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SEMINARIO VIRTUAL Nº 1922

Teorías queer y pensamiento sexo-disidente

“Depraved Barbie”. Fotografía de la artista canadiense Mariel Clayton

INTRODUCCIÓN A CONCEPTOS CLAVE DE DISIDENCIAS, FEMINISMOS, GÉNEROS Y


SEXUALIDADES

Bienvenidxs a la segunda clase del seminario “Teorías queer y pensamiento sexo-


disidente”. En esta clase abordaremos, a modo introductorio, una serie de conceptos
clave para el trabajo a realizar en las clases siguientes. Los mismos están vinculados al
pensamiento sexo-disidente pero también son específicos de diferentes líneas de
teorización como teorías queer, estudios transgénero, estudios comparados queer, teoría
feminista, estudios de género, entre otros. Se trata de conceptos iniciales que en el
desarrollo del curso se pretende pensarlos, discutirlos y tensionarlos desde una
situacionalidad vinculada a espacios de producción de América Latina y el Caribe. Para
esto se va a trabajar específicamente y de forma introductoria con conceptos como
patriarcado, sexo-género, feminismos, queer, disidencia sexual, colectivo LGBTIQ+,
orientación sexual, género, sistema de sexo-género, régimen farmacopornográfico,
pensamiento heterosexual, entre otros.
A su vez, se pondrán en diálogo a partir de la clase siguiente con la emergencia del
dispositivo de sexualidad (Foucault, 1976) en el siglo XIX como punto de partida de los
movimientos sexo-políticos en la deriva que pretende construir el curso, pensada como
una variante dentro de otras múltiples alternativas de construcción genealógica de
diferentes momentos de la disidencia sexual.
Esta segunda clase pretende tener una dinámica colectiva de discusión y trabajo con esos
conceptos en virtud del recorrido genealógico que se va a realizar en todo el curso. El
punto de partida situado de inicio será el año 1869 como el año que Foucault marca se
utiliza por primera vez el término homosexualidad ("Homosexualität") en alemán. Una vez
sean introducidos todos los conceptos y categorías (introductorias para el curso en
general) se pretenden marcar el punto de partida que se comenzará a trabajar de forma
más exhaustiva a partir de la tercera clase.
En este sentido, la lista de conceptos que les dejamos a continuación no tiene una
intención de ser exhaustiva ni de agotar todas las posibilidades de un pensamiento sexo-
disidente. Los ofrecemos ordenados alfabéticamente pero pueden ser leídos en cualquier
orden, vinculados entre sí o hacerlos dialogar de diferentes formas.

MAPA DE CONCEPTOS VINCULADOS A PENSAMIENTO SEXO-DISIDENTE

BDSM
El término sadomasoquismo nace en el ámbito de la medicina y la psiquiatría para
designar a una desviación patológica de la conducta sexual. Se trata de un neologismo
impuesto por el médico alemán Richard von Krafft-Ebing en su Psychopathia Sexualis
(1886), quien toma los nombres de dos autores literarios, Leopold von Sacher-Masoch y el
Marqués de Sade. Pero si el término sadomasoquismo surge en el ámbito de la psiquiatría
con una connotación patológica de las prácticas asociadas a él, ya para las décadas del
setenta y ochenta se generan subculturas BDSM-leather asociadas con la comunidad gay-
lésbica. Ya en esta época el BDSM comienza a ser una práctica, no una patología
psiquiátrica. En los años setenta, con los grupos y subculturas en torno a estas prácticas
sexo-disidentes, se comienza a usar la sigla SM o S&M para desligarla de las
connotaciones negativas del término “sadomasoquismo”. Luego se convirtió en BDSM
(Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo) y también BDSM-
leather, por la asociación con el uso de ropa de cuerpo. David Halperin se refiere a BDSM
para designar al sadomasoquismo como práctica sexual tendiente al placer y a toda una
serie de prácticas relacionadas, entre las que menciona, "el bondage, el rasurado, el
piercing, la humillación, la flagelación, el fistfucking, la tortura de los senos, el pene y los
testículos". Lo importante es que todas estas prácticas desexualizan el cuerpo, evitando
los genitales, bordeándolos o refuncionalizándolos (Halperin, 2007: 111). Asimismo, es
importante señalar que estas prácticas que permiten no sólo la creación de nuevos
placeres desgenitalizados sino también la producción de nuevas formas de vinculación
sexo-afectiva, pues se basan en la idea de un contrato, es decir, de prácticas consensuadas
que tienden a maximizar el placer de todos los involucrados en ellas. Cf. CONTRA-
SEXUALIDAD.

