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Guerra Cristera
Guerra cristera.png
Lugar México
Resultado Tratado de paz entre Ejército Mexicano y Cristero, Victoria cristera, derrota
efímera del Gobierno.
Beligerantes
Apoyo de:
Emblem of the Ku Klux Klan.svgKu Klux Klan2 Mexico Flag Cristeros.svg Ejército Cristero
Apoyo de:
Caballeros de Colón4
Comandantes
Saturnino Cedillo
Heliodoro Charis
Jaime Carrillo
Alberto B. Gutiérrez
Aristeo Pedroza
Andrés Salazar
Dámaso Barraza
Domingo Anaya†
Lauro Rocha
Lucas Cuevas†
Manuel Michel
Teofilo Morales†
Victoriano Ramírez†
Victorino Bárcenas†
Fuerzas en combate
Bajas
La Guerra Cristera, también llamada Guerra de los Cristeros o Cristiada, fue una guerra civil en
México que se prolongó durante tres años, desde 1926 hasta 1929, entre el Gobierno y milicias
de religiosos católicos que se resistían a la aplicación de la llamada Ley Calles, la cual proponía
limitar y controlar el culto católico en la nación, el cual prolifera en la nación mexicana.
La Constitución mexicana de 1917 establecía una política que negaba la personalidad jurídica a
las iglesias, prohibía la participación del clero en política, privaba a las iglesias a poseer bienes
raíces e impedía el culto público fuera de los templos. Algunas estimaciones ubican el número
de personas muertas en un máximo de 250 mil,10 entre civiles, efectivos de las fuerzas
cristeras y del Ejército Mexicano.12
Entre 1934 y 1936 a 1938 se produjo un reavivamiento del conflicto, llamado Segunda Guerra
Cristera o la Segunda.1314
Índice
2 Cristeros
2.1 La Guerra
2.2.1 Reclutamiento
3 Batallas importantes
6 Véase también
7 Obras relacionadas
7.2 Filmografía
7.3 Canciones
8 Referencias
9 Bibliografía adicional
9.1 España
10 Enlaces externos
Con el ocaso del Porfiriato, en la primera década del siglo XX, emergieron nuevamente
tendencias anticlericales que se expresaron durante la Revolución mediante actos de violencia
y una legislación restrictiva, fijada en la Constitución de 1917.15 El día 14 de noviembre de
1921, ocurrió un atentado en la Antigua Basílica de Guadalupe, con la finalidad de destruir la
imagen de la Virgen de Guadalupe, sin embargo por causas aún desconocidas, el cuadro no
sufrió daño alguno, por lo que muchos indicaron que fue un milagro; esto causó enojo en la
feligresía mexicana y dio una razón para levantarse en armas. Después de un período poco
tranquilo durante los gobiernos de Carranza y Obregón, la presión anticlerical se intensificó
con la elección de Plutarco Elías Calles a la presidencia. En 1925, con apoyo de la
Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) se creó la Iglesia Católica Apostólica
Mexicana (ICAM) para romper con el Vaticano.16
La Ley Calles
Hay que mencionar que la Ley Calles fue una modificación al Código Penal17 en 1926 por el
presidente Plutarco Elías Calles, para limitar las manifestaciones religiosas con el fin de contar
con instrumentos más precisos para ejercer los controles que la Constitución de 1917
estableció en el artículo 13018 como parte del modelo de sujeción de las Iglesias al Estado.
Estos instrumentos buscaban limitar o suprimir la participación de las iglesias en general en la
vida pública, pero dadas algunas características de la legislación, en algunos estados se
llegaron a establecer leyes que obligaban a que los ministros de culto fueran personas
casadas19 y se prohibía la existencia de comunidades religiosas, además de limitar el culto
religioso únicamente a las iglesias, así como prohibir el uso de hábitos fuera de los recintos
religiosos.20
"Escena de Viernes Santo en pleno siglo XX", del archivo del Presbítero mexicano Jesús María
Rodríguez.
Confrontada con esta situación, la Iglesia intentó reunir dos millones de firmas para proponer
una reforma constitucional. La petición de los católicos mexicanos fue rechazada. Los católicos
llamaron y realizaron un boicot para no pagar impuestos, minimizar el consumo de productos
comercializados por el Gobierno, no comprar billetes de la Lotería Nacional, ni utilizar
vehículos a fin de no comprar gasolina. Esto causó severos daños a la economía nacional, al
tiempo que sirvió para que las posiciones de distintos grupos dentro de la propia Iglesia
católica en México se radicalizaran.
