Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
To cite this article: María Clemencia Ramírez (2017) Las conversaciones de paz en Colombia y
el reconocimiento de los cultivadores de coca como víctimas y sujetos de derechos diferenciados,
Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies / Revue canadienne des études latino-
américaines et caraïbes, 42:3, 350-374, DOI: 10.1080/08263663.2017.1379135
ABSTRACT
In this article I argue that the conduct of the war on drugs in Colombia
has been influenced by the discourse of truth, reconciliation, and
reparation at the core of the peace negotiations with the FARC
(Revolutionary Armed Forces of Colombia). The government’s recogni-
tion of peasant coca growers (campesino cocaleros) as victims of the
conflict is one example of this influence, and another is the cocaleros’
own appropriation of the discourse of reparation to frame their strug-
gle for decriminalization as a demand for recognition by the state as
political subjects with special rights. This demand brings up two points.
First, campesino cocaleros consider themselves victims of both the
armed conflict and widespread drug trafficking in the rural areas where
they live and work. Second, although, unlike Colombia’s indigenous
and Afro-descended populations, they share no identifying ethnic
identity, they identify as a culturally diverse social and political group,
whose rights and survival must be defended based on another defin-
ing characteristic: their rootedness on the land. I argue that this
Desde 1997 Colombia se convirtió en el mayor productor de hoja de coca de la Región Andina
destinada al narcotráfico, sin tener una historia de ancestralidad y de patrimonio nacional de
la hoja de coca como la de Bolivia y Perú. La población indígena en Colombia representa un
3.4% de la población y solo algunos grupos la cultivan, de manera que son los pequeños
campesinos colonos quienes asumieron su producción. Para mediados de los 90 la región de
Colombia donde se concentraron la mayor parte de los cultivos fueron los departamentos de
Putumayo, Caquetá y Guaviare en la Amazonía Occidental de Colombia. Históricamente en
esta región han hecho presencia grupos armados no estatales que además de financiarse con el
narcotráfico, han configurado en estos lugares ordenes sociales alternos que compiten con el
estado central en el ejercicio de la autoridad y del control territorial, remitiéndonos al
imaginario de las dos Colombias que ha marcado la construcción del estado-nación colom-
biano (Ramírez 2015).
Los campesinos colonos que llegaron a la región provenientes del interior del país desde
finales del siglo 19 y durante el siglo 20 según diferentes oleadas migratorias, ya fuera por
fenómenos de violencia, de escasez de tierra o de búsqueda de trabajo en las compañías
petroleras, vieron llegar el cultivo de la hoja de coca a finales de los 70. El cultivo fue
promovido por los narcotraficantes, y para los campesinos se convirtió en una solución
económica para su subsistencia, por cuanto tenía el mercado asegurado como materia prima
para la producción de cocaína. La guerrilla, que en un principio trató de prohibir el cultivo,
terminó cobrando un impuesto denominado “gramaje”, primero a los compradores y después
a los productores de la hoja de coca, de manera que encontró en la cadena del narcotráfico una
fuente de financiación. A finales de 1997 llegan los paramilitares a esta región del suroccidente
de Colombia enarbolando la bandera contrainsurgente de combatir la guerrilla, pero en la
práctica entraron a disputarle a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) el
negocio, y tanto los unos como los otros lograron financiarse y sostener la guerra con los
dineros del narcotráfico. Para el 2000 la Amazonía Occidental contenía el 68% de los cultivos
del país. El Putumayo reportaba un 54% de la producción de hoja de coca y fue allí donde se
concentraron las acciones del Plan Colombia. Este programa de ayuda de los Estados Unidos
aumentó tanto la aspersión aérea con glifosato de los cultivos de uso ilícito iniciada en 1994
hasta su suspensión el 1 de octubre de 2015, así como el pie de fuerza militar como estrategias
para la lucha antidrogas. Los campesinos cocaleros fueron criminalizados por ser considerado
ilegal el cultivo de hoja de coca, además de ser acusados de ser auxiliares de la guerrilla solo
por el hecho de compartir el mismo territorio y, por lo tanto, fueron objeto de persecución
tanto por el ejército como por los paramilitares.
