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TESIS DE GRADO

Licenciatura en Psicología

Tratamientos psicológicos basados en aceptación y mindfulness para


personas con epilepsia

2018

Tesista: Corvalán, Nicolás

LU: 387015310

Tutor de tesis: Sarudiansky, Mercedes

DNI: 28643556

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Índice
Resumen 3

Primera parte: introducción, metodología y antecedentes 3


a. Planteo del problema 3
b. Objetivos 4
c. Metodología 4
d. Marco teórico 4
e. Breve reseña de estudios sobre el tema 5

Segunda parte: sobre la epilepsia 8


a. Generalidades sobre la epilepsia 8
b. Intervenciones terapéuticas para la epilepsia 10

Tercera parte: terapias cognitivo-conductuales: aceptación y mindfulness 15


a. Sobre la “tercera ola” de la terapia cognitivo-comportamental 16
b. Acerca del mindfulness 16
c. Acerca de la terapia de Aceptación y Compromiso 18

Cuarta parte: epilepsia y salud mental 19


a. Epilepsia, trastornos mentales y calidad de vida 19
b. Intervenciones psicológicas para la epilepsia 21

Quinta parte: resultados de la revisión bibliográfica 22


a. Epilepsia y mindfulness 22
b. Epilepsia y ACT 32
c. Síntesis de los resultados 36

Discusión 37

Bibliografía 40

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Resumen
La epilepsia es definida como un trastorno que involucra convulsiones repetidas en el
tiempo (Schmunk, Zakka, Vema y Briñón, 2005). Se conoce que las personas con epilepsia
poseen mayor riesgo de contraer trastornos psiquiátricos o dificultades psicológicas (Selassie,
2014; Wagner, 2015). La siguiente tesis tiene como objetivo principal realizar una revisión
bibliográfica acerca del uso de tratamientos propios de la tercera ola de la terapia cognitivo-
conductual - particularmente Terapia Cognitiva Basada en Mindfulness y Terapia de
Aceptación y Compromiso - para personas con epilepsia. Se han incluido - vía un rastreo en
bases de datos como MEDLINE, Google Scholar, PubMed y PsycARTICLES - diseños
experimentales, cuasiexperimentales y estudios cualitativos. Se hallaron 10 estudios que
utilizaron esta modalidad de terapia. Las áreas en las que estos tratamientos tienen mayores
resultados han sido el alivio de síntomas depresivos, la reducción de la frecuencia y severidad
de las convulsiones y la mejora de la calidad de vida. Teniendo en cuenta estos efectos
positivos, la terapia psicológica parece tomar cada vez más relevancia y es menester, por
tanto, el avance de la investigación en este área de intervención.

Palabras clave: epilepsia - mindfulness - ACT - calidad de vida - depresión

Primera parte: introducción, metodología y antecedentes


a. Planteo del problema
El tema que será abordado en la presente tesis está ligado al fenómeno de la epilepsia
y a la posibilidad de la ciencia psicológica de ofrecer tratamientos basados en evidencia para
tal enfermedad. A lo largo del desarrollo del siguiente escrito se hará mención de varios
tratamientos psicológicos que han demostrado resultados positivos sobre ciertas
características intrínsecas a la epilepsia, como es el caso de la frecuencia y severidad de las
convulsiones, como así también aspectos psicosociales asociados tales como las
comorbilidades psiquiátricas y percepción de la calidad de vida. La mayoría de estas
intervenciones provienen del campo de las psicoterapias cognitivo-conductuales o basadas en
el comportamiento.
La importancia de esta labor de revisión radica en la difusión de los diferentes campos
en los que la psicología puede accionar - en este caso: una enfermedad médica, la epilepsia-.
A su vez, se señala la importancia de conocer aquellos tratamientos que hayan obtenido
resultados favorables en el tratamiento de pacientes con epilepsia. Por último, otra de las
intenciones del presente trabajo está en extender el conocimiento de la complejidad de la

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epilepsia y las distintas repercusiones que ésta puede tener en cada persona en particular,
más los posibles factores de riesgo, que se asocian con una vulnerabilidad particular a
padecer, por ejemplo, trastornos mentales.

b. Objetivos
a. Objetivo general
● Realizar una revisión bibliográfica acerca del uso de tratamientos basados en
mindfulness y ACT para personas con epilepsia.
b. Objetivos específicos
● Relevar investigaciones sobre tratamientos psicológicos orientados a personas con
epilepsia propuestas por las llamadas “terapias cognitivas de tercera generación”
● Describir los estudios hallados en cuanto a su planteo general, las características de la
muestra, la metodología implementada, los resultados obtenidos y las limitaciones.

c. Metodología
Se realizó una búsqueda en las bases de datos MEDLINE, Google Scholar, PubMed y
PsycARTICLES. Las palabras claves empleadas fueron “epilepsia”, “mindfulness” y “terapia
de aceptación y compromiso”. Para ampliar los resultados de búsqueda dichos términos
fueron traducidos al idioma inglés. El rastreo de investigaciones se realizó en publicaciones
en inglés y español. Esta tesis sigue los lineamientos del Manual de estilo de la APA, 6ta
edición.
Los estudios seleccionados debían estudiar la implementación de tratamientos
basados en mindfulness y Terapia de Aceptación y Compromiso en pacientes con epilepsia.
Se incluirán diseños experimentales o cuasi-experimentales. También se incluirán estudios
cualitativos que investiguen sobre el proceso terapéutico. Se excluirán los artículos de
revisión.

d. Marco teórico
En cuanto al marco teórico seleccionado para abordar la temática propuesta, se
utilizarán, principalmente, las teorías provenientes de las terapias cognitivo-conductuales
(TCC) y las investigaciones realizadas desde esas psicoterapias. Como se mencionó
anteriormente, se hará foco en aquellas terapias propias de la denominada “tercera ola de
TCC”.

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Con respecto a la epilepsia, ésta es definida como un trastorno que involucra
convulsiones repetidas en el tiempo (Schmunk, Zakka, Uema y Briñón, 2005). Está
caracterizada por una actividad eléctrica cerebral anómala asociada a diversas
manifestaciones conductuales. Las crisis epilépticas duran de uno a dos minutos y pueden ser
seguidas de un período variable de depresión cerebral, manifestado por déficits neurológicos
localizados - pérdida de fuerza en extremidades, alteraciones sensitivas - o difusos -
somnolencia, cansancio, agitación, delirio, cefalea, etc.- (Izquierdo, 2005). Por último, al
hablar sobre epilepsia no se está mencionando una entidad patológica única sino que está
asociada a problemas cognitivos, conductuales y del lenguaje.
Por su parte, la terapia cognitiva-conductual es fruto del entrecruzamiento de la terapia
comportamental (Wolpe, 1958; Eysenck, 1960; Lindsley, 1956; Bandura, 1977) y la terapia
cognitiva (Beck, 1963, 1964). Las terapias comportamentales han sido la primera generación
de psicoterapias validadas científicamente y se basaron en la perspectiva de los teóricos
conductuales. La terapia cognitiva es denominada la segunda ola de TCC y postuló un nexo
entre las cogniciones, las emociones y las conductas, refiriendo que las interpretaciones de la
realidad pueden ser factores de mantenimiento de los trastornos mentales (Hofmann, 2014).
Posteriormente, varios terapeutas y teóricos comenzaron a considerarse como pertenecientes
a la orientación cognitivo-conductual, sumado al aumento de las investigaciones que
afirmaban que tales intervenciones poseían un impacto positivo en el tratamiento de los
trastornos mentales. Bajo este término son agrupadas muchísimas terapias basadas en
evidencia. La tercera ola es particularmente sensible al contexto y a las funciones de los
fenómenos psicológicos. Se utilizan estrategias de cambio contextuales y vivenciales en
búsqueda de la construcción de repertorios amplios y flexibles, por encima de la supresión de
problemas definidos de modo específico (Keegan & Holas, 2009).
Se conoce que las personas con epilepsia poseen mayor riesgo de contraer trastornos
psiquiátricos o dificultades psicológicas (Selassie, 2014; Wagner, 2015). Tal es así que el
repertorio de herramientas que la psicología despliega frente a la epilepsia está relacionado
con: estructuración y activación del pensamiento, activación comportamental, técnicas de
relajación y visualización, terapia de sistemas familiares, mindfulness, manejo propio o familiar
(en búsqueda de actividades que conduzcan al control de las convulsiones), habilidades de
afrontamiento, intervenciones educativas, etc. (Tang, 2014).

e. Breve reseña de estudios sobre el tema

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En este apartado se expondrán brevemente algunas concepciones acerca de la
epilepsia, haciendo foco en las consecuencias psicosociales. El objetivo de este punto es
explicitar la existencia del padecimiento psíquico en esta enfermedad y cómo éste influye en
la calidad de vida de la persona. Se hará mención de la definición de la epilepsia en un
sentido amplio (ya que a posteriori será tratada con más especificidad), de calidad de vida y
los inventarios que sirven para evaluarla y, por último, se nombrarán algunas intervenciones
psicológicas clásicas en este campo.
La epilepsia es uno de los trastornos neurológicos crónicos más comunes y graves que
afecta a personas de todas las edades, clases sociales y países. A nivel mundial se estima
que cincuenta millones de personas padecen epilepsia (Figueroa-Duarte, 2010). Esta
enfermedad tiene consecuencias físicas, psicológicas, sociales, económicas y laborales
debido a su desconocimiento, a los prejuicios y a la estigmatización. Tal es así que la novena
revisión de la Calificación Internacional de las Enfermedades (CIE-9) de 1978 la consideró
una enfermedad mental. Hoy día es pensada como una enfermedad neurológica aunque
también se tiene en cuenta el sufrimiento psicológico y las alteraciones psicopatológicas que
esta enfermedad porta consigo (De Felipe-Oroquieta, 2002). Actualmente la epilepsia es
definida como “una afección crónica, de etiología diversa, caracterizada por la presencia de
crisis convulsivas o no, recurrentes; y que son debidas a una descarga excesiva de las
neuronas cerebrales, asociadas con las diversas manifestaciones clínicas y paraclínicas” (en
Figueroa & Campell, 2004, p.4). Su característica más relevante está asociada a la
variabilidad de signos y síntomas, según sea el sitio de descarga y lo impredecible de su
presentación y reaparición. Su origen es múltiple al igual que sus factores predisponentes y
determinantes así como su evolución y pronóstico final (Figueroa & Campell, 2004). Las
definiciones actuales suelen hacer énfasis en los aspectos biológicos ignorando, en cierto
punto, el ámbito psicosocial que puede ser igual o más perjudicial que la enfermedad en sí
(Dodrill, 1995).
Al tratarse de una enfermedad crónica, la epilepsia afecta la calidad de vida de quien la
padece. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el término calidad de vida en
función de la manera en que el individuo percibe el lugar que ocupa en el entorno cultural y en
el sistema de valores en que vive, así como la relación entre sus objetivos, expectativas,
criterios y preocupaciones (Grupo de la OMS sobre la calidad de vida, 1995). Todo ello
matizado por la salud física, su estado psicológico, su grado de independencia, sus relaciones
sociales, los factores ambientales y las creencias personales. Desde esta perspectiva, las
escalas que evalúan calidad de vida deben de ser específicas y contemplar este tipo de

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aspectos en un sujeto. Según Carrizosa (2009) el impacto de la epilepsia en la calidad de vida
es producto de tres dimensiones y su interacción, a saber: (a) las características neurológicas
específicas (edad de inicio de las crisis, duración, control, tipo y etiologías, variables
neuropsicológicas y antecedentes del estado epiléptico), (b) el tratamiento implementado
(número y tipo de medicamentos y nivel sérico requerido, necesidad de tratamientos
alternativos, nivel de ácido fólico) y (c) la dimensión psicosocial (temor a la aparición de las
crisis, estigma percibido y ejecutado, adaptación a la enfermedad, sentimiento de pérdida del
control, cambios vitales como adolescencia, noviazgo y matrimonio, soporte familiar y social,
estado socioeconómico y educativo). Hoy día existen inventarios que permiten conocer varios
de los aspectos mencionados anteriormente. Entre ellos:
A. Cuestionario de medida de calidad de vida en adolescentes y adultos epilépticos
(QOLIE-31, por sus siglas en inglés).
B. Inventario Psicosocial de Washington (WPSI, por sus siglas en inglés). Se trata de una
prueba que busca conocer aspectos como: historia familiar del paciente, adaptación
emocional, adaptación interpersonal, adaptación vocacional, situación económica,
adaptación a los ataques y funcionamiento psicosocial general.
C. Inventario de Depresión de Beck (BDI, por sus siglas en inglés).
D. Escala de valoración de la depresión (CDS - Children’s Depression Scale). Escala
diseñada para realizar una evaluación global y específica de la depresión en niños y
adolescentes.
E. Escala de valoración de la ansiedad (STAI - State Anxiety Inventory).
F. Cuestionario de Conners para padres y maestros.
G. Test de colores y palabras (STROOP, por sus siglas en inglés). Prueba de atención
especialmente útil para monitorear el posible deterioro o efectos secundarios de los
fármacos.
En cuanto a los aspectos psicológicos, Ramaratnam, Baker y Goldstein (2005) señalan
que existe una relación entre los estados conductual, fisiológico y psicológico y la probabilidad
de la aparición de convulsiones, además de asociarse con ansiedad, depresión, problemas
conductuales y trastornos cognitivos. Debido a esto se utilizan intervenciones psicológicas
como la psicoterapia, el asesoramiento grupal o familiar, la terapia de relajación progresiva y
la terapia cognitivo-conductual. Los resultados de tales tratamientos han sido positivos en el
alivio de la ansiedad, la depresión y los problemas conductuales y en la reducción de la
frecuencia de las convulsiones. Betts (1992) reconoce que las convulsiones epilépticas
pueden ser desencadenadas por variables psicológicas como el estrés, la ansiedad, la ira y

