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de investigación #02
(septiembre de 2001)
// Colectivo
Situaciones
Publicada en 1 de septiembre de 2018
Índice
EDITORIAL
– La vida en Borrador
EDUCACIÓN POPULAR
– Una pedagogía no capitalista
DOSSIER
La Comunidad Educativa Creciendo Juntos
– Las hipótesis
– La entrevista
UNIVERSIDAD
– Presentación
– ¿Universidad o muerte?
CONOCIMIENTO ANTIUTILITARIO
– Nadie sabe lo que puede un mozo
EDITORIAL
La vida en borrador
Las ideas que el lector hallará aquí son ideas casi terminadas, pero siempre
―casi‖, nunca del todo. Se dirá que esto es lo propio de un borrador, o de un
conjunto de ellos. Y sin embargo, a lo largo de la existencia de esta
publicación del Colectivo Situaciones, sostendremos que los borradores no
solamente refieren a los momentos previos al acto, al ensayo, a los
malogrados intentos fallidos que preceden a la puesta final.
Borradores es algo más que esos papeles que van, inevitablemente, al cesto
de la basura.
No se trata de esconder los pasos previos, tras el resultado logrado. Estos
borradores no preceden a ninguna conclusión final, a ninguna exposición
acabada. Estos borradores anuncian hasta que punto la vida misma no pasa
de ser eso, un borrador, un borroneo obsesivo, un conjunto de intentos, un
proyecto de ser.
Es que todo lo que se presenta como algo acabado tiende a esconder, tras
su aparente perfección, el trabajo de construcción que la precede. Ese
trabajo desmiente la apariencia de perfección y la reintegra en el movimiento
vital en la que encuentra su sentido.
Borradores es algo más que una forma de presentar la provisoriedad de
nuestros pensamientos. Como decía José Carlos Mariátegui, el valor de las
ideas está en su capacidad de suscitar debates. Como Mariátegui, no
presentamos ideas ―interesantes‖, sino ideas que son parte de nuestras
vidas, que son sostenidas corporalmente, ideas que circulan entre quienes
buscamos la emancipación.
Las tesis que nos planteamos, a lo largo de este trabajo, pueden expresarse
en forma sintética de la siguiente manera: Existen perspectivas y tendencias
confluyentes que permiten visualizar la emergencia de un nuevo paradigma
general del pensamiento que afecta a la pedagogía organizada al rededor del
paradigma determinista. Entonces, ¿Qué aspectos de lo planteado por Freire
y los diferentes procesos de Educación Popular nos pueden aportar en la
investigación que vivimos para la construcción de conceptos, criterios y
proyectos pedagógicos alternativos, acordes con las hipótesis de recreación
del pensamiento moderno que nos estamos haciendo?
Como bien dice Alfredo Guiso (educador popular) en Medellín. Quizás Paulo
Freire para los educadores desde los años 60, para muchos, maestro de la
―nueva escuela latinoamericana‖, fue la lectura prohibida, el pedagogo
subvertor, el inspirador de esperanzas emancipadoras. Fue en los 70 cuando
al calor de sus libros quemados por la censura y la autocensura
comprendíamos, por los poros, que allí había algo que valía la pena no
olvidar y retomar cuando fuera necesario y posible. Quizás, por eso, cada vez
que tomamos un texto de Paulo Freire lo hacemos desde la dignidad, desde
la libertad y desde el encuentro. Quizás por eso, su lectura, nunca está
desligada de afectos y de recuerdos.
Leer a un Freire que superaba ―esas fases, esos momentos, esas travesías
por las calles de la historia en que fue erróneamente declarado defensor del
psicologismo o el subjetivismo‖ o el ―idealismo‖. También es necesario
resaltar que, él mismo, nos alertaba diciéndonos que debíamos, como
educadores, ―reinventar sus caminos de acción en función de la realidad y de
las posibilidades históricas de la labor educativa‖.
Para Freire ―la verdadera realidad no es la que es sino la que puja por ser‖.
