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2021-2022

Redactado por:

Sanz Martín, Lola


1er curso de Lenguas Modernas

Asignatura:
Lingüística General y Comparada
Profesora: Mamen Horno Chéliz
“Entonces, nuestra cultura lingüística corresponderá a las inmensas capacidades de nuestra lengua.
Entonces, y solo entonces, estaremos como hablantes a la altura de ese árbol gigante que nosotros
mismos hemos creado”

(Pons Rodríguez , 2020)


El mito “El cambio lingüístico implica degeneración
de las lenguas”
“El cambio lingüístico implica degeneración de las lenguas” ha sido un tema de
conversación recurrente en la sobremesa de casa desde que tengo uso de razón. En
aquel momento no se verbalizaba de esta manera pero recuerdo discusiones
verdaderamente acaloradas en las que cada uno de nosotros defendía su postura
como si le fuera la vida en ello. Presumo que simplemente considerábamos que el
debate merecía la pena porque se trataba de nuestra lengua y de nuestras normas,
las que se dictaban desde España, por supuesto. Y también supongo que aquello
nos convertía en adalides de lo correcto y garantes de la pureza del español. Al fin y
al cabo se trataba de nuestro español que el resto de hispanohablantes (¡ahí es
nada!) se encargaba de poner en peligro a base de cambios y variaciones que
nuestros libros del cole no consideraban, ni con mucho, correctos. Pero ¿estábamos
en lo cierto? Ahora puedo afirmar sin miedo a equivocarme que no. Entre otras
cosas porque España solo representa un 9% de hispanohablantes nativos del
mundo. (Pasqualli, 2022) Sería como pensar que una gota en el mar puede parar
por sí sola la fuerza de un maremoto.

Los mitos han acompañado al hombre desde la noche de los tiempos. Y su


relevancia no es menor. De hecho existen teorías que afirman que los mitos fue la
argamasa que unió al homo sapiens en grandes comunidades alrededor de creencias
ficticias comunes. Esto les confirió la capacidad de cooperar de forma flexible en
gran número y dominar el mundo (Harari, 2015) Por tanto quizá no haya que
demonizar los mitos, pero sí es cierto que en algunos casos es necesario
desmontarlos.

“El cambio lingüístico implica degeneración de las lenguas” es un prejuicio que se


apoya en muchas patas. Su base principal es creer que existe un estado de pureza
lingüística que hay que cuidar y preservar para que la lengua no se extinga o no se
malogre. Pero lo que se está pasando por alto con esta afirmación es que las
lenguas están en constante cambio, porque se encuentra en su ADN, en su esencia
y que el único riesgo de morir que tiene una lengua es impedir que cambie. (Álvarez
Mellado, 2019) La realidad es que habrá muchas palabras nuevas que aparecerán y
perdurarán y otras más que vendrán para irse sin dejar rastro, pero pretender parar
este flujo de extranjerismos entrando y saliendo en una lengua es como querer
ponerle puertas al mar.

No existen cifras que cuantifiquen lo mucho o poco que este prejuicio está extendido
entre los hablantes, sin embargo podemos analizar ciertos índices que denotan su
presencia. Por ejemplo, doy por cierta la idea de que el mito se impone cuando
pensamos que las normas de ortografía tienen rango de ley en lugar de pensar que
se han establecido por consenso (Pons Rodríguez , 2020) O cuando no somos
conscientes de que los hablantes saben de gramática puesto que la gramática se

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El mito “El cambio lingüístico implica degeneración
de las lenguas”
encuentra en sus cerebros y que, por tanto, de la misma manera sabrán consensuar
los cambios en sus normas cuando tengan que adaptarla a sus nuevas necesidades.
Por último, el mito pervive cuando nos cuesta respetar los préstamos que recibimos
(son recíprocos, nosotros también prestamos) y no damos valor a los términos
nuevos que creamos. En definitiva, deberíamos darnos cuenta de que todos estos
índices del cambio constante de las lenguas se deberían enfocar como una
oportunidad de oro para aumentar la enorme capacidad de evolución y adaptación
que tiene nuestra propia lengua.

Volviendo a Lola Pons y su libro “El árbol de la lengua” mostremos algunas pruebas
empíricas de su falsedad. En él la lingüista nos explica que los nombres de colores
es uno de los grupos de vocablos que más se renueva en el juego de ganar o perder
préstamos y que es muestra de que su flujo no corre en una sola dirección. Por
ejemplo, la última aportación que hemos recibido del inglés es nude que está
desplazando al término carne para hablar del color rosa anaranjado. Pero hubo un
tiempo en el que el español también prestó al inglés el nombre de un color para
denominar a al río Colorado y al estado del mismo nombre (Pons Rodríguez , 2020)

Otra prueba de afirmación engañosa es “con la llegada de tanta diversidad de


gentes de otros países se va a acabar por corromper la lengua” (Pons Rodríguez ,
2020) Sin embargo, palabras como “albañil” o “alberca” fueron en su tiempo
extranjerismos, resultado de la mezcla de culturas de aquel momento, pero que a
día de hoy a nadie se le ocurre pensar que sean términos amenazantes para el
español ni capaces de dañar nada.