BICATEGORIZACIÓN SEXUAL/BINARISMO DE GÉNERO


Según Elsa Dorlin,

“La historia de las definiciones del sexo es la ilustración perfecta de la historia social
y política de una crisis científica, entendida como el punto crítico al que llega una
teoría cuando se vuelve incapaz de dar cuenta de un fenómeno. Desde el siglo XVII,
el “sexo” fue definido según un modelo bicategorial, con la ayuda de diferentes
campos conceptuales: la fisiopatología del temperamento, la anatomía de los
aparatos genitales y luego de la gónadas (los testículos o los ovarios), la información
hormonal (hormonas llamadas “femeninas” y “masculinas”), la genética (los
cromosomas XX, XY). Se trata de las cuatro grandes definiciones de la
bicategorización sexual: el sexo humoral, el sexo gonádico, el sexo hormonal y el
sexo cromosómico. El temperamento, las gónadas, las hormonas, los cromosomas
fueron así alternativamente considerados como el fundamento de la distinción entre
“machos” y “hembras”. Pero estas cuatro definiciones, tal y como fueron
históricamente elaboradas, tropezaron todas sobre la imposible reducción del
proceso de sexuación biológica a dos categorías de sexo absolutamente distintas. En
este sentido, podría definirse la bicategorización sexual como un “obstáculo
epistemológico” para la comprensión científica del “sexo” como proceso complejo
de sexuación, irreductible a dos categorías de sexo. (…) Las investigaciones llevadas
a cabo por la bióloga Anne Fausto-Sterling, profesora en el departamento de
biología molecular y celular en la Brown University y especialista en teoría feminista,
muestran, por ejemplo, que la clasificación de los fenómenos de sexuación en dos
sexos es errónea. Esto no significa que toda clasificación es imposible, sino que, si
tenemos en cuenta el conjunto de los niveles de sexuación (fisiológico, anatómico,
cromosómico) existen mucho más que dos sexos (macho/hembra).”. (38)
Sobre la base de esta bicategorización sexual, se establecieron también dos géneros,
masculino y femenino, pero como afirma Butler, “las normas reguladores del ‘sexo’ obran
de una manera performativa [Cf. CONCEPCIÓN PERFORMATIVA DEL GÉNERO] para constituir la
materialidad de los cuerpos y, más específicamente, para materializar el sexo del cuerpo,
para materializar la diferencia sexual en aras de consolidar el imperativo heterosexual”
(Butler, 2002: 18). O, dicho con las palabras de Elsa Dorlin: “siempre hay ya, en lo que
comúnmente percibimos como el ‘sexo biológico’ de los individuos, género y las trazas de
una gestión social de la reproducción, es decir, una identidad sexual (de género y de
sexualidad) impuesta, asignada” (Dorlin, p. 35) [Cf. PENSAMIENTO HETEROSEXUAL]. En este
sentido, es posible pensar que la bicategorización sexual lejos de ser la base biológica para
el binarismo de género, es un producto de este último. Como dice Dorlin, “el género
precede al sexo” (42). Cf. GÉNERO/GENDER, SEXO-GÉNERO y SISTEMA DE SEXO-GÉNERO.

CIS-GÉNERO, CISEXISMO
Mauro Cabral señala que cis- y trans- son prefijos latinos, que cis quiere decir “de este
lado” y trans “del otro lado”:

“Esta oposición distingue entre dos experiencias básicas de la encarnación del


género: la de los hombres y las mujeres que viven en el sexo que les fuera asignado
al nacer y la de los hombres y las mujeres que en algún momento de su vida
cambiaron de sexo. Bajo este régimen semántico, la experiencia de hombres y
mujeres –cisexuales- se equipara a la de hombres y mujeres –transexuales: ambas
son experiencias marcadas, susceptibles de ser narradas por otro u otra que las
distingue de las propias sin otorgarle, al mismo tiempo, superioridad discursiva
alguna”. (Cabral, 2009: 48)

El prefijo "Cis" comenzó a usarse en el activismo y la teoría trans durante las últimas
décadas para marcar los privilegios de lo no-transgénero: “The idea behind the term is to
resist the way that ‘woman’ or ‘man’ can mean ‘nontransgender woman’ or
‘nontransgender man’ by default, unless the person’s transgender or nonbinary status is
explicitly named” (Stryker, 2008). Por otro lado, el cisexismo o cisgenderism sería la
tendencia social y muchas veces difundida y legitimada de que las identidades de género y
las corporalidades trans son menos “legítimas” que las cisexuales: “Cisgenderism refers to
the cultural and systemic ideology that denies, denigrates, or pathologizes self-identified
gender identities that do not align with assigned gender at birth as well as resulting
behavior, expression, and community.” (Lennon/Mistler, 2014: 63). Julia Serano indica
que así como las orientaciones homo o bisexuales pueden ser consideradas como
cuestionables, moralmente sospechosas y con menos validez en el sistema cis-hetero-
patriarcal, las identidades de género trans son, desde una perspectiva cisexista como
menos válidas social, política y legalmente que las identidades de género cis (Serano,
2007: 42). Para Mauro Cabral, así como el sexismo coloca a las mujeres y lo femenino en
un lugar subordinado e inferior respecto a los varones y lo masculino, el cisexismo coloca
a las personas trans en lugares inferiores y subordinados respecto las personas cis.
(Cabral, 2009: 48). Cf. BICATEGORIZACIÓN SEXUAL / BINARISMO DE GÉNERO.