Es realidad que es esperanza de sí misma. Y dice: ―en estos momentos
históricos, como en el que vivimos hoy en el país y fuera de él, es la realidad
misma que grita (…) cómo hacer concreto lo inédito viable que nos exige que
luchemos por él‖.
DOSSIER
Las Hipótesis
1
El capitalismo es la presencia dominante del poder de la mercancía. El poder
supone siempre la reducción de lo concreto de cada situación a una
abstracción. La vida, como multiplicidad, es sometida al poder de la norma:
es clasificada y jerarquizada; valorizada. Esta reducción actúa sobre la vida
volviendo impotentes a los sujetos, quienes ven sus vidas expropiadas. La
sociedad capitalista es el reino de la tristeza.
El capitalismo no se materializa en un único lugar: ni en el Estado ni en el
mercado; ellos son nudos de una red de relaciones sociales. El capitalismo
existe en cada situación como tendencia a la mercantilización y al
empobrecimiento de nuestras vidas.
2
El capitalismo se encarna en el individuo. El individuo –como ficción real- es
la triste figura de quien se cree totalmente independiente del lazo social; es la
reducción de la multiplicidad de la persona a sus intereses inmediatos. El
individuo existe como preeminencia de lo virtual sobre lo real: abstrae las
relaciones sociales que lo constituyen, su situación. El individuo es lo que nos
hace sentir aislados del mundo, es lo que impide vivir el mundo como
inmediatamente propio.
La sociedad construida sobre el individuo es la sociedad del espectáculo en
donde el ser se degrada en parecer y la imagen reemplaza al hacer. El
capitalismo, como permanente tendencia a la separación, nos distancia de
nuestra potencia de actuar, un poder-hacer que sólo existe en situación. La
representación espectacular de nuestras vidas sustituye la experiencia
efectiva. Aparece como más concreto lo que pasa en la televisión que lo que
nos ocurre realmente.
3
En la situación de conocimiento, en la escuela (pero también en la
universidad, grupos de investigación, equipos de formación y alfabetización, o
educación popular) la lucha contra el capitalismo tiene una especificidad. Se
trata de resistir al empobrecimiento que produce la clasificación, la
calificación y la jerarquización de los saberes y de las personas. Estas
―operaciones‖ son las que convierten a la escuela en una institución
disciplinante de los chicos, para que sean, en breve tiempo, personas
calificadas y aptas para vender su fuerza de trabajo en el mercado. El trabajo,
así, deja de ser una actividad múltiple y creadora del mundo para reducirse a
una actividad productivista y mercantil: el trabajo, en su forma capitalista
degradada, se reduce a ―empleo‖.
4
La escuela también es una máquina disciplinadora de los saberes.
En ella, el conocimiento es permanentemente subordinado a una norma
externa: la calificación. Tras los dispositivos de evaluación se esconde la
presencia de la norma: educar para un mundo orientado por la productividad.
Los conocimientos reconocidos y valorados para tales fines constituyen el
cuerpo de saberes que la escuela transmite. Estos saberes se recubren de
una legitimidad especial por su relación con el poder.
La institución educativa actúa como polea de transmisión de ese saber-poder,
reprimiendo aquellos saberes subalternos, populares, que no alcanzan nunca
el status ―oficial‖.
El educador que se limita a transmitir los saberes oficializados no hace sino
ejercer su profesión. Este es un ejemplo de reducción del trabajo al empleo.
5
¿Quién puede responder a la pregunta de por qué y para qué se piensa el
mundo? El conocimiento es una potencia humana, es una actividad de
pensamiento creadora del mundo. A esta verdad profunda la denominamos
conocimiento inútil, en el sentido de antiutilitario y no instrumental.
El conocimiento inútil es la resistencia del pensamiento a ser reducido a
mercancía, a una mera preparación del hombre y la mujer para el mercado.
