OSEAS 10
Pecados y castigo
En el presente capítulo, Oseas predicó un
mensaje que abunda en figuras retóricas relacionadas
con la agricultura. Israel era como una viña frondosa
(10.1), sin embargo, no había utilizado su fruto
para glorificar a Dios. Vendría juicio sobre la
nación mediante las malas hierbas que estropean
un cultivo en crecimiento (10.4). La nación también
era como una «novilla domada» utilizada para
la trilla, sin embargo, se le colocaría un yugo en
el cuello y se vería obligada a tirar de un arado
(10.11). Al pueblo de Dios se le instó a «[sembrar]
[…] justicia» (10.12). Habían «arado impiedad» y
cosecharían «iniquidad» (10.13), a menos que se
arrepintieran. El mensaje básico es el mismo que
en los capítulos anteriores: el pecado de Israel
provocaría la destrucción.
Su estado actual (10.1–4)
Entre más frutos, más altares para la idolatría
(10.1, 2)
1
Israel es una frondosa viña, que da abundante
fruto para sí mismo; conforme a la abundancia de
su fruto multiplicó también los altares, conforme
a la bondad de su tierra aumentaron sus ídolos.
2
Está dividido su corazón. Ahora serán hallados
culpables; Jehová demolerá sus altares, destruirá
sus ídolos.
Versículo 1. Oseas se refirió a la riqueza del
reino. Israel había prosperado como una frondosa
viña, una pesada viña con uvas. Otras Escrituras
también utilizan la metáfora de una viña para
representar a Israel, por el hecho de que Dios los
había plantado en la Tierra Prometida (Dt 32.32;
Sal 80.8–13; Is 5.1, 2; Jer 2.21).
La palabra hebrea detrás de «frondosa»
qAqD b… (baqaq), tiene dos entradas separadas en los
léxicos hebreos. Mientras una entrada define el
verbo como «ser frondoso», la otra tiene el
significado contrario de «devastado» o «vacío».1
Pocas versiones han seguido esta última definición.
Por ejemplo, la NJPSV consigna «Israel es una viña
devastada», y la KJV consigna «Israel es una viña
vacía». La mayoría de las versiones, sin embargo,
están de acuerdo con la Reina Valera en cuanto a
que la viña era «frondosa».
Las riquezas de Israel, que podrían haber
sido utilizadas para glorificar a Dios y ayudar a
los pobres, fueron en cambio malgastadas en la
construcción de altares para el culto idólatra de
Israel e ídolos para representar y honrar a los dioses
falsos (vea comentarios sobre 3.4). El pueblo estaba
usando aquello con lo que Dios les había bendecido
para deshonrarle a Él.
Versículo 2. El corazón del pueblo estaba
dividido. La palabra «dividido» (qA l D j , chalaq) se
consigna en otras versiones como «infiel» (NASB). 2
El lenguaje se entiende generalmente en el sentido
de que sus corazones eran «engañosos» (TEV; NIV;
TLA) o «falsos» (NRSV; REB; ESV). En realidad, el
pueblo estaba dividido en su lealtad. Trataron de
adorar al único Dios verdadero mediante costumbres
paganas y adorarlo junto con los ídolos.
Sin embargo, no construirían sus altares ni
ídolos con impunidad. Por culpa de sus corazones
«divididos» —porque no demostraban una fe
1 
Ludwig Koehler y Walter Baumgartner, The Hebrew
and Aramaic Lexicon of the Old Testament (Léxico hebreo y
arameo del Antiguo Testamento), estudio ed., trad. y ed.
M. E. J. Richardson (Boston: Brill, 2001), 1:150–51; Francis
Brown, S. R. Driver y Charles A. Briggs, A Hebrew and English
Lexicon of the Old Testament (Léxico hebreo–inglés del Antiguo
Testamento) (Oxford: Clarendon Press, 1972), 132.
2 
Koehler y Baumgartner, 1.322–23.
1
verdadera en el único Dios verdadero, Éste los
[hallaría] culpables y [destruiría] esos objetos
idólatras. Le «haría a los altares de Israel y las
piedras sagradas lo que se suponía debían haber
hecho ellos a los de los cananeos (Dt 12.3)». 3
Sin temor de Dios (10.3, 4)
Seguramente dirán ahora: No tenemos rey,
3
porque no temimos a Jehová; ¿y qué haría el rey
por nosotros? 4Han hablado palabras jurando en
vano al hacer pacto; por tanto, el juicio florecerá
como ajenjo en los surcos del campo.
Versículo 3. El pueblo de Israel estaba usando su
riqueza en sus falsos dioses; estaban rechazando al
Señor como su rey. En este caso, la frase no tenemos
rey se explica por la cláusula porque no temimos
a Jehová, ya que los términos «rey» y «Jehová» se
utilizan como sinónimos. El desdén de Israel para
con Dios se expresa aún más con la pregunta «¿y
qué haría el rey por nosotros?». Estaban dando a
entender que Dios no tenía poder para ayudarlos
(ni, para el caso, hacerles daño).
Es inexacto decir que el versículo se refiere
a un rey literal de Israel y que en el futuro Israel
«no tendría rey». También es inexacto decir que la
declaración se refiere a los reinados generalmente
breves de estos últimos reyes de Israel que a menudo
terminaban asesinados (2º R 15.8–31).
