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LA ACCIÓN DE DIOS EN ISRAEL

cristiana apeló, ya desde el principio, al Antiguo Testamento y a sus


expectativas. Según la mentalidad cristiana, sin el Antiguo Testamen­
to no se podía comprender el acontecimiento Cristo. ¿No será que el
verdadero centro del misterio de Israel es precisamente la venida de EL RELATO BÍBLICO DE LA CREACIÓN
Cristo? La reflexión judía ha rechazado siempre —y aún lo sigue ha­
ciendo— esta interpretación. Y, si hemos de ser sinceros, todavía hay
muchos cristianos totalmente incapaces de comprender el Antiguo
Testamento en esta línea cristológica. Por tanto, lo único que nos
queda es seguir luchando por una auténtica comprensión del Antiguo
Testamento, ya que es evidente que este libro sigue siendo una piedra
de toque, una presentación del destino de toda la humanidad.

Durante muchos siglos el relato de la creación, según la Biblia, ha


constituido una indiscutible autoridad para todo el mundo cristiano,
tanto como norma de su fe cuanto como referencia de sus conoci­
mientos. Jamás se ha puesto en duda que Dios creó el mundo y que,
desde entonces, lo conserva en sus manos todopoderosas; como tam­
poco se ha dudado de que el acto creador de Dios tuviera lugar tal
como se describe en el libro del Génesis. Esta confianza incondicional
—que, como acabamos de decir, se extiende también a la fiabilidad
de los datos científicos del relato— ha sido víctima de una creciente y
cada vez más profunda desconfianza, desde principios de la era mo­
derna. Cierto que algunos investigadores, como Herder, han conside­
rado el Antiguo Testamento como el testimonio más primitivo sobre
la raza humana; pero hay que reconocer que el punto de vista de la
investigación ha cambiado radicalmente: el relato de la creación es
precisamente eso, un documento, un testimonio sobre la raza huma-
na. La admiración que Herder sentía por este relato es ciertamente
incomparable, respecto a otras concepciones de su época; pero no
dejaba de considerarlo como un documento humano, semejante a
otros muchos testimonios de la Antigüedad. El punto más crítico en
esta merma de confianza con respecto al relato bíblico de la creación
se alcanzó a principios de nuestro siglo xx, con motivo de la famosa
polémica Babel-Bibel (Babilonia-Biblia), en la que el famoso asiriólogo
tic Berlín Friedrich Delitzsch.sostuvo la prioridad y la absoluta supe­
rioridad cualitativa de los mitos babilónicos sobre la creación frente
al relato bíblico de la misma. El Antiguo Testamento quedó encua-
tirado, sin más, entre los numerosos testimonios sobre la historia de
las religiones; y, entonces, la decisión personal por uno u otro docu­
mento llegó a ser sólo cuestión de preferencia o gusto literario, estéti­
co o religioso. En el fondo, uno se distanciaba de todos los demás, en
El manuscrito de esta conferencia no lleva fecha. La reproducción que ofrecemos pertenece, cuanto europeo ilustrado.
sin género de dudas, a los años sesenta.
Naturalmente, este breve ensayo no podrá dar respuesta a todo

