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Como una flor que se abre

Mensaje Septiembre – 70

SOCIEDAD MISIONERA INTERNACIONAL


ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DÍA
Movimiento de Reforma
Departamento de Jóvenes de la Asociación General

Mis queridos jóvenes:

Vivir es muy solemne y extraordinario. Que vengamos a la existencia sin


nuestra propia voluntad, que se genere la vida, es algo misterioso y a la vez
grandioso. Conocemos el proceso biológico de cómo se da la vida humana, pero
buscando explicaciones fuera de la revelación bíblica, el humano se pierde en
especulaciones estériles.

La brevedad de la vida

Precisamente ha sido ese esfuerzo del hombre caído de anular a Dios de su


vida, lo que ha llevado a esta humanidad al caos. Venimos de Dios y podemos ir
hacia Dios si lo deseamos: “Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó a
imagen de Dios. Hombre y mujer los creó” (Gén. 1:27). (RVC).

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El plan de Dios es que el ser humano, creado a su imagen, pudiera vivir
eternamente, pero no superó la prueba impuesta para probar su fidelidad y al caer
en el pecado, su vida se tornó finita. De mil años aproximadamente que vivieron
nuestros primeros padres, pasamos a vivir un promedio de 70 u 80 años, tal y como
nos dice David (Sal. 90:10).

La sensación que tenemos todos los humanos es de que esta vida es como
un soplo, nacemos y cuando venimos a damos cuenta ya hemos envejecido y un
día dejamos de ser. La Biblia presenta esta realidad de la siguiente manera: “El
hombre, nacido de mujer, tiene una vida corta y llena de zozobras. Es como
una flor que se abre y luego se marchita; pasa y desaparece como una
sombra” (Job 14:1-2). (DHH). Job compara la vida a una flor que se abre y luego se
marchita. David expresa el pensamiento de que el ser humano es como un suspiro y
su vida como una sombra que desaparece rápidamente (Sal. 144:4). Santiago
reconoce esta verdad cuando dice: “Pues la vida es como una nube de vapor,
que aparece un instante y al punto se disipa” (Stg. 4:13-14). (BLPH).

Esta no es una cuestión especulativa, es nuestra realidad y todos nos vamos


a enfrentar un día con la muerte. ¿Qué debemos hacer, como humanos, frente a la
brevedad de la existencia humana? ¿Qué nos enseña la Biblia?

Actitudes frente a la vida

El apóstol Pablo es un buen exponente para contestar esta pregunta vital.


Vivir es algo muy solemne y como sólo se vive una vez deberíamos aprender a
enfocar nuestra existencia de forma tal que honremos a Dios y que nos preparemos
para vivir un día en la eternidad.

Pablo es uno de los pocos personajes bíblicos que afirman que saben vivir:
“He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias…” (Fil. 4:12).
(NVI). Hay que diferenciar entre “vivir” y “saber vivir”. Todos al nacer vivimos,
existimos, pero saber vivir es otra cosa. ¿Sabemos vivir tú y yo? La Palabra de Dios
nos insta a todos aquellos que queremos aprender a vivir esta vida que se nos ha
dado: “Llenen sus pensamientos de las cosas de arriba y no en las cosas de
este mundo” (Col. 3:2). (NBV). Y el Evangelio nos dice: “Busquen primeramente
el reino de Dios y su justicia” (Mat. 6:33). (RVC).

Aquí tenemos trazado el camino a seguir si no queremos perdernos: Buscar


las cosas del cielo y darle prioridad al reino de Dios. ¿Pero qué hace normalmente
esta humanidad? La mayoría no lo quiere reconocer, pero viven bajo el poder del
maligno (1 Jn. 5:19). Su prioridad está definida en Isaías 22:12, más de 2700 años
atrás y no ha cambiado nada con relación a nuestros días: “Cantan, danzan,
juegan, comen y beben. “Comamos, bebamos y alegrémonos, dicen, ¡qué más
da, si mañana moriremos!”. (NBV). Esta era la filosofía de vida de los
antediluvianos: “En esos días, la gente disfrutaba de banquetes, fiestas y
casamientos…” (Luc. 17:27). (NTV). Y mirando hacia el futuro se nos presenta un
cuadro de lo que llegará a ser el mundo antes que termine: ”El mundo será como
en los días de Lot, cuando las personas se ocupaban de sus quehaceres
diarios -comían y bebían, compraban y vendían, cultivaban y edificaban- hasta
la mañana en que Lot salió de Sodoma. Entonces llovió del cielo fuego y

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azufre ardiente, y destruyó a todos. Sí, será “todo como siempre” hasta el día
en que se manifieste el Hijo del Hombre” (Luc. 17:28-30). (NTV).

Estos autores inspirados no nos están diciendo que comer, beber, casarse,
pasarlo bien, etc., sean actividades pecaminosas, más bien algunas de ellas son
indispensables para que todo ser humano viva. El problema aparece cuando se
llevan al extremo y lo lícito se convierte en abuso. Uno puede comer y beber para la
gloria de Dios o para destruir la maquinaria viviente. Podemos pasarlo bien sin
ofender a Dios o cruzar la línea de la recreación sana para zambullirnos en la
depravación. Casarse es bíblico, es una institución divina, pero también podemos
deshonrar al Creador contrayendo matrimonios que Él no aprueba o practicar toda
clase de pecados bajo el manto del matrimonio.

