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ACERCA DE TRES PERSONAJES CERCANOS A LA LOCURA

1
(O ACERCA D E TRES PERSONAJES ESCRITORES)
O

GUSTAVO A . WAITOLLER
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

1.
Tres personajes productores de textos cobran i m p o r t a n c i a relevante en la p r i m e r a mitad
del Quijote de 1605: don Quijote, G r i s ó s t o m o y C a r d e n i o . Los une el contacto c o n la lengua
escrita, la locura c o m o c o n s e c u e n c i a inmediata y la desterritorialización. C o m p a r t e n , t a m ­
bién, un e l e m e n t o m á s en c o m ú n que p u e d e servir c o m o punto de partida para elucidar c ó m o
los afecta la escritura. Del análisis de cada u n o de ellos se d e d u c e que los tres intentan regre­
2
sar a una pax áurea b u s c a n d o refugio bajo la corteza de un a l c o r n o q u e .
La o b s e r v a c i ó n de esta isotopía c o m ú n a los tres personajes requiere una explicación p a r a
la que el Tesoro de ¡a Lengua Castellana o Española p u e d e ofrecer un p r i m e r a c e r c a m i e n t o .

ALCORNOQUE: LOS latinos lo llaman súber, es una especie de roble, que así en el fruto
como en las hojas se parece a la encina, aunque no es tan poblado de ramos y tiene
la corteza mucho más gruesa; está le quitan, una y muchas veces, y naturaleza soco­
rre luego con otra. Es nombre arábigo, aldorque, y vale tanto como el desnudado o
mal vestido, aludiendo a lo que tenemos dicho de la corteza, que le desnudan del la
para hacer calzado a las mujeres pequeñas; y sobre esto escribe muchas gracias el
Doctor Laguna, en los comentarios sobre Dioscórides, lib. 1, cap. 121. De dorque se
dijo corque, y de allí corcho, y al-corque. (Covarrubias, 1995: 53, "Alcornoque")

A partir de la lectura del Tesoro podemos advertir cuatro cuestiones que se desprenden de
ella: en primer lugar, la doble relación del alcornoque, parental con el roble y por semejanza c o n

1
Dentro del inconmensurable universo de lecturas críticas que se han escrito acerca del Quijote nos situamos en la
línea que parte de una interpretación que, a partir de la lectura textual de la obra analizada, recree diferentes aspec­
tos significativos que ayuden a dar cuenta de un constnicto que exige ser interpretado estéticamente. El presente tra­
bajo forma parte de una investigación en curso que incluye los últimos trabajos en prosa de Miguel de Cervantes.
El recorte analizado para este congreso se limitará a la lectura de los treinta y seis primeros capítulos del Quijote
de 1605, desde la autocrcación de Alonso Quijano en don Quijote hasta la resolución de la historia intercalada de
Cardenio, Lucinda, Dorotea y Fernando. Dentro de este corpus se privilegiará el seguimiento de tres personajes que
pondremos en relación: don Quijote, Crisóstomo y Cardenio.
2
Don Quijote producirá el discurso de la Edad de Oro y anunciará su deber, como caballero andante de restituirla.
Recreando esta temporalidad perdida dirá que "los valientes alcornoques despedían de sí sin otro artificio que el de
su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas susten­
tadas, no más que para defensa de las inclemencias del ciclo" (Ed. dirigida por Rico, 1998. I, 11, 122). En el capí­
tulo I, 12, se dará comienzo a la serie de discursos que construirán la historia del pastor desesperado Grisósotomo.
Este, víctima del extremismo amoroso, elegirá como tumba "el pie de la peña donde está la fuente del alcornoque"
(I, 12, 128). Cardenio, un caballero cortesano que sufre el despecho de su amada y la culpa por su inacción, se
emboscará en Sierra Morena para huir de ambas penas. Allí contará que su "más común habitación es en el hueco
de un alcornoque capaz de cubrir este miserable cuerpo". (1, 27, 315)

