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o que la satisfacción no se basanes para atribuir a todo el mund, la belleza fuera una

estructuray de la repreción oque hace el olicio co s aja en l icio lóco en e podemos ponque
es valioso aatodosDe esto gueesión eoaadoel mundo be estar vincuadal icio usto y a la ia e
esardespojado de do ersisaesióependae adadundadae

De las representaciones a los medios. La contradicción de la representación


SCOTT LASH

(Traducción de fragmentos de la conferencia)

La convocatoria de este encuentro plL 漠扥汬漠


Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal. (...)
Pues quien tiene consciencia de que la satisfacción producida por un objeto es exenta de
interés, no puede hacer más que estimar que ese objeto debe contener un principio de
satisfacción para todos. En efecto, dado que la satisfacción no se base sobre alguna
inclinación del sujeto (o algo distinto del interés reflejo), sino que al contrario, quien juzga
se siente enteramente libre en relación a la satisfacción que él toma del objeto, no puede
separar como principio de la satisfacción ninguna condición de orden personal, que
depende sólo de él en tanto sujeto. Hay entonces que considerar que la satisfacción está
fundada sobre algo que se puede suponer que hay en todos los demás. Y por consiguiente,
hay que creer qu'e existen razones para atribuir a todo el munco una satisfacción semejante.
Hablaremos, entonces de lo bello, como si la belleza fuera una estructure del objeto y como
si el juicio fuera lógico (et constituyera un conocimiento del objeto mediante conceptos),
mientras que en realidad el juicio no es sino estético y sólo contiene una relación apport de
la représentation de l'objet au sujet ; c'est que le jugement esthétique ressemble toutefois en
ceci au jugement logique qu'on peut le supposer valable pour chacun. (...) Il s'ensuit que la
prétention de posséder une valeur pour tous doit être liée au jugement de goût et à la
conscience d'être dégagé de tout intérêt, sans que cette prétention dépende d'une
universalité fondée objectivement ; en d'autres termes, la prétention à une universalité
subjective doit être liée au jugement de goût.
o que la satisfacción no se basaninguna distinguirse n de orden personal, que dependanes
para atribuir a todo el mund, la belleza fuera una estructuray de la repreción oque hace el
olicio co s aja l icio lóco en e podemos ponque es valioso aatodosDe esto Ѐ
gueesión eoaadoel mundo be estar vincuadal icio usto y a la ia e esardespojado de do
ersisaesióependae adadundadae; en ooéinoesióde adadaebe esagadal icio luso

De las representaciones a los medios. La contradicción de la representación


SCOTT LASH

(Trad
Normal
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Título 5
Título 5
Fuente de párrafo predeter.
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ò8

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enumera
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enumera 2
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Martin Eduardo Bradaschia<C:\trabajos\Guardado con Autorrecuperación de
Documento1.asd
Martin Eduardo Bradaschia<C:\trabajos\Guardado con Autorrecuperación de
Documento1.asd
Martin Eduardo Bradaschia)C:\trabajos\bello representa concepto.doc
Martin Eduardo Bradaschia)C:\trabajos\bello representa concepto.doc
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WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
ucción de fragmentos de la conferencia)

La convocatoria de este encuentro plantea la deslegitimación de la política y luego se


pregunta por las consecuencias de esa crisis en el arte, en las prácticas estéticas. Quisiera
tomar otro enfoque y comenzar porantea la deslegitimación de la política y luego se
pregunta por las consecuencias de esa crisis en el arte, en las prácticas estéticas. Quisiera
tomar otro enfoque y comenzar por la representación estética para ir hacia la política.

Quisiera plantear lo que puede considerarse una contradicción de la representación, que


consiste en lo siguiente: nunca antes ha existido tal plétora de representaciones. Por el otro
lado, nunca las representaciones se han desvanecido a mayor velocidad. Al mismo tiempo,
hay cada vez más y cada vez menos representaciones. Acaso haya alguna conexión entre el
hecho de que lo menguante implique lo creciente. En mi argumento voy a describir la
evolución por la cual las representaciones se transforman en medios.

De la superestructura a la base: la vulgarización de la representación


Boris Groys, el teórico del arte ruso que vive en Alemania, plantea en su libro Über das
Neue [Sobre lo nuevo] que las instituciones artísticas, a la manera de un "archivo", ocupan
de alguna manera el lugar de "lo sagrado". En este sentido, el arte ocupa un ámbito
diferente, separado, más elevado. Por un lado están las instituciones y por el otro lo que
está fuera de ellas: lo que Groys llama vida; por un lado lo sagrado, y por el otro lo profano
de la "vida". Lo nuevo opera por el hecho de que aporta al ámbito sagrado material que trae
de la vida, de lo profano. Al hacerlo, lo nuevo se transforma en lo que da cuenta de todo ese
dominio irrepresentable que está por fuera de lo "sagrado". De esta manera, lo nuevo en el
arte presenta lo no representable; evoca la vida, lo profano, el exceso más allá del archivo
simbólico de las instituciones artísticas. En este sentido, lo nuevo es la única parte del
archivo que no es una representación. Sin embargo, a medida que el tiempo pasa, lo nuevo
se vuelve rutina - pierde su carácter novedoso que en su momento se insertó en la lógica del
ámbito sagrado de la representación. Ahora, algún nuevo novedoso tiene que tomar su
lugar, un nuevo significante de lo irrepresentable: un nuevo significante que no es una
representación. Groys entonces se pregunta: ¿qué sucede cuando la vida se transforma en
medios? ¿Qué sucede cuando la vida misma se vuelve totalmente mediatizada? Esta es la
pregunta que lleva a la contradicción de la representación.

La respuesta parecería ser en primer lugar que el arte y el museo necesitan incorporar lo
nuevo, proveniente no tanto de la vida como de alguna especie de paisaje mediático: de
alguna suerte de profano ya mediado. Esta variante de lo profano (como la descripción que
hace Groys de la vida como profano) es irrepresentable. Ahora bien, en esta vuelta lo que es
irrepresentable está constituido, en sí mismo, por representaciones. Nos encontramos
entonces con representaciones que no pueden ser representadas. Existen representaciones,
como habremos de ver, que no representan nada. Pero son precisamente esas las que entran
en el ámbito estético como lo nuevo, donde de alguna manera pasan a dar cuenta de lo
irrepresentable. Este ámbito del arte (el ámbito más general de las representaciones), es al
mismo tiempo el espacio de la ideología, o más exactamente, "lo simbólico". El espacio de
la vida (que es el espacio de la pulsión sexual, y para Freud, claro, de la pulsión de muerte)
ha llegado a ser conocido como el ámbito de lo real. Lo simbólico es el espacio de la ley, el
ámbito de la reproducción, aquello que garantiza la reproducción del capitalismo, de la
familia. Y el espacio de lo real es lo que contradice el espíritu de reproducción. En lo real
no hay reproducción, sino crónica producción; es el espacio cuyo contenido ha sido
eliminado o excretado de lo simbólico.

Lo real es lo que Groys plantea como la vida: la base material de las pulsiones
autopropulsadas, autogeneradas, del deseo. Es el espacio de la desorganización entrópica y
la recombinación autopropulsada. ¿Qué sucede cuando ese ámbito se vuelve mediatizado?
¿Cuándo se vuelve constituido por los medios? El ámbito del movimiento entrópico y de la
recombinación, de la pulsión y de los flujos, de la tendencia a lo inorgánico (como decía
Freud) esa vida, eso real, del cual antes las representaciones estaban excluídas, de pronto
está inundado de representaciones. ¿Qué ocurre entonces cuando lo irrepresentable mismo
se transforma en un mar, un torbellino de representaciones?

