Está en la página 1de 4

DECRETO 574 CONCUBINATO CONGRESO COAHUILA

CAPÍTULO VII DEL CONCUBINATO


Artículo 376. Los concubinos tienen derechos y obligaciones recíprocos, siempre que sin
impedimentos legales para contraer matrimonio hayan vivido en común en forma constante y
permanente por un período mínimo de tres años que precedan inmediatamente a la
generación de derechos y obligaciones a los que alude este capítulo.
No es necesario el transcurso del período mencionado cuando, reunidos los demás
requisitos, tengan un hijo en común.
Si con una misma persona se establecen varias uniones del tipo antes descrito, en ninguna
se reputará concubinato. Quien haya actuado de buena fe podrá demandar del otro, una
indemnización por daños y perjuicios.
ARTÍCULO 377. Regirán al concubinato todos los derechos y obligaciones inherentes a la
familia, en lo que le fueren aplicables.
ARTÍCULO 378. El concubinato genera entre los concubinos derechos alimentarios y
sucesorios, independientemente de los demás derechos y obligaciones reconocidos en este
código o en otras leyes.
ARTÍCULO 379. Al cesar la convivencia, el concubino que carezca de ingresos o bienes
suficientes para su sostenimiento, tiene derecho a una pensión alimenticia por un tiempo
igual al que haya durado el concubinato. No podrá reclamar alimentos quien haya
demostrado ingratitud, o viva en concubinato o contraiga matrimonio.
El derecho que otorga este artículo podrá ejercitarse solo durante el año siguiente a la
cesación del concubinato.
ARTÍCULO 380. Se asimila al parentesco por afinidad la relación que resulta del
concubinato, entre un concubino y los parientes del otro, y entre los parientes de este con
aquel.
Esta asimilación sólo comprende los parientes consanguíneos en línea recta ascendiente o
descendiente sin limitación de grado, y su único efecto es constituir un impedimento para el
matrimonio.
ARTÍCULO 388. El parentesco de afinidad, es el que se contrae por matrimonio, entre el
cónyuge y los parientes del otro.

Que el artículo 267, fracción IV, del Código Civil para el Distrito Federal prevé para el caso de
divorcio entre cónyuges que celebraron un matrimonio bajo el régimen de separación de
bienes, la compensación de hasta un 50% (cincuenta por ciento) de los bienes adquiridos
durante el matrimonio, para el cónyuge que se dedicó al trabajo del hogar y, en su caso, al
cuidado de los hijos; no obstante, ese beneficio no está previsto expresamente para el caso de
las personas unidas en concubinato.
Que en esas condiciones, de interpretar el artículo 267, fracción IV, del Código Civil para el
Distrito Federal, en el sentido de que no es aplicable a la disolución del concubinato, se
propiciaría la discriminación positiva debido que otorga un privilegio a los cónyuges que
celebraron su matrimonio bajo el régimen de separación de bienes, consistente en que para el
caso de divorcio, se compensará al cónyuge que se dedicó al trabajo del hogar y, en su caso, al
cuidado de los hijos, hasta con un 50% (cincuenta por ciento) de los bienes adquiridos durante
el matrimonio.

Que, a su vez, con una interpretación desfavorable al concubinato, también se actualiza una
discriminación en sentido negativo porque no otorga el señalado beneficio de la
compensación a las parejas que estuvieron unidas en concubinato, aun cuando el concubino o
la concubina que se dedicó al cuidado de los hijos y al trabajo del hogar, durante el tiempo que
duró el concubinato realizó las mismas labores que el cónyuge que asumió ese rol dentro del
matrimonio, ya que en todas las familias -conformadas a través del matrimonio o del
concubinato- el cuidado de los hijos y del hogar implican las mismas obligaciones, tareas y
dedicación, ya que éstas no cambian en razón del estado civil de las personas.

Que entonces, la circunstancia de que la legislación sustantiva familiar no regule de manera


uniforme a los hombres y mujeres unidos en concubinato respecto de los hombres y mujeres
que contrajeron matrimonio, ello no conlleva su desprotección jurídica, ya que la igualdad
jurídica constituye un derecho humano.

