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EL FLORECIMIENTO DE LAS HEREJÍAS JURÍDICAS.

LOS ANIMALES Y OTROS SUJETOS DE DERECHOS EN EL PRECEDENTE


DE LAS CORTES COLOMBIANAS.

JOSÉ ARVEY CAMARGO ROJAS1

A la memoria de Pepe.

Resumen: El Derecho es una Abstract: Law as a social construction is


construcción social que está sujeta al subject to dynamism, in order to respond
cambio con la finalidad de responder a to prevailing human needs and beliefs.
las necesidades y convicciones humanas We are, as a human species, getting to a
imperantes. Nos encontramos como critical point where there is no turning
especie en un punto de no retorno en la back. The way we relate to our
forma de relacionarnos con nuestro environment can change forever; that,
entorno, es por ello por lo que se hace precisely why we have to incorporate
fundamental incorporar a nuestras ecocentrism in our law theories and, of
teorías jurídicas las visiones eco course, their philosophical principles.
centristas, además de los postulados That will give us the possibility to
filosóficos que los sustenten. De esta instrumentalize the procedural
forma podremos instrumentalizar en mechanisms in our legal systems so it
nuestros ordenamientos los mecanismos may assert the rights of nature and the
procesales para hacer efectivos los animals rights with the purpose of
derechos de la naturaleza y los animales getting us into a new era of development
que nos catapultará a una nueva era de friendly with the Earth's resources and its
desarrollo, la cual permitirá el capacity.
florecimiento de las capacidades de
todos los recursos del planeta.

Sumario: 0. Introducción. 1. La naturaleza y el derecho. 2. Los animales no humanos


como objeto o sujeto de derecho 3. Precedente de las Cortes colombianas frente a los
derechos de los animales. 4. Conclusiones.

Palabras claves: Los animales como sujetos de derechos, la dignidad como sustento de
los derechos, la teoría del florecimiento y las capacidades, derecho hereje y profano.

Introducción.

El reconocimiento jurídico de los derechos de la naturaleza y los animales es cada vez


más frecuente, tanto en consagraciones normativas como en cartas políticas nacionales,
leyes y acuerdos internacionales. Este cambio de paradigma ha sido también impulsado
por los jueces, quienes en ejercicio de su labor hermenéutica han realizado una

1
Abogado de la Universidad del Cauca, con especialización en contratación estatal y maestría en
derecho público de la Universidad Externado, máster en derecho constitucional del Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales de Madrid, Doctorando en Estado de Derecho y Gobernanza
Global de la Universidad de Salamanca. Profesor de la Universidad del Cauca en cátedras de
derecho público en pregrado, especializaciones y maestrías.
transformación filosófica del Derecho al reconocer a los animales, ríos, selvas y otros
como sujetos autónomos de derechos. No obstante, este nuevo hito jurídico ha provocado
la crítica de gran parte de la doctrina jurídica y filosófica occidental, así como de ciertos
operadores judiciales y grupos políticos que niegan la posibilidad de extender los
derechos subjetivos más allá del ámbito humano. La principal barrera que exponen los
contradictores a esta nueva cosmovisión del derecho se basa en la petición de principio
que sostiene, que la dignidad humana es el único sustento y razón de reconocimiento de
los derechos y por antonomasia los seres carentes de la misma no pueden gozar y ser
titulares de estos. En medio de esta controversia, el presente trabajo busca plantear
premisas para la reflexión y análisis de este paradigma y para tal fin abordaremos los
interrogantes, a saber: ¿Los animales son objeto o sujeto de derechos? ¿Cómo han
abordado este debate las Cortes colombianas?

La naturaleza y el derecho.

El Derecho se construyó conforme a las necesidades del hombre en cada tiempo, es por
ello por lo que se ha partido históricamente de la base que el derecho tiene como destinario
exclusivo al ser humano. Máximas como omne ius hominumcausa constitutum est-todo el
derecho se ha creado por razón de los hombres- son los argumentos más reiterados para
negar algún protagonismo de los no humanos en la construcción del derecho de nuestra
época.