CONCEPCIÓN PERFORMATIVA DEL GÉNERO


Judith Butler introduce el concepto de performatividad de género. Contra la presuposición
de sentido común que concibe cualquier actuación de género como expresión de una
determinada identidad de género mayormente estable -por ejemplo, actuamos como
mujeres porque tenemos una identidad femenina-, Butler toma en cuenta la sugerencia
nietzscheana de que “no hay ningún “ser” detrás del hacer” y considera que el género no
es un atributo sustantivo que precede a nuestras actuaciones/performances masculinas o
femeninas. Como señala Mattio: “Butler entiende que, como en cualquier otro drama
social ritual, toda actuación-performance de género no es más que el efecto de la
repetición de un conjunto de significados establecidos socialmente.” (Mattio, 91).
Según Butler, “El género no debe interpretarse como una identidad estable o un lugar
donde se asiente la capacidad de acción y de donde resulten diversos actos, sino, más
bien, como una identidad débilmente constituida en el tiempo, instituida en un espacio
exterior mediante una repetición estilizada de actos.” De acuerdo a esto Butler evita que
se conciba el género de forma voluntarista: no se elige el género que actuamos. La
performatividad no es un acto singular y deliberado sino que debe ser entendido como la
práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que
nombra. El enunciado no supone el reconocimiento de una identidad preestablecida sino
que produce performativamente la identidad que nombra, en tanto coloca a esta porción
de carne humana bajo las regulaciones sociales que las categorías de género
presuponen. Según la teoría de la performatividad de Butler el género y la sexualidad son
una repetición regulada de actos de habla. La performance drag constituye así una
parodia de estos mecanismos de constitución de subjetividad sexuada, revelando la
estructura imitativa del género (Butler, 2007). Pero si el cuerpo, el género, el sexo y la
identidad dependen de la iteración de ciertos actos discursivos que construyen la ficción
de un original es entonces en la desviación de la citación de la norma en donde radica su
poder subversivo: “lo iterable de la perfomatividad es una teoría de la capacidad de acción
(o agencia), una teoría que no puede negar el poder como condición de su propia
posibilidad” (Butler, 2007: 29). Cf. GENDER/GÉNERO y SEXO-GÉNERO

CONTRA-SEXUALIDAD
Preciado piensa que el sexo y el género son tecnologías de dominación heterosocial que
reducen el cuerpo a zonas erógenas en función de una distribución asimétrica del poder
entre los sexos (femenino/masculino), haciendo coincidir ciertos afectos con
determinados órganos, ciertas sensaciones con determinadas reacciones anatómicas (ver
Mattio, pág. 97). Tal como cita Mattio: “En la medida que el deseo, la excitación sexual o
el orgasmo son el resultado de una economía tecnológica que identifica los órganos
reproductores como órganos sexuales, no sólo se sacrifica en dicho altar quirúrgico la
sexualización de la totalidad del cuerpo, sino que se autoriza la explotación material de un
sexo sobre el otro. Se canoniza una heteropartición de los cuerpos que no sólo reduce la
superficie erótica de los cuerpos a los órganos sexuales reproductivos, sino que privilegia
el pene como “único centro mecánico de producción de placer” (Preciado citada por
Mattio, pp. 97-98).
La contra-sexualidad de Preciado se coloca más allá del debate entre esencialistas y
constructivistas (el sexo-género como esencia o el sexo-género como construcción
respectivamente). Ignora la habitual identificación del género como la construcción social
de la diferencia sexual en diferentes contextos históricos y culturales [Cf. BICATEGORIZACIÓN
SEXUAL/BINARISMO DE GÉNERO], correlativa del prejuicio según el cual el sexo y la diferencia
sexual serían dependientes de funciones biológicas inalterables (Ver Mattio, pág. 98). La
contra-sexualidad va de la mano de un nuevo orden corporal –poshumano- en el que ni la
biología ni la cultura se imponen como destino. Cf. BDSM.

DISIDENCIA SEXUAL
La idea/término/categoría disidencia sexual tiene una historia compleja que se puede
datar (por lo menos) en diferentes apariciones textuales en los años setenta y que vuelve
a aflorar en contextos geopolíticos muy diferentes. Por ejemplo, aparece en los años
noventa (aunque está lejos de ser el primer uso “teórico” del término) como categoría
“Sexual Dissent” (Duggan/Hunter, 1995) o “Sexual Dissidence” (Dollimore, 1991) en
algunos textos que forman parte de lo que después se agrupó como teoría queer.
También aparece en el contexto latinoamericano en diferentes textos activistas y teóricos
de las últimas décadas como por ejemplo muchos de los libros y artículos de val flores. En
la perspectiva en la que se inscribe este curso resulta complejo encontrar una definición
única y cerrada de la disidencia sexual, por eso su uso va a ser fluctuante e irá cambiando
para no pensarla como un constructo cerrado.
Por supuesto que disidencia sexual es una categoría que ha sido teorizada y analizada por
muchxs activistas y teóricxs. Aunque no sea posible (ni conveniente) llegar a una
definición cerrada de la disidencia sexual, es interesante recorrer algunas tensiones y
discusiones que suscita. En interruqciones. ensayos de poética activista. escritura, política,
pedagogía (2013), val flores señala algunas cuestiones sobre la disidencia sexual con las
que podemos acordar:

“La disidencia sexual es un emplazamiento estratégico que marca cierto


distanciamiento de los discursos, prácticas y estrategias de los movimientos
homosexuales más tradicionales, cuya política se ve hegemonizada por la
centralidad del Estado como único interlocutor y gestor de demandas, una agenda
liberal que tiende a reclamos normalizadores o asimilacionistas como el matrimonio
gay y una política de representación articulada sobre identidades cerradas que
sectorizan y aíslan las múltiples luchas por la autonomía cultural.
Forma singular, móvil y mudable de práctica teórico-política-estética de resistencia y
desobediencia, la disidencia sexual supone un cuestionamiento de la ortodoxia
homosexual y feminista, siempre relativas y dependientes de los lugares donde se
sitúe el sujeto de su afirmación, de su locus de enunciación.” (flores, 2013: 38)

En un texto reciente val flores (2018) vuelve (entre otras cuestiones) sobre la disidencia
sexual:

“Disidencia sexual significa para mí un modo de interpretación, de acción política y


de intervención crítica que está en permanente análisis y conflicto de cómo se
constituyen y actúan las políticas sexuales en relación a las políticas económicas,
culturales, sociales, educativas; busca discernir cómo opera lo sexual en el cruce de
todos estos campos para activar disensos, interrupciones, disonancias. La disidencia
sexual no necesariamente se articula alrededor de una identidad, sino de la crítica a
las normas sexuales, formulando preguntas convulsivas que desbordan los libretos
sociales, prendadas por los huecos de las leyes, discursos y prácticas donde quedan
alojadas las sombras de lo residual y lo desintegrado, lo inconexo y lo vagabundo, lo
divergente y lo refractario, que expresan malestar y desencaje, contrasentidos e
incertidumbres.” (flores, 2018: 154)
Nos gustaría pensar la disidencia sexual como algo que fluye, que muta (mutante), en
movimiento y devenir, en un punto una forma de subversión del orden sexo-genérico que
podemos llamar sexo-subversión; algo que es indefinible porque es todo y nada según el
aquí y ahora del lugar desde el que enunciamos y habitamos, una modalidad sexo-
subversiva de desenmascarar que la normalidad y lo normal son ficciones disciplinadoras y
represivas. Cf. QUEER.

FEMINISMOS
Una definición ya clásica del feminismo es la que ofrece Karen Offen:

“El feminismo se nos presenta como un concepto capaz de englobar una ideología y
un movimiento de cambio sociopolítico fundado en el análisis crítico del privilegio
del varón y de la subordinación de la mujer en cualquier sociedad dada. La piedra
angular del edificio ideológico del feminismo, su categoría fundamental de análisis,
es, por supuesto, el género, o la imagen diferencial del comportamiento de los
sexos, que la sociedad ha construido sobre la base de las diferencias fisiológicas.
Esto hace que el feminismo plantee cuestiones que conciernen a la autonomía o la
libertad personal, con referencias constantes a aspectos fundamentales de la
organización social que en las sociedades occidentales se centran en la vieja
discusión sobre la familia y su relación con el Estado, y en la injusta distribución
histórica del poder político, social y económico entre los sexos subyacentes en este
debate. El feminismo se opone a la subordinación de la mujer al hombre en la
familia y en la sociedad, así como a las pretensiones de los hombres de definir lo que
es mejor para las mujeres sin consultarlas; se enfrenta, por lo tanto, frontalmente al
pensamiento patriarcal, a la organización social y a los mecanismos de control. Su
objetivo es destruir la jerarquía masculinista, no el dualismo sexual. El feminismo es
necesariamente pro mujer aunque esto no significa que tenga que ser antihombre,
de hecho, en el pasado, algunos de los defensores más importantes de la causa de la
mujer han sido hombres. El feminismo exige que el poder social, económico y
político de una sociedad dada se reestructure de forma que exista un equilibro entre
las mujeres y los hombres, apelando a una humanidad en común en beneficio de los
dos sexos pero respetando sus diferencias. Responde a un reto fundamentalmente
humanístico que plantea cuestiones como las de la libertad y la responsabilidad
individual, la responsabilidad colectiva de los individuos hacia el resto de la sociedad
y los modos de relación con los demás. A pesar de ello, el feminismo ha sido, y
todavía es, un desafío político a la autoridad y la jerarquía masculinas en el sentido
más profundo: “la aspiración última”, como Claire Moses ha expuesto, “es
revolucionaria”. En lugar de ésta yo utilizaría la palabra “transformación” que no
tiene tantas connotaciones de violencia física.”. (Offen, 1991: 130-131)

Cf. GÉNERO/GENDER y PATRIARCADO.

GÉNERO/GENDER
En inglés hay dos palabras distintas para designar lo que en español se nombra como
“género”. Por un lado, “genre” designa en el ámbito de las artes, en general, y en el cine y
la literatura, en particular, a los posibles agrupamientos de las obras según sus
características. Así se habla de géneros literarios (drama, lírica, cuento, novela, fantástico,
relista, etc.) y cinematográficos (drama, comedia, ciencia ficción, aventuras, terror, etc.).
Por otro lado, “gender” designa lo que se conoce como género sexual, a partir de la
bicategorización que divide a los seres humanos en masculinos/hombres y
femeninos/mujeres. El concepto de género/gender tiene su origen en el médico John
Money en 1955 para diferenciarlo del “sexo” como lo biológicamente dado. A partir de
entonces el género sería la manifestación cultural y social de los caracteres sexuales. Estas
ideas han sido ampliamente debatidas y cuestionadas por las teorías queer. Lo que
interesa señalar es que con el término “genderización” o “generización” podemos
referirnos a la asignación compulsiva de género a partir del binario hombre-mujer. Dorlin
señala al respecto:

“En 1972, la socióloga británica Ann Oakley publica Sex, Gender and Society, obra en
la cual ella distingue el sexo del género y que señala la emergencia del concepto de
género en la teoría feminista. Para distinguir el sexo del género, Ann Oakley se
apoya precisamente en las investigaciones llevadas a cabo por Money o Stoller, a
quienes saluda, para radicalizarlos. Como lo escribe Iliana Löwy, a propósito del lazo
estrecho entre los trabajos sobre la intersexualidad y las primeras teorizaciones
feministas del género: “Las investigaciones sobre los individuos “intersexos”, así
como los fenómenos de transexualidad demuestran que ni el deseo sexual, ni el
comportamiento sexual, ni la identidad de género son dependientes de las
estructuras anatómicas, de los cromosomas o de las hormonas. De ahí procede la
arbitrariedad de los roles sexuales. A partir de esta primera elaboración, el concepto
de género fue utilizado en ciencias sociales para definir las identidades, los roles
(tareas y funciones), los valores, las representaciones o los atributos simbólicos,
femeninos y masculinos, como los productos de una socialización de los individuos y
no como los efectos de una “naturaleza”. Así, esta distinción entre el sexo y el
género permitió romper la relación de causalidad comúnmente supuesta entre los
cuerpos sexuados, y más ampliamente el orden “natural” o biológico, por una parte,
y las relaciones sociales desiguales entre hombres y mujeres, por la otra.” (35)