Después de 22 años de fumigaciones aéreas con glifosato, los cultivos de coca no han
desaparecido, sino que se han dispersado llegando a tener presencia en 21 de los 32
departamentos del país.1 Estos han mantenido su presencia en la Amazonia Occidental
donde se concentraban para 2014, el 37% de los cultivos (de los cuales 20% estaban en
Putumayo), seguido por Nariño con un 25%, sobre todo en la Costa Pacífica del departamento
352 M. C. RAMÍREZ
donde han migrado los cultivos por su facilidad para sacar el producto final, continuando con
el Catatumbo en Norte de Santander con un 10%, y el Meta en los Llanos Orientales con un
7%, es decir que estos departamentos concentran el 80% del total de los cultivos del país
(UNODC 2015). En 2014 el total de los cultivos en el país presentaron un aumento del 44%
con respecto al año anterior (de 48.000 has. a 69.000 has.) y en 2015 aumentó un 39% (a
96.000 has.) (UNODC 2016). Al compás de la expansión de los cultivos de coca, el conflicto
entre la guerrilla y los paramilitares por el control del negocio, con la consecuente afectación
de la población civil que se encuentra en medio de la confrontación de estos grupos armados,
se hizo presente en estos territorios. La región del Catatumbo, en el nororiente del país,
comparte con el Putumayo en el suroccidente, su situación de zona de colonización, su
marginalidad, la presencia de actores armados no estatales, en este caso, además de los
paramilitares y las FARC, del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y del Ejército Popular
de Liberación (EPL). Sus habitantes han vivido el conflicto de manera semejante y como en el
Putumayo, son los pequeños campesinos colonos quienes cultivan la coca para el mercado del
narcotráfico desde mediados de los 80 (CNMH 2015).
Los grupos indígenas que habitan estos territorios reciben un tratamiento especial con
respecto a los campesinos colonos, por tratarse de grupos étnicos culturalmente diferenciados
según la Constitución de 1991, en la que el estado reconoció la diversidad étnica y cultural de
la Nación Colombiana. Es así como en la Ley de Estupefacientes de 1986, se aclara que solo los
grupos indígenas pueden cultivar legalmente la hoja de coca según sus usos y costumbres.
Además, en el artículo transitorio 55 de la Constitución quedó establecida la elaboración de
una ley con el fin reconocerles a las comunidades afrocolombianas de las zonas ribereñas de la
Cuenca del Pacífico el derecho a la propiedad colectiva de sus tierras de acuerdo con sus
prácticas tradicionales de producción, así como un mecanismo para la protección de la
identidad cultural de los derechos de las comunidades afrocolombianas y para el fomento
de su desarrollo económico y social. Este artículo lo reglamentó la Ley 70 de 1993 o ley de
comunidades negras, que les reconoció derechos especiales equiparables a los de los pueblos
indígenas. Después de 25 años de la puesta en marcha de la Constitución de 1991, el
reconocimiento tanto de los pueblos indígenas como de los afrocolombianos como grupos
étnicos, dio lugar al establecimiento de una “ciudadanía diferenciada” en términos de Young
(1995) en cuanto a que sus derechos fueron definidos en relación a la pertenencia a
determinado grupo y a que estos grupos diferenciados han sido incorporados a la comunidad
política con representación como tales. Es así como cada uno de ellos tiene dos curules en el
Senado asignadas por circunscripción especial, es decir garantizadas, además de
reconocérseles la Consulta Previa2 cuando se va a desarrollar una obra de infraestructura
en su región que les pueda afectar. A partir del análisis de las discusiones que se dieron en el
marco de la Asamblea Constituyente, Bocarejo Suescún (2015, 35 y 80–1) resalta la impor-
tancia del territorio para la construcción de la noción de grupo étnico, de manera que “las
minorías se pensaron ancladas en espacios rurales” pero sobre todo “el territorio se convirtió
en la condición de posibilidad para la existencia de grupos étnicos pensados como colectivi-
dades ‘diferentes’”, de manera que “tanto el territorio como los sujetos étnicos se reconocieron
como colectivos”.
De este proceso no participan los campesinos mestizos por no ser reconocidos como
grupos étnicos y, en el caso de los campesinos cocaleros, son aún más excluidos de la
comunidad política al ser criminalizados por cultivar una planta considerada ilegal, de manera
que, desde las marchas de 19963 que tomaron lugar en la Amazonia Occidental, los
CANADIAN JOURNAL OF LATIN AMERICAN AND CARIBBEAN STUDIES 353
gobierno, de las conversaciones de paz con las FARC, así como de los avances logrados
por los pueblos indígenas y afrocolombianos en el ejercicio de su ciudadanía diferen-
ciada, como se analizará a continuación. Me enfocaré en los campesinos cocaleros de la
región del Catatumbo, colindante con Venezuela en el noreste del país y del departa-
mento de Putumayo en la frontera con Ecuador en el suroeste, por cuanto son quienes
han liderado los procesos de resignificación de dichas reivindicaciones (ver mapa).