Kelsen (2009) plantea en el primer capítulo de la Teoría Pura del Derecho, denominado
Derecho y Naturaleza, que la disciplina jurídica se fundamenta en el principio de
imputación. Bajo esta premisa el derecho se distingue de las ciencias naturales en que no
sigue la lógica de la causalidad, sino que cualquier contenido puede ser considerado
derecho, en tanto cumpla con los postulados formales que el procedimiento normativo
exige.

Históricamente el derecho occidental en aplicación del principio de imputación ha


atribuido artificialmente a la naturaleza y a todos los elementos que la componen la
categoría de objetos inanimados que no ameritan desarrollo jurídico, salvo cuando se trata
de situaciones humanas problemáticas con el entorno que rodea a nuestra especie.
Martinez Dalmau (2019) esquematiza cómo a través de los tiempos los animales tan solo
fueron reconocidos como sometidos al derecho, en virtud de figuras como la propiedad o
la responsabilidad. Incluso, se recalca cómo bajo esta ultima idea en dicha época, los
animales llegaron a ser sometidos a juicios y condenados a muerte o tortura hasta la
ilustración en el siglo XVIII en donde se acogen las ideas contractualistas y se sostiene
que las relaciones del poder público estaban sometidas a la racionalidad (p. 35).

Bajo este nuevo influjo liberal y racionalista del Estado, se erige como un autor
determinante para los lineamientos sociales y político el filósofo Emmanuel Kant quien
sostuvo que “fuera del contrato quedaban, de hecho, los animales, pues era inconcebible
que celebrasen un acuerdo en el sentido tradicional que concediese el poder al soberano.
Por ende, Kant, como la expresión más alta de la tesis contractualista, limitó la ética y el
derecho a las relaciones entre humanos” (Zaffaroni, 2011, p. 39).

Con premisas como la anterior, se instituye y solidifica el Derecho europeo que se adopta
en gran parte del mundo occidental mediante los procesos coloniales, situación que se
asentó sin reparo alguno, incluso después de los procesos republicanos. Tan solo a
comienzos del presente siglo mediante movimientos político-constitucionales como en
Ecuador -2008- y Bolivia -2009- es que se empezó a otorgar un rol protagónico a las
cosmovisiones minoritarias, aunque, nativas de estas tierras en la construcción del
derecho. Situación similar pasa en otros países como Colombia en donde el juez se
constituyó en un actor protagónico en la transformación del derecho y a golpe de
sentencia mediante un despliegue hermenéutico comenzó a incluir sustentos filosóficos y
jurídicos atípicos para nuestra cultura del derecho. Presenciamos de esta forma en
palabras de Carlos Gaviria (2002) unas sentencias herejes que comienzan a romper los
dogmas de nuestro derecho europeo continental.

En el ámbito internacional en el año “[…] 2009, siguiendo este mismo enfoque, la


Asamblea General de Naciones Unidas adoptó su primera resolución sobre Armonía con
la Naturaleza. El avance en el reconocimiento de la titularidad de la Naturaleza como
sujeto de derechos es uno de los pilares de la transición ecológica y de la búsqueda de una
relación armónica entre el ser humano y la Naturaleza. Implica necesariamente un cambio
de paradigma en el pensamiento jurídico.” (Martinez Dalmau, Óp. Cit. P. 35).

La gran contribución del constitucionalismo andino ha sido incluir en su desarrollo a los


que nunca han sido siquiera considerados y ahora son empoderados y amparados
protagónicamente a través de las constituciones, y construcciones jurisprudenciales,
dándose así un giro a la teoría del Estado, toda vez se apuesta por un nuevo “contrato
social”: no entre “ciudadanos” ni entre “individuos”, como indican Carducci y Castillo
(2016), sino, entre la naturaleza y la gente; entendida ésta última como el conjunto de
personas, comunidades, pueblos y nacionalidades (p. 257). Ahora bien, revivir la
pachamama o la “hipótesis de Gaia”, tal como ha sido definida -en memoria de la diosa
griega- en la fórmula acuñada por el científico James Lovelock. pretende especificar que
todos los componentes del planeta tierra “viven” en constante interacción con todos los
comportamientos y las acciones de los organismos vivientes, vegetales o animales. Esta
confluencia de sujetos y acciones nos obliga a estructurar un nuevo derecho partiendo de
la carta constitucional con el fin de mantener este equilibrio mediante garantías y límites
de acción. (Zaffaroni, 2012, p. 433).

