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Curiosidad

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Category: F/M, M/M, Other
Fandom: NCT (Band)
Relationship: Lee Jeno/Na Jaemin, Lee Jeno/Shin Ryujin, Na Jaemin/Wong Yuk Hei |
Lucas
Character: Lee Jeno, Na Jaemin, Shin Ryujin, Wong Yuk Hei | Lucas, Mark Lee
(NCT), Kim Taeyeon (SNSD), Jung Soojung | Krystal, Lee Donghyuck |
Haechan
Additional Tags: nomin, Angst and Fluff and Smut, Na Jaemin-centric, Cheating,
cheating Jeno, Eventual Romance, Love/Hate, Inspired by Call Me By
Your Name, Italy, Sad Na Jaemin, First Love, Mentioned Shin Ryujin,
Lee Jeno Being an Idiot, Sad Ending, Nostalgia, Drama & Romance,
Pregnancy, Fluff and Angst
Stats: Published: 2021-09-07 Updated: 2021-11-14 Chapters: 8/? Words:
36668

Curiosidad
by jaeminfilms

Summary

En algún lugar de Italia, durante el verano de 1985, alguien quedó con el corazón astillado,
una vieja caja de fotos instantáneas, y con un silencio que hasta el día de hoy le quema por
dentro.

Notes
See the end of the work for notes
Conociéndote.

No tenía intención de saludarlos, quería seguir resguardado en mi habitación jugando con Venus,
quien lamía mi mano con delicadeza y sintiendo el cálido soplo que el ventilador de techo me
regalaba. Pero los toques en mi puerta, acompañados de una mueca que rogaba que dejara mi
estúpido comportamiento de un adolescente de lado por un momento y cediera en acompañarlos a
comer, al menos por una hora.

Una hora es mucho tiempo si te pones a pensar, puede pasar cualquier cosa en una hora.

Mi gran temor al tiempo nació hacia, irónicamente, hace mucho tiempo. No recuerdo con precisión
qué me hizo odiarlo, simplemente surgió y perduró durante los años, siendo una constante en mi
vida y recordándome que estos eran pequeños momentos que, solo venían a joderte o en su defecto,
a alegrarte.

¡Como una jodida ruleta rusa! ¿No es eso divertido y aterrador al mismo tiempo?

―Jaemin, por favor ponte una buena camisa.

Ignoré la petición de mi madre y guie mis pasos a la cocina, el olor a pastas y a la salsa que tanto
me gustaba fueron más importantes que mantener principios y modales. Taeyeon cocinaba
espectacular, siempre me enamoraba de su comida por más que sus platos no sean tan variados. Olí
con placer la olla y sin que se diera cuenta, sumergí un pequeño trozo de pan para degustar la salsa,
hui de ahí saltando y riéndome de la travesura que había realizado.

―¡Este niño no aprende! ―escuché el grito de mi madre bajando las escaleras―. ¡Deja de
comportarte como un crío Jaemin!

―Llamarme niño y luego decirme que no me comporte como tal es una gran contradicción,
madre― respondí y la observé desde el marco de la puerta, aún degustando el sabor de la salsa en
mi paladar, moví mi lengua por mis mejillas intentando conservar el gusto.

Mi madre me regaló una de sus miradas asesinas y yo le sonreí. No tenía tal grado de importancia
lo que hiciera, siempre sería un pequeño ante sus ojos. Tampoco tenía relevancia para ella que
estuviera por pasar mi vigésimo tercer cumpleaños, yo seguía sin tener remedio alguno.

―Jaemin, hablo en serio, ¿puedes comportarte? Tu hermana llegará en cualquier momento y tú


andas por aquí como si de un club se tratase ― expresó mamá ―. Por favor, hazme caso cariño.

Acarició mi mejilla y su mirada intentando convencerme aflojó mi intención de seguir molestando.


El papel de La señora Krystal a veces sobrepasaba los límites, y toma a mi comprensiva madre
solo por las apariencias, era molesto, pero con el tiempo los roces dejaron de existir y pude tomarle
cariño a este papel que dice ser mi madre.

No pretendía enclaustrar a mi persona bajo prendas de ropa que decían cosas de mi que no eran
ciertas. Papá me compraba camisas formales y alguna que otra para encuentros con el pretexto de
"Tienes ya edad para vestirse y ser un adulto, tu imagen hablará por ti ahora" Por dios, qué
estupidez, ¿por qué una estúpida prenda hecha de hilos habla mejor que mis propias palabras?
Sabía que papá quería que yo fuese respetado por mi imagen, pero a mí me interesaba ganarme el
respeto de los demás por cómo pienso, no por lo que malditamente tenía sobre mí.

Pero no tenía caso discutir aquello, papá era un hombre de negocios respetado y amable con todos.
Estaba impregnado en su personalidad ser dominante sobre todos, no me sorprendía que viera mi
vida como algo que aún pudiera manejar. Quizá era una obligación, quizá un capricho, pero yo
siempre huía de sus anticuadas convicciones.

―¡Jaemin-ah, ya llegaron!

Oí la voz de Taeyeon desde el patio, los gritos de mamá me hicieron saltar en mi lugar y ella salió
corriendo de mi lado para salir al jardín. Me di media vuelta y escuché el ruido del motor de un
auto acercarse. Lo sabía, ¡ella al fin había vuelto!

• • • •

―¡Mírate nomas, estás espléndida! ―exclamó mi madre al verla bajarse del taxi esa mañana.

Ryujin venía de vez en cuando desde hace un par de años. Su trabajo en Roma le impedía pasar
tiempo con nosotros y nos debíamos conformar con sus cartas llenas de palabras nostálgicas y
melosas en las fechas festivas y en nuestros cumpleaños. Mamá era quien más la extrañaba en
cierta forma, papá sonreía por lo bajo cada que ella llegaba con sus dos maletas y una mirada
cansada a nuestra casa en las afueras de la capital de Italia.

Ella era un par de años más grande que yo, pero de niños tranquilamente podríamos haber sido
hermanos gemelos. Recuerdo que solíamos engañar a los desconocidos amigos de papá diciéndoles
que lo éramos, y era grandioso ver sus caras de sorprendidos al enterarse que no era cierto, porque
en verdad sorprendía nuestro parecido.

La mesa lucía más llena que de costumbre, un nuevo plato fue añadido y una de las botellas de
vino que papá tanto atesoraba en su bodega estaba en el centro entre medio de las copas de cristal.
Mi ingenuidad se preguntó si Taeyeon era la que comería allí. Hubiera sido mejor creerme aquello
a que encontrarme con la grata sorpresa del metro setenta que trajo Ryujin ese verano.

Su nombre no era Italiano, tampoco lucía como uno, no habló en toda la comida y asentía con
timidez a las preguntas metiches de mi madre. Por su culpa no toqué mis pastas favoritas, mis ojos
solo se retenían en él como si de un imán se tratara. Algo me daba curiosidad, podría haber sido
que su pelo era más oscuro que el de mi hermana, o quizá que fui el único al cual no saludó
cuando entró a la estancia.

Debería sentirme intimidado, hasta ofendido. Pero la realidad era que solo nacía curiosidad en mí
por este hombre.

―...Tienen que venir a visitarme más seguido a Roma, cerca de donde trabajo hay un restaurante
exquisito, les encantaría.

Me eché en mi asiento y no quise hacer contacto visual con nadie, el apetito desapareció e intenté
llenar el estómago con agua, pero sentía algo allí que me provocaba nervios, entonces por amor a
mi vejiga decidí mejor retirarme de la mesa disculpándome por no terminar mi plato, pero Ryujin
me tomó por sorpresa deteniéndome en el proceso de levantarme.

―Tu y yo tenemos que ponernos al día, ¡No te escaparas de mi! ―una sonrisa juguetona se posó
en el rostro de mi hermana. Asentí con felicidad al oírla. Ella podría vivir lejos durante el año, pero
en sus vueltas parecía que el tiempo, de nuevo, no pasaba entre nosotros. Le dije que más tarde
tendríamos mucho tiempo para conversar y ponernos al día, ella sonrió feliz y me dejó ir. El chico
no quitó sus ojos de su plato ni un segundo.
Volví a mi cuarto y mi cama fue el primer lugar a donde fui, el día afuera estaba radiante y
hermoso, era perfecto para una tarde de hermanos como esas que solíamos tener antes de que
Ryujin se marchara. Sonreí entusiasmado con la idea que comenzaba a formarse en mi mente. Pero
un nuevo participante se coló entre mis pensamientos y mis planes de hermano-hermana fueron
estropeados.

¿Quién jodidos era ese sujeto? ¿Por qué no me saludó? ¿Le caí mal?

Toda mi familia parecía adorarlo sin siquiera conocerlo, Ryujin no paró de parlotear sobre cómo se
conocieron en su trabajo y yo dudé aún más sobre quién tenía a su lado. La desconfianza la asocie
con una simple emoción de hermano, un pequeño celo por su hermana que ahora era mujer de otro
hombre. Pero seguía siendo extraño, yo nunca pasé por eso con otros novios que ella tuvo, ¿por qué
este hombre en particular me ponía los pelos de puntas? Si ni siquiera se molestó en saludarme o
dirigirme la palabra en todo el almuerzo. ¿Qué le vio ella?

Estaban en mi escritorio los trabajos que debía entregar antes de la semana que viene para Historia
del Arte, y yo estaba allí juzgando a mi ¿cuñado? como si el tiempo me sobrara. En verdad debía
concentrarme y dejar de priorizar estupideces si pensaba promocionar esa materia. Tenía que
enfocarme.

Pero todo aquello quedó en el olvido cuando Ryujin entró a mi habitación luego de una media
hora, preguntándome si me apetecía tomar algo con ella en el jardín mientras Jeno charlaba con
nuestro padre sobre intereses personales que no me interesó escuchar.

Jeno... Interesante nombre para un hombre italiano que no era italiano.

Vaya contradicción.

―¿Hiciste algo más además de hundirte en tus apuntes o debo seguir pensando que eres un
amargado?

―De hecho hice más de lo que crees. Ayudé a mamá a cortar las rosas del jardín hace una
semana― bromeé―, ¡y no te burles! Es difícil evitar no clavarse una espina...

Mi hermana de igual forma se burló de mis quejas y tomó un sorbo de su jugo de naranja. La
echaba tanto de menos realmente que sonreí por inercia a su broma.

―No te juzgo, tranquilo ―aclaró, tomando el sorbete de color y comenzando a jugar con él―.
Pero hubiera esperado que seas más productivo Nana, eres joven y vives cerca de la capital, debes
aprovechar esa oportunidad.

Asentí mirando al oscuro césped.

―¿Oportunidad? No hay nada interesante por allí, solo turistas aficionados a la cultura italiana que
tanto dicen amar para luego faltarle el respeto al idioma y a nuestras costumbres, ¡por dios, qué
horribles personas!

Ryujin se echó a reír.

―No seas tonto, sabes a lo que me refiero ―encaró ella―. Pronto tendrás 23 años y un título
universitario en tus manos, eres joven, guapo y talentoso. No esperes a que el tiempo pase y que
cuando menos te lo esperes, mires a tu alrededor y veas las viejas paredes de casa con treinta años
y ni un logro en tu pasado.

Sus palabras me fueron agrias pero sabía por dónde venían. Ella no había estudiado nada en el
pasado, había corrido a Roma porque quería vivir alguna aventura antes de encerrarse en la vida
campestre que le esperaba aquí en Italia, junto a mamá y papá. Entendía su frustración y la carga
alentadora que trataba de darme a través de sus palabras, pero no podía darle la razón en todo.

Nada me aseguraba terminar igual que ella si cometía un mínimo error.

Mis últimos años los había pasado estudiando, tragando los libros para sacarme de encima las
materias y recibirme lo más pronto posible. Quería huir a Londres para empezar a ejercer y liberar
todas las cosas que aprisionaba mi cerebro, pero la realidad es que la perseverancia era algo que
poco me quedaba a esa altura. El estrés y la ansiedad acabaron con esos sueños tan pronto me di
cuenta que el sacrificio me iba a costar toda mi juventud y buena parte de mi salud mental. No era
justo tener que pasarse la vida esforzándose si un pequeño desliz lo arruinaba todo, ¿no es así? Qué
caso tenía planear tu vida entera si se podía arruinar de un segundo al otro.

Quise cambiar el tema de conversación tan pronto me vi sufriendo las consecuencias de tener
ansiedad. Ryujin tomó otro trago de su malteada de fresas y yo jugué con los dedos de mi mano
mientras mordía mi labio. Tenía en mi garganta ciertas preguntas para hacerle, la verdad. Quería
preguntarle sobre su trabajo en Roma, cómo se mantenía sola en el centro y por qué no había
vuelto en Navidad, pero ella tan solo me miró algo misteriosa y en menos de un segundo y soltó:

―¿Te cae mal Jeno?

Okay, eso había sido raro. ¿Por qué la inesperada pregunta?

―Ya suéltame lo que tienes para decir, está bien si no te agrada... Pero tengo que saber si lo hace o
no, ¡estoy impaciente de saberlo!

Miré a los costados, nervioso por la posición en la que me puso su pregunta, pero era mi hermana,
tenía que ser sincero con ella.

―¿Qué quiere que te diga...? No lo conozco.

Una mueca se formó en su rostro, parecía insatisfecha y algo confundida. Entonces me coloqué
mejor y la miré cara a cara.

―No me cae mal Ryu, no nos conocemos. Ni siquiera me ha saludado cuando llegaron... Tengo
sospechas que en realidad soy yo quien le cae mal a él.

Y como si hubiese sido el mejor bromista de la historia, mi hermana echó carcajadas cortas.

―¡Ay Jaemin, cómo dices! ―elevó sus cejas con total desagrado a mi comentario―. Jeno es un
amor, no te conoce y creo que se ha puesto un poco tímido por eso. Te juro que no le caes mal Jae,
él es así ―¿tenía que creerle? Ryujin era, después de todo, la única que tenía más conocimiento de
él aquí. Pero no me fiaba por completo de sus palabras, sonaba como si a toda costa quisiera que él
y yo nos llevemos bien―. Pero en serio, al menos dime tu primera impresión de él.

―Pues... no parece de muchas palabras ―señalé.

Y era cierto. Con el poco tiempo de conocerle, ya había aceptado que no tendríamos una relación
de cercanía, lo único que nos uniría sería mi hermana y debería bastarme con eso pero mi mente
pedía que buscara algo más. Como si quisiera saber un poco más de lo que me quiere mostrar,
aunque me molestaba que se hiciera el misterioso de esa forma.

El perfil que describió mi hermana sobre Jeno no encajaba con la imagen que viví hace unas horas
frente a la mesa. Y de nuevo la curiosidad picó, ¿podría yo haberlo intimidado? Me anoté
mentalmente buscar una respuesta para esa pregunta luego.

―Quizá no le caímos bien, puede pasar ―agregué, y la verdad era que sonaba más real que
cualquier cosa.

Ryujin movió su cabeza, negando aquella idea como si nunca podría ser posible tal cosa.

―Lo dudo. Jeno encaja en todas partes, y él tenía emoción por conocerlos cuando estábamos
saliendo de Roma, me lo ha dicho durante todo el viaje.

Vaya, qué agradable saber eso.

―Bueno, puede ser. ¿Cómo es que has terminado con un chico como él Ryu? Pensé que estabas
harta de los hombres ―reí por lo bajo y ella relajó sus hombros en su asiento.

Ryujin había tenido un pasado de relaciones turbulentas. Siempre le dije que sus gustos en hombres
eran pésimos y terminaría casada con un patán antes de los treinta porque nadie era lo
suficientemente bueno para ella. Y por más que aquello haya sido solo un chiste, como hermano
temía que pronto algo así podría llegar a ser su futuro. Jeno no parecía holgazán o maleducado
hasta ahora, quitando mi experiencia, quizá mi hermana había encontrado a alguien aceptable...

―Nos conocimos por trabajo... Yo no quería saber nada de relaciones, ya sabes cómo me fui de
aquí aquel año, y Jeno había sido muy dulce en acompañarme varias veces de vuelta a casa luego
del trabajo por la noche... ―un silencio se hizo y al verla, me di cuenta que ella estaba viajando a
sus recuerdos con Jeno, sus mejillas se estaban tiñendo de un bello rojizo―. Salimos a cenar un par
de veces antes de que supiera sus verdaderas intenciones ―empezó a reír y continuó: ―, créeme
que yo no tenía idea.

―¿En serio?

Ella negó con la cabeza, ahora estaba un poco más entusiasmada y sonriendo.

―Jeno es el tipo de persona que nunca sabes qué esperar de ellos. Yo pensaba que quería ser mi
amigo o solo buenos compañeros de trabajo, pero cuando al mes de estar saliendo a comer me
confesó que le parecía atractiva y agradable, créeme que mis pies estuvieron a punto de fallarme en
plena calle. Mucho no nos conocíamos pero él era agradable, y bueno... Una noche que me
acompañó desde el trabajo lo invité a pasar a mi departamento y pues, ya sabes...

Oh ahora entendía mejor las cosas.

Me hubiese gustado poder decirle un par de cosas más, pero una sorpresa de metro setenta apareció
por detrás de mí y mi hermana se puso como loca. Me quedé quieto y cuando ella me dijo que iba a
dar un paseo con Jeno por la ruta yo solo asentí lentamente como si no me hubiera dolido quedar
en segundo plano por culpa de él.

El tipo rodeó su cintura con cuidado y comenzaron a caminar bajo el sol. Vi mi bebida
derritiéndose en la mesa y chasquee la lengua, no me estaba gustando quedarme así.

Entonces algo dentro de mí deseo en secreto que Jeno en serio no sea una piedra en el camino en
mi relación con mi hermana, no quería tener que convivir con él solo porque Ryujin así lo quería...
No me importaba qué tan bueno podría ser, yo quería a mi hermana sin nadie merodeando
alrededor.
• • • •

Los días siguientes concurrieron más o menos igual. El desayuno constaba de Taeyeon y yo
hablando sobre las noticias que oía en la radio, mientras papá le comentaba a mamá que Ryujin y
Jeno habían tomado su auto para dar una vuelta mañanera por los alrededores del pueblo. Mordí
mis mejillas y decidí no seguir escuchando detalles de parejas enamoradas, por lo menos, hasta el
almuerzo sino quería terminar vomitando de vergüenza ajena.

Mark llegó un rato después en su bicicleta, anunciando muy entusiasmado que su fiesta sería el
sábado por la noche en el bar a unos kilómetros de mi casa. Su cumpleaños era una ocasión para
reunirnos entre todos a beber y fingir que el estrés no era parte de nuestra vida en al menos una
noche. La universidad nos estaba jodiendo las neuronas sin descanso alguno desde hace un mes y
yo no resistía tanto por más que quisiera, y Mark siempre estaba ahí para salvarme.

―¿Tu hermana volvió?― Mark se encontraba en la silla de mi escritorio jugando con un pequeño
libro en sus manos. Asentí desde mi cama, estaba muy cansado como para estar parado junto a él.

―Y no volvió sola esta vez.

Mark se incorporó y lo escuché reírse por lo bajo.

―¿Otro novio? Vaya, Ryujin tiene suerte con las parejas, no salió como tú; amargado y cero
afectivo con cualquier ser vivo.

Podría tomarme el trabajo de explicarle que esas palabras no me definían ni de cerca. Que lo más
cercano a mi persona podrían ser términos como resguardado, o quizá tímido en ese ámbito. Pero
esas eran definiciones que arrastraban otras cosas por debajo, y no estaba en contexto de explicarle
mis mierdas mentales a mi mejor amigo en ese momento. Ni siquiera estaba seguro de querer
hablar de algo con el humor que llevaba encima.

Pero unos minutos más, vagaron en mi mente aquellas palabras. Como si en verdad los demás me
vieran de esa manera tan fría y arisca. Como si no tuviera sentimientos o la capacidad de
enamorarme como mi hermana, quien era una enamoradiza de películas viejas.

¿Realmente era capaz? No lo sabía, aún no me ocurría. Tal vez si un día lograba enamorarme
podría descubrir ese nuevo mundo.

―Invítalos si quieres, cuanta más gente mejor para el lugar ―comentó Mark parándose―, tengo
que llenar un cupo de personas o no podré hacerlo.

―¿No tienes más amigos para invitar?

―Sí, pero estamos en épocas de exámenes, ni de coña van a venir ―encogió sus hombros y
suspiró―. Hey, a que no sabes quién vendrá también...

La confusión invadió mi rostro y deambulé por varias opciones. Negué y él sonrió con una
expresión pilla.

―¡Lucas! ― exclamó―. Oh vamos no me mires con esa cara, escuché por ahí que se muere por
invitarte a salir ―Mark canturrió y yo le saqué la lengua―. Haechan vendrá también, me dijo el
martes que Lucas quiere ir para invitarte a salir y me parece una excelente idea. El chico parece
que en serio se muere por salir contigo Jae.
Le conocía por rumores en los pasillos de la universidad. Lucas, según Mark, era un chico de mi
clase de escultura y grabado que siempre me sonreía cuando le hablaba entre clases. Era agradable
y lindo, pero no lo vería más que como un amigo de Universidad. No me entusiasmaba la idea de
enrollarme con alguien en esos momentos.

―Aja... que se siga muriendo esperando porque yo no saldré con nadie, por ahora... ―agregué,
moviendo las manos sobre mis piernas―, iré a tu fiesta únicamente porque necesito despejar mi
maldita cabeza de la U, no para coquetear con mis compañeros.

Mark dudó y se tambaleó sobre su lugar, se sostuvo de mi cama antes de volver a hablar―. Pero
piénsalo ¿si? El chico solo quiere conocerte. No te matará ser amigable una vez.

Revoleé los ojos e intenté de mil maneras demostrar mi poco interés con aquella idea, pero una
parte de mi gritaba que agarrase esa oportunidad para divertirme un poco. Después de todo, solo
era un ligue con un chico lindo, ¿verdad? No tenía por qué ser algo serio. Nadie corría detrás de mí
con el tema de las relaciones, tampoco era como si realmente muriera por tener una en ese
entonces. Solo quería pasar el tiempo antes de que terminase el verano, beber con mis amigos,
divertirme y pintar unos cuantos cuadros. Nada más que eso.

• • • •

―¡Por supuesto que iremos, a Jeno le encantan las fiestas! ¿Verdad cielo?

Jeno miró de reojo a Ryujin y asintió, sin quitar la vista del libro que estaba leyendo. Me seguía
sorprendiendo cómo es que ese sujeto, según mi hermana, era alguien sociable y extrovertido.
Porque aquí solo pareciera que se quería largar ya mismo y volver a la ciudad para nunca más
regresar.

―La fiesta comienza a eso de las once, si quieren pueden venir conmigo ―Ryujin me escuchaba
con entusiasmo y Jeno siguió sin inmutarse de lo que le estaba hablando, en su mundo ignorando lo
que pasaba a su alrededor.

¿En serio se comportaría así toda la estadía? Vaya hombre. Cuántos modales.

Pero entonces, mientras veía a Ryujin y Jeno alejarse de mi mesa, la electricidad se cortó de
pronto. La casa se tornó en completa oscuridad y el patio quedó en penumbras, un grito alarido de
mi madre se oyó por dentro y en menos de dos segundos, ya estaban ella y Taeyeon en el patio
preguntándonos si estábamos bien por el repentino corte. Ryujin la intentó tranquilizar pero a mi
madre se le había salido la exageración por los poros, Jeno seguía por todas partes a mi hermana
hasta que llegó mi padre y comenzaron a hablar.

―Espera madre, tranquilízate, puede ir Jeno a buscar el palo del generador, ¿no está muy lejos de
aquí verdad?

Mi hermana quiso ayudar, pero mi madre estaba a punto de tener una crisis y desechó esa idea
apenas la escuchó.

―Pero Jeno no conoce la ruta, se perderá ―palideció mi madre, yo presenciaba la escena desde el
banco de piedra del patio a unos metros, totalmente ajeno al caos―, más si las calles están a
oscuras. ¡Oh dios, encima tu padre ni cambiar un foco sabe! No podría mandarlo a él si queremos
la luz para hoy, y no para la semana que viene.
Ryujin cambió su expresión repentinamente y volvió a nuestra madre, quién fruncía las cejas
señalando preocupación, a su lado Taeyeon buscaba las herramientas en la alacena del patio.

―Jeno podría ir con Jaemin, él sabe el camino, ¡llevan una linterna y problema resuelto!

Mis oídos captaron que fui nombrado y suspiré, ¿en serio me iban a mandar al muere con ese
tipo? Qué familia más considerada.

Ryujin llegó a mi lugar caminando ligero, sus shorts estaban mojados por su traje de baño aún
húmedo debajo y todavía estaba descalza por haber caminado toda la tarde en el patio y haber
nadado en la piscina hasta hacía un rato. Por aquellos días, me había adueñado de la mesa de
piedra que había en el jardín, la usaba para estudiar en las tardes, todos sabían que ese era mi lugar.

―Nana... ¿Puedes acompañar a Jeno a unos kilómetros de aquí? A buscar el generador y devolver
la electricidad. Yo no sé donde está y mamá está a punto de comerse vivo a papá si no va a alguien
hasta allí...

Miré hacia los costados y detrás de ella estaba mi madre sosteniendo su chal, con expresión
preocupada y los ojos llenos de nervios. Y del otro lado, estaba él, con su mano metida en el
bolsillo de su bermuda blanca, lentes de sol sobre la punta de la nariz y mirando (o eso supuse) al
césped como si nada estuviera pasando. Admiré su tranquilidad en ese momento. Hoy, años
después de todos esos días calurosos, me doy cuenta que Jeno sabía aparentar muy bien su
disconformidad.

Tragué saliva y finalmente acepté. Ella me sonrió y juntó sus manos aplaudiendo levemente, quizá
le emocionaba en cierta parte que su hermano y su.... pareja compartieran un momento a solas. Yo
solo rogaba que todo pasara rápido y sin dolor, así como retirar una bendita de una herida.

Mamá se encargó de darme y explicarme las mil indicaciones para no perdernos en el camino. Jeno
solo asintió al final y me siguió por detrás hasta la entrada de la estancia. La linterna la llevaba yo
y él cargaba la caja de herramientas en su hombro, por las dudas. Mis piernas temblaban por el frío
de la tarde-noche que se colaba por sobre mis delgados jeans, maldije en mi cabeza por no haberme
abrigado antes de partir a la descampada ruta.

Los primeros minutos a solas partieron normales, sin conversación y sin un mínimo de contacto
visual. Él iba por su camino y yo por el mío, parecíamos desconocidos. Yo iba pateando piedras
por el camino, mordiendo levemente mis labios para retirar la piel seca de ellos y sujetando fuerte
la linterna con miedo a pisar un lugar en donde no debía.

―¿A cuánto estamos de ese generador?

Me giré y le vi caminando algo incómodo con la caja en su hombro. Aclaré mi garganta y ralenticé
el paso para ir a su ritmo.

―Unos veinte minutos, quince si caminas rápido.

No devolvió la respuesta. Tampoco esperé que naciera una conversación entre él y yo, pero de
nuevo, yo quería saber algo, lo que sea, de él. Me tenía totalmente desesperado por su silencio.

Para ese momento la noche ya había caído, y la linterna era lo único capaz de mantenernos en la
línea del camino. Jeno no me miraba, tenía su vista clavada en el suelo, observando sus pies
caminando y de vez en cuando tragaba duro, su nuez de adán se movía con fuerza y yo parpadeaba
cada medio segundo de los nervios.

