Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El d e r e c h o y el E s t a d o
*
1. E l d u a l is m o t r a d ic io n a l d e d e r e c h o y E st a d o
149
C apítulo XII
como una persona distinta del derecho y que el derecho en sí mismo sea un orden
esencialmente diferente del Estado, sin relación con el poder que se encuentra en el
origen de éste. Es preciso, pues, que sea en cierto sentido un orden justo y equitativo.
El Estado deja así de ser una simple manifestación de la fuerza para convertirse
en un Estado de derecho, que se legitima creando el derecho. En la medida misma en
que una legitimación religiosa o metafísica del Estado pierde su eficacia, esta teoría se
convierte en el único medio de legitimar el Estado. No se turba por sus contradiccio
nes internas y continúa viendo en el Estado una persona jurídica, un objeto de la
ciencia del derecho, e insiste a la vez sobre la idea de que es una manifestación de la
fuerza, un ente extraño al derecho que no puede ser comprendido jurídicam ente.
Además, las contradicciones jamás han turbado seriamente una ideología. Por el
contrario, son un elemento necesario, ya que no se trata de profundizar el conoci
miento científico, sino de determinar la voluntad, y en el caso que nos ocupa importa
menos comprender la naturaleza del Estado que reforzar su autoridad.
2 . I d e n t id a d d e l d e r e c h o y d e l E st a d o
150
El d erech o y el E sta d o
a su deudor moroso para tener de alguna manera una garantía para el resarcimiento
de la deuda. Tales son las formas primitivas de la pena y de la ejecución forzada. Los
que las aplican obran en calidad de órganos del orden jurídico, puesto que están
autorizados a ello por él. En razón misma de esta autorización sus actos pueden ser
imputados a la comunidad constituida por el orden jurídico, de tal modo que no
constituyen nuevos actos ilícitos, sino la reacción de la comunidad jurídica contra
esos actos.
Los órganos centrales sólo se forman en el curso de un larguísimo proceso de
división del trabajo y los órganos judiciales y ejecutivos aparecen mucho antes que los
órganos legislativos. Por importante que pueda ser una transformación tal desde el
punto de vista de la técnica jurídica, no existe, sin embargo, diferencia cualitativa
alguna entre un orden jurídico descentralizado y un Estado.
En tanto que no haya orden jurídico superior al Estado, éste representa el orden
o la comunidad jurídica suprema y soberana. Su validez territorial y material es, sin
duda, limitada, puesto que no se extiende sino a un territorio determinado y a ciertas
relaciones humanas, pero no hay un orden superior a él que le im pida extender su
validez a otros territorios o a otras relaciones humanas.
A partir del momento en que el derecho internacional se constituye, o más
exactamente desde que es considerado como un orden jurídico superior a los diversos
órdenes jurídicos nacionales, el Estado, que es la personificación de un orden jurídico
nacional, ya no puede ser soberano. Su superioridad es solamente relativa, ya que se
halla subordinado al derecho internacional, del cual depende directamente. La defi
nición del Estado debe, pues, comenzar por la relación que lo une al derecho inter
nacional. Éste constituye una comunidad jurídica supraestatal que, a ejemplo de las
comunidades preestatales, no se encuentra suficientemente centralizada para ser
considerada como un Estado
b) El E stado es un p un to de im putación
151
C a p ít u l o XII
referida a la unidad del orden jurídico si una norma de este orden le da esa significa
ción. Ahora bien, el Estado en su calidad de sujeto de actos estatales es precisamente
la personificación de un orden jurídico y no puede ser definido de otra manera.
La imputación de un acto a la persona del Estado lo convierte en un acto estatal
y a su autor, que es un hombre, en un órgano del Estado. La persona jurídica del
Estado tiene, pues, exactamente, el mismo carácter que las demás personas jurídicas.
Como expresión de la unidad de un orden jurídico, es un punto de imputación, y
únicamente la necesidad de representarse concretamente una noción tan abstracta
induce demasiado a menudo a im aginar detrás del orden jurídico un Estado que
sería otra cosa que tal orden.
1. V er p á g . 1 3 3 .
152
El d erech o y el E sta d o
153
C apítulo XII
154
El d erech o y el E sta d o
155