De poderse llevar a cabo las pretensiones de este constitucionalismo transformador se


daría la más grande liberación de los que siempre han sido oprimidos a través de la
historia, llevando al hombre a un nuevo rol en su interacción con el entorno. “el que oye
el lamento del otro es conmovido en la misma centralidad de su mundo… el grito nos
exhorta, nos exige hacernos cargo de su dolor, de la causa de su grito.” (Dussel, 1977 p.
78). Pero ¿se podrá cambiar a este nivel la estructura teórica del derecho? máxime si estas
ideas se exponen desde el constitucionalismo del sur global y no desde el norte global. Al
respecto Bonilla (2015) es escéptico, toda vez que una buena parte del mundo académico
del norte global está centrado en sí mismo y no está interesado en saber que ocurre más
allá de sus fronteras. Lo anterior se ejemplifica por Bonilla con el ejemplo del vino de
burdeos que es considero un buen vino por el solo hecho de ser francés, cosa contraria
pasa con la chicha la cual es una mala bebida per se al venir de los andes (p. 28).

Como lo menciona Pavani (2019) “la Plurinación/Interculturalidad y la defensa de los


derechos de la Naturaleza pertenecen a los elementos comunes bajo los cuales se está
construyendo la categoría del Estado intercultural, como nuevo modelo de relaciones
entre «autoridad y libertad», Estado y ciudadanos” (p. 24). Es pues al final el
reconocimiento de la naturaleza como sujeto de derecho una apuesta por el desarrollo de
las diferentes cosmovisiones culturales al respecto Sen (2013) nos relata cómo el
emperador indio Ashoka que rigió en el siglo III A.C. lleno el país de inscripciones
talladas en piedra que describen la vida buena y un buen gobierno. Estas inscripciones
conceden especial importancia a la tolerancia de la diversidad por ejemplo el edicto XII
dice lo siguiente: “[…] Quien venera a su propia secta y menosprecia las de otros por
sentirse tan vinculado a la suya que sólo pretende aumentar su esplendor, en realidad con
esa conducta causa un grave daño a su propia secta” (p. 286). La construcción de un nuevo
derecho debe partir del respeto a la diversidad y es por eso por lo que no se debe descartar
en el debate jurídico las diferentes teorías que proponen un cambio a las nociones clásicas
de la dogmática jurídica.

Los animales no humanos como objeto o sujetos de derechos.

Lo primero que llama la atención es que pese a pertenecer al género animal los seres
humanos hemos demarcado una diferencia con el resto de las especies del planeta, a tal
punto que la expresión animal se nos hace ajena a nosotros. De esta manera, nuestras
instituciones sociales se han sustentado en el antropocentrismo moral; según el cual los
únicos sujetos del derecho somos los seres humanos por su mera pertenencia a la especie
Homo sapiens recibiendo de esta forma un trato comparativamente favorable a quienes
pertenecen a la especie humana mientras se interioriza una discriminación de los animales
por considerarlos especies inferiores (Padilla, 2019, p. 390).

El sustento para justificar esta discriminación se señala en la capacidad, tanto cognitiva


como física para el dominio de las demás especies, pero al tener una capacidad de
depredación superior ¿estamos facultados para negar las capacidades que tienen los
animales no humanos? Al respecto Nussbaum (2018) sostiene que la capacidad de
sintiencia debería ser el derrotero para incluir a los animales dotados de ella en el conjunto
de seres cuyos intereses cuentan moralmente, toda vez que esta cualidad faculta a un
individuo para experimentar lo que es bueno o malo para sí mismo. (p.187).

Es la sensibilidad y no la dignidad el rasgo distintivo en un ser para ser considerado un


fin en sí mismo. lo anterior riñe con el postulado según el cual la dignidad es la base de
los derechos y el elemento diferenciador del ser humano sobre los demás animales. Pero
¿qué es la dignidad? En este interrogante se resaltan dos respuestas (ibídem. p. 167) de
un lado Kant contrapone la humanidad de los hombres a su animalidad, siendo un
elemento esencial la racionalidad. Por el contrario, Aristóteles concibe al ser humano
como una criatura necesitada de una pluralidad de actividades vitales, en donde la
racionalidad no es el único elemento que define la idea de un funcionamiento humano.
En resumen, este último enfoque considera que hay muchos tipos distintos de dignidad
animal en el mundo; todos merecedores de respeto.

