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UNIDAD 7 Adolescencia
UNIDAD 7 Adolescencia
Decía Freud que “el desasimiento respecto de la autoridad de los progenitores (es) el
único que crea la oposición, tan importante para el progreso de la cultura, entre la nueva
generación y la antigua.
Y todo despegue es doloroso y difícil, tanto para los padres como para el hijo/a.
Quizá los primeros aportes del analista procuren cuidar, sostener y hasta crear las
condiciones para que el análisis obtenga visibilidad. Tanto por la carga que trae de su
pasado como pro las exigencias y condicionamientos actuales de padres e instituciones,
el joven y su analista inician el trabajo terapéutico, necesitados de preservar un ámbito
donde una verdad personal puede advenir a partir de intervenciones subjetivantes.
La desubjetivación se da “cuando acepto que otro hable en mi nombre y creo que soy yo
el que habla”
Volviendo a la contextual.
Cuales son las variaciones que se producen a partir de las transformaciones sociales y
culturales de la llamada posmodernidad. Es posible que esta mutación cultural este
generando cambios en la subjetividad adolescente para los que aun no tengamos
suficiente teorización.
La filosofa Esther Díaz entiende que ante las verdades desplegadas por la tecnociencia,
los valores éticos atrasan, lo que genera tensión. Existe una puesta en cuestión de la
ética tradicional pero no se construyen normas de recambio.
La idea de inequidad permite no atribuir el riesgo solo a una condición inherente al sujeto,
que en la tradición epidemiológica de la que surge es reductible las mas de las veces al
orden biológico, condición susceptible es reductible las mas de las veces al orden
biológico, condición susceptible de una modificación mórbida a causa de factores
ambientales. Las vertientes críticas de la epidemiologia han advertido sobre aquellos
determinantes sociales y económicos productores activos de inequidad, en gran medida
responsables de esas situaciones de riesgo que se ponen de manifiesto en alteraciones
no solo a nivel individual sino también comunitario, como así también de la complejidad de
los fenómenos que no permiten deslindar causas y factores unidireccionales.
El riesgo puede aludir a algo situacional, mientras que la idea de vulnerabilidad propone
pensar contextos y procesos históricos-sociales, y podemos compatibilizar con la
inequidad. “esta es resultante de una trayectoria particular de desocializacion y
descomposición, de donde emergen la importancia de las nociones de precariedad y
vulnerabilidad”. La vulnerabidilad social es una zona intermedia e la que se conjugan la
precariedad laboral y la fragilidad de los soportes sociales.
Pensar era la puerta abierta al dolor, a la angustia por una existencia de aristas inefables,
imposibles de resolver y de tramitar a nivel subjetivo e intersubjetivo.
Un dispositivo que busca reconocer la subjetividad del otro adolescente debe advertir el
riesgo al que queda expuesto en ese lugar marginal en el que ya fue instalado. Bien
puede ser que un adolescente este también en los márgenes de nuestra capacidad como
analistas en cuanto a entenderlo, conocerlo y dar lugar a una intervención subjetivante.
Esta reflexión surge una práctica clínica en un servicio hospitalario para adolescentes que
presentan trastornos en el comportamiento alimentario. La duración media de la estadía
es de cuatro meses, la duración total de la estadía es de 2 años.
Esta extendida duración del tratamiento permite observar una evolución profunda de la
patología, da la sensación de asistir una verdadera metamorfosis física y psíquica. Lo que
viven estas adolecentes es una aceleración de la pubertad interrumpida, que se reanuda y
una condensación del proceso adolescente que puede sobrevenir.
Esta negación del cuerpo no se detiene en la percepción visual, alcanza también, las
percepciones interoceptivas y propioceptivas: No hay sensación de hambre, ni sensación
de fatiga, los dolores se ven muy atenuados y ya no juegan su papel de señal. Es un
cuerpo que no tiende a responder más en el registro del dolor. Se puede hablar así de un
“orgasmo del hambre” que corresponde a las descargas dopaminergicas y a la secreción
de interleuctinas vinculadas a la privación de alimentos y, más ampliamente a un “goce
endógeno” que genera en particular la hiperactividad.
Las anoréxicas poseen una resistencia particular a las enfermedades somáticas diversas
cuando en el debilitamiento que se encuentran permitiría tener una gran vulnerabilidad.
