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La herencia maldita
o La balsa De Los Caníbales.

Boulevard macabro en un acto fallido.

Autor: Augusto Boal


Traducción: María Rosa Vila

La familia como metáfora

Esta obra trata de familias: en ella la familia genética es apenas una pequeña metáfora que
esconde y revela otras familias. La que un día fue patria, tribu, etnia, color, club, barrio; la
que tuvo su jefe, profetas, santo o héroe. Lo bello, en la familia, es que incluye, incorpora,
une, alía, amalgama y a veces, apresa. Lo feo: expulsa, aparta, repele, separa, condena.
La epidemia de la globalización, hoy (peor que la peste española que mató millones de
personas en el mundo en el comienzo de este siglo, peor que la cólera y otras pestes que
devastaron a Europa en la edad media) la globalización infecta a la mayor parte de la
humanidad. Divide a la humanidad en tres grandes familias: primera, la de aquellos que
controlan el mercado; segunda, la de los que en él están inmersos, sea al nivel que sea (al
menos como consumidores) y la tercera, infeliz, la que reza en los corredores de la muerte
del desempleo, de la enfermedad y del hambre: ésta es la humanidad descartable, el moderno
holocausto. La familia económica se sobrepone a la raza, al credo y al color, al tiempo y al
espacio. Sus vínculos sanguíneos son las acciones de las multinacionales; su corazón es la
bolsa.
Quise hablar de estas tres humanidades y de esta pena: para que exista familia, es necesaria
la exclusión; es necesario expulsar aquellos que no pertenecen a ella. Y la misma violencia
necesaria para excluir a los otros, se puede volver contra los propios miembros de la misma
familia.
Hablé metafóricamente.

Personajes:

Esmeraldina: madre e 50, 60 años, deslumbrante, más joven que la hija, preocupada con su
apariencia física, no con la familia y otros detalles; elegante, bonita, enérgica.
María Luisa: Su hija a quien se puede confiar absolutamente todo, menos dinero,
documentos y secretos. Como dedicó parte de su vida a criar a sus hermanos, se volvió más
vieja que la madre.
María Pía: Recién egresada del convento, adaptable a cualquier circunstancia. Rica heredera
pobre. Bette Davies. Misma edad que las otras.
Luis Eugenio: está en la flor de la edad, campeón olímpico de todo. hermoso, saludable bajo
todos los aspectos visibles: un bello día elige el suicidio antes de que sea tarde.
Luis Octavio: hermano más grande. Especialista en acciones mejicanas , paraguayas y
bolivianas, dueño de una sólida cultura financiera y jurídica; moral, no tanto. No habla inglés,
lo que es una pena.
Luis Antonio: el hermano menor, trae a la esposa (más grande que él) María Pía, para
conocer la familia y para hacerse ver.

LIVING DEL DPTO. DE LUIS EUGENIO. MESA PUESTA. ENTRA MARIA LUISA

María Luisa – Hola, los de la casa (alto). Si no hay nadie, por qué la puerta estaba abierta.
Luiiiis!!! Luiiiiss!!! (ve un revólver sobre la mesa) Un revólver?! Qué raro! (furiosa) Aparecé
ya! Luis Eugenio, vos juraste que cada uno de ustedes, mis tres hermanos tenían una
revelación extraordinaria, aparte de la herencia, claro! Yo vine en un taxi especial. Mi chofer
renunció sólo por siete salarios atrasados! (grita). Intolerante! Descarado! (ansiosa) Vengo
para escuchar revelaciones y sólo encuentro un revólver sobre la mesa! Estamos en Brasil,
pero aún así… (pánico) Viene alguien… Me voy a esconder… Qué vergüenza! A mi edad
debajo de la mesa! (Sale. Aparece María Pía vestida de monja discreta y Luis Antonio,
basurero)
María Pía – Luis: estás seguro que el vive aquí?
Luis Antonio – No me digas Luis. Mi nombre es Luis Antonio! Todos somos luises! Eugenio
es mi hermano! Yo soy yo!
María Pía – Luis Antonio…
L. Antonio – Ahora si, preguntá!
M. Pía – Está seguro que nos invitó a nosotros dos, vos y yo, a una reunión de familia a la
medianoche?
L. Antonio – El ni sabe que vos existis!
M. Pía – No le contaste que nos casamos en Roma???!!!
L. Antonio – En mi familia casarse está prohibido! Encima con una novia de tu edad!
M. Pía – No quiero ser una concubina! Ni a palos! El casamiento es una seguridad para la
mujer, por eso me casé!
L. Antonio – Se van a caer de culo: vos existís! Esta noche es de vida o de muerte. Blanco o
negro.
M. Pía – Tu madre viene?
L. Antonio – (asustado) Dios quiera que no!!! La invitación decía, reunión íntima sobre la
herencia. Íntima, bien entendida, es sólo para hermanos. La herencia es sólo para nosotros!
M. Pía – Un revólver sobre la mesa! (tiroteo. Asustada) Qué fue eso??!!
L. Antonio – Es normal, un tiroteo! Estamos de vuelta en Brasil! (Un ruido) Hay alguien ahí
adentro.
M. Pía – Andá a esconderte en el baño, voy a ver quién es.
L. Antonio – Dónde está el baño?
M. Pía – Por lógica, debe ser … (duda) Allí … o por allá … (apunta sin dirección, saca un
revólver de la cartera) Quién está ahí?
M. Luisa – (soberana) Yo!
M. Pía – Yo, quién?
M. Luisa - (revólver en mano) María Luisa, hija de Luis Eustaquio ¡!!
M. Pía – (guarda el revólver) Perdón no había visto que se trataba de una persona de una
cierta edad bien avanzada!!! Quién es usted?
M.Luisa – (guarda el suyo) Soy la hermana de mi hermano. Y hablando de edades… estoy
cerca de los sesenta, pero vos, querida, hace mucho que ya los pasaste…
M. Pía – (sincera) Con toda sinceridad, juraba que eras la abuela…
M. Luisa – (feroz) Y vos… sos alguien?
M. Pía – Soy la esposa de tu hermano. Somos cuñadas, a pesar de la enorme diferencia de
edad!!!
M. Luisa – Basta de hablar del calendario!!! El casamiento está prohibido en esta familia!
Pacto de sangre. No dividir la herencia. Por la crisis, entendés. (metiéndole miedo) El país
está quebrado, el gobierno desgobernado, la bolsa explotó, Apocalipse Now! (tiros afuera)
Qué fue eso!!??
M. Pía – (con naturalidad) Un tiroteo, es natural! Yo soy muy religiosa, pero ya me
acostumbré (enérgica). Uno tiene que adaptarse a los tiempos nuevos, robos, asaltos,
secuestros, tráfico de blancas, quiebras, llamados a concursos, estupros, incestos, parricidios,
matricidios, modernidad, el mundo es lo que es, no lo que a uno le gustaría que fuese. Si el
mundo sirviera de algo, Jesús no habría muerto en la cruz joven, y sí viejo en un hospital
samaritano rodeado de alegres novicias morenas cantando músicas sacras medievales.
M. Luisa – (corta) La herencia de nuestro padre nos va a salvar!
L. Antonio – (guarda el revólver) Nuestro padre fue un gran fabricante de carruajes. Vendía
hasta para la reina Victoria!
M. Luisa – No vamos a dividir la herencia con la primera oportunista que aparezca! Ningún
hermano se casa! Encima con alguien que tiene la edad como para ser su madre.
L. Antonio – Yo me casé!
M. Luisa – Vos sos un idiota, vos no contás.
L. Antonio – (un mínimo de coraje) Me casé, aún siendo loco.
M. Luisa – Esta vino a hacer qué acá? Examinar mi partida de nacimiento? (timbre) Quién
será?
M. Pía – (entusiasta) Voy a abrir. Quiero ser servil. Lo aprendí en el convento: sumisión!
Servilismo! Humildad! Humillación! (va alegre). Fui esposa de Cristo, obediente. Cuarenta
años dejan marca en cualquier viuda!
M. Luisa – Quién es esta idiota?
L. Antonio – Esta idiota es muy religiosa, sabés? Fue hermana de caridad antes de casarse
conmigo… por caridad.
M. Luisa – Cerrá esa ventana, qué olor horrible!
L. Antonio – (cerrando) Explotó la cloaca de Ipanema.
M. Pía – Es olor a mierda! Es natural, estamos en Brasil!
M. Luisa – La mierda huele mal en cualquier país, no es patrimonio nuestro! Hasta en el
Vaticano! Pará con ese patriotismo absurdo!
M. Pía – (orgullosa) En Brasil huele peor! Mucho peor! (entra Luis Octavio)
M. Luisa – Este es Luis Octavio, gerente de la familia. Nuestro hermano, guardián, guía,
maestro, financista, gurú! Abogado, promotor, juez!!! En fin, economista!
L. Octavio – Octavio con C, da dignidad! Oc- ta- vio! Y vos? Sos la empleada de Luis
Eugenio?
M. Pía – Soy la esposa.
L. Octavio – Mis hermanos no se casan!
L. Antonio – En Roma. En el castillo de mi mujer… me casé.
L. Octavio – En Roma? Cómo está el Papa?
L. Antonio – No frecuento.
L. Octavio – (para M. Pía) Quien va a Roma y no frecuenta al Papa no merece respeto!
M. Luisa – (enfática) Habló el economista!!
L. Octavio – (con placer) Estamos viviendo una crisis grave. Que como todas las crisis, va a
terminar en una crisis mucho más grave! Gravísima!
M. Luisa – Mucho más grande!
L. Octavio – (pontificando) La guerra fría salvó al mundo. Desde que terminó la guerra,
nunca más el mundo vivió en paz!
M. Luisa – La guerra es la guerra!
L. Octavio – (vehemente) El ser humano no está preparado para la paz! La economía
universal depende de la guerra, que acaba con el desempleo y, lo que es mejor todavía,
termina con los desocupados!!! El mundo es como aquella gran balsa medieval donde los
náufragos se devoraban unos a otros para no morir de hambre! Primero se comieron a los
niños indefensos – muy justo – Después se comieron a los discapacitados que no se podían
defender. Y se fueron comiendo a los más débiles, y fueron comiéndose unos a otros, hasta
que quedó vivo el más fuerte de todos, atleta musculoso! Solo… y muriéndose de hambre!
