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2022
En el presente texto, se expondrán los distintos debates que han surgido en torno a la
conceptualización y fundamentalización de la causal de ausencia de responsabilidad
consgarada en el numeral 8vo del artículo 32 del Código Penal, así como a las
discusiones respecto a si ésta excluye la culpabilidad o la antijuridicidad de la
conducta. Posteriormente, se hará un repaso por la regulación legal que se le ha dado a
la causal en nuestro ordenamiento jurídico, seguido de lo cual, se dará cuenta del
desarrollo jurisprudencial que la Corte Suprema de Justicia le ha dado a la insuperable
coacción ajena, para finalmente, concluir con los aspectos principales que se pueden
extraer de la revisión que se llevó a cabo a lo largo del texto.
Doctrina
Varios autores han hablado sobre la insuperable coacción ajena sin profundizar
demasiado en la figura. Aún así, se puede extraer los siguientes puntos de discusión
doctrinaria: primero, se han propuesto diferentes definiciones y aproximaciones al
concepto de coacción; se ha propuesto argumentaciones en torno a la ubicación
jurídico-dogmática de la insuperable coacción ajena como una causal autónoma o
como una subespecie de estado de necesidad; se ha discutido sobre su ubicación como
causal de responsabilidad justificante o exculpante y, finalmente, surgen concepciones
respecto al contenido del criterio de vencibilidad o superabilidad e invencibilidad o
insuperabilidad.
Conviene hacer una primera distinción entre el concepto de vis absoluta, vis maior y
vis compulsiva. La primera se refiere a la fuerza humana exterior e irresistible que se
ejerce contra la voluntad de alguien quien presuntamente realiza una actividad o
conducta que genera responsabilidad penal. La segunda se refiere a la fuerza que
proviene de la naturaleza y genera el resultado delictuoso en consecuencia de esa
fuerza. La última se refiere a la intimidación, apremio o amenaza física o moral que
busca provocar un mal, la cual se realiza por una persona que tiene la capacidad de
eliminar o condicionar la voluntad y libertad de actuación de el intimidado, apremiado
o amenazado. La coacción a que hace referencia el artículo 32-8 de Código Penal
usualmente se vincula a la concepción de vis compulsiva, así lo ha reconocido la corte
en varias sentencias “la insuperable coacción ajena supone la existencia de una ‘vis
compulsiva’, es decir, que la persona no procede, porque es actuada, es perfectamente
determinada por esa coacción de la que no puede liberarse y que domina totalmente su
voluntad que podría llevarla a actuar de una manera diversa a la que fuera fruto de su
propia auto determinación que ha perdido de manera total.”
Igualmente autores como Mario Arboleda Vallejo y José Armando Ruiz Salazar han
determinado el significado de coacción como el “constreñimiento que el anuncio de
un mal grave e inminente ejerce sobre el ánimo del hombre, violentando sus
determinaciones”. Velazquez entiende coacción como “la acción de quien constriñe a
otro a hacer, tolerar u omitir una cosa” ambos recogen la definición antedicha de vis
compulsiva amenaza o fuerza moral de amenaza al relacionarla con el constreñimiento
entendido. Otros autores como Zaffaroni entienden la coacción como la conducta
humana que genera la necesidad de la comisión del delito, la cual “usa amenazas con
el propósito de obligar a otro a hacer, no hacer o tolerar algo contra su voluntad”
Por otro lado autores como Fernandez Carrasquilla han justificado la existencia de la
causal como un criterio individual y autónomo aduciendo que se asienta en una
categoría jurídico dogmática relacionada con la culpabilidad, producto de los cambios
realizado a la ley 100 de 1984 y también la no necesidad de valoración de bienes
jurídicos en contraposición y la posibilidad de tomar vías de acción alternas pues esto
da cuenta de su estructuración como conducta típica y antijurídica que dista de la
clasificación usual del estado de necesidad.
Resulta lógico pues determinar que para Carrasquilla, al verla como un caso especial
de estado de necesidad, deberá estar ubicada en el componente ideológico de éste.
Igualmente argumenta que la consecuencia es que reduce la facultad de elección de la
persona amenazada, por lo que se trata de un “vicio del consentimiento” y no de una
alteración profunda de la conciencia. Además que la causal se asienta sobre 2 hechos
de valor (la existencia de coacción y su insuperabilidad) que no versan sobre el estado
de conciencia del amenazado. Y los elementos eximentes de la culpabilidad refieren
justamente a los problemas de esa conciencia sobre la ilicitud, capacidad o
exigibilidad de que llevaría a un juicio sobre la culpabilidad.
Velázquez parte de un criterio flexible en el cual deberá valorarse la gravedad del mal
causado respecto del evitado producto de la amenaza. En el caso que el mal o peligro
causado y evitado por la amenaza sea mayor al creado por la acción delictiva
coaccionada se ubicaría en la culpabilidad. Por otro lado, si la amenaza o el mal que se
realiza es de mayor envergadura al mal que puede producirse con la amenaza se ubica
en la antijuridicidad.
