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Introduccion General Al Derecho
Introduccion General Al Derecho
GENERAL AL DERECHO
Presentación........................................................................................ 359
Introducción....................................................................................... 361
División de los estudios jurídicos.................................................... 361
Primera parte
Introducción a la Filosofía del Derecho.........................................363
II. Las ciencias....................................................................................368
III. La filosofía del derecho.............................................................. 372
Capítulo I
Noción de Derecho...........................................................................377
B) Definición de derecho..................................................................381
C) El derecho y la coacción..............................................................387
D) Otras visiones del derecho..........................................................389
Capítulo II
El derecho, la moral y los usos sociales..........................................405
B) El derecho y las reglas del trato social....................................... 410
Capítulo III
La norma jurídica............................................................................... 417
B) El deber jurídico...........................................................................429
Capítulo IV
La relación jurídica, el derecho subjetivo
y la obligación jurídica....................................................................... 437
B) El derecho subjetivo.....................................................................438
C) La obligación jurídica................................................................... 452
Capítulo V
Las personas desde el punto de vista jurídico............................... 455
10
Contenido | Tomo II
Capítulo VI
Los fines del derecho. Teoría sobre los valores jurídicos............463
A) Noción general sobre los valores...............................................463
B) La justicia.......................................................................................468
C) La equidad..................................................................................... 473
D) La seguridad.................................................................................. 477
E) El bien común...............................................................................481
Capítulo VII
El derecho natural..............................................................................489
A) Antigüedad griega y romana......................................................490
B) El derecho natural del cristianismo........................................... 495
C) El derecho natural del racionalismo..........................................498
D) Reacción contra el derecho natural...........................................499
E) Doctrinas modernas y contemporáneas sobre
el derecho natural...............................................................................501
F) Teoría sobre el derecho natural..................................................504
Capítulo VIII
El derecho natural subjetivo............................................................ 513
Segunda parte
Introducción a la ciencia del derecho............................................. 521
Capítulo IX
Divisiones del derecho positivo....................................................... 535
B) Ramas principales del derecho público.....................................538
C) Ramas principales del derecho privado....................................545
Capítulo X
Las fuentes formales del derecho....................................................549
A) La ley...............................................................................................550
B) La costumbre.................................................................................562
C) La jurisprudencia..........................................................................566
D) Los actos jurídicos y los tratados internacionales................... 571
Capítulo XI
El ordenamiento jurídico positivo.................................................. 575
Capítulo XII
La plenitud del ordenamiento jurídico y el problema de
las lagunas...........................................................................................589
Capítulo XIII
Interpretación de las leyes................................................................607
11
I. Métodos propuestos por la ciencia jurídica para la
interpretación de las leyes.................................................................608
A) La Escuela de la Exégesis............................................................609
B) El método de interpretación propuesto por Federico
Carlos de Savigny............................................................................... 613
C) El método propugnado por la teoría finalística
o teleológica........................................................................................ 615
D) El método de interpretación según Hans Kelsen................... 616
E) El método de interpretación según Gustavo Radbruch........ 619
II. Reglas de interpretación segúnel derecho positivo
colombiano..........................................................................................620
Primera hipótesis: el sentido de la ley es claro.............................. 621
Segunda hipótesis: el sentido de la ley es oscuro..........................622
Capítulo XIV
Conflicto de leyes en el tiempo y en el espacio.............................627
A) Conflicto de leyes en el tiempo..................................................627
B) Conflicto de leyes en el espacio..................................................660
Capítulo XV
La técnica jurídica..............................................................................663
A) Los procedimientos materiales..................................................664
B) Los procedimientos intelectuales...............................................669
Capítulo XVI
Los dos sistemas jurídicos de Occidente........................................ 675
A) El sistema jurídico inspirado en
el derecho romano.............................................................................677
B) El sistema jurídico anglo-norteamericano................................ 681
Bibliografía selecta.............................................................................687
12
Presentación
359
Introducción
361
Primera parte
¿Qué es la filosofía?
La Filosofía del Derecho es una rama de la Filosofía. Antes, pues,
de ocuparnos de ella debemos recordar algunas generalidades sobre
ésta.
La Filosofía es un saber muy amplio y profundo, y bastante distinto,
como lo veremos pronto, del saber científico. Podemos agregar que
es el saber último, radical, más allá del cual no existe otro desde el
punto de vista de la razón natural. Por ello precisamente se trata de
un saber sin supuestos, es decir, de un saber que no admite conoci-
miento alguno que haya sido previamente examinado o juzgado, a
menos que se trate de principios evidentes por sí mismos. Por este
motivo el primer problema que afronta la filosofía, a diferencia del
conjunto de las ciencias, consiste en saber qué es ella misma, res-
ponder a la pregunta ¿qué es filosofía?
Varios han sido los métodos empleados por los filósofos para res-
ponder tal pregunta. Pero no tiene objeto exponerlos aquí tratándo-
se de un curso introductorio. Nosotros vamos a servirnos de uno
muy sencillo que, sin partir de ninguna idea preconcebida de lo que
es la filosofía, eliminando así todo dogmatismo, nos lleve a una de-
finición de la misma. Tal método consistirá en partir de una defini-
ción nominal para llegar con apoyo en ella a su definición real1.
1
Toda definición consiste en explicar el significado de un término o de una cosa. Por
ello hay dos clases de definiciones: la nominal y la real. La primera explica el sentido de
una palabra; la segunda, la naturaleza de una cosa.
363
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
2
In Metaphys. I, 3 , 56.
3
Curso de filosofía tomista, tomo I, Introducción general y lógica, trad. esp., Herder, Bar-
celona, 1982, p. 18.
364
Introducción General al Derecho | Libro IV
Divisiones de la filosofía
Dada la definición anterior, se comprenderá fácilmente que la filo-
sofía se divide en varias ramas o tratados, de los cuales hay que tener
alguna noticia. Una vieja clasificación, que se remonta a los tiempos
de Aristóteles, distingue entre la filosofía teórica y la práctica. La pri-
mera busca conocer los principios últimos sin ningún otro propó-
sito. El saber por el saber. La segunda, en cambio, trata o investiga
sobre los mismos, pero con la finalidad ulterior de orientar o dirigir
el obrar, la conducta humana.
En la filosofía teórica o metafísica encontramos, entre otras, las si-
guientes ramas: Ontología (estudio del ente en cuanto tal: su esencia y
su existencia); Teología (estudio de Dios: su existencia y su esencia, en
la medida en que son conocidas por la razón); Teoría del Conocimiento,
llamada igualmente Gnoseología (que se ocupa de los principios del
conocimiento humano), a la que precede la Lógica (que trata de los
conocimientos considerados en sí mismos, independientemente de
sus objetos: la idea o concepto, el juicio, el raciocinio, y el método
que debe seguirse para llegar a la verdad); Filosofía de la Naturaleza,
que antes se llamaba Cosmología, que considera los entes en cuanto
materiales y sujetos a cambios; Antropología, llamada igualmente Psi-
365
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
El método de la filosofía
Se llamaba método el camino o vía que debe seguirse para llegar a al-
gún lugar. En las ciencias y en la filosofía, se emplea la palabra para
hacer referencia al conjunto de procedimientos que deben adoptar-
se para alcanzar alguna conclusión o, como suele decirse, al conoci-
miento de la verdad.
Salta a la vista que el método que debemos utilizar para cualquier
investigación tiene que adaptarse a la índole de ella. No puede ser el
mismo, por ejemplo, el método que se emplea en las matemáticas y
4
Introducción a la filosofía, trad. esp., p. 23.
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Introducción General al Derecho | Libro IV
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Introducción General al Derecho | Libro IV
Consecuencias de lo anterior
Las diferencias anteriores aparejan unas consecuencias de gran im-
portancia, que muchos científicos ignoran y que los llevan a sostener
tesis absurdas. Estas consecuencias han sido muy bien destacadas
por Vernaux8, a quien vamos a transcribir.
“La primera es que la explicación científica de un hecho no desva-
loriza en absoluto su explicación filosófica. La filosofía no es, pues,
la síntesis de las verdades adquiridas por las ciencias en un momen-
to dado, como pretendía Comte, y menos aún, la prolongación de
una ciencia particular a base de hipótesis inverificables, como hace
Teilhard de Chardin. En el primer caso, se compila una enciclopedia
de conocimientos científicos; en el segundo, no se cultivan ya ni la
ciencia ni la filosofía, sino el mito o la poesía”.
La razón está en que las ciencias y la filosofía trabajan en niveles
muy diferentes. Aquéllas están en el primer grado de abstracción, a
lo sumo en el segundo, cuando se trata de las matemáticas. La filo-
sofía se sitúa en el tercer grado de abstracción.
8
Ob. cit., pp. 20 y ss.
371
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
372
Introducción General al Derecho | Libro IV
373
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
“la filosofía del Derecho indaga las leyes valorativas, las normas que
proclaman lo que debe acaecer, aunque no siempre, por desgracia,
acaezca”12. De acuerdo con el último, “es la disciplina que define
el derecho en su universalidad lógica, investiga los fundamentos y
caracteres de su desarrollo histórico y lo valora según el ideal de
justicia trazada por la pura razón”13.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la Filosofía del Dere-
cho tuvo dos grandes adversarios: el positivismo de Augusto Comte
(1798-1857) y el materialismo dialéctico e histórico de Carlos Marx
(1818-1883) y Federico Engels (1820-1895). Para el primero, el au-
téntico derecho no era más que el derecho positivo, el derecho de los
legisladores humanos. Para Marx, un producto, una superestructura
de las relaciones de producción existentes en una etapa determina-
da. No había, pues, lugar, según estas doctrinas, para un estudio de
las nociones trascendentes, o sea, filosóficas, entendidas en sentido
metafísico. Para ellos la filosofía debía limitarse a una coordinación
de las ciencias, y la Filosofía del Derecho a una simple teoría general
del mismo14.
Esta crisis de la Filosofía del Derecho y de la Filosofía en general,
fue bien pronto superada. A finales de ese mismo siglo comenzaron
a restaurarse los estudios sobre la Filosofía del Derecho, incluyendo
la doctrina del Derecho Natural como uno de sus temas capitales.
Ese restablecimiento se debe, en buena parte, a Rodolfo Stammler,
y en los campos de la filosofía cristiana, a Víctor Cathrein S. J., quien
renovó el pensamiento de Santo Tomás de Aquino.
El positivismo y el materialismo histórico son hoy doctrinas que
sólo figuran en los manuales de historia de la filosofía. La Filosofía
del Derecho ha sido plenamente restablecida en el sentido en que
12
Introducción a la filosofía del derecho, trad., esp. Fondo de Cultura Económica, México,
1951, p. 24.
13
Tratado de Filosofía del Derecho, trad. esp. de la 5a. edición italiana, Bosch, Barcelo-
na,1947, p. 27.
14
La teoría general del derecho trata de los conceptos comunes a todo derecho positivo o
a algunos de ellos.
374
Introducción General al Derecho | Libro IV
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376
Capítulo I
Noción de Derecho
A) Preliminares
377
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
en sus Etimologías1, en las que se lee: ius dictum est quia est iustum.
Después, Santo Tomás: ius sive iustitia 2, y, por último, el que le dan
también, como veremos pronto, Stammler y Radbruch, al igual que
Del Vecchio.
b) Más adelante dicha voz pasó a significar igualmente el conjunto
de normas que expresan el derecho o parte de él, como en las expre-
siones “derecho constitucional”, “derecho civil”, “derecho penal”,
etc. Tal lo que hoy entendemos como derecho en sentido objetivo.
c) Muy probablemente desde el siglo XVI, por obra de Hugo Gro-
cio (1583-1645), dicha palabra pasó también a utilizarse en el senti-
do de facultad o poder para hacer o no hacer algo de acuerdo con
las normas, o sea, el derecho en sentido subjetivo, que los romanos
expresaban con las palabras facultas agendi. En inglés, en cambio, hay
dos términos distintos para referirse a esas dos realidades: law, que
traduce “ley”, o sea, el sentido objetivo del derecho en nuestro idio-
ma, y right, que equivale al derecho en sentido subjetivo.
d) Por último, el término de que nos ocupamos se emplea también
para denominar la ciencia que se aplica a su estudio, o sea, el signi-
ficado que tiene en las expresiones “ciencia jurídica” o “ciencia del
derecho”.