El silencio del cuerpo es, por fin, y sobre todo, la puesta en suspenso de la pubertad con
detención del desarrollo estatura-ponderal y la desaparición de los caracteres sexuales
femeninos secundarios, lo que da un cuerpo de niña.
Además del cuerpo, la negación del anoréxico apunta también a la realidad psíquica. Se
manifiesta al inicio de la internación, por este vacío que se caracterizan las primeras
entrevistas: negación y rechazo se conjugan y llevan a estas pacientes a reafirmar que
“está todo bien” y que “no hay nada de qué preocuparse”. A esta negación se les agrega
las defensas de comportamiento tomadas en los síntomas anoréxicos que
conscientemente ocultan la patología.
En estas primeras entrevistas no hay ni una palabra acerca del sufrimiento psíquico, el
sufrimiento actual ni los sufrimientos pasados. Un vacío narrativo tanto de parte la
paciente como de sus padres. Se observa que parecen tener una infancia “sin historia”
tanto a nivel de la trama del acontecer como a nivel de las expresiones psicopatológicas.
Para construir el vínculo terapéutico con una adolescente anoréxica, la vía es estrecha y
oscila entre dos riesgos: por un lado, el de la comunidad de denegación y por otro lado el
de la rivalidad narcisista en la influencia.
Aquí pues: EL PESO ES EL TIEMPO. “salgo dentro de 8 kilos” El contrato de peso define
las secuencias de internación.
El retomar peso recuerda percepciones corporales olvidadas hasta inéditas, que reaniman
a la vida psíquica y al mismo tiempo le restituyen su anclaje corporal. El retomar peso, es
para la anoréxica, un análogo y una condición previa para la apropiación del cuerpo
púber. Así lo que permite el contrato de peso es reducir la amenaza de la influencia
sentida por la anoréxica y el intento defensivo de dominio del cuerpo que sigue.
Para que las palabras retomen peso.
Puede considerarse el periodo de aislamiento, fijado por el contrato de peso como una
ayuda para la elaboración de estos “huecos” del cuerpo y de la historia. El aislamiento
pone a prueba los fundamentos arcaicos de la relación de objeto. El aislamiento remite a
este primer tiempo del sujeto y del vínculo, fijado en las experiencias primordiales del
cuerpo. El aislamiento constituye primero una “prueba por la experiencia” la experiencia
real de una supervivencia posible, física y psíquica, sin el objeto. Debido a la fala mayor
de interiorización de un buen objeto interno por la fragilidad narcisista de estas pacientes,
la eficacia del aislamiento supone condiciones continentes, que sostengan y simbolicen,
para que pueda iniciarse un verdadero trabajo psíquico de separación/diferenciación.
El marco de la internación (en particular el aislamiento) crea un hueco fuera del cuerpo
sobre el que puede reconstruirse un trabajo de hisotirzacion, un trabajo de vínculo entre
los sentimientos corporales, los afectos y las representaciones.
Los adolescentes nos enfrentan con situaciones límites. Algunos autores consideran a la
adolescencia como estado limite cuando el embate pulsional y las exigencias de la
realidad dificultan la saluda hacia la exogamia, manifestando –a veces- “fragilidades del
yo”, “potencialidades psicóticas”, u estados depresivos cuando se pierden espacios u
objetos que eran importantes sostenes narcisistas, ya sea como “posesión narcisista” o
como “objeto de la actividad narcisista”. Si estas manifestaciones son transitorias, como el
duelo normal, posibilitan reorganizaciones fecundadas de la estructura psíquica.
El trauma, menos sexual, afecta al psiquismo de una manera más global, y se caracteriza
a menudo más por la ausencia de respuesta que por el efecto directo de esta, resultando
de ellos afecciones más o menos serias, generadoras de angustias intensas, de
repeticiones mortíferas, que ponen a prueba la contratransferencia del analista, quien se
ve obligado a variaciones técnicas y a utilizar diferentes estrategias a veces en el
transcurso de una misma sesión. Hay una imposibilidad de reconocer la alteridad, no solo
en el ámbito de la relación terapéutica sino en casi todas las relaciones: pareja, amigos,
familiares, laborales. Son pacientes que sufrieron severas privaciones en su desarrollo,
las cuales los predisponen a al desconfianza, a las reacciones defensivas.