En este artículo, argumento que en Colombia la guerra contra las drogas viene
siendo influenciada por el discurso de la verdad, la reparación y la reconciliación en
el marco tanto de la Ley de Víctimas4 como de las conversaciones de paz del
gobierno de Juan Manuel Santos con las FARC,5 lo cual se evidencia en el recono-
cimiento de los campesinos cocaleros como víctimas por parte del gobierno, así
como en la apropiación de dicho discurso por parte de los campesinos cocaleros con
el fin de replantear su lucha por su descriminalización en términos de la demanda
CANADIAN JOURNAL OF LATIN AMERICAN AND CARIBBEAN STUDIES 355
gobierno donde se discutió la política antidrogas que se dirige a estas regiones margin-
ales y que mostró consonancia con las discusiones que se abordaron en las conversa-
ciones de paz entre gobierno y FARC en la Habana, metodología de diálogo que se
replicó en otras regiones; por último analizaré las implicaciones que tiene la demanda
de los campesinos de ser reconocidos como sujetos políticos y de derechos diferencia-
dos, en la definición de su participación como ciudadanos.
misión de combatir los llamados grupos terroristas (Ramírez e Iglesias 2010). Como lo señala
Alex Huezo en su artículo en este número, el Plan Nacional de Consolidación Territorial que
se lanzó en 2007 como la segunda fase de Plan Colombia, enfatizó la erradicación forzada de
los cultivos de uso ilícito como un medio para lograr la “seguridad del territorio”, condición
para desarrollar los programas de desarrollo alternativo e infraestructura. La securitización de
la política pública dirigida a regiones marginales y periféricas como el Putumayo y el
Catatumbo se legitimó por considerar el narcotráfico amenaza de la seguridad global,
llevando a la criminalización del pequeño cultivador de coca hasta el punto de proponer la
aplicación de la extinción de dominio a sus propiedades, sin considerar en ningún momento
las causas estructurales que lo llevaron a cultivar coca. Además, durante este periodo se
intensificaron los encarcelamientos y la judicialización de los pequeños productores y
cultivadores de coca bajo la Ley 30 de 1986 o Estatuto de Estupefacientes, acusados de
porte individual de hoja de coca o pasta base (INDEPAZ 2015).
Por otra parte, y en consonancia con dicha militarización de la guerra contra las drogas,
a partir de 1997 con la creación de las Autodefensas Unidas de Colombia-AUC y hasta el
2005 las regiones cocaleras reciben el embate de las fuerzas paramilitares – con la anuencia
de algunos miembros de las fuerzas militares –, que llegan a combatir la guerrilla y a
disputarle el control del negocio del narcotráfico. Además, acusan a los habitantes de estas
regiones periféricas de ser auxiliadores de la guerrilla, con la consecuente persecución a los
líderes de las organizaciones sociales campesinas que son desaparecidos, asesinados o se ven
en la necesidad de salir de las regiones para salvar su vida. El resultado hasta este momento
fue la exclusión social y política de los campesinos que habitan estas regiones periféricas
donde coinciden los cultivos de coca y el conflicto armado. Sin embargo, es durante el
gobierno de Álvaro Uribe que se negocia la desmovilización de los integrantes de las AUC
que toma lugar entre el 2003 y el 2006.6
municipios de Putumayo. Esta mesa, que se inició como resultado de las marchas
cocaleras de 1996, también debió ser suspendida por la persecución paramilitar, pero
a partir de 2006 vuelve a reactivarse, según sus líderes, en respuesta a la intensificación
de las fumigaciones en marzo de ese año y el consiguiente desplazamiento de campe-
sinos de la Hormiga y Orito en el Bajo Putumayo. Estos acontecimientos dan lugar a
una marcha pacífica a Mocoa donde se reúnen con el gobernador de ese momento,
quien les da apoyo para ir a Bogotá a presentar sus reivindicaciones al gobierno central
(Mesa Regional de Organizaciones Sociales del Putumayo, Baja Bota Caucana y Cofanía
2015, 11–12). En junio de 2006 queda instalada de nuevo esta Mesa Regional, que
retoma los Acuerdos de Orito resultantes de la negociación en el Putumayo entre los
representantes del gobierno y los líderes de las marchas de los campesinos cocaleros en
agosto de 1996 en relación con la sustitución manual y gradual de los cultivos ilícitos,
para hacerlos cumplir y a partir de los cuales se empieza a elaborar un Plan de
Desarrollo Integral para el Putumayo con miras a incidir en la política pública dirigida
a su región.
A este resurgimiento de las organizaciones campesinas en zonas de cultivos de coca,
se suman las acciones que toma Juan Manuel Santos para evaluar la política antidrogas.
