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Bosquejo 9, 4 de Marzo 2023
Bosquejo 9, 4 de Marzo 2023
Objetivos:
- Comprender cual es la sabiduria que Dios aprecia
- Analizar como fue preparado Moisés para la misión que le fue encomendada
- Invitar a la iglesia a no poner la sabiduría humana por encima de la sabiduría divina
INTRODUCCIÓN
“Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio;
buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo
de Jehová” Sofonías 2:3.
La mancedumbre y
la humildad
Comentario Bíblico
Crecido ya Moisés.
El Registro sagrado pasa por alto en silencio casi 30 años de la vida de Moisés. El
siguiente hecho que se registra es un incidente que sucedió cuando él tenía 40 años
(Hechos 7:23). Los años de su juventud fueron pasados bajo tutores reales que le
impartieron “toda la sabiduría de los egipcios” (Hechos 7:22). Parte de su educación
provino de los sacerdotes y parte de los comandantes del ejército. Tal era la educación
que comúnmente se daba a un príncipe real. Dado que Moisés “era poderoso en
sus palabras y obras” (Hechos 7:22), no estaría fuera de lugar suponer que dirigió
importantes expediciones militares a países extranjeros (ver PP 250). Con todo, no
llegó a ser egipcio de corazón. Su apariencia exterior, su vestimenta, su habla y su
Éxodo 2:11-15. comportamiento pueden haber sido completamente egipcios, pero permaneció
hebreo en carácter, religión y lealtad. Esto es claro por los sucesos narrados en
11. En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, Éxodo 2:11-13 (ver Hebreos 11:24).
salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y Salió.
observó a un egipcio que golpeaba a uno de los Moisés había llegado en su vida al punto cuando comprendió que debía
convertirse en egipcio, sin reserva alguna, o unirse con su despreciado
hebreos, sus hermanos. pueblo. Parece que antes de esto había hecho la decisión de “ser maltratado con
12. Entonces miró a todas partes, y viendo que no el pueblo de Dios” (Hebreos 11:25) y se consideró a sí mismo como el instrumento
parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. elegido para esa tarea (Hechos 7:23-25). Pensó que estaba listo, al fin, para
abandonar la corte con sus “deleites temporales del pecado”, abandonar la
13. Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que perspectiva de la sucesión al trono y avanzar osadamente para defender la causa
reñían; entonces dijo al que maltrataba al otro: ¿Por de su pueblo oprimido (ver PP 251, 253). Por Hechos 7:23 es claro que Moisés fue a
qué golpeas a tu prójimo? la tierra de Gosén con el propósito de estudiar la situación y trazar planes. El que en
su mente hubiera renunciado a todo reclamo al trono de Egipto es una evidencia de
14. Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por que sus motivos no eran egoístas. Más bien fue impelido por un sincero amor a su
príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme pueblo y un odio hacia sus opresores, hecho que resalta por el término “hermanos”,
como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo mie usado dos veces en Éxodo 2:11.
Observó a un egipcio.
do, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto. Era probablemente uno de los comisarios mencionados en el Éxodo 1:11 o uno
15. Oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró de los supervisores empleados por ellos. Tales personas son representadas en los
matar a Moisés; pero Moisés huyó de delante de monumentos egipcios como armadas con largos garrotes de madera que usaban
a su antojo sobre la espalda de los holgazanes. Sin duda abusaban frecuentemente
Faraón, y habitó en la tierra de Madián. de su autoridad y, con toda seguridad, infligían castigos por la falta más pequeña
o aunque no hubiera ninguna. La autoridad con frecuencia degenera en tiranía y
cruel opresión, y, como ejemplo de tal abuso de poder, este incidente excitó la ira de
Moisés (Hechos 7:24).
Mató al egipcio.
