para la emergencia. La coima da para
todo, y algún influyente lo ha dejado pasar. El intruso trata de hacer su negocio
por la nochecita, pero no falta la delación de algún comedido o quizás del mismo
beneficiario que le ha permitido la entrada, para ser aprehendido y llevado a los
guascazos hasta el Ingenio. Allí le decomisan toda la mercadería y hasta su propia
ropa. Lo largan descalzo y en calzoncillo, molido a palos por haberse atrevido a
hacerle la competencia a la Proveduría. Nadie sabe más del incidente, que pasa
muy pronto a ser una anécdota casi olvidada. Una semana después un cañero al
ir abriendo una picada y bajando la caña, encuentra lo poco que queda de su
cuerpo, comido en parte quizás por perros y alimañas del lugar. Arriba, una danza
de cuervos vuela en redondel, luego que su olfato descubre el alimento en
pudrición en el cañaveral.
El acta confeccionada por la Policía que funciona dentro del Ingenio dice:
Nombre u apellido: “NN”. Desconocido en la zona. Motivo de su deceso: picado
por una víbora.

 Luego de la lectura responde las siguientes consignas:

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CAMPO DE CONTENIDO: Lengua y Literatura
AÑO: 3° MÓDULO VI: Trabajo y economía

TRABAJO PRÁCTICO N° 2

Tema: El desempleo, la precarización laboral en la literatura


regional. El cuento realista

EL CUENTO REALISTA

¿Qué son los cuentos realistas?


Son relatos que narran historias donde los
hechos son mostrados como reales, pero son
productos de la imaginación del autor. No se
busca la veracidad ni la exactitud, sólo se
intenta que resulte creíble.

Características:
*los personajes son presentados como seres
reales y sencillos (trabajan y viven en forma
común)
*ambientes reconocibles para el lector (lugares
y tiempos bien determinados)
*descripciones claras y precisas
*acontecimientos verosímiles
*los diálogos reflejan las variedades de lengua

Posición del narrador: El narrador es quien relata la historia. Para hacerlo puede
adoptar diferentes posiciones y puntos de vista:
- Narrador en primera persona: cuando relata los hechos que protagonizó, se lo
llama protagonista. Si, en cambio, son sucesos que presenció, es testigo.
-Narrador en tercera persona: es el que no participa de la historia. Va a
ser omnisciente, si conoce todo lo que ocurre en la realidad representada, así como lo
que piensan y sienten los personajes. Si por el contrario tiene una visión panorámica
de los hechos y narra manteniéndose a distancia de los personajes va a ser no
omnisciente.

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Definición:

El cuento realista es, por lo tanto, una presentación seria y a veces trágica de la
realidad. Generalmente el autor parte de la observación directa de su entorno y lo
refleja en sus obras con verosimilitud.

A continuación realizaremos la lectura e interpretación de un


cuento de un escritor muy importante de nuestra región del NOA,
Carlos Hugo Aparicio, quien a pesar de haber nacido en Jujuy, vivió
gran parte de su vida en Salta. Les presentamos también una breve
biografía de este escritor.

Vida y obra de Carlos Hugo Aparicio:


Carlos Hugo Aparicio nació en La Quiaca, Jujuy, en 1935, y desde
muy chico vivió en la ciudad de Salta donde ha escrito y
publicado una considerable obra poética que se inicia con Pedro
Orillas (1968). También escribió libros traducidos al francés,
como su novela Trenes del sur (1988), poemas musicalizados
por el famoso músico salteño Dino Saluzzi. Entre sus creaciones
se encuentra una serie de cuentos llevados a la pantalla grande
por el cineasta Alejandro Arroz (la película Luz de invierno
estrenada en 2007. Arroz también adaptó a la pantalla los
cuentos de Aparicio en una serie de ocho capítulos titulada
Historias de la orilla (ganadora de los Concursos Federales
región NOA 2012) Esta serie está basada en los cuentos La pila de ladrillos, “Los bultos”, “El último
modelo” .

Su obra podría calificarse como realista. En su formación como lector y escritor están presentes grandes
autores que cultivaron el género realista en literatura y tratan de dar cuenta cada uno con su estilo y su
talento, la realidad de los lugares donde vivieron. Una de sus obras: Sombras del fondo. La mayoría de
los diez cuentos que integran este libro abordan la problemática cultural y económica de la clase social
más desposeída del noroeste argentino. Con un despliegue de técnica narrativa realmente notable y
particular , asimilando la tradición del realismo norteamericano, que fue desarrollada también en el
realismo de la literatura latinoamericana con Rulfo a la cabeza. Carlos Hugo Aparicio construye
pequeñas piezas con la precisión de una maquinaria de relojería, ya sea haciendo fundamental hincapié
en la importancia de la historia subterránea o del iceberg (a los lectores nos muestra solo una parte ) ,
como le gustaba decir a Hemingway, o simplemente elaborando climas opresivos donde el desenlace
surge de entre líneas mientras la ambigüedad o silencio pone al lector en situación de reconstruir la
historia. Vendedores ambulantes, albañiles y lustrabotas, changarines, familias muy humildes incapaces
de resolver problemas cotidianos, madres abnegadas y fuertes, chicos con su niñez postergada por el
hambre o el maltrato pero que, pese a todo, encuentran siempre un motivo para justificar a los que
quieren, son algunos de los personajes que pueblan estos cuentos. Carlos Hugo Aparicio, a través de su
obra en la que “pinta” su lugar y sus problemas, se convirtió en uno de los escritores más importantes
del Noroeste Argentino y del país.

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Propuesta de lectura: “Las Sobras”, Carlos Hugo Aparicio

Todo empezó desde que esos viejos se cambiaron a las dos únicas
piezas de material en la cuadra, construidas justo al frente de nosotros; él,
enjuto, canoso, erguido; ella más flaca aún, ambos altos y arrogante, bien
vestidos, hasta con cierta elegancia; indiferentes a todo lo que no sea
parearse pomposos y despectivos, sin mirar ni saludar a nadie. Nada sería
si ellos también se hubiesen acomodado a nuestro modo de vida; pero no,
además den o darnos ni la hora son los únicos que comen todos los días; y
cómo comen: según se comenta, platos exquisitos y carísimos. Antes de su
llegada era más fácil sobrellevar las peores privaciones al saberlas
rutinarias y compartidas; hay veces que nosotros no comemos o solamente
tomamos un jarro de matecocido chuyo con pan de ayer en las veinticuatro
horas, o si comemos no vamos más allá de un sancochado que tratamos de
hacer durar dos días por lo menos; hay temporadas en que las changas
escasean hasta en la playa de la Estación y el mercado mismo, y si yo no
me consigo alguna vuelvo sin un peso; mi mujer me espera con la olla déle
hervir, lista para el caldo, tiene que tirar el agua; mis hijos que me
aguardaron sentados en el umbral, comprenden el silencio y tragando
saliva a arrinconarse; y el deseo puntual nos invade como mala hierba, lo
siento endurecerse en mi estómago, secarme la boca, agrietarse en mis
labios, alargármelo al día caprichosamente, hacérmelo pesado, bien
amarillo, desganado, ridículo; mis hijos no aguantan los rincones, salen a
merodear por el patios desparejo o bien se la pasan tirados en la cama,
agarrándose de vez en cuando la barriga, demacrados y tensos; mi mujer,
mirándome de reojo cada vez que pasa por mi lado, ahora aprovecha para
lavar, secar, volver a lavar, acomodar, desacomodar y volver a acomodar
el servicio gastado.
Incluso cuando trabajo normalmente apenas nos alcanza para una
sopa sustanciosa, un guiso así nomás, el pan y la botella de vino con su
correspondiente sifón de soda; y no somos sólo nosotros: en esta cuadra

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casi todos, si no todos, la pasan igual, comen un día, ayunan otro, según
como anden las changas, cómo será que cuando a alguien le va bien y saca
lo bastante como para asado, la calle entera se llena de olor a churrasco y
la casa suertuda parece de fiesta. Pero ahora con esos casos se acabó el
conformismo; tienen la maldita costumbre de madrugar, arreglarse como
para misa o baile y cada uno con su bolsa red vacía, oscuro todavía del
brazo, lentos, majestuosos, altaneros, irse de compra, al mercado por
supuesto, y volver a media mañana más solemnes aún, cargados de
paquetes que se darán, pues son los únicos que ni bien terminan de
almorzar sacan el tacho de basura más lindo que se pueda comprar repleto
de restos de comida, sobras de las semerendas comilonas, puramente los
huesitos desnudos de los asados, presas descarnadas de pollo al horno o
gallinas hervidas, chalas marchitas de tamales y humitas, papas o
zapallitos rellenos a medio terminar, sobrantes fríos de guisos de arroz o
fideos, pucheros gordos parcialmente desbastados, a veces milanesas o
bifes enteros, sin un mordisco, ensaladas de toda clase, mayonesas
rarísimas, salsas de cualquier variedad; es de no acabar enumerando y se
me hace agua la boca de sólo recordar; esto sin contar las botellas vacías
de cerveza, vinos finos, licores y bebidas desconocidas. Qué contraste con
el cajón de basurita que sacamos el resto del barrio, por lo general, latas
destartaladas o cajas desarmándose, chuecas y colmadas sólo de cenizas,
jirones de ropa, papeles amarillentos, alguno que otro zapato torcido, sin
suela o con la suela agujereada, alpargatas bigotudas o descogotadas,
vidrios rotos, yuyos secos y envases cubiertos de polvo duro.
Ahí en la vereda permanece el rico tarro de basura en espera del
camión basurero mientras la pareja de viejos, bien comida y bebida,
duerme su siesta que se prolonga casi hasta la oración y nosotros nos
pasamos y repasamos la lengua por los labios resecos, cada uno con su
trompada de plomo en las entrañas.
Para peor la escasez de trabajo ha llegado al extremo de hacerse ya
común que los que eventualmente no tengas de comer aprovechen la calle
desierta de las doce para asaltar la basura y llevarse a las apuradas lo
rescatable; nosotros por fortuna hasta ahora nunca hicimos semejante
cosa, preferimos revolcarnos, las tripas silbando, antes de comer las sobras
de nadie, por más ricas que sean. Yo los espío por la ventana, el viejo en
mangas de camisa, con expresión satisfecha, relamiéndose todavía, deja el
tarro en la vereda y, limpiándose los dientes con un palillo, sin despojarse
de su arrogancia, vuelve a meterse para dormir su clásica siestita con la
barriga feliz. Entonces, tras una leve y silenciosa calma, aparecen los
galgos de turno, poco a poco van pasando de la desconfianza al descaro
absoluto; disimulan a un principio, después ya ni les debe importar ser
descubiertos; los rostros largos, angulosos, tirantes en la luz morosa del
mediodía; con avidez dementes se precipitan sobre el tacho, lo hurgan
frenéticos, deshacen los paquetes de diarios en los que la pareja envuelve
siempre sus desperdicios y sin elegir mucho se llevan presurosos lo que
aún sirve, no importa si está algo rancio o pasado, mientras sus hijos los
esperan inmóviles de ansiedad en las puertas de sus casas. Al rato nomás