Es así como en abril de 2012 el presidente Santos promueve en la Cumbre de las
Américas el debate sobre la posible descriminalización y legalización de las drogas
consideradas ilícitas y se plantea allí el posible fracaso de la guerra contra las drogas. De
esta cumbre sale el mandato a la ONU de evaluar las políticas antidrogas en curso, que
dio lugar al Informe sobre el Problema de las Drogas en las Américas presentado en
mayo de 2013. Además, en enero de ese año el presidente Santos instala en Colombia la
Comisión Asesora para la Política de Drogas para evaluar y presentar propuestas sobre
las políticas antidrogas. El informe de esta comisión se entrega en mayo de 2015,
coincidiendo con la aceptación de la suspensión de las fumigaciones aéreas de los
cultivos de uso ilícito el 14 de ese mes, por parte del Consejo Nacional de
Estupefacientes (CNE), en respuesta a la solicitud elevada por el Ministro de Salud
quien acoge la alerta que expide la Organización Mundial de la Salud sobre los posibles
riesgos cancerígenos del uso de glifosato para la fumigación de cultivos. El ministro
cumple con el mandato de la Corte Constitucional en cuanto al Principio de Precaución
que contemplaba su prohibición en caso de comprobarse un mínimo riesgo para la
salud. El CNE estableció que la suspensión de las fumigaciones se haría a partir del 1 de
octubre de 2015 y se creó un comité técnico de ese organismo para formular cambios en
el plan de lucha contra las sustancias de uso ilícito del estado colombiano. Estos hechos
abren una ventana de oportunidad para discutir y/o replantear la condición criminal de
los cultivadores de coca, lo cual, aunado al inicio de las conversaciones de paz entre el
gobierno y las FARC, va a incidir en el curso que toma el movimiento campesino
cocalero.
consecuencia, al finalizar convoca a quienes consideran representan ese pueblo “para que
llenen de esperanza este intento de solución diplomática del conflicto”:
a todos los sectores sociales del país, al Ejército de Liberación Nacional (ELN), a los
Directorios de los partidos políticos, a Colombianas y Colombianos por la Paz,
organización que liderada por Piedad Córdoba trabajó denodadamente por abrir esta
senda, a la Conferencia Episcopal y a las iglesias, a la Mesa Amplia Nacional Estudiantil
(MANE), a la Coordinadora de Movimientos Sociales de Colombia (COMOSOCOL), a los
promotores del Encuentro por la Paz de Barranca, a los indígenas, a los afro-descendientes,
a los campesinos, a las organizaciones de desplazados, a la ACVC [Asociación Campesina
del Valle de Cimitarra], a la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina
(ANZORC), a las centrales obreras, a las mujeres, al movimiento juvenil colombiano, a
la población LGTBI, a los académicos, a los artistas y cultores, a los comunicadores
alternativos, al pueblo en general, a los migrados y exiliados, a la Marcha Patriótica, al
Polo Democrático, al Congreso de los Pueblos, al Partido Comunista, al Movimiento
Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR), a la Minga Indígena, a los amantes de
la paz en el mundo. (ANNCOL FARC-EP 2012)
En esta convocatoria aparece “pueblo” como “la categoría estrictamente política” que
unifica “a todos esos movimientos, clases, sectores, etc., en lucha política” (Dussel 2006,
63).9 Consecuente con este planteamiento seis meses antes de la instalación de la mesa
de conversaciones de paz se hace visible con una gran marcha en Bogotá el 21 de abril
de 2012, un movimiento social nacional, conocido como la Marcha Patriótica. Este
movimiento es fundamentalmente agrario y sus orígenes se han trazado al 2009 en el
marco del Encuentro Campesino, Afrodescendiente e Indígena del Magdalena Medio
organizado por la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC),10
asociación nombrada específicamente por Iván Márquez en el mencionado discurso.
La Marcha Patriótica “aglutina cerca de 2.050 organizaciones. Estas son de campesinos
(la mayoría), estudiantes, mujeres, defensores de derechos humanos, sindicalistas,
indígenas, afrodescendientes, artesanos, víctimas, población LGBTI y comunitarias”
(Fundación Paz y Reconciliación 2014, 5–6), composición que concuerda con los
sectores convocados por Márquez en su discurso. Esto parece indicar que se tratara
de entregarle al pueblo su lucha, ahora que las FARC van a negociar y ven posible la
dejación de armas.
Los líderes de la Marcha Patriótica manifiestan su compromiso ético y político con la
búsqueda de una solución política al conflicto social y armado. Además, en
consideración a que ésta debe ser apropiada socialmente, declaran su interés de
impulsar procesos constituyentes regionales y locales por la solución política y la paz
con justicia social, tendientes a realizar una Asamblea Nacional Constituyente, en
consonancia con la que fuera la demanda central de las FARC a los negociadores del
gobierno para la ratificación de los acuerdos, que finalmente no se concretó. Aquí vale
la pena resaltar que este impulso al movimiento social campesino por parte de las FARC
fue algo que en 1996 no se dio, tal como se evidenció cuando no permitieron que los
líderes del movimiento cocalero participaran en política. Los miembros de las FARC,
por considerarse los representantes de los intereses del pueblo en las regiones donde
actuaron y controlaron el territorio, compitieron e impidieron la consolidación de
liderazgos del movimiento campesino autónomos, lo cual, en el caso del Putumayo,
aunado a la guerra sucia desatada con la entrada de los paramilitares, resultó en que
algunos de sus líderes terminaran en las filas de las FARC (Ramírez 2001, 2011).
