Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Cuando una persona es nula o ha hecho algo que no vale la pena decimos
comúnmente que es un “cero a la izquierda”, o sea, totalmente sin valor. Este
número al que estamos tan acostumbrados hoy en día no fue aceptado sino
hasta hace unos cuatro siglos atrás. Más que un problema científico significaba
una incomodidad teológica ya que representaba la nada, el vacío. Además, ya
que era un invento indio que llegó a Europa por los árabes, no existía en la
numeración judía, romana ni griega. La Iglesia Católica tuvo que admitir su uso,
pero restringido a ciertas áreas del saber, mediante decreto de mediados del
siglo XVI. Esta es una de las razones por las que no existe el año cero en el
calendario gregoriano, y tenemos la gran batalla por saber si terminó el siglo y
empezó el milenio o todavía somos periódico de ayer.
“Entonces dijo Moisés: Me acercaré ahora para ver esta maravilla: por qué la
zarza no se quema” (Éx. 3:3). El desconcierto de ver en pie lo que ya debería
estar deshecho llevó a Moisés a la curiosidad y no al desaliento. ¿Te asombra
ver cómo todavía estás en pie? ¿Te asombra ver cómo todavía tu familia se
mantiene a pesar de las desavenencias? ¿Te asombra ver cómo todavía hay
fuego interior en ti para seguir luchando? La palabra “asombro” significa tanto
“hacer sombra” como “iluminar para ver mejor”. ¿Cómo reaccionas ante el
asombro? ¿Le pones sombra al acontecimiento y dices que solo son los
estertores de la muerte? ¿O iluminas la situación tratando de encontrar la razón
por la que todavía está con vida?
¿Te habías puesto a pensar que tu casa es “tierra santa”? ¿Qué tu relación
matrimonial también lo es? ¿Qué tu hijo que tanto te hace sufrir es “tierra
santa? Saca tu calzado como señal de respeto y como símbolo de que no
huirás antes de ver lo que Dios quiere enseñarte. Nadie sale a la calle sin
zapatos, y si lo hace caminará con sumo cuidado y no se apartará mucho de su
casa. Eso es lo que espera el Señor de ti: Reconoce que Él está contigo y que
quiere que trabajes por solucionar tus propios fracasos y no que andes
buscando todo nuevo porque eres incapaz de reconstruir lo que con tus propios
manos arruinaste.
El Dios de los cristianos es un Dios que habla. Los dioses de este mundo son
más bien sensoriales y estéticos. Nuestro Dios lo primero que hará será
hablarnos y esperará de nosotros absoluta disposición para escuchar. Cuando
el Señor se presenta a nuestras vidas en medio de nuestro `cero´ nos dirá tres
cosas muy importantes:
“Y añadió: Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el
Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tenía temor de mirar
a Dios” (Éx.3:6). No es un Ser desconocido, Él nos conoce y conoce todos
nuestros antecedentes. Tiene la autoridad del propietario para irrumpir en
nuestras vidas.