Tal como sucede con la representación, la imagen desaparece de la superestructura, de las


superestructuras ideológicas y simbólicas, se reconstituye en la base. Donde existe, persiste
para existir en su propia contradicción. Antes, el ámbito de la invención, de la invención en
el arte se daba en las superestructuras, en las instituciones artísticas. Ahora, la invención
invade lo que Oliver Williamson denominó las instituciones propiamente económicas del
capitalismo mismo. La invención artística es desplazada en parte por algo que comienza a
tomar la forma del arte de la invención, donde la invención es tanto arte como ciencia:
sucede tanto en los estudios como en los laboratorios. El estudio, el laboratorio, antes
protegidos en la cómoda seguridad de las superestructuras, "se cuelan por goteo" hacia
afuera y se reconstituyen en la base, en la economía. Antonio Gramsci escribió acerca de la
base económica como materia, mientras que las instituciones políticas -y las culturales,
agregaríamos nosotros- como espíritu, como "Geist", como "mente". En las
superestructuras hay "mente" como representación. La base es materia; trabajo y sexo como
materia. El trabajo real no tiene que ver con la representación. Tiene que ver con hacer
cosas materiales. Los trabajadores rurales no podían entrar en la polis. Se decía que los
trabajadores no participaban suficientemente de la vida del espíritu como para que les fuera
permitido votar - es decir, que se les permitiera participar del ámbito de la representación,
de la mente, de las superestructuras, hasta entrado el siglo XIX en Inglaterra. Eso es la
representación política. La representación pertenece a un ámbito superior: a la
superestructura; tiene que ver con la mente. Se decía que los trabajadores no eran
suficientemente espirituales. Sus manos estaban sucias y llenas de callos. El trabajo, el
proceso de trabajo (Arbeitsprozess) eran algo sucio. Por contraste, el capital y el proceso de
acumulación eran limpios. El capital como valor de cambio es limpio. Un valor de cambio
es una representación, una abstracción. Transforma la Zuhandenheit (lo que hace a la
condición de manualidad, en términos de Heidegger) del trabajo material y lo constituye en
el atomismo, el utilitarismo del "valor de uso". Pero la real materialidad del trabajo en su
dimensión de Zuhandenheit no es representable.

La pregunta que tenemos que hacernos entonces es qué sucede cuando los medios, las
representaciones toman la base, la base material, lo irrepresentable mismo. ¿Qué sucede
cuando la materialidad del trabajo y del sexo son invadidos por representaciones? ¿Qué
sucede cuando el trabajo se vuelve inmaterial y tiene lugar en recónditos estudios y
laboratorios? ¿Qué sucede cuando el sexo es perforado por iconografía pop? Lo que sucede
es que la materia se transforma en materia-imagen. La imagen abandona la superestructura
y se reconstituye como materia-imagen. La materia se constituye entonces de
representaciones.

El sexo y el trabajo(y también el trabajo sexual) están la representación estética para ir


hacia la política.

Quisiera plantear lo que puede considerarse una contradicción de la representación, que


consiste en lo siguiente: nunca antes ha existido tal plétora de representaciones. Por el otro
lado, nunca las representaciones se han desvanecido a mayor velocidad. Al mismo tiempo,
hay cada vez más y cada vez menos representaciones. Acaso haya alguna conexión entre el
hecho de que lo menguante implique lo creciente. En mi argumento voy a describir la
evolución por la cual las representaciones se transforman en medios.
De la superestructura a la base: la vulgarización de la representación
Boris Groys, el teórico del arte ruso que vive en Alemania, plantea en su libro Über das
Neue [Sobre lo nuevo] que las instituciones artísticas, a la manera de un "archivo", ocupan
de alguna manera el lugar de "lo sagrado". En este sentido, el arte ocupa un ámbito
diferente, separado, más elevado. Por un lado están las instituciones y por el otro lo que
está fuera de ellas: lo qu
ucción de fragmentos de la conferencia)
La convocatoria de este encuentro plantea la deslegitimación de la política y luego se
pregunta por las consecuencias de esa crisis en el arte, en las prácticas estéticas. Quisiera
tomar otro enfoque y comenzar porantea la deslegitimación de la política y luego se
pregunta por las consecuencias de esa crisis en el arte, en las prácticas estéticas. Quisiera
tomar otro enfoque y comenzar por la representación estética para ir hacia la política.

Quisiera plantear lo que puede considerarse una contradicción de la representación, que


consiste en lo siguiente: nunca antes ha existido tal plétora de representaciones. Por el otro
lado, nunca las representaciones se han desvanecido a mayor velocidad. Al mismo tiempo,
hay cada vez más y cada vez menos representaciones. Acaso haya alguna conexión entre el
hecho de que lo menguante implique lo creciente. En mi argumento voy a describir la
evolución por la cual las representaciones se transforman en medios.

De la superestructura a la base: la vulgarización de la representación


Boris Groys, el teórico del arte ruso que vive en Alemania, plantea en su libro Über das
Neue [Sobre lo nuevo] que las instituciones artísticas, a la manera de un "archivo", ocupan
de alguna manera el lugar de "lo sagrado". En este sentido, el arte ocupa un ámbito
diferente, separado, más elevado. Por un lado están las instituciones y por el otro lo que
está fuera de ellas: lo que Groys llama vida; por un lado lo sagrado, y por el otro lo profano
de la "vida". Lo nuevo opera por el hecho de que aporta al ámbito sagrado material que trae
de la vida, de lo profano. Al hacerlo, lo nuevo se transforma en lo que da cuenta de todo ese
dominio irrepresentable que está por fuera de lo "sagrado". De esta manera, lo nuevo en el
arte presenta lo no representable; evoca la vida, lo profano, el exceso más allá del archivo
simbólico de las instituciones artísticas. En este sentido, lo nuevo es la única parte del
archivo que no es una representación. Sin embargo, a medida que el tiempo pasa, lo nuevo
se vuelve rutina - pierde su carácter novedoso que en su momento se insertó en la lógica del
ámbito sagrado de la representación. Ahora, algún nuevo novedoso tiene que tomar su
lugar, un nuevo significante de lo irrepresentable: un nuevo significante que no es una
representación. Groys entonces se pregunta: ¿qué sucede cuando la vida se transforma en
medios? ¿Qué sucede cuando la vida misma se vuelve totalmente mediatizada? Esta es la
pregunta que lleva a la contradicción de la representación.

La respuesta parecería ser en primer lugar que el arte y el museo necesitan incorporar lo
nuevo, proveniente no tanto de la vida como de alguna especie de paisaje mediático: de
alguna suerte de profano ya mediado. Esta variante de lo profano (como la descripción que
hace Groys de la vida como profano) es irrepresentable. Ahora bien, en esta vuelta lo que es
irrepresentable está constituido, en sí mismo, por representaciones. Nos encontramos
entonces con representaciones que no pueden ser representadas. Existen representaciones,
como habremos de ver, que no representan nada. Pero son precisamente esas las que entran
en el ámbito estético como lo nuevo, donde de alguna manera pasan a dar cuenta de lo
irrepresentable. Este ámbito del arte (el ámbito más general de las representaciones), es al
mismo tiempo el espacio de la ideología, o más exactamente, "lo simbólico". El espacio de
la vida (que es el espacio de la pulsión sexual, y para Freud, claro, de la pulsión de muerte)
ha llegado a ser conocido como el ámbito de lo real. Lo simbólico es el espacio de la ley, el
ámbito de la reproducción, aquello que garantiza la reproducción del capitalismo, de la
familia. Y el espacio de lo real es lo que contradice el espíritu de reproducción. En lo real
no hay reproducción, sino crónica producción; es el espacio cuyo contenido ha sido
eliminado o excretado de lo simbólico.

Lo real es lo que Groys plantea como la vida: la base material de las pulsiones
autopropulsadas, autogeneradas, del deseo. Es el espacio de la desorganización entrópica y
la recombinación autopropulsada. ¿Qué sucede cuando ese ámbito se vuelve mediatizado?
¿Cuándo se vuelve constituido por los medios? El ámbito del movimiento entrópico y de la
recombinación, de la pulsión y de los flujos, de la tendencia a lo inorgánico (como decía
Freud) esa vida, eso real, del cual antes las representaciones estaban excluídas, de pronto
está inundado de representaciones. ¿Qué ocurre entonces cuando lo irrepresentable mismo
se transforma en un mar, un torbellino de representaciones?