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otras emociones, así como las funciones mentales y los pensamientos. Ramaratnam et al.
(2005) describen los objetivos de los abordajes psicológicos enfocados en el control de las
convulsiones: (1) aumentar el umbral de la convulsión mediante la modulación de la actividad
electroencefalográfica o alteración del nivel de excitación, (2) modular los factores que
precipitan una convulsión y (3) prevenir la propagación de la actividad epiléptica y así su
generalización.
A nivel experimental se han realizado estudios sobre métodos psicológicos para tratar
la epilepsia (Ramaratnam et al., 2005):
1. Tratamiento de recompensas.
2. Estrategias de autocontrol.
a. Estrategias cognitivas.
b. Relajación.
c. Desensibilización ante la presencia de una convulsión por exposición a
situaciones que provocan convulsiones.
d. Evitación de estímulos que precipitan la convulsión.
e. Psicoterapia individual, grupal o familiar.
f. Condicionamiento clásico, habituación y extinción de los factores que precipitan
la convulsión.
g. Programas de estrés-tratamiento
h. Terapia asertiva
i. Terapia emotiva racional
j. Psicoterapia y orientación en relación con los problemas maritales, genéticos,
educativos y vocacionales del individuo.

Segunda parte: Sobre la epilepsia


a. Generalidades sobre la epilepsia
La epilepsia consiste en un trastorno que involucra convulsiones repetidas de algún
tipo (Schmunk, Zakka, Uema & Briñón, 2005). Tuchman, Moshé & Rapin (2005) la consideran
un trastorno paroxístico que se caracteriza por una actividad eléctrica cerebral anómala
asociada a diversas manifestaciones conductuales. No se trata de una entidad patológica
única sino que, en una significativa proporción, está asociada a problemas de la cognición, del
lenguaje y de la conducta. La gravedad del deterioro y la variedad sintomática están

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asociadas a disfunciones focales o globales, estructurales o funcionales, de las redes
neuronales (Tuchman, R. F et al., 2005).
La Clasificación Internacional de las Crisis Epilépticas (ILAE-1981) divide las
manifestaciones clínicas en crisis parciales (las que comienzan en un área hemisférica
específica) y en crisis generalizadas (las que comienzan en los dos hemisferios
simultáneamente). Cuando una crisis parcial no produce una alteración de la conciencia es
denominada crisis parcial simple y, en caso de producirla, será llamada compleja. Los
síntomas de las crisis parciales dependerán del área cortical involucrada en el foco epiléptico
y se dividen en: motoras, sensitivas, autonómicas y psíquicas. Las descargas neuronales
anormales focales pueden propagarse después de un tiempo desde su comienzo y dar lugar
a que la crisis parcial simple evolucione a una compleja o a una crisis generalizada. Esta
última puede ser convulsiva o no-convulsiva. Las primeras incluyen las tónicas, clónica y
tónico-clónicas, las segundas incluyen las crisis de ausencia (lapsos de conciencia de
segundos de duración donde se observan movimientos simples como parpadeos o muecas
faciales), las mioclónicas, las tónicas y las atónicas.
Con respecto a su etiología, se considera que es multifactorial: participan en ella
factores tanto innatos como adquiridos. Tres son los factores genéticos potenciales que
contribuyen a la aparición de tales crisis: (1) las variaciones interindividuales en la
susceptibilidad a producir crisis en respuesta a una alteración cerebral crónica o transitoria,
(2) algunas condiciones transmitidas genéticamente (esclerosis tuberosa, fenilcetonuria) y (3)
las disfunciones genéticas de la excitabilidad cerebral y su sincronización (Engel, 2001).
Existen, además, lesiones adquiridas que producen crisis epilépticas que pueden ser
bilaterales y tan difusas que son generalizadas desde un comienzo. También pueden producir
crisis localizadas con síntomas focales.
En cuanto a la patofisiología, las crisis son manifestaciones paroxísticas de las
propiedades eléctricas del córtex cerebral. Probablemente se produzcan a causa de un
desequilibrio entre las actividades inhibidoras y excitadoras de los agregados neuronales, lo
que hace que se descarguen de modo hipersincrónico. Si la red cortical afectada está en el
córtex visual, la manifestación clínica será visual; si se afectan otras áreas se producirán
resultados similares ya sea sensoriales, motores, gustatorios, gestuales, etc. Las crisis
cerebrales recurrentes serán, entonces, secundarias a alteraciones en las interconexiones
neuronales y del funcionamiento de los neurotransmisores, sobre todo de los asociados a la
excitación y a la inhibición, como el glutamato y el GABA respectivamente (Goldensohn,
1997). En la epilepsia adquirida la pérdida de neuronas induce a una reorganización sináptica

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confusa, lo que potencia la transmisión excitadora y en menor medida la inhibidora. Ahora
bien, la patofisiología de las crisis parciales es diferente de la de las crisis generalizadas. En
ambos casos la excitabilidad celular ha sufrido un incremento pero los mecanismos de
sincronización difieren de modo significativo. La base patofisiológica de la crisis de comienzo
parcial es una descarga epileptiforme interictal (DEI) de un grupo pequeño de neuronas
corticales. Esta DEI se produce por una despolarización prolongada calcio-dependiente,
seguida de una posterior hiperpolarización. Algunos de los mecanismos que originan el
pasaje de una DEI a una crisis en cuanto tal son: (1) la inhibición defectuosa de los receptores
GABA, (2) la activación defectuosa de los receptores GABA por las proyecciones
provenientes del hipocampo, (3) el taponamiento defectuoso del calcio intracelular, (4) la
activación aumentada de receptores NMDA y (5) el incremento de la sincronización neuronal
debido a las interacciones efácticas. En el caso de las crisis de comienzo generalizado, tienen
una importancia fundamental las interacciones tálamo-corticales. Estas tienen oscilaciones
rítmicas con períodos de incremento relativo de la excitación y otros de incremento de la
inhibición. Este circuito incluye a las células piramidales del neocórtex, a las neuronas
intersinápticas y los núcleos reticulares del tálamo (Houser & Esclapez, 1996). Las
alteraciones en tal circuito pueden producir crisis de comienzo generalizado.
En cuanto a su efecto en la población general, la epilepsia afecta a un 0.5-1% de la
población, con dos picos: uno en la infancia y otro en la vejez. Es, además, el tercer síndrome
neurológico en frecuencia en personas mayores de 60 años, tras la enfermedad
cerebrovascular y las demencias. Su elevada frecuencia requiere un especial interés en el
correcto diagnóstico con un amplio abanico de patologías con las que hacer diagnóstico
diferencial, y a su correcto tratamiento.

b. Intervenciones terapéuticas para la epilepsia


Existe un variado repertorio de tratamientos para las personas que padecen crisis
epilépticas. En general, el objetivo principal de los tratamientos para la epilepsia es lograr que
el paciente permanezca libre de crisis, con la medicación en la mínima dosis aceptada y sin
las complicaciones psicosociales generadas por la enfermedad.
El tratamiento farmacológico implica la utilización de drogas antiepilépticas (DAEs). El
marcador por excelencia del evento epiléptico es la desviación de la despolarización
paroxismal (DPS). Cuando esta se produce, el potencial de reposo de la neurona se eleva por
encima del umbral del potencial de acción normal. El primer período de la DPS comienza con
la apertura de canales de Na+, luego despolarización y, unos milisegundos después, se

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produce una apertura de los canales de Ca++. Éste entra al citosol y se une a proteínas
fijadoras y es captado por la mitocondria, generando una excesiva concentración de calcio
que sería citotóxica. Se abren canales de K+ que producen la repolarización necesaria para
una nueva despolarización. Las drogas antiepilépticas inhiben esta secuencia de eventos a
través de diferentes mecanismos de acción:
● Prolongación del período de inactivación de los canales de Na+ voltaje dependientes.
La carbamazepina, fenitoína, ácido valproico, benzodiacepinas, fenobarbital y
primidona, poseen la capacidad de bloquear los trenes de potenciales de acción
repetitivos de alta frecuencia que se generan en la crisis, aunque sólo la
carbamazepina, el ácido valproico y la fenitoína lo hacen en dosis farmacológicas.
● Aumento de la inhibición gabaérgica. Las benzodiacepinas actúan estimulando la
transmisión inhibitoria gabaérgica en forma indirecta: poseen receptores llamados Bz1
u omega 1, Bz2 u omega 2; dentro de la molécula receptora GABA-A, que al ser
activado por un agonista, facilita la transmisión GABAérgica, permitiendo una mayor
apertura de los canales de Cl y mayor afinidad del GABA por su receptor. Otra forma
de aumentar la neurotransmisión GABA es la inhibición de la recaptación del
neurotransmisor, que es el principal mecanismo para que termine la acción del GABA.
● Bloque de canales T de calcio.
● Disminución de la acción de neurotransmisores excitatorios. Los receptores para
aminoácidos excitatorios (glutamato, aspartato) se hallan altamente concentrados en
áreas del cerebro implicadas en la epileptogénesis.
Drogas de primera elección (Consalvo, Thompson & Saidón, 2005):
● Carbamazepina, dosis: 600 mg - 2000 mg, tipo de epilepsia:
parcial/generalizada, tónico-clónicas con efectos adversos de rash, visión
borroso, inestabilidad y náusea.
● Ácido Valproico, dosis: 400 mg - 2000 mg, tipo de epilepsia: generalizada tónico-
clónicas, ausencias/parcial, efectos adversos de somnolencia y temblor, caída
de cabello y aumento de peso.
Drogas de segunda elección (Consalvo et al., 2005):
● Oxcarbazepina, 1200 mg - 2400 mg, tipo de epilepsia: parcial, con efectos
adversos de rash, visión borrosa, inestabilidad y náusea.
● Etosuccimida, 750 mg - 1500 mg, tipo de epilepsia: ausencias, efectos adversos
de náusea, somnolencia e irritabilidad.