Aunque la dignidad en sentido kantiano es la base para el negacionismo de la catalogación


de los animales no humanos como sujetos de derechos, este postulado también ha servido
junto al utilitarismo para sustentar una línea de defensa de las especies en donde se le
erige a la dignidad humana como fuente de obligaciones morales del hombre con los
animales. Esta cualidad exclusiva nos impone reglas de previsibilidad que obliga a
adoptar comportamientos compasivos con los demás animales e impedir situaciones
crueles en su contra o mitigar su dolor y sufrimiento. En otras palabras “el argumento
sugiere que de la dignidad emana una suerte de código moral en gracia del cual los seres
humanos (agentes morales) debemos expresar comportamientos dignos hacia los
animales, en el entendido de que el tratamiento que les demos determina, en buena
medida, el modo en que tratemos a nuestros semejantes” (Padilla Óp. Cit. P. 390).

Si bien es reconfortante la disminución de la crueldad intrínseca de nuestra especie con


los demás seres que nos rodean, esto no garantiza el desarrollo del planeta con nosotros
incluidos, ya que la sostenibilidad del mundo depende de despojarnos de nuestra idea de
superioridad e instrumentalización de lo diferente. Sin que lo anterior implique que nos
debamos someter a una subordinación ante las demás especies. A raíz de lo anterior, se
hace necesario una teoría ecológica en donde nos incluyamos y desarrollemos como un
solo con el planeta. Es aquí en donde juega un papel determinante el paso del
antropocentrismo al eco centrismo, siendo necesario la adaptación de la teoría del derecho
y las instituciones dogmático-procesales que de estas se desprenden.

La consagración de un derecho y una constitución ecológica brinda mayores garantías por


fundamentarse en el valor intrínseco que se les otorga a los seres vivos en su capacidad
de sentir y sufrir. Al abandonar la idea de que los animales son objetos aprehensibles y
sujetos de nuestra arbitrariedad se lograra el florecimiento de las capacidades, mediante
la atribución de derechos que nos genera situaciones de vida en dignidad y no lo contrario.

Según Nussbaum (Op. Cit.) se entiende el florecimiento como una teoría que:

Trasciende el contractualismo en su propio punto de partida: la admiración básica


que producen los seres vivos y el deseo de que florezcan y de que el mundo sea un
lugar en el que lo hagan precisamente criaturas de muchos tipos. Trasciende el
punto de partida intuitivo del utilitarismo porque no se interesa únicamente por el
placer o el dolor, sino también por las formas complejas de vida y su
funcionamiento. Desea ver florecer cada cosa como la clase de cosa que es.”
(p.344).

Es el reconocimiento de los animales como sujetos de derecho la ruta correcta que


debemos transitar en la teoría jurídica de nuestros tiempos, con el fin de abonar la semilla
que nos permita pasar de este invierno de muerte y sufrimiento, a una primavera de
florecimiento nunca vista en la tierra.

Precedentes de las Corte colombianas frente a los derechos de los animales.

Habiendo abordado de manera general ciertos trasfondos de lo que implica la


consagración de los animales como sujetos de derechos, me permitiré ahora presentar de
manera aislada ciertos pronunciamientos judiciales que se han emitido por diferentes
Cortes colombianas sobre la materia. Esta presentación no se constituye en estricto
sentido como una línea jurisprudencial, ya que se realizó una selección de casos aislados
que tuvieron diferentes pretensiones y se ventilaron, mediante diversos instrumentos
procesales, pero que fueron objeto de amplia discusión pública, así como jurídica y
académica. Permitiéndonos dimensionar el rol protagónico que han tenido los jueces en
Colombia para la adopción de estas nuevas ideas transformadoras del derecho.