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la encina, nos remite a la idea de Rex sacerdos ( G u e n ó n , 2 0 0 3 ) y al m u n d o de la Edad de
Oro respectivamente.
En s e g u n d o lugar, la etimología arábiga - " v a l e tanto c o m o el d e s n u d a d o " - remite a las
palabras que la voz prologal profiere al lector acerca de la historia la cual "quisiera dártela
m o n d a y d e s n u d a " ( I , Pról.: 11) y en consecuencia a la serie de tejidos textuales que recubri­
rán el c u e r p o de la novela y a la serie de tejidos que recubrirán el cuerpo de los personajes.
E n tercer lugar, y en este m i s m o sentido, la disyuntiva " o mal v e s t i d o " explícita u n a ten­
sión que tendrá lugar a lo largo del texto entre aquello que cubre y lo que es cubierto. En tal
caso, exterior e interior n o se reflejan fielmente.
Por último, la concepción de un exterior y un interior remite a la metáfora de la corteza
que e s c o n d e un m e o l l o que se hace necesario desentrañar.
C r e e m o s q u e la importancia de esta isotopía es primordial y se v u e l v e indispensable para
nuestra interpretación del texto. De hecho, esta se repite en el nivel superior de e n u n c i a c i ó n
c u a n d o , en el m o m e n t o en que don Quijote y el Vizcaíno quedan s u s p e n d i d o s a p u n t o de d e s ­
cargarse dos furibundos golpes, surge una voz diferente a la del primer y s e g u n d o autor que
p u e d e ser identificada con la v o z prologal.
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A p a r e c e , entonces, u n narrador p a r a l e l o ( I , 9) en el m e r c a d o de Toledo. Allí la fortuna
lo enfrenta a un m u c h a c h o que intenta v e n d e r los papeles a un sedero. La coexistencia en un
m i s m o espacio de textos, tejido y dinero introduce la p r i m e r a r e m i n i s c e n c i a de una edad pri­
m i g e n i a perdida.

Esta imaginación me traía confuso y deseoso de saber real y verdaderamente toda la


vida y milagros de nuestro famoso español don Quijote de la Mancha, luz y espejo de
la caballería manchega, y el primero que en nuestra edad y en estos tan calamitosos
tiempos se puso al trabajo y ejercicio de las andantes armas... (I, 9, 106)

Este narrador, entonces, r e p r o d u c e en su e n u n c i a d o , tanto en la historia principal c o m o


así t a m b i é n en las historias intercaladas analizadas, una p r o b l e m á t i c a equivalente a la que
e n c o n t r a m o s en el nivel superior de enunciación y, puesto que a m b o s niveles se espejan
m u t u a m e n t e , G r i s ó s t o m o , C a r d e n i o y d o n Quijote serán reflejos en un nivel m á s bajo, de las
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cuatro significaciones que a s i g n a m o s al a l c o r n o q u e .

J
No ignoramos la importancia de la significación del roble en la literatura española desde del Cantar de Mío Cid
hasta la publicación de Cárcel de Amor. Creemos que en este caso la relación establecida con el alcornoque a par­
tir de formar parte de una misma especie, si bien connota la aparición del locus horridus en Sierra Morena, des­
pliega una serie de significaciones que exceden este tópico. Gucnon (2003: 2.3) sostiene al respecto que "el roble
representaba el árbol del mundo', un símbolo del eje fijo que une los dos polos" y que se relaciona con la figura
del rex sacerdos cuyas funciones son equilibrar y armonizar.
4
Seguimos, utilizando este concepto, al anotador de la cd. dirigida por Rico, 1998.
5
No somos ajenos a la innumerable cantidad de páginas que la crítica cervantina ha escrito sobre estos personajes.
Creemos que nuestro trabajo aporta un pequeño giro más de tuerca al analizar la tríada a partir de la doble siginif-
cación mentada: restitución a un estado primigenio asociado con las metáfora texto/tejido y corteza/meollo.
Constituye la espacialidad. además, un dato de interés. En una primera etapa de redacción Cervantes habría pensa­
do colocar los capítulos correspondientes a la historia de Cardenio, Grisóstomo y Marcela dentro de la serie de capí­
tulos que constituyen las aventuras de Sierra Morena (Rico, 1998). Los tres personajes, entonces, participan del
mismo ámbito laberíntico, un bosque salvaje salpicados de grietas y peñas en cuyo interior se encuentran diferen­
tes locus amoenus. Ver para una expansión del tema el capítulo X "El paisaje ideal" de Curtius (1955).