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● Fenobarbital, 30 mg - 600 mg, tipo de epilepsia: generalizada, efectos adversos
de sedación y lentificación en las actividades mentales.
● Fenitoína, 150 mg - 600mg, tipo de epilepsia: generalizada/parcial, efectos de
rash, somnolencia, encías inflamadas, aumento del vello, acné.
● Clonazepam, 1 mg - 4 mg / 20 mg - 50 mg, tipo de epilepsia:
generalizada/parcial, con efectos de somnolencia y sedación.
Ahora bien, entre las diversas formas de epilepsia, las crisis parciales constituyen
aproximadamente el 50% de los casos (Thom, Sisodiya & Najm, 2008) y su génesis está
directamente relacionada con malformaciones del desarrollo cortical cerebral y con diversos
tumores denominados glioneuronales, los cuales actúan como foco epileptogénico, insensible
al tratamiento farmacológico. Y es acá donde tienen un rol predominante las intervenciones
quirúrgicas. Teniendo en cuenta que la epilepsia provoca lesiones irreparables en la corteza
cerebral y que este efecto es acumulativo, el tratamiento quirúrgico le ha dado esperanzas a
muchos pacientes. La cirugía es aplicada tanto en crisis parciales de localización temporal
como extratemporal. Se realizan según el caso: lobectomías más o menos extensas,
amigdalohipocampectomías, lesionectomías (Choi, Sell, Lenert, Muennig, Goodman &
Gilman, 2008). Cuando la causa de la epilepsia es un tumor está aún en debate la resección
adicional del hipocampo (Morioka, Hashiguchi, Nagata, Miyagi, Yoshida & Shono, 2007)
debido a la alta posibilidad de patología dual. Entre el 70% de los casos la cura es sin
morbilidad pero alrededor de un 6% tiene secuelas neurológicas posquirúrgicas permanentes
(Hiroyuki, Kentaro, Kim, Hirabayashi, Sakaki & Hoshida, 2007). La localización del foco
epileptógeno será un factor fundamental a la hora de predecir recurrencias posquirúrgicas
(Jaramillo-Betancur, Jiménez, Massaro-Ceballos, Cortés-Silva, Restrepo-Marín & Mora-López,
2009). Tal foco suele estar localizado - la mayor parte de las veces - en las estructuras
mesiales del lóbulo temporal, incluyendo el hipocampo y estructuras vecinas, como la
amígdala y la corteza entorrinal (Lado, Laureta & Moshé, 2002). Más raramente, el origen de
la epilepsia refractaria es extratemporal, aunque los hallazgos neuropatológicos son similares
a los de la localización temporal. En nuestro país, las cirugías pueden realizarse en los
Centros de Cirugía de la Epilepsia que posean más de 3 años de actuación y más de 10
cirugías de epilepsia por año (Kochen, Thomson, Silva & García, 2006).
Teniendo en cuenta la cantidad de pacientes que no responden al tratamiento
farmacológico, se han desarrollado distintos tratamientos alternativos que han mostrado
efectividad. Tal es así que el tratamiento nutricional podría ser considerado como un
coadyuvante o una alternativa al uso farmacológico (Vicente-Hernández, García García, Gil

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Nagel, López Muñoz & Álamo, 2007). Incluso investigaciones previas a la introducción de la
terapia farmacológica actual habían demostrado que el ayuno o el control dietético podrían
ser medidas adecuadas para el control de las crisis (Lefevre & Aronson, 2000). La dieta
cetogénica se basa en la sustitución de los hidratos de carbono de la dieta por lípidos como
fuente de aporte energético. Lo que se busca al restringir el consumo de hidratos de carbono
es eliminar la principal fuente de glucosa de la dieta. La dependencia del cerebro a esta
macromolécula condiciona las adaptaciones del organismo al ayuno. La dieta, así, se planifica
para que haya una producción de cuerpos cetónicos (Mateos-Marcos, Villazón & Salas-Puig,
1997). Al pasar unas pocas horas tras cesar la ingesta de alimentos se agotan las reservas
hepáticas de glucógeno (Cabo-Soler, Valls & Alonso, 2002). La gluconeogénesis hepática se
inicia en tal momento y mantendrá los valores circulantes de glucosa a partir de lactato
procedente de la glucólisis anaeróbica de los hematíes, de precursores proteicos y del glicerol
de los lípidos, aunque comprometiendo la disponibilidad de los intermediarios del ciclo del
ácido cítrico para permitir la adecuada oxidación de los ácidos grasos liberados y convertidos
en acetil-CoA. La acumulación de acetil-CoA incrementa la producción de cuerpos cetónicos.
Su metabolización se lleva a cabo nivel extrahepático: son liberados a la circulación y
captados por el cerebro que de este modo reduce progresivamente el consumo de glucosa
como sustrato energético (Cabo-Soler et al., 2002). Tras una inanición prolongada, los
cuerpos cetónicos pueden proporcionar hasta un 65% de la energía cerebral (Owen, Morgan,
Kemp, Sullivan, Herrera & Cahill, 1967). En síntesis, la base terapéutica de la dieta cetogénica
en pacientes epilépticos se basa en la inducción de cetosis cuando el cerebro es privado de
glucosa - como fuente energética - y en la necesidad de comenzar a utilizar aquellos cuerpos
cetónicos producidos para obtener energía primaria. Esto llevaría a una mejoría del control de
las crisis (Prasad, Stafstrom & Homes, 1996). En los últimos años, la dieta cetogénica se ha
utilizado con pacientes con epilepsia refractaria grave, generalmente en niños con epilepsia
asociada a discapacidad intelectual. También se aplica, con menos frecuencia, en adultos
(Devivo, Bohan, Coulter, Dreifuss, Greenwood & Nordi, 1998). Pese a la efectividad de esta
terapia, se desconocen hoy día los mecanismos de acción por los cuales tal dieta ejerce un
efecto antiepiléptico (Freema, Vining, Pillas, Pyzik, Casey & Kelly, 1998). De todas maneras,
se han planteado algunas hipótesis. Una de ellas es el incremento en los niveles del ácido
gamma-aminobutírico (GABA) - principal aminoácido inhibitorio del sistema nervioso central,
lo que probablemente confiere a la dieta la posibilidad de combatir las crisis de modo más
efectivo (Nordli, 2002). Otras hipótesis se fundamentan en cambios del pH cerebral (l-
Mudallal, LaManna, Lust & Harik, 1996), el balance hidroelectrolítico (Millichap & Jones,

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1964), acciones inhibitorias directas de los ácidos grasos (Cunnane, Musa, Ryan, Whiting &
Fraser, 2002) o alteraciones de los neurotransmisores (Szot, Weinshenker, Rho, Storey &
Schwartzkroin, 2002). Por último, se puede decir que la efectividad del tratamiento dietético en
la epilepsia está marcada por una alta variabilidad interindividual. Respecto a la edad de
introducción de la dieta, su empleo se ha dirigido al tratamiento de las epilepsias refractarias
en niños, basándose en que el aprovechamiento de los cuerpos cetónicos por el cerebro de
los niños es cuatro o cinco veces mayor que el de los adultos (Kang, Kim & Kim, 2005).
Otro de los tratamientos que es necesario mencionar es el estimulador vagal. El intento
de controlar las crisis epilépticas vía estimulación cerebral no es nuevo, como es el caso de la
estimulación cerebelosa, abandonada por su ineficacia (Spencer & Spencer, 1985). En lo
referido a la estimulación del nervio vago, a partir de los años treinta se conocieron sus
efectos en el electroencefalograma (EEG) y su aplicación fue tardía (Lesser, 1999). El primer
estimulador vagal se colocó en 1988 (Penry & Dean, 1990). Aunque el mecanismo de acción
es desconocido, se piensa que los estímulos eléctricos podrían inhibir la sincronización en
distintos núcleos que deben descargar al unísono para que la actividad eléctrica cerebral
normal se convierta en una crisis epiléptica. Ahora bien, se ha pensado en el nervio vago
debido a la amplia difusión de sus conexiones, por ser técnicamente asequible y por no llevar
fibras que produzcan dolor. El principal lugar donde el nervio deja aferencias es el núcleo del
tracto solitario. Éste establece conexiones con otros núcleos del troncoencéfalo, el locus
coeruleus, los núcleos del rafe y la formación reticular. Estos núcleos, al mismo tiempo,
pueden hacer variar la excitabilidad cortical y la actividad límbica. Es decir que la estimulación
puede alterar los circuitos en diferentes niveles. De todos modos, no se sabe cuál de ellos
lleva consigo una acción antiepiléptica. Se cree que el punto final parece ser un aumento de
la hiperpolarización lenta en neuronas corticales (Zagon & Kemeny, 2000). Otro modo de
estudiar este tipo de estimulación consiste en detectar cambios en el SNC. Se ha descrito la
existencia de respuestas evocadas en la corteza, el hipocampo, el tálamo y el cerebelo
(Lockard, Congdon & DuCharme, 1990). Los resultados de los ensayos y la experiencia
acumulada sitúan al estimulador vagal como una posibilidad más dentro del tratamiento de la
epilepsia. Empero, dado que el estimulador del nervio vago raramente produce un control
completo de las crisis y constituye, a su vez, un tratamiento invasivo, se recomienda sólo en
pacientes en los que el tratamiento farmacológico no logre reducir el número de crisis o
produzca efectos secundarios que afecten significativamente la calidad de vida.
Por último, hoy día se están realizando pruebas para verificar los efectos del cannabis
en pacientes con epilepsia. El cannabis contiene más de 500 compuestos. Los más

14
abundantes son los cannabinoides y los más estudiados dentro de este grupos son THC - que
contiene propiedades psicoactivas - y el CBD - no psicoactivo con propiedades antiepilépticas
en modelo animal - (Szaflarski y Bebin, 2014; Rosenberg, Tsien, Whalley & Devinsky, 2015).
En 1980 se identificó el sistema endocannabinoide. En él, existen dos receptores de
membranas acoplados a proteína G - CB1 (cerebro) y CB2 (sistema inmune y
hematopoyético). El THC se une a receptores del sistema nervioso central inhibiendo la
liberación de neurotransmisores inhibidores y excitadores (GABA, Glutamato). El CBD tiene
baja afinidad por tales receptores e interactúa con otros sistemas no endocannabinoides
disminuyendo la excitabilidad neuronal. Los endocannabinoides identificados son la
anandamida y glicerol-2-araquidonil que sufren desequilibrios en la hiperexcitabilidad crónica.
El mecanismo de acción es actualmente desconocido. Empero, se supone que sería
alterando el sistema endocannabinoide que actúa en generación y perpetuación de las
convulsiones. El CBD actúa en canales iónicos (TRPV), receptores de glicina,
hidroxitriptamina y receptor acoplado a proteína G que antagoniza CB1. El CBD evita los
efectos psicoactivos del sistema endocannabinoide, contrarrestando la activación CB1 del
THC, con buena tolerancia y con propiedades anti-convulsionantes. El cannabis de la planta
entera con alto contenido de CBD y bajo THC podría disminuir las convulsiones. Por otra
parte, la mayoría de los estudios y encuestas a pacientes, padres y cuidadores encuentran
efectos beneficiosos en pacientes con epilepsia (Mechoulam & Carlini, 1978; Gross, Hamm,
Ashworth & Quigley, 2004; Cilio, Thiele & Devinsky, 2014). El CBD ha mostrado eficacia
convulsionante en estudios preclínicos y en ensayos clínicos con buen margen de
tolerabilidad, ocupando un lugar en el tratamiento de epilepsias refractarias. En nuestro país,
la promulgación de la ley N° 27.350 “Investigación Médica y Científica de uso medicinal de la
planta de Cannabis y sus derivados” tiene por objetivo establecer un marco regulatorio para la
investigación médica y científica del uso medicinal, terapéutico y/o paliativo del dolor del
cannabis y sus derivados, a fin de garantizar y promover el cuidado integral de la salud. A
través de este programa se busca desarrollar evidencia científica sobre distintas alternativas
terapéuticas a problemas de salud que no abordan los tratamientos médicos convencionales.
En el caso de la epilepsia, se fomenta el progreso de la investigación con pacientes con
epilepsia refractaria. Frente a este panorama, el desafío futuro de este tratamiento será
develar cuál es la composición, la dosis eficaz y segura de cannabinoides así como
seleccionar los síndromes epilépticos susceptibles a dicha intervención.

Tercera parte: Terapias cognitivo-conductuales: aceptación y mindfulness

15
a. Sobre la “tercera ola” de la terapia cognitivo-comportamental
Se denomina “tercera ola” a un novedoso conjunto de modelos dentro de la orientación
cognitivo-conductual (Korman, 2010). Mientras que el modelo cognitivo basa sus técnicas en
la relación entre pensamiento, emoción y conducta, los modelos de aceptación y mindfulness
tienen su eje en la respuesta a la emoción o al pensamiento como estrategia terapéutica.
Existe, por tanto, un desplazamiento del énfasis puesto en el cambio cognitivo hacia la
capacidad de aceptación (Hoffmann & Asmundson, 2008). La tercera ola es particularmente
sensible al contexto y a las funciones de los fenómenos psicológicos. Según Keegan & Holas
(2009) estas terapias tienen a enfatizar estrategias de cambio contextuales y vivenciales,
además de estrategias didácticas y directas. Se busca la construcción de repertorios amplios,
flexibles y eficaces por encima de un abordaje supresivo ante problemas definidos de manera
específica. Así, el cuestionamiento de las creencias disfuncionales vía el análisis lógico y
racional no es por entero necesario (Hayes, Follete & Linehan, 2004). Es decir que el
elemento clave de estas terapias está en ayudar al paciente a realizar el cambio de una
postura judicativa y controladora por una postura compasiva y de aceptación hacia las
experiencias internas (Orsillo, Roemer & Holowka, 2005).