Moví mis labios intentando pensar qué demonios hacer, ¿Debí hablarle primero y hacer que todo
esto dejase de ser incómodo para ambos? ¿Sería capaz de responderme siquiera? No confiaba en
que yo le cayera bien, me lo había demostrado indirectamente desde que llegó, ignorando mi
presencia y mis comentarios, pero en ese momento cualquier cosa era mejor que sucumbir en ese
horrible silencio.

―Y... ¿Cómo conociste a Ryujin? ―pregunté, algo temeroso.

Caminamos unos metros más hasta que él aclaró su garganta y me contestó.

―En su trabajo, ¿no te lo dijo? ―respondió con sequedad y sin inmutarse en demasía. Fruncí el
ceño y abulté los labios, la obviedad me dejó mal parado y como un estúpido frente a él. Genial.

―No... De hecho, no hablamos de nada desde que llegó, salió contigo tantas veces que ni tiempo
de conversar tuvimos.

Estaba mintiendo, pero quería oírlo de sus labios de igual manera.

Jeno pateó una roca con su zapato―. ¿Acaso estás insinuando que por mi culpa no hablas con tu
hermana? ¿o algo así?

―Por supuesto que no, pero si hubo una repartición de tiempos bastante injusta entre ambos, ¿no
crees? ―quise reír, pero me terminé callando.

―No.

Jeno se adelantó unos pasos más de mí, dejándome atrás. Sería más difícil de lo que pensé poder
hablar con este sujeto, ¿Quién se creía que era? Soy el hermano de tu supuesta pareja, al menos
trátame bien, joder. No quiero ser tu mejor amigo ni nada, solo que me respondas los saludos y
ya, ¿era tan difícil?

―El generador está allí, vamos.

Intentaba adelantarme, apresurando el paso y olvidando que yo era quien tenía la linterna, pero en
el trayecto dejé a Jeno sin ver el suelo y cuando me quise percatar, escuché un estruendoso golpe,
la caja de herramientas golpeando la tierra y un grito ahogado acompañándolo.

―¡Ahh, diablos!― masculló―,¡Ay joder! ¡Duele como la mierda, por dios Jaemin ayúdame!

Una risa quiso salir de mí, pero cuando lo iluminé con la linterna, un hilo de sangre recorría su
rodilla hasta su pantorrilla y me horrorice. No soy un gran fan de la sangre, y estaba a segundos de
salir corriendo o tirar la linterna lejos para no ver las gotas carmesí recorrer la pierna del novio de
mi hermana, pero su mano tomando mi brazo con fuerza me detuvo de hacer cualquier cosa.

Tragué la saliva que se acumulaba en mi boca por los nervios y titubeé cuando él se acercó mucho
más a mi. De pronto tanta cercanía me abrumó, y que no le pudiera ver bien empeoraba todo. Todo
era extraño y confuso.

―¡¿Te vas a quedar parado allí sin hacer nada?! ―gritó Jeno, apretando los dientes y aferrándose
más a mi brazo―. ¡Jaemin no me para de sangrar!

Oír mi nombre salir de sus labios despertó mi cerebro y finalmente reaccioné.

―E-espera un segundo, ¡Dios, espera! Tranquilízate... No podemos volver, ya estamos muy lejos
de casa ―la linterna la dejé olvidada en el suelo y me concentré en buscar solución al sangriento y
doloroso problema de Jeno―, vamos a tener que esperar a que regrese la luz o te tendré que cargar,
¿puedes caminar siquiera?

Jeno intentó pararse, jadeando y levantándose la bermuda para no mancharla con sangre. Al apoyar
la pierna con normalidad gimió de dolor y su rostro se transformó en una exuberante mueca de
dolor.

Parecía una jodida broma del universo. Jeno estaba sangrando e incapacitado de caminar medio
centímetro sin lloriquear del dolor y yo, yo solo quería desaparecer. Al parecer iba a pasar más
tiempo con mi cuñado de lo que hubiera pensado, bueno, quizá podría servirnos de algo, ¿no?
Quiero verte intentándolo.

Por más alocado que suene, Jeno comenzó a hablarme más desde que se había caído en la ruta.

Llegamos al generador una media hora después de eso, tuve la desgracia de tener que cargarlo
sobre mi hombro para que pudiera seguir adelante, y él no tuvo ni la dicha de agradecerme aquello,
solo se quejaba del dolor cada tanto y salían monosílabos de su boca cuando le preguntaba cómo se
encontraba.

―Alcánzame el destornillador.

Él se encontraba parado a mi lado, mientras yo le iluminaba el generador y sostenía la caja. Quería


evitar una conversación incómoda pero algo en mí pedía a gritos hablarle de lo que sea, hasta de lo
más básico y corriente.

No me entendía del todo, y era frustrante. El tipo este me había tratado como la mierda desde que
llegó, ignorándome y siendo rígido con sus pocas respuestas... ¿Por qué diablos quería acercarme a
él? No tenía un puto sentido. Nada de ese día tuvo sentido si lo veía en retrospectiva.

—Ilumíname bien, o no lo hagas Jaemin —Jeno sonó tajante y algo fastidiado.

―¿Nunca un gracias o por favor verdad?

Mi voz por suerte no flaqueó, pero aquello sonó cargado de miedo que hasta a mí me dejó inquieto
un momento. Nunca era de ser tímido o temeroso frente a los demás, pero frente a este tipo
temblaba como un cachorro, y eso me molestaba demasiado, yo no era menos que él o viceversa,
entonces, ¿por qué era así?

Jeno me miró en la oscuridad, yo me removí nervioso y tragué en seco, él soltó el destornillador y


se incorporó tan rápido que no parecía sufrir ningún dolor luego del golpe que se dio hace un rato.

Soltó un resoplido y luego se limpió las manos en su camisa azul.

―Óyeme una cosa... No sé qué pretendes conmigo, pero no lo hagas ¿de acuerdo? Ni siquiera sé
por qué te molestas en hacerlo ―dijo―. ¿Qué quieres lograr? ¿qué nos volvamos amigos? ¡Ja, por
dios!

Nunca me había sentido tan humillado y patético en mi vida. Entendía que en algún punto tenía
razón, porque después de todo nada nos forzaba a que entonemos una amistad o alguna relación de
cercanía, pero creí que al menos intentaría acercarse y llevar una buena relación por Ryujin...

―No hace falta que te burles de mí, solo intento ser amable.

―Bueno, ya ves que conmigo intentar no alcanza.

Lo miré confundido, ¿a qué diablos iba eso?

Luego de un rato, la luz había vuelto a la ruta. Eso significaba que en la casa ya había electricidad
y podíamos volver, pero al ver que a Jeno todavía le costaba caminar supuse que tardaríamos un
poco más de lo normal. Pero en mi cabeza aún flotaban sus últimas palabras antes de cerrar nuestra
conversación durante el regreso a casa. No las había entendido. Y creo que hasta el día de hoy sigo
sin hacerlo. Nunca supe interpretar las intenciones de Jeno al cien por ciento.
Él soltaba quejas y jadeos molestos cada que intentaba apoyar la pierna, a raíz de eso, fui yo quien
tuvo que llevar la caja de herramientas. Sin embargo, ninguno volvió a decir algo. Por un lado me
molestaba. No es que quisiera caerle bien, pero era lo que Ryujin quería. Me causaba conflicto
pensar que a él realmente no le importaba llevarse bien con la familia de su novia, o al menos con
su hermano.

¿Por qué me molestaba tanto entonces? Nadie me estaba apuntando con un arma en la cabeza para
llevarme bien con este tipo.

No era alguien a quien le importase realmente la opinión ajena. No creía ser muy llamativo y
mucho menos sugerente, pero de alguna manera quería caerle bien a Jeno. En aquel momento no
me importó que me haya, literalmente, escupido en la cara que no le agrado, yo estaba igualmente
empecinado en lograr un efecto positivo.

Al llegar a la casa mamá aplaudió de felicidad al vernos entrar pero al segundo de haber traspasado
la puerta de entrada, su expresión cambió a una horrorizada al ver la sangre seca en la bermuda de
Jeno. Ryujin sostuvo su rostro y le preguntó si se encontraba bien, él negó y ella le susurró un
"pobrecito" que me provocó una arcada. Qué hijo de puta , pensé

Jeno ladeó una leve sonrisa al recibir pequeños besos en la frente por parte de Ryujin, mi madre le
trajo una toalla húmeda y yo terminé optando por desaparecer de la escena. Eché la caja de
herramientas por algún lado del patio y subí a mi cuarto con una molestia en mi estomago, al cerrar
la puerta, Venus se levantó de mi cama para ronronear y pedir caricias.

¿Tenía algún sentido sentirme desplazado desde que llegó este tipo con Ryujin?

A papá le agradaba que sea educado y bien vestido, con aire extranjero y con un perfil muy bueno.
A mamá la compró cuando le dijo que su comida era exquisita por más que todos los presentes
sabíamos que estaba mintiendo, ya que genuinamente nadie podía decir aquello de la comida de mi
madre. Y no me mal entiendan, la amaba, pero cocinaba terrible. No por nada teníamos a Taeyeon
como la encargada de esa área.

Y al final de la lista estaba Ryujin, quién ya la tenía comprada desde hacía mucho. Pensé en la
historia que ella me había contado por la tarde, y la idea de pensar que quizá Jeno no era tan patán
como aparentó ser conmigo junto a ella. Esperaba de corazón que fuese así.

Me distraje el resto de la noche estudiando y adelantando tareas, escuchando desde mi walkman y


tarareando melodías de las canciones de Fleetwood Mac porque desde hacía semanas que se habían
convertido en una de mis bandas favoritas. Hasta que todo fue interrumpido por mi hermana, quien
llegó tocando la puerta con sus short ahora cambiados y su pelo aún un poco húmedo debido a un
reciente baño.

―Hey Nana, la cena está lista ―comentó desde la puerta.

Me di vuelta y le sonreí, le mencioné que en un segundo bajaba. Ella sin embargo no se fue, se
quedó allí parada observándome guardar mis cuadernos y dejando los audífonos sobre la mesa.

―¿Ocurre algo? ―agregué.

Ryujin ladeó la cabeza y cerró la puerta detrás de ella. Exhaló y se acercó al final de mi cama, para
apoyarse allí y sostener la mirada en el suelo con misterio e incertidumbre tiñendo la atmósfera.

―Creo que si... No lo sé.

―Pues si tu no sabes, menos yo Ryu~ ―reí, empleando el sarcasmo y ella sonrió a la par mía.
―Ya sé, ya sé. Pero es que, uhg, sabes que soy muy mala para expresarme... ―se quejó.

Al decir aquello, ella se tumbó en mi cama de espaldas. Sacudí mi cabello frente al espejo
esperando oír que más tenía para decirme pero solo la oí suspirar fuerte.

―Creo que le agradas a Jeno, Jae.

Tuve que contenerme de echar una risita escandalosa.

Me quedé en silencio conteniendo la risa que quería salir por mi garganta, pero como no sería
adecuado hacer eso me resistí y atiné a hacer un movimiento con la cabeza negando su comentario
rápidamente. Seguro haber pasado tanto tiempo bajo el sol la dejó tonta como para pensar algo así.

―Ehhh, no estoy seguro de eso ―repliqué, rascando mi nuca―, ¿él te lo dijo?

Ella negó―. Te mencionó muchas veces cuando vino de la ruta, dijo que sin ti no hubiera sabido
qué hacer si se caía allí solo ¡Eso quiere decir que te aprecia Nana!

Oh vaya, mi hermana estaba completamente ciega por este sujeto.

―Eso no quiere decir que le caiga bien, quizá solo quiso ser amable y ya ―Ryujin se incorporó,
con una mirada más suelta y ladeando una torpe sonrisa.

―¡Pero pueden intentar ser más cercanos! Vaaamos, sería grandioso que sean amigos~ podrían
hablar de... Uhm, bueno, ¡de lo que sea que te guste a ti! Jeno siempre escucha con atención por
más que no sepa del tema ―soltó un suspiro entre aquellas palabras. Dios santo, el brillo en sus
ojos al hablar de él me demostraban lo enamorada que se encontraba de Jeno y eso solo me puso
aún más incómodo―. Pero hablando en serio, ¿puedes intentar ser cercano a él? Nos quedaremos
aquí bastante tiempo y quiero ver a mi pequeño hermano socializar con su cuñado.

Sus cejas se movían con inquietud al decir lo último y mis nervios se alteraron como si estuviera en
una montaña rusa. No solo por el hecho de que ella ya pensaba en formalizar su relación con aquel
tipo, sino que ahora, para no ponerla triste, ¡debía acercarme si o si a Jeno! Y no se trataba de que
no quisiera, el problema se reducía únicamente a él.

No solo me dejó en claro que no le agradaba, sino que tampoco le importaba que sea el hermano
de Ryujin, él me quería lejos a toda costa. Pero luego recordé lo que acababa de decir mi hermana.
Él me había mencionado frente a nuestros padres y frente a ella como su milagroso salvador…
¡¿Quién jodidos hacía algo como eso con la persona que no le agrada?!

Yo ya no entendía nada.

―Lo intentaré, pero no me hago cargo si no resulta.

―Claro que lo hará. Jeno no es malo, solo le cuesta relacionarse.

• • • •
La comida fue tan deliciosa que me vi obligado a repetir un plato más. Taeyeon era muy buena
cocinera y le agradecía a los cielos que esté en esta casa deleitándonos con esas delicias culinarias.
Ryujin opinó lo mismo cuando se lo comenté en voz alta a Taeyeon en la mesa. Todos estuvieron
de acuerdo. Hasta el descarado de Jeno le sonrió bonito mientras le servía otra porción de pastas.

Dios, ¿qué tanto debía esforzarme para que Jeno me sonriera así?¿por qué yo no podía ser de su
agrado como el resto de la familia?

―Entonces, ¿a qué hora es la fiesta cariño?

La voz de mamá me hizo trastabillar y voltear rápidamente―. A la noche... Mark dijo que
podíamos ir a la hora que quisiéramos.

Mamá asintió alegre, Ryujin se metió una cucharada de helado antes de hablar.

―Iremos contigo, ¿verdad? ―inquirió. Yo asentí―. ¡Grandioso! Ohh, no puedo esperar a salir de
fiesta. En Roma no tenía tiempo ni de respirar, ¡necesito diversión!

Ella sacudió su cuerpo ante la emoción. Sonreí y le sugerí que se limpiara la boca antes de hablar.
Por más que ella era mayor que yo, a veces pensaba que era al revés la cosa.

Me imaginé bailando como locos con Ryujin en la fiesta y solté una carcajada, provocando que
ella soltara una igual. Era muy lindo sentirse de nuevo como en la infancia, divirtiéndonos y
disfrutando de nuestra compañía sin importarnos nada... Ella se iba tan rápido que no teníamos
tiempo de compartir momentos así en aquellos tiempos y me ponía solía entristecer saber que
pronto siquiera íbamos a tener tiempo de volver a pasar momentos así.

―No puedo esperar para bailar contigo amor ―Ryujin inclinó su cuerpo al de Jeno y le dio un
codazo animándolo. Él soltó una risa y sus ojos se achicaron como dos medias lunas. Qué
adorable… Nunca lo había visto hacer eso antes... ¡ Jaemin por dios!

―¿Bailas Jeno? ―preguntó mi madre, sorprendida y con entusiasmo. Él asintió con timidez.

Moví mi cuchara en el helado y escuché atentamente la respuestas que los labios de Jeno soltaron.

―Cuando era más joven sí, adoraba ir a fiestas y divertirme con mis compañeros de instituto, pero
debo confesar que no sé si soy bueno haciéndolo.

Al terminar los postres y que en la mesa se rieran por algunas anécdotas de Jeno, papá y mamá
dieron las buenas noches y se retiraron, dejándome solo con la feliz pareja. Estábamos en el living,
ellos ocupando el sillón grande y yo el individual de un lado. Ryujin tenía sus piernas levantadas
sobre las de Jeno, mientras él las acariciaba lentamente y ojeaba algún libro de mi padre que
andaba por la mesa de té.

Mis ojos por alguna razón se pasaron por sus manos; grandes y se notaban algo ásperas al tacto,
pasando suavemente por la piel de mi hermana y haciendo un vaivén entre sus dedos al deslizarlos.
Era hipnotizante si te detenías por un segundo para prestarle atención.

Lamí mis dedos y pasé la página del libro que tenía en la mano. Intenté con todo mi ser disimular
mis frecuentes miradas a sus manos, pero en el siguiente movimiento, él estaba observándome con
sus ojos oscuros. Me quedé nervioso y simulé no haberle estado observando por tanto tiempo.
Escuché una corta risa y Ryujin suspiró luego de eso.

Dios. Era demasiado incómodo.


Cuando quise disponerme a irme a mi habitación para al fin acabar con el maldito día, noté que
Ryujin se había quedado dormida en el sofá. Jeno seguía acariciando sus piernas y mis ojos no
pudieron ignorar aquellos toques pues parecía que estaba totalmente encantado con tocar la piel de
mi hermana. Caminé un poco nervioso hasta la estantería y dejé el libro en su lugar, ignorando que
detrás de mí estaban ellos. Sin embargo escuché un chasquido al cruzar la puerta y me di vuelta,
buscando de dónde había venido eso.

Al hacerlo, vi a mi hermana sola en el sofá. No había señales de Jeno. Quise no darle importancia,
pero al volver a seguir con mi camino, me topé con él parado sobre la escalera, imposibilitando el
paso.

―¿Ya te irás a dormir?

Tragué tan duro que sentí mi nuez de adán moverse con dificultad. Tenía la opción de ignorarlo y
abrirme paso de igual forma, pero una parte de mi quería otra cosa. Su voz era tan baja que apenas
pude oírle, no era tan tarde pero parecía ser de madrugada con aquel suave tono con el que
murmuraba. No le respondí e intenté esquivarlo.

―Entonces ahora que estoy siendo amable vas a ignorarme ―no sonaba como pregunta, sino
como una afirmación. Jeno se movió de la escalera, dejándome el paso para subir por ella pero
claramente estaba molesto.

Di con el tercer escalón, pretendiendo pasar de él, pero su brazo tomó mi mano sin dudarlo,
deteniéndome en el instante.

―Vamos Jaemin, solo quiero hablar un poco contigo ―agregó ladeando una sonrisa―, quiero
disculparme, en realidad.

Y ahí fue donde me detuve por completo. No solo porque no tenía forma de avanzar, sino que
ahora sí quería saber lo que Jeno tenía para decirme. Me di media vuelta, respirando lento por los
nervios de estar a solas con él de nuevo, pero estaba dispuesto a oírle.

―Te escucho entonces.

―No sé si mi disculpas deba dártela aquí en la escalera de la casa ―cuestionó Jeno, su rostro se
frunció y yo temí por lo que estuviera planeando hacer conmigo. Quizá era un psicópata y todos en
la casa corríamos peligro de ser asesinados. Uno nunca sabe...―. Acompáñame afuera.

―No iré a ningún lado contigo.

Entonces Jeno rió y sin importarle que le rechazara, tomó de nuevo mi brazo para arrastrarme a la
entrada principal para luego salir al jardín delantero. La luna estaba hermosa y radiante afuera, me
encantaba sentarme en el ventanal, poner algo de música y simplemente dedicarme a observar el
jardín en la oscuridad de la noche. Pero no. En vez de estar haciendo algo como aquello en mi
habitación, estaba siendo arrastrado por mi cuñado por todo el patio haciendo señas con su dedo
índice sobre su boca para que no hiciera ruido.

Me paseó por la entrada, cruzamos el barandal que dividía el jardín de la entrada con el patio y por
un momento temí de los bichos y de las cosas asquerosas que debían salir a esas horas, como un
desquiciado comencé a mirar para todos lados temeroso de ser descubierto. Jeno seguía caminando
y no le importó que me moviera como un gusano, mientras no hiciera ruido él no se volteaba para
nada. Entonces comencé a desesperarme un poco por la alocada situación que estaba viviendo.

―¿A dónde me llevas..? ―habíamos avanzado hasta el final del patio. Casi en el final de la
estancia, que se caracterizaba por estar repleta de árboles robustos, algunos de durazno y otros
limoneros, y sobre todo, por ser una zona oscura y tenebrosa para mí. Entonces me sentí con la
libertad de por fin poder hablar, Jeno se detuvo un segundo sobre un árbol y movió su flequillo
para sacárselo de los ojos.

Me detuve a verle el rostro por un segundo y la verdad es que odiaba ser un fan del cuerpo
masculino. Tan marcado, tan firme y etéreo que no podía ignorarlo con facilidad. Parecía mentira
que hacía un par de horas atrás yo era capaz de escupirle la cara si me volvía a hablar mal.

Tenía la meta de descubrir qué era lo que tanto me llamaba la atención de él. ¿era su carácter, su
manera de hablarme, su hipocresía? Yo fui quien se quiso acercar cuando llegó de la mano con mi
hermana hacía dos días atrás, y luego de que ella me haya pedido por favor ser cercano a él, no
tenía escapatoria de ese pensamiento. Lo sentía como un deber.

Pero más allá de aquello, algo nacía en mí cuando estaba cerca de Lee Jeno. Le vi durante el
camino en la ruta; la forma en que su mandíbula se tensaba; en sus ojos achicándose cuando
sonreía; en su espalda que se marcaba y hacía tentar a los demonios en mi cabeza. Maldición. Yo
anhelaba ver qué ocultaba Jeno debajo de esa linda sonrisa y de esas bermudas de jean blanco tan
pulcras, pero también tenía miedo de qué tan peligroso podía ser lo que terminara descubriendo.
¿Iba a estar preparado para ello?

―Quiero disculparme contigo por haber sido un idiota hoy, en la ruta ―confesó, escuché unas
ramas quebrarse y observé que tenía algunas de ellas en sus largos dedos. Le miré con la guardia
bien en alto, no me fiaba de aquella confesión, algo me decía que no estaba siendo sincero y por
inercia trastabillé al moverme para atrás―. Lo digo en serio, creo que fueron los nervios por la
caída. En realidad no soy así de hijo de puta.

―Pues no haces un buen trabajo en demostrarlo.

Jeno rió y me fastidiaba la forma en que sus relucientes dientes brillaban con la luz de la Luna
sobre ellos. Diablos, en serio todo en él parecía ser un jodido sueño, me frustraba y quería gritarle
lo harto que me tenía. ¿Por qué me parecías tan deslumbrante? ¡No, no, no!

―Pero lo otro que te dije sí fue verdad.

―¿Qué cosa?

Metí mis manos en los bolsillos del pantalón y le observé con cautela. De pronto todos los miedos
fueron cambiados por una gran incertidumbre que acrecentaba a cada palabra que Jeno decía. El
misterio me estaba desesperando, más a esas horas de la noche, más en el lugar en el que
estábamos, y más estando a solas con él.

―Lo de intentar, te dije que conmigo intentar no sirve ―Jeno se incorporó, se cruzó los brazos y
relamió sus labios antes de volver a clavar su mirada en mi―. Aunque, pensándolo mejor, me
gustaría verte intentándolo.

¿Que..? Definitivamente ya no entendía qué carajos estaba ocurriendo.

No comprendí a qué iba, no entendí por qué me había llevado fuera de mi casa para decirme
aquello, y tampoco lograba descifrar por qué yo quería involucrarme más y hacerle preguntas que
quizá después terminaría arrepintiéndome. ¿Conocen el dicho, la curiosidad mató al gato? Yo
estaba a punto de ser encerrado y ser asesinado.

Jeno pateó una roca en el suelo, acercándose unos cuantos pasos a mi. Incliné mi cabeza para atrás
ante su inesperado movimiento y en menos de lo que pensé, tenía su cuerpo a escasos centímetros
del mío. Y entre ese corto momento, me planteé cómo es que había terminado en una situación así
con el novio de mi hermana. A mitad de mi patio y de noche. Completamente solos.

―Pensé que me trajiste aquí para disculparte, no para confundirme más ―dije molesto.

Pude ver como su boca se movió ante mi respuesta, su quijada se tensó y yo tragué en seco. Sus
ojos, viajaron por mi rostro y terminaron en mi boca. Un lugar que por inercia moví y luego me
arrepentí, porque a consecuencia de ese acto, Jeno volvió sus ojos a los míos con un extraño brillo
en ellos. Algo cargado de malas intenciones.

Unos ojos que centelleaban emociones que me hicieron temer lo que se aproximaba.

―Tú me confundes a mí Jaemin ―parpadee, cuando quise irme un poco para atrás, me encontré
acorralado por un tronco y su cuerpo―. ¿Qué quieres, qué buscas? ¿Ser amigos?

―No quiero ser tu estúpido amigo, lo hago por Ryujin ―repliqué, ahora con un poco más de
enfado. En un inútil intento de sonar seguro de lo que acababa de decir, mas por dentro estaba
temblando como una hoja en plena sudestada.

―¿Por Ryujin? Wow, y por un momento pensé que yo realmente te interesaba... Qué lástima.

Confundido, fruncí el ceño y mis ojos se movieron con rapidez. Ahora sí que no entendía ni una
mierda de lo que Jeno estaba diciéndome y comenzaba a molestarme en verdad. El nerviosismo se
notó en mi siguiente respuesta.

―¿Lástima? ¿Por qué?

Vi cómo su vena en el cuello se hinchaba, cómo sus ojos de un segundo al otro estaban de nuevo
sobre mis labios. Tenía miedo de lo que me respondiera pero quería saberlo, la curiosidad de saber
por qué era tan idiota conmigo, también quería acabar con esa incomoda situación que no era nada
favorable, para ninguno de los dos.

Y una sonrisa se dibujó en sus labios, una que me provocó escalofríos por todo el cuerpo.

―Porque pensé que podría gustarte.


El secreto del Durazno y el Piano.

Por un momento sentí un ruido en mis orejas. Mi cerebro se desconectó y perdí la noción del
tiempo, Jeno estaba ahí, mirándome como si lo que acababa de decir no era tan grave como en
realidad lo era, y yo quería gritar de los nervios.

Estaba muy jodido. En verdad fue la primera vez en mi vida que no supe cómo reaccionar y qué
decir.

―¿Y bien?

―¿Y-y bien qué? ―trastabillé.

―¿No te gusto?

Jeno levantó las cejas, cuestionando y poniéndome aún más nervioso. Abrí mi boca, buscando
oxígeno pero era inútil, porque me sentía preso del momento y la situación, entonces atiné a
levantar la mirada y hacer contacto visual con él, quien sonreía maliciosamente y me observaba
como si yo fuera una criatura deliciosa que deseara comer... o matar.

Mi sangre estaba congelada en todo mi cuerpo.

―Jeno... Por dios, n-no digas estupideces... ―agregué. Fruncí mis labios y enmarqué mis cejas
con mucha incomodidad dentro de mí, Jeno estaba peligrosamente cerca de mi rostro y me estaba
comenzando a poner muy, muy nervioso.

Vamos Jaemin, no quedes más en ridículo y ponte los pantalones joder. ¡Es tu cuñado!

―Pero es la verdad. ¿Te molesta la verdad Jaemin?

El hijo de puta sabía usar las palabras en mi contra, todo lo que saliera de mi boca él sabría usarlo
para dejarme mal parado, claro que lo haría. Estaba descubriendo una parte de Lee Jeno que me
estaba poniendo en evidencia quién era realmente él, ¿qué pasó con el chico serio y callado que
llegó de la mano de mi hermana hacia unos días? Moví la cabeza, negando e intentando alejarme
de su repentino acercamiento, pero al retroceder, mis pies chocaron con el tronco que tenía a mi
espalda y no tuve mucha escapatoria.

