Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
I J
Ediciones Uniandes
Carrera 1ra núm. 19-27, edificio AU 6, piso 2
Bogotá, D. C., Colombia
Teléfonos: 339 49 49 / 339 49 99, ext. 2133
http://ediciones.uniandes.edu.co
infeduni@uniandes.edu.co
ISBN: 978-958-xxx-xxx-x
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes,
ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por
ningún medio sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier
otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
, 9
Helena Alviar García – Lina Buchely Ibarra
Parte I
Fallos judiciales, discrecionalidad y la construcción
de la dicotomía público/privado: perspectiva histórica 15
Parte II
Instituciones jurídicas y modelos económicos 73
- 75
Yadira Castillo
7
Parte III
Canales de emancipación, movilización de la sociedad civil
y su articulación con el campo legal 127
201
,
9
10 –
En este sentido, esta empresa nos demostró que, aunque conocemos las
ideas de académicos de los Estados Unidos y Europa, ignoramos el trabajo pro-
ducido localmente por nuestros compañeros y algunos de nuestros profesores.
Activar el hábito de lectura horizontal, el trabajo entre pares que se reconocen
y se construyen como miembros de una comunidad académica local, plural y
dinámica es y será siempre uno de nuestros principales objetivos.
Sumado a lo anterior, promover trabajos relacionados con la investiga-
ción empírica del derecho es una actividad crítica que se articula bien con
los cambios que, dentro de la academia legal, hemos intentado promover. El
impulso por la investigación jurídica empírica tiene una íntima conexión con
la tradición crítica del derecho, iniciada por el realismo jurídico norteameri-
cano a principios del siglo pasado.
Adicionalmente, la idea de crear incentivos para la producción de
estudios contemporáneos del derecho contribuye a visibilizar el poder que
tenemos como académicos. De esta forma, escribir sobre el derecho en su
contexto y utilizar la actividad investigativa para dar cuenta de la complejidad
del panorama legal es una manera de narrar nuestro entorno que compite
con las descripciones superficiales que se construyen en el ámbito académico
internacional. Escribir sobre nuestro derecho en contexto es, como lo dice el
profesor Jorge Esquirol, una estrategia de posicionamiento dentro del diálogo
académico transnacional. El movimiento de investigar y escribir en torno a
nuestras realidades legales es un importante ejercicio de liberación y posicio-
namiento que siempre estaremos dispuestos a promover.
El presente trabajo, entonces, recoge siete diferentes artículos desa-
rrollados por los estudiantes del Doctorado en Derecho de la Universidad
de los Andes alrededor de diferentes temas y que hacen uso de diferentes
metodologías. Esa pluralidad se vincula también con nuestros propósitos
académicos, y es por ello que, dentro del contenido del texto, los lectores
encontrarán diferentes formas de utilizar el recurso histórico, de aproximarse
al concepto de derecho, de vincular la actividad empírica con la teoría social,
así como diferentes maneras de articular la crítica con la posición política de
los autores.
No existe entonces un telón de fondo universal ni un núcleo temático
entre los diferentes artículos. Todos son el resultado de esfuerzos investigativos
realizados tanto desde la metodología histórica como desde la sociológica para
intervenir en diferentes campos del análisis legal, bien evidenciando histo-
rias alternativas de las categorías legales tradicionales o bien mostrando cómo
11
lectura que vincula de manera directa los cambios en las instituciones jurí-
dicas con las variaciones dentro del esquema económico. Es así como Yadira
reconstruye históricamente las normas relacionadas con los privilegios a los
extranjeros como sistemas de incentivos previos y necesarios para la inversión
en nuestro territorio dentro del periodo de la Gran Colombia. Por otra parte,
en el texto El modelo económico estatal en la Constitución Política de 1991 y su
influencia en los servicios públicos domiciliarios, Antonio Barreto plantea ambi-
valencias interesantes entre el marco constitucional, el modelo económico del
Estado y la regulación de los servicios públicos domiciliarios, mostrando que
la compleja articulación entre intervencionismo y mercado en contextos de
regulación relativiza la tajante distinción entre Estado y mercado, propuesta
por las teorías neoliberales.
Finalmente, la tercera y última sección, denominada “Canales de emanci-
pación, movilización de la sociedad civily su articulación con el campo legal”,
recoge distintas maneras en que los movimientos sociales, o las organizaciones
de la sociedad civil, utilizan el derecho para mejorar la situación de determina-
dos grupos vulnerados. Los tres artículos incluidos en este aparte hacen énfasis
en los mecanismos a través de los cuales el derecho restringe el cambio social,
bien creando los mismos sujetos a los que regula como identidades vulnerables
o bien restringiendo la distribución de recursos entre los mismos.
El primer artículo de esta sección se titula Una reconstrucción histórica
del derecho constitucional a la vida como barrera a la destipificación del delito
de aborto. En el texto, Marcela Abadía muestra cómo la conexión entre el
homicidio y el aborto opera como una trampa conceptual de la dogmática
penal que limita el alcance de la movilización a favor de la destipificación del
aborto. Marcela presenta el escenario de la Asamblea Nacional Constituyente
como un campo adverso a la liberalización, en el que se articulan las narrativas
que relacionan aborto y homicidio y que impiden el acceso a la libre opción
de la maternidad como derecho de las mujeres.
En el artículo Derechos + Migrantes: atrapados en las fronteras, Lina
Buchely analiza el mapa de actores involucrados en el diseño del Sistema
Nacional Migratorio como política pública encargada de administrar el tema
de los migrantes en la agenda nacional. Lina concluye su artículo exponiendo
las relaciones enmarañadas que se establecen entre Estado y sociedad civil.
Estas relaciones acaban determinando la materialización de los derechos y
distribuyendo recursos en el marco de las relaciones entre Estado y las ONG.
Lina expone de una manera detallada cómo estas conexiones terminan
13
Resumen
*
Carlos Alberto Agudelo. Licenciado en Filosofía y Letras, abogado y magíster en
Filosofía con énfasis en teoría de la argumentación de la Universidad de Caldas. Docente
asistente de la Universidad de Caldas. Estudiante del Doctorado en Derecho de la
Universidad de los Andes. Este artículo es el resultado de una serie de diálogos en el grupo
de investigación en derecho e interpretación, línea de investigación Historia y Teoría del
Derecho Judicial y de la Jurisprudencia, con la coordinación del profesor Diego Eduardo
López Medina, de la Universidad de los Andes. Agradezco la lectura y observaciones de
mis colegas del doctorado, especialmente los comentarios de la profesora Lina Fernanda
Buchely Ibarra, además de las pertinentes aclaraciones y sugerencias de la doctora Helena
Alviar, decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes.
17
18
Introducción1
1
Sobre la metodología de este trabajo diré que esta investigación nace de los trabajos
en historia del derecho realizados con el profesor Antonio Barreto en el segundo semestre de
2009. En una de esas visitas a las bibliotecas de Bogotá, rastreando textos “raros y antiguos”
en derecho, me encontré con la tesis de grado del profesor Arturo Valencia Zea, Interpretación
de la ley y fuentes del derecho (textos de la ley 153 de 1887 y del proyecto de ley de la comisión de
reforma del código civil), Bogotá, Universidad Nacional, Imprenta Mundial, 15 de noviembre
de 1941. Sin embargo, este texto solo quedó al margen del trabajo de investigación que rea-
lizaba en el Seminario de Metodología II en el doctorado, pero no así en las tutorías con el
profesor Diego E. López M., cuando en una de esas charlas le di a conocer el texto en estudio.
De ahí en adelante me propuse escribir un ensayo sobre este tema de la mano del profesor
López, que es el que presento aquí como resultado de aquellas discusiones académicas.
19
2
No quiero entrar a discutir qué tipo de clasicismo jurídico es el mejor para llevar a
cabo este trabajo, solo diré que me baso en la idea que maneja López Medina en Teoría
impura del derecho, es decir, la idea según la cual la escuela de la exégesis y el conceptua-
lismo alemán imperaron en la construcción teórica del derecho tanto en Europa como en
Latinoamérica a finales del siglo XIX y principios del XX.
3
Aquella Corte que se apartó de una línea jurisprudencial muy rígida basada en las
normas y que motivó sus fallos más a partir de los principios del derecho y las necesidades
sociales, razón por la que se le llamó “Corte de Oro”, tal vez indicando con ello que sus
fallos fueron más acorde con la realidad jurídica y política del país.
20
significa que se examinará si es cierto que Valencia Zea se alejó por completo
de F. Gény o si su antiformalismo se disolvió con la recepción de H. Kelsen4.
Esto no quiere decir que este trabajo enfrente todo el corpus de Teoría impura
del derecho, sino solo los argumentos que su autor presenta sobre la evolución
del pensamiento de Arturo Valencia Zea.
Ahora, de vuelta a la tesis de grado de Valencia Zea, esta gira sobre tres
temas básicos: el primero se relaciona con las fuentes formales del derecho; el
segundo trata sobre sus fuentes reales, y el tercero expone algunas ideas sobre
el proyecto de reforma del Código Civil del momento. Este periodo de los
años cuarenta, en el cual desarrolló su tesis de grado, es diferente al expuesto
por Diego Eduardo López en Teoría Impura del Derecho cuando presentaba al
Arturo Valencia de 1945 diferenciándolo del de 1957, año en que inicia su
obra monumental, donde publica una serie de volúmenes sobre el derecho
civil: personas, bienes, posesión, sucesiones.
Aunque se puede mostrar una semejanza con la obra de López, ya que
tanto en 1941 como en 1945 la obra de Valencia Zea se reduce a su tesis de
grado Interpretación de la ley y fuentes del derecho y a su proyecto Curso de
derecho civil colombiano, que están fundadas en la libre investigación cien-
tífica de Gény. Así, dicho episodio se encuentra “liberado” de argumentos
kelsenianos y está influenciado, por el contrario, por el pensamiento de Gény.
Según López, es a partir de 1957 que la obra de Valencia está influenciada por
Kelsen, pero esto no significa que haya eliminado del todo a Gény, por las
razones que se van a desarrollar5.
4
Para el auditorio de la Universidad de los Andes es falso que exista una dicotomía
absoluta entre Kelsen y el antiformalismo. Esto plantea algunas discusiones: es cierto que
Kelsen está con los antiformalistas en varios puntos del debate de las fuentes (por ejemplo,
en las tesis de la discrecionalidad del juez) y, sobre todo, comulga con muchas de las ideas
de la libre investigación científica de Gény. Para el Kelsen de Diego López (y el del claustro
de los Andes) es claro que existe discrecionalidad judicial al escoger entre diferentes enun-
ciados normativos posibles como actividad interpretativa. Por eso López Medina sostiene
también que Kelsen en algunas ocasiones es bastante cercano al realismo.
5
Pese a ello, en el mapa de la teoría jurídica de López, Gény y Kelsen no son exclu-
yentes. Son contrarios en la teoría de la plenitud y confianza en el derecho; pero para el
Kelsen de López existe un maridaje con el realismo, por ejemplo, en tanto Kelsen está
dando una explicación compartimental a la acción judicial (con la teoría de la caja negra
de la interpretación). Podríamos discutir si en Kelsen eso está por fuera o por dentro
del derecho mismo (porque él diría que el derecho da o concede el marco de la decisión
por medio del enunciado normativo, pero la selección entre alternativas posibles es una
21
acción discrecional del juez). En esa lectura, Kelsen es el más visible de los antiformalistas.
Parte del argumento de López —y de los críticos en general— consiste en mostrar cómo
Kelsen ha sido leído fragmentariamente, lectura de la cual solo se destaca la pirámide como
metáfora del derecho. Pese a ello, unas de las contribuciones más importantes de Kelsen es
la teoría de la interpretación.
6
El “primer” Valencia Zea es el de 1941 y 1945. “El segundo” es el de 1957 en
adelante. López Medina cree que existen estas dos etapas solamente en el autor. Pero se
cree, según lo que se va a exponer, que son tres las etapas, con algo en común entre ellas: la
influencia de Gény, y con un énfasis en Kelsen en la última etapa. Aunque según la lectura
“andina” de Kelsen, completamente armónica con Gény, rearma el mapa de 2 (y no 3) de
Valencia Zea.
22
La ley y su interpretación
La tesis de Valencia Zea de 1941 trata sobre las fuentes del derecho, donde
juega papel relevante la ley 153 de 1887, especialmente los artículos 4.°, 5.°,
8.°, 13 y 489. Es un llamado a la forma de concebir el derecho en un momento
especial de cambio legislativo y político en Colombia. Este trabajo presenta,
de alguna manera, un tiempo corto de la época jurídica nacional y cómo se
estaba estudiando el derecho. En palabras del doctor Gerardo Molina, quien
fuera uno de los jurados de la tesis en estudio: “El criterio que expone el
señor Valencia con precisión y claridad ejemplares responde a una necesidad
vivamente sentida en el país para hacer avanzar las normas jurídicas, porque es
frecuentísimo el caso de administradores que siguen creyendo que el derecho
7
“El tratado de Valencia ofrece un maravilloso punto de vista para observar el des-
tronamiento lento de la influencia de Gény y la llegada al poder de la nueva dirección
positivista de la Teoría pura del derecho”. López Medina, Diego Eduardo, Teoría impura
del derecho: La transformación de la cultura jurídica latinoamericana, Bogotá, Legis, 3.a
reimpresión, 2005, p. 398.
8
Por fuentes del derecho, según Valencia Zea, se entiende las fuentes formales del
derecho que consisten en la ley, la costumbre y la jurisprudencia. Mientras las fuentes
reales del derecho consisten en los principios.
9
Esta es una distinción más con la obra de López Medina, ya que tanto en Teoría
impura del derecho como en Derecho de los jueces el manejo de la ley 153 de 1887 está
basado solo en el artículo 8.°, sobre la analogía, desconociendo los artículos arriba citados,
donde se encuentra la necesidad de la interpretación, la equidad, los principios, la doctrina
constitucional, etc., que son necesarios para comprender el pensamiento de Gény con
respecto a las fuentes reales del derecho y, en general, el antiformalismo francés.
23
10
Molina, Gerardo, Prólogo a la tesis de grado de Arturo Valencia Zea, óp. cit., p. 7.
En el mismo prólogo, el doctor Hernando Devis Echandía, como decano de la Facultad
Nacional de Derecho y jurado de tesis, dice que “el trabajo del señor Valencia es por sí
mismo interesante y de actualidad nacional”.
11
Recordemos que la influencia de Valencia Zea para estos momentos prekelsenianos
es la teoría de F. Gény, quien atacaba el “fetichismo de la ley” por considerarlo incorrecto.
De ahí que su principal problema de investigación señala lo relativo a las fuentes del dere-
cho y al método de interpretación, que representan una de las cuestiones más sustantivas
y controvertidas en la ciencia jurídica actual. Ibídem, p. 9.
24
12
Ibídem, p. 10.
13
En este punto hay que recordar que en el primer capítulo de la Teoría pura se habla
de las operaciones de “depuración” del derecho frente a la ideología y la moral. La depura-
ción es una acción que se le imputa al derecho como sistema, al igual que la pureza es un
atributo del derecho como sistema, no de la norma como unidad.
25
14
Valencia Zea, Arturo, Derecho civil, t. I, “Parte general y personas”, Bogotá, Temis,
1957, p. 175. Hay que decir que esta referencia de Valencia es para defender la activi-
dad judicial en clave de libre investigación, cuando ya H. Kelsen estaba en apogeo en
Colombia. Es más, en su apartado sobre la interpretación, título tercero de esta obra,
Valencia hace varias referencias a Gény en este mismo sentido.
15
Ídem. Interpretación de la ley y fuentes del derecho, p. 12.
16
Loc. cit.
26
Ibídem, p. 15.
17
19
Esta es la lectura pop de Kelsen, no la estándar. De hecho, creo que juzgar a Kelsen
con los argumentos del “nuevo derecho” derivados de la Constitución Política de 1991
puede resultar anacrónico: si la última edición de Teoría pura es de 1965, la noción de
27
derechos humanos resulta en extremo contemporánea para Kelsen. Pese a ello, dispositivos
como el de la excepción de inconstitucionalidad pueden soportarse analíticamente desde
el control de constitucionalidad abstracto ideado por Kelsen. ¿Eso no resulta funcional a
los derechos fundamentales y la parte dogmática de la Constitución Política del 91? ¿O
no es acaso una pista de la vitalidad kelseniana aun en el 91? También la doctora Helena
Alviar, en uno de sus comentarios, me señala que no podemos ver la Constitución Política
como el gran cambio hacia el derecho social, y si se quiere antiformalista, pues ya hacia los
años sesenta se habían dado manifestaciones importantes en Colombia en torno al derecho
social.
20
Valencia Zea, Arturo, óp. cit., p. 16.
21
Ibídem, p. 17.
22
Gény, François, Método de interpretación y fuentes en derecho privado positivo, Madrid,
Reus, 2.a ed., 1925, p. 213. Ver también López Medina, Diego Eduardo, El derecho de los
jueces, Bogotá, Legis, 2009, pp. 276-295.
28
siempre23. Hoy sabemos que el juez debe ir más allá de lo que el legislador
quiso decir para casos concretos, pues la ley general no se refiere a todos los
hechos particulares, de modo que el juez tendrá que adecuarla a través de
la libre investigación científica al caso concreto mediado por la Carta. Así,
volviendo a Valencia Zea, las nuevas teorías hermenéuticas implican que se vea
“en toda ley un contenido objetivo: la finalidad social y económica que hace
necesaria la ley, la única que le da su verdadero sentido y espíritu”24.
El intérprete debe escoger, según Valencia Zea, preferentemente aquellos
fines sociales y económicos que hacen necesaria la ley en el momento de su
aplicación. Sucede frecuentemente, y sobre todo tratándose de leyes antiguas,
que no coinciden los fines económicos y sociales perseguidos por el legislador
en el día de la expedición de la ley con los fines económicos y sociales que
hacen necesaria la ley el día en que se aplica. Siendo toda ley el producto de
ciertas condiciones sociales y no el resultado de una voluntad del legislador, es
necesario tratar de determinar, con la ayuda de ciertos elementos exteriores al
texto mismo, su finalidad económica y social25.
Por otra parte, contra la idea de que el intérprete debía aplicar siempre la
ley como surgía de la mente del legislador (Dura lex sed lex), Valencia Zea argu-
menta que este duro y árido principio está hoy completamente abandonado:
23
López Medina, Diego Eduardo. óp, cit., p. 19. El método antiguo de interpretación
contribuyó de una manera eficaz a esta unidad de la legislación. Pero un pueblo no puede
aspirar a que su derecho no evolucione ni se transforme. Las nuevas condiciones sociales
y económicas de nuestra sociedad no pueden ser reguladas por un código que no las pudo
prever ni reglamentar… Es imposible reducir todo el derecho positivo de un pueblo a la
sola ley escrita. Al lado de la ley aparecen hoy otras fuentes como la costumbre, la juris-
prudencia y los principios o reglas generales del derecho. El jurista colombiano expone
que es imposible reducir la labor del intérprete a un simple aplicador de la ley. En nuestro
derecho, como oportunamente lo veremos, los jueces deben analizar el contenido de la ley
y aplicarla solo cuando es conforme con los principios superiores de nuestra organización
política y social (control judicial de la constitucionalidad de la ley). Valencia Zea, Arturo,
óp. cit., p. 21.
24
Ibídem, p. 22.
25
Ibídem, p. 23. Además, dice el autor que cuando la ley no es clara ni justa existe para
el intérprete un material jurídico orientador que se encuentra consagrado en la legislación:
la equidad (art. 32 del Código Civil y art. 5.° de la ley 153 de 1887); la doctrina, y especial-
mente la doctrina constitucional (arts. 4.°, 5.°, 8.° y 9.° de la ley 153 de 1887); el espíritu
de la legislación actual (art. 32 del C.C.); y la historia de la ley (trabajos preparatorios,
art. 27 del C.C.). Ibídem, p. 24.
29
26
Ibídem, p. 24
27
Ibídem, pp. 25-26.
30
28
Ibídem, p. 27.
29
Ibídem, p. 28. Haciendo un paréntesis, también para el ordenamiento jurídico
colombiano cobran gran importancia las decisiones del Tribunal Constitucional, según las
cuales los derechos de los individuos son lo que señalen los jueces de tutela (ver sentencia
T- 406 de 1992, aunque ya en la Constitución estén expresos, no lo están lo suficiente-
mente claros) y donde los derechos ya no son absolutos, sino relativos, como muchas veces
lo ha manifestado dicho tribunal.
30
Ibídem, p. 29.
31
En el espíritu de todas estas legislaciones existe un fondo común de ideas, patri-
monio de todos los pueblos, y que constituye el “derecho común legislativo” que aclara
31
maravillosamente el derecho del presente y sirve de pauta y de guía para el derecho del
futuro. Ibídem, p. 31.
32
Ibídem, p. 32. De modo que la Corte Suprema de Justicia no solo se limita a garan-
tizar la exacta y uniforme aplicación de la ley en todo el país, sino que además rellena los
vacíos de la legislación completa o corrige los textos legales insuficientes o contradictorios.
En este sentido, las sentencias de la Corte Suprema constituye una verdadera fuente de
derecho. Ibídem, p. 37.
32
33
Ibídem, p. 38. Según Zea, el juez debe en muchos casos buscar la solución fuera
del derecho formal, debe crearla, elaborarla. Esta labor no es arbitraria, sino que él está
dominado por los instrumentos y la orientación que le presenta la ciencia del derecho. Una
idea más para tener en cuenta es la posición de Zea frente a Kelsen en 1957. No creemos
que Kelsen defendiera la separación de poderes con cierto protagonismo del juez, como lo
enseña Zea en estos párrafos y que sostiene también en su Tratado de derecho civil.
34
La posición que tiene Valencia Zea sobre la separación de poderes donde este men-
ciona literalmente que la separación tajante entre los poderes no es muy funcional cuando
se trata de corregir normas inconstitucionales, con esto lo que quiero decir, es que Valencia
Zea no defiende un imperio de la ley sobre los demás poderes y que la visión de Kelsen
sobre las normas, por ejemplo, a pesar de que son importantes, esto no eliminaría la fun-
ción del juez como intérprete del derecho a través de una especie de discrecionalidad. Esta
es una forma también de ver los encuentros entre Gény, Valencia Zea y Kelsen.
35
Queda muy difícil, por lo tanto, sostener que Valencia Zea abandonara tan fácil-
mente estos ideales sobre la ley y su interpretación, como se cree los abandonó en su
Tratado de derecho civil con la llegada de Kelsen. Lo que hay que decir es que esos cimientos
siguen intactos y que la tesis de Kelsen no es del todo suficiente para solucionar los casos.
Al decir de Valencia Zea en 1957: “La concepción de Kelsen conduce a hacer del intérprete
un autómata cuya labor termina en un simple conocimiento de normas sin que pueda
emitir, sobre las varias significaciones que de ellas puedan inferirse, un juicio acerca de
cuál es más racional y conveniente…Es lamentable que una teoría que pretende resolver
adecuadamente todos los problemas jurídicos se muestre insuficiente para resolver el más
importante de todos, cual es el de la interpretación de las normas. Sin duda, a este respecto
la teoría pura del derecho necesita rectificaciones y, ante todo, ser integrada más amplia-
mente”. Valencia Zea, Arturo, Derecho Civil, pp. 116-117. Sin embargo, no podemos
olvidar que la dicotomía antiformalismo y Kelsen puede existir en las lecturas pop; pero
nunca en las lecturas estándares.