b. Acerca del mindfulness


La comunidad científica se ha interesado en las aplicaciones clínicas de las prácticas
de contemplativas en la década de 1970, particularmente luego de algunos de los trabajos
pioneros de Herbert Benson sobre la “respuesta de relajación” (Benson, 1975). El trabajo de
Kabat-Zinn - el Programa de Reducción del Estrés Basado en Conciencia Plena (1990) - ha
despertado la atención sobre las aplicaciones clínicas y psicoterapéuticas del mindfulness.
El mindfulness es definido como “la conciencia que surge de prestar atención
intencionalmente en el momento presente y sin juzgar a las experiencias que se despliegan
en cada momento” (Kabat-Zinn, 2003). La calidad de la conciencia buscada por el
mindfulness incluye una actitud vinculada a la apertura, a la receptividad, a la curiosidad lejos
de la emisión de juicios sobre la percepción. Se pone énfasis en ver y aceptar las cosas tal y
como son sin intentar modificarlas. El mindfulness contrasta con el funcionamiento habitual: el
llamado “piloto automático”. Tampoco posee un fin en particular, pese a que muchos de sus
efectos secundarios son los más atractivos.
Algunas características del mindfulness son:
● Prestar atención de un modo particular. Este modo de utilizar la atención requiere, en
primer lugar, de ser consciente de la forma en la que se está prestando atención: se

16
trata de un monitoreo del foco de consciencia. Tal monitoreo es denominado
“metacognición” y esta permite una descentralización del pensamiento, de tal modo
que los pensamientos se entienden como eventos mentales transitorios en lugar de
representaciones por entero fidedignas de la realidad.
● Prestar atención a propósito y en el momento presente. Esta forma de atención incluye
direccionar la conciencia hacia la experiencia del momento presente. Los procesos de
rumiación y las preocupaciones orientadas al futuro y al pasado pueden ser
identificadas con mayor facilidad, con el agregado de poder tomar un mejor control
sobre tales pensamientos. Las intervenciones reconocen que los procesos cognitivos
ligados al pasado y al futuro tienen funciones importantes. Empero, las preocupaciones
- propias del estado neurótico - rara vez son de utilidad y por lo general acentúan la
psicopatología. Prestar atención al momento presente implica mantener el foco, sea lo
que sea lo que ingrese a la percepción. Es decir, trátese o no de afectos negativos,
sensaciones físicas o pensamientos o imágenes angustiantes.
● Prestar atención sin juzgar. Se considera que el hecho de juzgar las propias
experiencias conlleva una tendencia a amplificar sus efectos. En lugar de evaluar las
experiencias cognitivas y emocionales, el mindfulness propone sencillamente notarlas.
Saberlas allí. Tal práctica reduce la tendencia habitual consistente en categorizar de
modos dicotómicos las experiencias cotidianas y abriendo el abanico a concepciones
más flexibles y adaptativas (Hayes, 2003).
Por tanto, el mindfulness aparenta ser una manera de relacionarse con toda
experiencia que pueda reducir el sufrimiento y preparar el terreno para una transformación
personal positiva (Didonna, 2011). Se trata de un proceso psicológico central que puede
alterar la manera como respondemos a las dificultades inevitables de la vida, no solo a los
problemas existenciales cotidianos sino también a problemas psicológicos graves como ideas
suicidas (Linehan, 2003), depresión crónica (Segal, Williams & Teasdale, 2002) y
alucinaciones psicóticas (Bach & Hayes, 2002). El mindfulness hoy día es considerado como
una autorregulación de la atención, mantenida en lo inmediato, que facilita el reconocimiento
de los acontecimientos mentales en el instante presente (Bishop, Lau & Shapiro, 2004).
Los intentos de aplicación del mindfulness en psicoterapia se han extendido a lo largo
del globo. Los hallazgos obtenidos en diversos estudios han demostrado que la práctica
regular y continua de la meditación produce diferentes efectos beneficiosos sobre el
organismo, algunos de ellos relacionados con la ansiedad (Solberg, Ingjer, Holen, Sundgot-
Borgen, Nilsson & Holme, 2000), reducción de la tensión arterial (Barnes, Treiber & Davis,

17
2001), mejora significativa del insomnio (Jacobs, Benson & Friedman, 1993), reducciones de
los niveles de nerviosismo, preocupación, malestar emocional y estrés e incrementos de los
niveles de relajación muscular, tranquilidad emocional y del grado de bienestar general
(Mañas, Sánchez & Luciano, 2008; Franco, Mañas, Cangas, Moreno & Gallego, 2010), entre
otros.

c. Acerca de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)


ACT es un modelo específico de terapia cognitiva conductual que combina los métodos
tradicionales con la aceptación, la atención y los valores para cambiar la relación del cliente
con sus emociones y pensamientos con el fin de producir mayor flexibilidad psicológica
(Hayes, 2004). Se centra en ayudar al paciente a contactar de modo más pleno con el
momento presente y a cambiar o persistir en su comportamiento al servicio de sus valores
personales (Vargas & Ramírez Henderson, 2012). Esto se establece a través de seis
procesos funcionales básicos: la aceptación, la defusión cognitiva, el enfoque en el presente,
la mejora de un sentido trascendente de sí mismo, la aclaración de valores y el fomento de la
acción comprometida (Hayes & Strosahl, 2004). Estas áreas son conceptualizadas como
habilidades psicológicas positivas más que como métodos para evitar la psicopatología y sus
resultados emocionales. La aceptación se enseña como una alternativa a la evasión de la
experiencia. Implica un acercamiento a los eventos privados sin los intentos innecesarios de
modificar su frecuencia o forma (en especial cuando éstos logran producir sufrimiento). La
aceptación se interpreta en estos casos como un método para aumentar las acciones flexibles
basadas en los propios valores. En cuanto a las técnicas de defusión cognitiva, éstas intentan
reducir el impacto de los pensamientos aprendiendo a verlos como meros pensamientos
desplegándose en un momento dado. En otras palabras, se enseña a los pacientes a
observar el proceso de pensar de un modo más atento en lugar de zambullirse en un mundo
estructurado por tal pensamiento. Al cambiar el modo en que el paciente se relaciona con sus
cogniciones, puede darse lugar a formas más flexibles de acción. Se intenta debilitar la
tendencia a tratar el pensamiento como una “verdad” creíble en lugar de ser, sencillamente,
un pensamiento entre otros. Estar presente en el aquí y ahora es alentado por el uso de
ejercicios de mindfulness para promover el contacto continuo sin juzgar con los eventos que
ocurren. En cuanto al enfoque en el presente implica un distanciamiento de los pensamientos
que se dirigen tanto a experiencias pasadas y futuras. El foco está puesto en el aquí y ahora.
La mejora al sentido trascendente de sí mismo intenta fomentar un yo ubicado en una postura
contemplativa, de observador. La aclaración de valores tiene que ver con las direcciones

18
hacia la acción intencional y pueden dar nuevos significados, propósitos, a una serie de
comportamientos. No tienen que ver con creencias o moralidad sino más bien con dominios
que abarcan acciones típicamente vinculadas con buena calidad de vida. En cuanto a la
acción comprometida, ésta está relacionada con el actuar de acuerdo a los valores y en el
momento presente. Se promueve el uso de objetivos concretos. En síntesis, se trata de
ayudar a las personas a encontrar una nueva manera de relacionarse con el malestar y hacer
lo que funciona para crear y vivir una vida consecuente con aquellas cosas que realmente les
importan.

Cuarta parte: epilepsia y salud mental


a. Epilepsia, trastornos mentales y calidad de vida
Pese a que la epilepsia no es un trastorno mental, se considera que existe una
estrecha relación entre ésta y la salud mental. Las personas con epilepsia - en especial en
quienes la medicación no tiene una respuesta satisfactoria - están en mayor riesgo de
contraer trastornos psiquiátricos o dificultades psicológicas (Selassie 2014; Wagner 2015).
Por ejemplo, niños y adolescentes con epilepsia tienen un riesgo de tres a seis veces mayor
(21% a 60%) de tener comorbilidad con un trastorno psicológico, como un trastorno por déficit
de atención con hiperactividad - TDAH - y depresión (Ott, 2001; Ott, 2003).
Aquellos que poseen esta enfermedad tienen una calidad de vida menor en
comparación con aquellos con otras enfermedades crónicas (Wang, 2012). Los factores que
han demostrado contribuir a tal calidad de vida están relacionados con la frecuencia y
gravedad de las convulsiones (Camfield, 2001; Liao, Rounds & Klein, 2005; Devinsky, 1999;
Williams, 2003) y los efectos secundarios de los medicamentos antiepilépticos (Wu, 2014), la
depresión y la ansiedad, el miedo a perder el control, la preocupación por las convulsiones y
el afrontamiento negativo (Loiselle 2016; Ramsey 2016). En particular, la angustia y la
soledad muestran la correlación más estrecha con el grado de calidad de vida (HRQoL, por
sus siglas en inglés), mientras que los factores relacionados a las convulsiones son menos
importantes (Suurmeijer, 2001). Estos datos señalan que la epilepsia está relacionada con el
padecimiento mental, lo que produce un descenso del nivel de calidad de vida notorio. De
esta manera, la asociación entre la epilepsia y los trastornos psiquiátricos es, por tanto,
notoria (Guilfoyle, 2015; Gulpek, 2011; Wagner, 2012). A partir de acá, se han impulsado
investigaciones que buscan entender el papel de las variables psicológicas en el desarrollo y
manifestación de las convulsiones así como los efectos de los tratamiento en salud mental
(Kanner, 2006; Tang, 2014). Además, la calidad de vida se correlaciona con síntomas

19
depresivos en epilepsia (Gilliam, 2002). Las rutinas y actividades cotidianas se ven afectadas,
incluyendo el sueño, la productividad en el trabajo, el desempeño en la escuela y las
actividades recreativas y deportivas. Esto también puede afectar de modo indirecto otros
factores, tales como la economía y la integración social.
También se asocia a la epilepsia con ciertas manifestaciones psicóticas. Actualmente
se conoce que los factores de riesgo para el desarrollo de una psicosis están vinculados con
el grado de severidad de la epilepsia. Una mayor frecuencia de crisis, el inicio temprano,
mayor compromiso estructural lesional (lesiones múltiples), la localización temporal de la zona
epileptógena y su tipo (alteraciones del neurodesarrollo cortical, esclerosis del hipocampo),
han sido asociados con una mayor frecuencia de episodios psicóticos. A su vez, antecedentes
psiquiátricos como la depresión, trastornos afectivos y trastornos de la personalidad han sido
ubicados como posibles factores de riesgo involucrados en el desarrollo de una psicosis
(Devinsky, 2003; D’Alessio, Giagante, Papayannis, Oddo, Silva, Solís, Donnoli, Kauffman,
Consalvo, Zieher & Kochen, 2009). Los trastornos psicóticos asociados a la epilepsia poseen
una gravedad tal que condicionan y restringen la calidad de vida del paciente, aún más que
las propias crisis (Engel & Taylor, 1997). El tratamiento integral de tales pacientes incluye el
tratamiento neurológico de la epilepsia junto a un abordaje psicofarmacológico,
psicoeducacional y la psicoterapia de apoyo dirigida a los familiares del paciente. El objetivo
principal será lograr un adecuado control de las crisis y mejorar la calidad de vida y, para ello,
es necesario enfocar el tratamiento dentro de un contexto interdisciplinario. Empero, uno de
los riesgos del tratamiento psicofarmacológico es que aún se desconoce cómo esto afecta a
la aparición de crisis convulsivas. Por tanto se recomienda utilizar aquellos antipsicóticos que
posean menor riesgo de generar tales crisis. Un ejemplo contrario es el de la clozapina,
contraindicada en pacientes epilépticos debido a que existen reportes de empeoramiento de
la epilepsia preexistente (Dunn, 2004). La risperidona, en cambio, es el antipsicótico más
estudiado y ha demostrado ser bastante seguro con estos pacientes (Alper, Schwartz, Kolts &
Khan, 2007). En general, las psicosis epilépticas responden favorablemente a dosis bajas de
antipsicóticos (⅓ o ½) y no a las dosis habituales utilizadas en psicosis idiopáticas (Kanner,
2000).
Por otra parte, los pacientes con epilepsia también reportan altas tasas de trastorno
depresivo mayor (Gaitatzis, Trimble & Sander, 2004). En ambas afecciones se han
encontrado alteraciones neurobiológicas que afectan al funcionamiento psíquico y emocional.
Hay, a su vez, factores psicosociales que contribuyen a agudizar la depresión tales como el
estigma social, la sobreprotección por parte de la familia, un bajo nivel socioeconómico, baja

