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NICOLÁS GÓGOL

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PETERSBURGUESES
TRADUCCIÓN DI<.;

Henry Luque Muñoz


Sara González Hernández

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GRUPO EDITORIAL NORMA


Barcelona, Buenos Aires, Caracas,
Guatemala, México, Miami, Panamá, Quito, San
José,
San Juan, San Salvador, Santafé de Bogotá, Santiago, sao
Paulo.
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CONTENIDO

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© de esta edición
EL CAPOTE ........•....................•..•..•............ ,,,,,,,,,,,,,
EDITORIAL NORMA S. A. 1994-
A. A. S3S 50 Santafé de Bogotá, Colombia
Impreso por Editorial Presencia LA NARIZ .... ,,.,,,,,,,,,,.,,,,,,,,,,,,,,, .............••...............
Impreso en Colombia - Printed in Colombia
Editor: lván Hernández A.
Diseño de la colección y de carátula; Interlínea Editores LA AVENIDA NEVSKI ..............................•.....•............
Ilustración: Carlos Santa
,• edición, mayo de 1 994-

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LA CALESA ........•...... , , , , , , , , , , , , , , , , , , .. , , . , , •• , , , , , , I I I
ISBN: 958-04-2.)12-4-
C. C. 20018226

EL RETRATO , , , , , • , , , , , , , , , , , ,,,, ,, ,, ,............ I 25

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APUNTES DE UN LOCO .. ,,,,,, ..................•.•...•...•......... I 87
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Traducir a Nikolái G6gol implica no s61o trasladar una
TOÑI ABENZA Y
sintaxis, un ritmo, una vistosidad puntual, un cuerpo simb61ico,
CONRADO LOZANO HITA
una respiración artística. Implica, en cierto modo, traducir
una cultura y un alma. El alma rusa. Y es necesario aprovechar
la fuerza o levedad del ruso hablado que transmite al lenguaje
escrito matices invisibles, no recogidos por el frío consejo de
los diccionarios. Profundizar en museos y sitios memoriales
que preservan la huella del genial autor, el viaje en insomnes
trenes escalofriados que hacen sonar sus fierros de Moscú a
Poltava y luego el camino a Mirgorod y a la finca natal de
Vasilievka, la insistente visita al recinto donde G6gol inciner6
parte de sus Almas muertas en aquella casa situada en el anti-
guo bulevar Nikitski de la capital, el contacto directo con sus
manuscritos, con ediciones primeras, la charla indagadora con
ucranianos especializados en su obra, la insobornable devoci6n
de aquel pueblo por la creaci6n gogoliana. Todo dio ha
contagiado esta traducci6n de un atento sigilo, unroluntad
esmerada y un entusiasmo leal y sin fronteras. r/
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Henry Luque Muñoz .¡
Sara González Hernández

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EL CAPOTE
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EN CIERTO DEPARTAMENTO ... PERO SERÍA MEJOR i



o I vid ar nos de nombrarlo, pues no hay gente más impresiona- '\
ble que nuestros empleados de departamentos, guarniciones,
cancillerías, y en una palabra, toda suerte de funcionarios:

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Ocurre que si a uno de estos caballeros se le llega a ofender,
es igual que atentar contra el cuerpo entero de la sociedad.
Dícese que no hace mucho, un capitán de la policía, no re-
cuerdo de qué ciudad, present6 un informe de caracteres
rotundos, exponiendo que las leyes eran violadas ya que el
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respetabilísimo nombre de su persona era pronunciado con l
desdén. La denuncia iba respaldada con una espesa novela de
1,
vena romántica, en la que a cada diez páginas, aparecía un
capitán de la policía, a veces incluso derrumbado sin piedad d,,
¡
por la borrachera. Mas para esquivar alusiones ingratas, el mejor
departamento era éste, al que de ahora en adelante llamaremos í
simplemente departamento.
Y bien, en cierto departamento se desempeñaba un funcio- 1

nario que pasaba casi desapercibido: era de baja estatura, piel


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1

algo tatuada de viruelas, pelo tirando a rojo, algo cegat6n, con


no muy grandes entradas en la frente, las mejillas rajadas por
las arrugas y un color en su fisonomía que podríamos calificar
de hemorroidal. ¡Qué le vamos a hacer! El único culpable era
el clima de San Petersburgo. Sobre el rango del oficial -en
nuestro medio es imprescindible aludir a este punto-, era él
lo que ha dado en llamarse consejero titular vitalicio, contra
el cual algunos escritores han hecho llover rayos y centellas,
empeñados en agraviar a quienes no pueden comerse vivos.

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NICOLÁS GÓGOL
EL CAPOTE

El apellido del funcionario era Bashmachkin 1, que como


de que todo acaeci6 con arreglo a una necesidad imperiosa y
claramente se advierte procede de zapato. En qué época y no por mera fuerza del azar.
c6mo se produjo, no se sabe. Padre, abuelo y hasta un cuñado,
Nadie recuerda cuándo ni cómo lleg6 al departamento, ni
es decir todos los Bashmachkin, usaban botas y s6lo les i
quién vino a instalarlo en su empleo. Fueron distintos los
cambiaban suelas tres veces al año. Su nombre era Akaki .
Akákievich. Acaso al lector le parezca extravagante tal nom-
jefes, pero él jamás cambiaba, estaba siempre en el mismo
lugar, en la misma postura, desempeñando idénticas funcio-
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)
bre, pero puede estar seguro de que surgi6 naturalmente, sin
nes, realizando cada día el mismo trabajo de copista, a tal
rebuscamientos, y que fue imposible llamarlo de otro modo.
punto que con el tiempo llegaron a creer que había venido al
Veamos cómo ocurri6. Akaki Akákievich naci6, si mal no
mundo ya adiestrado para funcionario, con el uniforme
recuerdo, en los umbrales del 2 3 de marzo. La difunta madre,
puesto y las entradas en la frente.
casada con un funcionario, dispuso, como era de rigor, bau-
A nadie inspiraba respeto en el departamento. Los guar-
tizar al recién nacido. En su lecho todavía, frente a la puerta,
dianes nunca se ponían de pie cuando él llegaba, ni siquiera l
estaba acompañada por los padrinos: a su derecha Iván
levantaban la vista, pues era igual que si pasara una mosca.
Ivánovich Emoshkin, encantadora persona, jefe de oficina en
Los subjefes se dirigían a él con despótica frialdad. Cualquier
el senado, y a la izquierda se encontraba Arina Semi6novna
empleado le ponía ante las narices un manojo de papeles sin
Belobriúshkova, esposa de un oficial del vecindario y mujer
tomarse el trabajo de decirle "cópielos", o "es un trabajito
de probados atributos: A la madre le dieron a escoger entre
interesante", o de acompañar su pedido con alguna palabra
tres nombres: Mokkia, Sossia y el del mártir Jozdazat. "No",
agradable como es de uso en los departamentos decentes. Él
se dijo ella, "eso ni pensarlo". Para tratar de complacerla,
tomaba los papeles sin fijarse quién se los entregaba ni si
abrieron el calendario en otra parte y aparecieron tres nom-
tenían derecho a dárselos.Y, de inmediato, empezaba su que-
bres más: Trifilí, Dula y Várajasi.
hacer de copista. Los funcionarios jóvenes se mofaban de él
-Esto es una desgracia-proclam6 la madre-. ¡Qué perla
con bromas tan cortantes como se lo permitiera su limitada
de nombrecitos ! -Y la verdad es que ella nunca había oído
agudeza, llegando a soltarle en la cara ácidas historias a costa _
nombres así. Si al menos fueran Varadat o Varuj pero, ¡Trifili
suya, sobre su patrona, una viejecita de setenta años, afirmando
y Varajasi! Y pasando a otra página surgieron Pavsikaji y
que ella le pegaba y preguntándole cuándo se casarían. Acos-
Vajtisi.
tumbraban también a dejarle caer sobre la cabeza una lluvia
-Bueno, al parecer no es otro su destino -dijo la vieje-
de papelitos, diciendo que era nieve, pero Akaki Akákievich
cita-. Y si las cosas son así, dejemos entonces que repita el
se mantenía imperturbable como si nada ocurriera, y acome-
nombre de su padre. Akaki se llama el padre y Akaki se
tía su trabajo sin un sólo error en su escritura. Únicamente
llamará el hijo.
si las bromas se hacían intolerables y llegaban a empujarle el
He aquí c6mo vino a llamarse Akaki Akákievich, Cuando
codo impidiéndole continuar su tarea de amanuense, él ex-
lo bautizaron el niño prorrumpió en llanto y hacía muecas clamaba:
como si ya presintiera que llegaría a ser consejero titular. Bien,
-Déjenme, ¿por qué me ofenden?
ahora ya sabemos cómo ocurrió.Y hemos convenido en traer
Y algo extraño se dejaba sentir en estas palabras y en la voz
a cuento semejantes detalles, para que el lector esté enterado
con que lo decía. Hablaba con un tono lastimero tan evidente, i'