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llega ruidoso en el camión basurero y en un segundo el tarro queda vacío
y volcado en la calle solitaria.
Nosotros muy rara vez hablamos de ellos; mi mujer, por ahí
comenta distraída los rumores de que ambos son jubilados, gente de tener,
con hijos pudientes; es de extrañar que se hayan venido a vivir aquí, todos
los días se compran de lo mejor y comen los dos solitarios en su comedor
con la mesa regiamente puesta; son muy exigentes en sus gustos y al placer
gozan de muy buen apetito; que la flacura es señal de nobleza y qué sé yo;
a decir verdad yo nunca los he visto salir separados, ni hablar con nadie,
ni recibir visitas; de la noche a la mañana aparecieron en el barrio y ahí
están. Pero desde entonces la hora en que el hombre sale con el tacho de
basura entre brazos es esperada por todos los de la cuadra para tratar de
adivinar el manjar del día con los ojos desencajados por la curiosidad y la
apetencia defraudada.
Ahora que los rigores crecen hasta hacerse insoportables, mi mujer
no aguanta y me lo da en cara cada vez con mayor inquina; me cuenta a los
gritos de los desechos que ella temprano, por curiosear no más, fue a ver;
desenvolvió a los tirones varios envoltorios de diarios grasosos y se
encontró con sobras de tallarines al tuco que parecían riquísimos; en otros
paquetes pedazos de bife de lomo con lechuga repollada ya marchita;
irritada aún más ante mi pasividad e indiferencia me amenaza con traer
esas sobras y dárselas a los chicos si yo no hago algo para remediar la
situación; ni siquiera me disculpo, ni le contesto, ni la reto, me da rabia
entender que tiene razón. pero antes de que ésos se trasladaran aquí esto
no sucedía, nunca me reprochaba de este modo, comíamos callados lo que
podíamos o si no nos aguantábamos sin chistar, aunque estuviéramos
galgueando francamente; por eso les comienzo a tener bronca, se hace que
nos muestran sus sobras deliberadamente, y para colmo uno los busca
para saludarlos y amistarse y ellos de adrede esquivan la mirada sin
renunciar jamás a ese aire chocante de superioridad.
Cuando miro a mis hijos deambular desorientados, no quedarse
tranquilos en ningún sitio perseguidos por las ganas tenaces, reclamar de
un sola, larga, lastimera mirada lo que no puedo darles, me asaltan deseos
de ir a hablarles, de golpearles la puerta y suplicarles que si ellos comen
tan bien todos los días se compadezcan alguna vez no de mi mujer ni de
mí, sino de estas pobres criaturitas; menos mal que logro contenerme,
tampoco caerían en el bajeza de ir a desparramar la basura como los otros;
mi mujer sí me atemoriza porque ella es capaz; no me gusta nada su forma
de observar a los abordan desesperados el tarro salvador.
Para mayor desgracia, aunque desde hace más de seis días trabajo
para una cortada de ladrillos, cargando los camiones en la fábrica y
descargándolos en las obras, hasta la fecha el patrón no me ha pagado ni
cinco, no he podido sacarle ni un peso partido por la mitad; --Vuelva
mañana, a mí el gobierno tampoco me paga, no tengo plata, se lo juro
espéreme unos días más, no niego que le estoy debiendo, le pagaré hasta
el último centavo, qué se cree, no acostumbro a trampear a nadie, usted no
es el único que tiene que cobrar.

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Hoy ya cansado no he salido al trabajo, mi mujer intenta
preguntarme o reclamarme o secretearme algo y no se decide, da vueltas
sin terminar de animarse; se traga las palabras y sigue muda barriendo
enérgicamente el piso de tierra; me encierro en la piezas, a los chicos los
mando a jugar afuera, me tiro en la cama, con las manos en la nuca y los
ojos fijos en el techo de zinc; paso las horas sintiendo crecer el hormigueo
desconsolado del estómago; los escucho caminar, que mueven las sillas,
que cuchichean; sé que la luz se les empieza a estirar dolorosamente, que
la cara se les desfigura en muecas involuntarias, que los retorcijones son
agudos y quejosos; hoy no tenemos ni el matecocido con un pan duro que
nos venía salvando, no hay ni una mísera, asquerosa miga.
Me levanto, por la ventana miro justo cuando el viejo saca
ritualmente el tacho de hierro galvanizado repleto de paquetes con sobras,
lo deja y, limpiándose la boca, se pierde otra vez; la saliva me duele en un
trago, lastimoso y eterno, la paz es casi total, parece que en esta
oportunidad a excepción nuestra todos los demás comen pues nadie
revolotea en torno al tacho de destellando al sol; de improviso mi mujer se
revisa los envoltorios y regresa despaciosa sin traer, menos mal,
absolutamente nada; suerte perra, también si el tipo no me paga siguiera
algo esta noche mañana mismo lo demando; afuera prosiguen los susurros
y las pisadas furtivas, que nos hacen cómplices y rivales al mismo tiempo.
La noche está bien fresca, sin embargo el patrón me hace esperar
en la calle un buen rato antes de atenderme; vive en el barrio residencial
al pie del cerro donde domina la luz de mercurio, las casas son tipo chalet
y la suya una de las más lindas, con auto flamante a la puerta, jardín
cuidado con esmero, llamador eléctrico y un montón de cosas más; debe
estar cenando el dichoso; para llegar hasta aquí me caminé como treinta
cuadras; solo por las calles, las manos en los bolsillos y un silbido animoso
en los labios; rezo para que me pague, así mañana nos hacemos un
churrasco y empezaos a ponernos al día. Me hace pasar a su escritorio bien
tibio, confortable, iluminado profusamente y lujoso, debe de tener aire
acondicionado; si éste pudiera leerme en la cara seguro que sin titubear
me paga hasta con aumento; se explica muy atento que aún no he cobrado,
qué mala suerte ¿usted sabe?, por favor espéreme algunos días más, la
situación se ha puesto muy difícil, no paga nadie, a propósito, ¿por qué no
me salió hoy a trabajar?, oiga, no me haga eso, no me falle que me
perjudica, si quiere trabajar conmigo, trabaje, si no dígamelo y listo, hay
que ser un poco más responsable; pero señor va a hacer la semana que en
mi casa no comemos como la gente, míreme la cara si no me cree, por mi
mujer y mis hijos se lo pido, señor, siquiera deme algo a cuenta; y qué
quiere que le haga, ese es asunto suyo, a mí también me deben y no
chucherías, y tampoco me pagan, vuelva mañana a lo mejor hasta entonces
entra algo y puedo darle un adelanto, ahora no tengo plata; no sé qué
contestarle se me traba la lengua; su mujer entra con un paquete envuelto
en papel de estraza, me lo da, ni escucho lo que me dice, lo acepto en
silencio mientras el patrón vuelve a sentarse y hurgar o se hace de hurgar
en su escritorio dándome a entender que ha terminado conmigo; salgo con

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el paquete en brazos, el aire frío hiela la traspiración de mi frente, siento
necesidad de desahogarme con algo con alguien; ¿y esto qué será?; abro a
los manotazos el envoltorio y hay pedazos de milanesas mezclados con una
ensalada casi rancia ya, papas mordidas, carnes despreciadas, dos
puñados de papas fritas, un puchero entero pero con el carasú sorbido; sin
vacilar vuelvo a envolverlos y con toda la furia posible los arrojo en el
primer tacho con que tropiezo; camino dos, tres, cuatro pasos, lo pienso
mejor, los desando, alzo con toda mi bronca otra vez el dichoso paquete y
ahora voy y lo tiro en el tarro grande que a la puerta del patrón ya está listo
esperando el camión basurero del amanecer; refregándome las manos en
mi saco me retiro lleno de indignación y desconcierto; yo sobras no como
de nadie, y mi familia menos, que se las pierdan ya saben dónde; quiero
silbar y no me sale, meto eso sí las manos en los bolsillos del pantalón y
comienzo a caminar lo más ligero que puedo las treinta cuadras de vuelta.
Llego después de medianoche y hallo la casa iluminada, los
chicos se han despertado con fiebre; gimotean, se quejan, lloran, les
duele la cabeza, les tironea el vientre, se agitan, traspiran, tienen sed;
mi mujer hace hervir agua con borra vieja de café, con eso se
conforman, al fin se duermen; yo no, yo no puedo dormir reuniendo
fuerzas para ir nomás a hablarles, explicarles, pedirles que por un día
se apiaden de mis hijos y los hagan almorzar con ellos; o no, mejor que
nos faciliten o nos presten algunos trozos de pan, de carne, algo de
lechuga, una ollita con sopa.
Madrugo para verlos salir, como siempre los dos del brazo,
elegantes, desdeñosos; se creerán de la sociedad por el porte que
gastan, cada uno con la correspondiente bolsa de mercado; los sigo con
la mirada hasta que, extraña pareja en la soledad aún oscura de la calle,
dan vuelta en la esquina; me pregunto si se compadecerán de mi
situación, o, masticando todavía algún bocado apetitoso, me cerrarán
la puerta en las narices.
Paso toda la bendita mañana esperándolos volver; no sé qué
pensar, en qué creer, cómo hallar las palabras convenientes, los gestos
apropiados, se me seca la garganta, me lastima el vacío del estómago;
hasta que por fin retornan como de costumbre llenos de paquetes, las
bolsas colmadas, suertudos, qué comidas se preparan ahora.
Transcurren más de dos horas, ya es como la una de la tarde y
no acabo de resolverme; todo el tiempo tratando de serenarme y juntar
ánimos, dándome confianza hasta en voz alta; qué hacer, cómo tomar
la resolución definitiva; mis hijos sin contenerse gimen tirados en
cualquier parte; entonces mi mujer abre la puerta de un golpe y
comienza a voracearme, a insultarme, a maldecirme fuera de sí; no doy
más, de pronto descontrolado por completo salgo y cruzo corriendo la
calle, después de todo no pueden ser tan inhumanos, Dios quiera que
no lo sean, estoy por llegar cuando el viejo saca el tacho repleto de
desperdicios, lo coloca inmutable en el sitio habitual y sin reparar en
mí me da presto la espalda y se vuelve limpiándose los dedos en un
pedazo de papel de diario.

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Me abalanzo de un salto sobre el tacho y sin cuidarme de que me
estén mirando me pongo a hurgar la basura, abro a las apuradas el
primer paquete envuelto en diarios viejos y son sólo cáscaras de
naranjas y mandarinas, pero al deshacer el siguiente los trozos de
milanesas mezclados con la ensalada casi rancia ya, las papas
mordidas, las carnes despreciadas, los dos puñados de papas fritas, el
puchero entero del caracú sorbido van uno tras otro cayendo de mis
manos inmóviles semienvueltos en el mismo papel de estraza sin que
yo haga el mínimo además de contenerlos o alzarlos desde la vereda
llena de tierra.

● Luego de leer el cuento responde:


1- ¿Qué tipo de narrador aparece en el cuento? ¿Por qué el personaje principal
no tiene nombre?
2- Realiza una descripción de la situación inicial, conflicto y situación final del
cuento.
Situación
(descripción de los personajes, el barrio, la familia)
Inicial

Conflicto (problema que se instala generando tensión)

Situación final (resolución del cuento, qué descubre el protagonista)

3- ¿Por qué el hombre no recibió las sobras del patrón? ¿Cuáles son sus valores
o principios?
4- ¿Qué características del cuento realista podrías reconocer en el texto?
Ejemplifica con citas textuales.
5- Por la falta de trabajo derivan dos problemáticas:
a- Trabajos precarios y falta de pago por lo realizado.
b- La falta de alimento en el hogar.
 Piensa y escribe posibles soluciones a estas situaciones.

