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Resumen cap I ''De la familia a la escuela''

En el siglo XX, podríamos decir que la infancia se posicionó como un objeto emblemático
que fue fijado por los distintos saberes de diversas disciplinas. Siendo esto ‘’capturado’’ por
dispositivos institucionales como tal, fue proyectado hacia el futuro a través de distintas
políticas de Estado y ‘’transformado en metáforas de utopías sociales y pedagógicas’’ (Carli,
1999, p.12).
De todos modos, el que la niñez se pueda constituir como ‘’sujeto’’ sólo puede entenderse y
analizarse desde lo que se denominó como la construcción de índole social referida a la
infancia, y la historia irrepetible de cada niño. Es recién con el período que denominamos
‘’modernidad’’, que la infancia adquiere como tal un estatus etario propio que se diferencia
propiamente dicho de la adultez.
En tiempos actuales, se está llevando a cabo una discusión acerca del alcance que significa la
invención de la infancia moderna. Las características más importantes de ésta, se vincularían
a la escolarización pública y la privatización familiar.
Las nuevas formas que adoptó la experiencia social, en un contexto en el que se estaban
redefiniendo las políticas públicas, lógicas familiares y de lo que serían los sistemas
educativos; están alterando de forma inédita las condiciones que derivan en la construcción
identitaria de los niños y transcurren las infancias de las consideradas nuevas generaciones.
Esta mutación que afecta a la experiencia infantil, se reconoce por lograr conmover a figuras
paternas y docentes, mientras que seduce a su vez al mercado.
Vale aclarar que no es posible hablar de ‘’la’’ infancia, ya que es pertinente referirnos a
‘’las’’ infancias. Esto, debido a los tránsitos múltiples, diferentes y que cada vez son más
afectados por lo que sería la desigualdad. Es plausible, el poder reconocer diversos procesos
globales y comunes que la atraviesan.
La mutación a la que se hacía referencia previamente, se caracteriza por el impacto en la
diferenciación de estructuras y lógicas familiares. Así como de las políticas que redefinen el
sentido político a la par que social de la población infantil para los estados-naciones, de la
incidencia creciente que genera el mercado y de los medios de comunicación masivos en la
cotidianeidad de la vida infantil.
En las últimas décadas, se agudiza la impugnación en torno a las tradiciones culturales, la
pérdida de certezas y la inevitable imposibilidad de prever horizontes orientados al futuro.
Esto, genera sin duda que la frontera histórica que fue construída en base a la regulación
familiar, escolar y estatal para que exista una distancia entre la adultez y niñez, y entre sus
universos de índole simbólico, ya no logre separar los territorios etarios.
Los medios de comunicación masivos, logran erosionar la línea divisoria de adultez e
infancia. Dado esto, existen autores que dan por hecho el fin de la infancia, o la nueva
constitución de un nuevo tipo de niño. Ortiz, sostiene que los medios proveen
inequívocamente un tipo de socialización y también cumplen funciones pedagógicas que
antes era deber de la escuela cumplir.
Los cambios producidos en la esfera mundial, provocados por la expansión masiva de los
medios y tecnologías a partir de los años 50’ han llegado a favorecer un mayor
distanciamiento cultural entre generaciones. En otros sectores. son la pobreza, marginación y
explotación social reúnen a las generaciones en un llamado ‘’horizonte de exclusión social’’
que no advierte diferenciación etaria.
Tanto los medios, como el mercado que se organiza rodeando a los niños como potenciales
consumidores, fundó una denominada ‘’cultura infantil’’ con el mismo impacto que lograron
en la conformación de una cultura juvenil global a raíz de la posguerra.
Lo que en definitiva busca afirmar la autora, es que las distintas infancias se configuran con
nuevas características en sociedades con la incertidumbre de cara al futuro. Dado la
caducidad de nuestras representaciones sobre ellas mismas, y el desentendimiento con el
mundo adulto, pero también con las dificultades formativas de ‘’un nuevo imaginario’’.
De lo que se carece no es puntualmente de niños, sino de un discurso adulto que oferte
efectivamente un sentido a para los tiempos de infancia que están surgiendo en un nuevo
acontecer histórico.
El niño como sujeto en crecimiento
Si hemos de admitir que la infancia es una construcción social ‘’el tiempo de infancia es
posible si hay prolongación de la vida en el imaginario de una sociedad’’ (Carli, 1999, p.16).
Pensar la infancia, deviene en previamente la posibilidad de pensar al niño como un sujeto
social que permanezca vivo, que pueda imaginarse en el futuro y llegue a tener una historia.
En tiempos ya acontecidos, la prolongación de la vida infantil suponía combatir ferozmente
las epidemias y las prácticas de infanticidios; en tiempos actuales, a pesar de ya existir ciertos
avances científicos y jurídicos como el derecho de los niños, su vida continua en amenaza
debido a las políticas de ajuste y la falta de responsabilidad del Estado de su rol público.
Afirmar como tal la continuidad de la vida, implica el seguir teniendo presente y en
valoración la dimensión vital del crecimiento del niño y de su proyección hacia el futuro.
El proceso de educación en la sociedad contemporánea, requiere en gran parte reconsiderar al
niño como un sujeto en crecimiento, que aún se está constituyendo como tal.
Infancia y modernidad ¿se perdió algo?
Si admitimos la supuesta ‘’extinción’’ de la infancia moderna, partimos claramente de un
supuesto y constatamiento de una pérdida. El supuesto del que hablamos, es que dicha
infancia tuvo un estatus histórico y que la crisis que atravesó a la modernidad lo barrió por
completo.
En los proyectos que representaron la modernidad en Europa y Latinoamérica, la educación
dirigida hacia los niños tuvo principalmente una estrategia para concretar un orden social y
cultural específico. Que eliminara los aspectos considerados ‘’de barbarie’’ propios del
mundo medieval y colonial, por lo tanto se significó la infancia como un garante de cambio
social y progreso.
‘’La autoridad del maestro del Estado se sobreimprimió a la autoridad familiar, en un proceso
que marca la tensión entre el orden privado y el orden público y que indica la gradual
delegación de tareas en el Estado educador’’ (Carli, 1999, p.20)

