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UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES

ESCUELA DE ANTROPOLOGÍA

ASIGNATURA: INTRODUCCIÓN A LA ANTROPOLOGÍA

ENSAYO: DIOSES, SABIOS Y TUMBAS POR C.W.


CERAM

Profesor: Guillermo José Colmenares

Equipo: - Araujo, Ana

- Galvis, María Fernanda

- Hernández, Catherine

- Pomenta, Oryza

- Rivero, Diego

Caracas, 28 de noviembre de 2022


Las lagunas del conocimiento arqueológico

El sujeto en cuestión, usa un sombrero de copa alta y borde ancho, una


camisa manga larga de algodón impregnada de los típicos colores selváticos;
encima de esta, usa una chaqueta de cuero marrón desgastada, a esto le siguen los
pantalones de lana que recuerdan a los usados durante la Segunda Guerra Mundial
por el ejército norteamericano. Igualmente, este personaje tiene colgado de su
cuello una cantimplora con agua para soportar el extremo ambiente al cual se
enfrenta, lleva en su cintura una funda para armas en la que se encuentra
probablemente un revólver calibre .45 Smith & Wesson (en caso de que alguna
amenaza desconocida atente contra la vida) y del otro lado lleva un icónico látigo
que extendido alcanza la longitud de 3 metros. Y por último pero no menos
importante, usa un bolso en el costado para transportar el invalorable tesoro por el
cual se aventura.

Este heroíco personaje carga consigo, el espíritu de un aventurero nato, se


desempeña entre el resto por su alto de nivel de cultura y por su gran coraje y
resistencia al medio físico. Por su afán de conseguir el preciado tesoro, arriesga su
vida sin pensarlo dos veces y se deja caer en un pozo profundo, atraviesa un
endeble puente colgante sobre un río infestado de feroces cocodrilos, se adentra en
las ruinas de un templo repleto de trampas o lucha y huye de una población de
aborígenes hostiles ¿Acaso esta descripción no coincide con la imagen que se hace
el ciudadano común al escuchar la palabra “arqueólogo”?

La manifestación de esta visión en nuestras mentes al abordar el tema


arqueológico, es responsabilidad de la poderosa industria cinematográfica y el
magnífico genio de Steven Spielberg y George Lucas, a quienes se les agradece
por representar de manera tan apasionante la labor del arqueólogo profesional, cuyo
trabajo es admirado por las grandes masas al lograr este tipo de hazañas. Sin
embargo, ¿Qué ocurre con el arqueólogo de carne y hueso? ¿Qué sucede con el
hombre, que en un intento por reconstruir el pasado, dedica su vida entera a esta
búsqueda del conocimiento? Ciertamente, estos ejemplos se encuentran
parcialmente alejados de la realidad, a excepción de un importante aspecto, una
característica que hace que las demás se vean opacadas por la grandeza de la
misma, y que impulsan a este profesional a realizar su importante trabajo; su
insaciable sed de conocimiento.

Kurt Wilhelm Marek, mejor conocido por su seudónimo como C. W. Ceram,


fue el autor de una magnífica obra titulada “Dioses, sabios y tumbas”, publicada en
el año 1949. Dicha entrega, relata de una manera dinámica y entretenida los
hallazgos más relevantes en el mundo de la arqueología, reuniendo a su vez, el uso
de otros estudios como la antropología, la historia e incluso el arte; constituyendo de
esta manera una investigación multidisciplinaria. Dándonos un recorrido desde las
primeras sociedades asentadas en Mesopotamia, pasando por las grandes culturas
e imperios americanos de la era pre clásica, e incluso la materialización de mitos
que se creían frutos de la imaginación; hasta llegar a las imponentes pirámides
egipcias en las que Napoleón dirigía la palabra a sus soldados a inicios del siglo
XIX.

Ceram deja en claro al inicio de obra, que su trabajo no tiene un propósito


específicamente científico, sino que la meta que se ha planteado consiste en
maravillar al lector con las apasionantes aventuras de los más grandes arqueólogos
de diferentes épocas que han dado su vida a la ciencia arqueológica; y destaca, al
igual que nosotros, la laguna que existe en la mente de la mayoría de seres
humanos acerca de este estudio. Indica dicho autor en la introducción de su libro lo
siguiente:

“La ciencia arqueológica es rica en hazañas donde se emparejan un


gran espíritu de aventura y la paciencia de un estudio ímprobo; es una
gran empresa romántica realizada con gran modestia espiritual, en la
cual nos hundimos en la profundidad de todas las épocas y
recorremos toda la amplitud de la Tierra. Todo esto no puede quedar
reducido a simples disertaciones de expertos. Por muy alto que haya
sido siempre el valor científico de las memorias, tesis y publicaciones
de esta índole, hemos de confesar que no estaban escritas para ser
«leídas». Es increíble que hasta la fecha no se hayan hecho más que
tres o cuatro intentos de asociar el apasionante ambiente de la
aventura con las excavaciones que nos han conducido a la vida de los
tiempos pasados; muy extraño, porque realmente no se concibe
aventura más excitante que ésta, siempre que consideremos la
aventura como una armoniosa mezcla de espíritu y acción.” (p. 6)
Dicho esto, resulta irónico que una ciencia de tal magnitud e importancia
tenga la necesidad de ser difundida con énfasis. Lo que deseamos exponer es, que
esta ciencia, cuya relevancia es de completa incumbencia con nuestra sociedad, se
ve subvalorada por las sombras de la ignorancia del ser humano, a la par de
establecer las relaciones que mantiene este ámbito con la publicación C.W. Ceram
“Dioses, sabios y tumbas”

Primeramente, se debe considerar que la arqueología es una ciencia


relativamente muy nueva (si la comparamos con el resto de ciencias relacionadas),
el detonante de su composición moderna fue el descubrimiento de las ciudades
enterradas de Pompeya y Herculano, lo que llevó luego a más descubrimientos. En
sus inicios era aplicada por personas que no eran específicamente “arqueólogos”,
sino que era ejercida por estudiosos, profesionales de otras áreas y uno que otro
aficionado; todo esto mientras intentaban descifrar las metodologías de trabajo que
debían usar para las excavaciones arqueológicas y la manipulación de los vestigios
y objetos que hallaban. También se puede afirmar que era una práctica que solo
podían realizar aquellas personas con el dinero, tiempo y conocimientos suficientes
como para llevarla a cabo; y la mayoría de las veces no se planteaba una meta
científica con el objetivo de aportar conocimientos, sino que se anteponía el interés
lucroso.

Este último punto era fuertemente rechazado por un historiador alemán a


quien se le denomina como el padre de la arqueología moderna; Johann
Wincklemann. Dicho personaje fundamentó una de las bases necesarias para el
adecuado estudio arqueológico; Wincklemann creía que todo objeto encontrado en
las excavaciones representaba una fuente de conocimiento importante para la
comprensión de la historia de las civilizaciones pretéritas, y en consecuencia,
entender el porqué de nuestra cultura. A partir de esta premisa, es que la
arqueología comienza a ser considerada como una ciencia estudiable.

Sin embargo, el trabajo del arqueólogo no fue reconocido sino hasta el siglo
XIX, pero esto dentro de la sociedad científica, para el resto de personas,
probablemente era algo completamente desconocido. La arqueología tomó mayor
relevancia con el descubrimiento de Tutankamón por parte de Howard Carter al
mando de Lord Carnarvon en 1922; todo esto luego del riguroso trabajo del
descubrimiento de la ciudad bíblica Nínive, el desciframiento de la lectura
cuneiforme y los jeroglíficos egipcios, el estudio de las decenas de pirámides
egipcias, y el hallazgo de cientos de momias y sarcófagos hasta el borde de oro y
piedras preciosas; incluso luego de haber arrancado la flor del imperio azteca y de
enterarnos de la existencia de la cultura maya en Centroamérica.

Tomando como ejemplo el que es considerado el hallazgo arqueológico más


importante de la historia, Tutankamón, se hace notable el arduo trabajo y la
paciencia que implicó este acontecimiento (aunque no sea el primero ni el último
que implique estas características). Las personas que se plantearon esta meta, se
sometieron a años de excavaciones, teniendo en cuenta que su éxito no estaba
garantizado de ninguna manera, y que si lograban encontrar algo enterrado bajo
toda esa arena no era seguro que fuera de un valor considerable. A pesar de todas
las variables que pudieron estar en contra, Lord Carnarvon, con el apoyo de Howard
Carter, cumplieron con el deseo que se habían planteado.

Lo mismo se aprecia con, por ejemplo, el desciframiento de la escritura


egipcia y cuneiforme, que en sus casos correspondientes, se dieron con el uso de
un gran genio y a su vez, de una que otra coincidencia que favorecieron o incluso
retrasaron estos hechos.

