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—¿Qué chica?
—¿Qué chica?
Me abro paso a través de todos hasta encontrar a Haley Russell, porque ella
siempre es la primera en saber cualquier chisme.
—Jesús, Corinne, cálmate —dice, mirándome fijamente—. Quiero decir, sí, es triste,
pero. . .
Julia Recinos, nuestra capitana, se interpone entre Haley y yo porque sabe cómo
somos.
Maggie.
Oh, Dios, era Maggie. La chica que yo. . .
Pero Julia no lo sabe. Ninguna de ellas puede saberlo; ninguno puede saber que
estábamos saliendo.
—Corinne, ¿estás bien? —Julia pregunta, pero apenas puedo oírla porque todo lo
que puedo pensar es que Maggie, mi Maggie, está muerta, y ninguna de estas chicas
sabrá nunca lo que significó para mí.
Debería esconder lo que siento, pero no puedo, así que me las arreglo con Julia y
Haley y lucho para salir del vestuario y hago lo que siempre hago. . .
Corro.
UN AÑO ANTES
Voy a perder esta carrera.
Sé que no soy la mejor corredora. No soy Julia o Haley o Valerie la novata, más
rápida que todas nosotras. Soy una extraña que no sabe lo que hace, sólo corro porque
Julia me convenció de que lo intentara cuando me mudé aquí hace casi un año y
medio.
Pero esta chica de Leesboro. Ella no es una competidora simple, se nota por la
forma en que corre. Su cola de caballo rizada, atado a una cinta verde lima, me ha
adelantado durante tres competencias, señalando que es mucho más rápida que yo.
Hay vítores cuando ella cruza la línea de meta, vítores de nuevo porque sé que
Julia o Haley han llegado.
Respiro con dificultad, así que me alejo de mi entrenadora y de las otras chicas que
entran corriendo y encuentro un lugar tranquilo para estirarme. En algún lugar de la
multitud está mi padre, animándome fuerte como si eso compensara el hecho de que
mamá no viniera.
Y luego hay un zapato junto al mío. Rosa brillante, manchado de barro. Mis ojos
recorren un par de piernas pálidas y pecosas, y luego miran hacia arriba para ver a la
chica de Leesboro, con la cara enrojecida.
—Hola —dice, y su voz tiene una suave inclinación sureña a la que aún no estoy
acostumbrada—. ¿Te importa si me estiro aquí?
Cambio de pierna.
—Sí.
—Sí puedes quedarte. No me importa —digo, y ella sonríe antes de inclinarse para
estirarse.
—Corriste bien —dice después de un minuto—. Casi me alcanzas. Así que sería,
¿dos veces ahora?
—Tres. Quizá la siguiente vez será cuatro. —Ella sonríe. —Supongo que deberías
saber mi nombre si me sigues alcanzando. Soy Maggie.
—Supongo sí —digo.
Esas son las palabras que pasan por mi cabeza mientras recorro el sendero detrás
de nuestro instituto, ramas y hojas azotando mis brazos y mi pelo, y ni siquiera me
importa si me arañan porque necesito sentir algo porque Maggie se ha ido. . .
Se ha ido. No parece real, y tal vez no lo sea; tal vez se referían a otra chica, una
capitana de otro equipo de campo traviesa llamada Maggie, porque mi Maggie no
puede estar muerta.
Maggie se ha ido.
Acabo de verla. Acabo de verla y cómo puede esta chica que amaba estar. . .
—¿Corinne?
Las hojas crujen, y miro hacia arriba y es Julia, la preocupación en su cara, y luego
la culpa me apuñala aún más porque Julia fue mi primera amiga aquí, mi mejor amiga,
y ella no sabe de mí y Maggie y quiero tan desesperadamente que me consuele, pero
¿cómo puede hacerlo? ¿Cuándo no lo sabe?
—¿Estás bien? —pregunta.
Qué pregunta tan ridícula. Mi novia está muerta. No sé si alguna vez volveré a estar
bien.
Pero Julia no lo sabe porque no se lo dije, no quise decírselo a nadie, así que asentí
con la cabeza.
—Estoy bien.
—¿La conocías?
¿La conocía?
¿Qué digo?
Por supuesto que la conozco, sé todo acerca de ella. Sé que su pelo rizado se
encrespó en el verano por la humedad de Carolina del Norte, sé que desde los seis
años quería ser Christine en El Fantasma de la Ópera, aunque no podía cantar, sé que
le gustaban las grajeas en su chocolate caliente, pero odiaba los malvaviscos. Sé que
iba a la iglesia todos los domingos sin falta.
Sé que quería decírselo a sus padres, sé cómo sus labios se sentían contra los
míos y lo fácil que era meter mis dedos en su pelo cuando nos besábamos y cómo se
veía cuando me decía que me amaba, sé que yo sabía. . .
—Pues —digo, porque tengo que decir algo—, la conocía por las competencias y la
había visto por ahí, pero. . .
Me está mirando, me mira fijamente, porque Julia seguro conocía a Maggie por las
competencias también, y no significa nada para ella porque claramente no está
molesta. . .
Mierda.
La luz azul del televisor parpadea detrás de las cortinas cuando llego, la gorda
silueta de nuestro gato Bysshe en la ventana, saltando hacia abajo cuando mis faros lo
enfocan. Sé que en el momento en que abra la puerta principal, intentará escapar al
semisótano, aunque ahora está demasiado gordo para caber ahí abajo.
No puedo creer que papá le pusiera al gato el nombre de Percy Shelley. Pero ese
es mi padre. El informático de día, leyendo a Lord Byron de noche. Crecí escuchando
la poesía de Shelley y Frankenstein de Mary Shelley en vez de cuentos para dormir,
con el deseo de desarmar las cosas para ver cómo funcionaban ya brotando.
—Estoy en casa —digo, entrando en el salón donde mi padre está sentado con un
plato lleno de pasta. Como si nada hubiera cambiado, como si fuera una noche normal
de la semana. Como si mi mundo no se hubiera desviado de su eje.
Agarro a Bysshe con más fuerza y se retuerce en protesta antes de que lo deje
junto con mis bolsas, dirigiéndose a la cocina.
—Pollo a lo Alfredo —dice—. ¿Así que la práctica estuvo bien? ¿Crees que será
una buena temporada? ¿Cómo te sientes al respecto? Es un gran año, Corey.
—Lo sé —digo—. Pero es demasiado pronto para decirlo ahora mismo de todas
formas.
Pero nos mudamos aquí hace dos años porque la abuela se enfermó, y luego la
adicción a la bebida de mamá empeoró y el divorcio ocurrió y la abuela murió y ahora
estamos todos atrapados aquí, a diez millas y una tensa llamada telefónica de mamá.
Sé por qué quiere que me vaya. Lo entiendo. Es la misma sensación que siempre
tengo, que no pertenezco, por mucho que lo pretenda. Papá puede ser capaz de poner
su acento cuando necesita encantar a alguien, pero la mayoría de las veces no lo hace.
No vamos a la iglesia. No nos gusta NASCAR, o el fútbol, o conseguir un cerdo para
nuestra fiesta de Navidad como lo hace la familia de Maggie. Papá dejó nuestro
pequeño pueblo cuando terminó la universidad y espera que yo haga lo mismo. Para mi
padre, correr es mi boleto de salida de aquí.
Correr era nuestro boleto de salida, mío y de Maggie, pero no puedo pensar en eso
ahora.
Y ahí está.
Casi se me cae el tazón porque no puedo creerlo, pero está el retrato de Maggie y
su carro aplastado en un árbol y su nombre en la pantalla y en los labios del
presentador de noticias, otra bonita chica de instituto que se fue demasiado pronto.
Papá sube el volumen y con ello el cuchillo de la pena se retuerce un poco más en
mis entrañas.
—Están diciendo que ella era una corredora. ¿La conocías? —pregunta, sin saber
lo que esta pregunta me está haciendo.
Trago saliva, me doy vuelta y camino hacia la cocina, pretendo que no lo escuché
mientras abro la nevera y meto la cabeza.
Tal vez si me quedo aquí, me congelaré tanto que mi corazón se detendrá y podré
fingir que Maggie no está muerta.
—¿Corinne?
Bysshe me sigue por las escaleras, ronroneando fuerte mientras salta a mi cama y se
acurruca a los pies. Le doy un regalo de la bolsa que guardo debajo de la cama y me
dejo caer a su lado.
Debería haberlo dicho. Debí haber salido del closet, debí haber. . .
Debería llamarlo. Debería decirle que siento su pérdida, debería hablar con alguien
que la ame, que sepa que yo también la amo, pero que no puedo coger el teléfono.
Y no tengo nada físico que me recuerde a ella, nada tangible, y de repente quiero
desesperadamente un pedazo de ella para aferrarme. ¿Qué hará su familia con sus
cosas de correr? ¿Sus zapatillas, sus shorts, sus medallas? ¿A dónde van las
pertenencias de una chica muerta? ¿Sus padres mantendrán su habitación como
estaba para que tenga diecisiete años para siempre, una chica atrapada en la caja de
cristal de los recuerdos de otras personas?
Borro el mensaje con las manos temblorosas y sólo escribo Lo siento, lo envío,
aunque sé que esas dos palabras no pueden ni siquiera empezar a abarcar a quién ha
perdido Dylan.
A quién he perdido.
Mierda.
No sé cómo puedo ir a la escuela.
Sigo esperando que todos hablen de ello, hablen de ella, pero no fue a nuestra
escuela, así que, ¿por qué importaría que estuviera muerta? ¿Por qué le importaría a
alguien la chica de nuestra escuela rival que murió?
Quiero que les importe. Quiero que se preocupen porque yo lo hago, porque esto
me está destrozando lentamente por dentro y si se preocuparan tal vez no sería tan
malditamente solitario.
Hay unos pocos susurros en el pasillo, más en el asombro por el hecho de que
alguien cercano a nuestra edad haya muerto, que por otra cosa. Pensamos que somos
invencibles hasta que no lo somos, y al mismo tiempo, hay alivio en el aire, un tipo de
alivio horrible.
—¿Qué?
Ella se detiene.
Casi.
—Corinne.
—Lo haré —digo, y ella se retira, mi tristeza se refleja en su propia cara, porque
ambas sabemos que probablemente no lo haré.
CINCO MESES ANTES
Estamos en su sótano. Estábamos jugando al billar, pero ya no lo estamos. En cambio,
estamos en su sofá, besándonos.
—¿Maggie?
—No contestaste cuando entré, así que pensé que podrías estar aquí abajo. . .
—Dylan —dice Maggie, y ella se ruboriza tanto como él—. Ella es Corinne. Mi . . .
novia, supongo —dice, y novia es la parte que llena la habitación, pero la parte de
supongo la que me llena a mí.
Dylan asiente, luego, voltea y sube las escaleras. Bajo la esquina de mi camiseta y
no miro a Maggie, porque hemos sido tan cuidadosas, siempre fuimos tan cuidadosas. .
.
—Va a contarlo.
—No lo hará.
—Lo hará. . .
—No, no lo hará.
Noche de tacos. Como solíamos hacer cuando mis padres aún estaban juntos, papá
haciendo tacos y bebidas para él y mamá, una especie de cóctel de lujo para mí.
Me quito el pelo de la cara, lo aseguro con una cinta que tengo alrededor de mi
muñeca. Hebras rubias se quedan atrapadas en mis dedos cuando tiro de mi pelo para
atarlo con el elástico, mientras me inclino para probar la salsa en el mostrador. No soy
mucho más alta que mi padre. Incluso nos parecemos: el mismo pelo rubio, la misma
nariz lisa, aunque mis ojos son marrones como los de mamá.
—Te haré un mocktail 1 si quieres —Dad dice mientras vuelve de la estufa. —La
licuadora está limpia. ¿Quieres una piña colada?
Trago saliva.
El último martes de tacos que hicimos terminó con mamá bebiendo tres piñas
coladas ella sola antes de que comiéramos, y papá fue a su oficina para ignorar el
problema después de que ella se desmayara en el sofá.
Había llevado las sobras a la escuela al día siguiente y las compartí con Chris, Trent
y Julia, y cuando llegué a casa y traté de hablar con papá sobre lo que había pasado la
noche anterior, él sólo sacudió la cabeza.
Lo cierro tan rápido que rasgo el papel y derramo la mitad de mi taco en el suelo, el
plato de plástico haciendo ruido en el suelo de baldosas.
Mis manos cogen el periódico antes de que pueda detenerlos, metiendo los trozos
en el bolsillo de mi ropa. Mojo unos trapos y limpio el suelo, tiro mi plato en el fregadero
y corro arriba.
En mi cama junto los trozos del periódico. No sé por qué me hago esto, no sé por
qué me voy a torturar leyendo el obituario de Maggie porque sólo serán hechos secos
sobre lo grandiosa que fue, cuando debería haber vivido una vida mucho más larga que
la que tuvo. . .
Y, aun así.
Aliso los trozos, me estremezco cuando veo que me cae salsa encima de mi
edredón púrpura. Lo raspo con una uña, me preparo para leer el obituario.
Cierro los ojos por un momento, trato de fortalecerme, y luego los abro de nuevo.
Paso mi dedo por la columna hasta que encuentro la información sobre el velorio.
¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo puedo ir a su velorio sabiendo que nadie allí sabe
quién soy? Que ellos pueden llorar abiertamente, y yo. . .
Mierda. No es que me presten atención, de todas formas, no es que todos sientan
inmediatamente que no pertenezco. Incluso en un pueblo tan pequeño como el nuestro,
eso no va a suceder.
Escucho a mi padre murmurar algo como ese maldito gato y mi corazón se acelera
como si acabara de correr.
Presiono los talones de las palmas de las manos en los ojos, la presión me impide
llorar. Pienso de nuevo en enviarle un mensaje a Julia, Dylan, alguien para que vaya al
velorio conmigo mañana, pero Julia no lo sabe y Dylan tiene que estar con su familia y
yo voy a tener que pasar por esto sola.
DOS DÍAS DESPUÉS
Mi carro retumba al entrar en el aparcamiento del Whitewood United Methodist. Soy la
primera en llegar. Apago mi carro; con un apretón saco las llaves. Me pongo mi
chaqueta de deporte sobre mi vestido azul marino, porque Maggie odiaba el negro y le
encantaba correr, y necesito algo que me recuerde a ella para pasar este maldito
velorio.
Mi teléfono suena.
Julia.
Apago mi teléfono, me siento en silencio hasta que los Baileys llegan. Quiero
apartar mi cabeza de ellos, no quiero ver como el Sr. Bailey guía a la Sra. Bailey fuera
del carro, ambos de cincuenta años. Pero Dylan llama mi atención y lo tiene hasta que
se dan la vuelta para entrar en la iglesia y oh Dios, no puedo hacer esto.
Si entro, será definitivo. Maggie estará muerta y Dylan me mirará como si me odiara
y los Baileys no sabrán cuánto amaba a su hija. Si entro, todo el mundo verá a una
chica que probablemente conocía a Maggie de la escuela, y estaré rodeada por el dolor
de todos los demás, y no puedo.
No entro.
Me siento en mi carro todo el tiempo, dejo el carro en marcha hasta que el calor se
empaña en las ventanas y nadie puede ver que no estoy llorando.
Hay un golpe en mi ventana después de que el velorio termina, un golpe de pelo rojo a
través del vidrio borroso… Dylan.
Finalmente giro la cabeza, lo suficiente para verlo. Su cara está pálida, incluso más
pálida que su piel clara normal, blanqueada bajo sus pecas.
Se parece a ella. Eso es lo primero que pensé, que se parece a ella, excepto que su
pelo es rojo brillante en lugar del marrón de ella, su cara más definida. Ella lo llamaba
Ron si estaba siendo cariñosa, por el pelo. Pensé que era su segundo nombre hasta
que me dijo que era una referencia a Harry Potter.
Había planeado leer esos libros, eventualmente, pero ahora parece inútil. No quiero
leer sobre magia si no puede traerla de vuelta.
Porque ella se ha ido y es definitivo y tú eres el único que lo sabe y no puedo lidiar
con eso, no puedo lidiar con que se haya ido. . .
Hay muchas formas de decirle que él no va a entender, no puede entender. Ella era
su hermana y ella era mi novia, pero sólo uno de nosotros puede reclamarla ahora que
se ha ido.
Dylan maldice y se retira por un minuto, luego regresa a mi auto, poniendo su mano
en la ventana como si pudiera empujarla más abajo.
—No puedo creer que hagas esto solo por ti. Qué, ¿crees que alguien va a
reconocerte? Te aseguraste de que eso no sucediera.
Me estremezco.
Sacudo la cabeza.
—No.
—Corinne —dice—. Tú. . . tú me debes esto a mí, ¿de acuerdo? A ella. Por favor.
—Su voz es cruda cuando dice las últimas palabras. —Confía en mí.
Salgo del carro. Dylan retrocede y los dos empezamos a cruzar el estacionamiento
hacia una camioneta azul, ahora uno de los únicos autos que quedan.
—No están bien. Probablemente voy a tomarme una semana libre de la universidad
para quedarme aquí y ayudarlos.
—Oh.
Una chica más amable, una chica que no sea yo, se ofrecería a ayudar. Esa chica
sería amiga del hermano de su novia, de los padres de su novia; esa chica tendría
gente con quien compartir su dolor.
Nos detenemos frente a la camioneta azul. Dylan mete las manos en sus bolsillos.
Una chica viene de la parte de atrás de la camioneta, apagando un cigarrillo bajo su
bota. Su piel es marrón cálido, su cara afilada y angulosa. Su pelo corto está alisado a
los lados. Lleva vaqueros oscuros y una camiseta abotonada, y es más alta que yo
aunque lleve tacones.
—¿Quién es ella? —pregunto, mi voz tan fría como puedo hacerlo porque si tengo
que hacer esto, seré tan jodidamente difícil como él cree que soy.
—No entré.
Levanta una ceja, y estoy a punto de girarme y preguntarle a Dylan cómo la conoce
y qué cree que está haciendo, cuando ella me interrumpe y le pregunta primero.
Él se encoje de hombros.
—Ustedes dos tienen algo en común. Pensé que podían hablar de ello.
Frunzo el ceño. Elissa no lo hace. Elissa echa la cabeza hacia atrás y se ríe y dice:
—¿Es ella? Debes estar bromeando. —Y mi cara se pone roja y Dylan se ruboriza
también.
—Tengo que irme —dice apresuradamente, y antes de que pueda decir algo más,
se va, alejándose de nosotras y entrando en su carro al final del aparcamiento.
Esa respuesta.
No puedo abrir la boca para decir que sí, lo hice, así que sólo asiento.
—En realidad sí —digo, aunque en verdad no, porque me siento rencorosa de que
Dylan nos haga hablar y de que esta chica sepa claramente tanto de mí que ni siquiera
necesita preguntarme mi nombre.
—Eres Corinne. Sé quién eres —dice. Y antes de que pueda protestar, ella continúa
y enciende el cigarrillo de todos modos. —Maggie me lo dijo.
—No vas a Leesboro, ¿verdad? —digo, sólo para saber más sobre ella, sólo para
tener algo que decir.
—Si fui. Así es como nos conocimos, yo y Maggie —dice, como si necesitara
aclararlo—. Me gradué hace dos años.
—¿Qué. . .?
—Voy a Wake Tech, si es lo que preguntas —dice, y hay una nota de amargura en
su voz—. No todos nosotros planeábamos ir a Villanova.
—¿Te lo dijo?
—Mira —dice, apagando su cigarrillo—. Sé lo difícil que debe ser para ti. . .
—No sabes una mierda. Acabo de conocerte. ¿Cómo se supone que sabes cómo
me siento? —Alguna parte de mi cerebro me dice que por supuesto que lo sabe, salió
con Maggie, pero estoy demasiado enfadada para preocuparme, porque ella sabía de
mí cuando yo no sabía de ella.
—Corinne…
—De acuerdo. Bien. ¿Te veré en el funeral, entonces? Si has cambiado de opinión
para entonces podemos hablar.
No volteo a verla.
UN AÑO ANTES
La buscaré la próxima vez que corramos contra Leesboro. Me pican las palmas de las
manos; estoy balanceándome de un lado a otro de pie a pie. Nunca estoy tan nerviosa
antes de una carrera, y se nota.
—Vas a quemar toda tu energía antes de que empecemos —dice Julia, pero le
divierte.
—Lo sé. —Le doy una sonrisa. —No es como si importara. Ambas sabemos que
nos vas a llevar a la victoria.
—Oh, silencio —dice Julia, pero me da un codazo con el hombro antes de inclinarse
para estirarse—. Vendrás esta noche, ¿verdad?
—Ya lo sabes. Y hay una caja gigante de chocolate con tu nombre en ella.
Paso a Haley, paso a Julia, escucho el aliento de otros corredores detrás de mí, el
crujido de las nuevas hojas de otoño bajo nuestras zapatillas, el ritmo de mis propios
pasos. Nada de eso importa, porque aún no la he alcanzado.
Por fin la veo delante de mí, con una coleta verde lima que me hace señas.
—¡Corinne!
Parpadeo. Seguro que no la he oído bien. Ella es de una escuela rival, y se supone
que somos enemigas.
Pero hay algo en ella. Aunque apenas hemos hablado, hay algo en ella que me
hace pensar que podría ser una de las pocas personas en todo este estado que
realmente me entendería.
Le doy mi teléfono sin pensar, dejo de estirarme, miro como teclea su número.
Hago clic en su foto más reciente, una foto de ella con la mano en la barbilla, su
cara como si claramente tratara de no reírse, y ponía: Me pregunto si puedo convencer
a mi equipo de que corra a Coney Island Ice Cream a por un helado gratis
Empiezo a desplazarme.
Voy a su muro.
Es casi peor aquí los comentarios, porque aquí están sus padres y aquí hay gente
mayor de su iglesia, llamándola ángel y hablando de cómo está en el cielo con sus
bonitas alas de ángel blanco. La mitad de las personas que postean han cambiado sus
fotos de perfil de ellos y Maggie, su cara mirándome desde tantos círculos diminutos.
No hay comentarios sobre esta foto, y doy un golpecito para dejar una.
¿Qué digo?
Cuando me despierto, esa foto nuestra sigue ahí, lo último que se abre en mi
teléfono, ese comentario que me espera.
No digo nada.
TRES DÍAS DESPUÉS
El funeral de Maggie es hoy.
—¿Corinne?
Parpadeo. Todos los demás han dejado química, y yo sigo sentada aquí con mi libro
de texto abierto, sin siquiera mirar la página.
—Lo sé.
Ella me frunce el ceño. Por un segundo creo que me va a preguntar si estoy bien, o
algo así, pero Haley no es de las que tienen simpatía o sentimientos agradables. Ella
dice lo que piensa y a quién no le importa cómo hace sentir a los demás.
—Probablemente no, estoy pasando por algunas cosas de familia. Pero Julia lo
sabe —digo. Haley levanta una ceja, pero no dice nada más.
Empiezo a sentirme mal en el almuerzo.
No voy a pasar el resto de mis clases, no voy a poder sentarme aquí mientras todos
los demás se ríen y siguen como si nada hubiera pasado, como si el mundo no hubiera
cambiado.
Julia viene hacia mí, agitando sus brazos, tratando de llamar mi atención, pero si
me habla, gritaré.
Nuestra casa está vacía; papá está trabajando y Bysshe está durmiendo en una zona
donde llega el sol. Entro con mis cosas por la puerta, y me apoyo contra ella.
Voy a tener que ir al funeral. Voy a tener que ir, no puedo faltar, no después del
velorio, no después de lo que dijo Dylan.
¿Cómo voy a superar esto? ¿Cómo se supone que voy a seguir sin ella, como si
nada hubiera pasado, como si no se hubiera ido?
Mi teléfono suena.
No es que seamos tan cercanos como para que le hable de Maggie. No sé cómo se
sentiría, yo saliendo con una chica sólo meses después de que rompiera con él.
Elissa.
Antes de que pueda convencerme, le envío un mensaje y le digo que sí, que me
gustaría que me llevara y que me recogiera; vivo en Kirkland Road.
Elissa llega a mi casa a las 4:45, en la misma camioneta azul que conducía ayer. Es
extraño verla al volante. La mayoría de los que conducen camionetas aquí son los
chicos de mi instituto, que aceleran sus motores en el aparcamiento como un
espectáculo de quién tiene el miembro más grande.
Ese pensamiento se siente como una traición… pensar que otra chica se ve guapa,
y encima que es la ex de mi novia, y encima es la ex que me lleva al funeral de esa
misma novia.
Maggie salió con ella. Maggie salió con ella y nunca me lo dijo, nunca hablamos de
con quién había salido. Nunca la mencionó ni una sola vez. Y aquí está, y puede que
esté de duelo como yo, pero no lo sabría porque hasta hace dos días no tenía ni idea
de quién era y Maggie nunca la mencionó ¿Por qué Maggie nunca la mencionó?
Nunca la mencionó, pero nunca le pregunté, y tal vez debería haberlo hecho.
Pasamos por una pizzería, y giro la cabeza para no tener que verla. Julia me llevó
allí justo cuando me mudé, y pasamos el tiempo comiendo pizza y le mostré lo buena
que era en el Pac-Man, cómo tenía el patrón memorizado desde que era una niña y
mamá y yo jugábamos mientras esperábamos en el cine.
Iba a traer a Maggie aquí, mostrárselo a ella. Pero yo siempre estaba con miedo de
encontrarnos con alguien que conociéramos.
Pero Elissa lo entiende. Por mucho que me moleste Dylan por obligarnos a estar
juntas, no es su culpa.
—Es tu carro.
—Renuncié, ya sabes. Quiero decir. . . Maggie quería que lo dejara, así que lo dejé,
pero cuando me enteré de que había muerto. . . los viejos hábitos son difíciles de
borrar.
—¿Dylan te llamó? —Ni siquiera puedo mantener los celos fuera de mi voz.
Ella me mira.
—Sí.
—Increíble.
—¿Qué?
—¿Tú recibes una llamada, y yo tengo que averiguarlo por unas chicas en el
vestuario? —Mi voz se vuelve chillona, como siempre lo hace cuando estoy enfadada,
y me hace enfadar más, pero no puedo parar. —Llevamos juntas casi un año y nadie
piensa en hacer nada al respecto, ¿nadie piensa en llamarme o decírmelo? —Respiro
profundamente y me estremezco, meto las manos en los puños y me clavo las uñas en
las palmas de las manos. Puedo sentir las lágrimas pinchando en el fondo de mis ojos,
pero me condenaré si lloro ahora.
—Siento que Dylan no te haya llamado —dice Elissa después de un minuto—.
Debería haberlo hecho. Eso fue una mierda.
—Sí. —Sueno mi nariz. —Lo fue. —Abro la caja de la consola para buscar una
servilleta o un pañuelo, tomo uno que parece como si hubiera estado ahí por un tiempo,
y me sueno la nariz en ella.
No es culpa de Elissa que Dylan no me lo haya dicho. Pero el hecho de que ella lo
supiera y yo no, el hecho de que ni siquiera pensara en llamarme, me quema por
dentro.
Estamos aquí.
Pero creo que a Maggie le habrían gustado esos colores. Maggie odiaba el negro.
El departamento de teatro está haciendo más para honrar su memoria que yo.
Ella me mira.
—Chúpala, Corinne —dice, con la voz ronca—. ¿Crees que eres la única que está
de luto? ¿Crees que alguien aquí se va a fijar en ti? Maggie hubiera querido que
estuvieras aquí, ¿de acuerdo?
Eso me golpea. Elissa debió darse cuenta, porque ella aparta la mirada de mí.