Observando que no había testigos de su acto, mató al egipcio. El hecho de que
el supervisor continuara castigando al obrero hebreo cuando Moisés se aproximó,
muestra que los signatarios de mayor alcurnia generalmente aprobaban tales abusos
de autoridad de parte de sus subordinados. Lo que hizo Moisés no puede
disculparse, aun cuando fue movido por una justa indignación. Aunque hábil
militar, y popular en el ejército de Egipto (PP 252), le faltaban ciertas cualidades de
liderazgo esenciales para el servicio en la causa de Dios (PP 253).
Comentario Bíblico
Llevad mi yugo.
Significa someterse a la disciplina y a la práctica de la manera de vivir de Cristo.
Originalmente el yugo era un instrumento útil cuyo propósito era posibilitar el
esfuerzo mancomunado, pero desde tiempos antiguos el “yugo” se transformó en
símbolo de sumisión, especialmente ante un conquistador. Algunos generales
victoriosos colocaban un yugo sobre dos lanzas y obligaban al ejército vencido a
marchar por debajo de él en señal de sumisión. En una de sus profecías simbólicas
Jeremías usó yugos para representar la sumisión a Babilonia (cf. Jeremías
27:1-11,17; 28:1-14).
El propósito del yugo no era hacer más pesado el trabajo del animal que lo llevaba,
sino más liviano; no más difícil, sino más fácil de llevar. De este modo se entiende
con claridad el sentido de la palabra “yugo”. Al referirse a su yugo, Cristo hablaba de
su manera de vivir. El yugo de Cristo no es otra cosa sino la voluntad divina resumida
Mateo 11:29. en la ley de Dios y magnificada en el Sermón del Monte (ver Isaías 42:21; DTG
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, 296). La figura que Cristo empleó aquí no era desconocida para sus oyentes, pues
que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis los rabinos también se referían a la Torah como a un “yugo”, no porque fuera una
carga, sino más bien una disciplina, una manera de vivir a la cual debían someterse
descanso para vuestras almas. los hombres (Mishnah Aboth 3. 5; Berakoth 2. 2).
Manso.
Gr. praús, “suave” o “manso”. Se decía que los animales domésticos eran praús;
sumisos e inofensivos. El que es manso no desea sino el bien para otros.
Humilde.
El que es de veras humilde, reconoce que depende enteramente de Dios y coloca
los deseos y las necesidades de su hermano antes que los propios. Por ser “manso
y humilde”, Cristo es un maestro comprensivo, y quienes aprenden de él también
serán mansos y humildes. Los así llamados cristianos que no han aprendido a ser
mansos y humildes, no han aprendido en la escuela de Cristo (Filipenses 2:2-8).
Hallaréis descanso.
Los que hallan el descanso del cual hablaba Cristo, andarán por las “sendas antiguas”
y orientarán su vida por “el buen camino” de lo que Dios escoja (Jeremías 6:16). CBA
La educación que Moisés recibiera en Egipto le ayudó en muchos aspectos; pero la preparación más provechosa
para su misión fue la que recibió mientras apacentaba el ganado. Moisés era de carácter impetuoso. En Egipto,
en su calidad de afortunado caudillo militar y favorito del rey y de la nación, se había acostumbrado a recibir
alabanza y adulación. Se había granjeado la simpatía del pueblo. Esperaba llevar a cabo con sus propias fuerzas
la obra de libertar a Israel. Muy diferentes fueron las lecciones que hubo de aprender como representante de
Dios. Al conducir sus ganados por los montes desiertos y por los verdes pastos de los valles, aprendió a tener
fe, mansedumbre, paciencia, humildad y a olvidarse de sí mismo. Aprendió a cuidar a seres débiles y enfermos,
a salir en busca de los descarriados, a ser paciente con los revoltosos, a proteger a los corderos y a nutrir a los
miembros del rebaño ya viejos y enclenques. CE 192,193
Comentario Bíblico
Ellos no me creerán.