Versículo 4. Oseas continuó describiendo la
naturaleza engañosa del pueblo (vea comentarios
sobre 10.2). Sus palabras no tenían valor, tal
como [jurar] […] al hacer pacto […] [era] en
vano, presumiblemente por haber mentido bajo
juramento o haber quebrantado sus juramentos
(vea comentarios sobre 4.15). El resultado de su
actitud era que su juicio, o sistema de justicia, era
tan perjudicial como el ajenjo. En otras palabras,
no había justicia entre aquellos de quienes hablaba
Oseas.
La afirmación que dice que su juicio [florecería]
como hierbas venenosas en los surcos del campo
ha sido entendida de diversas maneras. Una idea es
que hacer pactos «en vano» hacía que la injusticia se
difundieran entre el pueblo. La CEV consigna que
«convierten la justicia en hierbas venenosas donde
deberían crecer plantas sanas» (vea Am 5.7; 6.12).
Otro punto de vista dice que los falsos juramentos
conducían a disputas en los tribunales. La NIV apoya
3 
Douglas Stuart, Hosea—Jonah (Oseas—Jonás), Word
Biblical Commentary, vol. 31 (Waco, Tex.: Word Books,
1987), 160.
2
este punto de vista, consignando: «Las demandas
florecen como ajenjo en los campos arados».
EN TIEMPOS DE CAUTIVIDAD (10.5–11)
La gloria se torna en vergüenza (10.5–10)
5
Por las becerras de Bet-avén serán atemorizados
los moradores de Samaria; porque su pueblo
lamentará a causa del becerro, y sus sacerdotes
que en él se regocijaban por su gloria, la cual
será disipada. 6Aun será él llevado a Asiria como
presente al rey Jareb; Efraín será avergonzado, e
Israel se avergonzará de su consejo.
7
De Samaria fue cortado su rey como espuma
sobre la superficie de las aguas. 8Y los lugares altos
de Avén serán destruidos, el pecado de Israel;
crecerá sobre sus altares espino y cardo. Y dirán
a los montes: Cubridnos; y a los collados: Caed
sobre nosotros.
9
Desde los días de Gabaa has pecado, oh Israel;
allí estuvieron; no los tomó la batalla en Gabaa
contra los inicuos. 10Y los castigaré cuando lo
desee; y pueblos se juntarán sobre ellos cuando
sean atados por su doble crimen.
Versículo 5. Bet-el, que quiere decir «casa de
Dios», sobresale en este capítulo (10.15). Aquí
se le llama Bet-avén —que quiere decir «casa de
problemas» o «casa de vanidad»— por la idolatría
practicada allí (vea los comentarios sobre 4.15;
5.8). Bet-el fue el sitio sureño donde Jeroboam
había establecido un becerro de oro para que el
pueblo adorara; también había erigido una imagen
de becerro en la norteña ciudad de Dan (1º R
12.28–30).
El resultado del rechazo del Señor por parte de
Israel era que la nación, junto con sus ídolos, sería
llevada cautiva. Los moradores de Samaria (el
pueblo del reino del norte) serían atemorizados y
[lamentarían] por el becerro de oro que Jeroboam
había establecido en Bet-el. El cariño de los
sacerdotes idólatras para con ese objeto vano hecho
por el hombre se haría evidente cuando lo único que
podían hacer era [regocijarse] en el mismo. Puede
que su duelo tuviera su origen en una verdadera
devoción al ídolo, o podría ser el resultado de la
pérdida de sus formas de ganarse la vida.
Las victorias de Asiria sobre las naciones eran
vistas como victorias sobre los dioses de esas
naciones (2º R 18.33–35). Después de que una nación
era derrotada, la costumbre era que los asirios
llevaran los ídolos de esa nación de regreso a su
patria en una procesión triunfal.
 La referencia a la gloria del becerro-ídolo
podría apuntar a su decorado diseño y belleza. La
afirmación de que su gloria se apartaría es como el
clamor de la nuera de Elí cuando el arca del pacto
fue tomada por los filisteos, que dice: «Traspasada
es la gloria de Israel» (1º S 4.22).
Versículo 6. El becerro-ídolo de Bet-el sería
llevado a Asiria y dado como presente al rey de
Asiria, aquí llamado rey Jareb (vea comentarios
sobre 5.13). Cuando eso sucediera, Israel [sería]
avergonzado y se arrepentiría de que la nación
había seguido su propio consejo, o había hecho
lo suyo. Habían confiado tontamente en ídolos en
lugar de poner su fe en el Señor.
Versículo 7. Israel también había confiado en
su rey, sin embargo, era incapaz de salvarlos. La
nación y su rey serían [cortados], llevados cautivos
a Asiria. Serían sin raíces e inestables como espuma
sobre la superficie de las aguas. La palabra hebrea
para «espuma» PR xRq (qetsep), se traduce como «palo»
en algunas versiones modernas.4 La frase «espuma
sobre la superficie de las aguas» también transmite
la idea de inestabilidad o transitoriedad (vea Job
24.18).