que un joven recién entrado en aquellas faenas y que com-


i
1. Palabra derivada de bashmak que en ruso significa "zapato" (Nota del tra­ partía las burlas en su contra, se detuvo al oírlo, como tocado
¡,
ductor).
por un pinchazo, y desde entonces comenz6 a verlo con ojos
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NICOLÁS GÓGOL EL CAPOTE

diferentes. Una fuerza misteriosa lo alejaba de esos compa- trabajo ocupaba por entero su vida. Jamás solía lijarse en su
ñeros a quienes consideraba personas decentes y bien relacio- indumentaria. Así, el verde uniforme iba adquiriendo un tono
nadas. Durante largo tiempo, aún en medio del alborozo, se rojizo parecido al cobre. El cuello de su camisa era tan angosto
le aparecía de súbito el funcionario de pequeña estatura y y caído, que sin tener un pescuezo largo, sobresalía desme- i,
¡!,
entradas en la frente, con su transido "Déjenme ¿por qué me suradamente hasta parecer un gatico de esos de juguete que 1
ofenden?". Al fondo de esta súplica que tocaba su alma, suelen llevar de adorno y por docenas, los viajeros rusos. Y
resonaban otras palabras: algo se le pegaba siempre al uniforme: ya una brizna de hierba
-Soy tu hermano. seca, ya algún hilillo. Parecía tener una rara suerte para que
Y el pobre hombre se cubría el rostro con las dos manos, andando por la calle, le cayeran desde alguna ventana restos
y no pocas veces durante el resto dé su vida, se estremecía al de basura, de tal modo que en su gorro llevaba eternamente
ver cuánta ruindad hay en los humanos, así como de extrema cáscara de melón y de sandía y otras porquerías por el estilo.
crueldad, incluso tras el velo de una educación exquisita. Nunca lijó su atención en lo que ocurría a su alrededor, a
¡Dios santo! Y pensar que se les toma por nobles y bonda- diferencia de sus colegas, los cuales fisgoneaban a tal punto y
dosos. Harto difícil encontrar a un hombre que cumpla sus con tal gusto, que podrían dar cuenta de si alguien llevaba
obligaciones como él. .. No basta decir que se entregaba con descosida la bota del pantalón al otro lado de la acera, hecho
celo a su faena. No, él servía con amor. En su oficio de escri­ que les suscitaba una sonrisita de picardía.
biente él hallaba un mundo variado y gratificante. La satis- Si Akaki Akákievich se detenía a observar algo, veía sólo
facción despuntaba en su rostro, tenía sus letras favoritas y sus renglones magníficos y parejos, y sólo si de pronto
cuando las encontraba se convertía en otra persona· sonreía aparecía la testa de un caballo que se le colocaba en el hombro
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parpadeaba, se auxiliaba 5on los labios, de tal modo que en
' y resoplaba en su cuello, entonces comprendía que no estaba
sus expresivos gestos parecía leerse cada una de las letras que en la mitad de un renglón sino en mitad de la calle. Al retornar
salían de su pluma¡Si a menudo hubiesen premiado su consa- a casa se sentaba de inmediato a la mesa, sorbía de prisa la
gración al deber, para sorpresa suya habría podido llegar a ser sopa de verduras, y sin darse cuenta de lo que comía, iba 1

consejero estatal. Pero al decir de los colegas que desplegaban engullendo trozos de carne con cebolla y hasta las propias I¡
bromas pesadas, en ese oficio sólo se ganaba un buen castigo moscas, y todo lo que al Todopoderoso se le hubiera ocurrido
para los riñones, cuando no caer en el suplicio hemorroidal. mandar.
Injusto afirmar, sin embargo, que no se le hubiese prestado Cuando su estómago llegaba al hartazgo, se levantaba de
alguna atención. Un director, siendo persona bienintencio- la mesa, tomaba un frasco de tinta y empezaba a copiar los
nada y segura de premiarlo por su largo tiempo de servicio, papeles que había traído a casa. En ocasiones, si el papel era
ordenó asignarle un trabajo de mayor relevancia que el de llamativo o importante el destinatario -mas no por la belleza 1,
simple copista, y según el cual debía sólo tomar un expediente del estilo-, se dedicaba a copiar para su mera satisfacción.
Incluso a esa hora en que el cielo de San Petersburgo se
1:
ya terminado y redactar cartas dirigidas a otra sección. [í
Bastaba cambiar el encabezamiento y pasar unos insignifi- convierte en una penumbra gris y los funcionarios acaban de '¡r
cantes verbos, de primera a tercera persona. Semejante saciar el hambre, cada quien según sus respectivas solicitudes
actividad le ocasionó tal fatiga que acabó bañado en sudor y, de aumento y según el alcance de sus ingresos, cuando ya todo
enjugándose la frente, terminó diciendo: reposa y se ha acallado en las oficinas el sonido de las plumas, 1

-Mejor sería retomar el trabajo de escribiente. cuando ha cesado el trajín de correr para cumplir con lo ajeno
Y fue así como lo dejaron para siempre de copista. Ese y lo propio y con las tareas voluntarias llegando hasta el
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exceso, todos los funcionarios se aprestan a entregar al los pobres empleados no saben dónde meterla. A esta hora,
disfrute su tiempo restante. Los más atildados se dirigen al :¡ también la frente de los que ocupan cargos altos es azotada
teatro, otros se dedican a mirar sombreros en las vitrinas, al por el frío, saltan lágrimas de los ojos, y los consejeros
de más allá sus pasos lo conducen a una velada mientras pone titulares quedan librados al desamparo. La única salvación para
un piropo en el oído de una agraciada joven, reina de un los que visten liviano capote, es correr a todo dar cinco o seis
reducido grupo de funcionarios; la mayoría se enrumba a un cuadras, y en el recibidor de su trabajo zapatea¡ y sacudirse
tercer o cuarto piso, donde un colega tiene su par de habita- para que sus facultades no queden acorazadas por el hielo, y
ciones con recibidor, cocina y adornos de precaria belleza puedan así desempeñar sus funciones.
(alguna lamparita o cosas de este talante), adquirido a costa Akaki Akákievich comenzó a notar que desde hacía algún
de inmensos sacrificios y abnegadas privaciones alimenticias. tiempo el frío atacaba su espalda y sus hombros con dolorosas
En una palabra, es la hora en que los funcionarios se dispersan punzadas, a pesar de que cubría presuroso el trayecto diario.
por los muy pequeños apartamentos de sus amigos para jugar Y finalmente se preguntó si su capote no adolecería de algún
el whist con entusiasmo, entregarse a beber el té acompañado defecto. Luego de examinarlo en casa con la debida atención,
de tostadas baratas y deleitarse con el humo de sus largas advirtió que se transparentaba en dos o tres sitios, con más
pipas; al momento de repartir las cartas comienzan a propagar precisión en la espalda y en los hombros. Tan desgastado
chismes venidos de las altas esferas, que por nada del mundo estaría que se traspasaba la luz y el forro parecía un trapo que
pueden ser rechazados por el hombre ruso, y cuando nada hay se deshacía en hilachas.
por decir, cuentan una y otra vez la perpetua anécdota sobre No sobra añadir que el capote de Akaki Akákievich
el tonto comandante a quien habían venido a contarle que también era motivo de burla para sus colegas; le habían ne-
mutilaron la cola del caballo, cuyo monumento se debe al gado el noble nombre de capote y lo llamaban bata. En ver-
escultor Falconet.Y bien;a la hora en que todos se entregaban dad, la prenda ya ofrecía un diseño muy extraño: la esclavina
a la diversión, Akaki Akákievich no se ocupaba de ninguna. se había encogido con el paso de los años, ya que había servi-
Nadie podría presumir de haberlo visto en veladas. do de parches a otras partes del capote, parches que para nada
Terminaba él de hacer copias muy a su gusto y se acostaba dignificaban el arte del sastre y que daba a la prenda forma
deleitado, pensando: "¿qué me dictará mañana el Todopode- de talego.
roso?". Así corría la vida pacífica del hombre cuyo salario era Cuando Akaki Akákievich comprendió lo que ocurría,
de unos cuatrocientos rublos de sueldo al año, y que era capaz resolvió llevarle el capote a Petróvich, sastre que vivía en un
de vivir satisfecho con su suerte. Y habría llegado .a edad más cuarto piso con entrada por la escalera de servicio. A pesar : 1
avanzada si no fuera porque hay adversidades que vienen a de ser tuerto y tener la cara salpicada de viruelas, dedicábase
empedrar el camino, no sólo de los consejeros titulados, sino con relativo éxito a poner a punto pantalones y fracs de
de aquéllos que ni prodigan consejos ni los aceptan. funcionarios, si el vodka no ponía su cabeza al revés o lo 1