La pregunta previa de Moisés, después de la promesa de Dios de dirección y
protección (Éxodo 3:13), había implicado disposición para ir y un deseo de
mayor información. Ahora parece que Moisés todavía se oponía mucho a la
idea de aceptar la comisión. Se ha procurado defenderlo explicando lo que él
quiso decir: “¿Qué sucedería si el pueblo no me creyera ... ?” Pero su declaración
es enfática y no puede ser traducida ni explicada en esa forma. Es concebible
Éxodo 4:1,10,12. que, desde que Jacob entró en Egipto más de dos siglos antes, ninguna
1. Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que revelación divina había sido impartida a Israel y, por lo tanto, fácilmente pudo
ellos no me creerán, ni oirán mi voz;
voz porque dirán: No haber surgido la duda en cuanto a la validez de la pretensión de Moisés de haber
recibido una comisión divina.
te ha aparecido Jehová. Nunca he sido hombre de fácil palabra.
10. Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca En vista de las promesas de Dios para facilitar su misión, parece injustificable
he sido hombre de fácil palabra,
palabra ni antes, ni desde que que aquel que había sido “poderoso en sus palabras y obras” (Hechos 7:22)
pretendiera tener dificultad para hablar. Su larga ausencia de Egipto y el hecho
tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y de que no había hablado el egipcio durante su permanencia en Madián sin duda
torpe de lengua. lo hicieron sentirse descalificado para ir delante de Faraón; pero debiera haber
12. Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré estado listo para confiar en Dios. Se ha sugerido que Moisés temía hablar en
hebreo porque había estado viviendo entre los medianitas. Pero ésta no puede
lo que hayas de hablar. haber sido la razón ya que las inscripciones madianitas difieren muy poco del
antiguo hebreo. La tradición judía de que Moisés tenía dificultad para
pronunciar ciertas letras hebreas tampoco tiene base.
Yo estaré con tu boca.
Dios pacientemente razonó con Moisés como con un amigo. El que había
hecho la boca del hombre ciertamente podía impartir la habilidad de hablar
con fluidez. CBA
“Moisés pensó en las dificultades que habría de encontrar, en la ceguedad, la ignorancia y la incre-
dulidad de su pueblo, entre el cual muchos casi no conocían a Dios. Dijo: ‘He aquí que llego yo a
los hijos de Israel, y les digo, el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros; si ellos me pre-
guntaren: ¿Cuál es su nombre? ¿qué les responderé?’ La contestación fue: ‘YO SOY EL QUE SOY’.
‘Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros’.
“Se le ordenó a Moisés que reuniera primero a los ancianos de Israel, a los más nobles y rectos de
entre ellos, a los que habían lamentado durante mucho tiempo su servidumbre, y que les declarase
el mensaje de Dios, con la promesa de la liberación. Después había de ir con los ancianos ante el
Sorprendido y asustado por este mandato, Moisés retrocedió y dijo: “¿Quién soy yo, para que vaya al faraón, y
saque de Egipto a los hijos de Israel?” La respuesta fué: “Yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he
enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”.
Moisés pensó en las dificultades que habría de encontrar, en la ceguera, la ignorancia y la incredulidad de su
pueblo, entre el cual muchos casi no conocían a Dios...
Moisés veía ante sí mismo dificultades que le parecían insalvables. ¿Qué prueba podría dar a su pueblo de que
realmente iba como enviado de Dios? “Ellos no me creerán, ni oirán mi voz, pues dirán: “No se te ha aparecido
Jehová””. Entonces Dios le dio una evidencia que apelaba a sus propios sentidos. Le dijo que arrojara su vara al
suelo. Al hacerlo, “se convirtió en una culebra” (véase el Apéndice, nota 3), “y Moisés huía de ella”. Dios le ordenó
que la tomara, y en su mano “volvió a ser vara”. Le mandó que pusiera su mano en su seno. Obedeció y “vio que
su mano estaba leprosa como la nieve”. Cuando le dijo que volviera a ponerla en su seno, al sacarla encontró que
se había vuelto de nuevo como la otra. Mediante estas señales, el Señor aseguró a Moisés que su propio pueblo,
así como también el faraón, se convencerían de que Uno más poderoso que el rey de Egipto se manifestaba entre
ellos.