Tropiezo, tambaleándome sobre tacones que nunca uso. Por un corto segundo pienso
que estoy a punto de caer, caer en el pavimento y quedarme ahí tirada en un montón
arrugado durante toda la ceremonia, pero Elissa me agarra del brazo y me alza de
nuevo. Me sorprende lo fuerte que es.
Creo que pueden decir que no pertenezco. Creo que todos se dan cuenta. Las
chicas podemos sentir eso. Es para lo que estamos entrenadas, algún retorcido
mecanismo de supervivencia.
Nadie mira a los Baileys cuando entran, como si su dolor fuera contagioso, como si
la gente que amamos muriera si los miramos o los tocamos.
Tomo una parte de mi vestido entre los dedos, juego con él para poder darme algo
en lo que concentrarme mientras el pastor dice que Maggie está en un lugar mejor y
que es su hora. Si dice algo sobre que Dios necesita otro ángel o alguna mierda así,
me paro en un banco de la iglesia y grito.
Maggie creía en todo esto. Maggie creía en Dios, ella rezaba antes de las comidas y
hacía grupos de jóvenes los domingos, y quería preguntarle ¿cómo? ¿Cómo pudo
aferrarse a esa fe cuando tantas otras personas en su iglesia la habrían rechazado si
hubieran sabido de nosotras? ¿Cómo podía creer en un Dios que tantas otras personas
usaban como arma contra ella?
El pastor deja de hablar, y hay murmullos cuando todos los que están delante de
nosotras leían los himnos, ruido de gargantas y el crujido de las páginas. Elissa se
mueve a mi lado. Había olvidado que estaba allí.
No significó para mí lo que significó para ella, pero oírlo ahora casi me deja perpleja,
porque en todas estas voces que cantan el coro, la suya no está entre ellas.
Sacudo la cabeza.
—Estaré bien.
—¿Estás segura?
—Apártate, Elissa —digo, y ella se mueve lejos de mí, casi corriendo donde otra
chica quien nos mira a las dos como si no perteneciéramos a este lugar.
No pertenezco a este lugar. No pertenezco a estas chicas afligidas, chicas que
reclaman a Maggie mientras que yo sólo tengo momentos robados y besos en su
sótano.
Pero pienso en lo que dijo Elissa, en cómo Maggie me hubiera querido aquí, y no
puedo obligarme a irme.
Y entonces Dylan se pone de pie. Su cara está roja aunque no está llorando, su
dolor se refleja por toda la habitación.
Si Maggie estuviera aquí, lo consolaría. Eran muy unidos, sobre todo porque sólo se
llevaban dos años de diferencia, y si ella estaba aquí. . .
Pero no lo está. Ella no está aquí, y el resto de nosotros sí, y somos los que
tenemos que seguir sin ella aunque no podamos y no sea justo.
Lo dice con orgullo, con tristeza, pero las chicas delante de mí se miran.
Maggie era competitiva, si estabas siendo amable. Si no lo eras, a veces era una
perra, con una vena perfeccionista no sólo para ella misma sino para todos los que la
rodeaban.
Pero nadie aquí va a decir eso. Probablemente no lo harán nunca más. La muerte
hace eso a las adolescentes, las convierte en mártires, en ángeles perfectos con alas
blancas y halos que no encajan.
—Estaba tan motivada —dice Dylan—, y realmente quería usar eso, para ayudar a
la gente, especialmente a los niños, era muy buena con los niños. Lo que más le
gustaba hacer los domingos por la noche era ser voluntaria del grupo de jóvenes. Ella. .
.— Su voz se quiebra, lo que provoca una nueva ronda de sollozos de la Sra. Bailey. —
Ella quería ser maestra.
Algo dentro de mí se rompe. No sabía eso. No sabía que Maggie quería enseñar;
nunca hablamos de ello. Nunca me lo dijo.
No me habló de eso, de Elissa. Sabía tantas cosas sobre ella, pero no estas cosas,
y creo que. . . Dios, ¿la conocía siquiera?
No. Lo hice. Tengo que aferrarme a eso. La conocí; sabía tanto de ella porque la
amaba, porque si admito que no la conocía y no está aquí para decírmelo. . .
Vuelvo a prestar atención a Dylan. Ha bajado su papel, su cara roja como su pelo, y
luego empieza a llorar. No son los sollozos abiertos de la Sra. Bailey, pero las lágrimas
le corren por la cara, sin esfuerzo para ocultarlo. Una sensación de malestar llena el
aire, incómodo al moverse porque Dylan está llorando abiertamente, apoyándose en el
ataúd de su hermana para sostenerse. También de inquietud porque Dios no permita
que un chico llore tan abiertamente, aunque su hermana haya muerto. Mejor que se lo
guarde, que lo embotelle, para que el resto de nosotros no nos sintamos incómodos.
No puedo hacer esto. No puedo quedarme aquí y ver cómo sacan su ataúd,
mientras su familia sale y todos se arrastran detrás de ellos susurrando, no puedo.
Le murmuro algo a Elissa sobre la necesidad de tomar aire. Ella presiona sin
palabras sus llaves en mi palma de la mano, y tan pronto como salgo de la iglesia corro
a la camioneta y me encierro dentro.
Elissa se queda en el estacionamiento por un buen rato después de que todos han
salido, hablando con algunos otros dolientes que parecen de su edad. Algunas de las
chicas del teatro se acercan a ella y la abrazan.
¿De qué están hablando estas chicas? ¿Qué están diciendo que yo no sé?
Y esa pregunta vuelve a mí otra vez, ¿cuánto sabía realmente sobre Maggie?
—. . . ¿Tú quieres?
—No. . . ¿no realmente? Porque si veo que la entierran. . .—se detiene—. Yo sólo. .
. No puedo hacerlo, ¿sabes?
—Quiero sus cosas —digo de repente, soltando las palabras de mi boca—. Sus. . .
sus cosas de deporte.
—¿Dónde está?
—Corinne…
El pánico se eleva en mi garganta ante su pregunta, pánico y algo más, algo agrio.
Sé que es culpa.
—Si quieres sus cosas, vamos a tener que esperar a Dylan —dice—. O a sus
padres. No puedes simplemente entrar en su casa.
—Lo sé —digo. Luego—: ¿Podrías venir conmigo? Quiero decir que sé que tendrás
que llevarme, pero quiero decir. . . ¿podrías venir conmigo? No quiero estar sola.
Por una fracción de segundo, sus manos se aprietan en el volante y creo que está a
punto de llorar. Luego exhala, larga y lentamente.
—Estás . . . ¿estás bien? —pregunto, porque me doy cuenta que conocía a Maggie
tan bien como yo. Ella también salía con ella.
—No —dice—. Sí debería ir. —Respira profundamente otra vez. —Iré a preguntarle
a Dylan, ¿de acuerdo? Probablemente vaya al entierro, así que tendremos que
esperar, pero si le parece bien, iremos.
—Bien —digo, y espero a que ella salga del carro, dejándolo encendido.
Elissa regresa cinco minutos después, y sé que fumó, porque huele aún más a
cigarrillos.
—Dylan dijo que nosotras podríamos encontrarnos con él ahí —dice—. Sus padres
se van a quedar con su tía toda la noche ya que es muy fuerte para ellos estar en casa,
así que no deberíamos encontrarnos con nadie.
—Así que —dice Elissa mientras giramos en un camino secundario—. Um. ¿Cómo
va la escuela?
—Algo así como lo que esperas. Tenemos que ser lo suficientemente rápidos como
equipo para clasificar para los Regionales, entonces la entrenadora manda a siete de
nosotros para eso, entonces si el equipo se coloca en el veinticinco por ciento superior,
vamos a las Estatales.
—No —digo—. No soy tan buena. Maggie . . . Maggie lo era. Pero tampoco llegó al
año pasado. Su equipo casi clasificó, pero no del todo.
Aunque ella iba a hacerlo este año. Habíamos hablado de ello durante el verano.
Iba a esforzarse aún más para llegar al Estatal.
Para mi sorpresa, me río. Porque ella tiene razón. Porque conoce esa parte de
Maggie.
—Sí, pero . . . no importa —digo—. Y no sé. Pensé en hacer algo con química, tal
vez.
—¿En serio?
—Elissa. . .
Levanta una mano, y nos quedamos en silencio hasta que llega a la entrada de
Maggie.
Automáticamente busco su carro, pero no está aquí. La imagen del carro aplastado
contra el árbol de las noticias de hace dos noches pasa por mi mente. . .
Oh. Dios. ¿Cómo fue? Apenas vi las noticias, no quería verlas, pero de repente lo
único que puedo imaginar son sus últimos momentos, su carro chocando contra un
árbol, el teléfono y el bolso y Maggie volando hacia el parabrisas. . .
Dylan me mira.
—¿Por qué quieres sus cosas, Corinne? —pregunta, y su voz tiene un tono que no
esperaba.
—Yo . . .—vacilo—. Porque quiero algo físico de ella y correr era algo nuestro. . .
Su casa huele igual. No como ella, no del todo, pero acogedora de esa manera en
que huelen las casas de los demás.
—Vamos —dice Dylan, y comienza a subir las escaleras, Elissa y yo vamos detrás
de él.
Me detengo mientras subimos las escaleras, no puedo evitar mirar las fotos de
Dylan y Maggie que se alinean en las paredes, ellos en Disneyland cuando era niña, el
año pasado en Nueva York frente a la carpa del Fantasma de la Ópera, Maggie
sonriendo de oreja a oreja. El parecido entre los dos es asombroso en las fotografías, y
odio que sea lo único que quede de ella, estas fotos y lo que pase por la cabeza de
Dylan cada vez que se mire en el espejo.
Los tres nos paramos frente a su habitación. La puerta está cerrada, pero aparte de
eso, todo parece igual. Como si todos estuviéramos esperando a que volviera.
—Sus cosas para correr todavía están en el armario —dice Dylan—… Puedes
hacer esto sin mí. —Elissa extiende una mano y toca a Dylan en el hombro, pero él se
encoge de hombros. —Estaré abajo —dice en seguida, y luego desaparece. Ella me
mira.
—¿Estás lista?
Se ve igual. No sé por qué pensé que no lo sería. Las paredes siguen siendo de
color lavanda. Me burlaba de ella por eso, pero no le importó. También me burlaba de
los posters de caballos debajo de su cama, de los libros de Crepúsculo que colgaban
en su estantería, porque era tan típica, porque era una chica.
Ver esa carta hace que me arda el pecho. No por celos, no por el hecho de que
Maggie fuera reclutada por las universidades de la División I cuando yo no lo estoy,
sino por el hecho de que quería viajar hasta Pensilvania para ir a la universidad, que
había tomado una decisión sin mí.
Su cama no está hecha. Trato de no mirarla, trato de no pensar en las horas que
pasamos besándonos en esa cama cuando no había nadie o el calor de su espalda
contra la mía cuando me quedé a dormir, o. . .
Dios, no puedo hacer esto.
Me volteo, presiono mi mano contra mi boca así Elissa no me podrá escuchar llorar.
Me toma un minuto que luego pueda ir al armario y busco la caja de sus cosas para
correr. Es una vieja caja de cartón, una que tal vez contenía un regalo de Navidad o
algunos juguetes de la infancia en el ático y ahora todo lo que contiene es lo que queda
de la carrera de Maggie.
Cierro los ojos y abro la caja, toco su ropa de correr y sus zapatillas y el manual de
correr de Leesboro. Y luego mis dedos rozan otra cosa, y sé inmediatamente lo que es.
Lo saco, abro los ojos. En mi mano está la cinta verde lima que usó en cada
competencia. Hay algunos mechones de su pelo todavía atrapados en ella y trato de no
pensar en eso mientras la deslizo por mi muñeca.
Huele a ella. No quiero, pero lo hace, más que su habitación, más que nada en esta
caja, esta cinta huele a su champú y a su perfume y a los días de las carreras y a
nosotras.
Ella pensó que era suerte. Juró que lo era, juró que se desempeñaba mejor cuando
lo usaba.
—¿Corinne?
Miro hacia arriba. Elissa está de pie en la puerta, con la preocupación en toda su
cara.
—Sí.
—Dios, ella amaba ese musical —digo—. Pero ella odiaba la película.
Elissa se ríe.
Quiero estar de acuerdo con ella. De verdad, de verdad que sí. Pero luego recuerdo
que Maggie nunca me habló de ella, Elissa sabía quién era yo, pero Maggie nunca me
lo dijo y sabía todas estas cosas y yo. . .
Me encogí de hombros.
—Quería que conociera a sus padres y fuera para el Día de Acción de Gracias, y no
pude. Me gustaba, pero no podía. Así que lo terminé.
No tenía que esconderlo con los chicos, pero ahora no siento que sea el momento
de sacar el tema.
Debería preguntar con quién salió, pero no quiero saberlo. No quiero pensar en
otras chicas antes que yo, cómo era ella con ellas.
Mirar esto duele, pero no puedo detenerme. Me voy a su Facebook, pero solo hay
un nuevo post en su muro, uno de la Sra. Bailey. Casi no lo leo, casi no lo miro porque
se siente tan privado, su dolor en pantalla.
Incluso entonces la distancia entre mis padres crecía, no importaba cuanto tratasen
de ocultármelo. Así que decidí: si su matrimonio no podía ser perfecto, entonces yo
tenía que serlo, para hacer las cosas lo más fácil posible para ellos.
Tocan mi puerta antes de que papá asome la cabeza, justo cuando me pongo la
camisa sobre el sujetador deportivo.
—Tocar significa que vas a esperar a que te diga que entres antes de abrir la puerta
— digo.
—¿Maletas?
Mi madre tiene derecho de visita dos fines de semana de cada mes. Habría sido
más, pero su expediente no la hizo muy querida por el juez del condado, y el hecho de
que caminara la mañana de la audiencia de custodia tambaleándose y oliendo a
alcohol sólo selló el trato.
Una pequeña parte de mí susurra que le gusta verme ganar porque significa que
saldré de aquí como él quiere, pero lo tapo. Mamá nunca ha aparecido en una
competencia, así que en el juego de “qué padre se preocupa más”, él es el que gana.
Los padres de Maggie fueron a todas las competencias. Dylan también, me dijo,
antes de que se fuera a la universidad.
Supongo que ya no tienen que, y sería incómodo que aparecieran ahora que su hija
está muerta. Algunas personas pensarían que es patético, incluso. Sólo toleramos el
dolor aquí abajo por un tiempo antes de que se espere que lo superes.
—Hoy no, papá —digo—. Guarda eso para las carreras más grandes.
—No puedo esperar a verte en las carreras más grandes, Corey. Me sentaré al lado
de los otros y les diré que tengan cuidado contigo.
Pero son sólo dos chicas en una cafetería, dos colegialas que quieren conocerse
mejor. Tengo un novio, y no siento eso por ella, y esto no significa nada.
Hay un sonido de campana cuando entro, y ella mira hacia arriba inmediatamente,
la emoción se le nota en la cara aunque sólo estamos aquí para tomar un café.
—Hola —le digo, y ella me mira fijamente. Me siento frente a ella, me quito el
abrigo y lo cuelgo en el respaldo de la silla.
Lo puse de nuevo en mi bolsillo. Hablar con él cuando salgo con esta chica se
siente mal. Grosero.
—No vamos en serio —digo—. Quiero decir, supongo que estamos llegando a eso.
. . quiere que vaya para Acción de Gracias y conozca a sus padres y todo eso. Incluso
a su abuela.
Hablamos y llego a conocerla mejor y creo que podríamos ser amigas. Aunque
estemos compitiendo entre nosotras en cada carrera. Podríamos ser amigas de verdad.
¿Tienes novio?
No. No tengo.
Nunca lo hizo como un secreto que él espera que correr sea la forma en que voy a
salir de Carolina del Norte, ir a una gran universidad, y nunca mirar hacia atrás. Piensa
en que consiga una beca, varias becas, para que pueda escapar de los préstamos
estudiantiles como los que aún está pagando.
Quiere que sea mejor este año. Lo ha dicho varias veces, porque cuanto mejor sea,
más posibilidades tengo de salir de aquí.
Maggie podría. Podía imaginarse todo este gran futuro para nosotras, y era fácil
dejarla hacer eso. Intentó que entrenara con ella este verano para que cuando
empezara la temporada de otoño, estuviéramos casi en igualdad de condiciones.
Pero ella siempre fue mejor que yo. Ninguna cantidad de entrenamiento iba a
cambiar eso.
Aun así. Lo intentaría. Porque eso es lo que hacen las chicas perfectas.
Trent fue el primero en invitarme a sentarme con ellos. Conocí a Julia cuando me
dijo que postulara para las carreras, pero no nos hicimos muy amigas hasta que
empezó la temporada. Entré en el café mi segundo día sin ningún sitio donde
sentarme, tratando de entender, porque no había tanta jerarquía a como era de gente
que se conocían desde el jardín de infancia, y aquí estaba yo, completamente nueva y
sin entender nada.
Y vi a Julia, pero su espalda estaba hacia mí, y entonces Trent me saludó con esa
brillante sonrisa de chico dorado, y pensé, de acuerdo, esto es lo que hacen las chicas
perfectas, se sientan con chicos guapos que deben ser atletas.
Era más que eso, sin embargo: Trent me hizo sentir bienvenida. Me senté en la
mesa y él me preguntó que había comprado, y él hizo una broma y me hizo reír, y
antes de que me diera cuenta el refrigerio había acabado. Antes de que empezáramos
a salir, él era así. Paraba lo que estaba haciendo, para hacer que cualquiera se sienta
bienvenido.
Sin decir una palabra, Trent me pasa un recipiente lleno de algo, y tan pronto como
abro la tapa puedo decir que es el baklava casero de su abuela.
—No dije nada sobre no arriesgar mi propia vida —dice, y me río y le paso mi plato.
Me gusta Chris. Por su amplia sonrisa, por la amabilidad con la que trata a Julia.
Julia lo mira.
—¿Más asqueroso que cualquier charla sobre la ropa? —pregunta Julia, una
ventaja para ella. Me mira, esperando que la respalde.
Debería.
Pero el momento pasa y volvemos a comer. Hago contacto visual con Chris, quien,
me doy cuenta, no está comiendo el puré de papas.
—Va bien —dice Julia, encogiéndose de hombros—. No tan bien como el año
pasado. Tenemos algunos corredores que podrían llegar a las Regionales, y tal vez
uno o dos que llegarán a la Estatal.
Pero pienso en lo que mi padre dijo esta mañana, lo que Maggie quería, y me
pregunto si mi corazón debería estar en ello, si debería esforzarme más este año,
tratando de correr más rápido para conseguir una beca y salir de aquí, en lugar de ser
lo suficientemente bueno. En lugar de mantener la cabeza agachada e ignorar todo.
Él la mira y la alcanza a través de la mesa, uniendo sus dedos oscuros con los
claros de ella. Hay un orgullo real en la cara de Chris cuando Julia habla acerca de lo
bien que le va. Ella sabe que es una buena atleta. Él también. Ellos están juntos desde
el primer año y todos nosotros juramos que ellos serán atletas profesionales y se
casaran algún día, aunque dejar Carolina del Norte no es parte de ese futuro. Nadie
saldría a menos por un milagro, aunque probablemente podrían, porque todos nos
sentimos atascados. Chris jugará al fútbol para los Jaguares de Carolina o algún
equipo universitario, Duke tal vez, y Julia irá a una escuela de arte local si no consigue
una beca para correr. Son la pareja de oro de nuestro instituto, y sería fácil odiarlos por
ello si no se apoyaran tanto el uno al otro.
—¿Ya te ha llamado alguien, Corinne? —pregunta Trent, con la boca llena de pollo
frito.
Me encojo de hombros.
—Unos cuantos lugares —miento, porque esto es lo que debería decir, así es como
debería estar sucediendo.
Nadie me ha llamado. Si fuera una chica diferente, estaría preocupada por esto, y
quizás debería estarlo, especialmente ahora que Maggie se ha ido. . .
No digo que Aldersgate es donde mi padre fue, donde probablemente yo iré, donde
intenté convencer a Maggie de que se uniera a mí para que pudiéramos estar juntas,
aunque ambas sabíamos que estaba destinada a cosas más grandes. No digo que lo
estoy viendo porque es una pequeña universidad privada y podría conseguir una beca
bastante sustancial, y mi madre está casi desempleada y mis padres están divorciados
y el trabajo de papá como informático no gana mucho, esa universidad ni siquiera
estaba en la mesa para mí hasta que empecé a correr. Pero Trent no necesita saber
eso.
—¿De qué otros lugares han sido llamados? —pregunto, no solo a Julia sino a
Trent y Chris también.
—Oklahoma, Clemson, Duke —dice Julia, al mismo tiempo que Trent y Chris
dicen—: Chapel Hill.
—Oh Dios —digo. Porque eso fue lo primero que aprendí cuando me mudé aquí,
que la gente dejará de lado cualquier diferencia que tengas siempre y cuando busques
el tono correcto de azul en la temporada de fútbol o baloncesto.
Papá le gusta el equipo de Carolina del Este, por despecho y porque no sabe nada
de fútbol. Yo apoyo a quien sea que esté ganando.
—Te seguiré amando aunque vayas a la escuela equivocada —le dice Chris a Julia,
y se inclina sobre la mesa y la besa en la mejilla mientras Trent y yo la miramos
torpemente.
Pero ahora se ha ido y tengo que tomar todas mis decisiones sola.
TRES MESES ANTES
Estamos acurrucadas bajo las sábanas de su cama, sólo con camisetas y ropa interior
aunque hace frío en su habitación, el aire acondicionado a tope. Sus padres están
fuera en una cena; papá cree que estoy con Julia.
—¿Cómo fue tu visita? —pregunto, besándola. Tuvo una visita oficial a Clemson el
fin de semana pasado, aunque el último año no ha empezado. Es la primera vez que
hablamos de ello, no porque pasáramos mucho tiempo besándonos (en realidad sí)
sino porque no he querido oír que le encantó.
—En realidad, fue genial. Me gustó mucho —dice, y se da la vuelta para mirarme—.
El equipo era bueno, el entrenador era muy amable y me veía encajando ahí.
Se encoge de hombros.
Me alzo en la cama.
—¿En serio?
—Yo sólo. . . No lo sé, Corinne —dice, moviendo sus cejas—. Mis tiempos son
mejores que los tuyos, y no quiero que te preocupes si terminamos en escuelas
diferentes.
Pero ella es la que quiere que vayamos al mismo lugar. Es de lo único que habla, y
me pregunto si está tratando de tranquilizarse a sí misma o a mí.
—¿En serio?
—¿Lo harías?
—¡Entonces vamos!
Me siento.
—No hablas en serio —digo, pero hay risas en mi voz porque sé que habla en serio,
porque así es como es: ve algo que quiere y va tras ello. No espera.
—Será mejor que me des una recompensa por esto cuando vuelva —refunfuño,
moviéndome así que me siento en el borde de la cama.
Su cara está a centímetros de la mía. Inclino la mía hacia la suya, más cerca, cierro
los ojos. . .
—Oh, te voy a atrapar por eso —digo, de pie, y ella me saca la lengua.
Dejé que mi madre le ponga a sus perros el nombre de una estrella porno.
La hierba seca del otoño roza mis tobillos mientras camino por la acera hacia su
puerta. No ha cortado el césped desde julio, y ahora septiembre trae la primera ola de
frío que convertirá las manchas verdes de hierba en marrones y desgastadas. Supongo
que pensó que como todo moriría pronto no necesitaba que nadie lo cuidara, pero se
ve terrible, y ojalá pudiera decírselo.
Ella aparece a través de la puerta, mi madre, Linda ladrando a sus talones. Incluso
a través de la malla puedo ver que está en camiseta y pantalones cortos y agarrando
un vaso de algo.
—¡Corey! —dice ella, su voz fuerte y rasposa. Mi madre no es de acá, pero adoptó
el acento del sur más rápido de lo que lo hicimos mi papá o yo. Ella piensa que eso la
hace sonar más confiable, más divertido. Creo que la hace parecer una mujer que se
esfuerza demasiado. —Oh, te he echado tanto de menos, entra.
Nos llevábamos bien entonces, incluso más que papá y yo. Mamá me consentía
con las cosas de chicas que me gustaba, me llevaba a la manicura o de compras, y
hablábamos. Le contaba sobre la escuela, sobre los chicos, sobre lo que leía o quién
quería ser cuando fuera mayor.
Dejé de hablar. Dejó de escuchar. Mudarse a Carolina del Norte sólo exacerbó el
problema. Cuando nos mudamos, apenas trajo sus cosas, como si ya tuviera un pie
fuera de la puerta. Antes de que yo empezara mi tercer año, ella se fue, y papá y yo
estábamos solos.
Es una maravilla que nos quedemos los tres en el mismo estado, dejando solo unos
cuantos kilómetros entre nosotros. Pero papá no quería alejarme y acordaron que sería
más fácil para mí visitar a mamá si todos viviéramos en la misma zona, al menos hasta
que vaya a la universidad. Así que, aunque sé que mamá echa de menos a sus viejos
amigos, su antigua vida y nuestra antigua casa, no puede volver, todavía no.
—¿Quieres sentarte aquí conmigo? —pregunta—. Sólo estoy viendo Ley & el
Orden: UVE las repeticiones. Nos encantaba hacer eso.
Me sorprende que lo recuerde. En Colorado veíamos Ley & el Orden: UVE cada fin
de semana, porque siempre estaba ahí. Nos turnábamos para adivinar quién era el
malo, o en qué temporada estaba basada en los cortes de pelo de Benson. El ganador
tenía que elegir adónde iríamos a cenar el domingo por la noche.
Yo siempre ganaba, pero lo que no le decía era que yo veía el episodio cuando
regresaba del colegio, antes que ella llegara a casa del trabajo. Supongo que era
trampa, pero me gustaba ganar en ese entonces. Me gustaba los tres de nosotros
saliendo como una familia y comprando hamburguesas en mi restaurante favorito, y
mientras adivinara quién era el malo correcto en la UVE, lo haríamos.
—Claro —digo, y la sigo hasta la sala de estar. Nos instalamos en su sofá y ella
enciende la televisión.
—Se está preparando para ser árbitro —dice—. Lo hace en fútbol de instituto.
Estará en tu escuela en unas semanas; deberías ir.
Sus uñas de acrílico golpean su copa de vino, y de repente es lo último que quiero
hacer. Dudo que llegue a las once para verlo en las noticias locales, de todos modos.
—En realidad, ¿podríamos salir a cenar? Como solíamos hacer. . . si adivino
correctamente al malo de este episodio, ¿puedo elegir?
Ella parpadea.
—No. No, cariño, podemos hacerlo —dice. Uno de los perros salta y se instala en
su regazo, y yo me inclino en el extremo opuesto del sofá.
Hice los tres episodios correctos, y ella toma un vaso para cada uno de ellos. Para
cuando la cena llega, está dormida en el sofá.
Llamo la atención de Julia mientras corro hacia el resto del equipo, la coleta verde
lima de Maggie en mi pelo. Casi no me lo pongo esta mañana. Pero necesito un poco
de suerte hoy, necesito algo que me ayude a superar esta carrera.
Julia se da cuenta.
Me encojo de hombros.
—Lo encontré en alguna parte —digo, y ella lo acepta sin dudarlo, porque ¿por qué
no lo haría?
La entrenadora Reynolds nos empuja a todos a una charla de ánimo, el silbato rojo
siempre presente alrededor de su cuello moviéndose. Haley le hace una pregunta y ella
le sonríe cuando responde. Solía querer ser la mejor del equipo solo para que la
entrenadora Reynolds sacara esa rara sonrisa y la usara conmigo.
Solía hacerlo.
