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La violencia contra la mujer en la “ Declaración sobre la eliminación de la Violencia contra la mujer” , ONU
1994, se define como: "todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real
un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la
libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada” . E incluye "la violencia física, sexual y
psicológica en la familia, incluidos los golpes, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia
relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital y otras prácticas tradicionales que
atentan contra la mujer, la violencia ejercida por personas distintas del marido y la violencia relacionada
con la explotación; la violencia física, sexual y psicológica al nivel de la comunidad en general, incluidas
las violaciones, los abusos sexuales, el hostigamiento y la intimidación sexual en el trabajo, en instituciones
educacionales y en otros ámbitos, el tráfico de mujeres y la prostitución forzada; y la violencia física,
sexual y psicológica perpetrada o tolerada por el Estado, dondequiera que ocurra” .
“ Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico,
sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o privación arbitraria de la libertad, ya sea que
ocurra en la vida pública o en la privada". Es decir, toda la violencia contra las mujeres se identifica
como violencia de género.
Naciones Unidas afirma que la violencia contra las mujeres es una cuestión de derechos humanos y dice
textualmente:
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"La categorización de la violencia contra la mujer como una cuestión de derechos humanos tiene importantes
consecuencias. El reconocimiento de que la violencia contra la mujer es una violación de derechos humanos
clarifica las normas vinculantes que imponen a los Estados las obligaciones de prevenir, erradicar y castigar
esos actos de violencia y los hacen responsables en caso de que no cumplan tales obligaciones. Éstas
emanan del deber de los Estados de tomar medidas para respetar, proteger, promover y cumplir los derechos
humanos. De tal modo, la exigencia de que el Estado tome todas las medidas adecuadas para responder a
la violencia contra la mujer sale del reino de la discrecionalidad y pasa a ser un derecho protegido
jurídicamente. La violencia contra la mujer se puede evitar [...] El marco de derechos humanos brinda acceso
a una serie de instrumentos y mecanismos que se han elaborado para responsabilizar a los Estados en los
niveles internacional y regional. Entre ellos figuran los órganos de derechos humanos creados por tratados
y los tribunales penales internacionales, así como los sistemas africano, europeo e interamericano de
derechos humanos".
En España, la Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia
de Género define violencia de género:
Por su parte, la LEY ORGÁNICA 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres,
diferencia en los criterios de actuación de los poderes públicos entre: "violencia de género, violencia
familiar, y todas las formas de acoso sexual y acoso por razón de sexo" Es obvio que la violencia contra
las mujeres puede producirse en cualquier espacio privado y público, desde las relaciones sentimentales a
las puramente laborales, desde el silencio de una habitación hasta en el bullicio de una plaza pública.
Realiza el siguiente Quiz “ ¿Crees que conoces bien el tema de la violencia contra las mujeres?”
Debemos de diferenciar bien a qué nos referimos cuando hablamos de violencia de género y saber por qué
es importante usar correctamente los términos.
Cuando se habla de “ violencia de género” o “ violencias machistas” hacemos referencia a la violencia que
reciben las mujeres, debido a la existencia de la discriminación por cuestiones de género y la tradicional
concepción de los roles asignados a cada género.
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Si no existiera una forma distinta de ver y tratar a mujeres y a hombres en todo el mundo, las cifras de
violencia y sus tipos serían similares en ambos géneros y habría que buscar otras razones por las que se
da esa violencia, ya que no tendría nada que ver con el género.
Violencia ejercida en el seno de la familia que Todo acto de violencia ejercida contra las mujeres
puede afectar a cualquier miembro de la familia por el hecho de ser mujeres
sin distinción de sexo o edad
Igual que con otros tipos de violencia (como por ejemplo el bullying), conocer las características de las
personas agredidas y agresoras, las circunstancias, el contexto, etc. de esa violencia, nos ayuda a prevenirla.
En el caso de la violencia de género, la raíz del problema se encuentra en el sexismo.
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Si tomamos como referencia la definición de Violencia de Género de la ONU, vemos que todas las violencias
hacia las mujeres que se reflejan en el siguiente esquema pueden considerarse violencias basadas en el
género, que sufren las mujeres por el hecho de ser mujer basado en las creencias discriminatorias sobre
ellas.
En tiempos de guerra las mujeres se convierten en objetivo para castigar a la comunidad enemiga. Las
guerras en Bosnia o Ruanda pusieron de manifiesto la realidad de las violaciones sistemáticas en tiempos
de guerra en el presente y en la historia.
Nunca se tendrán cifras ciertas sobre estos hechos, el sentimiento de vergüenza de las víctimas
mayoritariamente las mantendrá en silencio y, también, a estas violaciones, en numerosos casos, les sigue
el asesinato. Se estima que por cada denuncia se han producido cien casos no denunciados. En la guerra de
la antigua Yugoslavia, la comisión Warburton calculó el número de víctimas en 20.000, mientras algunas
ONG’ s elevaron esta cifra a 50.000.
La ablación del clítoris o mutilación genital femenina, es otra forma de violencia contra las niñas. Se calcula
que anualmente se le practica a dos millones de niñas. La ablación reduce a las mujeres a «una mera función
reproductora» anulando su sexualidad.
VIOLENCIA SEXUAL
Más del 80% de las violaciones las perpetran hombres miembros de la familia o personas que se encuentra
relacionada con la víctima (profesores, vecinos, amigos de la familia, etc.), y mayoritariamente a edades muy
tempranas, cuando esta no pasa de ser una niña. De la totalidad de casos de abusos a menores,
aproximadamente el 83% de las víctimas son niñas, frente a un 17% de niños. Este es un problema mundial
que en muchas ocasiones no trasciende más allá de los límites de la propia familia ya que el abuso sexual
a menores es el tipo de violencia sexual que más cuesta sacar a la luz.
El infanticidio femenino es habitual en determinadas culturas. En India la proporción entre hombres y mujeres
es la más desigual del mundo y estos desequilibrios se dan en Pakistán, Bangladesh y en regiones de China.
Una percepción de la mujer devaluada, costumbres discriminatorias, considerar la educación de las niñas
como una carga y los deseos de perpetuar el apellido mediante un varón serían las causas de estos
infanticidios. «En algunas zonas de Pakistán y Afganistán- el nacimiento de una niña va acompañado de
ritos de duelo». En China, la imposición del «hijo único» en 1978, en un país con una marcada preferencia
por la descendencia masculina, multiplicó este tipo de infanticidios y la detección del sexo en el embarazo
lo ha transformado en abortos selectivos.
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VIOLENCIA EN LA PAREJA
La violencia contra las mujeres por parte de su pareja o expareja está generalizada en el mundo dándose
en todos los grupos sociales independientemente de su nivel económico, cultural o cualquier otra
consideración. Aun siendo de difícil cuantificación, dado que no todos los casos trascienden más allá del
ámbito de la pareja, se supone que un elevado número de mujeres sufren o han sufrido este tipo de violencia.
Este ámbito será desarrollado más ampliamente en los siguientes capítulos que se centran en la Violencia
de género en la pareja.
MATRIMONIOS FORZADOS
La práctica del matrimonio precoz es corriente en muchos países del mundo, especialmente en África y Asia
Meridional. Se trata de una forma de violencia sexual ya que las niñas pequeñas frecuentemente son
forzadas a contraer matrimonio y a mantener relaciones sexuales, lo que pone en peligro su salud, aumenta
el riesgo de exposición al VIH/SIDA y restringe sus posibilidades de asistir a la escuela.
Los padres, madres y las familias comúnmente justifican el matrimonio de sus hijas alegando que garantiza
un futuro mejor para ellas. Los padres, madres y las familias casan a sus hijas pequeñas como forma de
obtener seguridad económica y prestigio para ellos mismos y para sus hijas. La inseguridad, los conflictos
y las crisis sociales también propician el matrimonio precoz.
Las mujeres son asesinadas por infringir las normas de la familia o la comunidad con su conducta sexual,
querer elegir ella misma a su esposo, pedir el divorcio, reclamar una herencia o incluso por ser víctimas de
violación, ya suponen una deshonra a sus familias y mientras ellas son castigadas (incluso asesinadas)
manera de borrar el estigma, quienes las agredieron no reciben condena. En algunos países las leyes dejan
total o parcialmente exentos de castigo a los culpables de asesinatos de honor, que pueden inclusive "ser
admirados" y recibir "estatus especial" en sus comunidades. El Fondo de Población de las Naciones Unidas
(UNFPA) estima que el número anual de víctimas de los “ homicidios por honor” en todo el mundo podría
ser de 5.000 mujeres.
Los ataques con ácido a las mujeres son un fenómeno violento, practicado básicamente en países del sur
de Asia, como India, Pakistán, Bangladesh, etc., pero que se ha ido extendiendo en todo el mundo. Caminar
solas por la calle sin la compañía de algún familiar masculino, rechazar al pretendiente propuesto por los
padres, no lograr concebir un hijo varón o, simplemente, no saber cocinar. Por cualquiera de estos motivos,
decenas de mujeres son atacadas con ácido cada año en las zonas rurales de Pakistán. Este ácido no
produce la muerte, aunque asegura que la víctima queda desfigurada severamente.
VENTA DE NIÑAS
La venta de niñas sería otra violencia sufrida por las mujeres en la infancia y en la familia. Estas ventas
pueden tener diversas finalidades, pero el lucrativo negocio de la prostitución, las enfermizas inclinaciones
sexuales de clientes, unido a la miseria en la que se ven sumidas muchas familias han extendido el comercio
de niñas, menores de diez años en muchos casos, destinadas a la explotación sexual.
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El asesinato por motivos relacionados con la dote es una brutal práctica que implica la muerte de una mujer
a manos de su esposo o parientes políticos porque su familia no puede cumplir con la exigencia de la dote,
un pago efectuado a los parientes políticos de una mujer al momento de su compromiso o matrimonio como
obsequio para su nueva familia. No es inusual que las dotes excedan el ingreso anual de una familia.
Ver vídeo “ Experimento social acoso a mujer que camina sola en Nueva York”
● A escala mundial, el 35% de las mujeres ha experimentado alguna vez violencia física o sexual
por parte de una pareja íntima, o violencia sexual perpetrada por una persona distinta de su pareja.
Estos datos no incluyen el acoso sexual. La proporción puede llegar al 70% de las mujeres, y que
las tasas de depresión, abortos e infección por VIH son más altas en las mujeres que han
experimentado este tipo de violencia frente a las que no la han sufrido.
● Las llamadas a las líneas telefónicas de asistencia se ha quintuplicado en algunos países como
consecuencia del incremento de las tasas de violencia de pareja provocado por la pandemia de
COVID-19. La restricción de movimiento, el aislamiento social y la inseguridad económica elevan la
vulnerabilidad de las mujeres a la violencia en el ámbito privado en todo el mundo.
● Cada día, 137 mujeres son asesinadas por miembros de su propia familia. Se calcula que, de las
87.000 mujeres asesinadas intencionadamente en 2018 en todo el mundo, más de la mitad (50.000)
murieron a manos de sus familiares o parejas íntimas. Más de un tercio (30.000) de las mujeres
asesinadas intencionadamente, fallecieron a manos de su pareja íntima o de una pareja anterior.
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● Menos del 40% de las mujeres que experimentan violencia buscan algún tipo de ayuda. En la
mayoría de los países para los que existen datos disponibles sobre esta cuestión se constata que,
entre las mujeres que buscan ayuda, la mayoría acude a familiares y amistades. Muy pocas recurren
a instituciones formales, como SSSS o los servicios de salud. Menos del 10% acuden a la policía.
● Hay 68 millones de niñas menos en el mundo a causa de los abortos selectivos y los infanticidios
– 30 millones menos en India, 38 millones en China.
● Las mujeres adultas representan el 49% de las víctimas de trata detectadas a nivel mundial. Las
mujeres y niñas representan conjuntamente un 72%, y las niñas suponen más de ¾ partes de las
víctimas infantiles de la trata. La trata de mujeres y niñas se realiza, en la mayoría de los casos,
con fines de explotación sexual.
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La desigualdad de género viene perpetuada por lo que se conoce como la socialización en función del sexo.
Incluso antes de nacer, ya tenemos asignados ciertos roles de socialización que vienen determinados según
sea niña o niño (la elección de los nombres, la decoración de las habitaciones, la elección de la ropa, los
colores...) Se inicia entonces un largo proceso de socialización cuyo resultado es la diferenciación de personas
asignado a cada cual un género (masculino o femenino) en función de su sexo biológico (varón o hembra).
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Los mensajes socializadores forman parte de una cultura y una concepción sobre lo que es y debe ser
una mujer, y lo que es y debe ser un hombre. Estos mensajes impregnan todas las manifestaciones
sociales y se transmiten a través del lenguaje, el juego, los medios de comunicación audiovisuales, la
escuela y los grupos de iguales.
A través de los principales agentes de socialización, familia, escuela, medios de comunicación… se atribuyen
diferentes roles, valores o actitudes a mujeres y hombres. El resultado de este proceso lleva a la jerarquización
en la organización social que deriva del aprendizaje y no de la biología.
Este proceso socializador perdura toda la vida, pero es especialmente influyente en la etapa infantil y juvenil.
Las niñas y niños aprenden, ya en esas edades, lo que su cultura espera de ellas y ellos, los comportamientos
prohibidos y permitidos, penalizados o reforzados.
Este aprendizaje se realiza a través de mecanismos de imitación e identificación. Niñas y niños imitan
comportamientos y se identifican con quien los realiza. Este aprendizaje vicario, por modelos, se lleva a cabo
en la familia como primera instancia socializadora.
Recibimos un adiestramiento de género a partir de las interrelaciones, los juegos, mandatos sociales, modelos,
normas, valores creencias, actitudes, que imponen, reproducen, perpetúan y legitiman “ lo femenino” y “ lo
masculino” .