33
La costumbre y la jurisprudencia
36
Valencia Zea, Arturo, óp. cit., p. 34.
37
Ibídem, p. 36.
38
Ibídem, p. 11.
34
Esta situación la conoció muy bien Valencia Zea, quien sostuvo que la
jurisprudencia es una fuente de derecho; no se duda en el derecho moderno
de que la jurisprudencia sea una fuente de derecho independientemente de la
ley y de la costumbre. Y si esto se discutiese, expresa Valencia Zea, carecería
de todo valor, pues la realidad de los hechos nos manifiesta que hoy se recurre
preferentemente a las soluciones consagradas por la jurisprudencia, ya que ellas
son las que nos van a manifestar el derecho vivo, el derecho que se aplica39.
Lo que quiere decir, además, que de ser la jurisprudencia una fuente de
soluciones jurídicas, es también un elemento indispensable de interpretación
de la Constitución y, por ende, de las leyes en general. Es legal que las normas
resuelvan en primer lugar los casos concretos, pero en casos donde la ley
guarde silencio, sea oscura o insuficiente, la jurisprudencia entra a llenar estos
vacíos y el resultado de este nuevo derecho es la jurisprudencia40. No muy lejos
está el ordenamiento jurídico nacional cuando se apela constantemente a las
nuevas interpretaciones que hacen los jueces a casos nuevos o corrigiendo lo
que los legisladores generan con sus abstracciones. Por eso, para Valencia Zea
esta labor propia de los jueces bajo el control de la Corte Suprema de Justicia
implica en muchos casos la creación de normas generales y obligatorias: “La
ley formula los cuadros generales sin entrar en los detalles; la jurisprudencia se
encarga de rellenar todos los vacíos que encuentre en la legislación”41.
39
Ibídem, p. 37. La Corte de Oro tuvo ese objetivo, esto es, exponer un derecho más
vivo, pero esto no vino por azar, hay varias razones para mostrar este cambio. La primera
fue la elección del presidente López Pumarejo, que buscaba un derecho más social, distinto
al que se venía pregonando. La segunda es que dicho gobierno nombró magistrados en
la Corte Suprema de Justicia que pudieran sacar adelante estos intereses sociales a través
de su jurisprudencia. La tercera es que uno de los magistrados, Eduardo Zuleta Ángel,
conocía muy bien lo que Gény proponía frente al fetichismo de la ley y trató de llevar a
cabo su teoría en la Corte. La cuarta razón es que se nombró una comisión para la reforma
del Código Civil donde se promoviera el respeto de unos principios generales del derecho,
como el abuso del derecho, el enriquecimiento sin causa, la imprevisión de los contratos,
la buena fe, etc., principios acordes con este nuevo derecho. Finalmente, se crearon una
serie de leyes que expresaban las pretensiones de López Pumarejo como, por ejemplo, una
ley que señalaba las mismas capacidades del hombre y de la mujer en la administración de
sus bienes, otras sobre sucesiones entre parientes, límites a la propiedad, filiación natural,
etc. Estas son razones que ayudan a comprender ese momento excepcional de la Corte de
Oro y las posturas de Valencia Zea.
40
Ibídem, p. 40.
41
Ibídem, p. 41.
35
Frente a los postulados del derecho natural que trae consigo la ley 153 se
han originado múltiples polémicas entre los académicos. Como diría Savigny,
los conceptos tienen un contenido que dan el sentido de lo que literalmente
quieren decir las palabras, de ahí que tal expresión en cuanto a la interpre-
tación e integración del derecho debe permanecer sólida. Con base en esta
idea, Valencia Zea argumenta: “No se debe olvidar que también nuestra ley
hizo mención de la fórmula principios de derecho natural en el artículo 4.°
de la ley 153, aunque dándosele un alcance restringido, es decir, como un
simple elemento de interpretación de la Constitución”43. Ahora bien, los prin-
cipios de derecho natural fueron prácticamente derogados por el artículo 9.°
del acto legislativo número 1 de 1936, o por lo menos le quitó el sentido
que le quiso dar el legislador de 1887. Por lo tanto, insiste Valencia Zea, no
podemos entender por principios de derecho natural esa frenética concepción
de principios absolutos y eternos, pues los principios representan los órga-
nos de expresión por donde se manifiesta el derecho contenido en las fuentes
42
Con esto me estoy refiriendo a la vana idea de la época moderna según la cual la
razón podía fundamentar todo. Esta argumentación se llevó a los campos científicos y
de las ciencias sociales, entre ellas, el derecho. La razón eliminó cualquier otra fuente de
conocimiento; también se afirmó que en el derecho solo vale lo fundado en la razón y no
en otras fuentes, por ejemplo, los principios del derecho explícitos e implícitos.
43
Ibídem, p. 54.
36
44
Ibídem, p. 21.
45
Gény, François, óp. cit., p. 213. Véase también López Medina, Diego Eduardo, El
derecho de los jueces, Bogotá, Legis, 2009, p. 228 y pp. 276-295.
46
Valencia Zea, Arturo, óp. cit., p. 47.
37
o, en su lugar, los principios generales del derecho, entendiendo por ellos las
reglas generales del derecho47.
En conclusión, la labor del juez y el jurisconsulto no puede ser simple-
mente receptiva o mecánica. La ley de investigación, interpretando a Gény, lo
que busca es que el juez no se apoye en ninguna fuente formal del derecho,
sino que su decisión la sobrepase completamente48. Puesto que tampoco el
legislador puede preverlo todo, por perspicaz que sea, no puede abrazar en sus
fórmulas abstractas las múltiples manifestaciones de la vida, como lo preten-
día de algún modo Savigny con su conceptualismo abstracto.
Valencia Zea pensaba, por su parte, en un derecho más concreto, más
real fundado en principios. Tenía claro que todos los códigos, incluido el de
Napoleón, poseían vacíos, y que iguales observaciones había que hacerse res-
pecto de sus fuentes formales del derecho, la costumbre y la jurisprudencia49.
Por consiguiente, no ha habido un solo legislador que reconozca su obra per-
fecta y la declare sin vacíos, prohibiendo así al intérprete y al jurista acudir a
otras fuentes. Estos dos postulados, según Valencia Zea, además de la existen-
cia de lagunas en el derecho y el imperativo de fallar cualquier caso según la
ley 153 (artículo 48 sobre la denegación de justicia), ponen de relieve la nece-
sidad de investigar el derecho que no está consagrado en las fuentes formales y
determinar de qué medios se deben valer los intérpretes para investigarlo. En
consecuencia, los principios acordes con las necesidades humanas y los fines
sociales que fundan fallos basados en la investigación libre son el límite de la
actividad judicial50.
47
El desarrollo de este artículo se encuentra muy bien explicado tanto en la Teoría
impura del derecho como en El derecho de los jueces de Diego Eduardo López Medina. Sin
embargo, es muy llamativo que el profesor no realizara el mismo estudio con los artículos
4.°, 5.°, 13 y 48 de la ley 153 de 1887, en donde se pueden rastrear también las tesis del
“primer” Valencia Zea y la influencia de F. Gény con respecto a las fuentes materiales del
derecho.
48
Valencia Zea, Arturo, óp. cit. p. 53.
49
Ibídem, p. 42.
50
Ibídem, p. 45. Necesariamente llegará un momento en que el intérprete, desprovisto
de todo apoyo formal, se debe guiar por sí mismo para descubrir la solución que no puede
negar. La labor del juez y del jurisconsulto no puede ser simplemente receptiva o mecánica.
Al decir de Arturo Valencia Zea: la libre investigación científica del derecho es la actividad
del juez en la elaboración de la norma jurídica para casos concretos. Ibídem, p. 46.
38
O para ponerlo más claro, la relación entre F. Gény, la ley 153 de 1887, Eduardo
51
Zuleta Ángel, la Corte de Oro y el “primer” Valencia Zea dan una comprensión más
moderada de un Zea kelseniano.
52
Valencia Zea, Arturo, óp., cit., p. 47.
53
Ibídem, p. 50. La investigación del derecho por la analogía encuentra su verdadero
fundamento en ese profundo sentimiento de la “igualdad jurídica” que debe presidir a las
39
relaciones sociales. “Las mismas soluciones de hecho deben comportar las mismas solucio-
nes jurídicas”. Ibídem, p. 51.
54
Ibídem, pp. 55-56.
55
Expresión utilizada por el profesor López Medina para identificar los autores que
recibieron la teoría transnacional del derecho.
56
Para comprender mejor el debate de los trasplantes jurídicos y en especial el par-
ticularismo transmutado, ver Alviar, Helena y Jaramillo, Isabel Cristina, “Políticas de un
particularismo transmutado”, en Teoría del derecho y transplantes jurídicos, Bonilla, Daniel
(editor), Bogotá, Universidad de los Andes, Siglo del Hombre editores, 2009, pp. 91-117.
57
López Medina, Diego Eduardo, Teoría impura del derecho: La transformación de la
cultura jurídica latinoamericana, Bogotá, Legis, 3.a reimpresión, 2005, p. 306.
40
58
Valencia Zea, Arturo, óp. cit., p. 63.
59
Ibídem, p. 60.
60
Ibídem, p. 64.
41
61
Pero además, la lectura del Kelsen estándar lo ubicaba como reacción al realismo
americano. Oponerlo a la exégesis y al conceptualismo es en parte una lectura anacrónica
que sucedió en las lecturas pop, pero nunca en las estándares.
62
Arturo Valencia Zea, óp. cit., pp. 65-66.
42
proclamó que los derechos son limitados, relativos, que tienen una finalidad
económica y social que cumplir”63.
En conclusión, estos son algunos apartes del proyecto que armonizan con
lo que el joven investigador pensaba en sus primeras elaboraciones intelectua-
les y que a la larga condujeron a un desarrollo jurisprudencial y conceptual
importante en la academia jurídica colombiana.
Sin embargo, hay que responder en este punto a la pregunta inicial sobre cuál
puede ser el origen del cambio de parecer en la Corte Suprema de Justicia des-
pués de los cuarenta. Hay dos razones fundamentales. La primera es el cambio de
gobierno, cuando Eduardo Santos llega a la Presidencia de la República y defiende
un ordenamiento jurídico más conservador. Esto condujo de nuevo al “imperio de
la ley”, que todavía se encontraba enraizado en el alma del ordenamiento jurídico.
La otra razón es que no hubo tiempo suficiente para que estas ideas antiformalistas
calaran en el sentimiento académico y político. La pelea antiformalista llegó a su
fin por una mala apuesta metodológica que hicieran los defensores del derecho
libre en el nuevo gobierno, mediante la que se buscaba brindar seguridad jurídica
y plasmar positivamente las fuentes del derecho. Estas dos razones y la mala lectura
de Kelsen, más adelante, dieron la estocada final a la libre investigación científica y
a las fuentes reales del derecho promovidas por Valencia Zea y sus colegas.
Lo que sí debe aclararse ya es que estas razones no fueron las mismas que
originaron el cambio teórico en Valencia Zea: “la labor del intérprete no puede
limitarse a descubrir cuál fue el estado de una cultura jurídica en un tiempo
determinado; sino que debe adaptarla a las necesidades presentes […] Al fin y
al cabo, ¿qué otra cosa han hecho los científicos del derecho, sino impulsar y
perfeccionar las instituciones de su tiempo y preparar el derecho futuro? ¿No
se dice acaso que Savigny, so pretexto de interpretar las instituciones jurídicas
de los romanos, en verdad las sobrepasó totalmente?”64.
Con esta idea, y manteniendo las bases de la tesis de 1941, el jurista
lo que debe hacer es actualizar su pensamiento, adecuarlo a las necesidades
de cada momento histórico; si con esto debe abandonar sus creencias ante-
riores, debe hacerlo, pero si no es el caso, lo único que le corresponde es ir
acomodando sus teorías razonablemente dentro de su campo de especialidad.
63
Ibídem, p. 67. Finalmente, el artículo 47 del proyecto trae una interesante aclara-
ción del artículo 32 del Código Civil, al decir de manera expresa que la ley se interpretará
según “el espíritu de la legislación actual” y no a partir del espíritu general de la legislación.
64
Ídem. Derecho Civil, Tomo I, Parte general y personas, Bogotá, Temis, 1957, pág. 9.
43
Valencia Zea iba por este camino y el hecho de que aprehendiera a Kelsen
de tal modo no significa que olvidara que el derecho debe adaptarse a las
necesidades y fines sociales. Otra cosa es que se identifique con una estructura
jerárquica normativa y una pureza de las normas que Kelsen descubrió muy
bien en su obra. Es más, cerremos con una sentencia que Valencia Zea pro-
nunciara hacia 1955, un poco más maduro, en un artículo sobre la reforma al
Código Civil y donde recalca el papel del juez: “A estas reformas del legislador
debe agregarse la no menos importante de la jurisprudencia. Los jueces del
país, mediante una interpretación humana y objetiva de los nuevos hechos
sociales, han sabido dar un nuevo contenido a muchas instituciones y textos
del código, a fin de mantener vivas sus instituciones; han sabido, igualmente,
colmar las lagunas y vacíos por medio de una prudente y sabia aplicación de
los principios generales del derecho civil comparado, como acaece con las
construcciones jurisprudenciales sobre las teorías del abuso de los derechos,
del enriquecimiento ilegítimo, de la imprevisión, de la buena fe exenta de
culpa, de la apariencia, y la relativa a la indemnización por daños ocasionados
en actividades peligrosas, etc.”65.
Ahora miremos algunas conclusiones.
Conclusiones
Primera: en este trabajo se presentaron las tesis con las cuales estaba
enfrentado Arturo Valencia Zea en la Universidad Nacional, pero también
su apatía frente a la forma de ver el derecho desde la tradición del clasicismo
jurídico. Las subteorías en las que navegaba Valencia Zea fueron las de la
exégesis, y las planteadas por Savigny y Gény. La exégesis y Savigny habían
formado una base hegemónica en el derecho local, pero su conflicto interno
europeo hizo también que en nuestro derecho se generaran dudas sobre la
forma de elegir entre ellas. Es por esto que la libre investigación científica de
Gény le llegó a Arturo Valencia Zea como una herramienta útil para salir de
este conflicto (¿exégesis o Savigny?), y tener más claro el papel de las fuentes
del derecho y la interpretación de la ley a la hora de establecer un método
hermenéutico acorde con la ley 153 de 1887 y las situaciones históricas. Por lo
tanto, su conclusión fue que, cuando tiene que fallar sin una norma aplicable
65
Valencia Zea, Arturo, “La reforma del código civil”, en Revista jurídica, Universidad
Nacional de Colombia, núm. 26, septiembre de 1955, p. 55.
44
66
Versión materialista del derecho, más que en el sentido marxista, en el sentido de
ver el derecho no solo desde sus fuentes formales, sino también desde las fuentes reales, allí
donde están sus principios implícitos.
45
hacer frente a la realidad social. Este momento por sí solo se explica y se vuelve
un argumento muy fuerte para mostrar a un Valencia Zea más cauteloso con
la teoría pura del derecho y más caritativo con la idea de la justicia en Kelsen
Quinta: leer a Valencia Zea en clave de las fuentes del derecho y no
en términos de un derecho asocial o puro sería otra forma de concebir al
autor como un teórico que se distancia de Kelsen sin abandonarlo. Esta argu-
mentación permite ver el clasicismo jurídico local en el siglo XX de una
forma más matizada a la expuesta en la academia nacional. Sin embargo, una
lectura estandarizada de Kelsen nos presenta un autor más coherente con las
tesis de Gény y, en general, con un derecho social. La idea de este trabajo es
contribuir en la academia jurídica local y latinoamericana en la manera como
se ha expuesto a H. Kelsen en las teorías pop, y que se rastreen de nuevo las
teorías estándares para comprender mejor la supuesta pugna antiformalismo
versus Kelsen en clave de Gény y Valencia Zea. Esto pone en duda, además,
la semejanza o no entre Kelsen y Valencia Zea, lo que acerca más a este último
a Gény.
Sexta: se puede extraer de este texto que los autores, el derecho local y
las instituciones se van formando conforme se van produciendo las teorías,
conforme se logra la traducción, si temprana o tardíamente, y dependiendo
de cómo se reciben y se comentan. Lo que queda claro es que siempre dejan
una secuela en los lectores y autores, esto es, así como la influencia del con-
ceptualismo alemán y la escuela de la exégesis tuvieron su auge, así también
llegó la recepción de Gény a la obra de Arturo Valencia Zea y por supuesto a
la Corte de Oro.
Estos cambios iusteóricos son de gran utilidad para comprender nuestra
academia y el derecho nacional, pero también para conocer la vida de un
autor. Es por esto que la recepción de Kelsen hacia la década de los cincuenta
fue la fuente directa de Valencia Zea, que lo convirtió en uno de los más gran-
des juristas de Colombia y, por ende, sirvió de base para la consolidación de
un derecho legislado con cierta seguridad y certeza jurídica. ¿Qué sucedió con
la influencia de Gény y su recepción? Una de las más notorias conclusiones de
este texto es que la recepción de Gény se encuentra invisibilizada o, a lo sumo,
trasmutada con la de Kelsen.
Por lo tanto, quienes se enfrenten a la obra de Valencia Zea tendrán que
trasegar por las ideas que él comprendió e interpretó, tendrán cierta melancolía
por el recuerdo que dejaron sus primeros balbuceos por estas teorías francesas
y kelsenianas, pero también tendrán que hacer un esfuerzo por comprender su
46
Resumen
1
Este documento fue desarrollado en el Grupo de Investigación en Derecho Público
de la Universidad de los Andes. Hace parte de los estudios de Doctorado en Derecho, bajo
la dirección del doctor Gustavo Quintero Navas, sobre el papel de la justicia administra-
tiva en las dictaduras de mediados del siglo XX en Colombia.
*
Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana, magíster en Derecho de la
Universidad de los Andes, donde actualmente cursa el doctorado. Profesor de la Universidad
del Norte. Agradezco inmensamente los aportes y la aguda lectura del profesor Quintero,
esenciales para la realización de esta disertación.
47
48 .
Introducción
2
En este sentido, me acerco a la aguda crítica epistemológica dirigida por los profe-
sores Diego López Medina y Jorge González Jácome, quienes demuestran que en este tipo
de trabajos “[l]as narrativas históricas que se presentan son lineales y progresivas. Estas
narraciones nos parecen mostrar un derecho, el de nuestros días, que ha ido evolucionando
con el paso de los años hasta su perfeccionamiento presente. Así las cosas, el pasado es
presentado como un escalón necesario, pero inferior, de un proceso evolutivo que culminó
con lo que hoy tenemos”. Ver González Jácome, Jorge, “La casación como forma de cen-
tralización del poder. Una mirada histórica”, Bogotá, Revista de Derecho Público, núm. 20
(Dic. 2007), Universidad de los Andes, p. 6. Señala el profesor López que “la estructura del
Estado colombiano ha dependido, no del desarrollo aislado y apolítico de normas positivas
(…), sino de concepciones políticas, ideológicas y administrativas en las que se buscaba
plasmar una cierta idea del papel que la administración pública debía cumplir en el ‘desa-
rrollo’ del país”. López Medina, Diego, “El sueño weberiano, claves para una comprensión
constitucional de la estructura administrativa del Estado colombiano”, Bogotá, Revista de
Derecho Público, Universidad de los Andes, 2006.
3
Algunos autores abogan por la autonomía absoluta del derecho, en especial del derecho
administrativo, en el que es posible distinguir reflexiones sobre la aplicación y vigencia de las
disposiciones, las decisiones jurisdiccionales y las reflexiones doctrinales sobre el estado de
las normas existentes. Sobre este tipo de producción bibliográfica se encuentran las obras de
García Rodríguez, Marisol, Responsabilidad del Estado en España y Venezuela. Estudio compa-
rativo. Perspectivas de la responsabilidad objetiva en Venezuela, Ed. Universidad Complutense
de Madrid, 2005; Balbuena Cisneros, Arminda, Suprema Corte de Justicia de la nación y
jurisdicción constitucional en México, Madrid, Ed. Universidad Complutense de Madrid,
2005; Rosado Pacheco, Santiago, Modelos europeos de justicia contencioso–administrativa, Ed.
Dykinson, 2008; Cassagne, Juan Carlos, “Consideraciones sobre la justicia administrativa
en la Argentina y en otros países de Iberoamérica”, disponible en: La Justicia Administrativa
en Iberoamérica, Pérez, Jesús González y Cassagne, Juan Carlos, Buenos Aires, Editorial
Abeledo Perrot, 2005; Vázquez Bustos, Vicente, Incorporación del tribunal federal de justicia
fiscal y administrativa al poder judicial de la federación, Ed. Red Acta Universitaria, 2005;
Salomoni Jorge, Luis, “El contencioso administrativo en la República de Argentina: sus prin-
cipales características en las etapas de conformación nacional y de internacionalización del
ordenamiento jurídico”, disponible en: http://www.bibliojuridica.org/libros/5/2391/21.pdf
49
hace a partir de los textos jurídicos e ignora las ideas, procesos y presiones que animaron
el cambio y el efecto normativo”.
6
Como exponentes de estudios sobre la autonomía relativa del derecho pueden conside-
rarse, entre varios, Ginsbirg, Tom, Judicial Review in New Democracies, Constitutional courts
in asian cases; Cajas, Mario Alberto, El control judicial a la reforma constitucional, Colombia
1910 a 2007; González Jácome, Jorge, La casación como forma de centralización del poder.
Una mirada histórica; Malagón Pinzón, Miguel y Gaitán Bohórquez, Julio, Colonialismo
cultural francés y la creación del Consejo de Estado en el derecho administrativo colombiano;
Hubert, Gysele Le Conseil D’Etat et le contentieux Administratif en Colombie; López Medina,
Diego, El sueño weberiano; Vázquez Alfaro, José Luis, Evolución y perspectiva de los órganos
de jurisdicción administrativa en el ordenamiento mexicano, ordenamiento mexicano; Taborda
Burgos, Juan Camilo, Redescubriendo una historia jurídica: una nueva narrativa sobre los orí-
genes del Consejo de Estado entre 1886 y 1914; Ferrajoli, Luigi, Democracia y garantismo; Vélez
García, Jorge, Los dos sistemas del derecho administrativo, ensayo de derecho púbico comparado;
Sanín Greiffenstein, Jaime, La defensa judicial de la Constitución; Córdoba Mariño, Luis,
Apuntes de historia constitucional y política de Colombia.