Hay en San Petersburgo un enemigo mortal de todos los atolondraba otro pensamiento. No vale la pena extendernos
que ganan alrededor de los cuatrocientos rublos al año. Ese hablando del sastre, pero en honor a las leyes de la narrativa,
enemigo no es otro que nuestro frío septentrional, aunque debemos dibujar con precisión el carácter de los personajes.
no falta quien diga que es bueno para la salud. Hacia las nueve Así que convoquemos, pues, a Petróvich.
de la mañana, a esa hora en que las calles se inundan de Al principio se llamaba simplemente Grigori y fue siervo
funcionarios que van en procura de su deber, el frío empieza de no sabemos qué señor. Dio en llamarse Petróvich desde
a castigar de tal modo toda nariz, sin hacer distinciones, que cuando fue liberado y desde cuando se hizo dócil a la bebida
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en las fiestas importantes, y luego sin distinguir si lo eran, en tuerto sentado en una aguja. En semejante estado llegaba a
todas las festividades religiosas donde apareciera en el aceptarlo todo, rebajaba el precio y ocasiones había en que
almanaque un'a cruz. En asuntos así, permanecía fiel a las hasta agradecía con una venia. Mas luego aparecía la esposa
costumbres de sus abuelos, y cuando se liaba en discusiones diciendo que su esposo cobraba poco porque estaba borracho.
con su esposa terminaba llamándola mundana y alemana. Bastaba agregar una moneda para solucionar el problema.
A propósito, ya que mencionamos a su esposa, también Ahora el sastre parecía no haber empinado el,codo: lucía
es preciso decir sobre ella algunas palabras, aunque es muy sereno, presto como un cazador; así ni el diablo sabía cuánto
poco lo que se sabe. La mujer de Petróvich usaba, no paño- iría a cobrar. Akaki Akákievich comprendió su actitud y
leta, sino cofia, y su belleza era tan dudosa que resultaba difícil quiso ponerse en fuga, mas no pudiendo dar pie atrás, mien-
enorgullecerse de ella. Sólo los soldados de la guardia, al tras el sastre clavaba en él su ojo avizor, esforzadamente le
cruzarse con ella, intentaban echarle un vistazo bajo la cofia, dijo:
mientras hacían un gesto moviendo los bigotes y emitiendo ­Buenos días, Pctróvich.
un sonido extraño. -Muy buenos los tenga usted, señor =respondió el sastre
Mientras Akaki Akákievich ascendía por la escalera que y torció la mirada de su Único ojo hacia la mano del visitante,
conducía a la vivienda del sastre, escalera =dícho sea de paso-- tratando de averiguar qué presa tenía ante sí.
llena de costras de basura que hedían a esa mezcla de alcohol -Bien, Petróvich, he venido porque ...
con porquerías putrefactas que reina en todas las escaleras de Conviene añadir que Akaki Akákievich se expresaba a
servicio de San Petersburgo y que causan ardor en los ojos, menudo con preposiciones, adverbios y con esas partículas
iba pensando en cuánto le cobraría y resolvió que más de dos que no significan absolutamente nada. Si el asunto era esca-
rublos no le daría. broso, él dejaba inconclusa la frase, de tal modo que solía
La puerta estaba dé par en par porque _el ama de casa continuar una plática con palabras así:
preparaba pescado, y tal humareda había, que ni las cucarachas ­Esto, en conclusión, es, pues ... ­luego seguía un vacío
se veían. Akaki Akákievich atravesó la cocina sin siquiera ser y él olvidaba de qué hablaba, pensando al mismo tiempo que
visto por el ama de casa y llegó a un cuarto donde Petróvich ya lo había dicho todo.
se hallaba sentado ante una mesa grande sin pintar, con las -¿De qué se trata? --dijo el sastre a la vez que examinaba
piernas cruzadas como un pachá turco. Estaba descalzo como con su ojo el uniforme deAkaki Akákievich: la esclavina, las
suelen estar los sastres durante su faena, y saltaba a la vista el mangas, la espalda, los ojales, el faldón ... todo le resultaba
dedo pulgar que tanto cuidaba su dueño y que remataba en muy familiar pues había sido fruto de sus propias manos. No
una uña deforme, gruesa y fuerte como el caparazón de una hay sastre que no siga esta costumbre desde el instante en que
tortuga. De su cuello colgaban unas hebras de seda e hilo y se encuentra con alguien.
sobre sus rodillas reposaban andrajos. Llevaba tres minutos -Y yo, ya ves, el capote, el paño ... en todos los demás
sin conseguir enhebrar una aguja, y no lográndolo, se lugares. Bien fuerte; está un poco empolvado y parece muy
enfadaba con la oscuridad y hasta con la propia hebra: viejo, pero en realidad es nuevo; bueno, sólo en un sitio está
-La maldita no entra. Acabará conmigo la muy granuja. algo ... en la espalda y en los hombros se ha desgastado un
Akaki Akákievich se sentía incómodo por haber llegado poco; también aquí, ya ves, es todo. Un trabajo sencillo ...
justo cuando Petróvich perdía la paciencia. Le gustaba más Petróvich tomó el capote, lo extendió inicialmente sobre
tratar con él cuando perdía todo coraje o, como decía la mujer la mesa, mirándolo y remirándolo por largo tiempo, luego
del sastre, cuando estaba borracho perdido y parecía un diablo torció la cabeza y extendió la mano hacia la ventana cogiendo
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una tabaquera redonda que ostentaba en su tapa el retrato de ­Sí, nuevo ­reiteró Petróvich con pasmosa serenidad.
un general, imposible de identificar pues el rostro veíase -Y en el supuesto de que me hiciera uno nuevo, ¿por
hundido por la opresión de algún dedo, y además, el lugar · cuánto me saldría?
estaba cubierto por un pedazo cuadrado de papel. Mientras -¿Que cuánto costaría, me pregunta usted?
aspiraba tabaco, Petróvich desplegó el capote en el brazo y ­Sí.
lo observó a la luz, meneando la cabeza. Entonces volteó el ­Pues vendrían a ser más de tres veces la mitad de cien
forro hacia uno y otro lado, repitió el movimiento de cabeza, -repuso Petróvich dándose tono.
cogió la tapa adornada con el general, introdujo la nariz en Le encantaba sorprender a la gente y deleitarse luego
la tabaquera y luego de aspirar, guardándola, exclamó: mirando la cara de perplejidad que había engendrado.
=No, definitivamente esto no tiene arreglo. No hay por -¡ Ciento cincuenta rublos por un capote! -exclamó el
donde meterle mano. pobre Akaki Akákievich, alzando la voz, acaso por primera
Oídas estas palabras, Akaki Akákievich sintió una punzada vez en su vida, pues siempre se distinguía por una voz suave.
en el corazón. -Sí, sí---dijo Petróvich-, y queda todavía por ver qué tipo
-¿Cómo que no se puede, Petróvich?---dijo con voz infantil de capote. De ponerle esclavina de marta cebellina y capu-
y tono suplicante. Y prosiguió=: Pero si sólo se ha desgastado chón con forro de seda, no le costaría menos de doscientos
en los hombros, basta que le pongas remiendos ... rublos.
=Claro que podemos encontrar remiendos, pero de ahí a =Pctróvich, por favor -le dijo Akaki Akákievich con voz
ponérselos hay mucho trecho. Imposible hallar una prenda suplicante.Y desoyendo sus palabras añadió--:Arréglalo como
más arruinada. La tocas con la aguja y se deshace. puedas, aunque sea para ponérmelo unos días más.
=Bueno, pues que s<,_ deshaga: le pones un remiendo. -No, eso significaría desperdiciar trabajo y dinero =res-
-La cosa es que no hay sobre qué pegar el parche -repuso pendió el sastre, y acto seguido el cliente salió en el colmo
Petróvich-. Imposible meterle refuerzos. Llamarle paño a de la desilusión.
esto es demasiado, si lo embiste el viento queda en nada. Tras la salida del visitante, Petróvich permaneció estático 1