Tal como sucede con la representación, la imagen desaparece de la superestructura, de las


superestructuras ideológicas y simbólicas, se reconstituye en la base. Donde existe, persiste
para existir en su propia contradicción. Antes, el ámbito de la invención, de la invención en
el arte se daba en las superestructuras, en las instituciones artísticas. Ahora, la invención
invade lo que Oliver Williamson denominó las instituciones propiamente económicas del
capitalismo mismo. La invención artística es desplazada en parte por algo que comienza a
tomar la forma del arte de la invención, donde la invención es tanto arte como ciencia:
sucede tanto en los estudios como en los laboratorios. El estudio, el laboratorio, antes
protegidos en la cómoda seguridad de las superestructuras, "se cuelan por goteo" hacia
afuera y se reconstituyen en la base, en la economía. Antonio Gramsci escribió acerca de la
base económica como materia, mientras que las instituciones políticas -y las culturales,
agregaríamos nosotros- como espíritu, como "Geist", como "mente". En las
superestructuras hay "mente" como representación. La base es materia; trabajo y sexo como
materia. El trabajo real no tiene que ver con la representación. Tiene que ver con hacer
cosas materiales. Los trabajadores rurales no podían entrar en la polis. Se decía que los
trabajadores no participaban suficientemente de la vida del espíritu como para que les fuera
permitido votar - es decir, que se les permitiera participar del ámbito de la representación,
de la mente, de las superestructuras, hasta entrado el siglo XIX en Inglaterra. Eso es la
representación política. La representación pertenece a un ámbito superior: a la
superestructura; tiene que ver con la mente. Se decía que los trabajadores no eran
suficientemente espirituales. Sus manos estaban sucias y llenas de callos. El trabajo, el
proceso de trabajo (Arbeitsprozess) eran algo sucio. Por contraste, el capital y el proceso de
acumulación eran limpios. El capital como valor de cambio es limpio. Un valor de cambio
es una representación, una abstracción. Transforma la Zuhandenheit (lo que hace a la
condición de manualidad, en términos de Heidegger) del trabajo material y lo constituye en
el atomismo, el utilitarismo del "valor de uso". Pero la real materialidad del trabajo en su
dimensión de Zuhandenheit no es representable.

La pregunta que tenemos que hacernos entonces es qué sucede cuando los medios, las
representaciones toman la base, la base material, lo irrepresentable mismo. ¿Qué sucede
cuando la materialidad del trabajo y del sexo son invadidos por representaciones? ¿Qué
sucede cuando el trabajo se vuelve inmaterial y tiene lugar en recónditos estudios y
laboratorios? ¿Qué sucede cuando el sexo es perforado por iconografía pop? Lo que sucede
es que la materia se transforma en materia-imagen. La imagen abandona la superestructura
y se reconstituye como materia-imagen. La materia se constituye entonces de
representaciones.
El sexo y el trabajo(y también el trabajo sexual) están la representación estética para ir
hacia la política.

Quisiera plantear lo que puede considerarse una contradicción de la representación, que


consiste en lo siguiente: nunca antes ha existido tal plétora de representaciones. Por el otro
lado, nunca las representaciones se han desvanecido a mayor velocidad. Al mismo tiempo,
hay cada vez más y cada vez menos representaciones. Acaso haya alguna conexión entre el
hecho de que lo menguante implique lo creciente. En mi argumento voy a describir la
evolución por la cual las representaciones se transforman en medios.
De la superestructura a la base: la vulgarización de la representación
Boris Groys, el teórico del arte ruso que vive en Alemania, plantea en su libro Über das
Neue [Sobre lo nuevo] que las instituciones artísticas, a la manera de un "archivo", ocupan
de alguna manera el lugar de "lo sagrado". En este sentido, el arte ocupa un ámbito
diferente, separado, más elevado. Por un lado están las instituciones y por el otro lo que
está fuera de ellas: lo qu
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e Groys llama vida; por un lado lo sagrado, y por el otro lo profano de la "vida". Lo nuevo
opera por el hecho de que aporta al ámbito sagrado material que trae de la vida, de lo
profano. Al hacerlo, lo nuevo se transforma en lo que da cuenta de todo ese dominio
irrepresentable que está por fuera de lo "sagrado". De esta manera, lo nuevo en el arte
presenta lo no representable; evoca la vida, lo profano, el exceso más allá del archivo
simbólico de las instituciones artísticas. En este sentido, lo nuevo es la única parte del
archivo que no es una representación. Sin embargo, a medida que el tiempo pasa, lo nuevo
se vuelve rutina - pierde su carácter novedoso que en su momento se insertó en la lógica del
ámbito sagrado de la representación. Ahora, algún nuevo 搒 Ũ
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Martin Eduardo Bradaschiaÿ&
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WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
invadidos por representaciones. McLuhan vio una mitad: el descenso de la representación
hacia la materia. Y los medios tienen que ver con la materia - por eso son "vulgares". En la
era previa, la de las representaciones, la ontología era dualista: ser y entes, imagen y
materia, forma y sustancia, significado y significantes, representación y lo representado. El
escape, la fuga de las representaciones fuera de lo simbólico nos da una ontología monista
de la materia-imagen. En términos de Negri y Multitudes, acaso la ontología social sea una
"ontología política". Esa ontología nace en una crisis de la representación mucho más
profunda. Esa sociología es en sí la contradicción de la representación. Esa contradicción es
algo que no podía reconocer la ontología previa, crítica, donde la contradicción era o bien
dialéctica o bien aporética. La nueva ontología de la imagen-materia no es crítica. Es
metafísica. Es post-crítica, y al mismo tiempo pre-crítica. En ella, la materia y la imagen no
son externas o trascend
invadidos por representaciones. McLuhan vio una mitad: el descenso de la representación
hacia la materia. Y los medios tienen que ver con la materia - por eso son "vulgares". En la
era previa, la de las representaciones, la ontología era dualista: ser y entes, imagen y
materia, forma y sustancia, significado y significantes, representación y lo representado. El
escape, la fuga de las representaciones fuera de lo simbólico nos da una ontología monista
de la materia-imagen. En términos de Negri y Multitudes, acaso la ontología social sea una
"ontología política". Esa ontología nace en una crisis de la representación mucho más
profunda. Esa sociología es en sí la contradicción de la representación. Esa contradicción es
algo que no podía reconocer la ontología previa, crítica, donde la contradicción era o bien
dialéctica o bien aporética. La nueva ontología de la imagen-materia no es crítica. Es
metafísica. Es post-crítica, y al mismo tiempo pre-crítica. En ella, la materia y la imagen no
son externas o trascendЀ
entes una con respecto a la otra, como en la crítica. En cambio, materia e imagen son
inmanentes una con respecto a la otra.

(...)

Es sabido que la lógica de la representación surgió en el Renacimiento y se cristalizó en el


Iluminismo. Atravesó el arte, la filosofía, la ciencia, la política y la economía. En cada caso
de representación, un particular es subsumido bajo un universal. El universal como tal
"representa" al particular. Lo podemos ver en la perspectiva renacentista, donde el
universal, la pintura, es una ventana sobre lo particular de la realidad óptica de cada día. Lo
vemos muy claramente en la lógica, en epistemología, donde lo universal del concepto
subsume lo particular de la intuición; en la ley, donde la norma subsume el hecho; en la
economía, donde el universal abstracto del valor de cambio subsume y arrastra el particular
concreto del valor de uso; en la perspectiva albertiana en la arquitectura y el urbanismo. La
lógica de la representación es inherentemente newtoniana, y lo es por lo menos de dos
maneras: en su esencia, es un mecanismo, no un vitalismo. Es decir, es de causa externa en
lugar de autocausada, y se caracteriza por la reproducción en lugar de la producción
(recordemos que la representación superestructural garantiza la reproducción de la
economía y de lo social y de la familia). Un mecanismo también significa atomismo como
algo distinto de la monadología. En el atomismo, la sustancia simple es identidad (átomos)
mientras que en monadología, la sustancia simple es diferencia. En la versión clásica, la
representación participa de la lógica del mecanismo y del atomismo. Pero cuando la
representación se cuela fuera de las superestructuras e invade y recorre y prolifera (como un
virus) en la base, se transforma en monadología. Las representaciones, previamente
inscriptas en una lógica mecanicista, cobran vida. Es por eso que Arjun Appadurai puede
escribir de la 'vida social de las cosas'. La vida social de las cosas es un caso en que las
cosas cobran vida. En efecto, los hechos culturales y las representaciones cobran vida. Esas
cosas ya no son en sentido clásico objetos o átomos o identidades, sino nuevas mónadas: es
una literal fuga del mecanicismo al paradigma del vitalismo.