7
Con dualidad de jurisdicciones hago referencia a la división entre la justicia espe-
cializada, es decir, la contenciosa administrativa en cabeza de un tribunal exclusivamente
concebido para dirimir conflictos entre la administración y los individuos; y la justicia
ordinaria, esto es, la administración de justicia destinada a resolver conflictos entre parti-
culares o decidir asuntos penales, entre otras materias, pero que usualmente no involucra
a las entidades públicas. Con todo, la dualidad de jurisdicciones es observada por quienes
han estudiado la experiencia franca como el régimen por medio del cual la administración
retenía capacidad de decisión jurisdiccional propia de la revolución napoleónica en contra
de los jueces que limitaba su injerencia en la actividad administrativa; en este sentido, se
51
La institucionalización de la dualidad
de jurisdicciones en Colombia
9
Ibídem, p. 505 y ss.
Ver Tascón, Tulio Enrique, Historia del derecho constitucional colombiano, Bogotá,
10
Ed. Minerva, 1953, p. 103. Ver también Núñez, Rafael, La reforma política en Colombia,
Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1950, p. 163.
53
De allí que sea en la Carta de 1886 donde se estatuya, sin vida legislativa,
es decir, sin norma que le dé eficacia, la jurisdicción administrativa. La justicia
administrativa se planteaba entonces como un sistema de control igualmente
centralizador de poder, que se podía sostener con los sistemas concentrados,
como es el recurso de casación11, que mantenía la protección de la ley como
única fuente de derecho y de la unidad nacional, y como una decisión política
de reacción ante situaciones de dispersión de órganos, como lo suponen los
departamentos y los municipios, con atribuciones para proferir normas con
alcance general.
La guerra de los Mil Días, la separación de Panamá, la dictadura de Rafael
Reyes, los tributos regresivos12, la escasa y cuestionada explotación del petróleo
y las esmeraldas13, la crisis en la producción y exportación del café y su impo-
sición fiscal14, los fraudes electorales que se presentaron en los departamentos
de Tolima, Boyacá y en el municipio de Tubará, Atlántico, y la “ley de los
caballos”15 son expresiones puntuales del centralismo, la violencia ejercida por
11
Ver González Jácome, Jorge, óp. cit., p. 21.
12
En febrero de 1910 y julio de 1913 se abrió un gran debate sobre los “tributos
medievales a los campesinos”, impuesto cobrado al trabajo personal, similar a la corvee
de la Revolución francesa, que era cobrado por igual tanto al dueño de la tierra o del
capital como al trabajador, y que en caso de que el individuo no pudiera costearlo podría
pagarlo con trabajo personal, sometiéndose a la autoridad del pueblo, quien “abusará de él
y lo tratará como siervo de la Edad Media”, normalmente, poniéndolo a disposición para
obras públicas. Ver Villegas, Jorge y Yunis, José, Sucesos colombianos 1900-1924, Medellín,
Universidad de Antioquia, 1974, pp. 136 y 174.
13
En enero y agosto de 1913, la firma Pearson de Inglaterra fue cuestionada por los
congresistas colombianos y por periodistas estadounidenses por tener mayor predominio
y recibir una concesión de explotación de más de 10.000 km2 de tierras colombianas.
Villegas, Jorge y Yunis, José, óp. cit., p. 175.
14
Sobre la crisis del café y sus consecuencias en la economía y política colombiana,
ver Bergquist, Charles W, Café y conflicto en Colombia 1886-1910, Bogotá, Biblioteca
Colombiana de Ciencias Sociales, 1981.
15
La ley llamada “de los caballos” surge con ocasión de la muerte provocada a varios
caballos, degollados en los municipios de La Pradera y Palmira, y que fue atribuida al
Partido Liberal, y la cual consistió en el otorgamiento de facultades especiales al poder
ejecutivo para el confinamiento, la expulsión del territorio, la prisión y la suspensión de
derechos políticos a todo ciudadano que se viese comprometido con acciones que pertur-
baran el orden público. Ver Palacios, Marco, Entre la legitimidad y la violencia, Colombia
1875-1994, Norma, 1998, p. 51.
54 .
demoraran los actos del gobierno. Fue la base fundamental que apuntaló la
dictadura de Reyes”17.
El gobierno podía haber observado en el nacimiento de una justicia admi-
nistrativa una forma de control que no estaba dispuesto a tolerar y un meca-
nismo engorroso para la toma de decisiones más trascendentales del ejecutivo,
como el orden público. Precisamente, una vez finalizado el gobierno, ya de
facto, de Rafael Reyes, se adopta la idea de una jurisdicción administrativa,
la cual, como se verá, solo se materializó hasta 1913 de la mano de un nuevo
pacto político llamado la “Unión Republicana”, que integraba a los principa-
les líderes de los partidos dominantes. Esta unión partidista tendía incluso a
provocar la introducción de artículos y adoptar medidas especiales para hacer
efectivo el amparo de las garantías individuales y atenuar, por medio de una
reforma constitucional, el sistema de gobierno dominante hasta ese momento.
La ley 130 de 1913 emerge finalmente por iniciativa gubernamental
del presidente republicano Carlos E. Restrepo18. La ley instituía el Tribunal
Supremo de lo Contencioso Administrativo, compuesto por seis magistrados
elegidos por la Corte Suprema de Justicia y ocho tribunales administrativos
departamentales elegidos por el Tribunal Contencioso19. Un año más tarde
su composición varió y los magistrados serían elegidos por el Congreso de la
República, sistema que permanecería hasta 195720.
17
Ver Correa, Fernando, Republicanismo y Reforma Constitucional, 1891 a 1910,
Medellín, Universidad de Antioquia, 1996, p. 89. Ver también Brugman Álvarez, Catalina,
“El fracaso del republicanismo en Colombia, 1910 a 1914”, Tesis para optar al título de
historiador, Universidad de los Andes, Bogotá, 2000.
18
El presidente Carlos E. Restrepo elogió al profesor Rodríguez Piñeres, a quien se
atribuye la propuesta dogmática de un control de constitucionalidad y una justicia adminis-
trativa, al exponer que “hizo bien en proponer como norma de la legislación constitucional
americana la intervención del poder judicial para dirimir conflictos entre el ejecutivo y el
legislativo, y como Tribunal Supremo contra las violaciones que al derecho suelen infringir
este últimos. No conocemos medio más eficaz para evitar guerras civiles que se originan
en aquellos conflictos, y para garantizar la libertad”. Ver Rodríguez Piñeres, Eduardo,
Relaciones entre los poderes legislativo y judicial, Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Disponible en: http://www.juridicas.unam.mx/
publica/librev/rev/juicio/cont/2/cnt/cnt11.pdf [Consultado el 9 de marzo de 2009].
19
Ver Luna Benítez, Luis Alberto, Lo contencioso administrativo, Bogotá, Ediciones
Librería del Profesional, 1981, p. 37.
20
Ver Taborda Burgos, Juan Camilo, “Redescubriendo una historia jurídica: una
nueva narrativa sobre los orígenes del Consejo de Estado entre 1886 y 1914”, tesis para
56 .
optar al título de abogado, Universidad de los Andes, 2008, p. 21. Ver también Luna
Benítez, Luis Alberto, “Le controle jurisdictionnel de l’administration en Colombie”, tesis
para optar al título de doctorado, Facultad de Derecho y de Ciencias Económicas de París,
dirigida por Jean Rivero, París, 19 de marzo de 1970.
21
Ver Mora Osejo, Humberto, óp. cit., p. 213.
22
Enrique Olaya Herrera propondría en la convención del Partido Republicano de
1915 que correspondiera al “Consejo de Estado, por medio de la sección de lo Contencioso
Administrativo, decretar las jubilaciones, en vista de las pruebas presentadas; de las que
solicite el agente del Ministerio Público, y de las que el mismo Consejo tenga a bien
allegar”. Respecto a la consulta sobre la desvinculación de un empleado público, se señaló
en los proyectos de 1915: “Preceptúa el artículo 14 que cuando se estime necesario o
conveniente remover un funcionario de los que nombra el ejecutivo mediante la califica-
ción de idoneidad y antecedentes, el Ministro del ramo debe hacer ante el Consejo una
declaración fundada de las razones que determinan la medida para que el Consejo emita
su dictamen, y lo acoja el Gobierno si lo cree conveniente”. Ver “Convención Nacional del
Partido Republicano, resumen de sus labores en sus sesiones ordinarias de 1915”, 11 de
julio a 1.º de agosto, 1915, Arboleda y Valencia, pp. 169 y 181.
57
23
Ver Hilbink, Lisa, Judges beyond Politics in Democracy and Dictatorship: Lessons from
Chile, Cambridge, 2007, p. 23.
58 .
24
Ver Gaceta Judicial, núm. 1, vol. 1, febrero de 1887.
59
25
Ver, entre otras, Gaceta Judicial, núm. 15, año I, 6 de mayo de 1887; Gaceta Judicial,
núm. 16, año I, 11 de mayo de 1887; Gaceta Judicial, número 17, año I, 14 de mayo de
1887; Gaceta Judicial, núm. 18, año I, 18 de mayo de 1887.
60 .
26
Ver Gaceta Judicial, núm. 88, del 8 de septiembre de 1888, año II.
27
Ver Gaceta Judicial, núm. 114, del 9 de marzo de 1889, año III.
61
como medida preventiva, que toda venta debía hacerse por intermedio del ins-
pector de mercado, con las respectivas deducciones tributarias que se causaran
con la venta. Finalmente, entre otras, se disponía la prohibición de “la residencia
y tráfico de indígenas en la ribera occidental del río Calancala. En consecuencia, el
prefecto de la Provincia de Padilla procederá con la energía necesaria, solicitando
el concurso de los habitantes de la ciudad de Riohacha, si fuere necesario, á hacer
cambiar a los indígenas que se encuentren viviendo en los lugares prohibidos, y
les hará conocer, por medio de intérpretes, lo dispuesto en este artículo”; además,
se prohibía la residencia de la comunidad indígena en la ciudad de Riohacha y la
celebración de créditos con “los civilizados”; ni más ni menos.
La Corte decide entonces anular la ordenanza expuesta, excepto lo dis-
puesto sobre la restricción al indígena de entrar desnudo o armado al munici-
pio de Riohacha, porque esta disposición es, según la Corte, “de mera policía
de seguridad y buenas costumbres”. De esta forma, la Corte señaló que la
ordenanza es nula en la medida en que se exigen formalidades para realizar
contratos a los indígenas principalmente, con “restricciones y formalidades
especiales á que no están sometidos las demás personas que celebren contratos
en el territorio de la República; y á la asamblea del Magdalena no le está atri-
buida, ni aun con el fin de dar protección á los indígenas, la facultad de modi-
ficar respecto de ellos las leyes generales que son obligatorias para todos”28.
Otro de los elementos fundantes de la actividad judicial de la Corte
Suprema de Justicia en cuanto a la anulación de ordenanzas territoriales
obedeció al remate de rentas por parte de los departamentos, luego de la
centralización y las sucesivas guerras internas. Aquí el demandante fue defi-
nitivo. Justamente, luego de 1893, las ordenanzas demandadas provenían del
departamento de Cundinamarca y fueron acusadas por José María Sierra29,
28
Ver Gaceta Judicial, núm. 114, del 9 de marzo de 1889, año III.
29
José María Sierra era un empresario antioqueño, reconocido como uno de los más
importantes intermediarios en las finanzas públicas y privadas en Colombia durante de la
Regeneración y los primeros años del siglo XX, notable por su enorme y pragmático inge-
nio para hacer y manejar grandes capitales. “Residió en Bogotá a partir de 1888. Desde
entonces controló el remate de las rentas más importantes del país. ‘Don Pepe’ aprovechó
la coyuntura económica de su época, caracterizada por la permanente crisis que producían
al fisco nacional las guerras civiles y el escaso comercio de exportación, que no permitía
ingresos por cobros de aranceles. En 1885 la crisis fiscal se agudizó, y el presidente Rafael
Núñez intentó solventar las finanzas públicas a través del remate de las rentas y los mono-
polios del Estado. […] Este estuvo en sus manos durante las presidencias de Rafael Núñez,
62 .
Miguel Antonio Caro, Carlos y Jorge Holguín, José Manuel Marroquín, Rafael Reyes,
Ramón González Valencia y Carlos E Restrepo. Con base en un simple sistema adminis-
trativo de negocios, pero con una compleja red de agentes en todo el país, encargados de
negociar la adjudicación de las apetecidas rentas, montó todo un imperio financiero. En
algunas ocasiones, Sierra producía directamente el aguardiente que generaba la renta”.
Ver Molina, Luis Fernando, disponible en: http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/
sierjose.htm [Consultado el 24 de octubre de 2009).
30
Ver Gaceta Judicial, núm. 395 del 7 de junio de 1893, año VIII.
31
Ver Gaceta Judicial, núm. 505 y 506 del 17 de mayo de 1895, año X.
63
100%
80%
60%
40%
20%
0%
1889 1890 1891 1892 1893 1894 1895
Figura 1. Relación porcentual de los temas conocidos por la Corte Suprema de Justicia
64 .
5%
Porcentaje
proporcional
de la
actividad de
la Corte
0%
1 2 3 4 5 6 7
Número de años estudiados
32
Anales del Consejo de Estado, núm. 1 y 2, Bogotá, marzo 15 de 1915, año I.
33
Ibídem. Anales del Consejo de Estado.
66 .
20%
Porcentaje
proporcional
a toda la 10%
actividad del
Consejo
0%
1 2 3 4 5 6 7
Número de años estudiados
cada una de las Cortes estudiadas. Por supuesto, las nulidades electorales, los
temas penales y las sentencias sobre la pena capital quedan excluidos del com-
parativo, en la medida en que no se tiene ninguna base funcional comparativa
que permita la analogía entre la Corte Suprema y el Consejo de Estado.
90
90
Número de ordenanzas
60 63
30
0
Corte suprema de justicia Consejo de Estado
100%
80%
60%
40%
20%
0%
Debates Productividad Control de Legalidad de
patrimoniales normativa legalidad central ordenanzas territoriales
60%
40%
20%
0%
Creación y
administración
de impuestos
departamentales
Creación de
municipios, distritos
o provincias
Creación de
monopolios
rentísticos
Intervención en
educación pública
y organizaciones de
beneficencia
Determinación
personal de
municipios
Creación de delitos,
penas y medidas de
policia
60%
38% 34% 46% 28% 0% 13% 4% 2% 12% 4% 0% 19%
40%
20%
0%
Creación y
administración
de impuestos
departamentales
Creación de
municipios, distritos
o provincias
Determinación
personal y recursos
de municipios
Creación de
monopolios
rentísticos
Intervención en
educación pública
y organizaciones de
beneficencia
Creación de delitos,
penas y medidas de
policia
Conclusión
con los datos que ofrecen las gacetas de la Corte Suprema de Justicia y los
Anales del Consejo de Estado, más allá de una historia normativista de las
sentencias podemos observar que ambas jurisdicciones, en épocas distintas,
comprometían la reconstrucción nacional y, sobre todo, la solidarización de
los perjuicios, muertes, lesiones, etc., consecuencia de las guerras vividas en
los primeros años de la Constitución conservadora de 1886. Por supuesto, no
se trataron de las mismas guerras, así que la Corte Suprema, por su parte, se
concentró en las consecuencias nocivas y “reconocimientos de recompensa
militar por motivos de invalidez absoluta” producidas en combate en las gue-
rras de 1860 y 186334, 1870, 1885 y 1890, mientras que el Consejo de Estado
conoció de las reclamaciones originadas en las guerras de 1895, 1900 y 1902,
por lo que, en consecuencia, cada una definió, como se observó en las figuras
presentadas, la intensidad con que los individuos se acercaron a cada Corte
para hacer la debidas reclamaciones.
Finalmente, sobra advertirlo, el reto de escribir historia del derecho pro-
porcionará exclusivamente una representación, que alcanza una capacidad
explicativa definida y apoyada en fuentes primarias que permiten sustentar
lo expuesto. Con todo, la invitación a futuros investigadores está abierta, en
especial, en derecho administrativo, área que se ha visto seriamente impactada
por el normativismo puro, del que se ha hecho advertencia aquí y que refleja
una postura conceptual empobrecida basada en la autonomía absoluta del
derecho.
34
Sobre este último, ver Gaceta Judicial, núm. 131 del 6 de Julio de 1889, año III.
Parte II
Instituciones jurídicas y modelos
económicos
-
Yadira Castillo*
Resumen
1
Este artículo es producto de una investigación realizada en el programa de Doctorado
en Derecho de la Universidad de los Andes. Quiero expresar mis agradecimientos por los
valiosos comentarios de mi director de tesis, René Fernando Urueña, así mismo, agradezco
la colaboración del profesor Antonio Felipe Barreto, docente de Métodos en Historia.
*
Abogada de la Universidad de San Buenaventura, de Bogotá, magíster en Derecho
Administrativo de la Universidad Externado de Colombia y doctoranda en Derecho de la
Universidad de los Andes, Bogotá.
75
76
Introducción
2
El intercambio durante el virreinato español solo se dio entre España y las Américas,
los demás países no podían comerciar libremente; todo producto que pretendiese entrar
al Nuevo Mundo debía registrarse y pagar impuestos en España. Ocampo, José Antonio,
Historia económica de Colombia, Bogotá, Fededesarrollo, 1997, pp. 68-72.
3
Actas del Congreso General y Constitución de la República de Colombia, Villa del
Rosario de Cúcuta, 1821. Ver también Espinosa, Bruno, Cuerpo de leyes de la República
de Colombia, t. I, Bogotá (Rollo O66, Fondo Antiguo Biblioteca Nacional). Comprende
la Constitución y leyes sancionadas por el primer Congreso General en las sesiones que
celebró desde el 6 de mayo hasta el 14 de octubre de 1821.
4
En “La guerra y sus desastres”, apartado del periódico oficial, se reflejan los senti-
mientos encontrados a causa de la guerra. Por un lado, existía un ambiente de pobreza en
los campos, muerte, desolación y retraso. Por el otro, la guerra se justificaba como medio
para liberarse de España. Al respecto, el periódico indica: “La guerra de trece años nos
ha privado de muchos millares de ciudadanos cuyos talentos y brazos habrían sido otros
tantos capitales capaces de dar incremento a la riqueza nacional…” Gaceta de Colombia,
trim. VI, núm. LXXXIII, domingo 18 de mayo de 1823. Nota del autor: las citas se han
adaptado a la ortografía y gramática actual.
5
La difícil situación de las finanzas del gobierno se puede observar en el momento
en que el Congreso autorizó a Santander, en 1823, a conseguir un nuevo empréstito en
Europa hasta por treinta millones que “mejorara la situación de las exhaustas arcas del
Estado colombiano”. Ver Moreno de Ángel, Pilar, Santander, Planeta, 1989, p. 292.
- 77
6
Alviar, Helena, Derecho, desarrollo y feminismo en América Latina. Bogotá,
Universidad de los Andes–Temis, 2008, pp. 10-11.
7
Quintero, Inés, Pensamiento liberal de siglo XIX, Caracas, Monte Ávila, 1992, pp. 10-11.
78
8
Ver Barbosa, Octavio, La inversión extranjera de Colombia ¿factor de desarrollo?,
Colombia, Fondo Editorial Universidad Distrital Francisco José Caldas, 1987; Bushnell,
David, El régimen de Santander en la Gran Colombia, Bogotá, El Áncora, 1984; König, Hans
- Joachim, En el camino hacia la nación. Nacionalismo en el proceso de la formación del Estado
y de la Nación de la Nueva Granada, 1750-1856, Traducción del alemán de Dagmar Küsche
y Juan José de Narváez, Bogotá, Colección bibliográfica Banco de la República, 1988.
9
Con la indicación del límite temporal no pretendo desconocer que antes de estas fechas
pudo existir en la República de Colombia el desarrollo de actividades a cargo de extranjeros
y con ciertas similitudes a la figura del privilegio. En la época de la Colonización española,
la Corona le entregó a “empresarios privados” (Colmenares se refiere a los conquistadores
representados en oficiales —adelantados, sargentos mayores, capitanes— y soldados a pie y a
caballo) los terrenos que habían conquistado para su explotación, bajo la figura de un contrato
- 79
10
En una de sus cartas Santander expresa las consecuencias adversas de una guerra de
16 años: carencia de recursos en la hacienda pública, imposibilidad de pagar empréstitos,
estancamiento de la incipiente industria nacional, disminución de la población y epidemias.
Salazar, Gilberto, El pensamiento político de Santander, Bogotá, Voluntad, 1969, p. 28.
11
En una de sus cartas Santander escribió: “Sin hacienda no hay relaciones exteriores,
ni agricultura, ni comercio, ni educación, ni defensa pública”. Ibídem, p. 25.
12
Al respecto, Hans-Joachim König señala que “el Congreso de Cúcuta de 1821 así
como los congresos siguientes y el gobierno de Santander tuvieron en cuenta los intereses
de los comerciantes y los agricultores y sus requerimientos tanto de un comercio libre
como de importaciones y exportaciones sin trabas”. Óp. cit., p. 369.
- 81
13
República de Colombia, Codificación Nacional de todas las leyes de Colombia desde
el año de 1821, hecha conforme a la ley 13 de 1912 por la Sala de Negocios Generales del
Consejo de Estado, Bogotá, Imprenta Nacional, p. 62. La suspensión se estableció en el
decreto de 1.° de mayo de 1826, núm. 302.
14
Ley de 27 de septiembre de 1821 expedida en Cúcuta y ejecutada el 30 de septiem-
bre por José María del Castillo, el Ministro de Hacienda- Pedro Gual. Gazeta de Colombia,
núm. 12, Villa del Rosario Cúcuta, domingo 14 de octubre de 1821.
15
Ley sobre los derechos de importación que deben pagarse en los pueblos de
Colombia. Dada por el Congreso el 25 de septiembre de 1821 y ejecutada el 28 de sep-
tiembre de 1821. Por J. M. del castillo – por S.E. el Vicepresidente de la República. Gazeta
de Colombia, núm. 12 Villa del Rosario Cúcuta, domingo 14 de octubre de 1821.
16
Ley de 27 de septiembre de 1821, Palacio de Cúcuta, se ejecutó el 29 de septiembre
de 1821 por J.M. del Castillo – por S.E el Vicepresidente de la República. Gazeta de
Colombia, núm. 12, Villa del Rosario Cúcuta, domingo 14 de octubre de 1821.
82
Fue expedida para suprimir las trabas al comercio, así como para atraer a los
extranjeros al país con el fin de desarrollar una industria o disfrutar de las ven-
tajas del terreno para la agricultura. Tenía como pretensión dar por terminada
una institución de la Colonia, en la cual se exigía a los comerciantes extranjeros
la consignación de sus mercaderías a comerciantes colombianos. En virtud de
tal abolición, los extranjeros tenían permitido abrir almacenes en Colombia
para vender al por mayor o al por menor y ejercer cualquier clase de indus-
tria. La supresión de la consignación de las mercaderías hizo que los extranjeros
17
Dada en el Palacio del Congreso General de Colombia en el Rosario de Cúcuta a
3 de septiembre de 1821. El Presidente del Congreso, Miguel Peña Palacio, del Gobierno
de Colombia en el Rosario de Cúcuta a 17 de septiembre de 1821, ejecútese J. M. de
Castillo – por S. E El Vicepresidente de la República. Gazeta de Colombia, núm. 5, Villa
del Rosario Cúcuta, jueves 20 de septiembre de 1821.