20
autoestima, el desempleo y la cronicidad de la enfermedad. Existe, por tanto, una clara
asociación entre depresión y calidad de vida en personas con epilepsia (Lambert &
Robertson, 1999). Un incremento de los síntomas depresivos está asociado con un descenso
del nivel de calidad de vida (Tracy, Dechant, Sperling, Cho & Glosser, 2007). Por lo tanto, los
trastornos psiquiátricos - en especial la depresión - representan un factor negativo a la hora
de evaluar la calidad de vida, más que la frecuencia de las convulsiones. Un estudio realizado
por Scevola, Sarudiansky, Lanzillotti, Oddo, Kochen & D’Alessio (2017) buscó la correlación
entre depresión y calidad de vida en pacientes con epilepsia resistente al tratamiento
farmacológico en población argentina (específicamente del hospital Ramos Mejía, Buenos
Aires). Los resultados arrojaron que los niveles de calidad de vida eran significativamente
menores en el grupo con depresión comórbida. La depresión, concluye el estudio, podría ser
un factor de riesgo para el desarrollo de la epilepsia (Téllez-Zenteno, Patten, Jette, Williams &
Wiebe, 2007) ya que éstas sufren depresión con mayor frecuencia que la población general y,
en particular, aquellos pacientes con epilepsia farmacorresistente en comparación con los
pacientes bien controlados. Otros estudios de centros de referencia de epilepsia encontraron
que la depresión se había asociado con una baja calidad de vida relacionada con la salud que
persiste después de controlar la frecuencia de las convulsiones, la gravedad de las
convulsiones y otras variables psicosociales (García, García Morales & Gil-Nagel, 2015). En
este estudio, los pacientes con depresión tenían una percepción de la salud deficiente e
informaron una puntuación de calidad de vida más baja en el área referida a la salud física.
Esto podría indicar que estar deprimido hace que los pacientes se sientan menos saludables.
Además, una percepción negativa de la enfermedad - especialmente alta en personas con
epilepsia - se encontró como vínculo entre depresión y calidad de vida (Leiderman, Lolich,
Vázquez & Baldessarini, 2012). En síntesis, los trastornos psiquiátricos, como la depresión, se
presentan con frecuencia en pacientes con epilepsia, pero por lo general el diagnóstico y las
oportunidades terapéuticas se pierden. Por lo tanto, el reconocimiento del impacto negativo
en la calidad de vida y un diagnóstico adecuado de la depresión permitirían un tratamiento
correcto y completo.

b. Intervenciones psicológicas para la epilepsia


Existen diferentes tipos de abordajes psicológicos para personas con epilepsia. Las
intervenciones incluyen: la estructuración y activación del pensamiento, el condicionamiento,
la activación comportamental, la desensibilización sistemática y técnicas de relajación y
visualización aplicadas por el paciente. Otros enfoques pueden incluir terapia familiar,

21
intervenciones en mindfulness, entrevistas motivacionales, etc. Otro tipo de intervenciones
tiene que ver con el manejo propio o familiar, definido como las actividades o pasos que un
individuo (o su familia) puede realizar para controlar la frecuencia de las convulsiones.
Algunos ejemplos: la relajación, el ejercicio físico, las habilidades de afrontamiento, etc.
También se proponen intervenciones orientadas a la adherencia al tratamiento.. Éstas
consisten en esfuerzos para ayudar a los individuos a adherirse al consejo de los agentes de
atención médica relacionados con la toma de medicamentos, el seguimiento de una dieta y la
evitación de los desencadenantes de las convulsiones. Por último, las intervenciones
educativas, que tienen como fin aumentar el conocimiento sobre la patología, sus
comorbilidades y sus efectos sobre la salud, también son propuestas como estrategias útiles
para el abordaje de estos pacientes.

Quinta parte: Resultados de la revisión bibliográfica


En este apartado se describirán los estudios hallados según los criterios de inclusión
seleccionados anteriormente. Se escogieron 10 investigaciones que han utilizado las terapias
cognitivas de tercera generación - particularmente mindfulness y ACT - para tratar pacientes
con epilepsia. Se han hallado 6 estudios que utilizaban el mindfulness como tratamiento
principal y variable a analizar. Por otra parte, se encontraron 4 estudios que usaron la Terapia
de Aceptación y Compromiso del mismo modo. Los pacientes que han participado de estas
investigaciones fueron por lo general adultos, en su mayoría población femenina. En todos los
casos se trató de pacientes con diagnóstico de epilepsia. Algunos estudios requerían que se
tratara de pacientes con epilepsia refractaria. En cuanto a los tipos de investigaciones
realizadas, se ha hallado variedad de diseños metodológicos: en aquellos centrados en
mindfulness, se han encontrado diseños cruzados, transversales, estudios randomizados y
controlados doble ciego, diseño estratificado, aleatorio y cruzado, estudios cualitativos, entre
otros; en aquellos basados en ACT, ensayos controlados con medidas repetidas y
prospectivos no controlados. Los siguientes estudios provienen de Alemania, Australia, China,
Estados Unidos y Suecia.

a. Epilepsia y mindfulness
1) Entrega a distancia de terapia cognitiva para la depresión basada en mindfulness
(Thompson, Walker, Obolensky, Winning, Barmon, Dilorio & Compton, 2010)
Introducción: Se formó un proyecto denominado UPLIFT (las siglas de “Using Practice and
Learning to Increase Favorable Thoughts”, es decir “Usando la Práctica y el Aprendizaje para

22
Aumentar los Pensamientos Favorables”), un tratamiento de la depresión en el hogar para las
personas con epilepsia.
Metodología: La muestra consistió en 53 personas que cumplieron con los criterios
anteriormente mencionados. Se trató de pacientes diagnosticados con epilepsia durante al
menos un año y con síntomas depresivos. La edad media de los participantes fue de 36 años.
Eran principalmente mujeres (81%), blancos (74%), casados (45%) y no trabajaban (53%),
habían completado por lo menos alguna carrera universitaria (70%) y vivían con su familia
(70%). Se dividieron dos grupos, uno que recibió un tratamiento habitual y otro el
entrenamiento en mindfulness y TCC. Tal proyecto constaba de dos fases: desarrollo de la
intervención y fase piloto de prueba.
Instrumentos:
● Inventario de depresión de Beck - modificado (BDIm, por sus siglas en inglés).
● Cuestionario de Salud del Paciente (PQH-9, por sus siglas en inglés) de nueve ítems.
● Escala de Autoeficacia para sobrellevar la Depresión (DCSES, por sus siglas en
inglés).
● Escala de Satisfacción de Vida (SWLS, por sus siglas en inglés).
● Escala de Autocompasión (SCS, por sus siglas en inglés).
Intervención: La instrucción se enfocó en aumentar el conocimiento acerca de la depresión,
la epilepsia, la TCC y el mindfulness. Las habilidades estaban relacionadas con la práctica de
la atención plena (atención en la respiración, la vista, sonidos y otras actividades propias de la
meditación) y la TCC (monitoreo de pensamientos, identificación de distorsiones cognitivas,
establecimiento de metas y la identificación de apoyos). También se contaba con ejercicios de
relajación que incluyeron una exploración corporal y a la relajación muscular progresiva. Los
participantes debían practicar sus habilidades entre sesiones a través de tareas que incluían
el monitoreo de pensamientos y su posterior cambio, la relajación y la meditación.
Resultados: La intervención del proyecto UPLIFT fue eficaz para enseñar a las personas con
epilepsia los conocimientos y habilidades asociados con la reducción de la depresión y para
reducir los correspondientes síntomas. El grupo intervenido disminuyó los síntomas
depresivos y aumento el conocimiento más que la condición de lista de espera habitual para
el tratamiento. Tal reducción pareció persistir durante ocho semanas después de la
intervención. Estos resultados sugieren que el programa puede haber funcionado ligeramente
mejor entre los participantes iniciales que entre aquellos que tuvieron el tratamiento habitual.
Limitaciones: Debido a que fue diseñado como un estudio piloto, tuvo algunas limitaciones.
Por ejemplo, no se pudo demostrar la diferencia en la satisfacción con la vida a nivel de

23
α=0.05. Además, el único análisis que se comparó con una condición de control fue el basado
en los datos inmediatamente después de la intervención y el período de seguimiento fue de
sólo ocho semanas. Otra cuestión es que los resultados se limitan a los participantes de una
clínica de referencia en un Estado. Finalmente, la intervención se comparó con una condición
de tratamiento habitual, en lugar de otra intervención activa. Los participantes en el grupo de
intervención fueron compensados por la asistencia al grupo así como por la finalización de la
evaluación, mientras que los que se hallaban en la condición de tratamiento habitual no
asistieron a ningún grupo.

2) Expansión de la eficacia del Proyecto UPLIFT: Prevención de la depresión basándose en


mindfulness a distancia para personas con epilepsia (Thompson, Patel, Selwa, Stoll, Begley,
Johnson, & Fraser, 2015)
Introducción: Este estudio evaluó la eficacia de una intervención de terapia basada en
mindfulness para prevenir episodios de trastorno depresivo mayor (TDM) en personas con
epilepsia.
Metodología: La muestra consistió en 118 personas que han cumplido con los criterios
anteriormente mencionados. Se trató de pacientes con epilepsia y con síntomas depresivos.
Los 118 participantes tenían entre 21-70 años edad, con una media de 41.2 años. Casi dos
tercios (65,3%) eran mujeres y el 30,5% tomaban medicamentos antidepresivos. La
intervención semanal de 8 sesiones se impartió en grupo a través de la web o por teléfono.
Utilizando un diseño cruzado aleatorio y controlado, los participantes fueron asignados al azar
a la condición de intervención o a un tratamiento como de costumbre en lista de espera.
Todos los grupos fueron evaluados al inicio, durante y luego del tratamiento.
Instrumentos:
● Inventario de Depresión de Beck modificado (mBDI).
● Inventario de Depresión de Trastornos Neurológicos para la Epilepsia (NDDIE-E, por
sus siglas en inglés; Gilliam et al, 2006).
● Cuestionario de Salud del Paciente (PQH-9, por sus siglas en inglés) de nueve ítems.
● Escala de Autoeficacia para sobrellevar la Depresión (DCSES, por sus siglas en
inglés).
● Escala de Satisfacción de Vida (SWLS).
● Escala de Autocompasión (SCS).
Intervención: Las actividades y discusiones se diseñaron para aumentar el conocimiento
sobre la depresión; el monitoreo, el cuestionamiento y el cambio de pensamientos; el

24
afrontamiento y la relajación; la atención plena; el enfoque en el placer; la importancia del
refuerzo y la prevención de la recaída.
Resultados: Las personas con epilepsia y síntomas de depresión de leves a moderados que
han participado del proyecto han mejorado significativamente respecto de la incidencia de
episodios depresivos. Los síntomas disminuyeron de modo significativo y permanecieron por
debajo del valor inicial durante dos-tres meses. La participación en tal proyecto también
aumentó el conocimiento y las destrezas en mindfulness y métodos cognitivos así como la
satisfacción de vida.
Limitaciones: El estudio tenía dificultades para detectar las diferencias más sutiles
observadas en la autoeficacia y autocompasión o en los cambios observados durante el
seguimiento. El período de seguimiento se restringió tan sólo a 10 semanas. A su vez, los
resultados se limitan a los participantes de una clínica de referencia en un Estado en
particular. Por último, la intervención se comparó con un tratamiento habitual.

3) Evaluación formativa y de proceso de una terapia cognitivo-conductual e intervención con


mindfulness para personas con epilepsia y depresión (Walker, Obolensky, Dini & Thompson,
2010)
Introducción: Este estudio fue llevado a cabo con la intención de realizar un análisis de las
experiencias de los participantes en el proyecto UPLIFT.
Metodología: Para la fase de evaluación formativa, un total de 9 participantes con epilepsia y
síntomas depresivos fueron incluidos en dos grupos focales para discutir los ejercicios y
materiales propuestos para la intervención. Para el estudio piloto, un total de 53 participantes
fueron asignados al azar al tratamiento o a condiciones en lista de espera y fueron evaluados
por teléfono en cuanto a las medidas de resultado al inicio, durante y posterior a la
intervención. Se trató de personas con diagnóstico de epilepsia de por lo menos un año y con
síntomas depresivos. Los participantes fueron recluidos de una clínica especializada en la
epilepsia. Quienes poseían ideación suicida no fueron incluidos en este estudio. Antes de
ingresar a los grupos focales, cada participante recibe una copia del borrador de las sesiones
de intervención y de los instrumentos a realizar. Ya en ellos, el facilitador siguió una guía
diseñada para provocar la discusión sobre la aceptabilidad y adecuación de los materiales de
intervención. En cuanto al estudio piloto, se implementó un diseño cruzado para evaluar el
impacto y los resultados del proyecto UPLIFT. Se pidió a los participantes que comentaran su
experiencia con el proyecto. Se les preguntó, específicamente, qué facilitaba la participación