Se demuestra, pues, que la voz “derecho” es un término que se em-
plea con un significado análogo, y no unívoco ni equívoco, pues
en los cuatro casos mencionados tiene un sentido parecido y en
ninguno el mismo o del todo distinto. ¿Pero cuál es el significado
principal? Sin duda el de derecho como conjunto de normas (dere-
cho en sentido objetivo) que expresan lo que es justo. De él, pues,
debemos ocuparnos en primer lugar. Después, en su sentido deriva-
do, el derecho en sentido subjetivo, la facultas agendi (facultad de obrar) de
los romanos, significados que indudablemente van unidos, pues lo
que buscan las normas jurídicas consiste en dirigir el obrar humano,
indicar cómo debe procederse en la vida de relación. Derecho en
1
Libro V, cap. 3,1.
2
S. Teol. 2-2, c. 57, art. 1.
378
Introducción General al Derecho | Libro IV
sentido objetivo y subjetivo constituyen, pues, algo así como las dos
caras de una moneda.
3
Dig., 1,1.
4
Inst., 1,1.
5
Dig., I,1,3.
6
Dig., 1,1,3.
379
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
7
Inst., 1,1,11.
8
Inst, ibid.
9
El Derecho, el orden y la razón, trad. esp., p. 51.
380
Introducción General al Derecho | Libro IV
cum ius est quod ad rei romanae statum spectat, privatum, quod ad singulorum
utilitatem pertinet. (Derecho Público es el referente al estado de la cosa
romana; privado el que mira a la utilidad de cada cual)10.
B) Definición de derecho
Método
No podemos definir el derecho de cualquier manera. Antes de res-
ponder a la pregunta ¿qué es el derecho? es preciso saber qué mé-
todo vamos a emplear para ello. Dos procedimientos se han pro-
puesto al respecto: el deductivo o a priori y el inductivo o a posteriori.
El primero prescinde de toda experiencia, es decir, deja de lado el
examen de los llamados fenómenos jurídicos (tales como leyes, de-
cretos, sentencias de los jueces, etc.) para buscar la definición, y par-
10
Dig., 1,1,4.
11
50,17,144.
12
Inst., I,3.
381
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
382
Introducción General al Derecho | Libro IV
La Sociedad
¿Y qué es la sociedad dentro de la cual debe vivir el hombre, aunque
sin perder su individualidad? La sociedad no es más que la unión
estable de varios individuos, sujetos a una autoridad, con miras al bien de todos,
llamado, por lo mismo, bien común.
Simplificando el punto, podemos dividir las sociedades en dos gran-
des clases: las elementales y, como tales, insuficientes todavía para
la vida humana, y las completas o perfectas, en cuanto ellas bastan
para la satisfacción de todas nuestras necesidades corporales y es-
383
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
384
Introducción General al Derecho | Libro IV
Definición de derecho
Pues bien, lo anterior nos lleva ineludiblemente a la siguiente defi-
nición de derecho: ordenamiento de la vida social, desde el punto de vista de
la justicia, expresado en un conjunto de normas, con miras a realizar el bien
común. Eso es el derecho ontológica y deontológicamente considera-
do. Es la respuesta a las preguntas ¿qué es el derecho? y ¿cómo debe
ser el derecho? Es un ordenamiento que ha de ser justo.
Consecuencias de lo anterior
De la definición anterior, que expresa lo que Stammler y Radbruch
llaman el concepto y la idea del derecho, se desprenden varias con-
secuencias importantes, a saber:
a) El derecho es esencialmente normatividad o imperatividad. El dere-
cho prescribe o prohíbe, inclusive cuando permite un obrar, porque
en este caso, como lo explicaremos mejor más adelante, impone una
obligación al sujeto pasivo de la relación.
b) El derecho sólo es posible en la sociedad, porque es en ella don-
de él ha de poner orden: Ubi ius, ibi societas (donde hay derecho, hay
385
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Introducción General al Derecho | Libro IV
C) El derecho y la coacción
Noción de coacción en sentido jurídico
El derecho es tan indispensable a la sociedad que es preciso im-
ponerlo de todas maneras cuando no es espontáneamente acata-
do, como ocurre con frecuencia. A ello se orientan la sanción y la
coacción.
La sanción, en el sentido en que aquí tomamos el término, es la
consecuencia desfavorable que se sigue para quien quebranta una
norma.
La palabra coacción, de otra parte, tiene dos sentidos. El primero
es la violencia física o moral que se ejerce contra una persona para
inducirla a algo; por ejemplo, dar su consentimiento para el otorga-
miento de un acto jurídico. Ésta es la coacción ilícita que nuestro
código civil llama fuerza, Art. 1513 y 1514, que vicia el consenti-
miento y genera, por lo mismo, la nulidad del acto otorgado en esas
condiciones. El segundo es el empleo de la fuerza o violencia para
tutelar el orden jurídico mediante la imposición de la sanción a fin
de conseguir el restablecimiento del derecho cuando ha sido que-
brantado. Cuando el policía aprehende a un homicida, por ejemplo,
para reducirlo a prisión, utiliza la coacción jurídica; de la misma ma-
nera, cuando el juez remata los bienes del deudor para pagarle a su
acreedor, se vale también de ella.
387
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Introducción General al Derecho | Libro IV
Cours de Droit Civil Francais, que data de finales del siglo XIX (1897),
definían el derecho así: “Conjunto de preceptos o reglas de conduc-
ta, a la observancia de las cuales está permitido sujetar al hombre
por una coacción exterior o física”14.
Anotemos que este tipo de definición del derecho perdura aún en
muchos tratadistas de hoy15.
Ésta es una manera equivocada de entender el derecho. Si el dere-
cho es la ley y sólo la ley, escribía Duguit, “el derecho no merece
un minuto de esfuerzos”16. Pero el derecho no es solamente la ley.
Ésta no es más que una de sus fuentes formales, o sea, uno de los
medios de que se sirve para expresarse y alcanzar obligatoriedad. La
ley cumple la misma función que la palabra oral o escrita de que nos
servimos para comunicar nuestros pensamientos, sin que por ello se
nos ocurra decir que el pensamiento no es otra cosa que el conjunto
de palabras utilizadas para expresarlo.
Se debe a G. Renard una magnífica crítica a esta doctrina17, que di-
cho autor resume así: “Es preciso rechazar resueltamente esta con-
cepción pueril del derecho: 1) porque han existido los regímenes de
derecho antes de existir toda idea y hasta toda posibilidad de una
organización legislativa, y subsiste hoy todavía un inmenso com-
portamiento del derecho que escapa totalmente al reino de la ley. 2)
Porque aun bajo el régimen de la ley, existen y subsisten inevitable-
mente, en la red de la legalidad, fisuras imposibles de tapar con una
simple interpretación agotadora de la ley, porque, para satisfacer las
más imperiosas exigencias del orden, es preciso recurrir a fuentes
del derecho distintas de la ley. 3) Porque según la opinión unánime,
la ley, en el campo de sus previsiones, choca con dos fuerzas que se
le oponen: una resistencia moral y una resistencia en cierto modo
mecánica. Hay creencias que se resisten a la ley, y hay hechos consu-
14
T. I, p. 2.
15
Para otras definiciones de este tipo, consúltese a Levy Ulmann: Elements d´Introduction
generale a l´etude des Sciences Juridiques, tomo I, La definition de Droit, París, 1917.
16
V. Traité de Droit Constitutionnel, 2a. ed., I, p. 91.
17
V. El derecho, la justicia y la voluntad, trad. esp., Buenos Aires, 1947, pp. 25 y ss.
391
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18
V. Filosofía de la historia, Fondo de Cultura Económica, México, 1985, p. 25.
392
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19
Ob. cit., p. 150.
20
Loc. cit.
393
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
un Derecho Civil General para Alemania (1814), que por la época sólo
disponía de un derecho consuetudinario jurisprudencial y doctrinal,
inspirado en el derecho romano. Quería Thibaut, en síntesis, que se
expidiera para Alemania un código civil, imitando a los franceses.
La respuesta del jefe de la Escuela Histórica, influído por el histo-
ricismo, no se hizo esperar, pues en aquel mismo año publicó Fe-
derico Carlos de Savigny su no menos célebre libro titulado: De la
vocación actual de nuestro siglo para la legislación y la ciencia del derecho21, en
la que se oponía, como cosa contraria a la naturaleza del derecho, a
la iniciativa de Thibaut.
“El derecho –decía Savigny– es, ante todo, un producto de las cos-
tumbres y de las convicciones del pueblo y sólo posteriormente el
resultado de la jurisprudencia (es decir, de la ciencia del derecho), de
tal manera que es siempre y en todo momento la consecuencia de
la acción de fuerzas internas, espontáneas, y nunca la creación del
arbitrio de un legislador... El derecho progresa con el pueblo, surge
de él y muere cuando el pueblo pierde su idiosincrasia”22. Codificar-
lo, pues, reemplazarlo por la ley es, en el fondo –afirmaba Savigny–
desfigurarlo, impedir su continuo progreso, petrificarlo.
“El derecho –agregaba23– nace de las costumbres, que tienen su
origen en el alma popular, en el espíritu de los pueblos. Éstas son
luego interpretadas y sistematizadas, para darles la forma de cien-
cia, por la jurisprudencia. Hay, por ello, un derecho espontáneo, el
derecho consuetudinario, y un derecho jurisprudencial, el derecho
como ciencia. Eso es el derecho, y no debe revestir forma diferente
porque ello equivaldría a traicionarlo”.
Se tiene, pues, que según los franceses (los comentadores del có-
digo de Napoleón), el derecho se identifica con las leyes; en cambio, para
los alemanes de la escuela histórica éste se concreta en un conjunto
de costumbres que nacen del espíritu de los pueblos y que luego los juristas
21
Trad. española, Atalaya, Buenos Aires. 1946.
22
V. Ob. cit.
23
V. Ob. cit.
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396
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27
Véase F. Gény, Science et Technique en Droit Privé Positif, II, Sirey, París,1927, p. 262.
397
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398
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28
Ob. cit., p. 258.
29
Ob. cit., p. 477.
399
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30
Ob. cit., pág. 52.
31
Jéze es autor de los muy célebres Principios generales del derecho administrativo. trad. esp.,
de la 3a ed. francesa, Buenos Aires, 1948; y Carré de Malberg, de la muy importante
obra Teoría General del Estado, trad. esp., Fondo de Cultura Económico, México, 1948.
32
El Derecho, la justicia y la voluntad, trad. esp., Ediciones Desclée, Buenos Aires, 1947,
p. 51.
33
Como obras principales de Kelsen pueden citarse las siguientes: Teoría pura del Derecho,
Teoría del estado y teoría general del derecho y del Estado.
400
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Kelsen parte de la distinción entre las ciencias del ser y las del deber ser.
Las primeras, dice, se apoyan en el principio de causalidad eficiente,
y explican la génesis de los fenómenos de la naturaleza; las segundas
forman las ciencias normativas, a las cuales pertenece el derecho,
y cuyo objeto no es ya el ser sino el deber ser, y se apoyan en el
principio de imputación (dada una conducta debe imputarse una
consecuencia).
Ahora bien, para estudiar el derecho es necesario partir de la llamada
por Kelsen “pureza del método”. ¿En qué consiste esto? Consiste
en limpiar el derecho, por decirlo así, de todo lo que no es derecho,
como las disciplinas políticas, éticas, económicas, sociales, etc., que,
por estar más allá de lo que es el derecho, constituyen puntos de
vista metajurídicos.
“La teoría pura del derecho –expresa Kelsen en su obra así titu-
lada34– es una teoría del derecho positivo a secas, no de un orden
jurídico especial. Es teoría general del derecho, no interpretación de
normas jurídicas particulares, nacionales o internacionales. Como
teoría, quiere conocer únicamente su objeto. Procura responder a la
pregunta sobre qué es el derecho y cómo es el derecho, pero no a
la cuestión de cómo debe ser el derecho o cómo debe elaborárselo.
Es ciencia del derecho y no política del derecho. Si ella se califica
como teoría “pura” del derecho es porque pretende garantizar un
conocimiento dirigido solamente hacia el derecho, y porque preten-
de eliminar de este conocimiento todo lo que no pertenece al obje-
to exactamente señalado como derecho. Es decir, quiere librar a la
ciencia jurídica de todos los elementos extraños. Tal es su principio
metódico universal”.
De acuerdo, pues, con este pensamiento, la teoría pura del derecho
deja de lado, en primer término, el derecho natural, que para Kelsen
se sitúa en la zona de lo metajurídico, y al cual ataca vigorosamente,
al igual que los principios éticos y demás valores jurídicos. Por ende,
su estudio se contrae exclusivamente al derecho positivo.
34
Cap. I, p. 15, trad. esp. en Eudeba, Buenos Aires, 1960.
401
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35
Ob. cit. III, 14.
36
Loc. cit.
37
Ibíd.
38
Ob. cit., III, 4.
39
Ob. cit., III, 4.