Que la interpretación que logra la protección más amplia de los concubinos y para respetar su
derecho humano a la igualdad jurídica, implica que la concubina también tiene el derecho
patrimonial de hasta un 50% (cincuenta por ciento) del bien adquirido durante el concubinato,
teniendo en cuenta el tiempo que duró y su incidencia en la adquisición del bien, así como que
se obtuvo con un crédito hipotecario que no está cubierto.

Que para respetar su dignidad humana y no discriminarla por su estado civil, y lograr que
tenga recursos económicos para mantener el ritmo de vida que ha llevado hasta antes de la
declaración de terminación de concubinato; debe dársele el mismo trato legal que se da a la
mujer que contrajo matrimonio por bienes separados, en cuyo caso de divorcio gozará de los
mismos derechos patrimoniales que su cónyuge, ya que a ésta le corresponderá hasta un 50%
(cincuenta por ciento) de los bienes y derechos adquiridos durante el matrimonio.

Que a eso se aunaba que el legislador del Distrito Federal y primero el Federal, reconocieron
que la concubina tiene el mismo desempeño dentro del hogar que la mujer que contrae
matrimonio, por lo cual debe otorgársele un derecho idéntico a la división del patrimonio
adquirido dentro del tiempo en que esté plenamente probado que existió el concubinato.
Que el concubinato en realidad es una fuerte institución de la familia que ante la ausencia del
acto jurídico solemne del matrimonio, también tiene consecuencias patrimoniales entre los
concubinos, y es en realidad un matrimonio de hecho, no formalizado, o matrimonio por
comportamiento, que surge de la libre voluntad a la que le faltó únicamente, haberla emitido
ante el funcionario del Estado en la forma correspondiente.

Que dado que el matrimonio puede celebrarse bajo los regímenes patrimoniales de sociedad
conyugal y de separación de bienes; se concluye que el concubinato guarda mayor analogía
con el matrimonio celebrado bajo este último régimen.

Que el matrimonio bajo el régimen patrimonial de separación de bienes, puede ser absoluto o
parcial, empero, puede terminar o ser alterado por voluntad de los cónyuges, los que después
del divorcio conservarán la propiedad y administración de los bienes que, respectivamente, les
pertenecen y, por consiguiente, todos los frutos y accesiones de los mismos no serán
comunes, sino del dominio exclusivo del dueño de ellos. Que serán propios de cada uno de los
consortes los salarios, sueldos, emolumentos y ganancias que obtuvieren por servicios
profesionales por el desempeño de un empleo o el ejercicio de una profesión, comercio o
industria.

Que en el régimen de separación de bienes a diferencia de lo que sucede en el régimen de


sociedad conyugal, en donde ambos cónyuges tienen el dominio de los bienes comunes (con la
posibilidad de que éstos modulen esta situación en las capitulaciones matrimoniales), se
perpetra con mucha mayor frecuencia un estado de desequilibrio patrimonial entre los
consortes, toda vez que, cada uno es dueño de su masa patrimonial y podrá incrementarla
atendiendo a sus oportunidades en el mercado laboral, las cuales, por lógica, son inferiores
para la parte que se ha dedicado en forma total o parcial al trabajo del hogar y, en su caso, al
cuidado de los hijos, porque es evidente que no está en las mismas condiciones para
desarrollarse profesional y laboralmente que el otro cónyuge, principalmente, debido a que no
puede dedicar a este objetivo el mismo tiempo y diligencia.

Que de esa premisa se ha derivado, por una parte, la afirmación en el sentido de que el
trabajo del hogar y el cuidado de los hijos es una actividad que puede valorarse
económicamente, no sólo por el tipo de actividades que implica, como administración de
bienes y cuidados personales, sino también porque el desempeño preponderante de estas
actividades por parte de uno de los cónyuges releva al otro de las responsabilidades hogareñas
que, jurídicamente, comparten por igual, y le permite dedicar su tiempo y diligencia a su
desarrollo profesional y laboral, lo cual, a su vez, contribuye al crecimiento del nivel
socioeconómico de todos los miembros de la familia y, por otra parte, que el cónyuge que
preponderantemente se dedica al hogar y, en su caso, a los hijos, sufre un perjuicio
económico, que tendría que estimarse en función de lo que dejó de percibir por no dedicar su
tiempo y diligencia a su desarrollo profesional y laboral.

También podría gustarte