―Por favor, quítate ―mi intento de sonar tajante fue en vano. Para esa altura yo ya temblaba
como una gelatina. Y Jeno era consciente de ello, porque su sonrisa no se borraba y el miedo junto
a la incertidumbre crecían en mi interior con cada segundo que pasaba. Él no se movió y comencé
a impacientarme, me estaba sintiendo hostigado por mi propio cuñado―. Joder, quítate Jeno.
Hablo en serio.

―¿Y los modales, Jaemin-ah? ―agregó soltando una risa que estaba colmando mi paciencia―.
Cálmate, solo estoy jugando.

El brazo que estaba a mi lado, empezó a descender hasta tocar mi hombro, llegando a mi cuello y
parte de la clavícula. Paseó sus dedos de forma juguetona por la zona y el toque me estremeció,
joder, no era correcto dejar que alguien como Jeno me tocara de esa forma, en serio no lo era.

¿Y entonces por qué lo dejaste, Jaemin?

Maldije a mamá por tener razón en decirme adolescente hormonal, porque no importaba que
estuviera por cumplir veintitrés años, aún seguía teniendo los lívidos demasiado altos como los de
un preadolescente que se le paraba con solo ver un par de tetas en alguna revista porno.

Pero ante todo pronóstico, busqué en mi cerebro las mejores palabras para replicar a sus estúpidas
incoherencias. En serio, había hecho mi mejor esfuerzo.

―Creo que he sido lo suficientemente paciente contigo para tener modales justo ahora ―contesté,
teniendo éxito sin trastabillar como lo había hecho anteriormente. Jeno ladeó una sonrisa y por un
segundo temí que intentara seguir molestando a otro nivel. Ya no sabía qué esperar de un tipo
como él, todo era muy, muy extraño―. ¿Te vas a quitar de encima o no? Dios, ¿para esto me
trajiste hasta aquí? ¿Me sacaste de la casa, trayéndome a este lugar oscuro y frío para hacer una
escena sin sentido? Joder, tengo cosas más importantes que esto Jeno.

Obviamente, mis excusas eran verídicas. Porque en verdad veía innecesario armar semejante
situación nomás para pedirme disculpas de algo que en realidad ya no me importaba (¿o sí?), pero
las excusas solo funcionaban si había un receptor que estuviera dispuesto a creerlas. Claramente
Jeno no lo iba a hacer. Sus ojos gritaban "No me vengas con esas mierdas, tú no te irás de aquí".

―De hecho, te traje aquí para que pudiéramos hablar, como gente civilizada ―soltó sin
escrúpulos―, pero ya no, ahora me debes tú unas disculpas por ser así de caprichoso.

―Jeno, hablo en serio. Si no me dejas ir te voy a pisar el pie y no me va a importar que grites
―estaba comenzando a impacientarme. Jeno no se movía y yo quería salir corriendo.

―Ja, quisiera verte haciéndolo.

Suspiré hastiado de todo esto. Ya no me importó que él estuviera cerca de mí, tampoco que detrás
de mí tenga un árbol que no me dejaba mucho para hacer, solo quería salir de esa situación. Tomé
coraje y moví mis piernas hasta que tuviera el alcance necesario de poder levantarla lo más posible,
y en cuanto pude hacerlo, pisoteé el pie derecho de mi cuñado con mucho placer.

Yo le había dicho que se moviera.

―¡¿Qué mierda te pasa?! ¡Te volviste loco! ―gritó desesperado.

Se inclinó sobre su pobre pie y empezó a sobar para aliviar el dolor, pero era inútil, su expresión
era insufrible y por un momento gocé de haberle causado tal daño. Él estaba siendo un hijo de puta
y yo no me lo iba a tragar.

Lo que ciertamente no esperaba era que cuando me creía ganador por haberle pisado su pobre pie,
Jeno no me dejó ir. Comencé a caminar dejándolo detrás de mí quejándose, pero en menos de unos
segundos, tomó de mi brazo como un depredador caza a su presa. Me quejé pero fue en vano, Jeno
me había acorralado en el árbol de nuevo, ahora con un poco de violencia.

―¡Oye que te pasa! ¡Suéltame Jeno!

Le vi sonreír como un demente, y más quise escapar.

―No hasta que me pidas perdón por lo que acabas de hacer ―su voz se había transformado en casi
un demonio. Se había vuelto grave y pausada, como si quisiera que prestase suma atención a su
orden y la acate sin chistar.

El agarre en mi brazo comenzó a dolerme, estaba apretándome con mucha fuerza y no podía
moverme mucho. Su aliento chocaba perfectamente en mi rostro y estaba seguro de que mañana
tendría unos lindos moretones en mis flacuchos y pálidos brazos por la presión que ejercía sobre
mí. Lo iba a asesinar si eso pasaba.

Él me miró, sin perder el brillo juguetón en sus oscuros orbes, que ya me estaba comenzando a
tocar los huevos de formas inalcanzables. La situación me había sobrepasado, de por sí el tipo era
raro, pero no creía que llegaría a ese punto ni a semejante cosa. Y como él no se disponía a quitarse
de encima, gruñí y retiré bruscamente sus brazos de mí para poder liberarme al fin, pero el muy
desgraciado fue unos segunditos más rápido. y con un movimiento drástico, tomó mi muñeca
imposibilitando mi huida, otra vez.

―¡Suéltame!

―No hasta que me pidas perdón, nene.

Entonces me incorporé y parpadeé varias veces, Jeno acababa de llamarme "Nene"... Vale, el tipo
quería hacerme perder la cabeza y explotar todos mis cables. ¿Quién se creía para hacer todo eso?
No habíamos creado ninguna relación de confianza, apenas si nos conocíamos y ya había mandado
todo a la mierda sin esfuerzo esa noche con todo lo que hizo. Aunque bueno, tal vez sí con un poco
de esfuerzo, porque hacer semejante escena se requería de un esfuerzo bastante grande, y a este
hijo de puta eso parecía no costarle nada.

Estaba loco, y en verdad yo ya no quería seguir involucrándome en eso. Como pude me separé del
fuerte agarre, le dediqué una mirada despectiva y suspiré con rabia comenzando a caminar de
nuevo a la casa. Esta vez con prisa para no ser alcanzado de nuevo.

―Eres un idiota ―solté con total seguridad, esperando que me oyera aún estando unos metros
lejos de él―, me apiado de mi hermana que te debe aguantar... No debe tener idea del lunático que
tiene como novio.

Jeno esbozó una media sonrisa que me causó rabia, se cruzó de brazos y paseó su mirada por todo
mi cuerpo, luego a la casa que tenía detrás de mí, entonces dijo:

―Oh descuida, Ryujin no es como tú... En ningún aspecto es cómo tú, Jaemin.

Mi sangre hirvió al escuchar aquello, le di un mordisco a mi lengua conteniendo los insultos y


palabras que quería soltar. Sin más, me di media vuelta y comencé a caminar, dejando a Jeno atrás
en silencio y sin decir ni una sola palabra. No me di cuenta sí él me estaba siguiendo el paso entre
la penumbra del jardín, sin embargo hice mi mejor esfuerzo en restarle importancia a todo lo que
acababa de pasar. Por mi bien, obviamente.

Yo solo quería ser buena persona con él, entablar una relación normal y respetuosa de cuñados,
porque Ryujin era mi hermana y la amaba, lo hacía por ella. Pero no estaba seguro de poder
soportar esas actitudes por parte de alguien como él; que fingía ser de una forma frente a mis
padres, y de otra conmigo. Al fin de cuentas, ¿por qué tanto cambio de actitud y tanto interés? Yo
buscaba alejarme lo más posible de Jeno, solo tenía que encontrar la manera de no demostrar mi
desagrado frente a mi familia y sobre todo, frente a Ryujin.

Esa noche me costó más de lo normal conciliar el sueño. Me removía incómodo en la cama y las
mantas me asfixiaban, en mitad del caos me dije a mi mismo que era culpa de Jeno y la vergonzosa
situación que me hizo pasar, pero no tenía sentido. Jeno había logrado ponerme nervioso y sus
inesperadas confesiones no me facilitaron el tranquilizarme, sí, pero ¿por qué ponerme así? Si no
habíamos hecho nada malo...

En toda la noche no pude pegar un ojo pensando en él. Mi cabeza solo reproducía su imagen frente
a mi, sudado, exultante y atento a cada movimiento que daba. Quería negar el pensamiento
completamente desquiciado de seguir viendo a Jeno como alguien inofensivo, atractivo y
confiable. Y me molestaba. Muchísimo.

Porque Lee Jeno no podía venir así como sí nada, decirme tales cosas y dejarme confundido. No
me gustaba que me manipulen, detestaba sentirme inferior y pequeño, pero por alguna razón yo
dejaba que Jeno tuviera el poder en nuestros pocos (para no decir inexistentes) encuentros porque
quería saber hasta dónde era capaz de llegar, quién en realidad era.

Y eso era un problema.

• • • •

Al abrir los ojos, me odié completamente.

No solo me había despertado más tarde de lo normal, sino que también tenía una tienda de acampar
en el pantalón de mi pijama que me hizo enrojecer hasta el alma. A ver, el ser hombre implicaba
tener dificultades como esas, pero joder, yo no estaba de humor para complacerme de esa manera.
Quería levantarme, tomar el desayuno y encerrarme en mi habitación hasta que sea la hora de
cenar, o preferiblemente hasta que el hombre que no me dejó dormir se vaya de mi casa para
siempre.

Pero me obligué a mí mismo a bajar por lo menos a saludar a mamá y a robarle algo de provisiones
a Taeyeon para aguantar hasta la noche, sin embargo al poner un pie dentro de la cocina, me topé
con Lee Jeno, untándole mermelada a una tostada media quemada con mi hermana recostada en su
hombro, leyendo el periódico del día.

―Parece que alguien no durmió bien anoche... ―comentó con gracia mi hermana al verme entrar,
le dediqué una media sonrisa y fui directo a mi propósito en ese lugar.

―Buenos días cariño, ¿qué ha pasado que te levantaste tan tarde? ―mi madre se levantó de su
lugar para venir a tocarme el rostro y dejarme un beso en la mejilla. La esquivé como pude y gruñí
en cuanto se acercó a mí.

―¿Uhm? Nada. Solo que dormí mal y calculo que me pasé de la hora.

Mamá asintió y Ryujin movió su cabeza a la par de ella. Y cuando estaba por irme de nuevo a mi
habitación, mi hermana se incorporó de su lugar, poniéndose en medio del camino, ahora con una
mueca alegre y juguetona.

―¿Hoy nos llevarás, no es cierto?

Titubee un segundo, no comprendiendo a qué se refería, hasta que mi cerebro se encendió cual
lamparita y recordé que era sábado. Era la fiesta de Mark.

―Sí claro...

―¡Genial! Jeno y yo iremos al centro a comprar ropa dentro de un rato porque no trajimos mucho
en el viaje, ¿te apuntas? ¡Podemos comer algo también si tienes ganas!
Metí la mano en el bolsillo de mi pantalón de pijama, pensando rápidamente alguna buena excusa
para no aceptar la invitación. Dios, detestaba decirle que no, pero yo en serio quería estar lo más
alejado de su novio en ese momento. Y en cualquier otro también.

―Sabes que nunca te negaría nada, pero debo terminar unos trabajos antes de la fiesta... Ya sabes,
adelantar y no andar frustrado en la noche ―agradecí que ella me creyera y no replicara nada. No
quería decirle que ni loco volvía a salir a algún lugar donde estuviera Lee Jeno presente.

Ante mi comentario, Jeno levantó la vista y me observó de soslayo. Podría jurar que se estaba
aguantando la risa. Claro, anoche le dije que debía estudiar a él también, y sin embargo lo que
menos hice fue eso. Quise contener mis ganas de pegarle en la cara por ser tan imbécil y
avergonzarme frente a mi familia.

No sé por qué presentía que ese chico me traería muchos problemas en el futuro... Era como si con
solo estar en una misma habitación con él fuera peligroso. Lo extraño era que yo también quería
saber qué era lo que podía llegar a ocurrir. Lee Jeno no me había dicho nada sobre él y
prácticamente éramos extraños, pero algo, llámenlo como quieran, me atraía como un imán a su
persona.

Y era más conflictivo aún saber que mi curiosidad era más grande e importante que mis ganas de
borrarlo de mi cabeza.

Ambos se levantaron de la mesa, Ryujin agregó tomando su morral que no podía esperar a la noche
y poder ponerse tan ebria hasta reventar. Le sonreí con entusiasmo, prometiéndole que así sería,
pero por dentro una gran preocupación crecía fervientemente.

¿En qué me estaba metiendo? No conocía a Jeno para confiarle una carga tan pesada como lo era
mi hermana ebria. Y no es que desconfiara de Ryujin, pero sabía con certeza cómo se solía poner
en esas situaciones, y más si nadie estaba ahí para contenerla. Cuando éramos más jóvenes e
íbamos a las fiestas de instituto, siempre terminaba siendo su cuidador por lo que restaba de la
noche, evitando que alguien se sobrepasara con ella debido a su estado, o que ella misma se hiciera
algún daño inconsciente.

También pensé en que ella ya era adulta. Y quería creer en que Jeno era lo suficientemente maduro
y adulto para no dejarla sola o al menos controlar la cantidad de alcohol que consumiera en la
fiesta... No lo sé, tal vez me estaba haciendo una idea errónea de él, pero mis miedos eran
justificados por todo lo que él se había empecinado en mostrar desde que llegó.

Acaricié a Venus hasta que decidí que era hora de mover mi flacucho y torpe cuerpo para
comenzar a hacer las cosas que debía del día. Terminé algunos puntos pesados del trabajo de
Historia, dejando lo más fácil de lado así no me odiaría mañana cuando tuviera que terminarlo. Me
duché rápidamente, pensando en qué podría ponerme para la noche, pero era algo inútil porque
siempre terminaba poniéndome el mismo jean de siempre, cualquier remera fresca y cómoda,
acompañada de mi chaqueta de mezclilla o camisa leñadora que Mark me regaló en mi último
cumpleaños.

Cuando bajé dispuesto a comer algo rápido antes de salir al jardín a leer un poco, me percaté de la
ausencia de mis padres y la de Ryujin. Deduje que mi hermana quizá aún seguía en el centro con
Jeno, pero la de mis padres me extrañó. La casa estaba desolada y me pareció curioso que nadie
me avisara de alguna salida o algo así. Levanté las cejas al ver que nadie aparecía por la cocina o el
patio, así que me dirigí por alguna fruta o cereal para comer antes de salir por la puerta y volver al
cuarto. Pero en el trayecto de mi camino, me di cuenta que estaba sonando música, proveniente del
living de la casa. Más precisamente del piano. Avancé unos pasos en silencio, asomando
lentamente la cabeza por la puerta que daba al living principal. Debo decir que me sorprendió ver a
Jeno sentado allí, tocando el piano de cola de mi madre concentrado y muy compenetrado en su
mundo. Su rostro no lo podía ver con claridad porque estaba de costado, pero notaba su frente
fruncida y sus ojos clavados en las teclas del piano. Estaba inducido en su totalidad.

Lo observé en silencio por varios minutos, por un momento había olvidado la fiesta, la casa vacía
y que estaba observando como un acosador a mi cuñado. Estaba completamente enfocado en la
música y en su rostro, que contrastaba mucho con lo que sus dedos tocaban en las teclas; melodías
suaves y lentas, casi hipnotizantes.

Sin darme cuenta estaba mordiendo mi labio, el durazno que había escogido de la mesada para
comer en mi cuarto, ahora sufría la presión de mis dedos sobre ella y la estaba casi destruyendo. A
pesar de ello, cuando me di cuenta que ya había visto suficiente, decidí irme despacio para no ser
descubierto por la persona que menos quería cerca ahora mismo. Pero en el transcurso tropecé con
el banquillo del desayunador, y un sonido estruendoso se oyó por todo el lugar, logrando que la
música suave se detuviera de repente.

Ahora tenía que huir de allí sin que Jeno me viera, o haría preguntas que no podía responder con
mucho sentido común. Entonces comencé a caminar rápido, atravesando la cocina y las escaleras,
pero tal vez me tardé demasiado en hacerlo, porque Jeno ya estaba parado sobre el barandal de la
escalera, apoyando su codo en él y observando el estante de libros que había en frente como si
fuese lo más interesante del lugar.

―Me gusta tener público, pero la próxima vez me gustaría que no te escondieras.

El nerviosismo avanzaba en mi cuerpo, provocando que moviera involuntariamente la pierna y que


comenzara a parpadear mucho más de lo normal. Jeno parecía tranquilo, sus palabras fueron firmes
pero sonaban juguetonas, casi como si fuera la manera perfecta de confundirme.

Entonces volví a conectar el cerebro y razoné. Joder, probablemente él fue consciente de que lo
estuve viendo, o peor aun ¡que disfruté hacerlo! Me iba a poner del color del durazno que tenía en
mi mano en cualquier momento, estaba acabado tal como yo acabé con la fruta anaranjada.

―Ehh... Uhm yo no estaba... viendo ―las palabras salieron atropelladas de mi garganta, miré a
todas partes intentando no conectar mis ojos con los de él porque estaba seguro de que todo se iba
a poner aún más raro si lo hacía, pero no hacía falta, estar con él de por sí lo era.

―Eres tierno, Jaemin.

Jeno avanzó unos pasos a la biblioteca y cogió un libro, lo abrió y comenzó a ojearlo sin tener
mucha importancia en entender lo que veía. Apreté los puños debido a los nervios. Me
desconcertaba ese tipo de comentarios; como si fuera de lo más normal decirlo en un contexto
totalmente ajeno. Relamí mis labios y sujeté más fuerte el durazno, que ya debía estar bastante
maltratado a esa altura por cambiarlo tantas veces de mano en mano y estrujarlo por los nervios.

―¿Puedes dejar de decir ese tipo de cosas?

―¿Te pone nervioso acaso? ―inquirió dándose vuelta, mirándome.

―No, solo no quiero que las digas más, no es apropiado ―expresé. Jeno abultó los labios ante mi
respuesta.

Dejó a un lado el libro y su mirada se intensificó, pasaron de ser juguetones, a resaltar sus
verdaderas intenciones. De repente sentí un calor subiendo por mi rostro y supe que me había
sonrojado, como siempre, en el peor momento. Tragué duro y un breve momento de silencio se
instaló en el lugar, quería huir y nada me lo impedía, pero por alguna extraña razón quería agregar
algo más antes de hacerlo.

―Tocas el piano... no lo esperaba de ti ―retrocedí unos pasos y me apoyé sobre la pared, el


durazno ya no lucía apetitoso cuando lo vi en mi mano derecha, pero de igual forma le di toda mi
atención con tal de no ver a los ojos a Jeno.

―¿Si? No pensé que para tocar el piano debías lucir de alguna manera específica ―señaló con
sarcasmo.

Voltee los ojos, dándome cuenta que genuinamente era un estúpido.

―Sabes que no hablaba de eso. Tienes un poco de talento tocando.

Jeno suelta una sonrisa, y vi como sus pies se dirigían de a poco a mi. Por inercia me quise correr,
pero no tenía mucho espacio a disposición para hacerlo. ¿Por qué siempre terminaba en una
situación así con él? Joder, la vida en serio me odiaba. O yo me odiaba, y me ponía adrede a pasar
por situaciones así.

―Estudié siete años de mi vida piano, supongo que algo de aquellos años quedó en mi cabeza.

―No he escuchado mucho, pero lo que oí no estaba nada mal ―le respondí con la intención de
sonar confiado y hasta algo confiado, superior. Fue mi mejor intento de halago. Buscaba ser
agradable por primera vez con él.

―¿Tu sabes tocar? No creo que Ryujin sea la dueña de ese piano tan lindo.

―Es de mi mamá, ella lo compró hace años... Y si, sé tocar algo. Ella me obligó a tomar clases en
mi niñez ―agregué. Bien, hasta ahora la conversación iba genial. No me había sentido incómodo
o en peligro junto a Jeno y eso ya era mucho. Quise preguntarle por qué estaba en la casa cuando se
suponía que debía estar con mi hermana comprando zapatos en el centro, pero me resguarde los
comentarios y los evidentes chistes que podría hacer con eso.

―Genial, entonces no tendré que enseñarte cuando quiera tocar contigo alguna canción ―observé
como los pies de Jeno ya estaban a menos de un metro de mí, aún temía levantar la cabeza pero por
alguna estúpida razón, lo hice. Y joder, no debí hacerlo.

Jeno estaba viéndome fijamente, como si no hubiera otra cosa alrededor más que yo allí parado.
Sus ojos grandes y oscuros lograron intimidarme en demasía cuando me percaté de aquello, pero
era tanta la atención que le presté en ese momento, que pude notar detalles en él que por alguna
que otra razón antes no lo había hecho; como por ejemplo el pequeño lunar que yacía debajo de su
ojo, o la cicatriz debajo de su barbilla y su perforación en la oreja izquierda.

Nunca había visto a un hombre con un cariz tan serio y tierno a la vez.

Tal vez parecí un loco mirándolo tanto, pero él tampoco apartaba la mirada y creí que ambos
podíamos jugar a ese juego, al menos un rato.

Pero entonces, caí en cuenta de sus palabras anteriores.

Entonces no tendré que enseñarte cuando quiera tocar contigo

―¿A q-qué te refieres con tocar conmigo? ―y ahí estaba yo de nuevo, temblando y luciendo más
idiota de lo normal.
―Decidí hace un minuto atrás que quiero que te disculpes por lo de anoche tocando algo conmigo,
en el piano, lo que sea, ¿Qué dices?

En verdad cada vez me sorprendía más la audacia que tenía Jeno para hacer ese tipo de
proposiciones sabiendo lo que somos. Apreté mis labios en una fina linea recta y luego comencé a
reír negando con la cabeza. Este tipo estaba loco.

―Dios, ¿otra vez con lo mismo? Estábamos yendo muy bien Jeno, ¡casi logramos tener una
conversación normal y civilizada! ―espeté con molestia e ironía. Él río pero no se alejó, todo lo
contrario. En un impulso, tomó el durazno que tenía en mi mano rápidamente. Mordió la fruta, le
dio un mordisco digno de animal salvaje. Porque con el bocado que le dio, arrancó la mitad del
durazno y noté el jugo de éste deslizarse por su boca llegando a la línea de su mandíbula con el
cuello.

Honestamente, la imagen se me hizo la más caliente que vi en la vida.

Y eso estaba mal, muuuy mal. Jodidamente mal.

Vi como saboreó la fruta en su boca, sus labios quedaron brillosos a causa del jugo y con la luz del
sol entrando de la ventana le iluminaba toda la zona como si fuera lo más sensual del mundo. Tal
vez era mi falta de comida en el sistema, o tal vez ya me estaba volviendo loco, pero Lee Jeno se
estaba volviendo la cosa más caliente que vieron mis ojos alguna vez.

―Solo una canción Jaemin... Solo una y te dejaré en paz ―el desgraciado sonrió al decir aquello,
mostrándome sus relucientes dientes y cómo sus ojos se achicaban cuando hacía eso―. Por ahora.

Mordí mi lengua y el interior de mi boca también. ¿Qué debía hacer? ¿Decirle que estaba loco de
nuevo, o darle el gusto y ver si así dejaba de molestarme y ser tan invasivo? Mi cabeza era un gran
lío de preguntas, miedos y confusión. Pero una de todas ellas resaltó entre todas y fue la ganadora
esa vez. Debía intentarlo, o no tendría paz nunca.

―De acuerdo. Solo una.

―Ni más, ni menos... Solo una ―levantó su dedo índice, y con una sonrisa le dio otro mordisco a
la fruta que iba a ser mi alimento del día. Suspiré lento y pesado, pensando en qué me estaba
metiendo al darle el gusto a un tipo como Lee Jeno, pero bueno, suponía que así podría alejarse de
mí de una buena vez por todas, ¿no?

• • • •

Nos sentamos en el banco frente al piano los dos. Él del lado izquierdo y yo del derecho, lo más
pegado a la punta y lejos de él. Decir que estaba aterrado sería poco, las manos me sudaban y no
lograba modular del todo bien las palabras que quería decir. Creo que Jeno se dio cuenta de eso,
porque a todo lo que yo decía o hacía, él me miraba y se reía con sutileza como si yo fuese
gracioso, o peor aún, tierno.

―Bien, ¿qué quieres tocar?


Y entonces, Jeno colocó sus dedos en las teclas blancas y los movió con audaces movimientos a las
negras, logrando suaves notas que me estremecieron hasta los pelos de la nuca. Me quedé inmóvil
en mi lugar y dejé que él me mostrase primero qué notas tenía la canción para luego seguirle el
ritmo.

Sin embargo, para mi sorpresa, la canción que Jeno había elegido para tocar era una de las
favoritas de Ryujin que tantas veces me pidió que le tocara en ese mismo piano cuando éramos
niños. Bee Gees era la banda favorita de nuestro padre, por ende, habíamos heredado cierta parte
de su gusto musical sin querer. Nunca me había imaginado que entre todas las canciones del
mundo, justo elegiría una de mis favoritas, How Deep is Your Love.

Tal vez fue una coincidencia. O tal vez no.

Y entonces, Jeno comenzó a cantar. Giré mi cabeza, sorprendido por lo inesperado que fue aquello,
oyendo cómo la voz de mi cuñado encajaba perfecto con la canción. Y temí. Temí que me gustara
escucharle tocar el piano con una pasión tan delirante. Temí que me gustara su voz más que la
versión original. Temí absolutamente de todo lo que estaba pasando en ese momento.

I know your eyes in the morning sun

I feel you touch me in the pouring rain

And the moment that you wander far from me

I want to feel you in my arms again

Entonces Jeno aumentó el ritmo, su quijada estaba firme y sus ojos clavados en las teclas. Perdí la
noción del tiempo y de dónde estaba, solo tenía ojos para él en ese momento. Jeno tenía una voz
grave al cantar, mucho más de la que habitualmente tenía, me estremeció pensar que así sonaría al
despertarse o cuando estuviera cansado. ¿Por qué estaba pensando aquello? En verdad, ni yo lo
sabía.

Mis manos temblaban como hojas en otoño, terminé acercándome más a su cuerpo hasta que solo
unos centímetros nos separaban. Y pude sentir su colonia y verle los vellos de su carente barba.
Dios, era incorrecto, estaba muy mal, pero era imposible resistirse.

How deep is your love?

I really mean to learn

Because we're living in a world of fools

Breaking us down when they all should let us be

We belong to you and me

Por alguna razón me sentí compenetrado en la melodía y en la letra, enfrascado en un mundo


donde solo existía la voz grave de Jeno y yo, a un costado deleitándome de ambos. Jeno volteó a
verme en el momento del coro, me sonrió de lado e hizo ademán con la mirada a que me una en la
canción.

―Yo... Está bien.

Y comencé a tocar a la par que él. Primero un poco disparejo, pero luego encontré la armonía y le
pude seguir el ritmo. La canción era hermosa, siempre había sido de mis favoritas y siempre amé
tocarla para mi hermana. Era extraño estar tocándola ahora con su novio, sin ella presente. Esa fue
la primera traición, quizá.

―Muy bien, Jaemin.