Con estos dos conceptos es posible entender cómo la mayoría de los rasgos de lo femenino y lo masculino
son construcciones culturales, son producto de la sociedad, no derivados necesariamente de la naturaleza.
Tanto los rasgos producidos por la naturaleza, como los aprendidos de la cultura, tienen un arraigo muy
potente en los seres humanos. Incluso hoy en día, debido a los avances de la ciencia, podría considerarse
incluso más fácil cambiar los rasgos sexuales de un individuo que cambiar sus características
psicosociológicas femeninas o masculinas.
El aprendizaje de los estereotipos de género es una de las más importantes y primeras lecciones que nos
enseñan la familia, la escuela y la sociedad en la que vivimos. Las niñas y los niños son transformados en
mujeres y hombres, a través de un proceso de socialización que se encarga de fomentar las actitudes que se
consideran adecuadas para cada sexo, o bien, de reprimir aquellas que no se ajustan a los roles y estereotipos
establecidos.
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Los estereotipos de género marcan el aprendizaje básico sobre lo que “ se debe” y lo que “ no se debe”
hacer respecto a nuestros deseos, expectativas y comportamientos. A través de mensajes explícitos e
implícitos y modelos de comportamiento, se construye un itinerario biográfico diferenciado para mujeres
y hombres.
Si alguien realiza acciones tradicionalmente atribuidas al sexo contrario recibe insultos y humillaciones en su
entorno más cercano, y es que, los roles están tan estereotipados, que, si no se tiene una buena base educativa,
se considera normal todo aquello ligado a lo femenino o a lo masculino, y aquello que se salga de lo normal
nos resulta raro o incómodo.
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La causa originaria de las desigualdades entre mujeres y hombres, de los roles diferenciados y de las
distintas tareas y funciones que desempeñan, es la socialización diferenciada por género y el sexismo
como idea que promueve este sistema de socialización llamado “ sistema sexo-género”
Estos patrones culturales y costumbres han estado muy arraigadas en la sociedad y son instrumentos, que
transmiten sutilmente el sistema de creencias y valores que subordina a las mujeres. El sometimiento y las
actitudes violentas hacia las mujeres son normalizadas y son naturalizadas, al punto que hasta las propias
mujeres, así como toda la sociedad las consideran “ normales” y no como lo que son: un delito y una violación
a los derechos humanos.
Por tanto, la violencia de género tiene su raíz en las desigualdades de poder existentes entre mujeres y
hombres. Desde el momento en que las mujeres son menos valoradas que los varones y discriminadas por
el hecho de ser mujeres, podemos determinar el origen de todas las violencias.
Estas actitudes son ancestrales, más propias de un sistema social antiguo y patriarcal, aunque todavía
persisten y se transmiten a través de la socialización y de la educación. No sólo se transmiten los valores
patriarcales a través de la socialización, sino que la convivencia con los modos violentos y despreciativos de
tratar a las mujeres nos enseña a tolerarlos y a repetirlos. Si la identidad masculina se identifica con la
fuerza y la agresividad y, por alguna razón, esta identidad se ve amenazada, la “ hombría” patriarcal va a
recurrir a la violencia porque ese es el mecanismo aprendido. En este sentido, cobran una importancia
enorme las técnicas de prevención de la violencia que ponen su énfasis en la reelaboración de las
identidades masculinas de niños, jóvenes y adultos.
La socialización crea las identidades y muy frecuentemente todavía las y los menores ven a su alrededor,
desde los primeros momentos de su vida, actitudes de superioridad masculina y respuestas de sumisión
femenina. Al igual que la socialización puede servir para ayudar a que estos valores pervivan, también se
puede usar para combatirlos y hacerlos desaparecer.
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Por ello es muy importante la educación de menores, jóvenes, hombres y mujeres, en actitudes alternativas
e igualitarias. Es posible educar en valores democráticos, fomentar el equilibrio de poder y responsabilidad
de hombres y de mujeres y combatir los estereotipos masculinos y femeninos que fundamentan la misoginia.
Las agresiones de todo tipo que padecen las mujeres, son una manifestación más de las relaciones de
desigualdad que existen entre las mujeres y los hombres. La causa originaria y a la vez perpetuadora de
la violencia de género es la existencia de relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, que se
derivan del sexismo.
El sexismo impone la construcción social de los géneros masculino y femenino. Esta construcción está
directamente asociada al sexo biológico, es decir, las personas a través de la educación son socializadas en
función de su sexo biológico, adaptando la educación a los roles que la sociedad asignan a uno y otro sexo.
La violencia y sus múltiples manifestaciones tiene como fin la dominación y control social, como mecanismo
de mantenimiento y de reproducción del sometimiento femenino. La violencia de género dentro de la pareja
trata de domesticar a la mujer, de hacerla someterse sin que se escape, por eso es un obstáculo a la
autonomía y libertad de las mujeres. Es por ello que se manifiesta habitualmente a través de mecanismos
psicológicos de manipulación, para evitar que se pongan de manifiesto los intereses contrapuestos y evitar
en lo posible la manifestación del conflicto. La violencia contra las mujeres nace de un sistema de relaciones
de género anclado en la organización social y la cultura, que a lo largo de la historia ha postulado que los
hombres son superiores a las mujeres, tienen diferentes cualidades y han de ejercer distintos roles. Estos
roles estereotipados asignaban la dominación, el poder y el control a los hombres, y la sumisión, la
dependencia y la aceptación indiscutible de la autoridad masculina, la obediencia, a las mujeres.
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En este contexto se toleraba socialmente que los hombres utilizaran la violencia en el interior de la familia
para afianzar su autoridad. La educación y socialización de hombres y mujeres tenía como objetivo
desarrollar las cualidades y potencialidades necesarias para mantener este orden establecido.
La educación de las mujeres va dirigida a hacer del amor el centro de nuestras vidas. Encontrar al “ príncipe
azul” que satisfará nuestras necesidades y llenaría nuestra existencia. Fundar una familia, ser esposas y,
después, madres. Por tanto, la educación de las mujeres se centra en aprender cómo idolatrar. El modelo
cultural del amor para las mujeres es el amor romántico, que conlleva: la renuncia personal, la entrega total, el
amor sin reciprocidad. A las mujeres se les asigna el papel y la responsabilidad de mantener la armonía en
la pareja y en la familia. Para ello, es necesario saber estar atentas a las necesidades afectivas de la familia
y satisfacerlas, cuidar, agradar, estar siempre disponible, sacrificio y abnegación, la renuncia personal, el
olvido de sí mismas.
La valía y el éxito de una mujer depende de su capacidad para mantener la familia unida. Para ello, a veces
era necesario tolerar, perdonar el maltrato y ocultarlo. Estos valores y actitudes producen en las mujeres
sentimientos de culpa, fracaso, dependencia, inseguridad, así como comportamientos de sumisión. En las
relaciones de maltrato se llega incluso a justificar la violencia o a quitarle importancia, a sentir pena por el
agresor o a darle siempre otra oportunidad.
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Aunque la vida y la identidad de las mujeres ha cambiado mucho en los últimos años, la mayoría de las
mujeres han visto, vivido y crecido en este modelo y se sigue transmitiendo a través de los medios de
comunicación, el cine, la televisión, los cómics, cuentos, novelas. También continúa presente en muchas familias
e instituciones sociales, educativas, laborales, etc.
La interiorización del ideal femenino tradicional contribuye a que las mujeres se mantengan durante un tiempo
prolongado en una relación de maltrato.
A veces, también han crecido en familias violentas, han sufrido ellas mismas maltrato físico, emocional o
sexual o han presenciado el maltrato a sus madres. Han aprendido que “ quien bien te quiere te hará sufrir” ,
que el caos es normal, las relaciones afectivas son dolorosas y turbulentas, las personas somos víctimas o
abusadoras. Están familiarizadas con los comportamientos agresivos y violentos, las relaciones insanas y
destructivas.
De niñas no se reforzó el hacerlas sentirse capaces y valiosas, no les enseñaron el derecho a ser respetadas
y a satisfacer sus necesidades. No desarrollaron su autoestima, autoconfianza y seguridad en sí mismas, sino
que aprendieron la dependencia y la sumisión, la obediencia y el conformismo.
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CAPÍTULO 3. CARACTERÍSTICAS DE LA
VIOLENCIA DE GÉNERO EN LA PAREJA.
La segunda división se diferencia entre las formas explícitas y las formas sutiles. Las primeras las vemos y
las notamos, pero las segundas pasan desapercibidas, y si no nos damos cuenta de ellas, no las
categorizamos como violencia de género.
Es necesario partir de su reconocimiento, el rechazo social es la forma más eficaz de combatir esta violencia.
El Consejo de Europa afirma en sus documentos que es necesario un cambio fundamental de actitudes para
que se desarrolle en nuestras sociedades la idea de que la violencia es inadmisible. Esta idea la desarrolla
bajo el lema de Tolerancia Cero ante la Violencia de Género. Se persigue un cambio de actitudes que lleve a
no tolerar la violencia contra las mujeres en ninguna de sus modalidades, un cambio absoluto con respecto
a la violencia de género, de modo que nos hagamos cada vez más sensibles a cualquiera de sus aspectos y
a cualquier nivel de intensidad.
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También es cierto que la mayoría de las personas solo reconocen como violencia de género la violencia física,
por ello, es muy importante visibilizarlas todas y máxime cuando existen otros tipos de violencia que se dan
con más asiduidad en el ámbito del maltrato y que se están reproduciendo con mucha rapidez en las relaciones
de pareja.
Las leyes llevadas a cabo para legislar la violencia de género comprenden cualquier acto de violencia basada
en el género que implique o pueda implicar para las mujeres perjuicios o sufrimientos de naturaleza física,
psicológica, sexual o económica dentro del seno de la pareja o habiendo tenido una relación afectiva previa.
También recogen las amenazas de realizar dichos actos, la coerción o las privaciones arbitrarias de su libertad,
tanto si se producen en la vida pública como privada, y que implicaría que se deba tratar y hablar, igualmente,
de violencia social, patrimonial, por omisión, ambiental, digital y vicaria.
VIOLENCIA FÍSICA
Incluye cualquier acto no accidental que implique el uso deliberado de la fuerza del hombre contra el cuerpo
de la mujer, así como los ejercidos en su entorno familiar o personal como forma de agresión a esta con
resultado o riesgo de producir lesión física o daño. Es el tipo de violencia de género más visible y más
representativa de la violencia machista. Puede producir una incapacitación física e incluso la muerte, en
función de la intensidad de la agresión.
Agresiones de índole física: Empujones, tirones de pelo, bofetadas, golpes, patadas, fracturas, quemaduras,
mordeduras, estrangulamiento, puñaladas, tortura y asesinato.
VIOLENCIA PSICOLÓGICA
Incluye toda conducta, verbal o no verbal, que produzca en la mujer desvalorización o sufrimiento, a través
de amenazas, humillaciones o vejaciones, exigencia de obediencia o sumisión, coerción, insultos, aislamiento,
culpabilización o limitaciones de su ámbito de libertad, así como las ejercidas en su entorno familiar, laboral
o personal como forma de agresión a la mujer.
Dentro de la violencia psicológica existe violencia a nivel emocional (relacionada con los sentimientos) y/o
a nivel intelectual (relacionada con la inteligencia, la cultura, la memoria, etc). Hay que destacar la Luz de gas
o Gaslight, como otra forma de maltrato psicológico. El abuso luz de gas es una forma de violencia muy
perversa porque es continua y se consigue mediante el ejercicio de un acoso constante pero sutil e indirecto,
repetitivo, que va generando duda y confusión en la mujer que lo sufre, hasta el punto en que se llega a
sentir culpable de las conductas de violencia emitidas por el maltratador y a dudar de todo lo que ocurre a
su alrededor.
Las agresiones de índole psicológica pueden ser desde chistes y bromas o comentarios hirientes, hasta
amenazas, aislamiento, desprecio, intimidación e insultos en público, desigualdad en el reparto de los
recursos comunes, negativa a que la mujer salga sola de casa. Las características principales de la violencia
psicológica son:
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● No existe una agresión física clara, por lo que no se relaciona directamente como violencia de género.
● Se discute, se pone en duda, se menosprecian o se anulan los puntos de vista de la pareja frente a
cualquier situación.
● Se pierde la capacidad de toma de decisiones por miedo a no satisfacer las expectativas de la pareja.
VIOLENCIA ECONÓMICA
Algunos ejemplos son: No dejar que controle los recursos de la economía familiar, limitar el dinero, entregar
cantidades insuficientes para el mantenimiento de la familia, la culpabilización de no saber administrar bien
el dinero o impedir que trabaje para que no tenga independencia económica.
VIOLENCIA SEXUAL
Incluyen cualquier acto de naturaleza sexual forzada por el agresor o no consentida por la mujer, abarcando
la imposición, mediante la fuerza o con intimidación, de relaciones sexuales no consentidas, y el abuso
sexual, con independencia de la relación que el agresor guarde con la víctima” .
Agresiones de índole sexual: insistencia y coacción para mantener relaciones, tocamientos y contactos no
deseados, envío de material sexual sin previo consentimiento, manipulación y culpabilización ante la
ausencia de práctica sexual, impedir ejercer tu sexualidad libremente, obligación de no usar métodos
anticonceptivos, obligación e insistencia en la realización de determinadas prácticas sexuales, acoso,
violación, penetración con objetos, mutilación genital prostitución forzada, la trata de mujeres, etc.
Hasta 2013 los menores expuestos a la violencia de género y víctimas de la misma eran completamente
invisibles. Las cifras de Save the Children desde 2013 hasta 2019 son escalofriantes; 25 niños y niñas
asesinados y 221 huérfanas/os. En estas cifras no aparecen todas las niñas y niños que sufren violencia en
sus hogares, solo aquellas que han sido asesinadas o quedaron huérfanas de madre. El argumento esgrimido
para no considerar a estos menores como víctimas de violencia de género fue que a ellos/as no se les
agredía físicamente, sin embargo, actualmente se considera que los/las menores víctimas de violencia de
género sufren un trauma vicario, comparable al de los menores que sufren trauma de guerra.