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CAMPO DE CONTENIDO: Lengua y Literatura
AÑO: 3° MÓDULO VI: Trabajo y economía

TRABAJO PRÁCTICO N° 3

Tema: El trabajo informal en la literatura del NOA a través de uno


de su más importante representante.

Propuesta de lectura: “La Máquina”, Carlos Hugo Aparicio

LA MÁQUINA
El año pasado todavía las macetas se podían vender a buen precio, nunca menos
de dos y a veces hasta seis por día; con esto alcanzaba para comer, vestirse y pagar
las cuotas de los créditos; no hay cuándo terminar de comprar lo que hace falta;
se acaba de pagar la cocina a gas de garrafa y ya viene la heladera a kerosén;
después el ventilador y el combinado a pilas, y el televisor para cuando pongan la
luz eléctrica, y el lavarropas y la estufa y la bicicleta y una cama de dos plazas en
lugar de la de una y media y un ropero más cabedor y la vitrina transparente
donde por fin ubicar los juegos de copas y tazas que le regalaron cuando se
casaron, y la biblioteca para los chicos, y la guitarra para que punteara a la
oración, sentado en el banquito de madera de la galería, algún tango viejo o una
zamba de moda y los cantara a media voz.
A fuerza de economizar y medirse se fueron haciendo de esas cosas; claro que
ella lo ayudaba con las costuras que recibía y confeccionaba en la máquina singer,
regalo de sus padres cuando cumplió los quince, lucía su diploma de corte, algo
amarillo ya, enmarcado y colgado de la pared; sí, el año pasado con ser el peor de
los últimos no fue tan malo, se la rebuscaron bastante y no les faltó comida, ni
ropa, ni para estar al día con las cuentas; hasta pudieron meterse con este lote a
mensualidades y hacerse las dos piezas de bloques y comenzar la galería con techo
de chapas; pero este año la situación empeora y a nadie le sobra plata, hay
semanas en que apenas vende una maceta y en ocasiones la fía; para peor, las

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costuras también mermaron; así escasamente se come y desde luego se atrasan
las deudas; no hubo más caso que devolver el televisor, los chicos lo lloraron hasta
en sueños, sin haberlo estrenado y antes de que lo quitaran como ocurrió con el
combinado; y cuando se enfermaron con la tos convulsa, malvender la heladera;
luego empeñar, entre otras cosas, las sillas seminuevas para comprar los útiles al
comienzo de las clases, y la guitarra para terminar de pagar la bicicleta, y como
con la cuenta del lote por nada del mundo se podía dejar de cumplir, también
hubo que liquidar la bicicleta; pobre, desde entonces recorre la ciudad a pie,
tirando del acoplado cargado de macetas; se cansa mucho porque ni bien regresa
se echa en la cama resoplando, última-mente casi siempre algo tomado; suerte
que no deja de traer siquiera pan y carne.
Y ahora se vence la tercera cuota impagada del terreno y sólo queda para
empeñar o vender el acoplado y la máquina de coser; los chicos duermen
amontonados en la cama más grande; y en la otra apenas cabemos los dos…
La víspera del vencimiento del último plazo que tras mucho rogar les fijaron,
aflojó, qué más iba a hacer; si querés empeñamos nomás la máquina singer, total
en la primera oportunidad que podamos la rescatamos;
Trató de endurecer la voz, disimular su temblor; no le contestó, siguió
enfrascado en la pintura de las franjas rojas en la maceta amarilla. Recién a las
doce mientras comían la sopa comentó; esto no puede seguir así, ni durar toda la
vida, qué nos hacemos si no; dejáme probar esta tarde de nuevo, voy a llevar las
cinco macetas más lindas, además el compadre prometió prestarme su bicicleta,
mirá me tengo una fe bárbara, vas a ver que me va a ir bien; ojalá…
El compadre, como otras veces que no la usaba, se la facilitó; total estoy con
parte de enfermo y mañana me voy a verla a mi vieja en el campo, hasta el lunes
no la necesito, así que… pero ojo con los ladrones, ¿eh? No se me olvide de ponerle
siempre candado, tome la llavecita, compadre. Salió ni bien terminó de comer, el
perro como de costumbre lo siguió unos metros, tuvo que bajarse a apedrearlo,
perro cola, para que con la cabeza gacha y el rabo entre las piernas se volviera
mañereando, y ya en la puerta se sentara a verlo irse.
Prendió una velita, la puso sobre el banquito en una esquina del dormitorio; que
vendiera siquiera un parcito y mañana antes de nada vamos corriendo a pagar
por lo menos dos cuotas de las tres vencidas; rezó mientras lavaba los
guardapolvos finitos ya, y el sol caía con lentitud secando la ropa que colgaba del
alambre flojo; después se sentó en la silla de la galería y al par que los chicos
hacían sus deberes. Y el perro dormitaba tomando sol echado cuan largo era,
continuó rumiando sus nerviosas avemarías.
Llegó al rato de hacerse la noche, traía las macetas intactas sobre el acoplado;
desmontó de la bicicleta y sin juguetear. Con el perro que le salió gozoso a
alcanzar, ni mimosear con los chicos, se fue derecho a tirarse a la cama, tenía los
cabellos. Empapados de traspiración y los ojos colorados, no quiso ni acercarse a
preguntarle y consolarlo; le parecía mentira que lo estaba soñando, que lo
traicionaban, no entendía por qué buscó casi sin darse cuenta la franela desteñida
y se puso de rodillas a limpiar la máquina de coser para que no pareciese tan vieja,

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ni gastada y luciera más presentable. A la hora lo escuchó levantarse,ir al baño
y como nunca patearlo al perro; después siempre callado se acostó; tampoco
quiso ofrecerle el resto recalentado de guiso de fideos fino. Sin decir palabra,
después de que los chicos volvieron de ver la novela en el televisor de la comadre,
que jamás quiere cobrarles los diez pesos, y dejarlos bien abrigados en cama; se
acostó también; le pareció la suya más estrecha que nunca y fría no obstante el
calor de sus cuerpos encogiéndose en lo posible por eludirse; no durmieron, pero
el silencio se mantuvo en la oscuridad; dominó a duras penas sus deseos de llorar.
Oscuro aún lo sintió dejar la cama, lavarse en el lavador desportillado puesto
sobre el cajón de cerveza vacío, sonarse la nariz, escupir, descargar una tras otra
las macetas y arrastrar, acomodar y atar trabajosamente la máquina de coser
sobre el acoplado; se tapó la cabeza con la almohada y lagrimeó comiéndose los
gritos; lo escuchó trepar a la bicicleta, retar al perro, espantarlo con una
palabrota, y salir; limpiándose la cara corrió a espiarlo por la ventana, lo miró
doblar en la esquina, bajo el pálido temblor del foco público, con la máquina
desacomodándose por los barquinazos, en tanto el perro sentado en media calle
también lo observaba como reprimiendo con leves gemidos las ganas de correr a
seguirlo.
Casi sin voluntad, mecánicamente, levantó a los chicos, les dio mate, los arregló
para la escuela y los despachó sin preocuparse en besarlos; desganada, por
descomponerse, se recostó otra vez hasta quedarse dormida. El rayo de sol que le
quemaba la cara la despertó cerca del mediodía; se asustó por lo tarde que era
para preparar la comida y se afligió al recordar que:
A lo mejor dónde andará el pobre
si es que en el Banco de Préstamos no se la recibieron, ofreciéndola por ahí a
cualquier precio, por lo que le den, sin que radie reconozca su valor; comprobó
que no quedaba aceite, apenas había sal, que no tenía cebolla ni tomates, ni carne,
mezclando restos de arroz y fideos sólo pudo lograr un montoncito que no
alcanzaba para nada, por buscar impaciente entre los tarros vacíos volteó el de
sémola, el único casi lleno, y de rabia pisó la sémola hasta confundirla con la tierra
suelta del piso; con qué cocino ahora, a la comadre no me animo a pedirle, le
debemos tantos favores… Se lavó refregándose con enojo la cara, se peinó a los
tirones y se fue apurada, con el perro siguiéndola de lejos, a pedirle fiado al
almacenero de la vuelta –le debían ya dos meses-que menos mal estaba con la
buena y le anotó nomás en la libreta no sin antes recordarle a viva voz que era la
última vez; y patrona, les doy plazo hasta el sábado, es hora de que se pongan al
día, así no se puede… Preparó lo que pudo y finalizo justo cuando los chicos’
entraron haciendo bulla correteándose por unos caramelos que se disputaban a
las risotadas; los hizo esperar hasta la una y como no vino les dio nomás de comer;
ella aguardó hasta pasadas las tres y sin servirse absolutamente nada sacó la olla
del brasero y a jarros de agua apagó las brasas; sentía repetidas puntadas en la
boca del estómago y las sienes le astillaban, también una opresión en el pecho que
le mortificaba sordamente el brazo izquierdo; en su afán por distraerse pasó la
tarde empezando varias veces a planchar, a remendar, a barrer, a acomodar la
ropa amontonada sobre un cajón de contra la pared sin poder terminar nada,

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siempre faltándole fuerzas, propensa a sobresaltarse por el mínimo ruido que
proviniera de afuera, saliendo a cada rato a mirar la esquina; temía también que
en cualquier instante el auto del de la inmobiliaria apareciera levantado tierra al
fondo de la calle y se detuviera a la puerta y el tipo sacando la cabeza por la
ventanilla, sin bajarse por miedo al perro que como si adivinara lo salía a torear
rabiosamente, gritara como para que se enterara el barrio; si no me pagan hoy,
mañana los saco a la calle, así que ya lo saben; cayó la noche, no sabía si esperarlo
levantada o acostarse; qué le habrá sucedido, nunca se sabe demorar así, estará
preso… se habrá emborrachado y no estará pudiendo volver… qué me hago yo
sola con los chicos; trató de disimular su aflicción para que ellos, ocupados en
jugar y ya bostezando, no se dieran cuenta; a las once, tras comprobar que
dormían y arroparlos bien, se acostó, apagó la vela, permaneció inmóvil, en
tinieblas,.
Escuchando lejanos ladridos, algún coche de plaza que pasaba quejándose, los
pasos de alguien que cruzaban apurados, un tren lento y fatigoso perdiéndose a
lo lejos, los habituales sapos y grillos, el martillo de una tos no muy lejana,
pequeños ruidos indescifrables, súbitos coletazos de las rachas del viento contra
la puerta, y su respiración aguda; se arrodilló sobre la cama, hacía tanto que no
se hincaba, y rezó, pero no sus gastadas avemarías sino palabras que le salían
atropelladas, mordidas, a veces guasas, con bronca. En eso, entre el viento que
hacía temblar las chapas del techo y sacudía la ropa tendida sintió el alborozo del
perro al salir a agasajarlo; rápidamente se acostó otra vez y dándose vuelta se hizo
la dormida; entró, chirrió la puerta al abrirse y cerrarse, dejó en el suelo lo que
parecía una caja y, jadeando, al hurgar sobre la mesa casi se la lleva por delante,
sin duda qué estaba punteado o tal vez ya borracho; apretó los ojos y contuvo la
respiración y estuvo a punto de gritar por el repentino roce de su cuerpo frio
cuando entre eructos se echó a su lado; qué iba a animarse a preguntarle, esperó
que se durmiera y comenzara a roncar para levantarse despacito apenas envuelta
en su batón floreado; manoteó por la caja de fósforos, echó a perder varios antes
de prender uno al llegar a la mesa, encima, al vacilante temblor de la luz, halló
arrugados los tres recibos por las cuotas del terreno; pestañeó sin saber qué
sentir, tropezó entonces con el paquete sobre el piso, tiró el fósforo que le
quemaba los dedos y-a oscuras se agachó hasta abrir la caja de cartón atada con
piolines, tanteó dos botellas -de vino seguro-,una tira de pan francés, carne
mezclada con verduras y racimos de uva, paquetes blandos, acaso de harina o de
azúcar, latitas de sardinas y picadillos, y bien al fondo algo blando envuelto en
papel celofán que no se animó a romper ni deshacer; recién entonces desde
dentro de ella, desgarrándola, sintió que le arrancaban irreparablemente su
máquina de coser; como si su padre con aquella voz de trueno le estuviese dando
en cara por no cuidarla, como si la mojara el tímido reproche de su madre; le
costaba respirar en esa atmósfera viciada a aliento rancio, medio mareada caminó
hacia la puerta, casi se cae al chocar con una maceta, reprimió el grito de dolor
por la canilla golpeada, y deliberadamente con la planta del otro pie empujó la
maceta que de un golpe seco se quebró contra el suelo; necesitaba todo el aire,
desahogarse, llorar, abrió la puerta. Casi lo pisa al perro echado en el umbral,
buscó donde apoyarse y halló casi contra la puerta la máquina de coser húmeda
y helada, se sobrecogió como ante un aparecido, su propia máquina singer estaba