La infancia y su historia, se halla atravesada tanto por las luchas políticas, los cambios de
índole económica y las distintas ideologías → como cualquier otro objeto de
interpretación historiográfica.
Respecto a las sociedades modernas industriales, los educadores coinciden que se genera un
nuevo espacio el cual es ocupado por el niño y la familia principalmente. Esto, da idea de una
infancia ‘’de larga duración’’ y por lo tanto la clara necesidad de una preparación especial
para el infante.

Luego de que se llevasen a cabo extensos debates, lo que refiere al reconocimiento de los
derechos de los menores de edad fue el asunto que ‘’esgrimió’’ al liberalismo laico para
universalizar la obligatoriedad de la educación pública → esto en un contexto fundacional
del Estado Nacional.

El debate anteriormente mencionado, se agudiza especialmente en la actualidad cuando son


continuamente cuestionados los límites de lo público y lo privado. La cuestión como tal, no
es rebuscar una forma de imponer a las familias la obligación de que sus hijos vayan a la
escuela, sino cómo el Estado puede seguir siendo efectivamente el garante de la educación
pública.
La escolarización de la infancia

La construcción social de la infancia moderna, de la que se hace mención anteriormente,


se relaciona no únicamente con las transformaciones que afectan a la familia, sino que
también con la emergencia que afecta a la escolaridad → la escuela sustituye el aprendizaje
por medio de la educación.

