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SOBRE LA CANCELACIÓN DEL INTERINATO

Manuel Antonio Narváez


El interinato es una figura que fue parte de la estrategia insurreccional diseñada en conjunto con
la administración Trump que, para la época, desarrollaba una política de “máxima presión”. De
allí la consigna “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”.
Ese enfoque de política se tradujo, entre otras cosas, en la instrumentalización de la ayuda
humanitaria para fines insurreccionales (Cúcuta), en el golpe de estado fallido de La Carlota, en
la caricaturesca invasión de Goudreau y en la abstención en las parlamentarias de 2020.
En política y en la guerra las estrategias no son buenas o malas per se; son eficaces o inútiles en
función de las relaciones de poder entre adversarios y de los objetivos deseados. Por ejemplo, la
estrategia insurreccional de Betancourt sumándose al golpe del 18 de octubre de 1945, fue
eficaz. Pero la estrategia insurreccional del interinato, fracasó. El irracionalismo heroico del
liderazgo López-Guaidó sobrestimó el apoyo de “más de 60 países”. Perdimos el locus de control
interno e hicimos depender la defenestración de Maduro de las acciones que Trump
supuestamente desarrollaría por nosotros. Muchos soñaron con la intervención de los marines.
Ahora no están Trump, Piñeira, Duque y Bolsonaro; tenemos en cambio a Biden, Boric, Petro y
Lula. Además, Putin invadió a Ucrania: el mundo cambió. Venezuela también cambió, este país
exhausto, confundido, fracturado y descreído, necesita reencontrarse para avanzar con nuevos
bríos.
Aunque no se produjo un anuncio formal, la estrategia insurreccional quedó atrás; regresamos a
la estrategia electoral, constitucional, democrática y pacífica. En esta nueva etapa una
presidencia interina que se sostiene sobre precaria base legal y con una legitimidad
dramáticamente disminuida, lejos de ayudar es una carga pesada. No es el presidente interino
(ya sin el apoyo de “más de 60 países”) quien puede erigirse como contraparte del presidente
usurpador (pero con poder real) en la actual dinámica de negociación.
Estos momentos reclaman sensatez. Los apasionamientos digitales desbocados que proliferan
después de la primera votación en la Asamblea Nacional sobre el tema, no contribuyen a la
búsqueda de acuerdos que permitan: a) la selección de un candidato unitario con un programa
de gobierno consensuado, b) el establecimiento de condiciones electorales democráticas para el
2024, y c) la transición pacífica hacia la reinstitucionalización del país.
Lo que verdaderamente importa debatir no es el reconocimiento, o no, de la honestidad o el
coraje personal de Guaidó; sino la pertinencia, o no, de la presidencia interina como herramienta
útil en esta nueva etapa de lucha por la libertad y el bienestar de nuestro país. Hay que mantener
el foco apuntando al objetivo y articular inteligentemente los medios para alcanzarlo.

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