Quiero decirme a mí misma que no es una mala madre, que ha estado ahí cuando
ha importado, pero la mentira me sabe mal aunque no la diga en voz alta.
El silbato de salida suena, y Julia se lanza delante de mí. A ella le gusta ir más
lejos, y luego cerca del final saca una ráfaga de velocidad más; yo sólo corro
constantemente todo el tiempo porque, a diferencia de ella y Haley, no siento esa
necesidad de empujarme a mí misma.
Doblo una curva, siento la fuerza de mis zapatillas golpeando el suelo, pateando la
arcilla y salpicando mis espinillas. Correr me hace sentir fuerte, bien, capaz. Es una de
las pocas cosas que lo hace.
Pero estoy doblando la esquina hasta la línea de meta y mis compañeras están
cruzando la línea cuando veo algo que me hace pasar frío.
Corro, corro, corro con todo lo que tengo dentro y ni siquiera veo la línea de meta y
cuando la cruzo mis compañeros de equipo me rodean y gritan lo orgullosos que están
y cómo no me han visto correr así desde hace años y Julia está gritando algo en mi
oído e incluso la entrenadora me mira como si estuviera orgulloso.
Pero no les entiendo. Están gritando y animando y no registro ningún sonido porque
todavía estoy buscando a Maggie.
DIEZ MESES ANTES
El día de Acción de Gracias está aquí. Las Estatales han terminado. No lo
conseguimos; ni siquiera llegamos a las Regionales. Sé que la entrenadora estaba
decepcionada, pero siempre hay un próximo año.
Maggie lo hizo. Las Regionales, pero no las Estatales. Le envié un mensaje de texto
y la consolé.
Debería estar agradecida por otro año. Agradecida de que Trent se tomara bien
nuestra ruptura.
Me invitó para Acción de Gracias con su familia, sus primos, a jugar a un juego
llamado cornhole en el patio delantero. Y yo. . . no pude. No me veía haciéndolo, no me
veía presentándome a sus padres, su abuela, su perfecta familia feliz. Así que lo
decepcioné.
Le pregunto a Maggie qué va a hacer para Acción de Gracias, por mensaje de texto.
Me responde que su hermano vuelve a casa y que van a ir a Kinston a visitar a sus
abuelos, un asunto familiar.
¿Qué haces?
Tal vez debería haber sido así. Tal vez si hubiéramos hecho más para el Día de
Acción de Gracias, las cosas no serían como son ahora.
Hago una pausa, mis dedos sobre la pantalla. No le he dicho que he roto con Trent.
Todavía no.
Allí.
Sólo soy una chica que le dice a su amiga que ha roto con un chico. Entonces, ¿por
qué se siente tan importante, mucho más de lo que es?
Te gusta.
Pero luego recuerdo por qué corrí, por qué me presioné tanto, y todo lo bueno que
sentí se desvanece.
—Lo hiciste bien hoy —dice, y ni siquiera puedo enojarme con ella por la sorpresa
en su tono.
—Gracias.
—Sé lo que dije en el almuerzo de ayer, pero ¿estás considerando intentarlo para
las Estatales este año? —Julia pregunta—. Si siguieras corriendo como en esta
competencia, tendrías una oportunidad.
Estatales. Las Estatales era algo que Maggie quería. Quería intentarlo este año, ya
que llegó a los Regionales el año pasado y ninguna chica de Leesboro había llegado
más lejos que eso. Quería ser la primera en hacerlo, y ahora nunca tendrá esa
oportunidad.
—No lo sé —digo.
—Es tu decisión. Pero eres lo suficientemente buena para este año. Podrías
realmente vencer a Haley.
—Escucha, ¿quieres venir esta noche? Sé que pasarás el fin de semana con tu
madre y también sé cuánto odias eso.
Pero ese sábado cuando papá me dejó, ella ya estaba a medio camino de una
botella, demasiado descuidada para sostener un pincel. Condujimos a casa y las latas
de pintura se quedaron bajo el fregadero de su cocina. Supongo que todavía están ahí.
—¿Estás emocionada por las visitas universitarias? —Julia pregunta mientras Mia
descubre que es la princesa de Genovia. Julia pone su cabello grueso y castaño oscuro
en una cola de caballo.
—No quiero rechazar una buena escuela por culpa de Chris. Él lo entiende. —Pero
ella mira hacia otro lado, jugando con su teléfono.
—Estamos bien, supongo. Sigue insinuando que deberíamos tener sexo pronto.
—¿Y?
—¿Y qué?
—¿Vas a hacerlo? ¿Cómo han esperado tanto tiempo? Quiero decir, han estado
saliendo desde que me mudé aquí, incluso antes, ¿verdad?
—No es eso. Sí quiero. Amo a Chris y me encantaría que fuera el primero, pero. .
.— Ella suspira. —No lo sé. Salgo con él y eso es genial, pero cada vez que pienso en
tener sexo o intentamos ir más lejos, es como. . . no es como si una luz se apagara,
pero no me interesa. Y no es sólo Chris —añade—. Como cuando miro a cualquier
chico. He salido contigo y tú miras a un tipo y me dices que te gustaría meterte en sus
pantalones, y yo puedo mirarlo y ver que es atractivo, pero. . . nada más. —Ella sorbe
su nariz. —Pero no sé cómo decírselo a Chris. No es que piense que no va a ser
comprensivo, pero ¿y si hay algo malo en mí? —Se limpia los ojos en la manga. Busco
en mi mochila un paquete de pañuelos de papel que guardo desde el funeral y se
suena la nariz.
—Gracias —dice—. Quiero decir, ¿qué se siente para ti? Tú y Trent tuvieron sexo,
¿verdad?
—Oh. Sí —digo—. Fue genial. No sé si quieres detalles o algo, pero se sintió bien.
Y realmente quería hacerlo.
—No quiero detalles en absoluto —dice Julia, tratando de sonar como si estuviera
bromeando. Pero ella sólo se ve miserable. —Tal vez debería ir a ver a un médico.
—Pero se supone que debo estarlo, ¿verdad? —dice, más a sí misma que a mí—.
Eso es lo que se supone que debe pasar.
—¿Tú crees? —digo—. Creía que las chicas no debían querer sexo en absoluto.
—No, tienes razón. Putas si lo hacemos, tontas si no lo hacemos, ¿no? —Ella niega
con la cabeza. —Lo que me convertiría en la perra frígida, supongo.
—Como si alguien pudiera llamarte así —le digo—. Vamos, definitivamente soy más
perra que tú.
—Y por eso eres la perra —dice, y esta vez, me río. Pero de inmediato se siente
mal: ¿cómo es que estoy sentada aquí, riendo? ¿cómo se me permite reír ahora
mismo, incluso por ser feliz cuando Maggie está muerta?
Si Julia nota que mi risa se apaga, no dice nada. Apoya la cabeza en mi hombro y
abre otro Twizzler.
—Entonces —dice con la boca llena—. ¿No estás interesada en nadie? Estás
oficialmente fuera del período de recuperación, tú y Trent han estado separados
durante casi un año, ¿verdad?
Aquí. Ahora mismo. Podría hablarle de Maggie. Yo podría hacerlo. Podría decir que
no he salido con nadie en la escuela, pero eso no significa que no haya salido con
nadie. Podría decir eso.
Pero no lo hago. No lo hago, porque explicar sobre Maggie significaría salir del
clóset, significaría contarle a Julia sobre nosotras, admitir que la chica muerta es la
chica que amaba, y ¿cómo puedo hacer eso ahora que se ha ido? ¿Cómo puedo
decirle a alguien sobre nosotras si ella no está aquí para hacerlo conmigo? Ni siquiera
podía salir del armario cuando Maggie estaba viva.
Mia pasa por su transformación radical para parecer una verdadera princesa y yo le
robo un Twizzler de fresa a Julia y nos quedamos dormidas antes de que termine la
película.
Dejó de ser mamá después del divorcio. Ahora ella es solo mi madre, como si él
nunca hubiera tenido ningún tipo de relación con ella.
—Bien.
Me encojo de hombros.
Pero ella eligió el alcohol por sobre nosotros, entoncesss. Todo es justo en el
divorcio y las citas.
—Por cierto —dice, volviéndose hacia la mesa y cogiendo una pila de folletos de
colores brillantes—, estos vinieron para ti. Y llamó un entrenador de Jefferson.
—Oh —digo, secándome las manos y tomando los folletos—. ¿Programaste una
visita en Jefferson?
—Bien —dice papá. Me indica los folletos, que empiezo a hojear: Jefferson, Chapel
Hill, UNC Greensboro, Villanova. . .
—Para eso servirá tu beca —dice—. Y no hay problema con que sean de la División
I. Eres lo suficientemente buena.
—No esta noche. Va a ser casual —digo, y antes de que papá pueda protestar,
corro escaleras arriba y me ato las zapatillas de deporte, me recojo el cabello con el
gorro de Maggie y corro.
Hay un golpe en el aire cuando salgo, la temperatura está bajando más ahora que
septiembre se está asentando. Me estiro rápidamente, luego comienzo por mi
vecindario, en dirección a la cima de la colina.
Mis piernas arden, mis pantorrillas están en llamas, pero me empujo colina arriba y
sigo adelante. Sigo adelante, aunque todo dentro de mí me está gritando que pare,
porque eso es lo que necesito ahora mismo. Cabeza despejada y músculos de la
pantorrilla adoloridos.
Hago una pausa en la parte superior para recuperar el aliento. Esta colina, por
pequeña que sea, me hace extrañar Colorado. Extraño ser una niña, cuando todo era
simple y mis padres estaban juntos y andar en trineo era como volar. Donde papá me
empujaba colina abajo en nuestro barrio viejo y gritaba hasta que no quedaba nada en
mis pulmones más que frío, nieve y felicidad.
Respiro, pienso en lo que dijo Julia, en ir a por las Estatales. Sobre cómo lo quería
Maggie. Sobre cómo nadie sabe lo que ella significó para mí, excepto su hermano y
una chica cuya existencia me hace sentir, no lo sé.
Podría intentarlo para las Estatales, este año. Podría hacerlo por Maggie, porque
ella quería que yo fuera mejor este año, y si lo consigo con las Estatales, entonces
podría obtener una beca más grande, podría salir de aquí, podría convertirme en lo que
mi papá quiere que sea, lo que ella quería que fuera.
Empiezo a correr colina abajo, esforzándome tanto como puedo. Correr cuesta
abajo no se siente como volar, no cuando trato de mantener el ritmo, pero seguro que
está muy cerca.
No he hablado con Elissa desde el funeral, pero ahora mismo necesito a alguien
con quien hablar, alguien que conozca a Maggie.
—Hola.
—¿Elissa? Es. . . es Corinne.
Silencio.
—Es solo. . . ¿Maggie te habló alguna vez sobre correr? —pregunto—. Porque,
realmente significó mucho para ella y así fue como nos conocimos, corrimos y yo
simplemente. . . me pregunté si lo mencionó.
Por un segundo tengo miedo de que Elissa se ría de mí o, peor aún, cuelgue. Pero
ella no lo hace.
Entonces le digo a Elissa. Le hablo de lo mucho que significaba correr para Maggie,
de cómo se lo tomaba tan en serio, no solo porque era buena en eso, sino porque
realmente se sentía conectada a ello. Le hablo de cómo quería que yo fuera buena en
eso, no solo para seguirla, sino porque le encantaba y quería que a mí también me
encantara. Le hablo de cómo se suponía que este año seríamos las chicas más rápidas
juntas, haciendo planes para ir a universidades en las grandes ciudades donde
podríamos estar juntas, donde se suponía que ella debía ir a las Estatales.
—Y ahora ella no puede, y yo. . . no sé, Elissa, pero siento que. . . siento que tengo
que intentarlo, ¿por ella? Incluso si eso suena ridículo.
—¿Sí?
El dolor que se ha alojado en mi pecho desde que me enteré de que murió se afloja,
solo un poco.
—Nuestra próxima competencia es en Leesboro —suelto, sin saber por qué le digo
esto—. Si tú. . . si quisieras saberlo.
—Nadie importante.
— ¿Algún cliente?
—Absolutamente ninguno. —Haley se empuja hacia el mostrador. —No veo por qué
mantenemos este lugar abierto en otoño de todos modos.
—Supongo que tienes razón. Aunque, no es que lo necesite de todos modos, solo
me gusta ganar dinero para gastar o salir o lo que sea.
Los celos arden en mis entrañas, solo un poco. Necesito este trabajo. Soy yo quien
compra todo mi equipo de las carreras, uniformes, sujetadores deportivos. Ahorro para
comprar ropa para parecerme a las chicas del equipo para que parezca que
pertenezco, ahorrando para el futuro que no estoy segura de querer.
—Supongo que no tengo ese lujo —digo rotundamente, y Haley casi luce culpable
por un minuto, pero no dice nada más.
Tan pronto como se van, suena mi teléfono, un número desconocido con un código
de área 336.
—¿Hola? —digo, dándole la espalda a Haley.
—¿Es Corinne Parker? —La voz de una mujer crepita al otro lado de la línea,
pronunciando mal mi nombre: kah-RIN en lugar de lo que debería ser, kor-AIN. Lo dejo
pasar.
—Estoy bien.
—Es bueno escuchar eso. Voy a ir al grano, Corinne. ¿Cuántas visitas oficiales has
tenido?
—Vi tus momentos destacados. Estamos interesados en ti; creemos que tienes
potencial. Programemos una visita oficial si te parece bien.
—Perfecto, nos vemos luego —dice ella—. Te pondré en contacto con Sneha, una
de nuestras alumnas, y te enviará por correo electrónico toda la información sobre tu
visita. Espera un correo electrónico mío también, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
—¿Qué fue eso? —dice Haley, dándose la vuelta y mirando mi teléfono por encima
del hombro.
—Creo que fue mi primera llamada de reclutamiento oficial —digo, y no puedo evitar
que la sonrisa se forme en mi rostro.
—Aldersgate —digo.
Decir mi propia falta de ambición en voz alta se siente extraño. Pero Haley
simplemente asiente.
—Oye —digo, y está bien, sí, estoy levemente herida, pero no tanto como
probablemente debería estar.
—Vamos, Corinne. Ambas sabemos que tu corazón no está en eso —dice ella—
. No lo quieres tanto como nosotras.
Pero ella tiene razón. Mi corazón no está en eso. No lo estaba antes, ¿y ahora?
Pero esa chica quería que yo fuera mejor, quería que mi corazón estuviera en ello,
para que pudiera seguir corriendo con ella. Así que, por ella, lo intentaré.
Quizás mi corazón debería estar en correr más, ya que es lo único que me saca de
aquí.
Mi corazón debería estar en muchas cosas más; hay muchas cosas que debería
querer más de lo que ya lo hago.
Maggie está callada mientras caminamos hacia su auto, con el estómago lleno de
comida italiana. Todos a nuestro alrededor se ríen, se toman de las manos, se besan
en las mejillas.
Tienes potencial.
La extraño.
Saco mi teléfono antes de que pueda siquiera pensar, le envío un mensaje de texto
a Elissa, esta chica quien sabe. . .
La extraño
Trago saliva más allá del nudo que de repente aparece en mi garganta. ¿Cómo le
digo que me han reclutado? ¿Cómo lo digo? Hay tantas expectativas en esta única
declaración, esperanzas y sueños y, de repente, Maggie, sus deseos y necesidades y
su deseo de ir muy, muy lejos de aquí. . .
Escupo las palabras como si quemaran, y el calor de ellas enrojece mi cara y hace
que la de mi papá se ilumine.
—¿Dónde? —dice.
No puedo encontrar algo como para decir que no. A cualquiera de eso.
Pero cuando abro mi teléfono, el último mensaje de Elissa está ahí, mirándome.
—Sí —respondo, con voz temblorosa, y escucho sus pasos alejarse y me trago las
lágrimas, porque soy una chica con potencial y Maggie
no está
aquí.
NUEVE DÍAS DESPUÉS
Nuestra tercera competencia de la temporada es en Leesboro.
Estoy temblando incluso antes de salir del carro. Esto es algo que he corrido tantas
veces, pero nunca sin Maggie frente a mí.
Pero tengo que hacerlo. Aldersgate me quiere, papá está aquí mirando, y yo soy
una chica con potencial. ¿Chicas que quieren encajar y ser chicas brillantes y
sobresalientes? Esas chicas no se saltan las competencias. Esas chicas están de
acuerdo con lo que quiere su papá porque es más fácil concentrarse en eso que en sus
propios deseos. Esas chicas intentan honrar la memoria de su novia fallecida yendo a
las Estatales, incluso si no están seguras de que eso es lo que quieren. Incluso si la
voz molesta dentro de su cabeza pregunta, ¿pero es eso lo que quieres?
Lo que quiero.
Quiero lo que se supone que debo querer, y ahora mismo, eso es ganar esta
carrera.
No necesito pensar en esto. Julia se estira junto a uno de los bancos de picnic, así
que voy a sentarme junto a ella, ignorando la charla del grupo de mamás antes de que
comience la carrera. Mi papá está parado a un lado, literalmente el extraño hombre. No
conoce su etiqueta, su código de mujeres sureñas. Eso no habría desconcertado a
mamá. Ella era la ruidosa, la extrovertida. Se equilibraron así, y sin ella, él está un poco
perdido a pesar de que creció con la mitad de la gente aquí.
Eso es lo otro de esta ciudad. Todos conocen a todos, no importa si sus hijos van a
escuelas secundarias rivales. La madre de Haley es amiga de todas las mamás de
nuestro equipo y la mitad de las mujeres aquí animando a Leesboro. No podemos ir al
supermercado sin encontrarnos con alguien que conocemos de la escuela, el trabajo o
la iglesia de la abuela.
¿Cómo puedo salir del clóset en un entorno así? ¿Incluso si solo le dije a una
persona? Si esa persona le dijera a su mamá, entonces todos lo sabrían, y ese
pensamiento me aterroriza, incluso si no puedo expresar con palabras el por qué.
Es por eso que no se lo he dicho a las chicas del equipo. Porque sus mamás
conocen a la mamá de Maggie y. . .
Alzo el cuello mientras me estiro. Las otras mamás están todas agrupadas
alrededor de la Sra. Bailey como si pudieran protegerla de más daño. El brazo de Dylan
está alrededor de sus hombros, como si la estuviera ayudando a levantarse. No veo al
Sr. Bailey, no sé si está aquí, ¿por qué están aquí?
Entonces me doy cuenta de que debe ser su primera competencia real desde que
Maggie murió, así que, por supuesto, Dylan y su madre estarían aquí. por supuesto que
estarían haciendo algo por Maggie. Mi atención se desplaza hacia las chicas de
Leesboro, que están de pie acurrucadas junto a su entrenador, con brazaletes negros
alrededor de las muñecas, brazaletes que usarán el resto de la temporada, para
Maggie.
Yo aparto la mirada. Volteo a ver a Julia, que está sacando a escondidas una
galleta de uno de los recipientes Tupperware que tenemos frente a nosotros.
—Por favor, como si ambas no supiéramos que vas a llegar primero —digo. Le doy
un codazo. — Ah, por cierto, ayer recibí una llamada de Aldersgate sobre una visita.
—Espera, ¿en serio? —Julia sonríe—. Corinne, ¡qué buena noticia! —Ella deja de
estirarse y se pone de pie, así que yo también lo hago, mientras me da un abrazo.
Ella retrocede.
Fue durante el verano, uno de los días que no pasaba con Maggie, porque ella
había ido a la playa con su familia.
Casi le dije a Julia entonces, casi lo solté porque quería compartir esa parte de mi
vida con ella, pero no lo hice. Estaba tan feliz con la escuela, y no quería estropear el
momento, aunque todo lo que pensé cuando se fue, fue en cómo Maggie había sido
reclutada por Clemson también, y cómo yo no recibía ninguna llamada, y cómo Maggie
había dicho que el último año tenía que dar un paso adelante, mejorar, entrenar con
ella en el verano para poder ir juntas a los mismos lugares.
Tienes talento, pero no te esfuerzas, Corinne.
Era la primera vez que veía ese lado crítico de ella, y estaba resentida con ella por
eso, solo un poco.
Y ahora tengo que estarlo, incluso si ella no está aquí para verlo.
Julia me abraza.
—Hoy no puedo —digo—. Yo, um. . . Mamá realmente quiere pasar el rato, así que
debería. . .
No debería usar a mamá como una excusa así, pero Julia no lo sabrá.
Dylan.
Llama mi atención y señala con la cabeza hacia los baños, lejos de todos los
demás.
—Iré al baño antes de la carrera —le digo sin convicción, y ella asiente,
guiñándome un ojo antes de agarrar otra galleta en su camino para hablar con otra
persona.
Dylan está junto al estacionamiento cuando llego, diciendo mi nombre, dos sílabas
agudas en el aire de septiembre. Miro a mi alrededor para asegurarme de que nadie
me vea hablando con él.
Es malo, lo sé, pero no puedo evitarlo. ¿Cómo puedo decirle que sus ojos se
parecen a los de ella y no puedo verlos sin extrañarla, sin ese profundo dolor en mi
pecho?
—No. No es eso. Yo. . . quiero decir, quiero ver cómo estás, pero también quería
decirte que mañana hay una fogata en memoria de Maggie. Algunos mayores, algunos
de sus amigos. Pensé que podrías. . . ¿podrías querer ir?
¿Quiero ir? ¿Rodearme del dolor de todos los demás, dejar que mi propio se
alimente de eso, rodearme de personas que la conocieron cuando no me conocen a
mí?
—Solo digo que deberías hablar con ella —suspira—. Lo sé. . . Sé que tú y yo no
somos cercanos y sé que no puedo decirte qué hacer, pero tú y Elissa perdieron a
alguien importante para ustedes y podría ayudar si hablaras de ello. Eso es todo.
Dios, no puedo pensar en eso. No puedo pensar en lo mucho que significó para mí,
no ahora, no cuando estoy a punto de correr, no cuando tengo que correr mejor que
nunca. Aunque lo hago por ella.
—Buena suerte hoy —dice Dylan mientras nos separamos y nos dirigimos hacia la
línea de salida. Parece que quiere decir más, pero no lo hace.
Sin embargo, realmente no puedo pensar en eso. Mi cabeza está tan llena de todo y
solo necesito concentrarme en esta carrera, en correr y en el sendero que tengo
enfrente.
Julia no.
Haley no.
Yo.
Yo corro, y corro, y sé que ella no está delante de mí esta vez, pero sigo corriendo,
porque ella no está aquí para intentar ir a las Estatales y yo tengo que hacerlo por ella.
Ella quiere esto. Ella lo quiere más que cualquier otra persona que haya conocido, y
me hace quererlo también. Ella me hace querer ser mejor, más rápida, mejor. Hemos
estado entrenando juntas algunas veces. Pero ella siempre me gana, y estoy
empezando a no poder ver la expresión de decepción en su rostro.
Eso es lo que pasa con Maggie que no tenía con Trent. Me gustó Trent, pero nunca
nos motivamos. Lo que tuvimos fue fácil, simple, bueno. No fue mejor, más rápido,
mejor.
Pero Maggie. . . Maggie quiere que seamos mejores. Más rápidas. Juntas en una
gran universidad que dirige la División I, tomadas de la mano mientras caminamos por
las calles.
Hay un eco distante cuando la puerta del gimnasio se abre y Dylan entra. Antes de
que pueda detenerlo o decir algo, se acerca y se sienta a mi lado en las gradas, con los
codos delgados y pálidos descansando sobre sus rodillas.
Jugueteo con el dobladillo de mis pantalones. Esta es solo la tercera vez que veo a
Dylan desde que nos atrapó juntas. Todavía no tengo ni idea de lo que piensa de mí.
Pero hay orgullo en su rostro cuando mira a su hermana, y tal vez tengamos eso en
común.
No puedo recordar. Desde el verano, tal vez, ya que Maggie quería que fuéramos
mejores para que pudiéramos ir a las mismas universidades.
Le envío un mensaje de texto a Elissa. Oye, ¿todavía quedamos para esta tarde?
Ella responde solo un minuto después. Claro, sí. ¿En mi casa? Te enviaré la
dirección.
Elissa vive en una casa estilo sureño. Ella está en el porche cuando me detengo, con
las largas piernas marrones cruzadas y pies descalzos apoyados en la barandilla
mientras fuma un cigarrillo.
—Hola —digo, saliendo del auto, todavía con mi ropa de correr. Puedo sentirla
mirándome y me sonrojo.
Basta, me reprendo. No hay razón para que ella piense en mí de esa manera.
Y estoy aquí para hablar con ella sobre Maggie, de todos modos.
Se siente raro estar aquí. Maggie no ha estado muerta ni dos semanas y aquí estoy,
caminando hacia la puerta principal de la casa de su ex, para
hacer. . . ¿Qué? ¿Hablar? ¿Salir? Ni siquiera sé si quiero hacer alguna de esas cosas,
pero estoy aquí.
—Perdón por el desorden —dice Elissa mientras abre la puerta principal y la sigo
adentro.
Hace clic.
Ella ríe.
—Es más fácil si lo pago. Por eso también estoy estudiando en la universidad
comunitaria —dice—. Tengo una compañera de cuarto para repartir el costo, pero casi
nunca está presente.
—¿Cómo es ella?
—Como tú —dice Elissa casualmente. Puedo sentir que mis oídos se ponen rojos.
—¿Cómo es eso?
—¿Tus padres estaban de acuerdo con esto? —Me las arreglo mientras avanzo
alrededor de su sala, mirando las fotos que ella y su compañera de cuarto han pegado
a la pared.
—Solo es incómodo cuando trae a alguien a casa. Este lugar tiene paredes muy
delgadas —dice, y me encuentro sonrojándome de nuevo.
Una foto me llama la atención, una del Instagram de Maggie, impresa y enmarcada,
Elissa y Maggie abrazadas.
—Lo siento —dice Elissa, acercándose detrás de mí y bajando la foto—. Olvidé que
estaba ahí.
—No lo sé —dice ella—. Quiero decir, ella era muy privada, pero. . . No lo sé.
—Sí —dice ella—. No para todos, pero para suficientes personas. Quiero decir, vivo
con Cassie, y ella solía enojarse si mentía y decía que éramos compañeras de cuarto,
aunque a veces era más seguro.
—Oh.
Elissa me mira.
—Oye, ¿quieres salir de aquí? Todavía podemos hablar de Maggie, pero. . . no sé,
tal vez un cambio de escenario sería bueno.
¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Por qué es ella? Apenas hemos hablado, apenas
nos conocemos.
—No es eso. —De repente estoy desesperada por que ella entienda. —No es eso,
quiero hacerlo, solo. . . ¿por qué yo? No he sido tan amable contigo.
—Yo. . . No sé. Pensé en lo que habría sido para mí si Maggie hubiera muerto
cuando estábamos juntas y yo no tuviera a nadie con quien hablar y así, no lo
sé. Parece que te vendría bien alguien que entienda por lo que estás pasando.
Algo en la forma en que lo dice me golpea, y me desinflo, porque tiene razón. Estar
en la escuela, en la práctica, tener que fingir que todo es normal, ha sido tan
jodidamente sofocante.
Pero Elissa lo comprende. Ella lo entiende, y ahora mismo, eso significa que puedo
respirar.
—Son la banda favorita de mi mamá —dijo—. Los vi cuando tocaron aquí con Joan
Jett, honestamente, fue realmente rudo.
—No los conozco —confesé, y Elissa puso los ojos en blanco antes de subir el
volumen de la música. Es el tipo de música que me gusta, guitarras rugiendo y voces
fuertes, el tipo de música que Maggie odiaba.