­Péguelo como sea ... Vamos a ver ... así, bueno ... largo tiempo, haciendo una mueca significativa con los labios, '"
=No -le cortó Petróvich resueltamente-, nada se puede luego de negarse a aceptar el encargo. Sentíase orgulloso de
hacer. La prenda se ha echado a perder. Sería mejor que usted, no haberse rebajado y de no haber traicionado la dignidad de
cuando vengan los fríos invernales, haga con ella unas polai- su oficio.
nas, porque ese talego ya no calienta. Las polainas no son más Ya en la calle, a Akaki Akákicvich le pareció que todo
que un invento de los alemanes para ahorrarse dinero. (Oca- había sido un sueño.
sión que se le brindaba, ocasión que aprovechaba para mal- "Ets a cosa es asi' ... yo nunca 1mag1ne
.. , un rcsu Idta o seme­
decir a los alemanes). Y como usted ve, no le queda otro jante", comenzó a decirse.
camino que hacerse un nuevo capote. Y luego de una breve pausa: "Jamás llegué a suponer una
La palabra nuevo produjo tal efecto en él, que sintió como situación de tal tamaño".
s! la vista se le nublara y todo empezó a bailar ante sus ojos. Otra pausa y articuló para sí: "¡Así es la cosa! Todo tan
Unicamente distinguió con claridad al general en la tabaquera, inesperado ... no sé cómo ... ¡Qué horror!".
con el papelito adherido en el rostro. Terminó de monologar, y sin darse cuenta, en vez de
-¿Cómo? ¿ Un capote nuevo? -repuso Akaki Akákievich encaminarse hacia la casa, marchó en dirección opuesta; por l.
como si estuviera soñando­. Pero si no tengo dinero. el camino lo rozó un deshollinador que le dejó los hombros
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NICOLÁS GÓGOL EL CAPOTE

vueltos una desgracia. Costras de pintura le cayeron desde lo =Puedo hacerle su capote sin demora. Permítame la opor-
alto de una casa en construcción, pero él siguió sin notarlo y tunidad de demostrarle de lo que soy capaz. Le haré incluso
sólo se despabiló cuando se encontró a boca de jarro con un. un capote a la moda, con galones de plata para cerrar el cuello.
centinela de alabarda que sacaba tabaco de una bolsa y picaba Fue entonces cuando Akaki Akákievich comprendió que
un poco en su mano callosa, y que puso en la realidad a Akaki su irreversible destino era hacerse un capote nuevo. Y su
Akákievich cuando le dijo: decepción no tuvo fronteras. A falta de dinero,,¿qué le que-
-¿Por qué metes el hocico en mis narices? ¿O es que no daría por hacer?
te alcanza la acera? Por supuesto podría echar mano del aguinaldo, pero esa
Este roce lo persuadió de cambiar derumbo y dirigirse a suma ya la tenía asignada para satisfacer otras necesidades.
casa. Recobrada la serenidad, pudo entrar en razón y com- Debía adquirir pantalones nuevos, pagarle al zapatero una
prender cuál era su verdadero estado. Comenzó a hablar fran- antigua deuda pues le había puesto refuerzos a sus viejas
camente consigo mismo, sin vacilaciones, con las sinceras suelas, debía encargar a la costurera tres camisas y dos de esas
palabras con que se habla a un amigo de corazón. prendas interiores que es poco honroso verter a la tinta
"No", se dijo, "ahora no es conveniente hablar con Petróvich. impresa. En una palabra, la suma estaba predestinada a esfu-
f,._ las claras se ve que su mujer lo ha puesto en alerta. Será marse, incluso si el director llegara a ser tan benévolo que
mejor visitarlo el domingo por la mañana, pues tras la borra- en vez de cuarenta rublos le diera un aguinaldo de cuarenta
chera del sábado él estará adormecido y desviando su único y cinco o cincuenta rublos, lo cual sería menos que nada, pues
ojo. Necesitará mitigar la sed de la resaca, pero su esposa ya era como una gota en la mar.
no le dará dinero. Entonces llegaré yo y le alargaré una mo- Y ya sospechaba él que Petróvich le iba a poner un precio
neda. Así lo ablandaré y será cuando el capote ... ". que sólo el diablo sabría cuál iba a ser, y la mujer no podría
Razonó así Akaki Ákákievich y armándose de paciencia evitar gritarle:
: aguardó hasta el domingo temprano. Advirtiendo a prudente =: Pero es que te has vuelto loco, grandísimo imbécil? En
, distancia que la mujer de Petróvich salía, se apresuró a visi- otras ocasiones trabajas por migajas y ahora pides un precio
tarlo. Era de suponer que luego de la borrachera del sábado, que ni tú mismo vales.
el sastre tendría torcido su único ojo, la cabeza semidesmayada Sin embargo, él sabía que Petróvich le haría el capote por
y todo su ser metido en el entresueño. Mas cuando se enteró ochenta rublos. Bien ¿pero de dónde sacarlos?Tal vez podría
de lo que se trataba, fue como si el demonio lo hubiese sacu- reunir la mitad a costa de sacrificios, ¿y la otra mitad? ... Antes '
dido de un empellón. de continuar, seria útil que el lector estuviera enterado sobre 1
­No ­afirmó el sastre­, la única solución es hacerse un cómo obtendría la primera mitad. Akaki Akákievich tenía la i
i
capote nuevo--. En ese instante Akaki Akákievich deslizó en costumbre de guardar una ínfima suma de cada rublo que
la mano de Petróvich una monedita. gastaba. La metía en un cofrecito que podía cerrarse con llave
.-,Muy amable de su parte, señor. Tomaré una copa a su y que tenía una ranura en la tapa para introducir el dinero .
salud =anotó Petróvich=. Y en lo concerniente al capote, no Cada seis meses hacía el balance de sus ahorros y los reem-
debe preocuparse más por él. Pasó a mejor vida. Le haré uno · · plazaba por su equivalente en moneditas de plata. Llevaba
nuevo par� gloria de mi profesión. Quedemos en eso. . tiempo cultivando esa práctica y al cabo de los años había
A�ltiAkákievich
quiso alargar la plática pues tenía mucho logrado reunir una suma que excedía los cuarenta rublos. Así
por decir, pero Petróvich sin escucharlo, prosiguió: que tenía lista la primera mitad.¿ Pero cómo obtener la suma

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NICOLÁS GÓGOL EL CAPOTE

restante? Tras darle muchas vueltas a la idea, resolvió que persignó. Solía visitar a Petróvich cada mes para .hablar del
necesitaba reducir los gastos cotidianos como mínimo por un capote, precisar dónde podría comprarse- el paño, cuál sería
año, suprimir el té vespertino, abstenerse de prender velas, el color más conveniente. Aunque salía de casa con cierto
y de ser necesario realizar trabajos, ir al cuarto de la patrona desánimo, retornaba lleno de brío, seguro de que llegaría el
y aprovechar su palmatoria, tomar precauciones en la calle momento de realizar la ansiada adquisición y ordenar el
desplazándose con la mayor suavidad y cautela, eludir piedras, capote. Contra todo cálculo, Akaki Akákievish recibió del
huecos, y sería aconsejable que caminara casi en puntas de pie director un regalo navideño no de cuarenta ni de cuarenta y
a fin de no desgastar prematuramente las suelas, dar a lavar cinco rublos, como _era de esperarse, sino de sesenta. Ya
la ropa interior con la menor frecuencia posible, y para no porque intuyese que su subordinado necesitaba un capote, ya
ensuciarla le convendría, al llegar a casa, desvestirse quedando por magnanimidad del azar, la verdad fue que todo vino a pre-
sólo en esa vieja bata a la que ni siquiera el paso del tiempo sentarse a pedir de boca: del cielo le cayeron veinte rublos
había- logrado sacar de este mundo. con los que no contaba. Y esta situación aceleró la marcha de
En principio le resultó penoso habituarse a tales privacio- los acontecimientos.
nes, pero hecho ya a su nuevo destino pudo sobrellevar la Luego de dos o tres meses de hambre moderada, Akaki
carga. Aprendió incluso a negarse todo apetito por las noches. Akákievich logró reunir los ochenta rublos. Su corazón
Se alimentaba de la esperanza de que en el futuro su abnegación habituado a la serenidad comenzó a latir con fuerza. A la
sería premiada con su capote. primera oportunidad se dirigió con Pctróvich a una gran
No resultaría descaminado afirmar que a partir de entonces tienda. Sin tardanza resolvió comprar paño de excelente
su existencia adquirió plenitud y sentido, como si hubiese calidad. Es comprensible que así ocurriera pues lo venía
contraído nupcias, corno si una presencia invisible lo acompa­ pensando desde hacía seis meses, sin olvidar acercarse cada
ñara, como si la soledad hubiese abdicado en su ser y una mes a los mostradores a indagar por los precios. Además, ya
amiga leal le ayudase a atravesar de su mano los senderos de sabía por su sastre que no había mejor paño. Para forro
la vida.Y esa compañera no era otra que el capote", un capote escogieron una tela estupenda, tan durable y de tan probada
de noble paño, protegido con un forro invencible, nada calidad, que según Petróvich aventajaba a la seda hasta en su
desgastado. La personalidad de Akaki Akákievich adquirió atractivo exterior, pues era brillante y lisa. Eludieron adquirir
una enérgica vivacidad, su carácter gan6 temple, como le la marta cebellina por su elevado precio, y en su defecto
sucede a un hombre que ha conquistado al fin la medida exacta eligieron una piel de gato magnífica, una piel que de lejos
de su valor. Rostro y actitudes despojáronse de aquel tem- podía confundirse a las claras con la marta.
blor vacilante y sus trances de duda, sus crispaciones, se vie- Petróvich tardó dos semanas en confeccionar el capote,
ron reemplazados por una firmeza de hierro. Sus ojos pues era preciso ocuparse de numerosos detalles. De no ser
brillaban como dos antorchas y su cabeza era invadida por así, lo habría terminado antes. El sastre pidió doce rublos por
pensamientos majestuosos y audaces: ¿por qué no atreverse su trabajo, menos era imposible. Y lo fue cosiendo con hilo
a ponerle una esclavina de marta cebellina? Esta idea lo des- de seda, haciéndole doble cadeneta en la costura y rematán-
concertó. dolo todo con una pasada enérgica de sus propios dientes, los
Una vez, mientras realizaba su trabajo de copista, estuvo cuales dejaron dibujadas varias huellas.
a punto de cometer un error. Dejó escapar un ¡ay! y se Ocurrió ... , no se sabe exactamente el día, pero eso sí fue
el más venturoso en la vida de Akaki Akákievich, pues
2. En ruso "capote" es femenino (Nota del traductor). Petróvich le entregó su capote terminado. Se lo llevó una
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NICOLÁS GÓGOL EL CAPOTE