Legislación
Jurisprudencia
De igual manera, la Corte (2021) ha señalado los requisitos que se deben cumplir para
que se configure la ausencia de responsabilidad, los cuales pueden ser condensados en
tres grandes bloques. En primer lugar, se requiere la presencia, como se mencionaba
anteriormente, de un acto grave que, ejercido de forma intencional e ilícita por un
tercero, busca, por medio de la coacción, constreñir a otro para que realice la conducta
típica y antijurídica, la cual, en otras circunstancias, no realizaría voluntariamente.
Esta coacción puede verse reflejada en el uso de la fuerza física o psicológica.
Mientras la violencia física tiene lugar cuando el tercero incide en la voluntad de la
víctima a través de actos que le afectan biológicamente y de manera directa, en la
violencia psicológica, el actuar del tercero no afecta físicamente al coaccionado, sino
que “se obra a través del intelecto, con base en la representación mental que hace el
compelido del mal que sobrevendrá”, ejemplo de este segundo tipo de violencia son
las amenazas. Ahora bien, se debe aclarar y hacer énfasis en que este acto constrictivo
debe ser la causa principal por la que la víctima realiza la conducta típica y
antijurídica. Lo anterior, implica, como se mencionó con anterioridad, que: exista un
peligro inminente, serio e inevitable por otro medio, que se advierta un mal que, para
la víctima, es más grave que la comisión del hecho ilícito y que este no pueda ser
evitado sino realizando ese hecho prohibido por la ley.
En primer lugar, se encuentra la sentencia del 18 de abril del 2012, la cual resuelve
una demanda de casación interpuesta por la defensora de Miguel Angel Uribe, a quien
se le acusó por el delito de ataque al superior. Conforme a los antecedentes señalados
en esta providencia, Uribe intentó agredir a su superior, el Sargento Segundo Juan
Suaza Hernández, quien le había reiterado la orden de entregarle el folio de vida, lo
que causó la reacción ofensiva por parte de Uribe. En primera instancia, el Juzgado
Primero de División falló a favor del demandado. Pero, posteriormente, el Tribunal
Superior Militar, que conoció la apelación interpuesta por la Fiscal 12, revocó esta
resolución y en su lugar, condenó al acusado a la pena de 3 meses de prisión, como
autor, en el grado de tentativa, del delito de ataque al superior, tipificado en el art. 118
del Código Penal Militar (Ley 522 de 1999), el cual se encontraba vigente para el
momento de los hechos.
Nótese, entonces, como las particularidades del caso en cuestión son clave a la hora de
determinar si se configura o no la causal de justificación. Tal y como se presenta, para
este caso se tuvo en cuenta que el acusado era un suboficial del Ejército, que por lo
tanto contaba con medios a los que recurrir para afrontar la situación que
supuestamente se estaba presentado y que, por lo tanto, tal situación no era
insuperable.
Meses después, tras un altercado entre José Crisanto y algunos miembros de las
FARC, pues estos deseaban llevar a sus hijos a una reunión de la guerrilla, ante lo que
José Crisanto se negó, el hombre decidió irse con su familia del lugar, pues temía que
la guerrilla tomara represalias en su contra tras la negativa y el posterior altercado. Al
arribar a su lugar de refugio, la dueña de la posada en la que se hospedaron, al ver el
deteriorado estado de salud en que se encontraban los menores, especialmente el más
pequeño, quien era el hijo de Clara Rojas, llamó al Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar (ICBF), que le exigió a Gómez Tovar trasladar al menor a un centro de salud,
pero él se negó asegurando que el niño no estaba registrado y por lo tanto, no contaba
con el carnet de salud para poder llevarlo. Ante la insistencia por parte de la
institución, José Crisanto registró al niño en calidad de tío abuelo, afirmando en el
trámite que el bebé era hijo de una sobrina que había fallecido y lo llamó Juan David
Gómez Tapiero. Con tal nombre se diligenció la historia clínica del niño en el Hospital
San José del Guaviare y la Alcaldía Municipal de El Retorno expidió su carnet de
salud.
En junio de 2005, una vez se dio de alta al menor, el ICBF sugirió llevarlo a Bogotá
para que tuviera un mejor cuidado y José Crisanto estuvo de acuerdo. Dos años más
tarde, en junio de 2007, el Defensor de Familia de la Seccional Guaviare declaró al
menor en situación de abandono y ordenó como medida definitiva su adopción. Ante
esto, Gómez Tovar solicitó la revocatoria de tal decisión, pero esta fue negada.
Meses después, en diciembre del mismo año, las FARC anunciaron que liberarían a
Clara Rojas y a su hijo, por lo que comenzaron a reclamarle a Gómez Tovar que
devolviera al niño, amenazándolo de muerte a él y a su familia en caso de no hacerlo
en un lapso de 8 días. Ante tal intimidación, Gómez Tovar, desesperado, acudió a las
autoridades, suministrando toda la información que poseía sobre el menor, lo que
permitió encontrarlo en un albergue del ICBF en Bogotá.
El Tribunal, además, alega que si bien entre los años 2005 y 2007 sí existía presencia
de guerrilleros en la región donde sucedieron los hechos, no había un control total por
parte de los mismos “como para que Gómez Tovar no pudiera denunciar lo ocurrido”.