Actualmente aún hace falta estudiar aquellos casos en los que los menores son utilizados como castigo hacia
la madre sin que pueda demostrarse la violencia hacia esta última. El mediático caso de José Bretón y otros
casos en los que niños y niñas son asesinados durante el régimen de visitas, pone de manifiesto la necesidad
de su inclusión dentro del marco de la violencia machista.
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Es un trauma provocado por estar continuamente expuestos y presentes ante experiencias muy angustiosas
provocadas por las conductas violentas de sus padres y las situaciones violentas que sufren sus madres.
Conseguir el reconocimiento de los menores como víctimas de violencia de género ha sido tarea difícil para
colectivos y asociaciones de mujeres feministas, ONG como Save the children, educadoras y trabajadoras
sociales y profesionales de la psicología que han estado años en la lucha por el reconocimiento de los
derechos de estas/os menores.
Uno de los problemas a los que nos enfrentamos es que niños y niñas puedan repetir los mismos patrones
que sus progenitores, las niñas puedan convertirse en víctimas de sus parejas desde muy temprana edad y
los niños puedan convertirse en agresores de sus parejas. Se puede hablar incluso de violencia contra los
menores en la etapa de la gestación, antes de llegar al mundo, ya que se ha demostrado empíricamente que
el no desarrollo completo del feto está influido por altos grados de cortisol en la sangre de la madre
provocado por el alto nivel de estrés que viven las mujeres víctimas de violencia de género.
La que, a través de patrones estereotipados como mensajes publicitarios, valores, iconos o signos se transmite
y reproduce dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando y
normalizando la subordinación de la mujer en la sociedad. Agresiones de índole simbólica: la cosificación del
cuerpo de la mujer a través de la publicidad o la invisibilidad del papel de la mujer a lo largo de la historia en
los libros de texto.
En muchas ocasiones se es cómplice de esta violencia por la inacción. Con esta inacción las personas se
hacen partícipes de la misma, ya que si se tiene conocimiento del maltrato infringido y no se actúa para
evitarlo no se está ayudando a la mujer y menores que lo estén padeciendo. El contexto en el que puede
producirse va desde el ámbito familiar hasta el ámbito vecinal o de amistad.
VIOLENCIA DIGITAL
La violencia contra las mujeres se encuentra presente en todos los ámbitos sociales, por lo que el desarrollo
de las nuevas tecnologías ha propiciado la existencia de nuevos ámbitos donde los estereotipos de género
se siguen proyectando: Internet y las redes sociales. Nos encontramos con una nueva vía a través de la cual
las parejas pueden ejercer control o se puede realizar acoso sexual por parte de desconocidos o exparejas,
siendo estos medios un facilitador para que los agresores puedan llegar a sus víctimas sin tener contacto
directo, haciendo uso del anonimato, y añadiendo dificultades para finalizar una relación de pareja. Entre las
conductas que se encuentran relacionadas con el ciberacoso podemos encontrar la distribución de imágenes
o datos comprometidos de contenido sexual, la creación de perfiles falsos para averiguar cosas sobre la
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víctima, la alimentación de rumores en redes sociales y el acceso al ordenador de la víctima para controlar
comunicaciones con terceros.
VIOLENCIA PATRIMONIAL
VIOLENCIA AMBIENTAL
Cualquier conducta violenta consistente en romper, golpear, destrozar, tirar o arrojar objetos y enseres del
lugar en el que tiene lugar la agresión, intimidando a las personas que rodean al maltratador con el objetivo
de imponer su criterio. La creación de ambientes violentos puede realizarse de múltiples formas, por ejemplo,
dejando armas a la vista o, en el caso de exparejas y el acoso, dejar aparcado el coche frente a la casa de
la víctima, dejar objetos frente a su puerta que le sean reconocibles por ella como que provienen de su
expareja, etc.
• La fase de tensión: se caracteriza por una escalada gradual de tensión que se manifiesta en actos
que aumentan la fricción y los conflictos en la pareja. El hombre violento expresa hostilidad, pero
no en forma explosiva. La mujer intenta calmar, complacer o, al menos, no hacer aquello que le
pueda molestar a la pareja, en la creencia irreal de que ella puede controlar la agresión. Pero esta
sigue aumentando
• Fase de agresión: en la que estalla la violencia psíquica, física y/o sexual. Es en esta fase cuando
la mujer suele denunciar los malos tratos y en la que puede decidirse a contar lo que le está pasando.
• Fase de remisión, conciliación o “luna de miel”: en la que el hombre violento se arrepiente, pide
perdón, le hace promesas de cambio o le hace regalos. Este momento supone un refuerzo positivo
para que la mujer antenga la relación. También le permite ver el “ lado bueno” de su pareja,
fomentando la esperanza de que puede llegar a cambiar.
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El ciclo de la violencia explica por qué algunas mujeres retiran su denuncia, que interponen en la fase de
agresión, al encontrarse un hombre que se arrepiente, promete cambiar y que está en plena fase de “ luna
de miel” . También explica por qué las mujeres, después de verbalizar que están sufriendo violencia o de
iniciar la toma de decisiones para terminar con la relación, le disculpan, minimizan su comportamiento
violento o lo justifican, volviendo de nuevo a la situación anterior.
Con el tiempo, la fase de agresión se repite más a menudo o se está todo el tiempo entre la tensión y la
agresión, sin apenas “ fase de reconciliación” . Cuando esto sucede, es cuando muchas mujeres deciden pedir
ayuda. A veces, hasta llegar a este momento, han pasado muchos años. Si este ciclo no se rompe a tiempo,
las agresiones se repetirán con más frecuencia y más intensidad, con mayor gravedad y riesgo para la
mujer.
EL AGRESOR
En general y aunque no hay estudios psicológicos concluyentes acerca de un perfil definitorio del maltratador,
la casuística nos indica que el delito de maltrato está muy extendido y por tanto se encuentran maltratadores
en todas las clases sociales, en todas las religiones e ideologías y en todos los países y culturas. Algunos
maltratadores trabajan, otros están en situación de desempleo y los que están empleados lo hacen en
distintos sectores y categorías profesionales. Hay universitarios y analfabetos, algunos son muy inteligentes
y otros no lo son. Así, el fenómeno del maltrato no obedece a un perfil característico del maltratador, ni
siquiera hay parámetros que se aglutinan en torno a una clase social, estilo de vida, capacidad intelectual o
de otra índole. Por tanto, podemos concluir que a priori no existe un perfil claro del maltratador. Ahora bien,
sí podemos hablar de ciertas características o rasgos que sí se encuentran comúnmente en los agresores,
entre ellas: Agresividad
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● Cólera
● Celopatías
● Histrionismo
● Inseguridad
● Baja autoestima
● Dependientes
● Carencias afectivas
Generalmente los maltratadores exhiben una conducta normal en público, es decir, en sus relaciones
laborales y sociales suelen ser muy correctos y cumplidores, de tal forma que sería casi imposible
sospechar una conducta de maltrato en su vida privada. En realidad, son personas selectivas, es decir,
eligen bien a las víctimas y ejercen el poder y la violencia contra ellas, a la vez que son sumisos, cobardes
y hasta serviles con quienes consideran sus superiores. No obstante, algunos maltratadores ejercen la
violencia también fuera del ámbito privado y necesitan de otras víctimas para ejercer la violencia sobre
ellas.
Si existe un denominador común definitorio del maltratador, es el referido a la concepción de la mujer como
posesión y objeto de pertenencia, con derecho absoluto sobre ella.
Según Miguel Lorente existe en el imaginario de muchas personas los agresores perfectos, los “ agresores
10” constituye el estereotipo de agresor, que está en el imaginario colectivo, pero que solo se corresponde
con una parte de la realidad.
Es el agresor perfecto, el que tropezará dos, tres y las veces que hagan falta en la piedra de los malos tratos;
de este modo despejará el camino a quienes, con los mismos planteamientos y los mismos objetivos, llevará
a cabo agresiones de forma que no resulten denunciados, y si lo son, para que los argumentos terminen
evitando la condena.
También presentan carencias educativas, problemas de socialización y conflictos familiares. De nuevo las
características perfectas para ocultar y encubrir al resto de los hombres que no presentan estos rasgos, y
que, en consecuencia, no son maltratadores, sino hombres perfectamente integrados y adaptados a la
sociedad, aunque también maltraten a sus mujeres.
De este modo todas la piezas encajan a la perfección: la sociedad y la cultura no tienen nada que ver con el
origen de la violencia contra las mujeres, la desigualdad sólo es testimonial, y los casos de mujeres
maltratadas se deben a hombres violentos y con problemas.
En el barómetro anual que hace el Centro de Estudios Sociológicos (CIS), el porcentaje de población que
piensa que en la violencia de género en la pareja influye de manera significativa el abuso de bebidas
alcohólicas es el 94%, las drogas el 93%, la pobreza el 65%, el paro también el 65%, el bajo nivel cultural el
61%, y los problemas psicológicos y mentales el 86%. es decir, aparece el típico perfil que más que dibujado
está tallado en lo más profundo de los pilares que sustentan las creencias y los valores del orden establecido.
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MÁS INFORMACIÓN
Este apartado que acabas de leer está basado en Miguel Llorente (2004): El rompecabezas: Anatomía de
un maltratador. Ed. Crítica.
Aunque partimos de la base de que no existe un perfil social ni psicológico para definir a los maltratadores,
quizás sí podríamos hablar de unas características comunes para la mayoría de los hombres que cometen
actos de violencia de género:
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LA MUJER VÍCTIMA
Al igual que en el caso del hombre maltratador, no podemos decir que las mujeres que soportan malos tratos
se caractericen por una o varias cualidades sociológicas: ni el nivel económico o cultural ni la religión o
nacionalidad nos permiten establecer alguna distinción en cuanto al fenómeno que nos ocupa, y ni siquiera
parece influir en el número de años que la mujer soporta esta situación o el tipo de ruptura que va a plantear.
Cualquier mujer pude convertirse en víctima de los malos tratos domésticos.
Por otra parte, y a diferencia de los maltratadores, nada parece indicar la existencia de un perfil psicológico
de mujer maltratada. En efecto, los estudios realizados en múltiples países de la Comunidad Europea indican
que no existe una personalidad previa típica de las mujeres maltratadas. De hecho, así como el maltratador
siempre establecerá relaciones violentas con sus sucesivas parejas, las mujeres maltratadas pueden
perfectamente recuperarse de tan traumática experiencia y entablar nuevas relaciones sanas y estables.
Sí es cierto que se ha constatado la relación entre el nivel de autoestima de la mujer y el tipo de reacción
que manifiesta ante la violencia, como se ha visto en el apartado dedicado a los tipos de ruptura. Esto significa
que una mujer que se valora y es consciente de sus derechos reaccionará ante la violencia rápidamente y
movilizará todo sus recursos para escapar de ella.
Así, las actitudes rígidas respecto al rol sexual o actitudes que condonan la violencia hacia las mujeres pueden
contribuir a generar en ellas una menor capacidad para responder efectivamente a la violencia y aumentar
el riesgo de mayores efectos negativos debidos al abuso. Cuanto más convencional haya sido la educación
de una mujer mayor probabilidad tiene de llegar a ser víctima en sus relaciones de pareja. Por eso, intentar
modificar esas apreciaciones en una mujer maltratada resulta a menudo prioritario en el tratamiento. En este
sentido, conviene señalar que es difícil para las víctimas cumplir su objetivo de autonomía si no existe en la
sociedad un cambio de mentalidad tendente a condenar con más claridad las agresiones.
El hecho de que muchas de las mujeres que soportan malos tratos declaren una edad de matrimonio
relativamente joven puede estar relacionado con la carencia de recursos personales: bien porque buscaban
escapar de un hogar violento a su vez(no olvidemos que provenir de una familia violenta o haber padecido
abusos en la infancia aumenta la tolerancia hacia el delito en la mayoría de los casos), bien porque al casarse
tan pronto con un agresor no han tenido tiempo de adquirir suficiente seguridad en sí mismas para afrontar
la situación. Sin embargo, es evidente que no se puede establecer una relación de causa-efecto entre un
matrimonio a temprana edad y el fenómeno de los malos tratos.
Para ser congruentes con un análisis feminista en la terapia con una mujer maltratada que se culpa a sí
misma de la violencia es prioritario ayudarla a entender que ella no es responsable ni de la cólera ni de la
violencia que se ejercen sobre ella. Del mismo modo, cuando la víctima enfoca su situación como ejemplo de
impotencia personal (por ejemplo: “ yo sola no sé resolver mis problemas cuando otras sí podrían” ) importa
enfatizar una perspectiva universal en la cual ninguna mujer podría controlar la violencia de un maltratador.
Así pues, todo parece indicar que no hay una tipología específica de víctima previa a los malos tratos. Los
malos tratos no son el resultado de una personalidad inherente en la mujer, sino que éstos dan lugar a
cambios importantes en su personalidad.
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Falta señalar que el estrés que padece la mujer que sufre malos tratos puede llegar a ser tan grande que dé
lugar a una transformación persistente de la personalidad (Síndrome por Estrés Postraumático), al igual que
ocurre con otras situaciones extremas: experiencias en campos de concentración, torturas, desastres y
exposición prolongada a situaciones amenazantes para la vida.
No es de extrañar, pues, que un alto porcentaje de mujeres atendidas en los servicios de salud mental
declaren sufrir o haber sufrido malos tratos de su pareja. No existe claramente un perfil exacto de la mujer
maltratada puesto que cualquier mujer puede ser víctima de la violencia, independientemente de su clase
social lugar en que vive, nivel de instrucción, ingresos, procedencia familiar, etc., sin embargo, sí se puede
establecer en general cuáles son las características psicosociales de la mujer maltratada que acude a los
Servicios Sociales, a la Policía etc.