HOMONORMA
Por homonormatividad se suele designar las normas sociales que personas gay y lesbianas
deben adoptar para ser aceptadas en la sociedad. Lo podemos entender en oposición a la
disidencia. Se trata de que las personas homosexuales sigan las normas sociales y morales
propias de las parejas heterosexuales, reforzando criterios propios de la
heteronormatividad, como la familia nuclear, el binarismo de sexo-género y la
monogamia. Se trata de una nueva forma de segregación de las personas que no se
adaptan a las mismas, es decir, que tienen prácticas disidentes, creativas o anti-
identitarias. El término fue usado por primera vez por Lisa Duggan (2003) retomando el
concepto de heteronormatividad de Michael Warner (1993).

LGBTI / LGBTTTIQ+
Las siglas LGBTI o LGBTTTIQ+, entre otras formulaciones, se utilizan para designar a las
comunidades no cisheterosexuales. La sigla ha tenido cambios a través del tiempo. De una
de las formulaciones iniciales, como LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales,
intersexuales) ha pasado a usarse LGBTIQ (con el agregado de queer) o LGBTTTIQ (para
distinguir travestis, transexuales y transgénero) de modo de intentar volverla cada vez
más inclusiva. Actualmente, suele agregarse incluso el signo ‘más’ y se utiliza LGBTTTIQ+.
Sin embargo, a pesar de haber sido objeto de discusiones y de cambios y
transformaciones para intentar volverla más inclusiva, sigue siendo objeto de críticas por
dejar afuera ciertas identidades.

MATRIZ HETEROSEXUAL
En uno de los libros más importantes para las teorías queer, Gender Trouble (1990) Judith
Butler se propuso desestabilizar el orden obligatorio de sexo/género/deseo, es decir la
pretendida naturalidad del vínculo causal o expresivo entre tales términos. Un régimen de
regularidad semejante, lejos de estar inscripto en la naturaleza humana, es para Butler el
producto contingente de lo que denominaba matriz heterosexual, esto es la rejilla de
inteligibilidad cultural a través de la cual se naturalizan cuerpo, género y deseos. Tal como
cita Mattio: “Un modelo discursivo/epistémico hegemónico de inteligibilidad de género,
que supone que para que los cuerpos sean coherentes y tengan sentido debe haber un
sexo estable expresado mediante un género estable (masculino expresa macho, femenino
expresa hembra) que se define históricamente y por oposición mediante la práctica
obligatoria de la heterosexualidad.” (Cita de Judith Butler en traducción de Eduardo
Mattio). Cf. PENSAMIENTO HETEROSEXUAL y CONCEPCIÓN PERFORMATIVA DE GÉNERO.

ORIENTACIÓN SEXUAL
Según Jeffrey Weeks, la orientación sexual como concepto es muy utilizado pero resulta
fundamentalmente ambiguo:

“Se empezó a usar en los debates sobre sexualidad en los años 1970 en gran medida
como sinónimo de Homosexualidad y de elección de objeto y, con menos
frecuencia, en todo caso, para los patrones heterosexuales, aunque la lógica habría
aconsejado que lo que es verdad para una forma de sexualidad debe serlo para la
otra. Pero la lógica tiene poco que hacer con respecto a la popularidad de los
conceptos. La ‘orientación sexual’ sugiere la existencia de una naturaleza sexual
esencial que forma la subjetividad humana. Como tal, ha sido de gran valor en
argumentos a favor de la igualdad homosexual y de la justicia: si había algo fijado y
dado por la naturaleza, entonces sin duda alguna no debía ser objeto de una
legislación hostil, de discriminación y homofobia. Esta clase de argumentos tiene
una larga historia.” (p. 184)

La idea de orientación sexual, sostiene Weeks, también permitió diferenciar entre


comportamientos e identidad. Con la liberación gay de los años setenta se consolidó la
idea de una identidad sexual construida en torno a una orientación fija: “El tema
realmente importante no es si existe una inclinación biológica o psicológica que distingue
a los que se sienten atraídos sexualmente por personas del mismo género de los que no.
Más fundamentalmente son los significados que adquieren esas inclinaciones (…)”. Desde
la teoría queer las categorizaciones fijas como la de la orientación sexual han sido
cuestionadas fuertemente. Comenta Weeks: “Las explicaciones a favor de los derechos y
la justicia basadas en la idea de una orientación sexual fija ignoran las estructuras
subyacentes de la heteronormatividad y atrapan a la gente en identidades y categorías
rígidas” (pp. 156-7). Cf. QUEER y SEXO-GÉNERO.