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LA ACCIÓN DE DIOS EN ISRAEL EL RELATO BIBLICO DE LA CREACIÓN

tipo de preguntas sobre la creación, especialmente a las cuestiones de historia Israel va a ocupar un puesto central. Éste es el significado
fe. Pero yo me daría por satisfecho si con esta breve intervención más profundo de ese comienzo de la Biblia: no se puede entender.
pudiera contribuir a una comprensión más clara del primer capítulo . orrectamente a Israel, en sus convicciones de fe o en la peculiaridad
de la Biblia, y si lograra presentar, aunque sea de manera muy breve, ih- su culto, si no se le contempla desde el telón de fondo de la.
cómo interpretamos hoy este texto, tanto desde el punto de vista cien­ < i ración originaria. Sólo entonces se puede apreciar en su justa me­
tífico como teológico. dida todo los que este libro dice sobre Israel.
El primer punto de reflexión es que este primer capítulo no es Con todas estas precisiones no he querido más que apuntar el
una magnitud autónoma y puramente aislada, un documento perfec­ i*.parto que suscitó en Israel su interés por la creación. Puede parecer
tamente completo en sí mismo, y que se puede interpretar totalmen­ mu paradoja, pero es perfectamente exacto decir que Israel se intere-
te dentro de sus propias coordenadas. De ninguna manera; el relato %»» por la creación del mundo, no para explicar la naturaleza o los
de la creación no es más que el comienzo de un gigantesco libro, que problemas que planteaba, sino precisamente para comprender y ex­
.comprende toda una historia. Una historia que empieza con la crea­ plicar la historia.
ción del mundo, sigue con los sucesos de los patriarcas, contempla la Al afrontar ahora un texto que ha sido comentado casi hasta el
constitución de Israel como pueblo, se detiene a placer en los acon­ infinito, y antes de entrar en el análisis de algunos puntos concretos
tecimientos que tuvieron lugar en el monte Sinaí, cuenta los largos fiel relato, quiero empezar con una reflexión previa sobre el posible
años de travesía del desierto y se cierra con la toma de posesión de la ungen de esta composición. Parece altamente inverosímil que un re­
tierra prometida, el país de Canaán. En el mundo científico, a este lato como éste, en el que se cuenta la creación del mundo, pudiera
conjunto se le denomina Hexatcuco («seis partes, seis libros»), por­ lubcr tomado forma en la mente de un solo autor que, un buen día, se
que comprende los cinco libros históricos atribuidos a Moisés —el decidió a ponerlo por escrito. Ese tipo de afirmaciones sobre Dios y
Pentateuco— más el libro siguiente, que lleva el nombre de Josué. ♦ I mundo, y sobre Dios y el hombre, de un alcance tan ilimitado y de
Naturalmente, no podemos pensar en un libro como los modernos, uiia validez tan universal no se concebían en el mundo antiguo como
con el nombre del autor y el año de edición. Este libro ha sido producto de la intuición personal de un individuo aislado; la ampli­
escrito por Israel a lo largo de jnuchos.sigl.os. Sin embargo, el libro tud de miras de tales afirmaciones jamás podía atribuirse, en la men­
no es como un arrecife de coral en el que crecen arbitrariamente y se talidad contemporánea, a un autor concreto. Toda esa concepción
superponen sin orden ni concierto diversas ramas literarias. Más * ta, más bien, reflejo de una enseñanza, de una corriente doctrinal,
bien es un libro con una clara disposición de materiales y con una. Iusada en tradiciones sacerdotales, es decir, relacionadas con el culto..
trama apasionante. Su intención es presentar el proceso que llevó a I su quiere decir que los sacerdotes analizaban cuidadosamente cada
Israel a convertirse en pueblo y la intervención de Dios en esa histo^ una ile esas doctrinas, de modo que, al transmitirse de generación en
ria particular, conduciendo sus avatares, orientando sus decisiones y generación, se conservaran siempre en su mayor pureza, sobre todo
realizando, por medio de ese pueblo único, sus planes de alcance • li lo que tocaba a la fe del pueblo. Podemos decir con absoluta segu­