El comentario de Jeno me animó a sonreír un poco más, tomándole carrera a la música y dando
todo de mí como solía hacerlo antes. En ese momento olvidé lo idiota que era Jeno, olvidé a Ryujin
y también me olvidé que alguien podría entrar en ese mismo momento a la casa, y vernos en esa
situación tan extraña.

Mi dedo quiso tocar una tecla más lejos de mi lugar y terminó chocando con la mano de Jeno. Él se
detuvo y se rió por mi torpeza, pero cuando pensé que se iba a separar y reírse o hacer algún
comentario despectivo, él solo se quedó quieto, con su mano sobre mi dedo meñique, avanzando
lentamente hasta cubrirla por completo. Mis mejillas ardieron cuando su mano terminó tomando la
mía, su tacto contra el mío fue inesperado pero a la vez algo que todavía recuerdo como la primera
vez que sentí la electricidad recorrer mi cuerpo.

La famosa electricidad que entendía de los libros.

Y cuando levanté la mirada, él estaba viéndome a mi, solo a mi. Directo a mis ojos y luego a mis
labios, intercambió su vista unos segundos más hasta que sentí cómo su mano sobre la mía en el
piano se apretó. Por inercia me removí para atrás, pero ya era tarde, no tenía mucha escapatoria.
Jeno estaba viéndome fijamente a los labios y temí lo peor en ese momento.

¿Qué hace? ¿Por qué se está acercando así? ¡Dios, que se detenga ahora mismo! Mi cabeza
hablaba a gritos, pero mi cuerpo no respondía. Estaba sujeto a la electricidad que envolvía el suave
tacto que nos estábamos dando, siquiera era algo romántico, o sexual, ese primer tacto traspasaba
las barreras de lo que conocía.

Y entonces, reaccioné.

Mi mano se soltó de la suya y como pude, le di un gran golpe seco con el puño a las teclas,
causando un estruendoso ruido por parte del piano y en consecuencia, haciendo que Jeno se
apartara de mí. Él se removió algo perdido en su lugar, moviendo la cabeza rápidamente a otro lado
y yo, enrojecí a más no poder. Mierda, ¿en serio pretendía hacer lo que creo que iba a hacer?
¿Cómo tenía el descaro?

Sin más que decir o hacer, Jeno se levantó del banquillo y se acomodó la bermuda. El ambiente se
había vuelto tan tenso e incómodo, que podía jurar ver como ambos moríamos por desaparecer de
allí. Las chispas explotaban alrededor de nosotros.

―Nos vemos en la noche, Jaemin.

Y así, Jeno desapareció del living y del resto de la tarde. Subí a mi habitación con las manos
pegajosas por causa del durazno destrozado y con el corazón errático a punto de salirse del pecho.

¿Qué mierda acababa de pasar allá abajo?


Cigarros amargos.

¿Puede alguien no dejarte pensar con claridad? ¿Puede alguien controlar tu cabeza sin intención de
hacerlo?

A veces pensaba que se debía a que yo no tenía carácter, que no poseía esa personalidad firme e
intimidante que se necesitaba para que no te pasaran por encima. Porque siendo realista, yo era la
clase de tipo que prefería pensar antes de actuar, dialogar antes de gritar y calmar antes de pelear.
Por más que el orgullo fuese una parte esencial en mi, llegaba a pensar que no era lo
suficientemente fuerte para dominar la mayoría de los aspectos de la vida.

Eso, gracias al cielo, hizo que no dejara que con facilidad pasaran de mi. En la secundaria hablaba
con nadie más que con un chico (del cuál ya no tengo relación, por cierto), me dedicaba solo a
hacer los proyectos y luego, al terminar la cursada, nadie recordaba mi nombre o siquiera mi rostro
si se les preguntaba. Y lo podía decir con cierto orgullo, ya que no esperaba más de en un lugar
como ese. Pero a medida que el tiempo avanzaba, comencé a replantearme realmente si el tiempo
también corría para mí.

Porque mi cabeza seguía estancada en las conductas de un adolescente.

Tal como decía mi madre, tenía todo el derecho a pensar que yo no tendría una meta en la vida más
que ganar dinero fácil sin una carrera interesante que me formara como persona. Tal vez por eso se
sorprendieron tanto cuando al finalizar mis estudios, corrí a la mejor universidad y en primer año
había logrado destacar con los mejores promedios. Italia era un país medianamente atrasado por
aquellos años, si mi meta era ser alguien próspero, era un hecho que debía huir de la casa de mis
padres y hacer mi propio camino en la capital, o en otro país. Tal como me había dicho Ryujin
unos días atrás.

Pero... Era fácil decirlo, era fácil pensarlo. Pero hacerlo, era todo un reto.

Por eso no me sorprendía estar en la situación en la que me hallaba. Perdido, confundido y muy,
muy miedoso con dar un paso en falso. Mark repetidas veces me dijo que sería mejor calmar mi
cerebro con alcohol y que intentase concentrarme en estudiar y ya, pero de nuevo, no podía. Mi
cabeza tomaba a Jeno como si fuese una prioridad, ¿por qué? Pues, mi teoría, era que él
representaba todo lo que siempre tuve miedo de enfrentar a ser: descarado, audaz, insolente y hasta
un poco estúpido, sin pensar en demasía las cosas antes de hacerlas.

Si él me hubiera conocido unos años atrás, cuando todavía podría decirse con certeza que era un
puberto sin experiencia, seguramente se reiría en mi cara y me hubiera gastado mil bromas, mucho
más que hoy en día. Porque con el poco tiempo que llevaba de conocerlo, sospechaba que él era
esa clase de persona: una sin prejuicios y totalmente desvergonzada, siempre sintiéndose superior a
los demás en algún punto y no teniendo miedo alguno en demostrar su convicción.

Y debía molestarme que alguien como Jeno se metiera en mi espacio personal, pero como dije
antes, su personalidad tan prudente y fresca hacía que ponga mis ojos en él junto a toda mi
curiosidad y atención, como si fuera lo más interesante e innovador que haya conocido. Jeno a mi
parecer, era una persona bastante peculiar de conocer, y ese era un problema.

―Ryujin te está esperando abajo Jaemin, ¡date prisa!

Mi madre entró a mi habitación mientras seguía cambiándome, le grité con molestia que debía
tocar antes de entrar, pero ella hizo caso omiso y dijo que deje de ser tan exagerado para repetirme
que debía apresurarme una vez más. En verdad, la privacidad en esa casa no era algo que se tuviera
muy en cuenta. Todos hacían lo que querían, nadie respetaba el espacio del otro y llegaba al punto
donde yo ya no lo podía tolerar.

De nuevo pensé, debía apresurarme en poder largarme de aquí.

Tenía el cabello aún mojado por la reciente ducha que había tomado, pero como no contaba con
mucho tiempo para prepararme, mejor decidí que lo dejaría secar al natural y esperaría que la
suerte estuviera de mi lado y no secara de alguna forma extraña como lo solía hacer si no lo
peinaba. Pasé frente al espejo del armario y chequeé estar lo más presentable posible. Después de
todo solo era una fiesta casual, pero no por eso debía salir con un jean roto o la camiseta puesta al
revés debido a las prisas.

Honestamente, no me sentía con el humor de fiesta. Veía cada tanto mi cama y mis ganas de
tirarme ahí y olvidarme de la fiesta lucía más apetitoso que rodearme de jóvenes alcoholizados lo
que restaba de la noche. Sumado a que al otro día aún debía seguir estudiando, tampoco era algo
rentable salir de fiesta y volver abatido mañana por la mañana. No quería parecer irresponsable,
mucho menos tan cerca de las fechas de exámenes.

Venus apareció por la ventana, maullando y pidiendo atención, pero ya era muy tarde y Ryujin
seguramente estaba abajo impaciente desde hacía un rato, así que le acaricié el lomo y prometí
mañana darle su momento de caricias que hoy no había podido cumplir.

Entonces, tomé las llaves de mi escritorio junto a mi cartera y salí de mi habitación. Me hubiera
gustado afirmar con orgullo que no me sorprendió ver a Jeno agarrando de la cintura a mi hermana
mientras ella le daba un beso en su mano entrelazada. Era algo extraño. Como si de pronto me
olvidara que estaba en mi casa y teníamos que ir a una fiesta, porque mis ojos prestaron toda su
atención a esa unión de manos y la incomodidad recorrió todo mi cuerpo. ¿Esto siempre iba a ser
así? ¿Todo el verano?

―¡Y hasta que al fin llegas! Pensamos que te habías quedado dormido, Nana.

Ryujin fue la primera en hablar, Jeno levantó su mirada y la clavó en mí como un cuchillo. Dios,
era increíble como el tipo lograba mutar de actitud cuando estaba mi hermana presente. Era como
un jodido camaleón.

Le dije que solo se me había hecho un poco tarde por estudiar demás, y ella negó con la cabeza
diciéndome que me exigía mucho. Y tal vez tenía un poco de razón, pero sin exigencia no hay
recompensa, ¿verdad? Ese era mi lema.

―Un día de estos, vas a quemarte la cabeza de tanto estudiar Jae ―fue lo único que ella dijo antes
de que saliéramos de la casa.

• • •

―Compremos bebidas antes de ir ―Ryujin habló desde el asiento trasero del auto.

―¿Para qué? Seguro hay alcohol hasta por los codos allí, Mark me dijo que no hacía falta.

Escuché a mi hermana abrir su bolso y luego su cartera, Jeno estaba en su propio mundo cuando lo
vi por el espejo retrovisor.
―Igual vamos, tengo que comprar algo que olvidé en alguna tienda de conveniencia ―asentí con
la cabeza. Recuerdo haberme llevado una leve sorpresa al ver su pierna izquierda encima del muslo
de Jeno. Date cuenta , pensé, ellos actuarán así siempre.

Rápidamente moví mi vista y volví a ver la carretera para olvidar mis pensamientos. Oía que
murmuraban cosas pero no lograba deducir qué eran exactamente, aunque en realidad mucho no
debería importarme, pero el hecho de estar en un espacio reducido con ellos ya era lo suficiente
incómodo para que lo pudiese evitar. Si ellos susurraban cosas, era imposible no escucharlas, por
más que la música estuviera sonando al máximo.

Cuando nos acercamos al centro, las calles se volvieron más iluminadas y la urbanización se hizo
presente, detuve el auto en la primera estación de servicio que apareció. Ryujin fue la primera en
bajar, Jeno le siguió por detrás, yo decidí quedarme dentro del auto por las dudas. Miré mi reloj,
apenas eran las once de la noche.

Joder, la noche recién comenzaba y yo ya quería volver a casa. Y no era porque la estuviese
pasando mal, literalmente aún ni siquiera estábamos en la fiesta, pero, ¿conocen esa sensación de
que era mejor quedarse en casa antes que salir? Bueno, yo estaba con esa sensación por todo el
cuerpo e incrementaba a cada segundo que mis ojos veían el cuerpo masculino fumando un cigarro
a las afueras de la tienda de conveniencia esperando por mi hermana.

Era mala espina.

Vi a Ryujin salir de la tienda con una bolsa y sonriéndole a Jeno, él le tomó de la mano y
caminaron hasta el auto. Pasé nerviosamente la mano por mi barbilla, impaciente y algo incómodo,
hasta que estuvieron dentro del auto y pude encenderlo otra vez. Ella estaba sonriendo cuando le
mostró el contenido de la bolsa a Jeno, por el espejo retrovisor sin querer noté a Jeno tensar su
mandíbula y luego Ryujin le pellizcó el muslo algo sonrojada y juguetona.

Prendí el estéreo del auto para disipar mis nervios, pero fue peor. Las canciones que sonaron en ese
preciso momento las sigo odiando con una intensidad ferviente, me causan rechazo, porque me
acuerdo de cómo me sentí estando allí con ellos dos, siendo testigo de sus juegos, sin poder salirme
de ello y quedar como un idiota.

―¿Falta mucho? Siento que ha pasado como una hora desde que salimos de casa.

Suspiré y miré por el espejo retrovisor, ella estaba mirando hacia la ventana.

―Creo que en diez minutos ya estaremos allí, ¿algún apuro del cual no esté enterado? ―Ryujin
negó con la cabeza y Jeno ni siquiera se molestó en contestar algo―. Bien. ¿Alguno tiene cigarros
para darme? No he traído mi cajetilla por la prisa y no quiero comprar una nueva.

Entonces, Jeno fue quien se movió de su lugar, corriendo a la pierna de mi hermana para sacar de
su bolsillo un atado de cigarros. No dijo nada, solo tendió un par de ellos por el lado de la
ventanilla y los tomé rápidamente, un poco tenso por esa repentina acción. Por el otro lado, Ryujin
suspiró un poco molesta cuando encendí uno.

―Deberías dejar de fumar Jaemin, no es sano...

―Estresarme tampoco lo es.

―Pero sabes a que me refiero, tonto. Y tú también, no me gusta que fumes, al menos no cuando
yo esté cerca Jeno ―mi hermana odiaba mucho los cigarros, tal vez porque en nuestra familia casi
todos nuestros parientes murieron debido a ello o porque todos los hombres de su vida siempre han
tenido un cigarro en su mano desde que ella era pequeña. Papá era fumador, nuestros tíos también,
y ni hablar de sus novios. Todos amantes de la nicotina.

Sin más, intenté restarle importancia a su último comentario y guardé los cigarros restantes en el
bolsillo delantero de mi camisa. Probablemente no los fumaría, porque era la primera vez que
obtenía algo no-perverso de su parte. Sonreí un poco por dentro por eso.

―No me gusta fumar mucho, y lo sabes... solo me gusta hacerlo cuando lo creo adecuado, es algo
como un ritual ¿me entiendes? ―Jeno rompió el silencio, sorprendiéndome con la manera en que
replicó a mi hermana. Él le estaba apuntando el cigarro mientras le hablaba para posteriormente
colocarlo sobre sus rectos y finos labios y encenderlo con un fósforo.

Y por primera vez, estuve de acuerdo con algo que salió de la boca de Lee Jeno. Fumar sí era algo
malo, eso era innegable, pero hacerlo cada tanto y en un determinado lugar, lo hacía diferente. Por
aquellos años no me creía alguien adicto a la nicotina ni nada por el estilo, pero era mi forma de
calmar mis neuronas de tanto estrés luego de estudiar sin parar por horas. O cuando creía que iba a
explotar en cualquier momento.

―Entiendo, pero me gustaría que no lo hagan ―Ryujin parecía un poco molesta con el tema de
conversación, sin embargo, nadie volvió a hablar hasta que estacioné el auto enfrente del lugar.

Ryujin y Jeno venían tomados de las manos y yo, unos pasos más atrás que ellos con las mías
metidas en los bolsillos, mordía mi labio inferior, dudoso de decir o hacer algo. Estaba cansado y
pensativo, más de lo normal. Sentía lo que me esperaba toda la noche, y no me entusiasmaba la
idea de ser una tercera rueda.

Lentamente nos fuimos acercando y la música se oía fuerte, el olor a cigarros mentolados inundaba
con rapidez mis fosas nasales y el bullicio incrementó una vez entramos al lugar. Luces de colores
y una tenue oscuridad fue lo primero que nos recibió, voltee a ver a mi hermana pero ella estaba
muy entusiasmada con la decoración del lugar y la cantidad de cosas llamativas que había allí.
Tanta era su emoción, que arrastró a Jeno por cada rincón hasta que se detuvo frente a una mesa
vacía al costado de la pista y me señaló con su brazo que me acercara, algo me quería decir.

―¡Qué lugar más genial!

―La verdad que sí, no pensé que iba a montar semejante cosa solo para unos cuantos borrachos
―agregué, riendo. Mark me había comentado que la fiesta iba a ser simple, pero aquello parecía
una fiesta pomposa en vez de algo "simple". Me pregunté por un momento cuánto habría gastado
para hacer todo eso.

La mesa era algo chica, pero por suerte entramos los tres. Ryujin al lado mío y Jeno, enfrente de
mí. Cada tanto, echaba miradas esporádicas sobre él. Era inevitable no quedarme viendo cómo su
cigarro se consumía entre sus labios, inconscientemente movía mi lengua por todo el interior de mi
boca con nerviosismo, hasta que él moduló palabras que me costaron comprender con rapidez por
mi ensoñación en mi propio planeta.

―¿Y de dónde conoces a Mark, Jaemin?

Jeno tenía una forma muy curiosa de mirarte al hablar. Si me ponía a analizarlo, en verdad podría
pasar un buen tiempo sacando deducciones del por qué mi cuñado tenía tan poca vergüenza en
mirarme de esa forma. Le di una sacudida a mi cerebro para salir de mi ensimismamiento
levantando la mirada con sorpresa, su voz era apenas audible por la música estruendosa en el
fondo.
―Hmm, somos compañeros de universidad, vamos a varias clases juntos desde hace unos años.

Jeno moduló un "ohh", y entonces di por terminada nuestra esporádica charla pero me equivocaba,
porque Jeno tenía planeado seguir sacando temas de conversación. Sus manos se encontraban
reposadas sobre la mesa y ladeaba una socarrona sonrisa que me puso más ansioso que antes. El
hijo de puta estaba fingiendo amabilidad a propósito, lo podía sentir en el interior de mis entrañas.

―¿Qué estabas estudiando? Ya no recuerdo si lo mencionaste ―dijo, tomando de su bolsillo un


fósforo de la cajetilla y un nuevo cigarro con movimientos bruscos. Me quedé inquieto en ese
momento. Por culpa de la música no podía comprender con facilidad lo que él me estaba diciendo,
y tuve que acercarme involuntariamente hacia él para poder responderle sin gritar como un loco.

Pero Jeno se aprovechó de la situación para helarme la sangre.

Ryujin estaba algo distraída con el entorno, tarareando canciones y observando el panorama sin
reparar en nosotros dos, que estábamos cada vez más cerca. Y entonces Jeno tomó la oportunidad;
su muslo comenzaba a rozar con el mío, y tuve que mirar a otro lado cuando él intentó poner su pie
sobre el mío por debajo de la mesa.

¿Qué diablos quería hacer? ¿Qué quería intentar? ¿Me estaba probando, me estaba analizando?

Le miré de soslayo, ¿debía responderle siquiera? Podía fingir sordera o algo parecido para evitar
tener que hablar con él, pero su pronta cercanía me paró los vellos de la nuca, y tuve que tragar
saliva con brusquedad para responder sin enredarme en mis propias palabras―. Estoy estudiando
un posgrado para profesorado de Artes.

Jeno levantó las cejas, mostrando sorpresa, entonces caló la ceniza de su cigarro a un costado de la
mesa y continuó hablando.

―Wow, que interesante. ¿Y serás algo así como un nerd de los movimientos artísticos europeos, o
qué?

Preguntó Jeno, prácticamente gritándome en la oreja y soplando el humo de su cigarro muy cerca
de mi rostro. En cuanto terminó de hablar, le miré sorprendido. ¿Debería tomarlo como halago
o...?

―¿D-disculpa?

Entonces, soltó una risa.

―Eso. Enseñarás a las nuevas generaciones las obras del arte barroco, las técnicas de Botticelli , o
cómo Da Vinci implementó el aceite en los óleos... qué sé yo, ¿se supone que eso es lo que enseñan
verdad? Quiero decir... Es genial el arte y todo eso, pero hay profesores que son, honestamente, una
mierda enseñando. Y tú no tienes cara de enseñar como la mierda, Na Jaemin.

Quizá fue allí en donde encontré mis justificaciones a mis siguientes ocurrencias. Tal vez su
conocimiento fue mi impulsor a tirarme por un acantilado. Que él se haya interesado por mi
carrera, por lo que me gustaba y me apasionaba, tal vez fue el primer orgasmo que tuve con él, no
era sexual, iba más allá de lo que acorrala la palabra orgasmo pudiera significar. Me quedé
viéndolo, perplejo y con la boca semi abierta, sin decir absolutamente. Hasta que conecté neuronas
y procesé lo que me dijo, o al menos intenté hacerlo lo mejor que pude sin quedar como un idiota.

―Eh, uhm, sí... ―titubee―. No sabía que tenías tanto conocimiento del arte.

Jeno elevó nuevamente las cejas y aplastó el cigarro sobre el piso con su pie, se removió aún más
cerca y cruzó sus brazos mientras dirigió su mirada a mi intensamente, tal vez con intención de
hacer hincapié en sus siguientes palabras.

―Hay tantas cosas que no sabes de mi, Jaemin.

• • •

―¡Chicos! Deberíamos buscar a Mark ¿no creen? ―comentó en voz alta mi hermana, cuando
habían pasado varios minutos de un tortuoso silencio (no-tan-silencio) en la mesa―. Jaemin ve a
buscarlo, seguro tú lo encuentras más rápido que nosotros.

Mientras me alejaba de nuestra mesa, lo vi encender otro cigarro y, cuando exhalaba el caliente
humo de sus pulmones, su mirada se posaba intensivamente sobre mí.

Mis labios picaban por tener algo sobre ellos con ansiedad, toquetee los cigarros que estaban en mi
bolsillo, y sonreí a medias. No los iba a fumar ahora, pero sentía por dentro que si no conseguía un
trago u otros cigarros iba a ponerme muy nervioso.

La fiesta de esa noche era bastante grande, Mark se había esforzado en dar una noche de excesos y
se notaba con solo echar un vistazo al lugar; la pista de baile era grandísima, el dj tenía su propia
burbuja, y la barra de tragos tenía una gran variedad de bebidas que seguramente tendrían nombres
muy difíciles. Había luces de colores que le daba una sensación de excentricidad a la noche, me
gustaba ver cómo esos colores vibrantes se pegaban a las pieles de las personas que estaban allí
pasándola bien.

Algunas personas se besaban en la oscuridad, otras charlaban con vasos en sus manos cerca de la
barra de tragos. Y por un momento me sentí solo, porque yo no estaba acompañado por nadie. Sí,
estaba allí con mi hermana y Jeno, pero ellos eran, bueno, ¿pareja?... El punto era que ellos iban a
pasar probablemente el resto de la noche haciendo sus cosas y yo, bebiendo alcohol junto a Mark
hasta que alguno de los dos tuviera que arrastrarse para caminar.

Vagué por algunos rincones hasta que por fin di con Mark. Él estaba charlando con un chico un
poco más bajo que él, no podía verlo mucho debido a la falta de iluminación pero observé con
atención cómo sus resplandecientes dientes sonreían hacia mí cuando los interrumpí sin querer.

―¡Jae viniste!

Apenas él abrió la boca, un gran olor a alcohol salió de ella, indicando que Mark ya estaba bastante
ebrio para ser la hora que era. Le sonreí y él golpeó mi hombro en forma de saludo. El
desconocido chico seguía sonriéndome.

―No me digas que ya estás ebrio.

Mark ladeó como pudo una sonrisa y levantó el vaso.

―¡Pero por supuesto! ―exclamó orgulloso―. ¡Oh! Perdona, este de aquí es Jaemin, Jae, este es
Haechan, un vecino no taaaan vecino.

El chico que ahora tenía nombre, movió su mano con amabilidad.

―¡Un gusto Jae! Mark me ha hablado bastante de ti ―comentó.


―Espero que hayan sido cosas buenas ―sonreí.

Haechan se rió y asintió con entusiasmo. Continuamos conversando unos momentos más hasta que
me percaté de que Mark ya no estaba a mi lado y maldije por volver a perderlo. De todas formas, la
charla con Haechan estaba entretenida y no quería ser tan maleducado de cortarlo todo
bruscamente. Haechan era un chico muy agradable en verdad, me contó que era vecino de Mark
desde hace mucho tiempo y que prácticamente se habían criado juntos. Era tierno cómo se notaba
la esencia de la nostalgia en las palabras del chico, parecía que le guardaba un gran cariño.

Era extraño que Mark nunca me lo hubiera mencionado antes. Bueno, sabía de la existencia de
Haechan por palabra, pero nunca me había detallado su importancia en su vida.

No obstante, yo debía buscar a mi amigo para llevarlo con mi hermana y Jeno, así que tuve que
pedirle disculpas por retirarme, y él con una amable sonrisa me dijo que no había problema, que
luego lo buscara si me aburría por ahí. Giré mis pies y comencé a caminar, no hice mucho hasta
toparme con Mark charlando a los gritos con un grupillo de gente que yo no conocía.

―Hey Mark, lamento molestarte, pero mi hermana quiere saludarte allá en el fondo.

―Oh ¿vinieron al final? ¡Geniaaaal! ―dio palmadas con su mano sobre mi hombro.

Caminando junto a Mark, me di cuenta que estaba algo diferente a otros días, o mejor dicho, a
otras fiestas. Lo notaba más arreglado que de costumbre y con un inminente nerviosismo en la
forma en que mordía su labio inferior, como si estuviera ansioso de algo. ¿Debería preguntarle?
Honestamente no me gustaba meterme en los asuntos de otras personas, pero Mark era lo más
cercano que tenía a un amigo, y no me gustaría que estuviera tenso toda la noche o desesperado
por alguna razón en especial y yo siendo consciente de eso, no ayudarlo.

―¿Pasa algo Mark?

Mark levantó la cabeza y emitió un sonido en forma de interrogante. Entonces sacudió su cabeza y
habló.

―Noooo, no pasa nada ― debe estar muy ebrio , pensé. Pasó su mano derecha por su barbilla y
continuó hablando―, solo que estoy tenso por algo de la universidad, naaaada grave.

La verdad es que en ese momento, me convencí ante sus palabras. Mark estaba bastante ebrio, y yo
no quería atormentarlo de preguntas que quizá no tenga ganas de responderme, así que dejé el tema
allí y nos dedicamos a caminar hasta la que era mi mesa.

Mas esa noche nada pudo volver a ser lo que quería, o lo que esperaba, pues al llegar, mi hermana
estaba besándose eufóricamente con él, ella sentada sobre su regazo sin privarse de nada, y él con
sus grandes manos sobre su cintura, apretando sobre la tela de su remera.

Estoy bien con eso, pensé.

¿O no? ¿Por qué tenía el corazón latiendo tan desenfrenado? ¿por qué?

Mark a mi lado me echó una mirada totalmente desconcertada por tal escena, yo no podía siquiera
pensar en reaccionar. Ninguno de los dos sabía cómo romper con aquellos dos que se estaban
matando. Quería separarlos , lo gritaba en mi interior, pero no podía moverme.

―Uhm... Hey.

Fue todo lo que a Mark se le ocurrió para romper esa burbuja engorrosa que no sabíamos cómo
habíamos terminado viviendo.

Y entonces, ellos se separaron con brusquedad y rapidez. Mi hermana se incorporó, avergonzada al


percatarse que estábamos presenciando todo, y para apaciguar las cosas, sonrió y pidió disculpas
repetidas veces. Él solo movió su rostro hacia otro lado, limpiándose las comisuras de sus labios
con los dedos para luego acomodar su pulcra bermuda.

Parecía avergonzado, pero en realidad no lo estaba. Jeno no era el tipo de persona que
experimentaba la vergüenza.

―¡Hola, chicos! Oh... ¿Cuánto llevan ahí? ¡Lo siento! ―espetó mi hermana. Salió de su posición y
le tendió la mano a Jeno al levantarse―. Jen cariño, ven.