Finalmente, se reprocha que José Crisanto permaneciera 8 meses con el menor sin
“siquiera adelantar la más mínima averiguación para saber de quién se trataba o
devolverlo a quienes se lo entregaron”. Por todo lo anterior, el Tribunal decide
desestimar cualquier circunstancia que provoque la ausencia de responsabilidad.
Ahora bien, la Corte asegura que no cabe duda de que Gomez Tovar efectivamente
falseó la verdad en una declaración jurada ante una autoridad pública y que, a través
de engaños, obtuvo el registro civil del menor. De forma que, efectivamente, Gómez
Tovar cometió las conductas típicas y antijurídicas de "falso testimonio" y "fraude
procesal" por lo que la Corte se dispuso a determinar si procedía la absolución del
acusado en razón de concurrir en dichas conductas una causal de ausencia de
responsabilidad, más específicamente, el haber obrado bajo insuperable coacción
ajena.
Por lo que, para la Corte, resulta absurdo considerar que Gómez Tovar debía penetrar
la organización ilegal para así investigar la historia del menor o que él contaba con los
medios para evitar la realización de la conducta o que “podía oponerse” a cumplir con
lo que le ordenaban los miembros de las FARC. Por lo tanto, decide la Corte
confirmar el fallo en primera instancia que excluyó de responsabilidad penal al
procesado al obrar bajo insuperable coacción ajena, casando el fallo proferido por el
Tribunal Superior.
El defensor de la acusada, alega que tanto ella como su hermano, en ningún momento
actuaron de manera voluntaria y libre, ya que habían sido amenazados por parte de un
bloque de las Autodefensas Unidas de Colombia, por medio de Edgar Salazar
Manrique. Para la defensa, los hermanos Almentros Puche actuaron bajo insuperable
coacción ajena.
Ahora bien, en este caso, para la Corte, la versión del procesado no se ajustaba con la
realidad probatoria del proceso ya que, para el juez, “no era posible que alguien que
había sido Secretario de Hacienda, Tesorero Municipal y Alcalde Encargado no
hubiera buscado el apoyo de las autoridades y, de esa manera, obtuviera la
correspondiente protección para él y los miembros de su familia”. Además, se
cuestionó que el acusado no denunciara la propuesta ilícita con anterioridad a la
amenazas. De igual forma, para el juzgador resultaba inaceptable que una vez
cometido el acto, el acusado no denunciara los hechos, más aún teniendo en cuenta
que Barrancabermeja cuenta con la presencia permanente de la fuerza pública (ejército
y policía). Así mismo, las versiones entregadas entre los acusados no eran coherentes
entre sí y presentaban varias inconsistencias, llegando a ser contradictorias unas con
otras.
Así pues, en este caso, nuevamente se puede ver de forma clara la importancia de las
circunstancias y características especiales tanto del procesado como del caso. El hecho
de que fuera el hermano de la acusada quien ejercía la supuesta coacción, que esto
establecía una relación lo suficientemente cercana entre los dos para que ella pudiera
negarse ante la exigencia, que además tanto ella como su hermano contaban con los
medios para afrontar la supuesta coacción por parte del grupo armado y evitar la
comisión del hecho ilícito, y que la ciudad en la que se encontraban
(Barrancabermeja) contaba con una presencia estatal fuerte y constante, fueron clave a
la hora de determinar que, para la acusada, no podría predicarse el requisito de la
“insuperabilidad de la coacción”
Con el pasar del tiempo, se han estructurado diversos debates doctrinales en torno a la
naturaleza de esta causal. Respecto a la concepción de coacción, diversos autores han
dado elementos clave para entender qué abarca este concepto. En este marco, se
estableció que es determinante diferenciar entre vis absoluta, vis maior y vis
compulsiva, y que es esta última la que se ve implícita en la causal, afirmación que ha
sido acogida por varios doctrinantes.
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal. Sentencia del 7 marzo de 2007. Bogotá.
Rad. 21457.
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia del 5 de mayo de 2021. Bogotá.
Rad. 51.779.
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia del 22 julio de 2009. Bogotá.
Rad. 27.277.
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia del 18 de abril de 2012. Bogotá.
Rad. 36.615.
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia del 16 de diciembre del 2013.
Bogotá. Rad. 42.099.
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia del 27 de junio del 2018.
Bogotá. Rad. 45.909.
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Sentencia del 05 de Mayo del 2021.
Bogotá. Rad. 51.799
Pelaez José María, Quitero Jaimes Rosa Angélica. 2020. Esquemas del Delito requisitos para
la existencia de una conducta .Tirant Le Blanch
Meza Domínguez, Karla Vanessa. 2009. Estudio dogmático jurisprudencial del delito de
delincuencia organizada. Universidad de Sonora .Unidad Regional Norte.
Mario Arboleda Vallejo 2020 José Armando Ruiz Salazar, Manual de derecho Penal décimo
cuarta edición. Leyer.
Velásquez, Fernando 2013 Manual de Derecho Penal Parte General
Zaffaroni, Eugenio. 2014. Tratado de derecho Penal Tomo 1