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ELIEL DAVID DIAZ MOTA

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RESUMEN DE LECTURA CAPITULO 07: ACTITUD CIENTIFICA COMO


ESTILO DE VIDA

Una persona puede haber adquirido una buena formación teórica y una
buena formación sobre métodos y técnicas de investigación social y, sin
embargo, ciertas actitudes vitales y ciertas características de su personalidad
pueden constituir un obstáculo para la investigación. De ahí la necesidad de
asumir una actitud científica, no como forma de ser para cuando se hace
ciencia, sino como actitud vital en todas las circunstancias y momentos de la
vida. Esto es lo que llamamos la actitud científica como estilo de vida.

¿Qué es y en qué consiste esta actitud científica? En términos generales,


puede definirse como la predisposición a «detenerse» frente a las cosas para
tratar de desentrañarlas. El trabajo científico, en lo sustancial, consiste en
formular problemas y tratar de resolverlos. Es lo que algunos llamaron reflejo
del investigador y que Pavlov denominó reflejo ¿Que es esto?. Este
interrogar e interrogarse orienta y sensibiliza nuestra capacidad de detectar,
de admirarse, de preguntar. iOh, la nefanda inercia mental, la inadmirabilidad
de los ignorantes! exclamaba Ramón y Cajal frente a aquéllos que eran
incapaces de detenerse junto a las cosas, de admirarse y de interrogarlas.

Consagrarse a la búsqueda de la verdad es el punto de arranque desde el


cual es posible asumir una actitud científica, o sea, es preguntarse y realizar
el esfuerzo de resolver, con el máximo rigor, las cuestiones planteadas como
problemas.
Quien no busca la verdad es porque se cree en posesión de ella,
consecuentemente nada tiene que encontrar y nada tiene que aprender.

La curiosidad insaciable, en cuanto interrogación permanente de la realidad,


es el reverso de lo anterior. Ningún científico auténtico, ningún investigador
consciente de su labor puede decir que su búsqueda ha terminado. El
científico es insaciable en su curiosidad, sabe que ante sí tiene un océano
inexplorado. No hay límites para esa curiosidad, porque la verdad científica
es dinámica y las verdades que se adquieren son parciales, siempre sujetas
a corrección.

Búsqueda de la verdad y curiosidad insaciable conducen a una actitud


existencial en la que la vida y la ciencia no se separan. Ambas cosas no sólo
no deben disociarse, sino que cada una ha de servir para enriquecer a la
otra, teniendo en cuenta que la vida es una totalidad y la ciencia un aspecto
de esa totalidad.
Es por esto que hablamos de actitud científica, no como doctrina sino como
estilo de vida.

Sin lugar a dudas, una cualidad capital, pero no exclusiva del científico, es la
tenacidad, perseverancia y disciplina. La historia de los grandes hombres de
ciencia pone de relieve que esta característica es común a todos ellos.
ELIEL DAVID DIAZ MOTA
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Es muy probable que, para la gente que trabaja en el ámbito de las ciencias
humanas, esta idea de la tenacidad y la perseverancia pueda resultar un
tanto ajena, ya que, para ser un científico social, no parecen ser necesarias
estas exigencias, como en el caso de los científicos que pertenecen al campo
de las ciencias físico-naturales. Esta actitud es muy frecuente; Gino Germani
uno de los sociólogos que más ha trabajado para llevar a la sociología
latinoamericana a un estadio científico ha denominado esta actitud como
noción romántica de la investigación.

Otra característica que expresa una actitud científica es la sinceridad


intelectual frente a los hechos que se estudian. Esta condición es
indispensable y presupone la capacidad de autocrítica y el valor de tirar por la
borda todo conocimiento, todo enunciado, toda formulación que hemos
sostenido pero que la realidad nos revela como falsa, insuficiente e ineficaz.
Una actitud científica nos lleva a aprovecharnos de nuestros errores. Para el
que tiene sinceridad intelectual, un error no es una frustración, sino un
estímulo para avanzar.

Estrechamente ligada a la sinceridad intelectual, o como un aspecto de la


misma, está la capacidad de objetivar, es decir, de estudiar los hechos sin
aferrarse a opiniones e ideas preconcebidas, prestos a abandonar cualquier
posición que hemos comprobado como inadecuada o no satisfactoria. Claude
Bernard advertía que los hombres que tienen una fe excesiva en sus teorías
o en sus ideas, están mal preparados para ser investigadores. Este desapego
de las propias ideas habilita al hombre para someterse a los hechos tal como
son.

