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Puerto rico

Joan Olmos
Llegados a este punto, con las posiciones ya muy definidas sobre la ampliación del puerto de
València, conviene reflexionar sobre lo acaecido en los últimos años.
La campaña de la Comissió Ciutat-Port (y de quienes compartimos su posición en este asunto)
se ha situado en un marco de difícil encaje con el de los valedores de la ampliación. La
diferencia entre los recursos que disponen unos y otros postulados es abismal. Y las
posiciones, digámoslo claro, irreconciliables.
El puerto de Valencia es un puerto rico, aunque fuertemente endeudado, algo que una mente
ingenua no logra entender. Cuando se trata de contratar informes y proyectos no se anda con
reparos en los presupuestos. En algunos casos, los encargos van con las conclusiones ya
determinadas.
¿Qué ha ocurrido en estos años de confrontación? Hemos visto que ser rico no asegura
necesariamente que tengas al alcance los mejores recursos para hacer valer tus argumentos.
Tampoco garantiza la buena disposición para escuchar razones que no te gustan.
Quienes deberían haber promovido un debate en profundidad, es decir, las administraciones
públicas, han dejado a su suerte, solos en el ring, a opositores y empresa portuaria, en una
batalla dialéctica absolutamente desequilibrada. El siguiente asalto, el próximo viernes día 22
en la calle: manifestación social contra la ampliación.
Los opositores han tratado de explicar que los costes de la ampliación son muy superiores a los
supuestos beneficios. La empresa portuaria –recordemos, pública- ha seguido insistiendo en
que las proyecciones sobre el empleo y el PIB justifican sobradamente el proyecto.
Pero resulta que el mundo ha variado de manera sustancial en las últimas décadas: la
globalización económica, el Cambio Climático, la alerta ante una situación de colapso
ambiental, constituyen un nuevo marco de referencia que cambia todo.
En esta línea, el debate portuario sirve además para explicar el anacronismo de la mayoría de
los proyectos que salen de los departamentos inversores, con el Ministerio de Obras Públicas
como el más rico e influyente de todos. Proyectos redundantes que nunca han precisado
gastar un solo euro en justificaciones, pues han dado por supuesto que la ciudadanía no las iba
a reclamar. Así ha funcionado el asunto desde tiempo inmemorial. Son las cifras las que se
explican por sí mismas. Si no, ¿cómo se entiende el nulo clamor, por ejemplo, contra el
despilfarro de la red ferroviaria de alta velocidad, un paquete de gasto que ronda los 60.000
millones, abordado con el único argumento de que todos los ciudadanos del Estado debemos
estar a tiro de Madrid?
Hasta el momento, no obstante, hemos visto cómo la oposición a la ampliación portuaria,
liderada por varios colectivos sociales, ha echado mano, gratis et amore, de unos y otros
especialistas para armar sus posiciones. Especialmente interesantes y esclarecedoras fueron
los debates académicos celebrados en la Universidad y en las instalaciones del Jardí Botànic
antes del pasado verano. No es del todo cierto, como algunos creíamos, que la Academia está
anclada en el pasado, aunque hay algunas áreas de conocimiento que puede que lo estén. En
esas sesiones pudimos aprender y debatir en un plano muy diferente del que a veces los
medios ofrecen, un marco que los responsables del puerto de Valencia han ignorado y
despreciado desde el primer momento.
De nuevo, hay que referirse a la crítica. Formo parte, desde hace varias décadas, de un grupo
multidisciplinar de profesionales que tenemos por costumbre someter a debate crítico los
proyectos públicos y privados, tanto si afectan a la planificación territorial, al urbanismo, al
medio ambiente o a la cultura. Todos aprendemos de todos, un lujo.
Para contrarrestar la crítica razonada, se vierte la acusación de que los aguafiestas se instalan
siempre en el no a todo, de que no son constructivos. En 2008 ya contestábamos a esta
acusación con palabras de Leo Löwental, el último representante de la Escuela de Frankfurt: él
respondía contra lo que consideraba una insoportable simpleza, diciendo que precisamente lo
negativo era lo positivo, aquella conciencia de no colaboración con lo que consideraba injusto.
No cuesta mucho, si hay disposición, descubrir lo positivo en nuestros escritos y debates. En la
inauguración de este blog, reiteramos nuestro compromiso con esa trayectoria y con el deseo
de seguir aprendiendo. El pensamiento crítico, en nuestro país, no abunda, y por tanto
consideramos totalmente imprescindible darle cabida con nuestras modestas posibilidades.
El final de la cuestión portuaria no está escrito, pero hay algo meridianamente claro: el relato
lo han ganado los opositores.

https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/territori-critic/puerto-
rico_132_8409794.html

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