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ahí al alcance de sus dedos; la acarició y, sin poder contenerse, la abrazó; menos
Mal que todavía la tenemos, es la única que nos va a sacar de cualquier apuro; el
perro sentado en sus patas traseras la miraba ladeando la cabeza, temblándole el
cuerpo por el ladrido reprimido; sin importarle del frío y la semioscuridad se
sentó en el suelo y cerró los ojos irritados para aliviarse, aunque de inmediato los
abrió, poniéndose de pie espantada; la máquina estaba intacta sobre el acoplado
tal como él la había atado a la mañana: faltaba, en cambio, la bicicleta.

Luego de leer el cuento responde las siguientes consignas

1. El cuento comienza marcando la diferencia entre el antes y el ahora.


Señala cuáles de estas frases corresponden a cada momento. ANTES-
AHORA
 Las macetas se podian vender hasta seis por dia.
 Pudieron meterse en un lote a mensualidad y construir.
 A nadie le sobra la plata.
 Confeccionaba en la máquina singer costuras.
 En semanas apenas se vende una maceta o se fía.
 Escasamente se come, las deudas se atrasan y aumentan.
 Terminaron de pagar la cocina a gas.
 Devolvieron el TV aunque los chicos lloraron .
 Tocaban en la guitarra a la oración un tango o una zamba.
 Hubo que liquidar la bicicleta .
 Compraron el TV, el ventilador y la heladera.
 Empeñaron las sillas y la guitarra.

2. ¿Quién cuenta la historia es uno de los personajes? Extrae un fragmento


del texto como ejemplo .
3. ¿Cuál es el conflicto o problema que enfrentan los personajes?
4. ¿Qué es lo único que les queda para vender?
5. ¿Qué elemento pide prestado el protagonista al compadre?
6. ¿Qué valor tenía la máquina de coser para la esposa?¿Cómo reacciona
cuando se la lleva para ser vendida o empeñada?
7. ¿Cómo es tratada la mujer por el almacenero?
8. ¿Cuáles son las emociones que experimenta la protagonista mientras
espera la llegada de su marido?
9. ¿Cuál fue la sorpresa que tuvo, la mujer, al levantarse de la cama luego de
que su esposo volviera y se durmiera?
10. ¿Qué opinas de la decisión que tomó el padre de familia?¿Cómo se
relaciona la historia con el eje central del módulo “Trabajo y Economía”?
Para elaborar esta respuesta debes tener en cuenta cuáles eran las
condiciones laborales del personaje principal y cómo esto influía en la
economía familiar.

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CAMPO DE CONTENIDO: Lengua y Literatura
AÑO: 3° MÓDULO VI: Trabajo y economía

TRABAJO PRÁCTICO N° 4

Tema: El género narrativo en el abordaje de la realidad.


“Cabecita negra”, Germán Rozenmacher

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Propuesta de lectura: “Cabecita negra”, Germán Rozenmacher

El señor Lanari no podía dormir. Eran las tres y media de la mañana y fumaba
enfurecido, muerto de frío, acodado en ese balcón del tercer piso, sobre la calle
vacía, temblando encogido dentro del sobretodo de solapas levantadas. Después
de dar vueltas y vueltas en la cama, de tomar pastillas y de ir y venir por la casa
frenético y rabioso como un león enjaulado, se había vestido como para salir y
hasta se había lustrado los zapatos. Y ahí estaba ahora, con los ojos resecos, los
nervios tensos, agazapado escuchando el invisible golpeteo de algún caballo de
carro de verdulero cruzando la noche, mientras algún taxi daba vueltas a la
manzana con sus faros rompiendo la neblina[...], esperando turno para entrar al
amueblado* de la calle Cangallo, y un tranvía 63 con las ventanillas pegajosas,
opacadas de frío, pasaba vacío de tanto en tanto, arrastrándose entre las casas de
uno o dos a siete pisos y se perdía, entre los pocos letreros luminosos de los
hoteles, que brillaban mojados, apenas visibles, calle abajo. Ese insomnio era una
desgracia. Mañana estaría resfriado y andaría abombado como un sonámbulo
todo el día. Y además nunca había hecho esa idiotez de levantarse y vestirse en
plena noche de invierno nada más que para quedarse ahí, fumando en el balcón.
¿A quién se le ocurría hacer esas cosas? Se encogió de hombros, angustiado. La
noche se había hecho para dormir y se sentía viviendo a contramano. Solamente
él se sentía despierto en medio del enorme silencio de la ciudad dormida. Un
silencio que lo hacía moverse con cierto sigiloso cuidado, como si pudiera
despertar a alguien. Se cuidaría muy
bien de no contárselo a su socio de la
ferretería porque lo cargaría un año
entero por esa ocurrencia de lustrarse
los zapatos en medio de la noche. En
este país donde uno aprovechaba
cualquier oportunidad para joder a
los demás y pasarla bien a costillas
ajenas había que tener mucho
cuidado para conservar la dignidad. Si uno se descuidaba, lo llevaban por delante,
lo aplastaban como a una cucaracha. Estornudó. Si estuviera su mujer ya le habría
hecho uno de esos tés de yuyos que ella tenía y santo remedio. Pero suspiró
desconsolado. Su mujer y su hijo se habían ido a pasar el fin de semana a la quinta
de Paso del Rey llevándose a la sirvienta así que estaba solo en la casa. Sin
embargo, pensó, no le iban tan mal las cosas. No podía quejarse de la vida. Su
padre había sido un cobrador de la luz, un inmigrante que se había muerto de
hambre sin haber llegado a nada. El señor Lanari había trabajado como un animal
y ahora tenía esa casa del tercer piso cerca del Congreso, en propiedad horizontal
y hacía pocos meses había comprado el pequeño Renault que ahora estaba abajo,
en el garaje y había gastado una fortuna en los hermosos apliques cromados de
las portezuelas. La ferretería de la Avenida de Mayo iba muy bien y ahora tenía
también la quinta de fin de semana donde pasaba las vacaciones. No podía
quejarse. Se daba todos los gustos. Pronto su hijo se recibiría de abogado y
seguramente se casaría con alguna chica distinguida. Claro que había tenido que

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hacer muchos sacrificios. En tiempos como éstos, donde los desórdenes políticos
eran la rutina, había estado varias veces al borde de la quiebra. Palabra fatal que
significaba el escándalo, la ruina, la pérdida de todo. Había tenido que aplastar
muchas cabezas para sobrevivir, porque si no, hubieran hecho lo mismo con él.
Así era la vida.

Pero había salido adelante. Además cuando era joven tocaba el violín y no había
cosa que le gustase más en el mundo. Pero vio por delante un porvenir dudoso y
sombrío lleno de humillaciones y miseria y tuvo miedo. Pensó que se debía a sus
semejantes, a su familia, que en la vida uno no podía hacer todo lo que quería,
que tenía que seguir el camino recto, el camino debido y que no debía fracasar. Y
entonces todo lo que había hecho en la vida había sido para que lo llamaran
“señor”. Y entonces juntó dinero y puso una ferretería. Se vivía una sola vez y no
le había ido tan mal. No, señor. Ahí afuera, en la calle, podían estar matándose.
Pero él tenía esa casa, su refugio, donde era el dueño, donde se podía vivir en paz,
donde todo estaba en su lugar, donde lo respetaban. Lo único que lo desesperaba
era ese insomnio. Dieron las cuatro de la mañana. La niebla era más espesa. Un
silencio pesado había caído sobre Buenos Aires. Ni un ruido. Todo en calma.
Hasta el señor Lanari tratando de no despertar a nadie, fumaba, adormeciéndose.
De pronto una mujer gritó en la noche. De golpe. Una mujer aullaba a todo lo que
daba como una perra salvaje y pedía socorro sin palabras, gritaba en la neblina,
llamaba a alguien, a cualquiera. El señor Lanari dio un respingo, y se estremeció,
asustado. La mujer aullaba de dolor en la neblina y parecía golpearlo con sus
gritos como un puñetazo. El señor Lanari quiso hacerla callar, era de noche, podía
despertar a alguien, había que hablar más bajo. Se hizo un silencio. Y de pronto
la mujer gritó de nuevo, reventando el silencio y la calma y el orden, haciendo
escándalo y pidiendo socorro con su aullido visceral de carne y sangre, anterior a
las palabras, casi un vagido* de niña, desesperado y solo. El viento siguió
soplando. Nadie despertó. Nadie se dio por enterado. Entonces el señor Lanari
bajó a la calle y fue en la niebla, a tientas, hasta la esquina. Y allí la vio. Nada más
que una cabecita negra sentada en el
umbral del hotel que tenía el letrero
luminoso “Para Damas” en la puerta,
despatarrada y borracha, casi una
niña, con las manos caídas sobre la
falda, vencida y sola y perdida, y las
piernas abiertas bajo la pollera sucia
de grandes flores chillonas y rojas y la
cabeza sobre el pecho y una botella de
cerveza bajo el brazo. —Quiero ir a
casa, mamá —lloraba—. Quiero cien
pesos para el tren para irme a casa. Era una china que podía ser su sirvienta
sentada en el último escalón de la estrecha escalera de madera en un chorro de
luz amarilla. El señor Lanari sintió una vaga ternura, una vaga piedad, se dijo que
así eran estos negros, qué se iba a hacer, la vida era dura, sonrió, sacó cien pesos
y se los puso arrollados en el gollete* de la botella pensando vagamente en la
caridad. Se sintió satisfecho. Se quedó mirándola, con las manos en los bolsillos,