CANADIAN JOURNAL OF LATIN AMERICAN AND CARIBBEAN STUDIES 361
Nos reconocemos como víctimas no solo de la violencia política y social, sino además del
atraso económico que ha traído el desconocimiento de todos los sectores y propuestas de la
sociedad en su conjunto, [de] las realidades sociales y económicas por el abandono estatal
que siempre ha vivido el Catatumbo, [las cuales] nos llevaron a generar un tipo de
economía basada en el cultivo de la hoja de coca. Hoy somos campesinos y campesinas
estigmatizados y perseguidos por la siembra de la hoja, pero no se nos presentan garantías
reales para la sustitución gradual y concertada del cultivo por parte del Estado colombiano.
La violencia en las formas de erradicación no se ha hecho esperar. (ASCAMCAT 2015, 21)
la condición que los campesinos reclaman como causa de su situación. Sin embargo, la
ambigüedad en el tratamiento del problema de los cultivadores y la tensión en cuanto a
descriminalizar o no al cultivador de coca siguen vigentes. En el Foro Regional sobre la
solución del problema de las drogas ilícitas con enfoque territorial que sesionó entre el 1
y el 3 de Octubre de 2013 en San José del Guaviare convocado para darle voz a los
campesinos cocaleros para que presentaran sus puntos de vista como insumos a la mesa
de conversaciones de paz para el debate del cuarto punto de la agenda sobre Solución al
Problema de las Drogas Ilícitas, fue central el tema de la criminalización del cultivo de
coca que legitima la fumigación aérea así como las consecuencias en terreno de esta
política. También se presentaron experiencias de sustitución de cultivos señalando los
problemas y resultados, y se realizaron mesas de trabajo para presentar y discutir sus
propuestas para abordar el problema. En la rueda de prensa que dieron los delegados de
las FARC el 17 de mayo de 2014, cuando la mesa de conversaciones de la Habana llegó
a un acuerdo con respecto a este punto, comentaron que fue el acuerdo con mayores
coincidencias y menos salvedades, e insistieron en que se debía suspender de inmediato
las aspersiones aéreas con glifosato y proceder con la reparación integral de las víctimas
de las aspersiones con agentes químicos, estableciendo un fondo para tal efecto. Es
decir, se buscaba que se incluyera en la Ley de Víctimas a todos los campesinos
afectados por la fumigación de los cultivos de coca, fueran o no cocaleros, así como a
los que han sido judicializados por cultivarla, siendo esta propuesta una de las salve-
dades a que se refirieron los delegados de las FARC (La Silla Vacía, 7 de julio de 2015),
es decir que no fue aceptada por los negociadores del gobierno.
En julio de 2015 las FARC sacan un comunicado donde “hacen pública su
voluntad de acordar con el gobierno de Presidente Santos y con plena
participación de las comunidades los procedimientos que sean necesarios para
desarrollar desde ya el punto de Solución al Problema de las Drogas Ilícitas”,
partiendo de que, para contribuir a una paz estable y duradera, se requiere la
solución definitiva del problema de las drogas ilícitas (FARC-EP, 5 de junio de
2015). Articularse al discurso de víctimas, reconciliación y paz implica por una
parte no ser tratados como narcotraficantes y, al ser víctimas, no ser castigados
como tales a través de la aplicación del Estatuto de Estupefacientes, pero también
reconocer el papel del narcotráfico en el escalamiento del conflicto y comprometerse
con una solución negociada para sustituir los cultivos para lo cual requieren esta-
blecer ciertas condiciones. Por su parte el presidente Santos el 22 de septiembre de
2015 anunció la creación de la Agencia para el Desarrollo Alternativo en Zonas de
Cultivos Ilícitos, dependiente de la Presidencia y encargada de implementar la nueva
estrategia post-glifosato, indicando que se van a iniciar programas pilotos de
sustitución de cultivos de coca como lo demandaron los campesinos cocaleros
reunidos en Mocoa en la llamada “Constituyente de la Coca” en julio de 2015 (La
Silla Vacía, 7 de Julio de 2015). A quién le responde el gobierno, ¿a las FARC que
demanda iniciar la aplicación de los acuerdos donde ellos han actuado como voceros
de los campesinos cocaleros, o a los campesinos que han presentado programas
integrales de sustitución de cultivos ilícitos como el que llevó ASCAMCAT a la Mesa
de Interlocución y Acuerdo (MIA) en Cúcuta, que no se discutió, o como el Proyecto
de Desarrollo Integral Andino Amazónico-PLADIA formulado por la Mesa Regional
de Organizaciones de Putumayo?
364 M. C. RAMÍREZ
producción social del territorio campesino es una realidad que debe ser reconocida y
protegida con el objetivo de ir más allá de los enfoques que reducen las luchas
campesinas y agrarias al acceso a la tierra” (Castilla s.f., 4). Al respecto Bocarejo
(2015, 117) cita una demanda a la ley 160 de 1994 de Reforma Agraria y Desarrollo
Rural, presentada por un ciudadano argumentando que el campesino se encuentra en
desventaja frente al indígena en cuanto a la adjudicación de tierras por parte del estado.
