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Título 5
Título 5
Fuente de párrafo predeter.
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enumera 2
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Martin Eduardo Bradaschia<C:\trabajos\Guardado con Autorrecuperación de
Documento1.asd
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Martin Eduardo Bradaschia)C:\trabajos\bello representa concepto.doc
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Symbol
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WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
ucción de fragmentos de la conferencia)
La respuesta parecería ser en primer lugar que el arte y el museo necesitan incorporar lo
nuevo, proveniente no tanto de la vida como de alguna especie de paisaje mediático: de
alguna suerte de profano ya mediado. Esta variante de lo profano (como la descripción que
hace Groys de la vida como profano) es irrepresentable. Ahora bien, en esta vuelta lo que es
irrepresentable está constituido, en sí mismo, por representaciones. Nos encontramos
entonces con representaciones que no pueden ser representadas. Existen representaciones,
como habremos de ver, que no representan nada. Pero son precisamente esas las que entran
en el ámbito estético como lo nuevo, donde de alguna manera pasan a dar cuenta de lo
irrepresentable. Este ámbito del arte (el ámbito más general de las representaciones), es al
mismo tiempo el espacio de la ideología, o más exactamente, "lo simbólico". El espacio de
la vida (que es el espacio de la pulsión sexual, y para Freud, claro, de la pulsión de muerte)
ha llegado a ser conocido como el ámbito de lo real. Lo simbólico es el espacio de la ley, el
ámbito de la reproducción, aquello que garantiza la reproducción del capitalismo, de la
familia. Y el espacio de lo real es lo que contradice el espíritu de reproducción. En lo real
no hay reproducción, sino crónica producción; es el espacio cuyo contenido ha sido
eliminado o excretado de lo simbólico.
Lo real es lo que Groys plantea como la vida: la base material de las pulsiones
autopropulsadas, autogeneradas, del deseo. Es el espacio de la desorganización entrópica y
la recombinación autopropulsada. ¿Qué sucede cuando ese ámbito se vuelve mediatizado?
¿Cuándo se vuelve constituido por los medios? El ámbito del movimiento entrópico y de la
recombinación, de la pulsión y de los flujos, de la tendencia a lo inorgánico (como decía
Freud) esa vida, eso real, del cual antes las representaciones estaban excluídas, de pronto
está inundado de representaciones. ¿Qué ocurre entonces cuando lo irrepresentable mismo
se transforma en un mar, un torbellino de representaciones?
La pregunta que tenemos que hacernos entonces es qué sucede cuando los medios, las
representaciones toman la base, la base material, lo irrepresentable mismo. ¿Qué sucede
cuando la materialidad del trabajo y del sexo son invadidos por representaciones? ¿Qué
sucede cuando el trabajo se vuelve inmaterial y tiene lugar en recónditos estudios y
laboratorios? ¿Qué sucede cuando el sexo es perforado por iconografía pop? Lo que sucede
es que la materia se transforma en materia-imagen. La imagen abandona la superestructura
y se reconstituye como materia-imagen. La materia se constituye entonces de
representaciones.
La respuesta parecería ser en primer lugar que el arte y el museo necesitan incorporar lo
nuevo, proveniente no tanto de la vida como de alguna especie de paisaje mediático: de
alguna suerte de profano ya mediado. Esta variante de lo profano (como la descripción que
hace Groys de la vida como profano) es irrepresentable. Ahora bien, en esta vuelta lo que es
irrepresentable está constituido, en sí mismo, por representaciones. Nos encontramos
entonces con representaciones que no pueden ser representadas. Existen representaciones,
como habremos de ver, que no representan nada. Pero son precisamente esas las que entran
en el ámbito estético como lo nuevo, donde de alguna manera pasan a dar cuenta de lo
irrepresentable. Este ámbito del arte (el ámbito más general de las representaciones), es al
mismo tiempo el espacio de la ideología, o más exactamente, "lo simbólico". El espacio de
la vida (que es el espacio de la pulsión sexual, y para Freud, claro, de la pulsión de muerte)
ha llegado a ser conocido como el ámbito de lo real. Lo simbólico es el espacio de la ley, el
ámbito de la reproducción, aquello que garantiza la reproducción del capitalismo, de la
familia. Y el espacio de lo real es lo que contradice el espíritu de reproducción. En lo real
no hay reproducción, sino crónica producción; es el espacio cuyo contenido ha sido
eliminado o excretado de lo simbólico.