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despreciándola despacio. —¿Qué están haciendo ahí ustedes dos? —la voz era
dura y malévola. Antes que se diera vuelta ya sintió una mano sobre su hombro.
—A ver, ustedes dos, vamos a la comisaría. Por alterar el orden en la vía pública.
El señor Lanari, perplejo, asustado, le sonrió con un gesto de complicidad al
vigilante. —Mire
estos negros, agente,
se pasan la vida en
curda y después se
embroman y hacen
barullo y no dejan
dormir a la gente.
Entonces se dio
cuenta de que el
vigilante también
era bastante
morochito pero ya
era tarde. Quiso
empezar a contar su
historia. —Viejo
baboso —dijo el vigilante mirando con odio al hombrecito despectivo, seguro y
sobrador que tenía adelante—. Hacete el gil ahora. El voseo golpeó al señor Lanari
como un puñetazo. —Vamos. En cana. El señor Lanari parpadeaba sin
comprender. De pronto reaccionó violentamente y le gritó al policía. —Cuidado
señor, mucho cuidado. Esta arbitrariedad le puede costar muy cara. ¿Usted sabe
con quién está hablando? —había dicho eso como quien pega un tiro en el vacío.
El señor Lanari no tenía ningún comisario amigo. —Andá, viejito verde, andá, ¿te
creés que no me di cuenta que la largaste dura y ahora te querés lavar las manos?
—dijo el vigilante y lo agarró por la solapa levantando a la negra que ya había
dejado de llorar y que dejaba hacer, cansada, ausente y callada, mirando
simplemente todo. El señor Lanari temblaba. Estaban todos locos. ¿Qué tenía que
ver él en todo eso? Y además, ¿qué pasaría si fuera a la comisaría y aclarara todo
y entonces no le creyeran y se complicaran más las cosas? Nunca había pisado
una comisaría. Toda su vida había hecho lo posible para no pisar una comisaría.
Era un hombre decente. Ese insomnio había tenido la culpa. Y no había ninguna
garantía de que la policía aclarase todo. Pasaban cosas muy extrañas en los
últimos tiempos. Ni siquiera en la policía se podía confiar. No. A la comisaría no.
Sería una vergüenza inútil. —Vea agente. Yo no tengo nada que ver con esta mujer
—dijo señalándola. Sintió que el vigilante dudaba. Quiso decirle que ahí estaban
ellos dos, del lado de la ley y esa negra estúpida que se quedaba callada, para peor,
era la única culpable. De pronto se acercó al agente que era una cabeza más alto
que él, y que lo miraba de costado, con desprecio, con duros ojos salvajes,
inyectados y malignos, bestiales, con grandes bigotes de morsa. Un animal. Otro
cabecita negra. —Señor agente —le dijo en tono confidencial y bajo como para que
la otra no escuchara, parada ahí, con la botella vacía como una muñeca,
acunándola entre los brazos, cabeceando, ausente como si estuviera tan aplastada
que ya nada le importaba. —Venga a mi casa, señor agente. Tengo un coñac de

23
primera. Va a ver que todo lo
que le digo es cierto —y sacó una
tarjeta personal y los
documentos y se los mostró—.
Vivo ahí al lado —gimió casi,
manso y casi adulón,
quejumbroso, sabiendo que
estaba en manos del otro sin
tener ni siquiera un diputado
para que sacara la cara por él y lo defendiera. Era mejor amansarlo, hasta darle
plata y convencerlo para que lo dejara de embromar. El agente miró el reloj y de
pronto, casi alegremente, como si el señor Lanari le hubiera propuesto una gran
idea, lo tomó a él por un brazo y a la negrita por otro y casi amistosamente se fue
con ellos. Cuando llegaron al departamento, el señor Lanari prendió todas las
luces y les mostró la casa a las visitas. La negra apenas vio la cama matrimonial
se tiró y se quedó profundamente dormida. Qué espantoso, pensó, si justo ahora
llegaba gente, su hijo o sus parientes o cualquiera, y lo vieran ahí, con esos negros,
al margen de todo, como metidos en la misma oscura cosa viscosamente sucia;
sería un escándalo, lo más horrible del mundo, un escándalo, y nadie le creería su
explicación y quedaría repudiado, como culpable de una oscura culpa, y yo no
hice nada mientras hacía eso tan desusado, ahí a las cuatro de la mañana, porque
la noche se había hecho para dormir y estaba atrapado por esos negros, él, que
era una persona decente, como si fuera una basura cualquiera, atrapado por la
locura, en su propia casa. —Dame café —dijo el policía y en ese momento el señor
Lanari sintió que lo estaban humillando. Toda su vida había trabajado para tener
eso, para que no lo atropellaran y así, de repente, ese hombre, un cualquiera, un
vigilante de mala muerte lo trataba de che, le gritaba, lo ofendía. Y lo que era peor,
vio en sus ojos un odio tan frío, tan inhumano, que ya no supo qué hacer. De
pronto pensó que lo mejor sería ir a la comisaría porque aquel hombre podría ser
un asesino disfrazado de policía que había venido a robarlo y matarlo y sacarle
todas las cosas que había conseguido en años y años de duro trabajo, todas sus
posesiones, y encima humillarlo y escupirlo. Y la mujer estaba en toda la trampa
como carnada. Se encogió de hombros. No entendía nada. Le sirvió café. Después
lo llevó a conocer la biblioteca. Sentía algo presagiante, que se cernía, que se
venía. Una amenaza espantosa que no sabía cuándo se le desplomaría encima ni
cómo detenerla. El señor Lanari, sin saber por qué, le mostró la biblioteca
abarrotada con los mejores libros. Nunca había podido hacer tiempo para leerlos
pero estaban allí. El señor Lanari tenía su cultura. Había terminado el colegio
nacional y tenía toda la historia de Mitre* encuadernada en cuero. Aunque no
había podido estudiar violín tenía un hermoso tocadiscos y allí, posesión suya,
cuando quería, la mejor música del mundo se hacía presente. Hubiera querido
sentarse amigablemente y conversar de libros con ese hombre. Pero ¿de qué
libros podría hablar con ese negro? Con la otra durmiendo en su cama y ese
hombre ahí frente suyo, como burlándose, sentía un oscuro malestar que le iba
creciendo, una inquietud sofocante. De golpe se sorprendió de que justo ahora
quisiera hablar de libros y con ese tipo. El policía se sacó los zapatos, tiró por ahí
la gorra, se abrió la campera y se puso a tomar despacio.

24
El señor Lanari recordó vagamente a los negros que se habían lavado alguna vez
las patas en las fuentes de plaza Congreso*. Ahora sentía lo mismo. La misma
vejación, la misma rabia. Hubiera querido que estuviera ahí su hijo. No tanto para
defenderse de aquellos negros que ahora se le habían despatarrado en su propia
casa, sino para enfrentar todo eso que no tenía ni pies ni cabeza y sentirse junto
a un ser humano, una persona civilizada. Era como si de pronto esos salvajes
hubieran invadido su casa. Sintió que deliraba y divagaba y sudaba y que la cabeza
le estaba por estallar. Todo estaba al revés. Esa china que podía ser su sirvienta
en su cama y ese hombre del que ni siquiera sabía a ciencia cierta si era policía,
ahí, tomando su coñac. La casa estaba tomada. —Qué le hiciste —dijo al fin el
negro. —Señor, mida sus palabras. Yo lo trato con la mayor consideración. Así
que haga el favor de... —el policía o lo que fuera lo agarró de las solapas y le dio
un puñetazo en la nariz. Anonadado, el señor Lanari sintió cómo le corría la
sangre por el labio. Bajó los ojos. Lloraba. ¿Por qué le estaban haciendo eso? ¿Qué
cuentas le pedían? Dos desconocidos en la noche entraban en su casa y le pedían
cuentas por algo que no entendía y todo era un manicomio. —Es mi hermana. Y
vos la arruinaste. Por tu culpa, ella se vino a trabajar como muchacha, una chica,
una chiquilina, y entonces todos creen que pueden llevársela por delante.
Cualquiera se cree vivo ¿eh? Pero hoy apareciste, porquería, apareciste justo y me
las vas a pagar todas juntas. Quién iba a decirlo, todo un señor... El señor Lanari
no dijo nada y corrió al dormitorio y empezó a sacudir a la chica
desesperadamente. La chica abrió los ojos, se encogió de hombros, se dio vuelta
y siguió durmiendo. El otro empezó a golpearlo, a patearlo en la boca del
estómago, mientras el señor Lanari decía no, con la cabeza y dejaba hacer,
anonadado, y entonces fue cuando la chica despertó y lo miró y le dijo al hermano:
—Éste no es, José —lo dijo con una voz seca, inexpresiva, cansada, pero definitiva.
Vagamente, el señor Lanari vio la cara atontada, despavorida, humillada del otro
y vio que se detenía, bruscamente y vio que la mujer se levantaba, con pesadez, y
por fin, sintió que algo tontamente le decía adentro “Por fin se me va este maldito
insomnio” y se quedó bien dormido. Cuando despertó, el sol estaba alto y le dio
en los ojos, encegueciéndolo. Todo en la pieza estaba patas arriba, todo revuelto
y le dolía terriblemente la boca del estómago. Sintió un vértigo, sintió que estaba
a punto de volverse loco y cerró los ojos para no girar en un torbellino. De pronto
se precipitó a revisar todos los cajones, todos los bolsillos, bajó al garaje a ver si
el auto estaba todavía, y jadeaba, desesperado a ver si no le faltaba nada. ¿Qué
hacer, a quién recurrir? Podría ir a la comisaría, denunciar todo, pero ¿denunciar
qué? ¿Todo había pasado de veras? “Tranquilo, tranquilo, aquí no ha pasado
nada” trataba de decirse pero era inútil: le dolía la boca del estómago y todo
estaba patas arriba y la puerta de calle abierta. Tragaba saliva. Algo había sido
violado. “La chusma*”, dijo para tranquilizarse, “hay que aplastarlos,
aplastarlos”, dijo para tranquilizarse. “La fuerza pública”, dijo, “tenemos toda la
fuerza pública y el ejército”, dijo para tranquilizarse. Sintió que odiaba. Y de
pronto el señor Lanari supo que desde entonces jamás estaría seguro de nada. De
nada.

25
*cabecita negra: forma despectiva de nombrar a los migrantes internos que llegaron
a las ciudades a partir de la década de 1940; más tarde, es un término utilizado en la
Argentina para denominar, despectivamente, a un sector de la población asociado a
personas de pelo y piel oscuros pertenecientes a la clase trabajadora.

Luego de leer el texto responde:


1. En el cuento aparecen
numerosos datos que brindan
información sobre Lanari: su
vida, su posición económica,
su clase social. ¿Cuáles son?

2. El cuento está narrado desde


la mirada o punto de vista del
personaje Lanari. Enumeren
las expresiones que usa el
narrador para señalar su
actitud y sentimientos hacia
los "cabecitas negras" es decir,
la mujer y el policía.

3. ¿De qué modo se alude a Lanari como un representante de la


clase culta a la que el policía no pertenece?

4. Analicen los procedimientos con los que Lanari intenta


"salvarse" frente al policía. Si éste no hubiera sido el hermano
de la muchacha, ¿hubieran sido efectivos? ¿Por qué?

5. Rastreen en el texto palabras o frases que "animalicen" a los


cabecitas negras.

6. Identifiquen en el cuento los datos que permiten fechar


aproximadamente la época en que se desarrolla la
acción. (Tengan en cuenta lo expresado en el apartado sobre el
contexto histórico).

26
CAMPO DE CONTENIDO: Lengua y Literatura
AÑO: 3° MÓDULO VI: Trabajo y economía

TRABAJO PRÁCTICO N° 5

Tema: La poesía. Lenguaje poético: recursos expresivos.