En la era de la representación clásica, los universales son condición de existencia de los


particulares. Por eso, el proceso de acumulación es una condición de existencia (un a priori)
del proceso laboral capitalista. El valor de cambio es una condición de existencia del valor
de uso. En la perspectiva renacentista, el universal (la pintura) es una condición de
existencia del particular. Esa forma (como universal) es la condición de existencia de la
sustancia en tanto particular. Esto es: la sustancia en tanto átomo está condicionada por la
existencia de formas, de formas de conocimiento. Los objetos, en tanto cosas sustanciales,
presuponen un creador (un dador de forma). Una vez más, la forma como condición de
existencia de la sustancia. Y el universal como condición de existencia (más que como
constituyente) de la particularidad.

Sin embargo, cuando las representaciones se cuelan de las superestructuras y ingresan en la


economía, cuando ingresan efectivamente en la economía cultural -o vuelven cultural a la
economía-entonces las formas superestructurales desaparecen, por tanto lo que desaparece
son los particulares de la base. Los particulares (átomos) dependen de los universales
(formas). Estas singularidades son su propia condición de existencia. Son sui generis. Son
su propia condición de cambio (a pesar de serlo sólo en parte, porque no son sistemas
cerrados). Por eso, los objetos y las representaciones, una vez que abandonan la lógica de la
representación, cobran reflexividad, se vuelven autopoiéticas. Esto significa que, a pesar de
ser abiertas, son autocausantes, autocondicionantes, autoenergizantes. Esto se aplica tanto
para la materia inorgánica como para los seres humanos. Sólo es cuestión de grado.

(...)

Volvamos al arte. Resulta tonto y ni siquiera una perogrullada plantear que el arte está
implosionando o que las paredes de los museos están destruidas, porque nunca ha habido
más museos. ¿Qué sucede entonces con el arte? La representación en general tiene que ver
con las relaciones de percepción. Este es el caso en el arte, de manera especial y obvia: lo
que está ocurriendo es una ontologización de la representación. Antes, en su abstracción y
relación de lo universal a lo particular, la representación era epistemológica; ahora se
transforma en ontológica. Desciende al mundo. Y Schopenhauer se dio cuenta de ello en El
mundo como voluntad y representación. En epistemología conocemos las cosas como für-
sichs, para sí (es decir, para nosotros) en tanto apariencias: conocemos las cosas como
átomos, como particulares. Para conocer las cosas como an-sichs (en sí), para entender las
cosas en su propia lógica, en su propia estructura ontológica, y no epistemológicamente, de
alguna manera tenemos que descender con ellas al mundo. Tenemos que ponernos
ontológicos con las cosas.

(...)

Poder: política
Veamos cómo funcionan las representaciones a través del poder. En el modo clásico, el
poder de la representación funcionaba a través del hecho de que el representante subsume al
representado, el universal al particular, el clasificador a lo clasificado. Lo simbólico en
tanto aparato clasificatorio es la manera en que encontramos sentido al mundo. Aquí, las
clasificaciones reúnen lo universal y lo particular. Estas parejas de universales y
particulares, a través de su violencia simbólica, nos interpelan y constituyen como sujetos
normalizados (atomizados) que lo social, la economía y la familia pueden reproducir. La
manera en que encontramos sentido es por ende la manera en que somos dominados.
Ahora, sin embargo, encontramos sentido al mundo a través del mapeo: las
representaciones se han transformado en signos, señales, en señalética (en el lenguaje de
Robert Venturi). Cuando se vuelven señalética, Saussure desciende al mundo y encontrar
sentido se transforma en orientación.

Ya no estamos ante la violencia simbólica de la ideología o de la disciplina. Eso se debe a


que la violencia de lo simbólico (de la ideología) opera a través de la reproducción,
mientras que el poder contemporáneo, el poder de la representación ontologizada como
materia-imagen, opera a través de la imagen) operan no a través de una lógica de la
identidad sino de la diferencia. A producción. El biopoder es productivo decía Foucault. El
poder contemporáneo y el poder de las representaciones de hoy (en tanto materia-eso
apunta Foucault, a mi entender. En Las palabras y las cosas, habla de la representación
como clasificación que se corresponde con el poder de vigilancia en el que, como en la
clasificación, el poder viene de arriba. Aquí tenemos por un lado poder y por el otro, lo que
podríamos llamar fuerza mecánica (es decir no Kraft, energía, pulsión, deseo, que sean sui
generis en términos vitalistas). El cambio de episteme es aquí un cambio en el régimen de
representación. Ahora las palabras ya no clasifican las cosas, sino entran "fisiológicamente"
en su ser mismo. Es una ontologización de la representación, paralela a la ontologización
del poder en biopoder que propone Foucault. El poder, tal como lo conocemos, se divide en
pouvoir y puissance. Puissance es invención, es creación de diferencia - tanto en el trabajo
como en la política como en la cultura. En la vigilancia y lo simbólico, el poder está
separado de la puissance, por lo tanto esto lleva a la reproducción. Pero ahora el poder se
vuelve a encontrar con la puissance: puissance y pouvoir se entrelazan de manera
inextricable. El biopoder, distinto del poder disciplinario o de vigilancia, es pouvoir-
puissance al mismo tiempo. La ontologización de la representación (como materia-imagen)
es pouvoir-puissance. No necesariamente funciona cuando uno produce identidad, pero sí
cuando uno está inventando diferencia. Biopoder (y en efecto, "control") es puissance-
pouvoir.
(...)

De la misma manera, la política del pueblo, o del proletariado, era política epistemológica.
Y la política contemporánea acaso sea ontológica. Y las líneas de fuga - o deriva -
significan escape de la representación, tanto se trate de representación como la cuadrícula
de la ciudad albertiana como el escape de la abstracción de las relaciones capitalistas de
producción. El problema es que el capitalismo se ha reconstituido. También el capitalismo
se ha escapado de la fábrica de las abstractas relaciones de producción del capitalismo (en
el sentido de relaciones identitarias y atomistas).

El surgimiento y la multiplicación de representaciones a partir de la superestructura y hacia


la infraestructura también significa la ubicuidad de la comunicación: la ubicuidad de las
comunicaciones. Que los medios están en todos lados significa que también las
comunicaciones están por todos lados. Los medios son, obviamente, los medios masivos de
comunicación. La ontologización de las representaciones nos depara la ubicuidad de las
comunicaciones. Las comunicaciones también son movimientos: movimientos de mensajes
de A a B, de gente de A a B. Los capitalistas también se han escapado de la dominación a
través de la identidad y del ser del objeto fijo (es decir los medios de producción) y están
controlando el movimiento, el devenir de los medios de comunicación. Estamos
compelidos a comunicarnos. Estamos condenados a movernos. Somos propulsados a
representar. Hay una pulsión a la representación, a la representación crónica. e incesante.