Entonces comenzó a comerse la partes menos útiles de su propio cuerpo, como la pierna
izquierda, el brazo, las orejas, un ojo, la nariz, el cerebro, el corazón – todo lo que tenía poca
utilidad, se lo comió. Los dedos de la mana derecha, el pelo, los dientes, intestinos, se fue
comiendo su cuerpo entero hasta que devoró la propia lengua y la boca! Después de comerse
la boca no comió más nada! Eso es la postmodernidad!
M. Pía – (con miedo) Caníbales!!???
M. Luisa – El título no importa. Hay que comer, se come!!!
M. Pia – Eso mismo. Se come! Yo soy religiosa, pero soy posmoderna. Me acostumbro
rápido! Comer! Devorar! Necesitamos se-gu-ri-dad!
L. Octavio – El reino animal, donde estamos todos nosotros – yo preferiría ser una palmera
imperial mirando al mar, pero infelizmente nací animal como ustedes! – el reino animal es
cruel, salvaje, el reino animal es más podrido que el reino de Dinamarca! El pez grande se
come al chico, el fuerte se come al débil! La vida se alimenta de la muerte! Para vivir, tenés
que matar, seas una planta de lechuga o un chancho de 300 Kg! Matar y comer!
M. Pía – Pero en el Vaticano nos dijeron que la bondad…
L. Octavio – La bondad no existe en la naturaleza, señora no se cuánto, la bondad es una
invención humana, tiene que se enseñada y aprendida, pero el ser humano es mal alumno, no
aprende nada nunca!
M. Pía – Eso ya lo aprendí. El ser humano es una porquería!
L. Octavio – Quien quiera salvarse tiene que convertirse al canibalismo existencial! Comer o
ser comido! Tenemos que construir nuestra balsa. La familia! Aquí, nadie come a nadie! Solo
comemos a los de afuera! Cuidado! Andate! Nadie va a dividir la herencia! Están casados?
Descásense!
L. Antonio – Pero fue en el Registro Civil!
L. Octavio – (heroico) Incendio el registro Civil!
L. Antonio – Es en Italia!
L. Octavio – La invado!
M. Luisa – (explosiva) Eso es un hombre! Eso es un macho! Sabés que el rindió examen en
las mejores universidades del mundo entero? Estudios superiores de economía en Londres,
París, Nueva York. (orgullosa) Fue reprobado en todas! To-das! (explicativa) Porque no sabía
inglés! La economía, hoy en día es toda en inglés. Los números son en inglés! Aún así es
necesario mucho talento para ser reprobado en tantas escuelas al mismo tiempo!
M. Pía – Yo no necesito de ustedes! Soy riquísima!
L. Octavio – Será?
M. Pía – Más que todos ustedes juntos!
L. Octavio – De dónde viene ese dinero?
M. Pía – (con pasión) del amor de Jesús, mi primer marido. Esa es mi mayor riqueza.
Seguridad!
L. Octavio – Entiendo. Pero aparte de esa fortuna jesuítica, ese castillo, cuántos cuartos
tiene?
M. Pía – 37! Uno se pierde ahí adentro… Hay hasta un inspector de tránsito, semáforo… En
el momento del casamiento, mi novio no encontraba el camino al altar y yo casi me casé con
el sacristán. Yo me quería casar! Después que me separé de Jesús necesito seguridad!
M. Luisa – Hay capilla en el castillo?
M. Pía – Iglesia gótica renacentista!
L. Octavio – Interesante! 37 cuartos, cocina comedor, iglesia gótica, dormitorio para la
mucama… quién es el dueño?
M. Pía – Jesucristo!
L. Antonio – La vía del ferrocarril… contales.
L. Octavio – Vías???!!!
M. Pía – Claro. Mi padre mandó construir vías para unir las estancias de él de norte a sur.
L. Octavio – Quién es el dueño de las vías y de las tierras.
M. Pía – Jesucristo, Nuestro Señor, Padre Nuestro!
L. Octavio – (agresivo) Todo pertenece a Dios que está en el cielo, ya se, pero, aquí en la
tierra, quién es el testaferro?
M. Pía – Mi padre, el conde!
L. Octavio – Conde italiano??? (se desmaya)
M. Luisa – (ternura) Hija mía, tenés muchos hermanos o sos la única heredera? (dándose
cuenta de la metida de pata) Digo, hija única? Vos sos condesa? Porque, de tal palo, tal
condesa!
M. Pía – Hermanos ninguno: hermanas, todas, en el convento.
L. Octavio – Santa hermandad, pero… del punto de vista jurídico vos sos la heredera
universal, no es cierto?
M. Pía – Hermana en Cristo Rey.
M. Luisa – (cariñosa) Si, hija mía, entiendo tu razonamiento, pero te estoy hablando de
ooooootra cosa. Cuando tu padre muera, esas locomotoras, trenes, tierras, castillos, iglesias
renacentistas, padres, monaguillos, obispos, cardenales, todo eso queda para quién? Para la
condesa! No es cierto, querida?
M. Pía – Que sea lo que dios quiera.
L. Octavio – Va a querer. Amén.
M. Luisa – Vos sos nuestra invitada de honor!
L. Octavio – (práctico) Ustedes se aman eternamente, ya se, pero desde el punto de vista
jurídico, fue comunión de bienes, no es cierto? Irrevocable! El amor se anula… los bienes
materiales no.
M. Luisa – Comunión de bienes, eterna y vitalicia…
M. Pía – Comunión… claro.
M. Luisa – (feliz) Gracias al Papa… Y a Italia! Viva Vittorio Emanuelle Garibaldi!
L. Octavio – (sociabilísimo) Yo puedo parecer poco religioso así a primera vista, pero nadie
tiene como yo, una devoción a la virgen tan salvaje, atroz, feroz, enigmática. Aaaaaaaaah, la
Viiiiiiiiirgen!!! (hecho una fiera) Virgen santísima idolatrada! Soy fanático! Admirador in-
con-di-cio-nal, intempestivo, irrefutable… todo! (Goloso) Podemos conversar, hermanito,
pensar en sociedades. Soy especialista en herencias.
M. Luisa – No habla inglés, pero tiene vocación de diálogo: un diplomático! Un verdadero
padre! Hablando de padres, viene de ellos tu religión?
M. Pia – Son ateos, incrédulos! Mi madre era hippie alagoana, tuvo los padres baleados en un
bautismo íntimo en familia, quedó huérfana de chica, fue para Calabria a trabajar como
modelo en desfiles de bikinis, se casó con un conde mafioso y se convirtió a la monarquía. Yo
soy una rebelde. Sólo pienso en hacer el bien. Como mi marido.
M. Luisa – Por qué dejás que el se vista así, tan sin gracia?
M. Pia – Es el uniforme de la corporación: el es basurero!
M. Luisa – Mi hermano? Basurero? (tiroteos) Eh, qué fue eso?
M. Pia – Tiroteos, Brasil, es natural… (timbre)
L. Octavio – Debe ser Luis Eugenio: ya pasó más de una hora! Solo puede ser el! (va a abrir)
M. Luisa – La mujer de nuestro hermano es nuestra hermana, basurerita como el! Comunión
de cuentas bancarias, amores y almas en pena! (entra Esmeraldina, deslumbrante, guardando
el revólver)
Esmeraldina – Hay cosas acá en Brasil que no me gustan, las odio, detesto, pero sé que es
así, es natural, las acepto: cuando soy asaltada en la bocacalle entrego enseguida la cartera,
brazaletes, anillos, collares de perlas, tooodo; es natural, si hay un tiroteo, me tiro al suelo, es
natural. Pero que la Municipalidad no junte los cadáveres de las personas asesinadas el día
anterior, cuando tuvo toda la noche para eso, es insoportable. Falta de todo en este país, hasta
ambulancias! En una ciudad civilizada, las ambulancias no pueden faltar! Si quieren matar,
que maten, está bien… pero no dejen el cadáver expuesto a la luz del sol! Tuve que pisar a
dos o tres para llegar acá! Tropecé, me ensucié los zapatos con sangre… es desagradable.
(nadie le presta atención) Las dos de la madrugada y no soy la última?!!! Hice lo posible para
llegar atrasada y no sirvió de nada! (mirando con cariño a María Pia) Qué joda es ésta??? Yo
vine en un taxi especial – mi chofer se fue por falta de pago… Desagradecido!!! Es la crisis,
hijos míos, la crisis! Nunca se vio una crisis como esta! Mientras la herencia de su padre no
entre en mi cuenta, estoy en la miseria!
L. Octavio – Mamá!!! Quién te invitó? A qué viniste?
Esmeraldina – No es por la herencia? Yo soy la heredera! No somos la familia? Yo soy la
madre!!! (agresiva) La madre también es de la familia, sépanlo!
M. Luisa – Algunas ni se acuerdan de eso…
Esmeraldina – Esa que está ahí, quién es?
M. Luisa – Es la mujer de ese.
Esmeraldina – Vos estás loco? tuberculoso, con el pulmón agujereado? querer casarte?! Y el
pacto de sangre? En esta casa nadie se casa! Y esa ropa?
M. Luisa - (suave) El está siguiendo su vocación, una carrera muy digna! Se está doctorando
en basurero! El Papa elige personalmente cada basurero del Vaticano! Les mira los dientes,
las orejas, todo. Personalmente!
L. Antonio - ( ofendido) Hacía falta decir que soy basurero?
M. Luisa – No sabía que era un secreto…
Esmeraldina – (para M. Pia) No tengo nada contra ustedes, pero a primera vista, te veo
horrorosa!
M. Luisa – A segunda vista te va a gustar!
L. Antonio – Ella fue mi salvación!
Esmeraldina - Te salvó de qué?
L. Antonio – En el hospital, en Roma. Abandonó el culto sagrado de la Virgen para adorarme
a mi.
Esmeraldina – Estuviste de viaje? Yo ni me había dado cuenta de tu ausencia…
L. Antonio – Fui a vender carrozas al Papa, como papá; un modelo lindo, blindado, a prueba
de cañón turco!
Esmeraldina – Y te compró?
L. Antonio – mandó a un Cardenal a decir que estaba pasado de moda.
Esmeraldina – Cuando ni el Papa compra carrozas, es seria la crisis! El padre de ustedes era
un idealista… Como todo buen idealista, se pegó un tiro en la cabeza! (enérgica) Hoy es
necesario ser competitivo! Por qué no estudiaste economía, como tu hermano? O informática!