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La p r i m e r a m e n c i ó n de este árbol en el texto se p r o d u c e durante la reconstrucción del
m u n d o mítico de la Edad de O r o que realiza don Quijote (I, 11). Para analizar esta pieza ora­
toria le a s i g n a r e m o s una estructura tripartita. En la primera, los e l e m e n t o s del tópico son des­
plegados y contrapuestos con el "ahora". En la segunda, se mostrará la pérdida de una pax
áurea q u e se p r o y e c t a a dos temas implícitos en la significación que a s i g n a m o s al alcorno­
que: la " d e c o r a c i ó n de los concetos a m o r o s o s " , relacionada con la metáfora texto/tejido, cor­
teza/meollo y la justicia, atributo del Rex sacerdos. La tercera, mostrará el intento de devol­
ver la a r m o n í a primigenia al m u n d o de nuestros "detestables siglos".
La p r i m e r a parte del discurso de la Edad de O r o , presenta y p o n e de relieve u n a disposi­
ción de e l e m e n t o s a partir de una serie de oposiciones binarias entre un p a s a d o d i c h o s o , leja­
no e incierto, y un presente c o r r o m p i d o que engloba n o sólo al p r o d u c t o r sino t a m b i é n a los
receptores del discurso y al t i e m p o de enunciación dentro del sintagma " n u e s t r a Edad de
H i e r r o " . Aparece, además, la mención a unos sujetos que a priori, son los únicos capaces de
nominar a aquella dichosa edad. De esta manera, "los antiguos" deben ser leídos c o m o la pervi-
vencia del intento de conciliación que la reconstrucción humanística del pasado busca estable­
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cer entre la tradición cristiana referente a la patrística y la tradición clásica grecolatina.
De la p r i m e r a es clara la reminiscencia al jardín perdido del Edén y a la p r o m e s a futura
de una J e r u s a l e m Celeste. C o n respecto a la s e g u n d a el autor n o h a c e sino una paráfrasis de
H e s í o d o , Teócrito, a u n q u e , c o m o v e r e m o s en el análisis de estos capítulos, p r i n c i p a l m e n t e
7
de O v i d i o y V i r g i l i o . En "nuestra Edad de H i e r r o " , la estima del oro se o p o n d r á a la igno­
rancia de estas dos palabras: tuyo y mío; la fatiga p r o d u c t o del labor, al m u n d o del homo lau-
dens. El d i s c u r s o expondrá, a d e m á s , una serie de e l e m e n t o s característicos del tópico del
locus amoenus m o s t r a n d o la prodigalidad de las encinas, fuentes y, c e r r a n d o esta e n u m e r a ­
ción, la g e n e r o s i d a d de las abejas y la cortesía de los a l c o r n o q u e s .
En lo concerniente al último par se advertirá q u e sus c o m p o n e n t e s están í n t i m a m e n t e
relacionados entre sí y con los tres personajes analizados. A n t e r i o r m e n t e h e m o s explicitado
el significado del alcornoque. Señalaremos ahora que las "solícitas y discretas a b e j a s " for­
8
m a n su república en "las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles " (I, 11, 120).
Pues bien, tanto para el universo cristiano c o m o para el grecolatino, las abejas simbolizan la
9
elocuencia y están e m p a r e n t a d a s con el m u n d o de la o r a l i d a d . Los latinos s u m a n a esta idea,
la i m a g e n de a r m o n í a republicana, es decir, de una pax áurea.
La segunda parte del discurso de la Edad de O r o destaca la ruptura de la concordia univer­
sal. Esta se produce cuando "la pesada reja del corvo arado" se atreve a abrir y visitar "las entra­
ñas piadosas de nuestra primera madre (I, 11, 122)". La violación de la magna mater marca el
fin de la inocencia emparentada con el m u n d o oral e instaura la idea de caída, pérdida y desam-