Solemos ver que a lo largo de la vida estos pacientes repiten formas de relacionarse que
tienen finales traumáticos y que son con frecuencia predecible, pero casi siempre
inevitables. Estas repeticiones le confirman que, en cada nuevo encuentro, serán
rechazados, denigrados, abandonados, traicionados. Entran entonces en un círculo que
comienza con la idealización del objeto que aportaría supuestamente la satisfacción total,
seguida de furia y fantasmas asesinos cuando sobreviene el desfallecimiento del otro.
Obstinados por establecer una relación indisoluble y eterna, crean un lazo fusional,
imaginario, que inevitablemente se revelara inadecuado e imposible.
REPASEMOS LO CONOCIDO.
Sostener una posición crítica acerca de los efectos que produce la manera como
pensamos y abordamos el trabajo con los pacientes, mantener una escucha abierta a las
nuevas formas que toma el padecimiento humano, reconocer las nuevas manifestaciones
sintomáticas, nos lleva a crear diversas formas de abordaje clínico y a revisar la manera
en que quedan conmovidos los conceptos teóricos fundamentales.
Sometió su propia disciplina al principio que la hizo nacer; no negar lo irracional, lo
incoherente, lo inquietante, lo negativo. Por el contrario, interrogar y pensar lo que se
presenta como obstáculo. Hoy los casos-limite no pueden ya ser considerados la
excepción.
ESTAR AL DIA
Se ven cada vez más “formas mixtas” en las cuales tras la fachada neurótica se revela la
intensa actividad proyectiva esquizo-paranoide o una fragilidad narcisista que lleva a la
disociación entre la psiquis y el soma o lo que Freud identifica como alteraciones del yo,
que marcan el comportamiento de una suerte de locura sin decirlo.
Los límites son zonas de intenso trabajo que posibilita modificaciones en las diferentes
instancias psíquicas.
En estos pacientes, o hay una gran porosidad y escuchamos con frecuencia las
expresiones “soy una esponja; tolo lo absorbo”, “soy maleable, tengo el sí fácil”, o por el
contrario hay una gran distancia con el otro, extrema desconfianza, todo lo cual da cuenta
de la enorme sensibilidad y del miedo a la intrusión y también la contrapartida; deseo de
fusión y exceso de intrusión.
Cundo el papel del yo auxiliar, la madre que contiene, la madre que metaboliza los ruidos,
la madre espejo, no está garantizado, las posibilidades de elaboración del niño se ven
sobrepasadas y el yo debe hacer frente a la doble angustia: de intrusión y de separación.
Estas fallas de los lazos libidinales o de excesos que perturban el surgimiento del yo
propician marcadas heridas narcisistas que se manifiestan en la clínica como profundo
desprecio de los otros y de todo lo que ellos aportan. Actuación que es reflejo de una
desvalorización de si mismo originada en la débil constitución del yo ideal. Si el rechazo
se despliega –como es habitual- en la transferencia, genera un sentimiento
contratransferencial de desaliento, desesperanza y frustración que no es fácil de remontar
y que no puede llevar a contraactuaciones nefastas.
La interpretación momentánea del adentro y el afuera y la tendencia a lo instantáneo
conducen a ciertos pacientes limite a tomarse muchas libertades con las categorías del
espacio y del tiempo, así como con la causalidad, aproximándose a su discurso y su
pensamiento al de los psicóticos. Pero el sentido no se altera para el destinatario. La
relación con la realidad sigue relativamente preservada y si bien el pensamiento parece
“loco” es susceptible de corrección inmediata cuando los demás, no solo el terapeuta le
marcan al joven que no lo entienden. Esta dificultad, que el sujeto percibe como su
dificultad para hacerse entender, a menudo es la causa de inhibición y de desinvestidura
narcisista o lleva a reacciones y manifestaciones de odio verbales y de comportamientos
desbordantes.