—Éramos amigos antes de salir con Maggie. Seguimos como amigos después.
—De la misma manera que lo haría cualquier hermano mayor sobre las citas con su
hermana pequeña, supongo.
—Y él. . . ¿No tuvo ningún problema con eso? Que ustedes . . . ¿sean chicas las
dos? —Mi cara se siente caliente incluso mientras lo digo.
—Si es que lo hizo se lo guardó para sí mismo. Nunca quiso molestar a Maggie.
Miro mi café. Estoy celosa, me doy cuenta, celosa de que Dylan y Elissa sean tan
cercanos, lo suficientemente cercanos como para que él la llamara el día que Maggie
muriera, y todo lo que obtengo son sobras, incluso si. . .
—Eso no —digo, y me río. Elissa sonríe y mira su café, casi igual que esa imagen
en el Instagram de Maggie.
Maggie.
Cierro la puerta y me tapo la cara con las manos, con fuerza, abro el fregadero para
que nadie pueda oírme llorar. La culpa me apuñala por dentro, porque Maggie se ha
ido y yo estoy aquí y, de alguna manera, eso no parece justo.
—¿Estás bien? —pregunta Elissa cuando salgo del baño unos minutos después. Sé
que mi cara está roja, mis ojos están hinchados, pero la alejo.
—¿Memorizaste el patrón?
—Malvada —dice ella. Ella sonríe. —No me di cuenta de que eras un friki del clóset.
Pero, de nuevo, parece que todos los que me miran solo ven lo que quieren.
—Ja —dice Elissa—. Eso es genial. Mis padres solían hacer que mi hermana me
llevara si salía con sus amigos, así que me volví muy buena en el hockey de aire ya
que todos los adolescentes con los que pasaba el día me lo enseñaron. Podía
patearles el trasero en poco tiempo.
—Por favor, dime que antes de cada juego fingiste que no sabías lo que estabas
haciendo para atraerlos a una falsa sensación de seguridad.
—Despiadada.
—Puedes apostar.
—Ella estaba en la escuela de leyes, pero luego decidió que quería ser predicadora
así que está estudiando para eso —dice Elissa—. Mamá y papá no estaban muy
emocionados, pero ahora no tienen que pagar la escuela de leyes, así que supongo
que está bien. —Ella se encoge de hombros. —Sin embargo, Dani parece súper feliz.
—No puedo juntarlos; comienzan a discutir sobre teología y todo es cuesta abajo
desde allí.
—Está bien —dice Elissa, sonriendo—. Mi hermana siempre ha sido así: me hacía
debatir con ella en la mesa del desayuno antes de llevarme a la escuela, y ella es quien
me ayudó con la lectura antes de mi Bat Mitzvá.
—Qué horror —dice Elissa—. Espera, mierda, no quise decir eso. Solo quise decir,
no sé. No puedo imaginar mi vida sin mi hermana.
—Probablemente debería —digo. Cojo mi bolso para pagar el café, pero Elissa
niega con la cabeza.
—Mi regalo.
—Pero condujiste.
Ella no me puede gustar. No importa lo agradable que sea, no importa cuánto haga.
No puedo.
DIEZ DÍAS DESPUÉS
Lo primero que huelo cuando entro en el camino de entrada de una de las casas de las
chicas de Leesboro es el humo de la hoguera. Dylan me envió su dirección, fuera de
una carretera a veinte minutos de mi escuela secundaria, su casa es la única en millas,
con acres de tierras de cultivo detrás. Todos los autos están estacionados directamente
en la grava frente a su casa. A juzgar por la cantidad de autos, toda la clase senior de
Leesboro está aquí.
No pertenezco aquí.
Me acerco a la hoguera.
Mantengo la cabeza gacha mientras abro la nevera y tomo una cerveza. Pero hay
una mano en mi codo y me doy la vuelta.
Es uno de los jugadores de fútbol, aunque parece demasiado flaco para hacer
mucho daño. Tiene el pelo rubio recogido.
Me tiende la botella. Extiendo la mano para tomarlo, pero él lo retira justo antes de
que pueda, riendo.
Sé lo que quiere que haga. Quiere que me sienta halagada, me llamó sexy. Quiere
que me ría, coquetee, jaja, eres tan gracioso quitándome la cerveza.
—Dame la puta cerveza —chasqueo.
—Oblígame —dice, y mis manos se cierran en puños porque solo quiero mi maldita
cerveza y ni siquiera quiero estar aquí, y entonces escucho una voz.
—Ezra, dale la cerveza antes de que rompa la botella sobre tu cabeza —dice
Elissa.
—Siempre ha sido así. Muchos de esos tipos lo son —susurra ella. Su mano
encuentra la mía y la aprieta una vez antes de soltarse para sentarse al borde de la
hoguera, doblando sus largas piernas mientras me siento a su lado. Nadie ni siquiera
me mira excepto Dylan, quien me da un pequeño, casi imperceptible movimiento de
cabeza. Todos los demás miran su cerveza.
Aprieto la botella en mi puño y tomo un gran trago para aclarar mi mente. Sabe
horrible, a orina aguada, y mierda, ¿cómo se bebe esto?
Pero necesito beber; Necesito olvidar. Por una noche quiero olvidarme de correr y
Maggie y Julia y Aldersgate y Dylan; Quiero olvidar quién soy, quién fui. Puedo sentir a
Elissa mirándome mientras me vierto la cerveza en la garganta, pero no dice nada.
—¿Alguien tiene una historia que quiera contar sobre Maggie? —Dylan pregunta, su
voz es demasiado fuerte.
Todos se ponen tensos. Nadie quiere hablar de eso, de ella, nadie quiere molestar a
su fantasma incluso si su hermano dice que deberían hacerlo.
—Empezaré —dice una chica, acento sureño espeso, cabello rubio colgando como
una plancha, recto por sus hombros y brillando tan anaranjado como Dylan en la luz—
. Soy Casey. Maggie y yo dirigimos juntas el musical de primer año.
Casi espero que todos digan Hola, Casey como una reunión de Alcohólicos
Anónimos. La idea me da ganas de reír y tomo otro sorbo.
—El primer año hicimos The Sound of Music —dice Casey—. Y Maggie era nuestra
asistente de dirección de escena. Y ella era. . . no sé. Ella era tan buena con los niños,
porque teníamos niños reales haciendo a los Von Trapps: la Sra. Jessica, la hija de
Henderson, era Gretl. Ella era adorable. Y Maggie, Dios. Era TAN seria si uno de los
actores hablara entre bastidores y, al mismo tiempo, ayudaría a Jessica con sus líneas
y era como si hubiera un lado completamente diferente de su personalidad cuando
trabajaba con niños. Ella era genial, ella. . . realmente hubiera sido una maestra
fantástica —termina Casey, y su voz se quiebra y todos miran el fuego con torpeza
hasta que una de las otras chicas del mismo club toma la mano de Casey.
Otra chica se pone de pie, el cabello oscuro y rizado recogido de un rostro pálido en
forma de corazón.
—Soy Alison —dice ella—. Conozco a Maggie desde que estábamos en el jardín de
pequeñas. Nosotras vamos . . . fuimos a la misma iglesia.
Se lanza a otra historia, sobre cómo siempre envidió a Maggie porque era tan
amable, lo celosa que estaba de ella cuando ambas estaban en la escuela secundaria
y Maggie salía con Trey Zhang.
No puedo escuchar esto. No puedo escuchar más de estas historias, historias sobre
quién era Maggie y lo maravillosa que era, historias sobre su lado que nunca llegué a
conocer.
Me levanto antes de darme cuenta de que lo estoy haciendo y puedo sentir los ojos
de todos sobre mí.
Dylan me mira como si fuera a matarme. El rostro de Elissa es de piedra. Todos los
demás me miran como si de repente se hubieran dado cuenta de que estoy allí.
No puedo hacer esto. Si les digo, arruinará cualquier imagen que tengan de ella, y
yo. . .
Me muerdo las uñas, bebo cerveza y mantengo la boca cerrada y el corazón traidor
escondido.
A las once, casi todos se fueron, la hoguera se redujo a una pequeña llama. Los
jugadores de fútbol han comenzado un juego de borrachos y algunas de las chicas se
han ido a verlos. Solo estamos yo, Dylan y Elissa. Miramos fijamente la hoguera como
si nos diera respuestas, porque no tenemos nada que decirnos.
¿Debería saber? Siento que debería. Siento que debería haber sabido que Maggie
amaba a los niños y quería enseñar.
Pero tal vez todos los demás alrededor de esta hoguera deberían haber sabido de
nosotras.
Elissa. Es Elissa.
Ella me está tocando y odio que ese sea mi pensamiento inmediato cuando vomito
en el borde del bosque detrás de la casa de una chica en un memorial por mi novia
muerta.
— ¿Estás bien?
Toso y dejo que me rodee los hombros con el brazo y me guíe hacia un árbol, lejos
de la hoguera agonizante. Y yo estoy sentada en una paja de pino y Elissa está
sentada a mi lado y puedo sentir el calor de su cuerpo junto al mío y por un momento
olvido que tenía novia, por un momento me dejo olvidar que Maggie está muerta, y miro
a la chica sentada a mi lado con el pelo corto y la cara juvenil y. . .
Quiero besarla.
Pero no puedo querer eso. Aquí no. Ni ahora ni nunca. Ella es la ex de mi novia, la
ex de mi novia muerta, y sentirme atraída por ella sería. . .
Estaría mal.
—La extraño —dice alguien, y me toma un minuto darme cuenta de que soy yo. Y
luego hay una calidez a mi lado y Dylan se sienta a mi lado y mi cara arde como si
pudiera escuchar mis pensamientos sobre Elissa, sobre su hermana, y la mano de
Elissa cubre la mía y Dylan se sienta a mi lado y lloro por lo que he perdido.
Dylan me lleva a casa, dice que puedo recoger mi carro más tarde.
Me paso todo el viaje con la cabeza en el hombro de Elissa, Dylan mirándonos por
el espejo retrovisor.
Y yo tampoco.
ONCE DÍAS DESPUÉS
Me despierto en casa. En mi cama, olvidándome por un segundo dónde diablos estoy y
lo que está pasando y. . .
Miro hacia abajo y todavía estoy con mi ropa de la noche anterior y me limpio la
mano frente a la cara y se ve negra y con manchas. Mierda.
Son las seis. Viernes. Todavía tengo escuela, todavía tengo práctica, todavía tengo
que salir adelante hoy, todavía tengo que. . .
Salto de la cama y me quito la ropa, los jeans y la camiseta y la ropa interior que
está roja. Mierda. Encima de todo ha llegado mi período. Agarro un par de ropa interior
negra lisa de mi tocador y automáticamente tomo dos ibuprofenos del envase en la
mesa de noche. Siete días de mal humor y sangrado y aunque soy corredora y eso me
ayuda, los cólicos todavía me harán saber que están aquí mañana.
Me pongo un sostén deportivo por la cabeza, hago una mueca de dolor por la
tensión contra mi pecho, y sigo adelante y me pongo unos leggings y una sudadera
porque a quién le importa cómo me veo hoy.
Dylan responde unos cinco minutos después, el escritor más lento del mundo.
Maggie fue la primera chica que besé. Quizás la primera chica que supe que quería
besar.
No soy una de esas chicas que supo cuando tenían cinco años que algo era
diferente en ellas. Quizás debería haberlo hecho. Pero ninguna chica me llamó la
atención antes de Maggie.
Ni siquiera había querido besar a una chica antes de Maggie, pero después de que
el pensamiento se me metió en la cabeza, fue todo en lo que pude pensar. Besando a
Maggie. Besar a otras chicas, chicos, quien sea. Sólo . . . besos
NUEVE MESES ANTES
Ella me invita el día después de Navidad para que podamos salir. Le digo que iré
después de visitar a mi mamá. (Padres separados deberían significar el doble de
regalos, pero no es así. Solo una linda Navidad con mi papá y una con mi mamá que
se siente como una ocurrencia tardía)
Hoy parece primavera. Llevo un vestido que saqué del fondo de mi armario que usé
el año pasado para el cumpleaños de Julia, mangas tres cuartos en un color rosa
suave.
Esta es solo la segunda vez que la veo desde que le dije que rompí con Trent. Me
llamó más tarde esa noche para hablar de ello y me preguntó si me sentía bien.
Dije sí. Después de todo, fui yo quien rompió con él, como lo hago con todos los
demás chicos.
He estado pensando en ello cada vez más, en ella cada vez más. Sobre cómo sería
estar con ella. Qué significa, si tiene que significar algo.
Mierda.
Pero si le digo a Julia, si hablo con ella, eso lo convertirá en algo significativo. Y
todavía no estoy preparada para eso.
Abre la puerta e inmediatamente me abraza, con el pelo rizado recogido en una cola
de caballo. Lleva una camiseta y unos shorts que deben haber sido de su hermano.
—Sí —digo. No la miro directamente y ella se mira los pies. Todavía estoy de pie en
su porche.
Pasamos por grandes habitaciones y ella simplemente tira lo que son: cocina, sala
de estar, la oficina de papá. Nos detenemos en la puerta de su sótano o habitación
extra como ella lo llama. En el segundo en que entramos, comprendo de inmediato por
qué lo llama así. No es un sótano como el de mi casa: piso de concreto y cajas de
cuando nos mudamos. Tiene una alfombra, un sofá, una mesa de billar y un televisor
grande con un montón de videojuegos.
¿Le da vergüenza tener todas estas cosas? Me avergonzaría, pero ella parece casi
cómoda con eso.
Olvídalo.
Maggie se sienta en el sofá, mete los pies debajo de ella y comienza a jugar con el
control remoto.
Me encojo de hombros.
—Um. Papá me compró algunas cosas de Colorado que solo puedes encontrar allí:
bocadillos y esas cosas.
—¿Lo extrañas? —pregunta seriamente, mirándome con los ojos muy abiertos,
como si realmente quisiera saber.
Ella se inclina hacia adelante. Y la miro por primera vez y mi mirada aterriza de
inmediato en sus labios.
¿Qué estoy haciendo? Una chica está sentada frente a mí y me gusta y no tengo
novio y estoy sentada aquí hablando de la Navidad como si fuera la cosa más
importante del mundo y. . .
El sofá rechina cuando se mueve, miro hacia arriba y ella se mueve, así que está
sentada a mi lado, y yo. . .
Sus ojos se encuentran con los míos. No puedo leerlos, no puedo leer su expresión
porque lo único que estoy pensando ahora es que la besé, la besé, la besé. . .
Y entonces. . .
ella
se inclina
adelante
me
besa
de nuevo.
NUEVE MESES ANTES
Ella me besó.
Ella me besó.
Ella me besó.
Y le devolví el beso.
Pero el universo no me dará esa oportunidad. Casi llego tarde al salón de clases, y
corro justo cuando suena la campana, ya irritada.
—No puedo esta noche, Jules —digo—. Para ser honesta, probablemente me iré a
casa a dormir una siesta.
Es un eco de lo que me dijo hace más de una semana, cuando descubrí que
Maggie había muerto.
Inmediatamente aparece una burbuja que indica que Julia está escribiendo, y
contengo la respiración.
Trago saliva.
Mi fachada, mi vida aquí, todo está perfectamente construido. No soy una chica a la
que le gusten las chicas. Soy una chica corredora, una chica con un ex novio del que
todavía es amiga, una chica con A, una chica que quieres ser.
¿Cuántas veces puedes decirle que no a tu mejor amiga antes de que deje de
preguntar? ¿Antes de que deje de ser tu mejor amiga?
Algunas chicas menores me miran cuando Trent se acerca a mí, los celos son
evidentes en sus rostros.
—Hola —dice, sonriendo con esa sonrisa de chico dorado. Sostiene una bolsa de
plástico de la farmacia local. —Te tengo esto.
—Te escuché decirle a Julia que tu. . . ya sabes, tu cosa comenzó —dice.
—Oh —digo, sorprendida de que le importe lo suficiente como para hacer algo—.
Gracias.
Ojalá pudiera decirle que dejara de llamarme Corey ahora que no estamos juntos.
Él asiente.
—Bien, señorita Parker. Supongo que se podría decir que el carbono es bisexual,
¿verdad? Va en ambos sentidos.
—Como una puta —bromea alguien en la parte de atrás, y hay risas. Incluso el Sr.
Wilson esboza una sonrisa.
Mis dedos se aprietan alrededor de mi bolígrafo. Delante de mí, Julia se ríe y Haley
también.
Julia riendo junto con esto duele, y sé que si supiera de mí no lo haría, pero si esta
es su reacción. . .
Me trago el nudo en la garganta y lo odio, pero me río junto con todos los demás.
SEIS MESES ANTES
—Creo que soy bi.
Lo digo de nuevo.
—Soy bisexual.
Me eché a llorar.
CINCO MESES ANTES
Creo que puedo decirlo.
Estamos en ese parque que ama, sentadas juntas en los columpios. Nuestras
rodillas se tocan. No nos balanceamos.
La cadena de metal está fría en mi puño. Maggie ha estado hablando sin parar
sobre hacer algo para nuestro aniversario este mes, idear grandes sueños y planes.
Me encojo de hombros.
Debería decirlo. Debo decirle que he encontrado una palabra que encaja, una
palabra que describe lo que siento por ella y por los chicos con los que he salido.
Pero en cambio, me balanceo más alto, más alto hasta que estoy lejos de Maggie y
de la realidad de decírselo.
Ella está esperando cuando vuelva a bajar. Tal vez eso sea lo mejor de ella, pero a
veces es lo que me hace sentir que nunca podría merecerla.
Respiro hondo. Envuelvo mis dedos a través del eslabón de la cadena del columpio.
—Yo. . . Creo que soy bisexual. Soy bisexual —digo, y trago el nudo en mi garganta
y el miedo en mi voz y espero que no pueda darse cuenta.
Ella se acerca.
—Me alegro de que hayas encontrado una palabra que encaje —dice, y me
besa. No importa que estemos al aire libre, no importa que alguien pueda vernos.
Y le devuelvo el beso.
ONCE DÍAS DESPUÉS
Le mando un mensaje de texto a Elissa inmediatamente después de la práctica, el
corazón late en mi pecho mientras le doy la espalda a las otras chicas y protejo mi
teléfono.
Bien.
De acuerdo.
—No voy a ir. Y es Shabat, así que debería ir a la iglesia. —Ella se encoge de
hombros. —No lo sé.
Asiento con la cabeza. No tengo fe, religión, pero ahora. . . ahora parece el
momento en que podría.
—Si está.
—Qué bueno.
—Elissa. . .
Sabe a humo, a pena. Ella me devuelve el beso y mis manos se mueven a la parte
posterior de su cuello y la beso y la beso y. . .
—Elissa. . .
—Sal de mi camioneta ahora mismo —dice ella—. Corinne. Por favor. Necesito que
te vayas.
—Pero. . .
o Maggie.
—Viniste —dice.
—Sí —digo.
—Mierda, lo olvidé. —Niega con la cabeza. —Ella nunca salió en secundaria por
eso, tampoco. No puedo creer que lo olvidé.
Él asiente.
—Bastante justo.
Está distraído, puedo decirlo. Mis ojos siguen los suyos, donde él ve a las porristas
estirarse y calentarse, a los chicos de la banda de música dando vueltas por el
campo. Quiero preguntarle si la extraña, pero es obvio que sí. Todos a nuestro
alrededor se ríen y hablan y Dylan y yo nos quedamos sentados en silencio, unidos por
nuestro propio dolor.
¿Cómo están todos sentados aquí como si no estuviera muerta? Hace dos
semanas, estas personas vertían sus mensajes en el Instagram de Maggie, y
ahora. . . ¿qué? Ahora están en un partido de fútbol y es como si nunca hubiera
pasado, es como si ella ni siquiera estuviera muerta.
Me siento con Dylan mientras los estudiantes de Leesboro que nos rodean animan
a un equipo perdedor, mientras las luces del estadio ciegan a todos los que nos rodean
hasta que solo somos él, él y el fantasma de su hermana.
La mujer que sube es baja y rechoncha, con un salvaje nido de cabello rubio que
puedo ver desde aquí que está lleno de demasiada laca para el cabello.
Nunca entendí eso de las mujeres sureñas: el uso excesivo de laca para el cabello y
la sombra de ojos azul. Y definitivamente es algo sureño, las mujeres del Medio Oeste
realmente no se vestían como las que he visto aquí.
El flaco jugador de fútbol que no me quería dar una cerveza sube al improvisado
escenario, con una chica guapa de pelo rubio decolorado en el brazo. Típico. Esto es
tan, tan típico.
Les dan sus coronas y la banda toca una canción a medias y los estudiantes a mi
alrededor murmuran. Aparentemente, Ezra y Savannah no son tan populares.
La mujer se aclara la garganta de nuevo y todos los que nos rodean guardan
silencio. Mi mano encuentra la de Dylan y la aprieta.
Apenas terminan el primer verso cuando alguien comienza a llorar, una de las
sopranos tratando de cantar entre lágrimas. Para cuando llegan al tercer verso, todo el
estadio está cantando. La mayoría de nosotros estamos llorando.
Dylan y yo nos quedamos allí, tomados de la mano, con los ojos secos mientras el
resto del mundo que nos rodea llora por una chica que ninguno de ellos conocía como
nosotros. Cuando las últimas notas han muerto en el aire, el coro se va del escenario
como patitos perdidos, y la mujer del cabello encrespado vuelve a subir al
micrófono. Se toma un minuto para recomponerse, secándose los ojos dramáticamente
a pesar de que no estaba llorando, luego saluda al resto de la multitud con una sonrisa
radiante y empieza el juego de nuevo.
Dylan y yo nos separamos sin decirnos mucho el uno al otro, no es como si hubiera
algo que decir en este momento. Camina de regreso a su auto y yo camino de regreso
al mío y solo entonces me dejo pensar en que besé a Elissa.
¿Por qué hice eso? Maggie lleva apenas dos semanas muerta; No debería estar
besando a otra chica, y mucho menos a su ex. No importa que ella es valiente y en
formas en que yo no, no importa que piense que es linda o guapa o lo que sea; mi
novia se ha ido y yo no debería, no debería tener estos sentimientos por otra chica.
Dios, extraño a Maggie. Extraño que ella esté aquí, extraño besarla, extraño cómo
me hizo sentir.
Tengo miedo sin ella. Gran parte de mí durante el último año era quién era yo con
ella. Me gustó quién era entonces. Me gustó en quién me hizo convertirme, que no era
una perra sarcástica, que no era una decepción, que era solo una chica que amaba,
una chica que pensaba que era lo suficientemente buena.
Me ducho.
yo
paro de
pensar.
CATORCE DÍAS DESPUÉS
La práctica del lunes es brutal. Cuando termina, estoy empapada en sudor y me duelen
las piernas.
Pero me siento bien. Como no lo he hecho en un tiempo. Tal vez sean las
endorfinas de correr o la sensación de que realmente lo hice bien, tal vez.
Mientras me saco el sujetador deportivo por la cabeza, entra Julia, con las mejillas
enrojecidas como melocotón bajo su piel morena. Le doy la espalda y abrocho mi
sujetador, aunque no es como si no nos hubiéramos visto cambiar mil veces.
—¿Julia?
—¿Mm? —dice Julia mientras se quita los calcetines y se acuesta en el banco con
solo su sujetador deportivo y pantalones cortos.
Me aclaro la garganta.
—Yo. . . Lo siento.
—Continúa.
—Yo. . . lamento estar tan distante. Los últimos dos meses, quiero decir.
Su rostro se suaviza.
—Sabes que no me enojaría tanto contigo si me dijeras por qué me has estado
evitando. Sé que hay una razón.
Aparto la mirada de ella. Hay una razón, pero es demasiado grande para contárselo
ahora.
—¿Quieres venir conmigo al partido de bienvenida el viernes? —digo, y sus ojos se
entrecierran ante el cambio de tema y me temo que volverá a estar enojada conmigo—
. Por favor. Podemos ver jugar a Chris y Trent. —La frase “como solíamos
hacer” colgando en el aire. —Podemos prepararnos en la casa de mi papá y puedes
pasar la noche siguiente si quieres.
—Le dije a Chris que me quedaría con él —dice ella, y también hay algo sin decir
allí.
—Sí —digo, y la sonrisa que divide su rostro me ilumina desde dentro, porque Dios,
he extrañado a mi mejor amiga.
—¿En el centro? —pregunta, y me río, porque es una broma que comenzó entre
nosotras dos, hace mucho tiempo cuando me mudé aquí. Le pedí a Julia que me
mostrara Leesboro, con la esperanza de encontrar gemas escondidas, algo debajo de
la facha de la pequeña ciudad, así que cuando me prometió mostrarme el centro me
emocioné.
Resultó que en el centro había un semáforo, una iglesia, una tienda que cambiaba
cada dos meses y Tito's Pizza, donde una vieja sala de juegos estaba escondida en la
parte de atrás. La primera vez que Julia me llevó allí, me dio una patada en el culo en
el Pac-Man, y a pesar de que se había quejado sobre que el centro era tan pequeño,
en cualquier momento Julia se ofrecía a llevarme allí, que era con nosotras yendo a la
pizzería, grasa en nuestros dedos y pesadas monedas en nuestros bolsillos para
juegos.
Después de que Julia y yo comamos pizza, cruzo la calle hacia la heladería, con la
esperanza de hablar con Amber sobre mi horario, si puede aumentar mis horas. Tengo
que pagar la gasolina y mis sujetadores deportivos se están agotando, y cualquier hora
que me pueda dar sería genial.
—No, mamá, no lo sé —dice mientras salgo del carro. Ella pone los ojos en
blanco y me mira antes de gesticular Mi mamá y alejarse.
—Solo mi mamá —dice ella—. Preguntando sobre los Regionales cuando aún no lo
sé y aparentemente Hilary ya lo sabía, así que, ¿por qué yo no lo sé?
Aquí está la alternativa, el ejemplo por el que se supone que no debemos luchar:
chicas que conozco que venden Avon con mamá, recién salidas de secundaria y ya se
establecieron con sus novios, ya embarazadas y vendiendo maquillaje para llegar a fin
de mes. Papá me dijo antes que su única forma de salir de aquí fue siendo lo
suficientemente inteligente como para conseguir esa beca para Aldersgate y luego
conocer a mamá, o de lo contrario estaría atrapado en la agricultura de la ciudad y
viviendo a dos millas de sus padres, simplemente como hace su hermano.
Sin embargo, esto es lo que no nos dirán. ¿Esas chicas? ¿Los que venden Avon,
que viven con sus novios, sus padres a solo unas millas de distancia? Parecen
genuinamente felices.
Me pregunto cómo será para Haley. El resto de nosotros solo tenemos que
escuchar sobre Hilary. Tiene que vivir en esa sombra.
Haley suspira.
—Solo desearía que mi mamá estuviera feliz conmigo, ¿sabes? —dice con
amargura.
No sé qué decir a eso. Quiero que mi mamá no esté contenta conmigo, entonces al
menos eso significaría que me estaba prestando atención.
—Eso es lo que intenté decirle a mi mamá, pero ella insistió en que si fuera mejor
ya lo habría escuchado. Como si la entrenadora me hubiera dado un trato especial o
algo así, y ya sabes lo ridículo que es eso.
—Sí, lo sé.
Ella permanece en silencio por unos minutos más, mirando furiosa su teléfono.
—Lo que importa, es que eres lo suficientemente buena —digo en voz baja.
Ella me mira.
—Sí —digo, y la empujo con mi hombro—. ¿Por qué crees que siempre intento
ganarte?
Ella sonríe.
Me encojo de hombros.
—Supongo. Quiero decir, rompimos como hace un año, así que no hay mucho de
qué emocionarse.