" Para una lectura que amplíe este tema remitimos a Garin (1984).
7
Ll discurso mismo se presenta como un remedo del primer libro de las Geórgicas de Virgilio.
8
El subrayado es nuestro. Baste recordar que Cardcnio es encontrado "en el hueco de un valiente alcornoque" (I,
23), que la voluntad de Grisósotomo es ser enterrado al "pie de la peña de la fuente del alcornoque" (I, 12), don
Quijote queda haciendo penitencia entre dos grandes peñones tajados aguardando el regreso de Sancho, en Sierra
Morena. Para un análisis más exhaustivo remitimos a Waitollcr (2001)
9
Ver Virgilio (1984: 131) Geórgicas, Libro IV, vv 281 y siguientes, Chcvalicr (2003), Cirlot (2004).

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paro que se relaciona con el m u n d o de la e s c r i t u r a . En este sentido, tecnología agraria y tec­
nología de la palabra provocan un espacio y tiempo opuestos al m u n d o primigenio de la Edad
de O r o porque introducen la artificialidad tanto en el tema amoroso c o m o en el de la justicia.
C o n respecto al eje temático a m o r o s o , las oposiciones las constituyen las "raras y pere­
grinas i n v e n c i o n e s " frente a la " d e s n u d e z " y la " s e n c i l l e z " contrastada con el "artificioso
11
r o d e o de p a l a b r a s " (I, 11, 1 2 2 ) .
Del m i s m o m o d o , el eje temático de la justicia contrapone el "estar en sus p r o p i o s térmi­
n o s " propio de lo natural a "la fraude y el e n g a ñ o " propio de la invención y lo artificial. En
consecuencia, si en el m u n d o de la Edad de O r o las doncellas y la honestidad a n d a n p o r
d o n d e quieren, no hay t e m o r de que la voluntad ajena las m e n o s c a b e n y su perdición nace
de su gusto y propia voluntad, en la Edad de Hierro no estarán tan seguras a u n q u e las " o c u l ­
te y encierre otro n u e v o laberinto c o m o el de Creta; p o r q u e allí, por los resquicios o p o r el
aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les h a c e dar con
12
todo su r e c o g i m i e n t o al traste" (I, 11, 1 2 3 ) .
Finalmente, la tercera parte del discurso presenta una autoconciencia, "Desta orden soy y o " (I,
11, 123), que se instituye como socorro de los necesitados y restauradora de la paz y la justicia.

2.

D e tal m a n e r a , los tres personajes m e n c i o n a d o s , muestran la pérdida, o la conciencia de


haber p e r d i d o , un estado p r i m i g e n i o y la busca del restablecimiento de ese m u n d o a partir de
la restitución simbólica de los tópicos de la edad dorada. N o obstante en cada u n o de ellos,
este renacer r e s p o n d e a diferentes fines.
En este sentido, el p r i m e r discurso que C a r d e n i o emite ante don Quijote, S a n c h o P a n z a
y el cabrero muestra la existencia de un paraíso terrenal e n c a m a d o en la persona de Luscinda y
la convivencia armoniosa sin posesión de los primeros años. El desdichado enamorado dirá que

Vivía en esta mesma tierra un cielo, donde puso el amor toda la gloria que yo acertara
a desearme: tal es la hermosura de Luscinda [...]A esta Luscinda yo amé, quise y adoré