universal. Pero ahí está lo sorprendente: el libro, esta grandiosa etio­ ndad que la composición de este capítulo es fruto de la reflexión
logía de Israel, no comienza —como sería lo más lógico— con Abra- muiIt¡secular de Israel tanto en el campo teológico como en el cosmo­
hán, primer antepasado y figura fundacional del pueblo, sino con la lógico. De acuerdo con estos postulados, el propio estilo de la narra-
creación del mundo. Eso encierra, indudablemente, una pretensión »ion es de una enorme densidad y de una precisión admirable. Todo
extraordinaria: para poder hablar correctamente sobre Israel, para lo que se afirma en este capítulo es válido tal y como se formula; no
poder entender con exactitud la peculiaridad de ese pueblo, hay que hay que buscar en ello transposiciones simbólicas o de carácter me-
remontarse hasta la misma creación del mundp, ya que en el pensa­ t-dórico. Su lenguaje es verdaderamente científico —aunque no en el
miento universal de Dios Israel tiene un puesto bien determinado. Munido moderno de la palabra—, es decir, desprovisto de todo ador­
Por eso, el Génesis, primer libro de esa historia, comienza con la no literario y de toda emoción poética. El lenguaje es decididamente
creación. Y procede así no por un interés científico, que podríamos objetivo, casi hasta la monotonía; pero esa monotonía adquiere tal
denominar neutral, por la cuestión del origen del universo, como lo grado de concentración, que el resultado es francamente asombroso.
hizo la antigua filosofía natural griega que trataba de encontrar un Para experimentar esa sensación, basta leer, en voz alta y con una
último principio que proporcionase la clave de la comprensión del tirria solemnidad, el comienzo del capítulo:
mundo. No; si el Génesis comienza con la creación del mundo es
porque aquí empieza una historia entre Dios.y_eLhombre; y en esa Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos infor­
me; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía
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sobre la faz de las aguas. Dijo Dios: «¡Que exista la luz!». Y la luz lujo la amenaza del caos, abocada a volver, en cualquier momento, al
existió (Gn 1, 1-3). abismo de una confusión informe. Por consiguiente, según nuestro
i dato, «creación» quiere decir no sólo que Dios, al principio, llamó al
Frente a esas afirmaciones iniciales, tenemos que intentar despo­ mundo a la existencia, si n o.q ue _Dios 1 leva en_ su tria no y cuida conti -
jarnos de todo tipo de familiaridad con ellas, para percibir, con espí­ unamente de sus creaturas, para que no recaigan en el abismo de la
ritu virgen, la solemne rotundidad del enunciado. Procuraremos ana­ informidad originaria qiic cada segundo se abre bajo su existencia. No
lizar el pasaje, empezando por establecer que es lo que no dice. La debemos dejarnos engañar por la rigidez inconmovible de la presenta­
mayoría de los mitos de creación que han surgido en los diversos ción, con su lenguaje absolutamente descarnado. La realidad de la que
pueblos entienden el acto creador como una lucha de fuerzas míticas se habla está llena de una incoercible pasión interna. Baste pensar en
personificadas, especialmente entre dos principios primigenios: uno, la creación del «día» y la «noche» que sigue a continuación. Dios ha
luminoso, el principio del bien, y otro, tenebroso, el principio del hecho brillar la luz en el oscuro abismo del caos. De la profundidad de
mal. Xa Biblia no contempla ninguna clase de dualismos, sino que esa mezcla indescriptible producida por el primer acto creador —te­
sólo hablare Dios, que ya existía antes del universo y que creó el nemos que entender estas cosas en su más crudo realismo— Dios saca
mundo por un acto libre de su voluntad; por eso, es Señor de toda la el elemento «luz» y crea el «día». La «noche», por su propio origen, es
creación. EL^Cto.cr_ea.tiyp de Pios se realiza única y exclusivamente algo totalmente distinto; en cierto modo, es como un resto de la tene­