Literatura poética regional y realidad laboral local

LA POESÍA

27
28
Propuesta de lectura I: “Juan del aserradero”, Manuel J.
Castilla

29
Propuesta de lectura II: “No vayas al ingenio”, Manuel J.
Castilla

2-Luego de leer la poesía no vayas al ingenio responde:


a) ¿En qué persona gramatical se expresa el yo lírico? ¿A quién le está
hablando?
b) ¿Qué es un ingenio? ¿Qué trabajo se realiza en ese lugar?
c) Transcribe los versos en los que el yo lírico describe el trabajo del
ingenio.
d) ¿Cómo es retribuido el trabajo del ingenio?¿Qué opinas sobre esto?
e) Relaciona la poesía con el texto “Ene…Ene” de César Alurralde ¿Qué
similitudes encuentras?

30
CAMPO DE CONTENIDO: Lengua y Literatura
AÑO: 3° MÓDULO VI: Trabajo y economía

TRABAJO PRÁCTICO N° 6

Tema: Textos instrumentales para el mundo del trabajo


Aviso clasificado. Carta de presentación. Currículum
vitae. Entrevista laboral.

Los avisos clasificados son el sistema más usado por las empresas para el
reclutamiento de personas. Por eso es necesario ejercitarnos en su lectura para
lograr lo que buscamos.
¿Cómo se leen los avisos clasificados?
Es necesario observar determinadamente cada aviso para leer entre líneas lo
que la empresa pretende como condición indispensable. Por lo tanto podemos
hablar de requisitos explícitos y de requisitos ocultos. Como por ejemplo:
Dedicación “full time” (requisito explícito) Libre de obligaciones, disponibilidad
horaria (requisito oculto)
¿Cuáles son los tipos de avisos clasificados?
No todos los avisos son iguales. Se puede hablar de avisos trampa, anónimos,
sintéticos, estándar, ofrecidos, y agrupados.

Avisos trampa: Son los que no definen completamente los informes sobre el
puesto que se va a cubrir o sobre la empresa solicitante. Se trata de proporcionar
o vender una variada gama de productos. El sueldo ofrecido resulta de multiplicar
elporcentaje de comisiones que recibe el vendedor por el número de ventas que
puede hacer por mes. Éstas empresas no pagan sueldo básico. Por ejemplo: “Se
busca empleada de 20 a 35 años. Se ofrece un mínimo de $1400, más viáticos.”

31
Avisos anónimos: No figura la empresa solicitante por razones de
funcionamiento interno. En lugar de dirección, suele mencionar casilla de correo.
Por ejemplo:
“Importante negocio de zona oeste solicita joven con experiencia en la atención
al público, buena presencia. Los interesados deberán remitir antecedentes y
pretensiones a: zonaeoste@hotmail.com”
Avisos estándar: Son los que presentan con claridad los datos solicitados por
la empresa con el perfil de empleado y las ventajas ofrecidas. Por ejemplo:
“Sanatorio de la mujer- enfermeros/as. Requisitos: edades entre 20 y 30 años.
Buena presencia. Disponibilidad horaria. Ofrecemos: interesante nivel de
ingresos. Cobertura médica. Córdoba 1258. Lunes 18 a 21 hs.”
Avisos sintéticos: Suelen atraer la atención por el misterio que encierran. No
obstante, son mas explícitos que los avisos trampa. Por ejemplo: “Empleada
joven. Diseño de moda. Viva en zona céntrica. San Martín 242 de jueves a sábados
de 9 a 17 hs.”
Avisos ofrecidos: Son los que colocan los buscadores de trabajo como una
estrategia más de búsqueda. Hay un rubro que se llama Ofrecidos en la sección
“Clasificados” de los diarios. Por ejemplo: “Brasileña enseña portugués. Clases
particulares. Traducciones (4568217).”
Avisos agrupados: En los últimos tiempos las empresas acuden a otras
empresas dedicadas especialmente a la obtención de recursos humanos. Son las
empresas consultoras que presentan los pedidos de distintos clientes en forma
agrupada. Por ejemplo: “Arancia & One. Se buscan hombres y mujeres hasta 45
años de edad. Movilidad propia, facilidad de expresión, secundario completo.
Enviar curriculum vitae a: arancia&one@hotmail.com .

32
 ¿Cómo se leen los Avisos Clasificados?

 Ejemplos de clasificados:

Es la carta que acompaña el currículum que sirve, como este, para obtener una
entrevista laboral en la empresa adonde se remite.
Responde al formato de la carta y consta de las siguientes partes:
1.Lugar y fecha
2.Destinatario
3.Cuerpo
4.Saludo
5.Firma

33
El lugar y la fecha se colocan en el mar-gen derecho de la hoja, en el formato
latino. En español, los nombres de los meses se escriben con minúscula.
Con respecto al destinatario, pueden darse dos situaciones:
1.Que se responda a un aviso; en ese caso, se desconoce el nombre y apellido del
destinatario y se coloca el nombre de la empresa y la dirección.
2.Que se envíe por una cadena de contactos o que exista un conocimiento previo
y se conozcan los datos del destinatario; en este caso, se coloca el nombre y
apellido detrás del encabezamiento “Estimado Lic.Tomás Pérez”; si no existe
contacto previo es preferible “De mi mayor consideración”.
Conviene asegurarse de que el nombre, apellido y cargo sean los correctos porque
resulta desagradable recibir una carta con errores de ese tipo. Para no dar la
sensación de que se responden avisos en serie, se puede llamar a la empresa y
pedir la información para personalizar la carta.
El cuerpo consta de dos párrafos; en el primero se expresa el objetivo de la carta;
puede ser respuesta a un aviso o para ser incorporada en la base de datos de una
consultora. El segundo es el más importante porque aquí el postulante responde
a lo que pide el aviso, o bien agrega otros detalles que cree necesarios. Por
ejemplo, si el aviso indica que se trata de una búsqueda urgente y el postulante
quiere consignar que tiene absoluta disponibilidad horaria, o si se trata de una
empresa con filiales en el interior y quien escribe es soltero y ha vivido en varias
provincias. También, si se pi-den conocimientos de idioma, es preferible
reconocer honestamente que se tiene un manejo básico de la lengua y el deseo de
seguir perfeccionándose.
La despedida será formal, evitando mostrar “desesperación” o ansiedad por el
puesto.
Algunas formas muy usuales son:
Esperando una respuesta de su parte, lo saluda atentamente. /Agradeciendo su
atención, lo saluda cordialmente.
¿Cómo es la carta de presentación?
 Corta, precisa, escrita en computadora, excepto que se pida manuscrita.
 Con la indicación precisa del aviso al cual se contesta.
 Bien distribuida en la hoja, es decir, bien diseñada.
 Con fecha y destinatario sin errores.
Algunos empleadores piden cartas manuscritas para realizar estudios
grafológicos pues, a través de la escritura, es posible observar algunos rasgos de
personalidad, tendencias y disponibilidad del postulante para determinadas
tareas. Es conveniente, en estos casos, escribir personalmente, con naturalidad,
sin descuidar la presentación y prolijidad del texto.

34
En este ejemplo se emplea la diagramación anglosajona que es la más moderna.
Como se advierte, se escribe sobre el margen izquierdo, sin dejar sangría.

En el ejemplo siguiente se usa la diagramación latina. en este caso se coloca


sobre el margen izquierdo el destinatario, la dirección, el tratamiento y el
saludo; sobre la derecha, lugar, fecha y firma; siempre se debe dejar sangría.

35
36
Cuando una persona busca trabajo tiene la posibilidad de llegar a una
entrevista laboral si hizo bien su currículum vitae.
Currículum vitae es una expresión que proviene del latín y significa hoja
o carrera de vida; se abrevia C.V. También se usa la forma castellanizada
currículo cuyo plural es currículos.
El currículum es un documento que sintetiza, básicamente, la
información sobre la experiencia laboral y la formación profesional de una
persona.
Para escribir el currículum es indispensable reflexionar profundamente
para determinar cuáles son las habilidades, los logros alcanzados, los
conocimientos adquiridos. etc.. que cada uno posee y conviene destacar.
En este sentido hay que tener en cuenta las siguientes características:
 Una presentación atractiva y formal.
 Escrito en computadora, por ejemplo, con tipografía en cuerpo 12, Arial o
Times New Roman de Word.
 Se evitarán márgenes desiguales, papeles de colores llamativos,
presentación de diseños estrafalarios, etc.
 No es necesario agregar una foto, si no se solicita especialmente.
 Se acompaña con una carta personal, que será manuscrita sólo si así lo
requiere el aviso.
No existe una forma única de organizar un currículum. Para la búsqueda
laboral, se usan diferentes formatos que se adecuan a distintas situaciones,
pero existen algunas pautas de redacción comunes.
El currículum vitae o CV es tu herramienta de presentación. Tiene que ser claro,
convincente y despertar el interés de quien lo lee. La información que incluyas es
clave para dar a conocer tus aptitudes, experiencias, cualidades e intereses.
Para armarlo es necesario que incluyas estas secciones:

Datos personales:

 Nombre y apellido.

 Número de documento.

 Fecha de nacimiento.

 Estado civil.

 Nacionalidad.

 Información de contacto: dirección, teléfono y correo electrónico.

* También podés sumar una foto, pero no es obligatorio que lo hagas.

Experiencia laboral:

37
Si estás buscando tu primer trabajo, para completar esta sección de tu CV
tené en cuenta:

 Pasantías, becas u otras formas que combinan los estudios con el trabajo.

 Prácticas remuneradas.

 Trabajos voluntarios en el barrio, parroquia, club u otra institución.

 Colaboraciones en comercios o trabajos para familiares, conocidos o


vecinos.

Si tenés experiencia laboral, detallá tus empleos anteriores. Es importante


que sobre cada uno de ellos indiques:

 Nombre y rubro de la empresa o del empleador.

 Puesto ocupado.

 Año de ingreso y egreso.

 Breve punteo de las tareas desempeñadas.

Formación académica:

Mencioná tus estudios, tanto los que están en curso como los que hayas
terminado. Acordate de incluir la siguiente información:

 Título obtenido o estudios en curso.

 Nombre de la institución educativa.

 Año de graduación o último año de cursada.

Formación complementaria:

También podés hacer referencia a otros cursos realizados, independientemente


de los estudios académicos, que puedan resultar de interés para el puesto.
Detallá:

 Nombre del curso.

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 Institución donde lo hiciste.

 Año de cursada.

 Estado: en curso, finalizado, abandonado.

Idiomas / Informática:
En estas dos secciones simplemente tenés que mencionar el idioma o programa
que manejes y el nivel de conocimiento (básico, intermedio o avanzado).

Intereses personales:
Esta sección es opcional y sirve para indicar intereses personales y actividades
recreativas.
En un puesto donde se requiera buen estado físico, puede ser útil aclarar que
practicás algún deporte, por ejemplo. Pero no tiene ningún sentido informar que
te gustan los videojuegos o escuchar música.

Modelos de currículum
Hay dos formatos que son los más utilizados para elaborar un CV y se
diferencian en la manera de organizar la información:

1 - Cronológico: los datos se ordenan de manera temporal. Primero va lo más


actual, para que quien los lea pueda ver rápidamente tu trayectoria y tu progreso.
Este es el formato que más se usa.

¿Cuándo utilizarlo?

