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Alejandra Kerguelén Román

Reflexión 1

¿Una imagen vale más de mil palabras? En el transcurso de la lectura, esta


pregunta estuvo presente en mí porque pensé que a pesar de que el ciego
tiene ciertos recuerdos o nociones de los objetos, son muy distintos a los de las
personas con el sentido de la vista. Lo anterior llamó mi interés en cuatro
categorías específicas que desarrolla el autor: la agudización de los sentidos, el
arte del lenguaje, el conocimiento a sí mismo y la noción de perspectiva.

Esto sucede porque al ciego carecer de un sentido, agudiza los otros; y puede
que sus “imágenes” o las ideas que tiene sean meramente a partir del tacto, de
la funcionalidad, de lo que escucha, etc. Es decir, puede que no tenga una
imagen “tangible” de un objeto, pero su imagen intangible no solo está
acompañada de la elevación del recurso del lenguaje, sino que también está a
flor de piel en sus otros sentidos. Por ejemplo, la comparación que hace el
autor entre el alma y el tacto, y que podría decirse que el alma está en la punta
de los dedos, porque a través del tacto sucede esa formación de imágenes y
de conocimiento.

En relación con lo anterior, también llamó mi interés el hecho de que, al no


tener visión, las imágenes son conformadas casi en su totalidad por el arte del
lenguaje. Hasta el punto como dice el autor, de que se convierte en filosofía
pura lo que dice el ciego, que hasta los mismos filósofos quisieran llegar a esos
razonamientos. Y no solo eso, sino que llega a cuestionarse tanto, a ser tan
reflexivo (incluso objetivo), que, por consecuencia, tiene un conocimiento
profundo y elevado de sí mismo. Al agudizar sus sentidos, se detiene en la
introspección y no pierde noción de su ser, como podría sucederle fácilmente a
alguien que tiene la posibilidad de ver su reflejo diariamente en el espejo.

Diderot, D. (2002). Carta sobre los ciegos. Valencia: Pre-textos. Fundación


Once Colección Letras Diferentes.

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