El conocimiento es siempre un desafío. El de la producción de ―lo por-venir‖,
como posible. El conocimiento, como ―práctica de la libertad‖ -como decía
Freire-, como proceso del pensamiento, implica un trabajo de creación. No se
trata de la reproducción de un conjunto de saberes ya disponibles para ser
administrados.
El conocimiento inútil no es concebible sino como un compromiso con la
producción de imágenes alternativas de felicidad, y de nuevas formas de
habitar el mundo. Por ello, sólo se presenta como búsqueda de saberes
libertarios.
El conocimiento inútil implica un encuentro y un rescate de los saberes no
reconocidos como tales por los poderes y las instituciones oficiales.
6
Actualmente se habla de la crisis de la escuela para aludir a la caída del mito
de que la educación garantiza un buen empleo. La crisis social ha dejado a la
educación descolocada: educa para un futuro laboral y social incierto y carga
con la responsabilidad de contener socialmente a la comunidad que la rodea.
Esta discusión no puede reducirse a problemas de didáctica o pedagogía. La
exclusión social es la verdadera cara de una sociedad orientada por valores e
ideales de productividad mercantil.
Ceder al modelo del éxito productivista implica formar chicos para la
exclusión, ya que nunca se está lo suficientemente incluido en una sociedad
que tiene por norma e ideal la competencia feroz y la salvación individual. La
ideología del capitalismo produce una educación como ―práctica de la
necesidad‖.
Se trata, en todo caso, de no claudicar en el desarrollo de una educación
―como práctica de la libertad‖.
7
El maestro-militante, del que nos hablan los compañeros de la Escuela
Creciendo Juntos no es el poseedor de sofisticadas didácticas o de técnicas
pedagógicas. Estos no son sino elementos de un proceso más vasto: se trata
de pensar un proyecto integral.
Se trata del maestro vocacional, como práctica que se despliega más allá de
la tasación y del currículum.
Asumir la exigencia de una educación como ―práctica de la libertad‖ implica
no separar entre la didáctica, la pedagogía y la vida.
En este sentido este proceso es político en tanto implica a quienes trabajan
en la escuela de una manera diferente. Esta implicación ha merecido el
nombre de maestro-militante, y refiere a una militancia existencial, a la no
separación entre política, vida y trabajo docente. Esta militancia no es una
actividad de tardes libres ni de programas de gobierno, sino un compromiso
de la no-separación, de la integración del pensar y el sentir en la acción, en el
trabajo, en la comunidad, en la escuela.
Cuando se plantea la figura del maestro-militante, no se entiende la del
militante ―que trabaja de maestro‖, sino la de quien integra inseparablemente
el compromiso con el cambio y con la vida, en la actividad pedagógica
misma. Y no de quien, terminada la jornada laboral, más o menos soportada
como un empleo más, comienza, afuera, su militancia ―seria‖, ―política‖.
Entonces, un maestro militante resiste el rol, la ―profesionalización‖, la norma
del ―buen maestro‖, que se guarda sus ideas como si estas fueran privadas y
no interviniesen en el proceso educativo.
Al contrario: un proyecto de educación como ―práctica de la libertad‖ exige un
compromiso abierto y explícito de todo el colectivo de maestros que se
implican en dicho proceso.
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¿Porqué se puede decir que asumir la militancia en el ámbito de la escuela
es también hacer política? Para nosotros la política –como pensamiento y
como práctica- es una cierta idea de lo ―público no –necesariamente- estatal‖.
Como una actividad muy distinta a esa idea de lo público tan abstracta que,
finalmente, la subordina, en concreto, al control estatal.
A ―lo estatal‖ le antemponemos, entonces, ―lo público‖, como aquello que es
―de y para todos‖, a partir de una participación muy concreta en la toma de
decisiones y la responsabilidad comunitaria de la educación.
La educación pública es, así, un ―proceso entre procesos‖, y su fuerza radica
en su capacidad de ligarse a las experiencias comunitarias que la rodean. La
educación pública es abierta.
