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El Desorden por Déficit de Atención (DDA en castellano, ADD en inglés)- verdadera vedette
de la clínica infantil-, es un caso paradigmático de los efectos que producen las exigencias
de la sociedad moderna en el campo de la salud mental, generando un alboroto en el que
no faltan elementos de una ideología de segregación, ideales de eficacia, necesidades de
mercado, en el que se juega la supervivencia de la subjetividad.
Para la psiquiatría de nuestros días y, peor aún, para la opinión general, el diagnóstico de
DDA es indisociable de la indicación de medicamentos.
La oposición medicación o psicoanálisis es hoy una falsa opción, pero lo que hay que saber es
que la medicación psiquiátrica es, a diferencia de otras, empírica.
Ante una infección, el médico sabe qué antibiótico indicar o puede elegir entre un grupo de
medicamentos. Es más o menos común a todos, se sabe que va a actuar sobre tal
microorganismo, cómo lo va a destruir y cómo va a ser el proceso.
Con los psicofármacos se sabe mucho menos de lo que parece, entonces el uso es más que
nada empírico.
Se ve que sirve para tal cosa y se da.
Se hacen estudios de laboratorio, no se trabaja absolutamente a ciegas, por supuesto.
Se estudian en animales - por ejemplo las nobles ratas -, y en personas.
Psicoanálisis y medicamento
El psicoanalista Michael Balint decía a los médicos: "ustedes son el primer medicamento para
sus pacientes"
Siempre hubo relación entre el psicoanálisis y el medicamento porque éste siempre existió.
Precede al psicoanálisis.
Lo que ha cambiado es la forma en que hoy se producen, se distribuyen, se ofertan y hasta se
exigen los medicamentos. Hoy el medicamento está omnipresente.
En nuestro campo, el uso de los fármacos ha trastocado la clínica, la evolución de los cuadros
clínicos, la demanda, la exigencia de eficacia y hasta el perfil de los profesionales que buscan
las instituciones de salud y las prepagas.
Es evidente que el medicamento puede tener, desde este punto de vista, un efecto contrario,
un no querer saber nada. Se calma el malestar y listo.
Curiosamente, la oferta farmacológica crea una oferta diagnóstica que genera una
demanda de reconocimiento: ser representado por los nombres de las ciencias de la salud
contemporáneas.
Esto es más claro en adolescentes y adultos que en los niños : “tengo ataque de pánico y
tomo Rivotril de 0,5 medio medio y uno”, “soy depresivo”, “ esto se debe a mi stress”, etc,
escuchamos en los consultorios como modos de presentación.
Hoy más que nunca, el profesional que recibe un niño por un problema que no es claramente
de causa orgánica – y el DDA no lo es, como lo muestran las conclusiones del Nacional
Institutes of Health Consensus en U.S.A. – debe apelar a la prudencia.
Esta es la facultad que permite articular las teorías universales (todo niño inquieto, que no
presta atención... debe ser medicado), con lo más particular de cada paciente.
Es la única manera de saber de qué se trata el malestar en cada uno.
Cada niño es único y debe ser escuchado y orientado para sortear los obstáculos que la vida le
presenta.
Si mientras tanto, el riesgo de que sea rechazado por su entorno o por la institución escolar
exige que sea medicado, eso es otra cosa, que vale la pena evaluar.