18
Ley de 28 de julio de 1824, expedida por el Congreso, ejecutada el 30 de julio de
1824, 14, en el Gobierno de Francisco de Paula Santander. Periódico El Constitucional
del jueves 12 de agosto de 1824, 14. núm. 12, en la parte de “Política”. Ver también:
República de Colombia, Codificación Nacional, óp. cit., p. 395.
- 83
fuesen sujetos de las contribuciones directas e indirectas que pagaban los demás
colombianos. En esta ley, el Congreso expresó su interés en que tal supresión
fuese plasmada en los tratados de comercio que Colombia celebrase con otras
naciones. Y ello se dio en los tratados de paz, amistad, comercio y navegación
celebrados con Estados Unidos en 1824 y con Gran Bretaña en 182519.
Esta ley tuvo como fin poblar un país cuya población en buena parte
había sido exterminada, privilegiando el ingreso del extranjero con un arte u
19
Artículo 4.°: “se conviene además que será enteramente libre y permitido a los comer-
ciantes, a los comandantes de buques y a otros ciudadanos de ambos países, el manejar
sus negocios por sí mismos, en todos los puertos y lugares sujetos a la jurisdicción de uno
u otro”, Tratado de paz, amistad, comercio y navegación (con Estados Unidos), Bogotá, 3 de
octubre de 1824. Aprobado por decreto del Congreso de Colombia del 25 de marzo de
1825. Ratificado por el Gobierno de Colombia el 26 de marzo de 1825. Canjeadas las ratifi-
caciones en Washington el 27 de mayo de 1825. Gaceta de Colombia, núm. 201, Suplemento
del 21 de agosto de 1825. Cavelier, Germán, Tratados de Colombia 1811-1910, t. I, Bogotá,
Kelly, 1982, p. 49. Artículo 8.°: “Todos los comerciantes, comandantes de buques, y otros
ciudadanos y súbditos de la República de Colombia, y de Su Majestad Británica, tendrán
entera libertad en todos los territorios de ambas potencias, respectivamente, para manejar
por sí mismos sus propios negocios, o confiarlos al manejo de quien gusten”. Tratado de amis-
tad, comercio, navegación y comercio, Bogotá, 1 de abril de 1825. Aprobado por decreto del
Congreso de Colombia del 23 de mayo de 1825 y ratificado por el Gobierno de Colombia
en la misma fecha. Canjeadas las ratificaciones en Londres el 7 de noviembre de 1825. Gaceta
de Colombia. núm. 228, en Cavelier, Germán, óp. cit., p. 63.
20
Ley del Congreso de Colombia, se firmó el 11 de octubre de 1821 en Villa del Rosario
Cúcuta, el 13 de octubre de 1821. Ejecutada F.P Santander por S.E El Vicepresidente.
Gaceta de Colombia, trim. núm. 18, domingo 17 de febrero de 1822.
84
21
Decreto de 7 de junio de 1823 dado por el Senado y la Cámara de Representantes de
la República de Colombia en Bogotá. Sancionado el 11 de junio de 1823 con Santander
como Vicepresidente. Gaceta de Colombia, trim. VII, núm. LXXXVII, Bogotá 15 de junio
de 1823.
22
Ibídem.
23
Decreto del Gobierno expedido por Francisco de Paula Santander Por S.E. el
Vicepresidente de la República, el 18 de junio de 1823. Gaceta de Colombia, trim.VII,
núm. LXXXVIII, Bogotá, 22 de junio de 1823.
24
Ibídem.
25
El 28 de noviembre de 1823 se firmó un contrato de cesión de tierras baldías para
ser pobladas por extranjeros; el contrato fue celebrado con la compañía inglesa de los
señores Herring, Graham y Powles. Ellos debían poblar la región dentro de los cinco años
- 85
siguientes contados a partir de la firma del contrato. Entre los privilegios estaban: exención
de servicio militar por diez años, exención de impuestos para la importación de textiles,
instrumentos de agricultura y máquinas. Por el término de seis años en las tierras bal-
días cultivadas gozaban de exención de contribuciones directas y del diezmo eclesiástico,
tampoco pagaban derechos de exportación de los frutos cosechados en las tierras baldías.
Quedaba sujetos a las contribuciones indirectas y a las municipales y de mera policía local.
Gaceta de Colombia, trim. 15, núm. 190, 5 de junio de 1825.
26
Ley de 27 de septiembre de 1821, en el Palacio de Cúcuta y ejecutada el 29 de
septiembre de 1821 en el Palacio del Gobierno de Colombia en el Rosario de Cúcuta.
Por J.M. del Castillo, por S.E el Vicepresidente de la República. República de Colombia,
Codificación Nacional, t. I, óp. cit., p. 60.
Ley del Congreso de Colombia, se firmó el 11 de octubre de 1821, en Villa del Rosario
Cúcuta el 13 de octubre de 1821. Ejecutada F.P Santander por S.E El Vicepresidente.
Gaceta de Colombia, Trimestre I, No. 18, domingo 17 de febrero de 1821.
86
parte del marco legislativo local de ventajas era extrapolado al ámbito de los
tratados, lo cual a los extranjeros les podría brindar mayor seguridad y estabi-
lidad en las condiciones con las cuales desarrollaban sus actividades económi-
cas. Lo anterior se puede observar en la ley de 28 de julio de 1824, por medio
de la cual, como ya se dijo, se eximió al extranjero comerciante de consignar
sus mercaderías a favor de comerciantes colombianos.
En efecto, durante los primeros años de la República se conservó un
requerimiento propio de la Colonia según el cual el comerciante extranjero
debía consignar sus mercancías a un nacional con el fin de poder ejercer su
actividad. En 1824, esta traba se dio por terminada y se estableció la exención
en los demás tratados de comercio que firmara Colombia, tal como quedó
plasmado en artículos 4.° y 8.° de los tratados firmados con Estados Unidos y
Gran Bretaña, respectivamente.
El marco expuesto permite advertir que los Estados en desarrollo, y en
especial el nuestro, desde su proceso de formación han tenido confianza en el
rol del empresario extranjero como dinamizador del crecimiento económico y
del progreso. El extranjero fue considerado como una ficha clave para posicio-
nar a la naciente República internamente y en relación con las demás nacio-
nes, situación que no es contraria a lo que se vive en la actualidad. En nuestros
días encontramos que el sistema jurídico está diseñado para atraer al inversor
extranjero y se considera que éste es determinante en el desarrollo del Estado.
En tal sentido, es preciso garantizar un ambiente marcado por la confianza
inversionista, mediante tratados bilaterales de promoción y protección de la
inversión extranjera y los capítulos de inversiones en distintos tratados, como
los de libre comercio, o los acuerdos regionales y los contratos de estabilidad
jurídica, etcétera.
27
El aparte sobre obras públicas de necesidad o de utilidad se refiere a una considera-
ción con respecto a la sanción de la ley de 31 de julio de 1823. Gaceta de Colombia, trim. 14,
núm. 178, domingo 13 de marzo de 1825, Bogotá, “Parte no oficial - Obras públicas de
necesidad o utilidad”.
28
Periódico El Patriota, núm. 28, Bogotá, martes 20 de mayo de 1823, 13, p. 216.
88
La estructura de la ley29
La ley de julio 31 de 1823 reguló las obras que se hacían mediante capital
público a través de contratas30, y mediante capital privado a través de privile-
gios31. La ley original se caracterizó por no establecer un marco de obligaciones
susceptibles de ser impuestas al inversor durante la ejecución de su actividad;
pese a tal falencia, regló con detalle la figura de la concesión de privilegios al
incorporar un sinnúmero de requisitos o formalidades que le restaban, según
el gobierno, eficacia y agilidad, pues resultaba dispendioso para el interesado
agotar todos los trámites, razones que llevaron con posterioridad a flexibilizar
su otorgamiento32. En este sentido debe aclararse que si el propósito de las
29
Ver Gaceta de Colombia, trim. 8, núm. 106, Bogotá, domingo 26 de octubre de
1823, que continúa en la Gaceta de 2 de noviembre de 1823, trim 8, núm. 107 termina
en la Gaceta de 16 de noviembre de 1823. También se encuentra disponible en el Archivo
General de la Nación. Sección “República”, Fondo Libros Manuscritos y Leyes Originales,
Libros 34-44, Rollo 5.
30
Caminos que atravesando dos o más provincias terminaban en las costas o en la
capital de la República; los canales que servían para la comunicación de los dos mares;
y la navegación de los ríos que atravesaban uno o más departamentos (artículo 19). Por
su parte, la distinción entre contratas y privilegios se puede ver en los artículos 29 y 31.
Artículo 29: “Las obras públicas de que trata el presente capítulo podrán también empren-
derse por medio de un privilegio exclusivo”. Artículo 31: “Las dudas que ocurran sobre la
inteligencia de la contrata por obras públicas emprendidas con un privilegio exclusivo a
expensas del tesoro público, se resolverán por el Congreso”.
31
Como obras susceptibles de ser financiadas con capital privado se encuentran la
apertura o composición de un camino o un canal; la construcción, refacción o reedifica-
ción de puentes para la navegación de los ríos y sus ramales o brazos principales en buques
de vapor o para hacer cómoda, expedita y corta la navegación de algún río y sus ramales o
brazos principales (artículo 1.°).
32
El Congreso expidió un decreto mediante el cual facultaba al poder ejecutivo para
conceder algunas gracias y privilegios a los empresarios que deseaban abrir nuevos caminos
o refaccionar los antiguos, prefiriendo los más necesarios para las comunicaciones de la
República en el interior y en las costas. En cuanto a las gracias y privilegios señalados, decía
que se reducían a derechos de bodegaje, de peaje y de pontazgos por tiempo limitado y a la
concesión de tierras baldías para poblar los caminos. La autorización comprendía no solo
la facultad del ejecutivo para oír las proposiciones, celebrar los privilegios, sino además
para poner en marcha los que celebrare sin esperar la aprobación del Congreso, lo cual no
significaba exención de dar cuenta de todo lo ocurrido al siguiente Congreso para su cono-
cimiento. Dado en Bogotá el 29 de septiembre de 1827. El Presidente del Senado Vicente
- 89
35
Artículo 7.°.
36
Artículo 7.°.
37
Artículo 10.
38
Artículo 11.
39
En los privilegios encontrados, por ejemplo, no se observa que se haya respetado el
mandato legal en torno a la verificación del cumplimiento de la obra.
40
En los casos estudiados, las sanciones pecuniarias no eran fijadas en el privilegio. Se
decía que en caso de incumplimiento el poder ejecutivo era el encargado de imponerlas.
Por ejemplo, en el privilegio concedido a Juan Bernardo Elbers se dijo en el artículo 8.°: “Si
el empresario no cumpliere con estas condiciones quedará sujeto a una pena pecuniaria.
Corresponde al poder ejecutivo el señalamiento de esta pena pecuniaria”. Se aclara que
este privilegio fue anterior a la ley de julio de 1823, mas ello no impide traer a colación el
sistema de consagración de sanciones pecuniarias.
En el privilegio concedido a Jorge Suckley en 1825 también se determinó que
era el poder ejecutivo quien asignaría la pena pecuniaria en caso de incumplimiento,
artículo 7.°. Igual ocurrió en el privilegio de Hames Hamilton, artículo 4.°. En el mismo
sentido, el privilegio concedido a Carlos Stuart Cochrane, artículo 7.° (ver referencias
completas más adelante).
- 91
41
Una vez terminada la obra, el empresario debía someterla a reconocimiento y apro-
bación. Del reconocimiento se encargaba el cuerpo científico, empleados, municipalidades
o personas de notoria instrucción que nombrare el gobierno (artículo 12). Si la revisión
era conforme con lo establecido, entraba a gozar de los derechos que le habían sido conce-
didos; en caso contrario, debía corregirla en un término estipulado. Si no lo hacía, perdía
todos sus derechos, aun los que hubiese trabajado, así estuviese unido al suelo, y debía
pagar la multa estipulada. Si lo trabajado no estuviese unido al suelo seguía siendo propie-
dad del empresario. Artículos 14 y 15.
Si el empresario no estaba conforme con el resultado del reconocimiento de que
hablan los artículos 12 y 16, debía acudir al gobierno para que se nombrasen por cuenta
del empresario dos peritos y por cuenta del gobierno otros dos, a fin de que decidieran el
caso tomando como referente los informes que tuvieran por convenientes.
42
La ley señala en su artículo 7.° que el Congreso estudie la propuesta del empresario
con fundamento en el informe presentado por el Gobierno y considerando los términos
o sugerencias realizadas para su aprobación. Por su parte, el artículo 13, en lo relacionado
con la verificación de la obra, dice que de hallarse la obra conforme con lo estipulado, el
empresario gozará “inmediatamente de los derechos que se le hubieren concedido”. Al
parecer los derechos concedidos, según la redacción de la ley, dependían de lo solicitado
por el empresario en la propuesta y de lo que el gobierno conceptuara.
92
45
Privilegio concedido a Juan Bernardo Elbers para establecer buques de vapor en el
río Magdalena, concedido por el Congreso mediante decreto el 2 de julio de 1823 y san-
cionado el 3 de julio de 1823 por Francisco de Paula Santander. República de Colombia,
Codificación Nacional, t. I, p. 195. Ver también Gaceta de Colombia, trim. VII, LXXXXI,
Bogotá, domingo 13 de julio de 1823, artículo 2.°.
46
Privilegio exclusivo a la Sociedad Emprendedora de Caracas para abrir un camino
carretero desde Caracas al puerto de La Guaira, concedido por el Congreso mediante
decreto del 9 de marzo de 1826 y sancionado por Francisco de Paula Santander el 13 de
abril de 1826. Ibídem, t. II, p. 214.
47
El privilegio había sido concedido por cinco años. Loc. cit.
48
Privilegio dado a Juan Bernardo Elbers, artículo 4.°; privilegio de Hames Hamilton;
privilegio concedido a Jorge Suckley, artículo 4.°.
94
uso de las pedreras y maderas que se hallaran en tierras baldías sin pagar valor
alguno49. Así mismo, el Estado en ciertos casos incorporaba en los acuerdos
la exención de pagar derechos por las máquinas y utensilios que el empresario
introdujere para llevar adelante la empresa50.
Se colige de lo señalado que los compromisos asumidos por el Estado ter-
minaban disminuyendo sus ingresos en el caso de los peajes, pero tenían como
propósito promover el progreso de la sociedad en medio de un orden de cosas
deprimentes. En cuanto a la proporción entre el número de años por los que
se concedieron los peajes al empresario y la calidad y envergadura de las obras,
no es posible conocerla con certeza. Pese a ello, sugiero que los privilegios solo
se otorgaron frente a actividades que podían ser desplegadas por pocos, lo cual
supone un conocimiento especializado, el empleo de maquinaria o utensilios
específicos, etcétera, de allí el otorgamiento de un peaje51.
Adicionalmente, concluyo que no existió en principio durante la
República la posibilidad de saber de qué dependían las obligaciones adqui-
ridas por el Estado en los privilegios. En situaciones tan importantes como
la decisión de si se otorgaba solo el uso o la propiedad de un terreno y a
título gratuito, al parecer todo obedecía al libre albedrío del Congreso y segu-
ramente a las relaciones establecidas con cada proponente o a los informes
del gobierno, presentados con fundamento en la propuesta elaborada por el
empresario. Otro argumento explicativo se orienta hacia las grandes extensio-
nes de tierra disponibles en la época en relación con la reducida población, lo
cual no hacía pensar para aquel momento en diseños o planificación rural y
49
Privilegio concedido a la Sociedad Emprendedora de Caracas para abrir un camino
carretero desde aquella ciudad al puerto de Guaira, artículo 6.°. Privilegio concedido a
Juan Bernardo Elbers para establecer buques de vapor en el río Magdalena, concedido por
el Congreso mediante decreto el 2 de julio de 1823 y sancionado el 3 de julio de 1823
por Francisco de Paula Santander. República de Colombia, Codificación Nacional, t. I,
p. 195. Ver también Gaceta de Colombia, trim. VII, núm, LXXXXI, Bogotá, domingo
13 de julio de 1823. Ver artículo 2.°. Juan Bernardo Elbers era un ciudadano alemán; ver
Bushnell, David, óp. cit., p. 170.
50
Privilegio concedido a la Sociedad Emprendedora de Caracas, artículo 6.° y
parágrafo único.
51
Carlos Stuart Cochrane era un ciudadano inglés. Bushnell, David, óp. cit., p. 168.
En tal sentido, Santander sostenía que los privilegios exclusivos debían ser concedi-
dos “para aquellas cosas difíciles de introducir sin un capital sustancial o sin conocimientos
muy especiales”. Ibídem, p. 176.
- 95
52
Privilegio concedido a la Compañía Egea y Dassti para elaborar por quince años las
minas de fierro que tengan en propiedad, concedido por el Congreso mediante decreto el
20 de agosto de 1827 y sancionado por Francisco de Paula Santander como vicepresidente
el 21 de agosto de 1827. República de Colombia, Codificación Nacional, t. III, p. 302. Ver
también Gaceta de Colombia, trim. 25, núm. 309, domingo 16 de septiembre de 1827.
96
Bernardo Elbers para navegar con buques de vapor por el río Magdalena, debía
poner todos los buques necesarios para la navegación del río y sus ramificaciones
y abrir un canal desde Cartagena. Además, debía llevar y traer a los conductores
de los correos ordinarios, pero con los intereses de moneda y barras que ellos
transportaban, como las encomiendas, y conducir los correos extraordinarios.
Por esta labor no recibía ninguna contraprestación. Debía también transportar
las cargas de los particulares por el precio convenido con ellos sin superar los
fletes de doce pesos desde Cartagena y Santa Marta. En este caso, es posible
decir que, para ese entonces, el otorgamiento de un privilegio por veinte años,
constitutivo de un monopolio, podría justificar la imposición de obligaciones
por el mismo periodo como las de llevar los correos extraordinarios o transportar
a ciertos funcionarios sin contraprestación por esos servicios. Adicionalmente,
en el mismo privilegio el empresario debía construir un camino de tierra desde
el punto que consideraba pertinente en el río Magdalena hasta Bogotá, y que-
daba con el derecho a cobrar un peaje según previo acuerdo realizado por el
Congreso al terminar la construcción del camino.
En similar sentido, el privilegio concedido a Jorge Suckley le impone
como cargas la de “poner y mantener el bote o botes de vapor o de vacío que
sean necesarios para la navegación de lago Maracaibo, río Zulia y demás que
desaguan en él”; debía también conducir en los botes la correspondencia de
los correos ordinarios, con sus encomiendas de efectos y dinero. Así mismo,
preferir al Gobierno en la venta del astillero e ingenios de aserrar maderas
si quisiere el empresario enajenarlos. Estas obligaciones, dados los precarios
avances de la actividad empresarial de la República, podrían considerase con-
secuentes, en la medida en que garantizaban para la República la satisfacción
de necesidades o servicios.
Otra obligación que podría en principio ser coherente con el propósito de
difundir el conocimiento y las posibilidades de desarrollar un arte u oficio o
industria en una sociedad con escaso acceso a la educación era la de imponerle
al empresario el compromiso de recibir en cada una de sus oficinas a jóvenes
naturales de Colombia, en calidad de aprendices, sin exigirles cosa alguna por
el aprendizaje, como ocurrió en varios privilegios. Así, por ejemplo, en el con-
cedido a Carlos Stuart Cochrane, el empresario se comprometió a recibir a seis
jóvenes naturales de Colombia; en el de la compañía Egea y Dassti se obligó
a recibir a doce jóvenes naturales de Colombia53. Sin embargo, puede haber
53
Privilegio a la compañía Dassti, artículo 5.°.
- 97
54
Ciudadanos Leandro Egea, Bernardo Dassti y compañía. Ver también, privilegio
concedido a Carlos Stuart Cochrane el 28 de julio de 1823, artículo 5.°.
55
En el artículo 5.° del privilegio concedido a Carlos Stuart Cochrane se habla del
ingreso a la empresa y en el artículo 6.° se habla del ingreso de los aprendices. Similar
situación ocurre con el privilegio concedido a la compañía de Egea y Dassti. El artículo 4.°
se refiere a la visita de todos los ciudadanos, pero no hace reparos a autorización alguna, y
el artículo 5.° se refiere al ingreso de jóvenes aprendices.
98
Conclusiones
Resumen
*
Abogado del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, especialista en Derecho
de Daños de la Universidad de Salamanca, España, máster en Derecho de la Universidad
de los Andes y candidato a doctor en Derecho de esta misma universidad. Miembro del
Grupo de Investigación de Derecho Público de la Universidad de los Andes. Este escrito
hace parte de una investigación doctoral que el autor adelanta sobre servicios públicos
domiciliarios.
99
100
Introducción
1
Se entiende por SPD los mencionados en el artículo 1.° de la ley 142 de 1994:
“acueducto, alcantarillado, aseo, energía eléctrica, distribución de gas combustible, telefo-
nía pública básica conmutada y la telefonía local móvil en el sector rural”.
2
“El derecho administrativo, por cuanto estudia los motivos determinantes de las
actividades públicas, la relación que hay entre gobernantes y gobernados y las funciones
de los primeros para satisfacer las necesidades colectivas, es, repetimos, el derecho de los
servicios públicos, resumen y razón de aquellas actividades”. Pareja, Carlos H., Curso de
derecho administrativo, 2.a ed., Bogotá, Editorial El Escolar, 1939, p. 271.
3
“El fundamento del derecho público no es el derecho subjetivo de mando, es la regla
de organización y de gestión de los servicios públicos. El derecho público es el derecho
objetivo de los servicios públicos”. Duguit, León, Las transformaciones del derecho (público
y privado), Buenos Aires, Editorial Heliastra S.R.L., 1975, p. 38.
4
Para una explicación general, ver Ariño Ortiz, Gaspar, Principios de derecho público
económico, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2003, p. 585.
101
5
“El nuevo enfoque se perfiló desde fines de los setenta y permitió concebir a los mer-
cados bajo estrictas condiciones de competencia y definición de sus equilibrios, así como
de aquellos fallos o imperfecciones que explican la función regulatoria del gobierno en el
sistema económico, y de sus áreas de participación directa en la asignación de recursos
escasos”. Aguilar, Justo, “Liberalización del sector de servicios públicos regulados”, Revista
Centroamericana de Administración Pública (52-53), 17-37, 2007, p. 19.
6
Geddes, Rick, Public utilities, 5940. 1990. p. 1166 y ss.
7
El mercado de servicios públicos —señala básicamente el análisis económico— debe
atender a motivaciones óptimas de interacción a nivel de oferta y demanda, que generen
una asignación eficiente de bienes y servicios, equilibrio de Pareto eficiente. Sin embargo,
como el mercado de SPD no alcanza el equilibrio por sí mismo, resulta necesaria la inter-
vención estatal. Aguilar, óp. cit., p. 19.
8
Alviar García, Helena, Derecho, desarrollo y feminismo en América Latina, propuesta
para un análisis distributivo, Bogotá, Universidad de los Andes–Editorial Temis, 2008,
cap. I.