Él obedeció y tomó la mano de Ryujin para luego acercarse juntos a donde estábamos Mark y yo.
Era extraño de por sí ver cómo mi hermana actuaba como una chica sin escrúpulos cuando estaba
con Jeno y luego, actuaba toda tímida e inocente cuando alguien ajeno a su burbuja la veía. Pero yo
conocía a mi hermana, y ella siempre había sido un poco de ambas desde que tenía memoria. Tal
vez se me hacía extraño porque ella actuaba así conmigo solamente; frente a nuestros padres, su
personalidad cambiaba radicalmente, y conmigo era la única persona con la cual podía sentirse
libre y desvergonzada.

Se me hizo algo perverso.

―No te preocupes Ryu ―Mark entabló una sonrisa. Por otro lado, Jeno estaba miraba sus pies y
mordía su labio inferior con fuerza―. ¿La estás pasando bieeen? Lamento no haberlos recibido,
¡hay mucha gente!

―¡Oh no pasa nada! Jaemin nos contó de tus fiestas, pero no nos imaginábamos algo así de
fabuloso ―agregó con entusiasmo mi hermana, tomando con fuerza la mano de Jeno.

Desvié la mirada en cuanto ellos continuaron hablando y sentí que comenzaba a sobrar allí. Mark
no conocía del todo a mi hermana y creo que era la primera vez que se veían en persona y no a
través de fotos. Pero cuando estaba viendo mis propios pies, emergido en mi mundo y
preguntándome cuánto faltaba para que Mark me llevase con el alcohol para olvidarme de toda la
semana que había vivido, sentí sobre mí una mirada intensa. Sabía de quién se trataba, y por miedo,
no lo quise comprobar. El nerviosismo me invadió como una bala, y no esperé a Mark para irme de
allí.

Caminé hasta la barra y tomé asiento allí, pensando seriamente lo que me estaba ocurriendo, ¿en
serio iba a beber solo para dejar que Lee Jeno atormentara mi cabeza? La respuesta obviamente era
un gran ¡Pero por supuesto que sí! Estuve toda la semana con ese sujeto encima, atosigándome de
maneras que hasta a mí me sorprendía haber tolerado, y su inexplicable personalidad me estaba
enrollando más de lo que desearía. Parecía que Lee Jeno me estaba consumiendo como una
enfermedad, me estaba dejando sin posibilidades de huir. Y eso asusta cuando no sabes la razón
exacta del por qué.

¿Por qué? ¿Por qué Lee Jeno se había convertido en una enfermedad?

Llamé al barman que estaba en la otra punta de la barra, y rápidamente se acercó. Le pedí el trago
más fuerte que tuviera allí y él me ofreció shots de un vodka ruso que era mortal, según sus
palabras, lo acepté sin chistar y en menos de diez segundos ya tenía el pequeño vaso de cristal
frente a mí cargado hasta arriba. La garganta me ardió por ser el primero de la noche, pero el
segundo llegó con más calma, el tercero fue cálido, y al cuarto ya había perdido la sensibilidad en
mi paladar.
Para mi suerte, el volumen de la música era bastante alta y la multitud solo se enfocaba en sus
bebidas o en los labios de alguna persona desconocida. Nadie se iba a dar cuenta que yo estaba allí
sentado, embriagándome lo más rápido que podía para poder olvidar que tendría que convivir con
mi cuñado hasta el final del puto verano. Estaba genuinamente sufriendo por tener que soportar
eso. Hoy lo pienso como una exageración, tal vez quien me escuche hablar de esa noche también
piense lo mismo, pero ese día, esa noche , yo estaba ahogándome en sentimientos irracionales que
atosigaba mi mente con el nombre y la cara de alguien que no debería estar entre mis
pensamientos.

No le odiaba, tampoco lo despreciaba como tanto quise convencerme. Solo era… Curiosidad.
Misterios y enredos que mi cabeza odiaba no poder entender. Él no me había hecho nada grave
para ganarse mi odio y desprecio, sin embargo algo de él me incomodaba tanto que ni siquiera
sabía qué esperar. Cada vez que hablaba con él, era como leer el primer capítulo de un libro de
suspenso; desconfiamos de todos, no comprendemos nada, y estamos a la deriva de morir todo el
tiempo si decimos o hacemos algo incorrecto.

Se trataba de una inconstancia que me hacía hervir la sangre cada vez que la pensaba más y más.
¿Me trataba desvergonzadamente, y luego era el mejor cuñado de todos? ¿me escupía en la cara su
deseo de no ser mi amigo, para después pedirme que intentase acercarme ?

Pasé mi dedo por mi labio inferior y la sensación de piel contra piel logró prenderme un poco. El
calor incrementó en mi cuerpo y las ganas de moverme picaron como fuego. La pista de baile
estaba cerca, estaba algo llena de gente, pero aún había lugar. No tenía con quién bailar, pero poco
me importaba. Necesitaba moverme, salir de ahí.

Pero una persona se interpuso en mi camino y lamentablemente, sabía que no podía escapar con
facilidad, pues era Wong Lucas de quien se trataba.

―¡Jaemin, viniste! ―pronunció con su acento americano mezclado con el italiano que se le pescó
luego de años viviendo aquí.

Simulé una media sonrisa.

Wong Yukhei, o Lucas , como todos lo conocían en la universidad, era un chico con el cual
compartí varias clases a lo largo del semestre. Era lindo y dedicado, pero no llamaba mi atención
en nada más que una amistad. Sabía de sus intenciones conmigo cada que se acercaba a echarme
charla, pero mi respuesta siempre fue no a sus proposiciones de salidas. Sin embargo eso nunca lo
detuvo, porque aún luego de haberlo rechazado con amabilidad en varias oportunidades, él siguió
insistiendo cada tanto.

Y era algo bastante admirable, porque nunca había conocido a alguien tan perseverante luego de
un directo y evidente "No quiero salir contigo, Lucas".

―¿Viniste solo? ―preguntó Lucas, tomando asiento en frente de mí. Negué con la cabeza
rápidamente―. ¿Con quién has venido? Pensaba invitarte algo.

―Con mi hermana y su novio ―respondí tajante. En verdad no quería hablar con él en ese
momento. Estaba estorbando mi plan de moverme y olvidarme del estúpido ―. Y no hace falta
Lucas, estoy bien.

Él vaciló pero al final solo movió la cabeza y se apoyó contra la barra. La música retumbó aún más
fuerte y mis ganas de moverse incrementaron con ello, ¿estaba dispuesto a dejar a Lucas hablando
solo para que yo vaya a distraerme bailando con personas extrañas?
Por supuesto que sí.

No obstante, cuando hice ademán de irme, Lucas solicitó acompañarme, y como estaba en plena
vorágine de alcohol en mi torrente sanguíneo a gran velocidad, no lo iba a rechazar ahora. Después
de todo, tenía que tener a alguien de confianza para bailar, ¿no es así? Bueno, tal vez no tan así,
pero estaba ebrio, todo me sonaba coherente en mis pensamientos.

Oía que Lucas me hablaba de cosas al oído, pero mi cerebro no procesaba sus oraciones, decidí
decirle que se callara y que bailemos un rato antes de que me arrepienta. Él obedeció y la música lo
dejó llevar. Yukhei no parecía ebrio ni por asomo, pero eso no me importaba. En cuestión de
segundos, su cuerpo estaba pegado al mío, meneándose en sincronía y balanceándose en un dulce
vaivén y joder, nunca se me había cruzado por la cabeza el escenario de estar con Lucas en una
situación como esa. Parecía una ilusión.

―Jae, te mueves muuuy bien.

No quería responderle la verdad. Solo quería que se callase y apoye su estúpido y gigante cuerpo
sobre el mío y me hiciera olvidar de que lo que estaba haciendo no era lo... Adecuado . O lo que yo
quería hacer en mi interior.

Voy disfrutar de esto por lo que es, me convencí. Solo somos dos chicos bailando en la pista de
baile de una fiesta de universitarios en verano, sin por qué tener que preocuparnos del futuro ahora
mismo. Recuerdo que la música era muy buena, estaban sonando todos los clásicos que sonaron en
la radio por aquel entonces, y la gente se notaba emocionada por saberse todos los temas que el dj
ponía.

Mis manos no se aguantaron y terminaron sobre las de Lucas, en un balanceo que era extraño hasta
para mí, que no era de bailar muy frecuentemente. De pronto yo quería tocar todo lo que estaba en
mi camino, quería saborear, sentir, experimentarlo. Los ojos de Lucas se encontraban brillando de
los mismos colores que las luces parpadeantes de colores que había en la pista, reluciendo a
escondidas un poco de confusión, admiración y timidez que me hizo sonreír con malicia por
dentro.

Claro, lo estaba confundiendo con mi repentina actitud.

Pero no había tiempo de explicaciones, o de sobreanalizar las cosas. Era tiempo de olvidar, de
saltar a otro escalón. Lucas estaba allí, yo estaba allí. No había nada que perder.

―¿Qué? ―fue lo que él dijo cuando me acerqué hasta su oído.

―¿Quieres besarme, Lucas?

Sus ojos, confundidos por mi pregunta, miraron los míos por medio segundo y pasaron a mis
labios, que estaban entreabiertos y esperando ser tomados por él, porque estaba necesitado de
contacto físico.

Yo sabía con franqueza cuánto él me deseaba, joder, el tipo no paraba de mirarme entre las clases,
y Mark me había dicho que había venido a esa fiesta únicamente para verme a mi. ¿Estaría mal
si...?

Claro que estaría mal.

Entonces mis pensamientos se fueron a la mierda cuando Lucas me tomó de la cintura y arrebató
sus labios contra los míos. Su boca sabía dulce pero no me podía concentrar en ello, mis labios
eran torpes y luego él pidió más de mi al querer introducir su lengua tan rápido. Yo no era un gran
besador, en realidad ni siquiera me gustaba besar para empezar, pero Lucas estaba siendo tan
brusco y yo estaba tan ebrio que me dejé llevar por el ritmo de sus labios y de la música en el
fondo.

Mis pies se sintieron como gelatina, mis brazos tuvieron que pasar por detrás de su cuello para
sostenerme mejor. La gente a nuestro alrededor no se preocupaba por nosotros y eso me pareció
perfecto, no quería que nadie estuviera viéndonos o diciendo algo al respecto.

Porque yo mismo me iba a decir de todo luego.

Yukhei besaba bien. Podría llegar a decir que hasta me excitaba, pero había algo que el beso no me
estaba proporcionando del todo y me decepcionó un poco. La electricidad, pensé . La chispa, el
deseo, el anhelo desgarrador de piel contra piel. Eso no estaba.

Confieso no haber besado a muchas personas a lo largo de mi vida, pero todas tuvieron algo en
común, y aquella sensación la volví a repetir cuando besaba a Lucas. Yo no estaba sintiendo
absolutamente nada. ¿Estaba mal? Tal vez sería el alcohol…

Lucas estaba exigiendo mucho en un beso tan furioso, y yo no sabía cómo corresponderle tal
anhelo. Quizá era por la falta de atracción, no lo sé, pero me fue tan insulso que me avergüenza
pensarlo. Me da culpa pensarlo a veces.

El beso no se cortaba y mi respiración no era infinita, quería separarme para tomar un respiro y tal
vez fumarme uno de los cigarros que tenía en mi bolsillo, que aunque había prometido no
fumarlos, me apetecía uno luego de eso.

Y sin embargo, la falta de respiración no fue lo que nos terminó separando, sino una grande y
brusca mano que fue apoyada en el hombro de Lucas, como si no estuviéramos realmente allí
besándonos y solo fuese algo casual para la persona que nos estaba interrumpiendo.

No le vi al instante en que me separé de Lucas, fue recién cuando recuperé la visión y la


respiración en mi cuerpo que le vi allí parado, con el ceño levantado y una media sonrisa socarrona
que me aflojó las piernas. Sus ojos estaban furicos y contrastaba con el resto de sus facciones, que
se encontraban plenamente relucientes. Tal vez ese era el Jeno que tanto quise negar; el que se
enoja y se ríe a la vez, el que es arisco y pertinente, el que tiene dos caras para la misma persona.

No pude darle una explicación en aquel momento a Lucas sobre quién carajos era el tipo que nos
acababa de separar. Puesto que tampoco sabía cómo describirlo.

―¿Los interrumpo un momento?


La perversidad del silencio

Fueron repetidas las veces en que quise, con mucha intensidad, mandar a la mierda a todo el
mundo. Olvidarme de la cordialidad y dejar mis modales de lado solo para satisfacer mis impulsos
más primitivos y salvajes, saciar esa sed incontrolable que nacía en mis entrañas cada vez que una
situación sobrepasaba los límites de la cordura.

Me encantaría decir que podía hacerlo, pero yo era un tipo cohibido e introvertido en esas
situaciones por naturaleza. Cada vez que pasaba vergüenza, mi orgullo se alimentaba de esas
horribles experiencias y terminaba odiándome más de lo que ya lo hacía. Parecía una vil trampa de
la vida siempre terminar así, pero ¿qué le podía hacer? Tal vez era mi destino terminar siempre en
la mierda.

―¿Disculpa? Creo que te equivocaste de persona.

Lucas sonaba molesto por la interrupción, sus manos sujetaban con fuerza mi cadera y no tenía
intención alguna de soltarse. Yo parpadeé, sin comprender del todo por qué Jeno estaba parado
frente a nosotros, con un cigarrillo en su mano derecha, y con la izquierda apoyada sobre su
cintura, mirándonos como si la situación fuese de la más normal del mundo. O tal vez la más
extraña.

―No lo hice ―Jeno sonrió con malicia, su rostro se iluminó cálidamente cuando caló una pitada al
cigarro―. Soy el cuñado de Jaemin, un gusto.

Él estiró la mano para ser tomada por Lucas, pero este solo se le quedó viendo, como si fuese una
jodida broma de mal gusto. Yo estaba perplejo por su audacia. Y por más que el beso con Lucas no
haya sido lo que tenía planeado para la noche, él no tenía derecho a aparecerse frente a nosotros y
comenzar una conversación como si nada. Comenzaba a pensar en que Jeno tenía un radar para los
momentos más incómodos.

―Tengo que hablar contigo ―mencionó él, levantando el mentón hacia mi dirección.

Miré a Lucas y vi la furia en sus ojos. Seguramente ganas de molerlo a golpes no le faltaban en ese
momento. Y como no quería que algo así sucediera, tomé las riendas de la situación (como pude).

Tengo que sacar a alguno de aquí ya , pensé. Pero no quería darle el gusto a Jeno de arruinar aún
más mi noche. Aunque de alguna u otra forma, siempre terminaba perdiendo en sus juegos
maliciosos de quien cede primero.

Estaba muy ebrio para ese entonces, si me ponía a discutir con él allí sabía que iba a salir perdieron
como el mejor idiota del lugar, asique opté por la salida más sencilla. Aunque no por eso era la
más fácil de hacer.

―Eh... Está bien.

Respondí carraspeando. Me separé de Lucas lentamente, vi su rostro y noté la confusión de la


situación. Le di una mirada de "perdón, luego te explicaré" y él solo volteó los ojos, suspirando.
Seguramente me odiaría luego de eso, pero era mejor que me tuviese rencor por romperle el
corazón, que hacerlo pasar un mal momento por culpa de Jeno. Preferí hacerme cargo yo de ese
gran error.

Moví mis pies hacia donde Jeno estaba yendo con una sensación extraña en mi estomago. Quería
salir corriendo, o mejor aún, quería gritarle a Jeno que se alejara de mí de una buena vez y me
dejara tranquilo, pero mis pensamientos eran tan contrarios a mis acciones que cuando quise darme
cuenta, ya estaba cediendo de nuevo a sus ordenes.

Mi cabeza dolía y procesar mis acciones era mucho más difícil que cuando estaba sobrio. Jeno me
había dicho que quería hablar conmigo. Bien. ¿Qué coños tenía que hablar Jeno conmigo que sea
de suma importancia para arrastrarme fuera de la pista de baile, arruinando mi noche?

Tenía en sangre el alcohol suficiente para enfrentarlo y reclamarle lo que hizo, pero por dentro no
quería armar una escena innecesaria. Porque había que ser sinceros, era probable que si lo hacía,
Jeno se burlaría de mí con su insana ironía y lanzaría sus mejores palabras despectivas ¿Tendría
sentido seguir humillándome de esa forma?

Terminé resignado todo el trayecto hasta llegar fuera de la pista de baile. Fue hasta que llegamos a
una esquina del lugar bastante solitaria y en penumbras, que él se detuvo y soltó el cigarro que
tenía en sus labios, aplastándolo con su pie en el suelo.

―¿Qué estabas haciendo?

Lo miré de soslayo, tragué saliva con brusquedad. Su voz sonaba un poco lejana, y extraña.
¿Estaba alejado de mí acaso? Me sentía confundido en el espacio-tiempo. Fruncí el ceño y le
contesté:

―Lo que vine a hacer, ¿no es obvio?

Jeno sonrió de costado, luego enarcó una ceja.

―¿Viniste a besarte con desconocidos? ―cuestionó.

Bueno, tenía un punto. No fue mi mejor respuesta.

―N-no era un desconocido ―un quejido vibró desde mi garganta―, Lucas es un amigo.

―Entonces te besas con tus amigos.

¡Dios!

Mi cerebro no procesaba sus preguntas, estaba muy ido como para refutar una respuesta ingeniosa
y no quedar como un idiota. Pero como lo intuía, Jeno esperaba que yo me pisara solo con alguna
respuesta de borracho imbécil para poder ganarme de nuevo. Él era así, siempre atento para poder
tirar su veneno .

―¡No!... Bueno, ¡no generalmente!

¿Acaso tenía sentido lo que estaba ocurriendo? Dios, quería salir de allí e irme lejos de Jeno. No
solo era porque me sentía profundamente cohibido por su presencia, sino que todo él me causaba
ganas de salir corriendo lejos de allí.

―No era una pregunta Jaemin ―y ante su respuesta, quedé perplejo y algo confundido.

Bien. Él se podía ir a la mierda. No iba a seguir tolerando sus estupideces mordaces el resto de la
noche, ¡yo quería divertirme! ¿Por qué siempre tenía que venir a confundirme de esa forma? Ni
siquiera nos agradamos lo suficiente como para tener un vínculo estrecho de cuñados buena onda o
algo por ese estilo. Apenas nos dirigimos la palabra, y no unas muy buenas que digamos.

Entonces, decidí que debía ponerle los puntos. Estaba harto de esas sensaciones extrañas cuando él
se acercaba y que yo no supiera qué demonios hacer, o qué decir cuando surgía alguna
conversación. Eso no era normal, y no quería seguir creando ideas locas en mi cabeza.

―Deja de burlarte de mi Jeno. ¿Qué quieres? Estaba ocupado antes de que vinieras de la nada y
me arrastras hasta este lugar. No tengo tiempo para t-tu... ¡Lo que sea que quieras de mi!

―¿Crees que me estoy burlando de ti?

―¡Deja de contestar mis preguntas con otras preguntas! ―estaba desesperándome.

Jeno tenía eso, a veces quería jugar con las palabras y luego echarte toda la culpa a ti por
malinterpretar todo, ¡y él era aquí el maldito manipulador! No podía creer que este tipo sea así de
abusador de confianza y aún mi hermana no se diera ni una pizca de cuenta. Jeno se rió por lo bajo
y para colmar mi pobre paciencia, con su mano derecha rozó mi hombro.

Miré por encima de su hombro y busqué con la mirada a Mark, o a Lucas, o a quién mierda
apareciera primero para salir de allí, pero sin darme cuenta, Jeno se había acercado tanto a mi que
quedamos en un espacio bastante... reducido . Quise separarme por la ansiedad que me estaba
provocando, pero al hacerlo, choqué con la pared de atrás, y no tuve espacio para huir. Era como
tener un déjà vu.

―Cálmate, solo quería venir a avisarte que tu hermana se quiere ir antes de aquí. Es para que no
nos... busques luego, por las dudas.

Abrí los ojos emocionado, ¡oh si joder! ¡Se irán antes!, pensé . No tendría a Jeno acosándome toda
la noche, y eso era sinónimo de alegría y felicidad para mí. Tampoco tendría que estar
persiguiéndome de ver si Jeno estaba viéndome desde las sombras cuando estuviese bailando en la
pista con algún desconocido... Oh sí, era la mejor noticia del mundo.

Dejé de luchar para salir y preferí mantenerme quieto por un momento. Jeno se iría, ¿qué caso tenía
ahora de molestarme por eso? Podría volver con Mark, o con Lucas, y no tendría que preocuparme
de nada más que seguir bebiendo toda la noche. Sonreí satisfecho, y fingí mi mejor sonrisa para
aparentar que todo estaba bien frente a sus ojos. Moví la cabeza algo mareado y Jeno pareció
susurrarme algo cuando me agaché a arremangar mis jeans. La verdad es que no lo recuerdo, pero
al separarse, me guiñó un ojo y se fue apartando más y más.

Pero me detuve un segundo a pensarlo un poco más, el efecto del alcohol predominaba mi sistema
pero era Jeno, no debía confiarme al cien por ciento de él si se iba con mi hermana. La conocía y
sabía muy bien que ella no se iría de la fiesta sin antes estar ebria o con al menos una exuberante
cantidad de alcohol en sangre. ¿Por qué entonces ella quería irse antes de la fiesta? ¿Qué era más
llamativo que pasar la noche rodeada de alcohol, música fuerte y el descontrol de una fiesta?

―¿A dónde se irán? Mi hermana nunca se va antes de las fiestas ―ingenuo, lo cuestioné, Jeno se
tensó.

Y entonces él resopló, acomodó el cuello de su camisa y noté su mandíbula moverse con


nerviosismo. No obstante, de un segundo al otro, Jeno había apoyado ambas manos a los costados
de mi cabeza, acorralándome por sorpresa y desorientándome por completo.

Su cercanía me abrumó los sentidos. Mucho más que el alcohol que había ingerido hacía un rato.
No había mucha luz, pero aún así podía distinguir el brillo de sus orbes mirándome fijamente, tan
negros y profundos que estremecieron mis piernas como si fuesen dos gelatinas. En un rápido
movimiento nervioso, cambié la mirada al otro lado de su rostro, intentando no caer en donde no
quería.
Pero fue tan difícil.

Miré sus labios; rectos y finos, brillantes y entreabiertos. Algo se sacudió en mi pecho y aquella
desconocida sensación me aterró. Ya la había atravesado unos días antes, pero me asustó tanto, que
olvidé que había ocurrido; un deseo carnal que necesitaba saciarse, algo dentro de mí que se
pegaba a él como un imán al metal.

Deseaba, con todo el poder de mis sentimientos eufóricos, probar esos dos pequeños cachos de
carne, que prometen sacarme de ese horrible lugar que era la realidad. Tal vez era el alcohol
hablando, tal vez yo ya estaba perdiendo la cabeza, no lo sé, pero ya era tarde para retroceder. Su
boca tan cerca de la mía, oliendo a tabaco y a menta debido a algún chicle masticado hace un par
de minutos, me estaba excitando. Me atraían, los deseaba.

Tal vez si la probaba, iba a dejar de martirizarme tanto…

¿O no?

Era Jeno. Lee Jeno. El novio de mi hermana, mi cuñado . No podía tener esa clase de pensamientos
con él. De ninguna manera tenía siquiera permitido pensar en él más allá de los límites
interpuestos que teníamos. Joder, en verdad no podía. Pero algo dentro de mi quería probar lo
prohibido, saborear el pecado en sus labios. ¿Qué era lo peor que podía pasar? pensé estando en la
nube de la ebriedad. ¿Qué él le dijera a Ryujin? ¿Qué alguien nos viera?

Recuerdo que estaba sonando un tema muy popular de aquel entonces, era parte de la banda sonora
de una película recién estrenada, y la conocía porque a mamá le había fascinado, entonces la
repetía una y otra vez. Lady, Lady, Lady era el nombre del tema. Lo tengo grabado como si fuese
uno de los más memorables días de mi juventud, aunque en realidad, para mí en aquellos
momentos no lo fuese.

Fue entonces que al levantar la mirada de a poco, me percaté de que Jeno me estaba mirando
fijamente los labios también. La música ayudaba a que él no oyera mi exaltada respiración a causa
de mis malos pensamientos, y en parte lo agradecía, porque hubiera sido humillante. Jeno sonrió
cínico unos segundos después.

―¿Sabes una cosa, Jaemin? Creo que eres más inteligente de lo que quieres aparentar.

Mis ojos viajaron por todo su rostro, tratando de comprender a dónde quería llegar de pronto.

―No aparento nada.

Dejó escapar otra mueca demostrando su diversión, agachó la cabeza y luego negó. Me perdía más
en mi propia nube con cada palabra que él soltaba. Mi corazón latía con frenesí y respirar se volvía
difícil en un espacio tan estrecho. Jeno me miró, lascivo y con perversas intenciones en los ojos,
entonces temí hasta de mis propias decisiones.

―Sexo, Jaemin ―escupió―. ¿Ahora comprendes, o te lo tengo que dibujar como niño pequeño?

Claro. Sexo . Detuve todos mis pensamientos y fruncí la frente reteniendo la respiración. Mis puños
se apretaron a cada lado de mi cuerpo por la ira avanzando dentro de mi, Jeno seguía teniendo esa
misma cara de estúpido y no podía controlar mis impulsos de querer callarlo de una maldita vez. Y
ahora era con una genuina violencia.

Jeno tenía eso, lograba crecer en mí sensaciones agrias que me hacían hervir la sangre. No sabía
cuáles eran sus intenciones tratándome de esa forma, y tampoco entendía cómo yo aún lo dejaba
pasar cuando hacía rato debí haberle puesto un freno. O tal vez, inconscientemente, yo no quería
que se detuviera.

Él me hacía perder los estribos, hasta cuando el alcohol era quien dominaba mi sistema y era más
dócil que un pequeño gato. No entendía entonces cómo su efecto hacía tanto ruido en mi cabeza.
Hasta hoy en día, sigo sin comprenderlo del todo. Había dejado pasar las anteriores situaciones,
porque por dentro justificaba todo con palabrería que ni yo mismo me creía a fin de cuentas. Le
daba importancia porque me importaba, sin embargo, esa vez cruzó la línea.

Mi mano parecía moverse sola, no medí las consecuencias ni tampoco la situación objetivamente,
solo lo hice. El ruido de la cachetada se perdió entre el volumen de la música y las palpitaciones
que tenía por todo mi cuerpo, causado por la exaltación de haberle hecho algo así. Jeno dio vuelta
su rostro y de inmediato llevó su mano a su mejilla, probablemente rojiza ahora. Por dentro, me
sentí un poco victorioso.

Si hubiera estado sobrio, probablemente le hubiera pedido perdón, o hasta hubiera dejado que me
siguiera jodiendo hasta el cansancio, porque yo odiaba la violencia en las personas y siempre
quería arreglar todo con una charla civilizada, sin insultos ni nada por el estilo. Pero vamos, ahora
no estaba ni sobrio ni con ganas de dialogar amablemente con mi cuñado tomando el café como lo
hubiera hecho antes. Jeno había sido un maleducado, y yo no lo iba a seguir tolerando.

―Vuelve a hablar así de mi hermana o de mí, y te juro que la próxima no será tan suave.

No me importó lo que tuviera para decirme, seguía un poco abrumado por la sensación del golpe
que acababa de dar y del alcohol todavía haciendo estragos en mi sistema, mareándome y
haciéndome tambalear en mi lugar. Lo había hecho, y no caí de ello hasta que salí despavorido de
su lado. Lo había hecho, ¿pero por qué seguía habiendo un hueco negro en el centro de mi pecho?
Lo quería lejos, y ahora él lo haría, ¿por qué me preocupaba?