Con estos pacientes los analistas también trabajan en los límites. Aportar un yo que no
desfallezca por la proyección de la desesperanza y encuentre la manera de que el
paciente acceda a incrementar la capacidad simbólica disminuida o invitar a un paréntesis
en el trabajo analítico sin que el paciente caiga en angustia de desintegración es un juego
delicado que debe evitar generar el sentimiento de abandono e incrementar así el
profundo sentimiento de vacío. Al mismo tiempo es necesario proponer un límite al
“avasallamiento”, producto y productor de una angustia masiva que reedita el encuentro
con esa madre que no pudo dosificar y regular los estímulos y proponer un proceso de
elaboración y de simbolización que impida un desborde traumático, con fallas en el
sentimiento de identidad y de existencia. Entender las necesidades psíquicas de un
paciente no significa quedar apresados en sus demandas.
Con frecuencia los pacientes borderline dan cuenta de una carencia de interioridad, de
desinvestidura del propio espacio psíquico, de dificultad para estar solos y de
dependencia adictiva. Predominan la tonalidad de depresiva, las preocupaciones
somáticas, el clivaje más que la represión, el acto más que la fantasía, el ataque contra el
pensamiento, más que la evitación del pensar, la dificultad en encontrar sentido a sus
actos y pensamientos, la promiscuidad sexual, la indiscriminación frente al otro más que a
su reconocimiento.
En 1914, cuando Freud introduce el narcisismo, inaugura otra manera de concebir el yo.
El yo es reservorio libidinal y es en su intrincada relación con otro que lo piensa, lo desea,
lo instituye, que transita su devenir. Por eso las fallas en la constitución del narcisismo
promueven desorganizaciones del yo, falso self, fragilidad del yo. La privación afectiva y el
no reconocimiento de las diferencias que padecieron estos pacientes puede dar lugar a un
narcisismo en el que predomina el sufrimiento por no haber sido, de niños, únicos y
valiosos.
La utilización de las dos tópicas es uno de los pivotes del enfoque psicoanalítico en
psicopatología, principalmente para diferenciar las neurosis de las organizaciones limite.
En relación a la primera tópica, los autores coinciden en pensar que el trabajo del
preconsciente, efectivo en la neurosis, es insuficiente en las organizaciones límite. En la
neurosis hay una clara diferenciación de los lugares psíquicos, en comparación con
aquellos que muestran desbordes, invasiones entre sistemas, testimonio de la porosidad
entre las fronteras internas y externas, y en los que predominan un trabajo de figuración y
de puesta en palabras que es propio del preconsciente, que es precario e inestable.
En el nivel tópico, se trata del borramiento de los limites internos y externos que
desdibujan los espacios psíquicos; en el nivel dinámico, del fracaso de la represión en
favor de los mecanismos de negación y de escisión; en el nivel económico, de la debilidad
del trabajo de elaboración y de simbolización y del riesgo de desbordamiento traumático,
de hundimiento depresivo, de la pérdida del sentimiento de identidad y, más
precisamente, del sentimiento de continuidad y del valor de la experiencia de sí.
Finalmente, en el nivel de las relaciones con los objetos, la escisión, la proyección y la
identificación se conjugan en el campo de la identificación proyectiva.
Lo que no refiere solo a una diferencia nosográfica. En el primer caso la gravedad tiene
que ver con la tenacidad de las fijaciones, con el carácter resistente de la angustia, con la
poca, movilidad de los síntomas para el analista y la rigidez de los mecanismos de
defensa.
En sociedades como la nuestra parece una ley natural que el poder del padre deba ser
enfrentado en esas circunstancias evolutivas. En estas sociedades pre-modernas y que
podemos llamar lineales el sujeto se concibe en una continuidad sin cortes con la
generación que lo precede.
Es solo en contextos histórico sociales como el nuestro que podemos llamar de corte que
el Edipo sale a la luz, se hace acto, se ve. Es en nuestro tiempo que la metapsicología
edípica adquiere su cenit, el drama edípico debe consumarse, el padre debe ser
asesinado.
Para el púber de nuestra época el padre idealizado o sus subrogados, se presentan como
figuras muy debilitadas, que piden lastimosamente que se lo escuche. Busca sostenerse
en el derecho ya que la ley es decir, aquello que transcurre en el imaginario social de la
posmodernidad lo va dejando sin fundamento.