La Corte consideró que el principio de igualdad no se podía aplicar por tratarse de un
grupo étnico y un grupo social no minoritario que por su definición no son iguales.
Además, argumentó que para los indígenas la tierra era un derecho fundamental
indispensable para su “desarrollo cultural y espiritual” y opuso la propiedad colectiva
de la tierra de los indígenas a la posesión individual de los campesinos. Es precisamente
corregir esta situación lo que busca el Acto Legislativo al argumentar que el derecho a la
tierra y al territorio también son una exigencia de grupos sociales como el campesinado,
haciendo un llamado a considerar, no solo la relación de propiedad de la tierra, sino
también sus dimensiones políticas y simbólicas.
En este orden de ideas, como una forma de subsanar el haber sido desconocidos y
desvalorizados, se propone poner en práctica la consulta popular estipulada en el
artículo 103 de la Constitución de 1991 con el fin de lograr representación y
participación para incidir en la ordenación del territorio y en los asuntos que los
afecten (Proyecto de Acto Legislativo Nº 12 de 2016). Es precisamente al principio
democrático de que las decisiones políticas y los procesos de toma de decisiones deben
incluir a todos a quienes se ven afectados por estas decisiones, al que el proyecto de acto
legislativo se refiere cuando propone dicha consulta popular, en consonancia con la
consulta previa que se reglamentó para los grupos étnicos. Como lo señala Young
(2001, 121), “la verdadera inclusión de todos aquellos afectados por las discusiones y
decisiones políticas debe incluir el proceso político de tomar medidas especiales para
asegurarse de que los miembros de los segmentos sociales más marginalizados y con
menos poder tengan una voz y una influencia igual [a la de los más poderosos]”.
En este contexto, las políticas públicas que emanan del gobierno pueden ser leídas
como textos culturales o dispositivos clasificatorios y como tales conllevan significados
culturales y simbólicos que pueden ser debatidos, por cuanto la política pública no es
neutral ni eminentemente técnica y tampoco es ajena a las relaciones de poder (Shore
2010). En consecuencia, el proceso deliberativo, que se ha desarrollado en las Mesas de
Interlocución y Acuerdo (MIA) que se instalaron después de las protestas de 2013 y
2014 por parte de los representantes del campesinado, ha buscado incidir en las
políticas del gobierno, como lo expresa claramente Andrés Gil:18
[Se busca] concretar escenarios y espacios donde las políticas que está proponiendo el
campesinado se forjen un camino en la institucionalidad colombiana, la legislación
colombiana y en la voluntad política del gobierno. (Video en Agencia Prensa Rural)
Esta aseveración nos remite al concepto de sociedad política de Chatterjee (2004, 37–8)
que se refiere a “la línea que conecta a las poblaciones con las agencias gubernamentales
en la búsqueda de múltiples políticas de seguridad y de bienestar”.19 Aquí es importante
resaltar que, en la lucha por la incorporación de sectores de la población que han sido
excluidos y situados en la jerarquía social como criminales sin derechos, como es el caso
de los campesinos cultivadores de coca, los mecanismos de reconocimiento y
CANADIAN JOURNAL OF LATIN AMERICAN AND CARIBBEAN STUDIES 369
Notas
1. En el artículo de Alex Huezo en esta revista se señala que debido al difícil acceso y el
peligro que se corría para erradicar los cultivos de uso ilícito por presencia de la guerrilla
en estas áreas marginales o “remotas”, el gobierno consideró que la fumigación aérea era
la estrategia más efectiva para lograr dicha erradicación.
2. La Consulta Previa es el derecho fundamental que tienen los pueblos indígenas y los
demás grupos étnicos cuando se toman medidas (legislativas y administrativas) o cuando
se vayan a realizar proyectos, obras o actividades dentro de sus territorios, buscando de
esta manera proteger su integridad cultural, social y económica y garantizar el derecho a la
participación.
3. El gobierno del presidente Ernesto Samper (1994–1998) incrementó las fumigaciones
aéreas de las plantaciones de coca en la región amazónica, así como el control de la
venta de cemento y gasolina, insumos necesarios para el procesamiento de la pasta de
coca. Durante los meses de julio, agosto y septiembre de 1996, alrededor de 200.000
campesinos – incluidos colonos, mujeres, niños y población indígena – marcharon desde
sus predios rurales hacia los pueblos más cercanos y hacia las capitales departamentales,
manifestándose en contra de la aplicación y el cumplimiento de las leyes que combaten los
cultivos ilícitos, su principal fuente de subsistencia. Para un análisis de este evento ver
Ramírez (2001, 2011).
4. El 10 de junio de 2011 se promulgó la Ley de Victimas y Restitución de Tierras por la cual
se dictan medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto
armado interno.