Cuando tu experiencia laboral reciente sea similar a la del puesto de trabajo al


que te estás presentando.
Si tu experiencia laboral fue llevándote a ocupar puestos cada vez más
calificados y con mayor responsabilidad y querés destacar este crecimiento.

MODELO DE CURRÍCULUM CRONOLÓGICO

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https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/plantilla-curriculum-vitae-
cronologico_202002.docx (link para descargar currículum cronológico)

2 - Funcional: se pone foco y se agrupa la información en los conocimientos


adquiridos, funciones, tareas desempeñadas y no tanto en la experiencia laboral
reciente.

¿Cuándo utilizarlo?

 Cuando quieras destacar las habilidades y experiencias en un área


determinada.

40
 Cuando tengas “baches” laborales por haber estado mucho tiempo sin
trabajar.

MODELO DE CURRÍCULUM FUNCIONAL

https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/plantilla-curriculum-vitae-
funcional_202002.docx (link para descargar modelo funcional)

Evitá estos errores:

 Abundancia de datos secundarios: por ejemplo, los datos personales de


tu núcleo familiar.

 Imprecisiones en la información: poner “varios cursos de actualización”,


sin especificar detalles.

41
 Uso innecesario de términos extranjeros, cuando existen palabras
equivalentes en castellano.

 Usar una foto grande e informal: debe ser tamaño carnet y formal.

 Usar direcciones de correo electrónico con seudónimos: tiene que tener


tu nombre y/o tu apellido. Si no es así, es mejor que te hagas uno nuevo.

 Extenderse más de dos carillas: el CV tiene que ser corto y concreto.

LA ENTREVISTA LABORAL
Si en las empresas donde dejaste tu CV les interesa tu perfil, van a llamarte para
una entrevista. El objetivo es conocerte un poco más y evaluar tus
conocimientos teóricos y prácticos. También sirve para ver cómo es tu actitud,
tu modo de hablar y tu postura.

Tipos de entrevista

Pueden ser individuales, grupales, presenciales o telefónicas. La más tradicional


y frecuente es la individual, en la que el entrevistador va a profundizar sobre
ciertos aspectos de tu CV. Puede que te permitan hablar libremente o que te
hagan preguntas preestablecidas sobre alguna cuestión en particular.

Cuando te llamen para una entrevista, consultá de qué empresa te están


contactando, para qué puesto, en qué dirección se realizará el encuentro, en qué
día y horario. Acordate de pedir el nombre y número de teléfono de algún
referente.

Es importante prepararse para la entrevista y no improvisar:

 Revisá que tu CV esté actualizado y correctamente confeccionado.


Aunque ya lo tengan, podés llevarlo a la entrevista en un folio o en una
carpeta.

 Pensá en posibles preguntas que podrían surgir mientras te entrevistan,


así te va a resultar más sencillo responder de manera adecuada.

 Sé puntual. En caso de ocurrir algún imprevisto, llamá para comunicarlo.

 Preséntate limpio y prolijo. Te recomendamos mostrarte atento e


interesado, utilizando lenguaje claro y evitando el lunfardo, malas
palabras y muletillas.

42
 Avisale a algún familiar y/o amigo que tenés una entrevista laboral. Es
importante tomar precauciones para evitar potenciales situaciones de
riesgo.

Llegó el momento

 Antes de entrar, silenciá el celular. Prestá atención al entrevistador y sus


formas para saludar e interactuar así tenés más claro cómo hablarle.

 Concentrate en poder explicar y detallar de manera convincente cada uno


de los puntos incluidos en tu CV. Posicionate como la persona indicada
para cubrir el puesto.

 Mostrá respeto y escuchá antes de responder. Tratá de que tus respuestas


sean breves, concretas y positivas.

 Si tenés la posibilidad de hacer preguntas, podés consultar acerca de las


condiciones de contratación, cómo sigue el proceso y si te van a contactar
por sí o por no.

https://www.argentina.gob.ar/trabajo/consejosdeempleo (consejos para una


entrevista laboral)

Luego de leer la teoría realiza las siguientes actividades:


 Lee atentamente los siguientes clasificados, elige uno como si fueras
candidato al puesto, escribe la carta de presentación y el Currículum
Vitae que enviarías. Debes tener en cuenta los modelos tanto para la
carta de presentación como para el currículum.

43
CAMPO DE CONTENIDO: Lengua y Literatura
AÑO: 3° MÓDULO VI: Trabajo y economía

TRABAJO PRÁCTICO N° 7

Tema: La identidad, la dignidad del trabajador. Condiciones


laborales del trabajador en Argentina y el mundo.
Discurso de Eduardo Galeano, “Trabajo y dignidad”.

Propuesta de lectura: “El trabajo y la dignidad


humana”, Eduardo Galeano

 Lee el siguiente texto compartido por el reconocidísimo escritor Eduardo


Galeano en la sesión magistral de clausura de la VI Conferencia
Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales, llevada a cabo del 6 al
9 de noviembre de 2012 en la Ciudad de México y promovidas por el
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y la UNESCO.
Más abajo encontrarás también el video.

44
No se asusten, empezaré diciendo “seré breve”, pero esta vez es verdad. Y
es verdad porque yo estoy empeñado en una inútil
campaña contra la “inflación palabraria” en América
Latina, que yo creo que es más jodida, más peligrosa
que la inflación monetaria, pero se cultiva con más
frecuencia. Y porque además lo que voy a hacer es
leer para ustedes un mosaico de textos breves
previamente publicados en revistas, periódicos,
libros. Pero no reunidos como ahora en una sola
ocasión, reunidos en torno a una pregunta que me ocupa y me preocupa cómo
–estoy seguro– a todos ustedes, que es la pregunta siguiente: ¿los derechos de
los trabajadores son ahora un tema para arqueólogos? ¿Sólo para arqueólogos?
¿Una memoria perdida de tiempos idos? Este en un mosaico armado con textos
diversos que se refieren todos –sin querer queriendo, yendo y viniendo entre el
pasado y el presente– a esta pregunta más que nunca actualizada: ¿“Los
derechos de los trabajadores” es un tema para arqueólogos? Más que nunca
actualizada en estos tiempos de crisis, en los que más que nunca los derechos
están siendo despedazados por el huracán feroz que se lleva todo por delante,
que castiga el trabajo y en cambio recompensa la especulación, y está arrojando
al tacho de la basura más de dos siglos de conquistas obreras.
La tarántula universal
Ocurrió en Chicago en 1886. El 1º de mayo, cuando la huelga obrera paralizó
Chicago y otras ciudades, el diario Philadelphia Tribune diagnosticó: “El
elemento laboral ha sido picado por una especie de tarántula universal y se ha
vuelto loco de remate”. Locos de remate estaban los obreros que luchaban por
la jornada de trabajo de ocho horas y por el derecho a la organización sindical.
Al año siguiente, cuatro dirigentes obreros, acusados de asesinato, fueron
sentenciados sin pruebas en un juicio mamarracho. Se llamaban George Engel,
Adolph Fischer, Albert Parsons y Auguste Spies; marcharon a la horca mientras
el quinto condenado (Louis Lingg) se había volado la cabeza en su celda.

Cada 1º de mayo el mundo entero los recuerda.

Dicho sea de paso, les cuento que


estuve en Chicago hace unos siete u
ocho años, y les pedí a mis amigos
que me llevaran al lugar donde todo
esto había ocurrido, y no lo conocían.
Entonces me di cuenta de que en
realidad esto, esta ceremonia
universal – la única esta de veras
universal que existe –, en Estados

45
Unidos no se celebraba; o sea, era en ese momento el único país del mundo
donde el 1 de mayo no era el Día de los Trabajadores. En estos últimos tiempos
eso ha cambiado, recibí hace poco una carta muy jubilosa de estos mismos
amigos contándome que ahora había en ese lugar un monolito que recordaba a
estos héroes del sindicalismo, que las cosas habían cambiado y que se había
hecho una manifestación de cerca de un millón de personas en su memoria por
primera vez en la historia. Y la carta terminaba diciendo: “Ellos te saludan”.
Cada 1º de mayo el mundo recuerda a esos mártires, y con el paso del tiempo
las convenciones internacionales, las constituciones y las leyes les han dado la
razón. Sin embargo, las empresas más exitosas siguen sin enterarse. Prohíben
los sindicatos obreros y miden las jornadas de trabajo con aquellos relojes
derretidos de Salvador Dalí.

Una enfermedad llamada «trabajo»


En 1714 murió Bernardino Ramazzini. Él era un médico raro, un médico
rarísimo, que empezaba preguntando: “¿En qué trabaja usted?”. A nadie se le
había ocurrido que eso podía tener alguna importancia. Su experiencia le
permitió escribir el primer Tratado de Medicina del Trabajo, donde describió –
una por una – las enfermedades frecuentes en más de cincuenta o?cios. Y
comprobó que había pocas esperanzas de curación para los obreros que comían
hambre, sin sol y sin descanso, en talleres cerrados, irrespirables y mugrientos.
Mientras Ramazzini moría en Padua, en Londres nacía Percivall Pott. Siguiendo
las huellas del maestro italiano, este médico inglés investigó la vida y la muerte
de los obreros pobres. Y entre otros hallazgos, Pott descubrió por qué era tan
breve la vida de los niños deshollinadores. Los niños se deslizaban desnudos
por las chimeneas, de casa en casa, y en su difícil tarea de limpieza respiraban
mucho hollín.
El hollín era su verdugo.

Desechables
Más de 90 millones de clientes acuden, cada
semana, a las tiendas Walmart. Sus más de 900
mil empleados tienen prohibida la aplicación a
cualquier sindicato. Cuando a alguno se le ocurre
la idea, pasa a ser un desempleado más. La
exitosa empresa niega sin disimulo uno de los derechos humanos proclamados
por las Naciones Unidas: la libertad de asociación. Y más, el fundador de
Walmart, Sam Walton, recibió en 1992 la Medalla de la Libertad, una de las más
altas condecoraciones de los Estados Unidos.
Uno de cada cuatro adultos norteamericanos y nueve de cada diez niños
engullen en McDonald’s la comida plástica que los engorda. Los trabajadores de

46
McDonald’s son tan desechables como la comida que sirven. Los pica la misma
máquina. Tampoco ellos tienen el derecho de sindicalizarse.
En Malasia, donde los sindicatos obreros todavía existen y actúan, las empresas
Intel, Motorola, Texas Instruments y Hewlett-Packard lograron evitar esa
molestia. El gobierno de Malasia declaró union free (libre de sindicatos) el sector
electrónico. Tampoco tenían ninguna posibilidad de agremiarse las 190 obreras
que murieron quemadas vivas en Tailandia en 1993, en el galpón trancado por
fuera donde fabricaban los muñecos de Sesame Street, Bart Simpson, la familia
Simpson y los Muppets.
En sus campañas electorales del año 2000, los candidatos Bush y Gore
coincidieron en la necesidad de seguir imponiendo en el mundo el modelo
norteamericano de relaciones laborales. “Nuestro estilo de trabajo” – como
ambos lo llamaron – es el que está marcando el paso de la globalización que
avanza con botas de siete leguas y entra hasta en los más remotos rincones del
planeta.