El primer caso objeto de nuestro análisis fue resuelto por la Corte Constitucional (en
adelante C.C.) mediante la sentencia C-1192 de 2005. En esta oportunidad se resolvió
una demanda de inconstitucionalidad de la Ley 916 de 2004, mediante la cual se permitía
las corridas de toros en Colombia. En este litigio se presentaba una tensión entre los
derechos de los animales y el derecho a la identidad cultural. Frente al asunto la C.C.,
manifestó lo siguiente:

El arte de lidiar toros ha sido reconocida a lo largo de la historia como una expresión
artística y cultural de los pueblos iberoamericanos. Hoy en día a pesar de que la
actividad taurina es reprobada por un sector de la población, y en especial, por las
asociaciones defensoras de animales, no puede desconocerse que la misma
históricamente ha sido reconocida como una expresión artística que manifiesta la
diversidad cultural de un pueblo. De otro lado, la tauromaquia también ha sido
categorizada como un espectáculo, aunado a lo anterior, es claro que ambas
manifestaciones de la tauromaquia como arte y espectáculo pertenecen
inescindiblemente al concepto de cultura y, por lo mismo, pueden reconocerse por
el legislador como expresiones artísticas y culturales del Estado y de quienes las
practican.

A juicio de dicha Corporación, esta colisión de derechos se resolvió a favor de las corridas
de toros como manifestación de un derecho cultural y, en general, el pronunciamiento no
ahondó en el reconocimiento de los derechos de los animales. Bajo el mismo hilo temático
en la Sentencia C -666 de 2010 a la C.C. le correspondió revisar la constitucionalidad de
la ley 84 de 1989 que en su artículo 7º estipulaba como excepción al maltrato animal las
corridas de toros. En dicha oportunidad el alto tribunal dijo que:

En cuanto al deber constitucional, y por consiguiente mandato abstracto, la


protección que se debe a los animales resulta una norma de obligatoria aplicación
por parte de los operadores jurídicos y de los ciudadanos en general. Sin embargo,
al igual que ocurre con las otras normas que tienen una estructura principal, este
deber en sus aplicaciones concretas es susceptible de entrar en contradicción con
otras normas, también de origen o rango constitucional, lo que obligará a realizar
ejercicios de armonización en concreto con los otros valores, principios, deberes y
derechos constitucionales que en un determinado caso pueden encontrarse en pugna
con el deber de protección animal.

En dicha oportunidad la Corte estipuló que pueden existir diversas fuentes de justificación
para exceptuar el deber constitucional de protección animal y declaró constitucional las
corridas de toros. Si bien en dicha oportunidad se reconoció por la entidad a los animales
como seres sintientes y se limitó estos espectáculos solo a sitios y fechas en donde
formarán parte de la identidad cultural de la región.

En la sentencia C- 283 de 2014 se resuelve la prohibición establecida en el artículo 1º de


la Ley 1638 de 2013 frente al uso de animales silvestres, nativos o exóticos en
espectáculos como circos fijos e itinerantes. Al respecto expresó lo siguiente:

la prohibición establecida en el artículo 1º de la Ley 1638 de 2013 armoniza


plenamente con la Constitución, sin que se muestre la medida adoptada como
irrazonable ni desproporcionada. El legislador, en ejercicio de su potestad de
configuración normativa, está habilitado para prohibir determinadas
manifestaciones culturales que impliquen un maltrato animal, lo cual se acompasa
además con el carácter dinámico de la Constitución en orden a los cambios que se
producen en el seno de la sociedad. El legislador en virtud del artículo 150 superior,
ha vetado en esta oportunidad el funcionamiento de espectáculos circenses fijos e
itinerantes, pero sólo respecto de una de sus categorías, ¿cuál? El uso de animales
silvestres nativos o exóticos de cualquier especie.

Con esta decisión se consolidó la postura de la corporación constitucional de dar


prevalencia a la integridad de los animales, en tanto que considero que la voluntad política
legislativa satisfizo el déficit normativo de protección animal en los circos. En este fallo
se realiza una interesante Aclaración de voto por parte de la Magistrada María Victoria
Calle, la cual comparte la decisión tomada, pero discrepa sobre la negativa que tuvo la
Corte en el acápite de reconocimiento de los derechos a los animales no humanos. Apartes
de la disertación de la magistrada recalcan lo siguiente:

[…] La posibilidad de traducir los derechos de los animales en derechos subjetivos


no ofrece particulares dificultades teóricas, desde el punto de vista de la estructura
de los derechos. En primer término, ya la Corte ha aceptado la titularidad de
derechos a sujetos distintos a la persona humana, como ocurre, por ejemplo, con los
pueblos indígenas (sujeto colectivo de derechos fundamentales), o con la aceptación
de derechos en cabeza de personas jurídicas.