mañana, precisamente cuando se alistaba para salir del trabajo. al amparo del hielo y también porque le daba una favorable
Ningún momento tan oportuno: acosaban ráfagas heladas que prestancia física. El tiempo pasó veloz y de súbito se hall6 en
prometían empeorar. Petróvich se presentó como corres­ el departamento. En la conserjería se quitó el capote, lo apre-
ponde a nn sastre que se respete, capote en mano, su rostro ci6 por todos los costados y lo encomend6 muy especialmente
dejaba traslucir nn aire ufano que su cliente nunca había a la mano del conserje.
notado. Era como si hubiera terminado una obra de alta Sin saberse cómo, los empleados se enteraron al instante
costura y un hondo abismo lo separase ahora de los colegas que Akaki Akákievich estrenaba capote y que la vieja batola
del gremio, de ésos que escasamente pegan forros y nnen había cumplido ya su papel en el mnndo. Todos se apresuraron
hilachas, en contraste con el maestro que da a la luz nna a llegar al guardarropa para ver la nueva prenda. Llovieron
maravilla nueva. las congratulaciones y en los labios del homenajeado brill6
El sastre extendi6 el capote sacándolo del envoltorio; lo una sonrisa que se fue mudando en gesto de vergüenza.
traía protegido entre nn pedazo de tela que acababa de recibir Cuando ya todos y cada nno se habían manifestado, hacía eco
de la lavandería y que guard6 en el bolsillo para su uso la iniciativa de que era necesario darle el estreno a la prenda
ulterior. Miró el capote con infinito orgullo, y tomándolo de recién nacida con nn brindis, al tiempo que se alzaba la voz
las dos mangas, lo coloc6 con pasmosa agilidad sobre los de que Akaki Akákievich debía hacer nna velada en su casa,
hombros de Akaki Akákievich, después de lo cual alis6 el pero él, tomado por el azoro, no sabía qué camino seguir y
cuerpo del capote con las manos y le dio un tir6n amoldán- hubiese preferido que desistieran de la idea. Pasados unos
dolo a su dueño. Akaki Akákievich, como hombre de expe- minutos, ruborizado, trató de convencerlos candorosamente
riencia que era, exigi6 probarse las mangas y con ayuda de de que no valía la pena el festejo, que se trataba de nn simple
Petr6vich así lo hizo, resultando que le quedaron de impecable capote de vieja data. Por último, nno de los funcionarios, al
factura. Se trataba efectivamente de nna confección salida de parecer nn subjefe, para demostrar que era persona nada i1
1

mano diestra. Petr6vich no desperdiciaba oportunidad para orgullosa y que no rehuía el trato con los subordinados,
hacer notar que cobraba poco, s6lo porque, de nna parte, la exclamó:
fachada de su vivienda no tenía r6tulo alguno de sastre, y de =Bueno, señores, así las cosas, permítanme invitarlos en
otra, se trataba de nna callejuela furtiva, mientras añadía que lugar de Akaki Akákievich. Quedan, pues, citados esta noche
en la avenida N evski le habrían cobrado por la sola mano de en mi casa para cenar. Casualmente celebro mi onomástico.
obra, no menos de setenta y cinco rublos. Por supuesto los demás empleados se acercaron al subjefe
Akaki Akákievich evitaba hablar al respecto, pues si a algo para felicitarlo, y con gran beneplácito aceptaron la invitaci6n.
le temía con todas sus fuerzas, era a las astronómicas sumas Akaki Akákievich intent6 eludir su asistencia, pero todos lo
que Petr6vich esgrimía para desconcertar a sus clientes. Así que persuadieron de que sería indigno así como bochornoso y sin
le cancel6 la deuda, le agradeci6 sus servicios y presto sali6 decoro para él negarse. De modo que no tuvo otro remedio
para el departamento luciendo su capote nuevo. Petr6vich lo que aceptar.
sigui6 nn buen trayecto, y deteniéndose, contempl6 el capote, No obstante, termin6 sintiéndose halagado ya que sería
luego se pasó al andén opuesto para meterse en nna callejuela ocasión en la que podría lucir su capote nuevo hasta llegada
laberíntica, salir adelante y admirar su obra desde otro ángulo, la noche. ParaAkaki Akákievich fue nn día de fiesta. Regre-
o sea de frente. só a casa rebosante de alegría, se quit6 el capote y lo colg6
Sus hombros se sentían muy a gusto bajo el capote nuevo del clavo más alto del ropero para poder extasiarse nna vez
y el goce de la ufanía ocupaba todo su ser. Esto porque se sabía más admirando el paño y el forro.Y deseoso de comparar, sac6
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EL CAPOTE