Versículo 8. Avén, abreviado en este versículo
de «Bet-aven» en el versículo 5, es nuevamente una
referencia despectiva a Bet-el. Cuando el becerro de
oro de Bet-el fue llevado, los otros altares idólatras
que habían sido creados en lugares altos en todo
Israel (10.1) serían destruidos. El espino y el cardo
crecerían donde una vez habían estado aquellos. El
pueblo que fue testigo de la destrucción de los altares
por los asirios invasores clamarían en desesperación
a los montes: Cubridnos; y a los collados: Caed
sobre nosotros —como si los montes y los collados
pudieran protegerlos de los invasores. En el Nuevo
Testamento, estas palabras se dan como reacción de
algunas personas ante la destrucción de Jerusalén,
así como a la segunda venida de Cristo (Lc 23.30;
Ap 6.16).
Versículo 9. Israel había sido pecador desde los
días de los jueces, cuando los hombres de Gabaa
habían violado y asesinado a la concubina de un
visitante (vea comentarios sobre 9.9). Ahora los
israelitas (los inicuos) podrían esperar ser vencidos
en la batalla en el lugar donde habían pecado. Sin
embargo, Oseas no tenía la intención de limitar la
destrucción que sería infligida por los asirios al
territorio alrededor de Gabaa. Más bien, «Gabaa»
representaba la pecaminosidad de la nación, y «en
Gabaa» significaba que la nación debía ser castigada
donde había pecado (en todas partes).
4 
Koehler y Baumgartner, 2.1125; vea NJPSV.
Allí estuvieron, dijo Oseas, como anunciando:
«¡Ahí están en su pecado y vergüenza, listos para
ser destruidos!».
Versículo 10. La destrucción de la nación tendría
lugar cuando Dios lo eligiera (cuando lo desee)
y sería llevada a cabo por los pueblos de otras
naciones. Estos extranjeros se [juntarían] sobre
ellos para atarlos y conducirlos al cautiverio. Ahí,
el pueblo de Dios experimentaría castigo por su
doble crimen.
Son posibles otras interpretaciones de «doble
crimen»: Los israelitas eran extremadamente
malvados o doblemente culpables. «Doble crimen»
puede traducirse más concretamente como «doble
culpa» (NASB) o «dos transgresiones» (NKJV).
Homer Hailey citó una serie de interpretaciones y
concluyó que los dos pecados eran probablemente el
rechazo del Señor como rey de parte de Israel cuando
comenzó la monarquía (1º S 8) y el rechazo del Señor
como Dios mediante la idolatría.5 Sin embargo,
estas violaciones podrían estar refiriéndose a la
adoración de los dos becerros, uno en Dan y el otro
en Bet-el. Paul T. Butler identificó los dos pecados
como «idolatría» y «designar reyes de acuerdo
a sus propios deseos».6 David Allan Hubbard
pensó que eran «el crimen pasado de Gabaa por
albergar criminales y provocar guerras civiles, y
su más reciente al fomentar la mala voluntad y
el derramamiento de sangre en el conflicto siro-
efraimita».7
De tiempos agradables a trabajos forzados
(10.11)
Efraín es novilla domada, que le gusta trillar,
11
mas yo pasaré sobre su lozana cerviz; haré llevar
yugo a Efraín; arará Judá, quebrará sus terrones
Jacob.
Versículo 11. Anteriormente, Oseas había
comparado a Israel con una «novilla indómita»
(4.16). Aquí dijo que la nación era como una novilla
domada —una que era «manejable, receptiva,
5 
Homer Hailey, A Commentary on the Minor Prophets
(Comentario sobre los profetas menores) (Grand Rapids, Mich.:
Baker Book House, 1972), 170–71.
6 
Paul T. Butler, The Minor Prophets: The Prophets of
the Decline—Obadiah, Joel, Jonah, Amos, Hosea (Los profetas
menores: Profetas del descenso—Abdías, Joel, Jonás, Amós,
Oseas), Bible Study Textbook Series (Joplin, Mo.: College
Press, 1968), 540.
7 
David Allan Hubbard, Hosea: An Introduction and
Commentary (Oseas: Una introducción y comentario), The
Tyndale Old Testament Commentaries (Downers Grove,
Ill.: Inter-Varsity Press, 1989), 178.
3
útil».8 La «novilla domada» tenía la tarea de trillar,
un trabajo agradable que disfrutaba porque se le
permitía comer del grano que era producido (Dt
25.4; Jer 50.11). Esta metáfora describía momentos
en que Israel había sido obediente al Señor y por
lo tanto habían sido bendecidos por Él.
La situación de Israel cambiaría y se volvería
mucho más difícil. Después de aprender a trillar con
la pezuña, una novilla sería entrenada para tirar de
un trillo (2º S 24.22). Cuando se acostumbraba a esta
tarea, entonces aprendería la más difícil tarea de
[arar] en el campo (1º R 19.19). Debido a que Israel
se había rebelado contra Dios, Éste colocaría en su
cerviz un yugo para el trabajo duro.
Oseas estaba diciendo que, aunque el pueblo de
Dios una vez había sido útil y obediente, ya no lo era;
por consiguiente, Dios los castigaría con un pesado
«yugo». Hailey vio el pasaje como un anuncio de la
esclavitud: «Jehová pondría un pesado yugo sobre
la lozana o hermosa cerviz y un jinete la llevaría.
Sucedería cuando Israel fuera llevado a “Egipto”, la
esclavitud que tenía por delante».9 Hubbard lo vio
como revelando simplemente un futuro difícil: «La
esencia de toda la amenaza es que a partir de ahora,
en vista de que la nación ha dejado de apreciar las
obras de caridad de Dios […], su suerte […] será
mucho más dura».10 Esta sentencia incluía tanto a
Efraín (el reino del norte) como a Judá (el reino del
sur), es decir, Jacob (la nación toda).