A la educación le cabe aquello que decía Deleuze: ―resistir es crear‖, porque
resistir la opresión es a la vez producir nuevas ideas, nuevas formas del lazo
social. Resistir al mundo tal como se nos presenta es comenzar a habitarlo
de otra forma.
9
Creciendo Juntos es una experiencia muy interesante de contrapoder. En ella
la educación es una actividad que se despliega dentro de la esfera de lo
público y se ramifica en, por y a través de los lazos con otras experiencias de
resistencia y creación. Es un nudo más de la red del contrapoder constituido
por un conjunto de ―docentes-militantes‖ que trabajan inmersos en las
relaciones integrales y múltiples del proceso educativo. Creciendo Juntos es
una comunidad política de maestros, no docentes, de chicos y padres que
hacen de la educación un proceso de reinvención de ―las formas de la vida‖.
I- El maestro-militante
“La educación puede ser pensada, sin dudas, como un hecho pedagógico,
pero no todo hecho pedagógico es un hecho ligado a una ética del
conocimiento”.
3. A los niños se los evalúa con notas. Poco importa si esta grilla clasificatoria
va del mal al muy bien o del desaprobado al aprobado. En todo caso, hay un
momento en la vida en que uno sabe que las clasificaciones se ponen en
número, del uno al diez. Y todos sabemos lo que implica ―ser un cuatro‖. Es
algo parecido a ganar de grande 400 pesos. Es que de la escuela a la vida
laboral –―la vida digna‖, es decir, salvo que uno quede en la ―indignidad del
desempleo‖– el salto es de una institución a otra, pero se sigue calificando en
números y clasificando en clases (¿o es que hay otra forma?).
Así, desde la escuela hasta la vida laboral, lo único que no varía es la
cuantificación, es decir, el sometimiento al número. La vida se vuelve utilitaria
porque la nota o el precio nos colocan en una jerarquía, en un más allá o un
más acá de un ―deber ser‖ al que ninguna persona ―normal‖ dudaría en
aceptar.
Uno no deja de preguntarse por la ética de la educación y por la dignidad del
empleo, los pilares sarmientinos que sostienen la identidad de nuestra patria.
UNIVERSIDAD
El surgimiento
La Cátedra Libre Che Guevara surgió en 1997 en la Facultad de Ciencias
Sociales de la UBA, cuando se cumplían 30 años de la muerte del Che.
La iniciativa fue de quienes en aquel momento integrábamos la agrupación
universitaria El Mate. Ya en ese entonces estábamos en la búsqueda de
formas de intervención política acordes con nuestra militancia, la de jóvenes
escépticos respecto de las formas tradicionales de la política partidaria.
La Cátedra del Che no fue una actividad más: fue el proyecto concreto en el
que confluyeron muchas de nuestras discusiones, y en ese sentido, fue vivida
por nosotros con gran intensidad.
Una de nuestras principales preocupaciones giraba en torno a una lectura
crítica y generacional de las luchas anteriores, muy particularmente las de los
años ´60 y ´70. En ese camino comenzamos a estudiar el pensamiento del
Che y la importancia de la Revolución Cubana en esa generación. Y el 97
despuntaba como el año de la gevaromanía. A los ya tradicionales
homenajes que la izquierda le tributaba, se sumó la conversión de Guevara
en un fetiche comercial. En ese contexto algo nos revelaba: sentíamos que
debíamos oponer, a la mera utilización de su figura, una interpretación crítica
capaz de actualizar su pensamiento y su proyecto. Pensábamos, también,
que la Argentina debía asumir el papel que le cabe en relación al Che.
Por otra parte, como agrupación universitaria, no parábamos de cuestionar
las formas que regían a la deprimida vida universitaria. Particularmente nos
preocupaba el hecho de que la Universidad permanecía encerrada en sus
paredes, anquilosada en temas y debates que le hacían abandonar su
potencial crítico, y que la volvían incapaz de participar de las luchas políticas
y sociales de quienes resistían las injusticias activamente. El guevarismo,
como tradición política y de pensamiento latinoamericano, tenía bastante que
decir al respecto.