el antiguo capote completamente deshilachado, le echó una


viene algo a la cabeza ... lo siguen hasta el final". Aunque
mirada y sonriendo exclamó: "¡Qué diferencia tan abismal!".
también pudo ocurrir que ni siquiera pensara algo así, pues
Más tarde, mientras almorzaba, no pudo evitar la risa al ver
resulta difícil penetrar en el alma humana y desentrañar sus
pasar por su mente los restos del viejo capote. Terminó de deseos.
comer con muy buen humor, después se abstuvo de copiar
Akaki Akákievich llegó por fin al domicilio donde habitaba
papel alguno, se recostó en la cama como un sibarita, hasta
el subjefe. Vivía a sus anchas en el segundo piso de una casa
el anochecer. Luego, sin apresurarse, se vistió, colocó el
en cuya escalera refulgía un farol.Ya en el recibidor vio largas
capote sobre sus hombros y salió a la calle.
hileras de chanclos. En mitad de la habitación hervía el
Es una lástima que no tengamos información acerca de
samovar que despedía vapor a chorros. En las paredes colga-
dónde habitaba el anfitrión de la velada: la memoria empieza
ban capas y capotes, de los cuales algunos tenían piel de castor
a fallarnos en alto grado y San Petersburgo entera, sus calles
o cenefas de terciopelo. Del otro lado de la pared provenía
y edificaciones, giran en nuestra cabeza sin orden ni concierto.
una ola de murmullos y voces que comenzaron a aclararse y
Sea como fuere, el mencionado funcionario residía en el más
a hacerse resonantes cuando un criado salió portando una
reputado sector de la ciudad, como es obvio, distante de la
bandeja llena de vasos vacíos, una tetera y una canastilla con
casa deAkakiAkákievich. Este debió atravesar por callejuelas
tostadas, lo que permitía entender a las claras que los funcio-
solitarias, pobremente iluminadas, y a medida que se acercaba
narios ya llevaban su tiempo platicando y tomando el té.
a la vivienda del subjefe de sección, las calles iban cobrando
El propio Akaki Akákievich colgó su capote, entró en la
vida, se iba ampliando la concurrencia y mejoraba el alum-
habitación y ante sus ojos resplandecieron velas, funcionarios,
brado público. Crecía el número de transeúntes, veíanse
pipas, mesas de juego. El bullicio de las conversaciones y el
incluso damas ataviadas con elegancia, caballeros adornados
ajetreo de las sillas en movimiento lo confundieron. Aturdido,
con cuello de castor; cada vez disminuían esos destartalados
se detuvo en medio del recinto, sin resolverse a hacer nada.
trineos de madera con clavos que sobresalían, y en 'SU lugar
Pero ya todos habían advertido su presencia y de inmediato
circulaban cocheros con gorros de terciopelo carmesí, librea
lo envolvieron en jubilosas aclamaciones, mientras se amon-
dorada y piel de oso, en carruajes lacados que volaban por las
tonaban en bloque para echarle un vistazo más al capote.
calles o carrozas que se deslizaban haciendo crujir la nieve a
Akaki Akákievich estaba azorado y perplejo, mas como era
su paso.
de corazón pudoroso, no pudo menos que alegrarse al ver
Para Akaki Akákievich todo aquello era una novedad pues
cómo realzaban con elogios su capote.
llevaba años sin hacer ninguna salida nocturna. Se detuvo con
Luego, como es lógico, todos lo dejaron de lado, tanto a
curiosidad frente a una vitrina iluminada que mostraba un
él como a su capote, y se encaminaron directamente a las
cuadro en el que una bella dama se quitaba una zapatilla,
mesas de juego. Cuanto allí ocurría: charla, gentío, bullicio,
mientras dejaba al descubierto una pierna magnífica; detrás
eran para Akaki Akákievich como una pesadilla. No sabía
de ella, recostado en una puerta que comunicaba con otra
cómo comportarse, dónde meter las manos, los pies y todo
habitación, atisbaba un caballero de patillas cerradas y elo-
su ser. Resolvió dirigirse a las mesas de juego, observó las
cuente barbilla. Akaki Akákievich movió la cabeza esbozando
cartas, fijó su mirada en los rostros de unos y otros, y al poco
una sonrisa y prosiguió su camino. Mas, ¿por qué sonreiría?
tiempo comenzó a bostezar hostigado por el aburrimiento,
Tal vez lo hiciera por hallarse ante algo desconocido, pero
y tanto más cuanto que hacía rato había pasado su hora de
cuya existencia se sospecha, o acaso porque como tantos sueño.
funcionarios pensó: "¡Ah!, ¡esos franceses! Cuando se les
Quiso despedirse del anfitrión, pero se interpusieron sus
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colegas, persuadiéndolo de que, en honor del acontecimiento, donde su ánimo empezó a menoscabarse. Atravesando la plaza
era necesario beber una copa de champán. Al cabo de una hora sintióse cautivo del temor, como si su corazón le dictara el
fue servida la cena: encurtidos, ternera en salsa fría, paté, presagio de un desenlace fatal. Miró hacia atrás y hacia los
empanadítas y champán, de la cual Akaki Akákievich bebió lados: era como si estuviera en el centro del vastísimo mar.
dos copas, las cuales le hicieron ver un salón colmado de "Tal vez sería mejor no mirar", pensó y continuó la marcha
alborozo, aunque comprendía con nitidez que había llegado con los ojos cerrados. Cuando los abrió paracerciorarse si
la media noche y que debería estar en casa. había dejado tras de sí gran parte de la plaza, tenía en frente
Para no ser retenido por el anfitrión salió con cautela, de sus propias narices a unos bigotudos cuya identidad quién
buscó su capote en el vestíbulo, el cual para su pesar yacía en iría a saber. Su mirada se nubló y un golpe resonó en su pecho.
el suelo, lo sacudió, le retiró algunas pelusas, se lo colocó -¡Ese capote es mío! -gritó uno de ellos con estruendosa
sobre los hombros y buscó las escaleras que conducían a la voz mientras lo agarraba por el cuello.
calle. Afuera aún había iluminación. Algunas tabernas en las Akaki Akákievich quiso gritar ¡guardia!, cuando el des-
que se juntaban habitualmente siervos y gentes de toda índole conocido le dio en la boca un puñetazo del tamaño de la
no cerraban todavía sus puertas. Otras, ya cerradas, dejaban cabeza de un funcionario y exclamó:
escapar un hilo de luz por las rendijas de la puerta, lo cual -¡Atrévete a gritar y verás!
era seña de que todavía había jolgorio en su interior; a buen Akaki Akákievich sólo se dio cuenta cuando lo despoja-
seguro se trataba de criadas y sirvientes que entregábanse a ban de su capote y cómo un rodillazo lo puso de espaldas sobre
intercambiar chismes mientras sus patrones se devanaban los la nieve.Y el mundo desapareció. Pasados los minutos volvió
sesos preguntándose por su paradero. en sí, y ya en pie únicamente la soledad lo acompañaba. Sintió
Akaki Akákievich avanzaba con el alma plena de contento el piso helado y la ausencia de su capote. Empezó a dar
y hasta emprendió unacarrerita tras una dama, vaya uno a alaridos, pero le pareció que su vozno llegaría al otro extremo
saber para qué, una dama que pasó como un relámpago y que de la plaza. Al borde de la desesperación, sin callarse ni un
hacía contonear parte de su cuerpo de muy extraña manera. instante, echó a correr a través de ese desierto, encaminán­
Sin embargo, se detuvo súbitamente y continuó su andar con dose directamente a la garita en la cual se divisaba un centinela
paso lento, sorprendido del trotecito anterior. apoyado en su alabarda y con la curiosidad en los ojos fijos,
Pronto aparecieron calles solitarias que incluso durante el como preguntándose por qué diablos vendría a su encuentro
día son poco concurridas. Y ni qué decir al caer la noche. ese hombre que emitía chillidos. Akaki Akákievich llegó hasta
Ahora todo parecía más lúgubre y misterioso: los faroles él con voz jadeante y empezó a acusarlo de desidia por haberse
alumbraban cada vez menos, pues al parecer en esta zona los dormido mientras a él lo robaban. El guardia respondió que
alimentaban con escaso combustible; aparecieron cercas y nada había visto, salvo, eso sí, cuando dos personas lo invi-
construcciones de madera. Ni un alma se veía. Sólo refulgía taron a detenerse en la plaza, y dio por cierto que se trataba 11
la nieve en el pavimento y mustias casuchas bajas con sus de- amigos. Acto seguido le sugirió que en vez de insultarlo
postigos cerrados, arrojaban sombras fantasmagóricas. Akaki
Akákievich se aproximó a una tenebrosa plaza desierta,
sin razón, debía, a la mañana siguiente, dirigirse al inspector
del barrio, quien le ayudaría a encontrar a los culpables.
ll
1

