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Liliana Marulanda Zapata

Análisis de la dualidad cristiana respecto del cuerpo

Uno de los señalamientos más incisivos que algunos teóricos le hacen al

cristianismo tiene que ver con su crudo desprecio al cuerpo. Es evidente que esta

actitud reina en el cristianismo corriente, se habla por ejemplo de la necesidad de

“castigar la carne, de someterla, de reducirla” haciendo referencia a la

corporeidad, sin embargo, las enseñanzas expuestas por Cristo en los evangelios

no solo son diferentes a esta percepción, sino antagónicas. En las escrituras hay

una constante mención al cuidado y al sostenimiento de nuestro cuerpo, llegando

incluso a exponerla de manera clara como morada de Dio mismo.

Frente a ello ¿Qué fue lo que permitió ese cambio de perspectiva, qué quiebre y

en qué momento histórico se asumió el cuerpo como una entidad malévola y

nociva que se erige como una carga en nuestro desarrollo espiritual?

El presente ensayo intentará indagar por los elementos que posibilitaron estas

creencias y que llevaron a que dos mil años después la iglesia del siglo XXI no

haya sido capaz de sacudirse de esas enseñanzas, manteniendo lo que Michel

Foucault señala como “desprecio del cuerpo”.


Veo necesario plantear tres perspectivas sobre el cuerpo empezando por la

bíblica, continuando con la Platónica y culminando con la de Agustiniana.

En la biblia encontramos una variedad de textos bíblicos que hablan de la

importancia que tiene el cuerpo para Dios. En Romanos 12:1 el apóstol Pablo

habla de que el cristiano debe ofrecer su cuerpo a Dios como una sacrificio vivo,

la palabra para cuerpo es soma, que significa como un todo, completo, podemos

decir entonces que al Pablo equiparar el cuerpo a una ofrenda, está señalando al

mismo como algo que tiene un especial valor. Efesios 5:29 también habla del

cuerpo dándole un rango de importancia cuando enfatiza la necesidad de proteger

y sustentar (amar). ¿Qué sentido tendría plasmar estas referencias al cuerpo si

este es un asunto del cual debemos deshacernos, al cual se quiere eliminar?

Platón por el contrario atribuía belleza y sabiduría sólo al alma y definía al cuerpo

como la cárcel de aquella. En su diálogo el Fedon por ejemplo, utiliza una extensa

paleta de términos despectivos para referirse al cuerpo tales como: cadenas del

alma, el Arjé de las guerras, generador de preocupaciones, entre otras. En su

dualismo, que en muchas ocasiones lleva al extremo, señala asuntos tan

delicados como la necesidad de desconfiar de nuestros sentidos (cuerpo) pues

estos no son de fiar, nos inducen al engaño y finalmente del engaño procede el

mal. Frente a las pasiones y los deseos (todas) por ejemplo, Platón invita a su

represión, pues su procedencia es nociva. Por otro lado, frente al amor, incluyendo

aquel que se instaura incluso entre padres e hijos, es considerado por el clásico

griego como un asunto falso que está contaminado, de allí que en su obra la
república apele porque sea el estado quien críe a los niños y sea este quien

determine su rol dentro de la estructura social.

En la edad media podemos ver cómo este pensamiento platónico es mezclado con

el cristianismo por Agustín de Hipona, cuando afirma que el alma puede existir

fuera del cuerpo ya que este es mortal y corruptible y muestra de esta manera un

desprecio por el mundo sensible. Es claro por ejemplo, como en las confesiones

Agustín establece una relación perturbada entre el alma y el cuerpo cuya tensión

se enfoca en este último. Este pensamiento que disocia al cuerpo del alma ha sido

trascendente hasta nuestros días, lo que ha generado una imagen distorsionada y

confusa del ser humano.

Pareciera ingenuo el proceder de Agustín quien, tal vez con la intención de buscar

un planteamiento teórico que sirviese de acervo conceptual para la doctrina

cristiana, al parecer asume de manera acrítica los planteamientos del filósofo

griego, desconociendo el peligroso sincretismo que se desprendería de su teoría.

Esta concepción del cuerpo como un agente maligno no tiene asidero en la

doctrina bíblica de los primeros siglos, se pueden rastrear algunos comentarios al

respecto en ciertos líderes religiosos, pero su consolidación final pareciera

ubicarse en las teorías de Agustín, más específicamente en su obra Las

confesiones.

Puedo decir que estos planteamientos sobre el cuerpo que fueron adoptados por

Agustín y que son implementados por el cristianismo de hoy, son contrarios a lo

que la biblia plantea, pues subestiman la dignidad que Dios dio al ser de manera
integral, incluyendo su dimensión somática. Por ello, es necesario, que cómo

cristianos podamos reconsiderar las enseñanzas de Jesús y de los apóstoles en

torno a este tema y lograr un quiebre epistemológico que logre una transformación

social concreta al interior de la iglesia, que trascienda en medio de la sociedad.

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