402
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403
Capítulo II
405
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1
Filosofía del derecho, pp. 266 y ss.
406
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2
Ob., cit., p. 326.
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minio de las acciones, del obrar humano, esto es, en el forum externum
(fuero externo), desentendiéndose de los móviles e intenciones.
Kant también se apoyó en este mismo argumento para llegar a la
misma conclusión de Tomasio. Para Kant es sólo moralmente buena
la acción que se cumple por respeto al deber, y no por otro motivo,
y es conforme al derecho la que se realiza con sujeción a la ley, sea
cual fuere la intención o el móvil.
Fichte, en cierta forma continuador de Kant, llevó al extremo esta
teoría, llegando a afirmar que derecho y moral no solamente cons-
tituyen dos ordenamientos de la conducta humana completamente
separados, sino hasta contradictorios en ciertos casos: aquéllos en
que el derecho permite actos que la moral prohíbe, como el del
acreedor que se comporta despiadadamente con su deudor por el
no pago de lo debido.
También Kelsen, con su teoría de la pureza del método, llega a una
conclusión semejante: El derecho no tiene relaciones con la moral
porque ésta pertenece al reino de lo metajurídico.
Pero esta teoría es tan inconsistente como la anterior. Es cierto que,
en el cumplimiento de las normas jurídicas, no interesan al derecho
los móviles o intenciones sino la sola sujeción a ellas, pero no pasa
lo mismo cuando se trata del ejercicio de los derechos, esto es, de
las facultades o poderes que ellas confieren a sus destinatarios. En
el ejercicio de los derechos subjetivos, el orden jurídico toma muy
en cuenta el forum internum de los sujetos para calificar la acción o
el obrar humano. En estos casos, el derecho examina el reino de las
intenciones, la buena o mala fe, el dolo o la culpa, porque ese factor
incide apreciablemente en el recto orden social. Éste exige distin-
guir, por ejemplo, a fin de graduar la pena, entre un asesinato y un
simple homicidio culposo. No habría justicia si se penasen los dos
de la misma manera.
Así, pues, ni el derecho puede considerarse como una parte, un ca-
pítulo de la moral, ni como un orden completamente separado de
ésta. ¿Cuál es la tesis verdadera?
408
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410
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411
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
8
V. Tratado de filosofía del derecho, trad. esp., p. 67.
9
Lecciones de filosofía del derecho, México, p. 174.
412
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413
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414
Introducción General al Derecho | Libro IV
Han existido reglas del trato social que se han transformado en re-
glas jurídicas, y a la inversa: reglas jurídicas que han desaparecido y,
sin embargo, han sobrevivido como reglas del trato social. De otro
lado, hay normas de este tipo que solamente gobiernan a los particu-
lares, y normas con el mismo contenido que jurídicamente obligan
a quienes no tienen éste carácter, lo cual ocurre con el saludo en
determinada forma respecto de los militares.
Según Stammler11, la diferencia que buscamos se halla en que, mien-
tras las normas jurídicas son “autárquicas”, las reglas del trato social,
por el contrario, vienen a ser simples “invitaciones” a comportarse
conforme a ellas. Pero tampoco hay tal, como arriba lo subrayamos.
Las reglas del trato social se imponen por el grupo del cual han sa-
lido en forma de costumbres. Por ello van acompañadas de cierta
sanción para quienes las quebrantan.
Recaséns Siches12 considera que esa diferencia radica en las distin-
tas formas de hacerlas observar. Mientras las reglas del trato social,
dice, son susceptibles sólo de censura cuando se quebrantan, las
normas jurídicas, por el contrario, pueden imponerse forzada-mente
de suerte que siempre se cumplen. Y, efectivamente, se da en esto
una diferencia entre los dos tipos de normas, pero una diferencia
solamente extrínseca, externa, porque bien sabemos que ni la san-
ción, ni la coacción jurídica son de la esencia del derecho. La ver-
dadera diferencia entre ellas hay que buscarla intrínsecamente, en
la esencia de cada una de tales normas. ¿Cuál es esa diferencia? A
nuestro juicio ella radica en la diversidad de los valores de la justicia
y del bien común. Por ello ordenan las relaciones sociales, o la vida
social donde proceden esos valores. Las reglas del trato social, por
el contrario, se apoyan en valores diferentes, en valores de menor
jerarquía, como los que antes hemos citado. Es, pues, en ellos donde
encontramos la verdadera diferencia entre las reglas del trato social
y las reglas jurídicas.
11
V. Tratado de filosofía del derecho, trad. esp., Madrid, 1930, pp. 109 y ss.
12
Ob. cit., pp. 206 y ss.
415
Capítulo III
La norma jurídica
A) Concepto, elementos, características y
clasificación de las normas jurídicas
417
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418
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419
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1
Ley 95 de 1980. art. 1.
420
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2
Decreto 2820 de 1974, art. 18.
3
Ob. cit., p. 334.
421
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La antijuridicidad
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perfectae. Las primeras son las que dan lugar a dos tipos de sanciones:
la nulidad del acto y la aplicación de una pena al infractor. Por ejem-
plo, a las personas ligadas por un vínculo matrimonial se les prohíbe
contraer nuevo matrimonio, pues “el matrimonio es un contrato
solemne por el cual un hombre y una mujer se unen con el fin de
vivir juntos, de procrear, y de auxiliarse mutuamente”, Código Civil,
art. 113. La infracción de este precepto acarrea la nulidad del acto
subsiguiente, Código Civil, art. 140, núm. 12, y una pena al infractor
por el delito de bigamia.
Las segundas son las que aparejan solamente la nulidad del acto,
como la contenida en el artículo 6 del Código Civil: “En materia
civil son nulos los actos ejecutados contra expresa prohibición de
la ley...”
Las terceras (minus quam perfectae ) son las que no impiden que el
acto violatorio produzca sus consecuencias, esto es, las que no ge-
neran la nulidad del acto, pero acarrean algún tipo de sanción para
el infractor. Por ejemplo, los menores de edad no pueden contraer
matrimonio sin el permiso expreso y escrito de sus padres, y, a falta
de éstos, del curador, Código Civil, arts. 117 y 120. La infracción
de este precepto no invalida el matrimonio, pero quienes lo hayan
violado pueden ser desheredados, Código Civil, art. 124, y, además,
podrán revocárseles las donaciones que se les hubieren hecho, Có-
digo Civil, art. 125.
Las imperfectae, finalmente, son las que carecen de toda sanción. Se
las llama así no porque no constituyan verdaderas normas jurídicas,
sino porque careciendo de sanciones, no pueden imponerse cuando
son quebrantadas.
B) El deber jurídico
Noción preliminar
Tenemos el deber de cumplir las normas jurídicas. Este deber con-
siste en la necesidad de realizar tal conducta, o abstenernos de tal
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Capítulo IV
Concepto
Ya hemos visto que el derecho es un orden social. La sociedad,
según también anotamos, es un complejo de relaciones entre sus
miembros. De estas relaciones hay unas que interesan al derecho
porque tienen que ver con el bien común. Tales relaciones son, por
ello, reguladas por las normas jurídicas. De esta suerte, se llaman
relaciones jurídicas las relaciones sociales reguladas por el derecho.
Por virtud de tal regulación, el derecho, dentro de la relación social
correspondiente, establece un vínculo bajo la forma de otorgar a un
extremo de esa relación una facultad jurídica e imponer al otro una
obligación correlativa. Entre el acreedor y el deudor, por ejemplo,
hay no sólo una relación social sino también una relación jurídica,
pues las normas del derecho establecen entre ellos un vínculo por
medio del cual el acreedor, titular de un derecho subjetivo, puede
exigirle a su deudor el pago de lo debido, quien, por tanto, tiene la
obligación jurídica de hacerlo.
De acuerdo con lo anterior, la relación jurídica puede definirse,
como lo hace Del Vecchio, así: “Un vínculo entre personas, en vir-
tud del cual, una de ellas puede pretender algo a lo que la otra está
obligada”1.
1
Ob. cit., p. 398.
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B) El derecho subjetivo
Noción preliminar
Acabamos de anotar que la relación jurídica, al crear un vínculo
entre personas determinadas, atribuye a una de ellas una facultad
jurídica, y fija para la otra una obligación correlativa. Por ejemplo, el
438
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440
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441
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6
El derecho subjetivo, trad., esp., Madrid, 1955, p. 130.
442
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444
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445
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8
Ob. cit., p. 235.
9
Ob. cit., p. 236.
446
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así: “Derechos personales o créditos son los que sólo pueden recla-
marse de ciertas personas que, por un hecho suyo o la sola disposi-
ción de la ley, han contraído las obligaciones correlativas, como el
que tiene el prestamista contra su deudor por el dinero prestado, o
el hijo contra el padre por alimentos. De estos derechos nacen las
acciones personales”.
450
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10
Josserand, El espíritu de los derechos y su relatividad, trad. esp., Puebla, 1946, p. 317.
451
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C) La obligación jurídica
Definición y divisiones
A todo derecho subjetivo corresponde una obligación correlativa.
Aquél implica ésta. Donde hay un acreedor, por ejemplo, hay un
deudor. ¿Cómo debe definirse la obligación jurídica? Los romanos
nos dejaron una definición bien precisa: obligatio est iuris vinculum quo
necessitate adstringimur alicujus solvendae rei, secundum nostrae civitatis jura
(obligación es el vínculo jurídico por el cual se nos compele a cum-
plir una prestación debida, según las leyes de nuestra ciudad).
Según la índole de la prestación a cargo del deudor, éstas se dividen
en obligaciones de dar, de hacer o de no hacer.
Las primeras son las que implican transferir un derecho, como la
del vendedor respecto de la cosa vendida. Las segundas, las que su-
ponen la ejecución de algo, como la del contratista que asume la
obligación de construir una carretera o un edificio. Las últimas, las
que implican una abstención. Éstas pueden estar a cargo de una per-
sona o de un grupo de personas determinadas (obligadas frente a un
derecho personal), o a cargo de un número de personas indetermi-
nadas. Éstas, denominadas obligaciones pasivamente universales, son las
correspondientes a los derechos subjetivos erga omnes, esto es, a los
derechos oponibles a todos, como los derechos fundamentales de
la persona humana (derecho a la vida, al honor, etc.) y los llamados
derechos reales, Código Civil, art. 665.
Fuentes
¿Cuáles son las fuentes de estas obligaciones? ¿De dónde se ori-
ginan? Es claro que la fuente de ellas es la misma de los derechos
subjetivos correlativos. Los tratadistas de derecho civil han emitido
diversas opiniones. Citemos algunas para ilustrar la cuestión.
La doctrina tradicional, que proviene del derecho romano, reduce
estas fuentes a cinco, a saber: el contrato, el cuasi contrato, el delito,
452
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Capítulo V
Preliminares
En derecho reciben tradicionalmente el nombre de personas los en-
tes sujetos de derechos y obligaciones. Desde los tiempos del dere-
cho romano, las personas se han dividido en naturales y en colecti-
vas, morales o jurídicas. Las primeras son los individuos de la especie
humana; las segundas son las resultantes de la asociación de varias
personas físicas o naturales para la realización de un objetivo cual-
quiera, como el Estado y demás entes infraestatales, las sociedades,
o las resultantes de la destinación de un conjunto de bienes a un fin
determinado, que son las fundaciones, como la universidad a la cual
nos hallamos vinculados. A las primeras, a las personas naturales, se
las considera como personas reales, y a las segundas, en cambio, como
personas ficticias, es decir, como entes que no tienen ninguna realidad
auténtica; se las denomina personas en virtud de una ficción, a fin de
poder atribuirles la personalidad, esto es, considerarlas como sujetos
de derechos y obligaciones.
“Los jurisconsultos romanos –explica M. Reale1– prácticos y prag-
máticos por excelencia, fueron grandes maestros en la fictio iuris;
cuando querían obtener un resultado y encontraban obstáculos, los
salvaban planteando el problema como si fuese compatible con la
aplicación de una norma jurídica ya existente y, entonces, construían
ficticiamente una norma adecuada al caso. La fictio iuris, que continúa
1
Ob. cit., p. 187.
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no entra aquí para nada. Por ello hay que distinguir las dos especies
de personas: las sensibles, individuos de la especie humana, y las
espirituales, como Dios.
En cambio, biológicamente considerada, la persona es el ente material
dotado de vida vegetativa, sensitiva y racional. Bajo este aspecto, solamente
son personas los individuos de la especie humana.