Lo real es lo que Groys plantea como la vida: la base material de las pulsiones
autopropulsadas, autogeneradas, del deseo. Es el espacio de la desorganización entrópica y
la recombinación autopropulsada. ¿Qué sucede cuando ese ámbito se vuelve mediatizado?
¿Cuándo se vuelve constituido por los medios? El ámbito del movimiento entrópico y de la
recombinación, de la pulsión y de los flujos, de la tendencia a lo inorgánico (como decía
Freud) esa vida, eso real, del cual antes las representaciones estaban excluídas, de pronto
está inundado de representaciones. ¿Qué ocurre entonces cuando lo irrepresentable mismo
se transforma en un mar, un torbellino de representaciones?
La pregunta que tenemos que hacernos entonces es qué sucede cuando los medios, las
representaciones toman la base, la base material, lo irrepresentable mismo. ¿Qué sucede
cuando la materialidad del trabajo y del sexo son invadidos por representaciones? ¿Qué
sucede cuando el trabajo se vuelve inmaterial y tiene lugar en recónditos estudios y
laboratorios? ¿Qué sucede cuando el sexo es perforado por iconografía pop? Lo que sucede
es que la materia se transforma en materia-imagen. La imagen abandona la superestructura
y se reconstituye como materia-imagen. La materia se constituye entonces de
representaciones.
El sexo y el trabajo(y también el trabajo sexual) están la representación estética para ir
hacia la política.
(...)
(...)
Volvamos al arte. Resulta tonto y ni siquiera una perogrullada plantear que el arte está
implosionando o que las paredes de los museos están destruidas, porque nunca ha habido
más museos. ¿Qué sucede entonces con el arte? La representación en general tiene que ver
con las relaciones de percepción. Este es el caso en el arte, de manera especial y obvia: lo
que está ocurriendo es una ontologización de la representación. Antes, en su abstracción y
relación de lo universal a lo particular, la representación era epistemológica; ahora se
transforma en ontológica. Desciende al mundo. Y Schopenhauer se dio cuenta de ello en El
mundo como voluntad y representación. En epistemología conocemos las cosas como für-
sichs, para sí (es decir, para nosotros) en tanto apariencias: conocemos las cosas como
átomos, como particulares. Para conocer las cosas como an-sichs (en sí), para entender las
cosas en su propia lógica, en su propia estructura ontológica, y no epistemológicamente, de
alguna manera tenemos que descender con ellas al mundo. Tenemos que ponernos
ontológicos con las cosas.
(...)
Poder: política
Veamos cómo funcionan las representaciones a través del poder. En el modo clásico, el
poder de la representación funcionaba a través del hecho de que el representante subsume al
representado, el universal al particular, el clasificador a lo clasificado. Lo simbólico en
tanto aparato clasificatorio es la manera en que encontramos sentido al mundo. Aquí, las
clasificaciones reúnen lo universal y lo particular. Estas parejas de universales y
particulares, a través de su violencia simbólica, nos interpelan y constituyen como sujetos
normalizados (atomizados) que lo social, la economía y la familia pueden reproducir. La
manera en que encontramos sentido es por ende la manera en que somos dominados.
Ahora, sin embargo, encontramos sentido al mundo a través del mapeo: las
representaciones se han transformado en signos, señales, en señalética (en el lenguaje de
Robert Venturi). Cuando se vuelven señalética, Saussure desciende al mundo y encontrar
sentido se transforma en orientación.
De la misma manera, la política del pueblo, o del proletariado, era política epistemológica.
Y la política contemporánea acaso sea ontológica. Y las líneas de fuga - o deriva -
significan escape de la representación, tanto se trate de representación como la cuadrícula
de la ciudad albertiana como el escape de la abstracción de las relaciones capitalistas de
producción. El problema es que el capitalismo se ha reconstituido. También el capitalismo
se ha escapado de la fábrica de las abstractas relaciones de producción del capitalismo (en
el sentido de relaciones identitarias y atomistas).
En la medida en que el poder se vuelve ontológico y escapa del ser al movimiento, el poder
se vuelve comunicacional. Los medios y las comunicaciones (incluyendo el transporte)
siempre reúnen a los seres desde una distancia. Encontramos sentido al mundo a través de
nuestra orientación en el movimiento que atraviesa las representaciones de ayer, que se
están transformando en la materia-imagen de hoy. Pero todo el tiempo, en realidad estamos
a merced de su movimiento, su cartografía: burlonamente, es la materia-imagen de esas
representaciones-devenidas-medios la que nos encuentra sentido a nosotros.