PATRIARCADO
La liberación gay-lésbica de los setenta en Estados Unidos va de la mano de los
movimientos feministas y lo que se conoce como la segunda ola del feminismo. En el
contexto del avance de los movimientos de mujeres en la segunda mitad de los sesenta
comienzan a formularse ideas y políticas revolucionarias. Se publican libros clave para el
feminismo como Sexual Politics (1970) de Kate Millet, The Dialectic of Sex: The Case for
Feminist Revolution (1970) de Shulamith Firestone, The Female Eunuch (1970) de
Germaine Greer, Patriarchal Attitudes: Women in Society (1990) de Eva Figes, entre otros
(Bryson, 1992). Un ejemplo paradigmático es el de la publicación de Sexual Politics (1970)
de Kate Millet, que se constituye en uno de los textos más importantes del feminismo de
la segunda ola. Y junto a otros cruces textuales y activistas del movimiento de mujeres,
devienen modelos que marcaron el surgimiento del movimiento de liberación gay-lésbica.
El libro de Millet, producto de su tesis escrita en 1969, trabaja una de las nociones más
importantes del feminismo de la segunda ola con la introducción del concepto de
patriarcado, al que define como un sistema de dominación y disciplinamiento de las
mujeres (Millet, 1970: 69-71). La conceptualización de Kate Millet se realiza en torno a la
idea de que el poder toma la forma de la dominación masculina sobre las mujeres en
todas las áreas de la vida, pero está tan enraizado en las estructuras sociales que simula
una falsa naturalidad. De acuerdo a Millet el poder patriarcal de los varones sobre las
mujeres es básico para el funcionamiento de todas las sociedades y se extiende en todas
las instituciones formales del poder y más allá, porque sobrepasa divisiones de clase y
etnia. De ahí que la famosa frase de Millet “lo personal es político” se convierta en un
concepto central para pensar el patriarcado y tiene una influencia muy importante en la
liberación gay-lésbica (Bryson, 1992: 166). En su libro postula una teoría de la política
sexual, una suerte de teorización del patriarcado en la que Millet “se propone demostrar
que el sexo es una categoría social impregnada de política.” (1970: 68). El trabajo de Millet
es muy importante para diversas áreas de pensamiento y teoría. A partir de un análisis
vinculado a diversas disciplinas (historia, crítica literaria, política, etc.) Millet aborda la
historia y el desarrollo del concepto de patriarcado.
Teniendo en cuenta las teorizaciones sexo-disidentes, queer y trans nos referiremos al
patriarcado como cis-hetero-patriarcado. Cf. FEMINISMOS

PENSAMIENTO HETEROSEXUAL.
Wittig considera a la heterosexualidad como un régimen político que asegura la
reproducción de la estructura de explotación y dominación de las mujeres y el género y el
“mito de la mujer” son los efectos ideológico-discursivos de ese régimen:

“Esta tendencia a la universalidad tiene como consecuencia que el pensamiento


heterosexual es incapaz de concebir una cultura, una sociedad, en la que la
heterosexualidad no ordenara no sólo todas las relaciones humanas, sino su
producción de conceptos al mismo tiempo que todos los procesos que escapan a la
conciencia. Estos procesos inconscientes se tornan, por otra parte, históricamente
cada vez más imperativos en lo que nos enseñan sobre nosotras mismas por medio
de los especialistas. Y la retórica que los expresa, revistiéndose de mitos,
recurriendo a enigmas, procediendo por acumulaciones de metáforas, cuyo poder
de seducción no subestimo, tiene como función poetizar el carácter obligatorio del
‘tú-serás-heterosexual-o-no-serás’.” (Wittig, 1980: 52)

La categoría de mujer y la bicategorización de sexo es un producto de esa misma


estructura. Todas las identidades constituidas en ese régimen son parte de la lógica de
reproducción de la heterosexualidad, la única forma de poner en cuestión el mismo es el
rechazo de esas categorías, de ahí la frase célebre: “las lesbianas no son mujeres”
(Córdoba García, 2005: 35; de Lauretis, 2000: 146). El análisis de Wittig de la
heterosexualidad como régimen político que produce lo masculino/femenino, junto al
análisis genealógico de Foucault que presenta la sexualidad moderna como resultado de
los discursos disciplinarios sobre el sexo, se constituyen como ideas fundamentales para la
teoría queer. Cf. QUEER

QUEER
Queer, queerness, queering, queerencia, queerificar, to queer, cuir, queer theory, queer
studies, kuir, son algunas de las posibilidades múltiples, multiformes y diversas de lo
queer. En inglés, el significado de queer es amplio: puede referir a “extraño”,
“extravagante”, “anormal”, “raro”, “peculiar”, “excéntrico” e, incluso, como insulto
homofóbico, puede considerarse una suerte de equivalente del español argentino
“marica” o “puto”, con la diferencia de que en inglés, en lengua coloquial, puede
convertirse en un insulto que no diferencia por sexo-género, identidad, orientación, etc.
(lo que se dice un insulto “paraguas” dirigido a la subversión sexual, sin una traducción
precisa a nuestra lengua).
Queer no es un término sencillo, tiene una historia rica y compleja. En las resignificaciones
y reconfiguraciones del insulto como categoría activista y constructo teórico-político,
queer se complejiza y se vuelve fluido y asistemático. Como señala Jagose, en función del
movimiento y la teoría queer, queer es indeterminado, evade una descripción
programática y es valorado de acuerdo a su contexto. En muchos casos se lo utiliza como
un equivalente (en algún sentido) de gay-lésbico, y en otros contextos marca distancia
crítica de la identidad gay propia de la comunidad LGBTI. En ese sentido queer marca una
suspensión de la identidad como algo fijo, coherente y natural. Pero queer también puede
utilizarse como otro tipo de identidad, consistente y autosignificante, como en las
movilizaciones de Queer Nation. Para Jagose, queer es una categoría en proceso de
formación. Y no es fácil que se solidifique y consiga más consistencia. Se trata de un nuevo
modelo que viene a coexistir con los anteriores, no está en contra de lo gay-lesbiano, más
allá de las distancias críticas. Porque queer es producto de la liberación gay-lésbica de los
años setenta. Queer no se adecua a la identidad gay y lesbiana legitimada y normalizada
por el sistema, e incluye a todas aquellas identificaciones sexuales que no son
consideradas normales. Queer se niega a cristalizarse en alguna forma específica porque
mantiene una relación de resistencia con lo que constituye lo normal. Teniendo en cuenta
los múltiples y contradictorios lugares de lo queer, la teoría queer enfatiza ese aspecto de
lo queer. Es una especie de figuración de posibilidades disidentes y subversivas (Jagose,
1996: 99-100).
Recapitulando, queer, queerness y queer theory no son categorías sencillas de definir, nos
interesa pensar en algunas de las posibilidades que sugiere Alexander Doty: queer como
sinónimo de gay-lésbico o bisexual; queer como término paraguas de lo LGBTI; queer para
lo que queda al margen de lo gay-lésbico normalizado; queer para pensar algo no
heterosexual; queer para describir expresiones no normativas de género (incluso la
“heterosexualidad” no normativa); queer para las sexualidades disidentes; queer como
subversión a lo heterosexual y lo gay “normal”; queer y queerness para pensar algo que
está fuera del género establecido y las categorías de sexualidad habituales; entre otras
posibilidades (Doty, 2000: 6-7).