Tuve la paciencia que creía necesaria, no quería recurrir a la violencia, en serio que no, pero el tipo
era insistente, arrogante y molesto. No iba a tolerar una conducta así de nadie, mucho menos de
Jeno. Alguien tenía que ponerlo en su lugar de una buena vez. Me importaba un bledo que mi
hermana estuviese enamorada de él, no iba a soportar un segundo más de sus represalias solo por
respeto a ella, ya no más.

La noche no volvió a sentirse igual luego de que dejé sólo a Jeno en ese rincón. Busqué a Lucas
para retomar lo que nos habían interrumpido, o al menos bailar un rato, pero no tuve suerte y
desistí luego de dar cinco vueltas al lugar como un idiota. Intenté lo mismo con Mark pero cuando
di al fin con él, prácticamente era más alcohol que persona y no podía modular ni dos palabras sin
reírse como un ubriaco de cuarta.

Mark estaba algo ido, pero a su lado se hallaba Haechan, el chico que había conocido
anteriormente, cuidándolo y atendiéndolo como si fuese un niño chiquito que no sabe hablar o
moverse por sí solo. No quise meterme en su rollo, y me marché de allí. Luego hablaría con Mark
de todo lo sucedido, o en su defecto, lloraría de la furia como una niñita con él cuando el peso de
mis acciones realmente caiga sobre mí.

• • •

Evité a mi cuñado toda la semana.


Bueno, honestamente, evité a todo el mundo desde la fiesta.

No le había dado una explicación a nadie del por qué me había encerrado en mi habitación. Mi
madre no objetó nada cuando vino a la mañana siguiente, solo me pidió que tuviera la decencia de
comer y no vivir en una cueva como un cavernícola. Papá no apareció y mi hermana, supongo que
estuvo muy ocupada con Jeno como para notar que yo no había merodeado por la casa como de
costumbre, lo cual me decepcionó un poco.

Pero en parte fue un gran alivio. No estaba dispuesto a dar con ninguno de los dos luego de la
escena de la fiesta y de lo que, bueno, se suponía que iban a hacer al irse de allí.

Me dediqué a resumir mis apuntes el tiempo que tuve libre, a estudiar lo necesario para los
siguientes exámenes y sobre todo, a mantener mi cabeza ocupada en cualquier cosa para no pensar
en lo que le había hecho a él. ¿Se lo habrá contado a Ryujin? , pensaba a menudo. De ser así,
probablemente ella hubiera venido a mí a preguntar qué había pasado tan grave como para que yo
reaccionara así de mal, pero como nada de eso había ocurrido, intuí que Jeno fue un caballero y no
soltó ni una palabra.

Estaba muy confundido, muchas preguntas merodeaban en mi cabeza y ninguna respuesta clara se
asomaba por algún lado. Es que, todo era demasiado abrumador y confuso para poder al menos
organizar las ideas principales. No sabía por dónde empezar y qué hacer con tantas cosas pasando
alrededor. Si hubiera sido un poco más inteligente, le hubiera parado el carro a mi cuñado apenas
sentí las alertas asomándose detrás de él, pero no, tuve que ser un imbécil y seguirle el juego.

Se me hacía difícil pensar en que el Jeno que tocó piano conmigo hace unos días, esa persona que
me sonrió con gentileza y naturalidad, era el mismo Jeno que me dijo explícitamente que se iba a
acostar con mi hermana en una fiesta, sin escrúpulos ni pelos en la lengua, solo con el fin de
hacerme enojar y arruinarme la noche. ¡Ni siquiera tenía sentido decirlo en voz alta! ¿Yo estaba
volviéndome loco acaso? Parecían dos personas diferentes y mi cabeza dolía al intentar descifrarlo
de cualquier patética forma.

Me asustaba la idea de pensar en profundidad en cómo Jeno interpretaba al mundo, su manera de


analizar y leer a las personas y las situaciones, parecía perverso, pero no dejaba de intrigarme en
cierta parte. Me asombraba que alguien así existiera y que justo, sea casualidad, se haya topado en
mi vida.

Con mucho empeño, quise volver a mi rutina. Lo hecho, hecho estaba. Repetir como un disco
rayado lo ocurrido no iba a cambiarlo o borrarlo, ¿pero por qué me martirizaba tanto?, ¿era la
culpa? Pero si yo no había hecho nada malo, sino que fue al revés. Era una lástima que mi mente se
esforzara tanto en traicionarme cuando menos lo necesitaba, nunca había aprendido a controlar la
velocidad con la que mis pensamientos intrusivos llegaban y causaban caos por doquier, pero ahora
estos no venían solos, sino que detrás se avecinaba una catarata de aterradores y desconocidas
sensaciones que hasta el día de hoy no podría ser capaz de describirlas.

Mis intentos de burlar mi consciencia fueron tan inútiles como comer sopa con tenedor. Y no solo
pensar en lo sucedido me estaba carcomiendo las neuronas, ¡oh claro que no!, sino también
súmenle que estaba más distraído de lo normal, ya que en solo una tarde, me había equivocado de
materia cuatro veces. ¡Cuatro veces!

¿Era esto un castigo por parte de mi cerebro por haberle pegado?

¿Era parte de mi proceso en desterrar a Jeno de mis pensamientos?

Yo no era así. Yo no era ese manojo de nervios y frustración. Me había mirado al espejo cuando
salía de bañar y llegaba un punto en donde me dieron ganas de romper el cristal porque me ponía
ansioso de ver lo que se reflejaba allí. ¿Qué me estaba sucediendo? Mis hipótesis concluyeron en
que tal vez, estaba sufriendo la crisis de los veinte, o estaba volviéndome completamente loco por
estupideces.

Se sentía como estar al borde de un acantilado. No sabía qué jodidos hacer y ni siquiera tenía a
alguien con quien hablar sobre el tema porque ¡oh! Sería grandioso decir en voz alta que el novio
de mi hermana me venía acosando desde el primer día, y que hacía un par de días casi le beso por
la presión del momento y de la intensidad de los nervios causados por el alcohol en sangre.

Una maravilla de problema tenía entre manos.

Venus fue mi compañía todo el tiempo que me mantuve encerrado y quién oyó cada uno de mis
problemas. Probablemente ese gato estaba harto de mi, y no lo podría culpar, porque yo también lo
estaba. Sin embargo para mi sorpresa, papá vino a mi cuarto a mitad de semana avisándome que,
como era costumbre en nuestra familia, el viernes cenaremos en el patio y que debía estar allí,
quiera o no, porque mamá lo ordenaba, y ninguno quería ver a mamá enojada.

Jodida mierda. Me había olvidado de esas ridículas cenas que organizaba mi madre para toda la
familia.

Era una especie de tradición familiar, o una cosa así. Se basaba en usar el último viernes de cada
mes para reunirnos en nuestro jardín a comer alguna comida tremendamente elaborada, y pasar un
buen rato en familia. Estaban incluidos también los empleados que trabajaban en la finca y si
queríamos, vecinos o amigos de la familia. Hasta ahora, jamás me había molestado o siquiera
incomodado la sola idea de sentarme en una mesa con mis parientes, pero ahora había alguien más
allí que colmaba mi paciencia con solo mirarlo más de cinco segundos.

Y todo empeoraba más por ser verano, pues Ryujin estaba aquí y él era su pareja, lo cual
significaba que mi madre montaría una cena más estrafalaria que antes, y probablemente la
situación se tornaría incómoda en algún punto de la velada. Lo podía ver con claridad el cómo
todos en la mesa lo adoraban cuando soltase un comentario sobre la comida, o el clima; el como
Jeno solo respondería con timidez las preguntas de mi padre sobre sus estudios y que todos caerían
a sus pies una vez más, sin poder ver la hipocresía que manejaba por dentro de su retorcida mente.

Era perverso.
Victorioso por hoy.

Las mujeres siempre fueron un gran conflicto en mi vida. Y honestamente, no sabría deducir el
origen de tal pensamiento.

Nunca pude mirar a una mujer como una amante. Me aterraba la sola idea de verme en intimidad
con alguna de ellas. Era extraño, y muchas veces me preguntaba si mis pensamientos estaban
errados por la edad, o si simplemente yo estaba mal de fábrica.

A los quince, descubrí que no era mi culpa no poder empalmarme con una mujer con poca ropa, o
mirando un par de tetas, de esas que aparecían en las viejas revistas ocultas de mi padre debajo de
su cama.

Cuando me di cuenta que no tenía nada de malo no tener una erección con mujeres a esa edad, un
gran peso se cayó de mis hombros. Fue liberador, pude volver a respirar con normalidad. Al final
de todo, parecía que yo no era anormal entre todos los chicos de mi edad, solo tenía que seguir
esperando el momento en donde pasara eso y listo, todo sería genial de nuevo. Pero el tiempo
avanzaba, fui creciendo, conociendo mi cuerpo y... Las cosas empeoraron, no mejoraron.

Al ingresar a la preparatoria, muchos comenzaban sus primeras relaciones amorosas, iniciaban sus
vidas sexuales y les encantaba alardear sobre ello con el resto de la gente. Aquellos años los
recuerdo con el pesar de la incertidumbre y la culpa de no poder estar al mismo nivel que ellos,
porque me encontraba perdido y totalmente fuera de lugar. No podía darle nombre a lo que me
ocurría, tampoco podía preguntar sobre el tema, estaba solo en eso.

Había desinformación por todas partes, pero mi visión en la vida era contraria a lo que yo oía de las
bocas de mis padres, o de mis profesoras. Eran los ochentas, a nadie le interesaba realmente tu
vida, yo quería seguir siendo una sombra. Pero hubiera sido un alivio poder haberle dado un
nombre concreto a lo que me pasaba por el cuerpo y en la mente en mis años de juventud, me
hubiese ahorrado el amargo sabor que te daba sentir que no encajabas en ningún lugar por algo que
era ajeno a ti.

A los diecisiete, mi panorama dio un cambio totalmente radical. Había comenzado a interesarme
más por los talleres extracurriculares de mi colegio, más específicamente por el de artes visuales.
Pasaba mis tardes enteras encerrado en el salón de clase luego de que mis horarios finalizaran, y no
tenía apuros de volver a casa. No era muy sociable y por ende, tampoco quedaba con personas
luego de clases, entonces tenía libre acceso a pasar todo el tiempo que quería allí dentro.

Adoraba pasar tiempo en ese lugar. Era mi pequeño lugar en el mundo.

Allí descubrí que el arte me ofrecía un escape; me ofrecía libertad creativa, un lugar seguro donde
mi imaginación podía explotar en forma de colores, trazos y lienzos. Era fascinante. Y me atrevería
a decir que fue mi primer amor en la vida. De esos que de solo recordar un momento, te logran
erizar la piel por la euforia y la pasión que te generan.

No obstante, sentía que algo me faltaba. Algo que terminase de completarme y pudiera lograr
sentirme bien conmigo mismo, algo que me hiciera dar el último paso para conocerme, aunque
realmente, ¿Quién se conoce por completo a los diecisiete años? Solo buscaba definirme, ser un
bloque más en la pared de ladrillos que era la sociedad.

Era liberador pintar y estudiar arte, claro que sí, pero no era suficiente. Yo quería algo que me
diera más orgullo, más anhelo, que fuera tan insólito y me hiciera abrir los ojos como si de una
bofetada se tratara. Veía a mi alrededor, tenía el tiempo corriendo en mi hombro y todavía no sabía
por qué albergaba esa insatisfacción con mi vida...

Pero el cambio llegó. Oh sí.

Llegó de la forma que menos me imaginaba y de la mano de quien menos esperaba, honestamente.

Estaba saliendo del salón de Artes una tarde, estaba buscando algo en mi mochila apresurado y, de
la forma más imbécil que podía haber ocurrido, el interior de ésta terminó desparramada sobre el
suelo. Bufé y me dediqué a levantar una por una mis pertenencias con prisa, pues claro, cualquiera
podría pasar y romper mis cosas sin problemas. Y tal vez fue mi urgencia de hacer todo lo más
rápido posible y salir del pasillo, o tal vez fue que como siempre, yo estaba distraído del mundo
exterior.

La verdad es que no lo sabía con exactitud.

Pero alguien tomó una libreta que se había ido bastante lejos de mi alcance, vi sus piernas, luego su
pecho, y al levantarme completamente, reconocí a mi profesor de Historia Renacentista, que me
sonreía y arrugaba sus mejillas con peculiaridad. Yo me inhibí instantáneamente de la vergüenza.

―¿Esto es tuyo, Na?

Él dirigió sus enorme orbes negros hacía mi y la vergüenza caló hondo en mi sistema hasta
hacerme enrojecer.

Asentí y tomé con rapidez el cuaderno, guardándolo en mi mochila. No sé por qué lo hice, pero no
le agradecí y tampoco le devolví una sonrisa amistosa como él lo hizo. Fue muy raro. Muy raro e
incómodo. Así que salí corriendo de allí, fui rápido por el pasillo tomando con fuerza las asas de
mi mochila y, sin mirar atrás, oí que él gritó:

―¡De nada!

Mis mejillas se ruborizaron a más no poder, y una sensación de calidez mezclada con curiosidad
inundó mi interior como una bomba nuclear. Fue raro, inesperado, pero fue lindo.

Fue algo nuevo moviéndose como un parásito sobre mi interior.

Los días posteriores, cada que tenía una clase con él, honestamente no podía concentrarme. Mi
cerebro me traicionaba así como si nada y repetía como una maquina el momento en dónde mi
profesor me sonrió y yo, como un verdadero idiota, fui un maleducado con él. En aquel momento
lo asociaba a mis ganas de disculparme por haberlo tratado así, ¡pero tampoco sabía qué carajos
hacer para remediar esa culpa! No podía ir de la nada a pedirle perdón, eso hubiera sido
sumamente raro.

Entonces comencé a obligarme a callar esa campanilla que vibraba dentro de mí cuando lo veía en
mis clases. No cabían dudas de que iba a ser un error, pero era mejor que someterme a pasar la
vergüenza de mi vida. Si hubiera sabido que el cuatrimestre iba a ser un infierno, creo que me la
hubiera pensado un poco mejor.

De la nada, un día mi corazón comenzó a revolotear como loco cuando entraba a sus clases, sentía
una ferviente necesidad de no sacarle los ojos de encima y de ser amable cada que se me daba la
oportunidad. Ya no era la culpa hablando, tampoco la incomodidad, ahora había avanzado a algo
más complejo, algo que no conocía, pero que me gustaba experimentar. Al terminar las clases yo
me quedaba y platicaba de él de los temas que se habían visto en el día y luego, me ofrecía a
adelantar tareas, solo por el puro placer de estar un rato más con él.
Fue inesperado, pero fue asombroso. Por primera vez entendía las palabras de amor en las
canciones, los colores se me hacían más cálidos y vibrantes que antes, mi sonrisa inundaba mi
rostro constantemente y, sin haberlo querido, me había enamorado de mi profesor de pies a cabeza.

Desde mi perspectiva todo se veía maravilloso, parecía un sueño cargado de luminosa energía que
te hacía revolotear a lo más alto del mundo. El sentimiento, sin mi permiso, estaba calando hondo
con cada semana que transcurría. Lo sabía desde un principio, pero siempre me fue más fácil
ignorar las señales y vivir lo que tenga que pasar, porque era hermoso sentir a mi corazón bombear
miles de sensaciones extraordinarias cuando lo veía.

Y aunque yo no quería darme cuenta de lo mal que estaban esos nuevos sentimientos, ni siquiera
los burdos pensamientos de sí estaba mal amar a un hombre; de sí era correcto querer besar a mi
profesor, o siquiera si era normal tener tantas cosas dentro sobre alguien de tu mismo sexo...
pudieron parar el frenesí de sensaciones violentas de amor que desbordaba por ese hombre.

No podía hablarlo, no podía resolver mis dudas, no había nadie que respondiera mis preguntas.
Solo tuve que enterrarme en la idea de dejar ese sentimiento solo para mi, pero yo no era una
piedra, y mi corazón latía desenfrenado cuando lo veía cada día en el colegio; cuando terminaba su
clase y me quedaba horas hablando sobre trivialidades de la clase con él, cuando me invitaba
amablemente a tomar un café juntos en la cafetería del instituto, o cuando él me prestaba sus
libretas con bocetos y anotaciones sobre temas que a mí me costaban un poco más que los demás.

Yo... Me sentía vulnerable.

Y esa vulnerabilidad tan palpable a flor de piel me hacía volverme loco. Me pasaba incontables
días encerrado en mi cuarto, tratando de detener el tiempo con todas mis fuerzas, queriendo detener
mis emociones y frenar la cadena de pensamientos auto-destructivos que se había vuelto mi cabeza,
pero era inútil. Nada funcionaba.

Cuando estaba en mis últimas semanas de instituto, decidí que quizá era una buena oportunidad
para abrir mi corazón y declarar mis sentimientos al hombre que no pudo abandonar en ningún
momento mis pensamientos en todo el año. Luego de terminar con nuestra última clase como sus
alumnos, cuando todos se fueron y no quedaba nadie, tomé fuerza y valor de lugares desconocidos
y me confesé con la vergüenza dándome un abrazo por detrás.

"Oh, Jaemin... Bien, ¿Cómo puedo decir esto?..."

"A veces pensamos que nuestras emociones siempre van a tener la razón sobre todo lo que nos
pasa en la vida. Y déjame decirte que sí, a veces es así. Pero otras veces, es mejor ignorarlas y
hacerle caso a esa pequeña voz en tu cabeza que te repite una y otra vez, que tal vez sería mejor
dejar pasar ese torbellino que puede ocasionar grandes desastres dentro de ti"

"Te conozco desde hace un par de años, y honestamente, algo así lo intuía... De alguna forma no
eres alguien muy bueno disimulando en las clases. Creo que lo supe cuando me obsequiaste
aquella caja de chocolates por mi cumpleaños" Él soltó una sonrisa. Fue la última que vi de su
parte antes de graduarme.

"Espero que algún día, la persona que tu corazón elija, te devuelva la mirada y la calidez en el
pecho que el amor te trae cuando éste llega a tu vida. Lamento no haber sido yo Jaem, pero algún
día llegará y será genial"

• • • •
Ryujin y mamá se la pasaron conversando muy animadas mientras preparaban ensalada para la
cena. papá, lucía su mejor cara de "todo está en orden" mientras se dedicaba a leer con precisión la
sección política del periódico sobre la mesa, con una copa de vino a su costado. Me encontraba
sentado a una silla de distancia de él y podía leer entre líneas el cómo le preocupaba lo que pasaría
en la cena de esa noche.

Y yo estaba igual.

Nunca habíamos tenido invitados tan... especiales en nuestras cenas de cada mes. Por lo general,
solo éramos nosotros tres durante el año, y luego en vacaciones, se sumaba Ryujin. No contaba a
los empleados porque ellos siempre estaban, la verdad. Pero ahora era distinto y el cambio se
notaba en el ambiente; mamá se había puesto brillo labial, papá no había hablado sobre su trabajo
y yo, no había dicho ni una sola palabra desde que había bajado de mi habitación. El ambiente
estaba tenso y se podía cortar con un filoso cuchillo.

Jeno apareció una media hora después de que Taeyeon anunció que la cena estaría lista para las
nueve. Todos sonrieron y mamá le preguntó a mi cuñado si estaba a gusto con las comodidades de
la casa y del vecindario, y él respondía a todo asintiendo levemente con una media sonrisa que
escondía sus ojos como dos pequeñas medialunas.

Para mi pésima suerte, Jeno se sentó frente a mí, junto a mi hermana. Y digo pésima suerte porque
el tipo tenía una fijación extraña con mirarme cuando yo estaba mirando para otro lado... No sé la
razón de aquello, pero era perturbador y extraño. Y lo era aún más que nadie de la familia se haya
dado cuenta de eso. Más de una vez se me cruzó por la cabeza patearlo por debajo de la mesa y
detener su intenso juego de miradas.

Continuaron hablando de algunas cosas que no pude llegar a entender por la distancia y la falta de
interés que me generaba aquella charla. Sin embargo, Ryujin le llamó a él y mis orejas se pararon
como las de un roedor para oírlos.

―Jeno, ¿tienes todavía el libro que te prestó papá?

Jeno levantó la mirada y detuvo su mano con la copa de vino a medio camino. Asintió y habló:

―Por supuesto cariño, pero todavía no lo pude terminar...

―¿Como así, Jeno? Recuerdo haberte dado Orgullo y Prejuicio , es un libro bastante ligero y
rápido de leer a mí parecer ―se metió en la conversación mi padre, dirigiéndose a Jeno.

Mis ojos se posaron sobre su cuerpo frente al mío y noté su nuez de adán moverse con inquietud al
oír las palabras de mi padre. ¿Ellos se estaban llevando bien? ¿Tanto como para que papá le tuteara
de esa manera? Tal vez en el tiempo que estuve encerrado en mi habitación, muchas cosas pasaron
entre mi familia y Jeno. Quizás, ahora eran íntimos.

―Lo es, pero no estuve teniendo mucho tiempo libre estos días Sr. Na... Pero lo terminaré antes de
irme, lo prometo.

La charla prosiguió entre ellos, no dije nada porque veía innecesaria mi participación en
conversaciones que yo no tenía nada a las qué agregar. Sin embargo, el pánico y la ansiedad
seguían soplando mi nuca y erizando cada puto vello de mi cuerpo como si de una oleada de viento
se tratara. Tenía al mosquito de la moral merodeando por mi cabeza desde que puse un pie en ese
patio.
Jeno estaba estático frente a todos. Sonreía cuando le hablaban, respondía cuando debía y
correspondía a los besos que mi hermana le proporcionaba cada que le era posible sobre sus
mejillas o sobre la comisura de sus labios. Dios, me daba asco . Y no deberían darme asco, joder,
¡eran mi hermana y su novio! ¿Por qué me causaban tantos conflictos en mi pobre cerebro? Era
insoportable y estaba llegando al punto culmine de la situación en no poder soportar siquiera
tenerlos juntos frente a mí actuando como, bueno, una jodida pareja.

Y yo sabía que Jeno en su retorcido interior estaba burlándose de mí. Tal como lo hizo el sábado
por la noche. Lo podía leer en sus miradas esporádicas hacia mí, lo podía sentir en mis entrañas
cada vez que arqueaba sus cejas cuando me encontraba mirándolo despectivamente de vez en
cuando o cuando agregaba algo a la conversación. Ambos estábamos con la guardia en alto, y
ambos habíamos pactado un silencioso acuerdo en acecharnos el uno al otro, a ver quién era el
primero en pisar la ramita y arruinar la noche con algo estúpido.

Obviamente, esperaba con ansias no ser yo.

Fue cuando Taeyeon ordenó que nos ordenemos para poder comer, que las cosas se tornaron un
poco raras.

Ryujin sonreía demasiado y Jeno era muy bueno aparentando no tener muertos dentro del placard,
no obstante, yo sabía que él no podría con las preguntas de mis padres, o las de mi hermana,
porque Jeno no conocía a mi familia tanto como yo lo hacía, y si hay algo que nos destacaba como
tal, era la forma en entrometerse en la vida de los demás. Como los buenos italianos que éramos.

Por suerte llené mi boca de comida para evitar soltar palabras que podrían ponerme en la mira,
masticaba con odio y tragaba con brusquedad. Me sentía con la necesidad de demostrar mi enojo y
tampoco estaba seguro de eso, porque la situación era rara para mí y no sabía cómo afrontarla con
madurez.

―Oh Jeno querido, lamentamos de nuevo que no hayas sabido de la cena de hoy. Esperaba que
Ryujin te lo hubiera comentado en algún momento de la semana ―mi madre tomó un sorbo de su
copa de vino, luego se arregló el brillo labial con los dedos y la servilleta. Mi madre era una
coqueta de primera.

―Descuide, no hay problema, Ryu me contó algo sobre una cena cada mes, pero quizá no le presté
demasiada atención. Es mi culpa.

Mi madre esbozó una expresión atónita y se negó a recibir las disculpas de mi cuñado. Jeno volvió
a hablar:

―¿Puedo preguntar el origen de esta cena de cada mes? Me resulta curioso, hoy en día pocas
familias son así de apegadas a ciertas tradiciones.

Tomé un sorbo de vino para darme el ultimo empujón de coraje que necesitaba, y me metí a la
conversación con mi mejor cara de "eres un idiota, quiero verte humillado frente a todos aquí"

―Cuando Ryu y yo éramos niños, papá tenía un empleo que lo hacía viajar durante mucho tiempo
en el exterior, por ende, no pasábamos mucho tiempo con él. Como una familia, quiero decir
―expliqué, dejando la copa a un costado del plato―. Entonces decidimos elegir un día de cada
mes donde religiosamente debíamos cenar los cuatro, algo especial. Más que nada fue idea de
mamá, pero nosotros contribuimos a que la tradición siguiera a través de los años.

¿En serio había dicho todo eso sin atragantarme con mi lengua? Fue tan espontánea mi respuesta
que al levantar mi mirada, observé como Jeno tenía sus ojos fijos en mí, más precisamente en mi
boca. Entonces relamí mis labios y él parpadeó apretando la mandíbula.

Eso es, enójate. Mírame y muérete por verme fallar.

―Lo mejor de esos años, es que Nana y yo nos la pasábamos increíble ayudando a mamá y
Taeyeon a preparar los detalles de la cena; desde el mantel que íbamos a usar, la música de fondo y
hasta el postre final ―agregó mi hermana, ensanchando su sonrisa.

Tenía razón. Aquellos años los recordaba con tanto cariño que esbocé una sonrisa
instantáneamente, olvidando la guerra de miradas en la que me encontraba.

―¿Recuerdas que papá solía traernos regalos también? ―preguntó Ryujin, asentí y ella prosiguió
hablando con entusiasmo―. Una vez, nos trajo a ambos un juego bastante caro, era una novedad
entre los niños, ¡y Jaemin estaba tan confundido con el aparato que casi lo rompe!

―¡Fue porque aún no sabía leer! Estaban en inglés y yo apenas sabía italiano básico ―respondí
riendo.

Todos en la mesa rieron ante el remate de la anécdota, en un momento pasee la mirada sobre mi
hermana que estaba en frente de mí y mi pecho se infló de ternura al recordar lo unidos que éramos
en aquellos tiempos. Ella era tan divertida y me hacía disfrutar tanto que sinceramente no tenía
malos recuerdos juntos. Levanté la comisura de los labios, divertido y animado por primera vez en
toda la noche, Ryujin siguió contando anécdotas de nosotros dos y sólo hubo lugar para carcajadas
y burlas entre todos los presentes, incluido Jeno que asomaba cada tanto una mueca muy parecida a
una sonrisa.

Extrañaba tanto a mi hermana, que no me había percatado de la importancia de ella en mi vida, y


me vi asombrado por nuestra relación tan maravillosa desde chicos. Era la persona más tierna y leal
que había conocido, nunca me cansaría de ella y sé que ella tampoco de mí. La recuerdo como uno
de mis tesoros más lindos en mi dañada memoria.

La noche transcurrió alegre y entretenida, papá se avergonzó de algunas historias, mamá estuvo a
nada de traer el álbum de fotos de nosotros cuando éramos niños pero gracias a Ryujin, nos
pudimos ahorrar la humillación en frente de mi cuñado y de los presentes. Por mi parte todo fluyó
mucho mejor de lo que esperaba, ya que para mi sorpresa, no tuve... inconvenientes con él en toda
la velada. Aquello me alegró y me di por victorioso por esa vez.