—Lo sé —digo. Me subo hacia la encimera, doy la vuelta a la cinta de Maggie una y
otra vez en mi muñeca. —Me agradaba. Realmente. Y lo que teníamos era bueno, pero
luego empezó a hablar de planes para el futuro y que yo iría a conocer a sus padres y
yo. . . me asusté. Se sintió demasiado. Entonces rompimos.
Haley asiente.
—Sí. Lo entiendo. Es gracioso, ¿no? La mayoría de la gente diría que los chicos
son los que le tienen miedo al compromiso.
—Ja. Sí.
Sigo girando la cinta. Maggie también quería esas cosas. Quería ir a la universidad
y conocer a mis padres, pero para nosotras fue diferente. Estar con ella habría sido una
gran declaración, no solo sobre mi sexualidad, sino sobre nosotras.
—¿Corinne?
—Lo siento, me pierdo en mis pensamientos —murmuro. Dejo de jugar con la cinta
y salto del mostrador, y estoy a punto de decirle algo más a Haley cuando algo me
llama la atención afuera.
Y luego se voltea y puedo decir que me ve. Y antes de que pueda reaccionar,
moverme o hacer algo, agarra a la chica del brazo y la aleja.
Haley mira todo el intercambio de miradas sin decir nada, y no me pregunta por eso
después.
No puedo cantar. Solo estoy manejando la escena, así que puedo mirar.
Buena suerte.
Todo es nuevo con ella. Cada texto me hace sonreír como una idiota. Me he
convertido en una de esas chicas que garabatean las iniciales de su amor platónico en
los márgenes de sus libros de química.
Pero Maggie me preguntó si iría al cine con ella este fin de semana y ¿cómo podría
decirle que no?
Luego, Jules
Estoy abandonando a mi mejor amiga por una chica. Nunca le hice esto con Trent.
Pero ella sabía que yo estaba saliendo con Trent, y no puedo predecir cómo se
sentiría por mí y Maggie cuando yo apenas me conozco.
(Soy un secreto)
El carro de Maggie no está allí cuando llego al parque, así que me meto en la grava
junto al columpio y salgo. Finalmente hace suficiente frío, me siento como en casa,
cortando el viento en mi espalda.
Tiene las manos en los bolsillos mientras comienza a caminar hacia mí, con la
cabeza inclinada.
—Bien. Ya sabemos a quién vamos a tomar —dice ella. Ella me mira, se muerde el
labio. Esta es la primera vez que nos vemos desde Navidad. Desde que nos besamos.
¿Y si ella dice que fue un error? Que todo fue un error, y que realmente no le
agrado, y que ni siquiera le gustan las chicas ¿y y y…?
Ella está callada, el único sonido es el crujido de los columpios mientras sostienen
nuestro peso.
—Me gustas —dice, y entrelaza los dedos con los míos—. Mucho, Corinne.
Ella me besa de nuevo. Se inclina sobre el columpio y presiona sus labios contra los
míos, su boca suave y fría.
—¿Quieres. . . Quieres quizás probar esto? ¿Nosotras? ¿Saliendo? —pregunta, y le
devuelvo el beso, esperando que sepa cuál es mi respuesta.
DIECIOCHO DÍAS DESPUÉS
El viernes llega demasiado rápido, toda la escuela está entusiasmada con el partido de
fútbol. Las porristas visten sus uniformes todo el día, con cintas azules y doradas
atadas en el pelo. Incluso los profesores se animan; El Sr. Wilson pasa la clase de
química hablando sobre los compuestos que se unen para formar una pelota de fútbol,
y la profesora de inglés, la Sra. Shafar, nos pide que veamos Remember the Titans,
porque nada dice más del espíritu escolar como ver a un pequeño pueblo del sur
tratando de superar el racismo a través de fútbol americano.
Julia viene a mi casa para prepararse para el partido de bienvenida2 y poder animar
a los chicos. Ella se rizó el cabello oscuro y lo recogió en una coleta alta. Parece una
animadora. Se lo digo.
No debería haberla besado. Fue una mala idea, y ahora estoy cerca de perder a la
única persona que entiende por lo que estoy pasando con Maggie.
—Entonces, ¿vas a hacer algo divertido después del juego? —pregunta Julia.
Julia resopla.
2 Es un evento que se hace para dar la bienvenida de vuelta los jugadores de fútbol luego de salir a jugar
por temporadas.
—Él podría esperar eso, ya sabes, ya que claramente no estás hablando con nadie
más.
Aquí sería una buena entrada. Aquí. Ahora mismo. Podría hablarle de Elissa, de
Maggie, podría decirle que soy bi.
Pero no lo hago.
Pero lo hago.
—De todos modos. Chris quiere salir y celebrar después de la bienvenida, que para
él significa obtener una gran orden de papas fritas con queso y chile de Cook Out,
luego tengo que pasar el resto de la noche suplicándole que se lave los dientes antes
de empezar a besarnos —dice Julia. Se pasa una capa de brillo de labios y comprueba
si tiene alguno en los dientes. No hablamos de cómo podría quedarse a dormir
conmigo, si hubiera querido. Es la bienvenida. Ambas sabemos adónde va cuando
termina el juego, sin importar si ganamos o perdemos.
—Lo sé. —Suspira, desvía su mirada de la mía en el espejo. —Quiero decir, sé que
probablemente vamos a tener sexo esta noche, así que no es como si me tuviera que
preocupar por eso ni nada. Y yo . . . Lo amo, y él me hace sentir bien —dice,
sonrojándose—. Entonces. . . No sé. Creo que estoy lista.
—Sí.
—¿Estás emocionada?
—Estoy emocionada.
—Me vas a enviar un mensaje de texto cada segundo, ¿verdad? —dice ella.
Salimos del carro, grava bajo nuestros pies. Nuestras uñas son azules y doradas, y
Julia agarra mi mano mientras caminamos hacia el campo de fútbol.
Nos sentamos con las otras chicas del club de carrera, todas charlando con
entusiasmo antes de que comience el juego, chismes flotando por el aire como plumas
con bordes afilados. Escucho susurros sobre cómo Soledad Evans se está acostando
con el mariscal de campo del equipo de fútbol americano de Green Hill Catholic Prep,
cómo Hilary Russell está fallando en su segundo año en el Notre Dame.
Pero no puedo pensar en eso esta noche. Esta noche, al menos, pertenezco a
estas chicas, a este juego y a esta escuela. Esta noche no es un acto. Esta noche no
somos Corinne o Haley o Julia, esta noche tenemos el cabello suelto y brillantes
coletas a juego. Somos puro chismes y pasamos la noche sin dormir preocupándonos
por los chicos.
Animamos, en voz alta, mientras los chicos entran. Hemos pintado nuestras caras
de azul y amarillo. No hay nada individual, no aquí, no esta noche. Todos estamos en
ese campo con los muchachos, y todos somos responsables si ganan o pierden.
Esto es para estos chicos, y lo saben. Todos lo sabemos. Solo algunos de ellos
jugarán al fútbol en la universidad; y no hay otro momento en el que todos somos más
conscientes de ese hecho que esta noche. Si son lo suficientemente buenos, si algún
entrenador los ve como una historia de un novato que llega al estrellato, tendrá
suerte. Pero algunos de ellos trabajarán en la estación de servicio de la calle y al
menos uno de ellos morirá ebrio conduciendo a casa desde el baile de graduación, y
desearías que estas cosas no sucedieran, pero suceden.
Chris es abordado por alguien del equipo contrario, ¿contra quién estamos
jugando? Y Julia me agarra la mano y grita.
Julia necesita salir de aquí. Chris necesita salir de aquí. Ellos son los
afortunados. Si se quedan, dirán que es por elección, pero todos sabremos la verdad:
que por buenos que fueron, ni siquiera ellos podrían salir.
Verdad.
—Me voy al baño —le digo a Julia, y ella asiente y suelta mi mano y sigue
animando a su novio con las demás chicas que ni se dan cuenta que me he ido.
SEIS MESES ANTES
—Deberíamos empezar a pensar sobre las universidades —ella dice.
Sus manos todavía están en mi cabello, sus labios aún a centímetros de los míos.
Yo no quiero hablar sobre la universidad o el futuro o cómo vamos a tratar de salir de
esta pequeña ciudad; Yo solo quiero seguir besándola.
—Luego —digo.
—No, luego no. —Maggie se pone de pie, se aleja de mí y yo me dejo caer sobre su
edredón lavanda mientras ella se mueve hacia su escritorio y abre su laptop. — ¿De
dónde te han reclutado?
—Aún no lo sé.
—¿Nadie te llamó?
—Estoy segura que te llamarán. —Ella se inclina hacia atrás, aprieta mi mano. —
Eres genial. Y luego conseguiremos salir de aquí y podremos estar juntas. Será genial,
¿no? Una gran ciudad, y sin esconder lo que somos. . .
¿Qué es esto? Quiero decir. Nosotras estamos aquí ahora, estamos juntas justo
ahora, ¿qué es esto?
Pero no estamos fuera del clóset, no aquí, y sé, realmente, que a eso se refiere.
Estoy escondida cerca de los baños exteriores, con la esperanza de que todo el
mundo esté absorto en el juego como para venir aquí, o que el juego sea demasiado
fuerte así nadie me escuche llamar a Elissa. Su teléfono suena, y rezo para que
conteste a pesar que no sea una persona que reza, a pesar que ella no me habló toda
la semana, yo solo. . . necesito aclarar las cosas con ella.
Su teléfono suena.
Y suena.
Y suena.
¿Qué quiero?
Sé lo que se supone que debo querer. Se supone que debo querer solo chicos,
querer salir, querer una universidad y medallas de oro, y no se supone que deba querer
a Elissa.
—Entonces habla.
—No sobre eso —dice Elissa, con la voz áspera—. No vamos a hablar sobre eso.
—Elissa. . .
—Corinne. No vamos a hacer esto. Yo no puedo, yo. . . no ahora. Fue un error, ¿de
acuerdo? Solo un error de una vez. No va a suceder de nuevo.
Mi corazón se hunde.
—Lo sé. Lo sé. Perdón —dice ella—. Yo. . .odio hacerte esto a ti, pero tengo que
irme. ¿De acuerdo?
Me sorbo la nariz. Y antes de que diga de acuerdo, antes de que pueda decir algo,
ella cuelga y me deja sola.
DIECINUEVE DÍAS DESPUÉS
El viaje desde la casa de mi padre hasta la Universidad Aldersgate dura casi dos horas.
Dos horas que reproduzco mi conversación con Elissa una y otra vez en mi cabeza,
alternando entre maldiciendo y cantando más fuerte junto con las chicas rockeras más
ruidosas en mi teléfono: Garbage y Paramore y guitarras rugiendo y voces fuertes.
Maggie odiaba esta música y me fastidiaba sin piedad por eso. Yo solo lo ponía
más fuerte y cantaba, y ella se cubría sus oídos y sacaba la lengua riéndose.
Ella quería que fuera a verlo, ver donde todo su esfuerzo se gastó porque ella no
paraba de hablar cuán talentosos eran todos y cuán orgullosa estaba de ellos incluso si
la hicieron amargar. Así que lo hice. Compré un ticket y me senté atrás, y aunque las
canciones eran cursis, aunque no era de mi gusto. . . yo estaba tan orgullosa de ella
por eso.
Me olvidé que ella puso las canciones ahí una vez así yo iba a escucharlo aun
cuando mi teléfono siguiera conectado, porque ella sabía que yo no cambiaba las
canciones cuando manejaba. Me olvidé que ella hizo eso.
Muerdo la parte inferior del labio tan fuerte que puedo saborear la sangre y la
siguiente cosa que sé es que estoy llorando encima de esas animadas canciones y
estoy tratando de cantar con ellos, pero no será lo mismo y nunca será lo mismo.
Aldersgate es más pequeña de lo que pensaba que sería, y es más frío, también. El
lugar es bonito, con edificaciones con ladrillos desgastados excepto por la librería, la
cual es una monstruosidad de piedra sobresaliendo en el centro del campus. Me
estaciono en el estacionamiento y tiro mi bolso sobre mi hombro.
Se supone que debo encontrarme con una de las chicas del equipo en frente de la
librería, Sneha o algo, o ese era el nombre en el email que recibí camino aquí.
Hay una chica parada en frente de la librería quien me hace señas cuando me ve,
así que esa debe ser ella. Ella es pequeña, con piel oscura y cabello rizado atado,
lentes rojos enmarcando ojos marrones.
—¡Eres Corinne! —dice ella, y no hay pregunta en su voz—. Soy Sneha. ¿Recibiste
mi correo? Perdón fue muy tarde.
—¿Tú abrazas?
—Uh. . .sí
Consigo acomodar mis cosas en el cuarto de Sneha, mientras ella se toma una
ducha, mirando a las cosas que tiene en la pared. Ella tiene un montón de pinturas de
Georgia O’Keeffe, y chaquetas color arcoíris en su armario y un mapa de Carolina del
Norte sobre su cama.
Olivia, la amiga de Sneha, viene alrededor de las siete, sacando una botella de vino
fuera de su bolso y me guiña. Pedimos alitas y nos sentamos viendo The Great British
Bake Off en la laptop de Sneha, riendo y hablando.
Y luego suena el teléfono de Olivia. Ella lo alza y una sonrisa aparece en su cara.
—Es mi novia —ella dice y salta fuera de la cama—. ¡Hola bebé! —Ella nos
gesticula No me demoro y luego se va por el pasillo.
Novia. Ella dijo novia. Y no en la manera que una chica hetero lo hace a veces,
riendo sobre comprar bebidas con su novia. Ella lo dijo como si significara algo.
—Eso. . .Eso no será un problema para ti, ¿no? Porque yo también soy bi, y si te
incomoda quedarte conmigo por eso. . .
Está en la punta de mi lengua, pero decirlo a esta chica que apenas conozco, esta
chica que acabo de conocer, cuando no podría decírselo ni a mi mejor amiga, se siente
como una traición.
Pero Sneha es paciente. Ella está callada, y espera, y quizás le pueda decir, esta
chica que no podría volver a ver.
—¿Estás fuera del closet aquí? —pregunto, y ella parpadea, como si eso no fuera lo
que ella esperaba que dijera.
—Lo estoy —ella dice—. Aunque tengo novia, así que no todos lo saben. Pero. . .
sí, lo estoy.
—Lo es —dice Sneha—. Pero descubrí personas aquí, a ellos realmente no les
importa. Eso no quiere decir que aún no da miedo salir del clóset con los demás, pero
ha sido. . . no sé, tuve una buena experiencia con eso aquí —ella se encoge de
hombros—. ¿Por qué?
—Porque yo. . . yo soy bi —digo, y luego muerdo mi lengua porque oh por Dios no
puedo creer que dije eso, en voz alta. Cuando alzo la vista, Sneha me está sonriendo
cálidamente.
—Yo. . .supongo que estoy esperando hasta la universidad —digo—. O no sé. Vivo
en un pueblo realmente pequeño, y todos saben sobre todos, y no sé cómo
reaccionarán. . .
—Soy de Carolina del Norte —me corta—. Crecí aquí. Y sé que puede parecer un
sitio algo a lo antiguo, pero solo . . . no generalices todo el estado, ¿sabes? O todo el
Sur. Las personas LGBT viven aquí también, hasta en sitios rurales. Y las personas te
sorprenderán, si tú confías lo suficiente en ellos. —Ella alcanza mi mano y la aprieta. —
Puede no ser tan malo como temes, Corinne. Pero lo entiendo, el querer esperar.
Se inclina y pone play al Netflix, y continuamos viendo Bake Off en un silencio
confortable hasta que Olivia regresa.
—Eso es genial —dice Sneha, y se arrima así Olivia puede unirse a nosotras en la
cama. Vemos algunos episodios más antes que Olivia diga que debe irse.
—¡Fue genial conocerte! —dice ella—. ¡Espero que decidas quedarte aquí!
—Mándame un mensaje cuando llegas a casa, ¿sí? —dice Sneha, y Olivia asiente.
—¡Ya sabes! ¡Nos vemos luego! —dice ella, y nos manda un beso volado y se va.
Nos alistamos para dormir en silencio, yo cepillándome los dientes mientras Sneha
desenrolla una bolsa de dormir en el piso para mi.
Pero tengo que hacer esto. Papá cuenta conmigo, Maggie cuenta conmigo, todos
cuentan con que correré lo más rápido que pueda hacia la beca, hacia la universidad.
Así que salgo del cuarto de Sneha y bajo hacia la pista con ella. Las otras chicas ya
están abajo con una señora alta y mayor con cabello corto gris y un silbato alrededor
de su cuello.
—Corinne.
—¿Te está gustando la universidad hasta ahora? ¿Sneha te trata bien? — ella
pregunta, y Sneha se sonroja detrás de ella.
—Bien.
Sneha es amigable conmigo, y algunas de las otras chicas son accesibles, pero hay
un grupo de seis chicas que me miran de otra forma y de repente me siento como si
estuviera en el jardín de niños de nuevo, cabello equivocado, ropa equivocada, todo
equivocado.
Se supone que Maggie debería estar aquí, haciendo esto conmigo. Reír y llevarse
bien con estas chicas y hacer que todos se sientan a gusto con su encanto sureño.
Y yo no soy ella.
Una de las otras chicas de pie me mira de arriba hacia abajo, no en el sentido de
solo-mirándote, si no en el sentido de viendo-si-eres-una-amenaza.
—Esa es Molly Chu, ignórala —Sneha dice, apareciendo de repente por mi codo—.
Ella piensa que es demasiado buena como para estar acá, y ella solo está amargada
de que no fue reclutada a la División I. No dejes que te intimide.
—Gracias —le respondo en un susurro, y la entrenadora Alma suena su silbato para
que nos alineemos.
—Solo hagan vueltas hoy, señoritas. Corinne me va a mostrar que tiene, así que no
se lo dejen fácil.
No puedo sacar a Maggie de mi cabeza. Cada paso que tomo solo se siente mal
porque ella no está aquí haciéndolo conmigo. Ella quería que lo haga, mi papá quiere
que haga esto, ser la más rápida, pero si ella no está aquí para correr al lado mío, para
empujarme a ser mejor, entonces. . . ¿cuál es el punto?
Bajo de velocidad antes de darme cuenta que lo estoy haciendo, y Molly me pasa y
corro y trato de no mirar a la cara de la entrenadora cuando cruzo la línea de meta,
porque No Estoy A La Altura De Las Expectativas.
La fiesta es una historia diferente. Puedo manejarme en una fiesta. Cuando estaba con
Trent iba a fiestas casi cada semana, y sé mi lugar en ellos. Me pongo delineador verde
y me suelto el pelo por los hombros. Cuando Sneha y yo subimos, la música es muy
fuerte que puedo sentir mis huesos vibrar, y las chicas del equipo están hablando y
riendo.
Sneha asiente.
—No te aloques —dice ella—. Te cuido si deseas, ¿de acuerdo?
—Sneha es como nuestra mamá que sólo toma vino —una de las otras chicas dice,
apretando su hombro.
—Y nadie sirve vino en estas fiestas. Es solo cerveza. —Ella hace una mueca. —
Así que estaré sentada en la esquina mirando, ¿sí? Ven a buscarme si necesitas algo,
Salgo del agarre de Sneha y me hago camino hacia la fiesta. La música está a todo
volumen, tan fuerte que me duele los oídos y las vibraciones se filtran en mi cuerpo,
golpeando en un ritmo que es fácil de seguir,
¿O es un chico?
No sé. No me importa. Estoy muy borracha a este punto, y las únicas cosas que me
importan son mis manos en su cabello corto y sus labios en mi cuello y luego su lengua
en mi boca y la agradable sensación del alcohol que me está ayudando a olvidar su
nombre, mi nombre, el nombre Elisa, el nombre de Maggie, el nombre de todos. Todo
en lo que quiero concentrarme es en besar y que bien se siente besar a alguien que no
conozco, besar a alguien donde no hay sentimientos de por medio.
Hay una culpa en los bordes afilados de mi mente, la parte no borrosa por el
anuncio, culpa que está preguntando como puedo besar a esta persona tan
abiertamente cuando no podía hacer esto con Maggie, cuando ella acaba de morir. . .
Me alejo de quién sea a quien esté besando y le doy una sonrisa afilada, yendo a
buscar otra bebida, llevando la culpa a su lugar, donde pertenece.
En su lugar, encuentro a Molly, bebida en mano y parada con algunas de las otras
chicas del equipo.
—¿La viste besarse con Alice Mailer? Oh por Dios. Ella solo está haciendo que nos
veamos mal. . . tipo, sé gay, está bien, pero no parezcas como una zorra cuando lo
estás haciendo.
Mi cara está brillando en rojo. Molly sorbe su bebida. Espero a que ella mire más y
me vea, la copa de plástico en mi mano ahora se aprieta en mi puño.
Molly arruga su nariz mientras paso por ella porque quizá mi voz es muy fuerte o
quizá estoy tan malditamente molesta o quizás no voy a conseguir una bebida, quizás
estoy yendo a encontrar a esa linda chica y besarme con ella, quizás eso es lo que
haré en vez de beber y creo que ella lo sabe.
Chicos besando chicos, chicas besando chicos, chicas besando chicas, alguien
besando a quien sea es un maldito problema, y pensé que eso no pasaría en una
universidad, pero si pasa. Porque chicas besándose no está bien a menos que sea a
en alguna fiesta de fraternidad con todos borrachos donde te besas con tu amiga por
los chicos y actúas como si fuera una broma al siguiente día, porque tú no eres esa
chica,
Yo lo soy.
Soy la chica que se besa con otra chica en una fiesta y descubre que le gusta, y voy
a ser comida viva por eso.
VEINTIÚN DÍAS DESPUÉS
Sneha y Olivia me llevan a Waffle House para desayunar la mañana siguiente de la
fiesta, insistiendo en que deberíamos salir juntas. Si Sneha vio lo que pasó en la fiesta,
no lo dice, y estoy agradecida por eso. Intercambiamos números y comienzo mi viaje
de regreso, llena de waffles.
Papá me ataca con preguntas sobre Aldersgate al segundo que paso por la puerta.
Pero fue. . .
Pero papá se ve tan malditamente orgulloso y tan feliz así que miento y le digo que
lo amé, que yo definitivamente lo pensaré.
Alguna vez le habría dicho cómo me sentía en realidad, lo aprensiva que soy con
respecto a ir a la universidad porque ni siquiera sé si eso es lo que quiero, que todo el
mundo espera que quiera salir de aquí, pero ¿adónde iría?
Érase una vez un padre y una hija que podían ser honestos el uno con el otro.
Pero eso fue antes de la pelea, antes de que me convirtiera en el pegamento que
mantenía a mis padres unidos. Antes del divorcio, donde ahora tengo que ser la hija
que no causa problemas, donde tengo que ser alguien de quien papá pueda estar
orgulloso y feliz, mostrar a todos lo bien que me está criando.
—Y no te olvides de llamar a tu madre para ponerla al día. Sabes que ella espera
que lo hagas. —Lo dice casualmente. Al principio, aceptar que ya no vivían juntos fue
tan difícil para él como lo fue para mí declarar mi bisexualidad. Ahora puede hablar de
ella sin ahogarse.
—Sí, lo sé —digo.
Tal vez se emocione por mí. Quizá salgamos a celebrarlo, quizás decoremos mi
habitación, quizá se mantenga sobria.
Desearía que ella no fuera así. Desearía que pudiéramos hacer las cosas como
antes, como lo era todo antes. Que Maggie no estuviera muerta, que Elissa me llamara,
desearía ser una mejor amiga para Julia, desearía que no tuviera que preocuparme por
la universidad.
Mamá estaba emocionada por Aldersgate, más de lo que pensé que estaría, ya que
nunca ha estado en una sola de mis competencias.
El carro de Brett está en la entrada cuando llego, al menos creo que es su carro ya
que ciertamente no es el de mi madre. Y me doy cuenta de que probablemente él tiene
que llevarla a donde ella va, ya que su licencia está suspendida por otros dos meses.
Me abraza en cuanto entro por la puerta, con los perros ladrando desde su
dormitorio.
—Los dejé arriba, me daban dolor de cabeza. Ven aquí, mi pequeña universitaria —
dice, abrazándome con un brazo porque el otro está sosteniendo una botella.
Tiene tatuajes, me doy cuenta. Paneles de cómic que aparecen por sus antebrazos.
Me pregunto si mamá está pasando por una fase punk rebelde. No parece un
farmacéutico que es árbitro de fútbol los fines de semana.
¿Sandy? Mamá odia cuando la gente la llama así. Dice que le recuerda demasiado
a Grease.
—Oh, eso sería genial —dice mamá. Ella avanza y me aprieta el hombro. —
Haremos que sea una salida familiar normal.
—Por mi amiga Julia, fue la primera amiga que hice cuando me mudé aquí. Ella lo
hizo —digo—. Estaba por apuntarme donde las animadoras y me paró y me dijo que no
había forma, que todas las chicas de ahí se conocían desde hace años, y que correr
era mejor de todas formas —sonrío—. Supongo que tenía razón.
Creo que es el novio más normal que ha tenido mamá, a pesar de los tatuajes.
Y eso me asusta. Sé que merece ser normal y feliz, pero todo en lo que puedo
pensar es que nos dejó a papá y a mí por un nuevo novio, y no merece un buen
farmacéutico con tatuajes.
Paso el fin de semana con mamá, me enfurruño mientras ella y Brett se ríen y ven
películas en el sofá juntos e ignoro los celos que arden en mis entrañas de que él
pueda hacerla reír.
3Se diferencia porque no es en una pista construida como el atletismo. Esto se corre en el mismo campo
natural y distancias más largas.
El sábado Trent me mandó un mensaje de texto, invitándome a ver algunas
películas en su casa. Sé lo que esto se significa. Es su código para: “Hay una fiesta en
mi casa, pero mi hermano lo pasa por alto.”
Miro el teléfono, debatiendo si ir a la fiesta. Tal vez debería. Tal vez lo haga. Estaría
bien. . . actuar como la chica que solía ser.
¿No es así?
Y en secreto estoy enojada. Con Elissa por no contestarme los mensajes, conmigo
misma por atreverme a besarla, con Dylan por no contarme lo de Maggie y con Maggie
por irse sin mí.
—Voy a ir a una fiesta esta noche —le digo a mi madre, cuando bajo. Me mira y
sonríe, porque sabe que, si salgo a una fiesta, es porque quiero beber, y que no voy a
juzgarla por hacer lo mismo.
Por primera vez creo que tal vez por eso vende Avon, porque le gusta. Porque es
algo en lo que realmente es buena.
Podría contarle sobre Elissa, sobre Julia y Chris, sobre Trent. Sobre Maggie.
—¿Quieres empezar?
Miro el reloj.
—Son las 12:30. La fiesta no empezará hasta, no sé, ¿las nueve? Voy a salir un
rato, luego puedo volver y puedes ayudarme.
—De acuerdo —dice ella—. ¡Estaré esperando! ¡Diviértete!
—Eso espero hacer —digo, y salgo por la puerta, dejando a mi madre en el sofá.
No le digo a mi madre a dónde voy, y la verdad es que no lo sé hasta que llego ahí.
Cuando llego, parece la elección más obvia del mundo. Aparco mi carro al pie de la
colina, en el estacionamiento junto al parque viejo, me pongo rígida antes el nudo en la
garganta, y mis manos sacan la llave y mis pies me llevan hacia el cementerio.
Maggie está ahí arriba, con vistas a un columpio destartalado y a un banco del
parque desgastado, el mismo banco en el que nos besamos por primera vez, el mismo
banco en el que nos besamos por primera vez, el mismo columpio en el que nos
sentamos cuando decidimos empezar a salir.
