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RENDICIÓN Y FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA

MUNDIAL

No cabe duda de que la Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más


destructivo y sangriento de la historia de la humanidad. Millones de personas
perdieron la vida, sobre todo en Europa y Asia, en el oscuro período que
abarcó los años 1939 a 1945. Todo ese baño de sangre tuvo su culminación
con la caída de las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de
Hiroshima y Nagasaki, un acontecimiento que obligó al emperador Hiro-Hito a
anunciar la capitulación de Japón y a firmar la paz de manera definitiva con los
Aliados.

El ministro de exteriores japonés Mamoru Shigemitsu firma el Acta de


Rendición de Japón a bordo del USS Missouri.

El Acta de Rendición de Japón fue el acuerdo firmado que formalizó la


rendición nipona, finalizando la Segunda Guerra Mundial. Fue firmado por los
representantes del Imperio del Japón, los Estados Unidos de América, la
República de China, el Reino Unido, la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, la Mancomunidad de Australia, el Dominio del Canadá, el Gobierno
provisional de la República Francesa, el Reino de Holanda y el Dominio de
Nueva Zelanda sobre la cubierta del USS Missouri en la bahía de Tokio el 2 de
septiembre de 1945. Se le conoce a la fecha como el Día de la Victoria sobre el
Japón, aunque tal designación es más frecuentemente mente usada para
referirse a la fecha del anuncio de rendición del emperador Hirohito y Gyokuon-
hōsō, dado por radio al mediodía (hora de Japón) el 15 de agosto de 1945 para
aceptar los términos de la Declaración de Potsdam.

La ceremonia sobre la cubierta del Missouri duro veintitrés minutos y fue


transmitida a todo el mundo. El Acta fue primero firmada por el Ministro de
Relaciones Exteriores Mamoru Shigemitsu «Por Orden y en nombre del
Emperador del Japón y del Gobierno Nipón» (9:04 a. m.);1 luego, por el
General Yoshijirō Umezu, Jefe del Mando General Militar, «por orden y en
nombre del Cuartel General Imperial Nipón» (9:06 a. m.);2 después, por el
General del Ejército de Estados Unidos, Douglas MacArthur, Comandante
Pacífico Suroeste y Comandante Supremo de las Potencias Aliadas, también
firmado a las (9:08 a. m.).1 Como testigos actuaron el Teniente General de
U.S. Jonathan Mayhew Wainwright IV, quien había rendido a las Filipinas, y el
Teniente General británico Arthur Percival, quien había rendido a Singapur, que
recibieron dos de las seis plumas utilizadas para firmar el Acta. Otra pluma fue
para la Academia Militar de los Estados Unidos en West Point, y una para su
auxiliar. Todas las plumas usadas por MacArthur eran negras, excepto la
última, que era color ciruelo y fue dada a su esposa. Una réplica de esta, con
copias del Acta de Rendición, están guardadas en el Missouri debajo de una
placa marcando el lugar de firma.

Opino que quizás lo principal es que, con un ejemplo dramático tan


excepcional, todos nos dimos cuenta de que ante una amenaza común, a
pesar de las diferencias políticas e ideológicas, sin importar los resentimientos
y las contradicciones, todos los países y pueblos pueden unirse, fortalecerse y
resistir a un enemigo común.

Lo cierto es que, a pesar de la creencia generalizada, el poder real del


emperador Hirohito era bastante limitado. El poder real en Japón desde hace
siglos ha estado cerca del emperador, pero su poder ha sido casi siempre
puramente nominal. Cuando el emperador decidió aceptar la rendición
incondicional consciente de que la guerra estaba perdida y que prolongarla solo
traería sufrimiento, muchos de los partidarios de la guerra llegaron a asaltar el
palacio imperial. Si pretendían matarlo o encarcelarlo no está claro.
Afortunadamente el intento no tuvo éxito.

De haberse evitado el futuro habría sido incierto, pero, aunque finalmente


cayera el país entero bajo el dominio de EEUU y Rusia el proceso habría
llevado años. Japón es un país muy montañoso y millones de japoneses
debidamente “enseñados” podrían haber llevado a cabo una resistencia
tremenda. Solo hay que ver las cifras de bajas en las islas del pacífico con una
superioridad abrumadora por parte de los aliados y pensar que esa gente
estaría en su país.

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