La cátedra libre fue la forma en que, pensamos, podía encararse una
respuesta práctica a estos problemas que nos inquietaban. Esta forma, la de
una Cátedra abierta y popular, tiene una historia muy larga en nuestro
continente y en nuestro país. Basta mencionar las Cátedras Nacionales de
los 70´. Pero teníamos a mano una experiencia contemporánea: la Cátedra
Libre de Derechos Humanos de la UBA, que funcionaba en la Facultad de
Filosofía y Letras, dirigida por Osvaldo Bayer y coordinada por Graciela
Daleo.
Como para confirmar el impulso, vino la relación con la Cátedra Che Guevara
de La Habana y con la incansable investigadora María del Carmen Ariet,
quien terminó de abrirnos los ojos sobre la potencialidad del proyecto.
La Cátedra fue estructurándose en largos cabildeos. Junto a Ruben Dri,
Manolo Gaggero (los dos titulares mas activos y comprometidos en el
proyecto) y Gabriel Fernández (el coordinador) pensamos los —
interminables— ejes temáticos, y los profesores que pudieran abarcarlos.
Aquí se reflejó particularmente el espíritu que animó a la Cátedra. Desde el
comienzo de las clases se expresó la voluntad de producir un encuentro entre
compañeros especialmente dedicados a la labor teórica (como David Viñas,
Alberto J. Plá, Osvaldo Bayer, Horacio González, León Rozitchner, Horacio
Tarcus, Nestor Cohan, etc.) con aquellos cuya experiencia militante hacía
imperdible su participación (como Hebe de Bonafini, Luis Matini, Miguel
Bonasso, Eduardo Gurrucharri, Luis Ortolani, Roberto Baschetti, Guillermo
Cieza, y el extrañado compañero Cacho El Kadri). Cruzar estas formas
diversas del pensamiento, sin que ninguna subordinara a la otra, fue una de
nuestras intenciones explícitas.
¿Universidad o Muerte?
Pensar la Universidad (entendiendo por tal, fundamentalmente, a la Facultad
de Ciencias Sociales de la UBA)
5- El defensismo actúa como ―falsa premisa‖: anula más enfoques de los que
habilita.
La posibilidad de alumbrar otra forma de habitar la universidad depende, en
cierta forma, de la capacidad de revisar la estrechez de este punto de partida.
La valoración de los saberes, la puesta en discusión sobre los conocimientos
a incorporar y la ampliación de las prácticas productoras de pensamiento no
son premisas de una ―buena táctica‖ sino el verdadero punto de partida de un
debate sobre la universidad.
CONOCIMIENTO ANTIUTILITARIO
Hace unas semanas, en una de las discusiones del sábado se planteo una
cuestión que venimos trabajando hace ya un tiempo dentro de lo que
podemos denominar la construcción de la nueva radicalidad. El problema de
tener que afrontar una incertidumbre, tener que decir en determinados
momentos que ―no sabemos‖, que no hay línea universal ni la habrá. El
problema no es simple porque durante toda la modernidad se afirmó que el
saber era liberador, que a medida que íbamos aprendiendo podíamos ir
dominando el mundo y saliendo de la esclavitud a la que nos confinaba
nuestra ignorancia.
Tal vez una comparación entre dos concepciones distintas del ―no saber‖
pueda ayudarnos.
En ese sentido parece interesante volver al texto de las Meditaciones
metafísicas de Descartes, por un lado porque en este texto la duda tiene un
papel central y por el otro porque es un texto fundamental en la historia de la
filosofía, y en muchos sentidos fundador de la modernidad.
Puede resultar interesante la confrontación con otro texto, tan clásico como el
primero, La apología de Sócrates, de Platon. Es aquí donde Sócrates
pronuncia la célebre frase ―sólo se que no se nada‖ y agrega que esto le
permite afirmar, tal como lo decía el oráculo, que es el hombre más sabio de
todos.