Entre los factores más relevantes que inciden en que la mujer permanezca durante años al lado de su agresor
o que incluso regrese con él tras haber logrado romper la relación, destacan:
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La mujer que sufre malos tratos sufre alteraciones emocionales que se relacionan con la pérdida de
autoestima, la ambivalencia de sentimientos hacia el maltratador, la inseguridad económica y la ansiedad
ante la separación y el tener que afrontar una nueva vida. A todo ello, se le une un fuerte miedo a que el
agresor vuelva a ejercer la violencia contra ella. Cuando la víctima decide separarse es cuando teme por su
vida.
● Los sentimientos de la mujer hacia el agresor son ambivalentes, ya que siente hacia él rabia (en los
periodos de violencia) y afecto (en los periodos de remisión de la violencia).
● La mujer debe enfrentarse a la ansiedad que provoca la marcha, ya que esta conlleva aceptar el
fracaso familiar y hacerse cargo de los hijos/as.
● En numerosas ocasiones, el medio la culpabiliza por el fracaso conyugal.
● Tiene que hacer frente a las consecuencias económicas de la marcha.
● Tendrá que afrontar la soledad, para la que pocas mujeres han sido preparadas, ya que no se las
educa para vivir autónomamente y sólo se conciben funcionando ligadas a un hombre.
● También aparece un sentimiento de indefensión, se siente desprotegida y asustada ante el temor
de ser agredida de nuevo por la pareja que en numerosas ocasiones sigue acosándola.
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Según Graciela Ferreira, un mito, un estereotipo es una creencia errónea expresada de forma absoluta y
poco flexible, por ejemplo: “ La violencia contra las mujeres sólo se da en familias problemáticas” , “ los
maltratadores son hombres enfermos” . A veces asumen formas de sentencia breves que no explican mucho
y cuyo significado se sobreentiende: “ por algo será” .
Proponen modelos y marcan pautas de actuación, ofrecen una guía de conducta, opinión, valores y actitudes:
“ la mujer debe mantener la familia unida” , “ los hombres no lloran” , “ lo más importante para la mujer es
su familia” unen y dan cierta seguridad e ilusión de conocimiento a quienes los utilizan.
● Permiten resolver una situación de forma rápida (EJ: Es culpa del alcoholismo).
● Las personas que los comparten se ponen de acuerdo de forma fácil, lo que resulta cómodo y
tranquilizador. Quien no esté de acuerdo queda excluida o excluido.
● Son difíciles de desmentir por estar generalizados y formar parte de las convicciones sociales.
Las personas se aferran a ellos ya que es menos arriesgado que mantener una actitud más personal
e individualizada.
● Son resistentes al tiempo y al razonamiento, no es fácil dejar de creer en ellos, aun ante la prueba
de su falsedad y su absurdo.
● Contienen gran carga emotiva como el miedo, la culpa, el odio
● .Tienden a culpar a las mujeres y a justificar al maltratador.
Como consecuencia las víctimas se van a ver a sí mismas culpables, avergonzadas, con dudas sobre sí
mismas, lo que va a dificultar que reconozcan lo que sucede y pidan ayuda, y las y los profesionales en
vez de brindar apoyo y protección, llegan a generar mayor desamparo e indefensión en las afectadas. Es
imprescindible cuestionar los mitos, porque son asientos de la violencia, imbricados en nuestra identidad,
nos influyen poderosamente mientras no los hagamos conscientes, los razonemos y nos preguntemos
sobre ellos.
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Las llamadas “ pérdidas de control” son controladas. El hombre violento agrede cuando considera que la
mujer es más vulnerable, cuando no hay nadie que le pueda ayudar, en situaciones de mayor aislamiento o
como castigo por haber hecho algo que se considera inaceptable. En otros contextos y con otras personas
no se descontrolan o lo hacen mucho menos. Cuando los abusos emocionales y psicológicos más graves se
dan en espacios de intimidad, en los espacios públicos bastan ciertas miradas y comentarios para dar a
conocer su desaprobación, sin llegar a “ salirse de control” . Es esa memoria del abuso lo que hace que las
víctimas sepan reconocer y revivir las situaciones de violencia: dejan de hacer falta niveles altos de violencia
de cualquiera de sus tipos para percibir el miedo y, por tanto, someterse a la voluntad del maltratador. Los
episodios de altos niveles de violencia pueden ser desde el menosprecio y la humillación, al vacío y la
imposición de silencio, la obligación de aceptar o rechazar algo en contra de su voluntad, al abuso verbal de
cualquier tipo, la desautorización delante de hijos e hijas o incluso delante de otras personas, los golpes a
paredes o objetos o la destrucción de elementos de la propiedad de la víctima.
En ocasiones, es la familia la que inculca a la mujer que es ella la máxima responsable de mantener la
familia unida, que debe cuidar no solo de las hijas e hijos sino también del marido y hasta acusan a la propia
hija o hermana de no saber complacerle bastante, de no ser adecuada, de provocar parte o toda la situación.
Por tanto, la propia familia forma parte del entramado de violencia y abuso, culpabilizando a la víctima y
rechazando su apoyo o ayuda para salir de la situación de violencia.
No es solo el golpe, ni el insulto, ni la desvalorización, etc. Es toda una estrategia por la que el hombre
violento consigue el objetivo de humillar, anular, rebajar a la mujer, y para ello todo sirve el golpe, una mirada,
unas palabras desestabilizadoras hechas en el momento propicio. La violencia física, aunque resulta
generalmente más evidente y hay mayor conciencia sobre ella, no siempre es más grave que otras formas
de violencia. De hecho, es mucho más habitual y efectiva en cuanto a su capacidad de sometimiento, la
violencia psicológica, emocional, de control, social, económica o sexual. En muchas ocasiones la violencia
física ni siquiera aparece, conllevando una gran dificultad para la víctima y para los y las profesionales que
la acompañan demostrar el nivel de condicionamiento, limitación o doblegación a la que se ha visto sometida.
Cuando aparece la violencia física, las otras violencias llevan mucho tiempo efectuándose y se siguen dando
de forma simultánea con las agresiones de tipo físico.
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El proceso, la estrategia de maltrato tiene por objeto dominar sistemáticamente a una de las partes: la víctima.
Esta cada vez es más débil, más deteriorada, se siente más indefensa. El maltratador, en cambio, cada vez
va más lejos y actúa con más saña, como si la violencia se alimentará a sí misma como consecuencia del
refuerzo positivo que supone. Con el acto violento consigue cada vez más fácil su deseo, lo que, unido a la
escasa penalización de su conducta, hace que descubra su impunidad. Aunque también existe el caso de las
mujeres que agreden a su compañero, constituye una mínima parte como hemos visto anteriormente en el
apartado dedicado a la diferenciación entre la violencia por desigualdad de género y la violencia doméstica.
El hecho de que las conductas violencias de los hombres maltratadores puedan ser controladas y
condicionadas por una serie de circunstancias (cuando la víctima hace algo que considera inadecuado) y con
una persona en concreto (su pareja y, en todo caso, hacia sus hijos e hijas) implica que no existe un factor
de salud mental asociado.
Si bien los trastornos mentales en sentido estricto son relativamente poco frecuentes en los maltratadores
(cerca del 20% del total), los síntomas psicopatológicos son muy habituales, así como las alteraciones
psicológicas en el ámbito del control de la ira, de la empatía y expresión de emociones, de las cogniciones
sobre la mujer y la relación de pareja y de las habilidades de comunicación y de solución de problema.
Estas psicopatologías atienden más a un componente de aprendizaje social y cultural que se asienta en la
diferente apreciación de cómo debe ser el comportamiento de las mujeres y el de los hombres. Es por ello
que la concienciación social y la disminución de las creencias sexistas y la ruptura de los estereotipos y
roles de género son imprescindibles para que la violencia de género disminuya.
Ver el fragmento del programa “ Salvados: Los maltratadores no están enfermos, es una ideología, es
una forma de pensar”
Aunque el alcohol y otros tóxicos producen desinhibición y la violencia se agrava, no son la causa. El alcohol
no hace violento a un hombre que no lo es, aunque sí hace que la violencia sea más extrema. De todos los
hombres juzgados por violencia hacia las mujeres, solo un porcentaje bajo (5% según la Asociación de Juristas
Themis) se han asociado al diagnóstico síndrome de dependencia al alcohol. Además, son violentos también
cuando no beben.
Muchos hombres sometidos a gran tensión psíquica no son violentos. Sirve para restar responsabilidad al
hombre maltratador.
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Todos los tipos de violencia se dan en todas las clases sociales. En las clases bajas es evidencia más
fácilmente la violencia física y tiene mayor rechazo social, pero parece que no hay rasgo típico ni perfil del
maltratador, salvo el tener o haber mantenido una relación afectiva con la víctima.
NO ES UN ASUNTO PRIVADO
Ninguna situación que dañe de este modo a un ser humano puede considerarse privada. Es un delito y está
tipificado en el Código Penal. A pesar del compromiso personal que implica y la dificultad diagnóstica que en
muchos casos supone, lo cierto es que hay obligación legal y, por supuesto, moral de indagar y manifestar
anotando en la historia clínica de su existencia o de la mera sospecha, siempre respetando la decisión de
las mujeres.
Decir que es un asunto privado implica también desestimar el miedo de la mujer, colocándola de igual a igual
con su agresor, en su casa, lugar donde ella es más vulnerable y tiene más riesgo.
En muchas ocasiones se hace referencia a las denuncias falsas como si esta fuera la realidad de gran parte
de las denuncias de violencia de género, justificando la ineficacia de la misma asumiendo que se usa de
manera fraudulenta y poniendo en entredicho a las víctimas antes que al propio maltratador, dudando de la
veracidad. Sin embargo, según los últimos informes llevados a cabo por la Fiscalía General del Estado el
número de denuncias oscila entre las 150.000 y 170.000 anualmente, siendo las denuncias falsas un 0,0069
% del total de denuncias entre 2009 y 2019.
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Naciones Unidas en el informe Mundial sobre violencia contra la infancia, que se dio en 2006, afirmaba que
aproximadamente entre 100 y 200 millones de niños y niñas son testigos y contemplan la violencia entre
sus progenitores cada año. Lo que a su vez implica que vivir esta situación en un extenso periodo de tiempo
puede perjudicar de manera grave el bienestar y desarrollo personal de los menores.
Según Esteban (2019), más de 180.000 menores están expuestos a la violencia de género en España.
Menores que se ven afectados por este tipo de violencia y que marcará sus vidas para siempre.
Según los datos extraídos del Portal estadístico de la delegación del gobierno contra la violencia de género,
con respecto a las víctimas mortales por violencia de género y contabilizando a partir de 2013:
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Como se puede comprobar en el gráfico, la violencia de género no solo crea secuelas psicológicas y físicas
en las y los menores, sino que en algunos casos puede desembocar en asesinato.
La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género
afirma en el artículo 19, apartado 5 que “ También tendrán derecho a la asistencia social integral a través de
estos servicios sociales los menores que se encuentren bajo la patria potestad o guarda y custodia de la
persona agredida. A estos efectos, los servicios sociales deberán contar con personal específicamente
formado para atender a los menores, con el fin de prevenir y evitar de forma eficaz las situaciones que
puedan comportar daños psíquicos y físicos a los menores que viven en entornos familiares donde existe
violencia de género” . A partir de esta ley, se hizo especial relevancia a los menores que son testigos de
dichas situaciones. Sin embargo, aunque se les daba mención en dicha ley, no eran considerados víctimas
como tal.
Según el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (2013), en los años siguientes, se ha luchado
por darles voz, reconocimiento, apoyo y protección a estos menores. De hecho, la Estrategia Nacional para
la Erradicación de la violencia de género (2013-2016) impulsada por el Ministerio de Sanidad, Servicios
Sociales e Igualdad ha dedicado un apartado para darle importancia a los hijos e hijas de las víctimas ya
que se destaca la gran invisibilización que tienen y la dificultad para poder cuantificar su número.
Según la Ley Orgánica 8/2015, de 22 de julio, de modificación del sistema de protección a la infancia y a la
adolescencia, que en su disposición final tercera establece que: La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre,
de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, queda modificada en los siguientes términos:
Se modifica el apartado 2 del artículo 1, que queda redactado como sigue: «2. Por esta ley se establecen
medidas de protección integral cuya finalidad es prevenir, sancionar y erradicar esta violencia y prestar
asistencia a las mujeres, a sus hijos menores y a los menores sujetos a su tutela, o guarda y custodia,
víctimas de esta violencia.»
Según Save The Children (2020), los y las menores hijos e hijas de las mujeres que sufren violencias
machistas, son víctimas. La violencia de género afecta de manera directa a menores, pues son testigos de
escenarios violentos, se ven envueltos en ambientes agresivos siendo, en muchos casos, víctimas de
agresiones directas por parte de los agresores. Ese mismo estado de tensión y violencia es, a su vez, el
sistema de apoyo afectivo que tienen de referencia, que afecta de manera negativa y confusa asumiendo así,
modelos de relaciones sociales que pueden perjudicar en su desarrollo. Es por ello que deben estar
amparados por un sistema de protección.
Según Czalbowki (2015), en 1989, la Convención de Derechos del Niño se firmó por la mayor parte de los
Estados del mundo y en ella se destaca la importancia de proteger a los niños y niñas contra todo tipo de
violencia.
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Es necesario reconocerles como víctimas a todos los efectos, ya que es una manera de reconocer su derecho
a la protección y, a su vez, reconocer y hacer visible el sufrimiento y dolor en el que se ven envueltos cuando
conviven y se desarrollan en escenarios marcados por la violencia, el miedo, la desigualdad y el abuso de
poder en las relaciones familiares.
El Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la
violencia doméstica (Convenio de Estambul, 2011), por su parte, establece en su artículo 26 la necesidad de
proteger y apoyar a los niños testigos, al señalar que: “ las partes tomarán las medidas legislativas u otras
necesarias para que, en la oferta de servicios de protección y apoyo a las víctimas, se tengan en cuenta
adecuadamente los derechos y necesidades de los niños testigos de todas las formas de violencia incluidos
en el ámbito de aplicación del presente Convenio” .
Intervención Describe situaciones donde niños y niñas intentan hacer o decir algo para
proteger a la víctima
Participación Vigilar a la madre a petición del agresor, colaborar en las desvalorizaciones hacia
ella, hacer cómplice al menor de la violencia.
Presencial Durante las agresiones, los menores están expuestos en la misma habitación o
muy cerca desde donde se produce la violencia
Observación de Niños y niñas ven moratones, heridas, objetos y mobiliario rotos, ambulancias y
consecuencias de policía, reacciones emocionales de gran intensidad en adultos
la agresión
Ignorar los Porque sucedieron en ausencia de los menores o lejos de la residencia familiar.
acontecimientos
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Así mismo los distintos posicionamientos ante la violencia de género en los niños y niñas podrían variar
según el ciclo de la violencia que esté viviendo la madre, de forma que los y las menores podrán alternar
episodios de culpa (donde se perciben como causantes de la violencia hacia su madre) con episodios de
intensa rabia hacia la madre (si la percibe como la máxima responsable de la violencia) culpabilizándola y
delegando la responsabilidad de paralizar la violencia a la que están sometidos también los menores.
Además, nos podemos encontrar que, cuando los menores empatizan con el sufrimiento de la madre, asumen
papeles de protección hacia ella, oponiéndose a esta violencia.
Cuando existe un clima violento y tenso en el hogar, se enturbia ese derecho fundamental produciendo un
gran impacto sobre los y las menores. Es así que la insistencia e interés por vivir relaciones afectivas y
seguras con personas adultas es mayor como forma de disminuir u olvidar esos recuerdos vividos en un
ambiente violento.
Según Czalbowski (2015), el impacto que conlleva la exposición a la violencia de género en el hogar de los
niños, niñas y adolescentes, hace que padezcan más problemas físicos, emocionales y conductuales que
aquellos que no están expuestos a esta violencia.
Los menores que están expuestos a la violencia de género en casa tienen que convivir con un continuo
ambiente de tensión y violencia. El hecho de que, en ocasiones, no sufran agresiones físicas, no quiere decir
que no se vean afectados y agredidos de manera psicológica.
Según afirma el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (2013), son muchas las consecuencias
derivadas de sufrir la violencia de género en los y las menores, pero se pueden destacar cuatro puntos
importantes. Todos los aspectos tienen algo en común y es que en todos ellos se hace especial relevancia a
la situación de vulnerabilidad en la que se hallan las niñas y niños que viven en un ambiente de violencia
de género. Los aspectos más importantes son:
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El estudio realizado por Espinosa[1] destaca una serie de consecuencias comunes tanto de la exposición
directa como de la indirecta a la violencia de género. Si bien, son las mismas, lo que varía es la intensidad
de la sintomatología que presenta cada menor, así como la intervención que se deberá realizar para la
recuperación de estos efectos sobre su desarrollo.
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A través de este esquema puede observarse que gran parte de los trastornos que aparecen cuando niñas y
niños están expuestos de manera directa a la violencia tienen su origen en la incapacidad de progenitores
de satisfacer las necesidades biológicas, psicológicas y emocionales de los niños y niñas, cuyos efectos son
superponibles al patrón descrito de víctima directa.
Según el Child Behavior Checklist[1], las investigaciones reflejan que los problemas que sufren los menores
pueden ser de dos tipos:
Entre los efectos de la violencia en niños y niñas a partir de diversas investigaciones se destacan las
siguientes:
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EFECTOS CARACTERÍSTICAS
● Aislamiento
PROBLEMAS DE SOCIALIZACIÓN ● Inseguridad
● Agresividad
● Reducción de competencias sociales
● Llanto
COGNITIVA ● Tristeza
● Baja autoestima
● Aislamiento
● Miedos no específicos
● Presentimiento de que algo malo va a ocurrir.
MIEDOS ● Miedo a la muerte
● Miedo a perder a la madre
● Miedo a perder al padre.
● Miedo al abandono/rechazo.
● Pesadillas
ALTERACIONES DEL SUEÑO ● Miedo a dormir solo/a
● Terrores nocturnos
● Enuresis
SÍNTOMAS REGRESIVOS ● Encopresis
● Retraso en el desarrollo del lenguaje
● Actuar como niños menores de la edad que tienen.
● Problemas de aprendizaje
PROBLEMAS DE INTEGRACIÓN EN ● Dificultades en la concentración y atención.
LA ESCUELA ● Disminución del rendimiento escolar.
● Dificultades para compartir con otros niños y niñas
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● Rabia
● Cambios repentinos de humor
● Ansiedad
RESPUESTAS EMOCIONALES Y DE ● Sensación de desprotección y vivencia del mundo como
COMPORTAMIENTO algo amenazante
● Hipervigilancia
● Sentimientos de culpa (ser responsable de los conflictos
entre sus padres o de no haber intervenido para evitar la
violencia)
● Dificultad en la expresión y manejo de sentimientos
● Negación de la situación violenta o restar importancia a la
situación vivida.
● Normalización del sufrimiento y la agresión como modos
naturales de relación. Aprendizaje de modelos violentos y
posibilidad de repetirlos a través de la interiorización de
roles de género erróneos.
● Relaciones conflictivas y adicciones como consecuencia de
la exposición crónica a conflictos parentales.
● Huida del hogar.
● Establecimiento de relaciones sentimentales precoces como
consecuencia de haber aprendido modelos relacionales
basados en los mitos del amor romántico.
● Distorsiones perceptivas y susceptibilidad ante el
comportamiento de los demás en el que perciben
intenciones hostiles y tendencia a responder de forma
violenta como mecanismo de defensa.
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Las principales figuras de protección y cuidado serán las figuras significativas en el desarrollo de la primera
vinculación de apego de todo bebé, y que en el caso que nos ocupa será la madre.
El apego es aquel vínculo que se establece entre niño o niña y sus progenitores a través de un proceso
relacional que para la cría es primeramente sensorial (percepción de olores, voz, tacto...). Este proceso
comienza desde el punto cero en el que comienza el deseo de los padres de tener una hija o un hijo y todas
las fantasías y construcciones que giran en torno a lo que será ese proyecto vital. Sin embargo, existen
muchos casos de familias en las que no se ha dado este punto cero y que determinará posteriormente la
calidad del apego entre madre-hijo o hija.
En una relación sana padre-menor, es necesario para su buen funcionamiento el que pueda brindarle
seguridad y apoyo a su autonomía, autoestima. Además, un buen vínculo padre-hijo debe brindar apoyo y
sostén a las funciones de la madre, de manera que exista confianza y acuerdo en las normas y límites que
contengan afectivamente el desarrollo del menor.
Sin embargo, en situaciones de violencia de género, no se puede partir de un enfoque que perciba al agresor
como un padre que propicia un vínculo sano con su hija o hijo, cuando está poniendo en práctica estrategias
de manipulación, culpabilización y sometimiento hacia los demás integrantes de la familia (mujer e hijos o
hijas), así como, no apoya la tarea educativa de la madre, poniendo en duda el criterio de la mujer delante
de sus hijos o hijas y mostrando inconsistencias entre ambos progenitores ante los menores.
Existe un falso mito que defiende que la violencia de género no tiene por qué afectar al vínculo que padre-
hijo o hija tienen. La realidad que se encuentra en los Recursos de Atención Especializada para Mujeres
Víctimas de violencia de Género es que existe un gran porcentaje de menores que presentan graves secuelas
como consecuencia de la manipulación por parte del agresor, que lo hace aún más vulnerable a la violencia
sufrida.
Pero los efectos de la violencia de género no sólo se extienden al momento en el que están ocurriendo los
episodios de violencia, es decir, cuando la relación de pareja existe, sino que, en muchas ocasiones, esta
violencia se mantiene incluso cuando la relación cesa. Por tanto, esta violencia sigue afectando a las y los
menores que se encuentran ante nuevas formas de maltrato, en las que son usados para seguir haciendo
daño a la mujer y con ello, estamos ante nuevas formas de victimización secundaria.
Esta triangulación del menor, en la que se le hace partícipe de la violencia de género manipulando su
percepción de la realidad, hace que existan enormes consecuencias sobre el desarrollo afectivo-emocional
y moral de cada menor, dando lugar a graves secuelas en las que se dan procesos disociativos. Como
consecuencia, se hacen más difíciles las estrategias de afrontamiento ante traumas complejos y se producen
los desdoblamientos de personalidad, que permiten la supervivencia a cada menor
La triangulación del menor tiene una estrecha relación con el estilo educativo del padre, de manera que los
efectos en menores se agudizan cuando existe un estilo educativo que dificulta el desarrollo de una
personalidad sana.
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Los hombres que agreden a las mujeres y a sus menores poseen un estilo educativo autoritario en la mayoría
de las ocasiones, basado en la imposición de normas y en su voluntad que debe ser obedecida tal y como
marcan las creencias patriarcales. Suelen mostrarse intolerantes en las discusiones, seguido de limitaciones
en las habilidades para recibir críticas en el ajuste de su comportamiento, así como adaptarse a las
necesidades de los y las menores. Debido al perfil que muestran los agresores respecto al abuso de poder
y su necesidad de control, exigen un elevado respeto hacia su figura como principal autoridad. Bancroft
señala entre las características del rol de padres dentro del perfil de los maltratadores:
● Controlador
● Autoritario
● Manipulador
● Posesivo
● Negligente
Ante esta situación de triangulación del menor, ¿cómo se sitúan los hijos y las hijas ante estas situaciones
de violencia de género? Podemos conceptualizar dos dimensiones la postura de las niñas y niños ante la
violencia de género:
A partir de estas dos dimensiones, se extraen cuatro formas de afrontar la violencia que pueden darse de
forma combinada:
Viven con un secreto: niegan la existencia de la Conflicto de lealtades: aceptan la violencia, pero
violencia, como si ésta no sucediera. no quieren posicionarse frente a sus
progenitores.
Entre los procesos emocionales que se producen en estos posicionamientos en las niñas y niños, se da el
intento de recopilar la información para poder determinar qué ocurrió, quién lo hizo y hacia quién. Es así,
cómo pueden sentir la presión de tener que dar apoyo a alguna de las partes y, en consecuencia, sufrir la
desaprobación por uno de los progenitores, viviendo dicha situación como un rechazo que puede traducirse
en pérdida de cariño, afecto y en ocasiones, hasta abandono emocional.
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Módulo Común
Esta educación machista predispone a las mujeres a sufrirla porque les impide identificar las señales del
maltrato. Hay que cambiar esa imagen de chico atractivo y malote que no les deja identificar la situación por
la que están pasando.
Lo curioso es que las y los adolescentes distinguen que esa conducta no está bien. En una encuesta realizada
en 2017 a más de 1.400 personas de entre 12 y 17 años en distintas Comunidades Autónomas por la ONG
Mujeres en Igualdad, más de un 90 % supo reconocer los casos de violencia de género presentados. Ocho
de cada diez chicas encuestadas aseguraban no haberla sufrido nunca, pero de ellas, un 20% al mismo
tiempo admitía haber sido víctima de algún comportamiento machista.
Los casos de denuncias por malos tratos, abusos y agresiones sexuales entre menores de edad han
aumentado hasta un 25%, según los últimos datos de la Fiscalía General del Estado. Incluso hay veces que
las víctimas tienen menos de 14 años. Estos sucesos han aumentado en un solo año de 433 a 543 (25% más),
los de agresiones y abusos sexuales, de 1081 a 1271 (17 %), según los datos de 2019. Según el último estudio
de la FAD sobre percepción de la violencia de género en jóvenes (2021):
● Uno de cada cinco chicos de entre 15 y 29 años considera que la violencia de género no existe y
que es un “invento ideológico” . La encuesta Percepción de la violencia de género en la adolescencia
y la juventud elaborada por el Ministerio de Igualdad español señala que, en pleno 2021, una quinta
parte de los adolescentes varones españoles cree que no hay violencia de género en nuestra
sociedad actual.
● Sólo 1 de cada 3 adolescentes reconoce que la violencia psicológica y el control también forman
parte de la violencia de género. Por otro lado, la mayoría de jóvenes identifica la violencia de género
sólo como violencia física y sexual .En la misma encuesta, una tercera parte de los jóvenes considera
“ inevitable” o “ aceptable” controlar los horarios de la pareja, evitar que vea a su familia o
amistades, o incluso decirle qué puede hacer y qué no.
● El 6,5% de las adolescentes ha sufrido violencia sexual de sus parejas o exparejas. La
Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019 indica que las adolescentes de 16 y 17 años han
sufrido violencia sexual (6,5%), violencia física (6,2%), violencia emocional (16,7%) y violencia
psicológica o de control (24,9%)
● El 25% de las adolescentes ha sufrido violencia psicológica. No es amor, el último informe de la ONG
Save the Children, que analiza las políticas, estudios y datos existentes en España sobre violencia
de género entre adolescentes, alerta de las graves consecuencias de la violencia psicológica y de
control que sufren 1 de cada 4 adolescentes de 16 y 17 años.
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Módulo Común
La violencia de género en adolescentes puede durar varios años porque a veces tardan en darse cuenta de
su situación. Salir de este tipo de relaciones tóxicas y traumáticas es complicado por la dependencia
emocional que sufre la víctima. Según los registros del teléfono de ayuda para jóvenes de ANAR, las
adolescentes llaman generalmente cuando tienen problemas sentimentales con su pareja o, incluso, por
problemas que tienen con sus padres a causa de sus relaciones, y no saben a quién recurrir.