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enumera 2
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Martin Eduardo BradaschiaKC:\trabajos\Guardado con Autorrecuperación de bello
representa concepto.asd
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WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
Martin Eduardo Bradaschia
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C:\trabajos\bello representa concepto.docortEmptyParas]> <![enì¥Á
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Facultad de Arte
Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
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{E48DBCE3-9F94-11D8-9AAF-0040055AAE97}
Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
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Martin Eduardo Bradaschia
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Título 5
Título 5
Fuente de párrafo predeter.
Fuente de párrafo predeter.
ò8
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enumera
enumera
entaciones. Nos encontramos entonces con representaciones que no pueden ser
representadas. Existen representaciones, como habremos de ver, que no representan nada.
Pero son precisamente esas las que entran en el ámbito estético como lo nuevo, donde de
alguna manera pasan a dar cuenta de lo irrepresentable. Este ámbito del arte (el ámbito más
general de las representaciones), es al mismo tiempo el espacio de la ideología, o más
exactamente, "lo simbólico". El espacio de la vida (que es el espacio de la pulsión sexual, y
para Freud, claro, de la pulsión de muerte) ha llegado a ser conocido como el ámbito de lo
real. Lo simbólico es el espacio de la ley, el ámbito de la reproducción, aquello que
garantiza la reproducción del capitalismo, de la familia. Y el espacio de lo real es lo que
contradice el espíritu de reproducción. En lo real no hay reproducción, sino crónica
producción; es el espacio cuyo contenido ha sido eliminado o excretado de lo simbólico.
Lo real es lo que Groys plantea como la vida: la base material de las pulsiones
autopropulsadas, autogeneradas, del deseo. Es el espacio de la desorganización entrópica y
la recombinación autopropulsada. ¿Qué sucede cuando ese ámbito se vuelve mediatizado?
¿Cuándo se vuelve constituido por los medios? El ámbito del movimiento entrópico y de la
recombinación, de la pulsión y de los flujos, de la tendencia a lo inorgánico (como decía
Freud) esa vida, eso real, del cual antes las representaciones estaban excluídas, de pronto
está inundado de representaciones. ¿Qué ocurre entonces cuando lo irrepresentable mismo
se transforma en un mar, un torbellino de representaciones?
Tal como sucede con la representación, la imagen desaparece de la superestructura, de las
superestructuras ideológicas y simbólicas, se reconstituye en la base. Donde existe, persiste
para existir en su propia contradicción. Antes, el ámbito de la invención, de la invención en
el arte se daba en las superestructuras, en las instituciones artísticas. Ahora, la invención
invade lo que Oliver Williamson denominó las instituciones propiamente económicas del
capitalismo mismo. La invención artística es desplazada en parte por algo que comienza a
tomar la forma del arte de la invención, donde la invención es tanto arte como ciencia:
sucede tanto en los estudios como en los laboratorios. El estudio, el laboratorio, antes
protegidos en la cómoda seguridad de las superestructuras, "se cuelan por goteo" hacia
afuera y se reconstituyen en la base, en la economía. Antonio Gramsci escribió acerca de la
base económica como materia, mientras que las instituciones políticas -y las culturales,
agregaríamos nosotros- como espíritu, como "Geist", como "mente". En las
superestructuras hay "mente" como representación. La base es materia; trabajo y sexo como
materia. El trabajo real no tiene que ver con la representación. Tiene que ver con hacer
cosas materiales. Los trabajadores rurales no podían entrar en la polis. Se decía que los
trabajadores no participaban suficientemente de la vida del espíritu como para que les fuera
permitido votar - es decir, que se les permitiera participar del ámbito de la representación,
de la mente, de las superestructuras, hasta entrado el siglo XIX en Inglaterra. Eso es la
representación política. La representación pertenece a un ámbito superior: a la
superestructura; tiene que ver con la mente. Se decía que los trabajadores no eran
suficientemente espirituales. Sus manos estaban sucias y llenas de callos. El trabajo, el
proceso de trabajo (Arbeitsprozess) eran algo sucio. Por contraste, el capital y el proceso de
acumulación eran limpios. El capital como valor de cambio es limpio. Un valor de cambio
es una representación, una abstracción. Transforma la Zuhandenheit (lo que hace a la
condición de manualidad, en términos de Heidegger) del trabajo material y lo constituye en
el atomismo, el utilitarismo del "valor de uso". Pero la real materialidad del trabajo en su
dimensión de Zuhandenheit no es representable.