Una advertencia sobre el
CASTIGO que venía (10.12–15)
12
Sembrad para vosotros en justicia, segad
para vosotros en misericordia; haced para vosotros
barbecho; porque es el tiempo de buscar a Jehová,
hasta que venga y os enseñe justicia.
13
Habéis arado impiedad, y segasteis
iniquidad; comeréis fruto de mentira, porque
confiaste en tu camino y en la multitud de tus
valientes. 14Por tanto, en tus pueblos se levantará
alboroto, y todas tus fortalezas serán destruidas,
como destruyó Salmán a Bet-arbel en el día de la
batalla, cuando la madre fue destrozada con los
hijos. 15Así hará a vosotros Bet-el, por causa de
vuestra gran maldad; a la mañana será del todo
cortado el rey de Israel.
Versículo 12. Oseas, aunque predicador de
la fatalidad, instó al pueblo a arrepentirse para
  8 
Ibíd., 180.
  9 
Hailey, 171.
�� 
Hubbard, 181.
4
que escaparan del castigo que les esperaba y
experimentaran las bendiciones del Señor después
de que su castigo se completara. Continuando con
su metáfora agrícola, Oseas les exhortó a actuar con
justicia y misericordia, que hicieran barbecho y
[buscaran] a Jehová. La palabra «barbecho» describe
el terreno que no ha sido arado ni sembrado. La
idea es que Israel no había estado sembrando
«justicia» ni «misericordia» —ni nada bueno— sin
embargo, ahora debían de hacerlo (vea comentarios
sobre 2.19, 20). Lo podían lograr arrepintiéndose
de sus pecados y sometiéndose a la voluntad de
Dios. Finalmente, dijo Oseas, Dios vendría y les
[enseñaría] justicia a ellos. Al igual que la tierra
que ha sido cuidadosamente trabajada y ha recibido
abundante lluvia, serían bendecidos y tendrían una
abundante cosecha de justicia.
Es incierto saber exactamente cuándo vendría
Dios a «[enseñar] justicia» a la nación. Tal vez es
una promesa que no se cumplió porque Israel nunca
reunió las condiciones requeridas por Dios, a saber:
En vista de que la nación nunca sembró «justicia» ni
«misericordia», a pesar de los ruegos de Oseas, es
posible que el Señor nunca le «[enseñará] justicia»
a la nación como lo había planeado.
Versículos 13, 14. Aunque Oseas llamó al
arrepentimiento y prometió una bendición de parte
de Dios (10.12), no era optimista acerca del presente o
futuro de Israel. Con respecto a su pasado y presente,
habían arado impiedad; su modo de vida había
sido corrupto. En consecuencia, habían [segado]
iniquidad; es decir, ya habían experimentado
impiedad de manos de otros. Además, habían
[comido] fruto de mentira, experimentando las
consecuencias negativas de su engaño. Este fruto
fue sin duda amargo al paladar. Por lo tanto,
Oseas dijo que ya habían cosechado lo que habían
sembrado (vea Gá 6.7), y algún día segarían aún
más de lo que habían sembrado (vea comentarios
sobre 8.7).
Oseas entonces especificó uno de los pecados
de Israel que provocaría la destrucción: Habían
confiado en la multitud de [sus] valientes y, el
contexto muestra, en fortalezas bien construidas
para protegerse, en lugar de confiar en Dios. El
Señor demostraría la insensatez de su negativa a
confiar en Él provocando que surgiera alboroto
(una palabra que se refiere al ruido de la batalla)
en medio de ellos. Un ejército invasor destruiría
sus fortalezas, como destruyó Salmán a Bet-arbel
en una terrible batalla que había resultado en
[madres] y sus hijos siendo [destrozados].
Aunque la atrocidad descrita aquí no se
registra en ningún otro lugar en la Biblia, era
obviamente bien conocida por la audiencia de
Oseas.11 Dos preguntas desconcertantes surgen de la
descripción. En primer lugar, ¿quién era «Salmán»?
Las sugerencias más comunes son: 1) Salmanasar
III, un rey asirio que podría haber atacado a Israel
después de luchar contra Damasco en 841 a.C.;
2) Salmanasar V, que sitió Samaria y llevó a la
captura de ésta en el año 722 a.C.; y 3) Salmanu,
un rey moabita mencionado en los registros de
Tiglat-pileser III.
En segundo lugar, ¿dónde se localizaba
«Bet-arbel»? Algunos la identifican con Irbid en
Transjordania, al otro lado del río desde Bet-sán.
Otros la asocian con Arbela en la cima del monte
Arbel, justo al oeste del Mar de Galilea. El monte
Arbel es conocido por sus abruptos acantilados en
el lado norte. La palabra «destrozada» encaja bien
con este sitio.12
Versículo 15. Israel experimentaría un destino
similar en Bet-el, uno de los centros de culto
idolátrico, debido a su gran maldad.