25
en las sesiones, qué les gustaba y qué no y qué cambiarían. También se administró el
Cuestionario de Satisfacción de los Clientes (CSQ).
Instrumentos:
● Cuestionario de Satisfacción del Cliente (CSQ, por sus siglas en inglés).
● Entrevista semi-estructurada acerca de la participación en el Proyecto UPLIFT (qué les
gustaba y qué no, qué cambiarían, qué facilitaba la participación en las sesiones).
Intervención: Las actividades estaban diseñadas para aumentar el conocimiento sobre la
depresión. Para tratar temas específicas de las personas con epilepsia, las sesiones
incorporaron información sobre la afección, el control de las convulsiones y la relación entre
epilepsia y depresión. Los temas específicos de la TCC cubren el monitoreo de pensamiento,
la identificación de distorsiones cognitivas, la autoestima, la identificación de problemas y el
establecimiento de metas. Los temas de mindfulness incluyen las meditaciones, la naturaleza
impermanente de los pensamientos y la conciencia del placer. También se incorporaron
ejercicios de relajación para facilitar el conocimiento del cuerpo.
Resultados: En general, los participantes consideraron que el programa era compatible con
sus vidas. En los grupos focales, los participantes describieron cómo los ejercicios podrían
complementar sus valores, actividades y rutinas y consideraban “funcionales y prácticos” a los
ejercicios realizados. Resaltaron la necesidad del Proyecto UPLIFT debido a su deseo de
aprender destrezas para reducir la preocupación y aprender de otras personas. Los
participantes del estudio piloto sintieron que los materiales de intervención fueron
beneficiosos y que aprendieron nueva información y habilidades. También favorecieron los
ejercicios basados en mindfulness, pero también encontraron beneficios en la TCC y los
ejercicios de relajación. Los resultados indican que tanto en los grupos de discusión como en
el estudio piloto los participantes consideraron de modo favorable el programa: es decir, vistos
como beneficioso y aplicable. La puntuación media en el CSQ indicó que los participantes del
estudio piloto estaban satisfechos. Las personas que participaron en intervenciones con
mindfulness informaron una mayor aceptación de sí mismas y de los demás, un aumento de
la relajación y un mejor manejo de los pensamientos depresivos. Los medicamentos
antiepilépticos y las convulsiones pueden afectar negativamente la concentración, la memoria
y el nivel de energía, lo que podría afectar potencialmente a la capacidad de una persona
para participar en un programa como el UPLIFT. Empero, los participantes mencionaron otros
problemas de salud, restricciones de tiempo, dificultades de programación y falta de conexión
con los miembros del grupo como razones que impedían participar. El proyecto UPLIFT toma
el concepto tradicional de intervenciones en grupo y, a través de la entrega a distancia, lo

26
extiende a personas que no necesariamente podrían reunirse en persona. Esto trae consigo
el apoyo emocional, el desarrollo de conexiones y el intercambio de información. En síntesis,
los resultados han indicado que este programa administrado a distancia fue aceptable para
los participantes y que se recibió como beneficioso. Los beneficios potenciales radican en la
posibilidad de construir redes de apoyo social y aumentar las habilidades en TCC y
mindfulness entre una población de difícil acceso. La investigación futura debe investigar
formas de mejorar las conexiones entre las personas que participan en estos grupos y
rastrear el uso a largo plazo por parte de los participantes de las habilidades aprendidas.
Limitaciones: Una limitación de este estudio es el tamaño pequeño de la muestra. A su vez,
los participantes pueden no ser representativos de toda la población de personas con
epilepsia. También es posible que las respuestas de los participantes estuvieran influenciadas
por la “deseabilidad social” debido a que ellos hablaban con el personal del estudio acerca de
la intervención. De todos modos, se los alentó a que fueran completamente honestos.

4) Un estudio cualitativo del desarrollo de la autoeficacia y el dominio durante una


intervención psicoterapéutica para personas epilepsia (Michaelis, Niedermann, Reuber, Kuthe
& Berger, 2018)
Introducción: Este estudio tuvo como objetivo principal explorar la relación entre las
experiencias vividas con los conceptos de autoeficacia y dominio en personas con epilepsia
que participaron en una intervención terapéutica basada en recursos y mindfulness.
Metodología: Consistió en un estudio de intervención longitudinal no controlada que
pretendió caracterizar los cambios en las experiencias subjetivas de los participantes en una
intervención psicoterapéutica de 6 meses orientada a los recursos y basada en mindfulness.
Se obtuvieron datos cualitativos antes y después de la intervención. Se reclutó a 9 personas
para capturar una cantidad manejable de datos cuantitativos e identificar temas clave y, a su
vez, para reflejar la heterogeneidad de la población. 6 mujeres y 3 hombres de 18-59 años
participaron de la intervención. 7 pacientes tenían epilepsia farmacorresistente. En el
momento de la inscripción, 5 participantes sufrían comorbilidades psiquiátricas.
Instrumentos: Todos los participantes completaron el Inventario de Personalidad Multifásica
de Minnesota (MMPI, por sus siglas en inglés) como parte de la evaluación de línea de base
para caracterizar rasgos de personalidad y obtener así un perfil psicopatológico.
Resultados: El análisis cualitativo de las entrevistas previas y posteriores reveló que los
participantes reconocieron la relevancia de la autoeficacia y el dominio en el contexto de la
vida con epilepsia. En cuanto a la intervención propiamente dicha, los participantes

27
describieron cambios en cuanto a la gravedad la frecuencia de las convulsiones. El desarrollo
de la autoeficacia y el dominio parecieron reforzar la autoeficacia específica para la epilepsia,
que se asoció con la mejora de los parámetros médicos. Los participantes pudieron satisfacer
mejor sus necesidades personas a través de una mayor atención y una comunicación más
asertiva. Esto les permitió, por ejemplo, evitar la rumiación y buscar apoyo en los demás.
También aprendieron a limitar la exposición al estrés planificando descansos y a aumentar la
relajación utilizando ejercicios con tales fines. Los participantes implementaron una diversa
gama de técnicas de relajación de acuerdo a sus preferencias personales, incluyendo el
ejercicio en mindfulness así como ejercicios de yoga, visualización y afirmación positiva. Los
participantes describieron cómo su sentido de autoeficacia general producía confianza en su
capacidad de para hacer frente a los desafíos actuales y futuros. Reportaron una mayor
aceptación de los fenómenos incómodos de las convulsiones sensoriales y motoras de
conciencia focal. Esto disminuyó el miedo a las convulsiones. Obtuvieron también un mayor
control de sus miembros durante tales crisis que permitió que las pudiesen ocultar en público.
Las cogniciones y las conductas disfuncionales se exacerban al tener convulsiones. Un
enfoque en otras áreas de la vida más allá de la epilepsia y la resolución de tales cogniciones
y conductas aumentó el sentido de equilibrio en la vida, lo que podría asociarse con una
disminución de la frecuencia de las convulsiones. La epilepsia continuó siendo vista como una
condición desafiante pero el nivel de auto-estigmatización disminuyó.
Limitaciones: En cuanto a las limitaciones del presente trabajo puede mencionarse el hecho
de que la muestra fue pequeña y altamente selectiva y que, por lo tanto, no es en gran modo
representativa de la población general de pacientes con epilepsia. La falta de un análisis
independiente de los datos constituye otra limitación importante de este estudio. La presencia
del terapeuta durante las entrevista pudo haber afectado lo que los pacientes dijeron sobre la
intervención recibida y los conocimientos desarrollados.

5) Terapia basada en mindfulness para la epilepsia resistente a fármacos (Tang, Poon &
Kwan, 2015)
Introducción: Se indagó acerca de los efectos de la terapia basada en mindfulness más
apoyo social en comparación con el apoyo social sólo como un control placebo entre
pacientes con epilepsia.
Metodología: En cuanto a los criterios de inclusión, los sujetos elegidos fueron seleccionados
con la condición de que tuvieran 18 años o más y que estén diagnosticados de epilepsia
resistente a fármacos (AED). Se han excluido a personas con desórdenes mentales

28
orgánicos, psiquiátricos, dificultades en el aprendizaje y retardo mental. Se realizó un ensayo
controlado aleatorio cegado por evaluadores. 60 pacientes con epilepsia farmacorresistente
fueron asignados aleatoriamente en el grupo con mindfulness o en el grupo con apoyo social
(30 por grupo). Cada uno de ellos recibió 4 sesiones de intervención quincenales. Los
resultados se analizaron utilizando el modelo lineal general de medidas repetidas.
Instrumentos:
● Inventario de calidad de vida para la epilepsia (QOLIE-31-P, por sus siglas en inglés).
● Inventario de Depresión de Beck - II (BDI-II).
● Inventario de Ansiedad de Beck (BAI, por sus siglas en inglés).
● Para evaluar funciones cognitivas: Prueba de Aprendizaje Auditivo-Verbal chino,
Prueba de la Figura Compleja de Rey, Prueba de Fluidez de Categoría, Prueba de
Dígito, Prueba de Colores y Test de Stroop.
● Cuestionario de Severidad de Convulsiones.
Intervención: Los participantes recibieron un paquete educativo idéntico sobre el
conocimiento básico y el manejo de la epilepsia, incluyendo términos simples sobre la
etiología y los tipos de convulsiones. El protocolo se diseñó sobre la base de varias guías
sobre mindfulness. Se enfatizó el concepto de conexión mente-cuerpo, arraigado en la cultura
china. Se incorporaron técnicas de mindfulness como el concepto de aceptación como una
forma de lidiar con los trastornos relacionados con las convulsiones (es decir, con las auras y
las reacciones físicas y psicológicas post-ictales. Se les animó a tener una práctica diaria de
mindfulness de 45 minutos.
Resultados: éstos han indicado la existencia de una significativa mejoría en tales pacientes
respecto a su calidad de vida, al estado de ánimo y a la reducción de la frecuencia y
severidad de las convulsiones. Es decir: aquel grupo que recibió terapia basada en
mindfulness obtuvo mejoras clínicamente significativas a comparación del grupo que sólo
recibió el soporte social. Los resultados también han demostrado mejoras estadísticas en
varias medidas cognitivas como memoria verbal y no-verbal. Tales resultados incrementan la
motivación para seguir investigando acerca de la potencial acción de las psicoterapias en el
tratamiento de la epilepsia. Basándose en la hipótesis de que la ocurrencia de las
convulsiones epilépticas están asociadas a múltiples factores predisponentes tales como el
estrés, detonantes (visuales, emocionales y cognitivos), factores de riesgo propios de la
medicación, etc., las psicoterapias podrían dotar al individuo de habilidades para resistir a
estos precipitantes mediante la mejora de los conocimientos y adaptación de la epilepsia, el
manejo del estrés y la reducción de las comorbilidades psiquiátricas. En tal estudio se ha

29
encontrado, por tanto, que el mindfulness ha tenido efectos positivos en pacientes epilépticos
respecto de su calidad de vida, su ánimo, la performance cognitiva y la frecuencia de
convulsiones. Esta investigación ha constatado que el mindfulness junto con el soporte social
es más efectivo que el soporte social como única medida terapéutica para las mejoras en
calidad de vida y la reducción de la ansiedad en pacientes con epilepsia resistente a
fármacos.
Limitaciones: En cuanto a las posibles limitaciones de este estudio puede decirse que la
generalizabilidad de los hallazgos estuvo limitada por el diseño de base del hospital, de un
solo centro. Tampoco se han medido las sesiones terapéuticas a largo plazo.