Empecemos por ver los contextos respectivos, ya que en los dos casos los
autores juzgan importante situar los textos.
El contexto
La apología de Sócrates es el relato del juicio que le hicieron a Sócrates en
399 AC, acusándolo de impiedad y de corromper a la juventud. Durante el
juicio Sócrates explica en su defensa que es, precisamente, ese no saber tan
subversivo que profesa, lo propio de una vida filosófica. El no renegar esta
posición le valdrá una condenación a muerte. Sócrates renuncia al
ofrecimiento de su discípulo Critón, de escapar de la prisión. A lo que
Sócrates no quería renunciar era a la esencia misma de la filosofía: su
identidad con la vida misma.
La situación de Descartes es casi opuesta: las meditaciones comienzan en
―un seguro reposo en esta apacible soledad‖. Para Descartes la filosofía es
una cuestión individual. Por supuesto, esto no es neutro, pero no se trata de
juzgarlo desde un punto de vista moral. Descartes no es un egoísta, ni un
elitista. A Descartes le preocupa difundir las enseñanzas que pudieran
resultar de sus meditaciones. Una de sus preocupaciones fue, por ejemplo,
corregir la traducción al francés de sus Meditaciones metafísicas que
originalmente estaban escritas en latín.
La duda
En la introducción a la obra, Descartes presenta sus meditaciones a partir de
la utilidad que todo buen católico debiera valorar. Se trata de una tentativa
para convencer racionalmente a los infieles argumentando que si un católico
no puede dudar de su fe, la única manera de convencer a alguien que no la
comparte es demostrándole racionalmente la justeza de sus principios a
través de la universalidad de la razón.
El problema de Descartes es fundar, sólidamente, y de una vez por todas, el
conocimiento: el método propuesto por Descartes implica un ejercicio
obsesivo de la duda respecto de todo lo que se presenta ante nosotros, hasta
lograr un conocimiento universalmente cierto, un fundamento indudable para
las ciencias.
Su proyecto conduce, en definitiva, a eliminar la duda. No es que pretenda
realizar en unos cuantos días semejante proyecto, pero aspira, sí, a aportar
los cimientos necesarios a tales efectos.
Resumiendo: la razón esta enturbiada por sentimientos y pasiones. Y esto la
conduce a falsos resultados.
Veamos entonces, muy resumidamente, el camino emprendido por
Descartes: a veces soñamos sueños tan ―reales‖ que no podemos
distinguirlos de la realidad. Hay algo todavía más temible: podría ser que un
dios maligno nos estuviera engañando mientras estamos despiertos…
Estamos en el momento más dramático de su meditación, pero también en el
momento en que nuestro filósofo descubre su verdad indubitable.
Veamos como procede: para que este dios maligno lo engañe, él (Descartes),
tiene que existir.
Esta demostración, por supuesto, no le resuelve a nuestro autor todos sus
problemas, aunque implica un primer paso. Quedan pendientes cuestiones
como, por ejemplo, probar que su cuerpo existe porque hasta ahora solo
queda clara la existencia de un ser pensante. Pero alcanza para ilustrar
nuestros propósitos.
Por su parte el Sócrates de La apología, cuenta la siguiente historia: uno de
sus amigos, Querefonte, preguntó una vez al oráculo de Delfos si había
alguien más sabio que Sócrates y el oráculo le respondió que no. Sócrates,
sorprendido por la inesperada revelación, buscó a los hombres considerados
más sabios para indagar el significado de la revelación.
Siguiendo ese camino Sócrates se acercó primero a los políticos y comprobó
que estos hombres creían saber mucho sobre el gobierno de un pueblo pero
que en realidad no sabían nada. Sócrates confiesa no saber nada pero, al
mismo tiempo, el hecho de saber que no sabe nada hace que sepa más que
los políticos mismos. Más tarde Sócrates frecuenta a los poetas. Ellos tienen
inspiraciones pero son incapaces de pensar sus poemas. Pueden escribirlos
gracias a la inspiración pero al querer explicar la inspiración misma postulan
saberes inadecuados. Nuevamente, Sócrates sabe que no sabe nada.