por medio de su palabra. Permitidme aquí otra precisión para expli­ brosa realidad del caos, pero que ahora queda inscrita en un nuevo
car qué es lo que no dice esta fórmula, qué representación trata de orden, el orden salvífico de la creación. También la noche pertenece
evitar. Casi todas las teorías religiosas sobre la creación son de carác­ a las experiencias radicales del ser humano; cada noche se abate sobre
ter emanatista, es decir, entienden el mundo no como creación de la tierra una brizna de la absoluta oscuridad caótica de los orígenes, la
Dios en sentido estricto, sino como un flujo, como una irradiación de noche borra los contornos de las creaturas y las convierte en una espe­
la naturaleza divina. Pero eso lleva prácticamente a borrar los límites cie de figuras informes. Por el contrario, cada mañana es algo así como
entre Dios y el mundo; en cierto sentido, el mundo es una mera for­ una nueva^creación, por cuanto la luz matutina vuelve a sacar a las
ma de manifestación del propio ser de la divinidad. En cambio, cuan­ creaturas de su tenebrosa oscuridad sin forma. El hombre sencillo
do Israel dice que Dios creó el mundo por medio de su palabra, lo que recibe la noche con terror, porque significa una amenaza no sólo para
afirma es no sólo la perfecta facilidad del acto creativo, sino también la creación, sino también para su propia existencia personal. Sobre esa
la distancia radical que existe entre el creador y su creatura. El univer- inquietud frente a la noche encontramos muchos testimonios en nues­
¿onoes un a_ par te de la naturaleza divina, en cuanto emanación de su tros antiguos himnos religiosos.
esencia, sino que es verdaderamente una creatura de Dios que, en En los versículos que siguen (Gn 1, 6-10) se manifiesta con espe­
cuanto .tal,_posee su propia_ gloria. Ésta primera frase es, en cierto cial claridad la diferencia entre la concepción bíblica y nuestros cono­
sentido, una síntesis de todo el relato de la creación, que se irá desa­ cimientos científicos sobre la estructura del universo. En todo el anti-
rrollando posteriormente paso por paso. gUQjQriente se consideraba la cúpula del cielo, que cubre la superficie
No deja de ser, en cierto modo, desconcertante que la segunda d_e latí erra, como un cuerpo celeste sólido, como una enorme campa­
frase del relato de la creación hable de un estado caótico, anterior al na fija. Y, en realidad, de ahí viene nuestra palabra «firmamento», de
acto creativo. La situación caótica se describe como una realidad in­ la raíz «firme»; y así es precisamente como lo traduce Lutero: das
forme, tenebrosa, sumergida en un bullir de aguas, como faz del abis­ * Feste («lo firme», «lo fijo»). Con la superficie de la tierra y esa enorme
mo. ¿Qué sentido tiene una descripción tan pormenorizada del caos, campana celeste que la cubre queda prácticamente terminada la es­
después de hablar del hecho de la creación? ¿No os parece que la na­ tructura básica del universo. Ahora viene la creación del mundo vege­
rración pierde fuerza en este versículo segundo, después de la grandio­ tal (Gn 1, 11-13). A este punto, el relato cambia su monotonía y
sa presentación que, en el versículo primero, alcanza un poderío tan suena distinto. Ya no dice: «Y dijo Dios: ¡Que existan plantas!», sino
acusado? El hecho se explica porque el concepto de «creación», tal que cambia a esta otra formulación: «Verdee la tierra hierba verde
como lo presenta el relato, no se puede comprender correctamente si que engendre semillas y árboles». La tierra se concibe aquí como una
no se separa de la situación caótica e informe precedente al acto crea­ especie de colaboradora autónoma en la obra de creación, llamada y
tivo. De hecho, la situación de caos es una de las experiencias más capacitada para crear. Aparece el concepto de natura, es decir, una
radicales del hombre. Cada día nos encontramos con esa situación que fuerza que crea espontáneamente. Sin embargo, esta espontaneidad
nos llena de miedo e incertidumbre, porque la creatura está siempre queda considerablemente limitada por el precedente encargo de Dios

