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La Ilustración

Fuente: sociales_7_b4_s8_est.pdf (colombiaaprende.edu.co)

La Ilustración fue un movimiento intelectual del siglo XVIII que buscaba reevaluar la visión de vida que tenían los
europeos sobre el gobierno, la religión, la economía y la educación. La Ilustración creía en la razón y el pensamiento y la
capacidad del individuo para solucionar problemas. Se le llamó la Edad de la Razón. La Ilustración trajo grandes cambios
en Europa.

Los seguidores de esta corriente formaron un grupo que se llamaba los philosophes (filósofos). Científicos como Newton
les enseñaron a aplicar la razón para explicar el mundo a su alrededor. El progreso se daba por descubrimientos
científicos en la química, física y biología. El hombre comenzó a ver el mundo desde una perspectiva menos religiosa. Es
decir, no había que apelar a Dios para explicarlo todo. La Ilustración promovió la tolerancia religiosa y se deshizo de la
superstición. También realzó al hombre como individuo y éste descubrió maravillas dentro de sí mismo. Al aplicar la
lógica, el individuo de la Edad de la Razón quien creía en sí mismo, sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal: no
necesitaba que nadie se lo dijera. El gobierno existía para promover el bien de la comunidad, para favorecerla, y no para
castigarlo; debía estar en función del individuo y no al revés. Siendo así, era inaceptable que el gobierno fuera corrupto
porque esto iba en contra del bien común.
La Ilustración se basaba en los siguientes postulados:

Razón: El hombre llega a la verdad aplicando su razón y su lógica.

Naturaleza: Todo lo que es natural es bueno y razonable.

Libertad : La libertad de expresión (prensa, pensamiento, palabra), reunión y credo (religión) son necesarias.

Felicidad: La felicidad se busca en este mundo, no en el más allá.

Progreso: El ser humano logra el progreso sin ayudas externas.

Derechos naturales: Los derechos a la vida, la libertad y la propiedad son innatos.

Poderes en el gobierno: El poder se debe dividir en diferentes ramas que se controlan entre sí para evitar dictaduras.

Abolición de la tortura: Nadie debe ser sometido a torturas por motivo alguno. Además, todo acusado tiene derecho a un
juicio justo.

Uno de los más famosos representantes de la Ilustración fue el escritor francés Voltaire (1694-1778: nombre de pila
François-Marie Arouet), defensor a ultranza de la razón. Fue ferviente admirador de Locke con su teoría de los derechos
naturales y del físico Newton con sus formulaciones basadas en la razón y la observación para explicar el funcionamiento
del universo. Usaba su sátira demoledora para desnudar las fallas del clero, la aristocracia y la monarquía. Abogaba por
la tolerancia, la libertad de expresión y la libertad religiosa, aunque consideraba que en general, las masas humanas eran
crueles y simples. Sus escritos y forma de pensar pusieron a muchos a reflexionar.
El Barón de Montesquieu (1689-1755: nombre de pila: Charles-Louis de Secondat) era un noble francés, gran admirador
del sistema político inglés. Se dedicó a analizarlo para entender cómo debía funcionar un gobierno en forma equilibrada.
Escribió un libro llamado El espíritu de las leyes. Cada país debía tener un tipo de gobierno dependiendo de sus
circunstancias: desarrollo económico, modos de producción, costumbres, temperamento y espíritu de la gente, e
inclusive el clima. Planteaba la existencia de tres tipos de gobierno: república (una fusión entre democracia y
aristocracia), monarquía (gobierna un rey) o despotismo (gobierno autoritario, sin limitación de las leyes). Era enemigo
del despotismo porque en este tipo de gobierno, la gente obedecía por miedo. Montesquieu pensaba que la ley es una
norma o regla de conducta humana que debe ser obedecida. Es la expresión de la voluntad de la gente para el bien
común. Existe una ley natural que es igual a la razón y que hay que observar.

El gobierno debía ser estable y ordenado y debía salvaguardarse la libertad política del individuo. Esto se lograba por
medio de la separación de poderes en tres ramas:

El poder ejecutivo (rey y ministros) encargados de hacer cumplir las leyes.

El poder legislativo (parlamento) encargado de formular y aprobar leyes.

El poder judicial (jueces) encargado de interpretar las leyes y decidir cómo se deben aplicar en cada caso.

Montesquieu los llamó las ramas del poder público. Los tres poderes se vigilaban unos a otros en un sistema que el
llamó pesos (frenos) y contrapesos jurídicos (en inglés: checks and balances). La idea es que las tres ramas trabajen en
equipo, busquen un justo equilibrio y funcionen en armonía para el bien del país. Si una rama actúa en forma incorrecta,
las otras dos ramas la frenan. Definitivamente, ninguna rama puede tener un poder ilimitado.

Tomado de: http://pensamientos-frases.blogspot.com/2014/08/un-buen-padre-jean-jacques-rousseau.html


Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) Rousseau nació en Ginebra, Suiza, ciudad de orientación calvinista. Su gran
preocupación fue la libertad del individuo: cómo hacer para que cada individuo mantuviera su libertad sin que el gobierno
lo arrollara. Decía en su libro El contrato social: “el hombre nace libre, y en todas partes está entre cadenas.” Su libro
analiza porqué sucede esto y busca corregir esta contradicción.