Una vida centrada en el “yo” es estéril y vacía. Cuando la persona vive sin
aceptar que Dios es el que le ha creado, sostiene y alienta; no vivirá para honrarle
observando su Santa Ley de amor y este es el fracaso más grande al que se pueda
enfrentar cada humano. Nuestra vida es un don tan precioso que debe desarrollarse
según la voluntad divina, es tan corta, como una flor que se abre y luego se
marchita, que no la podemos quemar enfocándonos en lo banal o practicando el
pecado.

Una vida plena

El verdadero sentido de la existencia humana no es este sino el que nos


presenta el apóstol Pablo con toda claridad y contundencia en el libro de Filipenses:
“Pues para mí, el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Sí, querido lector, este era el secreto
de este gigante de la fe: Cristo, Cristo como Mesías, Cristo como Cordero de Dios,
crucificado, resucitado y ascendido a los cielos, desde donde intercede por
nosotros.

Sólo en Cristo Jesús podemos encontrar el verdadero sentido de la vida, de


hecho, Él mismo afirmó que era el verdadero camino, la verdad y la vida (Jn. 14:6).
“La vida” y no una forma más de vivir. “La vida” significa todo. Todo lo que vale la
pena vivir, sentir, hacer, proviene de la fe en Cristo; sin Él la existencia humana no
deja de ser una mera experiencia biológica; lo que quiere decir que podemos ser
“vivos muertos”, tal y como dijo Jesús (Luc. 9:60).

Por eso Pablo decía que sabía vivir, porque sus afectos, su voluntad, su fe,
sus acciones, sus proyectos, todo se centraba en el dulce Jesús, su obra y vida. El
apóstol Juan presenta la misma verdad: “En él estaba la vida, y la vida era la luz
de los hombres” (Jn. 1:4) (RVR1960). Sin Cristo no hay esperanza, no hay vida
plena, no hay luz. Todo el problema de esta humanidad es que han preferido vivir
una vida sin Cristo y le han dado prioridad a los deseos de la carne.

No tenemos excusa para vivir en el pecado; Dios nos ha dado a su Hijo Jesús
para que todo aquel que en Él crea no perezca, sino que tenga vida eterna. En
Cristo Jesús somos justificados, lo que significa que por su gracia obtenemos el
perdón de nuestros pecados y el poder para vencer su atracción. “Por medio de los
méritos de Cristo, el hombre es elevado de su estado depravado, es purificado y
hecho más precioso que el oro de Ofir” (Reflejemos a Jesús, 27).

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“Somos pecadores por nosotros mismos, pero somos justos en Cristo.
Habiéndonos hecho justos por medio de la justicia imputada de Cristo, Dios nos
declara justos y nos trata como a tales. Nos contempla como a sus hijos amados.
Cristo obra contra el poder del pecado, y donde abundó el pecado, sobreabunda la
gracia” (Mensajes Selectos, Tomo 1, 461-462).

Conclusión

El hecho que la vida humana sea tan breve nos debiera llevar a plantearnos
serias reflexiones sobre el cómo vivirla y en qué enfocar todos nuestros intereses.
Una vida centrada en Cristo será fructífera y llena de sentido; porque Cristo es el
eslabón entre Dios y el ser humano; el Mediador, el Redentor, el Principio y el Fin, el
Alfa y la Omega, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, el Creador,
nuestro Amigo y Hermano; es el Buen Pastor, la luz del mundo, el agua de la vida,
la Rosa de Sarón, el lirio de los valles, Aquel que quiere salvarnos. “Jesucristo es
el mismo ayer y hoy por los siglos” (Heb. 13:8). (RVR1960).

“La vida física es algo que recibe cada individuo. No es eterna ni inmortal,
pues la toma de nuevo Dios, el Dador de la vida. El hombre no tiene dominio sobre
su vida. Pero la vida de Cristo no era prestada. Nadie podía quitársela. “Yo de mí
mismo la pongo” (Juan 10:18), dijo él. En él estaba la vida, original, no prestada, no
derivada. Esa vida no es inherente en el hombre. Puede poseerla sólo mediante
Cristo. No puede ganarla; le es dada como un don gratuito si cree en Cristo como su
Salvador personal. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Juan 17:3. Esta es la fuente de vida
abierta para el mundo” (Mensajes Selectos, Tomo 1, 348).

Que Dios te bendiga abundantemente y que puedas vivir la vida de forma


intensa y feliz a través de Cristo. Amén.

© José Vicente Giner


Pastor

Para la reflexión personal y en grupo:

1. ¿Qué nos enseña la vida en relación a la duración de la vida?


2. ¿Qué diferencia existe entre vivir y saber vivir?
3. ¿Qué significa la expresión de Pablo “el vivir es Cristo”?
4. ¿Cómo podemos vivir para glorificar el nombre de Dios?
Versiones bíblicas usadas:

BLPH La Palabra (Versión Hispanoamérica)


DHH Dios Habla Hoy
LBLA La Biblia de las Américas
NBV Nueva Biblia Viva
NTV Nueva Traducción Viviente
RVC Reina Valera Contemporánea
RVR1960 Reina-Valera 1960

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