6) ¿Cómo podemos mejorar el sentido de autoeficacia en la epilepsia? Respuestas


individuales de dos estudios de caso cualitativos (Michaelis, Niedermann & Berger, 2017)
Introducción: El presente estudio examinó cómo la participación en una intervención basada
en mindfulness de 6 meses centrada en los recursos y orientada al paciente mejoraría el
bienestar y el sentido de autoeficacia de un individuo.
Metodología: Se realizaron entrevistas semiestructuradas antes y después de la intervención
con un total de 9 pacientes. El análisis de los datos cualitativos se combinó con la evaluación
de la calidad de vida. Para mostrar la naturaleza diversa de los objetivos individuales de la
intervención se eligió el formato de estudio de caso único, contrastando 2 participantes con
epilepsia focal. Los informes de caso único utilizaron datos cualitativos de un participante
adulto de sexo femenino y un participante adulto de sexo masculino con epilepsia focal
diagnosticada. La intervención centrada en el paciente tuvo como objetivo abordar los temas
relevantes para el paciente con un enfoque altamente individualizado y orientado a los
recursos con la finalidad de mejorar la propia capacidad para actuar en relación a los asuntos
personales.
Instrumentos:
● Inventario de Calidad de Vida en Epilepsia (QOLIE-31).
● Inventario de Personalidad Multifásico de Minnesota II (MMPI-II, por sus siglas en
inglés).
Intervención: los participantes llevaban un diario como herramienta de auto-reflexión y
aprendizaje. Durante los seis meses se realizaron llamadas telefónicas para realizar
intervenciones en los 9 participantes. Allí se examinó el nivel de utilización de los recursos de
salud personal y se planificaron y discutieron objetivos. Los individuos fueron invitados a notar
e interpretar los signos físicos y cognitivos del miedo, la ira y la tensión. Se discutieron los

30
hábitos desfavorables y los beneficios y desventajas potenciales, en búsqueda de facilitar la
autocompasión y el cambio gradual.
Resultados: Se tomaron dos casos individuales para explicar las diferentes maneras de
intervención según el perfil del individuo.
● Caso Iris. La evaluación psicológica (MMPI-II) reveló el perfil de una mujer que tiende a
reaccionar con reserva en situaciones sociales desconocidas. Este comportamiento
puede estar relacionado con la preocupación por el juicio emitido de los otros sobre ella
misma. En la entrevista previa a la intervención ella notó cómo su perfeccionismo y su
temor de agobiar a los demás le habían provocado tensión física y ansiedad. Su
temerosa anticipación a la vergüenza social asociada a las convulsiones causaba
mayor incomodidad que la convulsión en sí misma. El objetivo del tratamiento era
facilitar el ajuste a las convulsiones apoyando su sentido de autosuficiencia y
autoeficacia. Durante la entrevista posterior a la intervención, Iris describió cómo el
asesoramiento telefónico le ayudó a darse cuenta de cómo podría reconsiderar sus
perspectivas respecto a los nuevos desafíos. Progresó en la exploración de su
flexibilidad mental y motora durante una convulsión, lo que le permitió ocultar con éxito
las convulsiones en público. Esto aumentó su sentido de autoeficacia, lo que llevó a
una disminución de los pensamientos relacionados a las convulsiones y a una mayor
aceptación de su epilepsia. Pudo modificar el impacto debilitante de las convulsiones y
madurar emocionalmente, lo que le permitió tener una relación más honesta consigo y
con su familia.
● Caso Carl: La evaluación psicológica (MMPI-II) relevó altos niveles de sensibilidad y
resentimiento. Era notoria la tendencia a reaccionar con autoculpabilidad y
resentimiento hacia emociones tales como el enojo. Durante la entrevista previa a la
intervención, Carl reportó que el estrés físico y el ser subordinado a seres superiores
menos capaces había caracterizado el contexto de sus primeras y recurrentes
convulsiones. Los objetivos del tratamiento fueron (1) el desarrollo y práctica de una
técnica personalizada de interrupción del aura1 y (2) la exploración de la tendencia a
evitar conflictos en relación con su capacidad de afirmar sus propias necesidades,
especialmente con respecto a la gestión de su tiempo libre. Durante la entrevista
posterior a la intervención, Carl mencionó el aumento exitoso de la confiabilidad de su
técnica de interrupción de las convulsiones. Atribuyó la disminución de las convulsiones

1
Se denomina aura a la sensación o fenómeno subjetivo que precede y señala el comienzo de un ataque
paroxístico, como puede ser el epiléptico (Diccionario Enciclopédico Ilustrado de Medicina Dorland. 1996)

31
a su capacidad de reaccionar con una orden interna firme para que la convulsión se
detuviera en su inicio.
Estos datos fueron escogidos para ilustrar la diversa naturaleza de los objetivos y
resultados de la intervención. La individualización de la atención requiere apoyo psicológico y
el tener en cuenta la biografía y el estado de salud de una persona. Tiene por objetivo mejorar
el bienestar fomentando sistemáticamente la autoconciencia, la exploración de los recursos
personales y el aumento de la autocompasión. Las hipótesis sobre la dinámica del proceso y
los factores mediadores deberán ser investigadas más a fondo en el futuro vía un seguimiento
sistemático de las variables personalizadas.

b. Epilepsia y ACT
1) Terapia de aceptación y compromiso y yoga para epilepsia refractaria: un ensayo
controlado (Lundgren, Dahl, Yardi & Melin, 2008)
Introducción: Este estudio evaluó los efectos de la terapia de aceptación y compromiso
(ACT) y del yoga en pacientes con epilepsia.
Metodología: El diseño consistió en un ensayo controlado aleatorio con medidas repetidas.
La muestra fue de 18 adultos entre 18-55 años. Todos los participantes tuvieron un
diagnóstico de epilepsia verificado por EGG con convulsiones refractarias a medicamentos.
Los participantes fueron asignados al azar en uno de dos grupos: ACT o yoga. Los protocolos
consistieron en 12 horas de terapia profesional distribuidas en dos sesiones individuales, dos
sesiones de grupo durante un período de cinco y semanas y sesiones de refuerzo a los seis y
doce meses de tratamiento. Las variables que este estudio ha manejado fueron “frecuencia y
duración de convulsiones” y “calidad de vida”.
Instrumentos:
● Diario de convulsiones.
● Escala de Satisfacción de Vida (SWLS).
● Instrumento de la Organización Mundial de la Salud - Versión abreviada (WHOQOL-
BREF, por sus siglas en inglés).
Resultados: en un breve lapso de tiempo la ACT y el yoga redujeron la frecuencia de
convulsiones e incrementar la calidad de vida. El tratamiento con ACT produjo una reducción
de las convulsiones significativamente mayor que el yoga. En cuanto a la calidad de vida,
ambos grupos han mostrado un incremento similar. La aceptación de los eventos personales
junto al mindfulness puede haber ayudado a los participantes a persistir en la recuperación de
una vida valorada incluso frente a la epilepsia y los problemas asociados. Esta aceptación,

32
según investigaciones previas, se correlaciona positivamente con una mayor calidad de vida y
menor chance de contraer problemas psiquiátricos (Hayes et al., 2006).
Limitaciones: en este estudio el pequeño número de participantes y el pretratamiento son
considerados como limitaciones. Un grupo control con placebo hubiera sido una opción a
considerar pero debido al bajo número de pacientes no fue posible un diseño de tres grupos.

2) Evaluación de la terapia de aceptación y compromiso para epilepsia refractaria: un estudio


controlado en Sudáfrica - estudio piloto (Lundgren, Dahl, Melin & Kies, 2006)
Introducción: Este estudio realizado tuvo por objetivo desarrollar y evaluar un programa de
tratamiento psicológico basado en la terapia de aceptación y compromiso junto con alguna
tecnología de control de convulsiones que haya demostrado ser exitosa.
Metodología: La muestra consistió en 27 adultos de entre 21 y 55 años, residentes en
Sudáfrica. Los criterios de inclusión fueron: ser capaz y estar dispuesto a participar del
programa de tratamiento, haber tenido un mínimo de cuatro convulsiones en los últimos tres
meses y estar diagnosticado de epilepsia vía EEG. Fueron excluidos aquellos que
presentaban síntomas de alguna enfermedad en curso. El diseño fue un estudio aleatorio
controlado de dos grupos con medidas repetidas. Usando una tabla de aleatorización
computarizada, los participantes fueron asignados a una de las dos condiciones: ACT o
terapia de apoyo (ST). El diseño incluyó cuatro sesiones, una individual y dos de grupo,
seguida de una individual. Las sesiones individuales fueron de una hora y media cada una y
las sesiones grupales de 3 horas cada una. A todos los participantes se les dio
posteriormente un refuerzo individual y se les dio seguimiento durante una sesión adicional a
los 6 y 12 meses. Las sesiones de refuerzo se llevaron a cabo después de que se adoptaran
las medidas de seguimiento. El tiempo total de terapia durante el estudio de 12 meses fue de
11 horas.
Instrumentos:
● Escala de Satisfacción de Vida (SWLS).
● Instrumento de la Organización Mundial de la Salud - Versión abreviada (WHOQOL-
BREF, por sus siglas en inglés).
Resultados: La terapia ACT a corto plazo combinada con técnicas del manejo del
comportamiento para las convulsiones tuvo efectos significativos sobre la frecuencia, duración
y calidad de vida en comparación con la terapia de apoyo. Esta última consistió en
proporcionar la misma cantidad de atención profesional en un ambiente de apoyo, utilizando
por ejemplo preguntas abiertas para crear un clima sin prejuicios, empático y de aceptación,

33
en el que los participantes pudiesen reflexionar sobre sus vidas y sus problemas. Quienes
han participado en el grupo con el tratamiento ACT se liberaron casi por completo de las
convulsiones y obtuvieron una mayor calidad de vida.
Limitaciones: Estudios posteriores, aconseja el autor, deberían de incluir un diseño con un
mayor número de participantes y que contenga 4 afecciones: ACT, técnicas de control de las
crisis epilépticas, placebo y lista de espera. De ese modo, se podrían desmantelar los efectos
terapéuticos de la ACT y los tratamientos conductuales.

3) Evaluación de mediadores de cambio en el tratamiento de la epilepsia con ACT (Lundgren,


Dahl & Hayes, 2008)
Introducción: La presente investigación examinó los mediadores de cambio, teniendo en
cuenta los resultados de un estudio publicado anteriormente sobre la terapia de aceptación y
compromiso para el autocontrol de la epilepsia y su impacto en la vida (Lundgren et al, 2008).
Metodología: Se ha examinado el impacto de la ACT sobre los pacientes con epilepsia y los
mediadores usados que no se reportaron en el anterior estudio. En la presente investigación
se amplía el análisis de los procesos de ACT mediante el fortalecimiento de la evaluación de
valores y el examen de su papel como mediadores en la ACT.
Instrumentos:
● Cuestionario de Aceptación y Acción en epilepsia (AAEpQ, por sus siglas en inglés).
● Inventario de calidad de vida de la Organización Mundial de la Salud (OMS-QOL).
● Escala de satisfacción de vida (SWLS).
● Índice de Bienestar Personal (PWI, por sus siglas en inglés).
Resultados: Los procesos, solos o en combinación, tuvieron un papel de mediador en tres de
los cuatro resultados de la prueba de ACT para epilepsia. Como lo predijo el modelo
subyacente, la flexibilidad psicológica y la participación en actividades que se valoran parecen
ser procesos importantes en el tratamiento con ACT de la epilepsia debido a su capacidad de
reducir las convulsiones y mejorar la calidad de vida y el bienestar. Empero, hay otros
aspectos del tal modelo que no fueron probados en este estudio, incluyendo el contacto con el
momento presente, el sentimiento trascendente del yo y el compromiso. Por lo tanto, los
resultados actuales confirman la utilidad de sólo algunas partes del modelo de dicha terapia.
En combinación con estudios experimentales que muestran el valor de centrarse en procesos
específicos de la ACT como la aceptación (Forman, Herbert et al, 2007) o la defusión
(Masuda et al, 2004), los presentes resultados refuerzan la opinión de que vale la pena
explorar el modelo ACT en la salud.

34
4) Evaluación de servicio prospectiva de la ACT para pacientes con epilepsia refractaria
(Dewhurst, Novakova & Reuber, 2015)
Introducción: Una investigación efectuada por Dewhurst et al (2015) tuvo como objetivo
explorar la efectividad de un tratamiento psicoterapéutico basado en ACT para pacientes con
epilepsia refractaria.
Metodología: Se realizó un estudio prospectivo no controlado de pacientes con epilepsia
refractaria remitidos para tratamiento psicológico ambulatorio a un solo psicoterapeuta debido
a dificultades emocionales relacionadas con su trastorno convulsivo. Los participantes fueron
referidos por neurólogos, neuropsicólogos o enfermeras de epilepsia, completaron una serie
de cuestionarios de autoinforme validados e informaron sobre la frecuencia de convulsiones
en el momento de la remisión, al final de la terapia y seis meses después de ella. Recibieron
un máximo de 20 sesiones apoyado por un libro de trabajo. La intervención se centró en la
ansiedad, la depresión, la falta de aceptación del diagnóstico de epilepsia, las dificultades
emocionales (como la culpa y la vergüenza) y los problemas interpersonales y de memoria.
En cuanto a la muestra, 159 pacientes completaron el conjunto inicial de cuestionarios. Mas
sólo 60 completaron los cuestionarios de base y posterapia que fueron incluidos en los
análisis. Del total de pacientes, 76,6% eran mujeres (n=46). La edad media del grupo fue de
40 años. En el momento del tratamiento, el 57,1% eran “económicamente inactivos”, mientras
que el 42,9% eran “económicamente activos”. El tratamiento efectuado consistió en una
evaluación inicial de 1.5 horas seguida de 6-20 citas de seguimiento. Las sesiones se
organizaron semanal o quincenalmente. La terapia fue ofrecida en una base de uno a uno.
Empero, si el paciente lo deseaba, un familiar o amigo podría acompañarlo en las sesiones.
La terapia fue administrada por un psicoterapeuta cognitivo-conductual con entrenamiento en
ACT.
Instrumentos:
● Formulario Abreviado - 12 (SF-12v2).
● Trastorno de Ansiedad Generalizada - 7 (GAD-7, por sus siglas en inglés).
● Inventario de Depresión de Trastornos Neurológicos para la Epilepsia (NDDI-E).
● Escala de Trabajo y Ajuste Social (WSAS, por sus siglas en inglés).
● Escala de Autoestima de Rosenberg (RSES, por sus siglas en inglés).
Resultados: la psicoterapia se asoció con mejoras significativas en la mayoría de las
medidas. Se encontró una mejora significativa en la mayoría de las 8 dimensiones del SF-12.
El tratamiento se asoció con mejoras significativas en el trabajo y el funcionamiento social