Foucault hace referencia a los efectos que devienen de disciplinar a los cuerpos y las
conciencias, es una ‘’política del cuerpo’’.
‘’Diferencian, por otra parte, la constitución de la infancia rica vinculada a la familia (hijos
de familia) de la pobre, resultado de una intervención directa del gobierno’’ (Carli, 1999,
p.24).
El surgimiento de la escuela, fue una herramienta que constituyó un sentimiento hacia la
infancia que hasta ese momento en particular era inexistente en las familias de los sectores
populares.
Por ejemplo, la obligatoriedad de la escuela en lugares como Argentina funcionó como un
dispositivo disciplinador para los niños de sectores populares, pero a su vez tuvo una
incidencia en los tejidos sociales y culturales que conforman al país. La escuela como
instrumento educativo, favorece la constitución de una ‘’cultura pública’’ que incide en el
quiebre de la sociedad patriarcal, por lo tanto en la lucha por una ciudadanía democrática e
integridad social desde lo cultural.
Al ser impuesta la escuela a menores de 6-14 años, incidió en que estos logren constituirse
como sujetos, ya que empezaron a ser interpelados por diversos elementos discursivos; ‘’que
oscilan entre la protección, la represión y la educación’’ (Carli, 1999, p.25).
Los niños en el siglo XX: entre la permisión y la represión
El pretender la sujeción del niño a un orden instituido y de definir su proceso identitario
desde allí, no llega a ser total en la medida que como todo proceso de configuración de
identidad en la infancia es precario, relacional y abierto. Esto quiere decir sencillamente que
ellos nunca quedan totalmente captados por las prescripciones del mundo adulto o por la
lógica de las instituciones.
Las miradas que se han dirigido hacia la infancia, han oscilado entre proclamas de derechos
del niño y mandatos represivos, generando un desplazamiento conflictivo entre la libertad de
los niños y la autoridad de los adultos.
En el siglo XX:
1) Algunos períodos son caracterizados por el disponer a la figura del niño como centro
de la escena educativa, puesta en valoración principalmente la naturaleza del niño; la
libertad infantil.
a) En el período inicial, se corresponde a las primeras décadas del siglo como tal, donde
el niño es reconocido y lo que se critica es a los adultos por generar opresión en la
espontaneidad y sus intereses. A su vez, se discute el fenómeno de la autoridad
escolar, siendo puesto en escena también el estudio del niño y la reformulación de
metodologías.
b) El siguiente período sería el que corresponde a la década del 60-70’. En estas décadas,
hay un nuevo imaginario que corresponde a las infancias debido a postulaciones
psicológicas y psicoanalíticas. La infancia, comienza a ser sujeto de análisis por
diversas disciplinas en un momento de agitación por una sociedad sometida a
transformaciones aceleradas; los niños se tornan objetos del mercado y de los medios
masivos.
2) Algunos períodos son caracterizados por borrar al niño, mediante políticas represivas.
a) En la década del 30’, con el surgimiento del nazismo en Europa. Surge a su vez una
‘’teoría del niño’’ la cual hablaba respecto a las medidas de selección racial de los
elementos de la población infantil; el desprecio del débil.
b) En la década del 70’, con el surgimiento de las dictaduras militares en América
Latina. A forma de respuesta totalmente regresiva, los niños fueron constituídos como
‘’botines de guerra’’, dado la sustracción de sus identidades fueron anulados como
sujetos; dado a las movidas persecutorias en las escuelas.

A los movimientos sociales liberadores, les suceden claramente fuertes políticas represivas.
Esto, se halla presente en la relación vista entre las generaciones de los procesos educativos,
siendo que en algunos conflictos escolares se hallan huellas de ‘’imaginarios históricos
contrapuestos’’.
En tiempos actuales, esta dualidad la hallamos entre represión y permisión, la cual es una
clara sintomatología de cómo la crianza y posterior educación de un niño resultan en ‘’un
prisma para observar las dificultades de la generación adulta para construirle un horizonte’’
(Carli, 1999, p.29).
La tesis sobre el niño
Tanto la historia de la educación, como la de la pedagogía, se halla estructurada por tesis
sobre el niño que permanecen en el tiempo residual como concepciones sustancialistas
halladas en las bases de muchas prácticas educativas.
La pedagogía moderna refutó una tésis clásica, la cual se refería a considerar al infante como
un ‘’adulto en miniatura’’. En la actualidad, esta tésis vuelve a significarse en pos de las
transformaciones relativas a la experiencia social contemporánea.
Rousseau, en el siglo XVIII planteaba ‘’el mito de la inocencia infantil’’. La escuela nueva y
su movimiento recuperó la idea sobre la bondad infantil para cuestionar la autoridad excesiva
de los maestros.
La tesis acerca de la maldad del niño remite a la criminología del siglo XIX, con la