Pero el siervo de Dios todavía estaba anonadado por la obra extraña y maravillosa que se le pedía que hiciera.
Acongojado y temeroso, alegó como excusa su falta de elocuencia. Dijo: “¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de
fácil palabra, ni antes ni desde que tú hablas con tu siervo, porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”. Había
estado tanto tiempo alejado de los egipcios que ya no tenía un conocimiento claro de su idioma ni lo usaba con
soltura como cuando estaba entre ellos.
El Señor le dijo: “¿Quién dio la boca al hombre? ¿No soy yo Jehová?” Y se le volvió a asegurar la ayuda divina:
“Ahora, pues, ve, que yo estaré en tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar”.
Pero Moisés insistió en que se escogiera a una persona más competente. Estas excusas procedían al principio de
su humildad y timidez; pero una vez que el Señor le hubo prometido quitar todas las dificultades y darle éxito,
toda evasiva o queja referente a su falta de preparación demostraba falta de confianza en Dios. Entrañaba un
temor de que Dios no tuviera capacidad para prepararlo para la gran obra a la cual lo había llamado, o que había
cometido un error en la selección del hombre.
Dios le indicó a Moisés que se uniera a su hermano mayor, Aarón, quien, debido a que había estado usando
diariamente la lengua egipcia, podía hablarla perfectamente. Se le dijo que Aarón vendría a su encuentro. Las
siguientes palabras del Señor fueron una orden perentoria: “Tú le hablarás y pondrás en su boca las palabras, y
yo estaré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer. Él hablará por ti al pueblo; será como tu
boca, y tú ocuparás para él el lugar de Dios. Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual harás las señales”. Moisés
no pudo oponerse más; pues todo fundamento para las excusas había desaparecido.
El mandato divino halló a Moisés sin confianza en sí mismo, tardo para hablar y tímido. Estaba abrumado con el
sentimiento de su incapacidad para ser el portavoz de Dios ante Israel. Pero una vez aceptada la tarea, la empren-
dió de todo corazón, poniendo toda su confianza en el Señor. La grandeza de su misión exigía que ejercitara las
mejores facultades de su mente. Dios bendijo su pronta obediencia, y llegó a ser elocuente, confiado, sereno y
apto para la mayor obra jamás dada a hombre alguno. Este es un ejemplo de lo que hace Dios para fortalecer el
carácter de los que confían plenamente en él, y sin reserva alguna cumplen sus mandatos. PP 228-230.
“Aunque por sus crímenes, este arrogante tirano había perdido todo derecho a la misericordia de
Dios, se le había preservado la vida para que mediante su terquedad el Señor manifestara sus
maravillas en la tierra de Egipto…
“Faraón recordó entonces que una vez había exclamado: ‘¿Quién es Jehová, para que yo oiga su
voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel’ (Éxo. 5:2). Ahora, su
orgullo, que una vez osara levantarse contra el cielo, estaba humillado hasta el polvo; ‘hizo llamar
a Moisés y a Aarón de noche, y díjoles: Salid de en medio de mi pueblo vosotros, y los hijos de
Israel; e id, servid a Jehová, como habéis dicho’” (Patriarcas y Profetas, págs. 241, 252).
Pr Jhon Alexander Pérez (Jhalpero)
Faraón vio al Espíritu de Dios obrando poderosamente;
vio los milagros realizados por el Señor mediante su
siervo; pero rehusó obedecer la orden de Dios. El rey
rebelde había preguntado orgullosamente: “¿Quién es
Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel?” ...