DIFICULTADES DE LAS ADOLESCENTES PARA DETECTAR LA SITUACIÓN QUE ESTÁN VIVIENDO Y PARA PEDIR
AYUDA:
Es muy habitual que las adolescentes que están sometidas a violencia de género por parte de sus parejas
no cuenten a casi nadie lo que les está pasando. Algunas de las razones son:
● Aunque tengan información sobre la violencia de género (charlas en el IES, actividades por el 25N...)
piensan que “ eso no va con ellas” o que “ eso les pasa a las adultas.
● Como parte del proceso de aislamiento él la ha convencido de que nadie la va a creer.
● Está confundida y desorientada, por efecto del ciclo de la violencia.
● Está acostumbrada a ceder para evitar conflictos y piensa que controla la situación y que no necesita
ayuda.
● Le resulta muy difícil asumir que su pareja esté haciéndole daño.
● Piensa que la agresión que ha padecido, física, verbal o psicológica, ha sido un hecho aislado que
no va a volver a suceder.
● Sentimiento de culpabilidad por pensar que ella ha provocado la violencia
● Sentimientos de VERGÜENZA:
● Por tener que reconocer ante otras personas que tenían razón cuando le decían que su pareja no
les parecía adecuada para ella.
● Por haber esperado tanto para contarlo, por haber soportado tanto tiempo, o por no haber actuado.
● Porque lo sepa todo el mundo.
● Por tener que contar su intimidad.
● Sentimientos de MIEDO: A que piensen que exagera o que ella es igual que él, perder a su pareja y
a quedarse sola, a que la obliguen a dejar a su pareja, a la reacción de él, a tener que denunciar e
iniciar un juicio, a que una vez lo sepa su familia u otros adultos y adultas la quieran controlar….
● Justifica los celos de él (es celoso porque su expareja lo engañó con otro chico, es así porque piensa
que su exnovio quiere volver con ella y se siente inseguro de la relación...), o los minimiza (refiriendo
que ella también es celosa, que son cosas naturales al principio de la relación, que son muestras de
amor…)
● Cuestiona sistemáticamente, de forma directa o indirecta, a quienes habían sido sus amistades hasta
ahora (“ él me ha abierto los ojos porque mis amigas no se portan muy bien conmigo” , “ las cosas
que hacen mis amigos ya me aburren o me parecen infantiles” , “ como ellas y ellos no tienen pareja
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no entienden lo que significa el compromiso” ...), así como sus aficiones o las actividades que antes
realizaba (“ ya no estoy a gusto” , “ no me gusta lo que hacemos” , “ me quita tiempo para estudiar” ...)
● Se producen enfrentamientos con la familia (“ me tratan como a una niña pequeña” , “ ellos no
pueden decidir por mí” , “ ellos no lo conocen así que no tienen derecho a opinar sobre él o sobre
nuestra relación” ...).
● Se muestra más reservada o se comporta de una forma diferente cuando él se encuentra presente.
Está excesivamente atenta a sus deseos, opiniones y comportamientos. Trata de agradarle y/o
complacerle, de una forma que parece poco natural en ella.
● Ante situaciones desagradables o violentas en fiestas, celebraciones sociales o reuniones familiares,
que él provoca, ella se muestra bloqueada, intenta calmarlo, le pide que se marchen, o responsabiliza
a otras personas o situaciones de lo ocurrido (“ es que alguien lo estaba mirando mal” , “ es que en
el fondo no os cae bien” , “ es que está teniendo problemas en casa” ...)
● Justifica su escasa participación en las redes sociales, grupos de whatsapp, diciendo que le resultan
aburridas, infantiles o indiscretas.
● Se refiere a sí misma en ocasiones como una persona loca, rara, inútil, torpe, agresiva (persona
difícil, en resumen).
● Se muestra agradecida, sorprendida y/o afortunada porque él la quiera con lo difícil que es ella.
● Informa permanente a su pareja de todo lo que hace en el día y durante la noche, van juntos a todos
sitios, él se presenta por sorpresa en situaciones en las que no ha sido invitado, y ella lo justifica
como un signo de amor, de no poder estar el uno sin la otra.
● Expresa que en una relación de pareja hay que ceder si bien muestra dificultades para reconocer
que es ella quien cede siempre, aunque sea evidente para los demás.
● Cambia su estilo de vestir, justificándolo por cuestiones de moda, comodidad, o porque no se ve
guapa ya con cosas así.
● Se siente culpable y responsable de los problemas de la relación.
● Se compara desfavorablemente con otras chicas.
● Se llama a sí misma con apodos despectivos o ridículos
● Expresa dudas sobre su valía, su salud mental o sus comportamientos o muestra miedo a ser
abandonada por él.
● Expresa que cree que él no soportaría la idea de terminar la relación.
● Muestra miedo y dudas sobre cómo decirle las cosas, porque no quiere hacerle daño.
● Reconoce que él golpear paredes, muebles o puertas, que tira y/o rompe objetos (a veces de valor
para ella), que conduce de forma temeraria...; lo justifica responsabilizándose a sí misma, a otras
personas o a otras circunstancias (“ perdió los nervios porque no le avisé de que había cambiado
de planes” , “ al final, por no pegarle a mi amigo le dio a la pared” , “ está muy nervioso últimamente
porque le va fatal en el instituto, porque no encuentra trabajo, porque sus padres se pelean mucho” ...)
● Reconoce que alguna vez la ha empujado, escupido, pellizcado, golpeado, tirado del pelo, abandonado
en algún sitio... pero ella lo vive como algo puntual, dentro del contexto de una pelea de pareja, o
siente que ella fue la responsable de que él se pusiera así de nervioso y perdiera el control.
● Expresa que los chicos y las chicas tienen necesidades sexuales muy diferentes, que es normal que
su pareja “ siempre tenga ganas” y ella no, pero que mantiene relaciones sexuales aunque no le
apetezca porque lo quiere, o porque piensa que él la puede dejar por otra chica.
● Solicita la “ píldora del día después” justificando que se les ha roto el preservativo, toma medidas
anticonceptivas de forma poco controlada y plantea que ella es un poco exagerada preocupándose
aunque él le asegura que controla la eyaculación cuando practican sexo sin usar métodos
anticonceptivos.
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● Padecer infecciones genitales de forma repetida, asociado a que él se niega a usar preservativo.
● Baja su rendimiento escolar o laboral.
● No participa en actividades del centro educativo, como el viaje de fin de curso o excursiones,
excusándose en que no le apetece ir, que ya conoce el sitio o que tiene mucho que estudiar.
● Muestra alteraciones en su apetito
● Muestra ritmo de sueño modificado o da signos de no descansar bien o lo suficiente.
● Muestra dificultades para concentrarse en sus actividades.
● Plantea problemas a su familia para ir con ellos de vacaciones o pasar fines de semana fuera.
También plantea problemas si él no la acompaña a esas vacaciones.
Si observamos algunos de estos indicadores será un buen momento para hacer una exploración activa de
la situación de la relación de pareja de la menor: Una de las cuestiones más importantes a tener en cuenta
es que nuestro objetivo no es que la chica se reconozca como víctima de violencia de género. De hecho,
plantearlo así suele provocar rechazo en las menores y que se vuelvan más reticentes a la intervención y a
la derivación de los servicios especializados.
Otra cuestión esencial es desechar esa creencia de si la chica no quiere romper con el agresor, o no quiere
recibir ayuda, no podemos hacer nada. A través de la experiencia de Programas profesionales como el de
Atención Psicológica a Mujeres Menores de Edad Víctimas de Violencia de Género, se comprueba que en
ocasiones, el comenzar la intervención con la familia, suele ser un buen método para que la chica acepte la
ayuda y termine dejando la relación con el agresor. Por otra parte, hacerle saber que estamos atentas y
atentos a su malestar, “ normalizar” las dificultades que está teniendo en su relación y ofrecerle el servicio
especializado, hará que la chica sepa a quién acudir cuando esté receptiva. Recibir atención de un servicio
especializado la ayudará a detectar y prevenir que esto suceda en otras relaciones, además de permitir
visibilizar violencias más sutiles o enmascaradas que normalmente no se suelen detectar con facilidad.
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En los delitos comunes, como el robo, es prácticamente imposible que el delincuente y la víctima vuelvan a
coincidir en otro acto delictivo.
En los delitos de violencia de género el agresor y la víctima tienen o han tenido una relación sentimental, y
el delincuente reitera actos de agresión sobre la misma víctima y los combina con expresiones de
arrepentimiento.
Hablamos de circuito de violencia para describir las fases circulares de los malos tratos que consisten en:
● Episodio de violencia
● Fase de relajación
● Episodio de reconciliación
● Fase de tensión
Estas fases se van sucediendo, retroalimentándose, aunque a medida que se vaya agravando la violencia, la
fase de relajación disminuye, pudiendo llegar a desaparecer. El circuito de violencia será explicado con más
detalle en otro apartado.
En los delitos comunes la víctima acude a la administración de justicia o a los Cuerpos y Fuerzas de
Seguridad cuando el acto delictivo ha terminado, y espera obtener de ellos que identifiquen al culpable,
lo castiguen y se le restituya en sus derechos.
En los delitos violencia de género la víctima acude a la administración de justicia y a los Cuerpos y Fuerzas
de Seguridad del Estado cuando los actos delictivos aún no han terminado, y busca de ellos la extinción
de las agresiones y la protección de su persona y también de la de sus hijos e hijas.
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En los delitos comunes la sociedad, y dentro de ella los operadores jurídicos, sienten el peligro de que
cualquiera puede ser víctima de ese agresor.
En los delitos de violencia de género el agresor no es visualizado como un delincuente ya que lo habitual
es que tenga una imagen pública normalizada, e incluso intachable, y no resulta peligroso más que para
su mujer o pareja, sus hijos e hijas.
En los delitos comunes la víctima puede recuperar con cierta rapidez su equilibrio emocional y ser capaz
de ejercer sus derechos con persistencia.
En los delitos de violencia de género lo normal es que la mujer esté profundamente afectada
psicológicamente y que tenga una escasa capacidad para asumir los procedimientos judiciales, con lo que
éstos supondrán para ella una segunda victimización; la consecuencia de esta profunda afectación
psicológica es que durante la tramitación de dichos procedimientos la mujer va a desarrollar diversas
conductas aparentemente contradictorias, tales como decir que no quiere que le pase nada a su marido,
que en el fondo no es malo, que quiere regresar con él, etc., que irán deteriorando progresivamente su
imagen ante los operadores jurídicos, muchas veces desconocedores de que tales comportamientos no son
más que evidencias del maltrato psicológico padecido y del estado de indefensión resultante.
Una de las conductas frecuentes de la mujer dentro de los procedimientos judiciales, que es causa de
sorpresa e incomprensión si no se conocen los mecanismos de este tipo de violencia de género, es la
retirada de la denuncia y de la solicitud de la orden de protección debido a su estado psicológico, a las
conductas que esté desarrollando en ese momento el dominador (ya sean amenazas o promesas de
cambio), y a la presión de su entorno para que lo perdone.
En los delitos por violencia de género la norma es que la mujer sufra lesiones psicológicas que precisarán
de peritación para ser constatada en los procedimientos judiciales.
Especial consideración merece el síndrome de la mujer maltratada que consiste en el conjunto de malestar
o de disfunciones y lesiones psicológicas que sufre una mujer como consecuencia de los malos tratos, y
que abarca también los problemas de relación con otras personas distintas del agresor. Como
manifestaciones frecuentes de este síndrome se encuentran el apego al dominador, la dependencia, la
indefensión aprendida, la negación, la culpa, la ansiedad, la depresión....
Este concepto de síndrome de la mujer maltratada se encuentra reconocido, además de por la ciencia
médica y psicológica, en la propia exposición de motivos de la Ley Orgánica de 28 de diciembre de 2.004.
En los delitos comunes será excepcional la existencia de una pluralidad de víctimas unidas entre sí por
lazos familiares, afectivos o de dependencia.
En los delitos de violencia de género lo más frecuente será que, además de la mujer, sean víctimas los
hijos y las hijas, y, tal vez, otros familiares, amigos de la víctima (la mujer), o la nueva pareja de ésta.
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En los delitos comunes, con la sentencia firme suele terminar la actividad jurídica de la víctima mientras
que la situación de violencia ha terminado mucho antes.
En los delitos de violencia de género, ésta no suele extinguirse con la sentencia firme ya que lo habitual es
que el delincuente persista en su actitud violenta, necesitando la víctima hacer sucesivas intervenciones
judiciales y policiales solicitando protección.
La reiteración de episodios violentos obliga a los operadores jurídicos y a los Cuerpos y Fuerzas de
Seguridad a realizar numerosas intervenciones de protección y a hacer una valoración continuada de
peligrosidad.
En los delitos comunes, la víctima se encuentra con una administración de justicia diseñada a partir
precisamente del modelo teórico del derecho patrimonial y de los delitos comunes.
No podemos olvidar que la administración de justicia tiene su origen en la protección de los derechos
patrimoniales, encontrándose desde el derecho romano muy desarrollado el estudio de esos derechos, y
la mujer ha sido tenida en cuenta históricamente a nivel legislativo para limitar su capacidad de obra y
controlar su sexualidad.
En los delitos de violencia de género la víctima se encuentra en la actualidad con una administración sobre
la que está previsto realizar numerosos cambios para adecuarla al nuevo objetivo de asistir a las víctimas,
pero que en la práctica aún no se adecua a las especificidades de estos casos, existiendo importantes
diferencias entre los distintos partidos judiciales en cuanto a los recursos en beneficio de las víctimas.
En los delitos comunes los operadores jurídicos no se encuentran inmersos en la cultura delictiva.
En los delitos de violencia de género el delincuente se apoya de la cultura patriarcal y machista que, por
ser la dominante, nos afecta a todos y a todas y, de algún modo, desdibujan los límites socialmente
aceptables entre los abusos de poder ejercidos socialmente contra las mujeres y los considerados como
delitos de malos tratos.