La justiciabilidad de los derechos de los animales. El último problema, y tal vez el


más difícil de solucionar, es el de garantizar la eficacia de los derechos de los
animales no humanos, una vez se acepte su existencia. En principio considero que
la propuesta de que sea la tutela, como mecanismo de protección de los derechos
constitucionales, el medio adecuado para este propósito es inadecuada, dada la
necesidad de acceso de los seres humanos a este medio de defensa, el más expedito
para la protección de sus derechos.

[…] Y, con base en lo recién expresado, enfrentaré la última de las objeciones al


reconocimiento de derechos de los animales: la inexistencia de una fuente
normativa expresa. […] Deseo concluir sobre este punto, que la fuente normativa
(de derecho positivo) existe. En mi concepto, la constitución ecológica, al
incorporar un mandato de protección animal, incorporó también la posibilidad de
reconocer derechos a los animales no humanos, desde el punto de vista
convencional (es decir, de derecho positivo). De un mandato tan amplio es posible
derivar normas implícitas que, siempre que existan razones constitucionales
suficientemente amplias, pueden tener la naturaleza de derechos constitucionales.

El pronunciamiento minoritario de la aclaración de voto anterior es recogido por la Corte


Suprema de Justicia en su sala civil (en adelante C.S.J.S.C.) cuando resolvió un recurso
de habeas corpus interpuesto por un ciudadano a favor de un oso que se encontraba en
cautiverio. La sentencia del 26 de julio de 2017 y número interno AHC4806.2017
esquematizó varios interrogantes de la siguiente manera:

“El humano es un animal que pare, nace, respira y muere como tal, es una realidad
natural. El nuevo análisis de nuestra racionalidad y autoconciencia y del desarrollo
humano, debe partir entonces, de no ignorar nuestra condición de seres vivos y
animales.

En consecuencia, la nueva realidad a fin de sobrevivir impone señalar que no son


sujetos de derecho exclusivamente los seres humanos, que también lo son las
realidades jurídicas, algunas de las cuales por ficción jurídica son ya personas, como
las “morales”; pero también, reclaman perentoriamente esa entidad, por poseerla
ontológicamente, los otros seres sintientes, incluyendo la propia naturaleza. Si las
realidades jurídicas fictas son sujetos de derechos, ¿por qué razón, quienes ostentan
vida o son “seres sintientes” no pueden serlo?”

En relación con la evolución del concepto de animal y las consecuencias de la concepción


de los animales como cosas, la C.S.J.S.C., se indaga respecto si¿Son cosas los animales
y los otros seres sintientes?

[...] desde un criterio tradicional y clásico, concebidos en su condición de bienes


sobre los cuales ejercemos propiedad; desechando su capacidad de sentir o de sufrir
para someterlas a los embates del hombre conquistador y arbitrario. Esa percepción
es hoy derrumbada por la biología, la genética, por la nueva filosofía y en general
por las ciencias de la vida. Si el hombre destruye el entorno, ¿puede seguir siendo
el centro de la naturaleza, y ésta su objeto por excelencia?

Los otros seres sintientes también son sujetos de derechos indiscutiblemente. No se


trata de darles derechos a los sujetos sintientes no humanos, iguales a los de los
humanos equiparándolos en un todo, para creer que los toros, los loros, los perros o
los árboles, etc, tendrán sus propios tribunales, sus propias ferias y festividades, sus
juegos olímpicos o sus universidades; ni que los otros componentes de la naturaleza
deban ser titulares de las mismas prerrogativas o garantías de los humanos, sino de
reconocerles los correspondientes, los justos y convenientes a su especie, rango o
grupo. Se trata de insertar en la cadena viviente, una moralidad universal, un orden
público ecológico global, otorgando el respeto que merecen ante el irracional
despliegue del hombre actual para destruir nuestro hábitat, por virtud de la
interdependencia e interacción entre hombre y naturaleza.

El Código Civil patrio (antes de la reforma introducida por la Ley 1774 de 2016),
en el libro segundo capítulo I en sus preceptos 655, 658 y 659 clasificaba a los
animales como bienes muebles, inmuebles por destinación o muebles por
anticipación; no obstante, es del caso precisar que fue sancionado el 26 de mayo de
1873; es decir, hace más de cien años y cuatro décadas, situación que representa
cierto grado de antigüedad y de petrificación en lo en lo relativo a la concepción del
derecho y a los cambios sociales que últimamente se han suscitado sobre este tema.