Pero jurídicamente hablando, persona es otra cosa. Es el ente que
puede ser sujeto de derechos y obligaciones, donde este “poder ser” de-
pende del mismo derecho. Es el derecho, en efecto, el que confiere
la personalidad desde el punto de vista jurídico, y el que, además,
la gradúa, extendiéndola en unos casos hasta hacerla plena, recor-
tándola o limitándola en otros. En la antigüedad, por ejemplo, los
esclavos no eran personas porque el derecho no los hacía sujetos de
derecho ni de obligaciones jurídicas. Tenían a su cargo obligaciones
físicas, como los animales: debían ejecutar lo que sus amos les orde-
naran. Pero sí tenían, en cambio, personalidad en sentido filosófico
y biológico. En la Edad Media, los siervos de la gleba tenían una
personalidad jurídica recortada, porque tenían derechos y obligacio-
nes en sentido jurídico, pero nunca con la amplitud de los hombres
libres. Entre nosotros, hasta la ley 28 de 1932, la mujer casada era
relativamente incapaz, es decir, tenía una personalidad en sentido ju-
rídico limitada por disposición del mismo derecho. Los impúberes,
los dementes y los sordomudos que no pueden darse a entender por
escrito, tienen igualmente limitada su personalidad jurídica (apenas
tienen capacidad de goce) por disposición del derecho. Y también
los extranjeros, porque las normas jurídicas no les reconocen dere-
chos políticos.
Es, pues, evidente que la noción de persona en sentido jurídico es
una creación del derecho. Pero aclaremos esta idea. Queremos decir
que la persona en sentido jurídico es, primeramente, una creación
del derecho natural. Si los seres humanos son personas en sentido
de Roma en el 510. Estuvo al servicio de Teodorico, rey de los ostrogodos hasta que,
acusado falsamente de traición y prácticas mágicas, fue encarcelado y ejecutado. En
sentir de algunos fue cristiano, dado el carácter de la obra citada.
461
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Capítulo VI
Preliminares
Al definir el derecho, dijimos que éste consiste en el ordenamiento
social fundado o inspirado en la justicia y en el bien común, y que,
por tanto, tales valores constituían los fines del derecho, esto es, lo
que el derecho persigue para que el ordenamiento social sea posible.
Esos fines del derecho son los valores jurídicos, porque responden a
la noción de valor. Debemos, pues, estudiarlos; pero antes es preciso
exponer algunas nociones relativas a la teoría de los valores, que nos
ayudarán a comprender mejor la índole de los valores jurídicos.
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La teoría moderna sobre los valores ha sido obra de dos grandes fi-
lósofos alemanes: el uno es Max Scheller (1875-1928) con su obra El
Formalismo en la Ética y la Ética Material de los Valores1, el otro, Nicolai
Hartmann (1882-1950) con su tratado sobre Ética2. Son importantes
igualmente los estudios de J. Hessen3, profesor de la Universidad de
Colonia, y Ortega y Gasset con su Introducción a una Estimativa4.
En un principio se pensó que los valores no eran más que ciertos fe-
nómenos psíquicos que el sujeto proyectaba sobre las cosas o sobre
determinadas acciones humanas haciéndolas estimables. La belleza
de un cuadro, la hermosura de una estatua, la justicia de una acción,
se decía, no son más que afecciones nuestras que, en virtud de una
ilusión, consideramos radicadas en dichos objetos o acciones. Tal
era la concepción subjetivista o psicológica sobre los valores.
Pero consideraciones posteriores llevaron a la filosofía a rechazar
esta manera de ver los valores. Y la reflexión fue muy sencilla. En
efecto, las sensaciones que los valores producen en nosotros no son
enteramente una creación nuestra. Las sentimos o experimentamos
como existentes en los objetos que contemplamos, o en las acciones
humanas que examinamos, porque hay algo que produce en noso-
tros tales afecciones. Como dice Ortega y Gasset en su estudio ya
citado, “toda complacencia es complacerse en algo”.
Se llegó así a la conclusión de que los valores tienen cierta objetivi-
dad, se hallan fuera de nuestra conciencia, son algo que percibimos.
Pero, ¿qué es ese algo en que los valores consisten? Considerados
en sí mismos, los valores no son más que objetos ideales, esencias,
como lo son, por ejemplo, también los objetos matemáticos, como
las nociones de cantidad, número, mayor que, menor que, igual a, etc.
Pero, en cuanto hacen parte de la realidad, son ciertas cualidades de
índole muy especial, que encarnan en las cosas y también en ciertas
1
Trad. esp., en Revista de Occidente, 2 tomos, Madrid, 1942.
2
Hay también trad. esp., en el Fondo de Cultura Económica, 2 tomos, México, 1973.
3
Tratado de filosofía, trad. esp., Buenos Aires, 1970.
4
Tomo VI de sus Obras completas, editadas por Revista de Occidente.
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466
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B) La justicia
Idea formal de la justicia
Como anota Recaséns Siches9, la historia relativa al concepto de la
justicia es bastante larga, pues se inicia con Pitágoras de Samos (580-
500 a. de J.), y llega hasta nuestros días sin solución de continuidad.
8
Ob. cit., II, pp. 85 y ss.
9
Filosofía del derecho, pp. 48 y ss.
468
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Introducción General al Derecho | Libro IV
Divisiones de la justicia
La doctrina moderna ha llegado a identificar tres campos en la jus-
ticia entendida en sentido práctico objetivo. Esta división se ha fundado
en los tipos de relaciones que se dan dentro de la sociedad. En la so-
ciedad política, en efecto, hay que distinguir tres clases de relaciones
y sólo tres, a saber: la que se da entre los miembros de la sociedad;
la del todo social en relación con sus subordinados, y la de éstos
11
República, III, 22.
12
Dig., Lib. 1.10.
13
S. Teol., II-II, c, 58 a. 1.
471
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
con aquél. De aquí se deduce, entonces, que sólo puede haber tres
tipos o clases de justicia, que se llaman: conmutativa, distributiva, y
general, llamada también legal o social.
1. La justicia conmutativa es la que regula las relaciones de persona a
persona, o de grupos de personas entre sí. El principio o criterio que
debe presidirlas es el de la igualdad de las prestaciones recíprocas. Como
estas relaciones surgen principalmente con ocasión de los contratos,
se la ha llamado también “justicia contractual” o “justicia de cam-
bios”. Este tipo de justicia es la propia del derecho privado porque
tal rama del derecho, formada principalmente por el derecho civil
y el derecho comercial, se ocupa de las relaciones de los individuos
entre sí, independientemente del Estado. Y vemos, entonces, que lo
determinante de la igualdad, la medida de ésta, radica en la índole o
naturaleza de las prestaciones, o mejor, de los valores que presiden
tales relaciones. Así, cuando se trata de prestaciones económicas, la
igualdad se determinará por el valor económico. En estos casos, ha-
brá igualdad y quedará realizada la justicia, cuando las prestaciones a
cargo de las partes sean económicamente iguales.
2. La justicia distributiva se refiere a las relaciones del todo social
con sus miembros, especialmente del Estado con sus súbditos. Ver-
sa, pues, sobre la distribución de los beneficios o bienes que el Es-
tado debe a los particulares. En lenguaje moderno, diríamos que es
el tipo de justicia que debe presidir la asistencia pública o la ayuda
debida por el Estado. El criterio que la rige es también el de la igual-
dad, pero el de la igualdad proporcional, porque cada uno de los
súbditos debe recibir del Estado según sus necesidades, aptitudes
o merecimientos. De consiguiente, aquí la igualdad la mediremos
según las necesidades o méritos de cada cual. Quien más necesite
de los bienes o servicios a repartir, debe recibir más, y a la inversa.
3. Está, finalmente, la justicia general, llamada también legal o so-
cial14, que mira el bien común de la sociedad, y es la que define
lo que cada individuo debe aportar para conseguir el bien común.
14
Se la llama legal porque corresponde a la ley positiva concretada o determinada.
472
Introducción General al Derecho | Libro IV
C) La equidad
Concepto
La equidad es un complemento del valor justicia, pues la equidad es
el criterio que permite realizar la justicia en los casos particulares. Se
ha dicho, por ello, que la equidad es la misma justicia, pero no la jus-
ticia abstracta, sino la justicia aplicada a la solución de los conflictos
que suelen presentarse en el diario vivir.
473
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15
Ética a Nicómaco, lib. V. cap. X.
474
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16
Ob. cit., pp. 657 y ss.
475
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D) La seguridad
Dos sentidos del concepto
El valor jurídico de la seguridad se entiende de dos maneras: prime-
ro, como la seguridad creada por el derecho, es decir, la seguridad
que el derecho confiere a sus destinatarios de que su status jurídico
no podrá ser cambiado sino de acuerdo con las normas vigentes,
con el derecho que aplica el Estado. Ésta es la seguridad entendida
desde el punto de vista subjetivo. Pero este valor puede igualmente
entenderse en el sentido de la seguridad derivada de la existencia del
derecho positivo o, como dice Radbruch, la seguridad “del derecho
mismo”17. Tal es la seguridad entendida en sentido objetivo.
Salta a la vista que la seguridad en sentido subjetivo se apoya en la
seguridad en sentido objetivo, pues para abrigar la certeza de que el
estado jurídico de las personas sólo puede ser cambiado de acuerdo
con el derecho vigente se requiere precisamente la existencia de este
derecho.
17
Ob. cit., p. 40.
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E) El bien común
Preliminares
El bien común es el fin perseguido por toda sociedad. Si los hom-
bres por naturaleza viven en grupos, como el Estado (grupo políti-
co), es para conseguir el bien de todos, que no puede alcanzarse con
el solo esfuerzo individual. Ahora bien, como el derecho es con-
substancial a la sociedad, de suerte que no hay sociedad sin derecho,
éste se halla, por tanto, ordenado también al bien común, el cual, en
esa virtud es un valor jurídico, el valor jurídico supremo.
Pero la expresión “bien común” es vacía de contenido, sólo tiene
un valor formal. Porque ¿en qué puede consistir ese bien que sea
el bien de todos? Han sido muchas las doctrinas propuestas para
responder a tal pregunta, y se trata de una cuestión que nunca pier-
de ni puede perder actualidad. Debemos, pues, estudiarla con algún
detenimiento.
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19
Constitución Gaudium et Spes, IV, 74.
20
Declaración Dignitatis Humanae, 1, 6.
21
Ob. cit., p. 177.
484
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Santo Tomás lo demuestra muy bien así: las personas que integran
una sociedad “se ordenan a la misma como las partes al todo; y
como la parte en cuanto tal es del todo, síguese que cualquier bien
de la parte es ordenable al bien del todo”22.
Pero esto necesita una aclaración que hace el mismo Tomás de
Aquino: el bien particular o individual está subordinado al bien de
la comunidad, como la parte lo está al todo, pero siempre y cuando
pertenezcan a un mismo género. Si son diferentes, si no coinciden
en el género, aquel principio no es aplicable, es decir, el bien privado
no debe ceder al bien público. El texto tomista dice así: “El bien co-
mún es mejor que el privado, cuando pertenecen al mismo género,
pero no cuando son de diversa clase”, porque puede ocurrir, agrega
el Aquinatense, “que el bien privado sea mejor en su género”23. Y en
otro lugar dice: “Lo común es superior a lo propio, si ambos son de
un mismo género; pero en las cosas que son de distinto género nada
impide que lo propio sea superior a lo común”24.
No es, pues, que el individuo o el bien particular, sea cual fuere, esté
subordinado a la sociedad o al todo social. Si así fuese, seríamos
esclavos del Estado. El bien particular se halla subordinado al bien
común en la medida en que éste se entienda en la forma que antes lo
definimos, o sea, bajo la condición de que pertenezcan a una misma
clase. El bien común, por ejemplo, no puede exigirnos el sacrificio
de nuestros derechos fundamentales, pues son extraños entre sí. Po-
drá imponernos limitaciones, pero nada más.
485
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25
El fin del derecho, en la obra Los fines del derecho publicada por la editorial Jus, México,
1994, pp. 103 y ss.
486
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487
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26
Ob. cit., p. 41.
488
Capítulo VII
El derecho natural
Preliminares
Hemos estudiado la noción de derecho y sus fines, o sea, lo que
otros autores llaman el concepto y la idea del derecho. Vamos ahora a
ocuparnos del último de los grandes temas de la Filosofía del De-
recho, el relativo a su división suprema en derecho natural y derecho
positivo.