' Ong (1993: 101) observa en los orígenes de la escritura la imitación de la línea del arado de buey (movimiento
bustrofedón). Los latinos utilizan el verbo exaro, -avi, -atum para significar tanto arar como escribir. Con este sen­
tido es usado por Cicerón, Plinio el viejo y San Jerónimo. Aprovechando la dilogía, Boccaccio utiliza también este
verbo latino en su Genealogía de los dioses paganos.
' ' Si observamos el eje temático del amor, la metáfora texto/tejido es introducida aquí para señalar el alejamiento
del "orden primero natural". Así se distribuyen en dos oposiciones paralelas los tejidos y los textos en una y otra
edad. Por una parte se contrasta el "cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se
cubra", es decir, el uso de la trenza, el cabello, los verdes lampazos y las yedras entretejidas, con las "raras y pere­
grinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado" , ejemplificadas con la púrpura de Tiro y la martiriza­
da seda - n o debemos olvidar que la compra de los cartapacios (1, 9) se produce en el mercado de Toledo frente a
un sedero-. Por otro lado se contraponen el decorar "los cotícelos amoroso del alma simple y sencillamente del
mesmo modo y manera que ella los concebía" con el "buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos" (1, 11,
122). Resumiendo, al trazar paralelos en la temática amorosa correspondiente a una y otra edad se observa que la
artificial invención (disfraz y telas en cuanto al vestido; arado, escritura, en cuanto al texto) se opone a lo natural
(cubrir honestamente, alcornoque, trenza y cabello en cuanto al vestido y oralidad, abejas, en cuanto al texto),
l ~)
, ¿
El subrayado es nuestro. Queremos resaltar elementos que estarán presentes en nuestro posterior análisis. El
laberinto corresponde al ambiente de Sierra Morena, la amorosa pestilencia a la locura amorosa de los personajes
analizados, los resquicios a la historia de Píramo y Tisbc.

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desde mis tiernos y primeros años, y ella me quiso a mí, con aquella sencillez y buen
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ánimo que su poca edad permitía. (I, 24, 2 6 3 ) '

Este m u n d o inocente se verá interrumpido por el crecer de la edad y los b u e n o s respetos


que obligaban al padre de la j o v e n a negar la entrada en la casa a C a r d e n i o . La prohibición
paterna obtura la posibilidad del encuentro y m a r c a el fin del a m b i e n t e paradisíaco en que
viven los j ó v e n e s y, en consecuencia, el interlocutor deberá buscar un m e d i o alternativo p a r a
llegar a su a m a d a que encontrará en la escritura, único m e d i o que p e r m i t e escindir al pro­
ductor de su discurso. Esta elección introduce a C a r d e n i o en el universo de la litearidad y lo
dejará atrapado en el intrincado laberinto de la letra. C o n s e c u e n t e m e n t e , la m e n c i ó n de la
literatura latina a partir de la mención de la fábula de P i r a m o y Tisbe, anuncia los aconteci­
mientos q u e se desarrollarán hasta la culminación del capítulo I, 29 con la cura ontológica
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de C a r d e n i o .
Por su parte, la construcción de la historia de G r i s ó s t o m o ( I , 12-14) presentará a un j o v e n
estudiante que regresa de S a l a m a n c a a su aldea con opinión de m u y sabio y m u y leído. Sabía
"la ciencia de las estrellas, y de lo que pasan allá en el cielo el sol y la l u n a " ( I , 12, 129). Sus
consejos sobre la siembra enriquecen a su p a d r e y a m i g o s puesto que p u e d e leer las señales
de los astros en el p l a n o celestial. Este estado de gracia se reflejará en las c o m p o s i c i o n e s
terrenas que elabora con m o t i v o de las fiestas de N a v i d a d y C o r p u s Christi. A m b a s festivi­
dades celebran un retorno del Mesías puesto que la p r i m e r a m a r c a un n u e v o renacer de los
t i e m p o s y la s e g u n d a c o n m e m o r a la transustanciación del pan y el vino en cuerpo de Cristo.
Sin e m b a r g o , este don de augur católico se verá afectado c u a n d o el estudiante t o m e con­
tacto él m i s m o c o n los instrumentos agrícolas, con el dinero y se a c e r q u e al p a g a n i s m o .
L u e g o de la m u e r t e del padre, el estudiante heredará bienes raíces, g a n a d o m a y o r y menor,
pero e s p e c i a l m e n t e m u e b l e s , es decir, instrumentos de labranza - a r a d o s - y a n i m a l e s que los
m u e v e n - b u e y e s - y dineros.
A partir de la posesión de estos instrumentos perpetradores de la caída del estado primi­
genio se vestirá j u n t o a su a m i g o A m b r o s i o y otros hidalgos y labradores de pastor. En apa­
riencia, el episodio exhibe una situación similar a la de C a r d e n i o . N o obstante ello habrá que