Decimos que la capacidad de objetivar es la cualidad de estudiar la realidad


sin aferrarse a prejuicios, pero no afirmamos que esa capacidad signifique
prescindir de lo que el sujeto cognoscente es. Casi todos los autores afirman
hoy que el observador influye, en alguna medida, sobre la observación misma
de los datos que recoge; es lo que, en física cuántica, se ha denominado la
perturbación de Heisenberg. Este inevitable sello que la subjetividad imprime
en los datos observados es lo que se reconoce como distorsión de la realidad
o bias producida por la ecuación personal. Conviene que el investigador
social ubique, dentro del proceso de la investigación, su propia «ecuación, a
fin de lograr la máxima validez de los resultados.

Hay personas que tienen un buen dominio de métodos y técnicas de in:-


vestigación, una excelente formación teórica y hasta pueden ser
ideológicámente revolucionarios, pero psicológicamente son dogmáticos y
culturalmente provincianos. Unos porque lo interiorizaron en sus prácticas
políticas, que les imprimieron hábitos autoritarios, otros porque fueron
socializados con esquemas autoritarios y no han sido capaces de tomar
distancia de su propio proceso de socialización o bien porque el dogmatismo
interiorizado les ha puesto anteojeras. En otros casos, el etnocentrismo los
incapacita para ser conscientes de su ombliguismo (todo es valorado desde
su propia mirilla intelectual), que no es más que una forma de provincianismo
cultural.
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Hay obstaculos que impiden el desarrollo de una actitud cientifica:

Dogmatismo; es un modo de funcionamiento cognitivo totalmente


contrapuesto al modo científico de conocer la realidad. Se expresa en la ten
den- .cia a sostener que los propios conocimientos y formulaciones son
verdades ,incontrovertibles. Para el dogmático, la doctrina que sostiene
escapa a cualquier discusión.

Con ella valora los hechos a priori de la observación de los mismos, y plantea
soluciones aplicando a ciegas y mecánicamente los principios doctrinales.
Como el dogmatismo conduce a una mentalidad cerrada, sólo se pueden ver
de la realidad aquellos aspectos o elementos que coinciden con el esquema
incuestionable de interpretación de la realidad.Puede decirse, por
consiguiente, que el dogmático no razona, de ahí que no responda con
argumentos, datos, hechos, sino que recurra al fácil expediente de poner
etiquetas, descalificando todo lo que no pertenece a su secta.

Cuanto se lleva dicho basta para comprender que el dogmatismo es lo más


lejano a la actitud científica, pues para la ciencia las verdades son parciales y
siempre sujetas a corrección. El dogmatismo no tiene apertura a otra cosa
que no sean sus dogmas, esquemas y, a veces, los simples slogans o
estereotipos configurados en la infancia.

Un segundo obstáculo muy parecido al anterior y que casi siempre va unido a


él es lo que Niestzche llamó el espíritu de gravedad. Consiste en la
convicción de que las actuales estructuras de la sociedad y su jerarquía de
valores son algo indiscutible. En consecuencia, todo lo que no se acomoda,
no se ajusta o no se adapta a lo ya existente constituye una anormalidad, una
desviación, una manifestación patológica.

A decir verdad, el espíritu de gravedad no es sino una fachada barroca en la


que se manifiesta lo que Fromm llamaba la patología de la normalidad, y que
en la práctica no es otra cosa que el culto supersticioso a lo establecido y la
instalación en el conformismo.

Un individuo totalmente ajustado a la sociedad, conformista y acrítico, no está


en condiciones de asumir una actitud científica, porque vive lo dado» como lo
que debe ser. Se trata de un pensamiento esclerotizado en relación con una
realidad que considera inamovible, de ahí que su razonamiento se inmovilice
en torno a esquemas y categorías rígidas. Por el contrario, la actitud científica
todo lo interroga, lo investiga, lo cuestiona, lo revisa, lo reformula hasta el
propio pensamiento.

El espíritu de gravedad es una visión fijista de la realidad que produce una


sacralización de valores e instituciones; el espíritu científico, en cambio, es
una invitación a la desinstalación constante a medida que se desvelan
nuevos aspectos o dimensiones de la realidad.
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El espíritu de gravedad es una visión fijista de la realidad que produce una


sacralización de valores e instituciones; el espíritu científico, en cambio, es
una invitación a la desinstalación constante a medida que se desvelan
nuevos aspectos o dimensiones de la realidad.