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EL RELATO BIBLICO DE LA CREACIÓN

y por la capacitación que de el procede. De hecho, las plantas sólo invine, la situación de caos tenebroso e informe. Sobre las diferencias
tienen una relación inmediata con la tierra: brotan de su seno, y sobre ni la creación del día y de la noche ya hemos hablado antes; y tam-
él vuelven a caer. 1 lien hemos dicho que las plantas sólo tienen una relación inmediata
El hecho de que la creación de los astros (Gn 1, 14-19) venga in­ i <m la tierra. Lo mismo se podría decir sobre los animales; pero hay
mediatamente después de la aparición del orden vegetal no encaja en nn aspecto decisivo que sitúa al animal sobre las plantas: la bendición
absoluto con nuestra concepción moderna del universo. De hecho, la ♦ *•

ele 1 )ios, es decir, la capacidad generativa que Dios les da para que se
creación de la luz sucedió mucho antes que la de los astros; por con­ multipliquen las especies y perpetúen su vida sobre la tierra. El resul­
siguiente, da la impresión que el relato piensa en una especie de luz tado es una línea ascendente, una especie de pirámide en cuyo vértice
primigenia, que ya existía incluso antes de que apareciera la luz que vstá el ser humano, porque él es el único, entre todas las creaturas,
proviene de los astros. Pero, aparte de esta cuestión particular, la crea­ que proviene directamente de Dios. Sólo la creación del hombre está
ción de los astros constituye una de las secciones más sorprendentes de precedida de una decisión solemne que brota del corazón de Dios:
todo el capítulo. Hay que pensar que esta sección debió de tener su
origen en un tiempo y en un ambiente totalmente dominados por los Y dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que
cultos astrales y que concebían los cuerpos celestes como realidades de ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales de la
naturaleza divina. Sobre esa base, dejémonos invadir por una sobrie­ tierra y todos los reptiles». Y creó Dios al hombre a su imagen; a
dad tan fría y calculada como la que se emplea aquí para hablar sobre imagen de Dios le creó; varón y hembra los creó (Gn 1, 26-27).
los astros como nada más que creaturas o cuerpos celestes:
El ser humano es el único que debe su propia existencia a una
Y dijo Dios: «Que existan lumbreras en la bóveda del cielo para sepa­ decisión personal que el mismo Dios toma en lo más íntimo de su
rar el día de la noche, para señalar los días, las fiestas y los años; y corazón. Pero, además, Dios, al formar al hombre, toma como mode­
sirvan de lumbreras en la bóveda del ciclo para alumbrar a la tierra» lo su propio mundo superior, el mundo de la divinidad, «y .creó Dios
(Gn 1, 14-15). al hombre jí_su. imagen, a imagen de Dios le creó». Más aún; Dios
• puso en la tierra al hombre como su lugarteniente, de modo que, al
Escuchemos atentamente cómo la función que se les reconoce ejercer su propio dominio sobre la tierra, represente al Señor supre­
aquí a los astros, dentro de la estructura del universo, es una función mo, de quien le viene esa potestad. Toda la orientación hacia Dios
de servicio: sirven «para separar», «para señalar»; «sirven de lumbre­ que caracteriza al universo se resume y se sintetiza en el ser humano.
ras... para alumbrar». Incluso en estas frases, de ritmo tan tranquilo y En_éL.tiene„el .mundo.su vinculación más directa con la divinidad,
tan moderado, bulle una poderosa emoción decididamente antimítica. porque no hay creatura alguna que esté más inmediatamente unida a
i
Seguidamente viene el relato de la creación de los animales acuá­ Dios. Ante Dios, el hombre es el centro y la meta suprema de la crea­
ticos, de las aves y de los animales terrestres (Gn 1, 20-25). Pero no m
-•
*

ción. ¿No os parece que todas estas afirmaciones tienen poco que ver
vamos a detenernos en esta sección, sino que pasamos directamente i con las ciencias de la naturaleza, y que son una espléndida profesión
al acto creativo que, desde el comienzo, señalaba la meta y el punto de fe, de una densidad incomparable?
culminante de todo el relato de la creación: la formación del ser hu­ No deja de ser sorprendente que el relato de la creación no se
mano (Gn 1, 26-30). cierre con la formación del hombre a imagen y semejanza del Crea­
Aquí es donde se puede ver con una claridad meridiana que el dor. Al final, el relato vuelve sobre sí mismo y retorna al punto de
relato bíblico de la creación muestra verdaderamente pocoJnterés partida, al propio Dios. Y aquí toca uno de los misterios más insonda­
.pifíLUna.concepción científica deJa. naturaleza. Lo importante en toda bles del Creador y de su creación: el descanso de Dios. Este descanso
esta historia no es una comprensión del universo natural, con sus no es, en absoluto, una especie de cuestión privada, que pertenece
órdenes y sus leyes, sino, cada vez más, su relación con Dios. Se trata, exclusivamente al ámbito de la divinidad. El texto interpreta ese des­
por consiguiente, de cuestiones de fe. En realidad, no es muy difícil canso como una faceta de Dios que se vuelve a mirar al mundo. Dios
apreciar en todo este relato de la creación un marcado carácter de —dice el texto— bendijo ese descanso. Da la impresión que se habla
profesión de fe, a pesar de un lenguaje tan contenido. Si digo que de lo de esa realidad como de un tercero, como de una entidad intermedia
que aquí se trata es de la relación del mundo con Dios, se comprende­ entre Dios y el mundo. Se ha dicho muchas veces que aquí se trata de
rá inmediatamente que hay que establecer marcadas diferencias entre la institución del sábado. Pero eso no parece correcto, porque aquí se
los elementos concretos. Lo que está más lejos de Dios es, indudable- habla de un descanso que ya existía con anterioridad, antes de que el