5. El 26 de agosto de 2012 se firmó entre representantes del gobierno y de las FARC, el
“Acuerdo General para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable
y Duradera” que estableció los puntos a tratar en el Mesa de Conversaciones de Paz que se
inauguró el 18 de octubre en Oslo, se instaló el 19 de noviembre de 2012 en la Habana
Cuba. El Acuerdo Final se firmó el 26 de septiembre de 2016 y fue sometido a
refrendación popular el 2 de octubre. Frente al resultado de un NO al Acuerdo logrado,
volvió a la mesa de conversaciones y se firmó un Nuevo Acuerdo con ajustes el 12 de
noviembre de 2016, presentado como definitivo. Los puntos acordados para negociar
fueron: 1) Política de Desarrollo Agrario Integral, 2) Participación Política, 3) Fin del
Conflicto, 4) Solución al Problema de las Drogas Ilícitas, 5) Víctimas y 6) Implementación,
Verificación y Refrendación (Mesa de Conversaciones agosto 26 de 2012).
6. Las desmovilizaciones de las autodefensas se iniciaron el 25 de noviembre de 2003 en
Medellín con el bloque Cacique Nutibara y terminaron el 15 de agosto de 2006 con el
bloque Elmer Cárdenas de Urabá. En 38 actos se desmovilizaron 31.671 de los integrantes
de los grupos irregulares (Verdad Abierta 2010).
7. En 2014 el coeficiente de Gini que mide la desigualdad – en el que 0 es la perfecta igualdad
y 1 es la desigualdad total – registró en Colombia 0,54 (DANE 2015).
370 M. C. RAMÍREZ
16. Estas exigencias se encuentran en el Mandato Agrario que surgió del Congreso Nacional
Agrario del 7 y 8 de abril de 2003 y en el que se planteó como “reconocimiento político del
campesinado como sujeto de derechos específicos y actor social diferenciado con identidad
propia, pluricultural” (ILSA 2004. Mandato Agrario Punto 9, Reconocimiento Político del
Campesinado). Once años después, en el Pliego de Exigencias de la Cumbre Agraria del 18 de
marzo de 2014 también aparecen (Agencia Prensa Rural 11 de abril de 2014).
17. Para un análisis de éste movimiento intercultural ver Montenegro (2016).
18. Fundador en 1996 de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC), una
de las primeras zonas de reserva campesina del país. Hoy es uno de los líderes del
movimiento rural colombiano y hace parte del movimiento Marcha Patriótica.
19. “The line connecting populations to governmental agencies pursuing multiple policies of
security and welfare.”
Declaración de divulgación
No potential conflict of interest was reported by the author.
Referencias
ANNCOL FARC-EP. 2012. Texto completo del discurso del comandante Iván Márquez de las
FARC-EP en la instalación de la mesa de diálogo en Oslo. http://farccom.blogspot.com/2012/
10/anncol-presenta-el-texto-completo-del.html (Recuperado 12 de octubre de 2015).
Arango, R. 2008. Derechos Humanos como límite a la democracia. Análisis de la ley de justicia y
paz. Bogotá: Norma.
Arendt, H. 1949. “The Rights of Man: What are They?” Modern Review 3 (1): 24–37.
ASCAMCAT. 2015 “Constituyente Regional del Catatumbo. Construimos Mandatos para la Paz
y el Territorio”. Relámpago. Revista de Comunicaciones de la Asociación Campesina del
Catatumbo, ASCAMCAT. Edición No.1.
Barreto de Sousa Henriques, M. 2012. “Laboratorios de Paz en Territorios de Violencia (s).
¿Abriendo caminos para la paz positiva en Colombia?” Tesis de Doctorado en Relaciones
Internacionales con especialización en Política Internacional y Resolución de Conflictos.
Facultad de Economía, Universidad de Coimbra, Portugal
Bocarejo Suescún, D. 2015. Tipologías y topologías indígenas en el multiculturalismo colombiano.
Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología, Editorial Universidad del Rosario y Editorial
Pontificia Universidad Javeriana.
Caracol radio, 1 de septiembre de 2013. “Más de 3000 campesinos en el Catatumbo esperan que
gobierno cumpla compromisos.” Bogotá.
Castilla, A. s.f. “Porqué debe promoverse el reconocimiento político del campesinado en la
Constitución Nacional.” Recuperado 6 de enero de 2017. file:///C:/Users/Maria/Downloads/
6-alberto-castilla-salazar%20(1).pdf
Chatterjee, P. 2004. The Politics of the Governed. Reflections on Popular Politics in Most of the
World. New York: Columbia University Press.
Clarke, J., K. Coll, E. Dagnino, and C. Neveu. 2014. Disputing Citizenship. Bristol: Policy Press.