Podrías inventar una secta religiosa electrónica, la Revelación Digital Divina Punto Com,
Dios Omnipresente en los Sites de Internet Punto Com Punto Be Erre! Son industrias
globalizadas que dan dinero! Tenemos que ser modernos, sacrificar ideales, escrúpulos,
virginidades!
L. Antonio – Yo quiero el bien de la humanidad! No quiero una balsa caníbal: quiero nadar
desnudo en mar abierto!
Esmeraldina – Te ahogás!
L. Antonio – (patético) Yo existo! Mirame mamá, mirame. (hace señas) Eh, eh, estoy acá!
Mamá… mamá… (ella no mira)
M. Luisa – No vas a intentar matarte otra vez, no Luis Antonio?
Esmeraldina – Otra vez??!!! Mi hijo alguna vez ya se mató?
M. Luisa – Se cortó las venas…
Esmeraldina – (indignada) Mi hijo se corta las venas y nadie me dice nada?!! Como si fuera
la cosa mas natural del mundo, cortarse las venas todos los sábados a la tarde, después de la
manicura!!
M. Luisa – No sabía que era secreto, perdón…
Esmeraldina – Vos me querés asustar… Claro que mi hijo jamás se cortaría las venas. (sin
transición) Te salió sangre?
M. Pia – (extasiada) A borbotones… babeando por la boca … estaba hermoso… Me
enamoré!
Esmeraldina – Babeando???!!! Qué romántico!
M. Pia – Eso, en la segunda vez…
Esmeraldina – Hubo dos???!!!
M. Pia – La primera, fue ridículo. El se quería cortar alguna cosa, pero no sabía qué! Agarró
una navaja y se la empezó a pasar por encima de todo el cuerpo… Casi se corta lo que no
debía… ah, Dios mío! Casi, casi…
L. Octavio – Ay! Por dios!!! (cruza las piernas, aterrorizado)
M. Pia – Entonces resolvió cortarse…
Esmeraldina – Las muñecas, como todo suicida decente? El cuello? La carótida?
M. Pia – Los tobillos!
Esmeraldina – (grita) Tobillos?!! (histérica) Por el amor de Dios, no se lo cuenten a nadie!
No quiero que mis amigas sepan. Ningún hijo de amigas mías, ni siquiera drogado, se cortaría
los tobillos para suicidarse. Les corto las relaciones!
L. Antonio – Yo creía que el suicidio era así…
Esmeraldina – Si se cortó los tobillos, por qué no renguea?
L. Antonio – (orgulloso) Rengueo.
Esmeraldina – Caminá para que te vea. (camina, pero no renguea) Es mentira, vos no
rengueás! Caminás medio raro, pero no rengueás… Cobarde: no tenés ni coraje para matarte!
M. Pia – El se cortó los dos tobillos, quedó manco de las dos piernas…
Esmeraldina – Aaaahhh! Ya entendí. Una rengueada corrige la otra.
M. Pia – Tuve un ataque, grité, cómo es que un suicida decente se corta los tobillos, ridículo,
grotesco!!! (sonriendo) Entonces el intentó de verdad, solamente para agradarme… qué amor!
Como un kamikaze, se agujereó la barriga! Se clavó como pollo al spiedo! Heroico!
Esmeraldina – Y entonces? Se murió?
L. Octavio – Cómo y entonces, mamá??? El está ahí, adelante tuyo!!!
Esmeraldina – Ya se… ustedes hijos míos, son capaces de todo…
M. Pia – Le salía espuma por la boca, yo me enamoré; eso sí que era un suicidio de verdad!
Se babeaba…
Esmeraldina – Qué horror… basta!
M. Luisa – (acusadora) El amor de madre es esencial y eso el nunca lo tuvo! Quien no es
amado por la madre, se enamora de la muerte1
Esmeraldina – Yo amo a todos mis hijos: hasta al basurero (desolada) Ah, si tu padre te viera
en ese estado. Era un hombre noble, amaba el lujo… tener un hijo basura…
L. Antonio – Soy basurero ideológico! Quería conocer la verdadera esencia humana: el alma
de cada persona se revela en la basura que ella produce!
Esmeraldina – Tenés toda la razón hijo; la esencia está en la basura!
M. Luisa – Mamá, viste en qué terminó? (acusadora) Vos no querías tener más hijos después
de Luis Eugenio, un bebé lindo, y cuando quedaste embarazada de Luis Antonio, quisiste
abortar…(entusiasmada). Todos los días te pegabas piñas en la barriga, cerca de la cabeza del
feto que allá adentro gritaba asustado – Mamá, basta! Mamá no me pegues! – y ella se
golpeaba contra las paredes, caía de las escaleras, tropezaba con su sombra… Mi reino por un
aborto!
Esmeraldina – (amargada) Era necesario contar eso?
M. Luisa – Es verdad o no?
Esmeraldina – Eran otros tiempos, golpearme, caer del caballo; era así que se abortaba. Vos
no tendrías que haber contado nada!
M. Luisa – No sabía que era secreto, disculpá.
M. Pia – Ahora puedo cuidar de él el día entero, mi basurerito querido. (Entra Luis Eugenio,
fulgurante, bello)
Todos – Por fin, Luis Eugenio!!!
M. Pia – Qué hermoso que es... (seductora) Ora pro nobis!
L. Antonio – Quieta.
Esmeraldina – Vayan explicándome enseguida esta asamblea de madrugada y las tres
revelaciones!
M. Luisa – La primera el suicidio: faltan dos! Y vamos a hablar enseguida de la herencia!
L. Eugenio – Disculpen el atraso: me estaba despidiendo de amigos, campeones olímpicos!
Nadie entendía por qué! Fue emocionante, lloramos, ataques histéricos, desmayos, de todo.
Me van a extrañar.
Esmeraldina – Vos también vas a viajar?
L. Eugenio – De cierta manera, si...
Esmeraldina – Uno se va o se queda, no hay forma de viajar en el mismo lugar!
L. Eugenio – Un viaje largo...
Esmeraldina – Antes de hablar de turismo, vamos a comer! (Ve el revólver) Y ese revólver?
Hoy en día nadie sale de casa sin por lo menos un revólver y dos celulares, pero, aún así, en la
santa mesa...
L. Eugenio – Tenés el coraje de hablar de comida en mi casa?
Esmeraldina – No fue para eso para lo que vinimos?!!
L. Eugenio – Madre, estoy en crisis! Yo, campeón olímpico, crisis psicológica!!!
Esmeraldina – Los atletas no deberían tener sicología. La sicología entorpece el
metabolismo.
L. Octavio – (arrebatado) La crisis que está golpeando nuestras puertas es la última crisis!
Mundial y familiar! Si fuera sólo mundial, el mundo que se joda, la familia estaría a salvo!
Vengo de los tribunales con una noticia terrible. Esa es mi revelación: la segunda de esta
noche. Apriétense los cinturones. La crisis mundial nos salpicó!
Esmeraldina – (sin comprender) Estamos pobres, pero apenas el juez me autorice a meter
mano a la herencia, vamos a ser ricos otra vez!
L. Octavio – (asustador) Madre, quiero hacer la segunda tremenda revelación de esta noche.
Del punto de vista jurídico...
Esmeraldina – (exaltada) La tan bendecida herencia de nuestro amado esposo, padre y ahora
suegro, el recordado Luis Eustaquio, herencia que nos devolverá a nuestros choferes
arrepentidos, está en camino. Voy a tener hasta mayordomo! Voy a ser la envidia de amigas y
enemigas!
L. Octavio – Tenemos que poner los pies en la realidad!
Esmeraldina – (entusiasmada) Luis Eustaquio, mi amor, nosotros te amábamos, Luisito!
M. Luisa – Yo, más que nadie. Por eso, a la hora de la división de bienes...
Esmeraldina – (transportada) Hombre puro, generoso. Le gustaban los juegos de azar... y no
tenía suerte!!! Adoraba las carreras de caballos... y apostaba a matungos rengos, para
estimular los animales, corazón generoso!! Pero cuántas grandes virtudes para tan pequeños
defectos! Se llenaba de alcohol, se caía en la calle y vomitaba en las zanjas... pequeños
deslices...
M. Luisa – La cirrosis hepática, aunque esté bien tratada, es mortal, y el pobre diablo de
nuestro padre no tenía nadie al lado cuando gritaba pidiendo socorro y agua por el amor de
dios!!! Murió seco, con un tiro en la boca!
Esmeraldina – (devanea) En su ausencia física, tenemos el consuelo de la herencia, que
alivia el dolor y los intereses bancarios. Necesito urgente un millón; tengo un pagaré que
vence el lunes. El jueves quinientos mil... Y así va la vida, de pagaré en pagaré...
M. Luisa – Mi pileta va a remate si antes de fin de mes...
L. Antonio – Yo tengo hambre ahora, ya! Quiero comer! Herencia bendita!
Esmeraldina – Vamos a la herencia: cuánto es?
L. Octavio – Mi revelación es exactamente esa; la crisis es peor de lo que se piensa.
(suspenso) Vengo del juez: la herencia de nuestro padre... simplemente... no existe! (todos dan
un tremendo grito)
Todos – (animalescos) No es posible! Mentiroso! No es verdad! Y los millones en el banco
suizo? En las Bahamas? En la isla de Jersey? Y las acciones bolivianas?
M. Luisa – Vos, cretino, no eras el ángel de la guarda económico de la familia? Maestro,
gurú? Economista??? Ahora entiendo por qué siempre te reprobaron!!!
Esmeraldina – Cómo te dejaste engañar de esa manera? Incompetente!
L. Octavio – (llorando) Yo no hablo inglés, estaba todo escrito en inglés, no entendí nada!!
Nuestro padre viajaba y contraía deudas en inglés, jugaba a la ruleta inglesa, caballos
ingleses! El juez inglés dijo que teníamos que pagar en dólares... americanos! Habló en
inglés! (patético) Si yo supiera inglés hoy sería presidente del Banco Mundial y del FMI, sería
el Rey de Inglaterra! Daría las cartas... en inglés!
Esmeraldina – Pará de llorar, idiota, y pensá en una solución.