35
(WSAS), así como con una disminución de la ansiedad y la depresión (GAD-7 y NDDI-E).
Hubo además un cambio en la frecuencia media de convulsiones que se aproximó a la
significación. Los resultados de la evaluación muestran que la terapia tuvo efectos
significativos de mediano a grande sobre la depresión y la ansiedad de vida, trabajo,
adaptación social y autoestima, que se mantuvieron varios meses después de la terapia.
Estas mejoras son particularmente alentadoras, ya que ambas son comorbilidades comunes
con una relación compleja y bidireccional con la epilepsia, que a menudo complican el
tratamiento del trastorno. Se resalta también el resultado positivo en la mejora del autoestima,
debido a que se presenta a menudo baja en pacientes con epilepsia y podría desempeñar un
papel importante en la adaptación psicosocial, especialmente en relación con el estigma
percibido asociado con el trastorno. En síntesis, esta evaluación sugiere que el programa de
psicoterapia utilizado, basado en el enfoque ACT, tiene efectos positivos sobre la depresión,
la ansiedad, la calidad de vida, la adaptación y la autoestima. Tales efectos se observaron
inmediatamente después del tratamiento y se mantuvieron al menos seis meses después del
final de tratamiento.
Limitaciones: el diseño no-controlado y exploratorio es una limitación obvia de la evaluación
y dificulta determinar con certeza que la psicoterapia fue la única causa de las mejoras
observadas en las medidas psicológicas. Otra limitación está vinculada al hecho de que sólo
un terapeuta realizó el tratamiento psicológico. Aunque esto y el hecho de que el enfoque
terapéutico estuviera respaldado por un manual significa que el tratamiento ofrecido era
relativamente homogéneo y que los tamaños del efecto del tratamiento en la evaluación era
similar a los de otros estudios, la utilización de un solo terapeuta significa que es imposible, en
esta etapa, separar entre los efectos del terapeuta y el tratamiento.

c. Síntesis de los resultados


La mayoría de los tratamientos mencionados se orientaron a mejorar los síntomas
depresivos y la calidad de vida de los pacientes. Varios de los estudios utilizados en la
presente revisión han trabajado con una población con síntomas depresivos y han logrado -
vía la aplicación de uno de los tratamientos escogidos - aminorar el sufrimiento producto de tal
trastorno mental. El caso de los tres trabajos realizados por Thompson et al (2010, 2015) y
Walker et al (2015), con el proyecto UPLIFT, es un ejemplo muy eficaz para dar a conocer
cómo estas terapias pueden disminuir el alcance de la depresión en estos pacientes
enseñándoles técnicas tanto cognitivas como basadas en mindfulness. Los resultados son
realmente prometedores puesto que las evaluaciones posteriores han indicado que

36
permanecen en el tiempo. Otra de las ventajas de este proyecto es que posee una alta
adecuación a la vida de quienes lo utilizan ya que resulta ser funcional, práctico, beneficioso y
aplicable. Además de brindar la chance de apoyo emocional, desarrollo de nuevos lazos y
nuevos accesos de información entre personas con epilepsia. Estos resultados dan cuenta de
una mejora en la calidad de vida de tales pacientes que no pueden acceder a un tratamiento
tradicional por diversos motivos. Otros resultados provenientes de un estudio cualitativo han
revelado que estos tratamientos fomentan el sentido de autoeficacia y dominio junto con el
aprendizaje de habilidades para ocultar las crisis en público y una mayor aceptación de la
condición médica (Michaelis et al, 2018). Uno de los logros de este estudio fue lograr que los
participantes eviten la rumiación y el fomento de la búsqueda de apoyo en los demás. Un
estudio previo - también cualitativo - de Michaelis et al (2017) también se enfocó en estas
cuestiones. Lo novedoso del enfoque propuesto en tal caso es que el tratamiento se centró en
las cualidades particulares de cada paciente en búsqueda de la mejora del sentido de
autoeficacia. Similares resultados han sido obtenidos por Tang et al (2015), hallando una
mejoría significativa en la calidad de vida, el estado de ánimo y una reducción de la frecuencia
y la severidad de las convulsiones. Estos avances son fundamentales para aminorar el
estigma social que suele caracterizar a esta condición médica y que le genera padecimiento a
quienes la padecen.
A su vez, los tratamientos que utilizan ACT también han arrojado resultados similares.
La reducción de las convulsiones y el incremento de la calidad de vida parecen ser las
variables en las que estas terapias logran acrecentar sus efectos. Lundgren et al (2006, 2008)
han realizado estudios que demuestran resultados positivos y significativos en calidad de
vida, junto con la reducción de la probabilidad de padecer problemas psiquiátricos. Los
procesos involucrados parecen ser la flexibilidad psicológica y la participación en actividades
valoradas que estas terapias proponen (Lundgren et al, 2008). Otros resultados también
indican una mejora en el trabajo y el funcionamiento social, disminución de la ansiedad y
depresión y cambios en la autoestima que han perdurado varios meses después de la
intervención (Dewhurst et al, 2015).

Discusión
Debido a la alta tasa de comorbilidad psiquiátrica que poseen las personas con
epilepsia, el tratamiento psicológico parece ser una intervención que merece ser tenida en
cuenta en el abordaje de dichos pacientes. Los estudios mencionados en la presente revisión
- inclusive los dos estudios cualitativos de Michaelis et al (2017, 2018) - han arrojado

37
resultados positivos al utilizar terapias de tercera ola de TCC. Estos datos se pueden
sintetizar en lo siguiente: la disminución de la sintomatología depresiva, la significativa
reducción de la frecuencia y severidad de las convulsiones y la mejora en la calidad de vida
de las personas con epilepsia. Tales resultados llevan a pensar sobre la relevancia de las
terapias psicológicas dentro del conjunto de alternativas existentes en el tratamiento de la
epilepsia con comorbilidad con trastornos mentales. De hecho, la terapia cognitiva basada en
mindfulness (MBCT, por sus siglas en inglés) ha demostrado utilidad en pacientes con
depresión recidivante (Korman & Garay, 2012). Es por este motivo que el conocimiento de los
tratamientos que hayan obtenido resultados positivos es indispensable para los profesionales
de la psicología. El tratamiento psicológico es también una intervención que puede ser
realizada a distancia y obtener resultados beneficiosos, como lo ha demostrado el proyecto
UPLIFT (Thompson et al, 2010, 2015; Walker et al, 2015). Se trata, adicionalmente, de una
terapia accesible y de bajo costo que puede resultar provechosa para pacientes con epilepsia
refractaria y para aquellos que, por distintos motivos, no logran acceder a un tratamiento
habitual.
Los datos obtenidos en la presente revisión llevan, a su vez, a remarcar la necesidad
de realizar un trabajo interdisciplinario en intervenciones de este tipo, ya que en la epilepsia
se entrelazan aspectos biológicos, económicos y psicosociales (el estigma social, el
funcionamiento laboral, las relaciones interpersonales y la autoestima), entre otros. El
abordaje interdisciplinario se sostiene, además, en la concepción de la epilepsia como un
fenómeno complejo en el que intervienen múltiples factores, resaltando la dimensión singular
de cada paciente. Estas afirmaciones se sostienen en el hecho de que los pacientes con
epilepsia presentan un alto rango de alteraciones en la personalidad y en el funcionamiento
emocional, cognitivo, intelectual, sensitivo y motor, como resultado de sus crisis (Steve,
Pedraza & Monsalve, 2007). Se trata, por lo tanto, de un fenómeno multifactorial que debe ser
abordado vía la participación de varias disciplinas afines.
Uno de los interrogantes principales que esta revisión ha generado está relacionado
con aquellos factores de los tratamientos de tercera ola que producen resultados positivos en
los pacientes. Tanto las intervenciones basadas en mindfulness como ACT comparten la
característica de llevar a los pacientes a comprometerse con sus valores y a poner el foco de
atención en el momento presente. Esto podría contribuir de varias maneras a la mejora de los
síntomas psiquiátricos. Las intervenciones basadas en mindfulness apuntan a centrar la
atención en la experiencia actual, lo que permite tomar un mejor control sobre los procesos de
rumiación y las preocupaciones orientadas al futuro (Bishop et al, 2004). Las personas con

38
epilepsia con síntomas depresivos se podrían haber beneficiado con estas técnicas ya que los
procesos de rumiación y la visión negativa son características principales en estos trastornos.
A su vez, a través de la práctica del mindfulness pueden generarse interpretaciones
alternativas de los efectos de la epilepsia en la vida cotidiana. Otro de los elementos de esta
práctica consiste en prestar atención sin juzgar. Esto podría haber alentado a los pacientes a
no categorizar de modo dicotómico las experiencias cotidianas y a considerar su situación de
un modo más flexible y adaptativo. En el caso de los tratamientos que han utilizado ACT,
podrían ser varios los factores que pudieron haber tenido participación activa en la mejora de
los pacientes. Entre ellos, el compromiso con los valores (Vargas & Ramírez Henderson,
2012) ya que pudo haber orientado a los participantes a insistir en mejorar su calidad de vida
pese a la presencia de las crisis. A su vez, una postura de aceptación pudo haberlos inclinado
a desistir en la modificación de los eventos que provocan sufrimiento y, a partir de ello, a
concebir de manera diferente aquello que les ha tocado vivir. Esta terapia también busca
debilitar la tendencia de tratar a los pensamientos como verdades. Las creencias, por
ejemplo, relacionadas a la falta de habilidades sociales en este tipo de pacientes pueden
perder el grado de certeza absoluta para comenzar a ser un pensamiento entre otros. Por
último, un adecuado foco en el presente - que implica un distanciamiento de las experiencias
pasadas y futuras - pudo haber tenido resultados positivos en el intento de aminorar la
preocupación por el devenir de una nueva crisis. El hecho de ayudar a encontrar un nuevo
modo de relacionarse con el malestar pudo haber sido un factor importante en la disminución
de los síntomas depresivos, la frecuencia y severidad de las convulsiones y la mejora de la
calidad de vida.
Otro aspecto a resaltar de los tratamientos psicológicos es que logran reducir la
aparición de crisis convulsivas. Como se mencionó anteriormente, se conoce que las crisis
pueden ser desencadenadas por variables como el estrés, la ansiedad, la ira, entre otras
emociones (Betts, 1992). Los resultados positivos en este ámbito pueden estar relacionados
con la capacidad de las terapias de “tercera generación” de potenciar habilidades como la
relajación y la aceptación (Keegan & Holas, 2009). Es decir, la generación de destrezas para
el manejo de estresores que podrían desencadenar una crisis. Esto resulta beneficioso ya que
existe una amplia variedad de técnicas que permiten una mejor adecuación a las preferencias
del paciente que la utilice. En cuanto a la aceptación, ésta podría facilitar la exploración de los
recursos personales debido a un aumento en la autocompasión y a una mejora en la
autoestima. Esto podría permitir que el paciente desarrolle un mejor sentido de autoeficacia

39
para enfrentar los eventos estresantes. El fortalecimiento del autoestima podría desempeñar,
además, un papel importante en la adaptación social, en relación al estigma asociado a la
condición médica. El desarrollo de conexiones con otros podría ser una fuente de apoyo
emocional, aspecto crucial para enfrentar de modo adaptativo situaciones que puedan resultar
ansiógenas (Keegan, 2012).
En cuanto a las limitaciones del presente trabajo, una de ellas consiste en que los
resultados no pueden ser extendidos a una población infantil, ya que la edad de los
participantes de dichos estudios no ha descendido de los 18 años. Debido a esta cuestión, se
hace necesario el avance de la investigación para indagar qué intervenciones pueden ser
útiles para el tratamiento de dichos pacientes. A su vez, estos estudios no han trabajado con
pacientes psicóticos, por lo que se sugiere investigación en este campo. Otro área en la que
se propone investigación es la de los pacientes candidatos a cirugía - es decir, el campo de la
psicoprofilaxis quirúrgica.
Asimismo, pese a que en esta búsqueda se han utilizado descriptores tanto en
castellano como en inglés, no se han hallado estudios en nuestro país. Se trata de un área de
vacancia en el contexto local. De todos modos, el avance en el estudio de esta afección
médica es relativamente novedoso y, por lo tanto, se requiere de mayor investigación en este
ámbito para comprender de un modo más acabado las variables psicológicas que están en
juego en este tipo de padecimiento.

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