A la mañana, al comienzo del día de la batalla,
el rey de Israel [sería] del todo cortado. El último
líder de Israel, Oseas (no el profeta), sería llevado
cautivo (vea 2º R 17.1–6). La nación que había
rechazado a Dios como su Rey quedaría sin un rey
humano (vea comentarios sobre 10.3). La historia
da testimonio de la veracidad de este versículo: el
último rey de Israel, Oseas, fue tomado prisionero
por el conquistador asirio Salmanasar V antes de
que comenzara el asedio en sí de Samaria. 13
AplicacióN
— —
Oseas 10
LA OBsEsIÓN DE ISRAEL CON
LA IDOLATRÍA (10.1)
Oseas describió a Israel como una «frondosa
viña», es decir, Israel era sumamente próspero.
Continuó diciendo que cuanto más prosperó Israel,
más altares idólatras fueron construidos y más
elegantes hizo el pueblo sus «ídolos», los cuales
�� 
El uso de la atrocidad en Bet-arbel por parte de Oseas
ha sido comparado con el uso de Jeremías de la devastación
en Silo (Jer 7.12, 14; 26.6).
�� 
J. Glen Taylor, “Hosea,” en Zondervan Illustrated Bible
Backgrounds Commentary, vol. 5, The Minor Prophets, Job,
Psalms, Proverbs, Ecclesiastes, Song of Songs (Comentarios
ilustrados de trasfondos bíblicos de Zondervan), vol. 5 (Los profetas
menores, Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantares), ed.
John H. Walton (Grand Rapids, Mich.: Zondervan, 2009), 30.
�� 
Leon J. Wood, “Hosea” («Oseas»), en The Expositor’s
Bible Commentary (Comentario bíblico del Expositor), vol.
7, Daniel—Minor Prophets (Daniel—Profetas menores), ed.
Frank E. Gaebelein (Grand Rapids, Mich.: Zondervan
Publishing House, 1985), 211.
eran objetos idólatras de culto.
En la voz de Oseas tuvo que haberse escuchado
cierta ironía a medida que hacía este pronunciamiento.
Dios había bendecido a la nación con todo lo que
tenían. ¡Qué irónico es, por tanto, que Israel utilizara
lo que Dios les había dado para ampliar y mejorar
su culto a otros dioses!
Podríamos observar el mismo tipo de
comportamiento irónico hoy. Dios bendice a las
personas con todo lo que es bueno en sus vidas
(Stg 1.17). ¡Muchas personas hacen mal uso de lo
que Dios les ha dado para oponerse a la causa del
único Dios verdadero!
Puede que conozcamos, por ejemplo, a una
persona a quien Dios ha dado grandes talentos,
como la capacidad de inteligencia y liderazgo.
La intención de Dios era que tales habilidades le
glorificaran y sirvieran a la humanidad. En su lugar,
la persona las utiliza para organizar un grupo que
se hace rico aprovechándose de otras personas.
Todos hemos oído hablar de aquellos a quienes
Dios ha bendecido con el talento de hacer grandes
sumas de dinero; sin embargo, después de ganarlo,
lo gastan en actividades y organizaciones que son
hostiles a los propósitos de Dios.
Como sea que Dios nos bendiga —de cualquier
manera que podamos ser una «frondosa viña»— no
debemos usar esas bendiciones para oponernos
al Dios que nos las dio. Usemos siempre nuestras
bendiciones para la gloria de Dios.
Una necesidad urgente (10.12)
La nación de Israel estaba a punto de ser
destruida, sin embargo, Oseas le ofreció un rayo de
esperanza al pueblo: Si se arrepentían, Dios todavía
podría salvar a la nación. Sin embargo, el momento
de la destrucción se acercaba. Por lo tanto, dijo
Oseas, «… es el tiempo de buscar a Jehová».
Del mismo modo, hoy, nadie sabe cuánto tiempo
vivirá, y no sabemos cuando volverá Cristo. Este
podría volver en cualquier momento; y, cuando
lo haga, el mundo será destruido. Entonces todos
estaremos delante de Dios para ser juzgados, y el
resultado de ese juicio será la eternidad en el cielo o
en el infierno. Por lo tanto, lo declarado por Oseas a
Israel aplica a nosotros también: ¡Hoy «es el tiempo
de buscar a Jehová»!
Cuando confiamos en nuestros
caminos (10.13)
Al pueblo de Dios le fue dicho que experimentarían
una guerra que no podrían ganar porque, Dios dijo:
«… confiaste en tu camino y en la multitud de
tus valientes» (10.13). Israel había caminado a su
5
manera, en lugar de caminar en el camino de Dios,
¡y el resultado sería la destrucción!
Es tentador para una persona caminar a su
manera, esto es, hacerlo «a su manera», hacer
caso omiso de la ley de Dios y seguir sus propias
inclinaciones. Sin embargo, siempre es peligroso
hacerlo. ¿Por qué? Porque los pensamientos de Dios
no son los pensamientos del hombre y los caminos
de Dios no son los caminos del hombre (Is 55.8, 9).
«Hay camino que parece derecho al hombre, Pero
su fin es camino de muerte» (Pr 16.25).
Frank Sinatra, durante una carrera de cantante
que se extendió desde la década de 1930 hasta la
década de 1990, fue más conocido por cantar “I
did it my way” («Lo hice a mi manera»). Hay lugar
para el individualismo, la iniciativa personal y la
creatividad. Tal vez haya algo de valor en tomar
nuestros propios caminos sin considerar adónde
vayan los demás en algunas áreas de la vida. Sin
embargo, la religión no es una de esas áreas. El que
confía en su propio camino en la religión —contrario
a confiar en el camino de Dios— como el antiguo
Israel, eventualmente se arrepentirá de haber dicho
para sí: «Lo hice a mi manera».