'3 Es innegable la relación de estas palabras y el tópico de la Religión de amor. Nuestro análisis no soslaya este
tema sino que busca rcsignificarlo.
1 4
Si la correspondencia Píramo/Cardcnio, Tisbc/Luscinda es de fácil comprensión, permítasenos, también, propo­
ner otras tres para alcanzar una interpretación posible de la inserción de la historia en el relato de Cardenio.
Primera, si el tercero en el texto ovidiano es la leona, en el texto cervantino será el león Femando, hijo del duque
y Grande de España. El simbolismo del león y la realeza no necesita más explicación. Sin embargo, el mismo nivel
del enunciado ¡o explícita cuando Dorotea compara el abrazo de Femando al estar entre los brazos de un león ñero
(1, 28, 325). Segundo, el ámbito de la leyenda se reproduce en la historia de Cardenio. La quiebra en el muro entre
los hogares de l'íramo y Tisbe y los intersticios en la reja testigo de sus amores que separa a Cardenio y Luscinda
serán canales por donde fluyen las honestas y dulces palabras. Sendos casos remiten al mundo de la oralidad pues­
to que en la Edad de Oro, las abejas, símbolo de la elocuencia, habitaban en las quiebras de las peñas y lo hueco de
los árboles. Tercero, no es la presencia del Icón lo que introduce la muerte en el relato ovidiano sino el encuentro de los
velos desgarrados por el felino. Es decir la presencia de tejidos/textos en el mundo de la oralidad perdida. De modo aná­
logo, la historia de Cardenio y Luscinda cambiará de nimbo a partir de la presencia de la escritura. Esta al volver arti­
ficial la palabra a través de una nueva tecnología pennite alejar al autor de su mensaje y acercar el texto a una multipli­
cidad de lectores. Sin embargo, no es la presencia del tercero lo que lleva a la pérdida del mundo idílico sino la apari­
ción de la palabra escrita. "Y fue esta negación añadir llama a llama y deseo a deseo, porque, aunque pusieron silencio
a las lenguas, no le pudieron poner a las plumas [...] ¡Ay, ciclos, y cuántos billetes le escribí!" (I, 24, 263).

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aclarar que en este caso, la historia une a la ficción sentimental los tópicos de la poesía b u c ó ­
15
l i c a . En tal caso, el vestido, lo q u e recubre, entra en tensión con el interior.