RÉGIMEN FARMACOPORNOGRÁFICO,
La idea de “régimen farmacopornográfico” es desarrollada por Preciado en Testo yonqui
como un concepto determinante de su pensamiento filosófico, ya que la invención de la
categoría de género constituye el índice de emergencia del nuevo régimen
farmacopornográfico de la sexualidad. Según Preciado, lejos de ser la creación de la
agenda feminista de los años sesenta, la categoría de género pertenece al discurso
biotecnológico de finales de los años cuarenta. El género, la masculinidad y la feminidad
son inventos de la Segunda Guerra Mundial que conocerán su plena expansión comercial
durante la guerra fría (Preciado, 2008: 81). El régimen farmacopornográfico es un régimen
de producción al que están sometidas todas las formas de sexualidad y de producción de
placer. El régimen biopolítico heterosexual se conforma a finales del siglo XIX y a través de
un sistema científico de clasificación de los cuerpos marca binarismos anatómicos, de
género o de roles sociales o sexuales, donde cualquier desviación se vuelve patología:
“La historia de la normalización de género en Occidente está marcada por la
invención, la combinación sintética y la comercialización de nuevas moléculas de
gestión del cuerpo (fármaco-), así como nuevas técnicas de representación (-porno)
del género y de la sexualidad. La gestión farmacopornográfica (hormonal, quirúrgica,
audiovisual) del género que comienza a partir de la Segunda Guerra Mundial forma
parte de un conjunto más amplio de tecnologías de producción de la especie. Lo
propio de este mecanismo cultural que en otros tiempos los marxistas dieron en
llamar “ideología” es funcionar como un dispositivo técnico de producción
fantasmático-prostética de cuerpos y subjetividad. Sin duda, el género (la
masculinidad y la feminidad) es uno de los productos somático-mediáticos,
farmacopornográficos, al mismo tiempo cuerpo e idea, entidad viva y código digital,
que ha sido fabricado con mayor éxito por la industria farmacéutica y de la
comunicación de finales del siglo XX.” (Preciado, 2008: 93)

Según Preciado, el cambio se da con la invención/descubrimiento de las hormonas


sexuales y la posibilidad de su elaboración sintética a mediados del siglo XX. Por eso, a
partir de 1960, con la invención de la píldora se produce un quiebre que abre el camino al
régimen farmacopornográfico (Preciado, 2008: 129-130). La píldora opera desde el
principio como una técnica no de control de la reproducción sino de producción y control
de género:

“La primera píldora inventada, aunque eficaz en el control de la natalidad, fue


rechazada por el Instituto Americano de la Salud (AHI), porque, al suprimir
totalmente las reglas, venía a poner en cuestión, según el comité científico, la
feminidad de las mujeres americanas. Así se inventa una segunda píldora,
igualmente eficaz, pero con una diferencia: su capacidad para reproducir
técnicamente los ritmos de los ciclos menstruales naturales.” (Preciado, 2008: 130)

La conclusión de Preciado es que el género, en el caso de la administración de la píldora,


no es sólo representación teatral o acto performativo, sino que incluye también un
elemento corporal, una producción farmacopornográfica de ficción somática de feminidad
y masculinidad. Lo que se representa y se imita a través de la píldora no es un acto
performativo en el sentido de Butler, sino que se trata de un proceso “biológico”: el ciclo
menstrual (Preciado, 2008: 130-131) La píldora crea un ciclo artificial para restituir la
ilusión de naturaleza. Porque la intención farmacopornográfica del género busca que el
cuerpo de las mujeres del siglo XX siga pareciendo el efecto de leyes naturales (Preciado:
2008: 135-152):

“El régimen farmacopornográfico se eleva sobre las ruinas que deja la Segunda
Guerra Mundial. Su erección crece como el champiñón nuclear de la bomba de
hidrógeno. Es el legado psicopolítico (violencia máxima, excitación máxima,
toxicomanía colectiva, psicosis postraumática) y técnico (redes de comunicación
informáticas, técnicas de digitalización de la imagen, nuevas moléculas y nuevos
materiales sintéticos) de la industria experimental de la guerra: es la aplicación de
las nuevas técnicas de producción del placer (excitación-frustración) en el cuerpo
tecnovivo a escala global.” (Preciado, 2008: 219)

Cf. CONTRA-SEXUALIDAD.