372 M. C. RAMÍREZ
CNMH (Centro Nacional de Memoria Histórica). 2015. Con licencia para desplazar. Masacres y
reconfiguración territorial en Tibú, Catatumbo. Bogotá: Centro Nacional de Memoria
Histórica.
Coll, K. 2010. Remaking Citizenship. Latina Immigrants and New American Politics. Stanford:
Stanford University Press.
Comité de Integración Social del Catatumbo, CISCA 2015. “Construyendo Nuestra Historia….”
http://ciscatatumbo.org/index.php?option=com_content&task=view&id=12&Itemid=40
(Recuperado 18 de septiembre de 2015).
Dagnino, E. 2006. “Meanings of Citizenship in Latin America.” Canadian Journal of Latin
American and Caribbean Studies 31 (62): 15–51.
DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística). Boletín Técnico. 24 de marzo de
2015. http://www.dane.gov.co/files/investigaciones/condiciones_vida/pobreza/bol_pobreza_
14_.pdf (Recuperado 1 de junio de 2016).
Dussel, E. 2006. 20 Tesis de Política. México, DF: Siglo Veintiuno Editores.
Equipo Nacional Dinamizador de las Constituyentes Por la Paz con Justicia Social. 2015. Del
Paro Nacional Agrario a la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular 2013-2014.
Sistematización del proceso. Bogotá: Mesa Nacional Agropecuaria y Popular de Interlocución
y Acuerdo-MIA Nacional.
FARC-EP. 2015. “Comencemos a Implementar Los Acuerdos”. Comunicado. La Habana Cuba
Julio 5 de 2015. http://pazfarc-ep.org/index.php/comunicadosfarccuba/item/2835-
comencemos-a-implementar-los-acuerdos (Recuperado 1 de junio de 2016).
Fraser, N. 1997. Iustitia Interrupta. Reflexiones éticas desde la posición “post-socialista”. Bogotá:
Siglo del Hombre Editores y Universidad de los Andes.
Fraser, N., y A. Honneth, eds. 2003. Redistribution or Recognition? A Political-Philosophical
Exchange, 110–197. New York: Verso.
Fundación Paz y Reconciliación. 2014. Producto No. 3 Del Proyecto “Caracterización Del
Movimiento Social Marcha Patriótica”. Informe presentado al Programa de Derechos
Humanos de USAID/Chemonics.
Holston, J. 1999. “Spaces of Insurgent Citizenship.” In Cities and Citizenship, ed. J. Holston, 155–
173. Durham: Duke University Press.
Honneth, A. 2003. “Redistribution as Recogniton: A Response to Nancy Fraser.” In
Redistribution or Recognition? A Political-Philosophical Exchange, edited by N. Fraser and A.
Honneth, 110–197. New York: Verso.
ILSA (Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho Alternativos). 2004. “Mandato
Agrario.” Revista el Otro Derecho 31-32: 309–322. (Recuperado 10 de octubre de 2015). http://
ilsa.org.co:81/biblioteca/dwnlds/od/elotrdr031-32/elotrdr031-32-13.pdf
ILSA (Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho Alternativos). 2012. Zonas de
Reserva Campesina. Elementos introductorios y de debate. Bogotá: ILSA, INCODER,
SINPEAGRICUN.
Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, INDEPAZ. 2015. “Vicios Penales. Cultivadores
de coca, amapola y marihuana en la hora de su despenalización”. Observatorio colombiano de
cultivadores y cultivos declarados ilícitos. Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz.
Laclau, E. 2009. “Articulación y los límites de la metáfora.” In Análisis político de la metáfora.
Dispositivos intelectuales en la investigación social, comp. R. S. Peña y M. D. Á. Lozano,
333–357. México: Juan Pablo Editor.
Mesa de Conversaciones para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable
y Duradera en Colombia. Acuerdo General para la Terminación del Conflicto y la
Construcción de una Paz Estable y Duradera. La Habana, Cuba, agosto 26 de 2012 https://
www.mesadeconversaciones.com.co/sites/default/files/AcuerdoGeneralTerminacionConflicto.
pdf
Mesa Regional de Organizaciones Sociales del Putumayo, Baja Bota Caucana y Cofanía. 2015.
Putumayo: Sembrando Vida, Construyendo Identidad. Historia De La Mesa Regional 2006-
2014. Bogotá: Planeta Paz.
CANADIAN JOURNAL OF LATIN AMERICAN AND CARIBBEAN STUDIES 373
Artículos de Prensa
Agencia Prensa Rural. 4 de agosto de 2013. “Concluye bloqueo vial en el Catatumbo tras 53 días.”
Agencia Prensa Rural. 11 de abril de 2014. “Pliego De Exigencias De La Cumbre Agraria.” http://
prensarural.org/spip/spip.php?article13670
El Tiempo. 2 de agosto de 2014. “Viaje a las entrañas del Catatumbo” por Plinio Apuleyo
Mendoza. Bogotá.
374 M. C. RAMÍREZ