Es una sugerencia implícita de la sociedad que el padre real deba ser desautorizado, a
través de una serie de actings de independencia necesariamente transgresivos, y sobre
las cenizas de su impotencia se construirá, al final de la adolescencia, el súper yo y el yo
definitivos, que lamentablemente arrastraran la impotencia de donde emergieron.
Trasgresión e independencia no son sinónimos. La trasgresión puede convivir con la
dependencia en un adolescente tardío cuyos actos transgresivos no lo conducen para
nada a su independencia y autonomía. Por otra parte pueden coexistir independencia y
sometimientos. Adolescentes tardíos con desarrollo independiente pero que se siguen
rigiendo por los mandatos del padre sin distancia critica alguna.
El asesinato del padre se realiza en nuestra época sobre un padre herido de una
endeblez y debilidad extremas, que no encuentra en su rol sostén alguno de su utilidad.
Se asesina a un padre tumbado. Las más de las veces el cuestionamiento que el
adolescente hace de sus padres es la falta de ética. La discordancia entre sus enunciados
y sus actos. La posición ética del adulto ha quedado desenmascarada y el joven es herido
por esa realidad.
Ejemplos claros de las sociedades de corte son aquellas que se instalan bajo las ideas del
modernismo, esencialmente bajo la idea de progreso, la cual implica suponer en el campo
de las generaciones que la generación venidera debe superar a la de los padres. La
sociedad de corte o la familia de corte empujan al cambio de un modo cada vez más
veloz, pero al mismo tiempo, por sus arcaísmos lineales los mayores critican a los jóvenes
por sentirse desautorizados.
Conjuntamente con la rebelión del ya no niño que reclama un cuerpo con derecho a la
genitalidad tan largamente postergada a partir del Edipo, el adolescente proclama en lo
ideológico la llegada de una cultura superior, más ética. En los actos de reclamo de una
cultura superior se percibe conjuntamente el retorno de lo reprimido que en definitiva se
conecta a lo violento y a lo orgiástico, elementos psíquicos ligados a lo puberal de la
adolescencia que los mandatos de la cultura destinan a la represión.
El orden social encarna en una sociedad de corte, la prohibición que impide el goce
anhelado. El límite es percibido como el mantenimiento indefinido de la castración. Todos
los mensajes gráficos publicitarios van en la dirección de que el goce imposible es
posible.
Paradojalmente en una sociedad de corte cuantos menos límites existen, menos debe
haber, no importa el costo que esto implique. En el límite se esconde el superyó
prohibidor del Edipo, el padre castrador, un abusador tan invasivo como el abusador
perverso. El ideal puberal es liberarse totalmente del superyó de la infancia, que lo
domina todo. El ideal puberal y el ideal social van al unísono, se pretende una
adolescencia interminable.
Si bien es posible que en las sociedades así llamadas primitivas la crisis puberales no se
manifiesta como conductas anti-sociales, los ritos de iniciación que la sociedad establece
para ese periodo nos hacen suponer que se trata de una estructura creada para contener,
dentro de lo posible, la crisis que se está produciendo. Son iguales a los rituales del duelo,
formas sociales para contener el derrumbe del mundo significante.
El modo de enfrentar la crisis en la cual entran todas las estructuras en el transcurso de la
pubertad está pautado por la sociedad lineal marcando una serie de comportamientos
cuya finalidad es que el sujeto supere esa crisis sin poner en peligro su propio equilibrio
narcisista ni al Otro, entendido por Otro, el discurso social con su conjunto de reglas y
prohibiciones.
Dada la temática que nos convoca, abordaremos los aspectos que hacen al campo
psicopatológico desde nuestro recorte peculiar; vale decir, sus conexiones con el actual
espíritu de época. Conexiones que dan cuenta de una historicidad de las formaciones
psicopatológicas que no invalida las raigambres estructurales universales propias del ser
humano.
La “salud” absoluta no sería posible para el psicoanálisis, dado el carácter estructural del
complejo de castración, y el irreductible antagonismo entre pulsión de vida y pulsión de
muerte. En todo caso, la cura propenderá a la asunción, siempre relativa, de la castración
y al triunfo transitorio de eros sobre la pulsión de muerte, posibilitando el largo rodeo de la
emergencia deseante frente a la inercia nirvánica del goce.