102
9
“En efecto, de un lado, la Constitución consagra una economía social de mercado
dirigida, puesto que reconoce genéricamente que la iniciativa privada y la actividad econó-
micas son libres (CP art. 332) pero establece, también de manera global, que ‘la dirección
general de la economía estará a cargo del Estado’ (CP art. 333).” Sentencia C-265 de 1994,
M.P. Alejandro Martínez Caballero.
10
Artículo 3.° de la ley 142 de 1994. “Instrumentos de la intervención estatal. Constituyen
instrumentos para la intervención estatal en los servicios públicos todas las atribuciones y fun-
ciones asignadas a las entidades, autoridades y organismos de que trata esta ley, especialmente
las relativas a las siguientes materias[…]”. La exposición de motivos del proyecto de ley que a la
postre se convirtió en la ley 142 de 1994 define que “la función reguladora no debe ser entendida
como el ejercicio de un intervencionismo entorpecedor de la iniciativa empresarial. En su visión
moderna, la regulación es una actividad estatal que fomenta la competencia en aquellas áreas
donde existe y es factible; impide el abuso de posiciones de monopolio natural, donde esta es
ineludible; desregula para eliminar barreras artificiales a la competencia, finalmente, calibra las
diversas áreas de un servicio para impedir prácticas discriminatorias o desleales para el competi-
dor”. Gaceta del Congreso, año 1, núm. 162 del 17 de noviembre de 1992. Proyecto de ley núm.
197 de 1992 “Por la cual se establece el régimen de los servicios públicos domiciliarios”, p. 23.
11
Ariño, óp. cit., p. 588. Alviar, óp. cit., p. 28 y ss.
12
Con esto me refiero a la responsabilidad en cabeza del Estado por la prestación del ser-
vicio público, que anteriormente era directa y que con el cambio del modelo necesariamente
varió. Ocurre algo similar con lo social, porque en el modelo anterior el ciudadano exigía, con
todo derecho, la prestación del servicio del Estado, mientras que en la actualidad lo deben
hacer a un tercero, esto también modificó la estructura del vínculo. Por límite de espacio me
abstendré de hablar sobre los efectos de esa variación de las relaciones jurídicas y sociales.
103
13
Para más sobre el tema, ver Ariño, óp. cit., p. 585; Palacios Mejía, Hugo, El derecho
de los servicios públicos, Derecho vigente S.A., 1999. pp. 13-14; Palacios Lleras, Andrés,
“Introducción al análisis económico del derecho administrativo”, Revista de Derecho
Público, núm. 22, Universidad de los Andes, febrero 2009, p. 5.
14
“El fundamento del derecho público no es el derecho subjetivo de mando, es la regla
de organización y de gestión de los servicios públicos. El derecho público es el derecho
objetivo de los servicios públicos”. Duguit, León, óp. cit., p. 38.
15
Por razones de extensión, este escrito parte del análisis de las discusiones generadas
en la Asamblea Nacional Constituyente en lo referente a los SPD. Con ello no se quiere
desconocer que de tiempo atrás se venía formando una concepción económica que abo-
gaba por involucrar decididamente el capital privado a la prestación de SPD.
104
de la época advertían que “los servicios públicos están en crisis. Las manifes-
taciones son múltiples: elevado endeudamiento (sector eléctrico), baja gene-
ración de recursos, fallas del servicio, rezagos de cobertura, niveles elevados
de pérdidas físicas, atraso en los planes de expansión, interferencia política,
excesos burocráticos, deficiencias en el sistema de facturación y cobro, caren-
cia de procedimientos ágiles de atención a usuarios”16.
Para la Asamblea no era desconocida la grave situación de los SPD, y se
señalaban preocupaciones como “la insuficiencia y la dispersión de recursos
financieros, técnicos y administrativos, la demanda constante de ampliación
de su cobertura dada la migración a las ciudades y la ausencia de ellos en
las zonas rurales, la mala calidad de los servicios, la burocratización que han
tenido bajo la presión de intereses políticos partidistas, el elevado, confisca-
torio y discriminatorio costo fijado en las tarifas, y el desgreño en su manejo
administrativo”17. Ante este difícil retrato era claro que se requería un rediseño
profundo del “modelo” de los SPD, para lo cual era necesario contar con dos
actores con un guión predeterminado, el Estado y los particulares.
Esta agenda de crisis en la prestación de SPD, el llamado social por su
mejoramiento y la referida influencia neoliberal en la Asamblea, ocasionaron
que el tema fuera central en las discusiones; sin embargo, los SPD fueron
abordados desde una perspectiva netamente económica.
En el proyecto de acto reformatorio de la Constitución Política núm. 2,
presentado por el gobierno nacional, se percibe la visión de gestión de una
economía liberal dirigida por el Estado, aplicable también a los SPD y que de
hecho supuso una reforma del modelo económico del Estado. En la Gaceta
Constitucional (GC) núm. 5 del 15 de febrero de 1991, en la página 6 se lee,
por ejemplo, que “El artículo 55 de la CP pasará a ser el artículo 4 y en su
lugar quedará el siguiente: Se garantizan la libertad de empresa y la iniciativa
privada dentro de los límites del bien común, pero la dirección general de la
economía estará a cargo del Estado. Este intervendrá por mandato de la ley,
en la producción, distribución, utilización y consumo de los bienes y en los
18
El artículo 334 de la CP señala: “La dirección general de la economía estará a cargo
del Estado. Este intervendrá, por mandato de la ley, en la explotación de los recursos
naturales[…] y en los servicios públicos y privados, para racionalizar la economía con el
fin de conseguir el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes, la distribución
equitativa de las oportunidades y los beneficios del desarrollo y la preservación de un
ambiente sano[…]”.
19
Proyecto de Ley de los Servicios Públicos Domiciliarios presentado por Carlos
Lemos Simmonds ante la Comisión Especial Legislativa (en adelante Proyecto Ley Lemos),
p. 4, “Exposición de motivos”. Sin embargo, a pesar de este proyecto, existió una corriente
disidente encabezada por el Constituyente Navarro Wolf que consideraba inoportuno
reconocer el libre acceso de los particulares a la prestación de servicios públicos esenciales
(entre ellos los SPD). En el proyecto núm. 7 de acto reformatorio de la Constitución
Política de Colombia se consignó sobre los servicios públicos: “Es deber del Estado la pres-
tación de los servicios públicos esenciales. Excepcionalmente podrá asociarse o entregar en
concesión dicha prestación a los particulares, siempre y cuando se demuestre que se deriva
beneficio para la colectividad por razón de costos, calidad, cobertura y beneficio social. El
Estado tiene la dirección y control de la actividad. La participación de los usuarios en la
administración de los servicios será siempre obligatoria”. Gaceta Constitucional, núm. 8 del
19 de febrero de 1991, p. 1.
20
Artículo 32 de la Constitución Política de Colombia de 1886, modificado por el
artículo 6.° del acto legislativo núm. 1 de 1968. Sobre la evolución del Estado de Bienestar
a Estado Regulador ver Lamprea Montealegre, Everaldo. “Los servicios públicos domi-
ciliarios y el Estado regulador”, disponible en: www.icesi.edu.co/esn/contenido/pdfs/
C2A%2Oelamprea-servicios.pdf.
106
fuera preparado por el constituyente Augusto Ramírez Carmona, se presenta una clasifi-
cación que conviene resaltar: “I. Servicios públicos orientados a proteger o crear bienes de
consumo colectivo y son de potestad exclusiva del Estado[…] II. Servicios sociales básicos:
son aquellos que satisfacen necesidades colectivas y donde el consumo de un individuo
beneficia a los demás[…] III. Servicios colectivos domiciliarios: son los que satisfacen
necesidades colectivas y presentan indivisibilidades y economías de escala que conducen a
la constitución de monopolios naturales[…] IV. Servicios públicos que satisfacen necesi-
dades colectivas y que, aun cuando son de consumo individual, constituyen bienes cuyo
consumo, socialmente deseable, está restringido por la distribución del ingreso”.
22
Artículo 365 de la Constitución Política de Colombia.
23
“Toda persona tiene derecho a la prestación de los servicios públicos. Es deber del
Estado asegurar la prestación eficiente, oportuna, continua y equitativa de los servicios
públicos a todos los habitantes del territorio nacional”.
107
“[…] la naturaleza del servicio público, así como el hecho de que en general se cons-
tituyen monopolios naturales, hace indispensable que el estado regule su prestación,
a través de ley, en todos los casos. De otra manera no podría cumplir con el deber
de ‘asegurar la prestación eficiente de los servicios públicos a todos los habitantes del
territorio nacional’ que se le asigna en el art. 2.° y que se amplía en el art. 5.°[…]”24.
24
GC, núm. 59 del 18 de marzo de 1991, p. 55.
25
Ponencia presentada por la Sección Quinta al secretario general de la Asamblea
Nacional Constituyente, quien ordenó su publicación en la Gaceta Constitucional del 27
de mayo de 1991, p. 2.
26
Ibídem, p. 2.
27
También hicieron parte los constituyentes Rodrigo Lloreda, Antonio Yepes, Oscar
Hoyos, Carlos Ossa, Rafael Molina y Carlos Lemos.
108
señaló: “Créase una Comisión Especial de treinta y seis miembros elegidos por cuociente
electoral por la Asamblea Nacional Constituyente, la mitad de los cuales podrán ser
Delegatarios, que se reunirá entre el 15 de julio y el 4 de octubre de 1991 y entre el 18 de
noviembre de 1991 y el día de la instalación del nuevo Congreso. La elección se realizará
en sesión convocada para este efecto el 4 de julio de 1991. Esta Comisión Especial tendrá
las siguientes atribuciones: […] b) Preparar los proyectos de ley que considere conve-
nientes para desarrollar la Constitución. La Comisión Especial podrá presentar dichos
proyectos para que sean debatidos y aprobados por el Congreso de la República[…]”.
29
Proyecto Ley Lemos, p. 1, “Exposición de motivos”.
30
Ibídem, p. 2 y 3, “Exposición de motivos”. Se refiere al capítulo 5.° de la Constitución
Nacional vigente “De la finalidad social del Estado y de los servicios públicos”.
109
31
Artículo 2.º: Las comunidades organizadas legalmente o los empresarios particulares
podrán constituir sociedades comerciales con el objeto de explotar un servicio público
domiciliario o alguna actividad que lo integre o complemente, bien sea estableciendo el
servicio para cubrir todo o parte de la población o zonas geográficas desprovistas de él, o
adquiriendo del Estado, mediante licitación pública, la infraestructura de un servicio para
mejorarlo, o asociándose con una empresa estatal determinada, para realizar un actividad
específica de un servicio domiciliario mediante contrato o participación accionaria.
Las sociedades comerciales que aparezcan como titulares de un servicio público
domiciliario o que se responsabilicen de una actividad determinada dentro del mismo,
para el ejercicio de sus actos y contratos internos se regirán por el derecho privado, sin
perjuicio de su sometimiento al régimen jurídico que se establece en la presente ley.
32
Proyecto Ley Lemos, p. 4, “Exposición de motivos”.
33
Ley 142 de 1994 “Por la cual se establece el régimen de los servicios públicos domi-
ciliarios y se dictan otras disposiciones” y la ley 143 de 1994 “Por la cual se establece el
régimen para la generación, interconexión, transmisión, distribución y comercialización
de electricidad en el territorio nacional, se conceden unas autorizaciones y se dictan otras
disposiciones en materia energética”.
110
La ley 142 de 1994 insiste en esa connotación de régimen privado: ver artículos 19
34
35
Sobre el fenómeno denominado “huida del derecho administrativo al derecho pri-
vado” o “huida de la administración hacia el derecho privado”, ver Ariño, óp. cit., p. 93
y ss., y Tafur Galvis, Álvaro, “La huida de la administración hacia el derecho privado en
Colombia”, en Ensayos jurídicos Liber Amicorum. Homenaje al profesor Carlos Holguín
Holguín, Medellín, Colombia, Ediciones Rosaristas, 1996, p. 412 y ss.
36
Ver Palacios Mejía, Hugo, “El derecho de los servicios públicos”, óp. cit., p. 75
y ss. Con relación a la tesis de la “retirada” del Estado en la prestación de los servicios
públicos domiciliarios que al parecer defienden el profesor Palacios y la Superintendencia
de Servicios Públicos Domiciliarios, se recomiendan los trabajos de Lamprea Montealegre,
Everaldo, “Los servicios públicos en Colombia entre la libertad de mercado y la interven-
ción estatal”, en Manual de derecho administrativo, coordinadora Helena Alviar García,
112
Universidad de los Andes, 2009, p. 176 y ss; y “Los servicios públicos domiciliarios y el
estado regulador”, óp. cit.
37
Pierce, Jr., Shapiro y Verkuil, Administrative Law and Process, New York, 1985, p. 11.
38
“Uno de los principios fundacionales de la Constitución americana es el de respeto a
la libre empresa. Con la excepción notable pero aislada del servicio postal administrado por
el Estado federal, la regulación de la prestación es construida a partir del funcionamiento
del mercado y del juego de las empresas privadas. No se trata de intervención autoritaria de
los poderes públicos, sino de corregir efectos negativos del dejar hacer (laisser faire), en la
medida en que los equilibrios sociales y económicos se vean amenazados por los abusos de
los monopolios privados”. Stoffaës, Christian, Services publics, question d´avenir, Editions
Odile Jacob/ La documentation française, 1995, p. 99.
39
Pierce, Jr., Shapiro y Verkuil, óp. cit, p. 11-12.
40
Stoffaës, óp. cit., p. 97.
113
41
“La posible justificación de un ensayo como este, en el cual se busca criticar este
acercamiento ‘conceptualizador’ a los servicios públicos y se pretende desmontar la narra-
tiva del ‘giro’ conceptual hacia el concepto de public utilities, no debe ser solo académica.
Estudiar esta supuesta ‘retirada’ del Estado de la prestación de los servicios públicos a favor
de un mercado vigoroso y omnipresente resulta relevante, principalmente por las conse-
cuencias en materia de igualdad, pobreza, bienestar y garantía de los derechos sociales de
vastos sectores de la población”. Lamprea, Everaldo, óp. cit., p. 176.
114
estas industrias debe operar bajo un marco de regulación gubernamental. Esta situación se
manifestó en el desarrollo de estas industrias en países desarrollados como Estados Unidos
e Inglaterra.” Aguilar, óp. cit., p. 21. Considero que el caso en Colombia no es comparable
con la estructura de países desarrollados en los cuales las personas tienen una capacidad
adquisitiva diferente.
46
Con esta referencia se alude a toda la construcción doctrinal de Estado social de
derecho, que se refleja con gran impacto en la prestación de SPD.
47
Artículos 10 y 11 del acto legislativo 1 de 1936 y artículo 6.° del acto legislativo 1
de 1968 (modificatorio del artículo 32 de la Constitución Nacional).
48
Artículo 3.°, numeral 5 de la ley 136 de 1994.
116
49
Palacios Mejía, óp. cit., p. 77.
50
El artículo 76 de la ley 715 de 2001, sobre el sistema general de participaciones,
señala sobre el particular: “Competencias del municipio en otros sectores. Además de las
establecidas en la constitución y en otras disposiciones, corresponde a los municipios,
directa o indirectamente, con recursos propios, del sistema general de participaciones u
otros recursos, promover, financiar o cofinanciar proyectos de interés municipal y en espe-
cial ejercer las siguientes competencias: 76.1. Servicios públicos. Realizar directamente o a
través de terceros en materia de servicios públicos además de las competencias establecidas
en otras normas vigentes la construcción, ampliación rehabilitación y mejoramiento de la
infraestructura de servicios públicos[…]”.
51
Gaceta del Congreso, año 1, núm. 162 del 17 de noviembre de 1992. Proyecto de
ley núm. 197 de 1992 “por el cual se establece el régimen de los servicios públicos domi-
ciliarios”, pp. 19-26. Proyecto de origen gubernamental presentado por los ministros de
Hacienda y Crédito Público (Rudolf Hommes), ministro de Minas y Energía (Guido
Nule), ministro de Comunicaciones (William Jaramillo), ministro de Obras Públicas y
Transporte (Jorge Bendeck) y ministro de Desarrollo Económico (Luis Alberto Moreno).
117
52
Ibídem, p. 23.
53
Ibídem, p. 24
54
Sentencia C-741-2003 (agosto 28), M.P. Manuel José Cepeda Espinosa, expediente
D-4405.
118
55
Ibídem, p. 24.
56
Ibídem, p. 23.
119
57
Loc. cit.
58
Artículo 17, ley 142 de 1994. El artículo 19.15 de la misma norma remite a las
reglas de la sociedad anónima en aquello que no esté expresamente consagrado para las
ESP.
59
“La Honorable Corte Constitucional mediante Sentencia C-741 del 28 de agosto
de 2003 con el fin de emplear el término más amplio posible que abarque las personas
jurídicas sin ánimo de lucro, emplea el término ‘organizaciones solidarias’, término que
engloba, entre otras, las fundaciones, asociaciones de beneficio común y las cooperativas,
los organismos de segundo y tercer grado que agrupen cooperativas u otras formas aso-
ciativas y solidarias de propiedad, las instituciones auxiliares de la Economía Solidaria, las
empresas comunitarias, las empresas solidarias de salud, las precooperativas, los fondos
de empleados, las asociaciones mutualistas, las empresas de servicios en las formas de
120
opera un sujeto estatal62, salvo las excepciones que la propia ley regula63. No
obstante lo anterior, es importante recalcar que este texto no trata sobre el
régimen general de las ESP, sino sobre la contratación que realiza ante terce-
ros diferentes a sus usuarios, con quienes suscribe un contrato de condiciones
uniformes; por tanto, se pasa a revisar lo concerniente a la contratación de las
ESP de carácter público con sus proveedores de bienes y servicios, construc-
tores y consultores.
Así mismo, se expone lo relacionado con la contratación de las personas
de derecho público que prestan SPD, porque está llena de matices, lo que la
convierte en un régimen mixto que oscila entre el régimen público de contra-
tación y el privado, entre la ley 80 y el Código Civil y de Comercio. A pesar
de ello, el régimen no resultaba tan novedoso como se quiso mostrar y así lo
precisa Benavides, quien indica que en materia de contratación pública, en
general “el derecho público se convirtió en el derecho aplicable por excepción,
y la lógica del contrato se vio profundamente modificada para abrir mayor
campo a la comercialidad”64. No obstante esta precisión, cabe anotar que así
62
La ley 142 de 1994 insiste en esa connotación de régimen privado: ver artículos 19
(19.17), 27 (27.7) y 32 (modificado por la ley 689 de 2001) de la mencionada norma. El
artículo 32 señala: “Salvo en cuanto la Constitución Política o esta ley dispongan expresa-
mente lo contrario, la constitución, y los actos de todas las empresas de servicios públicos,
así como los requeridos para la administración y el ejercicio de los derechos de todas las
personas que sean socias de ellas, en lo no dispuesto en esta ley, se regirán exclusivamente
por las reglas del derecho privado. La regla precedente se aplicará, inclusive, a las socieda-
des en las que las entidades públicas sean parte, sin atender al porcentaje que sus aportes
representen dentro del capital social, ni a la naturaleza del acto o del derecho que se ejerce.
Se entiende que la autorización para que una entidad pública haga parte de una empresa
de servicios públicos organizada como sociedad por acciones, faculta a su representante
legal, de acuerdo con los estatutos de la entidad, para realizar respecto de la sociedad,
las acciones y los derechos inherentes a ellas y todos los actos que la ley y los estatutos
permiten a los socios particulares”.
63
Las ESP tanto de derecho público como privado pueden emitir ciertos actos admi-
nistrativos, en casos como: en las relaciones con los usuarios relacionadas con los con-
tratos de condiciones uniformes; la facultad para imponer cargas como la expropiación,
ocupación temporal de inmuebles o uso del espacio público; la jurisdicción coactiva y los
contratos de concesión, entre otras.
64
Benavides, José Luis, El contrato estatal, entre el derecho público y el derecho privado,
Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2.a ed., reimpresión 2005, p. 79. El autor
sustenta lo dicho en el artículo 8 del decreto 679 de 1994 (marzo 28) que enuncia: “En las
materias no reguladas por la ley 80 de 1993 se aplicará la legislación comercial cuando el
122
contrato tenga el carácter de mercantil de acuerdo con lo dispuesto por los arts. 20, 21 y
22 del Código de Comercio. En caso contrario se aplicará la legislación civil”.
65
Óp. cit., p. 78.
66
Ley 1107 de 2006. “art. 1.° Objeto de la jurisdicción de lo contencioso administra-
tivo. La jurisdicción de lo contencioso administrativo está instituida para juzgar las contro-
versias y litigios originados en la actividad de las entidades públicas incluidas las sociedades
de economía mixta con capital público superior al 50% y de las personas privadas que
desempeñen funciones propias de los distintos órganos del Estado. Se ejerce por el Consejo
de Estado, los tribunales administrativos y los juzgados administrativos de conformidad
con la Constitución y la ley”.
123
67
Artículo 13, ley 1150 de 2007. “Principios generales de la actividad contractual
para entidades no sometidas al Estatuto General de Contratación de la Administración
Pública. Las entidades estatales que por disposición legal cuenten con un régimen
contractual excepcional al del Estatuto General de Contratación de la Administración
Pública, aplicarán en desarrollo de su actividad contractual, acorde con su régimen legal
especial, los principios de la función administrativa y de la gestión fiscal de que tratan
los artículos 209 y 267 de la Constitución Política, respectivamente según sea el caso y
estarán sometidas al régimen de inhabilidades e incompatibilidades previsto legalmente
para la contratación estatal”.
124
4), juez competente para dirimir las controversias generadas con ocasión de la
ejecución de los contratos celebrados por las ESP68.
Si a estas excepciones se adiciona el carácter público del presupuesto,
entonces se tiene por resultado que evidentemente las reglas presupuestales de
las entidades públicas hagan parte del régimen de contratación, con lo cual las
excepciones han terminado por convertirse en regla y la reglamentación cons-
titucional y legislativa que procuró generar una competencia en el mercado de
SPD entre particulares y públicos quedó en meras intenciones.
Conclusiones
68
Ley 1107 de 2006.
125
Sobre el particular se considera que los SPD no han sido repudiados por
el Estado en su prestación. El modelo económico plasmado en la Constitución
Política otorga al ente público una doble gestión frente a los SPD: de operador
y regulador, situación que por momentos lo deja en posición de beneficio
frente a los prestadores privados, lo que se explica por la necesidad de proteger
intereses superiores consagrados en la Constitución Política, como garantizar
la prestación de SPD a todos los habitantes.
El régimen de los SPD es consecuencia de una larga tradición de con-
cepción del Estado, que fluctuó entre los linderos de la confiscación pública
y el control privado de su actividad y control. Por lo cual se considera que
Colombia ha logrado superar los extremos presentados y que se encuentra en
un punto intermedio en esa línea que quizá las políticas públicas de privati-
zación y libre mercado han desplazado hacia el control privado. Este estudio
aportaría elementos para abogar por una mayor participación del ente esta-
tal en la operación de servicios públicos y variar así la política pública de
amplio fomento a la privatización por una política mixta que permita el acceso
de la inversión privada y fortalezca la estructura estatal a fin de garantizar la
provisión de SPD.