M. Luisa – Yo no pago nada!!! Moratoria ya!!! Jubileo dos mil!
Esmeraldina – (indignada) Ya despedí mis empleados, me quedé sola con las criadas, sola
con un solo portero, dos guardaespaldas y tres pitbulls! Solamente eso! Herencia maldita!
M. Luisa – María Pia, querida, sentate aquí, cerca de mi...
L. Octavio – El se dormía en el póquer y yo tengo la culpa?
Esmeraldina – Cómo es que aquel idiota se dormía con las cartas en la mano?
L. Octavio – Con media botella de wisky, te dormís!
Esmeraldina – Si estaba dormido, los papeles que firmó no tienen validez! El no estaba con
la cabeza en su lugar!
L. Octavio – Del punto de vista jurídico, aún en coma y en una cloaca, el estaba con la cabeza
más en su lugar que yo!
Esmeraldina – En tu caso, el punto de vista jurídico tiene toda la razón!
L. Antonio – Estamos en la peor miseria! Somos todos basureros!
L. Octavio – Si no fuera por mi, sería peor!
M. Luisa – (violenta) Vos, incompetente, nefasto! (iluminada) Gracias a dios tenemos a
nuestra hermanita, estamos salvados! Herencia maldita, casamiento bendito! (al hermano)
Estás seguro de la comunión de bienes, Luis Antonio?
L. Antonio – María Pia lo quiso! Yo acepté, sumiso!
Esmeraldina – Mi querida, bienvenida a nuestra familia!
L. Antonio – Escuchá el fin de la historia.
M. Pia – Es cierto, tiene ese detalle incómodo... Como yo abandoné el convento y me casé
con un basurero, mis padres me expulsaron de la casa con la ropa que llevaba puesta, esta de
monja.
L. Antonio – Somos los millonarios más pobres de la faz de la tierra. Estamos en la miseria!
Y con hambre!
M. Pia – Sólo vamos a heredar castillos y locomotoras, padres y monaguillos cuando mis
padres mueran y, aún así, si podemos probar que no estoy loca.
M. Luisa – En tres minutos, perdimos dos herencias! (violenta) Salí de acá, queridita, sacá el
culo de esa silla! Ya!! (se sienta) Somos una familia de ricos miserables. Millonarios
hambrientos! Globalización?!! Qué bronca, qué odio!!
L. Octavio – (esperanzado) Qué edad tienen tus padres?
M. Pia – Noventa y cinco y setenta y ocho!
L. Octavio – Después de los ochenta, vivir es peligroso. Basta un susto. (asusta) Aaaahhh...
Buuuhhh... (feliz) Podemos asustarlos!
M. Pia – Son enfermos, vamos a esperar. Está todo en manos de dios.
M. Luisa – Está en buenas manos! Pero si uno pudiera ayudar, dios agradece...
L. Octavio – La macana es que dios tiene mucho tiempo por delante, no tiene apuro...
Nosotros si!
M. Luisa – Noventa y cinco? Sentate mi amor, cerca de mi.
L. Eugenio – Dinero... sólo piensan en eso.
M. Luisa – A vos lo único que te preocupa es castigarte en el gimnasio, natación, pesas!! Los
hombres de esta casa son todos alucinados! Locos, insanos, mentecatos!
Esmeraldina – para no decir estúpidos, idiotas, cretinos y cosas menos amables!
L. Eugenio – Mi crisis es seria y las consecuencias funestas. (reflexivo) pero, para ustedes, es
hasta una buena noticia.
Esmeraldina – Buena? Yo necesito de varias, y óptimas!!!
L. Eugenio – Mi revelación es trágica! Mejor para ustedes! Aleluya!
Esmeraldina – Hijo, cuándo fue que eso comenzó? Contale a tu madre!
M. Luisa – Mejor para nosotros, por qué?
Esmeraldina – No me asustes. Qué es?
L. Eugenio – (dulzura de un condenado a muerte) La semana pasada, anocheciendo, vi el sol
sumergiéndose en el horizonte, como un campeón olímpico! Sentí acidez en el estómago.
Soñé con enfermedades. El mundo es contagioso! Ustedes sabían que existe más
biodiversidad en una carie dentaria que en la floresta amazónica?
M. Luisa – Yo ni sé lo qué es biodiversidad.
Esmeraldina – Te creo. Pero qué es lo que la carie tiene que ver con el Amazonas, y la
floresta con la crisis? Esa parte no la entendí.
L. Eugenio – (romántico) Viendo el sol morir, vi que la vida es frágil. Cruzar la calle es un
acto de heroísmo, de riesgo mortal. Traficantes con ametralladoras, pibes con gillette... Uno
vive escondiéndose, huyendo, no puede parar nunca, ni en el semáforo rojo! (tiroteos afuera)
Están oyendo el tiroteo??? Estamos en Brasil, pero aún así...
L. Octavio – Eso es muy filosófico pero, ya que la herencia no existe, cuándo es que vamos a
cenar?
L. Eugenio – Yo sería tan cruel al punto de ofrecerles... (asco) una cena? (vuelve al
romanticismo asustador) La muerte ronda cada postre, cada plato principal!
M. Luisa – Vos entraste en alguna secta vegetariana, hermano?
L. Eugenio – Pensé en ofrecer un banquete antes de la noticia trágica!
Esmeraldina – Ay, dios mío! Qué noticia?! Qué tragedia?! Qué banquete?!
L. Eugenio – Pensé en una ensalada simple... Pero existen agro tóxicos hasta con arsénico.
Una ensalada es suicidio a mediano plazo!
L. Octavio – En resumen, tu cena solamente tiene pan y manteca!
L. Eugenio – Manteca es grasa, estrangula el corazón. Quien come pan, muere diez años
antes.
L. Antonio – (llorando) Un bife, costilla, chorizo... Tengo hambre.
L. Eugenio – Carne, colesterol... Pescado, mar poluído... Pollo, hormonas. Vaca, está loca.
M. Luisa – Y esa jarra?
L. Eugenio – Agua.
L. Antonio – (orgulloso) En Río, el agua tiene más coliformes fecales que lata de basura del
Vaticano. Yo soy basurero, sé de lo que hablo! Soy una autoridad en basura! Soy alguien!
Esmeraldina – No basta ser coliforme, encima fecal!
L. Eugenio – Desde aquella puesta de sol, quedé melancólico. Fui al médico: pasé todos los
exámenes. Un atleta maravilloso! Perfecto! Adonis! Apolo, Osiris, Orfeo! Un dios!
M. Pia – Es bonito y lindo, hermoso!
L. Antonio – Callate la boca! (Un sopapo: Ay!!)
L. Eugenio – Entonces tuve una idea deslumbrante. Tarde o temprano, yo me enfermaría,
como todo el mundo. Sexo; imposible: Sida. La muerte acecha en la cama y en la mesa. Tomé
la decisión trágica y bella: decidí matarme
.L. Antonio – (entusiasmado) Vos también? Hermano!!!
Esmeraldina – (llorando) Hijos, qué fue lo que hice? Por qué soportar tantos suicidios en la
familia? Qué madre desnaturalizada fui para merecer este castigo?
L. Eugenio – Decidí morir antes de que mi cuerpo se pudra. En aquel crepúsculo... el sol
buceando en el mar, decidí morir entero, saludable y bello!!!
M. Luisa – Vos estás loco, pero no podés morirte!
Esmeraldina – Tenés prohibido matarte!
L. Antonio – Te lo juro: no vale la pena. Yo lo se!
L. Octavio – Viví y ayudá a pagar la deuda de nuestro padre!
L. Eugenio – Para sentirme bien muerto, decidí tirar mi dinero!
Esmeraldina – (grito lacerante) Aaaaaayyyyyyy!!!! Por qué hijo, para qué?
L. Eugenio – Quien deja una herencia, continúa vivo en el bolsillo ajeno, y yo quiero morir
completamente! Yo tenía miles de dólares en el colchón...
Esmeraldina – Justamente, vamos a conversar sobre ese colchón...
L. Octavio – (excitado) Porque, desde el punto de vista jurídico...
L. Eugenio – Grandes jugadores perdieron fortunas de la noche a la mañana; yo quise perder
todo y empecé a jugar a la quiniela, bingo, raspadita, loto, lotería, ta-te-ti.... Para mi
infelicidad, gané fortunas.
Esmeraldina – (deslumbrada) Maravilloso!!
L. Eugenio – Las Vegas, Miami, Mónaco... Jugué hasta en carreras de perros, a quién mea
más lejos y peleas de escorpiones. Quería morir miserable, sin dejar un centavo!
Esmeraldina – (lloriqueando) No hagas eso.
L. Eugenio – Dios bendecía las apuestas... Volví.
L. Octavio – Millonario?
L. Eugenio – Multimillonario.
Esmeraldina - (grito de felicidad) Estamos salvados!!!
L. Octavio – A vuelo de pájaro, cuánto dinero, más o menos, tenés? Solo a título de
curiosidad.
L. Eugenio – En efectivo, cuatrocientos millones...
L. Antonio – Cuatrocientos millones?
M. Luisa – Y vos pensaste en matarte con toda esa guita encima?!!!?
L. Eugenio – Pensar, no; VOY a matarme, lindo como soy! Atleta como ninguno! Campeón!
Me mato! Brillante y bello, quiero morir!
M. Pia – Y por qué no te mataste todavía? Mi marido hizo dos tentativas serias, se abrió la
barriga. Y vos?
L. Eugenio – Tu marido es basurero, es fácil morir. Pero para un hombre rico, morir es
difícil.
M. Pia – Dónde está la dificultad? Un tiro en la cabeza y zas! Tenés un revólver ahí mismo,
cargadito... Si querés yo te lo alcanzo! Yo soy religiosa, pero lo que tiene que ser, que sea!
Todo lo que pasa, en el fondo, es porque dios lo prefirió así; si tenés que morir, matate! Andá,
dale!
L. Octavio – (reflexivo, sincero) Si tuvieras que morir... mejor el arsénico, el cianuro...
Venenos confiables, discretos. El suicida muere sin sufrimiento y no le da trabajo a la familia!
Distinción.... hasta en la muerte!
M. Pia – En el hospital, donde yo hacía caridad, vi muchos suicidas con balas de aire
comprimido. Yo misma las compraba en el supermercado y les daba a todos los enfermos
terminales que así lo desearan. Solo bastaba pedírmelas!