En la medida en que el poder se vuelve ontológico y escapa del ser al movimiento, el poder
se vuelve comunicacional. Los medios y las comunicaciones (incluyendo el transporte)
siempre reúnen a los seres desde una distancia. Encontramos sentido al mundo a través de
nuestra orientación en el movimiento que atraviesa las representaciones de ayer, que se
están transformando en la materia-imagen de hoy. Pero todo el tiempo, en realidad estamos
a merced de su movimiento, su cartografía: burlonamente, es la materia-imagen de esas
representaciones-devenidas-medios la que nos encuentra sentido a nosotros.

novedoso tiene que tomar su lugar, un nuevo significante de lo irrepresentable: un nuevo


significante que no es una representación. Groys entonces se pregunta: ¿qué sucede cuando
la vida se transforma en medios? ¿Qué sucede cuando la vida misma se vuelve totalmente
mediatizada? Esta es la pregunta que lleva a la contradicción de la representación.
La respuesta parecería ser en primer lugar que el arte y el museo necesitan incorporar lo
nuevo, proveniente no tanto de la vida como de alguna especie de paisaje mediático: de
alguna suerte de profano ya mediado. Esta variante de lo profano (como la descripción que
hace Groys de la vida como profano) es irrepresentable. Ahora bien, en esta vuelta lo que es
irrepresentable está constituido, en sí mismo, por represЀ
Normal
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Título 5
Título 5
Fuente de párrafo predeter.
Fuente de párrafo predeter.
ò8

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enumera
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enumera 2
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Martin Eduardo Bradaschiaÿ(
Martin Eduardo Bradaschia<C:\trabajos\Guardado con Autorrecuperación de
Documento1.asd
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Martin Eduardo Bradaschia)C:\trabajos\bello representa concepto.doc
Martin Eduardo Bradaschia)C:\trabajos\bello representa concepto.doc
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Martin Eduardo BradaschiaKC:\trabajos\Guardado con Autorrecuperación de bello
representa concepto.asd
Martin Eduardo BradaschiaKC:\trabajos\Guardado con Autorrecuperación de bello
representa concepto.asd
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WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
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C:\trabajos\bello representa concepto.docortEmptyParas]>&nbsp;<![enì¥Á
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1Table
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Facultad de Arte
Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
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Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
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Martin Eduardo Bradaschia
Microsoft Word 8.0
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Título 5
Título 5
Fuente de párrafo predeter.
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enumera
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entaciones. Nos encontramos entonces con representaciones que no pueden ser
representadas. Existen representaciones, como habremos de ver, que no representan nada.
Pero son precisamente esas las que entran en el ámbito estético como lo nuevo, donde de
alguna manera pasan a dar cuenta de lo irrepresentable. Este ámbito del arte (el ámbito más
general de las representaciones), es al mismo tiempo el espacio de la ideología, o más
exactamente, "lo simbólico". El espacio de la vida (que es el espacio de la pulsión sexual, y
para Freud, claro, de la pulsión de muerte) ha llegado a ser conocido como el ámbito de lo
real. Lo simbólico es el espacio de la ley, el ámbito de la reproducción, aquello que
garantiza la reproducción del capitalismo, de la familia. Y el espacio de lo real es lo que
contradice el espíritu de reproducción. En lo real no hay reproducción, sino crónica
producción; es el espacio cuyo contenido ha sido eliminado o excretado de lo simbólico.

Lo real es lo que Groys plantea como la vida: la base material de las pulsiones
autopropulsadas, autogeneradas, del deseo. Es el espacio de la desorganización entrópica y
la recombinación autopropulsada. ¿Qué sucede cuando ese ámbito se vuelve mediatizado?
¿Cuándo se vuelve constituido por los medios? El ámbito del movimiento entrópico y de la
recombinación, de la pulsión y de los flujos, de la tendencia a lo inorgánico (como decía
Freud) esa vida, eso real, del cual antes las representaciones estaban excluídas, de pronto
está inundado de representaciones. ¿Qué ocurre entonces cuando lo irrepresentable mismo
se transforma en un mar, un torbellino de representaciones?
Tal como sucede con la representación, la imagen desaparece de la superestructura, de las
superestructuras ideológicas y simbólicas, se reconstituye en la base. Donde existe, persiste
para existir en su propia contradicción. Antes, el ámbito de la invención, de la invención en
el arte se daba en las superestructuras, en las instituciones artísticas. Ahora, la invención
invade lo que Oliver Williamson denominó las instituciones propiamente económicas del
capitalismo mismo. La invención artística es desplazada en parte por algo que comienza a
tomar la forma del arte de la invención, donde la invención es tanto arte como ciencia:
sucede tanto en los estudios como en los laboratorios. El estudio, el laboratorio, antes
protegidos en la cómoda seguridad de las superestructuras, "se cuelan por goteo" hacia
afuera y se reconstituyen en la base, en la economía. Antonio Gramsci escribió acerca de la
base económica como materia, mientras que las instituciones políticas -y las culturales,
agregaríamos nosotros- como espíritu, como "Geist", como "mente". En las
superestructuras hay "mente" como representación. La base es materia; trabajo y sexo como
materia. El trabajo real no tiene que ver con la representación. Tiene que ver con hacer
cosas materiales. Los trabajadores rurales no podían entrar en la polis. Se decía que los
trabajadores no participaban suficientemente de la vida del espíritu como para que les fuera
permitido votar - es decir, que se les permitiera participar del ámbito de la representación,
de la mente, de las superestructuras, hasta entrado el siglo XIX en Inglaterra. Eso es la
representación política. La representación pertenece a un ámbito superior: a la
superestructura; tiene que ver con la mente. Se decía que los trabajadores no eran
suficientemente espirituales. Sus manos estaban sucias y llenas de callos. El trabajo, el
proceso de trabajo (Arbeitsprozess) eran algo sucio. Por contraste, el capital y el proceso de
acumulación eran limpios. El capital como valor de cambio es limpio. Un valor de cambio
es una representación, una abstracción. Transforma la Zuhandenheit (lo que hace a la
condición de manualidad, en términos de Heidegger) del trabajo material y lo constituye en
el atomismo, el utilitarismo del "valor de uso". Pero la real materialidad del trabajo en su
dimensión de Zuhandenheit no es representable.

La pregunta que tenemos que hacernos entonces es qué sucede cuando los medios, las
representaciones toman la base, la base material, lo irrepresentable mismo. ¿Qué sucede
cuando la materialidad del trabajo y del sexo son invadidos por representaciones? ¿Qué
sucede cuando el trabajo se vuelve inmaterial y tiene lugar en recónditos estudios y
laboratorios? ¿Qué sucede cuando el sexo es perforado por iconografía pop? Lo que sucede
es que la materia se transforma en materia-imagen. La imagen abandona la superestructura
y se reconstituye como materia-imagen. La materia se constituye entonces de
representaciones.
El sexo y el trabajo(y también el trabajo sexual) están invadidos por representaciones.
McLuhan vio una mitad: el descenso de la representación hacia la materia. Y los medios
tienen que ver con la materia - por eso son "vulgares". En la era previa, la de las
representaciones, la ontología era dualista: ser y entes, imagen y materia, forma y sustancia,
significado y significantes, representación y lo representado. El escape, la fuga de las
representaciones fuera de lo simbólico nos da una ontología monista de la materia-imagen.
En términos de Negri y Multitudes, acaso la ontología social sea una "ontología política".
Esa ontología nace en una crisis de la representación mucho más profunda. Esa sociología
es en sí la contradicción de la representación. Esa contradicción es algo que no podía
reconocer la ontología previa, crítica, donde la contradicción era o bien dialéctica o bien
aporética. La nueva ontología de la imagen-materia no es crítica. Es metafísica. Es post-
crítica, y al mismo tiempo pre-crítica. En ella, la materia y la imagen no son externas o
trascendentes una con respecto a la otra, como en la crítica. En cambio, materia e imagen
son inmanentes una con respecto a la otra.
(...)
Es sabido que la lógica de la representación surgió en el Renacimiento y se cristalizó en el
Iluminismo. Atravesó el arte, la filosofía, la ciencia, la política y la economía. En cada caso
de representación, un particular es subsumido bajo un universal. El universal como tal
"representa" al particular. Lo podemos ver en la perspectiva renacentista, donde el
universal, la pintura, es una ventana sobre lo particular de la realidad óptica de cada día. Lo
vemos muy claramente en la lógica, en epistemología, donde lo universal del concepto
subsume lo particular de la intuición; en la ley, donde la norma subsume el hecho; en la
economía, donde el universal abstracto del valor de cambio subsume y arrastra el particular
concreto del valor de uso; en la perspectiva albertiana en la arquitectura y el urbanismo. La
lógica de la representación es inherentemente newtoniana, y lo es por lo menos de dos
maneras: en su esencia, es un mecanismo, no un vitalismo. Es decir, es de causa externa en
lugar de autocausada, y se caracteriza por la reproducción en lugar de la producción
(recordemos que la representación superestructural garantiza la reproducción de la
economía y de lo social y de la familia). Un mecanismo también significa atomismo como
algo distinto de la monadología. En el atomismo, la sustancia simple es identidad (átomos)
mientras que en monadología, la sustancia simple es diferencia. En la versión clásica, la
representación participa de la lógica del mecanismo y del atomismo. Pero cuando la
representación se cuela fuera de las superestructuras e invade y recorre y prolifera (como un
virus) en la base, se transforma en monadología. Las representaciones, previamente
inscriptas en una lógica mecanicista, cobran vida. Es por eso que Arjun Appadurai puede
escribir de la 'vida social de las cosas'. La vida social de las cosas es un caso en que las
cosas cobran vida. En efecto, los hechos culturales y las representaciones cobran vida. Esas
cosas ya no son en sentido clásico objetos o átomos o identidades, sino nuevas mónadas: es
una literal fuga del mecanicismo al paradigma del vitalismo.