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hombre fuera llamado a darse cuenta de el y a vincular a él su vida. Ya principio Dios creó el mundo», si hubiera quedado satisfecho con
durante la creación, Dios orientó el mundo hacia el descanso. Esta esta profesión de fe contenida en el primer versículo del libro, nos
expresión, como todas las del capítulo, es de una extremada densidad habríamos ahorrado muchos quebraderos de cabeza. Pero como la fe
y no se ha escrito como estímulo para el lector piadoso, sino como pasa revista a las expresiones concretas sobre la relación de Dios con
síntesis de una doctrina teológica. Precisamente esta afirmación de sus creaturas y a las regulaciones particulares que ordenan la relación
que el Creador orientó el mundo hacia el descanso, y que, ya desde su mutua entre las propias creaturas, el relato tiene que hablar aquí y allá
creación, el universo lleva en sí mismo una promesa de descanso, es lo de esas cosas según la concepción científica de su tiempo. Es, en defi­
que habría que interpretar ahora desplegando todas sus virtualidades. nitiva, lo que también nos pasa a nosotros: cuando queremos expre­
Pero ahora no podemos pararnos a desarrollar esta idea. sar nuestras convicciones de fe, aoj:_enem_os más_remedio que echar
Para terminar, vamos a volver la mirada al relato de la creación mano de los conocimientos científicos que nos proporciona nuestra
en su conjunto. Como hemos dicho, )a narración es un documento época. Por consiguiente, sobre el problema de que la concepción del
esencialmente teológico. No habla del universo en sí mismo ni de los mundo que aparece en Gn 1 no coincide con la nuestra, en cuanto a
problemas que plantea desde el punto de vista de las ciencias de la sus postulados y sus planteamientos científicos, no tenemos nada que
naturaleza, sino que habla de Dios: «Dios creó», «Dios dijo», «Dios hacer. Sin embargo, en algunos círculos se ha hecho notar que, a pe­
vio», «Dios dividió», «Dios colocó», «Dios terminó», «Dios bendijo». sar de todo, este relato de la creación parece tener ciertas coinciden­
Su contenido pertenece fundamentalmente al orden de la fe. Piénse­ cias con algunos conocimientos científicos modernos, sobre todo en
se, sobre todo, en la rotunda síntesis conclusiva: «Y vio Dios todo lo la colocación sucesiva de plantas, animales y hombre. Por otra parte,
que había hecho; y era muy bueno» (Gn 1, 31). también es posible que las antiguas ciencias de la naturaleza poseye­
Esta calificación de «muy bueno» podríamos sustituirla más ade­ ran determinados conocimientos a los que, por su parte, ha llegado
cuadamente por otra más comprensible, como «absolutamente per­ también nuestra ciencia actual, aunque por caminos distintos. No hay
fecto». Eso quiere decir que todas las cosas habían adquirido su que olvidar que aquellas gentes obtenían su conocimiento del mundo
propia naturaleza exactamente como Dios lo había pensado y plani­ por otros métodos diferentes, porque su contemplación de la natura­
ficado. O, dicho de otro modo, el mundo de las creaturas no ence­ leza no se basaba exclusivamente en el puro razonamiento, sino en
rraba ninguna clase de imperfección. Dios no puso en el universo una especie de «visión»; poseían una capacidad sensorial y una aper­
ningún principio malo. Pensemos en lo que esto quiere decir: esta tura a la meditación que tal vez hayamos pasado por alto nosotros,
calificación de «bueno», de «perfecto», se aplica, precisamente, a los modernos, con nuestra cultura ultrarracionalista. Con todo, por
nuestro universo, a un universo tan cargado de enigmas y de diso­ interesantes que sean esas apreciaciones, sería verdaderamente insen­
nancias. En este sentido, no podemos dudar en absoluto sobre la sato pretender salvar con esos argumentos el punto de vista científico
finalidad primaria del relato de la creación: no quiere mostrar cau­ que manifiesta el relato de la creación. Su concepción científica del
sas, sino enseñar una doctrina teológica. universo está totalmente obsoleta; y eso no tiene vuelta de hoja. Sin
Desde otra perspectiva, no se puede negar que en este capítulo embargo, por lo que toca a la relación entre la fe y las ciencias natura­
hay muchos elementos del orden de las ciencias de la naturaleza. Sería les, el relato de la creación nos enseña algo muy importante, es decir,
injusto negar a los antiguos un cierto grado de conocimiento científi­ que no es posible modernizar ese relato mediante una sencilla sustitu­
co. Hay que reconocer que se tomaron muy en serio la comprensión ción de las categorías de entonces por los nuevos conocimientos que
del mundo que Ies rodeaba y determinados fenómenos particulares; aportan las ciencias de la naturaleza. Y esto está relacionado con el
lo que les llevó a sacar ciertas conclusiones y a establecer una serie de hecho de que el relato antiguo ha sabido combinar espléndida e
diferencias. Por ejemplo, en la clasificación de las plantas en dos gru­ inimitablemente, y sin la más mínima tensión interna, la.percepción
pos: las que engendran semilla, en sí mismas, y las que dan fruto y teológica y el conocimiento científico. Las dos líneas de afirmaciones,
llevan semilla; en la clasificación de los animales; o en el estableci­ las teológicas y las científicas, no solo no corren paralelas, smo que,
miento de la más remota cronología. En todos estos campos el relato de hecho, se mezclan y entrecruzan con tal maestría, que es imposible
de la creación sigue sencillamente los conocimientos científicos de la
*—»■ ■- *■» -»•• .......................................................... • ... •
determinar si una afirmación concreta es puramente científica —y,
época. No hay más que recordar la conmoción que le costó a la fe por tanto, inservible para nosotros— o exclusivamente teológica, es
cristiana el llegar a comprender lo obsoleta que había quedado una tal decir, relegada al ámbito de la fe. Lo que es claro es que la teología
concepción del mundo. encontró, en los datos científicos de entonces un instrumento perfec-
Si el relato de la creación se hubiera limitado a afirmar que «al tamente„adecp ad o p a ra desarrollar, sin muchas filigranas, los conte-