No sé por qué conduje hasta aquí, por qué me molesté en venir, Maggie se ha ido.
Pero besé a otra chica este fin de semana, una chica que no era ella, y eso. . . eso
se siente como una pequeña traición. Así que necesito estar aquí, necesito recordarme
a mí misma lo que teníamos, quién era ella para mí.
Miro a la cima de la colima, donde se alza una cruz ridículamente grande, casi
llamativa en su tamaño. Es el punto focal por aquí en kilómetros.
Empiezo a dar un paso adelante, hacia la parte baja de la colina y los escalones
me llevan a la cima, y un escalofrío recorre mi columna vertebral. No me gustan los
cementerios, me dan escalofríos. Nunca se lo dije a Maggie cuando llegamos a este
parque, pero la verdad es que si era de noche me daba escalofríos.
Además, ya casi es Halloween. El otoño le hace algo a los cementerios, ese tiempo
mágico en el que los muertos pueden levantarse y todo es posible, como Maggie
levantándose de su tumba para venir a mí.
Sacudo la cabeza, me regaño por ser tan tonta. Maggie se ha ido. Está enterrada
en ese cementerio cerca a la cima de la colina. No va a volver. Ni en Halloween, ni
nunca más.
El viento sopa, empujando mi espalda, una pared frígida me empuja hacia la tumba
de Maggie. Me resisto.
Si lo veo, es definitivo, y sabré que no volverá como un fantasma. Lo sé. Si voy a
su tumba, nunca más la veré correr delante de mí otra vez.
Así que camino hacia el columpio y me siento en él y cruje bajo mi peso y recuerdo,
recuerdo, recuerdo hasta que ella está sentada en el columpio a mi lado, subiendo más
alto de lo que jamás me atrevería a ir.
Me quedo en el parque todo el tiempo que pueda soportarlo. Salto las piedras en el
pequeño arroyo que corre paralelo a él. Me balanceo en el columpio hasta que mis
pulmones estallan con el aire frío. Cuando estoy cansada, corro por el pequeño
sendero que serpentea detrás del parque, abriéndome camino entre hojas y palos y
agachándome bajo las ramas. Corro durante lo que parecen horas, hasta que mi
cabeza está despejada y no hay fantasmas que se difuminen en los bordes de mi
visión.
Cuando llego a casa, el sol se está poniendo. Los perros están ladrando en la
puerta cuando entro, más fuerte de lo normal, como si mi madre hubiera olvidado
darles de comer. . .
—Maldita sea —maldigo mientras agarro los tazones de los perros y los lleno casi
hasta el borde con comida. No debí dejarla sola cuando estaba bebiendo, ni siquiera
debía pensar en Maggie y mis problemas. Debería haber estado aquí, ayudándola.
No sé dónde está Brett. Debería haber hablado con él sobre esto. Debería hacerle
dicho que se ocupara de ella. O, debería haberle advertido que se mantuviera lejos,
lejos de mi madre y su desastre, como hizo mi padre.
Papá.
Saco mi teléfono del bolsillo y llamo a casa, esperando que no esté demasiado
ocupada para contestar.
—¿Corinne?
—Lo sé.
¿Dónde estaba él cuando esto empezó? Ella bebía antes del divorcio y él no se dio
cuenta, fingió que ella no era su problema, y no era tan malo en ese momento al punto
de que así todos pudiéramos olvidar el hecho de que mamá tomó dos vasos llenos de
vino con la cena.
—Yo estaba fuera —digo fuerte—. Bueno, ella está recostada, está roncando. No
creo que vomite,
—Solo. . . solo siéntate con ella hasta que se despierte. Haz que beba un poco de
agua y que se vaya a la cama. ¿Dónde está. . .? ¿Cómo se llamaba?
—Corey. . .
—Papá —digo.
—No quiero que vayas a ni una fiesta —dice, y sé a lo que se refiere: No quiero
que bebas. No quiero que termines como ella. —¿Puedes quedarte con ella?
—Gracias, Corey —dice—. Sólo asegúrate de que está bien y puedes volver a
casa mañana temprano. Esta noche, incluso —añade, como si estuviera tratando de
hacerse menos culpable.
—De acuerdo. Nos vemos luego, supongo.
Cuelgo antes de que pueda decir que me ama. Antes de que pueda decir adiós,
incluso.
Miro a mi madre. Tiene la boca abierta y está roncando. Su pelo cuelga de su cara,
un mechón oscuro cae por su boca. Una de sus uñas postizas se ha caído.
La odio. Odio que no vea lo que nos está haciendo. Que si no estuviera bebiendo
yo podría visitarla más.
Todo esto es culpa suya, y de repente quiero culparla de todo. El divorcio. Todas
mis mentiras. Aunque sé que ella no tuvo nada que ver, todo en el mundo de repente
se siente como si fuera su culpa.
No se mueve. Así que maldigo, limpio su copa de vino, tomo un trago de la botella.
Hago una mueca, es vino blanco. Odio el vino blanco.
Luego pongo una manta sobre mi madre, pongo un vaso de agua a su lado y voy a
la nevera. Agarro las seis botellas de vino que hay dentro y desenrosco la tapa de cada
botella, vertiéndolas por el desagüe. Quiero sacar las botellas fuera y romperlas en la
acerca, pero el ruido la despertaría. Así que en lugar de eso las pongo las pongo en
una bolsa de basura y las llevo al cubo de reciclaje.
Mamá puede estar orgullosa. Ya he hecho mi parte por la Tierra. Y me iré antes de
que se despierte y tenga que enfrentar su ira.
Mamá está bien. Necesito que esté bien. Tengo demasiado de qué preocuparme
ahora mismo como para sumar que ella no esté bien.
Papá entra, y nos miramos el uno al otro.
—Sí. Le puse una manta y le di un poco de agua. Ella estaba durmiendo. Se pondrá
bien. También tiré el vino, aunque no sé de qué sirvió ya que hay más en la casa, estoy
segura.
—Se desmayó en el sofá a las seis de la tarde. Tiré seis botellas de vino, y quién
sabe cuántas más tiene escondidas por la casa. Papá. Ella. Está mal.
Se quita las gafas, se las limpia en la camisa como siempre hace cuando hablamos
de ella.
—Bueno. Sólo tienes que visitarla dos veces al mes. Sólo agradece que sea sólo un
poco y déjalo así. Es tu madre, Corey. Quiere verte, y lo está intentando.
—Corinne. . .
—No, papá. . . ¿por qué estamos ignorando esto? ¿Por qué estamos fingiendo que
ella está bien? ¡Ella no está bien!
Me alejo de él.
Responsabilidad. Como si fuera algo que se debe pasar a otra persona, como si
fuera una carga, como si no fuera mi madre.
—Papá. . .
Pienso en las fotos de Maggie y yo que he guardado. Sus mensajes de voz. Los
corazones junto a su nombre en mis contactos. Mis mensajes a Elissa.
Hay miles de cosas en mi teléfono que no quiero que vea,
—Te lo devolveré el lunes —dice—. Dos días sin teléfono. Puedes pasar tu tiempo
libre para buscar universidades —añade, y yo suspiro.
Mi familia estuvo entera una vez. Una vez fuimos felices. Las cosas eran más
simples en Colorado. No era una chica que huyera de sus problemas, que tuviera
miedo a admitir que le gustaban las chicas y los chicos porque no lo sabía. Mi madre
no era una mujer que bebía. Mi padre me entendía, y mis abuelos estaban vivos, y el
clima era frío.
Sí. Aunque sólo es porque es uno de los pocos vínculos que tengo con Maggie, sólo
porque todavía podría tener algún tipo de sentimiento por ella y ni siquiera la conozco
tan bien.
Pero quiero hacerlo. Quiero verla, no sólo porque Maggie salió con ella.
Presiono enviar sin pensar, porque merezco no pensar por una vez.
Llego a la casa de Julia cerca las seis, su pastor alemán, Gus, ladrándole a mi carro,
Julia sale corriendo mientras aparco, con el pelo en una cola de caballo suelto con
pedazos de pelo sueltos por su cara.
—Nosotras —dice ella mientras corre hacia mi coche—, estamos completa, total y
absolutamente sin comida chatarra. Marisol está en modo saludable y lo tiró todo,
incluso lo que escondía papá. ¿Compras de emergencia?
La gasolinera está a un kilómetro y medio de la casa de Julia. La primera vez que pasé
la noche con ella me retó a una carrera allí, y me ganó por un minuto entero. Soy lo
suficientemente rápida para seguirle el ritmo, pero hoy sólo caminamos, pateando la
grava con nuestras zapatillas.
Espero que me cuente más, porque la mirada en su cara dice que lo hará, que
podría decir más.
—¿Qué dijo?
—Él estaba frustrado —dice ella, y ahora está torciendo su trenza con sus dedos—.
De hecho, Corey. . .
—¿Mm?
—Solo estaba, como, buscando cosas, y creo que. . . No sé, ¿tal vez soy asexual?
—Es como, como ser bi, o gay, y es donde no experimentas atracción sexual, o
podrías, pero sólo después de conocer a alguien un tiempo y . . . —Se encoge de
hombros. —No lo sé. Sentí como si encajara conmigo, al menos ahora mismo. —Me
mira y está a punto de llorar. El silencio se extiende entre nosotras.
Ella me lo dijo. Eso es lo que está registrando mi mente ahora mismo, que mi mejor
amiga me lo dijo, antes de que yo tuviera el valor de hacer lo mismo con ella.
—Oh —digo, y luego la abrazo fuerte—. Oh, Julia, yo. . . yo estoy tan contenta de
que hayas encontrado una palabra que encaje. —Pienso en lo que Sneha me dijo. —Y
estoy tan contenta de que me lo hayas dicho. Eso fue. . . eso fue realmente valiente.
Podría decírselo. Ahora mismo. Así es como me sentí cuando me di cuenta que era
bisexual, que finalmente encontrar una palabra era un gran alivio. Podría hacerle saber
que no está sola.
Pero no le digo. Porque ella acaba de contarme algo suyo, y no quiero hacer que
todo se trate de mí ahora.
Hemos sudado mucho para cuando llegamos a la gasolinera que estamos agradecidas
por la explosión de aire acondicionado adentro a pesar de que ya empieza a hacer frío
afuera.
—Bueno, pues le robé 20 dólares a Mari, ya que de todos modos ella es la razón
por la que estamos obligadas a hacer esto —dice Julia—. Vamos.
—¿Grandes planes para esta noche? —dice, con el pelo grasiento cayendo sobre
un ojo.
—Que se vaya a la mierda —digo tan pronto como me tiro en su cama y cierro la
puerta—. En serio.
—¿En serio?
—Yo. . . no me di cuenta.
Pienso entonces en cosas que he oído decir a Trent en el pasado. No sólo diciendo
cosas como que no puede ser racista porque Chris es su mejor amigo, sino cosas
como decirle a Julia que hablar de nuestros periodos era malditamente asqueroso.
Tal vez me he dado cuenta. Sólo lo he ignorado porque es más fácil encajar así.
—Siento no haber dicho nunca nada —digo—. Con. . . con Trent. Con tipos como
él.
Ella suspira.
—Sé que dijiste que no te dabas cuenta de esas cosas, pero. . . necesito que te des
cuenta. Es muy difícil lidiar con esa mierda por mí misma y si te das cuenta o dices
algo, me evita tener que hacerlo constantemente. Porque a veces estoy cansada.
—Julie. . .
—Tipo, no voy a decirte que está bien que no hayas dicho nada, porque no lo está,
pero sigues siendo mi mejor amiga —dice Julia. Me da un empujón en el pie con el
suyo. —Sólo inténtalo un poco más, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Una hora después estamos a mitad de camino de equilibrar las ecuaciones químicas,
de una bolsa de Twizzlers y medio litro de helado. Julia me pregunta cómo hacer que el
óxido de hierro y el carbono formen hierro y dióxido de carbono y yo le digo entre
bocados de papas fritas.
—¿Cómo demonios eso tiene sentido para ti? —pregunta. Se ha puesto las gafas
de lectura y está entrecerrando los ojos hacia el libro de texto.
—Los bichos son repugnantes. Ponerlos bajo un microscopio, eso es una cosa.
Pero, ¿afuera en la naturaleza? —Extiendo mis brazos para mostrarle cuánto de la
naturaleza abarco. —No gracias.
Se ríe.
¿Cómo estuvo?
Me agradó Sneha y Olivia. Me gustó pasar el rato, la fiesta estuvo bien. Pero esa
sensación de maravilla, de asombro, de pertenencia de la que he oído hablar a las
otras chicas cuando hablan de la universidad, ¿todas las cosas que siento como se
supone que debo sentir?
Nada.
—Estuvo. . . bueno.
—¿Eso es todo?
—No sé lo que quieres que diga —digo, y como unas cuentas papas más para
darme tiempo a pensar—. Quiero decir, el entrenamiento estuvo bien y dijeron que me
llamarían, y me agradaron las chicas del equipo, pero. . . sí. La fiesta fue mejor.
Mierda.
—Yo. . .
—No. No hay vuelta atrás. Suelta todo. —dice, y avanza más cerca de donde estoy
hasta que se sienta a mi lado. Me empuja la rodilla con la suya. —Vamos, Corey.
Julia casi nunca me llama Corey a menos que ella quiera algo, así que sé que está
muriéndose porque le cuenta todo. Pongo mi cabeza en la almohada.
—La fiesta estuvo bien. No recuerdo mucho, para ser honesta —digo,
encogiéndome de hombros, y Julia me fulmina con la mirada, sus cejas arrugadas.
—¿Bebiste?
—No mucho.
Me encojo de hombros.
—Supongo.
Ella me da una mirada feroz.
—Juliaaaaaaaa.
—Haz estado guardando secretos desde siempre —dice ella acusando, y mi cara
se calienta porque tiene razón, tiene razón. Sigo mintiéndole porque tengo miedo de
decírselo.
—¿Él era lindo? —dice ella, y yo miro hacia otro lado por unos segundos antes de
que me dé un empujón en la rodilla otra vez—. Corey. Debe haber sido muy lindo si no
quieres compartirlo conmigo. Eso, o era super feo.
—Quiero decir, sí. Creo que sí. No. Sí. Yo sí. Así es como me identifico, sí. Soy
bisexual.
Oh Dios, lo dije. dije la palabra. En voz alta, y ahora puedo verla recordar aquella
vez que se río del chiste bisexual del Sr. Wilson en Química.
Seguimos equivocándonos.
—Hace un tiempo.
—Solo estaba asustada —digo. Y aún ahora mi corazón está latiendo como si
recién hubiera terminado de correr.
—¿Tú? ¿Asustada?
Yo me encojo.
—Mierda, lo siento. Sí, tienes razón. Yo estaba asustada de decirte que soy
asexual, así que. . .
Julia parpadea.
—Pensé que. . .
—No, sí. Sé que pensabas. Soy de aquí también, ya sabes —dice. Y ella aprieta mi
mano. —Ya sabes que esto no cambia nada, ¿sí? Sigues siendo mi mejor amiga. Yo
seguiré teniendo pijamadas y todo contigo.
Asiento. Mi garganta se aprieta y una lágrima cae por mi mejilla y. . . no. Estoy
llorando.
—Además —ella dice mientras nos apartamos—, esto quiere decir que podemos
chismear acerca de cualquiera que pienses que es sexy. Ahora. Dime a quién besaste
en la fiesta. ¿Es muy diferente a lo de besar a un chico?
Podría abrirme, decirle todo ahora. . . acerca de Elissa, acerca de Maggie, acerca
de quién soy yo.
Podría.
—Dime. Todo —dice Julia, y la risa que sale de mi boca es fuerte y llena de alivio.
Dios, estoy tan contenta de que esto no haya cambiado nada entre nosotras.
Y le digo sobre Elissa y le digo sobre el beso y como no puedo dejar de pensar en
ella y le cuento todo. . .
Pero no le digo lo de Maggie. Sobre cómo conocí a Elissa. Sobre la culpa que me
come por dentro cada vez que pienso en besarla. Estoy bastante confundida ahora
mismo, no quiero abrir esa herida aún más.
Está todo oscuro y estoy en los confusos bordes del sueño cuando Julia habla de
nuevo.
—Oye, Corey.
—¿Sí?
—Sí.
—Lo sé.
—Corey. . .
No lo digas.
—No. . .
—Corinne.
—¿Cómo la conociste?
—La querías —dice Julia, con conmoción en su voz—. Oh, Dios mío. Corey. Por
eso reaccionaste de la manera que lo hiciste, ese día. . . corriendo fuera de la
competencia.
—Julia, no. . .
Julia se me acerca.
—No está bien —digo, sorbiendo la nariz, y ella me muestra el borde de su enorme
camiseta para que me suene la nariz.
—Un mes —digo, más rápido de lo que ella puede calcular, y la lástima en su cara
me hace querer llorar más.
—¿Que con Trent? —Me encojo de hombros. —Algunas cosas eran las mismas.
Algunas eran completamente diferentes, y no solo. . . no solo de que fuera una chica.
Tenía que esconderlo todo con Maggie, ya sabes. Y Elissa. No tuve que hacer eso con
Trent.
—Sé que es difícil —dice, y es agradable oír a alguien reconocerlo—. ¿Es por eso
que te has estado presionando?
—Sí.
—Ojalá me lo hubieras dicho —dice ella, y ojalá yo también lo hubiera hecho, pero
¿cómo podría?
—¿De qué crees que tienes miedo? —Julia se pone el pelo sobre el hombro y
comienza a trenzarlo.
—De todo. Ya sabes cómo es vivir aquí, Jules. Todos se conocen entre todos, y si
eres una chica y te gustan las chicas. . . —Trago saliva. —Ya sabes cómo son las
chicas del equipo. Eres la única a la que soy muy cercana, y no creo que el resto de
ellas reaccionen bien. Yo sólo. . . No quiero que me salga mal nada, ¿sabes? No quiero
que sea algo enorme y horrible.
—No creo que sea tan malo como piensas, Corinne —dice ella.
Todos los que se rieron en química vuelven a mí, el comentario de Molly en la fiesta
de esa noche. La forma en que chismeamos sobre las chicas de otras escuelas.
—Si salgo del clóset, toda la escuela me verá como una puta que no puede
decidirse —digo—. O pensarán que soy gay porque salí con una chica cuando no lo
soy. O que sólo lo hago por atención.
—Lo eres. Sé que no crees que lo eres, pero lo eres —dice ella—. Has estado
cargando con todo esto y no te has quebrado ni una vez, y creo que eso es muy fuerte.
¿Es más fuerte romperse, o no romperse en absoluto? Por dentro siento que me
estoy muriendo.
—Gracias.
—Y, oye —dice Julia mientras regresa su lado—. Tal vez deberías hablar con
alguien, ¿sabes? Sobre Maggie. No puede ser bueno mantener todo eso dentro.
—No digo que tengas que salir del clóset ni nada, pero al menos deberías decírselo
a tus padres. A menos que pienses que te echarán o algo así.
—Tal vez.
—Y oye, ¿Corinne?
—Gracias, Julie —murmuro, y son esas palabras las que me hacen dormir.
Pero no puedo sacarme ese sueño de la cabeza y tengo que comer el desayuno,
sémola y huevos revueltos. Para cuando llegamos a la escuela mi estómago está
hecho un nudo, lo cual nunca debe ser antes de una carrera, y agarro mi mochila
mientras Julia y yo caminamos a nuestros casilleros.
—Sabes que Leesboro irá también, ¿verdad? —dice Julia—. Incluso sin. . .
—Sí —digo, sólo para no tener que oírla decir su nombre—. Lo sé.
Nos detenemos en su casillero. Chris está allí, esperando, vestido con los colores
de nuestro equipo y sosteniendo un ramo de flores para Julia, quien grita y le envuelve
los brazos alrededor del cuello.
Se supone que Maggie debería estar allí conmigo, se supone que debería
escabullirme en el baño para llamarla y hablar de los Campeonatos de Conferencia y
de lo emocionada que estoy de verla.
Pero no sucede.
—¿Siquiera sabes cómo se llama? —pregunta Addison cuando ella vuelve, y veo a
Haley fruncir el ceño por un segundo antes de volver a sonreír.
—Por supuesto que sí. No seas ridícula —dice. Pero me mira y rueda los ojos y yo
le sonrío en solidaridad, porque sé lo que es ser una chica juzgada por con quién sale,
con quién coquetea.
—Creo que no hace falta decir lo orgullosa que estoy de lo duro que has trabajado
este semestre —dice la entrenadora Reynolds. Ella hace contacto visual con cada uno
de nosotros, pero se siento como si me estuviera mirando más tiempo.
Lo entiendo. Nunca antes había corrido así, nunca había mostrado ningún tipo de
motivación más allá de seguirle el ritmo a cierta chica de Leesboro, no es como si
alguno de ellos lo supiera.
Pero aquí, ahora. . . si puedo llegar a las Estatales como ella siempre quiso,
entonces tal vez. . .
¿Qué?
Es su voz en mi cabeza diciéndolo así, pasando a una chica en Green Hill Catholic
que me mira cuando casi le doy un codazo.
Doblo una curva, casi me tropiezo con una raíz de árbol expuesta pero no me caigo.
No puedo caerme ahora. No puedo tropezar, porque tengo que alcanzar a Maggie.
Llego tercera, primera en nuestro equipo. No estoy segura de cómo sucede, un minuto
estoy corriendo, al siguiente estoy cruzando la línea de meta y la entrenadora Reynolds
está parada allí animando y en la multitud veo a mi papá y luego, más lejos, veo. . .
¿Elissa?
Es ella. Gorra de béisbol, rizos, chaqueta militar verde oscuro, pantalones holgados.
Sus manos toqueteando su teléfono.
—¿Elissa?
Y entonces recuerdo mi sueño, y es todo lo que puedo hacer para no ponerme rara.
—Hola —dice.
Se encoge de hombros.
—Vine a verte. Dijiste que querías hablar, así que. . . estoy aquí.
—Eso es. . .
Hipótesis: Podría besarla. Aquí. Ahora mismo. Podría disculparme y podría besarla
y el mundo podría
detenerse.
—Mira —dice—. Lo siento por cómo reaccioné. Con todo. Pero perder. . . perder a
Maggie ha sido duro y tú lo has hecho más difícil y yo. . . yo no sé cómo manejarlo o lo
que siento por ti, pero yo no debí. . .
Ella me besa. Se inclina y me besa debajo de estas gradas donde cualquiera podría
vernos si mirara con suficiente atención y su boca es firme contra la mía y mi cuerpo
sigue lleno de adrenalina de esta carrera y de sus labios y. . .
Me retiro.
Abro la boca para mentir y odio que se haya convertido en mi instinto. Me lo trago.
—¿Y?
—Y la besé —digo.
—Cuéntame todo después —dice ella, y no puedo evitar que mi sonrisa se extienda
por toda mi cara porque por primera vez tengo a alguien a quien contarle todo después.
—Quiere que vaya para celebrar —dice, y su cara está sonrojada, sus ojos
brillantes. Me mira. —¿Debería ir? Yo. . .supongo que sería un buen momento para
decírselo.
—¿Quieres ir?
Ella lo piensa.
—Todavía no. Quiero ir a casa y tomar un baño y ver The Vampire Diaries.
—Entonces haz eso. Él lo entenderá —digo, y ella asiente con la cabeza y le envía
un mensaje de texto.
Alguien saca un parlante de su mochila. Alguien más le pone música de Carly Rae
Jepsen. Julia toma mi mano y la usa como micrófono, cantando fuerte junto con el resto
del equipo.
La entrenadora sonríe.
—Apuesto que sí. ¿Cuántas veces te han dicho que es el mejor año de tu vida?
—¿Qué pasó?
—Tengo que elegir a quién llevar en dos días —dice—. Y una de esas personas
que irán este año serás tú.
No puedo creer lo que estoy escuchando. Miro mis manos, cerrados en puños. Me
digo a mí misma que me relaje, pero no funciona.
—Porque has estado corriendo muy bien. Estoy impresionada. Tu resistencia está
mejorando, francamente, Corinne, nunca te he visto correr así antes.
—Supongo que sólo estoy tratando de poner más esfuerzo. Como es mi último año
—digo, pero me suena vacío incluso a mí.
—¿En serio?
La cabeza me da vueltas.
Esto es lo que quería, ¿verdad? Así es como salgo de aquí, corriendo tan rápido
como puedo. Así es como llego a una buena universidad, hago las maletas y me voy de
la ciudad.
—Se supone que no debo revelar eso hasta en unas horas más. —Pero luego me
guiña el ojo. —Pero Julia si va, si eso es lo que estás preguntando.
—Sí. Gracias.
Pero por primera vez, me encuentro pensando en Haley. Si ella va a las Regionales,
si lo consigue. Si quiere hacerlo.
—¿Ya han tomado una decisión sobre las universidades? ¿Van a ir a algún sitio
juntas?
La vergüenza me quema en el pecho porque nunca se me pasó por la cabeza ir a la
universidad con Julia.
—No lo sé. Creo que está tratando de ir con Chris —digo, y la entrenadora asiente
con la cabeza.
—Tiene sentido. Ve a cambiarte, ¿sí? Puedes contarle a Julia de que irán a las
Regionales, pero no se lo digan al resto de tus compañeros todavía, lo anunciaré
después del entrenamiento de hoy.
Para ella.
Pone todos los folletos en su cama, organizados por color con notas adhesivas.
Azul para las universidades seguras de entrar, verde para las universidades difíciles de
entrar, amarillo para las universidades de ensueño que probablemente la sigan
llamando porque es así de buena. Las notas adhesivas rosadas están incluidas en
algunos folletos.
Observo cómo los coloca a todos en su cama, abre una hoja de cálculo en su
portátil y comienza a escribir estadísticas, como el promedio de la puntuación de un
examen importante y son de la División I y lo rápidas que tenemos que ser el año que
viene para que nos dejen entrar.
Observo mientras añade otra ficha, una que menciona si la universidad está cerca
de una ciudad, si tiene un centro LGBTQ, si sigue en el Sur, si parece aceptar
generalmente.
¿Le digo que estoy destinada a ir aquí? No soy como ella, no tengo grandes
sueños. . . Ella puede querer la vida en una gran ciudad y estar en la División I, pero
yo. . .
Paso las noches alternando entre revisar el Instagram de Maggie y llamar a Elissa
sólo para poder oír su voz. Se ha convertido en una rutina, dormirme con ese tono
áspero en mi oído. Hablamos de todo. De todo. No he sido tan abierta con nadie
excepto con Maggie, y no sé si el hecho de que sea por teléfono lo hace diferente, pero
le pregunto cosas que nunca le preguntaría a nadie más.
—¿Cómo fue salir con Maggie? —pregunto. Son las dos de la mañana y estoy
acostada de lado, con las rodillas en mi pecho y el teléfono en el oído.
Porque quiero saber cómo era ella contigo. Cómo eras tú con ella. Si era diferente.
Y si sé cómo era Maggie con Elissa, cómo eran juntas, entonces será como si ella
estuviera aquí.
¿No es así?
—Sólo dime.
—Corinne. . .
Ella suspira. Puedo oír un movimiento por el teléfono. Y justo cuando creo que no lo
hará, justo cuando creo que se va a dormir y no me dirá nada, empieza a hablar.
—Fue. . . no lo sé. Fue agradable. Salimos durante cuatro meses, pero luego
rompimos porque no funcionaba.
Pero no quiero pensar en Maggie ahora mismo. En cómo Elissa fue más valiente
que yo.
—Sí. Conmigo.