Cristeros
Cristeros de San José de Gracia (Michoacán): al centro, con sable, Anatolio Partida, a la
derecha, Honorato González.
El origen del sustantivo cristero es disputado. Hay quienes consideran que fueron ellos mismos
quienes utilizaron el nombre primero para identificarse, pero hay investigadores del
fenómeno, como Jean Meyer, quienes consideran que, en sus orígenes, era una expresión
despectiva, usada por agentes del Gobierno federal, derivada la contracción de "cristos reyes",
plural de la expresión utilizada por los cristeros.
En todo caso, los que se conocían como cristeros fueron capaces de articular rápidamente una
serie de descontentos locales con las consecuencias de la Revolución mexicana, así como de
aglutinar en torno suyo a grupos que, por distintas razones, se oponían a lo que ya para
entonces se conocía como el "Grupo Sonora", nombre creado por el origen sonorense de los
presidentes Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. No solo eso, la
Cristiada, como también se le conoce, logró un uso muy eficaz de símbolos religiosos
profundamente arraigados en las prácticas colectivas en México como la Virgen de Guadalupe.
La Guerra
Uno de los movimientos más importantes fue el ocurrido en Valparaíso (Zacatecas),21 cuando
el 14 de agosto de 1926 por la noche apareció don Pedro Quintanar, (personaje de gran
importancia en toda la lucha cristera), y se puso en marcha el levantamiento que Aurelio
Acevedo y sus amigos tenían preparado desde el primero de agosto, ya que el Gobierno al
saber de la presencia de Quintanar se movilizó más rápido. Se realizó la movilización en
Peñitas y Peñas Blancas. Quintanar entraba a combate el 29 de agosto a Huejuquilla el Alto
(Jalisco),22 comenzó así, la primera lucha cristera en forma, quedando como vencedores con el
grito ahora triunfante de: ¡Viva Cristo Rey!
Los alzamientos siguieron en Jalisco, Nayarit, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán por el año
1926, luego se sumó casi la totalidad del centro del país. El conflicto tuvo un carácter
fundamentalmente rural aunque la dirección de la Liga fue eminentemente urbana. Los
cálculos más optimistas consideran que hacia 1927, las fuerzas cristeras rondaban los 12,000
efectivos y dos años después, en 1929, habían alcanzado los 20,000. Semejantes números son
dignos de consideración por varias razones. En primer lugar, los obispos mexicanos, con muy
contadas excepciones se distanciaron rápidamente del movimiento armado, desconocieron a
la Liga y trataron de negociar la paz con el gobierno de Calles con la mediación del gobierno de
los Estados Unidos.
En segundo lugar, porque México recién había superado un prolongado y muy costoso
conflicto armado que ensangrentó durante poco más de siete años buena parte del país. No
solo eso, los cristeros eran un ejército irregular (a pesar de que contaron con algunos militares
de carrera en sus filas), que no esperaban recibir pago y que no contaban con mecanismos
formales de aprovisionamiento, reclutamiento, entrenamiento, atención a sus heridos o
cuidado de los deudos. A diferencia de otros grupos armados en la historia de México, no
practicaron la así llamada 'leva' (una práctica por la que se obliga a personas a sumarse a un
ejército).
Citando vivencias sobre personas que vivieron en carne propia la guerra, cuentan que se
quemaron muchos documentos de la iglesia, incluidas la Fe de bautizo de todas las personas.
Finalmente, a diferencia de muchos grupos armados durante la revolución y antes, durante el
siglo XIX, el mercado estadounidense de armas estuvo —al menos formalmente-- cerrado.
El Ejército Cristero
El ejército cristero estuvo compuesto básicamente por peones y aparceros rurales, dirigidos
por algunos veteranos revolucionarios, ex partidarios algunos de ellos de Francisco Villa,
Emiliano Zapata y participaron también algunos sacerdotes. Combatían la política laica del
presidente Plutarco Elías Calles. En enero de 1927 comenzó el alzamiento civil y días después
apareció un referéndum que, a partir de aquel momento, no les dejó más remedio que la
guerra.23
Reclutamiento
Dicho ejército se distinguía por ser un ejército de campesinos soldados. La mayoría de los
miembros se encontraban debajo de un cierto nivel de ingresos, tanto los de las ciudades
como los del campo con una educación pobre, lo que les resultó muy fácil de involucrar. Así
pues aquellos provenientes del campo constituían aliados civiles y los soldados principalmente
mientras que los de la ciudad se encargaban de la organización, la propaganda y el
aprovisionamiento principalmente. A pesar de las limitaciones en insumos, en tres años los
cristeros pasaron de ser la partida anárquica del ejército constituido, a derrotar en igualdad de
fuerzas a las tropas federales. Si bien algunos ricos hacendados se unieron a la lucha (como
Jesús Quintero, José Guadalupe Gómez, Manuel Moreno, Salvador Aguirre, Luis Ibarra y Pedro
Quintanar por ejemplo) en las regiones de Zacatecas, los Altos de Jalisco, Michoacán, Durango
y Guanajuato. Estos personajes fueron solo la excepción que confirmaba la regla: “Solo la
gente humilde se estaba uniendo a la lucha”.