Finalmente, les llega el turno a los artesanos. El resultado es similar al
obtenido con los poetas.
Sócrates comprende entonces que el oráculo tenía razón. Pero esta
comprensión no puede ser tampoco definitiva, si es que no quiere acompañar
a sus amigos, los políticos y los artesanos, en sus falsos saberes. No
abandonará nunca sus investigaciones. Lejos de vanagloriarse de sus
saberes, asumirá el hecho de que sólo sabe que no sabe nada y es este no
saber lo que lo impulsa a la investigación permanente. Así, la interpretación
socrática del oráculo será que el más sabio es quien persevera en el
búsqueda de la verdad.
Algunas pistas
La primera constatación que se nos impone es que existe un ―no saber‖ que
ya no puede ser pensado como meramente transitorio: de ahora en más
habrá que convivir con la idea de que ningún desarrollo del conocimiento
podrá eliminarlo.
¿Cómo podría el cartesianismo asimilar este duro golpe sin caer en la
catástrofe?. Semejante corto circuito en su sistema de razonamientos deja
las cosas más o menos de así: cada uno de nosotros tiene la certeza de
existir individualmente. Esta certeza de existir se da en tanto que ―ser que
piensa‖. Sólo mas tarde, en un segundo momento, como ser encarnado.
Este cuerpo, sin embargo, no obedecerá completamente a la voluntad.
Llegaremos, más tarde, a la deducción del mundo. Esta es todavía más difícil
de probar y sobretodo mucho más difícil de manejar en la misma medida en
que para ello hacía falta la ciencia universal que Descartes suponía estar
fundando.
El imposibilidad de esta ciencia hace que el mundo se nos vuelva muy
inquietante, porque nos deja aislados en un mundo al que no podemos
dominar. Y ni siquiera conservamos la fe de poder hacerlo algún día.
Como lo vimos, para Platón, la cuestión es diferente: Sócrates sabe que hay
un ―no saber‖ fundamental. Esta posición fue a menudo confundida con la de
los escépticos, o la de los cínicos: Sócrates sería el que sabe que el saber es
imposible y que entonces todas las afirmaciones serían simplemente
opiniones igualmente válidas. Pero la posición de Sócrates no es esta. El
planteo no es la imposibilidad de todo saber. Los artesanos, por ejemplo,
poseen un saber. Lo que cuestiona Sócrates es el encierro a que se
condenan estos saberes positivos, cuando se los presenta como saberes
acabados, es decir, niegan ese ―no saber‖ fundamental.
A todos aquellos grandes sabios que venden sus saberes infalibles les
demuestra que sus saberes no cierran, que la realidad de la que pretenden
hablar se les escapa por todos lados.
A aquellos que se pretenden profesores de política Sócrates les demuestra,
por ejemplo, que ninguna de sus definiciones de la relación entre un político y
el pueblo es operativa: esta relación no puede ser definida de una vez y para
siempre.
Al mismo tiempo, Sócrates elabora un saber sobre la política que puede
sernos útil aún hoy: por ejemplo, en su análisis del rol central de la justicia
como motor fundamental para la existencia misma de una sociedad. En
términos platónicos diríamos, un paradigma que se manifiesta de diferentes
maneras. Una exigencia que nunca podrá tener un modelo.
De alguna forma lo que Sócrates avanza es la cuestión de un saber
situacional, porque es el ―no saber‖ quien hace que tengamos que inventar
definiciones en cada situación.