Hay un silencio al otro lado de la línea, un silencio que se extiende por tanto tiempo
que pienso que pudo colgar.
¿Cómo sería? Salir con ella, tomarle la mano mientras caminamos por la calle,
hacer con ella todas las cosas que nunca hice con Maggie.
¿Podría hacerlo?
—¿Pero estás segura de que quieres hacerlo? No tenemos que hacerlo —dice
Elissa—. Yo no. . . no quiero presionarte. O hacer esto difícil.
—No me presionas. Y soy yo quien te lo pide. Yo no quiero hacer como una gran
declaración o algo así, pero las Regionales son algo grande, y quiero que vengas a
esta fiesta conmigo. ¿Por favor?
Es el mismo por favor que Maggie usaba cuando peleábamos por esto porque hay
mil palabras en ese por favor, mil preguntas.
¿Tienes miedo?
¿Es eso?
¿Es eso?
Leo las historias de todos hasta que hacen eco en mi cabeza, hasta que siento
como si fueran míos.
mi mamá me odió
mi papá dijo que era demasiado joven para saber cómo me siento
Dios.
Quiero estar orgullosa de Maggie. Quiero estar orgullosa de nosotras, quiero que
ella esté orgullosa de mí.
Pero dónde vivimos, viendo quienes somos. . . ¿es mejor quedarse en el clóset?
No lo sé.
TREINTA Y NUEVE DÍAS
DESPUÉS
Trent me sorprende en el pasillo un día antes de las Regionales, viniendo a mi casillero
con una flor rosa en su mano.
—Hola —dice él, mientras intento no dejar que el libro de química se me caiga.
—Hola —digo, mirándolo, ojos marrones y piel pálida y pecosa, con una sonrisa
fácil. Es fácil recordar por qué me gustaba, es fácil recordar lo simple que eran las
cosas con Trent. No simple de la forma mala, sólo. . . simple.
Nos vamos caminando hacia las clases avanzadas de inglés. Me recuerda al año
pasado, a mi vida con Trent.
Me muestra esa sonrisa que estaba tan acostumbrada a ver, pero no siento alguna
incomodidad como antes, sólo un consuelo al tenerlo a mi lado.
Se ríe.
—Nah. Todavía no. Aunque podría llevar a Haley al baile de invierno. Es muy linda.
—Lo es —digo
Me paro en el pasillo.
Él sacude la cabeza.
—Olvídalo.
Ella sonríe y se lo mete detrás de la oreja. Trent tenía razón. Ella es linda.
Ambiciosa y linda, y me pregunto por qué la odiaba antes.
Sr. Osh. Nuestro viejo profesor de matemáticas. A nadie le gusta. Las chicas dicen
que él mirará a tu pecho si vas a su escritorio a pedirle ayuda, y que si te vas a quedar
luego para preguntar algo entonces no uses una falda corta o un polo corto, y siéntate
tan lejos de él como puedas.
Como si el no usar una falda corta detuviera a los hombres como el Sr. Osh. Él ha
estado enseñando aquí más tiempo del que nuestro director ha trabajado aquí.
Recuerda cuando los estudiantes se escondieron bajo sus escritorios debido a la
amenaza de una bomba nuclear, cuando todas las chicas usaban vestidos y él era
joven y atractivo lo suficiente para haber sido “encantador” y “peligroso” en lugar de un
pervertido.
Escondo mi teléfono debajo de la carpeta y le escribo a Elissa. Le pregunto de
nuevo si está segura de que quiere ir a la fiesta conmigo, y si solo quiere que nos
encontremos ahí, ¿o qué?
Pero antes de que pueda ver su respuesta, una sombra aparece. Osh.
—Señorita Parker —dice él—. ¿Hay algo más interesante en tu teléfono que las
maravillas de las parábolas?
No hago ninguna de esas cosas. Miro al frente como si no estuviera ahí y le doy mi
teléfono y trato de no hacer muecas. Todos me miran. Incluso Haley parece
comprensiva.
Haley me da un codazo.
—Osh es un idiota.
—Sí.
—Me quedaré contigo después de clase para que recuperes tu teléfono, si quieres
—dice.
La miro fijamente.
—¿Qué pasa?
—No sabía que ustedes dos se estaban volviendo más cercanas —dice Julia, con la
sorpresa en su cara mientras caminamos por el pasillo hacia su casillero.
Me encojo de hombros.
—¿Trent irá?
—No tengo ni idea —digo—. Y a él le gusta Haley de todas formas, así que. . .
—Lo sé, pero hoy lo vi con esa flor por tu casillero, así que pensé. . .
La corto.
—Los demás van a hablar como si lo estuvieran —dice ella, y como si fuera el
momento indicado, dos chicas de primer año se ríen tapándose la boca cuando me
ven.
—No lo sé.
—¿Le preguntaste?
—Sí.
—¿Y?
—¿Podemos hablar de esto más tarde, Julie? —pregunto—. Es sólo una fiesta. No
es la gran cosa. Ella viene conmigo, no hay nada de qué hablar.
—Corinne.
—En serio —digo, mirándola—. Sólo viene a la fiesta conmigo. Eso es todo.
Me toca el brazo.
—Sólo quiero asegurarme de que eres feliz, Corey. Y que estás haciendo lo que
quieres.
—Lo hago.
—Bien —dice, y parece que podría decir más, pero mi teléfono suena y es Elissa, y
lo cubro con mis manos y me voy antes de que Julia pueda leerlo.
Sal del clóset, sal del clóset, sal del clóset, sal del clóset. . .
No sé si puedo.
Me tapo la cabeza, me olvido de las Regionales y salgo del clóset por sólo cinco
felices minutos más.
Ignoro todo.
Nuestra carrera es en Gateway Park. Cinco mil metros sobre un sendero con vueltas y
curvas que ninguno de nosotros ha corrido nunca.
Ella quiere que ganemos. Nunca hemos llegado hasta aquí antes, así que ahora
tenemos que ganar. Todos tenemos algo que demostrar.
Nos dan nuestros números y nos alineamos en la línea de salida, con el pelo
fuertemente atado, los músculos listos.
Echo un vistazo a las chicas de Leesboro que están al otro lado de la línea. Mi
mano se dirige a la tira de goma de Maggie en mi pelo. Es absurdo pensar que la
reconocerán, pensar que les importará, pero no puedo evitarlo.
Y luego me escaparé.
El sonido de salida se dispara y mis piernas corren sin que yo piense y no debería
usar tanta energía ahora, debería guardarla para el final de la carrera o voy a
quemarme, pero todo lo que puedo pensar con cada golpe de mis zapatillas es. . .
Ella debería estar aquí. Ella quería esto, quería que la invitaran, y yo. . . yo sólo
quería lo que ella quisiera.
Me presiono más.
Hago esto por ella, pero no sé si quiero esto porque ella lo hizo o porque realmente
lo quiero.
Cruzo la línea de meta, sin saber nada excepto las porras de mi equipo y la gente
gritando mi nombre y el nombre de mi escuela y el sudor en mi frente, mi cuello.
Diecisiete minutos. Para 5K. Es un récord personal para mí, una victoria posible
para nuestra escuela si Haley y Julia y las otras cuatro chicas están cerca.
Pero lo hice. Yo. Corrí así de rápido; ayudé a nuestro equipo a llegar tan lejos.
Y por este momento he cruzado la línea de meta con aire en mis pulmones y la
cinta de Maggie en mi pelo, yo soy la que quiere esto.
Celebramos en el autobús de vuelta a la escuela. Ganamos. Vamos a ir a las Estatales.
Y ahora mismo, somos un equipo. Estamos sudando y con las piernas doloridas y
estiramos en el camino de regreso, golpes en la espalda y Qué carajos, chica, corriste
duro allá.
Ese último comentario está dirigido a mí. Pero no es dicho con el orgullo que se
tenía en la Conferencia. Se dice con incredulidad, miradas ocultas.
No soy una chica que se empuja a sí misma. Soy una chica que se queda en el
medio y no llama la atención, y ahora que estoy mejorando, ahora que no encajo, no
saben qué hacer conmigo.
Quiero que estén orgullosos de mí, de mi equipo. Por primera vez quiero que estén
orgullosos de mí, y tal vez lo estén. O lo estarán.
Hablando de eso.
—¡Fiesta en mi casa esta noche! —Haley grita, y todo el autobús aplaude. —Fiesta
de Halloween, obviamente, pero no tienen que disfrazarse si no quieren.
—¿Vas a la fiesta? —Julia pregunta una vez que todos se han calmado.
—¿Con Elissa?
Le doy una mirada, una mirada de No podemos hablar de esto en el autobús. Ella lo
ignora y se acerca a mí, toma mi teléfono.
Dijiste que hablaríamos más tarde. Ya es más tarde. Habla, ella escribe en la
pantalla.
—No.
—¿Estás bien?
—¿Qué? Querías que fuera mejor, ¿no? ¿No es eso lo que todos querían? Que yo
mejorara. Estoy mejorando.
—Corinne.
—Lo siento.
—No tienes que ir si no quiere —dice—. O me desharé de Chris e iré contigo. Seré
la red de seguridad y todo eso. O puedo esperar en casa de tu madre, y puedes volver
y decirme si pasa algo.
—Tengo miedo.
—Entonces no lo hagas. No tienes que salir del clóset si no quieres, Corinne —dice.
Pero siento que tengo que hacerlo. Es injusto para Elissa si no lo hago, y lo es, sé
que lo es. Fue injusto para Maggie que yo no lo hiciera.
Esto es lo que nunca le dije a Maggie: Estoy aterrorizada hasta la médula de lo que
lo demás pensarán de mí. No llamo la atención. Mantengo la cabeza baja y sigo
corriendo hacia adelante e ignoro lo que los demás dicen, pero a veces no puedo. Me
digo a mí misma que no me importaría un bledo si supieran de mí, pero sí me
importaría.
Sí, lo sé.
Le envío un mensaje a Elissa con la dirección de Haley, y le digo que me encontraré
ahí con ella, con mis manos temblando mientras escribo.
Mamá cocina la cena, sólo nosotras dos ya que Brett salió a arbitrar un partido. De
vez en cuando suena el timbre, ella se para y se pone un sombrero de bruja y reparte
caramelos a los niños, mientras yo me siento en la mesa e intento que no me vean.
—¿Y luego fui a nadar a una fiesta al día siguiente y todos se volvieron verdes? Sí,
lo recuerdo —digo, y ella sonríe.
—Creo que tengo una foto de eso, todavía —dice ella—. En algún lugar.
Golpea sus uñas en el vaso. Es sólo agua, pero aun así me pone nerviosa.
—Sí, de acuerdo —digo, y aparta la mirada así no tengo que ver su cara caer.
—Puedes comerte todos los dulces que sobre —dice ella, y sonrío. De repente se
acerca y me aprieta la mano, abre la boca como si estuviera a punto de decir algo.
Podría decírselo. Ahora. Podría decirle que voy a ir a esta fiesta con una chica y
que tengo mucho miedo, podría decirle cómo corrí hoy, cómo sigo corriendo porque la
chica que amaba quería que lo hiciera y no sé cómo detenerme.
Pero en vez de eso, me aparto de la mesa y voy a prepararme para la fiesta, y ella
va a la nevera y coge una botella de vino y no nos decimos nada que debamos.
Puedo escuchar la música que sale por el granero de Haley antes de salir del carro.
Todo el mundo se está moviendo, tazas en las manos, sin máscaras esta noche, no
hay necesidad de esconderse aquí. Es Halloween. Podemos ser adolescentes salvajes
y locos, revelas nuestro verdadero ser.
Mi pelo cuelga por encima de mis hombros, una cortina rubia. Mi delineador de ojos
azul brillante, mis jeans negros apretados y un top plateado brillante.
Soy perfecta. Soy imparable. Por un segundo, soy la chica que estaba con Trent,
tan bonita y tan popular, ¿no quieres ser ella?
Trago saliva.
—Hola —llamo, y espero que mi voz se escuche por sobre el ruido de la fiesta. Ella
sonríe.
—Gracias por venir —digo, al mismo tiempo que ella dice—: Te ves. . .
—¿Cómo me veo?
Ella no intenta inclinarse y besarme, y estoy agradecida. A pesar de que quiero que
lo haga.
Dios, ¿puedo hacer esto? ¿Podemos hacer esto? ¿Soy lo suficientemente valiente
para entrar a esta fiesta con ella, lo suficientemente valiente para salir del clóset con
ella de una manera en que Maggie y yo no lo hicimos?
Elissa debe sentir mi vacilación, porque se detiene justo fuera del granero de Haley.
Pero Elissa tiene razón. No estoy lista para ir a esa fiesta, no estoy lista para
enfrentar a todos con esta chica.
—¿Quieres salir de aquí? —dice ella, los labios rozando mi oreja. Me estremezco.
Me paro frente a su casa, aparco mi carro y saco las llaves, apretando las manos
casi hasta que se me caen. Miro como sale de su camioneta y se acerca a mi carro,
esperándome.
Salgo y ella me mira. Sonríe, casi con nerviosismo. Amas sabemos a qué va a llevar
esto, ambas sabemos hacia dónde nos precipitamos, aun así ninguna de las dos hace
algo para detenerlo.
Elissa se acerca a mí, tan cerca que podría alcanzarla y tirar de ella hacia mí, si
fuera lo suficientemente valiente.
—Oh.
No respondo. Levanto la mano, bajo su cara y la beso, fuerte, como la primera vez
en su camioneta. Esta vez no se aparta, y yo tampoco, y luego se ríe y abre la puerta, y
prácticamente corremos dentro.
—¿Qué?
Ella agita sus manos entre nosotras, indicando el hecho de que estoy solo con
brasier arriba.
Estamos tan cerca que podríamos tocarnos. Besarnos. Nariz con nariz, cadera con
cadera.
¿Qué me detiene?
Siempre he sido una chica que hace lo que todos los demás quieren. Que mantiene
la boca cerrada y sus opiniones y necesidades quiere que se meta dentro donde nadie
pueda llegar.
Pero esto, esta noche, la quiero. Sin complicaciones, sin pensar. Sólo manos, labios
y piel.
¿Pero cómo la dejo entrar? Maggie se llevó lo que quedaba de mi corazón con ella,
destrozado en pedazo en la carretera. He tenido los restos guardado en mi pecho, pero
Elissa. . .
Sus labios se encuentran con los míos, y lo entiendo. Ella no está pidiendo amor, no
está buscando reconstruirme de nuevo, y yo no le estoy pidiendo que lo haga. No nos
estamos pidiendo que olvidemos.
Todavía sabe a cigarrillos, pero huele a clavo y vainilla, y nos estamos besando,
besando, y me está guiando para que mi espalda esté contra el reposabrazos del sofá
y mi muslo esté entre sus piernas y de repente quiero tanto, tanto más que besar.
Jadeo su nombre y nos movemos, así que me tumbo en el sofá y ella está encima
de mí y estamos tirando de la ropa de la otra y sus labios están en mi cuello y ella se va
a mi espalda y me desabrocha el sujetador, lo tira al suelo, riéndose mientras lo hace.
Luego sus manos están sobre mí y me toca como lo hago yo y Dios, Dios, quiero esto,
quiero esto, quiero esto.
Me baja los pantalones y alcanza la tira de mi ropa interior y me mira, con los labios
hinchados y los ojos brillantes.
Yo asiento, y ella las tira hacia abajo y luego su boca está sobre mí y mis manos en
su pelo y quiero esto, quiero esto, la quiero, quiero. . .
CUARENTA Y UN DÍAS
DESPUÉS
Me despierto a la mañana siguiente en la cama de otra chica.
No sé dónde estoy.
Pero luego miro y veo la forma de Elissa durmiendo a mi lado y sus rizos extendidos
por la almohada y. . .
—No, sí, lo entiendo —dice Elissa. Luego se acerca, me toma la mano. —¿Estás
bien?
Pero aun así le doy la espalda para ponerme el top por la cabeza.
—Te llamaré, ¿sí? —digo, hago una mueca con lo cliché sonó eso saliendo de mi
boca—. Me refiero. . .
—Lo entiendo —dice—. Mira Corinne. . . está bien. Estamos bien. Anoche fue
genial. Podemos hablar de ello más tarde, no tenemos que ponerle una etiqueta a nada
ahora mismo.
¿Podría?
¿Pero podría hacerlo? ¿Salir del clóset? ¿Salir, donde todo el mundo lo sabe,
donde todo el mundo me mira y ve una chica que sale con chicas y chicos?
¿O me verán como una zorra, como una chica que lo hace para llamar la atención?
Podría empezar de a poco. No tengo que hacer una gran declaración, un desfile,
convertirlo en algo grande. Se lo dije a Julia. Podría decírselo a otra persona. Podría
decírselo a mi madre, tal vez.
Podría hacerlo.
Voy a hacerlo.
Mi carro retumba al entrar en la casa de mi madre. Mi pelo está en una mal hecha
cola de caballo. Llevo la ropa de anoche porque me fui a casa con una chica y voy a
salir del clóset con mi madre.
Puedo hacerlo.
Saco las llaves del bolsillo, abro la puerta con la cadera y entro.
La casa es un desastre. Casi me tropiezo con uno de los perros cuando entro. Hay
platos en el fregadero y ropa por todas partes y platos en la mesa y botellas y mi madre
está. . .
Dios, ¿cómo puedo decirle? ¿Cómo puedo hacerlo ahora cuando ni siquiera se
acuerda?
Papá quiere que me vaya de aquí, quiere que escape de este pueblo y de esta vida,
pero, ¿cómo puedo dejar a mamá? ¿Cómo puedo irme cuando ella está aquí? Cuando
no estoy aquí para visitarla los fines de semana y asegurarme de que no beba
demasiado, cuando no estoy aquí para decirle a su último novio que está así, porque si
no la cuido, si no estoy cerca para vigilarla. . .
¿Quién lo hará?
Su sincronización es perfecta.
—Sí —Haley dice—. Estuviste ahí por cuanto, ¿dos segundos? ¿Con quién
estabas? Apenas te vi.
—¿Qué película?
—Estás evitando la pregunta —dice Haley.
—¿Porque quería?
—¿Es qué? —digo, mi voz es muy fuerte. Trent y Haley y Chris y Julia me miran. —
Si Chris va a ver una película sobre un artista, ¿qué significa eso?
—No, no sé.
Haley deja caer su mano. Pero ella no se sienta allí tranquilamente como yo lo
habría hecho, ni mira a otro lado de la mesa. Se levanta con la bandeja en la mano
mientras Trent la mira.
—¿Qué?
—No puedes llamar así a Corinne, Trent. Además, no debería importar qué película
vea Chris, tú estás siendo un verdadero imbécil en este momento, así que me voy a ir,
y si quieres seguir saliendo conmigo, vas a aprender a pensar dos veces sobre las
cosas que salen de tu boca —dice ella, y se va.
Chris silba. Julia sonríe. Trent se enfurruña y me mira como si esperara que lo
ayude.
—De acuerdo, es suficiente —dice Julia, y su voz es tan fuerte que creo que la
mitad de la cafetería nos está mirando—. Trent, no sé quién se ha orinado en tus
cereales hoy, pero tienes que irte. Ahora.
Chris mira de un lado a otro entre los dos, pero sabemos lo que va a pasar. Se
pondrá del lado de Julia sin importar lo que pase.
—Bien —dice Trent, y empujando hacia atrás de nuestra mesa con un fuerte sonido
de su silla, se va.
Julia abre la boca como si fuera a decir algo, pero un segundo antes de hacerlo, mi
teléfono suena.
Miro hacia abajo. Código de área 336. Tiene que ser Aldersgate.
—¿Hola? —digo.
—¿Dígame?
No me doy cuenta de que lo dije en voz alta hasta que la entrenadora Alma se ríe
incómodamente.
—Bueno, creemos que serías una gran utilidad para nuestra universidad.
—¿Corinne?
—¿Cómo dice?
—Aldersgate quiere que tome una decisión —digo, metiendo mi teléfono de nuevo
en mi bolsillo.
Mi cabeza está borrosa en la práctica. El resto del día sólo puedo pensar en Trent
llamándome perra y en la oferta de Aldersgate y en por qué yo y salir del clóset y Elissa
y Maggie. . .
Nos habla de las Estatales, de ganar, de las expectativas, pero todos me miran y
no escucho nada.
CUARENTA Y SEIS DÍAS
DESPUÉS
Es el día antes de los Campeonatos Estatales. Julia me envía un mensaje para que
vaya a pasar el rato, estirar, practicar una vez más.
No puedo, Julie. Tengo que hablar con Elissa, le envío un mensaje de texto, y
luego silencio mis notificaciones para no tener que ver cómo va a responder.
No debería hablar con Elissa hoy. Debería estar entrenando con Julia.
Me pongo el pelo hacia atrás y rasco a Bysshe detrás de sus orejas antes de ir a mi
auto para ir a encontrarme con Elissa. Papá está sentado abajo en el sofá.
—Voy a ir con Julia antes de las Estatales —miento, y me voy antes de tener que
decirle algo más.
Elissa está parada junto a los columpios cuando llego, con las manos en los bolsillos de
su chaqueta militar. Ella se hizo un corte de pelo; los lados de su cabeza están recién
afeitados y sus rizos en la parte superior. Puedo ver la punta brillante de su cigarrillo
desde mi auto.
—Hola —dice ella mientras me acerco, y se inclina para besarme. Me pongo rígida,
pero dejo que lo haga. . . nadie está aquí para vernos, ¿verdad?
Nos sentamos en los columpios, y crujen bajo nuestro peso. Elissa tira su cigarrillo
y lo pisotea antes de empujar hacia atrás y balancearse.
—Elissa . . .
Hay tanto que no sé sobre Elissa, sobre su relación con Maggie. Miro a la chica
balanceándose a mi lado y me doy cuenta de que no la conozco, no realmente.
Maggie la conocía. Maggie sabía todas estas cosas sobre ella y sobre mí, cosas
que quiero saber, cosas que le diría si me lo pidiera.
—No he hecho esto en años —dice, antes de tocarme la rodilla con la suya—. Sé
que no hemos hablado mucho de nosotras, pero quería preguntarte. . . ¿si tal vez
querías salir conmigo?
—Yo . . .
—No tenemos que hacerlo, esto puede quedarse como algo casual o lo que sea,
pero si salimos, necesitas saber que no voy a esconderme por ti.
No es su voz. Es la de Maggie.
No.
No la mereces.
—Elissa. . .
—¿Sabes qué? Olvídalo. No haré esto. No estás lista. —Sacude su cabeza, luego
para. Me mira. —Maggie quería que salieras del clóset, ¿verdad?
—Sí.
—Y no lo hiciste.
—No —digo—. No. Tú preguntaste por qué no estábamos fuera del clóset y. . . y. . .
Y es por mi culpa.
Si vamos a seguir saliendo, necesito que salgas del clóset, necesito que lo hagas.
Si quieres que sigamos juntas.
—¿Corinne?
Ella quiere que salgamos del clóset, y le está haciendo daño que no lo estemos, y lo
quiero hacer, pero estoy tan, tan asustada. Y ella no se merece eso, no la merezco a
ella.
—Debes . . . je, debes estar dormida o algo así. ¿Vamos al cine más tarde? Dylan
quiere saber.
—Hola, nena, acabo de salir del ensayo de Hairspray. No puedo esperar a que
vengas a ver el espectáculo. Todo el mundo ha trabajado tan duro. . .
—Okay, tal vez funcione esta vez. Sólo quería dejarte un mensaje porque. . .
Escribo. Escribo miles de mensajes hasta que solo mi nombre es lo único que veo.
Escribo que la extraño, una y otra y otra vez.
Y luego. . .
Borro cada cosa. Todos los audios excepto donde ella se está riendo. También todos
los mensajes de Elissa
Y escondo
mi
estúpido
traicionero
corazón.
No duermo el resto de la noche. Doy vueltas y vueltas, y cuando suena mi alarma solo
me queda levantarme y vestirme para el Campeonato.
—Sí —digo, y es lo máximo que nos decimos el uno al otro hasta que casi es la
hora de irse.
Es aquí.
Estoy poniendo un pie donde Maggie nunca ha corrido, donde Dylan nunca ha visto
a su hermana. Donde ella siempre, siempre quiso estar.
Pero no puedo pensar eso. Piensa en ganar, piensa en las becas, piensa en salir de
aquí y finalmente ser libre, finalmente poder ser yo misma.
¿Entonces por qué estoy tan aterrorizado? ¿Por qué siento que estoy cometiendo el
mayor error de mi vida?
—Sí.
—¡No puedo creer que estemos aquí! —Haley dice emocionada. Incluso me está
sonriendo. —¿Puedes creerlo? ¡Llegamos a las Estatales!
Lo hicieron.
En algún lugar de la multitud está Maggie, observando, celosa de que nunca podrá
llegar aquí.
No quiero verla.
Si a Julia le va bien, finalmente podrá salir de aquí, puede ir a una escuela elegante
y tener una relación de larga distancia con Chris y estará bien.
Si yo gano. . .
Si yo . . .
El arma se dispara.
Y corremos.
Y corro.
Mis pies golpeando la tierra y me empujo con fuerza, tan fuerte, que puedo ser
rápida porque si corro lo suficientemente rápido el mundo volverá a como era antes,
Maggie estará viva y sabré lo que quiero.
Lo que quiero.
¿Es esto?
¿Quiero esto?
Quería a Maggie.
Siento no haberle dicho cuánto. Siento no haber podido ser la chica como la que me
vio.
La amaba, la amaba, la amaba. No sé quién soy sin ella. Ella quería que yo fuera
todas estas grandes, grandes cosas; ella tenía estos sueños para nosotras y. . .
Esa no soy yo. No estoy fuera del clóset y orgullosa. Maggie quería eso.
La amaba, pero vio todas las partes buenas de mí, y no creo que estén aquí sin ella.
Vio a una chica que era ambiciosa y soñadora, y ahora estoy empezando a darme
cuenta de que mis sueños la involucraban. Maggie tenía sueños, planes y metas y todo
lo que quería hacer era seguirla hasta los confines de la tierra.
En absoluto.
No quiero correr.
Todo el mundo está animando y Julia me está pasando y Haley me está pasando y
no puedo ver la coleta de Maggie delante de mí más, nunca pude verla porque no
estaba allí, porque está muerta y no va a volver y me hizo una mejor persona, pero
necesito aceptar que lo que ella quería no es lo que quiero.
No quiero esto.
Voy lento.
Despacio.
soy la última.
Estoy corriendo a través de esa línea de meta y me detengo, y lo sé.
Acabé de correr.
Cruzo la línea de meta y sigo avanzando, pasando por delante de los jueces y los
espectadores y Julia y Haley y la entrenadora y la decepción de mi padre. Más allá de
todo. Corro más lejos en el parque, a través de los árboles, no me importa que las
ramas estén golpeando mis brazos o mi cara. Corro como si mi corazón estuviera en él,
como si hubiera corrido en las Estatales.
—¡Corinne!
Es una voz masculina. No es mi papá. Me detengo, sin aliento, y ahí está Dylan,
empujando las ramas y los arbustos.
—Te vi. . . llegar última. Y seguir corriendo. Creo que tu equipo debe estar
buscándote.
—Ya veo.
Él frunce el ceño.
—Porque tú lo estás.
—¿Y?
Asiento. Estoy parada ahí y hay ramas que se enredan alrededor de mis piernas y
me pinchan las pantorrillas y el hermano de mi novia muerta está parado frente a mí
recordándome todas las formas en que estoy perdida sin ella.
Sacudo la cabeza.
—No puedo.
—Vamos —dice, con más insistencia—. Tengo un lugar que quiero mostrarte.