Conviene que antes digamos algo sobre lo que significan estas ex-
presiones. La primera alude a un derecho objetivamente válido, es
decir, a un derecho independiente de todo legislador humano por-
que se lo considera como nacido o emanado de la naturaleza, ya sea
la naturaleza humana (según la doctrina tradicional) o la naturaleza
de las cosas, incluyendo la humana, desde luego (según una corrien-
te de la doctrina alemana de hoy). La segunda se refiere al derecho
emanado del Estado a través de sus órganos competentes, o para
decirlo en términos más simples, al derecho dictado por los hom-
bres. Mientras al primero se lo considera como un derecho universal
e inmutable, es decir, como un derecho común a todos y no sujeto a
cambios, el segundo es un derecho singular, por cuanto cada pueblo,
nación o Estado, tiene el suyo propio, distinto de todos los demás, y,
de otra parte, está en permanente cambio o transformación.
Aclaradas así aquellas expresiones, comencemos por una pequeña
historia del derecho natural. Otro tanto haremos después con el
derecho positivo.
489
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3
V. Derecho natural. Introducción filosófica al derecho, 5a. ed., Madrid,1987, p. 132.
494
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495
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4
S. Teol., I-II, q. 91. art. 2.
496
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le, y muchos otros (la familia, el matrimonio, etc.). Por último, las
inclinaciones que surgen de nuestra naturaleza social, de las cuales
nacen todas aquellas normas referentes al conocimiento humano y
a la vida en sociedad (suprimir la ignorancia, orientar en la búsqueda
de la verdad, respetar a nuestros semejantes, obedecer a la autoridad,
contribuir al bien común, etc.)5.
El conjunto de preceptos que nacen de estas inclinaciones los divide
Tomás de Aquino en primarios y secundarios. Aquéllos son los que
se apoyan directamente en las tendencias mencionadas, en íntima
y necesaria conexión con ellas; los secundarios, los que mediante
razonamientos sencillos extrae de ellos la razón. Pero tanto unos
como otros son de naturaleza abstracta y universal, alejados, por
lo mismo, de la realidad concreta. Sólo en este campo interviene el
derecho positivo.
Estos preceptos de derecho natural, cuyo contenido es la justicia,
presentan tres características: son universales, por ser comunes a
todos los hombres; son inmutables, por que no cambian, y son co-
nocidos por todos, en razón de hallarse como escritos en nuestra na-
turaleza. Con todo, advierte Tomás de Aquino, estas características
sólo se cumplen de manera exacta respecto de los principios prima-
rios. Los secundarios pueden fallar en ocasiones, no porque dejen
de ser verdaderos, sino porque, encontrándose más cercanos que
aquéllos a las condiciones de hecho, a las circunstancias de la vida
social, pueden perder alguno o la totalidad de esos caracteres por
las singularidades de suyo cambiantes que estas condiciones suelen
presentar y que tales preceptos no han tomado, ni pueden tomar en
cuenta, dada su generalidad.
De estos preceptos de la ley natural provienen las leyes positivas
humanas, que unas veces los desarrollan y otras los determinan, para
adaptarlos a las condiciones propias de cada sociedad. El derecho
positivo es por ello necesario al derecho natural, no lo excluye sino
5
S. Teol., I-II, c. 94, art. 2.
497
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6
II-II, c. 57, art. 2.
498
Introducción General al Derecho | Libro IV
El racionalismo jurídico
El iniciador del racionalismo jurídico, de su parte, fue el holandés
Hugo Grocio (1583-1645), pero los verdaderos fundadores del mis-
mo fueron Samuel Pufendorf (1632-1694), Cristián Tomasio (1655-
1728) y Cristián Wolff (1679-1754), todos filósofos muy célebres.
Fernández Galiano7 resume el pensamiento de esta escuela en los
siguientes postulados básicos: a) Desvinculación del derecho natu-
ral respecto de Dios. El creador no es ya la fuente de la moral y del
derecho natural. Éstos se apoyan exclusivamente en la razón. b) El
derecho natural es una construcción de la sola razón (como en los
antiguos estoicos) que, apoyándose en un primer principio extraído
de la naturaleza empírica, no metafísica, del hombre, los obtiene
por vía deductiva, a través de una serie indefinida de deducciones,
de suerte que el contenido del derecho natural no estaría dado sola-
mente por principios abstractos y universales, como en la doctrina
tradicional tomista, sino también por los particulares y concretos,
desplazando así el derecho positivo. c) La sociedad humana (el Esta-
do) es el resultado de un pacto (status civilis) al que precedió un status
naturalis, en el cual los hombres vivían aislados y disfrutando de sus
derechos en forma absoluta e ilimitada; de donde se deduce que,
en sentir de ellos, el hombre tiene una naturaleza asocial, es decir,
indiferente a la vida en sociedad.
El racionalismo jurídico culminó con Kant y su doctrina del dere-
cho racional, y con el idealismo jurídico de Hegel; contra estas doc-
trinas se produjo bien pronto una reacción, especialmente contra el
derecho natural.
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V. El concepto de naturaleza y el principio del derecho, trad. esp., p. 93.
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raleza social del hombre? Exige que a ese todo social le demos lo
requerido para que, de su lado, pueda conseguir su fin propio, que
no es otro que el bien común o bien de todos los miembros que
forman el grupo, la sociedad. Por ejemplo, al Estado le debemos
los impuestos y contribuciones para que pueda conservar el orden,
proteger nuestros derechos naturales y adventicios, y crear las con-
diciones materiales, intelectuales y morales para que cada uno de sus
miembros pueda vivir dignamente y alcanzar los fines particulares
de su existencia. Tercero, existe otro tipo de relaciones, a saber, las
del todo social, incluyendo el Estado, con sus miembros o súbditos.
¿Qué les debe ese todo social o Estado a sus miembros? Les debe
nada menos que la realización del bien común, es decir, la creación
de ese conjunto de condiciones que le permitan a cada cual vivir
conforme a su ser. Ahora bien, para que esas relaciones sean posi-
bles es preciso que se apoyen, como punto de partida, en estos dos
principios: neminem laedere, suum cuique tribuere, es decir, no hacerse
daño entre sí, o sea, respetarse los unos a los otros, y reconocerle a
cada cual y darle, en consecuencia, lo que le corresponde. He aquí
las normas primarias. Dos preceptos con un inmenso contenido,
de los cuales la razón extrae a modo de consecuencias inevitables y
evidentes, preceptos secundarios.
De estos otros principios fundamentales secundarios extrae la razón
también multitud de consecuencias mediante inferencias muy senci-
llas, y, por ende, evidentes, que se integran dentro de los preceptos
secundarios del derecho natural.
Así, el derecho natural ni se reduce, como lo entienden algunos (los
partidarios de la escuela minimalista), a unos cuantos principios, más
de carácter verbal que real, ni tampoco a un conjunto de normas
que por vía deductiva desciendan hasta reglamentar cuestiones de
detalle, como lo piensan otros (los partidarios de la llamada escuela
maximalista). El contenido del verdadero derecho natural se sitúa en
un justo medio, pues sus preceptos sólo pueden tener un carácter
abstracto y, por tanto, general.
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cuando el derecho penal señala las penas para los delitos, no hace
tampoco cosa distinta de determinar la norma natural que prescribe
el castigo para los delincuentes. Esto hace ver que el derecho natu-
ral está contenido en el derecho positivo a la manera del alma en el
cuerpo, del alcohol en el vino, de los nervios en el cuerpo humano.
512
Capítulo VIII
Concepto
Hemos tratado del derecho natural desde el punto de vista objetivo.
Debemos ahora considerarlo desde el punto de vista subjetivo, esto
es, en cuanto confiere a sus destinatarios derechos o facultades ju-
rídicas. Estos “derechos” han recibido diversos nombres: derechos
naturales, derechos del hombre, derechos de la persona humana y,
últimamente, derechos fundamentales. Con excepción de la primera,
todas estas expresiones son redundantes, pues sólo los hombres son
sujetos de derechos. Sin embargo, las utilizaremos para amoldarnos
al uso. ¿Qué son esos “derechos naturales” o “derechos fundamen-
tales”?. Son los derechos que surgen de la naturaleza humana, de-
rechos que emanan directamente de ella. Se trata, por consiguiente,
de derechos anteriores, ontológicamente hablando, a todo derecho
positivo, derechos que pertenecen, por ende, a todos los hombres,
el respeto de los cuales se impone, particularmente al Estado, para
que la persona humana no sea atropellada o desconocida en lo más
íntimo de su ser.
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6
Ob. cit., pp. 277 y ss.
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Segunda parte
Preliminares
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4
V. La ciencia del derecho, trad. española, Losada, Buenos Aires, 1949, p. 39.
5
Ob. cit, pp. 49-50.
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Introducción General al Derecho | Libro IV
a) Teoría de Gény
En la elaboración del derecho positivo distingue Gény una parte
que él llama científica y otra técnica. La primera corresponde a lo que
denomina lo dado (le donné), y a la segunda lo construido. Y es que, efec-
tivamente, en el proceso de formación de las reglas jurídicas hay que
tomar en cuenta, en primer término, una serie de materiales, llamé-
moslos así, consistentes en una gran cantidad de factores que sumi-
nistran el contenido de esas reglas jurídicas. Pero la labor del legis-
lador no termina con el examen y ponderación de tales elementos,
porque, después, tiene a su cargo la tarea de construir o elaborar la
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b) Teoría de Roubier
Más sintético y preciso nos parece el pensamiento de Roubier sobre
este importante tema. “Para resolver la cuestión de la elaboración
del contenido de la regla jurídica, dice este autor, tenemos que es-
tudiar, por una parte, los datos de la vida en sociedad, que consti-
tuyen, en cierta forma, la materia prima de las instituciones o de las
prácticas jurídicas, y que nos ponen en presencia de las fuerzas que
se afrontan en el establecimiento de las reglas de derecho; por otra
parte, el ideal de justicia, que constituye la orientación suprema, el
fin normal por alcanzar, puesto que el derecho es ante todo la admi-
nistración de la justicia”7.
Los datos de la vida social están representados, agrega, por tres fac-
tores: los económicos, los religiosos o morales y los políticos o so-
ciales. Los primeros, dice, desempeñan un papel de primer orden,
sobre todo en las relaciones de los individuos entre sí. “De aquí
resulta la gran importancia para el jurista de la economía política,
pues es necesario conocer según qué leyes ha de organizarse el juego
de los intereses para llegar a la mayor prosperidad de la sociedad”8.
7
Ob. cit., p. 207.
8
Ob. cit., p. 208.
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9
Ob. cit., p. 210.
10
Ob. cit., p. 214.
11
Ibíd.
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12
Ob. cit., pp. 217 y 225.
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desde luego, fue el código civil, al cual en 1807, por obra de una ley,
se le dio el nombre de “Código de Napoleón”. Nació, entonces, la
muy célebre “Escuela de la Exégesis”, formada principalmente por
los profesores de las universidades en sus facultades de derecho, que
hicieron valiosísimos aportes a esta disciplina. En Alemania, de otra
parte, hay que citar al mismo tiempo la no menos célebre Escuela
Histórica, iniciada por Puchta, y cuyo verdadero jefe fue Federico
Carlos de Savigny, a quien se deben también importantes contribu-
ciones jurídicas.
Desde entonces la Ciencia Jurídica ha vivido con un vigor admirable
en todo el mundo, particularmente en Occidente, todo ello como
consecuencia de la enseñanza del derecho en todas las Universida-
des del mundo.
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14
Cf. Sociología jurídica, trad. esp., Tecnos, Madrid, 1972 p. 15.
15
Introducción al derecho, 7a. ed., Perrot, Buenos Aires, p. 93.
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Capítulo IX
Orígenes de la distinción
Desde el punto de vista más elevado, el derecho positivo se divide en
derecho público y derecho privado. Esta distinción es de origen romano, y
ha sido adoptada por todos los países cuyos derechos se inspiraron
en aquél. Los romanos, en efecto, llevados por su espíritu práctico, y
teniendo en cuenta que hay normas que se establecen en interés de
la cosa pública, del Estado, y otras que se expiden en interés de los
particulares, distinguieron esas dos ramas del derecho. Publicum ius
est, decía Ulpiano1, quod ad statum rei romanae spectat, privatum quod ad
singulorum utilitatem (Derecho público es el que se refiere al estado de
la cosa romana, privado, el que mira a la utilidad de cada ciudadano).
Esta doctrina, inspirada en el criterio del interés perseguido por las
normas, se conoce, por ello, con el nombre de teoría del interés.
1
Dig., lib. I, tít. I, i.
2
Ob. cit., Cap. X.
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Introducción General al Derecho | Libro IV
aquél que usan todos los pueblos, el cual fácilmente se deja entender
que se diferencia del natural porque éste es común a todos los ani-
males, y aquél a todos los hombres entre sí”6.