3.
U n a vez p r o d u c i d a la pérdida del estado de inocencia los personajes se acercarán a la
locura y a la desterritorialización. Así, p a r a Vila (1998) las acciones decisivas en la vida de
Cardenio se encuentran sometidas al influyo de la escritura. Cartas y billetes lo llevan de la
corte a su aldea c o m o las olas a un navio. Contrariamente al e m p l e o que h a c e Luscinda, será
incapaz de utilizar la escritura con fines p r a g m á t i c o s . Toda su p r o d u c c i ó n está destinada a
ficcionalizar la realidad de a c u e r d o al g é n e r o del relato sentimental. Sólo frente al d e s m a ­
y a d o sí de Luscinda en sus forzadas b o d a s con F e r n a n d o , Cardenio c o m p r e n d e r á que el ino­
cente m u n d o de los p r i m e r o s encuentros se ha perdido. E n t o n c e s quedará "falto de consejo,
d e s a m p a r a d o , a mi parecer del cielo, h e c h o e n e m i g o de la tierra que m e sustentaba, n e g á n ­
d o m e el aire aliento para mis suspiros y el agua h u m o r para m i s ojos (...)" (I, 2 7 : 313), en
otras palabras, quedará desterritorializado. L o que profiere en su discurso es una ruptura total
con los e l e m e n t o s de la E d a d de O r o y esta es la causa por la que se refugiará en el h u e c o de
un a l c o r n o q u e , s í m b o l o del reparo en el m u n d o honesto, sencillo y oral que perdió al insta­
larse en la literalidad. Se c o m p r e n d e r á , así, la condición que i m p o n e para dar rienda suelta
al c u e n t o de sus desdichas, " h a b é i s m e de p r o m e t e r de que con n i n g u n a p r e g u n t a ni otra cosa
interromperéis el hilo de mi triste historia; p o r q u e en el p u n t o que lo h a g á i s , en ese se q u e ­
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dará lo q u e fuere c o n t a d o . " (1, 2 3 , 2 6 2 ) . El hilo del relato de C a r d e n i o n o p u e d e r o m p e r s e
p o r q u e entonces volvería a instalarse c o n s c i e n t e m e n t e en el m u n d o de la escritura, mejor
dicho, interrumpir equivale a perderse en el laberinto de las " c u r i o s a s i n v e n c i o n e s " . P e r o , si
en su interior b u s c a recrear un m u n d o sin fisuras, en c a m b i o , su vestido exteriorizará lo con­
trario y lo dará a conocer (I, 2 3 , 260). Por ellos será llamado el R o t o , es decir el interrumpi­
d o en su discurso, el del entendimiento interrumpido y el que ha roto con la Edad de O r o y
1 7
ha sufrido una rotura con el m u n d o .
G r i s ó s t o m o , p o r su parte, ya d e v e n i d o en pastor, requerirá, víctima de la a m o r o s a pesti­
lencia, a la pastora M a r c e l a pero ella con "su d e s d é n y d e s e n g a ñ o lo c o n d u c e al t é r m i n o de
d e s e s p e r a r s e " (I, 12, 133). De ahí que el tema de sus c o m p o s i c i o n e s pasará del á m b i t o cató­
lico, el n a c i m i e n t o del Redentor y conversión del pan y el vino en cuerpo de Cristo, a la d e s ­
esperación poetizada en una canción infernal y de esta a la m u e r t e real y p a g a n a . Dicho de
otro m o d o , t a m b i é n G r i s ó s t o m o estará desterritorializado pues del goce de la gracia superior
que le p e r m i t e la lectura de los cielos y las c o m p o s i c i o n e s religiosas caerá en la escritura
h o r r e n d a y confusa y finalmente en la m u e r t e q u e n o a d m i t e redención. Así m a n d a que lo
entierren, c o m o si fuera m o r o , al pie de la peña d o n d e está la fuente del a l c o r n o q u e p o r q u e
según es fama y él dicen que lo dijo, aquel lugar es a d o n d e él la vio (a la pastora M a r c e l a )
por primera v e z . " (I, 12, 128)

'•^ Para un análisis más extenso de este episodio ver Waitollcr (2001, 1).
1 6
La comparación que realiza don Quijote entre el cuento de Sancho (I, 20, 212-214) y el relato de Cardenio se
deben a que los dos se postulan como propios de la oralidad. Sin embargo, sólo Sancho pertenece a este mundo
puesto que Cardenio es un personaje atravesado por la cultura escrita.
1 7
ver Cobarrubias (1995: 124, "Arrompidos" y 870 "Romper")

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El tercer personaje de nuestro análisis es don Quijote quien pronuncia el discurso de la Edad
de Oro. Habíamos señalado anteriormente que el Caballero de la Triste Figura se presenta c o m o
perteneciente a una orden a r m o n i z a d o r a del m u n d o a v e z a d a en lograr la restitución de la p a z
- a t r i b u t o de la misericordia s a c e r d o t a l - y la justicia - a t r i b u t o del rigor r e g i o - . En definiti­
va, se construye c o m o rex sacerdos capaz de volver las cosas a su estado originario ( G u e n ó n ,
2 0 0 3 y K a n t a r o w i c z , 1985).
Esta p u e d e ser u n a línea de c o m p r e n s i ó n para la poética aristotélica de la imitado que se
encuentra en el m e o l l o del libro, en el capítulo I, 2 5 .