Pero no podía darme el lujo aún de bajar la guardia con él.

Esa noche mis sospechas de las dos caretas de Lee Jeno se confirmaron, y me dejó absorto el resto
de la noche junto a la madrugada entera pensando en las posibilidades del futuro de nuestra
convivencia hasta que sea el fin de su viaje. ¿Podríamos pasar todas las noches así, sin miradas
engañosas, sin palabras rebuscadas y muy malas intenciones escondidas en sonrisas ponzoñosas?
Esperaba con ansias que sí, que él se comportara como el adulto que era y que no tengamos más
roces como anteriormente habíamos tenido.

¿Sería eso tan difícil de lograr?

Estaba empezando a notar los aspectos de Jeno y podía decir con certeza que si era un tipo astuto y
cuerdo, dejaría de hacer burradas y se centraría únicamente en lo que le incumbe en ese lugar; mi
hermana y su amorosa relación.
Expresiones y confusiones.

El hielo se derretía sobre mi bebida, las gafas de sol me protegían de la brillante esfera caliente que
tenía encima y en la radio sonaba el hit del momento. Había elegido el perfecto día para tomarme
un descanso de mis tareas de la universidad luego de semanas intensas sin poder tomar un respiro.

El clima fluía excelente y mi buen humor estaba intacto.

―¿Puedes ponerme bloqueador solar, cariño?

La tan inconfundible voz de mi hermana resonó en mis oídos más fuerte que la canción que sonaba
de fondo. Giré la cabeza levemente y vi a la pareja sentada sobre el césped con una manta de
franjas rojas, ambos con lentes de sol y traje de baño. Jeno asintió, y ella tomó el bloqueador para
esparcirlo sobre su espalda.

Hacer la vista gorda para mi nunca había sido un gran problema, en realidad, antes lo podría haber
considerado una virtud, pero desde que Jeno había llegado, mis mejores habilidades se habían
convertido en mis peores enemigos. Era imposible no dirigir la mirada a ellos dos como si no
estuvieran a un par de metros de mí.

La piel blanquecina de Jeno resaltaba sobre el oscuro y frondoso fondo de árboles del jardín, y el
pelo castaño claro de mi hermana brillaba más que el propio reflejo del sol en el agua de la piscina.

Ambos eran cegadores, y por más que mi intención haya sido pasar un día relajado, leyendo tal vez
algún libro o simplemente disfrutando de la música y de la tarde, no podía disimular la clara
incomodidad que me causaban aquellos dos estando presentes.

―¿Quieres bloqueador Jae? Aún queda un poco más ―comentó Ryujin, dirigiendo el bloqueador
hacia mí con las gafas de sol sobre el arco de la nariz.

―No, gracias, estoy bien.

No me importaba quedar como un tomate por culpa del sol si eso implicaba seguir manteniendo
una considerable distancia de él. Me lamentaba por mi hermana, ella no tenía la culpa de estar
enamorada de un sujeto como Jeno, pero no se exima por más que quisiera. Y aunque debo
confesar que muchas veces pensé en forjar una amistad reconciliatoria con él, las posibilidades
eran tan mínimas como las de encender fuego debajo del agua.

Ella le paseó bloqueador por toda la espalda a Jeno, como si realmente disfrutara de estar en
contacto con su piel blanquecina, casi porcelana. Mis ojos veían el vaivén de sus movimientos y la
connotación sexual con la que interpreté dichos masajes me confundieron aún más. Parecían estar
teniendo comunicación sexual, y solo se estaban pasando bloqueador, pero había algo en esos
tactos tan bruscos y sutiles a la vez que parecían dignos de un contacto íntimo en el acto sexual. O
tal vez yo era el unico idiota que lo estaba interpretando como un cachondo adolescente.

La intimidad se reducía a ellos dos, y yo sabía que estaba sobrando. Agarré fuerte las barandillas de
la reposera y mordí mi lengua cuando pensé que era un enfermo por llegar a esas conclusiones. Y
ella siguió, pasando crema por sus omoplatos infinitos y curvilíneos con fuerza, él contenía sus
músculos debido a la presión y luego, aflojaba todo su cuerpo como un éxtasis físico. Su columna
resaltaba como resaltan las montañas a lo lejos de un prado y su piel, parecía ser traslúcida como
una gota de agua.

Nunca me había fijado de lo blanco que él era hasta que vi descubierta su espalda; era puramente
pálida, tanto, que parecía haber sido pintada con acuarelas en un lienzo. Tanto, que te daba la
sensación de que si la seguías observando, podrías dañarla. No había muchos lunares, tampoco
alguna imperfección que atormentara su tersa y lechosa piel. Le envidié por dentro. En esos
momentos, el sentimiento de recelo era más grande que la verdad que intentaba cubrir debajo de
los fantasmas de mi mente.

El cuerpo humano siempre me había parecido lo más increíble de éste mundo. Siempre había algo
nuevo con lo que maravillarse simplemente mirando a detalle y sabiendo apreciar con subjetividad.
La forma más artística y asombrosa para representar al humano que se me ocurría más rápido,
podrían ser las esculturas. ¿Cómo podía ser que de un pedazo de roca naciera una obra de arte tan
expresiva como una escultura? Luego de años, aún me sorprendía y maravillaba. El material en
definitiva no importaba mucho, mientras sea lo que el artista quiera, el valor de la obra no
cambiaba en absoluto.

Y Jeno extrañamente se asemejaba a una de esas esculturas en mi cabeza. Como esas que
encuentras en los museos más famosos del mundo, como las que los escultores se tardaban años en
terminarlas debido a su complejidad, o como las que simplemente eran el retrato de un sentimiento
oculto, y que uno no supo leerlas hasta que el tiempo pasa y logras simpatizar con el autor por la
sabiduría de una experiencia propia. Ahí era cuando realmente sabías apreciar el arte por lo que
era; una expresión.

A mi cabeza vino la idea de esculpir y sensaciones nuevas hicieron cosquillas en mi estomago,


como si estuviera pensando en hacer travesuras como cuando era pequeño. Lo quería hacer, lo
necesitaba, pero le temía como a nadie. ¿Qué pasaría si se me escapaba de las manos y terminaba
apreciando algo que no quería? ¿Qué sería de mí si descubría eso que no quería? Podría haberlo
negado todo y creerme mis mentiras, pero más fácil era ensuciarme las manos y sucumbir.

En el taller tomé lo necesario y comencé con lo que rondaba por mi cabeza. Buscaba liberar y a la
vez, descubrir, interpretar, analizar, buscaba sentir algo. Tal vez todo fue parte de un plan divino, o
solo fui yo cometiendo errores tras otros, pero no importó cuando comencé a plasmarlo todo en la
arcilla, las figuras se formaban y poco a poco se materializaba esa pesadilla que me quitaba el
sueño por las noches. Esa voz que me dictaba las órdenes a seguir, gritaban detalles que reconocía,
pero que por sumisión callé y seguí obedeciendo, porque quería saber hasta dónde era capaz de
llegar bajo la presión de mi cerebro, de mi tormento.

Quería que fuese una obra de arte. Mi pequeña obra de arte. Algo que solo yo entendiera en el
futuro, algo que solo yo fuese capaz de reconocer con el pasar de los años y vuelva a verla con
otros ojos pero con el mismo sentimiento, con otra sabiduría, pero con el mismo recuerdo.

Toda la tarde estuvieron echados sobre el verde césped del jardín, los vi desde la ventana del taller
mientras esperaba que la arcilla secase para poder modelar mejor. Varias veces los vi compartir
miradas y luego, como si supiesen leerse a la perfección, conectando sus bocas en suaves y dulces
besos que a mí en vez de causarme rechazo, pasaron a provocar curiosidad. No entendí la
sensación, pero tampoco podía desentenderme de ella por completo.

Sin saber el por qué, había comenzado a pensar en las cosas que ellos habrán hecho en la
intimidad. Era un terreno peligroso, pero el misterio a mi me carcomía las entrañas. Hubiese hecho
todo lo que estuviese en mi alcance para detenerlos de hacer algo ellos solos, o que involucrara
ellos dos lejos de mi supervisión. Me generaba ansiedad, inseguridad y paranoia. De pronto, quería
ser la tercera rueda del carro y patear una para emparejarlo de nuevo. Quería ser cómplice de esa
relación, testigo e intermediario, porque así saciaba mi sed de recelo que había comenzado a nacer
misteriosamente.

Taeyeon les trajo jugo de durazno en mitad de la tarde, Ryujin estaba boca abajo y él, recostado
sobre sus codos leyendo un libro que no llegaba muy bien a leer el título, pero tenía la sospecha de
que era de la biblioteca de mi padre. La ingenuidad me había robado el don de poder leer al menos
un cincuenta por ciento a las personas que me rodeaban, siempre me había costado interpretar las
actitudes y las palabras, y Jeno no era la excepción. Odiaba que me costase tanto trabajo conocerle
como conozco a Ryujin, me enfurecía no poder descifrar tantas cosas de él. Con Jeno, aquello que
nunca había sido relevante en mi vida, ahora era una necesidad de saber.

Una curiosidad andante.

Él siempre parecía un fantasma cuando estaba callado, no demostraba emociones en su rostro y


carecía de personalidad cuando estaba frente a mi hermana o con alguien más de la casa. Siempre
parecía distante del mundo exterior y por lo general, no le importaba mucho lo que sucedía a su
alrededor a menos que él estuviera involucrado. Era terco cuando le apetecía y amoroso cuando le
convenía, pero cuando le mirabas a los ojos, descubrías la calidez oculta.

Y todo eso cambiaba cuando estaba conmigo. Ahí demostraba que no tenía pelos en la lengua, que
era un sujeto con complejo narcisista y solo existía él, él y nada más que él y sus anhelos en la
vida. Porque en el poco tiempo que llevaba conociéndolo (y no era mucho, honestamente), me
había demostrado ser una persona que buscaba lo que quería a toda costa, sin importar los medios.

Me atrevería a decir que esa era una cualidad fuerte, una muy buena, pero que con el tiempo podría
volverse malévola y algo poco moralista. Jeno tenía dos caras, y la que más conocía no era
precisamente la más lógica, porque cada vez que tenía un tiempo a solas con él, demostraba ser una
persona desagradable y sin escrúpulos. Pero por otro lado, también me dejaba ver lo civilizado y
modesto que podía llegar a ser si se le daba la puta gana. Él era todo un misterio ante mis ojos. Y,
aunque los misterios me molestaban, ya que nunca sabía descubrir qué eran realmente, también me
parecían divertidos; porque nunca sabías con qué te ibas a encontrar.

Leer a Jeno me costaba más de lo que me gustaría admitir, y sin embargo, ya no me molestaba
como antes el tenerlo tan presente constantemente en mi cabeza y en mis pensamientos diarios.
Algo había cambiado desde la fiesta. Algo se había roto luego de haber estado en el taller esa tarde
esculpiendo enojado sobre la arcilla mientras de reojo lo veía tomar sol en mi jardín.

Tal vez era mi subconsciente diciéndome que ya era hora de dejar de tener tantos prejuicios con
Jeno, o tal vez mi morbosidad queriendo seguir ese juego de adivinanzas más de lo que debería. En
verdad no lo sabía. ¿Era peligroso? Sí, no lo iba a negar, pues mi cuñado no era una persona fácil
de tratar (al menos conmigo), y luego de todas las cosas que tuvo la audacia de decirme, no estaba
seguro de qué esperar de él.

Cada vez que usaba arcilla, las uñas me quedaban sucias por el resto del día y siempre se volvía
incómodo. También, solían quedarme resecas las manos y debía usar las cremas de mamá para que
no se me maltraten tan seguido. Pero estaba seguro que era un pequeño precio a pagar por una
necesidad de crear y plasmar, porque esas molestias no se comparaban en lo absoluto con el trabajo
y la satisfacción que tenía dentro de mí luego de haber terminado la escultura que yacía secándose
en la ventana del taller en ese momento.

Había pasado el resto de la tarde soleada ideando formas humanas en mi cabeza, intentado que se
asemejen a lo que quería y tratando de que satisfagan mis deseos de plasmar lo prohibido en ellas.
Para mi escasa suerte, lo logré.

Una figura humana fue lo que nació primero, un torso masculino al desnudo, sin cabeza y sin
extensiones que molestase a la vista. Me había tomado el trabajo de remarcar una fuerte y ancha
espalda, con hombros prominentes y una cadera angosta como alfiler. Músculos con una
complexión hercúlea que daban placer a simple vista. En cada parte de la pieza había un
sentimiento distinto; quería trazar el sentimiento de confusión en sus movimientos, la negación
acumulada en su interior y para el final, la admiración reflejando el secreto de un deseo.

Mi musa jamás lo sabría, pero había sido la mejor de todas entre mis mejores trabajos. Nunca
había estado tan satisfecho con algo que salió de mis propias manos. Ni siquiera cuando al pasar
los años siguientes, sabía que nada superaría nunca la fatal crisis por la que atravesaba en esos años
tan nostálgicos como fueron los ochentas. Jeno nunca lo sabría, pero él me atormentaba todo el
tiempo.

Mi cerebro se había reactivado artísticamente de nuevo, y las maravillas que hice con ese brote de
imaginación las mantendría ocultas por años, pues ser reveladas serían un pecado para ese
adolescente torpe que no sabía qué sentía y se enfureció por descubrir la excitación por primera
vez.

Me molestaba pensar que justo de él tenían que haber llegado todas esas experiencias nuevas, yo
no quería tener esa visión de él. No necesitaba tener más problemas con el novio de mi hermana. Y
sin embargo, a mi cerebro eso le importaba un bledo, puesto que estaba maravillado con esa
imagen, y con las fantasías que se fueron desencadenando posteriormente. El hacer algo al respecto
fue el comienzo de la tormenta.

Por suerte, nadie iba a reconocer la figura corporal en la escultura. Sería demasiado raro e
incómodo. Imagínense, mi hermana descubriendo que el que estaba tallado a mano en arcilla,
desnudo en todo aspecto, era su novio de joven. Definitivamente eso no debía ocurrir. O sería un
caos.

Por las puertas del viejo taller, entró Taeyeon con su percudido repasador entre las manos,
sonriente.

―Tienes una visita esperando en la entrada, Jae.

Enarqué las cejas, pensando en quién podría ser y por qué motivo. Más que a Mark, yo no podía
esperar a nadie. Sin más, la seguí por detrás abandonando el taller. Y al entrar a la casa sacudiendo
mi ropa de la arcilla pegada en ella, me sorprendí al ver a Lucas parado en la entrada. Tenía sus
manos dentro de los bolsillos de sus jeans celestes, una camisa floreada color pastel y una
expresión nerviosa que jamás olvidaría.

―Yukhei... ―no sabía qué decir, pero suponía que para hacer el momento menos incómodo debía
decir algo inteligente o adecuado, ¿no?―. Hola.

Lucas levantó la comisura de su labio y me respondió el saludo murmurando un leve Hola Jae.
Qué incómodo.

―Disculpa si te interrumpo si estabas ocupado, puedo irme... Sí, mejor me voy ―entonces Lucas
se dirigió al picaporte de la puerta con intención de marcharse, pero antes de que lo tomara, le
hablé.

―No, no. Está bien ―agregué, intentando no darle importancia a la incomodidad del momento―.
No interrumpes nada, solo estaba haciendo boberías en el taller.

Lucas retrocedió unos pasos y volvió a su posición anterior. Quería gritar de los nervios pero no
podía. ¡Qué vergüenza! El sábado pasado bajo una exuberante cantidad de alcohol en sangre le
había comido la boca sin escrúpulos a ese chico y y y... Y ahora no sabía cómo actuar. ¿Debía
hablar del tema? ¿Debía pedirle perdón por haber sido grosero? ¿Por haberlo besado?

No, Jaemin, no fuiste grosero. Él dijo que sí quería besarte ¡Fuiste estúpido, eso fue! Y por eso
ahora te sientes culpable; porque no querías besarlo.

―No quiero robarte mucho tiempo de todas formas, yo solo... Venía a preguntarte si querías, no lo
sé, salir conmigo un rato hoy...

Mi cabeza tardó en procesar las palabras y se quedaron dando vueltas hasta que caí en cuenta de lo
que me dijo. Odiaba ser el tipo de persona que te decía que no fríamente y creaba ambientes súper
incómodos, sin embargo no tenía idea de qué respuesta darle a Lucas. ¿Debía aceptar? No tenía una
mejor solución, quizás él no me llamaba la atención como un interés romántico, pero podríamos
llegar a ser buenos amigos si él me dejaba.

― ¿Ahora mismo? ―con un poco de confusión, rasqué mi brazo. Estaba a punto de gritar.

―Solo si no tienes otra cosa que hacer, no te voy a obligar a que salgas conmigo solo por presión.

Sonreí.

―Lo sé, pero... ―hice una pausa y su rostro se tensó―, no quiero que las cosas queden incómodas
y se malinterprete la situación por lo que pasó en la fiesta de Mark...

Lucas cambió su rostro, y antes de poder continuar lamentando lo que pasó el sábado pasado,
sacudió su cabeza, negando mis palabras y levantando su brazo hacia mí dirección.

―No te hagas problema por eso, Jaemin. Fue lindo, pero sé que lo hiciste por estar pasado de
copas. No hay de qué disculparse ni hablar demás sobre el tema, ¿te parece? Por el bien de ambos,
supongo.

Quedé sorprendido por la madurez con la que Lucas me había encarado. A decir verdad, no
esperaba algo así de él. Lo bueno era que ahora nadie debía dar una incómoda explicación sobre lo
ocurrido y eso estaba bien, era lo mejor.

―De acuerdo, me parece bien.

―Genial.

Di mi mejor intento de sonrisa y él me regaló una igual a mí. Lucas apretó los puños a ambos
costados de su cuerpo, como si quisiera decirme algo más además de todo lo otro y no encontraba
forma de cómo hacerlo. Al notarlo algo nervioso, decidí mejor ayudarle con las palabras y
preguntarle yo.
―Entonces... ¿Aceptas salir conmigo hoy?

Lucas se movió inquieto en su lugar. Tenía los hombros encorvados y la mirada perdida en la pared
de la entrada.

¿Salir con Lucas? ¿Como... en una cita?

Una cita de amigos, Jaemin.

Mi cabeza estaba un poco confundida. Por un lado, quería aceptar la invitación de Lucas para
quedar como amigos, para que quizá nos entendiéramos de otra forma que no sea una romántica,
pero por otra parte, algo me asustaba de todo eso. Nunca alguien estuvo tan empecinado en salir
conmigo, ni siquiera cuando era un tonto adolescente y todos querían salir con todos.

Abrí la boca para hablar, y decirle que mejor debía pensarlo un poco más porque no estaba
completamente seguro de si era una buena idea salir juntos. Porque no sabía si estaba listo para
involucrarme con él luego de la fiesta. Lucas me había demostrado ser gentil y buena onda
conmigo antes, pero desde lo que pasó el sábado sentía una inmensa vergüenza y siquiera podía
mirarle por mucho tiempo a los ojos sin tener malos pensamientos o flashbacks de lo que habíamos
hecho. ¿Esto podría servirme de algo? No quería lastimar a Lucas, él no lo había hecho conmigo
cuando tuvo la oportunidad (porque vamos, tranquilamente pudo haber dicho que se besó con su
crush por media universidad, y no lo hizo).

Tal vez si le daba una oportunidad como amigos, las cosas podrían cambiar.

Había visto a todos mis conocidos en algún momento de sus vidas teniendo parejas, algunas se
enamoraban y vivían su pequeña eternidad de amor con alguien a su lado. La única vez que el amor
había tocado a mi puerta, no fue como yo esperaba. ¿Estaría mal decirle que sí solo por querer
experimentar algo recíproco una vez en la vida? Yo merecía a alguien que alguna jodida vez me
quisiera de verdad. Estaba harto de que nunca me sucediera a mí.

―Está bien.

Lucas quiso saltar de emoción al escucharme aceptar su cita, pero se contuvo solamente
encorvando sus labios y regalándome sus mejores sonrisas que dejaban al descubierto sus blancos
dientes. Su entusiasmo se me terminó pegando al punto de regalarle también una sonrisa.

Le pregunté si estaba dispuesto a esperarme unos minutos hasta que me arregle y duche para salir,
él me dijo sin titubeos que sí y le sonreí antes de subir las escaleras a sopetones. En menos de diez
minutos estaba mirándome frente al espejo otra vez, ordenando mi cabello y alisando mi camisa
que estaba un poco arrugada por haber sido guardada sin doblar. No iba a mentirme, estaba fatal,
pero quería salir y pasar un buen rato.

Quién sabía después lo que iba a ocurrir luego, ¿verdad? No era tiempo para ponerme a
sobrepensar las cosas. Luego habría lugar para eso.

Salimos los dos juntos caminando por la estancia, nadie nos vio y me calmé un poco cuando
cruzamos la entrada y mi casa quedó atrás. Fuimos caminando y charlando de cosas absurdas hasta
llegar a la parada del autobús de la ruta, el sol brillaba más fuerte que en el mediodía y me gustó
estar debajo de él renovando mis energías.

En el trayecto hasta la ciudad, Lucas mencionó algo sobre una feria de discos, me preguntó si
quería ir a echar un vistazo y sin dudarlo le dije que sí. Él estaba muy emocionado y me alegró que
haya sido así. Nunca había pasado tanto tiempo con él, bueno, en realidad nunca había pasado
tiempo con Lucas antes, y ahora que lo podía conocer un poco más, me emocionaba.

―Tendremos que caminar unas cinco cuadras hasta la feria, ¿quieres comprar algo para ir
comiendo mientras tanto?

Lucas sostenía su cartera en la mano e iba directo al quiosco que estaba justo en la parada de
autobuses. Negué con la cabeza y lo esperé afuera del local. Prendí un cigarro mientras tanto para
relajarme un poco, tenía un presentimiento extraño y me estaba molestando desde que subimos al
bus. Quizá era supersticioso, pero nunca era algo bueno cuando esas cosas ocurrían.

Volviendo a casa me di cuenta de que estaba sonriendo como un tonto.

No me había percatado de dicha cosa hasta que atravesé la cocina y Taeyeon me resaltó ese
detalle. No lo creí tampoco hasta que, tuve frente a mí el espejo del baño y confirmé que en serio
estaba sonriendo como un idiota.

La salida había estado mejor de lo que yo hubiera imaginado alguna vez. Resultaba que Lucas era
el tipo más divertido que jamás había conocido, más que Mark, me atrevería a decir. Para mi
sorpresa terminamos encajando muy bien, y los temas de conversación fueron espontáneos y
variados. ¿Vieron esa sensación de placer cuando alguien corresponde todos sus gustos y sienten
que no están tan locos y solos en la vida? Yo me sentí así al volver a mi casa.

Entre tantas risas y bromas, creo que en algún momento me asusté al tener tantas cosas en común
con Lucas. Decían que el ser humano estaba destinado a arruinar su felicidad, ya que no sabemos
estar en paz y tener armonía en nuestras vidas... Y cuando me quebré frente al espejo, cuando me
sentí tan culpable por no ser capaz de merecer algo tan simple como una relación correspondida,
encontré nuevas razones para odiar ser un humano.

No solo me sentí mal por ese pensamiento horrible de no merecer algo bueno, sino que estaba
arruinando mi felicidad por un estúpido momento de derrumbe. Lucas no tenía la culpa de nada,
era obvio. Él había sido muy lindo conmigo toda la tarde, hasta terminó comprándome un vinilo
del soundtrack de mi película favorita, fue todo un amor... Pero el problema consistía en yo y nada
más que yo. Tenía un nudo en el pecho que no podía soltar y me frustraba, había algo naciendo
dentro de ello que me estaba pudriendo las pocas ganas que tenía de seguir adelante.

Me desnudé entre lágrimas y luego todo se mezcló con el agua caliente de la ducha. La sonrisa con
la que había llegado parecía haberse quedado esperando fuera de la habitación, pues jamás volvió a
aparecer en toda la noche. Dolía no poder mantener un equilibrio en la vida, me pesaba no saber
tener un contacto estrecho con otras personas sin arruinarlo en el intento, me quebraba no hacer las
cosas bien.

En mi único intento de amar a una persona, salí tan perjudicado que creo haberme hundido en una
resignación muy grande. Realmente había tratado de no darle mucho espacio a ese tipo de
pensamientos, pero cuando el asunto se hacía tan grande y convives con un irracional miedo, lo
que no quieres que aparezca, te termina dando una bofetada en la cara cuando menos lo esperas.

Se desata el huracán que destruye todas tus paredes, y quedas a la deriva de lo peor de tu pasado.

Sequé mi cuerpo con una toalla y la dejé en la silla de una esquina, me puse la ropa interior
suspirando y desistí de ponerme una prenda superior para cubrirme el torso. Hacía calor y el baño
caliente solo me hizo querer encender el ventilador hasta que se pase el caluroso momento. Mi
corazón se había calmado un poco, las lágrimas se habían ido por la cañería y me resigné a intentar
quedarme con lo bueno del día, a no llorar por algo que no podía solucionar esa noche.

No obstante, apenas toqué mi cama, el peso del día cayó sobre mí como un balde de agua fría. No
pude relajarme y estaba tenso como un hilo a punto de ser cortado de tanto estirarse. Di vueltas
como un loco y ninguna posición me daba comodidad, terminé encendiendo un cigarro que estaba
en mi mesa de noche y me recosté sobre el respaldo de la cama. Tenía una sensación de vacío en el
pecho que ni el caliente humo del cigarro podía hacer desaparecer.

El cigarro se terminó y por fin había ganado algo de sueño, así que me acomodé de nuevo y me
dispuse a entregarme a los brazos de Morfeo lo más rápido posible. Sin embargo, la calma del
silencio nocturno fue interrumpido por unos gritos acompañados de golpes en el suelo de madera
de afuera de la habitación. Se oían cerca.

Enarqué las cejas, en una clara confusión que me aceleró el corazón. La única habitación cerca de
la mía era la de mi hermana. No había nadie más en el segundo piso. Entonces, escuché otro grito
a lo lejos.

Un portazo. Un grito femenino. Un golpe que rebotó en alguna pared de afuera y por último,
silencio de nuevo.

Estaba alarmado, no sabía qué carajos hacer, pero me daba curiosidad saber qué estaba sucediendo,
así que lentamente fui hasta la puerta. Vi por el rabillo de la llave, y no había nada, solo la
oscuridad del exterior y el revoque de la pared blanca de la pared contraria. Tragué saliva, estaba
comenzando a intrigarme.

Entonces oí una voz femenina gritar:

¡Basta Jeno, no quiero oírte de nuevo!

Silencio... Se oyeron bullicios indescifrables.

¡Ay por Dios! ¿En serio te vas a enojar por esto Ryujin? ¡Pensé que ya habíamos superado la
etapa de los celos irracionales!

Estaba perplejo. ¿Qué ocurría? ¿por qué mi hermana peleaba con Jeno de esa forma y con ese
volumen? Muchas preguntas me invadían en ese momento, tenía mil dudas y los gritos del otro
lado de la puerta no me respondían ninguna. Un portazo se oyó y supe que fue de Ryujin cuando
retumbó cerca de mi habitación.