Éxodo 5:2. Y a medida que los juicios de Dios caían
con más poder sobre él, más persistía en su necia
resistencia. Al rechazar la luz del cielo, su corazón se Orgullo
endureció y se hizo insensible. La providencia de Dios
estaba revelando su poder, y estas manifestaciones, al Del Faraón
no ser aceptadas, eran el medio de endurecer el corazón y su corazón se
Rechazó
de Faraón hacia una luz mayor. Los que exaltan sus la luz del cielo
endureció y se
hizo insensible
propias ideas por sobre la voluntad claramente especificada
de Dios, están diciendo como lo hizo Faraón: “¿Quién
es Jehová, para que yo oiga su voz?”
voz? Cada rechazo de
la luz endurece el corazón y oscurece el entendimiento
y de esta manera los hombres encuentran más y más
difícil distinguir entre lo correcto y lo incorrecto y se
vuelven más audaces en resistir la voluntad de Dios. CV 88.
Desde el rey sentado en su trono hasta el súbdito más humilde, experimentaron aflicción y luto. Después de eso
Faraón ordenó la salida de Israel; pero después que los egipcios hubieron enterrado a sus muertos, él se arrepintió
de haberlos dejado salir. Sus consejeros y dirigentes trataron de explicar el origen de su aflicción. No quisieron
admitir que habían experimentado el juicio de Dios, de modo que salieron en persecución de los hijos de Israel.
1TI 240
El pueblo estaba cansado y atemorizado; sin embargo, si hubieran retrocedido cuando Moisés les ordenó avanzar, Dios no
les habría abierto el camino. Fue por la fe como “pasaron el mar Bermejo como por tierra seca”. Hebreos 11:29. Al avanzar
hasta el agua misma, demostraron creer la palabra de Dios dicha por Moisés. Hicieron todo lo que estaba a su alcance, y
entonces el Poderoso de Israel dividió la mar para abrir sendero para sus pies.
En esto se enseña una gran lección para todos los tiempos. A menudo la vida cristiana está acosada de peligros, y se hace
difícil cumplir el deber. La imaginación concibe la ruina inminente delante, y la esclavitud o la muerte detrás. No obstante
la voz de Dios dice claramente: “Avanza”. Debemos obedecer este mandato aunque nuestros ojos no puedan penetrar las
tinieblas, y aunque sintamos las olas frías a nuestros pies. Los obstáculos que impiden nuestro progreso no desaparecerán
jamás ante un espíritu que se detiene y duda. Los que postergan la obediencia hasta que toda sombra de incertidumbre
desaparezca y no haya ningún riesgo de fracaso o derrota no obedecerán nunca. La incredulidad nos susurra: “Esperemos
que se quiten los obstáculos y podamos ver claramente nuestro camino”: pero la fe nos impele valientemente a avanzar
esperándolo todo y creyéndolo todo. CV 92
El monarca endureció su corazón y prosiguió, paso tras paso, en su camino de incredulidad, hasta que por todo el vasto
reino de Egipto perecieron los primogénitos, el orgullo de cada hogar. Después de esto, salió presuroso con su ejército en
persecución de Israel. Procuró traer de vuelta a un pueblo liberado por el brazo de la Omnipotencia. Pero estaba luchando
contra un Poder mayor que cualquier poder humano, y pereció con sus huestes en las aguas del mar Rojo (MS 126, 1901).
Cuando todo el ejército -”los carros y la caballería y todo el ejército de Faraón”- estuvo en el lecho mismo del mar, el Señor
dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar”. Israel había pasado sin mojarse los pies, pero oía los gritos del ejército
perseguidor. Cuando Moisés extendió su vara sobre el mar, las aguas represadas que habían permanecido como una gran
muralla fluyeron en su curso natural. No escapó ni uno de todo ese vasto ejército de egipcios. Todos perecieron en su
determinación de cumplir su propia voluntad y rechazar los caminos de Dios. Esa ocasión señaló el fin de su tiempo de
gracia (MS 35, 1906).