Digo asimismo que, cuando algún pintor quiere salir famoso en su arte, procura imitar
los originales de los más únicos pintores que sabe; y esta mesma regla corre para todos
lo más oficios o ejercicios de cuenta que sirven de adorno de las repúblicas [...] no pin­
tándolo ni describiéndolo como ellos fueron sino como habían de ser para quedar ejem­
plo a los venideros hombres de sus virtudes. (I, 25, 274, 275)

L o s m o d e l o s que e n u m e r a don Quijote son E n e a s , Ulises, A m a d í s y Roldan. ¿Pero p u e d e


devenir este personaje paródico en un A u g u s t o español? La respuesta la ofrece el propio
texto en el nivel superior de enunciación. El narrador paralelo, anuncia b u s c a n d o la conti­
n u a c i ó n de la historia en el capítulo I, 9 que entre los libros de don Quijote se h a b í a n halla­
do Desengaño de Celos y Ninfas y pastores de Henares, escrutados y c o n d e n a d o s en el capí­
tulo I, 6. La reaparición de estos textos enriquece su significación puesto q u e a m b o s aluden
a dos de los personajes analizados. El primero a C a r d e n i o , para quien la restitución de la
Edad de O r o se llevará a cabo cuando se realice la posibilidad de volver a tener presente a
su a m a d a y unirse en m a t r i m o n i o . Su cura ontológica se basará en el r e c o n o c i m i e n t o de sí
m i s m o y en "este consuelo [...] nacido no de m u y r e m o t a esperanza, ni fundado en desvaria­
das i m a g i n a c i o n e s . . . " (I, 2 9 , 333). El s e g u n d o a G r i s ó s t o m o , el pastor d e s e s p e r a d o , sujeto al
destino q u e m e r e c e un a m a d o r difunto.
D e m o d o análogo, el primer autor nos da una respuesta para dilucidar la restitución del
m u n d o mítico de la Edad de O r o por don Quijote. En el capítulo 1, 7 aparece un corpus de
tres textos silenciados en el escrutinio que efectuaron el C u r a y el B a r b e r o . Estos son La
Carolea, León de España y Hechos del Emperador.^ ¿Será este último, Carlos V, quien
c o m o un A u g u s t o , un C a r l o m a g n o o un M é d i c i s , establezca una n u e v a Edad de O r o ? ¿ P o d r á
regresar c o m o Arturo (I, 13, 136-137) convertido finalmente en el Sacro E m p e r a d o r
R o m a n o , es decir en rex sacerdos?
N u e v a m e n t e la respuesta a este interrogante la e n c o n t r a r e m o s en el nivel superior de
enunciación. A q u e l autor prologal que quisiera darnos la historia " m o n d a y d e s n u d a " se
construye d i a l ó g i c a m e n t e con la presencia de un a m i g o . C o n s u l t a d o este último sobre c ó m o
vestir el texto r e s p o n d e :

—Lo primero en que reparáis de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el prin­
cipio, y que sean de personajes graves y de título, se puede remediar en que vos mesmo toméis
algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bautizar y poner el nombre que quisiéredes,
ahijándolos al Preste Juan de las Indias o al Emperador de Trapisonda [...] (I, Pról., 14)

Nótese el contraste entre Épica c Historia frente a Romance sentimental y Romance Pastoril de los textos refe­
ridos a Cardenio y Grisóstomo.

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La presencia del Preste Juan n o es casual. Esta figura mítica y legendaria, es en las leyen­
das de origen m e d i e v a l a u n q u e vigentes durante el siglo X V I I , el arquetipo del rex sacerdos,
autoridad de un m u n d o misterioso y perfecto asociado con la E d a d de O r o .
M e n o s casual aún es, en consecuencia, esta aparición c u a n d o la p r o b l e m á t i c a de la figu­
ra autoral gira en torno a la metáfora texto/tejido, corteza/meollo. ¿ C ó m o vestir u n texto con
una cobertura paratextual?, se p r e g u n t a el p r i m e r autor. A esto r e s p o n d e su a m i g o , aquella
s e g u n d a v o z del p r ó l o g o , p o n i e n d o en evidencia que la única m a n e r a de hacer presente aquel
m u n d o p e r d i d o es a través de una escritura paródica, es decir, de hacer del texto un " m a l v e s ­
tido", un alcornoque.
En este contexto, d o n Quijote p u e d e convertirse en el e m b l e m a de pax et Iustitia, en un
rex sacerdos, en definitiva, en un m a l vestido Carlos V que p u e d a restituir la tan preciada
a r m o n í a áurea.

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