Volví a mi cama corriendo a Venus de la almohada, los gritos ya no se volvieron a escuchar y


deduje que la pelea había terminado. Pero, ¿qué cosa tan grave pasó para que terminaran
gritándose así? Honestamente, pensé que eran de esas parejas que hablaban de todo
civilizadamente. Aunque pensándolo bien, mi hermana cuando estaba irritada era de todo menos
una persona civilizada.

Estaba a punto de cerrar los ojos para disponerme a dormir de nuevo, cuando oigo dos golpes secos
sobre mi puerta. El corazón se me detuvo por un segundo al imaginar a la persona detrás de ese
pedazo de madera y lo que me esperaba si la abría. Si fingía estar dormido, eventualmente sabía
que él se iría. Era una buena opción. Pero mi sentido moral me gritaba que no, que debía ser un ser
humano decente y no ser tan cruel con él por más que, bueno, por más que Jeno no haya sido la
mejor persona del mundo conmigo.
Si lo pensaba bien, él no me había hecho nada malo.

Nada malo directamente.

Solté un resoplo, nervios y un poco harto de no tener un poco de paz luego del día agotador que
había tenido. Quería y no quería hacerlo, pero mis pies se movían solos por el suelo y cuando quise
darme cuenta, estaba frente al picaporte. Sabía que era él quien estaba del otro lado, sabía que si le
abría la puerta algo iba a salir mal.

Miré a Venus que me observaba desde mi cama con sus ojos oscuros y solté el aire que retenía en
mis pulmones por la ansiedad incrementando. Recé al cielo y a quien quiera que esté allá arriba,
que al abrir la puerta no estuviera cometiendo un grave error.
La curiosidad mató a...

―Hola, Jae.

Fue lo primero que dijo al verme.

Escuchar a Jeno me causaba más que escalofríos; su voz era tan grave, profunda y suave a la vez,
que con solo decir un par de palabras era capaz de sacudirte y desorientarte en menos de un
segundo. Me había dado cuenta de su poder cuando me vi imposibilitado de moverme siquiera para
dar un paso más atrás y dejar que él entrara a la habitación. Me dejó perplejo y él sólo había dicho
dos malditas palabras.

¿Qué tan hechizado podría encontrarme, y ni siquiera darme cuenta de ello?

Por causa de la falta de luz en mi habitación, no podía ver su rostro a la perfección, pero
conociéndole, yo estaba seguro de que estaba sonriendo con prudencia y audacia. Tal como lo
había hecho todo este tiempo al estar conmigo.

Para él, todo parecía ser un juego, todo le causaba risa.

―Pensé que no ibas a abrirme.

Mi cerebro pareció haberse desconectado por un segundo de la realidad, porque Jeno me hablaba
pero yo no lograba responder nada. ¿Debería igual, responder algo siquiera? Podría haberle cerrado
la puerta en la cara y listo.

―Oye, cambia esa cara, ¡tendremos una noche de cuñados! ¿no te parece genial? ―Jeno abrió
paso, empujando mi brazo que estaba apoyado en la puerta como si fuera lo más casual del planeta.
Me estaba invadiendo y lo estaba dejando hacerlo, joder, ¿qué sucedía conmigo? ―. Tal vez así
hasta me conozcas mejor y dejes de tenerme miedo, ¿no crees?

Él me miró desde solamente unos cuantos pasos lejos de mí, no hacía falta ninguna luz para ver en
su rostro aquella sonrisa que tantas pesadillas era capaz de provocarme, o sus ojos, que me miraban
serios y expectantes por cada segundo que pasaba. Tenía toda su atención puesta en mí y nada
podía causarme más ansiedad que saber que sus ojos observaban cada movimiento que podía dar.

―No te tengo miedo.

Jeno enarcó una ceja y dijo: ―¿No? ¿entonces por qué tardaste tanto en abrirme?

¿Por qué lo dejaste entrar Jaemin, por qué? ¿Por qué te torturas así?

Él terminó sentándose en la punta de mi cama, suspiró como si nada y estiró sus piernas hasta
acomodarse. Bajando la mirada, vi en sus manos un par de prendas de ropa que suponía fue lo
único que atinó a agarrar antes de ser expulsado de su cuarto. Cerré la puerta detrás de mí para que
nadie oyera y tuviera más tranquilidad en mi cabeza al no sentir el frío aire del corredor helarme la
espalda y las ideas. Estaba un poco absorto en mis pensamientos, quería convencerme de que nada
malo iba a ocurrir si me mantenía cuerdo y firme toda la noche, pero era Jeno, yo no sabía qué
podía esperar de él a esas alturas.

Decidí aferrarme a la idea de que nada iba a pasar porque era mi habitación, mi lugar seguro.

Nada malo tenía por qué pasar.


―No tenía donde ir, tu hermana prácticamente me echó ―soltó como una confesión al aire. No
me atreví a mirarle, ni tampoco sabía qué responderle por vergüenza, pero por cómo lo dijo y por
los gritos que había tenido el (no) placer de escuchar anteriormente, intuía que él tampoco tenía
planeado pasar la noche aquí en mi habitación. Sin embargo, tenía mis dudas al respecto de cómo
llegó aquí. Me gustaría saber qué diablos pasó para que Ryujin terminara así de enfadada.

―Está bien, supongo.

No iba a mentir, tenía un poco de miedo de levantar la mirada y encontrarme con sus ojos asesinos.
Me daba miedo responderle algo que pudiera usar en mi contra, tenía miedo de prácticamente
respirar allí dentro. Si viviera en una planta baja, probablemente ya me habría tirado por la ventana
y echado a correr. ¿Estaría mal si no lo miraba en todo el tiempo que se quede? No sonaba como
una mala idea, después de todo, no teníamos por qué entablar una conversación confianzuda,
¿verdad? Jeno no me obligaría tampoco a hablar, sabía que yo no iba a ser amable.

Solo tendría que evitar cualquier cosa de su parte, debía simular que era otro día más en mi vida,
que el hombre con el cual me estuve atormentando psicológicamente no iba a dormir a menos de
un metro de mí en mi habitación. Tendría que fingir que yo estaba bien con todo eso, solo por una
noche. Podía hacerlo.

―¿Puedo pasar al baño a cambiarme al menos, o te quedarás allí parado mirándome como si fuera
un fantasma?

Jeno pasó cerca de mí cuando fue camino al baño. Fui un idiota, lo sabía, pero era parte de la
estrategia. Ignorarlo hasta que se vaya, o en mi caso, hasta que se quede dormido y yo pudiera huir
de la habitación, lejos de él y de los malos pensamientos.

Tragué saliva y me decidí a acostarme de una buena vez. Tomé una remera de la silla que estaba a
un costado porque estaba prácticamente desnudo frente a él y no quería ser víctima de miradas
invasivas. Las manos me sudaban mucho, como nunca antes. El nerviosismo que tenía no era solo
por tener a Jeno ahí, sino porque me sentía expuesto, indefenso. Nunca, ni en mis más remotos y
macabros sueños hubiera pensado que él dormiría conmigo en... mi habitación.

Quizá mañana me levantaría y tendría la suerte de darme cuenta que todo había sido parte de una
pesadilla.

Al sentarme en la orilla de mi cama, Jeno encendió la luz del baño y el brillo coló entre las rejillas
de las puertaventanas. Tragué mis quejas y traté, en serio traté, de no volverme un histérico total
con el pensamiento de Jeno usando mi crema dental, o secándose el rostro con mi toalla, o usando
mis sábanas para dormir... Sí seguía así, no iba a terminar durmiendo una mierda.

Soportar una noche con él tal vez no era tan malo. Si me lo ponía a pensar mejor, tal vez hasta
serviría de ejemplo para demostrarle que era capaz de comportarme como una persona civilizada
frente a él. Pero, algo dentro de mí llamaba al caos.

¿Debía estar de acuerdo con todo eso? Había batallado con ese sujeto desde que llegó a casa,
intenté de buena forma aprender a tratar con él y su carácter de hijo de puta. No funcionó. Luego,
traté de alejarlo de mí y de mi alrededor, ignorando su existencia y encerrándome en mis asuntos.
Tampoco funcionó. ¿Qué carajo tenía que hacer para que Lee Jeno dejara de entrometerse cada vez
más en mi vida, en mi cuarto, en mi espacio, en mis jodidos pensamientos de cada día?

Furioso, saqué de la cómoda un juego de sabanas extra para el imbécil, de mi armario tomé una
almohada vieja que solía ser mía y se la tiré al suelo junto a las sabanas. Ahora, era su problema
arreglárselas, yo me iba a dormir y no pensar más en el tema.
Hasta que oí las puertaventanas del baño abrirse y escuchar un resoplido de su parte. Ya estaba
acostado, no iba a darme vuelta para ver su expresión, pero apostaría mi poco dinero en el banco
que no debía ser una muy buena. Escuché ruidos y el interruptor de la luz siendo apagado.

Ahora sí, calma al fin.

Me tapé con la sábana hasta la cintura, en un bobo intento de que no se vea nada de mis vergüenzas
mientras dormía. Sin embargo, la paz culminó cuando Jeno bufó molesto en el suelo.

―Sé que no estás dormido ―lo ignoré. Que se joda.

Entonces oí una silla moverse, a Jeno levantarse y luego, silencio.

Estar contra la pared me imposibilitaba ver qué estaba haciendo a unos metros de mí, pero la
curiosidad me picaba por verlo. ¿Por qué de pronto se había callado? Si era cuidadoso, podría verle
por el rabillo del ojo, pero me detuve, porque no estaba siendo fiel a mi convicción de ignorarle
haciendo eso. No sería digno de mi parte luego de haberme recriminado tanto el asunto.

En la plena penumbra de mi habitación, mis pies se pusieron inquietos debajo de la sabana, mis
manos sudaban que daba miedo entre ellas y el estómago se me revolvía como si hubiesen
lombrices en él. Ahora no quería más el silencio de la oscura noche, ahora quería que Jeno dijese
algo, o iba a explotar. Sabía que no estaba acostado y que me estaba observando, podía sentir su
mirada traspasando mi cuerpo como rayos x.

Mordí mi labio, impaciente y con el ojo palpitando por la ansiedad. Quería preguntarle por qué
estaba en mi cuarto a esas horas, por qué había peleado con mi hermana y sobre todo, por qué me
seguía involucrando en sus asuntos. Pero no debía dejarme vencer por esos bichos repugnantes que
se metían en mi cabeza como pensamientos intrusivos. Tenía que mantenerme firme, alejado de
problemas que no eran míos. Así, mantendría la cordura.

Pero como bien dicen, el humano estaba condenado a errar. Tarde o temprano iba a ceder y no me
iba a gustar hacerlo al principio, solo hasta que encuentre el sabor de lo prohibido que tanto intenté
ocultar.

Odiaba vivir así, pero no podía contenerme. Él era caliente, lindo y fugaz, me atraía como el sol
atrae a los girasoles al amanecer.

Era un hijo de puta que se aprovechaba de la bondad de mi hermana, de mi familia y hasta me


atrevería a decir que de la mía también, porque tenía motivos de sobra para pensar en él como un
hipócrita, un sinvergüenza y un atrevido de primera. Desde que había llegado solo había causado
confusiones y problemas en mi vida, estaba ahogándome en él y en su mundo, apenas sentía la
realidad sobre mis hombros cuando él entraba a jugar con mis pensamientos.

Quería que esos dos meses de verano pasaran rápido, deseaba que llegara ya el momento en donde
Jeno se subiera a un taxi y saliera de aquí para siempre. No lo quería ver nunca más en la vida, no
me interesaba tener alguna relación con él, tampoco lo quería como pariente. Y si tenía que hablar
con Ryujin sobre eso, lo haría.

Me tenía hasta el hastío con su imprudencia, su narcisismo y sus respuestas poco hilarantes ante
conmigo, ¿yo qué le había hecho para que me tratara así? Desde que llegó lo había intentado todo
y nada tuvo resultado. Ya estaba harto de pensar tanto en él como una prioridad de problemas
cuando tenía cosas mejores en las cuales enfocarme, como por ejemplo la universidad; conseguir
un empleo para largarme de allí; o hasta en Lucas, quién era una persona excepcional la cual
podría servir como ayuda si lo quisiera.
―¿No vas a preguntarme por qué estoy aquí al menos, Jaemin? Tu indiferencia no me la trago ni
un poco ―escuché entre el sonido del silencio. Mi corazón saltó en mi pecho por el susto de su
voz siendo una intrusa en mis pensamientos.

Respóndele, quizá así deja de tomarte como un estúpido , pensé.

―No me interesa tu vida.

―Auch, eso sí dolió ―respondió. La luz que entraba por la ventana iluminaba pobremente mi
habitación, pero aún podía ver su sombra en la pared que tenía enfrente, estaba sentado justo en
dónde se encontraba la ventana―, ¿no piensas que estás siendo demasiado duro conmigo? No te he
hecho nada malo que yo recuerde.

¡Ja, el hijo de puta tenía hasta la audacia de decirme eso!

―No pienso responder tus provocaciones, duérmete o seré yo quien te eche.

―Parece que al fin dejaste el miedo de lado y te dignas en responderme algo, ¡qué bien!

Resoplé, intentando conservar la calma que necesitaba más que nunca para no mandarlo a la jodida
mierda. Pero era inútil, Jeno siempre tenía algo que me hacía colmar mis límites, entonces con
fastidio y entre dientes solté de mis labios:

― Uhg, coglione.

―Oh, ahora me insultas en italiano ―replicó con sarcasmo―, es un avance.

Vencido por la furia que carcomía mi cuerpo, intenté darme vuelta para reprocharle que no
buscaba avanzar en nada con él, que lo quería lejos y que dejara de torturarme con sus respuestas
sarcásticas todo el tiempo, pero al hacerlo, me terminé enredando con las sábanas y caí al suelo,
golpeando mi rodilla con la dura madera y lastimando mi pie con el borde de metal del sommier.

Estupendo.

―¡Te pasa por insultarme indebidamente! ―agregó Jeno, echando risas mientras yo me retorcía de
dolor por el fuerte golpe. Él se incorporó y tendió su mano ante mi. No iba a aceptarla, tenía gusto
de superioridad en su aura y yo no iba a darle el placer de ganarle esta vez. Pero terminé venciendo
cuando al intentar pararme por mi cuenta el tobillo me dolió como el diablo―. Vamos. Levántate,
italiano gruñón, que yo no muerdo.

Espero de corazón que no, pensé.

Apreté los dientes en mi boca, intentando contener a mi orgullo queriendo salir dentro de mí a
decirle unas cuantas cosas para nada lindas pero me decidí, o mejor dicho me obligué , a desistir de
ello para no ocasionar más problemas esa noche. Jeno apretó sus dedos sobre los míos, tomando
con fuerza mi mano e impulsándome desde el suelo. Su agarre me sostuvo hasta que pude
sentarme en mi cama y mermar el dolor de mi tobillo. No había sido un golpe grave pero el dolor
estaba siendo bastante jodido.

Fue entonces que me di cuenta que tenía mi mano entrelazada con la suya, quise zafarme de ella
pero mi cerebro no correspondió a mi deseo. Parecía que quería disfrutar de su toque contra mi piel
por un instante más. Pero a la vez, todas las alarmas en mi interior se encendieron como estación
de bomberos, prácticamente gritándome que debía salir de ello o iba a estar en problemas. Pero
Jeno me miraba con ganas de no soltarme tan fácilmente.
No le conocía mucho, pero había tenido experiencia con esa mirada. No era bueno.

Y entonces él descendió sus dedos hasta llegar a mi mano, tocando así mi palma y luego el
comienzo de mis dedos. Se sentía extraño, hacía cosquillas. Y cuando estaba levantando la mirada,
me estremeció darme cuenta que Jeno estaba mirándome directamente a mí, queriendo conectar
miradas sin ningún tipo de tupé de por medio. Sagaz , pensé.

Él sonrió con malicia, sus dientes se revelaron ante mi y me perdí en ellos por un segundo.
Estábamos a una distancia relativamente corta, pero aún así podía sentir el calor invadir mis
mejillas, por la incomodidad del momento y la tensión que habíamos creado por accidente (¿O no
tan accidente?) . Por mi bien terminé alejándome, pero Jeno no quitaba sus ojos de mí, ni siquiera
cuando me volví a acostar en mi cama ignorándolo por completo.

A veces me pregunto, qué hubiese pasado si yo le apartaba la mirada por mi timidez, tenía la
esperanza de que nunca pensara que yo le tenía desprecio, no quería que él supiese que mis
intenciones, muy en el fondo, eran igual de maquiavélicas que las suyas.

―Duérmete ―dije por lo bajo. Aunque no lo pareciera, le estaba prácticamente rogando que lo
hiciera. No quería más emociones.

Pero Jeno no me hizo caso alguno. Contrario a lo que le había dicho, él terminó arrodillándose al
costado de mi cama. Justo a mi lado. Su respiración chocaba contra mi cuerpo y sus brazos estaban
apoyados sobre el colchón sin problema alguno, me sentí totalmente invadido por él en ese
momento. Entonces me moví un poco, la luz no era mucha pero había sacado la suficiente valentía
para girarme y verle a la cara, y mi corazón se desbocó cuando le vi con el mentón recostado sobre
sus manos en la cama. De pronto todo se había detenido, la luz se hizo intensa y el sonido del
palpitar de mi corazón fue lo único que oí.

Mis ojos no pudieron escaparse de sus bonitos orbes resaltando entre la tenue oscuridad del cuarto,
tampoco de sus salvajes mechones de cabello que estaban revueltos, ni de sus labios ligeramente
encorvados. Jeno soltó una risita. Todo lo que había encontrado atractivo en él se vio desvanecido
cuando me acordé que era un idiota sin remedio. No podía volverme gelatina por un sujeto así, no
tenía puto sentido.

Me había sentido vulnerable, diminuto e incómodo por tenerle a mi lado. No sabía qué decir,
tampoco qué hacer. Tenía en su forma de ser algo misterioso que no me dejaba respirar en paz,
algo que me atraía a él como los imanes atraen el metal.

Sin embargo mi mundo cayó en pedazos cuando Jeno en un movimiento que no preví, se acostó a
mi lado. Y ahora no tenía lugar a dónde mirar que no sea él. Tampoco lugar a dónde huir. No tenía
escapatoria cuando Jeno estaba en todos lados.

Mi cama no era particularmente grande, apenas cabía yo, imagínense cómo estábamos ambos en
esa plaza. Agradecí por un segundo haber estado del lado de la pared, sino mi destino hubiera sido
el suelo de nuevo. Había comenzado a sudar cuando Jeno se movió quedando recostado en su
brazo de costado, mirándome con intenciones indescifrables en sus ojos. Yo pretendí mirar el
techo, no tenía el valor suficiente de girarme, aunque tampoco tenía que hacerlo. Pero era
imposible negarlo, era más fuerte que yo. Estaba perdido, jodidamente perdido. El tobillo me dolía,
el pecho me temblaba y el cerebro no me funcionaba, tenía todo en contra y aún así, Jeno se atrevió
a hablarme de nuevo.

―No te entiendo Jaemin. Me confundes mucho.

El estómago se me revolvió por completo, mi ojo en cualquier momento iba a empezar a temblar de
la ansiedad y Jeno no tenía idea alguna de lo que me estaba provocando. ¿Siquiera le importaba lo
que estaba haciendo? Hacía no mucho estaba peleando con mi hermana por quién sabe qué, y
ahora, tenía la audacia de acostarse en mi cama y soltar una cosa como esa. Era un bastardo. Pero
lo dejé ser, no sé por qué, pero no le detuve allí. Tal vez por dentro, quería dejarlo simplemente
pasar.

Porque mis mejores intentos de resistirme a él fueron echados a la basura en menos de un minuto,
con tan solo sentir su invasión en mi espacio, con tan solo tener su mano teniendo contacto con mi
piel, y quemándola en el acto.

La luz de la ventana le daba perfecto, sus orbes eran negros como la noche de ese día y
centelleaban maldad entre ellos. Parecía que el cielo acompañaba el hecho de estar con él por
primera vez, parecía destino, o tal vez, ¿coincidencia?.

―Duérmete y deja de ser un problema ―saqué de mi rostro su mano bruscamente, fruncí el


entrecejo y él no hizo más que reírse de nuevo.

―Ja, eres de lo que no hay.

Estaba a nada de morirme de la vergüenza.

―Cállate.

Mis quejas quedaron en el aire cuando él acortó la distancia para mirarme directamente a los ojos,
haciéndome saber que tal vez estaba a punto de confesarme algo. Por inercia, yo me incliné hacia
atrás, casi chocando con el respaldo de la cama.

―¿Puedo hacerte una pregunta?

―No, cállate por favor ―imploré, dejando a la deriva mi dignidad una vez más.

Entonces Jeno con su mano derecha, tomó de nuevo mi mentón y lo alzó a su misma altura. La
sensación de una travesura flotaba entre nosotros y lograba asustarme de todas las formas posibles;
yo no deseaba responder sus preguntas y tampoco quería que estuviéramos así, pero tampoco sabía
cómo decirle que parase, que se detuviera antes de hacer algo que tal vez luego pudiera lamentar.

―¿Por qué no te gusto, eh? ¿Por qué no te agrado?

Por un largo minuto no tuve una respuesta para darle, iba a voltear la cabeza y hacerme el
desentendido, quitando su brazo de mi cuerpo y levantándome de la cama e irme al baño, o a
cualquier lado donde él no estuviera, y fingir que los últimos quince minutos no habían ocurrido,
pero yo era consciente de que no iba a actuar así por más que lo anhelara con todo mi ser, y
también sabía que Jeno no me dejaría ir, porque seguía expectante de una respuesta que no sabía
aún cómo congeniar coherentemente.

―Eres el novio de mi hermana ―mascullé despacio, reteniendo el aire que había en mis pulmones
para no decaer―, ¿estoy obligado a que me agrades?

Jeno ladeó levemente, en sus ojos negros no había nada, de tal manera que pensé dos veces en sí
debía ponerme en riesgo con ese juego maquiavélico a donde me estaba llevando. Mi respuesta le
hizo torcer el entrecejo y mi boca comenzó a secarse de tantos nervios recorriendo mi cuerpo. En
cualquier momento iba a escapar, juro que lo iba a hacer.

―Yo esperaba que sí ―arribó su mano hasta mis caderas y las apretó un poco, me quedé absorto
mirando su templado rostro al hacerlo―, ¿no sientes que ya fue suficiente Jaemin? Desde la
cachetada en la fiesta; el beso que te diste con ese chico enfrente de mí, hasta tu silencio durante
estas últimas semanas, ¿o crees que no me di cuenta que estuviste evitándome todo este tiempo?
No soy idiota.

Me dejó sin aliento.

La palabra «amistad» vino a mi cabeza como un flash. Él me había dicho el primer día, que amigos
no seríamos, y que intentarlo sería absurdo, pero ahora, ahora que verdaderamente estaban todas
las cartas sobre la mesa, puse en duda todo lo ocurrido ese primer día. Absolutamente todo.

Todo este tiempo, mientras yo mataba a mi cerebro para no pensar en él, Jeno me acechaba desde
lejos, desde su lugar cómodo y privilegiado. Me analizaba con cada paso que daba, con cada
palabra que decía, con cada cosa que hacía. ¿Cómo fui tan idiota en no darme cuenta? Claro, ahora
tenía sentido, pero en ese momento, todo cayó como un balde de agua fría en pleno invierno.

La fiesta. Las preguntas. El durazno en el piano. Los cigarros... Las miradas.

―No me toques... ―tartamudee cuando su mano ascendió por mi columna, se me pararon los
vellos de todo el cuerpo y si no era lo demasiado fuerte, era posible que no fueran lo único que se
me iba a estremecer si seguía así.

―¿Por qué me evitas?―entonces, lentamente Jeno fue volteando nuestros cuerpos sobre la cama,
sus manos no se separaban de mi piel y me estremeció su precisión en cada toque que me concedía,
como si lo hiciera con cariño, con deseo, con ganas.

Mi cabeza estaba desconectada de la realidad. No podía detenerlo. Y no podía negar lo que sentía
en ese momento; la electricidad me recorría el cuerpo, hacía temblar mis extremidades y la mirada
sugestiva de Jeno no ayudaba a detenerla. Sentía el peligro acechando en esos toques y tampoco
podía pararlo, porque podían ser incorrectos, pero a mí me estaban gustando en alguna morbosa
parte de mi ser.

Su mano derecha ascendió hasta la zona de mi cuello, tenía los dedos fríos y el contraste con mi
piel ardiendo me hizo temblar. Jeno suspiró al verme cerrar los ojos, y yo me quedé indefenso
frente a él, perdido y lloriqueando como un cachorro.

Si no lo veía, no era real. Me repetí eso todo el jodido tiempo.

―No tienes idea, Jaemin... No te das cuenta de nada.

Estaba aprisionado, no tenía salida y sus palabras me encadenaban aún más a un pecado del cual
yo no quería ser partícipe. Oí sus palabras pero no me importaban, yo ya estaba perdido. Sus
toques estaban volviéndome loco y la capacidad de razonar se había ido hacía rato.

Pensé en gritar que se alejara, pero no tenía control siquiera de mis cuerdas vocales. Estaba
incapacitado de todo, era un rehén de sus palabras y de su cuerpo.

Se suponía que debía de haber sido otra cosa, no tenía por qué estar pasando todo eso cuando yo
estaba completamente negado a ceder. Pero fui débil, supongo. Jeno era atractivo ante mis ojos, no
podía negarlo frente a nadie, ni a mí mismo. Había sido la curiosidad, tal vez el misterios, o quizá
yo era masoquista, pero Jeno me tenía hechizado de pies a cabeza. Había caído rendido, y las
consecuencias estaban prontas a tocarme la puerta.

Continuó con sus caricias hasta que algo reaccionó en mi cuerpo, Jeno me estaba viendo volverme
una gelatina. Estaba a punto de desfallecer como las hojas de los árboles cuando llega octubre.
Entonces su mano tocó mi abdomen y me perdí en el cielo. Un gemido ahogado y silencioso se me
escapó de los labios, apretaba los ojos con fuerza para contenerme de esa realidad perversa que
estaba viviendo y me prometí rasgarme la piel en la ducha cuando todo eso pasara. Me sentí sucio.

―Responde Jaemin.

―No...

Mi voz se había vuelto un hilo. No podía siquiera modular.

―¿No?

―No me gustas Jeno... ―y entonces, como un jodido acto de magia, las manos de Jeno
aprisionaron mi cuello e hicieron de él lo que quiso. Sus labios, que antes estaban enmarcando una
sonrisa triunfal, ahora estaban lamiendo partes sensibles de mi abdomen que me estremecían a
profundidad.

Iba a aferrarme a lo que pobremente había quedado de mi orgullo. Tenía el caos sucediendo delante
de mí y aún así me sujeté a mi salvavidas, o sino iba a morir quemado en las llamas que él estaba
incendiando.

Jeno no me gustaba.

No me agradaba.

No me interesaba.

No podía hacerlo...

Y entonces abrí mis ojos y le vi, estaba encima mío, tocándome y acariciando mi piel como un
dulce. Algo se quebró dentro de mí en aquel momento, tal vez fue la moral yéndose de mi vida, o
quizá fue la culpa que comenzaba a avanzar, no lo sabía. Solo estaba seguro que la curiosidad que
había tenido con mi cuñado, la iba a pagar caro en el futuro.

End Notes

hey! este es un fanfict iniciado en wattpad pero aún no está terminado, se irán actualizando
en simultaneo por ambas plataformas <3

wattpad user: @wayvenus

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