Contrario a la Ilustración, Rousseau creía que no sólo la razón era importante en la vida del hombre; los sentimientos
también lo eran. Por eso fue un precursor de una corriente intelectual llamada romanticismo, importante en el siglo XIX.
Las emociones daban valor a la vida y, según él, estas existen en forma más pura y menos vil en el hombre sencillo e
ineducado que en los seres que se dicen “civilizados”. La intuición moral también es importante. Para Rousseau, la fe y la
intuición moral y no la razón y la ciencia, son fundamentales para la creación de una sociedad. La voluntad moral de la
persona es esencial. No creía que el egoísmo fuera algo moralmente correcto ni tenían porqué existir diferencias de
rango social. La base de su sistema político incluía a todos y no sólo los privilegiados, porque para él, todos los hombres
eran iguales. En eso se diferenciaba de Hobbes y Locke. El único gobierno que servía era el que era formado por
personas que de buena voluntad, entregaban al gobierno parte de su libertad por el bien común: el contrato se celebraba
entre individuos libres dispuestos a crear una sociedad y un gobierno. Rousseau también defendía la soberanía popular.
El individuo se sujeta a una sociedad desde la ética, y el derecho y el poder son secundarios. El hombre entra a una
comunidad política convencido de que es correcto y esta comunidad es el principal instrumento de moralización para los
hombres, pues es de la sociedad de donde emanan conceptos como la felicidad, la propiedad, el deseo de crear un
gobierno, como también nociones de libertad, individualidad, egoísmo y respeto por pactos sociales. Los seres humanos
deben hacerse ciudadanos antes de que se les pueda hacer hombres. Dependiendo de cómo se haga esa sociedad, el
hombre puede terminar siendo su esclavo, aunque piense que es libre.

PERSONAJE CLAVE DE LA ILUSTRACIÓN


T o m a d o d e : Voltaire, el filósofo que siempre tenía razón (nationalgeographic.com.es)

voltaire, el filósofo que siempre tenía razón


Entre los grandes pensadores de la Ilustración, pocos fueron tan atrevidos como Voltaire. Fue un crítico feroz de todo lo que
consideraba equivocado; no dejaba títere con cabeza, obligándole a lo largo de su vida a viajar huyendo de un país a otro
continuamente.
Abel de Medici

No siempre podemos agradar, pero siempre podemos tratar de ser agradables”. Una afirmación que su
autor, François-Marie Arouet, más conocido por el seudónimo de Voltaire, no se aplicaba a sí mismo. Al
contrario, el que fuera uno de los mayores pensadores ilustrados se caracterizó a lo largo de su agitada vida por
exhibir una escasa diplomacia, lo cual lo llevó a huir constantemente de un país a otro.

UNA VIDA ERRANTE


Nacido el 21 de noviembre de 1694 en Châtenay-Malabry, en las afueras de París, este hijo de notario decidió dejar
sus estudios de derecho para dedicarse a las letras. El motivo, según él, fue que no quería convertirse en un
funcionario más, a pesar de lo cual compaginó su actividad literaria con trabajos en oficinas gubernamentales. Una
de sus primeras producciones fue una sátira contra el regente del reino, el duque Felipe de Orléans, un
atrevimiento que le llevó a la Bastilla durante casi un año.
Voltaire fue encarcelado y exiliado en diversas ocasiones a causa de su carácter transgresor y sus críticas a la nobleza y
a la Iglesia.

Al encarcelamiento siguió un periodo de arresto domiciliario en su casa, que dedicó a la producción de poesía y
teatro, en los cuales ya se había hecho un nombre antes de dar con sus huesos en la prisión. En esa época adoptó
el seudónimo de Voltaire, sobre cuyo origen existen diversas teorías, ninguna de ellas completamente demostrada.
Lejos de moderar su carácter, la cárcel y el confinamiento afilaron más su lengua, al darse cuenta de que por
mucho éxito que tuviera como literato y aunque los nobles lo invitaran a sus recepciones, a sus ojos sería siempre
un plebeyo y no le estaría permitido criticar a los poderosos sin ser castigado por ello.

En 1726, a raíz de una disputa con el caballero Guy Auguste de Rohan -quien se había negado a batirse en duelo
con él por ser un plebeyo-, Voltaire fue encarcelado de nuevo y esta vez exiliado a Inglaterra. Sin embargo,
este castigo resultó ser una bendición para él, pues encontró al otro lado del Canal nuevos estímulos intelectuales y
una mayor libertad de expresión. Cuando volvió a Francia tres años después, su ingenio y su determinación
estaban más vivos que nunca.

En las décadas siguientes Voltaire alternó su vida literaria en Francia con periodos en el extranjero, principalmente
Suiza y Prusia, donde fue chambelán del rey Federico el Grande. A su regreso compró una propiedad cerca de la
frontera franco-suiza, para poder huir rápidamente del país si se volvía a meter en problemas, lo cual sucedió
a menudo. En sus viajes por Europa se relacionó con pensadores de todas las tendencias, pues alardeaba de su
tolerancia, aunque no siempre la practicaba ni mucho menos la recibía.