Por su parte, las mujeres también desempeñaron un papel importante dentro del ejército
cristero. Además de ser las primeras guerrilleras y las más entusiastas a la hora de conflicto, se
destacan más de 25,000 de las llamadas Brigadas Femeninas, dedicadas a apoyar en la
rebelión.
Jalisco.- 10,000 combatientes. La división del Sur contaba con 9 regimientos y la Brigada de los
Altos con 5 regimientos.
Los jefes
El número de jefes ascendía hasta unos 200, todos ellos con grado que iba de mayor hasta el
de general. La manera en que tomaban el puesto de jefe consistía en ser elegidos o
reconocidos por los demás soldados para posteriormente ser confirmados por las autoridades
superiores. Los primeros jefes fueron los que tomaban la iniciativa del movimiento en su
región o los que eran elegidos por el grupo rebelde al que pertenecían. Predominaba la
democracia por lo que si la mayoría estaba descontenta con el jefe, obligaban a este a
renunciar para volver a las filas o marcharse. Las cualidades más apreciadas y valoradas entre
los líderes eran el valor personal y la experiencia militar. De entre los 200 solo 12 procedían del
ejército federal, otros 12 eran soldados o policías y otros 40 conocían más o menos del oficio
de armas, reflejándose esto en que solo un 30% de los jefes llegaron a su puesto por
experiencia. Entre los principales líderes se encontraban: Justo Ávila, Miguel Hernández, Emilio
Barrios, Dámaso Barraza, Simón Cortés, Sabino Salas, Fernando Pedroza, Félix Barajas, Chema
Gutiérrez, José Velasco, Pedro Cordero, Pedro Sandoval, Victoriano Bárcenas, Benjamín
Mendoza, Palacios y Pedro Quintanar entre otros más.
Las negociaciones
Al llegar a la presidencia de la república Emilio Portes Gil, comenzó una larga negociación, en la
que participó como mediador el recién llegado embajador estadounidense Dwight Morrow.
Por su parte, la Santa Sede designó al todavía obispo de Tabasco, Pascual Díaz Barreto, como
secretario del Comité Episcopal nombrándolo "intermediario oficial" para solucionar el
conflicto Iglesia-Estado. Junto con el delegado apostólico señor Leopoldo Ruiz y Flores, se
entrevistaron con el presidente, Lic. Emilio Portes Gil, para llegar a un acuerdo el 21 de junio
de 1929 sobre la cuestión religiosa.24
Entrevista de los jefes cristeros y el jefe de operaciones militares del Estado de Colima el 21 de
junio de 1929. Tercero de izquierda a derecha, el general cristero Alberto B. Gutiérrez.
Se logró un acuerdo de amnistía general para todos los levantados en armas que quisieran
rendirse. Se acordó devolver las casas curales y episcopales, y evitar mayores confrontaciones
en lo sucesivo. Sin embargo, para ese entonces existía una profunda división en el seno de la
Iglesia en México; la fractura afectaba desde la cúpula episcopal hasta los laicos. Entre los
obispos, la mayoría estaba a favor de un acuerdo con el gobierno, pero había tres, muy
combativos, opuestos al acuerdo. El más decidido de los obispos en contra del acuerdo fue
monseñor Leopoldo Lara y Torres, obispo de Tacámbaro en Michoacán. En el otro extremo,
presionando para que se lograra un acuerdo con el gobierno, se encontraban los obispos de la
Ciudad de México José Mora y del Río y de Tabasco Pascual Díaz Barreto S.J.
En todo caso, la Liga y la mayoría de los efectivos de los ejércitos cristeros no aceptaron el
acuerdo, así que estimaciones de personajes cercanos a la Liga señalan que de unas 50,000
personas involucradas directa o indirectamente en las acciones militares, solo 14,000
depusieron las armas, aunque estas cifras han sido motivo de debate.