tendencia del niño al delito, se definía su naturaleza como la del salvaje de las

sociedades primitivas. Los instintos maléficos del niño deben ser combatidos, la

escuela debe llevar adelante un régimen de libertad controlada. (Carli, 1999, p.30)

En base a la consideración de la maldad o bondad del niño, se modularon vínculos de


confianza o control como lógicas de enseñanza que permean aún el prejuicio de niño-alumno.

Otra tésis relativa al niño que ha atravesado al proceso histórico, ha sido la relativa a su
autonomía o heteronomía, la cual es articulada al problema de la autoridad, lazos entre
distintas generaciones y frente a lo que sería el papel de la educación frente a un sujeto en
constitución.

En 1927, se produjo un debate respecto a la autonomía en el cual se centraron particularmente


en distintas interpretaciones acerca de la libertad del niño y en combinar las leyes relativas a
la infancia con las del mundo adulto.

La oposición tan presente entre libertad y autoridad, necesidades del niño y mandatos del
adulto, sigue presente en debates del siglo XX.

‘’Más que aferrarse a tesis ideológicas, una renovación de la educación infantil debe atender
tanto al debilitamiento de las tareas de transmisión cultural de los educadores como a las
nuevas identidades de los niños’’ (Carli, 1999, p.33).
La cadena de las generaciones
El fin del siglo, muchas veces nos enfrenta como educadores a ciertos desafíos, muchas veces
ante la sola presencia de las lógicas de mercado y la ausencia protagónica sostenida del
Estado. Se ha dejado de considerar como una promesa para el futuro a la población infantil;
gracias a las políticas neoliberales y los procesos de globalización económica que han
generado un gran cambio sustantivo que dio lugar a muchas complejas combinaciones entre
el reconocimiento de los derechos en la infancia y políticas represivas.
Se pasó de buscar la sujeción de los niños a las instituciones, a una desujeción por las crisis
de estas mismas instituciones.
La escuela pública, se reconfiguró a modo de un espacio privilegiado para la población de
infantes en un contexto de desintegración social, diversidad cultural y de fuertes cambios
relacionados al sentido de lo público como tal. Pero las deterioradas condiciones del rol
docente, y el nuevo estatuto pedagógico, son claras denuncias de las dificultades propias del
siglo XIX de escolarización y pedagogización de la infancia.
Ahora ya no es la escuela que define a las infancias, sino que los niños redefinen a la escuela.
Lo que se ha de profundizar, es la cuestión acerca de cómo constituir una nueva perspectiva
pedagógica de la infancia frente a la diversidad de problemáticas halladas en el hoy, y aún
emergentes. Para ello, es fuertemente necesaria una mirada histórica, ya que esta permite
reconstruir la ‘’cadena histórica’’ entre las generaciones en un contexto de desintegrar los
lazos sociales.
Pero también, dedicar una mirada a lo actual, siempre atenta al devenir y a los registros de la
temporalidad de cada generación, siempre y cuando favorezca una nueva posición educadora
atenta a las condiciones históricas en constante cambio. La cual tendría que ser una mirada en
pos de construir futuros que potencien tanto demandas como la autocrítica, la cual en ella se
halle la permisión de producir nuevos pactos y dar pie a tiempos de mayor justicia y dignidad
para la población infantil.

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