En febrero de 1778, volvió a su París natal para asistir al estreno de su última obra, Irene, a pesar de su delicada
salud. Con 83 años a sus espaldas, veía próximo su fin y quería obtener una última satisfacción volviendo
triunfalmente a la ciudad que lo había visto nacer y cuya aristocracia y clero le habían forzado a abandonar.
Demasiado triunfal, de hecho, pues los numerosos actos y visitas acabaron de minar su salud. Murió el 30 de
mayo, sin llegar a ver la Revolución que sus ideas habían contribuido a inspirar; en 1791, sus restos fueron
exhumados y enterrados de nuevo en el Panteón, el monumento reservado a los más ilustres personajes de la
historia francesa.

CRÍTICO CON TODOS


Lo que hizo de Voltaire un personaje tan polémico fueron sus ataques a todos aquellos que consideraba
indignos, lo que venía a ser gran parte de la humanidad. No había estamento o credo que se salvara: a los
aristócratas los consideraba unos parásitos, a los burgueses unos avariciosos que solo miraban para sí mismos; a
los monarcas unos déspotas, a las multitudes una masa ignorante incapaz de construir una alternativa mejor; al
poder religioso, una fuente de ignorancia y superstición, al secular, una fuerza opresora que solo pensaba en
acaparar cuanto pudiese.
Lo que hizo de Voltaire un personaje tan polémico fueron sus ataques a todos aquellos que consideraba indignos, lo que
venía a ser gran parte de la humanidad.

Sus críticas más feroces iban dirigidas contra la religión, que consideraba en la mayoría de sus formas la fuente
de toda la ignorancia e intolerancia. Al cristianismo lo consideraba “la religión más ridícula, absurda y sangrienta
que ha infectado este mundo” y llegó a pedir al rey prusiano que “extirpara esa infame superstición si quería dejar
algún buen legado tras su muerte”. De los judíos decía que eran “gente ignorante y bárbara que ha unido la avaricia
más sórdida, la superstición más detestable y el odio más intenso hacia el resto de la gente que les tolera y
enriquece”. A Mahoma, sobre quien llegó a escribir una obra de teatro, lo llamó “vendedor de camellos” y “un
charlatán que dijo haber hablado con ángeles, subido a los cielos y escrito un libro ininteligible que a cada página
hace estremecer al sentido común”.

En cambio, manifestó un gran aprecio por el hinduismo, que veía como una religión compasiva con todos los seres
vivos; y especialmente por el confucianismo, en cuya filosofía de la verdad y la rectitud moral veía un ejemplo que
habrían debido seguir todos los gobernantes. Voltaire creía que solo una guía ilustrada y una educación
basada en la razón podrían redimir la decadencia moral de Europa; desconfiaba de los estamentos
privilegiados, que solo procuraban mantener sus privilegios, y más aún de las masas de gente común, que
consideraba peligrosas por su superstición y falta de formación.

A pesar de sus críticas nada contenidas, fue un ferviente defensor de la tolerancia y los derechos civiles como única
base posible para una sociedad moralmente sana. Insistió en que la justicia y las oportunidades debían ser
iguales para todos, una creencia arraigada en él desde su primer encarcelamiento, en el que sufrió en sus carnes
la discriminación por no ser un noble. La razón y el conocimiento científico debían sustituir a la arbitrariedad
y la superstición; y los líderes ilustrados debían usar su poder para garantizar un orden que actuara en el mejor
beneficio de todos los miembros de la sociedad sin perjudicar injustamente a ninguno de ellos. Su defensa de una
justicia igualitaria caló sobre todo entre los burgueses y los aristócratas ilustrados e inspiró la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano en la que se basó el espíritu de la Revolución Francesa.
Voltaire es uno de los autores más importantes en lengua francesa, con una producción que abarca poesía y prosa
literarias, obras de teatro, tratados filosóficos, históricos y científicos, y una ingente correspondencia privada.
Su faceta de pensador va a la par con la de escritor. Voltaire es uno de los autores más importantes en lengua
francesa, con una producción que abarca poesía y prosa literarias, obras de teatro, tratados filosóficos, históricos y
científicos, y una ingente correspondencia privada. Se carteó con personalidades de todo tipo, desde filósofos con
quienes mantuvo acaloradas discusiones, hasta la propia emperatriz rusa Catalina la Grande, que representaba su
ideal de soberano ilustrado. Voltaire, a pesar de su discurso en favor de la igualdad, nunca creyó en la
democracia ni en las cualidades de la gente corriente, como escribió en una carta a la zarina: “No hay casi nada
de grandioso que se haya conseguido de no ser por el genio y la firmeza de un solo hombre combatiendo los
prejuicios de la multitud”. Una afirmación que sintetiza el pensamiento de un hombre que no solo creía en la razón,
sino que además estaba convencido de tenerla.

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