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(Lectura 1)
En un debate entre integrantes de un equipo provincial que deben discutir sobre políticas
educativas en una gestión de gobierno, se encuentran dos grupos que sostienen posiciones
disimiles con relación con el lugar de la escuela y sus posibilidades educativas respecto de la
integración de los sujetos a la sociedad. Un grupo se identifica desde una perspectiva más
conservadora y la otra, desde un lugar crítico. Los primeros se autodenominan integracionistas y
los segundos, rupturistas.
La pregunta central que guía el debate es el lugar de la escuela en la formación de sujetos sociales.
La discusión comienza al interior del Ministerio y se van dando los distintos argumentos.
Para Durkheim (1997) hay una moral heredada y una moral por construir. Es un proceso dialéctico-
intersubjetivo. La recreación de la conciencia moral social supondrá una edificación sentada en las
bases del pasado de la humanidad (filogénesis) y en las huellas que estas han dejado inscriptas,
poniendo en tensión lo que es y lo que debería ser para las nuevas generaciones. Esa tensión es el
ideal por seguir. Es a partir del dominio de sí (hombre como producto social a partir del espíritu de
disciplina) y de la cooperación regular entre los individuos que surgirá la voluntad reflexiva y
personal que invite a moderar al agente que oficie las reglas como instrumento de sujeción y, a su
vez, de liberación y libertad, favoreciendo la convivencia democrática. Es en pro de la felicidad
pública que defiende el sistema de reglas, no como adiestramiento insidioso, sino como una
influencia saludable para el ejercicio de las prácticas democráticas.
Durkheim (1997) dirá que, gracias a la educación, el sistema de reglas se habrá incorporado, pues
estas reconocen en el sujeto aquello que era externo como una instancia interna. Los procesos de
individuación son entendidos, a su vez, como procesos de socialización en donde cada individuo
resigna sus necesidades en pro del bienestar de la vida colectiva.
El aprendizaje de las reglas morales tiene lugar en la moral social cotidiana. Estas reglas obligan a
contener y doblegar las necesidades y los apetitos para que se inclinen en un sentido positivo.
“Cuando el hombre sanamente constituido trata de cometer un acto censurable desde el punto de
vista moral, siente algo que lo detiene” (Durkheim, 1997, p. 54). Este sociólogo se refiere aquí a
una barrera ideal internalizada (ideal del yo freudiano). La moral funcionará como un sistema de
prohibiciones regulando internamente las acciones de los agentes. Hay una distinción entre deber
y bien como fuente civilizadora. El deber de la moral es el que ordena y prohíbe, es el de las
prohibiciones coercitivas; ofrece el contenido que debe ser obedecido. El bien se refiere a la
moralidad que reconoce la cosa buena, el ideal amado al cual se aspira y que orienta la voluntad
del hombre desde los intereses individuales a los objetivos colectivos.
La educación moral va a ser el eje en la constitución del sujeto-agente, que les permitirá a las
nuevas generaciones adquirir la conciencia social, formando su ser social en un doble juego de
conservación del legado y renovación del ideal. Es tan importante para el hombre el proceso de
socialización que, si este no toma el curso adecuado, “la actividad individual no sabe de dónde
asirse, se vuelve contra ella misma” (Durkheim, 1997, p. 20).