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Las proyecciones del DANE indican que Colombia tiene alrededor de 50 millones de
habitantes. Esa cifra se corroborará con el Censo Nacional de Población y Vivienda, que
inicia este 9 de enero. Pero no sabremos cuántos campesinos y campesinas habitan el país
ni conoceremos sus condiciones de vida
ste texto fue escrito por Diana Isabel Güiza, Ana Jimena Bautista (investigadoras de
Dejusticia) y Andrés Fuerte.
Después de trece años, los colombianos seremos nuevamente contados. Este martes,
9 de enero, arranca la primera etapa del Censo Nacional de Población y Vivienda,
que corresponde a la fase virtual, que se aplicará hasta inicios de marzo. Luego,
vendrá el censo puerta a puerta, en algunos lugares del territorio nacional. Hacia
finales de julio, conoceremos entonces los resultados del censo poblacional, que es
el principal insumo estadístico con el que cuenta el Estado colombiano y sus
habitantes para la toma de decisiones, de manera informada.
Pero ¿qué piden las organizaciones campesinas frente al censo poblacional?, ¿cuál es
la importancia de su solicitud?, ¿por qué el censo poblacional debe contar con
detalle al campesinado si hay otros censos, como el agropecuario, que aparentemente
ya lo han hecho? y ¿el censo poblacional puede responder a esa petición? Veamos.
Los lectores podrán preguntarse, con razón, si el problema radica en que el censo
poblacional no se practicará al campesinado, si estos no serán entrevistados para
esos fines. Esa no es la cuestión. Las preguntas del censo poblacional del 2018 se
formularán también al campesinado. Pero se hará como si se tratara de un grupo que
no tiene ninguna particularidad para ser destacado del resto de la sociedad. Ese es el
problema. Por ejemplo, a una campesina le harán las mismas preguntas que a una
mujer citadina y clase media, pero no se podrá saber que la primera es una mujer
campesina, cuando la situación de las dos es claramente distinta. Aunque las dos
vivencian discriminación por ser mujeres, la primera, a diferencia de la segunda,
tiene una identidad cultural distinta y se enfrenta a mayores barreras de exclusión
por ser una mujer que vive en el campo.
Así lo constatan los datos disponibles. De acuerdo con la Encuesta Nacional del Uso
del Tiempo (ENUT), las mujeres en Colombia dedican a diario un promedio de 7
horas 23 minutos a labores no remuneradas como el servicio doméstico y cuidado de
sus familiares, comparado al promedio diario de 3 horas y 10 minutos que gastan los
hombres. Esta carga es aún mayor para las mujeres rurales: 8 horas y 12 minutos de
promedio diario. Éstas cifras exponen una imagen aproximada de la situación de las
campesinas, pues la ENUT no preguntó si los entrevistados eran mujeres
campesinas, por lo que no ofrece datos específicos sobre estas.
Esto significa que los resultados finales del censo nacional 2018 no podrán
evidenciar quiénes son los campesinos y las campesinas, a qué se dedican, cuáles
son sus condiciones de vivienda, salud, educación y acceso a tierras. Sin esas
estadísticas concretas, el Estado no puede revertir la exclusión y miseria que
enfrenta el campesinado.
Esto es aún más claro si se trata además de grupos sociales con una identidad
cultural diferenciada, como ocurre con el campesinado: un grupo poblacional que ha
sido históricamente discriminado, sufre de extrema pobreza y tiene una identidad
cultural específica y distinta de otras como la étnica. Sin embargo, la política social
ha sido desarticulada y deficiente frente al campesinado, por lo que no ha resuelto
sus necesidades. En buena parte, eso se debe a que el Estado no conoce la situación
social, económica, organizativa ni política del campesinado, porque no cuenta con
datos estadísticos desagregados. El resultado ha sido, en palabras de Carlos Salgado,
la desvalorización del campesinado: como no se reconoce al sujeto campesino, no se
construye política social coherente que mejore su calidad de vida.
De otro lado, el radio de acción fueron las áreas rurales dispersas, es decir, los
territorios que no son cabeceras municipales. Por el conflicto armado, buena parte
del campesinado ha sido desarraigado del mundo rural. De ahí deriva que el censo
agropecuario no contó a los campesinos desplazados que viven en áreas urbanas.
Las siete preguntas indagan por la identidad cultural campesina, las formas de
organización social, su vida comunitaria, sus actividades productivas y su acceso a
las tierras. Así, la propuesta del ICANH interroga si los entrevistados se
autorreconocen como campesinos; si los predios que trabajan son propios,
arrendados, ocupados de hecho o dados en aparcería; si participan en actividades
comunitarias como mercados o cocina campesina, fiestas o ritos religiosos; si los
oficios que hacen los aprendieron de su familia, amigos, vecinos o la escuela; qué
parte de sus ingresos gastan en autoconsumo o mercados regionales, nacionales o
internacionales; y si pertenecen a alguna Junta de Acción Comunal, Junta de
Colonos o Junta de Acueducto Comunitario.
https://lasillavacia.com/silla-llena/red-rural/historia/para-que-el-campesinado-cuente-tiene-
que-ser-contado-64119