Y no sé por qué, tal vez porque hoy ya ha sido bastante horrible, y no tengo nada
que perder, le sigo a su carro. Ha aparcado lo suficientemente lejos como para que no
nos encontremos con mis compañeros de equipo o mi madre o alguien de Leesboro.
Dylan enciende sus faros y sin palabras me da unas cuantas servilletas arrugadas
de su guantera. Enciende la radio en bajo volumen a alguna estación de radio que me
gusta, una que Maggie nunca le habría dejado tocar.
El carro de él no huele como ella. Pensé que lo haría, pero no lo hace, y supongo
que estoy agradecida por ello.
Conducimos en silencio por un minuto antes de que suspire, se pase la mano por el
pelo.
—Dylan. . .
Su voz me calla.
—Mi hermana murió sin que nadie supiera de la persona que más le importaba en
este mundo y es todo culpa tuya.
Ella me besa de nuevo. Se inclina sobre el columpio y presiona sus labios contra los
míos, su boca suave y fría.
—Sí —digo—. Sí quiero. —Sonrío, y me llena toda la cara, y la beso de nuevo. Ella
está de pie, mirando el resto del parque.
Parpadeo.
—¿Qué?
—Bien. Pero se lo dije a mi hermano. Sobre ti. . . Sobre lo mucho que me gustas.
—Yo le cuento todo —dice ella, como si fuera simple, como si fuera jodidamente
simple decirle a tu hermano que estudia la religión que te gustan las chicas. O una
chica.
—Yo. . .
Esta vez cuando sus labios tocan los míos, todo lo que puedo sentir es miedo.
CINCO MESES ANTES
Su hermano desaparece arriba en las escaleras. El hermano de Maggie.
—Tus padres no pueden saberlo. —Mi voz alta y chillona de la forma que odio
cuando estoy enfadada o molesta o asustada como ahora.
—¡Sí quiero!
—No, no quieres —ella escupe—. Estás muy asustada de lo que vayan a pensar los
demás.
SIETE MESES ANTES
Está oscureciendo mientras caminamos hacia el restaurante, los días siguen siendo
cortos. Maggie lleva un bonito vestido azul y mallas, un abrigo gris oscuro y una
bufanda alrededor del cuello. Sus mejillas están sonrosadas, y cuando me sonríe, es
como si no pudiera ver a nadie más.
Me coge la mano al cruzar la calle, entrelaza sus dedos enguantados con los míos.
Pero todo el mundo está mirando, lo sé. Todos están mirando nuestros dedos
entrelazados y lo saben lo saben lo saben. . .
Alejo mi mano de la de ella. Quiero decirle que lo siento, que estoy asustada, y que
es el día de San Valentín y que sólo quiero poder disfrutar de este tiempo con mi novia,
lo siento. . .
Desearía ser valiente. Desearía poder coger su mano sin querer alejarla, sin
preocuparme de lo que los demás piensen, sin preocuparme si es seguro.
Y ambas lo sabemos.
SEIS MESES ANTES
—¡No entiendo cuál es la maldita cosa a la que le tienes tanto miedo!
SIETE MESES ANTES
—No quiero hacerlo ahora. —Me escucho decir a mí misma.
—¡Tú nunca quieres hacerlo! Nunca lo quieres hacer, Corinne. ¡No quieres venir a
la promoción conmigo, no querías sostener mi mano cuando salimos por San Valentín,
y ni siquiera quieres ir al show cuando sabes lo mucho que trabajé en eso! —Ella
solloza. Se limpia los ojos.
—¿Estás bien?
—Oh.
—Corinne . . . Quiero salir del clóset contigo. Realmente lo quiero. Y sí. . . si es tan
difícil para ti, entonces necesitas decirme.
—Yo . . .
—Necesito que decidas —dice ella, su voz firme—. Si tú aún quieres estar conmigo,
necesitas decirles a todos. Estamos juntas ocho meses, y yo. . . yo no quiero
presionarte, pero realmente, realmente estoy cansada de esconder esto.
Tomo su mano.
Nunca fue de ella de lo que yo estaba avergonzada. Era yo. Mi miedo. Mi propia
vergüenza, mi terror de lo que cualquier pudiera pensar si ambas decíamos que
estábamos juntas.
No sé qué espero de Dylan, si es que espero algo. Lástima. Enojo. Algo. Lo que sea
menos este horrible e insoportable silencio lleno de juzgamiento.
Busco mi teléfono, para que mis manos hagan algo. Pero está muerto, así que
busco el cargador en el carro de Dylan.
—Ya verás —dice él, y cierro los ojos mientras Dylan me lleva a algún sitio
desconocido y lejos de pena.
Dylan conduce hasta esta zona remota, estaciona su carro, y por un segundo me
preocupa de que algo pase, a pesar de que es Dylan, porque eso es lo que pasamos
nosotras las chicas: Un chico te lleva a un sitio apartado y no importa cuánto confíes o
lo conozcas porque nunca sabrás lo que pueda pasar.
—¿Dónde estamos? —pregunto, pero él no responde, sólo sale del carro y da un
portazo, y yo le sigo. Hace frío aquí afuera, y más con mis shorts, me los jalo un poco
hacia abajo, pero de nada sirve.
—Mi hermana amaba este sitio —dice en voz baja, balanceando sus piernas hacia
adelante y hacia atrás. Ni siquiera estoy segura de que sea consciente de que lo está
haciendo. —Solíamos venir aquí mucho antes de que me fuera a la universidad, y
hablábamos, aunque sé que todos pensaba que era raro porque se supone que los
hermanos y hermanas pelean todo el tiempo. Y sí, lo hacíamos, pero ella también sabía
cómo hacer que me abriera y hablara. Cuando empecé a conducir, la traía aquí, y es lo
único que eché de menos cuando fui a Duke.
—Obviamente estaba hablando de ti. —Se ríe, y es bajo y amargo. —No sé lo que
vio en ti —dice, y es lo que más me duele, porque tampoco sé lo que vio en mí.
—La amé —digo—. Sé que no crees que lo hice. Pero la amé. Y ella no era
perfecta, y ella. . . ella soportó mucho de mí, pero también me amaba.
—Corinne. . .
—Estoy asustada, Dylan —digo, y admitirlo en voz alta me hace llorar de nuevo—.
Tengo miedo de lo que los demás piensen de mí. Tengo miedo de que sea algo grande
y tengo miedo de que si todos lo saben, entonces todo lo que seré cuando me vean,
será a ese tipo de chica.
—Corinne.
—No, tienes razón, eso fue muy pesado —Sacudo mi cabeza. —Sólo. . . me
preocupo que los demás piensen demasiado al estar fuera del clóset.
—Sabes que nadie te pide que te tiñas el pelo de arco iris y que beses a un montón
de chicas, ¿verdad? Y no es tan malo como solía ser. . .
—Sí, dime qué tan malo es salir del clóset, chico blanco heterosexual —digo.
Mi voz se vuelve más grave otra vez. Dylan espera un momento, y luego pone su
mano sobre la mía.
—Ella no te iba a dejar —dice en voz baja—. Ella. . . ella quería aplazar a Villanova,
hacer un año en Aldersgate contigo y tal vez transferirse.
—Lo habría hecho. Ella iba a llamar al entrenador de Villanova para rechazarle.
Aceptar la oferta de Aldersgate en su lugar.
—Me alegro de que no lo haya hecho —digo—. Y tal vez no habría dicho esto
cuando estaba viva, pero Dylan. . . No puedo creer que ella pusiera su sueño en espera
de esa manera.
—Ella no pensaba que la estabas reteniendo, Corinne. No de eso. Ella. . . ella sabía
que era lo suficientemente buena. Ella solo quería estar contigo. —Él suspira. —Ella te
amaba más de lo que amaba correr.
—Por favor, Dylan —digo cuando no se mueve—. Por favor, sólo déjame ir a casa y
olvidar, ¿sí?
Pero él no enciende el carro. Lo miro y sus ojos son tan brillantes como los míos.
—Ella quería mostrarte este lugar —dice en voz baja—. Ella me lo dijo. Y yo. . .yo
quería hacerlo, porque ella nunca tuvo esa oportunidad. Ella tampoco tuvo la
oportunidad de estar en las Estatales, y pensé que, al verte correr, pensé. . . que es lo
más cerca que estaré de volver a verla.
Me doy la vuelta en mi asiento mientras él lo hace, mirando ese lugar, ese puente,
que se hace cada vez más pequeño, hasta que desaparece.
Esconderme.
Quiero disculparme con ella. Por todo, por esconderme, por hacer que esconderse
sea parte de ella también.
Tenemos otra pijamada. Dylan nos mira cuando entro en la casa, pero nadie dice
nada. Vemos algo de comedia con sus padres, y después dormimos en su cama y nos
besamos durante horas.
La amo mucho, pero mucho, y es por eso que debo dejarla ir.
CUARENTA Y SIETE DÍAS
DESPUÉS
Llego a casa de mi madre cerca de las tres. Mi teléfono está cargado, y cuando lo
enciendo, los mensajes comienzan a aparecer.
De Julia:
Dónde estás?
Pq paraste?
llámame
Hay dos mensajes de mi papá, justo después de que le dijera que me voy donde
mamá.
Necesitamos hablar
Lo siento.
Quiero preguntarle por qué dice eso. ¿Por hacerme sentir como si tuviera que salir
del clóset? ¿Por tener sentimientos por mí?
—Sí, lo sé.
—¿Estuviste corriendo?
La miro.
—¿Mamá?
—¿Qué?
No sé por qué de repente me importa que ella no haya ido. Quizás porque ella
nunca estuvo cuando yo quería que esté, quizás porque hoy, luego de meses, desde
que Maggie murió, desde que nos mudamos, yo solo necesitaba que ella esté ahí.
—¿Qué?
No puedo creer que estoy escuchando esto, luego de todo lo que pasó hoy.
—¿A qué? ¿A las Estatales o a todas mis competencias? Porque no has ido a ni
una desde que empecé a correr.
—Bueno, no te vi.
Estamos de pie, mirándonos, con las manos en las caderas, y me recuerda a todas
las formas que soy como ella.
—¿Por qué papá te pidió que no vengas? —digo.
No puedo creer que lo haya dicho. Uno de los perros me ladra. Los ojos de mi
madre se estrechan.
Estoy llorando. Estoy llorando por Maggie, y por quién fui antes y por Elissa y mi
madre. Y cuando finalmente me limpio los ojos, ella también está llorando.
—Dejé de correr —digo—. Pero ni siquiera te importa, ¿no? Ni siquiera estabas allí.
Llegué última hoy y no quiero correr más y podría haberte usado como excusa, mamá,
porque la única razón por la que corría en primer lugar es. . . —me ahogo—. Es por
esa chica.
UN AÑO ANTES
No puedo dejar de pensar en ella.
¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella? Sobre cómo me miraba, sobre cómo se
sentía su mano, sobre. . .
Yo soy . . .
¿Soy gay?
¿Bi?
Me gustaba Trent, en serio, pero yo. . . creo que me gusta Maggie también. De la
misma forma.
Iba a dejar de correr. Este año. Iba a decirle a Julia que lo dejaba, que no quería
seguir haciéndolo, pero si sigo corriendo puedo verla, si sigo corriendo puedo salir de
aquí, conseguir una beca e irme lejos, si yo. . .
Quiero besarla. Seguiré corriendo si eso significa que tengo que correr tras ella.
CUARENTA Y SIETE DÍAS
DESPUÉS
Se lo digo. En segundo y minutos y horas, le cuento sobre Maggie, acerca de nosotras,
acerca de Trent, acerca de Julia y Chris y Elissa y Dylan y del peso del dolor y las
expectativas de los demás. Le hablo de Aldersgate, de lo que fue conocer a Sneha y
Olivia. Le hablo de besar a las chicas y a los chicos y de lo asustada que estoy de lo
que piensen los demás.
Cuando finalmente la miro, sus ojos están a punto de llorar de nuevo. Ella me
envuelve en un abrazo.
—Lo siento —ella dice en mi cabello—. Siento no haber estado ahí para ti. He sido
una madre de mierda.
Ella asiente.
—Mamá . . .
—Siento que hayas tenido que mentir acerca de eso —ella continúa—. Lamento
que no nos hayas contado de Maggie. Dios, lo que la familia de esa chica debe estar
pasando. . . —ella para y suspira.
—No puedo imaginarme perderte sin saber acerca de estas partes tuyas Corinne. .
. cada una de ellas —dice ella, y ella está llorando y luego me abraza, sus uñas largas
rascando mi espalda a través de mi camisa y pensé que no me quedaban más
lágrimas, pero supongo que sí, porque estoy llorando dentro de su camisa, porque no
quiero que me pierda, tampoco.
No quiero perderme.
CUARENTA Y NUEVE DÍAS
DESPUÉS
Nadie me habla en la escuela el lunes excepto Julia. Las chicas del equipo me miran
en las clases, en el almuerzo, y almuerzo sola en el salón de ciencia.
Todavía estamos en tercer lugar, porque sólo necesitan a las primeras cinco chicas
para que el puntaje cuente. Julia y Haley ganaron medallas individuales, y las chicas se
reúnen a su alrededor y hablan de lo orgullosas que están de ellas.
Julia.
—No lo sé.
—Sí, sí lo sabes. —Me da un golpe en la pierna con la suya. —Sé que todos
piensan que esto era lo que tú querías, pero. . . sé honesta conmigo, Corinne.
¿Cómo le digo que creo que en primer lugar nunca quise postularme? ¿Que no, que
no quería esto? Esto es lo que Maggie quería para mí, lo que todos los demás querían
para mí.
—No lo sé —digo, inquieta—. Yo. . . si soy honesta, Julia, corría por ella. Creo que
dejé de correr por mí, ¿sabes? Tipo. . . no quiero correr más. De todo.
Ella asiente.
—Las Estatales era un momento muy poco conveniente para que te des cuenta de
eso, Corinne. ¿Cómo pudiste ser tan egoísta?
Egoísta.
—Vaya.
—Sí.
—Eso creo.
Ella asiente.
—Sí.
—Sí.
—¿Y?
Recuerdo todas las historias que mi papá me contó, que vi en todos los demás, las
chicas que venden Avon, el hermano de papá que vive a una hora de viaje en su
granja, y quiero saber. . . ¿por qué esas cosas son algo malo?
—Los rechacé —digo. Y lo hice. Les envié un email anoche porque estaba tan
asustada de llamar.
Ella asiente.
—¿Qué pasó?
—Corinne, tú no le fallaste. Eso es pura mierda. Tú no estabas lista. Eso está bien.
Y mira, no conozco a Maggie, pero ella debió ser honesta contigo. También Elissa. Tú
mereces a alguien que va a ser honesta contigo —dice ella.
—Lo sé. Y yo. . . ni siquiera sé lo que siento por Elissa. Si me gusta.
—¿Tal vez deberías hablar con ella? Me refiero a que suena como si dejaste las
cosas algo duras con ella, así que. . .ya sabes.
Debería saberlo.
—Y, ¿Corey? Quizás deberías decírselo a tu padre, también. Él estaba sin saber,
¿no?
El seguro de la puerta suena y Haley entra corriendo, con las mejillas pálidas
sonrojadas.
—Mi posible novia —dije, y sólo le toma un momento antes de que me sonría.
Esto es salir del clóset. Una persona a la vez. Sin una gran declaración. Solo
personas que quiero que sepan.
¿Por qué debería salir del clóset de la forma en que todos quieren?
Llamo a papá antes de llegar a casa, pero la única respuesta que tengo es el buzón de
voz, a pesar que me dijo que lo llamara.
Él no está en casa cuando llego. No tengo idea dónde está. Bysshe está maullando
insistentemente por su comida, así que se lo doy y lo acaricio.
Espero una hora y papá no regresa. Pienso en lo que me dijo Julia, en lo de que
debería hablar con Elissa sobre lo nuestro, sobre lo que somos.
No espero que responda cuando cuelgo. Está en ella ahora, de venir o no.
Elissa llego acerca de quince minutos. Mis manos se mueven sobre mis piernas, no he
estado quieta desde que la llamé. Bysshe salta de mi regazo y maúlla a la ventana
cuando su camioneta se estaciona.
Pero abro la puerta y ella está parada ahí y ella está en mi casa y ella está bonita y
no sé qué pensar. Hay tantas cosas que no sé acerca de ella, acerca Maggie, acerca
de mí.
—Escuché sobre las Estatales —dice ella. Ella está parada incómodamente en mi
sala, y Bysshe la mira sospechosamente y en todo lo que puedo pensar es que ella
está viendo una parte de mi vida que Maggie nunca vio, porque Maggie nunca vino,
porque nosotras. . .
—¿Dylan te lo dijo?
—Sí —digo, y hago lo mismo. Nos sentamos en extremos diferentes del sofá, sin
mirarnos. Elissa acaricia distraídamente el pelaje de Bysshe. Él ronronea.
—¿Cuál es su nombre?
—Bysshe.
—Me gustaba Mary Shelley en la secundaria e investigué mucho sobre ella. Aunque
Percy era un poco fastidioso.
—No lo sabía. Mi papá le puso el nombre —digo—. Pero sí, este gato puede ser
fastidioso.
Ella para de reír, y cuando me mira, quiero apartar la vista por la intensidad de su
mirada.
—Yo solo. . . lo siento. Por esto —dice ella, sus manos moviéndose entre
nosotras—. Por nosotras. Por darte un ultimátum sobre salir del clóset. No debí. . . no
debí hacer eso.
—No. No debiste —digo, con mi voz fría, y ella asiente—. Elissa, me gustas. En
serio, y no sólo por Maggie, o . . . o por todo esto. Pero yo. . . yo no sé si estoy lista
para otra relación.
Ella asiente.
—Sí. Eso. . . eso está bien. Probablemente yo necesite algo de tiempo también —
dice ella—. Así que. . . ¿quieres intentar solo ser amigas por un tiempo? ¿Quizás? No
tenemos que hacerlo si no quieres y . . . y entiendo si es más fácil para ti sacarme de tu
vida completamente, ¿sabes?
Lo sé.
Pero necesito una amiga, necesito alguien que conozca cómo era Maggie, alguien
con quien pueda hablar de ella. Alguien con quien no tenga que esconderlo.
Ella asiente.
—Sí. Bien. Debo. . . irme, ¿sí? Pero llámame, o mándame un mensaje, o lo que
sea. . . cada vez que quieras hablar.
—De acuerdo.
—¿Corinne?
—¿Sí?
—Realmente lo siento —dice ella.
El carro de papá llega solo minutos después, y él entra por la puerta principal con una
bolsa de comida.
—¿Papá?
Apaga el agua, se queda ahí con las manos goteando. Tengo mis manos en mis
caderas.
Silencio. Uno. Dos. Tres minutos. Bysshe maúlla. El fregadero gotea, y mi papá y yo
nos quedamos parados mirándonos con el eco de mis palabras en el aire.
—¿Tiene algo que ver esto con lo que hiciste en las Estatales? —pregunta.
—Es que no lo entiendo —dice papá—. ¿Por qué no querrías algo mejor para ti
que. . . que este pueblo? ¿Que esto?
Por primera vez, lo miro y veo cómo piensa que es su culpa que estemos atrapados
aquí, y entonces me pongo a llorar.
—No entiendo por qué todos quieren que siempre me esfuerce por algo más grande
—digo—. ¿Por qué no puedes ser feliz conmigo, con lo que soy ahora? No lo estás, la
entrenadora tampoco, Maggie no lo estaba. . . —Tomo un respiro profundo. —¡Estoy
tan cansada de intentar ser la persona perfecta que todos los demás quieren que sea,
de querer lo que todos los demás quieren que sea!
Mi padre se seca las manos. Me mira de arriba abajo. Me pesa el pecho y me limpio
los ojos con las manos y me pasa el paño de cocina.
Y se lo digo. Sobre nosotras, sobre ella, sobre todas sus metas y planes y sueños
para nosotras y todo lo que ella quería que yo fuera. Sobre la División I, corriendo
juntas los fines de semana en Villanova y apareciendo en las portadas de revistas a los
veinticinco años. Chicas perfectas con grandes sueños.
Pero esa no soy yo. No sé si alguna vez lo he sido, pero para ella, estaba dispuesta
a intentarlo. Quería intentarlo, quería ser esa chica dorada como la que me veía.
Cuando termino, las manos de mi papá están completamente secas. Mis ojos están
húmedos. Y luego me abraza y vuelvo a llorar.
Se aleja de mí.
—¿Por qué?
Me sueno la nariz.
—¿Seguro?
—Por supuesto —dice—. Por supuesto.
Nos sentamos juntos, papá fingiendo que no mira cuando le doy a Bysshe pedazos
de pollo.
—Sí. Es sólo que. . . será más fácil. Y puedo quedarme en casa y podemos ahorrar
dinero (querías que evitara los préstamos estudiantiles) y todavía puedo visitar a
mamá, porque, sí, porque alguien tiene que hacerlo. —Lo miro. —Hablando de ella,
¿por qué le dijiste que no viniera a mis competencias?
Algo doloroso cruza la cara de mi padre, un recuerdo de una pelea que debió tener
con mi madre.
Asiente de nuevo.
—Papá.
Me encojo de hombros.
—No lo sé. Había una chica, pero yo. . . creo que lo he malogrado, no lo sé. Ella. . .
ella conocía a Maggie. Así que ambas necesitamos algo de tiempo, supongo.
Resoplo.
—¿Calificado?
Pienso en eso. La terapia. Hablar con alguien sobre Maggie y mi madre y lo que
significan para mí y las expectativas de los demás.
—Bien.
Me encojo de hombros.
—Honestamente no tengo idea —digo—. Tal vez informática, como tú. Tal vez
biología. Tal vez química. ¿Quién dice que tengo que saberlo ahora mismo?
Papá se ríe.
—Bien —digo.
La señora Bailey abre la puerta cuando toco. Maggie se veía como ella. Ella pudo
saber sobre nosotras, pero no lo sabe por mi culpa.
—En realidad estoy aquí para ver a Dylan —digo, las palabras saliendo con
rapidez—. ¿Está en casa?
Por un segundo tengo miedo de que me diga que no, que no está, que se regresó a
Duke.
No me dice donde está su habitación, como si recordara quién soy yo. Quiero
decirle que lo siento que su hija haya muerto, que lo siento por su pérdida.
Subo las escaleras y me dirijo al cuarto de Dylan y toco su puerta. Él abre, aún en una
camiseta y pantalones de dormir, me mira de arriba hacia abajo de la misma manera
que lo hizo su madre.
Es la primera vez que le pregunto a él eso. Desde todo lo que pasó. Desde que me
enteré que ella está muerta.
—No lo sé —respondió él, sin apartar la vista del camino—. Siento que debería
estarlo, pero no lo estoy. O siento que lo estoy, pero no debería estarlo. La pena. . . la
pena es extraña —dice.
—Lo es.
—¿Cómo estás tú? —pregunta mientras voltea por el camino hacia el cementerio, y
finalmente mirándome—. Nunca lo pregunté después de las Estatales. Lo siento.
—Me siento. . . igual que tú, supongo —digo, volteando la cinta una y otra y otra
vez en mi muñeca.
Pero aún hay algo sin decir, algo que no le pregunté, algo que me ha estado
inquietando desde el día que ella murió.
—¿Dylan?
—¿Por qué no me llamaste? Para decirme que ella. . .para decirme que ella murió.
Llamaste a Elissa. ¿Por qué no me llamaste?
—Porque estaba tan molesto contigo, de una forma en la que nadie más podría —
dice inmediatamente—. Porque tú no querías salir del clóset, y eso me fastidió. Sé que
fue egoísta. . . mierda, lo sé.
No lloro en la lápida. Pero Dylan si lo hace. Él llora como si nadie le hubiera dejado
hacerlo el día del funeral, y me recuesto en su hombro mientras le guardamos luto a su
hermana, mi novia, Maggie. Le guardamos luto a una chica. Una chica desordenada,
de mal genio, queer, hermosa y testaruda. No era un ángel, no era una mártir, no era
una foto de Instagram en la cuenta de alguien o un fantasma que perseguir para mí.
No lloro hasta llegar a casa. Y luego estaciono mi carro y miro a la marca alrededor
de mi muñeca donde estaba la cinta y pienso sobre que la caja con sus cosas está
ahora con Dylan, y me dejo llevar.
Ella se ha ido. Maggie se ha ido, y no habíamos salido del clóset por mi culpa, y
ella no va a volver, no importa cuánto deseo que lo haga. No puedo traerla de vuelta
corriendo tan rápido como puedo, besando a Elissa, usando su cinta.
Todos lucen hermosos. Julia y Chris combinan, por supuesto, y Haley está guapa
en su vestido verde al igual que Trent se ve tan bien cómo lo hacía cuando salíamos.
Ellos no están saliendo. Haley quiere esperar hasta la universidad, le dijo a Trent
que necesita pensar antes de abrir la boca. Ella y yo hemos decidido que iremos al
Baile de Invierno con Julia y Chris y con algunas de las otras chicas del equipo.
Brevemente me pregunto como sería estar ahí arriba, pero luego paro. Maggie
quería estar ahí arriba, y ver a Julia coger su bolígrafo y diga que va a Clemson hace
que la punzada en mi pecho sea mucho más grande.
Estoy viendo a mi mejor amiga hacer algo que Maggie nunca hará. Estoy viendo
todo cómo cosas que ella no podrá hacer, experiencias que no tendrá o lugares a los
que no irá. Es casi Navidad. En un mes habrá pasado un año desde que besé a
Maggie. Han pasado dos meses desde que me dejó, y el dolor sigue ahí.
Será la primera Navidad de Dylan sin su hermana, la primera de sus padres sin su
hija.
He prometido ir a verlo ese día. Ir con él a su tumba al día siguiente para que no
tenga que estar solo, así tampoco debo estar sola.
Haley firma con Aldersgate, sin seguir los pasos de su hermana estrella. Ya le he
dado los números de Sneha y Olivia, e hice que me prometa que podemos ir al Waffle
House alguna noche.
Tal vez me especialice en química. Tal vez pase mis días en un laboratorio
investigando, con químicos y hechos y conocimientos, tal vez me quede soltera o tal
vez algún chico o chica o tal vez algo que no sea ninguna de esas cosas me llame la
atención en el campus.
Cuando era niña, solía pensar que podía columpiarme lo suficientemente alto como
para alcanzar la barra, pero no puedo hacerlo. Algunas cosas son imposibles, no
importa cuánto lo intentes.
—¿Sí?
Es la primera vez que lo dice. Solo hemos estado juntas por unos meses,
tentativamente explorando lo que sea que tenemos, robándonos besos en su sótano.
—También te amo —digo. Y ella está sonriendo y me besa, y la amo, la amo. Ella
es hermosa y es una chica y la amo.
Ella merece ser recordada, no medida por los días de mi dolor o el tiempo que ha
pasado desde que se fue. Ella merece ser recordada por lo que fue.
Me gradúo en dos semanas. En dos semanas haré algo que Maggie nunca hizo. Me
iré de aquí. Iré a la universidad comunitaria. Haré ciencia, pasaré el fin de semana con
Julia cuando esté en casa. Iré a las reuniones de Alcohólicos Anónimos con mi madre.
Me moveré de un lado a otro entre las casas de mis padres y tendré siempre una
maleta en mi carro, por si acaso.
Me llamo Corinne Parker. Amé a un chico llamado Trent, a una chica llamada
Maggie. Los amaba de manera diferente e igual, pero los amaba y eran reales,
importaban.
Dónde voy a terminar en el futuro. Con quién voy a formar una relación, si es que
estoy con alguien. Qué demonios voy a hacer con el resto de mi vida.