En la era de la representación clásica, los universales son condición de existencia de los


particulares. Por eso, el proceso de acumulación es una condición de existencia (un a priori)
del proceso laboral capitalista. El valor de cambio es una condición de existencia del valor
de uso. En la perspectiva renacentista, el universal (la pintura) es una condición de
existencia del particular. Esa forma (como universal) es la condición de existencia de la
sustancia en tanto particular. Esto es: la sustancia en tanto átomo está condicionada por la
existencia de formas, de formas de conocimiento. Los objetos, en tanto cosas sustanciales,
presuponen un creador (un dador de forma). Una vez más, la forma como condición de
existencia de la sustancia. Y el universal como condición de existencia (más que como
constituyente) de la particularidad.

Sin embargo, cuando las representaciones se cuelan de las superestructuras y ingresan en la


economía, cuando ingresan efectivamente en la economía cultural -o vuelven cultural a la
economía-entonces las formas superestructurales desaparecen, por tanto lo que desaparece
son los particulares de la base. Los particulares (átomos) dependen de los universales
(formas). Estas singularidades son su propia condición de existencia. Son sui generis. Son
su propia condición de cambio (a pesar de serlo sólo en parte, porque no son sistemas
cerrados). Por eso, los objetos y las representaciones, una vez que abandonan la lógica de la
representación, cobran reflexividad, se vuelven autopoiéticas. Esto significa que, a pesar de
ser abiertas, son autocausantes, autocondicionantes, autoenergizantes. Esto se aplica tanto
para la materia inorgánica como para los seres humanos. Sólo es cuestión de grado.
(...)

Volvamos al arte. Resulta tonto y ni siquiera una perogrullada plantear que el arte está
implosionando o que las paredes de los museos están destruidas, porque nunca ha habido
más museos. ¿Qué sucede entonces con el arte? La representación en general tiene que ver
con las relaciones de percepción. Este es el caso en el arte, de manera especial y obvia: lo
que está ocurriendo es una ontologización de la representación. Antes, en su abstracción y
relación de lo universal a lo particular, la representación era epistemológica; ahora se
transforma en ontológica. Desciende al mundo. Y Schopenhauer se dio cuenta de ello en El
mundo como voluntad y representación. En epistemología conocemos las cosas como für-
sichs, para sí (es decir, para nosotros) en tanto apariencias: conocemos las cosas como
átomos, como particulares. Para conocer las cosas como an-sichs (en sí), para entender las
cosas en su propia lógica, en su propia estructura ontológica, y no epistemológicamente, de
alguna manera tenemos que descender con ellas al mundo. Tenemos que ponernos
ontológicos con las cosas.

(...)

Poder: política
Veamos cómo funcionan las representaciones a través del poder. En el modo clásico, el
poder de la representación funcionaba a través del hecho de que el representante subsume al
representado, el universal al particular, el clasificador a lo clasificado. Lo simbólico en
tanto aparato clasificatorio es la manera en que encontramos sentido al mundo. Aquí, las
clasificaciones reúnen lo universal y lo particular. Estas parejas de universales y
particulares, a través de su violencia simbólica, nos interpelan y constituyen como sujetos
normalizados (atomizados) que lo social, la economía y la familia pueden reproducir. La
manera en que encontramos sentido es por ende la manera en que somos dominados.
Ahora, sin embargo, encontramos sentido al mundo a través del mapeo: las
representaciones se han transformado en signos, señales, en señalética (en el lenguaje de
Robert Venturi). Cuando se vuelven señalética, Saussure desciende al mundo y encontrar
sentido se transforma en orientación.

Ya no estamos ante la violencia simbólica de la ideología o de la disciplina. Eso se debe a


que la violencia de lo simbólico (de la ideología) opera a través de la reproducción,
mientras que el poder contemporáneo, el poder de la representación ontologizada como
materia-imagen, opera a través de la imagen) operan no a través de una lógica de la
identidad sino de la diferencia. A producción. El biopoder es productivo decía Foucault. El
poder contemporáneo y el poder de las representaciones de hoy (en tanto materia-eso
apunta Foucault, a mi entender. En Las palabras y las cosas, habla de la representación
como clasificación que se corresponde con el poder de vigilancia en el que, como en la
clasificación, el poder viene de arriba. Aquí tenemos por un lado poder y por el otro, lo que
podríamos llamar fuerza mecánica (es decir no Kraft, energía, pulsión, deseo, que sean sui
generis en términos vitalistas). El cambio de episteme es aquí un cambio en el régimen de
representación. Ahora las palabras ya no clasifican las cosas, sino entran "fisiológicamente"
en su ser mismo. Es una ontologización de la representación, paralela a la ontologización
del poder en biopoder que propone Foucault. El poder, tal como lo conocemos, se divide en
pouvoir y puissance. Puissance es invención, es creación de diferencia - tanto en el trabajo
como en la política como en la cultura. En la vigilancia y lo simbólico, el poder está
separado de la puissance, por lo tanto esto lleva a la reproducción. Pero ahora el poder se
vuelve a encontrar con la puissance: puissance y pouvoir se entrelazan de manera
inextricable. El biopoder, distinto del poder disciplinario o de vigilancia, es pouvoir-
puissance al mismo tiempo. La ontologización de la representación (como materia-imagen)
es pouvoir-puissance. No necesariamente funciona cuando uno produce identidad, pero sí
cuando uno está inventando diferencia. Biopoder (y en efecto, "control") es puissance-
pouvoir.

(...)

De la misma manera, la política del pueblo, o del proletariado, era política epistemológica.
Y la política contemporánea acaso sea ontológica. Y las líneas de fuga - o deriva -
significan escape de la representación, tanto se trate de representación como la cuadrícula
de la ciudad albertiana como el escape de la abstracción de las relaciones capitalistas de
producción. El problema es que el capitalismo se ha reconstituido. También el capitalismo
se ha escapado de la fábrica de las abstractas relaciones de producción del capitalismo (en
el sentido de relaciones identitarias y atomistas).

El surgimiento y la multiplicación de representaciones a partir de la superestructura y hacia


la infraestructura también significa la ubicuidad de la comunicación: la ubicuidad de las
comunicaciones. Que los medios están en todos lados significa que también las
comunicaciones están por todos lados. Los medios son, obviamente, los medios masivos de
comunicación. La ontologización de las representaciones nos depara la ubicuidad de las
comunicaciones. Las comunicaciones también son movimientos: movimientos de mensajes
de A a B, de gente de A a B. Los capitalistas también se han escapado de la dominación a
través de la identidad y del ser del objeto fijo (es decir los medios de producción) y están
controlando el movimiento, el devenir de los medios de comunicación. Estamos
compelidos a comunicarnos. Estamos condenados a movernos. Somos propulsados a
representar. Hay una pulsión a la representación, a la representación crónica. e incesante.