donde apenas se alcanzaban a divisar las construcciones del Akaki Akákievich emprendió carrera hacia su casa, en
lado opuesto. estado de total perplejidad. Hilachas de su escaso cabello
Muy lejos, Dios sabe dónde, titilaba la lámpara de una desbordaban caóticamente sus sienes y caían sobre su nuca.
garita que parecía estar en el fin del mundo. Y fue en ese lugar Tenía empapados de nieve el pecho, un costado y los panta-
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Iones. La viejecita patrona, al oír que alguien hada retumbar de allí indignado, sin saber a qué atenerse y menos si le darían
la puerta, saltó de la cama, se apresuró a abrir, un solo pie curso al asunto de su capote.
calzado con una chancla, tapándose con pudor el pecho con Aquel día no se presentó al trabajo. Era la primera vez en
las mangas de su camisa. Pero al ver la facha en que se presen- la vida que así procedía. Al siguiente día asistió a su oficina:
taba Akaki Akákievich, y una vez hubo escuchado todo el una palidez rotunda en el rostro y sobre sus hombros la difunta
suceso, ella se santiguó, le aconsejó abstenerse de visitar al capa que hada más deplorable su estado. Aunque no faltó el
inspector, quien sólo le daría promesas sin hacer nada, y en funcionario que tuviera alguna ocurrencia humorística en
su lugar acudir directamente al comisario del distrito, a quien torno al robo del capote, la generalidad de sus compañeros
incluso ella conocía, porque Anna, la finlandesa, la cual había lamentaron el hecho. De inmediato surgió la iniciativa de
sido antes su cocinera, prestaba servicios ahora en casa de él hacer una colecta para socorrerlo, pero la suma reunida era
como niñera, y hasta ella misma veía pasar al comisario en su una insignificancia, pues la mayoría había tenido ya muchos
coche por frente de la casa. Y cuando él visita la iglesia en
gastos: un aporte con miras a adquirir el retrato del director
ocasiones, y mientras reza, mira alegre a los fieles; y que por
y para un libro recomendado por el jefe de departamento,
lo anterior no queda duda de que es una encantadora persona. que era amigo del autor. A falta de una contribución en efec-
Después de oír el consejo, Akaki Akákievich entró cons- tivo, un compañero resolvió darle un buen consejo.
ternado en su habitación. Cómo pasó él aquella noche, sólo Le sugirió no dirigirse al inspector del barrio, ya que él
puede imaginarlo quien tenga la capacidad de sentir en carne podría desempeñarse a fondo para mostrar la altura de su
propia la desdicha de otro. rango y asi,' una vez encontra d o e I capo t e, es
' t e permanecer1a
'
Muy temprano se dirigió adonde el comisario, pero le de algún modo en sus manos hasta que Akaki Akákievich
dijeron que aún dormía. Regresó a las diez y le repitieron lo demostrara legalmente que la prenda le pertenecía.Y le hizo
mismo; hacia las once insistió de nuevo y le explicaron que hincapié en que sería deseable dirigirse a un personaje, pues
no estaba en casa. Se presentó una vez más a la hora del tal personaje podría encausar a buen seguro la gestión, apro-
almuerzo, al mediodía, pero los escribientes no lo dejaron vechando recursos escritos o de palabra.Y fue así como Akaki
pasar del recibidor, manifestando extrema curiosidad por el Akákievich decidió visitar al alto personaje. Para no faltar a la
asunto que lo traía y por todo cuanto había acaecido. Final- verdad, conviene decir que hasta hacía muy poco el dichoso
mente, Akaki Akákievich por primera vez en su vida quiso
personaje era un don nadie. Hablando entre nosotros ... en la
demostrar carácter e insistió con airoso énfasis en que nece­ actualidad tampoco se le concede gran importancia a su cargo,
sitaba ver personalmente al comisario, que nada ni nadie se al lado de otros que sí la tienen. Para unos es importante lo
lo impediría, que venía del departamento con un encargo
que para otros no lo cs. A propósito, aquel personaje exaltaba
oficial y que si él llegaba a quejarse de la actitud asumida por su prestancia recurriendo a los más variados procedimientos:
ellos, tendrían que atenerse a las consecuencias. Ninguno de sus subalternos deberían salir a su encuentro en la escalera
los escribientes tuvo la osadía de replicar y uno de ellos tuvo cuando llegaba a la oficina; toda gestión debía seguir un
a bien informar de su presencia al jefe.
riguroso orden jerárquico, de tal modo que nadie podía acudir
El comisario halló muy peregrina la historia concerniente directamente a él. Así, el registrador colegiado informaría al
al robo del capote. Y en vez de ir al meollo del asunto, secretario provincial, éste al consejero titular o en su defecto
comenzó a preguntarle a la víctima por qué se había dejado a quien correspondiera de conformidad con el reglamento.
coger la noche en la calle. ¿No sería que se hallaba visitando Una gestión debía seguir este curso hasta, finalmente, llegar
una casa de dudosa reputación? Ante lo cual el escribiente salió a él. Todo ello se explica porque en nuestra santa Rusia reina
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la imitación que nos contamina, y el ideal consiste en remedar brillaba a veces el deseo de participar en alguna plática
fielmente a los superiores. elevada, de integrarse a algún grupo, pero se contenía pen-
Suele decirse que hubo cierto consejero titular, designado. sando si aquello no sería una exageraci6n, si aquello no daría
jefe de una pequeña secci6n, el cual orden6 levantar un motivo a que violaran las fronteras de su privacidad, en detri-
tabique para aislarse de los subordinados. En la puerta coloc6 mento de su importancia. Obediente a tales sospechas, se
el r6tulo "Despacho del jefe", y a la entrada, centinelas con mantenía perpetuamente amortajado en su sileacio, dejando
uniforme de galones y cuello rojo, cuyo oficio era abrir la escapar de sus labios, muy de cuando en cuando, algún
puerta a los visitantes, aunque el espacio del mencionado monosílabo, ganándose de paso la fama de hombre que hacía
despacho era tan pequeño que casi no daba albergue a un imncnso honor al aburrimiento.
escritorio. He aquí el personaje ante el cual se present6 Akaki
Los modales de aquel personaje eran severos, majestuosos Akákievich, el cual lleg6 en el momento menos oportuno
y pausados. Para él la severidad estaba a la cabeza de todo. para él, aunque propicio para el personaje. Éste se encontraba
"Severidad, severidad, severidad", repetía una y otra vez, y en su despacho; sostenía una charla muy animada con un
mientras decía una última palabra, arrojaba a su interlocutor amigo de juventud que acababa de entrar y a quien no veía
una punzante mirada, aunque a decir verdad todo esto carecía desde hacía años. Fue entonces cuando le anunciaron que
de sentido, pues la decena de funcionarios que había en la deseaba entrevistarse con él un tal Bashmachkiu, ante lo cual
secci6n estaba ya suficientemente asustada. Apenas advertían repuso con brusquedad:
su presencia, los subalternos abandonaban sus obligaciones -¿ Y quién es ése?
para saludarlo con marcial rigidez, hasta que él desapareciera -Se trata de un funcionario -le respondieron.
tras las puertas de su despacho. Las conversaciones usuales --Ah, que espere. Ahora no tengo tiempo de recibirlo
del mencionado personaje se fundaban en la dureza y casi se -exclam6 el personaje. 11
11
limitaban a tres frases: "¿Cómo puede usted atreverse?", Es útil añadir que se trataba de un embuste total: el alto I'

"¿Sabe usted con quién está hablando?", "Fíjese bien ante quién funcionario tema tiempo de sobra. Tuvieron ocasión de pla-
se encuentra". Podría decirse que era él una persona de alma ticar sobre los temas más inusitados, a tal punto que se les
generosa, amable y servicial con sus compañeros, pero al ser agot6 el repertorio y a la charla seguían a veces pausas
ascendido a general3, nombramiento que tanto le gustaba, prolongadísimas, después de las cuales, los amigos se daban
había perdido la cabeza y no sabía c6mo actuar. palmadas en las rodillas diciendo: "Así es la cosa, Iván Abrá-
De tratarse con gentes de su nivel, se comportaba con movic . h" , "S'1, en ercc
r t o, St cph an "
var l'amovic
. h" . Sim emb argo,
sensatez e incluso podía pasar por listo. Mas cuando se oblig6 al funcionario a esperar para que su amigo, retirado
encontraba rodeado de gentes entre las cuales había funcio- hacía ya tiempo del servicio y que vivía apartado en su casa
narios, así fuera de rango inferior al suyo, él era otra persona: de campo, fuese testigo de la larga antesala que debían hacer
guardaba silencio como si se hubiera empequeñecido, pues los empleados de inferior categoría, antes de concederles la
era aficionado a la autocompasi6n, además pensaba que podía venia de la entrevista.
aprovechar el tiempo en menesteres más dignos. En sus ojos Por último, tras una larga plática, o mejor, luego de mucho
callar, sentados en confortables sillones de espaldar m6vil y
de haber fumado hasta la saciedad, simul6 recordar algo y le
3. En Rusia, el escalafón de funcionarios civiles estaba equiparado al de los dijo al secretario que entraba con un manojo de papeles 1
militares (Nota del traductor). destinados a la redacci6n de un informe: ;j
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-Parece que hay un funcionario esperando, dígale que --¿Sabe usted con quién está hablando? ¿Se imagina a quién
puede pasar. tiene enfrente de sus narices? ¿Lo sabe? ¡Diga sí o no!
Al ver el humilde aspecto deAkaki Akákievich y su gastado . Pronunció en tono tan alto estas palabras y dio un zapatazo
uniforme, le pregunt6: en el suelo con tal fuerza, que azoró a los presentes y ni
-¿Qué desea usted? qué decir a Akaki Akákievich, el cual, transido de espanto,
Su voz estaba teñida de rudeza y no cabe duda de que la temblaba como una hoja, e incapaz de sostenerse en pie,
había ensayado a solas ante el espejo de su habitación, una empezó a caer, y se hubiera derrumbado por entero si los
semana antes de iniciarse en el cargo y de ser nombrado ordenanzas no hubieran corrido en su ayuda. Lo retiraron
general. Akaki Akákievich, que ya de por sí se sintió inti- totalmente rígido. El alto personaje se sintió ufano al ver el
midado, quedó atónito, y echando mano de la poca libertad pasmoso efecto de sus palabras -un efecto superior al que
que le permitía su lengua, así como recurriendo más que de esperaba=, capaces de rendir a una persona hasta el desmayo,
ordinario a palabras innecesarias, contó que tenía un capote y mirando de reojo a su viejo amigo para preguntarle cómo
nuevo y que se lo habían robado de la manera más inhumana. le había parecido su actuación, advirtió, no sin un regusto de
Asimismo, destacó que acudía a tan alta instancia, para que satisfecha complacencia, que se hallaba en un lance incómodo
ella a su vez se dirigiera por escrito al jefe de la policía o a y que hasta comenzaba a sentir miedo.
personas que pudieran ayudarlo a encontrar su capote. No se Akaki Akákievich bajó las escaleras mecánicamente, como
sabe por qué el general sintió que aquel funcionario se exce- si no fuera dueño de esa humanidad que salía a la calle. Ni
día, hablándole con abusiva familiaridad. sus brazos ni sus piernas parecían pertenecerle. Nunca había
-¿ Cómo es eso, respetado señor, acaso ignora los regla- recibido una ráfaga tan aplastante de reproches, y menos de
mentos? -advirti6 el general en tono cortante-. ¿ No sabía un general que para colmo de males no era el suyo. Avanzaba
usted que es una grave falta saltarse el orden jerárquico? Usted con la boca entreabierta, zigzagueando y tambaleando por los i

ha debido entregar su solicitud a la cancillería, de allí pasaría andenes, entre la nevasca que castigaba las calles. El viento, .1

al jefe de sección, luego sería tramitada por el secretario y como es usual en San Petersburgo, atropellaba por los cuatro 1
1:I
de ahí, sí, llegaría hasta mí. costados y salía en forma de borrasca por los callejones. Un il
n
-Pero, su excelencia -repuso Akaki Akákievich esforzán- segundo bastó para que enfermara de angina, y cuando lleg6 ,¡
dose por avivar la escasa valentía que reservaba en su alma y a casa ya no podía pronunciar palabra. Su cuerpo ya estaba ]::
sintiendo que sudaba a mares. hinchado y se derrumbó en la cama. ¡Hasta d6nde pueden
-Su excelencia, me he atrevido a presentarme ante usted llegar los efectos de una reprimenda! ''I
'i

porque ... esos secretarios ... no son gente de fiar. .. Al día siguiente una liebre muy alta lo mantuvo en vilo.
.,1
-¿Qué? ¿Qué? -exclam6 el alto personaje-. ¿De dónde ha Gracias a la ilimitada bondad del clima petersburgués, la
sacado usted semejantes infundios? ¿Qué ideas son ésas? ¡Qué enfermedad se propag6 sin tardanza por todo su ser, y
insolencia se ha propagado entre los j6venes contra sus jefes habiéndolo examinado el médico, comprendió que nada se
y superiores! podía hacer, salvo recetarle unas cataplasmas, como para no
El personaje no percibió que Akaki Akákievich andaba por dejar al paciente sin la magnanimidad de la medicina. Eso sí
los cincuenta años. Aunque, por supuesto, podría considerár- precisó que en menos de día y medio ya no sería ciudadano
sele joven en comparación con los que habían entrado ya en de este mundo, y dirigiéndose a la patrona, añadió:
los setenta. -Y usted, madrecita, no gaste en vano su tiempo. Encár-