Batallas importantes
Toma de Valparaíso
Batalla de Tepatitlán
Batalla de El Fresnal
Asalto de Manzanillo
Batalla de Caucentla
Batalla de Tenaxcamilpa
Batalla de Nogueras
Batalla de Mezquitic
Batalla de Cuquío
Toma de Juchitlán
Toma de Colima
Toma de Colotlán
Batalla de Etzatlán
Batalla de Guachinango
Batalla de Mascota
Toma de Compostela
Incidente de Tepatitlán
Amnistía con el Ejército Federal en San Gabriel, municipio de Jalisco de las fuerzas de Manuel
Michel; el Gral. Matías Villa
Bajo la fuerte presión del gobierno de Estados Unidos, que a su vez respondía a las peticiones
repetidas de obispos y laicos católicos en ese país, el presidente Portes Gil anunció que la
Iglesia católica se sometería a la ley sin que la Constitución sufriera alguna modificación. A
partir de ese momento, sin embargo, el país entró en lo que investigadores de la relación
Iglesia-Estado en México han calificado como un periodo de "relaciones nicodémicas", en
referencia a Nicodemo, el fariseo que se acercaba a Jesús de noche (de ahí el término
nicodemo, "el que viene de noche"). Otros calificaron a este periodo, que se extendería hasta
1929, como un modus vivendi, un modo de vivir, en el que el Estado renunciaba a la aplicación
de la ley y la Iglesia renunciaba a exigir sus derechos. Estas relaciones nicodémicas o modus
vivendi debieron enfrentar, sin embargo un severo momento de prueba cuando Calles,
presionado por los efectos devastadores de la crisis de 1929 pronunció el así llamado Grito de
Guadalajara.
En ese Grito, 21 de julio de 1934, Calles - en su oficiosa condición de "jefe máximo de la
Revolución mexicana" - hacía un llamado para que Revolución, triunfante en lo militar, se
trasladara a partir de ese momento al ámbito de la conciencia, de la educación y, de manera
más específica, de la educación de los niños. El Grito de Guadalajara marcó el inicio de una
serie de reformas al sistema educativo mexicano que culminaron con el proyecto de la así
llamada "educación socialista".
Las tensiones creadas por el Grito fueron de tales dimensiones que, una vez más, se
organizaron una serie de movilizaciones que, por su magnitud son conocidas como "La
Segunda", es decir, la Segunda Cristiada, aunque en esta ocasión no hubo fracturas en el seno
del episcopado. Además, Desde la Santa Sede, el papa Pío XI, consternado ante lo que parecía
el inicio de un nuevo ciclo de violencia en México, publicó la encíclica Acerba animi,27 el 29 de
septiembre de 1932, y posteriormente Firmissimam constantiam, 29 de septiembre de 1926,
publicada en el Acta Apostolicae Sedis también en español, Nos es muy conocida.28 Acerba
Animi pertenece, junto con Non abbiamo bisogno (junio de 1931), Mit Brennender Sorge (Con
viva preocupación) dependiendo de lo dicho anteriormente en marzo de 1937, y Nos es muy
conocida de marzo de 1937 a un muy reducido número de encíclicas dedicadas a criticar las
políticas de los gobiernos de México (Acerba Animi y Nos es muy conocida, de la Alemania Nazi
(Con viva preocupación[2]), y de la Italia de Mussolini (Non abbiamo bisogno[3]),
especialmente por las políticas anti-católicas desarrolladas durante este periodo por los
gobiernos de esos tres países.
El modus vivendi
Esta decisión fue correspondida por la Iglesia. Los obispos mexicanos "ungieron" al arzobispo
de México como interlocutor oficioso con las autoridades federales (los obispos del país no se
pronunciarían en materias de política nacional, dejando cualquier opinión en manos del
arzobispo de México) a pesar de sus divisiones y diversas visiones de cómo solucionar el
Conflicto.29 No solo eso, México fue uno de los pocos países del mundo en el que el delegado
apostólico fue un obispo del propio país. Esto fue así en el periodo 1927-1951. Durante este
tiempo, la representación de la Santa Sede en México fue ejercida sucesivamente por los
arzobispos Pascual Díaz Barreto (de la ciudad de México de 1929 a 1936), Leopoldo Ruiz y
Flores (de Morelia de 1936 a 1941) y Luis María Martínez (de la ciudad de México de 1941 a
1951).
