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RAZA Y ETNICIDAD

La raza, como la etnicidad en general, es una categoría cultural más que una realidad biológica.
Esto es: los grupos étnicos, incluidas las “razas”, derivan de contrastes percibidos y perpetuados
en sociedades particulares, y no de clasificaciones científicas basadas en genes comunes (vea
Wade, 2002).
No es posible definir biológicamente a las razas humanas. Sólo son posibles las construcciones
culturales de raza, aun cuando la persona promedio conceptualice la “raza” en términos biológicos.
La creencia de que existen las razas humanas y su relevancia es mucho más común en el público
en general que entre los científicos. La mayoría de los estadounidenses, por ejemplo, cree que su
población incluye razas con base biológica a las que pueden aplicarse etiquetas diversas. Las
etiquetas incluyen “blanco”, “negro”, “amarillo”, “rojo”, “caucásico”, “negroide”, “mongoloide”,
“amerindio”, “euroamericano”, “afroamericano”, “asiático-americano” y “nativo americano”.
En el apartado “Valorar el quehacer antropológico” de este capítulo se destacó la declaración
acerca de la raza que emitió la AAA. En ella se discute cómo se construyeron socialmente las
razas, por ejemplo, bajo el colonialismo. La declaración también señala que las desigualdades entre
los grupos “raciales” no son consecuencia de su herencia biológica, sino producto de
circunstancias sociales, económicas, educativas y políticas.
Con frecuencia se escuchan las palabras etnicidad y raza, pero la cultura estadounidense no traza
una línea muy clara entre ellas. Considere un artículo del New York Times publicado el 29 de mayo
de 1992. Al hablar acerca de la cambiante composición étnica en Estados Unidos, el artículo
explicó (correctamente) que los hispanos “pueden ser de cualquier raza” (Barringer, 1992, p. A12).
En otras palabras, “hispano” es una categoría étnica que rompe con los contrastes raciales como
entre las categorías “negro” y “blanco”.
Otro artículo del Times publicado ese mismo día reportó que, durante los disturbios de Los Ángeles
en la primavera de 1992, “cientos de residentes hispanos fueron interrogados acerca de su estatus
migratorio exclusivamente con base en su raza” (subrayado del autor; Mydans, 1992a, p. A8). El
uso de “raza” aquí es inadecuado porque “hispano” por lo general hace referencia al criterio
lingüístico del grupo étnico (hispanohablante), y no a las características biológicas. Dado que los
residentes de Los Ángeles fueron interrogados porque eran hispanos, el artículo en realidad reporta
discriminación étnica, no racial.
En un caso más reciente, considere un discurso que pronunció la entonces jueza de la Corte de
Apelaciones, Sonia Sotomayor, quien fue nominada (en mayo de 2009 y confirmada en agosto de
ese año) por el presidente Barak Obama para la Corte Suprema de Estados Unidos. En la
conferencia que pronunció en 2001 y que tituló “La voz de una jueza latina”, como la “conferencia
conmemorativa del juez Mario G. Olmos”, en la escuela de leyes de la University of California,
Berkeley, Sotomayor declaró (como parte de un discurso mucho más largo): Esperaría que una
mujer latina sabia con la riqueza de su experiencia llegara con frecuencia a una mejor conclusión
que un hombre blanco que no haya vivido la misma vida (Sotomayor, 2001/2009).
Los conservadores, incluido un ex vocero del Congreso, Newt Gingrich, y la presentadora de un
programa de radio local, Rush Limbaugh, se apoyaron en esa declaración para evidenciar que
Sotomayor era una “racista” o una “racista inversa”. Sin embargo, nuevamente, “latina” es una
categoría étnica (y de género femenino) y no racial. Tal vez Sotomayor también usó “hombre
blanco” como una categoría étnica y de género, para referirse a los hombres no minoritarios. Estos
ejemplos de la experiencia cotidiana ilustran las dificultades para distinguir de manera precisa
entre las categorías de raza y etnia. Probablemente es mejor usar el término grupo étnico en lugar
de raza para describir cualquiera de tales grupos sociales, por ejemplo, afroamericanos, asiático-
americanos, angloamericanos, hispanos, latinos, latinas e incluso blancos no hispanos.

CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA RAZA


Las razas son grupos étnicos que se supone (según los miembros de una cultura particular) tienen
una base biológica, sin embargo, son una construcción social. Las “razas” de las que se escucha
todos los días son categorías culturales, o sociales, no biológicas. Muchos estadounidenses
suponen erróneamente que blancos y negros, por ejemplo, son biológicamente distintos y que
dichos términos representan razas distintas. Sin embargo, esas etiquetas, y los términos raciales
que se usan en otras sociedades, en realidad designan a grupos culturalmente percibidos y no se
basan en características biológicas.
Hipodescendencia: raza en Estados Unidos
¿Cómo se construye culturalmente la raza en Estados Unidos? En la cultura estadounidense, uno
adquiere su identidad racial al nacer, como un estatus adscrito, pero la raza no se basa en la biología
o en el simple linaje. Considere el caso del niño de un matrimonio “racialmente mixto” que
involucra un padre negro y otro blanco. Se sabe que 50% de los genes del hijo proviene de la
madre y otro 50% es responsabilidad del padre. Sin embargo, la cultura estadounidense pasa por
alto la herencia y clasifica a este hijo como negro. Esta regla es arbitraria. Sobre la base del
genotipo (la composición genética), sería igualmente lógico clasificar al hijo como blanco.
Las reglas estadounidenses para asignar estatus racial pueden ser incluso más arbitrarias. En
algunos estados, cualquier persona que tenga algún ancestro negro, sin importar cuán remoto sea,
se le clasifica como miembro de la raza negra. Ésa es una regla de ascendencia (asigna identidad
social sobre la base del linaje), pero de un tipo que es poco común encontrar fuera de Estados
Unidos contemporáneos. Se le llama hipodescendencia (Harris y Kottak, 1963), porque
automáticamente coloca al hijo de una unión entre miembros de diferentes grupos en el grupo
minoritario (hipo significa “más bajo”). La hipodescendencia divide a la sociedad estadounidense
en grupos y hace referencia a aquellos que no tienen acceso a la riqueza, al poder ni al prestigio.
El siguiente caso de Louisiana es una excelente ilustración de lo arbitrario de la regla de
hipodescendencia y del papel que los gobiernos (federal o, en este caso, estatal) juegan para
legalizar, inventar o erradicar los conceptos de raza y etnicidad (B. Williams, 1989). Susie Guillory
Phipps, una mujer de piel clara, con características caucásicas y cabello negro lacio, descubrió en
su adultez que era negra. Cuando Phipps solicitó una copia de su certificado de nacimiento,
descubrió que su raza se mencionaba como “de color”. Dado que “se crió como blanca y se casó
dos veces como blanca”, Phipps desafió una ley de Louisiana de 1970 que declaraba a cualquier
persona con al menos un treintaidosavo de “sangre negra” como legalmente negra. Aunque el
abogado del estado admitió que Phipps “parecía una persona blanca”, el estado de Louisiana
insistió en que su clasificación racial era la adecuada (Yetman, ed., 1991, pp. 3-4).
Casos como el Phipps son raros porque la identidad racial por lo general se adscribe al nacer y no
cambia. La regla de hipodescendencia afecta de manera diferente a negros, asiáticos, nativos
americanos e hispanos (vea Hunter, 2005). Es más fácil negociar la identidad indígena o hispana
que la identidad negra. La regla de adscripción no es tan definitiva, y la suposición de una base
biológica no es tan fuerte.
Para ser considerado nativo americano, puede ser suficiente un ancestro de tercer grado
(bisabuelos) o de segundo (abuelos). Esto depende de si la asignación es por ley federal o estatal
o por un concejo tribal nativo. El hijo de un hispano puede afirmar o no, dependiendo del contexto,
la identidad hispana. Muchos estadounidenses con abuelo indígena o latino se consideran a ellos
mismos blancos y no reivindican su estatus de grupo minoritario.
(ascendencia - identidad social basada en el linaje.
hipodescendencia -hijos asignados al mismo grupo de un padre minoritario.)

Fuente: Kottak, C. P. (2011). Antropología cultural (14a ed.). McGraw Hill

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