Una sola noche les había traído completa liberación del más terrible peligro. Aquella vasta y desamparada muchedumbre
de esclavos no acostumbrados a la batalla, de mujeres, niños y ganado, que tenían el mar frente a ellos y los poderosos ejér-
citos de Egipto a sus espaldas, habían visto una senda abierta a través de las aguas, y sus enemigos derrotados en el momen-
to en que esperaban el triunfo. Jehová solo los había libertado, y a él elevaron con fervor sus corazones agradecidos. Sus
emociones encontraron expresión en cantos de alabanza. El Espíritu de Dios se posó sobre Moisés, el cual dirigió al pueblo
en un triunfante himno de acción de gracias, el más antiguo y uno de los más sublimes que el hombre conoce... CV 93
Intro
La mancedumbre y
la humildad
Estudio de la lección
• No se limite a la información que provee la lección. Buscque ayuda en diccionarios, diccionarios bíblicos,
comentarios, mapas, etc.
• El maestro siempre debe saber todas y cada una de las respuestas.
• El maestro debe siempre tener claro el tema a tratar.
• No conteste las preguntas como si fuera un cuestionario. La lección es un tema, y por lo tanto debemos
olvidarnos de las preguntas a la hora de estudiarla.
• Los textos de la lección deben analizarse, parafrasearse y escribirse completamente porque los detalles que
encontramos en ellos nos servirán para que al terminar la lección, podamos buscar la palabra clave.
• Se deben hallar la palabra clave tanto de los textos bíblicos como del Espíritu de Profecía.
• Como tema la lección debe estudiarse bajo la luz tanto del título de la cartilla como de la lección.
• Es más importante el contexto de la cartilla y de la lección que una sola pregunta. Esto nos ayudará a saber
cuál es la línea de la lección para mantenernos dentro del tema. Si no tenemos en cuenta eso, podemos salirnos
del tema al contestar esas preguntas que no tienen nada que ver con el contexto.
• Después de haberse estudiado con anterioridad, se debe repasar durante la semana para analizarla comparando
esa lección con la anterior y encontrar un análisis externo.
• Después de captar los puntos sobresalientes de la lección, la palabra clave y el tema en general, se puede variar el
orden de las preguntas, teniendo en cuenta el título y la mayoría de las preguntas.
Palabra clave
La palabra clave es aquella que mejor describe el tema de la lección y es la llave para no desviarse del tema
central. Por lo general se encuentra a lo largo de toda la lección, tanto en los textos bíblicos como en las notas, o
puede deducirse da las ideas centrales de los mismos.
Verdad central
Es importante para el maestro fijar una verdad central en cada lección. Teniendo el tema general de la cartilla y
la palabra clave de la lección debe escribir una frase que no sea muy larga y que sea facil de memorizar, la cual
encierre el tema central de la lección. Esta frase o verdad central le ayudará a no desviarse del hilo de la lección.
Durante la clase se debe repetirse a menudo y escribirse en el pizarron para que los alumnos puedan mantenerse
dentro del tema.
Objetivos
Despues de tener la palabra clave de la lección y haber planteado la verdad central de la misma, deben fijarse los
objetivos que persigue la lección. Estos objetivos deben descubrirse luego de haber estudiado cuidadosamente la
lección, teniendo en cuenta el tema general de la cartilla.
Los objetivos deben apuntar a tres areas importantes del ser: El área cognitiva o intelectual (Conocimientos,
hábitos intelectuales, habilidades intelectuales); el área afectiva o actitudinal (valores, actividades, emociones); y
el área procedimental o de acción (Hábitos, actos, habilidades).
Los objetivos están correctamente formulados cuando: Expresan los cambios deseados, Tienen en cuenta al
alumno, Apuntan a un solo cambio del alumno, Expresan la situación en la que el cambio se va a lograr o el
contenido que el alumno debe conocer, Son realistas, Son razonables en número, Están claramente expresados,
Son coherentes y tiene todos el mismo enfoque.
Departamento de Educación UN
UNIC
ICOL
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educación@smiunicol.org
Pr. Jhon Alexander Pérez (Jhalpero)