En la medida en que el poder se vuelve ontológico y escapa del ser al movimiento, el poder
se vuelve comunicacional. Los medios y las comunicaciones (incluyendo el transporte)
siempre reúnen a los seres desde una distancia. Encontramos sentido al mundo a través de
nuestra orientación en el movimiento que atraviesa las representaciones de ayer, que se
están transformando en la materia-imagen de hoy. Pero todo el tiempo, en realidad estamos
a merced de su movimiento, su cartografía: burlonamente, es la materia-imagen de esas
representaciones-devenidas-medios la que nos encuentra sentido a nosotros.

entaciones. Nos encontramos entonces con representaciones que no pueden ser


representadas. Existen representaciones, como habremos de ver, que no representan nada.
Pero son precisamente esas las que entran en el ámbito estético como lo nuevo, donde de
alguna manera pasan a dar cuenta de lo irrepresentable. Este ámbito del arte (el ámbito más
general de las representaciones), es al mismo tiempo el espacio de la ideología, o más
exactamente, "lo simbólico". El espacio de la vida (que es el espacio de la pulsión sexual, y
para Freud, claro, de la pulsión de muerte) ha llegado a ser conocido como el ámbito de lo
real. Lo simbólico es el espacio de la ley, el ámbito de la reproducción, aquello que
garantiza la reproducción del capitalismo, de la familia. Y el espacio de lo real es lo que
contradice el espíritu de reproducción. En lo real no hay reproducción, sino crónica
producción; es el espacio cuyo contenido ha sido eliminado o excretado de lo simbólico.

Lo real es lo que Groys plantea como la vida: la base material de las pulsiones
autopropulsadas, autogeneradas, del deseo. Es el espacio de la desorganización entrópica y
la recombinación autopropulsada. ¿Qué sucede cuando ese ámbito se vuelve mediatizado?
¿Cuándo se vuelve constituido por los medios? El ámbito del movimiento entrópico y de la
recombinación, de la pulsión y de los flujos, de la tendencia a lo inorgánico (como decía
Freud) esa vida, eso real, del cual antes las representaciones estaban excluídas, de pronto
está inundado de representaciones. ¿Qué ocurre entonces cuando lo irrepresentable mismo
se transforma en un mar, un torbellino de representaciones?
Tal como sucede con la representación, la imagen desaparece de la superestructura, de las
superestructuras ideológicas y simbólicas, se reconstituye en la base. Donde existe, persiste
para existir en su propia contradicción. Antes, el ámbito de la invención, de la invención en
el arte se daba en las superestructuras, en las instituciones artísticas. Ahora, la invención
invade lo que Oliver Williamson denominó las instituciones propiamente económicas del
capitalismo mismo. La invención artística es desplazada en parte por algo que comienza a
tomar la forma del arte de la invención, donde la invención es tanto arte como ciencia:
sucede tanto en los estudios como en los laboratorios. El estudio, el laboratorio, antes
protegidos en la cómoda seguridad de las superestructuras, "se cuelan por goteo" hacia
afuera y se reconstituyen en la base, en la economía. Antonio Gramsci escribió acerca de la
base económica como materia, mientras que las instituciones políticas -y las culturales,
agregaríamos nosotros- como espíritu, como "Geist", como "mente". En las
superestructuras hay "mente" como representación. La base es materia; trabajo y sexo como
materia. El trabajo real no tiene que ver con la representación. Tiene que ver con hacer
cosas materiales. Los trabajadores rurales no podían entrar en la polis. Se decía que los
trabajadores no participaban suficientemente de la vida del espíritu como para que les fuera
permitido votar - es decir, que se les permitiera participar del ámbito de la representación,
de la mente, de las superestructuras, hasta entrado el siglo XIX en Inglaterra. Eso es la
representación política. La representación pertenece a un ámbito superior: a la
superestructura; tiene que ver con la mente. Se decía que los trabajadores no eran
suficientemente espirituales. Sus manos estaban sucias y llenas de callos. El trabajo, el
proceso de trabajo (Arbeitsprozess) eran algo sucio. Por contraste, el capital y el proceso de
acumulación eran limpios. El capital como valor de cambio es limpio. Un valor de cambio
es una representación, una abstracción. Transforma la Zuhandenheit (lo que hace a la
condición de manualidad, en términos de Heidegger) del trabajo material y lo constituye en
el atomismo, el utilitarismo del "valor de uso". Pero la real materialidad del trabajo en su
dimensión de Zuhandenheit no es representable.

La pregunta que tenemos que hacernos entonces es qué sucede cuando los medios, las
representaciones toman la base, la base material, lo irrepresentable mismo. ¿Qué sucede
cuando la materialidad del trabajo y del sexo son invadidos por representaciones? ¿Qué
sucede cuando el trabajo se vuelve inmaterial y tiene lugar en recónditos estudios y
laboratorios? ¿Qué sucede cuando el sexo es perforado por iconografía pop? Lo que sucede
es que la materia se transforma en materia-imagen. La imagen abandona la superestructura
y se reconstituye como materia-imagen. La materia se constituye entonces de
representaciones.
El sexo y el trabajo(y también el trabajo sexual) están invadidos por representaciones.
McLuhan vio una mitad: el descenso de la representación hacia la materia. Y los medios
tienen que ver con la materia - por eso son "vulgares". En la era previa, la de las
representaciones, la ontología era dualista: ser y entes, imagen y materia, forma y sustancia,
significado y significantes, representación y lo representado. El escape, la fuga de las
representaciones fuera de lo simbólico nos da una ontología monista de la materia-imagen.
En términos de Negri y Multitudes, acaso la ontología social sea una "ontología política".
Esa ontología nace en una crisis de la representación mucho más profunda. Esa sociología
es en sí la contradicción de la representación. Esa contradicción es algo que no podía
reconocer la ontología previa, crítica, donde la contradicción era o bien dialéctica o bien
aporética. La nueva ontología de la imagen-materia no es crítica. Es metafísica. Es post-
crítica, y al mismo tiempo pre-crítica. En ella, la materia y la imagen no son externas o
trascendentes una con respecto a la otra, como en la crítica. En cambio, materia e imagen
son inmanentes una con respecto a la otra.
(...)
Es sabido que la lógica de la representación surgió en el Renacimiento y se cristalizó en el
Iluminismo. Atravesó el arte, la filosofía, la ciencia, la política y la economía. En cada caso
de representación, un particular es subsumido bajo un universal. El universal como tal
"representa" al particular. Lo podemos ver en la perspectiva renacentista, donde el
universal, la pintura, es una ventana sobre lo particular de la realidad óptica de cada día. Lo
vemos muy claramente en la lógica, en epistemología, donde lo universal del concepto
subsume lo particular de la intuición; en la ley, donde la norma subsume el hecho; en la
economía, donde el universal abstracto del valor de cambio subsume y arrastra el particular
concreto del valor de uso; en la perspectiva albertiana en la arquitectura y el urbanismo. La
lógica de la representación es inherentemente newtoniana, y lo es por lo menos de dos
maneras: en su esencia, es un mecanismo, no un vitalismo. Es decir, es de causa externa en
lugar de autocausada, y se caracteriza por la reproducción en lugar de la producción
(recordemos que la representación superestructural garantiza la reproducción de la
economía y de lo social y de la familia). Un mecanismo también significa atomismo como
algo distinto de la monadología. En el atomismo, la sustancia simple es identidad (átomos)
mientras que en monadología, la sustancia simple es diferencia. En la versión clásica, la
representación participa de la lógica del mecanismo y del atomismo. Pero cuando la
representación se cuela fuera de las superestructuras e invade y recorre y prolifera (como un
virus) en la base, se transforma en monadología. Las representaciones, previamente
inscriptas en una lógica mecanicista, cobran vida. Es por eso que Arjun Appadurai puede
escribir de la 'vida social de las cosas'. La vida social de las cosas es un caso en que las
cosas cobran vida. En efecto, los hechos culturales y las representaciones cobran vida. Esas
cosas ya no son en sentido clásico objetos o átomos o identidades, sino nuevas mónadas: es
una literal fuga del mecanicismo al paradigma del vitalismo.