El Derecho Internacional Público puede definirse como el derecho
que regula las relaciones de los Estados entre sí y con los organismos
internacionales reconocidos o creados por éstos, como la O.N.U. o
la O.E.A. Sus orígenes, en su configuración actual, se atribuyen al
dominico español Francisco de Victoria (1486-1546) y al holandés
Hugo Grocio, varias veces mencionado por nosotros antes, con su
célebre obra Del Derecho de la Guerra y de la Paz.
Se ha distinguido por algunos entre un Derecho Internacional Pú-
blico para la paz y otro para la guerra. Nuestra constitución, por
ejemplo, menciona el “Derecho Internacional Humanitario” (art.
214, 2). No le vemos fundamento a esta distinción porque la guerra
es la negación del derecho. Con todo, sí debe tenerse en cuenta que
para la guerra deben imperar ciertos principios humanitarios, pro-
pios de toda civilización.
No han faltado quiénes le nieguen al Derecho Internacional Público
su condición de verdadero derecho en atención a que carece de una
autoridad, de un poder legislativo, de una jurisdicción internacional
y de sanciones definidas. Sin embargo, como anota Legaz y Lacam-
bra7, el Derecho Internacional Público reúne todas las caracterís-
ticas de un verdadero derecho, a saber: pluralidad de sujetos (los di-
versos Estados y organismos internacionales), convivencia entre los
mismos, fuentes generadoras de las normas (tratados, costumbres),
y aun, en el estado actual de las cosas, organismos jurisdiccionales,
como la Corte Internacional de Justicia de La Haya, así como san-
ciones impuestas por los organismos internacionales, principalmen-
te la O.N.U., al igual que una fuerza pública a disposición de ésta.
6
Dig. lib. I, tít. I, 4.
7
Introducción al derecho, p. 626.
539
Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
a) Derecho constitucional
Se lo denomina también Derecho Político, y es la más importante de
las ramas del derecho público interno. “El derecho constitucional,
dice Duverger8, estudia las instituciones políticas desde un ángulo
jurídico. Su nombre proviene de la práctica inaugurada en los Esta-
dos Unidos en 1787, y más tarde en Francia en 1791, y generalizada
después, que consiste en reunir las reglas de derecho relativas a los
órganos esenciales del Estado –Parlamento, Gobierno, Elecciones,
etc.– en un texto solemne llamado ‘Constitución’. Pero no todas las
reglas de derecho relativas a las instituciones políticas están conteni-
das en la Constitución; algunas se encuentran en las leyes ordinarias,
en los decretos y reglamentos del Gobierno, en las órdenes de los
ministros y autoridades locales, en las resoluciones de las asambleas,
en las costumbres jurídicas o en los ‘principios generales del dere-
cho’, etc. El derecho constitucional las estudia todas, cualquiera que
sea su fuente; a pesar de su nombre, no es únicamente el derecho
de la Constitución”. Diremos, pues, en resumen, que el Derecho
Constitucional se ocupa del estudio de la organización jurídica del
Estado.
Se ha generalizado la distinción entre un Derecho Constitucional General
y un Derecho Constitucional Especial, éste último contraído al examen
de la Constitución y demás normas políticas propias de cada Esta-
do (Derecho Constitucional Francés, Español, Colombiano, etc.), y
aquél, al estudio de las instituciones políticas en general, y versa, en
consecuencia, sobre las siguientes materias: el Estado, la Constitu-
ción y sus diversos tipos o clases, la designación de los gobernantes,
y las formas de gobierno.
Esta distinción se ha impuesto en nuestras Facultades de Derecho.
8
Instituciones políticas y derecho constitucional, trad. esp., Ariel, Barcelona, p. 59.
540
Introducción General al Derecho | Libro IV
b) Derecho administrativo
Es el derecho relativo a la organización de la Administración Pública
y al ejercicio de sus funciones o despliegue de su actividad. Se trata,
por tanto, de una rama del derecho público interno en íntima rela-
ción con el Derecho Constitucional.
En los países que han acogido en sus constituciones la separación e
independencia de los poderes públicos, o ramas del poder público,
la Administración Pública se atribuye a la rama ejecutiva del poder
público o Gobierno (nacional y local), y su objetivo es la satisfac-
ción, en forma inmediata, de las necesidades públicas (ejecución de
las leyes, mantenimiento del orden, construcción de obras, presta-
ción de servicios públicos, etc.). Su actividad o funciones las lleva
a cabo sobre todo mediante actos que tienen la condición de actos
administrativos, contratos, actividades de la policía administrativa,
y prestación de los servicios públicos, al menos los esenciales. Al-
gunos de éstos pueden ser prestados por particulares, pero siempre
bajo un régimen jurídico especial, y sujetos a la vigilancia e inter-
vención de las autoridades. Son, según el artículo 2º de la Ley 80 de
1993, “los que están destinados a satisfacer necesidades colectivas
en forma general, permanente y continua, bajo la dirección, regu-
lación y control del Estado, así como aquéllos mediante los cuales
el Estado busca preservar el orden y asegurar el cumplimiento de
sus fines”. Pero ciertos servicios públicos, llamados esenciales, están
solamente a cargo del Estado, como la policía, el ejército, la adminis-
tración de justicia (incluyendo la que se ejerce mediante tribunales
de arbitramento, formados por particulares que tienen, empero, la
condición jurídica de verdaderos jueces).
En el derecho administrativo de origen francés que, con excepción
del angloamericano, es todo el derecho administrativo continental
europeo y latinoamericano, las controversias se ventilan en una ju-
risdicción especial, a la cual ya nos referimos, llamada generalmente,
como en Colombia, jurisdicción contencioso-administrativa, formada, al
menos entre nosotros, por los Tribunales Administrativos que, salvo
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Rodrigo Noguera Laborde | Obras selectas
c) Derecho penal
Se lo llama también Derecho Criminal. Es el relativo a los delitos y a las
penas. Son delitos los hechos y las omisiones que, por afectar grave-
mente a las personas y a la vida misma en sociedad, se sancionan
en forma enérgica, con penas generalmente privativas de la libertad
y, por excepción, con penas de carácter meramente pecuniario. La
pena es la sanción impuesta al delincuente, o sea, la consecuencia
desfavorable que se sigue para una persona a quien se imputa un
acto penalmente antijurídico. Su finalidad no es sólo retributiva, sino
también preventiva, protectora y resocializadora (C.P. art.12).
En algunos países, además de las penas, se prevén medidas de seguri-
dad, que se aplican a las personas que se hallan en los denominados
“estados predelictivos”, o “estados de especial peligrosidad”, que
constituyen, por decirlo así, la antesala de los delitos; a prevenir éstos
se encaminan tales medidas, como también a rehabilitar a quienes
se encuentren en esos estados. Entre nosotros fue muy importante,
por sus buenas consecuencias, la llamada Ley Lleras (nombrada así
porque tuvo como autor al doctor Alberto Lleras Camargo), o sea,
542
Introducción General al Derecho | Libro IV
d) Derecho Procesal
El derecho requiere, con frecuencia, ser declarado o impuesto, y
esta función corresponde esencialmente al Estado a través de la
rama jurisdiccional del poder público. “Jurisdicción” (de juris, dere-
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b) Derecho mercantil
Es el derecho de los comerciantes y de los actos que éstos celebran,
llamados actos de comercio o actos mercantiles. Los romanos no
conocieron el derecho mercantil. Los comerciantes de entonces,
como sus actos y sus contratos, se hallaban sujetos al ius civile. El
derecho mercantil surgió a comienzos de la Edad Moderna con oca-
sión del despliegue que tuvo el comercio, sobre todo en las ciudades
del Norte de Italia. Basta lo anterior para comprender que este dere-
cho es un derecho de tipo profesional, aplicable sólo a una clase de
personas, los comerciantes, a diferencia del derecho civil, que, como
dijimos, es un derecho común a todas. Es, pues, un derecho especial.
Esto implica para el derecho mercantil definir quiénes son comer-
ciantes, cuáles son los actos mercantiles que celebran en ejercicio de
su profesión, y cuál es su régimen jurídico. De acuerdo con lo ante-
rior, nuestro código de comercio expresa que “son comerciantes las
personas que profesionalmente (no en forma accidental) se ocupan
en alguna de las actividades que la ley considere mercantiles”, y agre-
ga el artículo 20 que son “mercantiles para todos los efectos legales”
las actividades o actos que ese mismo artículo relaciona.
546
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Capítulo X
Enumeración
Ya estudiamos qué son las fuentes reales y formales del derecho
positivo. Nos vamos a ocupar ahora del estudio de las fuentes for-
males que, para nosotros, son como el lenguaje del derecho, o sea,
los medios de que el derecho se sirve para expresarse y alcanzar obli-
gatoriedad. ¿Cuáles y cuántas son esas fuentes? Diremos, de acuer-
do con M. Reale1, que son tantas como los poderes revestidos de
competencia para crear reglas de derecho. Ahora bien, el primero de
esos poderes es el legislativo, y, por tanto, la primera de tales fuentes
es la ley. Pero la sociedad o comunidad tiene también ese poder y,
al efecto, crea normas consuetudinarias. Por tanto, la segunda de
las fuentes es la costumbre jurídica. A la rama jurisdiccional se le ha
otorgado igualmente esa competencia, que ejerce cuando expide sus
decisiones. La tercera fuente es, entonces, la jurisprudencia. Pero los
particulares, en ejercicio de la autonomía de la voluntad, otorgan
actos jurídicos, que contienen reglas que los vinculan y que son, por
ello, auténticas normas. Por ello, la cuarta fuente del derecho es el
acto jurídico. Por último, los estados celebran tratados que, como los
actos jurídicos, contienen normas que los obligan. La quinta fuente
del derecho la constituyen, así, dichos tratados. Las fuentes formales
del derecho son, pues: la ley, la costumbre, la jurisprudencia, los actos y
negocios jurídicos y los tratados internacionales.
1
Ob. cit., p. 111.
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Muchos autores agregan una sexta fuente: la doctrina, o sea, los es-
tudios científicos de los juristas, consignados en sus obras, artículos
de revistas, apuntes de clase, etc. Pero esta opinión debe desecharse,
porque los tratadistas y profesores de derecho no están revestidos
de poder para crear reglas de derecho. Actúan simplemente como
científicos del derecho, como estudiosos del mismo. La doctrina no
es, pues, fuente del derecho, aunque tiene, sin duda, una gran in-
fluencia en la producción de las otras fuentes y, en especial, en la
elaboración de las leyes y en las decisiones jurisdiccionales.
Estudiaremos ahora cada una de estas fuentes formales.
A) La ley
Importancia. Etimología
En los países de derecho escrito, que son todos los pertenecientes a
la familia romano-germánica, es la ley la más importante de las fuen-
tes formales, sobre todo a partir del siglo XVIII, en el cual comenzó
a imponerse en Occidente el derecho escrito.
Nuestro término ley corresponde al latino lex. ¿De dónde provino
esta palabra? Según Cicerón2, provino de legere, leer, quizá porque
la ley de las Doce Tablas se grabó en madera o piedras a fin de que
todos pudieran leerla, y se enteraran así de sus prescripciones. Mas,
para San Agustín, lex se originó de dilígere (elegir), por cuanto ella eli-
ge el camino que deben seguir sus destinatarios3; en cambio, para
Santo Tomás, proviene de ligare, o sea, ligar u obligar, en atención a
que la ley somete o compromete la voluntad de sus destinatarios a
una determinada acción u omisión.
Nos parece más acertada la opinión de Cicerón. La ley, desde los
tiempos más antiguos, quizá desde el Libro de los Muertos de los
Egipcios, se hizo constar por escrito para que fuera precisamente
leída, y por ende, conocida. De aquí su significado, su etimología.
2
Cf. Las leyes, lib. I.
3
Cf. Ciudad de Dios, lib. III.
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El artículo 9º. del Código Civil declara que “la ignorancia de la ley
no sirve de excusa”, es decir, que nadie puede invocar en su favor
el desconocimiento de la ley para justificar su violación. ¿Contiene
aquella norma una ficción o una presunción? Nos inclinamos por
lo primero, porque dicho mandato indudablemente se aparta de lo
que realmente ocurre, y se finge entonces como real lo que no es tal.
Pero otros piensan que en tal norma se contiene una presunción,
una presunción de derecho porque no admite prueba en contrario.
Cabe anotar aquí que, en realidad, toda presunción de derecho es
una ficción.
El fundamento de tal ficción se encuentra en que ésta es necesaria
para la obligatoriedad de la ley. Porque bien se comprende que si
fuera posible invocar la ignorancia de las leyes para excusarse de
cumplirlas, su obligatoriedad quedaría en entredicho.
En consonancia con lo anterior, el artículo 183 del Código de Pro-
cedimiento Civil establece que no hay necesidad de probar o demos-
trar el hecho de la existencia de una ley.