Este modo de ver las cosas es lo que los antropólogos han denominado
etnocentrismo, indicando con este término una visión de la realidad
distorsionada por la mirilla de los valores culturales del propio grupo, pues se
trata de un modo de «ver» las otras sociedades partiendo del supuesto de
que las propias pautas culturales constituyen la forma correcta de pensar y
de actuar. La manera concreta como cada cultura condiciona la manera de
ver la realidad da lugar a diferentes y variadas formas de provincianismo
cultural.

El uso de los argumentos de autoridad. Apelar a argumentos de autoridad


para reflexionar sobre la realidad es una forma de dejar de lado esa realidád.
Recurrir a argumentos de autoridad no es citar a otros para aclarar o
profundizar la propia manera de pensar, se puede y debe recurrir a las
opiniones de otros, pero utilizándolas sólo como opiniones y no como
pruebas. Es grimir argumentos de autoridad consiste en apoyar los puntos de
vista propios en teorías, afirmaciones y opiniones, sostenidas por personas o
instituciones (iglesia o partido), como si ellas tuviesen mayor validez que las
pruebas empíricas. Este estilo de razonar, apoyado en argumentos de
autoridad, no siempre excluye la verificación empírica, pero casi sin
excepción conduce a un violentar la realidad para adaptarla a lo que dice «la
autoridad», o bien a mirar la realidad' de manera selectiva. Naturalmente,
esta selectividad tiene un sistema de p,referencia que coincide con lo que
dice el maestro (magíster díxít) o la doctrina a la que se adhiere el individuo
con ciega incondicionalidad.

Hoy a nadie se le ocurre, en el campo de la física, de la química o de la


biología para no indicar sino algunas ciencias utilizar argumentos de
autoridad o hacer interpretación de textos para dirimir una discusión
científica; la verificación empírica y la práctica son los únicos jueces, aunque
sólo sean provisionales, de las cuestiones científicas.

Sin embargo, en el campo de las ciencias sociales, existe esta forma de


subdesarrollo científico, que es el apelar a los argumentos de autoridad. En el
fondo, es una manera de recubrir, con la ortodoxia dogmática, la propia
indigencia cultural y el bajo nivel científico.
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Sin hacer consideraciones éticas acerca de lo denigrante que es «venderse»,


si aplicamos el mismo rigor que exige el método científico para la observación
de los hechos; en este caso a la observación de la ciencia como hecho
social, hemos de concluir que la ciencia no es neutral (ni tampoco el que la
cultiva). La actividad científica es un hecho con implicaciones en todos los
ámbitos de la vida en la sociedad. Sin ética científica, o sin ética de los
científicos, no habría posibilidad de resistir al totalitarismo tecnológico. Por
eso, cuando se insiste en que los científicos deben ser apolíticos, no se hace
otra cosa que propugnar que los científicos sean idiotas útiles del sistema
político.

En última instancia, la actitud científica es un estilo de vida. Hablando


filosóficamente, la vida del científico presenta las características de un
proyecto Enterwurf, es decir, una manera concreta de encarar el mundo y los
otros.

El trabajador social no es un científico social, no es un investigador social en


sentido estricto, pero debe asumir igualmente una actitud científica. La
ciencia y la técnica no son, como ya indicamos, el único modo de acceso a la
realidad; no son tampoco la panacea universal para todos los males, pero ni
de una ni de otra podemos prescindir. Es impropio de un profesional que vive
en la era de la ciencia no asumir una actitud científica en todas las
circunstancias; de su vida; actitud éticamente valiosa pues da a los hombres
una apertura espiritual e intelectual para un diálogo sin barreras de ninguna
índole; porque hace flexible la mente de los hombres, capacitándoles para
liberarse de tado aquéllo que verifican no ser verdadero; porque libera a los
hombres de la enajenacion del error y la ignorancia.

En suma, una actitud científica hace al hombre más hombre, puesto que,
frente a las dos actitudes humanas básicas: la existencia auténtica y la
existencia inauténtica, opta por la primera, que es la siinceridad fundamental,
mientras que la otra ofrece según la conocida expresión de Heidegger, el
descanso mediante el enajenamiento de sí mismo.

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