Imágenes de infidelidad
(Caps. 4—10)
El Libro de Oseas —especialmente los capítulos
4 al 10— es en gran parte sobre los pecados de
Israel, pecados que habían condenado al reino a la
destrucción. Dentro de veinte o treinta años desde
los días en que Oseas predicó estos mensajes, los
asirios se abatieron sobre Israel, destruyeron la
nación y se llevaron a su pueblo cautivo. Israel jamás
existió nuevamente como reino independiente.
Oseas se refirió a esos pecados como que Dios
contendía con Israel (4.1). Dios estaba trayendo una
demanda contra Su pueblo. Cuando Dios habló de los
pecados de Israel, usó palabras descriptivas, figuras
retóricas, para describir a la nación. Estas metáforas
pueden ayudarnos a entender qué sucedió con Israel
y por qué. Además, teniendo en cuenta algunas
de estas «imágenes de infidelidad», podemos
imaginarnos los mismos pecados ocurriendo hoy.
A medida que nos encontramos con cada uno de
ellos, tenemos que preguntarnos: «¿Refleja esta
metáfora a la iglesia de hoy? ¿Aplica a mí como
cristiano?».
Una esposa infiel. La primera «imagen de
infidelidad» presentada por el libro, y la metáfora
que domina el mensaje de Oseas, describe a Israel
como una esposa. Dios se había casado inicialmente
con Israel cuando la sacó de Egipto (2.15; 12.9; 13.4,
5). Le dio todo lo que necesitaba (2.8); pero a pesar
6
de todo el amor que le mostró, Israel se volvió infiel
abandonándole y yendo en pos de otros dioses (2.13;
4.12; 9.1), al igual que Gomer le fue infiel a Oseas.
Oseas habló constantemente de la infidelidad de
Israel como «fornicación» (5.3, 4, 7; 6.10; 9.1), es
decir, adulterio espiritual. Así como el pecado de
adulterio se castigaba con la muerte bajo la Ley,
Israel merecía ser destruido porque en su ingratitud
había dejado a su Señor e ido tras otros «amantes».
Es decir, adoró a otros dioses.
¿Somos nosotros infieles? Cuando nos hacemos
cristianos, nos «casamos» con Cristo y nos hacemos
parte de la iglesia, Su esposa. Cristo nos bendice
con todas las bendiciones espirituales (Ef 1.3). ¿Qué
hacemos a cambio? ¿Le somos fieles o nos vamos
tras otros «amantes» adorando el equivalente a
otros dioses? A veces hablamos de un dedicado
empresario como «casado con su trabajo». Es una
forma de hablar que sugiere que el trabajo del hombre
es lo más importante en su vida. Algunos cristianos
están «casados» con su trabajo, con sus actividades
recreativas, con sus aficiones, o con sus posesiones.
Estas áreas de sus vidas son más importantes para
ellos que el Señor. Cuando ponemos cualquier cosa
antes que Dios, convertimos eso en nuestro dios;
y entonces nos hacemos culpables de adulterio
espiritual.
Un hijo ingrato y rebelde. En otra imagen, Dios
habló de Israel como un hijo. Era el hijo a quien
Dios había llamado a salir de Egipto, pero que
posteriormente sacrificó a baales y quemó incienso
a los ídolos. A pesar de que Dios tomó a Su «hijo»
Israel en Sus brazos, este hijo se negó a reconocer su
deuda con Él (11.1–3). Israel, por lo tanto, demostró
ser un hijo ingrato y rebelde.
¿Somos hijos ingratos y rebeldes? Al igual
que Israel, somos hijos de Dios (Gá 3.26, 27). Dios
nos amó y nos hizo Sus hijos cuando nacimos de
nuevo. En consecuencia, tenemos el honor de ser
llamados «hijos de Dios» (1ª Jn 3.1, 2). Como hijos
de Dios, somos bendecidos abundantemente. Por
ejemplo, Él promete contestar nuestras oraciones
(1ª Jn 5.14, 15). ¿Cómo respondemos? ¿Somos hijos
desobedientes? ¿Actuamos como adolescentes
rebeldes cuyo comportamiento es contrario a lo que
ha sido enseñado por padres cariñosos que hacen
todo por ellos? A pesar de que Dios nos ha dado
tanto, ¿dejamos a veces de reunirnos con los santos
para adorarle cuando tenemos oportunidad?
Viña frondosa con fruto utilizado para los ídolos.
Oseas también comparó a Israel con una «frondosa
viña», que utilizó lo que produjo para hacer altares
idólatras y pilares sagrados dedicados a los dioses
falsos (10.1–3; vea 9.10, 16; 14.4–7). La figura
sugiere la prosperidad de Israel en el momento en
que Oseas profetizó. El problema de Israel, como
sugiere este pasaje, no fue que no dio fruto. Más
bien, la nación era culpable de utilizar el fruto con
el fin equivocado. El dinero que hacía vendiendo
el fruto se utilizó para construir más altares a los
dioses falsos, multiplicando su culpabilidad. El
problema fundamental de Israel, por lo tanto, fue
el egoísmo: La viña «[dio] abundante fruto para sí
mismo» (10.1); el pueblo utilizó las ganancias para
sí mismo en lugar de utilizarlas para beneficiar
a otros y glorificar al único Dios verdadero. En
consecuencia, Israel sería hallado culpable (10.2).