La tecnología, que ha abolido las distancias, permite ahora que un obrero de


Nike en Indonesia tenga que trabajar 100 mil años para ganar lo que gana en un
año – 100 mil años para ganar lo que gana en un año – un trabajador de su
empresa en los Estados Unidos. Es la continuación de la época colonial, en una
escala jamás conocida. Los pobres del mundo siguen cumpliendo su función
tradicional: proporcionan brazos baratos y productos baratos, aunque ahora
produzcan muñecos, zapatos deportivos, computadoras o instrumentos de alta
tecnología, además de producir como antes caucho, arroz, café, azúcar y otras
cosas malditas por el mercado mundial.
Galeano en México
Desde 1919 se han armado 183 convenios
internacionales que regulan las relaciones de
trabajo en el mundo. Según la Organización
Internacional del Trabajo, de esos 183 acuerdos
Francia ratificó 115, Noruega 106, Alemania 76
y los Estados Unidos… 14. El país que
encabeza el proceso de globalización sólo
obedece sus propias órdenes. Así garantiza
suficiente impunidad a sus grandes
corporaciones, lanzadas a la cacería de mano
de obra barata y a la conquista de territorios que
las industrias sucias pueden contaminar a su antojo. Paradójicamente, este país
que no reconoce más ley que la ley del trabajo… no reconoce más ley que la ley
del trabajo fuera de la ley, es el que dice que ahora no habrá más remedio que
incluir cláusulas sociales y de protección ambiental en los Acuerdos de Libre
Comercio. ¿Qué sería de la realidad, no? ¿Qué sería de ella sin la publicidad
que la enmascara? Estas cláusulas son meros impuestos que el vicio paga a la

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virtud con cargo al rubro “relaciones públicas”, pero la sola mención de los
derechos obreros pone los pelos de punta a los más fervorosos partidarios,
abogados, del salario de hambre, el horario de goma y el despido libre.
Desde que Ernesto Zedillo dejó la Presidencia de México, pasó a integrar los
directorios de la Union Pacific Corporation y del consorcio Procter & Gamble, que
opera en 140 países, y además encabeza una comisión de las Naciones Unidas
y difunde sus pensamientos en la revista Forbes. En idioma “tecnocratés”, se
indigna contra lo que llama “la imposición de estándares homogéneos en los
nuevos acuerdos comerciales”; traducido, eso significa “olvidemos de una buena
vez toda la legislación internacional que todavía protege más o menos, menos
que más, a los trabajadores”. El presidente jubilado cobra por predicar la
esclavitud, pero el principal director ejecutivo de General Electric lo dice más
claro: “Para competir hay que exprimir los limones”, y no es necesario aclarar
que él no trabaja de limón en el reality show del mundo de nuestro tiempo. Ante
las denuncias y las protestas, las empresas se lavan las manos y “yo no fui, yo
no fui”.
La industria posmoderna el trabajo ya no está concentrado, así es en todas
partes, y no sólo en la actividad privada. Los contratistas fabrican las tres cuartas
partes de los autos de Toyota; de cada cinco obreros de Volkswagen en Brasil,
sólo uno es empleado de la empresa; de los 81 obreros de Petrobras muertos
en accidentes de trabajo a fines del siglo XX, 66 estaban al servicio de
contratistas que no cumplen las normas de seguridad.
A través de 300 empresas contratistas, China produce la mitad de todas las
muñecas Barbie para las niñas del mundo. En China sí hay sindicatos, pero
obedecen a un Estado que en nombre del socialismo se ocupa de la disciplina
de la mano de obra. “Nosotros combatimos la agitación obrera y la inestabilidad
social para asegurar un clima favorable a los inversores”, explicó Bo Xilai, alto
dirigente del Partido Comunista Chino.
El poder económico está más monopolizado
que nunca, pero los países y las personas
compiten en lo que pueden, a ver quién ofrece más
a cambio de menos, a ver quién trabaja el doble a
cambio de la mitad. A la vera del camino están
quedando los restos de las conquistas arrancadas
por tantos años de dolor y de lucha.
Las plantas maquiladoras de México,
Centroamérica y el Caribe, que por algo se llaman
sweatshops (“talleres del sudor”), crecen a un ritmo
mucho más acelerado que la industria en su conjunto. Ocho de cada diez nuevos
empleos en la Argentina están en negro, sin ninguna protección legal; nueve de
cada diez nuevos empleos en toda América Latina corresponden al llamado
“sector informal”, un eufemismo para decir que los trabajadores están librados a
la buena de Dios. ¿La estabilidad laboral y los demás derechos de los

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trabajadores serán de aquí a poco un tema para arqueólogos? ¿No más que
recuerdos de una especie extinguida?
En el mundo del revés, la libertad oprime. La libertad del dinero exige
trabajadores presos, presos de la cárcel del miedo, que es la más cárcel de todas
las cárceles. El Dios del mercado amenaza y castiga, y bien lo sabe cualquier
trabajador en cualquier lugar. El miedo al desempleo que sirve a los empleadores
para reducir sus costos de mano de obra y multiplicar la productividad, eso hoy
por hoy es la fuente de angustia más universal de todas las angustias.
¿Quién está a salvo del pánico, de ser arrojado a las largas colas de los que
buscan trabajo? ¿Quién no teme convertirse en un obstáculo interno, para decirlo
con las palabras del presidente de la Coca-Cola, que explicó el despido de miles
de trabajadores diciendo que “hemos eliminado los obstáculos internos”? Y en
tren de preguntas, la última: ante la globalización del dinero, que divide el mundo
en domadores y domados, ¿se podrá internacionalizar la lucha por la dignidad
del trabajo? Menudo desafío.
Un raro acto de cordura
En 1998, Francia dictó la ley que a 35 horas semanales el horario de trabajo.
Trabajar menos, vivir más. Tomás Moro había soñado en su Utopía pero hubo
que esperar cinco siglos para que por fin una nación se atreviera a cometer
semejante acto de sentido común. Al fin y al cabo, ¿para qué sirven las máquinas
si no es para reducir el tiempo de trabajo y ampliar nuestros espacios de libertad?
¿Por qué el progreso tecnológico tiene que regalarnos desempleo y angustia?
Por una vez, al menos, hubo un país que se atrevió a desarmar tanta sinrazón.
Pero, pero… poco duró la cordura. La ley de las 35 horas murió a los diez años.
Este inseguro mundo

Hoy, vale la pena advertir que no hay en el mundo nada más inseguro que el
trabajo. Cada vez son más y más los trabajadores que despiertan cada día
preguntando: “¿Cuántos sobraremos?, ¿quién me comprará?”. Muchos pierden
el trabajo, y muchos pierden, trabajando, también la vida. Cada 15 segundos
muere un obrero asesinado por eso que llaman “accidentes de trabajo”.
La inseguridad pública es el tema preferido de los políticos, que desatan la
histeria colectiva en cada elección. “¡Peligro, peligro – proclaman – en cada
esquina acecha un ladrón, un violador, un asesino!”. Pero esos políticos jamás
denuncian que trabajar es peligroso. Y es peligroso cruzar la calle, porque cada
25 segundos muere un peatón asesinado por eso que llaman “accidentes de
tránsito”. Y es peligroso comer, porque quien está a salvo del hambre puede
sucumbir envenenado por la comida química. Y es peligroso respirar, porque en
las ciudades, en las grandes ciudades, el aire es… el aire puro es como el
silencio: un artículo de lujo. Y también es peligroso nacer, porque cada 3
segundos muere un niño que no ha llegado vivo a los cinco años de edad.

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Una historia real para acabar (se me fue la mano con las teorías), un par de
cosas que tengan más que ver con la realidad de carne y hueso, como la historia
de Maruja. El 30 de marzo, Día del Servicio Doméstico, no viene mal contar la
breve historia de una trabajadora de uno de los oficios más ninguneados del
mundo. Maruja no tenía edad. De sus años de antes, nada decía; de sus años
de después, nada esperaba. No era linda ni fea ni más o menos, caminaba
arrastrando los pies, empuñando el plumero o la escoba o el cucharón.
Despierta, hundía la cabeza entre los hombros. Dormida, hundía la cabeza entre
las rodillas. Cuando le hablaban, miraba al suelo, como quien cuenta hormigas.
Había trabajado en casas ajenas desde que tenía memoria. Nunca había salido
de la ciudad de Lima, nunca. Mucho trajinó de casa en casa, y en ninguna se
hallaba. Por fin, por fin, encontró un lugar donde fue tratada como si fuera
persona. A los pocos días, se fue.
Se estaba encariñando.
Desaparecidos
Agosto 30, Día de los Desaparecidos. Los muertos sin tumba, las tumbas sin
nombre, las mujeres y los hombres que el terror tragó, los bebés que son o han
sido botín de guerra, y también los bosques nativos, las estrellas en la noche de
las ciudades, el aroma de las ?ores, el sabor de las frutas, las cartas escritas a
mano, los viejos cafés donde había tiempo para perder el tiempo, el fútbol de la
calle, el derecho a caminar, el derecho a respirar, los empleos seguros, las
jubilaciones seguras, las casas sin rejas, las puertas sin cerradura, el sentido
comunitario y el sentido común.
El origen del mundo
Hacía pocos años que había terminado la Guerra Española, y la cruz y la
espada reinaban sobre las ruinas de la República. Uno de los vencidos, un
obrero anarquista recién salido de la cárcel, buscaba trabajo. En vano revolvía
cielo y tierra. No había trabajo
para un rojo. Todos le ponían
mala cara, se encogían de
hombros, le daban la espalda,
con nadie se entendía, nadie lo
escuchaba. El vino era el único
amigo que le quedaba.
Por las noches, ante los
platos vacíos, soportaba sin decir
nada los reproches de su esposa beata, mujer de misa diaria, mientras el hijo,
un niño pequeño, le recitaba el catecismo. Mucho tiempo después, Josep
Verdura, el hijo de aquel obrero maldito, me lo contó. Me contó esta historia. Me
lo contó en Barcelona, cuando yo llegué al exilio, me lo contó: él era un niño
desesperado que quería salvar a su padre de la condenación eterna, pero el muy
ateo, el muy tozudo, no entendía razones. “Pero, papá – le preguntó Josep,
llorando –, pero, papá… si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?”. Y el obrero,

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cabizbajo, casi en secreto, dijo: “¡Tonto, tonto! ¡Al mundo lo hicimos nosotros, los
albañiles!”.
Ciudad de México, viernes 9 de noviembre de 2012
Después de la lectura, responde:

1. ¿Cuál es la pregunta inicial de Galeano? ¿Por qué realiza esa pregunta?


2. El hecho por el cual el 1ro de Mayo se reconoce como el día del trabajador
¿Ha cobrado importancia en EE.UU? ¿Por qué?
3. En el fragmento “Una enfermedad llamada trabajo”, explica la
importancia de las investigaciones de los médicos. ¿Crees que esto ayudó
en la elaboración de las leyes de protección a los trabajadores?
4. ¿Cuáles son las condiciones de trabajo en las grandes empresas? Extrae
ejemplos.
5. ¿Por qué la ley que regula 35 horas semanales de trabajo es un “acto de
cordura”?
6. Explica y compara las anécdotas de Maruja y el albañil. ¿Qué valor le dan
al trabajo? ¿Por qué Maruja se fue de la casa donde trabajaba y el otro dice
que el mundo lo construyeron los albañiles?
7. Ordena en una lista cronológicamente al menos tres hechos o sucesos
relevantes mencionados por Eduardo Galeano en su ensayo. por ej. - 1° de
Mayo 1886, huelga obrera paraliza Chicago.

Para ver el video del ensayo leído por su propio autor, Eduardo Galeano
https://youtu.be/LDPWyCTkM0k

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