L. Octavio – El rifle de aire comprimido es cosa de pobre, veneno de ratas. No le queda bien
a un rico morir de un disparo de aire comprimido con el rostro morado. Imagínense si alguien
pregunta: “De qué murió?” Y yo: “Mi hermano, campeón olímpico, Apolo, Orfeo, Osiris,
murió de un tiro de rifle de aire comprimido...”
M. Pia – Qué tiene?
L. Octavio – El pobre muere, se lo entierra y no se habla más del asunto. El rico sale en el
diario, con el cuerpo bañado en flores... No puede morir con la cara hinchada, como con
viruelas... Pero vamos a pensar con calma; seguramente vamos a encontrar una solución para
una buena muerte... Somos inteligentes, vamos a pensar!
L. Eugenio – Pero hay otra dificultad más grande..
Esmeraldina – Cuál?
L.- Eugenio – La herencia.
Esmeraldina – (suave) Dificultad? No veo que... hasta creo que...
L. Eugenio – Cómo dividir el dinero de forma justa, para que todos queden contentos?
Quiero que mi muerte sea la felicidad de la familia! No quiero provocar disputas! Ah, eso no!
Nunca! Quiero a mi familia feliz!
M. Luisa – (dulce) Siempre terminamos entendiéndonos... Una concesión por aquí, otra por
allá... Que no sea por eso. Somos una familia unida... Nosotros nos amamos!
L. Octavio – (pesando las palabras) Una hipótesis – claro que nadie piensa en eso en serio, no
es cierto? – pero si hipotéticamente, vos cumplieras la promesa, hipotéticamente... y si... te
mataras... en ese caso hipotético, dividiendo la fortuna por cuatro herederos – los hermanos...
mas la madre que, desde el punto de vista jurídico tendría que entrar en el prorrateo – a pesar
de todo, lamentablemente la madre también es de la familia - - dividiendo igualmente, da cien
millones para cada uno... (lógico) Es una buena cantidad...
Esmeraldina – (suave) Igualmente? Claro que el no va a morir, pero si, hipotéticamente
muriera... si terminara muriendo… cuando muera... dónde está la igualdad?! Madre hay una
sola!
M. Luisa – (agresiva) Mamá; es sólo una hipótesis, no tenés que ponerte tan excitada. Acá
nadie piensa en morir.
L. Eugenio – Yo pienso... Me mato hoy mismo, antes del amanecer! (mirando el reloj) Falta
poco!
Esmeraldina – (ofendida) Es sólo una hipótesis, pero aún hipotéticamente, me gustaría dejar
mi punto de vista bien claro. Acá están tres hijos, además del muerto, y apenas una señora, la
madre de todos ustedes, difunto incluido... (amenizando para L. Eugenio, dulce) Claro que
estamos hablando sólo en hipótesis, en cierta forma somos todos futuros cadáveres, no es
cierto?, como decía el poeta, no me acuerdo cuál, pero ninguno de nosotros quiere que vos te
mates. Ninguno de nosotros! (pausa) Ninguno. (mirando alrededor, preocupada) No es cierto?
(se miran de reojo) Ninguno?
L. Octavio – Claro. Ninguno. (pausa) Si o no? (pausa)
L. Antonio – Claro. (pausa) Alguien duda?
L. Octavio – Es sólo un sondeo... sólo una encuesta.
Esmeraldina – (con dignidad) En eso estamos de acuerdo: acá nadie se mata! Pero en lo que
respecta a la herencia, va a ser una tragedia si el muere. Nos vamos a agarrar a las patadas y a
las cuchilladas! (intransigente) Porque madre hay una sola y hermanos, ni yo ni ustedes
sabemos a ciencia cierta cuántos son! No voy a repartir nada! Nunca!
M. Luisa – (furiosa) Mamá, prestá atención: todos nosotros amamos igualmente a nuestro
querido muerto Luis Eugenio! Amamos al muerto con el mismo cariño, la misma ternura que
vos. A igual amor, igual recompensa!
Esmeraldina – Considerando matemáticamente la misma cantidad, andá sabiendo hija mía,
que el amor de madre es superior, en calidad, al amor de cualquier (crescendo) hermana, tía,
esposa, amiga o amante! Todas esa mujeres que me quieren robar mi hijo! Y con él, la
herencia! (se abraza a su hijo) El cadáver es mío! Sólo mío!
M. Luisa – (histérica, al borde de las lágrimas) Entonces, en tu opinión, la división de los
cuatrocientos millones cómo sería? Cómo??? Yo no estoy queriendo poner en duda tu amor,
mamá, pero vos sabés muy bien que nunca cuidaste de nosotros. Yo si, cuidé de todos, porque
era la hermana mayor, me quedé solterona porque cuando terminé de criarlos, ya se me había
pasado la edad. Mientras que vos, vaya a saber por dónde andabas! Vos quisiste que todos nos
llamáramos luises para que tuviéramos alguna cosa en común, además de madre: padre cada
cual tenía el suyo y nadie sabía bien a quién pedir un consejo, quién era hijo de quién, del
vecino o del lechero!!! (sarcástica) Estoy diciendo eso porque no sabía que era secreto! Pensé
que todo el mundo sabía que vos eras amante del jardinero, del chofer, del cocinero, del
carpintero... sin hablar de aquel equipo de fútbol amateur y los guardias de seguridad de la
cuadra... Pero si no sabían, disculpen la indiscreción, no lo hice por mala! Soy inocente! (se
pasa lápiz de labio con un espejito) Disculpen. Secreto o no, cómo es que se dividen los
cuatrocientos millones? Hablen que me estoy poniendo nerviosa! Hablen!
Esmeraldina – (calma, el odio queda en el pecho) Bien... creo que, ahora ella se desahogó...
Eso hace bien, hija mía, es muy catártico. Es una óptima terapia el desahogo! La risa y las
lágrimas son terapéuticas: yo leí eso en una revista antigua, cuando esperaba el turno del
dentista. Uno tiene que desahogarse! (concentrándose) Volviendo al tema, este es al cadáver
caliente; sólo por hipótesis – me entendés, hijo querido, bien amado – yo creo... (preocupada)
Pero vos contaste bien? Estás seguro que con tantas apuestas en la Islas Caimán, Jersey y
Bahamas sólo conseguiste recaudar cuatrocientos millones? Solamente eso?!! Es brava la
crisis!
L. Eugenio – (asustado con la desconfianza) Juro que no tengo ni un centavo más. Soy
sincero! Yo voy a morir, no miento! Antes prefiero la muerte!
M. Luisa – Si fueran diez millones más, o al menos dos o tres, uno le podría dar una propina
para que ella se quede callada y contenta.
Esmeraldina – Con un pié en el cajón, las personas normalmente no mienten. En nuestra
familia, nunca se sabe... Fracasé en la educación de ustedes, ya sé, pero nadie es perfecta.
L. Octavio – (explotando) Cuidado. La conversación está tomando un rumbo poco
conveniente. Están comenzando a desconfiar hasta del muerto!!! (corrigiéndose) Es decir, del
futuro cadáver! Vamos a hablar en serio. Sobre todo, vamos a prometer que lo que aquí se
dice, sólo se dice aquí. Nadie va a saber nada de todo lo que suceda acá en esta casa hoy. Ni
en el confesionario, sabés señora María Pia?
M. Pia – Lo juro por mi confesor! Es un padre lindo... veinte años más joven...
Esmeraldina – Bien, yo digo lo que pienso: vamos a repartir, si.
M. Luisa – Felizmente la vieja concordó!
Esmeraldina – Dividir de manera justa: la mitad para mí, la mitad para ustedes; con esa
mitad pueden hacer lo que quieran, inclusive repartir, por qué no?
L. Octavio – (a los gritos) Mamá, estamos hablando hipotéticamente, pero estamos hablando
en serio, carajo! Esa propuesta tuya es indecente! Indecorosa! Inmoral!
L. Antonio – Yo acepto cualquier cosa. Soy basurero... y tengo hambre.
M. Luisa – Si ella se queda con la parte más grande porque es la madre, yo me quedo con la
segunda parte más grande porque soy la hermana más grande y cuidé de todos, porque ella no
estaba nunca en casa, siempre buscando un amante fresco! (rabiosa) Yo sólo no les di de
mamar porque no tenía leche, pero ustedes me sacaban sangre de mis pechos mordiéndome,
me lastimaban!
L. Octavio – Y vos gozabas! Tenías orgasmos!
M. Luisa – Ahora quiero mi parte!
L. Octavio (ataque de nervios) El ser humano no sirve para nada, sabés? Yo detesto a Freud,
ese indecente, inmoral, perverso polimorfo... pero algunas verdades dice! Dice que el ser
humano es como el puercoespín: le gusta vivir en manada, pero cuando abraza, pincha,
agujerea, apuñala... Cuanto más cariñoso, más mortífero! (enérgico) Cuidado con el ser
humano! Freud no valía nada como pensador, pero pensó cosas extraordinarias!
Esmeraldina – (dulce) Y tenía una barba blanca linda, el viejito.
L. Octavio – Aún así, yo estoy contra esa historia edipiana de vivir agarrado a las polleras
maternas, eso es pura pavada austro-húngaro imperial! Para mí quiero distancia, cuanto más
lejos mejor, sabés, señora Esmeraldina?
M. Luisa – Volvió a ser macho!!! Mi macho querido!!
Esmeraldina – Hijo mío...
L. Octavio – Salí de acá, Esmeraldina! Acá no hay madre, ni media madre, hijo ni hijo y
medio; estamos hablando de dinero!!! Es eso lo que mueve a la humanidad! Para dónde, no
se, pero la mueve!
M. Luisa – Bravo! Por qué paraste?! Seguí!
L. Octavio – (enérgico) Es pura especulación hipotética, pero bien puede suceder que nuestro
amado hermano acabe cometiendo el trasnochado objetivo.
M. Luisa – (afirmativa) Puede suceder! Puede; puede; sucede, vamos!
L. Octavio – Entonces, vamos a tener esta discusión en serio! Si él muere – cosa que ninguno
de nosotros desea, no es cierto?
M. Luisa – Es una hipótesis! Las hipótesis suceden... a veces... de vez en cuando...
L. Octavio – Si muere, la muerte fraterna nos puede compensar de la pérdida de la herencia
paterna. Vamos a poner los puntos sobre las íes: quién va a ganara y cuánto. Una propuesta
sobre la mesa: dividir igualitariamente!