Tal y como detalla la Ley Orgánica de 28 de diciembre de 2.004 y numerosos textos legales internacionales,
la violencia contra las mujeres forma parte de nuestra manera de relacionarnos socialmente transmitiendo
una cultura machista. Esto significa que cada una de las personas que interactúa con la víctima de violencia
de género y con el agresor, está inmersa en la cultura que tolera esas agresiones. Por eso, no solamente
se necesita un cambio en el diseño de la administración de justicia, también es precisa una transformación
en la actitud y conocimientos de los y las profesionales que intervenimos en estas materias
Por todas estas características propias de los delitos de los malos tratos se necesitan recursos específicos
para luchar contra ese grave problema y una formación especializada.
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Por último, quisiéramos hacer una breve referencia a los casos de agresiones sexuales por alguien que no
es pareja o expareja de la víctima, los cuales constituyen el segundo grupo más importante de la violencia
de género y comparten unas características comunes con los malos tratos:
El Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia
doméstica (Convenio de Estambul), abierto a la firma en Estambul el 11 de mayo de 2011, entró en vigor de
forma general y para España el 1 de agosto de 2014, ya que alcanzó el número mínimo de diez Estados
miembros de la organización que lo han ratificado, tal y como estipula el artículo 75 del Convenio.
El Consejo de Ministros de 26 de julio de 2013 adoptó un Acuerdo por el que se aprueba la firma "ad
referéndum" del Convenio y se dispuso su remisión a las Cortes Generales. El 19 de febrero de 2014, las
Cortes Generales concedieron la autorización para que el Estado pueda prestar el consentimiento para
obligarse por medio de este Convenio. Y el 11 de abril de 2014, España depositó el Instrumento de Ratificación
del Convenio. El Convenio fue publicado en el BOE del viernes 6 de junio de 2014.
La importancia del Convenio estriba en que supone el primer instrumento de carácter vinculante en el
ámbito europeo en materia de violencia contra la mujer y la violencia doméstica, y es el tratado
internacional de mayor alcance para hacer frente a esta grave violación de los derechos humanos,
estableciendo una tolerancia cero con respecto a la violencia hacia la mujer.
La violencia contra la mujer se reconoce en el Convenio como una violación de los derechos humanos y como
una forma de discriminación, considerando responsables a los Estados si no responden de manera
adecuada.
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● Prevenir la violencia, proteger a las víctimas y entablar acciones judiciales contra los agresores.
● Sensibilizar y hacer un llamamiento a toda la sociedad, especialmente a los hombres y niños, para
que cambien de actitud y rompan con una cultura de tolerancia y negación que perpetúa la
desigualdad de género y la violencia que la causa.
● Destacar la importancia de una actuación coordinada de todos los organismos y servicios oficiales
pertinentes y la sociedad civil.
● La recogida de datos estadísticos y de investigación sobre todas las formas de violencia contra la
mujer.
El Convenio contempla como delito todas las formas de violencia contra la mujer: la violencia física, psicológica
y sexual, incluida la violación; la mutilación genital femenina, el matrimonio forzado, el acoso, el aborto
forzado y la esterilización forzada. Esto implica que los Estados deberán introducir en sus sistemas jurídicos
estos delitos.
La práctica totalidad de las conductas incluidas en el Convenio son perseguidas en el ordenamiento jurídico
español. El matrimonio forzado se introduce como delito en el Proyecto de Ley Orgánica de reforma del
Código Penal, que está tramitándose en el Congreso. Además, el análisis del nivel de cumplimiento del
Convenio por parte de España en la actualidad es muy elevado.
Los fundamentos y alcance del Convenio están acordes con la normativa y actuaciones llevadas a cabo por
España en esta materia, pues entre las obligaciones a los Estados del Convenio de Estambul destacan algunas
medidas ya consolidadas en nuestro país, como:
Leer el texto del Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra la
mujer y la violencia doméstica (Convenio de Estambul) fue publicado en el BOE del viernes 6 de junio de
2014
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La violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el
símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige
sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los
derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión.
Nuestra Constitución incorpora en su artículo 15 el derecho de todos a la vida y a la integridad física y moral,
sin que en ningún caso puedan ser sometidos a torturas ni a penas o tratos inhumanos o degradantes.
Además, continúa nuestra Carta Magna, estos derechos vinculan a todos los poderes públicos y sólo por ley
puede regularse su ejercicio.
En la realidad española, las agresiones sobre las mujeres tienen una especial incidencia, existiendo hoy una
mayor conciencia que en épocas anteriores sobre ésta, gracias, en buena medida, al esfuerzo realizado por
las organizaciones de mujeres en su lucha contra todas las formas de violencia de género. Ya no es un
«delito invisible», sino que produce un rechazo colectivo y una evidente alarma social.
En los últimos años se han producido en el derecho español avances legislativos en materia de lucha contra
la violencia de género, tales como la Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre, de Medidas Concretas en
Materia de Seguridad Ciudadana, Violencia Doméstica e Integración Social de los Extranjeros; la Ley Orgánica
15/2003, de 25 de noviembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código
Penal, o la Ley 27/2003, de 31 de julio, reguladora de la Orden de Protección de las Víctimas de la Violencia
Doméstica; además de las leyes aprobadas por diversas Comunidades Autónomas, dentro de su ámbito
competencial. Todas ellas han incidido en distintos ámbitos civiles, penales, sociales o educativos a través
de sus respectivas normativas.
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El ámbito de la Ley abarca tanto los aspectos preventivos, educativos, sociales, asistenciales y de atención
posterior a las víctimas, como la normativa civil que incide en el ámbito familiar o de convivencia donde
principalmente se producen las agresiones, así como el principio de subsidiariedad en las Administraciones
Públicas. Igualmente se aborda con decisión la respuesta punitiva que deben recibir todas las
manifestaciones de violencia que esta Ley regula. La violencia de género se enfoca por la Ley de un modo
integral y multidisciplinar, empezando por el proceso de socialización y educación.
La conquista de la igualdad y el respeto a la dignidad humana y la libertad de las personas tienen que ser
un objetivo prioritario en todos los niveles de socialización. La Ley establece medidas de sensibilización e
intervención en el ámbito educativo. Se refuerza, con referencia concreta al ámbito de la publicidad, una
imagen que respete la igualdad y la dignidad de las mujeres. Se apoya a las víctimas a través del
reconocimiento de derechos como el de la información, la asistencia jurídica gratuita y otros de protección
social y apoyo económico. Proporciona, por tanto, una respuesta legal integral que abarca tanto las normas
procesales, creando nuevas instancias, como normas sustantivas penales y civiles, incluyendo la debida
formación de los operadores sanitarios, policiales y jurídicos responsables de la obtención de pruebas y de
la aplicación de la ley.
Las situaciones de violencia sobre la mujer afectan también a los menores que se encuentran dentro de su
entorno familiar, víctimas directas o indirectas de esta violencia. La Ley contempla también su protección no
sólo para la tutela de los derechos de los menores, sino para garantizar de forma efectiva las medidas de
protección adoptadas respecto de la mujer.
La Ley se estructura en un título preliminar, cinco títulos, veinte disposiciones adicionales, dos disposiciones
transitorias, una disposición derogatoria y siete disposiciones finales. En el título preliminar se recogen las
disposiciones generales de la Ley que se refieren a su objeto y principios rectores.
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En el título II, relativo a los derechos de las mujeres víctimas de violencia, en su capítulo I, se garantiza el
derecho de acceso a la información y a la asistencia social integrada, a través de servicios de atención
permanente, urgente y con especialización de prestaciones y multidisciplinariedad profesional. Con el fin de
coadyuvar a la puesta en marcha de estos servicios, se dotará un Fondo al que podrán acceder las
Comunidades Autónomas, de acuerdo con los criterios objetivos que se determinen en la respectiva
Conferencia Sectorial. Asimismo, se reconoce el derecho a la asistencia jurídica gratuita, con el fin de
garantizar a aquellas víctimas con recursos insuficientes para litigar una asistencia letrada en todos los
procesos y procedimientos, relacionados con la violencia de género, en que sean parte, asumiendo una
misma dirección letrada su asistencia en todos los procesos. Se extiende la medida a los perjudicados en
caso de fallecimiento de la víctima. Se establecen, asimismo, medidas de protección en el ámbito social,
modificando el Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de marzo, por el que se aprueba el texto refundido de
la Ley del Estatuto de los Trabajadores, para justificar las ausencias del puesto de trabajo de las víctimas de
la violencia de género, posibilitar su movilidad geográfica, la suspensión con reserva del puesto de trabajo
y la extinción del contrato. En idéntico sentido se prevén medidas de apoyo a las funcionarias públicas que
sufran formas de violencia de las que combate esta Ley, modificando los preceptos correspondientes de la
Ley 30/1984, de 2 de agosto, de Medidas para la Reforma de la Función Pública.
Se regulan, igualmente, medidas de apoyo económico, modificando el Real Decreto Legislativo 1/1994, de 20
de junio, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley General de la Seguridad Social, para que las
víctimas de la violencia de género generen derecho a la situación legal de desempleo cuando resuelvan o
suspendan voluntariamente su contrato de trabajo.
Para garantizar a las víctimas de violencia de género que carezcan de recursos económicos unas ayudas
sociales en aquellos supuestos en que se estime que la víctima debido a su edad, falta de preparación general
especializada y circunstancias sociales no va a mejorar de forma sustancial su empleabilidad, se prevé su
incorporación al programa de acción específico creado al efecto para su inserción profesional.
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Estas ayudas, que se modularán en relación a la edad y responsabilidades familiares de la víctima, tienen
como objetivo fundamental facilitarle unos recursos mínimos de subsistencia que le permitan independizarse
del agresor; dichas ayudas serán compatibles con las previstas en la Ley 35/1995, de 11 de diciembre, de
Ayudas y Asistencia a las Víctimas de Delitos Violentos y Contra la Libertad Sexual.
En el título III, concerniente a la Tutela Institucional, se procede a la creación de dos órganos administrativos.
En primer lugar, la Delegación Especial del Gobierno contra la Violencia sobre la Mujer, en el Ministerio de
Trabajo y Asuntos Sociales, a la que corresponderá, entre otras funciones, proponer la política del Gobierno
en relación con la violencia sobre la mujer y coordinar e impulsar todas las actuaciones que se realicen en
dicha materia, que necesariamente habrán de comprender todas aquellas actuaciones que hagan efectiva la
garantía de los derechos de las mujeres. También se crea el Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer,
como un órgano colegiado en el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, y que tendrá como principales
funciones servir como centro de análisis de la situación y evolución de la violencia sobre la mujer, así como
asesorar y colaborar con el Delegado en la elaboración de propuestas y medidas para erradicar este tipo de
violencia.
En su título IV la Ley introduce normas de naturaleza penal, mediante las que se pretende incluir, dentro de
los tipos agravados de lesiones, uno específico que incremente la sanción penal cuando la lesión se produzca
contra quien sea o haya sido la esposa del autor, o mujer que esté o haya estado ligada a él por una análoga
relación de afectividad, aun sin convivencia. También se castigarán como delito las coacciones leves y las
amenazas leves de cualquier clase cometidas contra las mujeres mencionadas con anterioridad. Para la
ciudadanía, para los colectivos de mujeres y específicamente para aquellas que sufren este tipo de
agresiones, la Ley quiere dar una respuesta firme y contundente y mostrar firmeza plasmándolas en tipos
penales específicos.
En el título V se establece la llamada Tutela Judicial para garantizar un tratamiento adecuado y eficaz de la
situación jurídica, familiar y social de las víctimas de violencia de género en las relaciones intrafamiliares.
Desde el punto de vista judicial nos encontramos ante un fenómeno complejo en el que es necesario
intervenir desde distintas perspectivas jurídicas, que tienen que abarcar desde las normas procesales y
sustantivas hasta las disposiciones relativas a la atención a las víctimas, intervención que sólo es posible a
través de una legislación específica.
Una Ley para la prevención y erradicación de la violencia sobre la mujer ha de ser una Ley que recoja
medidas procesales que permitan procedimientos ágiles y sumarios, como el establecido en la Ley 27/2003,
de 31 de julio, pero, además, que compagine, en los ámbitos civil y penal, medidas de protección a las mujeres
y a sus hijos e hijas, y medidas cautelares para ser ejecutadas con carácter de urgencia. La normativa actual,
civil, penal, publicitaria, social y administrativa presenta muchas deficiencias, debidas fundamentalmente a
que hasta el momento no se ha dado a esta cuestión una respuesta global y multidisciplinar. Desde el punto
de vista penal la respuesta nunca puede ser un nuevo agravio para la mujer.
En cuanto a las medidas jurídicas asumidas para garantizar un tratamiento adecuado y eficaz de la situación
jurídica, familiar y social de las víctimas de violencia sobre la mujer en las relaciones intrafamiliares, se han
adoptado las siguientes: conforme a la tradición jurídica española, se ha optado por una fórmula de
especialización dentro del orden penal, de los Jueces de Instrucción, creando los Juzgados de Violencia sobre
la Mujer y excluyendo la posibilidad de creación de un orden jurisdiccional nuevo o la asunción de
competencias penales por parte de los Jueces Civiles. Estos Juzgados conocerán de la instrucción, y, en su
caso, del fallo de las causas penales en materia de violencia sobre la mujer, así como de aquellas causas
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civiles relacionadas, de forma que unas y otras en la primera instancia sean objeto de tratamiento procesal
ante la misma sede. Con ello se asegura la mediación garantista del debido proceso penal en la intervención
de los derechos fundamentales del presunto agresor, sin que con ello se reduzcan lo más mínimo las
posibilidades legales que esta Ley dispone para la mayor, más inmediata y eficaz protección de la víctima,
así como los recursos para evitar reiteraciones en la agresión o la escalada en la violencia.