En la era de la representación clásica, los universales son condición de existencia de los


particulares. Por eso, el proceso de acumulación es una condición de existencia (un a priori)
del proceso laboral capitalista. El valor de cambio es una condición de existencia del valor
de uso. En la perspectiva renacentista, el universal (la pintura) es una condición de
existencia del particular. Esa forma (como universal) es la condición de existencia de la
sustancia en tanto particular. Esto es: la sustancia en tanto átomo está condicionada por la
existencia de formas, de formas de conocimiento. Los objetos, en tanto cosas sustanciales,
presuponen un creador (un dador de forma). Una vez más, la forma como condición de
existencia de la sustancia. Y el universal como condición de existencia (más que como
constituyente) de la particularidad.

Sin embargo, cuando las representaciones se cuelan de las superestructuras y ingresan en la


economía, cuando ingresan efectivamente en la economía cultural -o vuelven cultural a la
economía-entonces las formas superestructurales desaparecen, por tanto lo que desaparece
son los particulares de la base. Los particulares (átomos) dependen de los universales
(formas). Estas singularidades son su propia condición de existencia. Son sui generis. Son
su propia condición de cambio (a pesar de serlo sólo en parte, porque no son sistemas
cerrados). Por eso, los objetos y las representaciones, una vez que abandonan la lógica de la
representación, cobran reflexividad, se vuelven autopoiéticas. Esto significa que, a pesar de
ser abiertas, son autocausantes, autocondicionantes, autoenergizantes. Esto se aplica tanto
para la materia inorgánica como para los seres humanos. Sólo es cuestión de grado.

(...)

Volvamos al arte. Resulta tonto y ni siquiera una perogrullada plantear que el arte está
implosionando o que las paredes de los museos están destruidas, porque nunca ha habido
más museos. ¿Qué sucede entonces con el arte? La representación en general tiene que ver
con las relaciones de percepción. Este es el caso en el arte, de manera especial y obvia: lo
que está ocurriendo es una ontologización de la representación. Antes, en su abstracción y
relación de lo universal a lo particular, la representación era epistemológica; ahora se
transforma en ontológica. Desciende al mundo. Y Schopenhauer se dio cuenta de ello en El
mundo como voluntad y representación. En epistemología conocemos las cosas como für-
sichs, para sí (es decir, para nosotros) en tanto apariencias: conocemos las cosas como
átomos, como particulares. Para conocer las cosas como an-sichs (en sí), para entender las
cosas en su propia lógica, en su propia estructura ontológica, y no epistemológicamente, de
alguna manera tenemos que descender con ellas al mundo. Tenemos que ponernos
ontológicos con las cosas.

(...)

Poder: política
Veamos cómo funcionan las representaciones a través del poder. En el modo clásico, el
poder de la representación funcionaba a través del hecho de que el representante subsume al
representado, el universal al particular, el clasificador a lo clasificado. Lo simbólico en
tanto aparato clasificatorio es la manera en que encontramos sentido al mundo. Aquí, las
clasificaciones reúnen lo universal y lo particular. Estas parejas de universales y
particulares, a través de su violencia simbólica, nos interpelan y constituyen como sujetos
normalizados (atomizados) que lo social, la economía y la familia pueden reproducir. La
manera en que encontramos sentido es por ende la manera en que somos dominados.
Ahora, sin embargo, encontramos sentido al mundo a través del mapeo: las
representaciones se han transformado en signos, señales, en señalética (en el lenguaje de
Robert Venturi). Cuando se vuelven señalética, Saussure desciende al mundo y encontrar
sentido se transforma en orientación.

Ya no estamos ante la violencia simbólica de la ideología o de la disciplina. Eso se debe a


que la violencia de lo simbólico (de la ideología) opera a través de la reproducción,
mientras que el poder contemporáneo, el poder de la representación ontologizada como
materia-imagen, opera a través de la imagen) operan no a través de una lógica de la
identidad sino de la diferencia. A producción. El biopoder es productivo decía Foucault. El
poder contemporáneo y el poder de las representaciones de hoy (en tanto materia-eso
apunta Foucault, a mi entender. En Las palabras y las cosas, habla de la representación
como clasificación que se corresponde con el poder de vigilancia en el que, como en la
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podríamos llamar fuerza mecánica (es decir no Kraft, energía, pulsión, deseo, que sean sui
generis en términos vitalistas). El cambio de episteme es aquí un cambio en el régimen de
representación. Ahora las palabras ya no clasifican las cosas, sino entran "fisiológicamente"
en su ser mismo. Es una ontologización de la representación, paralela a la ontologización
del poder en biopoder que propone Foucault. El poder, tal como lo conocemos, se divide en
pouvoir y puissance. Puissance es invención, es creación de diferencia - tanto en el trabajo
como en la política como en la cultura. En la vigilancia y lo simbólico, el poder está
separado de la puissance, por lo tanto esto lleva a la reproducción. Pero ahora el poder se
vuelve a encontrar con la puissance: puissance y pouvoir se entrelazan de manera
inextricable. El biopoder, distinto del poder disciplinario o de vigilancia, es pouvoir-
puissance al mismo tiempo. La ontologización de la representación (como materia-imagen)
es pouvoir-puissance. No necesariamente funciona cuando uno produce identidad, pero sí
cuando uno está inventando diferencia. Biopoder (y en efecto, "control") es puissance-
pouvoir.

(...)

De la misma manera, la política del pueblo, o del proletariado, era política epistemológica.
Y la política contemporánea acaso sea ontológica. Y las líneas de fuga - o deriva -
significan escape de la representación, tanto se trate de representación como la cuadrícula
de la ciudad albertiana como el escape de la abstracción de las relaciones capitalistas de
producción. El problema es que el capitalismo se ha reconstituido. También el capitalismo
se ha escapado de la fábrica de las abstractas relaciones de producción del capitalismo (en
el sentido de relaciones identitarias y atomistas).

El surgimiento y la multiplicación de representaciones a partir de la superestructura y hacia


la infraestructura también significa la ubicuidad de la comunicación: la ubicuidad de las
comunicaciones. Que los medios están en todos lados significa que también las
comunicaciones están por todos lados. Los medios son, obviamente, los medios masivos de
comunicación. La ontologización de las representaciones nos depara la ubicuidad de las
comunicaciones. Las comunicaciones también son movimientos: movimientos de mensajes
de A a B, de gente de A a B. Los capitalistas también se han escapado de la dominación a
través de la identidad y del ser del objeto fijo (es decir los medios de producción) y están
controlando el movimiento, el devenir de los medios de comunicación. Estamos
compelidos a comunicarnos. Estamos condenados a movernos. Somos propulsados a
representar. Hay una pulsión a la representación, a la representación crónica. e incesante.

En la medida en que el poder se vuelve ontológico y escapa del ser al movimiento, el poder
se vuelve comunicacional. Los medios y las comunicaciones (incluyendo el transporte)
siempre reúnen a los seres desde una distancia. Encontramos sentido al mundo a través de
nuestra orientación en el movimiento que atraviesa las representaciones de ayer, que se
están transformando en la materia-imagen de hoy. Pero todo el tiempo, en realidad estamos
a merced de su movimiento, su cartografía: burlonamente, es la materia-imagen de esas
representaciones-devenidas-medios la que nos encuentra sentido a nosotros.

Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
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Martin Eduardo Bradaschia
Microsoft Word 8.0
Facultad de Arte
Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
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Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
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Título 5
Título 5
Fuente de párrafo predeter.
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enumera
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enumera 2
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Times New Roman
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WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
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Martin Eduardo Bradaschia
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Martin Eduardo Bradaschia
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C:\trabajos\bello representa concepto.doc<span >La Comisión aconseja aprobar dicha
solicitud.</span><o:p></o:p></span></font></p>

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Facultad de Arte
Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
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Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
Normal
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Título 5
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Fuente de párrafo predeter.
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enumera
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