En el mismo orden de ideas, se hace especial mención al “redescubrimiento”


que se realizó acerca de la cultura maya y azteca. Se cita a C. W. Ceram haciendo
alusión al trabajo de Stephens y Catherwood:

“Y volviendo a los documentos españoles se descubrió la relación de


muchas cosas con lo revelado por los primeros descubridores y
conquistadores del Yucatán, y con las hazañas de Hernández de
Córdoba y de Francisco de Montejo, que fueron los primeros en hacer
alusiones a este extraño pueblo. Entonces salió a pública discusión un
libro, publicado hacía cuatro años en París, que decía exactamente lo
mismo que las «Impresiones de viaje» de Stephens, pero que hasta tal
fecha no había llamado la atención de nadie.” (p.211)
Entonces se puede notar que desde un principio en la época clásica, ya se
había realizado cierta labor antropológica y arqueológica (no precisamente con la
intención científica) con los pueblos aborígenes de las tierras centroamericanas;
este caso tiene aún mayor peculiaridad porque, a diferencia del resto de labores
arqueológicas, se dio el encuentro directo de dos mundos que estaban en su total
apogeo; a diferencia de Egipto, Mesopotamia y Pompeya o Troya; en las que el
descubridor encontraba los vestigios de las respectivas poblaciones de
antepasados. Es decir, a pesar de la facilidad de poder comunicarse con la cultura
viva de los aztecas y poder llevar a cabo una investigación que fuera fiel a su estilo
de vida; las pocas investigaciones que se realizaron fueron olvidadas en el tiempo y
opacadas por la colonización, por lo que no vieron la luz de su relevancia sino
pasados muchos años después.

Otro aspecto que se desea exponer, y que deja en claro lo fascinante de las
culturas pretéritas y cómo la arqueología es capaz de reconstruirlas; es la cultura
maya, en especial su calendario, que tras grandes esfuerzos, tiempo y
profesionales, se ha logrado calcular. Con este avance, se puede comprender mejor
cómo funcionaba la sociedad maya dentro de su sistema (más aún en una sociedad
que dejaba la fecha correspondiente de cada estructura tallada en ella). Y no solo
eso, sino que ha se demostrado, que astronómicamente, el calendario maya es el
más exacto de todos los que se han aplicado en la civilización humana, se deja más
en claro esto con el siguiente esquema de Ceram:

“Pues bien, comparando la duración del año en todos estos


calendarios con la del año astronómico, vemos que ninguno se
aproxima tanto al valor real como el de los mayas. La duración
comparada del año según todos estos calendarios es:
según el calendario juliano, de 365,250000 días
según el calendario gregoriano, de 365,242500 días
según el calendario maya, de 365,242129 días
según el cálculo astronómico, de 365,242198 días
Este pueblo, que fue capaz de la más exacta observación del cielo,
unido a su conocimiento profundo de las matemáticas, con lo cual
daba una prueba excelente de su gran capacidad de pensar…” (p.218)
Con el tiempo, la arqueología poco a poco, se enrumbó en el camino para
convertirse en una ciencia estudiable, que en correlación con otras ciencias como la
historia, la geografía y la antropología, nos ha ayudado a reencontrarnos con un
pasado olvidado lleno de conocimientos.

Teniendo esto en mente, se puede ver que, son pocos los que toman en
cuenta, que gracias a la reconstrucción y estudio de nuestra historia, es que nuestra
sociedad tiene la cualidad de progresar y mantenerse firme ante los problemas
adversos. Lamentablemente, con la vasta importancia que se le ha restado a tan
valiosa ciencia, dejándola tan solo para programas de televisión, cazadores de mitos
y películas de acción, la arqueología ha tenido que a gritos demostrar su notable
ayuda a la humanidad, en comparación con otras profesiones.

Figurándolo en un ejemplo, es como si la medicina, ciencia que se encarga


del estudio y cuidado del cuerpo humano, se viera obligada a publicar
constantemente una descripción de su trabajo para poder dar a conocer sus
beneficios entre una sociedad que claramente necesita de ella para su subsistencia.
Quizás se pudiera argumentar que la medicina permite la longevidad de nuestra
existencia, así como que ayuda a prevenir y combatir las enfermedades que en
algún punto diezmaron las poblaciones de nuestra especie. No obstante, la
arqueología también se puede defender desde un punto de vista vital para el
mantenimiento de la cultura humana.

Tanto las hazañas del Profesor Jones, como la mencionada obra de Ceram,
guardan una estrecha relación en su propósito, esta no es otra sino, el resaltar y dar
a conocer la importancia que simboliza la aplicación de la arqueología para la
comprensión del pasado histórico de los pueblos humanos antecesores a los
nuestros (aunque la metodología de Henry Walton Jones Jr. sea más de
profanación, no deja de ser interesante). Además de dejar expuestos los riesgos y
dificultades a los que se debe enfrentar un profesional de esta área para alcanzar su
cometido; esto sin dejar de lado, los fascinantes viajes de investigación a lugares
geográfica y culturalmente inexplorados por nuestra sociedad.
En síntesis, el arqueólogo explora, analiza e interpreta el objeto que
encuentra y el lugar que lo alberga, para de esta manera armar las piezas del
pasado y así plantear el estilo de vida pasado, su relación con el presente y su
posterior evolución en el futuro.
Bibliografía

- Ceram. C. W. (1949). Dioses, sabios y tumbas. Ediciones Destino, S.L.

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