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Los códigos
¿Qué es un código? A esta pregunta debe responderse distinguiendo
entre el sentido formal y el material, como lo hicimos al fijar el concep-
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6
La Théorie de L’ Institution. Essai d’ Ontologie Juridique, 1930.
7
Citado por Bonnecase, Introducción al derecho, trad. esp., p. 109.
8
Ob. cit., p. 104.
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¿Qué debe decirse del caso inverso, o sea, cuando la ley anterior es
especial y la posterior general? ¿Deroga la especial anterior? La cues-
tión se ha discutido. Unos están por la negativa. En primer lugar,
porque la presunta incompatibilidad entre esas leyes se elimina si
se considera que la ley especial hace una excepción a la general. En
segundo lugar, porque las leyes especiales, en razón precisamente de
ser especiales, son más aptas para regular una materia que las gene-
rales. El principio del artículo 2º. de la ley 153 de 1887, según el cual
“la ley posterior prevalece sobre la ley anterior”, debe entenderse,
según esta opinión, con la salvedad anotada, a fin de que, además,
este texto resulte conforme o armónico con el numeral 1º. del artí-
culo 5º. de la Ley 57 de 1887, al tenor del cual “la disposición relativa
a un asunto especial prefiere a la que tenga carácter general”.
Otros piensan de manera contraria, porque estiman que la ley que
reglamenta íntegramente una materia, no deja espacio, por decirlo
así, para disposiciones de carácter especial.
¿Qué pensar sobre esta disputa? Consideramos como más acertada
esta última opinión porque si admitimos la supervivencia de la ley
especial frente a la ley posterior que reglamenta íntegramente una
materia incurriríamos en una contradicción, pues si aquélla ha de
sobrevivir, ésta no equivaldría, entonces, a una reglamentación “ín-
tegra”. De otra parte, lo que expresa el numeral 1º. del artículo 5º.
de la ley 57 de 1887 se refiere únicamente a la incompatibilidad de
normas de un mismo código, que es asunto distinto.
c) Anotemos, por último, que las leyes pueden también ser dero-
gadas por un referendo, como lo prevé el artículo 170 de la Cons-
titución, que dice así: “un número de ciudadanos equivalente a la
décima parte del censo electoral, podrá solicitar ante la organización
electoral la convocación de un referendo para la derogación de una
ley.
“La ley quedará derogada si así lo determina la mitad más uno de
los votantes que concurran al acto de consulta, siempre y cuando
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B) La costumbre
Concepto y elementos
Sin duda, la costumbre es la más antigua de las fuentes del derecho.
En Roma, hasta la expedición de la Ley de las Doce Tablas, el de-
recho era enteramente consuetudinario. También lo fue en Europa
durante toda la Edad Media y el Renacimiento. Esta forma de dere-
cho se prolongó hasta finales del siglo XVIII, época en que comen-
zó la expedición de los grandes códigos.
Según la doctrina tradicional, de origen romano, la costumbre se
define como una práctica o uso generalizado, que se cumple bajo el convenci-
miento de que obedece a una necesidad jurídica.
De aquí, los dos elementos que integran el concepto de costumbre
en su sentido jurídico: el objetivo o material, representado por la
práctica o uso continuado, que debe ser público y prolongado; y
el subjetivo o psicológico, consistente en la convicción de que esa
práctica o uso obedece a razones o necesidades jurídicas. Es la opinio
iuris seu necessitatis.
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C) La jurisprudencia
Concepto
La palabra jurisprudencia se emplea en varios sentidos, pues unas
veces sirve para significar la ciencia del derecho, como en la defi-
nición de la Instituta de Justiniano: “Jurisprudencia es el conoci-
miento de las cosas divinas y humanas, la ciencia de lo justo y de lo
injusto”; otras, el derecho positivo de un país, v. gr., la jurisprudencia
colombiana, y una tercera, el centro donde se enseña el derecho, por
ejemplo, “facultad de jurisprudencia”. En sentido estricto, que es el
que aquí nos interesa, significa: a) Las normas jurídicas individuales
contenidas en las decisiones pronunciadas por los jueces y tribu-
nales encargados de administrar justicia y destinadas a resolver las
controversias o litigios, y b) los principios generales emanados de
los fallos uniformes pronunciados por tales jueces y tribunales para
los fines indicados. Ahora bien, en ambos casos la jurisprudencia es
una fuente del derecho porque crea verdaderas normas, unas indivi-
duales y concretas, otras abstractas y generales.
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Ob. cit., p. 196.
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Capítulo XII
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a) La analogía
La analogía, que también se llama razonamiento a pari o a simili,
consiste en aplicar a un caso dado no previsto en la ley una norma
expedida para un supuesto de hecho distinto, pero que tiene seme-
janza con aquél. Así, la norma dictada para el caso constituido por
los elementos A y B puede aplicarse al caso constituido con los ele-
mentos A y ?, dada la semejanza que habría entre éste y aquél.
Distinguen los tratadistas la analogía legis y la analogía juris. La pri-
mera es la que hemos definido, donde se pasa de lo particular a lo
particular, esto es, del caso A previsto en la ley, al caso B no previsto
pero semejante a aquél. La segunda es el procedimiento mediante
el cual, en un caso particular previsto, se asciende a la regla general
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b) La equidad
De la equidad ya tratamos en el volumen primero de esta obra. Aquí
nos limitamos a precisar que la equidad, como criterio para llenar los
vacíos legislativos, equivale a buscar la norma ausente acudiendo a
la noción de justicia. Habrá, pues, lugar a hacer esta pregunta: ¿qué
pide la justicia, de acuerdo con el valor que está en juego, para re-
solver la controversia o litigio no contemplado por la ley? Es lo que
en el fondo aconseja Gény cuando pide que en tales casos el juez
busque la norma en la misma naturaleza de las cosas disputadas.
12
Ob. cit., p. 139.
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Por tanto, se entiende por principios generales del derecho los prin-
cipios fundantes de un ordenamiento jurídico, tanto en su conjunto como en sus
diferentes partes.
¿Cuáles son esos principios? ¿Cuál la jerarquía de los mismos? Se
discute entre los tratadistas si los principios del derecho natural ha-
cen parte de ellos. Claro que los positivistas, por razones de escuela,
lo niegan rotundamente. Para nosotros ése no es el caso, y en nues-
tro sentir, dichas normas hacen parte de los principios generales
porque, son de carácter jurídico, y, por lo mismo, no pueden dejarse
de lado. En lo que a nuestro derecho mira, tales principios figuran
normativamente entre los principios generales del derecho: primero,
porque la norma constitucional que habla de éstos no distingue en-
tre los principios del derecho natural y los del derecho positivo; lue-
go los comprende a ambos; y, en seguida, porque los principios de
derecho natural han sido incorporados a nuestro sistema en forma
expresa por el artículo 4º de la ley 153 de 1887, así: “Los principios
de derecho natural y las reglas de jurisprudencia servirán para ilus-
trar la Constitución en casos dudosos...” Si dichos principios sirven
para ilustrar la Constitución, a fortiori sirven para ilustrar las leyes y
demás normas.
Por debajo de éstos, ocupando el segundo lugar de la jerarquía, están
los que M. Reale llama “los principios de derecho patrio”, es decir,
los que vienen a ser como los fundamentos o cimientos sobre los
cuales se apoya el ordenamiento jurídico positivo. Esos principios
están a veces enunciados en normas generales, que frecuentemente
se contienen en la Constitución de un Estado, y entonces se trata de
principios generales expresos. Otras veces están implícitos, apenas
contenidos en una o varias normas referentes a casos particulares o
concretos, o independientemente de ellas, y se obtienen, entonces,
a través de un proceso de abstracción y generalización. Tales, en lo
que a nuestro derecho positivo se refiere, los principios relativos a
la autonomía de la voluntad y libre contratación (abstrayéndolos de
los artículos 15, 1502, y 1602 de nuestro código civil); a la buena fe
que debe dominar en las relaciones humanas (del artículo 2136 del c.
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d) La doctrina constitucional
¿Qué se entiende por tal? Es el conjunto de tesis, unas expresas,
otras tácitas, que se desprenden de los textos constitucionales de un
país. Por ejemplo, de los que enuncian la organización del Estado
(Const., art. 1º), de los que determinan los derechos fundamentales
(Const., artículos 11 y ss.), de los que establecen la separación e
independencia de los poderes o ramas del poder público (Const.,
art. 113), de los que fijan las funciones de cada uno, organizan las
entidades territoriales, trazan las directrices de la economía privada
y pública, etc. Toda esta doctrina es muy útil, con frecuencia, para
llenar los vacíos de leyes y otras normas jerárquicamente inferiores.
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Capítulo XIII
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Enumeración
Ante la imposibilidad e inutilidad de dar cuenta de todos, vamos a
ocuparnos solamente de los que juzgamos más importantes, que a
nuestro juicio son éstos: los propuestos el siglo pasado por la muy
célebre Escuela de la Exégesis y, más adelante, el sugerido por Fe-
derico Carlos de Savigny, los cuales tuvieron mucha influencia en
nuestro derecho positivo. En seguida, la llamada teoría finalista o
teleológica de Von Ihering y Saleilles. Por último, las opiniones de
Kelsen y Radbruch.
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Introducción General al Derecho | Libro IV
A) La Escuela de la Exégesis
Exposición de su doctrina
Esta escuela, nacida en Francia a raíz de la expedición de los códi-
gos napoleónicos, particularmente del código civil de 1804, es de
mucha importancia, no solamente por los criterios propuestos por
ella para la interpretación de las leyes, sino también, en general, por
otros aspectos de su doctrina, los cuales tuvieron mucha influencia
en el derecho de los países occidentales, sobre todo los inspirados
en el derecho romano-germánico, como el colombiano. Nuestros
primeros tratadistas de derecho, particularmente en materia civil, si-
guieron sus enseñanzas. Para la exposición de su historia y doctrina
seguiremos a J. Bonnecase, en su obra titulada La Escuela de la Exé-
gesis en Derecho Civil (trad. esp., en ed. Cajica, Puebla, México, 1944),
que es la mejor sobre el tema.
Esta Escuela, que, como dijimos, nació en Francia, se desarrolló
en este país en tres etapas: la de sus fundadores (1804-1830), la de su
apogeo (1830-1880), en la que hubo tratadistas como A. Duranton,
profesor en la Facultad de Derecho de París, Demolombe, de la
Facultad de Derecho de Caen, que fue considerado el Príncipe de
la Escuela, Demante, de la facultad de derecho de París, Troplong,
Presidente de la Corte de Casación de Francia, y la de la decadencia,
en que aparecieron, sin embargo, Aubry y Rau con su obra famosa
Cours de Droit Civil Francais, en ocho volúmenes (1a. ed. entre 1838-
1900). En esta etapa surgió también un eminente tratadista, muy
citado entre nosotros por aquellos tiempos, el profesor Baudry-La-
cantinerie, con su célebre Précis de Droit Civil (1882); fue él también
quien luego dirigió el no menos célebre Traité Théorique et Pratique de
Droit Civil (29 volúmenes), escrito por varios autores y publicado
en 1895. También el belga Laurent, autor de Principes de Droit Civil
Francais (33 volúmenes), ejerció igualmente mucha influencia entre
nosotros; su obra fue publicada entre 1898 y 1903.
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610
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1
Ob. cit., pp. 144 - 145.
611
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2
Ob. cit., p. 61.
612
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3
Trad. esp., 2. ed., Centro Editorial de Góngora, Madrid, sin fecha.
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Crítica
Como se habrá advertido, este método fue el primer paso para su-
perar el de la Escuela de la Exégesis. Nótese, por ejemplo, que ya
en él no se hace referencia a la intención del legislador. Se persigue
más bien buscar la voluntad de la ley, y por ello propone Savigny,
en primer término, su análisis gramatical, seguido por el lógico, el
histórico, y el sistemático, donde éste último indudablemente arroja
más luz que los tres primeros, pues conociendo el estado del dere-
cho al tiempo de la expedición de la ley, resulta más fácil entender el
cambio que quiso realizarse.
Pero todavía este método es insuficiente. Sirve para resolver los ca-
sos tenidos en cuenta por la norma a la luz de las situaciones sociales
entonces existentes; pero resulta inadecuado para hallar soluciones
4
Ob. cit., I, p. 187.
5
Ob, cit., p. 187.
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6
Citado por Recaséns Siches en Nueva filosofía de la interpretación del derecho, p. 41.
