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, es muy
movido, inquieto, muy hiperactivo...?, porque su conducta es así...?, piensas
que no es normal o que es desobediente...?, te has puesto a analizar que tiene
tu hijo en realidad...?, sabes que paso con el...?
El origen del problema proviene, generalmente, del medio de evolución del niño
y de conflictos precisos (a menudo un "conflicto de separación"). De hecho,
todo niño que sufre un cambio inesperado en su vida "el divorcio de sus
padres, por ejemplo, o simplemente el hecho de ser separado de ellos en la
primera infancia, cuando empieza a ir a la guardería (nido, jardín, kinder)" es
susceptible de vivir este tipo de conflictos. Tras un comportamiento impulsivo y
agresivo por parte del niño hay dos conflictos implicados; "identidad" y "rencor
en el territorio".
No solo acepta mal la separación, sino que, además, ya no sabe dónde está su
sitio en el clan familiar y siente frustración. Por otro lado, el niño puede también
experimentar relaciones conflictivas en otro lugar diferente al seno de su
familia. Cuando la motricidad se ve afectada se debe, generalmente, al hecho
de que este se sintió "acorralado" o fue incapaz de reaccionar en el momento
en el que fue testigo de un incidente. Un niño que asista a dramas, disputas,
luchas de poder, etc., se sentirá a menudo impotente. La hiperactividad, y así
esta imperiosa necesidad de moverse, se vuelve compensatoria.
“La razón por la cual usted no pudo conseguir artículos o estudios que
presenten una prueba clara y corroborante sobre una sola anomalía física o
química asociada al TDAH es porque no hay ninguno”, afirma el Dr. Lawrence
Diller, de la Universidad de California (San Francisco).
“En realidad, a pesar de los esfuerzos realizados por la A.P.A. para definir el
TDAH como si fuese un trastorno del cerebro bien establecido, en tres décadas
de ciencia médica, no llegamos a presentar la menor prueba para sostener tal
hipótesis”, destaca Richard De Grandpre, psicólogo y autor.
En 1998, el Dr. James Swanson afirmaba que los cerebros de las personas que
tenían TDAH eran un 10% más pequeños, por término medio, que los del grupo
de control, pero todos los sujetos del estudio habían estado bajo medicación
antes. Y los efectos de las poderosas medicinas psiquiátricas sobre el cerebro
son bien conocidos.
“La psiquiatría infantil moderna es propensa a exigir a sus clínicos que sean
expertos, aptos para liberar al niño y a su familia de los síntomas que
perjudican la adaptación. Ahora, ¿qué experiencia puede reivindicar un
psicoterapeuta psicoanalítico o un psicoanalista encuadrado en una institución
cuando su ética lo coloca en una posición frente al síntoma, muy diferente de
aquella que propone la ética médica? A solas con su paciente, ¿no tendrá a
veces el sentimiento de ser un impostor?”, interroga Réal Laperrière (“Le
Malaise de l’Imposteur” [“El Malestar del Impostor”], revista de psicoanálisis
Filigrane, primavera del 2008). “Un niño se mueve sin cesar en clase, molesta a
los demás, no presta atención en sus tareas, inconscientemente procura
comunicar su incapacidad para tolerar la pérdida inherente al proceso de
simbolización al cual está sometido, y quiere que oigan su negativa de renuncia
a la plena posesión del objeto, reavivada por la tarea de deber compartir con
otros la mirada del profesor. En la consulta psiquiátrica se apresuran a
prescribirle Ritalin, para que pueda tener éxito académico y evitarle el
sufrimiento del fracaso y de la inadaptación. Pero, haciéndole así economizar
una elaboración psíquica de la pérdida, ¿no entretenemos la ilusión de que
existe una satisfacción posible a su deseo de no renunciar y que esta
satisfacción se apoye en una sustancia externa? Si respondemos al deseo de
ser entendidos prescribiendo un medicamento, ¿no corremos el peligro de
crear la convicción de que la necesidad no es de ser entendido, sino de ser
apaciguado por la ingestión de una sustancia, preparando así el terreno de una
eventual dependencia adictiva”?
Del lado de la Nueva Medicina Germánica (NMG), el Dr. Ryke Geerd Hamer,
quien trabajó mucho tiempo en psiquiatría, apunta precisamente ciertas
cortezas cerebrales. Un conflicto activo se observa en ambos hemisferios del
cerebro, cada uno presentando un “Foco de Hamer” (impacto en el cerebro)
distintivo en la corteza motor, así como en la corteza sensitiva o post-sensitiva,
visibles en la tomografía cerebral. El origen del problema proviene,
generalmente, del medio de evolución del niño y de conflictos precisos (a
menudo un “conflicto de separación”). De hecho, todo niño que sufre un cambio
inesperado en su vida -el divorcio de sus padres, por ejemplo, o simplemente el
hecho de ser separado de ellos en la primera infancia, cuando empieza a ir a la
guardería- es susceptible de vivir este tipo de conflicto. Tras un
comportamiento impulsivo y agresivo por parte del niño hay dos conflictos
implicados; “identidad” y “rencor en el territorio”. No solo acepta mal la
separación, sino que, además, ya no sabe dónde está su sitio en el clan
familiar y siente frustración. Por otro lado, el niño puede también experimentar
relaciones conflictivas en otro lugar diferente al seno de su familia. Cuando la
motricidad se ve afectada se debe, generalmente, al hecho de que este se
sintió “acorralado” o fue incapaz de reaccionar en el momento en el que fue
testigo de un incidente. Un niño que asista a dramas, disputas, luchas de
poder, etc., se sentirá a menudo impotente. La hiperactividad, y así esta
imperiosa necesidad de moverse, se vuelve compensatoria.
Fitoterapia
Osteopatía
Terapia de masajes
Homeopatía
Psicoterapia
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No permitas que le pongan "etiquetas" a tu hijo para que este sea drogado o
medicado. Justifican una enfermedad por cierto inventada para promocionar y
vender fármacos por cierto innecesarios.
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Link de enlace de la fuente de información:
https://materialdenmg.com/alternativas-ritalin-fraude-tdah/