Veamos ahora el saber de los artesanos; sin dudas estos saberes son
incuestionables. Contrariamente a los profesores de política, que no saben
realizar aquello que pretenden enseñarles a otros, los carpinteros, por
ejemplo, saben fabricar mesas de madera. Ahora bien, en principio las
técnicas de los artesanos parecen seguir siendo válidas en cualquier
situación, pero en realidad no es tan así. Puede ser que podamos tallar las
piedras como lo hicieron hace 1000 años para construir las catedrales
(aunque probablemente esta afirmación ya sea demasiado abstracta,
seguramente estos hombres en la situación que se encontraban no tenían la
misma relación con las piedras, no veían lo mismo cuando las tallaban etc…)
pero lo que no podríamos volver a encontrar es la ―inutilidad‖ de la fase
experimental de esta técnica.
Por supuesto esta técnica servía para darle una forma determinada a las
piedras y poder así construir las catedrales, pero al mismo tiempo no era
enteramente deducible de una necesidad, no había una fatalidad para que se
llegara a esta técnica y nadie sabía exactamente lo que esta técnica podía.
Esa técnica tiene que ver con una invención, fue una experiencia, uno de los
caminos que tomó el deseo de una sociedad. Hoy en día esa técnica sólo
podría remitir a alguna utilidad: la restauración de las catedrales, el estudio
de éstas, puede incluso servirle a algún artesano para inventar alguna técnica
nueva. Pero ya no será más un punto de partida para hacer caminos sino una
vía para llegar a un resultado.
Podemos conocer recetas para hacer una catedral como en el año mil pero
no tenemos técnicas que nos permitan embarcarnos en la aventura de
inventar las catedrales, porque eso tiene que ver con una situación histórica.
Tomemos otro ejemplo. Seguramente hoy día, gracias a una infinidad de
estudios, conocemos mejor la técnica de la pintura impresionista que los
impresionistas mismos, pero sería imposible pensar que alguien usando esa
técnica pinte una obra maestra del impresionismo: a lo sumo será una receta
para hacer cuadros ―estilo impresionista‖, pero ya no hay mas nada que crear
desde esa técnica, ya sabemos a donde llegaremos antes de salir: la única
manera de darle vida a la técnica del impresionismo es trabajarla desde otra
técnica.
Volviendo a Sócrates podemos deducir que lo que les reprocha a los
artesanos es no pensar esa inutilidad de la técnica que poseen, les falta
saber que no saben que no porque su técnica se invento en la situación en
que viven. En su caso evidentemente esto no tiene mucha importancia de
hecho Sócrates parece mencionarlos sobretodo para evitar objeciones y la
cuestión no es para nada recurrente en los otros diálogos de Platón como lo
es por ejemplo la del saber del hombre político.
Apéndice
En otro texto, no menos famoso que los dos primeros, ―La ética‖, Spinoza
planteaba un no saber tan profundo como el de Platón: ―no sabemos lo que
puede un cuerpo‖, decía.
Aquí también el no saber esta profundamente ligado a la libertad. No por
casualidad el capitalismo quiso desde su comienzo eliminar este no saber
que implicaba la posibilidad que el cuerpo funcione como otra cosa que
generador de fuerza de trabajo. Que el cuerpo se vuelva inútil, que exista de
otra forma que como el ―primer útil‖ de ese ―pequeño yo‖ que ―piensa‖ y que
―quiere‖ (según la definición de Descartes). Lo que un cuerpo no tiene
permitido hacer, en nombre de la utilidad que se le confiere es perder tiempo,
perder eficacia, perder utilidad, volverse opaco a la voluntad del individuo (es
decir, al poder): en fin, lo que la utilidad esconde es que todo sujeto de
deseos es productor, de actos de resistencia.
Sólo podríamos saber lo que puede un cuerpo en la medida en que éste sea
dócil al poder. Sartre, por su lado, decía que el mozo del bar no era
completamente un mozo. No porque se sacara los anteojos y se transformara
en superman cuando había un peligro, no es que tuviera una ―verdadera‖
identidad escondida, sino porque sus acciones no estaban completamente
determinadas por su identidad de mozo: no todo es deducible de lo que de lo
que somos. En resumen: no sabemos lo que puede un mozo.