Podemos aplicar este mensaje a nosotros
mismos de dos maneras. En primer lugar, debemos
preguntarnos, «¿Estamos dando frutos?». Jesús dijo:
«Yo soy la vid; vosotros los pámpanos» (Jn 15.5).
Se nos requiere dar fruto espiritual. Lo hacemos
cuando tenemos «el fruto del Espíritu» (Gá 5.22, 23),
y cuando tratamos de producir otros «pámpanos»
tratando de ganar a otros para Cristo. La pregunta
entonces es «¿Estamos dando frutos para el Señor?».
Si no, necesitamos recordar la enseñanza de Jesús
en cuanto a que los pámpanos que no den fruto
serán destruidos (Jn 15.2).
En segundo lugar, debemos preguntarnos,
«¿Somos egoístas?». No debemos ser culpables de
la misma clase de pecado cometido por Israel. En
cierto sentido, somos una «frondosa viña» (10.1).
Es decir, somos, en cierto grado, prósperos. ¿Qué
hacemos con el producto de nuestra prosperidad?
¿Gastamos todo en nosotros mismos sin pensar en
lo que debemos dar a Dios o hacer por los demás?
El egoísmo se opone al estilo de vida cristiano.
Usemos las bendiciones que Dios nos ha dado para
bendecir a otros y glorificarle a Él.
«Torta no volteada», inútil por haberse «mezclado con
los demás pueblos». En Oseas 7.8, nos encontramos
con una de las imágenes más memorables de Oseas:
«Efraín se ha mezclado con los demás pueblos;
Efraín fue torta no volteada». Efraín estaba siendo
comparado con un pan delgado que se ha cocinado
por un lado pero no volteado. Mientras un lado se
quemó, el otro lado está sin cocer. Por tanto, es inútil,
no sirve para nada, y tiene que ser desechado. El
hecho de que Israel se mezclara con las naciones
podría referirse tanto a los gentiles que vivían
entre los israelitas y les habían influido a adorar
ídolos, y a los desesperados intentos de Israel por
obtener ayuda de otras naciones formando alianzas
con ellos. En ambos casos, Israel comprometió su
identidad como pueblo especial de Dios que había
de permanecer separado de otras naciones. Cuando
Israel renunció a su identidad como pueblo especial
de Dios, se volvió, a los ojos de Dios, inútil.
¿Nos hemos vuelto inútiles? Dios desea que
Su pueblo hoy se diferencie de los que están en el
mundo (Ro 12.1, 2; Stg 1.27). Los cristianos son hoy
el pueblo especial de Dios, al igual que Israel fue el
pueblo de Dios en el Antiguo Testamento (1ª P 2.9,
10). Jesús les enseñó a Sus discípulos que tenían la
responsabilidad de apartarse del mundo y ser a la
vez una influencia para el mundo. Él dijo: «Vosotros
sois la sal de la tierra»; y «Vosotros sois la luz del
mundo» (Mt 5.13–16).
¿Qué pasa si no nos mantenemos aparte? ¿Qué
pasa si nos mezclamos con el mundo? ¿Qué pasaría
si, en lugar de ser la «luz del mundo», permitimos
que el mundo nos moldee a su forma (Ro 12.2)?
Entonces, al igual que Israel, nos volvemos inútiles.
Como dijo Jesús: «si la sal se desvaneciere, ¿con
qué será salada? No sirve más para nada, sino para
ser echada fuera y hollada por los hombres» (Mt
5.13). Si nos hemos mezclado con el mundo hasta
el punto de que no se nos distingue del mundo, ya
no servimos «más para nada, sino para ser echados
fuera»; somos como el pan «no volteado» —bueno
para nada. Si no valemos nada para la causa de
Dios, podemos esperar el mismo tipo de castigo
sufrido por Israel.
Un anciano que no se da cuenta de sus defectos.
Oseas imaginó a Israel como un anciano que no se
da cuenta que se ha vuelto débil y (7.9) de cabeza
gris. En este pasaje, Oseas estaba refiriéndose a
la tendencia de Israel a buscar alianzas con otras
naciones. Su punto era que esas naciones, en lugar
de ayudar a Israel, estaban en cambio devorando
su fuerza —estaban tomando más de Israel que
lo que daban— sin embargo, Israel estaba ciego
a ese hecho. La nación no estaba consciente de su
debilidad física y espiritual.
¿Estamos nosotros ciegos a nuestros defectos?
En el Nuevo Testamento, Santiago imaginó a alguien
que escuchaba la Palabra de Dios y luego se iba sin
cambiar. Comparó a esta persona con un hombre
que se mira en el espejo, pero luego se va y olvida
su apariencia (Stg 1.23–25). Es posible que nos
veamos en el espejo de la Palabra de Dios y luego
olvidemos nuestra apariencia. Tenemos que evitar
esa posibilidad. Tenemos que tomar conciencia de
nuestras faltas, de nuestros pecados y defectos,
y entonces, en lugar de ignorarlos, hacer algo al
respecto. Como dijo Santiago, no hay que ser «oidor
olvidadizo», sino «hacedor de la obra». Por obedecer
la Palabra de Dios, seremos bendecidos.
