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Edgar O'Hara
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go. Este texto fue publicado en 1935, casi trein Sin embar g o , el cuestionam i ento del g éne r o
ta años después de la muerte de su autor, y toda de la obra no par e cía ofrecer pro b lema s. A s í,
vía reclama una edición revisada y anotada ( 1 ) . L oveluc k la l l ama también "el diario-novela de
En este sentido la olvidada obra narrativa de Silva " o " novela ensa y o" , aceptando que las re
Silva podrá seguir despertando interrogantes y flexiones del narrador confie ren un car á c te r
se abrirá a por lo menos tres lecturas: "reflejo" caótico al texto q ue lo emparenta con una nove l a
La lectura que propongo del texto de Silva M á r q ue z defiend e la obra a va lá ndola con refe
incide en sus aspectos formales y en el carácter rencias for á neas. No son erradas sus o b ser v acio
mismo de la obra como divagación narrativa. nes , pero el camino tomado n o pod í a ser el m e j or
una época -la del Modernismo- y expresión lo de l d i álo g o con la obra. Ah ora bien , el otro
de un concepto aristocrático del arte. Ciertamen se n tido , más a l lá del autor y del l ector, corres
te no es la única fuente que poseemos del último p o nde al texto que nos habla desde una época y
cuarto del siglo XIX, amén de las obras de Da un estilo. Le er De sobremesa con una pe rspe c ti v a
río y los modernistas, ni será el único ejemplo distinta supo n e el acceso a una m a t eria en la que
de esos escritores ante la realidad y el lenguaje. lengua je. D ebemos , por tanto, desvelar el f lu j o
Pero De sobremesa ofrece -sin quererlo su au de palabras que Silva or d en ó con premeditada
tor, q u i z á s ; poco importa- la posibilidad de asis inte n ció n . Martha E,. Altisent apun ta con efica
un per s ona j e anormal, so m br í o y n i h ilista. Modernismo". En: "Revista Iberoamericana". Vol. XXXI,
j e que se atrapa a sí mismo. notas escritas en Suiza, pero resulta que Ro
vira desea conocer unas páginas que según
Más aún, la ineficacia del manejo de las vo "Con el aumento de luz fue visible el grupo
ces narrativas, no sólo en el caso del diario de que guardaba silencio: el fino perfil de José
María Bashkirtseff dentro del de F e r ri á n d e z in Fe r n á n d e z , realzado por la palidez mate de
dica a las claras que Silva no les prestaba m�yor la tez y la negrura rizosa de los cabellos y de
importancia. La carta de Emilia, anunciándole la barba; la contextura hercúlea y la fisono
la muerte de la abuela, está escrita en el mejor mía plácida de Juan Rovira ( . . . ) la cara en
estilo descriptivo de Fernández, por citar un ca j u t a y grave de Osear Sáenz" (pág. 126).
so. O, al margen de lo que prediquen, los discur
Sugestivamente F e r ri á n de z recoge en el "Dia-
sos de Mortha, Charvet y Rivington pueden re
rio" esta reflexión sobre sí mismo ante la reali
ducirse a una sola manera de hablar.
dad, los demás artistas y el amor:
Por otro lado, ciertos personajes femeninos
"Divago al escribir. Cada uno de esos hom
=-cortesanas o amigas s e d u c i d a s por Fernández
bres al olvidar las miserables materialidades
son como fragmentos de una imagen más arnpia
de la vida lo hacía para realizar algún plan
y degradante de la mujer. Y revelan la maestría
grande que inmortalizara su memoria. Yo
de Fernández para recrear escenas que no inclu
pierdo i n ú t im e n t e mi tiempo entretenido co
yan narración. Quizás la única mixtura de am
mo un niño en futilidades más o menos her
bas -descripción y movimiento- sea el episo
mosas, sin buscar la única, que devolverá la
dio con Nellv, la norteamericana (pp. 274-283);
paz a mi espíritu conturbado" (pág. 227).
pero cuando Fernández va a consumar sus deseos
"El ojo humano al aplicarlo al lente del mi rrador de De eobremesa se aparta del ambíeite
croscopio que investiga lo infinitesimal y al casi en penumbra. Final de una escritura, de sus
lente del enorme telescopio que, vuelto hacia r u g i d o s ; oscuridad del silencio. Las últimas líneas
las mismas leyes que nada tienen que ver morir. Tal vez no hayas existido nunca y seas
con la suerte de los humanos" (pág. 286). sólo un sueño luminoso de mi espíritu; pero
Dejemos al margen el positivismo filosófico bres llaman la Realidad. Lo que ellos llaman
de Fernández y aceptemos que el narrador ins así, es sólo una máecara oscuro. tras de la
taura su estirpe aristocrática distinguiéndose de cual se asoman y miran los ojos de sombra
la materia, las personas y la historia. Asume el del misterio, y tú eres el Misterio mismo"
papel heredado del romanticismo europeo "con (pág. 310, subrayados míos).
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ropaje de pequeño dios: el artista" ( l. Pero tra
tica que no podía extenderse más al'á de los lí puede desprenderse del lenguaje. Si distinguimos
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mites de una época y su estilo. La noción de rup los distintos atractivos (literarios y extra itera
tura habla por sí sola en toda la obra pero de ríos) que De sobremesa ofrece para levantar ,el
una manera velada, por debajo del retrato de mapa de una época y un autor, nos enfrentamos
Helena y el diálogo de miradas con el ser amado a las propias disyuntivas, ahora sí, de Silva ante
en la ausencia. En cierto modo el diálogo para la significación de su lenguaje. Sobre la poesía
lelo será con el lenguaje representado por el nr� de Silva, Camacho Guizado plantea instancias
Y hacia el final del "Diario", la invocación da conciencia de sus límites imprime a De so
a Helena puede entenderse como metáfora de bremeso. un notorio rasgo de contemporaneidad.
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un imposib e encuentro con el verbo encarnado Como divagación narrativa, la obra de Silva re