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nidos de su fe. En realidad, se podría hablar de una misma cosa, tanto


desde el puntó de vista de la fe como del de la ciencia. Y esto es,
precisamente, lo que a nosotros nos resulta hoy tan difícil, porque
nuestra ciencia moderna ya no está abierta al mundo de la fe, sino
que, más bien, formula sus conocimientos a partir de unos postulados
tan enigmáticos que, para hacer una afirmación de fe sobre un objeto
de la ciencia, hay que cambiar de registro. Decíamos que nuestro rela­
to de la creación, por lo que toca a sus conocimientos sobre las leyes
naturales, participa de las concepciones comunes del antiguo Orien­
te. Pero en cuanto a su contenido específico, está inconmensurable­
mente alejado de los mitos de creación que circulaban en el ambiente.
Las coincidencias con las concepciones míticas de los pueblos circun­
vecinos no van más allá de un par de representaciones o de conceptos
cosmológicos. Lo decisivo, en este caso, es que esos conceptos —como
por ejemplo tehom, para designar el abismo o el caos acuático— es­
tán despojados de su contenido mítico y se usan sólo como términos
técnicos del lenguaje cosmológico-sacerdotal.
Ya lo decíamos al principio. El relato de la creación no es más que
el comienzo de una gran obra histórica. Con_la creación del mundo
queda desvelada la finalidad de la historia; concretamente, de una
historia en la que se revelan de manera creciente las intervenciones
salvíficas de Dios. La exaltación lírica de muchos salmos está en per­
fecta consonancia con esta doctrina sacerdotal, mucho más hierática
y esquiva, cuando cantan la creación del universo como la primera
intervención salvífica de Dios.

Conferencia pronunciada en la radio Siiddcutsche Rundfunk, dentro de la serie «Scliopfungs-


glaube und Evolutionstheorie» («Fe en la creación y teoría de la evolución»). Se publicó por prime­
ra vez en Schópfungsglaube und Evolutionstheorie, A. Kroner Vcrlag, Stuttgarr, 1955, pp. 25-37.

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