EL “PROTOTIPO SANO”
El prototipo sano establecido por el espíritu de época linda con tales patologías, como
habremos de analizar a continuación.
Dicho prototipo incluye una amplia gama de rasgos favorecidos por la cultura, entre los
cuales cada sujeto podrá “optar”, incorporara algunos de ellos en distintas gradaciones y
dejara otros de lado. De este modo, los sujetos concretos no se ajustan jamás en forma
acabada a los tipos posibles de su época; ya que la singularidad, por supuesto, desborda
cualquier prototipo.
El prototipo sano podrá optar también por mostrarse casi indiferente ante su vida y la de
los otros; atenuara sentimientos solidarios, al tiempo que podrá permanecer casi
insensiblemente ante la muerte misma. Ligero y desapasionado, mostrara una actitud
despreocupada ante el riesgo y la posibilidad misma de perder la vida. En cuanto a las
relaciones humanas que establezca, las nuevas discursividades pregorian y validan un
vínculo a su vez leve, que implique escasos compromisos y obligaciones. Esto supone
una desinvestidura parcial que da lugar a lazos distantes en los que el otro se torna
fácilmente intercambiable; mercancía incluida en la lógica misma del consumo parcial, sin
identidad ni integración como totalidad, casi cayendo por fuera de los revestimientos
imaginarios del amor.
Muchas de las características del prototipo, se articulan alrededor del individualismo que
ya hemos considerado. En relación con esto, autores no psicoanalíticos que se ocupan de
la era actual, describen el predominio de formas narcisistas. Así para finkielkraut, autor
fuertemente critico respecto de los nuevos modelos culturales, “la vida guiada por el
pensamiento cede suavemente al terrible y ridículo cara a cara del fanático y del zombie”.
El prototipo ha de mostrarse bello, superficial y sobre todo divertido, lo que supone cierta
desestimación de la interioridad. Esto conlleva en sus extremos problemáticas del
pensamiento y la simbolización, tales como las modalidades operatorias a las que más
adelante nos referiremos.
Con referencia a la relación del adicto con la droga. Piera Aulagnier la incluye dentro de la
relación pasional. Con este término, define una relación en la que el objeto se ha
convertido para el Yo en fuente exclusiva de todo placer y ha sido desplazado por el en el
registro de las necesidades; es decir, el placer se ha tornado necesidad. El Yo, sugiere,
desplaza sobre la droga la actividad pensante en cuanto acción y el mismo se coloca en
el sitio del que contempla y goza de lo que produce esa actividad. Se genera así una
particular, escisión del yo en la que este, activo en la búsqueda del objeto droga, se
piensa pasivo frente a lo que el Dios droga le ofrece para pensar. Un dios que parece
darlo todo, pero al mismo tiempo es devorador y destructivo; exige como ofrenda el
deseo, la pulsión de vida, y por fin, la vida misma. En relación con esto, incluimos a la
droga entre las formas de alienación más extremas en que el hombre actual se halla
inmerso.
Si para algunos el adicto es un perverso, para otros la adicción no puede ser encuadrada
dentro de una entidad nosológica. Cevasco y bulacio piensan que el perverso conlleva
una fijeza en el objeto sostén de su goce, mientras que en la adicción este objeto es más
lábil. Para Vera Ocampo, a diferencia del masoquismo perverso, en el cual se ha operado
una transformación de la finalidad activa en pasiva, lo que implica la búsqueda de otro
como “objeto” de la pulsión, el toxicómano se encontraría fijado en la posición intermedia
del masoquismo reflejo, autoagresivo, debido a la negación de la pérdida del objeto.
Los medios, por su parte, conceden trascendencia a estos cuadros de incidencia elevada
y tienden a ponerlos en relación con ideales de época que consideran a la belleza ligada a
una delgadez a veces extrema. Estas definiciones culturales se constituyen en ideales
que en ocasiones se obstaculizan; establecen entonces con rigidez una delgadez a
ultranza y determinan la marginación de la obesidad, considerada vergonzante.
Alextimia, para referirse a aquellos cuadro en que los paciente son poseen palabras para
nombrar sus emociones. Ausencia de registro del mundo emocional, y su incapacidad
para la puesta en palabras, es correlativa a un empobrecimiento del lenguaje, que
adquiere carácter formal y desafectivizado.