El mensaje que se quiere dejar es que el ente público está llamado a par-
ticipar de forma activa no solo en su papel de regulador, sino de operador de
SPD, tanto en aquellos sitios o zonas repudiadas por el sector privado, donde
evidentemente debe hacerlo por imperativo constitucional, como en aque-
llas regiones donde hay competencia con el privado. Las reglas están dadas
y el mercado no está cerrado a los entes públicos. La idea de la Constitución
Política no era pasar de un modelo exclusivamente público a uno eminente-
mente privado.
La coexistencia de regulación entre lo público y privado en materia de
SPD no solo le da mayor interés al estudio de la materia, sino que parece
suficientemente clara y precisa como para no presentar incertidumbre en su
aplicación; sin embargo, algunos operadores jurídicos han visto en la regla-
mentación un híbrido regulatorio inconsecuente e ilógico que no ha permi-
tido consolidar la regulación de SPD.
Las excepciones al régimen de contratación privada de las ESP estatales
y las normas presupuestales que lo soportan han servido, infortunadamente,
para que los operadores jurídicos y los entes de control tiendan a confundir
la regulación y determinen sus posiciones basados en reglas de contratación
pública.
Parte III
Canales de emancipación, movilización de
la sociedad civil y su articulación
con el campo legal
Marcela Abadía
Resumen
129
130
Introducción
Este escrito tiene como propósito mostrar cómo la narrativa que subyace
a las decisiones que ha adoptado la Corte Constitucional a partir de la expe-
dición de la Carta del 91, en cuanto tienen que ver con la exequibilidad del
delito de aborto, no han podido desprenderse de la visión, dogmatizada por
la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), en torno a la concepción sacra-
lizada del derecho a la vida y la comprensión naturalizada de la vinculación
aborto como un homicidio.
Sostengo que esas decisiones del Tribunal Constitucional —incluso la
sentencia del año 2006 que despenalizó el aborto solo para tres circunstan-
cias excepcionales— están claramente aferradas a los discursos esbozados por
los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, los cuales se
limitaron a continuar con la naturalización del derecho a la vida como invio-
lable y sacrosanto, así como su inseparable correlación con la idea, igualmente
naturalizada, de aborto–homicidio.
Esa arraigada correlación entre el aborto y el homicidio tuvo una sus-
tancial repercusión en el ámbito penal. La vinculación que el derecho penal
moderno tiene con los principios constitucionales guía su actividad tanto
legislativa como interpretativa. Las conductas penales no podrán sobrepasar o
disminuir la protección de los bienes jurídicos que consagra la Constitución
Política. Ningún juez ni ningún legislador penal podrá contrariar los postula-
dos constitucionales. Esas limitaciones suponen que en la práctica cualquier
131
Entre los 70 miembros de la ANC tan solo había cuatro mujeres. Este
dato no quiere decir, ciertamente, que un pretendido aumento en el número
de mujeres hubiese supuesto constrictivamente una aproximación diferente a
los derechos que se consagraron o se pretendían consagrar desde una perspec-
tiva de género en la Constitución Política colombiana. Lo que quiero resaltar
es que esas mujeres constituyentes no fueron las representantes de la “voz
oficial” en torno a los derechos reproductivos de las mujeres, teniendo en
cuenta la fuerza que en esos momentos tenía el movimiento de mujeres que
veían en el proyecto reformador una oportunidad trascendental para renovar,
mediante el uso de los derechos, el poder que las mujeres deben tener sobre su
sexualidad y reproducción3.
2
Pretendo situarme metodológicamente en esa idea explicada por Foucault de la
genealogía como una metodología apropiada para conducir la lucha contra los efectos de
poder de un discurso considerado científico. Foucault, Michel, Genealogía del racismo. De
la guerra de las razas al racismo del Estado, Madrid, Ed. La Piqueta, 1992.
3
Wills Obregón, María Emma, Inclusión sin representación, la irrupción política de las
mujeres en Colombia, 1970-2000, Norma, 2007.
133
La activista Olga Amparo Sánchez4 explica cómo desde antes del inicio
del proceso constituyente ya existía un grupo de mujeres trabajando en un
proyecto de ley que alcanzó a ser presentado en 1988 ante la Cámara de
Representantes y el cual involucraba, en términos generales, el reconocimiento
del principio de igualdad y la no discriminación. Este fue el preámbulo para
que durante la ANC se consolidara lo que se denominó “Red de la mujer y
constituyente”5, movimiento que alcanzó a proponer varios aspectos funda-
mentales en torno a los derechos, que usualmente se expresan como derechos
a favor de la mujer6.
Por resultar claramente significativa, transcribo lo que señaló Olga
Amparo Sánchez: “Durante todo el proceso de cabildeo de discusión con las
personas que estaban en la Asamblea Nacional Constituyente, la libre opción
de la maternidad fue asumida como aborto (y no era necesariamente aborto).
Por medio de ella, las mujeres tendrían la libertad de decidir cuándo tenían un
hijo y cuando podrían suspender una maternidad no deseada —o producto
de una violación—. Los constituyentes más democráticos, más avanzados,
nos dijeron: ‘Mire, eso no pasa. No pasa, porque ya hay un acuerdo con la
Iglesia católica donde pasa el divorcio, pero que si nosotros incluimos lo de
la libre opción de la maternidad, la Iglesia incluye el derecho a la vida desde
el momento de la concepción’. ¿Qué hicimos las mujeres en ese momento?
Decir: ‘Bueno, entonces sería mucho más crítico que en la Constitución se
incluyera el derecho a la vida desde el momento de la concepción porque
cerraba posibilidades’; idealmente pensábamos eso. Y en alguna medida
4
Sánchez, Olga Amparo, “No creas tener derechos”, en Modernidades, nueva consti-
tución y poderes constituyentes, Miguel Ángel Herrera Zgaib (editor) Universidad Nacional
de Colombia, 2001.
5
Este grupo se conformó en mayo de 1990 y, durante el proceso constituyente, se
adhirieron a él noventa grupos de mueres, según relatan Cecilia Barraza Moelle y Claudia
Gómez en su investigación Un derecho para las mujeres, Edición: Miriam Cotes Benítez, La
Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres, Bogotá, mayo de 2009.
6
Esta es la propuesta que hace la Red: “Todas las mujeres son libres y gozan de
los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación. El Estado
desarrollará acciones compensatorias para grupos marginados”; “toda persona es libre de
autodeterminarse”; “el Estado garantizará la participación equitativa de la mujer en las
diferentes instancias de decisión”; “la maternidad goza de especial protección del Estado,
no podrá ser causa de discriminación”; “el Estado garantizará la subsistencia digna de
las mujeres, hijos, hijas, ancianas, ancianos y víctimas de la violencia”. Gaceta Asamblea
Nacional Constituyente, pp. 111-144, constancia de junio 14 de 1991.
134
7
“Qué opinan las mujeres constituyentes sobre el aborto”, El Tiempo, 16 abril
de 1991.
8
Resalto el término en comillas únicamente para significar la dispersión de perspec-
tivas que sobre la propuesta se había presentado en la Constituyente y su relación con la
idea, al parecer inamovible, del binomio aborto–derecho a la vida y, por supuesto, su lado
oscuro: “homicidio”.
9
Loc. cit.
135
10
Ver Gaceta Constitucional, núm. 21, 15 de marzo. Proyecto de acto reformatorio
número 32. Título: “Derecho de familia”, autora: Aída Abella Esquivel, p. 3.
136
11
Sesión Comisión 1.a, 16 de abril de 1991.
12
La concepción de la constituyente María Mercedes Carranza respecto de su rechazo
al aborto y su relación con la protección a la vida como derecho inviolable se reflejó a lo
largo de sus discursos en protección a este derecho. Entre otras, ver sesión plenaria de junio
14 de 1991.
13
Un derecho para las mujeres, óp. cit.
14
La propuesta originalmente presentada por las constituyentes Abella y Carranza era
la siguiente: “Todas las personas tienen derecho a la vida, el Estado garantiza este derecho.
No hay pena de muerte. La tortura al igual que los tratos crueles, inhumanos y degradantes
y la desaparición forzada son delitos”. Sesión Comisión Primera, 16 de abril de 1991.
15
Esto sucedió pese a que, mediante una propuesta de adición, el constituyente Iván
Marulanda, en consonancia con la Red, puso sobre el tapete nuevamente la discusión en
el momento de la votación del actual artículo 43 de la Constitución. Por supuesto, sin
ninguna posibilidad de éxito. Gaceta Constitucional 111, acta de sesión plenaria, viernes
14 de junio de 1991.
137
16
Loc. cit.
17
Sesión plenaria del 10 de junio de 1991. Gaceta Nacional Constituyente.
138
18
Loc. cit.
139
19
“Con Gaviria convinimos que esta especie de arreglo, tácitamente comprendido,
sutilmente tejido, era satisfactorio, entre otras cosas, porque el gobierno era consciente
de los graves riesgos derivados de agitar el tema del aborto. Esto generaría complicacio-
nes sin cuento”. Calle, Humberto de la, Contra todas las apuestas. Historia íntima de la
Constituyente de 1991, Editorial Planeta, p. 182 y ss.
20
Ibídem, p. 96.
140
Bogotá, p. 36.
22
Gaceta 52. Sesión del miércoles 17 de abril de 1991. Ponentes: Iván Marulanda
Jaime Benítez, Tulio Cuevas, Guillermo Perry, Angelino Garzón y Guillermo Guerrero.
141
“porque se cree que no puede hablarse de la familia sin coordinar sus conteni-
dos con los del niño —el joven—, la mujer o el anciano, ni viceversa”23.
La visión de la familia como núcleo fundamental de la sociedad fue así
rápidamente vinculada con el discurso de los derechos de la mujer y la repro-
ducción, y esta última como una función que la engrandece. Este punto así
lo resaltaron los ponentes de la Subcomisión Primera en el informe-ponencia
que rindieran ante la Comisión Quinta sobre los derechos de la familia, el
niño, el joven, la mujer y la tercera edad: “La mujer como gestadora de vida
cumple una función vital para el género humano. Esta condición, que por
siglos la colocó en una situación de inferioridad —aun cuando por esta acción
pone en peligro su vida, ya que los problemas del embarazo, parto y post-
parto, son en alto grado causa de mortalidad—, debe servir para enaltecerla.
Es indispensable, entonces, proteger a la mujer desde la infancia y prodigarle
los cuidados que requiere para que pueda realizarse como individuo. De este
modo debe brindársele todo un tipo de atenciones, no solo en el campo de la
salud, sino también en el aspecto educativo y nutricional, porque está com-
probado que de su salud física y mental, de su educación y su estabilidad
económica y emocional depende el acto sublime de dar y preservar la vida y,
en últimas, la calidad de la especie humana” (cursivas mías)24.
Esta vinculación gravitaba también en la solicitud de la Red Nacional de
Mujeres, a través de la cual impetraban por la introducción de los siguientes
principios: “Todas las mujeres son libres y gozan de los mismos derechos,
libertades y oportunidades sin ninguna discriminación. El Estado desarro-
llará acciones compensatorias para grupos marginados... Toda persona es libre
de autodeterminarse... El Estado garantizará la participación equitativa de la
mujer en las diferentes instancias de decisión... La maternidad goza de espe-
cial protección del Estado, no podrá ser causa de discriminación... El Estado
garantizará la subsistencia digna de las mujeres, hijos, hijas, ancianas, ancianos
y víctimas de la violencia” 25.
Propuestas como la de consagrar la maternidad como función social
y sujeta a especial protección del Estado fue una retórica que permeó el
23
Gaceta 85. Informe ponencia para el primer debate en plenaria.
24
Gaceta 52. Ponentes: Iván Marulanda, Guillermo Perry, Jaime Benítez, Angelino
Garzón, Tulio Cuevas y Guillermo Guerrero.
25
Gaceta Constitucional 111, constancia de junio 14 de 1991.
142
la democracia”. Autora: María Teresa Garcés Lloreda. “Art. 50. La familia y la mater-
nidad están bajo la protección especial del Estado”. Exposición general de motivos de
la Constituyente Aida Abella, Constituyente por la Unión Patriótica en la plenaria de
la Asamblea Nacional Constituyente el 18 de febrero de 1991: “El Estado reconocerá la
función social de la maternidad y otorgará especial protección al proceso de reproducción
humana. La mujer tendrá especial protección durante el embarazo[…]” (cursivas mías).
27
Esto fue lo que en uno de discursos expresó la constituyente María Mercedes
Carranza: “[…] sin ser feminista, porque considero el feminismo como una equivocada
conducta de autodiscriminación, pienso que en nuestra Constitución debe figurar en
forma muy clara la igualdad jurídica y de oportunidades entre el hombre y la mujer, así
como otros derechos relacionados con la maternidad y la familia. No debemos olvidar
que el marginamiento de la mujer trasciende en el marginamiento de la familia”. Acta de
sesión plenaria, viernes 15 de febrero de 1991, Gaceta Constitucional, núm. 48 del 12 de
abril de 1991.
28
Proyecto de acto reformatorio núm. 90, 20 de marzo de 1991. Título: “Los derechos
de la mujer”. Autores: Horacio Serpa, Guillermo Perry y Eduardo Verano, Gacetas 1-29.
143
29
El principio de lesividad, en términos muy concretos, es uno de los fundamentos
básicos garantistas de un derecho penal moderno y consiste en que solo se perseguirán
hechos que afecten a un bien jurídico, en este caso, el bien jurídico vida.
144
del juez constitucional, luego de promulgada la Carta del 91, lejos de avalar
una modificación en términos pluralistas sobre la manera de concebir la ciu-
dadanía de la mujer, permite ese tipo de “buenas razones” para no dejar el
tema del aborto fuera de la ley penal.
Los postulados del derecho penal colombiano contemporáneo, que
abogan por una supuesta coherencia interna en la que solo serán sujetos de
control penal aquellos que atenten o intenten atentar contra bienes jurídicos
fundamentales de raigambre constitucional, se refuerzan en el presente cons-
tituyéndose en herméticas razones formales a partir de las cuales no se podrá
efectuar deducción diferente a la de mantener criminalizado el aborto.
Por otra parte, cuando se parte de la premisa de que la legitimidad del bien
jurídico se condiciona a que las prohibiciones respondan ante la producción
de un ataque que produzca un resultado dañoso como elemento estructural
del delito, también en este evento la respuesta que se ofrece frente al aborto
se restringirá de nuevo al mismo argumento circular. Esto es, que el principio
de lesividad, por derivarse de principios constitucionales, se resiste a “permitir
quitar la vida” a un feto.
La ambición de una completa despenalización del aborto por parte de
las teorías feministas30, así como las estrategias políticas adoptadas por los
movimientos de mujeres para tales fines, no podrán salir victoriosas si no se
reformulan aquellos dogmas penales y si no se reclama la plenitud de una
ciudadanía de las mujeres que logre abandonar esa lógica conceptualista, cuyo
peso anclado en el discurso constitucional aquí presentado torna en un impo-
sible que el legislador, en nuestra contexto actual, controvierta el discurso del
aborto y, algún día, en términos reales, lo destierre del código penal.
El pronunciamiento de la Corte Constitucional del año 2006 (C-355 de
2006) —mediante el cual se declaró exequible el delito de aborto, excluyén-
dose solamente la incriminación para cuando la continuación del embarazo
constituya peligro para la vida o salud de la mujer, exista grave malformación
del feto que haga inviable su vida, o cuando el embarazo sea producto de
una conducta constitutiva de acceso carnal o acto sexual sin consentimiento,
abusivo, de inseminación artificial o de incesto— continuó haciendo eco del
sobre cómo se debería abordar la regulación del aborto, ni las diferentes discusiones que
han surgido en relación con la necesidad de establecer un sujeto unificado mujer para las
implementaciones políticas a favor de este grupo.
145
31
Como se señaló en párrafos anteriores, en la ANC no se señaló una posición expresa
respecto de la despenalización del aborto. El máximo intento estuvo relacionado con el
aborto terapéutico o el que eventualmente se permitiría en casos de mujeres violadas.
La despenalización absoluta era un temido mito que nunca llegó a aflorar fuera de los
altivos y jactanciosos discursos de los delegatarios de no tomar partido “sobre el asunto”.
Para sustentar esta afirmación cito además el discurso del constituyente Jaime Benítez, en
sesión plenaria de 10 de junio de 1991: “Los derechos de la mujer que presentamos a su
consideración no incluyen, a pesar de las equivocadísimas voces, reclamos que nos hacen
en los últimos días, no incluyen, señores, el derecho al aborto; es más el escándalo que se
ha pretendido adelantar acerca de este tema porque los constituyentes de la Subcomisión
Primera, por mayoría, y de la Comisión Quinta por mayoría hemos resuelto no presentar
para su consideración el tema, por cuanto lo consideramos inconveniente para mantener el
mejor clima, la mejor armonía entre nuestra sociedad, entre nuestros partidos, con nuestra
religión católica y pretendemos que el tema sea discutido, analizado a fondo por quien
corresponde que es por el Órgano Legislativo y en sus propias reuniones”.
32
“En la Asamblea Constituyente, al discutirse lo relativo a los derechos de la mujer,
unánimemente se desechó por inconveniente una propuesta, en el sentido de que ‘la mujer
es libre de elegir la opción de la maternidad conforme a la ley[…]’, lo cual es indicativo de
que el constituyente no optó por la permisión del aborto y dejó en manos del legislador
regular los términos de su penalización”. Sentencia C-133 de 1994.
146
del aborto cayó en una trampa conceptual aliada a la dogmática penal moderna:
siendo la vida un valor fundamental y superior, el legislador penal no podría
despenalizar la conducta.
La sentencia C-013 de 1997 indicó con vehemencia que “no reside la dig-
nidad de la mujer en reconocerle un derecho que naturalmente no tiene”. En
esta ocasión, la narrativa en torno al imaginario aborto–homicidio tampoco
fue ajena a los jueces constitucionales. No se pudo abandonar el imperativo
de que el Estado está “obligado a prevenir, reprimir y sancionar los comporta-
mientos que impliquen ataque a la vida de la persona”. Se señaló expresamente
que el aborto es un ataque repudiable contra la vida (que tiene su principio
en el momento mismo de la concepción) y que siendo el sustento de vigencia
de la vida el derecho y no la ley, no tiene el legislador potestad alguna para
suprimirlo o ignorarlo ni despojarlo de amparo jurídico.
Las presiones ejercidas por jerarcas de la Iglesia en el proceso constitu-
yente, en torno a cualquier aprobación que pudiese abrir camino a la despena-
lización del aborto, y que fueron elemento determinante en la naturalización
del supuesto vida–aborto–homicidio en la ANC, incidieron en la narrativa de
los jueces constitucionales en esta sentencia C-013 de 1997 como sustento
legitimador de la idea de la autonomía del “fruto vivo de la concepción” y lo
apremiante que resultaba la penalización del aborto. Uno de sus razonamien-
tos consistió en valerse de las afirmaciones del papa Pablo VI, plasmadas en
su encíclica “Humanae Vitae”, relacionadas con los “límites infranqueables
a la posibilidad de dominio del hombre sobre su propio cuerpo”, límites al
dominio del cuerpo de la mujer, por supuesto.
El poder del soberano sobre la vida, el derecho que tiene sobre el sujeto
para que esté vivo o muerto, el derecho de hacer morir o dejar morir, y que,
reflexiona Foucault, luego fuera paulatinamente modificado por un nuevo
poder de regulación, consistente en hacer vivir y dejar morir, explicaría el
sentido actual del arraigo sobre el control de la reproducción y sexualidad de la
mujer. Foucault explica cómo uno de los fenómenos fundamentales del siglo
XIX fue aquel mediante el cual el poder se hizo cargo de la vida: “se trata de
una toma de poder sobre el hombre en tanto que ser viviente, es decir, de una
especie de estatalización de lo biológico, o por lo menos de una tendencia que
conduce a lo que se podría llamar la estatalización de lo biológico”. Pero este
derecho de vida y de muerte para Foucault no significa que el soberano pueda
hacer vivir de la misma manera que pueda hacer morir. “El derecho de vida y
muerte solo se ejerce en forma desequilibrada, siempre del lado de la muerte.
147
El efecto del poder soberano sobre la vida solo se ejerce desde el momento
en que el soberano puede matar. Es decir que el derecho de matar contiene
efectivamente en sí mismo la esencia misma del derecho de vida y muerte:
el soberano ejerce su derecho sobre la vida desde el momento en que puede
matar. Se trata esencialmente de un derecho de espada. En él no hay, por
tanto, simetría real. No es un derecho de hacer morir o hacer vivir. Tampoco
es un derecho de dejar vivir o dejar morir. Se trata más bien el derecho de
hacer morir o dejar vivir. Y esto introduce una sorprendente simetría”33.
Las representaciones por las que se apuesta en sede judicial, la manera en
que se legitima y universaliza la sacralización de la vida y su íntima relación
con la punición del homicidio explicarían el sustrato de estas decisiones y
revelarían la continuación sobre este imaginario que he venido relatando y que
fuera personificado en la ANC.
La narrativa de la asunción del deber de protección a la vida, contenida en
la sentencia C-355 de 200634, se asienta nuevamente en cabeza del legislador
como uno de los principales destinatarios del deber de protección, obligándolo
a “la adopción de disposiciones legislativas con el propósito de salvaguardar la
vida de los asociados”. Con estas naturalizaciones, ¿cómo podría el legislador, sin
contrariar toda esta lógica que le subyace, dejar de punir el homicidio del feto?
La Corte intenta suavizar la subrepticia vinculación ideológica que
impone al legislador penal para que no deje de descriminalizar una con-
ducta atentatoria contra la vida —como bajo esa concepción claramente lo es
el aborto—, señalando que en ciertos casos, por no tener la vida el carácter
de absoluto, puede ponderarla con otros valores y principios constituciona-
les. Para estos efectos presenta ejemplos como los de la legítima defensa, o
los de ausencia de responsabilidad, o inclusiones de circunstancias de menor
punibilidad, descritos en los artículos 32 y 55 del Código Penal, en donde se
permite o bien la exclusión total de la punibilidad o bien su disminución para
casos, por ejemplo, de homicidios cometidos en estados de emoción, pasión
excusables o de temor intenso.
33
Foucault, Michel, óp. cit., p. 247.
34
Sobre el abuso de la deducción y la creencia de que la argumentación jurídica se fun-
damente en la díada derecho-deber como suficiente para explicar la totalidad de las normas
jurídicas, y su referencia a Hohfeld, ver Jaramillo Sierra, Isabel Cristina, “Instrucciones
para salir del discurso de los derechos”, Estudio preliminar a Brown Wendy y Williams
Patricia, La crítica de los derechos, Nuevo Pensamiento Jurídico, 2003, p. 29.
148
35
Ibídem, p. 98.
149
Conclusión
Para quienes consideramos que el aborto no es un tema que, bajo nin-
guna circunstancia, pueda ser legítimamente objeto de reproche penal, resulta
fundamental desentrañar la encrucijada que el mismo discurso del derecho ha
tejido para imposibilitar una salida inmune a posibilidades reales de descrimi-
nalización absoluta.