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Crítica
Indudablemente el fin perseguido por la ley es uno de sus elementos
constitutivos, como obra humana que es. Por tanto, es un criterio
de la mayor importancia para la interpretación, sobre todo, en los
campos del derecho público. Pero el criterio finalista, tomado aisla-
damente de otros, representa un peligro: caer en la subjetividad del
juez. Pues ¿no se dará el caso de que el fin de las normas se convierta
en el apreciado o juzgado como tal por los encargados de aplicarlas?
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9
Ob. cit., cap. X.
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Crítica
Eso de que la ciencia jurídica no pueda indicar los criterios para la
interpretación de las leyes dista mucho de ser verdad, porque si la
ciencia jurídica parte de una noción general de la ley, de lo que es la
ley, admite, por ello mismo, un criterio de interpretación de la mis-
ma. Lo primero supone lo segundo. Si se parte, pues, de la teoría de
que la ley es la expresión de la voluntad del legislador, el criterio de
interpretación consistirá entonces en la búsqueda de esa intención
o voluntad en los casos en que no aparezca claramente expuesta en
el texto. Si, por el contrario, la ley es la voluntad del Estado, otros
serán los procedimientos para su interpretación. Y si la ley es la
ordenación de la razón hacia el bien común, otros también, muy di-
ferentes, serán los criterios para juzgarla. No la política jurídica, sino
la ciencia jurídica es, por lo tanto, la llamada a fijar esos principios de
interpretación. No hay que salir de ella para tales propósitos.
Las explicaciones ulteriores nos lo pondrán muy de presente.
10
Ob. cit., Cap. X, núm. 4.
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V. Filosofía del derecho, trad. esp., pp. 146 - 149.
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Capítulo XIV
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serand1, pocas veces las cosas ocurren con tanta sencillez, pues “la
mayor parte de los actos y de los hechos jurídicos, no comportan un
desenlace inmediato; sus efectos se prolongan durante cierto tiem-
po; son sucesivos en su vida y en sus consecuencias, dejan tras de sí
un surco, y ocurre entonces que las consecuencias del acto jurídico
que se realiza bajo la égida de una ley, vienen a desarrollarse bajo la
vigencia de otra. Se pregunta entonces cuál de esas dos leyes es la
que va a regular dichas consecuencias, si lo será la que regía en el
tiempo inicial o la que le sucedió”. Por ejemplo, el caso de un matri-
monio civil celebrado cuando el divorcio no estaba admitido, como
ocurría bajo el imperio de nuestro código civil. ¿Podrá disolverse tal
matrimonio en virtud de la nueva ley (1a. de 1976) que estableció el
divorcio vincular? O, para seguir con los ejemplos del autor citado,
se trata de un contrato celebrado bajo la vigencia de una ley que le
atribuía determinados efectos, ley cuyo cambio posterior señala al
mismo convenio consecuencias distintas. ¿Cuál de las dos leyes será
la aplicable? ¿La antigua, bajo la cual nació tal situación jurídica, o la
nueva que le señaló efectos diferentes?
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regirá la situación jurídica nacida bajo su imperio así como los efec-
tos jurídicos producidos bajo su égida. La ley nueva, en cambio, se
aplicaría no sólo a las situaciones jurídicas surgidas bajo su vigencia,
sino también a los efectos de situaciones jurídicas pasadas desde el
momento de su entrada en observancia. Se diría, en este evento, que
la nueva ley produce efectos inmediatos.
¿Cuál de estas tres soluciones es la aceptable a la luz de nuestro de-
recho positivo?
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9
Ibít., p. 65.
10
Ibíd., p. 66.
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13
Cf. Traité Théorique et Practique de Droit Civil, t. I., París, 1896, Nº. 133.
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14
Cf. De la irretroactividad e interpretación de las leyes, trad. esp., 3a. ed. corregida, Reus,
Madrid, 1927, Nº. 24.
15
Citado por Zuleta Ángel, Ob. cit., p. 60.
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El derecho colombiano
No obstante las dificultades que, como hemos visto, presenta la de-
finición de derecho adquirido, es lo cierto que dicha noción aparece
incorporada en el derecho colombiano como criterio para resolver
los conflictos de leyes en el tiempo.
23
Cf. Le Droit Transitoire. Conflits des Lois dans le Temps. 2a. ed., París, 1960, pp. 172 - 173.
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32
De la no retroactividad de las leyes civiles, 3a. ed., Bogotá, 1995, p. 73 - 74.
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El efecto inmediato
El efecto inmediato, de acuerdo con lo que llevamos dicho, es, en-
tonces, el gobierno de las leyes nuevas en relación con los efectos
futuros de situaciones jurídicas pasadas. Es, para decirlo de otra ma-
nera, el imperio de las leyes nuevas sobre la fase dinámica de los
derechos adquiridos.
Ese efecto inmediato se justifica por dos razones principalmente:
en primer lugar porque las leyes nuevas se reputan mejores que las
antiguas, en el sentido de que se entienden más justas, más acordes
con las necesidades del orden social. Deben, por tanto, aplicarse de
inmediato. En segundo lugar, porque, si no fuera así, incurriríamos
en el absurdo de discriminar entre los efectos de situaciones jurídi-
cas de una misma naturaleza o índole; porque entonces las nacidas
en el pasado se ejercerían conforme a la ley antigua, mientras las ori-
ginadas después bajo la vigencia de la ley nueva, tendrían los efectos
diferentes que esta ley hubiera señalado. Se darían, los casos, por
ejemplo, de dos tipos de propietarios, de administradores de bienes
ajenos, de titulares de servidumbres, de matrimonios, etc., lo que no
se compadece con los dictados de la recta razón.
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derechos adquiridos con justo título ‘con arreglo a las leyes civiles’.
El nuevo mandato, lo mismo que el antiguo, guardó silencio en rela-
ción con las situaciones amparadas por las leyes de otra naturaleza.
Ello sugiere, en principio, que únicamente los derechos perfeccio-
nados conforme a la legislación privada están garantizados por la
primera disposición de la norma analizada... Así, pues, el artículo
30 (hoy 58), en su primera parte, carece de los ilimitados alcances
que generalmente se le atribuyen y no permite la generalización in-
discriminada de su tutela. Y como la inclusión expresa de una ma-
teria conlleva la tácita exclusión de las otras, puede decirse que, en
el ordenamiento constitucional comentado, juegan dos categorías
jurídicas diferenciadas: los derechos adquiridos con justo título ‘con
arreglo a las leyes civiles’, y las situaciones concretas organizadas
conforme a estatutos de carácter distinto. Los primeros están am-
parados directamente por aquella norma constitucional, en tanto
que a las segundas sólo las protege la doctrina de la irretroactividad
consagrada en varias disposiciones de la ley 153 de 1887 y de otros
estatutos” 33.
También en auto de 15 de diciembre de 1965, proferido por el Con-
sejero Guillermo González Charry, se dijo lo siguiente: “En materia
de derecho público no hay derechos adquiridos. Esta noción admiti-
da por el derecho universal, se refiere sustancialmente a los derechos
patrimoniales, es decir, a los que con título legítimo hacen parte del
haber de las personas privadas. Pero es contraria a la dinámica del
Estado, a la necesidad permanente de modificación de los instru-
mentos de gobierno, al mismo buen gobierno. Sería la estaticidad,
el estancamiento, el anquilosamiento de las instituciones, la creación
de cuerpos extraños que harían permanentemente imposible la fun-
ción rectora de la Constitución y el poder del Congreso”34.
Finalmente, en sentencia de 3 de octubre de 1968, dijo el Consejo:
“Así podríamos indicar que hay diferencia sustancial entre las leyes
que regulan las relaciones entre particulares, es decir, las relaciones de
33
Anales del Consejo de Estado, tomo LXVIII, pp. 208 y ss.
34
Anales del Consejo de Estado, tomo LXIX, pp. 435 y ss.
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Capítulo XV
La técnica jurídica
1
Véase, Vol. I, Preliminares, II, pp. 3 y ss.
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Publicidad
La publicidad tiene por objeto procurar el conocimiento y, a la vez,
la conservación de ciertos actos, como las leyes y los actos adminis-
trativos, y se hace o se cumple en los órganos de divulgación de la
nación, los departamentos y los municipios. Sobre este aspecto rige
entre nosotros la ley 57 de 1985, “por la cual se ordena la publici-
dad de los actos y documentos oficiales”. El artículo 1º de tal ley
dice: “La nación, los departamentos y los municipios incluirán en
sus respectivos diarios, gacetas o boletines oficiales todos los actos
gubernamentales y administrativos que la opinión debe conocer y
para ejercer eficaz control sobre la conducta de las autoridades, y los
demás que según la ley deban publicarse para que produzcan efectos
jurídicos”.
El diario de la nación es el “Diario Oficial”, cuya dirección corres-
ponde al Ministro de Gobierno, y, de acuerdo con el artículo 2º de
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Las presunciones
El artículo 66 del código civil expresa: “Se dice presumirse el hecho
que se deduce de ciertos antecedentes o circunstancias conocidas”.
De modo, pues, que las presunciones son aquellos enunciados que
admiten como verdadero lo que apenas es probable. Así, por ejem-
plo, se presume que el poseedor de un bien, es decir, la persona que
lo tiene en su poder con ánimo de señor o dueño, es propietario del
mismo. Esto no es apodíctico, porque puede suceder que el posee-
dor no sea dueño, pero es probable que lo sea, pues generalmente
quien tiene algo en su poder es dueño de ello. La ley recoge esa
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Las ficciones
“Mientras las presunciones se fundan en lo que generalmente ocurre
–explican Mouchet y Zorraquín4–, las ficciones jurídicas se apartan
por completo de la realidad, pues convierten en verdadero lo que
es evidentemente falso”. Por ejemplo, ciertas cosas muebles, como
las losas instaladas en una pared, se reputan inmuebles por el solo
hecho de estar adheridas a ella; un tractor, bien mueble, por hallarse
destinado al cultivo de una finca, se reputa también inmueble (in-
muebles por destinación, aquéllos lo son por adherencia); las sedes
de las embajadas extranjeras se consideran instaladas en el territorio
de su nación.
Nuestro código civil que, siguiendo la doctrina romana, identificó el
concepto de persona en sentido jurídico, con el de persona en sen-
tido biológico, no tuvo más remedio que afirmar en el artículo 633,
que “se llama persona jurídica, una persona ficticia, capaz de ejercer
derechos y contraer obligaciones civiles, y de ser representada judi-
cial y extrajudicialmente”.
Tales, pues, los recursos técnicos que utiliza la ciencia jurídica para
conseguir sus propósitos, y de los cuales no puede prescindir sin
renunciar a ellos.
4
Ob. cit., p. 162.
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Capítulo XVI
Preliminares
1
V. Un estadio de la historia, trad. esp., tomo I, pp. 39 y ss.
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las cuales apenas sobreviven cinco (5), que son éstas: la del Lejano
Oriente (en el continente asiático), la Hindú (en la India), la Islámica
(en el Medio Oriente y Norte de África), la Cristiano-Ortodoxa (en
el Norte del Medio Oriente y parte de Rusia) y la nuestra, la civiliza-
ción occidental, que antes se llamó “civilización cristiana”, radicada
en Europa y América, y en algunos otros pueblos, situados unos en
Asia y otros en África.
Nuestra civilización comenzó en la Europa del Oeste (principal-
mente en España, Francia, Alemania y el Norte de Italia), alrede-
dor del siglo XI. Su principio originario o alma no fue otro que la
religión cristiana, que determinó una moral, la moral cristiana, que,
a su vez, dio lugar a multitud de juicios de valor, y a especiales com-
portamientos humanos, individuales y colectivos, y, particularmente,
a un derecho, a un específico ordenamiento jurídico. Y es que cada
civilización ha tenido, y tiene hoy, un derecho propio, muy distinto
del de las otras, cuyo estudio hace parte de esa rama reciente del
derecho llamada “Derecho Comparado”.
Pues bien, a diferencia de otras civilizaciones, la nuestra, la civi-
lización occidental, tiene dos tipos de sistemas jurídicos bastante
diferentes, que son el de inspiración romana y el anglo-norteame-
ricano, que nacieron prácticamente al mismo tiempo. El primero
es el sistema jurídico predominante en el continente Europeo y en
Latinoamérica, el segundo en Inglaterra, en los Estados Unidos de
Norte América y en los países influidos por los ingleses. Pero, a pe-
sar de que se trata de dos sistemas jurídicos, la verdad es que ambos
se inspiran en unos mismos valores, y sus diferencias son más bien
de orden técnico. Es decir, se apoyan en una misma filosofía, y sólo
difieren en los dominios de la técnica jurídica.
Vamos a estudiarlos o presentarlos brevemente, porque conocerlos
es importante para disponer de una mejor cultura jurídica.
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