Esmeraldina – Dos propuestas.
L. Octavio – Una sola!!! La tuya es inaceptable! Hedionda! Hiperbólica!
Esmeraldina – (derrotada, grita) Ser madre es padecer en el paraíso, en el purgatorio, en el
infierno y principalmente aquí, en la tierra, al lado de los hijos!!!
L. Octavio – Aceptás la democracia, la igualdad?
Esmeraldina – No tengo más remedio, remediado está! Acepto! (explosiones de entusiasmo)
L. Octavio – (feliz) Ahora demostraste que sos una verdadera madre.
M. Luisa – (exultante) Capaz de sacrificios, un paradigma! Heroína!
L. Antonio – Esta herencia de nuestro querido hermano, de quien nadie desea la muerte,
naturalmente, nos viene justo! Basta de basura!
L. Octavio – Hecho esto, viene ahora una pregunta inevitable: es evidente que nadie quiere
que vos mueras! Es lógico! (sonriendo) Pero como ya está decidido, se puede saber la fecha?
M. Luisa – Luis Octavio, por favor, tené más tacto!
M. Pia – Un suicidio no se resuelve así, de la noche a la mañana...
Esmeraldina – El necesita tiempo para reflexionar.
L. Octavio – (sincero) Reflexionar qué? El estaba preocupado con la familia, pensaba que nos
íbamos a sacar los ojos unos a otros, arrancar la piel y derramar vinagre en la carne viva, y
nosotros, con toda civilidad, educadamente, conseguimos llegar a un acuerdo justo, que
beneficia a todas las partes interesadas en su muerte...
Esmeraldina – No necesita ni inventario; el puede firmar cuatro cheques antes de morir!
Tengo un pagaré que vence el lunes...
M. Luisa – Sea como fuere, está resuelto. El muere! Entendí bien?
L. Octavio – Sin querer apretar a nadie, cuál es la fecha?
L. Eugenio – El apuro es justo, pero falta la otra parte.
L. Octavio – Cuál?
L. Eugenio – Yo les hablé de los millones, dinero en efectivo, pero, si fuera sólo eso...
M. Pia – Hay más? (perplejidad)
Esmeraldina – Qué hay?
L. Eugenio – Tres propiedades.
M. Luisa – (previendo problemas) Solamente tres? Nosotros somos cuatro.
L. Eugenio – Está el hospital de viejos y enfermos terminales... Da mucha ganancia!
L. Octavio – El hospital, ya tiene dueño.
M. Luisa – Quién?
Esmeraldina – A mí no me miren, porque estoy engripada, pero estoy viva...
L. Antonio – A tu edad, vas a precisar un refugio...
Esmeraldina – Detesto los hospitales. Quiero morir en mi cama, telefoneando para mis
amigas, tomando wisky y jugando a los videojuegos... Cuando me llegue la hora, de aquí a
muchos años...
M. Luisa - (perversa) Cuántos?
Esmeraldina – (cara a cara) Después de enterrarlos a todos ustedes!
L. Octavio – Además del hospital, qué más hay?
L. Eugenio – La escuela...
L. Octavio – (imperativo) Luis Antonio! Como dueño de la escuela, va a poder terminar la
primaria...
L. Octavio – Hoteles, tenés alguno?
L. Eugenio – Uno siete estrellas, en una de las islas que fueron vírgenes... Tres propiedades,
cuatro herederos...
L. Octavio – No es una sugerencia, no? (todos se miran de reojo)
L. Eugenio – (sonriendo) Dijo el poeta; quién será lo suficientemente amigo para ir conmigo
a la tumba?
Todos – (enfáticos) Nadie!!!
Esmeraldina – Aquí a nadie le gusta la poesía! Somos todos prosaicos!
L. Eugenio – En ese caso, se complica. Si por lo menos uno de ustedes tuviera la gentileza de
morir conmigo, todo sería más fácil.
L. Octavio – Y quien se decida a morir, es mejor que muera antes que él, porque si no, su
propia herencia entra en otro inventario, se complica!
L. Eugenio – Quiero la armonía de la familia. Decidan en paz. Voy al balcón a tomar un poco
de aire fresco y puro por última vez.
Esmeraldina – Andá hijo, andá... El día ya viene naciendo.
M. Luisa – Y el rocío ya está cayendo, te va a mojar el cabello...
Esmeraldina – Andá con dios, hijo! Despedite de la noche oscura y de la luz del día (L.
Eugenio sale para el balcón)
L. Octavio – Volviendo a la idea original de nuestro hermano y , sólo hipotéticamente, si
alguien más muriera, todo sería más fácil...
M. Luisa – (para Esmeraldina) No es cierto, mami???!!!
Esmeraldina – (encarando con la mirada) Cierto!!!!!
L. Octavio – Claro que nadie quiere morir, pero, hipotéticamente... si uno de ustedes muriera
triste, quedaríamos tres vivos alegres y contentos...
M. Pia – Yo estoy excluida porque no soy heredera. Pero no existe, entre ustedes, por lo
menos un buen corazón que se disponga a matarse por el bien de todos? Yo soy muy
religiosa, pero si se tiene que morir, que se muera enseguida!
Esmeraldina – Como todos sabemos muy bien, en toda familia siempre existen algunas
personas que son perfectamente prescindibles. Quiero decir; personas que pueden hasta ser
interesantes, pueden hasta tener su lado bueno, pero que no hacen falta ninguna... a nadie...
hasta entorpecen...
M. Luisa – Ah...
L. Antonio – Yo se que se trata de una decisión difícil, es necesario reflexión. Yo me abro
porque ya intenté dos veces y no dio resultado!
Esmeraldina – Incompetente!
M. Pia – Ustedes están diciendo barbaridades muy razonables, pero solo de la boca para
afuera; hagan alguna cosa de orden práctica: mátense! Por qué este suspenso?
Esmeraldina – Es la crisis la que hace que la gente quede así. Modernidad! Todo es
mercado! Todo tiene precio, todo se compra y se vende! Hasta la vida y la muerte! El amor y
el odio... frutas y verduras... todo igual... mercado!
L. Octavio – Si hipotéticamente, alguien tuviera que ser suicidado a la fuerza, quién sería el
elegido? Cuáles lo criterios de la elección?
M. Luisa – (dulce) Para mi, la edad avanzada.
Esmeraldina – (salta) Yo sabía que me iba a tocar a mi. (furiosa) Escuchen esto: yo no quiero
decepcionar a nadie, pero sepan todos que no tengo la más mínima intención de matarme y
gozo de buena salud.
M. Luisa – No te preocupes, estamos conversando sólo hipotéticamente...
L. Antonio – Si vos murieras, habría una revalorización de tu vida.
Esmeraldina – Qué, basurero loco! Revalorización de qué???!!!
L. Antonio – (persuasivo) Vos , mami, siempre fuiste mal vista, tuviste siempre un
comportamiento tan execrable que, con tu muerte, habría una especia de redención, entendés?
Redención de los pecados!
M. Luisa – Todo el mundo diría; al final, ella no era tan horrorosa como parecía, murió por
los hijos. (concluyente) Puede que no te guste la idea, pero tiene lógica...
Esmeraldina – No me gusta la lógica ni la idea, ni mucho menos la idea de la muerte que,
para mi, no tiene la más mínima lógica!
M. Luisa – No se hable más. (reticente) a no ser que vos cambies de idea, es lógico. Nunca es
tarde para aceptar la verdad!
L. Octavio – Estamos solo conversando hipotéticamente...
Esmeraldina – Ya me estoy poniendo nerviosa con tanta hipótesis. Vamos a parar con esas
hipótesis, parábolas, alegorías, porque la perjudicada con esa retórica soy siempre yo. Yo, yo,
yo!!! Yo se que ustedes me quieren ver muerta, pero yo no. No quiero verme muerta! Ni
muerta!
M. Luisa – Nadie te quiere ver muerta, pero por lógica...
Esmeraldina – (explota) Basta de lógica, filosofía, metafísica! Soy siempre yo la
perjudicada!!! “quiero ver a mi madre muerta”! Pues bien – no me muero y listo! Jódanse!
Miren, estoy respirando! (respira) Ah que bueno... el aire puro!
M. Luisa – Yo ya estoy resignada... Viví y listo. Qué se le va a hacer!
Esmeraldina – Yo quiero vivir! Me pueden criticar, pero mi vida, yo la viví! Y voy a
continuar viva por mucho tiempo! Encima de todo, los voy a enterrar a todos ustedes, cada
uno en su momento!
M. Pia – Calma, mamá. Nosotros te amamos.
Esmeraldina – Vos sos la única que me entiende...
M. Luisa – Porque no es de la familia...
Esmeraldina – Qué manía, qué implicancia! Basta de quejarse! Nunca le prometí nada a
nadie! Si no prometí, no puedo cumplir!
M. Luisa – Para qué tuviste tantos hijos? Ahora aguantatelas!
Esmeraldina – Ustedes nacieron sin mi aval! Fue antes de la Revolución Sexual!
M. Luisa – Yo fui la verdadera madre! Ahora quiero el vuelto!
Esmeraldina – Vos fuiste muy verdadera, ya se! Verdadera madre que nunca tuvo hijos,
verdadera hija que nunca tuvo madre, verdadera esposa sin marido! Verdadera mentira!
(Luis Eugenio, en el balcón)
L. Eugenio – Ya resolvieron quién muere conmigo?
Esmeraldina – (nerviosísima) Qué apuro es ese? Ya sabés que te vas a morir, aprovechá y
mirá el lucero del alba risueño en el cielo! Hacé algo constructivo, acá solo se habla de
destruir!
(Luis Eugenio vuelve a salir)
M. Pia – Qué silencio! Se puede escuchar hasta el latido de nuestros corazones...
Esmeraldina – El mío está disparado... (nerviosa) Y hablando de disparar, por favor, que
nadie se acerque a esa mesa. Apártense. Podría ser que, por accidente – accidente, no es
cierto? – podría ser que por accidente, alguien dispare ese revólver en mi dirección! Podría ser
que me pegue un tiro! Por accidente!
M. Luisa – No exageres, mamá; nosotros te adoramos y aún después de muerta te vamos a
adorar más todavía. Morite y vas a ver si no es verdad!