La naturalización en nuestro contexto histórico del derecho a la vida como
inviolable y su inseparable correlación con la idea, igualmente naturalizada, de
aborto–homicidio es la principal barrera con que se afronta quien lucha por
obtener, en un Estado que se proclama pluralista, un reconocimiento pleno
de garantías ciudadanas que permitan a cada quien asumir un entendimiento
muy propio de su capacidad reproductiva y no de aquella impuesta por los
significados sociales creados por el mismo derecho, del que siempre esperamos
150
Resumen
Este artículo recoge los resultados del estudio de caso realizado sobre la
Fundación Esperanza y la Plataforma Social HERMES en torno al proceso
de incidencia política del proyecto de ley 070 de 2009, “por el cual se crea el
Sistema Nacional de Migraciones y se emiten otras disposiciones”. Se intenta
reconstruir el mapa de actores e intereses que se involucran en el trabajo de
promoción de políticas públicas de febrero a mayo de 2010. Concluye con
cuatro reflexiones principales que desarrollan la paradoja de la promoción de
los derechos humanos de los migrantes dentro de los esquemas domésticos,
sugiriendo que se debe superar el modelo del estado nacional en el trabajo por
los derechos de los sujetos no-fronterizos.
*
Abogada, politóloga y magíster en Derecho de la Universidad de los Andes.
Estudiante de segundo año de Doctorado en Derecho de la misma universidad. Profesora
de la cátedra de Introducción al Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad de
los Andes. Correo electrónico: l-buchel@uniandes.edu.co. Agradezco los comentarios de
mis compañeros de doctorado a la versión inicial de este texto, en especial a mi dedicado
comentarista, Carlos Agudelo. Igualmente, agradezco la orientación inicial y los siempre
precisos apuntes de mis profesoras Helena Aliviar García, Isabel Cristina Jaramillo Sierra y
Julieta Lemaitre Ripoll.
151
152
Introducción
1
En el desarrollo de este artículo se escribirá la palabra “estado” con minúscula en un
intento por replicar la alerta que realiza Norbert Elías en el sentido de prevenir sobre el
remplazo del Dios por el Estado en la ciencias sociales. Elías, Norbert, “Los procesos de for-
mación del estado y de construcción de la nación”, en: Revista Historia y Sociedad, núm. 5,
Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, 1998.
2
La ambivalencia de los efectos se concentra en llegar a resultados y posturas contra-
riamente opuestas dentro de los marcos ideológicos. Por ejemplo, la postura del marxismo
ortodoxo y su anhelo por salirse del estado a veces parece ayudar al guión neoliberal de
reducir la estructura pública. La queja poscolonial que nos autocalifica como un “estado
débil, ausente y patológico” a veces puede generar que las facciones políticas de izquierda
más radical caminen hacia “fortalecer y consolidar el proyecto del estado” como único
sendero político.
+ : 153
3
Abrams, Philp, “Notes of the difficulty of studing the State (1977)”, Journal of
Hitorical Sociology, vol. 1, núm. 1, marzo de 1988.
4
Ver Lina Fernanda Buchely Ibarra, “La patología del Estado. Aproximación crítica
a la utilización de la fórmula de la ausencia del estado en la academia legal”, Revista de
Derecho Público, Universidad de los Andes, núm. 25, diciembre 2010. Disponible en:
http://derechopublico.uniandes.edu.co/contenido/articulos.php?numero=25&idarticulos
=208&tipos=Artículos%20de%20Investigación.
156
6
El Programa Colombia Nos Une es la instancia gubernamental encargada del tema
migratorio, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores. El informe que referen-
cio fue previo al último documento Conpes (3603 de 2009) sobre la materia.
158
La política pública
7
Creo importante mencionar aquí que la estrategia de incidencia política que desa-
rrolla la plataforma resulta completamente heterodoxa en el sentido de que se concentra
en el cabildeo (transacción de recursos particulares con congresistas ubicados estratégi-
camente) como instrumento principal y único para promover su propuesta de política
pública. No hay un manejo de medios y comunicaciones (no existe ningún registro de
prensa del proyecto de ley 070/016 adicional a los comentarios de portales especializados
como Congreso Visible, el Noticiero del Senado y la página de control político del Partido
de la U, ya que el ponente de la ley fue Darío Angarita en primer debate), no hay un
trabajo de movilización social y tampoco se registra interés por incidencia simbólicas o
judiciales. Esa utilización de instrumentos alternativos es generalmente calificada como
“novedosa” por la literatura relacionada. Un buen ejemplo de esto puede verse en Jaramillo
Sierra, Isabel Cristina y Alfonso, Tatiana, Mujeres, cortes y medios: la reforma judicial del
aborto. Bogotá, Universidad de los Andes–Siglo del Hombre Editores, 2008.
+ : 159
8
Una de las peculiaridades de la propuesta burocrática es el minucioso trabajo en
la definición de responsabilidades dentro de la estructura administrativa del Consejo.
Los miembros de la plataforma trabajaron de la mano con la profesora de Derecho
Administrativo de la Universidad Javeriana, Ximena Moreno, en la creación de un mapa
funcional que generara un correlato de responsabilidades administrativas y disciplinarias y
posicionara a los futuros funcionarios como “verdaderamente comprometidos con el tra-
bajo al migrante”. Ver Cámara proyecto de ley 070 de 2010, “por medio del cual se crea el
Sistema Nacional de Migraciones y se dictan otras disposiciones”, “Capítulo 2: Estructura
del Sistema Nacional de Migraciones”.
9
En este punto hay diferencias importantes dentro de los dos proyectos acumulados
en el Congreso. Mientras el proyecto de ley 070 de 2009, presentado directamente por
la Plataforma, contiene en su artículo 14 referencia a los recursos descritos, el proyecto
016 del Senado, presentado por el Senador Angarita, lo suprime. Varios miembros de
la plataforma manifestaron en las entrevistas que la presentación del proyecto paralelo
en el Senado por parte del uribismo era una estrategia mal intencionada orquestada por
Colombia Nos Une, programa que nunca estuvo de acuerdo con la propuesta presupuestal
del proyecto y que causó el retiro del aval del Ministerio de Hacienda. Esta postura en
contra de la Cancillería consta en los conceptos jurídicos del 6 de octubre de 2009 y 27 de
enero de 2010 emitidos por el director de la Oficina de Asuntos Internacionales (Álvaro
Sandoval) y la jefe de la Oficina Asesora Jurídica Interna (Natalia Iregui) respectivamente.
10
Estos lineamientos se plantean en el capítulo 1 del proyecto de ley, relativo a los
principios, objeto y disposiciones generales de la propuesta de política pública, especial-
mente en el: artículo 1.°: Objeto; artículo 2.°: Propósito; y artículo 4.°: Principios.
160
Congreso
Análisis de resultados
de ONG, 1 miembro de las centrales obreras, 4 miembros del gobierno entre asesores de
la Cancillería (Colombia Nos Une) y directivas del gobierno distrital (Secretaria General),
se contactó a 4 asesores legislativos de los ponentes (Partido de la U, Movimiento MIRA
y Polo Democrático Alternativo), y 4 miembros asesores de la academia (Alma Máter y
Universidad Javeriana). Se realizó un grupo focal con la participación de 8 miembros de
diferentes ONG vinculadas a la Plataforma, y se realizaron dos observaciones participantes
(reunión de discusión de la política distrital migratoria y el Taller de buenas prácticas para
la política pública migratoria de la Comisión Andina de Juristas).
+ : 161
del grupo focal con agentes de la sociedad civil relacionados con el tema migratorio. 5 de
mayo de 2010.
15
La red de investigadores se maneja por medio de la cuenta de correo colombiami-
gra@freelist.org y es administrada por William Mejía (Alma Máter). Un promedio de 30
correos con información relevante acerca de nuevas investigaciones, presentaciones o even-
tos circulan en la red semanalmente. Lo más impresionante de la red es el intenso sentido
de compromiso y cooperación en sus integrantes. A 18 de mayo, la red contaba con 193
miembros activos que desarrollaban diversos trabajos en torno al eje de las migraciones.
Toda investigación tiene un seguimiento y una retroalimentación continua por medio de
los miembros de la red, y para activar su ayuda solo se requiere el envío de un correo elec-
trónico. Lo más impresionante es que esa red contienen también —en calidad de personas
naturales— a la mayoría de las personas vinculadas con el gobierno nacional y distrital
que trabajan sobre el tema. Durante mi periodo de vinculación a la red recibí tres correos
de Johana Sáenz (asesora Colombia Nos Une) y Silvana Moncada (Secretaría Distrital del
Distrito, Dirección de Relaciones Exteriores) compartiendo documentos de política pública
y términos de referencia de nuevas contrataciones relacionados con el tema migratorio.
+ : 163
16
Desde octubre de 2009, la Plataforma se abrió a las ONG de talante feminista.
En la primera entrevista a Óscar Gómez, se señaló claramente la inicial reticencia de la
Plataforma a su participación por ser algo “incorrecto políticamente”. Según sus palabras,
la postura feminista restaba más de lo que sumaba en términos de consensos políticos. Pese
a esa opinión del líder de la Plataforma (quien dejó su dirección hace pocos meses para
cedérsela a Nidia Tarazona de la CGT), la insistencia de William Mejía, de Alma Máter,
trajo la participación de un grupo variado de ONG vinculadas con el trabajo por y para
la mujer: Sisma Mujer, Humanas, Iniciativa de Mujeres por la Paz y Manos Amigas. El
aporte de estas organizaciones en su corto tiempo de vinculación no solo ha estado ligado
en la suma de contactos y alianzas estratégicas con algunos congresistas, sino en el fuerte
cuestionamiento de la estructura del proyecto de ley. Concretamente, las organizaciones
de trabajo por la mujer se han concentrado en que el enfoque de derechos —desde el
cual está plateado el proyecto de ley— y el enfoque de género no son necesariamente
conmensurables. La petición es que el articulado del proyecto mencione expresamente la
necesidad de articular la política pública migratoria con un enfoque diferencial en materia
de derechos, que no solo reconozca la especial condición de vulnerabilidad femenina, sino
que se traduzca en acciones afirmativas dirigidas a la protección y el empoderamiento de
sujetos con doble condición de marginalidad: mujeres y migrantes.
164
Este experimento es una muestra clara de cómo las ONG operan como unos cap-
17
tadores particulares de las rentas públicas y evidencian lo que se ha llamado “la nueva
cooptación del estado por las ONG como nuevos partidos políticos”, o la “oenegización”
del estado.
Utilizo el término “intermediación política” para denotar la transacción de
18
agentes de la sociedad civil encargados de cambiar ayudas políticas por rentas públicas.
En este sentido, la transacción de votos por burocracia es uno de los comportamientos
tipo de la captura de rentas. Este último término está relacionado con la búsqueda de
rentas que se produce cuando un individuo, organización o empresa busca obtener
ingresos mediante la captura de renta económica a través de la manipulación o la
explotación de esquemas políticos o entornos económicos, en lugar de mediante la
obtención de ganancias derivadas de transacciones económicas en el sector real que
generen valor agregado o riqueza en términos productivos. La mayoría de los estudios
de la búsqueda de rentas pueden concentrarse en los esfuerzos por capturar el mono-
polio de privilegios especiales tales como la regulación gubernamental, el cerramiento
de la competencia o la exclusividad de las redes. Ver Pasour, E.C., “Rent Seeking:
Some Conceptual Problems and Implications”, en The Review of Austrian Economics,
disponible en: http://www.mises.org/journals/rae/pdf/rae1_1_8.pdf. [Rescatado el 8
de mayo de 2010].
+ : 165
19
Cámara de Representantes, artículo 1.° del proyecto de ley 070 de 2009.
166
Lipsky, Michel, Street Level Bureaucracy: Dilemmas of the individual in public ser-
20
23
Uno de los hallazgos más sorprendentes tras la experiencia en los grupos focales fue
observar las acusaciones recíprocas en torno a la baja representatividad de su trabajo. En el
grupo focal realizado el 5 de mayo de 2010 esta característica se hizo evidente. Algunos de
los representantes de las ONG invitadas acusaron a sus colegas de ser unas “meras élites,
que ayudan y trabajan por otro para sí mismos… en últimas no es un trabajo para otros,
es un trabajo para mantenernos a nosotros mismos”.
168
Dentro del ánimo de “conocer” a aquellos por los cuales se está traba-
jando hay varios ejemplos fallidos, el último de ellos reflejado en la Primera
Encuesta de Migración Internacional y Remesas (ENMIR) 2008-200924,
iniciativa nacional emprendida por la red Alma Máter con el objetivo de ser
vendida al Ministerio de Relaciones Exteriores, quien nunca le dio credibi-
lidad al documento “por tener graves problemas de representatividad”, ya
que existía una “brecha importante entre el cálculo de recepción de remesas
y datos de fuente de inmigrantes efectivos”25. El inmigrante no puede cono-
cerse porque parte de su éxito está en el proceso de invisibilidad estratégica
y mímesis social, lo que ha hecho imposible la labor de “conocimiento” de
las víctimas por parte de estas entidades. Pero dicha “invisibilidad” no ha
limitado, sin embargo, su “tarea”: las ONG se han “inventado al migrante”,
24
La encuesta se desarrolló en 18 ciudades del país, las que a su vez fueron selec-
cionadas por su alto número de hogares con personas en el exterior y que concentraban
para 2005, según el DANE, 62 % del total nacional de estos hogares. De acuerdo con
el reporte de los editores, sus resultados nos permiten apreciar un panorama actuali-
zado de la dinámica migratoria nacional, en particular sobre las características de los
hogares con experiencia migratoria, el contexto sociofamiliar de los migrantes, el perfil
de los emigrantes y retornados al país, las causas o motivos de esos flujos y los efectos
expresados en las remesas. Las ciudades en relación con la representatividad estadística
se enmarcaron en cuatro grandes grupos: Norte, Centro–Occidente, Antioquia y Eje
Cafetero, Valle del Cauca y Bogotá. Ver: Alcaldía Mayor de Bogotá, Encuesta Nacional
2008-2009, Resultados Generales de Migraciones Internacionales y Remesas, Observatorio
Distrital de Migraciones (Secretaría General, Alcaldía Mayor de Bogotá D.C.) y
Observatorio Colombiano de Migraciones (Fundación Esperanza, Red Alma Máter),
1.a ed., agosto de 2009.
25
Dentro de la presentación de los resultados de la Encuesta Nacional de Migraciones
2008-2009 realizada en el marco del “Taller de capacitación a la sociedad civil para
las buenas prácticas en la formulación de la política migratoria”, organizado por la
Comisión Andina de Juristas y realizado el 30 de abril del presente año, Jairo Muñoz,
director del Servicio Colombiano de Migraciones de la Fundación Esperanza, men-
cionó la dificultad de realización de la encuesta: “estamos frente a un sujeto cuyas
condiciones de existencia están ligadas al éxito de su mimesis social, a su no-presencia.
Ni las familias, ni los centros de reunión de los lugares de destino, como los barrios
colombianos en Madrid, Nueva York, París o Barcelona generan espacios amigables
para que los migrantes hablen. Saber por qué migran, qué buscan, para qué mandan las
remesas y cuáles son sus expectativas frente al retorno son preguntas que aún no pueden
tener una respuesta precisa y generalizable para una población que, por definición, no
se deja ver”.
+ : 169
26
Ver “Documento de base para iniciar la discusión y definición de una política dis-
trital en el tema de migraciones internacionales”. Trabajo Dirigido por William Mejía y
Diana Ramírez (Red Alma Máter) en colaboración con la Plataforma HERMES, 28 de
septiembre de 2009, p. 1.
27
Olson, Marcur, The logic of collective action: Public Goods and the Theory of Groups,
London, Harvard University Press, 1971.
170
28
Existe un largo trayecto de ejemplos de definición y clasificación del migrante,
todos ellos utilizan estructuras dicotómicas que marcan la subordinación de uno de los
pares opuestos: regular/irregular, legal/ilegal, refugiado/trabajador, estudiante/prostituta,
visitante/desplazado. Gómez Diez, Óscar, “Del olvido a la inclusión: elementos para una
política migratoria desde un enfoque de derechos humanos”, Fundación Esperanza, vol. 1,
2007, p. 1, disponible en: http://www.infomigrante.org/revista//index.php?option=com_
content&task=view&id=725 [consultado el 23 de octubre de 2010].
29
La aproximación a la definición del otro como herramienta de opresión, la impo-
sibilidad de hablar del subalterno (como último eslabón en la cadena de producción) y la
“intermediación del intelectual” como dominación son trabajadas por Gayatri Spivak en
el ensayo Can the Subaltern Speak. Ver Williams, Patrik y Chrisman, Laura (eds.), Colonial
Discourse and Poscolonial Theory, Nueva York, Columbia University Press, 1994.
+ : 171
30
Informe de la Cancillería a la Contraloría General de la Nación, junio de 2009.
31
La acusación constante de la Plataforma hacia la política pública de la Cancillería
—materializada en el documento Conpes 3603 de 2009— radica en la “economización”
de las migraciones, cuyo interés principal es gravar la mayor parte de rentas que ingresan
en calidad de remesas al país.
32
Spivak, Gayatri y Butler, Judith, Who Sings the Nation-State?: Language, Politics,
Belonging, Seagull Books, 2007.
172
33
Entrevista a William Mejía, Red Alma Máter y Plataforma HERMES, 13 de abril
de 2010.
34
Mouffe, Chantal, La paradoja democrática, Barcelona, Gedisa, 2003, p. 55.
35
Ibídem.
36
Entrevista con Roberto Vidal, 23 de abril de 2010.
+ : 173
Cooperación internacional
37
Medina, Adriana, “Repensar los derechos de los migrantes desde abajo”, tesis
de grado (no publicada) dirigida por Roberto Vidal, Bogotá, Universidad Nacional de
Colombia, 2010.
38
En la entrevista a Roberto Vidal se mencionaba el intenso ejercicio religioso de los
migrantes como una evidencia empírica de esta escisión de identidad (abandonados por el
sistema de protección de los estados nacionales): “Los migrantes se vuelven megacatólicos
porque es la única comunidad que los acoge, casi una de las únicas comunidades que ha
logrado desterritorializarse y hacer de la fe el único ‘pedigrí’ intangible de autenticación de
ingreso”. Entrevista con Roberto Vidal, 23 de abril 23 2010.
39
La reacción de los grupos de migrantes que trabajan con el estado y que representan
el polo “legal” de los flujos de geografía humana evidencia la ambivalencia de las posicio-
nes ideológicas en el tema migratorio. El argumento de la dominación poscolonial, por
medio del cual se denuncian los nuevos canales de subordinación del Tercer Mundo y se
visibiliza la reproducción de las relaciones coloniales en el siglo XXI, es utilizado instru-
mentalmente dentro del mapa del debate migratorio por la parte más conservadora del
escenario, aquella que representa al status quo materializado en los programas del gobierno
de Uribe para las migraciones (Colombia Nos Une). Este argumento se opone claramente
a la otra orilla “progresista”, representada por la movilización de la sociedad civil en torno a
la “extensión de los derechos para los migrantes” y el consecuente efecto de “consolidación,
fortalecimiento y eficacia de la estructura del estado nacional”.
174
Este hecho muestra mezquindad por parte de los gobiernos de los países recep-
tores, porque busca por medio de la cooperación no gubernamental trazar
estrategias que fortalezcan las políticas y programas de ayuda a los migrantes
en los países emisores, irresponsabilizándose ellos por los sujetos migrantes
que habitan en su territorio.
De esta forma, la Plataforma es percibida por parte del “polo legal” defen-
sor del status quo como una mera herramienta de la cooperación internacional
que no solo trasplanta los intereses del centro y los lava bajo la fachada de la
solidaridad, sino que genera el efecto perverso de ser absolutamente nocivo
“para aquellos a los que se está tratando de proteger”40. La Plataforma no solo
estaría legitimando los intereses del Norte, sino que estaría perjudicando a
aquellos agentes periféricos que decidieron llevar el subdesarrollo territorial-
mente al Centro, revirtiendo el proceso de colonización (Escobar, 1998). La
intención velada de la cooperación internacional es entonces reterritorializar
la protección de los derechos de la población migrante, no por una confianza
filosófica o política en el estado nación como sistema de distribución de dere-
chos, sino por una imposibilidad material frente a la protección de las garan-
tías de la geografía humana adherida41.
ciadores: Unión Europea, Embajada Real de los Países Bajos, OXFAM Netherlands, OIM,
Manos Unidas, Unifem, OIT, Embajada de Suiza, Embajada de Estados Unidos, Ministerio
de Trabajo y Asuntos Sociales de España, Instituto de la Mujer, Terre des hommes, Fondo
para la acción ambiental y la niñez (España), Partners of the Americas (Japón), Asistencia
Social Para el Desarrollo, Ayuntamiento de Madrid, Alcaldía de Melgar, Gobernación del
Valle del Cauca, Alcaldía Mayor de Bogotá (Secretaría General). El argumento de la coo-
peración internacional opera tanto para los recursos de los países receptores como para los
de las ONGD. Solo el apoyo presupuestal de las entidades territoriales nacionales estarían
por fuera del marco poscolonial.
41
Hay dos efectos interesantes de esta relación vista con los lentes de la dominación
poscolonial. Primero, la cooperación para el desarrollo —o la inversión del Primer en el
Tercer Mundo por canales de “donaciones” desinteresadas— establece contratos implí-
citos de propiedad y sometimiento, en los que los receptores se esclavizan dentro de sus
obligaciones de ejecución y rendimiento frente a los parámetros exteriores del “significado
de desarrollo”. Segundo, la cooperación internacional purga el sentimiento de culpa del
Centro, y merma la ansiedad del sacrificio de la existencia del subalterno. Esta última
aproximación se articula con la propuesta de Spivak en la crítica de la razón poscolonial,
que señala que en estos escenarios se reproduce una imagen impropia de lo subalterno
(lo nativo, lo aborigen, lo oriental) que responde a los intereses propios del colonizador
sobre el sí mismo, e (im)posibilita que el subalterno se represente dentro de los códigos
+ : 175
Conclusiones
¿Son las ONG malas o buenas mediadoras en la brecha entre los encar-
gados de tomar decisiones públicas y la sociedad civil? ¿Tiene algo de malo
acusarlos de burócratas y rentistas? ¿Por qué resulta tan asombroso que no
“representen” a los migrantes ni que tengan un trabajo con las bases sociales?
de producción del ser occidental. Spivak, Gayatri, A critique of postcolonial reason: Toward
a history of the Vanishing Present, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1999;
Morollón, Mar, “Cooperación internacional: encuentros y desencuentros”, en En Pie de
Paz, núm. 51, diciembre de 1999.
42
Mills, C. Wright, The power elite, Nueva York, Oxford University Press, 1993.
176
¿Saben las víctimas lo que quieren? ¿Por qué no pueden ser redes/élites que
simplemente buscan la maximización de su beneficio?
