Está en la página 1de 2

LO QUE PODEMOS LLEGAR A SER CUANDO NOS ENCONTRAMOS CON DIOS.

Estando alejados de Dios, nuestro creador y fuente de vida vamos construyendo un falso “yo”, ya sea
negativo o idealizado, que se convierte en quien creemos ser. Es un conjunto de acuerdos entre tú y tus
padres, tu familia, tus amigos, tu escuela, tu cónyuge, tu cultura y tu religión. Está formado por aspectos
funcionales del nuestro auto concepto (apariencia, capacidades, logros, mentiras, falsas creencias, etc.).
Posee valores inestables y cambiantes (tiempo y cultura) que nunca llegan a proveer una premisa base para
un auto concepto verdadera y estable.

La alternativa hacia la salud emocional y espiritual es encontrarnos con Dios. Thomas Merton escribió: El
secreto de mi identidad está escondido en el amor y la misericordia de Dios. Por tanto, sólo hay un problema
del que depende toda mi existencia, mi paz y mi felicidad: descubrirme a mí mismo en el descubrimiento de
Dios. Si lo encuentro a Él, me encontraré a mí mismo y si encuentro mi verdadero yo, lo encontraré a Él. [1]
De modo que la vida espiritual se centra en el único problema de una identidad que se encuentra en la fe.
Nuestro verdadero yo es un yo en comunión. Es un yo que subsiste en el amor eterno de Dios. Asimismo, el
falso yo es el yo que se encuentra fuera de esta comunión subsistente creada con Dios que forma nuestra
propia identidad.

Dios nos creó como seres relacionales y para que nos relacionemos estrechamente con Él, para
relacionarnos sanamente con nosotros mismos y con nuestros semejantes. En los seres humanos existe una
necesidad natural de establecer una sensación de ser alguien, de tener un auto concepto sano. Es a través
de nuestras relaciones y de la interpretación de nuestras experiencias que vamos construyendo este auto
concepto.
“En nuestras relaciones con los demás deseamos, en primer lugar, ser aceptados. En segundo lugar, nos
preocupa sentir que somos buenos, que nuestra persona tiene calidad, Tercero, nos concentramos en
sentirnos suficientes, idóneos para afrontar las situaciones de la vida y cumplimentar nuestro particular
papel sexual. Es extremadamente difícil soportar sentimientos de no ser deseado, de no ser bueno, de ser
inferior” [2]

Necesitamos acercarnos a Dios por medio de Jesucristo. Pablo explica lo que sucede cuando hacemos eso:
“Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y
todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo…” (2 Co. 5: 17, 18). Cuando
aceptamos a Cristo como nuestro salvador, cuando nos vinculamos personalmente con él adquirimos las
bases de un nuevo y verdadero “yo”, empezamos a vivir con un auto concepto sano y recibimos una
identidad de ser hijos e hijas de Dios.”

Por medio de Cristo nos relacionamos con Dios Padre quien nos asegura que somos aceptados y amados
incondicionalmente, “…Dios muestra su amor para con nosotros, en qué siendo aun pecadores, Cristo murió
por nosotros”. (Ro. 5: 8), Dios “nos hizo aceptos en el Amado” (Ef. 1: 6) por su gracias, sin que nosotros
tengamos que hacer algo para ganarlo. ¡Nos acepta porque nos ama y se complace en llamaros sus hijos!

Dios nos adopta como sus hijos e hijas y ahora pertenecemos a su familia, somos aceptados y amados
incondicionalmente por Él y esta es la llave para reestructurar nuestro sentido de pertenencia.
Elba Somoza, citando a un autor cristiano dice que la esencia de la bendición de Dios es la seguridad de que
le pertenecemos y de que él se deleita en nosotros. Es saber que soy una persona elegida y protegida,
valorada y aceptada. [3]

Nuestra relación con Dios Hijo nos asegura un sentido de dignidad. De ser una buena persona. “Dios nos
reconcilió consigo mismo por Cristo” (2 Co. 5: 18). Dios nos limpia y nos coloca en la posibilidad de hacer
buenas cosas por obediencia a Él. Otro aspecto importante del perdón de Dios es qué si Él nos perdona,
nosotros podemos perdonarnos a nosotros mismos. A menudo podemos perdonar a otros y aceptar el
perdón de otros, sin embargo, es mas difícil perdonarnos a nosotros mismos. Esto es muy necesario, para
tener una imagen saludable de nosotros mismos. Necesitamos aprender a vernos como Dios nos ve: ¡como
hijos e hijas de Dios perdonadas por Él!

Antes teníamos solo la posibilidad de pelearnos con Dios, con otros y/o con nosotros mismos o de seguir
sintiendo pena por nosotros mismos. Ahora podemos confiar en Dios aceptar la invitación que nos hace por
medio de Cristo, reconocer nuestro pecado y que Dios puede hacerse cargo. Así, recibimos su perdón,
podemos perdonar a otros y a nosotros mismos.

Al estar “en Cristo”, como se describe en el Nuevo Testamento nuestra relación con Dios por medio de
Jesucristo, tenemos un seguro sentido de suficiencia o idoneidad al relacionarnos con el Espíritu Santo,
que es nuestro consolador y guía y nos enseñará todas las cosas (Jn. 14: 26). Él estará con nosotros siempre
(JN 14: 16), testifica que somos hijos de Dios (Ro. 8: 16) y es fuente de poder para vivir la nueva vida con un
auto concepto e identidad sanos y sirviendo a Dios.
El hijo o la hija de Dios es una persona completa y puede decir: “Mi sentido de aceptación es asegurado y
reafirmado por mi amor hacia Dios mi Padre y validado por su amor hacia mí. Mi sentido de dignidad
personal es asegurado y reafirmado por mi amor hacia Cristo Jesús, su Hijo, y validado por su amor hacia mí.
Mi idoneidad es asegurada y ratificada en las situaciones diarias de la vida a través del ministerio y amor del
Espíritu Santo, quien usa la Palabra de Dios para instruirme, corregirme y reafirmarme. Valido mi idoneidad
viviendo de acuerdo con la palabra de Dios”.
_____________
[1] Rohr, Richard. Publicado en Meditaciones diarias. Yo verdadero y yo falso: Semana 2
Descubrirse a sí mismo al descubrir a Dios Lunes 14 de agosto de 2017

[2] Wagner, Maurice E. La sensación de ser alguien. Editorial Caribe, Miami, 1997.p. 201-209

[3] Somoza, Elba. Recibe la bendición. Ediciones Certeza Argentina. 2003. P. 30

También podría gustarte