Esmeraldina – Prefiero ser odiada viva que amada difunta!
L. Octavio – Y, entonces, nadie se decide?
Esmeraldina – (para L. Octavio) Y vos? Para qué querés seguir vivo? Vamos a hablar en
serio: vos estás vivo para qué? Solamente pensás en ganar plata y no ganás nuca!!! Fuiste a
las mejores universidades del mundo y fuiste reprobado en todas!
L. Octavio – (explota) Porque no hablo inglés! Entiendo de economía más que nadie en este
país, pero ellos escriben todo en inglés y yo me confundo! Podría ser presidente del Banco
Mundial y del FMI! Sería el Rey de Inglaterra... si hablara inglés!
Esmeraldina – Vamos a elegir inmediatamente a quién vamos a suicidar hoy aquí! El más
inútil, muere! Yo pensé en vos, Luis Octavio, porque ya estás prácticamente muerto,
solamente falta enterrarte! Andá a leer tu horóscopo; estoy segura que, por la combinación de
los astros, la madrugada de hoy es ideal para que vos te pegues un tiro en la cabeza! Marte
está en Venus – muerte erótica!
L. Octavio – Si yo muero, la familia va a la quiebra!
M. Luisa – Ya estamos.
Esmeraldina – Y vos, basurerito, ya te mataste ahorcado por los tobillos, no querés intentar
una tercera vez! Ahora te va a salir bien – palabra de madre!
L. Antonio – Yo soy un fracasado, madre, hasta para matarme soy un fracaso. No hay forma,
voy a continuar vivo...
Esmeraldina – Intentá hijo. Uno tiene que tener fuerza de voluntad y termina muriendo en la
hora correcta: intentá de nuevo. Palabra!
L. Antonio – A mí me gusta vivir, mamá...
Esmeraldina – En tu caso, para qué?
L. Antonio – Me gusta. No tengo ninguna razón, pero me gusta. Vivir es bueno!
Esmeraldina – Y vos, María Luisa, ya naciste difunta y ni te diste cuenta! Morite! En esta
familia, la única viva soy yo!
L. Eugenio – (en el balcón) Y? No puedo quedarme esperando la vida entera; quiero morir.
Esmeraldina – (agresiva) Para qué ese apuro? Vas a morir igual, aprovechá, leé un romance,
una historieta...
L. Eugenio – Pará; existe una diferencia entre Don Quijote y Batman!
Esmeraldina – Para quien va a morir en media hora, ninguna. Leé Mandraque y disfrutá
como si fuera Shakespeare...
L. Octavio – Yo detesto a Marx, indecente execrable, inmoral, pero él pensó pensamientos
maravillosos: fue él que dijo que el hombre es lobo del hombre! Nadie sabe aullar mejor que
nosotros! Aullamos hasta mejor que los lobos! (pausa) Bueno, nadie va a morir, no es cierto?
M. Pia – (dulce) Ningún voluntario? (todos disimulan)
L. Octavio – Por lo visto, considerando la cobardía generalizada, hoy tendremos apenas una
única y solitaria muerte!
M. Pia – Encontré la solución! (todos atentos) Soy religiosa, pero ya estoy hinchada las
pelotas con esa historia de que nadie quiere morir! Ustedes son muy egoístas. Falsos.
Mentirosos. Insensibles!
Esmeraldina – Cuál es la solución?
M. Pia – La solución es hacer lo mismo que hicieron con la plata: vender todo en nombre de
todos y dividir las ganancias!
Esmeraldina – Una vez más, yo soy la más perjudicada, pero acepto.
M. Luisa – Si la más perjudicada sos vos, yo acepto. Es decir, si es para bien de todos, estoy
de acuerdo.
L. Antonio – Nosotros también...
L. Octavio – Para no ser punto de discordia, digo amén.
Esmeraldina – La paz volvió a reinar en esta familia unida! En el fondo, nos amamos!
M. Luisa – No somos caníbales! Aquí nadie se come a nadie!
L. Octavio – Vamos a llamar a nuestro bienamado hermano Luis Eugenio; ahora si, puede
morir en paz. (Sonriendo feliz) Paz! Suicidio! Muerte!
M. Pia – El sol ya nació. Qué lindo día! (entra Luis Eugenio)
L. Eugenio – El nacimiento del sol es la cosa más bella que he visto en toda mi vida! Es
mucho más lindo que el ocaso! Es increíble! El mes pasado, vi la puesta de sol, la muerte;
hoy, el nacimiento, la vida!
L. Octavio – No tenés champagne?
L. Eugenio – El alcohol mata!
L. Octavio – Un brindis simbólico. Con las manos vacías. A nuestra salud y a tu muerte! (con
las manos vacías repiten: salud, muerte)
Esmeraldina – La familia unida! (todos brindan)
L. Eugenio – Puedo morir?
L. Octavio – Ahora podés, con toda tranquilidad!
L. Eugenio – Seguro que puedo?
L. Antonio – Qué estás esperando?
Esmeraldina – La bendición materna: Dios te bendiga, hijo mío, andá con Dios. Tu muerte
no será en vano. Vamos a llorar mucho, pero que se haga la voluntad de Dios!
M. Luisa – Tu muerte restablece la armonía familiar.
L. Octavio – Y las finanzas.
Esmeraldina – Tu muerte nos trae la felicidad, la unión. La paz!
L. Eugenio – (enigmático) Y un brindis de manos vacías...
L. Octavio – (inquieto) El revólver está en la mesa, impaciente.
M. Luisa – Querés que salgamos para que estés más cómodo?
Esmeraldina – Vamos a ver, él cambió de idea y prefiere tirarse por la ventana!
L. Antonio – Me estoy empezando a poner nervioso!
Esmeraldina – Este suicidio ya tuvo muchas anomalías!
L. Eugenio – (enigmático) Y un brindis de manos vacías...
L. Octavio – Qué?
Esmeraldina – Qué cara extraña, pálida; será que ya murió!
M. Luisa – Parece un vampiro!
L. Eugenio – (sonriente) Manos vacías.
Esmeraldina – Ay, Dios mío! Estoy nerviosa!
L. Eugenio – Es así que ustedes vana a quedar...
L. Octavio – Manos vacías, yo?
M. Luisa – No es posible!
Esmeraldina – Y mi mayordomo?
L. Octavio – Explicate mejor!
L. Antonio – Nos vas a decepcionar hasta ese punto? No te vas a matar??!!
L. Eugenio – No. (pánico, estupor)
M. Luisa – Y se puede saber por qué?
Esmeraldina – Tenés que convenir que, después de que está todo arreglado, con el inventario
listo, un cambio así, de esa magnitud... es inquietante... Como mínimo, inquietante. Un poco
de seriedad... es necesario...
M. Pia – Ahora te tenés que morir! Espero que dios no me esté mirando...
L. Eugenio – En el balcón, vi la cosa más maravillosa que existe; vi nacer el sol. Es bello!
Más bello que yo! Fue la primera vez que veo el sol naciendo. De repente, pensé en Dios
creando el mundo...
M. Pia – Cuál es la relación? No veo ninguna... Dios creó el mundo ya hace tiempo...
Esmeraldina – Eran otras épocas! El pasado ya murió!
L. Eugenio – Y yo estoy vivo para ver esa maravilla!
Esmeraldina – Ustedes dos son hermosos, hijo mío, vos y el sol!
M. Pia – Es cierto! (la pellizcan y grita)
L. Eugenio – Aún paralítico y tullido, si mi corazón todavía latiera, si mis ojos pudieran
recordar lo que vieron, si mi boca recordase el primer beso, yo merecería vivir. Aún en silla
de ruedas, ciego y rengo, sordo y mudo, yo estaría recordando, reviviendo; ya lo resolví:
quiero vivir! (todos indignados)
L. Octavio – No sé si está permitido... del punto de vista jurídico!
M. Luisa – Una injusticia! Pensalo bien. Moríte. Nosotros tenemos derecho a un poco de
felicidad!
L. Antonio – No quiero seguir siendo basurero: fue solo una experiencia cultural frustrada!
Morite, hermano!
Esmeraldina – Yo no digo nada, tengo miedo de ser mal interpretada!
L. Octavio – Basta de joda: ya sufrimos por tu muerte...
M. Luisa – Revelamos nuestros sentimientos más íntimos, más sórdidos...
M. Pia – Disecamos el amor materno... Pusimos en duda la fraternidad...
L. Antonio – Pensamos hasta en matar a uno de nosotros contra su voluntad, solamente para
que vos no estés desconforme de ir solitario a la tumba...
Esmeraldina – (enérgica) Y vos nos salís con esa charlatanería, esa idiotez, esa mentira de no
querer morir sólo porque viste el sol!!! Y qué tiene de extraordinario el sol? El sol es solo el
sol!!!
L. Antonio – Como está la luna, las estrellas y el resto...
M. Luisa – El sol nace todos los días! Peor, nace para todos! En eso termina la democracia!!!
L. Eugenio – Pero yo no me había dado cuenta.
Esmeraldina – Cómo, no te habías dado cuenta que el sol existe???!!
L. Octavio – Pensás que podés tomarnos de payasos? Ah, no! Ahora te tenés que morir!!!! Es
más que justo!!!
L. Eugenio – Ustedes quieren realmente mi muerte?
L. Octavio – (avergonzado) Cada uno ya expresó su punto de vista de manera inequívoca! No
es necesario reiterar lo obvio, lo evidente.
M. Luisa – El revólver está en la mesa...
Esmeraldina – Está cargado... es mi última palabra. Callate boca!
L. Eugenio – Si quieren que yo muera, la solución es simple.
Todos – Cuál???
L. Eugenio – Que alguien me mate! (todos se espantan)
Esmeraldina – No fue eso lo acordado. Una cosa es querer que vos mueras y otra, muy
diferente, querer asesinarte.
M. Luisa – En esto, nuestra madre y yo estamos de acuerdo.
Esmeraldina – Nosotros ni queríamos; fuiste vos el que nos metió esa óptima idea en la
cabeza, hijo mío!
M. Pia – (dulce) Por tu causa, vimos que la idea de tu fallecimiento era buena, sensata. Ahora
cómo queda todo?
Esmeraldina – Ya lloramos por vos! Estamos de luto!