Enumeremos algunas consecuencias de aceptar ese mito como verdadero. Es


indudable que uno de los resultados es el de perder la oportunidad de enriquecer las
lenguas con el fenómeno del plurilingüismo, fuente fundamental de préstamos entre
ellas. En ocasiones los hablantes no encontramos un vocablo para expresar algo en
nuestra lengua. Es el momento perfecto para cogerlo prestado de otra que
conozcamos. Si las lenguas no pertenecen más que a los hablantes parece lícito
hacerlo. Lo peor que puede pasar aceptando extranjerismos es que o bien se queden
y al cabo del tiempo nadie piense que es una amenaza (albañil, alberca, goglear) o
bien que desaparezca como vino. También está la opción de crearlo con la múltiple
cantidad de compuestos que la lengua nos permite construir con sus múltiples
combinaciones.

En segundo lugar afecta a los lingüistas ya que de este mito se desprende que se
dedican a perseguir a los hablantes para que mejoren su forma de hablar, para que
sigan las normas de gramática y para que la ortografía se cumpla sí o sí. Esto es un

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El mito “El cambio lingüístico implica degeneración
de las lenguas”
prejuicio que impide que avancemos en la idea de que los lingüistas no están para
juzgar a nadie sino para reflexionar e investigar sobre nuestra forma de hablar.

Añadir que otro riesgo importante es no admitir que la lengua que no cambie es la
que está en peligro de extinción. No nos serviría para comunicarnos en redes
sociales, ni tampoco para hablar de cambio climático ni para apoyar al feminismo o
investigar en lingüística. Sería como si quisiéramos construir un puente colgante con
herramientas de la Edad de Piedra. Pero a mi entender lo más preocupante es la
idea de pureza lingüística (la que no admite extranjerismos o plurilingüismo) va de la
mano con la idea de pureza racial, y la historia no nos habla nada bien de las
consecuencias catastróficas de ese binomio.

¿Pero podemos hacer algo para desmontar el mito? La respuesta es sí. Los centros
educativos son actores imprescindibles para potenciarlo porque el plurilingüismo está
muy presente en todos ellos. Si en las aulas se entrena al alumnado en la
sensibilidad de reconocer este fenómeno como elemento enriquecedor de la
comunicación tendremos mucha batalla ganada.

Por parte de los lingüistas también hay trabajo que hacer, divulgando y
concienciando al hablante de que el habla es una capacidad intrínseca al ser humano
y que es una herramienta con la que pueden jugar, divertirse, reflexionar y crear
tanto como ellos quieran porque les pertenece.

Por nuestra parte los hablantes debemos entender el cambio de la lengua como algo
natural y precioso que nos sorprende y asombra pero que demuestra que esa lengua
está viva y no en peligro de desaparecer porque de hecho mientras cambia se está
adaptando. Y si nos adaptamos con ella permaneceremos por más tiempos
vinculados a lo que nos rodea porque aunque envejezcamos entenderemos lo que
los jóvenes nos cuentan.

La mejor manera de utilizar una lengua es la que se acomoda al contexto, al entorno


y por supuesto a los interlocutores. Si la lengua fuera estática no podría adecuarse a
los hablantes. Esta es la razón por la que los hablantes buscan la mejor forma de
adaptarla cogiendo palabras y dando otras, quitando y poniendo normas. En
definitiva, produciendo un sinfín de cambios que dan como resultado que la
herramienta más versátil con la que contamos los usuarios continúe siendo útil y
permanezca a la altura de su enorme labor que es la comunicación.

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El mito “El cambio lingüístico implica degeneración
de las lenguas”

Bibliografía
Álvarez Mellado, E. (24 de mayo de 2019). Archiletras . Revista de Lengua y Letras. Recuperado el 27
de Mayo de 2022, de Siete mitos sobre lengua que la lingüística desmiente:
https://www.archiletras.com/

Harari, Y. N. (2015). Sapiens. De animales a dioses: una breve historia de la humanidad. Barcelona:
Debate.

Pasqualli, M. (21 de Febrero de 2022). Statista. Recuperado el 29 de mayo de 2022, de ¿En qué
países hay más hispanohablantes?: https://es.statista.com/

Pons Rodríguez , L. (2020). El árbol de la lengua. Barcelona: Arpa.

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