La pregunta que tenemos que hacernos entonces es qué sucede cuando los medios, las
representaciones toman la base, la base material, lo irrepresentable mismo. ¿Qué sucede
cuando la materialidad del trabajo y del sexo son invadidos por representaciones? ¿Qué
sucede cuando el trabajo se vuelve inmaterial y tiene lugar en recónditos estudios y
laboratorios? ¿Qué sucede cuando el sexo es perforado por iconografía pop? Lo que sucede
es que la materia se transforma en materia-imagen. La imagen abandona la superestructura
y se reconstituye como materia-imagen. La materia se constituye entonces de
representaciones.
El sexo y el trabajo(y también el trabajo sexual) están invadidos por representaciones.
McLuhan vio una mitad: el descenso de la representación hacia la materia. Y los medios
tienen que ver con la materia - por eso son "vulgares". En la era previa, la de las
representaciones, la ontología era dualista: ser y entes, imagen y materia, forma y sustancia,
significado y significantes, representación y lo representado. El escape, la fuga de las
representaciones fuera de lo simbólico nos da una ontología monista de la materia-imagen.
En términos de Negri y Multitudes, acaso la ontología social sea una "ontología política".
Esa ontología nace en una crisis de la representación mucho más profunda. Esa sociología
es en sí la contradicción de la representación. Esa contradicción es algo que no podía
reconocer la ontología previa, crítica, donde la contradicción era o bien dialéctica o bien
aporética. La nueva ontología de la imagen-materia no es crítica. Es metafísica. Es post-
crítica, y al mismo tiempo pre-crítica. En ella, la materia y la imagen no son externas o
trascendentes una con respecto a la otra, como en la crítica. En cambio, materia e imagen
son inmanentes una con respecto a la otra.
(...)
Es sabido que la lógica de la representación surgió en el Renacimiento y se cristalizó en el
Iluminismo. Atravesó el arte, la filosofía, la ciencia, la política y la economía. En cada caso
de representación, un particular es subsumido bajo un universal. El universal como tal
"representa" al particular. Lo podemos ver en la perspectiva renacentista, donde el
universal, la pintura, es una ventana sobre lo particular de la realidad óptica de cada día. Lo
vemos muy claramente en la lógica, en epistemología, donde lo universal del concepto
subsume lo particular de la intuición; en la ley, donde la norma subsume el hecho; en la
economía, donde el universal abstracto del valor de cambio subsume y arrastra el particular
concreto del valor de uso; en la perspectiva albertiana en la arquitectura y el urbanismo. La
lógica de la representación es inherentemente newtoniana, y lo es por lo menos de dos
maneras: en su esencia, es un mecanismo, no un vitalismo. Es decir, es de causa externa en
lugar de autocausada, y se caracteriza por la reproducción en lugar de la producción
(recordemos que la representación superestructural garantiza la reproducción de la
economía y de lo social y de la familia). Un mecanismo también significa atomismo como
algo distinto de la monadología. En el atomismo, la sustancia simple es identidad (átomos)
mientras que en monadología, la sustancia simple es diferencia. En la versión clásica, la
representación participa de la lógica del mecanismo y del atomismo. Pero cuando la
representación se cuela fuera de las superestructuras e invade y recorre y prolifera (como un
virus) en la base, se transforma en monadología. Las representaciones, previamente
inscriptas en una lógica mecanicista, cobran vida. Es por eso que Arjun Appadurai puede
escribir de la 'vida social de las cosas'. La vida social de las cosas es un caso en que las
cosas cobran vida. En efecto, los hechos culturales y las representaciones cobran vida. Esas
cosas ya no son en sentido clásico objetos o átomos o identidades, sino nuevas mónadas: es
una literal fuga del mecanicismo al paradigma del vitalismo.