Una paloma incauta que va aquí y allá. Otra
metáfora interesante se encuentra en 7.11, 12, donde
Oseas imaginó a Israel «como paloma incauta, sin
7
entendimiento». La imagen es vívida. Suena como si
a las aves no se les consideraba muy inteligentes en
esos días. La estupidez, o necedad, de las acciones
de Israel yace en su búsqueda de la ayuda de Egipto
y Asiria. Estas naciones no podían ni ayudaron al
pueblo de Dios; en cambio, se aprovecharon de
ellos. Por otra parte, el hecho de que Israel buscó,
como «paloma incauta», obtener ayuda de otras
naciones indica una falta de confianza en Dios. Esa
falta de confianza era lo que Dios condenó, quien
dijo que, como quien caza palomas, usaría una red
para atraparlas y hacerlas caer.
¿Demostramos nosotros mismos falta de
confianza en Dios? Quizás la evidencia más
importante de nuestra falta de confianza en Dios
es nuestra tendencia a preocuparnos. Según Jesús,
en Mateo 6.25–34, no hemos de llenarnos de ansias
ni preocuparnos; y si lo hacemos, nuestro problema
es falta de fe o confianza en Dios. Por ejemplo, Jesús
desafió a Sus seguidores a tener en cuenta los «lirios
del campo», cómo superan su belleza la gloria de
Salomón, y luego dijo: «Y si la hierba del campo que
hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste
así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de
poca fe?» (Mt 6.30). Si la falta de confianza en Dios
condujo a la condena de Israel como una «paloma
incauta», ¿no estamos nosotros también en peligro
de condenación si no confiamos en Él?
Un arco engañoso que no apunta en la dirección
correcta. Una de las metáforas más desconcertantes
de Oseas se encuentra en 7.16: «Volvieron, pero
no al Altísimo; fueron como arco engañoso».
A Israel se le estaba comparado con un «arco
engañoso» —a uno torcido que no podría lanzar
flechas derecho. Apenas podemos imaginarnos a
un cazador yendo de caza con un arco torcido. ¿A
cuántos ciervos podría matar? De manera similar,
el objetivo de Israel estaba errado; las prioridades
de la nación estaban fuera de lugar, su sistema
de creencias se había retorcido y sus ambiciones
estaban distorsionadas.
¿Estamos apuntando en la dirección
equivocada? Podríamos tener el mismo problema
de Israel si estamos apuntando hacia el objetivo
equivocado. ¿Qué deseamos lograr como iglesia?
Por encima de todo, debemos desear hacer la
voluntad de Dios. ¿Cuál es nuestro objetivo como
individuos? Nosotros también debemos, sobre
todo, tratar de conocer y hacer la voluntad de
Dios. No debemos permitir que nada se convierta
en nuestra prioridad. Si, por ejemplo, nuestros
Autor: Coy Roper
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objetivos están distorsionados de manera que
lo que más deseamos es ser populares, entonces
—como Israel— no lograremos dar en el blanco
de agradar a Dios. Puede que nuestro problema
hoy sea el mismo problema de Israel: Vamos en
todas direcciones, excepto en la correcta; ¡nunca
volvemos nuestra atención hacia arriba! Hagamos
que nuestro objetivo sea agradar a Dios, servir a la
humanidad y vivir de manera que podamos decir,
«vive Cristo en mí» (Gá 2.20).
Una novilla indómita que rechaza la dirección. En
4.16, Oseas dijo: «como novilla indómita se apartó
Israel». Una vaca obstinada, debido a su gran peso y
tamaño, es casi imposible de controlar. Al igual que
una vaca obstinada, Israel se negó a permitir que
Dios los dirigiera. Israel estaba decidido a seguir su
propio camino, a continuar adorando a los ídolos
y seguir buscando alianzas con otras naciones en
vez de confiar en Dios. Constantemente se negaron
a arrepentirse, a pesar de los ruegos del profeta. El
resultado final de la terquedad y dureza de corazón
de Israel fue la destrucción de la nación.
¿Nos negamos obstinadamente a ser dirigidos
por Dios? ¿Insistimos en hacer las cosas a nuestra
manera, independientemente de lo que Dios dice?
Si lo hacemos, podemos esperar el mismo destino
vivido por Israel: ¡la eventual destrucción de manos
de Dios!
Nuestro destino eterno no dependerá de si
hemos pecado o no, por cuanto todos hemos
pecado (Ro 3.23). Más bien, dependerá de si
nos hemos arrepentido de nuestros pecados y
recibido perdón. En otras palabras, dependerá de
si nos sometemos a Dios o tercamente insistimos
en seguir nuestro propio camino. En el Nuevo
Testamento, a la constante negativa a rendirnos
a Dios se le compara con tener un corazón
«endurecido» (He 3.12, 13). Si somos tercos y
endurecemos nuestros corazones, negándonos a
dejar nuestros pecados, ¡se nos garantiza que algo
terrible sucederá! ¡Los que rechazan la salvación
de Dios y no se arrepienten serán condenados en
el último día!
Conclusión. Oseas fue un profeta de la fatalidad:
Israel había de ser destruido. Las imágenes de Oseas
de la infidelidad, ingratitud, rebelión, egoísmo e
impureza de ellos nos ayudan a entender las razones
del por qué. Al rechazar los intentos de Dios por
guiarlos en el camino correcto, siguieron yendo
en la dirección equivocada de una manera ciega,
necia y obstinada.