SEXO-GÉNERO
Para pensar la cuestión del concepto de sexo-género es importante recordar que el
feminismo de los años setenta trabajó con el concepto de género hasta llegar a la
distinción tradicional entre sexo y género, en el que el primer término queda del lado
biológico y el segundo del lado cultural. En otras palabras, que los cuerpos nacen sexuados
(machos o hembras) y en un proceso de sociabilización se constituyen como varones y
mujeres. Sin embargo, hay que resaltar que este sistema es siempre binario, tanto en el
sexo como en el género, se es una cosa u otra. Elsa Dorlin señala: “El concepto de género
no fue “inventado” por el saber feminista. Fue elaborado por los equipos médicos que, en
el curso de la primera mitad del siglo XX, se hicieron cargo de los recién nacidos llamados
“hermafroditas” o intersexos. Fueron los médicos, comprometidos en el “tratamiento” -
principalmente hormonal y quirúrgico- de la intersexualidad, es decir, en los protocolos de
reasignación de sexo, quienes definieron lo que primero se llamó el “rol de género”. (31)
Eduardo Mattio retoma cuestiones planteadas por Judith Butler para pensar los conceptos
de sexo y género:
1. Que el sexo es un atributo biológico.
2. Que ser humano equivale a ser sexuado.
3. Que el género es la construcción variable del sexo.
4. Que la categoría mujeres es un logro cultural variable.
Esto nos lleva a repensar ese sistema de sexo/género (concepto de Gayle Rubin) y romper
con el binomio género y sexo, ya que ni género ni sexo son atributos separables ni se
constituyen como campos separados. Y en todo caso la biología también resulta una
construcción cultural, de ahí que Judith Butler cambie esta distinción y piense en sexo-
género.
La crítica que se hace al concepto de género es que se deja demasiado poder a la biología
como destino de los sujetos sexuados. Para Butler tanto género como sexo van a ser parte
de un sistema binario que reprime y normaliza a los sujetos.
Beatriz Preciado en el Manifiesto contra-sexual (2002) atribuye al género no sólo un
carácter descriptivo, sino primordialmente prostético y entiende que el sexo -y no sólo el
género- es una tecnología biopolítica que asegura la hegemonía heterosocial. Cf. SISTEMA DE
SEXO-GÉNERO y GÉNERO/GENDER.

SISTEMA DE SEXO-GÉNERO
El concepto de sistema de sexo/género fue definido y desarrollado por Gayle Rubin y es
central para pensar el feminismo de los años setenta y ochenta. Rubin, a partir de dos
artículos ("El tráfico de mujeres: notas sobre la ‘economía política’ del sexo", 1975, y
"Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad", 1984)
teoriza sobre el género y las sexualidades (Córdoba García, 2005: 35-36). En el artículo de
1975 desarrolla por primera vez el concepto de sistema de sexo/género y lo define como:
“un sistema de sexo/género es el conjunto de disposiciones por el que una sociedad
transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se
satisfacen esas necesidades humanas transformadas.” (Rubin, 1975: 3).
El sistema sexo/género es el proceso o mecanismo por el cual se transforma a “machos” y
“hembras” de la especie humana en varones y mujeres socialmente adaptados a la
división de papeles que la sociedad establece entre ellos y que varía entre las diferentes
sociedades en su contenido específico y en sus formas de relación (Córdoba García, 2005:
35). También Rubin, en este artículo, analiza los sistemas de parentesco como formas del
sistema de sexo/género, desarrolla el rechazo de Freud por los movimientos de mujeres y
homosexuales, y expone cómo Freud y Lévi-Strauss construyeron sistemas de
pensamiento que requerían de la bicategorización sexual. Rubin concluye que incluso la
heterosexualidad obligatoria es el resultado de estos sistemas, de forma tal que las
relaciones desiguales entre los sexos se sustentan en los mismos sistemas de pensamiento
que definen la existencia de dos sexos. Nos interesa citar las palabras de Rubin respecto a
los sistemas de parentesco:
“La precisión con que coinciden Freud y Lévi-Strauss es notable. Los sistemas de
parentesco requieren una división de los sexos. La fase edípica divide los sexos. Los
sistemas de parentesco incluyen conjuntos de reglas que gobiernan la sexualidad. La
crisis edípica es la asimilación de esas reglas y tabúes. La heterosexualidad
obligatoria es resultado del parentesco. La fase edípica constituye el deseo
heterosexual. El parentesco se basa en una diferencia radical entre los derechos de
los hombres y los de las mujeres. El complejo de Edipo confiere al varón los
derechos masculinos, y obliga a las mujeres a acomodarse en sus menores
derechos.” (Rubin, 1975: 40)

Según Rubin, es tarea del feminismo problematizar la bicategorización sexual, porque se


trata justamente de una de las razones de la opresión de las mujeres. Sobre la tarea del
feminismo Rubin afirma:

“Personalmente, pienso que el movimiento feminista tiene que soñar con algo más
que la eliminación de la opresión de las mujeres: tiene que soñar con la eliminación
de las sexualidades y los papeles sexuales obligatorios. El sueño que me parece más
atractivo es el de una sociedad andrógina y sin género (aunque no sin sexo), en que
la anatomía sexual no tenga ninguna importancia para lo que no es, lo que hace y
con quién hace el amor.” (Rubin, 1975: 46)

Cf. SEXO-GÉNERO.

EQUIPO DOCENTE:
 Saxe, Facundo Nazareno (IdIHCS/UNLP-CONICET, Argentina)
 Rubino, Atilio Raúl (IdIHCS/UNLP-CONICET, Argentina)
 Moretti, María Inés (IdIHCS/UNLP-CONICET, Argentina)
 Sánchez, Silvina (IdIHCS/UNLP-CONICET, Argentina)

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