L. Octavio – Vas a tener que morir. Si no, los que morimos somos nosotros! La plata se
terminó! No existe vida con la cuenta bancaria en infrarrojo!
L. Eugenio – (provocador) Mátenme!
M. Luisa – Ninguno de nosotros sería capaz.
Esmeraldina – Además... adelante de los demás... (todos la miran)
L. Eugenio – Si es sólo por eso, la solución es simple!
Todos – (ansiosos) Cuál??
L. Eugenio – Apagamos las luces, yo me pongo ahí en la pared, ustedes atrás de la mesa,
frente al revólver y listo. En la oscuridad, uno de ustedes dispara en mi corazón. Nadie va a
saber quién fue.
Esmeraldina – Absurdo! Ninguno de nosotros tendría coraje! No estoy hablando de falta de
ganas, estoy hablando de coraje!
M. Pia – Aún así, la idea es buena.
L. Eugenio – Esto es un juicio! Si me condenan, uno de ustedes me mata! Si me absuelven –
y en ese caso, la unanimidad es esencial – si consideran que tengo derecho a quedar vivo
porque vi el sol naciendo y lo encontré lindo, yo cuento hasta diez y ustedes encienden las
luces sin que nadie haya tirado. Eso significa que me perdonaron y renuncian a mi herencia.
Qué les parece?
Esmeraldina – (nerviosa) Yo sólo acepto esta propuesta indecente, porque tengo la certeza de
que ninguno de nosotros va a tener el coraje de matarte!
M- Luisa – (ídem) Lógico que no; en nuestra familia nadie es asesino. Nadie es caníbal!
Acepto!
M. Pia – Ustedes están seguros? Mírense unos a otros.
L. Antonio – (nervioso, entusiasmado) Prefiero ser basurero, sepulturero, limpiador de
letrinas en la terminal, lo que sea, antes de matar a mi hermano; eso nunca! No soy Caín, mi
querido Abel! Acepto!
L. Octavio – (animadísimo) Entonces, no se habla más! Acepto! Podemos comenzar? Vamos
a terminar con él inmediatamente, quiero decir, terminar con esto!
Esmeraldina – Y la chica, qué hacemos con ella?
M. Pia – A mí déjenme lejos de las balas, yo quedo de jueza!
L. Eugenio –Podemos empezar?
L. Octavio – Adiós, hermano mío! (se despiden con gestos mudos de ternura enfática)
L. Eugenio – Tengo tanta confianza en ustedes, mi familia querida y bien amada, que quiero,
yo mismo, apagar las luces. (cierran puertas y cortinas) En cualquier momento, pueden tirar.
Yo mismo voy a contar hasta diez. Ahí va. (oscuridad total) Uno... dos...tres... (se oyen risas)
cuatro... cinco......seis...siete...(se escuchan: Ah!, Ay!) ocho... nueve... (se oye un tiroteo
intenso, explosiones atómicas. Pausa)
Esmeraldina – (asustada) Y ahora... quién va a prender la luz para ver qué fue lo que pasó?
Fueron demasiadas balas! Hijo mío... estás ahí...? Luis Eugeeeeniooo... (nuevos tiros. Ella
grita) Basta! Paren!!!!
Voces susurradas – Nadie se hirió, no? Nadie murió, no es cierto? Nadie nada? No es nada?
Quién está vivo todavía?
Esmeraldina – Respondan a la llamada: primero yo, que estoy hablando, es lógico que no
morí. Quién más no murió?
(Todos, menos uno, responden: “Yo tampoco”. Luz; el cadáver de Luis Eugenio yace en el
suelo, despedazado – un muñeco ensangrentado, es claro, con la ropa del muerto)
Esmeraldina – Quién mató a mi hijo? Fueron muchas balas para tan poco revólver. En Brasil
todo el mundo anda armado, un accidente como ese es natural... pero aún así...
Uno por uno susurran – Yo no fui! Ni yo. Yo juro que no sería capaz! Yo ni loco! No, no
fui yo. No fue nadie... Nadie...
M. Luisa – Eso mismo; no fue nadie. Nosotros ni siquiera sabemos que el ya murió! Nadie
sabe nada! Vámonos! (Van a salir) Rajemos.
Esmeraldina – No! Vamos a sentarnos a la mesa, pedir el desayuno por teléfono, vamos a
comer, después cada uno se va para su casa y mañana, o después, por casualidad o por el mal
olor, alguien va a entrar aquí y va a descubrir el cadáver. Sólo entonces la familia consternada
sabrá del suicidio. Porque es claro que fue suicidio! Aquí nadie tendría el coraje de hacer una
cosa de esas... El se suicidó a si mismo, intempestivo! (por teléfono, habla bajo)
M. Luisa – (cómplice) Vamos a colocar la mesa encima de él, para disimular. (colocan la
mesa encima del muñeco-cadáver)
L. Octavio – (descontrolado) Uno hace las cosas con tanta prisa... que termina haciendo todo
mal... Qué bestialidad la nuestra! Dios mío, cómo somos de burros! Estúpidos!! Idiotas!!
Necios!! Incompetentes!!! Qué error!!!
L. Antonio – No veo ningún error. Todo terminó bien. Qué bien!
L. Octavio – Nos olvidamos de pedirle al difunto que firmara los cheques antes de morir!
(todos hacen Aahhh!!, menos Esmeraldina)
Esmeraldina – No tiene la menor importancia. Todo tiene solución. Alguien que vaya al
bolsillo de él y agarre la chequera. Ya. (varios: “yo no, qué horror”.)
M. Pia – En el hospital, en Roma, me cansé de acomodar muertos, estoy habituada.
Pragmatismo, gente! (va y trae la chequera que entrega a Esmeraldina) Mirá, esta gordita.
Esmeraldina – Gracias, hija, dios te bendiga. Ahora tomen (les da un cheque a cada uno)
Cada uno llena un cheque y después lo pasa a su derecha y se queda con el cheque de la
persona de su izquierda, para tener la seguridad de que nadie escriba doscientos en lugar de
cien. Cien millones, oyeron bien? Ni un centavo más; seamos honestos! (se sientan a la mesa)
Somos una familia ho-nes-ta!
L. Octavio – Mamá, vos estás loca! Es claro que el banco va a descubrir que las firmas son
falsas!
Esmeraldina – El gerente del banco fue mi novio. Basta que yo lo invite a cenar en casa,
caille au Sarcophage, chateau latour 87, a la luz de las velas, música romántica de la orquesta
de Xavier Cugat, Bésame mucho!, y el se traga todos los sapos que yo quiera. Yo también; ya
me tragué cada cocodrilo en mi vida, hijos míos... Tenemos que tragar todo; pragmatismo
significa tragar, no es cierto, María Pia? Escriban: cien millones (escriben) Ahora
literalmente. (escriben) Ahora, pasen sus cheques adelante, a la derecha. Ahora firmen, cada
cual el suyo. (Firman) Bravísimo!!
M. Luisa – Creo que ya podemos llamar al restaurante...
Esmeraldina – Ya llamé, ya está en camino... (golpean la puerta) Es el! (entra el mozo; el
mismo actor que hizo de L. Eugenio, con un bigotito que no lo disfraza nada. Comienza a
servir)
M. Pia – Pragmatismo es así? Está todo bien?
L. Octavio – Yo creo que fue un desenlace jurídicamente… correcto.
Esmeraldina – Nuestra familia siempre fue correcta. Una pequeña diferencia acá, otra allá,
somos una familia normal, como cualquier familia... Todo depende de las circunstancias. El
ser humano es capaz de todo... menos de ser humano!
M. Luisa – En Brasil, al final... es exactamente así...
L. Antonio – Mejor que nos callemos la boca; él está oyendo todo.
M. Luisa – No te preocupes; es de otra clase social, no nos presta la menor atención.
Esmeraldina – Y cuando la presta no entiende.
M. Pia – Es medio parecido a.... a quién?
L. Antonio – A una persona íntima, pero no me puedo acordar a quién.
L. Octavio – Tiene la cara parecida a la jeta de otro, pero ya me olvidé de quién.
M. Pia – Mozo, por favor, vos a quién te pareces?
Mozo – A tanta gente, a todo el mundo... Ustedes también; son iguales a todo el mundo! Yo...
pobre de mi: no soy nadie... Ustedes tampoco; nadie es nadie. (sirve)
M. Pia – Pero no te parece raro tomar el desayuno sabiendo que hay un cadáver abajo de la
mesa?
Mozo – En mi profesión ya vi tantas cosas... Nada me impresiona.
Esmeraldina – Es cierto... uno se acostumbra.
M. Luisa – (abrazada a la madre) Uno termina acostumbrándose a todo...
M. Pia – Yo ya estoy acostumbrada. Tiene hasta un lado erótico, un cadáver debajo de la
mesa. Da unas cosquillitas en la barriga. Entorpece, pero uno pone los pies bien encima de la
cabeza del cadáver y listo, todo normal. (pone el pié encima del cadáver – sonríe)
Esmeraldina – (entusiasmada) Eso es, uno termina acostumbrándose a cualquier cosa -.Esa
es la gran ventaja del ser humano: cualquier cosa - El ser humano se adapta!
(Una luz verde comienza a iluminar los personajes que parecen cadáveres cubiertos de pátina)
M. Luisa – El mundo es así, moderno, excitante, inesperado, qué le vamos a hacer? Lo
importante es no quedarse atrás. Tenemos que ser modernos!
Esmeraldina – Sacando algunos detalles, llevamos una vida pacífica, como cualquier familia
de bien... Somos sobrios, no llamamos la atención... Si alguien nos encuentra en la calle,
nadie va a pensar que nosotros somos nosotros... (Los movimientos de los actores son cada
vez más lentos)
L. Octavio – El mundo cambió, hoy es otro! Todo lo que sucedió aquí, es muy normal...
Siempre fue así... Le puede pasar a cualquiera. No les parece? (música)
Esmeraldina – Si, a mi me parece que si! La vida es exactamente así; siempre termina en la
muerte!
(Todos suspiran. Movimientos en cámara lenta. Después, inmóviles, las verdes imágenes dan
idea de un monumento de frías estatuas graníticas)

Fin

Traducción: Prof. María Rosa Vila (Miembro de la Asociación Argentina de Profesores de


Portugués). E-mail: mrv@cevt.com.ar

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