Finalmente, la C.S.J.S.C., hizo un desarrollo a la pregunta, Si los animales son sujetos de


derechos, ¿cuáles son las prerrogativas de las que son titulares? De la siguiente forma:

El artículo 3 de la Ley 1774 de 2016 establece como estándares mínimos de


protección animal los siguientes: “i) Que no sufran hambre ni sed: ii) Que no sufran
injustificadamente malestar físico ni dolor.; iii) Que no les sean provocadas
enfermedades por negligencia o descuido; iv) Que no sean sometidos a condiciones
de miedo ni estrés; y v) Que puedan manifestar su comportamiento natural.

La anterior providencia sin duda se erige como un hito hermenéutico frente al tema, no
solo por su amplio desarrollo, sino también por la forma sistemática cómo abordó cada
interrogante. Pese a lo anterior, el caso del habeas corpus del oso denominado Chucho
que ya había resuelto la C.S.J.S.C., llego a sede de revisión a la C.C., la cual revocó el
fallo y negó el derecho al animal no humano mediante lo resuelto en la sentencia SU-016
del 2020, expresando lo siguiente:

Destaca la corporación de un lado, la significación del habeas corpus como garantía


fundamental que protege a las personas contra la privación ilegal de su libertad, y
señaló que, por consiguiente, dicho instrumento no resultaba aplicable para
enfrentar la situación que se había planteado en torno a un animal como el oso
Chucho.

Conforme a este recorrido jurisprudencial queda claro que en Colombia aún no existe un
consenso sobre el tema y esto se evidencia a las posiciones eclécticas que se han tomado
por las diferentes Cortes a través del tiempo. Sin embargo, se avizora como cada vez más
los jueces son más cercanos a la teorías del constitucionalismo transformador y ecológico,
haciendo prever que nos acercamos a una revolución silenciosa que se consolidara a golpe
de martillo y llevará al florecimiento de las capacidades de las especies que habitamos el
planeta.

CONCLUSIONES.

Lo que en principio suena como una descabellada teoría del derecho aplicada a los
animales conlleva un amplio espectro teórico y filosófico que no se puede descartar
automáticamente, si bien no implica que se deba recepcionar de la misma manera por
parte de la comunidad jurídica. Estamos, pues, ante un gran debate que puede llevarnos a
una reestructuración del derecho, modificando los pilares más antiguos y aparentemente
sólidos del derecho occidental.

Los virulentos vientos de cambio que estremecen al mundo en esta época pueden generar
que se acelere este tránsito que hasta hace unos meses parecía muy lejano y que nos
implique un gran cambio en nuestro estilo de vida. Calzan cada vez más las palabras del
poeta Víctor Hugo quien nos recuerda que “primero fue necesario civilizar al humano en
su relación con el humano; ahora es necesario civilizar al humano en su relación con la
naturaleza y los animales. Produce una inmensa -tristeza pensar que la naturaleza habla
mientras el género humano no escucha”. Bajo la misma tónica podríamos citar al filósofo
Aristóteles que de manera general sostiene que“es bien raro pensar en una persona feliz
como una persona solitaria, pues el ser humano es una criatura social y está naturalmente
dispuesta a vivir junto a otros” (Aristóteles, 2009). A esto último le agregaría que nuestra
necesidad de interacción para lograr la felicidad no es exclusiva con lo seres de nuestra
especie.

Parece ser que el camino de la justicia se puede construir inicialmente a la sombra de los
conceptos jurídicos, ya que esta teoría que de manera muy general e intentado exponer se
sustenta en postulados que estremecen a algunos reputados estudiosos del derecho, tal y
como sostiene Santamaría (2010) “los profanadores del derecho son los que no son
reconocidos como expertos del derecho, pero no obstante resuelven conflictos con
elementos propios del derecho” (p. 25). Espero, de esta manera, que esta teoría profana y
llena de herejías jurídicas logre florecer con el fin de potencializar las capacidades para
el desarrollo que nos permita lograr el poder de hacer la diferencia para reducir la
injusticia en el mundo (Sen, 2010 p.301).
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