Respecto de la regulación expresa de las medidas de protección que podrá adoptar el Juez de violencia de
género, se ha optado por su inclusión expresa, ya que no están recogidas como medidas cautelares en la
Ley de Enjuiciamiento Criminal, que sólo regula la prohibición de residencia y la de acudir a determinado
lugar para los delitos recogidos en el artículo 57 del Código Penal (artículo 544 bis LECrim, introducido por la
LO 14/1999). Además, se opta por la delimitación temporal de estas medidas (cuando son medidas cautelares)
hasta la finalización del proceso. Sin embargo, se añade la posibilidad de que cualquiera de estas medidas
de protección pueda ser utilizada como medida de seguridad, desde el principio o durante la ejecución de la
sentencia, incrementando con ello la lista del artículo 105 del Código Penal (introducido por la LO 11/1999), y
posibilitando al Juez la garantía de protección de las víctimas más allá de la finalización del proceso. Se
contemplan normas que afectan a las funciones del Ministerio Fiscal, mediante la creación del Fiscal contra
la Violencia sobre la Mujer, encargado de la supervisión y coordinación del Ministerio Fiscal en este aspecto,
así como mediante la creación de una Sección equivalente en cada Fiscalía de los Tribunales Superiores de
Justicia y de las Audiencias Provinciales a las que se adscribirán Fiscales con especialización en la materia.
Los Fiscales intervendrán en los procedimientos penales por los hechos constitutivos de delitos o faltas cuya
competencia esté atribuida a los Juzgados de Violencia de Género, además de intervenir en los procesos
civiles de nulidad, separación o divorcio, o que versen sobre guarda y custodia de los hijos menores en los
que se aleguen malos tratos al cónyuge o a los hijos.
En sus disposiciones adicionales la Ley lleva a cabo una profunda reforma del ordenamiento jurídico para
adaptar las normas vigentes al marco introducido por el presente texto. Con objeto de armonizar las normas
anteriores y ofrecer un contexto coordinado entre los textos legales, parte de la reforma integral se ha llevado
a cabo mediante la modificación de normas existentes. En este sentido, las disposiciones adicionales
desarrollan las medidas previstas en el articulado, pero integrándolas directamente en la legislación
educativa, publicitaria, laboral, de Seguridad Social y de Función Pública; asimismo, dichas disposiciones
afectan, en especial, al reconocimiento de pensiones y a la dotación del Fondo previsto en esta Ley para
favorecer la asistencia social integral a las víctimas de violencia de género.
Por último, la presente Ley incluye en sus disposiciones finales las habilitaciones necesarias para el
desarrollo normativo de sus preceptos.
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● Eje 1. Hay que acabar con el silencio en torno a esta problemática. La sensibilización y prevención
se hacen esenciales. La sociedad debe concienciarse del daño y las consecuencias que genera la
desigualdad de género y la violencia hacia las mujeres, y entender cómo su vida y la de sus hijos e
hijas se ve afectada.
● Eje 2. Hay que mejorar la respuesta institucional hacia las mujeres y menores víctimas de este tipo
de violencia machista. Sin una adecuada coordinación entre las partes encargadas de su lucha, así
como recursos, medidas o protocolos, no se logrará un resultado eficaz.
● Eje 3. Hay que desarrollar el apoyo, amparo y seguridad que se brinda a las mujeres y menores
víctimas. Es vital garantizar una atención personalizada, posibilitar el acceso a los recursos de los
colectivos vulnerables (mujeres migrantes, discapacitadas, mayores o rurales) o impulsar los
programas de inserción laboral.
● Eje 4. Hay que fortalecer la ayuda y seguridad de los hijos e hijas. Esto implica que se les reconozca
también como víctimas directas de la violencia de género y desarrollar acciones específicas.
● Eje 5. Para asegurar la mejor respuesta a las víctimas hay que fomentar la formación de todas las
personas profesionales que participan.
● Eje 6. Es necesario aumentar el conocimiento y datos sobre la violencia de género para poder luchar
contra ella, y por ello se hará un seguimiento estadístico.
● Eje 7: Recomendaciones a todas las instituciones locales, autónomas y otras, para conseguir eliminar
la violencia sobre las mujeres por razón de género.
● Eje 8. Se reconoce cualquier suceso violento fundamentado en el género que afecte de forma sexual,
física, psicológica o económica a las mujeres, de modo que se incorporan los principios del Convenio
de Estambul.
● Eje 9. Los Presupuestos Generales del Estado se comprometen a designar la cantidad necesaria
para la puesta en marcha de las medidas recogidas en el pacto.
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La ley tiene como objetivos impulsar el principio de igualdad en todas las políticas públicas y afianzar las
políticas de igualdad, fijando objetivos y estrategias; erradicar la violencia de género, avanzando en el
rechazo ciudadano a este fenómeno y en la implantación de un modelo de atención a víctimas de la violencia
de género y promover la igualdad en el acceso, permanencia y promoción en el empleo y en la formación
profesional; impulsar la corresponsabilidad y la conciliación de la vida personal, familiar y laboral.
Entre las medidas destinadas a la atención a las víctimas de la violencia de género y la prevención de este
fenómeno, destacan la red de casas de acogida del Principado de Asturias, así como la integración del
principio de igualdad en el modelo educativo asturiano.
Leer Texto Ley 2/2011, de 11 de marzo, para la igualdad de mujeres y hombres y la erradicación
de la violencia de género.
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La Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género recuerda la obligación de
los poderes públicos de actuar para asegurar el ejercicio de los derechos fundamentales que la Constitución
reconoce a la ciudadanía, y cómo estos derechos son vulnerados por la Violencia de Género.
En su artículo 32, la Ley Integral contra la Violencia de Género, establece la obligación a los poderes públicos
de elaborar “ planes de colaboración que garanticen la ordenación de sus actuaciones en la prevención,
asistencia y persecución de los actos de Violencia de Género, que deberán implicar a las administraciones
sanitarias, la administración de justicia, las fuerzas y cuerpos de seguridad y los servicios sociales y
organismos de igualdad. En desarrollo de dichos planes, se articularán protocolos de actuación que
determinen los procedimientos que aseguren una actuación global e integral de las distintas administraciones
y servicios implicados, y que garanticen la actividad probatoria en los procesos que se sigan.”
En el Principado de Asturias se han aprobado diversos planes que incluyen un conjunto de actuaciones
contra la Violencia de Género:
El Plan del Principado de Asturias para avanzar en la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres (2002-
2004) fue el primero en el que se abordó, con anterioridad a la aprobación de la Ley Integral, un enfoque
que comprometía actuaciones en diversas áreas del Gobierno.
El Programa de Estrategias para avanzar en la Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres, reforzó
las actuaciones de la comunidad autónoma contra la Violencia de Género que culminaron con la puesta en
marcha del Centro de Atención Integral para las mujeres víctimas de Violencia de Género.
Con el fin de cumplir adecuadamente los mandatos de la Ley Integral contra la Violencia de Género y
profundizar en las actuaciones establecidas en los mencionados planes se elabora el Protocolo
Interdepartamental para mejorar la atención a las mujeres víctimas de Violencia de Género que establece
procedimientos de atención a las víctimas en cinco ámbitos, correspondientes a las competencias de la
comunidad autónoma, que se interrelacionan de manera complementaria para asegurar una atención integral:
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1. Ámbito Sanitario
2. Ámbito Judicial
3. Ámbito de Igualdad de Oportunidades
4. Ámbito Sociolaboral
5. Ámbito de Servicios Sociales
El Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género (Sistema VioGén), de la Secretaría
de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior, se puso en funcionamiento el 26 de julio del 2007, en
cumplimiento de lo establecido en la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, "de Medidas de Protección
Integral contra la Violencia de Género", siendo sus objetivos:
• Aglutinar a las diferentes instituciones públicas que tienen competencias en materia de Violencia de
Género.
• Integrar toda la información de interés que se considere necesaria, propiciando su intercambio ágil.
• Facilitar la valoración del riesgo de que se produzca nueva violencia.
• Atendiendo al nivel de riesgo, proporcionar el seguimiento y, si es preciso, la protección a las
víctimas, en todo el territorio nacional.
• Ayudar a la víctima a que elabore un “ plan de seguridad personalizado” , con medidas de
autoprotección pertinentes y a su alcance.
• Facilitar la labor preventiva, emitiendo avisos, alertas y alarmas, a través de un subsistema de
notificaciones automatizadas, cuando se detecte alguna incidencia o acontecimiento que pueda poner
en peligro la integridad de la víctima.
Buscando, finalmente, establecer una tupida red que permita el seguimiento y protección de forma rápida,
integral y efectiva de las mujeres maltratadas, y de sus hijos e hijas, en cualquier parte del territorio nacional.
Normativamente, pueden ser personas usuarias y acceder al Sistema VioGén (Orden INT/1202/2011) teniendo
capacidad para introducir y modificar datos, en relación a las materias de su competencia y en su ámbito
territorial:
• Los miembros de los órganos judiciales del orden penal y los juzgados de violencia sobre la mujer.
• El Ministerio Fiscal.
• Los/las especialistas en policía judicial y/o en Violencia de Género de las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad de todo el territorio nacional (tanto a nivel estatal como autonómico y local).
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El Centro de Atención Integral a Mujeres Víctimas de Violencia de Género fue inaugurado en marzo de 2007.
Siendo el primer centro puesto en marcha en España conforme a las medidas que establece la Ley Orgánica
de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.
Aporta una metodología de intervención multidisciplinar que se desarrolla con las víctimas de Violencia de
Género para garantizar el derecho a una asistencia social integral tal y como indica el artículo 19 de la Ley
Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Esto consiste en el derecho de las
mujeres a servicios sociales de atención, emergencia, apoyo, acogida y recuperación.
Ubicado en Gijón, fue financiado por el Principado de Asturias y el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
Consta de dos edificios:
• El Centro de Atención Integral a Mujeres Víctimas de Violencia de Género: diseñado para atender
tanto situaciones de emergencia como estancias más largas, proporcionando a las mujeres y a sus
familias la protección, las condiciones de recuperación personal y el acompañamiento necesarios
para la reorganización de su vida autónoma.
• Edificio de viviendas tuteladas: 12 viviendas unifamiliares totalmente equipadas y preparadas para
la estancia temporal de una familia. Destinado para atender las situaciones concretas de mujeres
con mayores dificultades para organizarse de manera autónoma, pudiendo establecer un periodo
de adaptación, durante 18 meses como máximo, para su salida hacia una independencia plena de
las instituciones.
El proyecto de intervención
La intervención que se desarrolla desde el Centro de Atención Integral a mujeres Víctimas de Violencia de
Género es extensible al conjunto de equipamientos de la Red Regional de Casas de Acogida. Ésta mejora
significativamente las prestaciones existentes para las víctimas de Violencia de Género, ofreciendo equipos
multidisciplinares de intervención en cada una de las instalaciones, así como el desarrollo de programas
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específicos de intervención con niños y niñas y preservando la intimidad de las familias. Sus características
principales son:
Esta intervención está unida a una atención multidisciplinar, pudiendo abordar varios objetivos.
Esta intervención se desarrolla tanto para las mujeres que residen en régimen residencial como para las
mujeres que, no residiendo en el Centro, puedan utilizar sus recursos y servicios.
La casa Malva
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Los Centros Asesores de la Mujer están promovidos por el Principado de Asturias y gestionados por
Ayuntamientos y Mancomunidades, se ocupan de prestar información y asesoramiento jurídico gratuito a
todas las mujeres residentes en el Principado de Asturias.
Además, ofrecen asesoramiento jurídico de forma específica a las víctimas de Violencia de Género, actuando
como responsables del caso y realizando un seguimiento de las medidas puestas en marcha por la
Administración para el apoyo, acogida y recuperación integral de las víctimas.
Se coordinan con el resto de los organismos que intervienen en la atención: Turno de Oficio de Violencia de
Género, Servicio Público de Empleo, Servicio Público de Salud, Servicios Sociales y Red Regional de Casas
de Acogida.
Para acceder a este servicio, solo se necesita acudir al Centro Asesor de la Mujer que corresponda según la
localidad donde se encuentre el domicilio.
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El Consejo Asturiano de la Mujer, las Comisiones de Seguimiento del Protocolo Interdepartamental contra la
Violencia de Género y de la Red de Casas de Acogida y el Observatorio asturiano contra la violencia sobre
las mujeres del Principado de Asturias, junto con todos los grupos parlamentarios y el Gobierno de Asturias
trabajaron conjuntamente para lograr este Pacto Social contra la Violencia sobre las Mujeres del Principado
de Asturias en el que se llegó a un consenso para redoblar los esfuerzos que se habían venido realizando
hasta entonces, sosteniendo e incrementando los servicios, colaboraciones y cooperaciones ya instaurados
en la estrategia de protección a las víctimas y aislamiento social de los agresores.
La sociedad en su conjunto debe manifestar su repulsa evidente, de manera colectiva pero también
individualmente, porque es responsabilidad propia ejercer los mecanismos existentes para aislar al
machismo y los maltratadores, y apoyar a las mujeres víctimas.
El Pacto Social contra la Violencia sobre las Mujeres del Principado de Asturias es, en definitiva, un
instrumento que suma esfuerzos dentro de una estrategia conjunta y amplia con la participación en el mismo
de actores sociales, políticos y económicos de la Comunidad Autónoma.
OBJETIVOS:
- Proteger a las mujeres contra todas las formas de violencia, prevenir, perseguir y eliminar la
violencia contra las mujeres.
- Definir actuaciones en un marco global, políticas y medidas de protección y asistencia a todas las
víctimas de violencia contra las mujeres.
- Cooperar de manera eficaz entre las instituciones, organizaciones, asociaciones, fuerzas y cuerpos
de seguridad y recursos existentes para adoptar un enfoque integrado con vistas a la erradicación
de la violencia contra las mujeres.
- Contribuir a eliminar toda forma de discriminación contra las mujeres y promover la igualdad real
entre mujeres y hombres.
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