Volvamos al arte. Resulta tonto y ni siquiera una perogrullada plantear que el arte está
implosionando o que las paredes de los museos están destruidas, porque nunca ha habido
más museos. ¿Qué sucede entonces con el arte? La representación en general tiene que ver
con las relaciones de percepción. Este es el caso en el arte, de manera especial y obvia: lo
que está ocurriendo es una ontologización de la representación. Antes, en su abstracción y
relación de lo universal a lo particular, la representación era epistemológica; ahora se
transforma en ontológica. Desciende al mundo. Y Schopenhauer se dio cuenta de ello en El
mundo como voluntad y representación. En epistemología conocemos las cosas como für-
sichs, para sí (es decir, para nosotros) en tanto apariencias: conocemos las cosas como
átomos, como particulares. Para conocer las cosas como an-sichs (en sí), para entender las
cosas en su propia lógica, en su propia estructura ontológica, y no epistemológicamente, de
alguna manera tenemos que descender con ellas al mundo. Tenemos que ponernos
ontológicos con las cosas.
(...)
Poder: política
Veamos cómo funcionan las representaciones a través del poder. En el modo clásico, el
poder de la representación funcionaba a través del hecho de que el representante subsume al
representado, el universal al particular, el clasificador a lo clasificado. Lo simbólico en
tanto aparato clasificatorio es la manera en que encontramos sentido al mundo. Aquí, las
clasificaciones reúnen lo universal y lo particular. Estas parejas de universales y
particulares, a través de su violencia simbólica, nos interpelan y constituyen como sujetos
normalizados (atomizados) que lo social, la economía y la familia pueden reproducir. La
manera en que encontramos sentido es por ende la manera en que somos dominados.
Ahora, sin embargo, encontramos sentido al mundo a través del mapeo: las
representaciones se han transformado en signos, señales, en señalética (en el lenguaje de
Robert Venturi). Cuando se vuelven señalética, Saussure desciende al mundo y encontrar
sentido se transforma en orientación.
(...)
De la misma manera, la política del pueblo, o del proletariado, era política epistemológica.
Y la política contemporánea acaso sea ontológica. Y las líneas de fuga - o deriva -
significan escape de la representación, tanto se trate de representación como la cuadrícula
de la ciudad albertiana como el escape de la abstracción de las relaciones capitalistas de
producción. El problema es que el capitalismo se ha reconstituido. También el capitalismo
se ha escapado de la fábrica de las abstractas relaciones de producción del capitalismo (en
el sentido de relaciones identitarias y atomistas).
En la medida en que el poder se vuelve ontológico y escapa del ser al movimiento, el poder
se vuelve comunicacional. Los medios y las comunicaciones (incluyendo el transporte)
siempre reúnen a los seres desde una distancia. Encontramos sentido al mundo a través de
nuestra orientación en el movimiento que atraviesa las representaciones de ayer, que se
están transformando en la materia-imagen de hoy. Pero todo el tiempo, en realidad estamos
a merced de su movimiento, su cartografía: burlonamente, es la materia-imagen de esas
representaciones-devenidas-medios la que nos encuentra sentido a nosotros.
Lo real es lo que Groys plantea como la vida: la base material de las pulsiones
autopropulsadas, autogeneradas, del deseo. Es el espacio de la desorganización entrópica y
la recombinación autopropulsada. ¿Qué sucede cuando ese ámbito se vuelve mediatizado?
¿Cuándo se vuelve constituido por los medios? El ámbito del movimiento entrópico y de la
recombinación, de la pulsión y de los flujos, de la tendencia a lo inorgánico (como decía
Freud) esa vida, eso real, del cual antes las representaciones estaban excluídas, de pronto
está inundado de representaciones. ¿Qué ocurre entonces cuando lo irrepresentable mismo
se transforma en un mar, un torbellino de representaciones?
