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Para Kelsen el estado es una comunidad creada por un ordenamiento jurídico
nacional y en tanto comunidad no se encuentra separada de su propio orden
jurídico; es por esta razón que el estado como persona colectiva no es algo diverso
al orden que lo constituye.
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Kelsen, Hans. “Teoría general del derecho y del estado”. Textos Universitarios. México. 1969
Subyace a este argumento, a esta definición, una concepción sobre la acción y en
lo fundamental sobre la acción de estado articulada al concepto de imputación: en
consecuencia para Kelsen se imputa al estado la acción humana cuando ésta se
corresponde concretamente con un orden normativo jurídico supuesto de
antemano.
Para Kelsen decir “órgano de estado” es lo mismo que decir “órgano de derecho”,
entendiendo en un primera perspectiva el órgano como un individuo ejecutor de una
función: es relevante subrayar que esta calidad adquirida por el individuo está
constituida por la función desempeñada, y como órgano realiza en un sentido amplio
una función creadora o de aplicación del derecho; tales funciones tanto de creación
como de ampliación tienden en última instancia a la ejecución de una sanción
jurídica.
Los vínculos que unen al pueblo no se constituyen por una cadena natural de las
generaciones; la existencia de criterios objetivos para su identificación son
realmente posibilidades de conexión y articulación que se actualizan en la vida
subjetiva; por esta razón la pertenencia a un pueblo no se resuelve mediante una
determinación esencial según módulos objetivos espirituales o físicos.
Finalmente, la realidad del pueblo y la nación no revelan por lo regular unidad alguna
sino un pluralismo de direcciones políticas de voluntad, y aún en el apogeo de lo
nacional, existe frente a la unidad como expresión de la actuación del estado un
grupo del pueblo que disiente de ella en los fines o en los medios.
Por esta razón, todo estado se encuentra siempre en el problema de determinar qué
porción de la voluntad política se halla ya realizada en cada momento como
contenido de una voluntad común “orgánica”, y cuánto puede y debe todavía ser
unificado racionalmente y organizado por medio de la autoridad: en efecto, en Heller
el objeto específico de la política consiste en la organización de oposiciones de
voluntad sobre la base de una comunidad de voluntad.
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Schmitt, Carl. “El concepto de lo político”. Alianza. Madrid. España. 1998. Schmitt, Carl. “Teoría de
la constitución”. Alianza. Madrid España. 1982.
Con ocasión de la primera respuesta Schmitt hace un recorrido histórico que pasa
por la concepción medieval del potestas constituens centrado en Dios, los
planteamientos de Sieyès que ubica el poder constituyente en la nación, en el marco
de la revolución francesa, y finalmente las doctrinas derivadas de las experiencias
americanas con las constituciones del siglo XVIIII.
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(1982: 93-107)
Este último tránsito le permite a Schmitt señalar las diferencias y relaciones entre
nación y pueblo, desde la perspectiva del poder constituyente.
Desde estas doctrinas la nación designa el pueblo como unidad política con
capacidad de obrar y con la conciencia de su singularidad y voluntad de existencia
política. A pesar de lo cual no siempre el pueblo existe como nación, en este caso
el pueblo puede corresponder a una asociación de hombres unidos mediante una
especie de conciencia étnica o cultural, pero no necesariamente política.
En este contexto y ante las diferencias que se dan entre estados el argumento de
Schmitt sobre la relación entre “existencia política” y “capacidad de decisión”
cambiará y se relativizará al considerar que estados más pequeños o más débiles
pueden prescindir o tenderán a prescindir del ius belli, aunque logren conservar su
autonomía mediante una política de alianzas.
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“De ahí que, mientras haya sobre la tierra un estrado, habrá también otros, y no puede haber un
‘estado’ mundial que abarque toda la tierra y a toda la humanidad. El mundo político es un pluriverso,
no un universo” (1998:83)
Dado lo anterior, la política interior puede ser leída desde dos ejes fundamentales:
el primer eje pone de presente la permanencia y conservación de la idea de unidad
política de estado que relativiza la pugnacidad interna y sus contradicciones, el
sucedáneo de este estado de cosas es la situación normal en la cual esta siempre
presente la posibilidad de lo excepcional, pero en donde de hecho no esta el caso
decisivo o la situación crítica.
Las diferencias entre partidos políticos, clases sociales u otros tipos de grupos,
pueden alcanzar el “grado extremo de la escala de la política interior” y con ello la
decisión de la confrontación armada entendida como guerra civil, vale decir, como
lucha armada en el seno de una unidad organizada.
En segundo lugar, con la Sociedad de las Naciones de Ginebra los estados como
tales regulan sus relaciones políticas y buscan garantizar su existencia política, sin
embargo, esto no suprime la posibilidad de las guerras, tampoco elimina el ius belli
que corresponde a cada estado sino que lo traslada parcialmente a la liga; la
relación entre estados que se da en el seno de la liga solamente significa
políticamente la existencia de una alianza potencial o efectiva, y de una coalición
que posibilita la paz pero que igualmente favorece las guerras de coalición.