Lo primero que quiero advertir es que el análisis que realizo en este tra-
bajo definitivamente no es una crítica paralizante desde la derecha al trabajo
y la movilización de las ONG dedicadas al tema migratorio. No estoy desca-
lificando a las ONG por reproducir los guiones de la izquierda, tener alianzas
con la insurgencia o hacer una estratégica oposición política al establecimiento
para captar fondos internacionales. Lo que realmente me interesa concluir de
este trabajo es que existen al menos cuatro formas de iluminar las relaciones
entre los agentes públicos y los actores de la sociedad civil en el tema migra-
torio: la complementariedad, la captura, la competencia y la instrumentaliza-
ción. Mientras la relación de cooperación muestra a redes como la Plataforma
complementando el rol de las agencias estatales, la competencia y la captura
dan cuenta del conflicto particular por la distribución de las rentas públicas
como bienes escasos, y las dinámicas de cooptación y enfrentamiento que ellas
causan entre las dos facciones analizadas. Finalmente, la relación instrumental
contextualiza las relaciones de captura y competencia en un escenario global
de dominación, en el que el juego de los derechos y los migrantes se alinea
con la distribución universal de recursos entre centro y periferia, que obligan
a que su patrón de comportamiento favorezca siempre al Norte por los frescos
canales de la cooperación internacional.
Ahora bien, lo importante en la interpretación de estas cuatro relaciones
es la aproximación a la idea de estado como una construcción contingente a
favor de determinadas victorias políticas movilizadas por ciertas inteligentzias.
Que el estado sea un botín, y su aproximación a la idea del mismo resulte ser
instrumental para las organizaciones de la sociedad civil, implica que la idea
de estado, además de generar un componente ideológico de legitimación al
“poder”, puede también servir de herramienta de resistencia para los movi-
mientos subalternos. Dentro de ese marco, el estudio de caso llega entonces a
los siguientes hallazgos:
Resumen
*
Abogada de la Universidad de los Andes, especialista en Gestión Pública e
Instituciones Administrativas de la misma Universidad, magíster en Derecho Público de la
Universidad Pompeu Fabra. Actualmente cursa tercer año del Doctorado en Derecho de
la Universidad de los Andes. Profesora del curso de Derecho Administrativo, Facultad
de Derecho de la Universidad de los Andes.
Agradezco los valiosos comentarios de la decana Helena Alviar y de mis compañeros
de doctorado: Marcela Abadía, Lina Buchely, Yadira Castillo, Alejandro Barreto, Carlos
Agudelo y Juan Pablo Sarmiento, con quienes tuve el gusto de compartir ideas en el semi-
nario que dio lugar a la presente publicación.
179
180
Introducción
1
De acuerdo con los hechos relatados en el fallo, la Corte resolvió las acciones de
tutela interpuestas por 1.150 familias desplazadas. Estos núcleos familiares estaban con-
formados, en promedio, por cuatro personas y, en la mayoría de casos, compuestos por
mujeres cabezas de familia, personas de la tercera edad, menores y algunos indígenas.
2
Al respecto manifiesta la Corte: “La Sala Tercera de Revisión, al resolver sobre las
presentes acciones de tutela, concluye que por las condiciones de vulnerabilidad extrema
en las cuales se encuentra la población desplazada, así como por la omisión reiterada de
brindarle una protección oportuna y efectiva por parte de las distintas autoridades encar-
gadas de su atención, se han violado tanto a los actores en el presente proceso, como a la
población desplazada en general, sus derechos a una vida digna, a la integridad personal,
a la igualdad de petición, al trabajo, a la salud, a la seguridad social, a la educación, al
mínimo vital y a la protección especial debida a las personas de la tercera edad, a la mujer
cabeza de familia y a los niños. Esta violación ha venido ocurriendo de manera masiva,
prolongada y reiterada y no es imputable a una única autoridad, sino que obedece a un
problema estructural que afecta a toda la política de atención diseñada por el Estado, y a
sus distintos componentes, en razón a la insuficiencia de recursos destinados a financiar
dicha política y a la precaria capacidad institucional para implementarla. Tal situación cons-
tituye un estado de cosas inconstitucional que será declarado formalmente en esta sentencia”
(cursivas mías). Corte Constitucional de Colombia, T-025/2004, M. Cepeda.
181
Metodología
Abordar el análisis del significado del auto 092 de 2008 supone retomar
las preguntas de investigación que se centran en la identificación de los efectos
derivados de esta decisión judicial. Veamos entonces.
Se ha señalado cómo la expedición del auto 092 de 2008 hace parte del
proceso de seguimiento al cumplimiento de la sentencia T-025 de 2004, que
declara la existencia de un “estado de cosas inconstitucional” en materia de
desplazamiento forzado. En virtud de la T-025, al constatar el estado de vul-
nerabilidad manifiesta de la población desplazada y de la violación masiva y
reiterada de los derechos fundamentales de los desplazados, la Corte exige a la
administración pública la adopción de una serie de medidas encaminadas a la
superación de aquella situación.
Luego, en el caso concreto del auto 092, el juez constitucional encuen-
tra que los problemas identificados en la sentencia T-025 se reproducen de
manera sensible en la población de mujeres desplazadas, que se encuentra
183
3
Entrevista con el ex magistrado Manuel José Cepeda Espinosa. 12 de abril de 2010.
184
4
Mantilla Falcón, Julissa, “La perspectiva de género en la búsqueda de la verdad,
la justicia y la reconciliación. El caso del Perú”, en Más allá del derecho. Justicia y género
en América Latina, 2006, pp. 415-444.
185
5
Entrevista con Osana Medina, de la Corporación Casa de la Mujer, 10 de mayo de 2010.
6
Entrevista con Laura Badillo, de Ruta Pacífica de las Mujeres, 10 de abril de 2010.
7
Entrevista con Sandra Luna y Ana Mendoza, de la Ruta Pacífica de las Mujeres,
Regional Santander, 7 de mayo de 2010.
186
Rodríguez Garavito, César y Rodríguez Franco, Diana, “Un giro en los estudios
8
sobre derechos sociales: el impacto de los fallos judiciales y el caso del desplazamiento
forzado en Colombia”, en Derechos sociales: justicia, política y economía en América Latina,
2010, pp. 83-154.
187
9
La afirmación contrasta con las conclusiones a las que llegarían las corrientes
neorrealistas y constructivistas frente a los efectos de la sentencia T-025. La primera está
representada por Gerald Rosemberg; la segunda, por Michael McCann. A partir de una
visión neorrealista, cuyo enfoque de análisis son los efectos instrumentales o materiales
de los fallos, se concluiría que “la esperanza que activistas y desplazados han puesto en
la Corte ha sido vana”. Ibídem, p. 99. Ello precisamente porque desde el punto de vista
material, la situación de las víctimas ha avanzado mínimamente. Por su parte, una visión
constructivista concluiría que hay lugar al reconocimiento de otros impactos que, aunque
simbólicos, también tienen consecuencias jurídicas y sociales tan importantes como los
efectos instrumentales.
10
César Rodríguez Garavito y Diana Rodríguez Franco, Cortes y cambio social: Cómo la
Corte Constitucional transformó el desplazamiento forzado en Colombia, Bogotá, Colección
Dejusticia, 2010.
188
11
Entrevista con Lina Céspedes, de Codhes, 16 de abril de 2010.
12
Osana Medina, de la ONG Casa de la Mujer, entrevista del 10 de mayo de 2010.
189
(…) en los plazos breves que dimos para los trece programas, las organizaciones
de mujeres elaboraron un documento denominado ‘plan integral de prevención y
atención a la mujer desplazada’, y cuando llegó el vencimiento del plazo, el Gobierno
dijo: ‘No alcanzo y es muy difícil’, y las mujeres dijeron ‘sí se puede, aquí está’.
Entonces nosotros hicimos otra audiencia, en la que las mujeres presentaron su plan,
fue una audiencia con una estructura distinta, las mujeres lo presentaron y le dijimos
al gobierno: ‘¿Ustedes qué proponen mejor?’, si no tiene ninguna reconózcanlo, y
después de esa audiencia proferimos otro auto que a veces se olvida, de cumplimiento
del auto 092, en el cual dijimos que el gobierno no había cumplido con la orden de par-
ticipación porque realmente no había escuchado de manera eficaz a las mujeres, no había
trabajado con ellas constructivamente, había hecho unas reuniones con algunas, pero
como por salir, entonces no lo había cumplido. Tampoco había propuesto una fórmula
de cumplimiento del auto 092 y que en esas condiciones, ante una propuesta que
parecía sensata y viable de las mujeres de un plan integral, le corríamos traslado de
ese plan al gobierno y le dimos la siguiente orden: ‘Proponga algo mejor o, si no, haga lo
que las mujeres proponen’. De alguna manera es la mayor incidencia de la participación
concebible, porque entonces la propuesta de las mujeres pasa a ser la política del gobierno,
porque el gobierno no propuso una política mejor, muy fuerte13 (cursivas mías).
13
Entrevista con Manuel José Cepeda E. 12 de abril de 2010.
190
16
Loc. cit.
17
En términos de Smulovitz: “(…) el efecto político de la estrategia no debe evaluarse
solo a partir de las sentencias resultantes. La evaluación de sus efectos también debe consi-
derar la alta visibilidad pública que adquieren los casos, la amenaza que significa la poten-
cial masividad de las querellas judiciales como instrumento para negociar políticamente y
la presión que implica un horizonte cargado de interminables disputas judiciales”. Ibídem,
p. 42.
192
auto18. Allí se toman las decisiones que representan la posición única de este
colectivo hacia afuera, es decir, en la comunicación con otros entes, como por
ejemplo la Corte, las entidades del gobierno nacional o local o los entes de
control; y se elaboran y adoptan los informes que son presentados luego a la
Corte en desarrollo del acompañamiento al cumplimiento del auto19.
La Mesa es también un espacio para compartir información de manera
eficiente entre las organizaciones, lo que ha disminuido los costos de transac-
ción, porque se abren los canales de comunicación y se comparten las expe-
riencias adquiridas por todas las integrantes. Desde estos escenarios hay una
agenda única y común que posicionar con relación a lo que allí se dispone, sin
que cada una de las organizaciones integrantes abandone la propia. Hay una
única voz que interactúa con la Corte Constitucional20. Además, este escenario
de deliberación y adopción de decisiones ha logrado articular organizaciones
18
Estas organizaciones son: Afrodes (Coordinación Nacional de Mujeres
Afrocolombianas en Situación de Desplazamiento), Corporación Casa Mujer, Comité
de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem),
Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes), Departamento
de Mujeres de la Coordinación Nacional de Desplazados (CND), Corporación Sisma
Mujer-Observatorio de los Derechos Humanos de las Mujeres en Colombia (Red de
Empoderamiento de Mujeres de Bolívar y Cartagena, Red Departamental de Mujeres
Chocoanas, Oye Mujer, Taller Abierto y Humanizar), Fundación Nacional de Defensoras
de los Derechos Humanos de la Mujer Desplazada (Fundhefem-Andescol), Iniciativa
de Mujeres por la Paz, Liga de las Mujeres Desplazadas, Mesa de Trabajo Mujer y
Conflicto Armado, Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), Corporación
Opción Legal, Pastoral Social, Plan Internacional, Profamilia, Red Nacional de Mujeres
Desplazadas, Red de Mujeres Hacia un Futuro, Ruta Pacífica de las Mujeres y Corporación
Viva la Ciudadanía.
19
El proceso de creación y consolidación de la Mesa puede sintetizarse así: en un
comienzo, Codhes convoca a las demás organizaciones mencionadas en el auto para ins-
taurar la Mesa, a partir de la invitación que la Corte le hace para el acompañamiento de las
víctimas del anexo reservado sobre violencia sexual y el seguimiento al cumplimiento del
diseño e implementación de los trece proyectos de política pública. Luego de la primera
reunión, las organizaciones concluyen que lo mejor es crear dos Mesas, una para cada tema
tratados por el auto: una para violencia sexual del anexo reservado y otra para políticas
públicas. Codhes asume entonces la secretaría técnica de ambas Mesas, labor que adelanta
hasta diciembre de 2009 en el caso de la primera, y enero de 2010, en la segunda. Luego
las secretarías de las Mesas pasaron a manos de organizaciones de mujeres: Sisma Mujer ha
asumido la del anexo reservado, y la Corporación Casa de la Mujer, la de políticas públicas.
20
Entrevista con Lina Céspedes, de Codhes, 16 de abril de 2010.
193
21
Entrevista con Liliana Chaparro, de Sisma Mujer, 30 de abril de 2010.
22
Entrevista con Lina Céspedes, de Codhes, 16 de abril de 2010, y Liliana Chaparro,
30 de abril de 2010.
23
Rodríguez Garavito, César y Rodríguez Franco, Diana, “Un giro en los estudios…”,
p. 150.
194
hay 2.872.395; para Codhes, organización de la sociedad civil, hay 4.628.862; para una
organización del Consejo Noruego para Refugiados, el número oscila entre 2.650.000
y 4.360.000; y para Acnur se acerca a los tres millones. Rodríguez Garavito, César y
Rodríguez Franco, Diana, óp. cit., p. 151.
25
Ibídem, p. 152.
26
Entrevista con Osana Medina, Corporación Casa de la Mujer, 10 de mayo de 2010.
195
27
Entrevista con Lina Céspedes Báez, Consultoría para los Derechos Humanos y el
Desplazamiento (Codhes), 16 de abril de 2010.
28
Entrevista con Lina Céspedes Báez, Codhes, 16 de abril de 2010.
196
29
Entrevista con Osana Medina, Corporación Casa de la Mujer, 10 de mayo de 2010.
30
Entrevista con Lina Céspedes, Codhes, 16 de abril de 2010.
197
31
Rodríguez Garavito, César y Rodríguez Franco, Diana, “Un giro en los estudios…”,
p. 153.
32
Lina Céspedes Báez, Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento
– Codhes. Entrevistada el 16 de abril de 2010.
198
Conclusión
A, Philp, “Notes of the difficulty of studing the State (1977)”, Journal of
Historical Sociology, vol. 1, núm. 1, marzo, 1988.
A, Justo, “Liberalización del sector de servicios públicos regulados”, Revista
Centroamericana de Administración Pública, 52-53, 2007, pp. 17-37.
A S, Manuel e I M, Juan Manuel, Colombia ante los retos del
siglo XXI: desarrollo, democracia y paz.
A G, Helena, Derecho, desarrollo y feminismo en América Latina. Propuesta
para un análisis distributivo, Bogotá, Universidad de los Andes–Editorial Temis,
2008.
A, Helena y J Isabel C. “Políticas de un particularismo transmutado”,
En Daniel Bonilla M. (Ed.). Teoría del derecho y transplantes jurídicos, Bogotá,
Universidad de los Andes–Siglo del Hombre Editores, 2009.
A O, Gaspar, Principios de derecho público económico, Universidad Externado
de Colombia, Bogotá, 2003.
A, Libardo José, Derecho, saber e identidad indígena. Nuevo Pensamiento Jurídico,
Siglo del Hombre Editores, 2009.
B, Octavio, La inversión extranjera de Colombia ¿factor de desarrollo? Colombia,
Fondo Editorial Universidad Distrital Francisco José Caldas, 1987.
B Rodolfo, Carlos, La protección constitucional del derecho a la vida, Buenos Aires,
Abeledo-Perrrot, 1996.
B, Jerome, La historia frente al presente perpetuo. Algunas observaciones sobre la
relación pasado/futuro, Ed. Red Relaciones, 2006.
B, José Luis, El contrato estatal, entre el derecho público y el derecho privado,
Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2.a edición, reimpresión 2005.
B, Charles W., Café y conflicto en Colombia 1886-1910, Biblioteca
Colombiana de Ciencias Sociales, 1981.
B, Alberto B., En contra del aborto, Buenos Aires, Editorial Ábaco de Rodolfo
de Depalma, 1998.
201
202
F V, Hugo, “La historia del tiempo presente: una historia en construcción”,
Revista Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de
Historia, julio-diciembre, 1998.
F C, Juan, Derecho penal liberal de hoy. Introducción a la dog-
mática axiológica jurídico-penal, Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, 2002.
F, Michel, Vigilar y Castigar, nacimiento de la prisión, Siglo XXI Editores,
1976.
— Genealogía del racismo. De la guerra de las razas al racismo del Estado, Madrid,
Ediciones La Piqueta, 1992.
G V, Mauricio, La eficacia simbólica del derecho. Examen de situaciones
colombianas, Ediciones Uniandes, 1993.
G, Roberto, Los fundamentos legales de la desigualdad, Madrid, Ed. Siglo
XXI, 2005.
G, Rick, Public utilities. 5940. 1990.
G, F., Método de interpretación y fuentes en derecho privado positivo. Madrid,
Editorial Reus, 2.a ed., 1925.
G N, Pedro Alejandro, El Consejo de Estado, estudio sobre su organización
en Colombia, Bogotá, Imprenta Nacional, 1934.
G G, Fernán, Para leer la Política. Ensayos sobre Historia Política
Colombiana, Bogotá, Ed. Cinep, 1997.
G J, Jorge, “La casación como forma de centralización del poder. Una
mirada histórica”, Revista de Derecho Público, núm. 20, Universidad de los Andes,
diciembre de 2007.
G V, Johanna Maribel y G V Madeleine, Tutela de derechos funda-
mentales derivados del derecho a la vida. Su reconocimiento de la Corte Constitucional.
Librería Jurídica Sánchez R. Ltda, 1997.
G, Luis E., “Migraciones, Globalización y Sociedad: Teorías y tendencias
en el siglo XX”, en Ardila, G (ed.). Colombia: Migraciones, transnacionalismo y
desplazamiento, Bogotá, Universidad Nacional, 2006.
G M, Fernando, La Regeneración, primer Frente Nacional, Bogotá, Ed.
Carlos Valencia, 1986.
H, Ilva Myriam (ed.), La constitucionalización de las falacias. Antecedentes de una
sentencia, Bogotá, Editorial Temis, 2005.
H, Lisa, Judges beyond Politics in Democracy and Dictatorship. Lessons from
Chile, Cambridge, 2007.
H, Gysele, Le Conseil d´Etat el le contentieux administratif en Colombie,
Brucellas : Université Libre de Bruxelles, 1971.
204
Q, Inés, Pensamiento Liberal de Siglo XIX, Caracas, Monte Ávila, 1992.
Q N, Gustavo, “La construcción de la responsabilidad del estado en
Colombia: entre la dualidad de jurisdicciones y la dualidad jurídica”, en Manual
de Derecho Administrativo, Universidad de los Andes, en publicación, 2009.
— “La tutela y la revocación de los actos administrativos”, Revista Tutela, Acciones
Populares y de Cumplimiento, núm. 29, t. IV, noviembre 2003.
— “Reflexiones acerca de la responsabilidad patrimonial de las personas públicas en el
derecho colombiano y francés: ¿Influencia o inspiración de un modelo jurídico?”,
Temas de derecho administrativo, vol. II, homenaje a Gonzalo Pérez Luciani,
Caracas, Venezuela, 2002.
— La responsabilidad patrimonial del Estado por incumplimiento del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, [en línea]: http://www.bibliojuridica.org/
libros/5/2499/26.pdf.
— Libertés Publiques et Responsabilité de la Puissance Publique en Droit Colombien, Ed.
Septentrion, France, 1997.
R-B, Anthony, “On Social Structure”, Journal of the Royal
Anthropological Institute, 70, 1940.
R P, Carlos, 25 años de evolución político-constitucional, Bogotá,
Universidad Externado, 1976.
R, Antonio José, Historia Constitucional de Colombia, Bogotá, Editorial
Horizontes, 1978.
R N, Jaime Enrique, Dinámica del Control de Constitucionalidad en
Colombia, 1811-1994, Bogotá, Ed. Doctrina y Ley, 1994.
R G, César y R F, Diana, Cortes y cambio social:
cómo la Corte Constitucional transformó el desplazamiento forzado en Colombia,
Bogotá, Colección Dejusticia, 2010.
— “Un giro en los estudios sobre derechos sociales: el impacto de los fallos judiciales
y el caso del desplazamiento forzado en Colombia”, en Derechos sociales: justicia,
política y economía en América Latina, 2010, pp. 83 – 154.
R, Martin, El derecho a la vida y el Estado moderno, a propósito de la
‘Evangelium vitae’, Madrid, Ediciones Rialp, S.A., 1998.
S, Gilberto, El pensamiento político de Santander, Bogotá, Librería Voluntad,
1969.
S, Olga Amparo, “No creas tener derechos”, en Herrera Zgaib y Miguel Ángel
(eds.), Modernidades, nueva constitución y poderes constituyentes, Universidad
Nacional de Colombia, 2001.
207
S, José María, Derecho público interno, t. II, Biblioteca Popular de Cultura
Colombiana, 1951.
S B, Gustavo, “La Reforma Constitucional de 1910 y la consolidación de
la paz interna”, Semanario Sábado, mayo 6 de 1944, Bogotá.
S E, Juan Pablo, “El surgimiento de la dualidad de jurisdicciones en
Colombia, entre la centralización, la inmunidad administrativa y el control del
poder”, en Realidades y tendencias del derecho en el siglo XXI, filosofía e historia del
derecho, Ed. Temis, t. V., pp. 505-536, 2010.
S, Pierre, “Una historia del tiempo presente”, en Historia Crítica, núm. 17,
Bogotá, Departamento de Historia, Universidad de los Andes, julio-diciembre
de 1998.
S, Catalina, “Organizaciones que invocan derechos, sociedad civil y repre-
sentación en Argentina”, en Sociedad civil y democracia en América Latina. Crisis y
reinvención de la política, 2007, pp. 13-62.
S, Juan Vicente, Constitución y economía, Buenos Aires, Lexis Nexis–Abeledo
Perrot, 2004.
S, Gayatri, A critique of postcolonial reason: Toward a History of the Vanishing
Present, Cambridge, Mass, Harvard University Press, 1999.
S, Gayatri y B, Judith, Who Sings the Nation-State?: Language, Politics,
Belonging, Seagull Books, 2007.
S, Christian, Services publics question d´avenir, Editions Odile Jacob/La docu-
mentation française, 1995.
T B, Juan Camilo, Redescubriendo una historia jurídica: una nueva nar-
rativa sobre los orígenes del Consejo de Estado entre 1886 y 1914, tesis para optar al
título de abogado, Universidad de los Andes, 2008.
T G, Álvaro, “La huida de la administración hacia el derecho privado en
Colombia”, en Ensayos jurídicos Liber Amicorum, homenaje al profesor Carlos
Holguín Holguín, Medellín, Ediciones Rosaristas, 1996.
T, Tulio Enrique, Historia del derecho constitucional colombiano, Bogotá, Ed.
Minerva, 1953.
T, Charles, Identities, Boundaries, and Social Ties, Boulder, Colorado: Paradigm
Press, 2005.
T G, Natalia, “La interdisciplinariedad en la historia”, e-BRARY Editorial,
Fundación General de la Universidad Autónoma de Madrid, 2009.
T F, César Augusto, De las aulas a las urnas, la Universidad del Rosario, la
séptima papeleta y la Constituyente de 1991, Universidad del Rosario, Colección
Textos de Jurisprudencia, 2007.
208
Documentos públicos
Documentos electrónicos
Entrevistas