Tal como sucede con la representación, la imagen desaparece de la superestructura, de las
superestructuras ideológicas y simbólicas, se reconstituye en la base. Donde existe, persiste
para existir en su propia contradicción. Antes, el ámbito de la invención, de la invención en
el arte se daba en las superestructuras, en las instituciones artísticas. Ahora, la invención
invade lo que Oliver Williamson denominó las instituciones propiamente económicas del
capitalismo mismo. La invención artística es desplazada en parte por algo que comienza a
tomar la forma del arte de la invención, donde la invención es tanto arte como ciencia:
sucede tanto en los estudios como en los laboratorios. El estudio, el laboratorio, antes
protegidos en la cómoda seguridad de las superestructuras, "se cuelan por goteo" hacia
afuera y se reconstituyen en la base, en la economía. Antonio Gramsci escribió acerca de la
base económica como materia, mientras que las instituciones políticas -y las culturales,
agregaríamos nosotros- como espíritu, como "Geist", como "mente". En las
superestructuras hay "mente" como representación. La base es materia; trabajo y sexo como
materia. El trabajo real no tiene que ver con la representación. Tiene que ver con hacer
cosas materiales. Los trabajadores rurales no podían entrar en la polis. Se decía que los
trabajadores no participaban suficientemente de la vida del espíritu como para que les fuera
permitido votar - es decir, que se les permitiera participar del ámbito de la representación,
de la mente, de las superestructuras, hasta entrado el siglo XIX en Inglaterra. Eso es la
representación política. La representación pertenece a un ámbito superior: a la
superestructura; tiene que ver con la mente. Se decía que los trabajadores no eran
suficientemente espirituales. Sus manos estaban sucias y llenas de callos. El trabajo, el
proceso de trabajo (Arbeitsprozess) eran algo sucio. Por contraste, el capital y el proceso de
acumulación eran limpios. El capital como valor de cambio es limpio. Un valor de cambio
es una representación, una abstracción. Transforma la Zuhandenheit (lo que hace a la
condición de manualidad, en términos de Heidegger) del trabajo material y lo constituye en
el atomismo, el utilitarismo del "valor de uso". Pero la real materialidad del trabajo en su
dimensión de Zuhandenheit no es representable.
La pregunta que tenemos que hacernos entonces es qué sucede cuando los medios, las
representaciones toman la base, la base material, lo irrepresentable mismo. ¿Qué sucede
cuando la materialidad del trabajo y del sexo son invadidos por representaciones? ¿Qué
sucede cuando el trabajo se vuelve inmaterial y tiene lugar en recónditos estudios y
laboratorios? ¿Qué sucede cuando el sexo es perforado por iconografía pop? Lo que sucede
es que la materia se transforma en materia-imagen. La imagen abandona la superestructura
y se reconstituye como materia-imagen. La materia se constituye entonces de
representaciones.
El sexo y el trabajo(y también el trabajo sexual) están invadidos por representaciones.
McLuhan vio una mitad: el descenso de la representación hacia la materia. Y los medios
tienen que ver con la materia - por eso son "vulgares". En la era previa, la de las
representaciones, la ontología era dualista: ser y entes, imagen y materia, forma y sustancia,
significado y significantes, representación y lo representado. El escape, la fuga de las
representaciones fuera de lo simbólico nos da una ontología monista de la materia-imagen.
En términos de Negri y Multitudes, acaso la ontología social sea una "ontología política".
Esa ontología nace en una crisis de la representación mucho más profunda. Esa sociología
es en sí la contradicción de la representación. Esa contradicción es algo que no podía
reconocer la ontología previa, crítica, donde la contradicción era o bien dialéctica o bien
aporética. La nueva ontología de la imagen-materia no es crítica. Es metafísica. Es post-
crítica, y al mismo tiempo pre-crítica. En ella, la materia y la imagen no son externas o
trascendentes una con respecto a la otra, como en la crítica. En cambio, materia e imagen
son inmanentes una con respecto a la otra.
(...)
Es sabido que la lógica de la representación surgió en el Renacimiento y se cristalizó en el
Iluminismo. Atravesó el arte, la filosofía, la ciencia, la política y la economía. En cada caso
de representación, un particular es subsumido bajo un universal. El universal como tal
"representa" al particular. Lo podemos ver en la perspectiva renacentista, donde el
universal, la pintura, es una ventana sobre lo particular de la realidad óptica de cada día. Lo
vemos muy claramente en la lógica, en epistemología, donde lo universal del concepto
subsume lo particular de la intuición; en la ley, donde la norma subsume el hecho; en la
economía, donde el universal abstracto del valor de cambio subsume y arrastra el particular
concreto del valor de uso; en la perspectiva albertiana en la arquitectura y el urbanismo. La
lógica de la representación es inherentemente newtoniana, y lo es por lo menos de dos
maneras: en su esencia, es un mecanismo, no un vitalismo. Es decir, es de causa externa en
lugar de autocausada, y se caracteriza por la reproducción en lugar de la producción
(recordemos que la representación superestructural garantiza la reproducción de la
economía y de lo social y de la familia). Un mecanismo también significa atomismo como
algo distinto de la monadología. En el atomismo, la sustancia simple es identidad (átomos)
mientras que en monadología, la sustancia simple es diferencia. En la versión clásica, la
representación participa de la lógica del mecanismo y del atomismo. Pero cuando la
representación se cuela fuera de las superestructuras e invade y recorre y prolifera (como un
virus) en la base, se transforma en monadología. Las representaciones, previamente
inscriptas en una lógica mecanicista, cobran vida. Es por eso que Arjun Appadurai puede
escribir de la 'vida social de las cosas'. La vida social de las cosas es un caso en que las
cosas cobran vida. En efecto, los hechos culturales y las representaciones cobran vida. Esas
cosas ya no son en sentido clásico objetos o átomos o identidades, sino nuevas mónadas: es
una literal fuga del mecanicismo al paradigma del vitalismo.