Al hacerlo así, se constituyó en México lo que distintos analistas de las relaciones Estado-
Iglesia han calificado como un modus vivendi, un "modo de vivir" entre las autoridades civiles
que optaban por no aplicar las leyes y las autoridades religiosas que decidieron no disputar de
manera pública las condiciones que les habían sido impuestas.
Durante este periodo, las relaciones Iglesia-Estado en México oscilaron de buenas con Manuel
Ávila Camacho, el primer presidente en mucho tiempo en declararse públicamente como
católico, a excelentes con Miguel Alemán (monseñor Luis María Martínez se convirtió en una
figura omnipresente en las giras y actividades públicas del presidente veracruzano), a ser de
colaboración con Adolfo López Mateos (quien logró que en su campaña presidencial de 1958
un sacerdote en el de Zacatecas--Antonio Quintanar, párroco de Tlaltenango--pronunciara, a
pesar del artículo 130, un discurso apoyando su candidatura el 1 de febrero de ese año), a
cordiales con Luis Echeverría Álvarez y con José López Portillo, quien asistió, sin reconocerlo, a
los "funerales públicos" del modus vivendi y la legislación entonces vigente en México. Lo que
es más, los "funerales" fueron presididos por el entonces recién electo papa Juan Pablo II.
Juan Pablo II acudió a México, en enero de 1979, a inaugurar la tercera Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano en Puebla, México. Sin embargo, su viaje motivó una serie de
espontáneas expresiones de apoyo y alegría por su presencia en la capital del país, que
hicieron impensable la aplicación de lo dispuesto por el artículo 130 de la constitución y sus
leyes reglamentarias, en materia de expresiones de culto público.
En los próximos años, la Iglesia, especialmente los líderes de la Conferencia del Episcopado
Mexicano como Ernesto Corripio Ahumada, lanzaron una serie de retos a la legislación vigente
en el país que culminaron en 1992. Fue entonces cuando el presidente Carlos Salinas de
Gortari promovió una serie de reformas a los artículos 3, 5, 27, 28 y 130 de la Constitución,
apoyadas por una abrumadora mayoría de diputados y senadores del Congreso electos por los
tres principales partidos políticos de México (Partido Revolucionario Institucional, Partido
Acción Nacional y Partido de la Revolución Democrática). El siguiente paso ocurrió cuando se
reanudaron, luego de más de un siglo de estar interrumpidas, las relaciones diplomáticas entre
México y la Santa Sede para dar paso, finalmente, a la promulgación de nuevas leyes
reglamentarias de las relaciones Estado-iglesias.
La nueva legislación otorga personalidad jurídica a las iglesias y devolvió parcialmente los
derechos políticos a los así llamados "ministros de culto", que ahora pueden votar. Sin
embargo, la legislación mexicana aún desconoce el derecho de los "ministros de culto" a ser
votados, además de que impone mecanismos muy restrictivos para el ingreso de personal
religioso extranjero a México. La personalidad jurídica de las iglesias está limitada también en
lo que hace a su capacidad para ser propietarias de bienes inmuebles y especialmente para ser
propietarias u operar medios de comunicación electrónicos.
La guerra cristera dejó una huella profunda en la vida pública mexicana. En un sentido, dejó en
clara la disposición de grupos de laicos dentro de la Iglesia a confrontarse con los líderes de
ésta. Las autoridades civiles debieron reconocer la imposibilidad práctica del modelo de
relaciones Estado-Iglesia definido por la original Constitución de 1917. Los líderes formales del
catolicismo mexicano, especialmente sus obispos, fueron obligados a desarrollar estrategias
autónomas de organización y financiamiento de sus actividades.
La promoción de la llamada “educación socialista" encontró una fuerte oposición entre algunas
partes de la academia.31
En los peores casos, los maestros fueron torturados y asesinados por los cristeros.3234 Se ha
calculado que al menos 300 maestros fueron asesinados entre los años 1935 y 1939,43
incluyendo el asesinato de Carlos Sayago, Carlos Pastraña, y Librado Labastida en Teziutlán,
Puebla;4445 la ejecución del maestro Carlos Toledano, quien fue quemado vivo en Tlapacoyan,
Veracruz;4647 y el linchamiento de al menos 42 maestros en el estado de Michoacán.34
Asimismo puede citarse el caso de la maestra María Rodríguez Murillo, quien fuera ultrajada y
muerta por un grupo de cristeros.48
Mártires cristeros