(...)
Volvamos al arte. Resulta tonto y ni siquiera una perogrullada plantear que el arte está
implosionando o que las paredes de los museos están destruidas, porque nunca ha habido
más museos. ¿Qué sucede entonces con el arte? La representación en general tiene que ver
con las relaciones de percepción. Este es el caso en el arte, de manera especial y obvia: lo
que está ocurriendo es una ontologización de la representación. Antes, en su abstracción y
relación de lo universal a lo particular, la representación era epistemológica; ahora se
transforma en ontológica. Desciende al mundo. Y Schopenhauer se dio cuenta de ello en El
mundo como voluntad y representación. En epistemología conocemos las cosas como für-
sichs, para sí (es decir, para nosotros) en tanto apariencias: conocemos las cosas como
átomos, como particulares. Para conocer las cosas como an-sichs (en sí), para entender las
cosas en su propia lógica, en su propia estructura ontológica, y no epistemológicamente, de
alguna manera tenemos que descender con ellas al mundo. Tenemos que ponernos
ontológicos con las cosas.
(...)
Poder: política
Veamos cómo funcionan las representaciones a través del poder. En el modo clásico, el
poder de la representación funcionaba a través del hecho de que el representante subsume al
representado, el universal al particular, el clasificador a lo clasificado. Lo simbólico en
tanto aparato clasificatorio es la manera en que encontramos sentido al mundo. Aquí, las
clasificaciones reúnen lo universal y lo particular. Estas parejas de universales y
particulares, a través de su violencia simbólica, nos interpelan y constituyen como sujetos
normalizados (atomizados) que lo social, la economía y la familia pueden reproducir. La
manera en que encontramos sentido es por ende la manera en que somos dominados.
Ahora, sin embargo, encontramos sentido al mundo a través del mapeo: las
representaciones se han transformado en signos, señales, en señalética (en el lenguaje de
Robert Venturi). Cuando se vuelven señalética, Saussure desciende al mundo y encontrar
sentido se transforma en orientación.
(...)
De la misma manera, la política del pueblo, o del proletariado, era política epistemológica.
Y la política contemporánea acaso sea ontológica. Y las líneas de fuga - o deriva -
significan escape de la representación, tanto se trate de representación como la cuadrícula
de la ciudad albertiana como el escape de la abstracción de las relaciones capitalistas de
producción. El problema es que el capitalismo se ha reconstituido. También el capitalismo
se ha escapado de la fábrica de las abstractas relaciones de producción del capitalismo (en
el sentido de relaciones identitarias y atomistas).
En la medida en que el poder se vuelve ontológico y escapa del ser al movimiento, el poder
se vuelve comunicacional. Los medios y las comunicaciones (incluyendo el transporte)
siempre reúnen a los seres desde una distancia. Encontramos sentido al mundo a través de
nuestra orientación en el movimiento que atraviesa las representaciones de ayer, que se
están transformando en la materia-imagen de hoy. Pero todo el tiempo, en realidad estamos
a merced de su movimiento, su cartografía: burlonamente, es la materia-imagen de esas
representaciones-devenidas-medios la que nos encuentra sentido a nosotros.
Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
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Martin Eduardo Bradaschia
Microsoft Word 8.0
Facultad de Arte
Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
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Lo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
Martin Eduardo Bradaschia
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Título 5
Título 5
Fuente de párrafo predeter.
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ò8
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enumera
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enumera 2
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WLo bello es lo que se representa sin concepto como objeto de una satisfacción universal
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Martin Eduardo Bradaschia
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C:\trabajos\bello representa concepto.doc<span >La Comisión aconseja aprobar dicha
solicitud.</span><o:p></o:p></span></font></p>
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enumera
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