1
36 37
Ii
NICOLÁS GÓGOL EL CAPOTE

guele un ataúd de pino, porque de roble será demasiado caro era querido por nadie, en quien nadie se interesó, que ni
para él. siquiera llamó la atenci6n alguna vez, ni siquiera de los
Ignoramos si Akaki Akákicvich escuch6 estas palabras . naturalistas, que no pierden la ocasi6n de ensartar en un alfiler
letales, y de ser así ¿pudieron acaso hacerle mella? ¿Sentiría a una simple mosca para observarla a través del microscopio.
la congoja del adiós a su infeliz existencia? Nada se sabe al Un ser que soportó las burlas de sus compañeros y que sin
respecto porque él estuvo todo el tiempo sumido entre el pena ui gloria bajó a la tumba sin haber realizado �ada extraor-
delirio y la fiebre. dinario, aunque ya en los días postreros divisó un relámpago
Una visión extraña lo asaltaba a menudo: veíase a sí mismo en forma de capote que alumbró por un momento su exis-
frente a Petr6vich encargándole un capote con cepos para tencia, mas con soberbio empuje se ensañó el infortunio,
alejar a los ladrones que, suponía, lo acechaban desde debajo como se ensaña contra los zares y soberanos de este mundo ...
de la cama, e insistía en llamar a la patrona para que los Días después de su muerte, lleg6 a su casa un ordenanza
expulsara y hasta lleg6 a pedirle que sacara un rufián que se del departamento con la orden de presentarse de inmediato
ocultaba entre las cobijas. Otras veces se preguntaba por qué ante el jefe, pero debió regresar con las manos vacías, infor-
tendría colgado ante sí el capote viejo, si ya poseía un':..11uevo. mando que el escribiente ya nunca retornaría a su trabajo, y
Se vio también desamparado ante el general, escuchando la ante la preguuta ¿por qué?, respondió:
reprimenda y contestando: -Bueno, porque muri6 y hace cuatro días lo enterraron.
-Soy culpable, excelencia. Así tuvieron noticia en la oficina de su desaparición. Y al
Terminaba maldiciendo con las palabras más atroces y a la misnúsimo día siguiente ocupaba su lugar otro funcionario de
1
viejecita no le quedaba más remedio que santiguarse, pues en estatura bastante mayor, pero cuya letra no era pareja sino
toda su vida nunca había escuchado nada que se le pareciese, muy torcida y llena de recovecos. 1
y era peor aún el contraste que formaba esa retalúla alternada Quién iba a imaginar que todavía no se ha dicho todo sobre
con la palabra "excelencia". Continu6 luego balbuceando Akaki Akákievich, y que después de muerto tendría que 1
,i
incoherencias de tal modo que no atinaba a recordar nada, soportar una ruidosa existencia, tal vez para compensar la 1;

sólo quedaba en claro que semejante rompecabezas de pala- nula resonancia que tuvo en vida. Pero así ocurri6 y el hilo
bras giraba alrededor del mismo tema: el capote. Finalmente, de nuestra afligida historia tiene un inesperado desenlace 1
!l
el alma de Akaki Akákievich resolvi6 abandonar su cuerpo. fantástico. 'i1
Ni su habitación ui sus bienes fueron sellados, primero En San Petersburgo se propag6 el rumor de que en el 1

porque no tenía herederos y segundo porque su escasísimo puente de Kalinkin y hasta mucho más lejos, aparecía por las ,. ¡
I

legado se reducía a: un manojo de plumas de ganso, uua de- noches un fantasma con aspecto de funcionario, buscando ¡;¡
,1 ,
cena de hojas de papel membreteado, tres pares de calcetines, obstinadamente un capote que le habían arrebatado, y con el i1'
dos o tres botones que se le habían caído del pantal6n, y el pretexto de que en los hombros de todos veía su capote, :1

viejo capote que ya conoce el lector. Sólo la Divina Providen- despojaba a todo el que se le atravesara en el camino, sin 11


cia sabe adónde irían a parar estas baratijas, que ui siquiera distinción de rango ni de profesión, de los capotes más
interesan a quien narra esta historia. diversos: forrados en piel de gato, de castor, de zorro y 1
Akaki Akákievich fue sacado de la habitaci6n y enterrado. guateados, es decir de toda clase de pieles que los hombres 'I
San Petersburgo se qued6 sin él como si nunca hubiese veuido usan para proteger su propia piel. Un funcionario del depar-
i
1
al mundo. Se esfumó un ser a quien nadie socorrió, que no tamento vio con sus propios ojos al fantasma y reconoci6 de • l
'.i,
'
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¡

NICOLÁS GÓGOL L EL CAPOTE

inmediato a Akaki Akákievich. Pero semejante visión lo ate-


j. estaba colmado de intenciones nobles, pero el alto cargo que
i
morizó tanto que emprendió veloz carrera y sin detenerse a
identificarlo, advirtió sólo que lo amenazaba con el dedo ....
Y comenzó a extenderse la protesta de que a causa de los
' ocupaba le impedía ejercerlas.
Tan pronto como salió del despacho el visitante amigo, el
general se acordó del consternado Akaki Akákievich y desde
robos nocturnos de capotes, consejeros titulares y auu con- entonces su memoria le traía a diario la imagen del anémico
sejeros secretos cogían frío en la espalda y en los costados, escribiente, que cayó aplastado por el peso de la iajuria oficial.
hasta resfriarse. La policía impartió la orden de atrapar al Tanto le preocupaba que llegó a enviar, una semana después,
fantasma a como diera lugar, vivo o muerto, y aplicarle el más a un funcionario para que lo localizara y averiguara qué había
severo castigo, para escarmiento de los demás. A puuto estuvo ocurrido con él y si era oportuuo ofrecerle ayuda. Cuando
la autoridad de que su orden fuese cumplida: precisamente le informaron que Akaki Akákievich había muerto a causa de
en uua zona cercana al callejón de Kiriushin, un guardia logró una fiebre súbita, tuvo un acceso de arrepentimiento y pasó
sorprender al difunto en el momento del delito, cuando el día malhumorado.
intentaba arrebatarle su capote a un músico retirado, que se Deseoso de borrar de su mente tan infortunado suceso,
dedicaba a tocar la flauta. El guardia lo agarró por el cuello y se dirigió a casa de uu colega, donde para su alegría encon-
gritó pidiendo ayuda a dos de sus compañeros para que lo trábanse sólo personas de su rango, lo cual lo hada sentirse
sujetaran, mientras él, en un instante, se sacaba de la caña de muy a gusto. Esta atmósfera refrescó su sofocado ánimo. Todo
su bota uu poco de tabaco para reconfortar la nariz, que ya le pareció a pedir de boca: exquisitez y cordialidad. En suma,
en seis ocasiones se le había helado. Pero el tabaco era de tan una reunión bellísima. Acompañó la cena con un par de copas
mala calidad que ni el muerto podía resistirlo. No alcanzó el de champán lo que, como es de suponer, incendia el alma de
guardia a taparse la fosa nasal derecha y con la izquierda entusiasmo y propicia el deseo de emprender aventuras
aspirar medio puñado de tabaco, cuando el muerto estornudó extraordinarias, así que resolvi6 tomar no el camino de casa,
con tal fuerza que cegó a los tres. Mientras se frotaban los ojos sino el de cierta amiga llamada Carolina Ivánovna, al parecer
con los puños, el fantasma se evaporó y quedaron ellos tan de origen alemán, con quien mantenía relaciones muy
perplejos que no atinaban a precisar si lo habían tenido en sus cercanas.
manos. Es pertinente señalar que el general era hombre maduro,
Ante semejante situación, los guardias sentían tal pánico ejemplar marido y padre cabal. Tenía dos hijos, uuo de los
a los muertos que ya ni siquiera intentaban capturar a los cuales ya prestaba servicio en la cancillería, y una hija muy
vivos, limitándose apenas a gritarles desde lejos: "¡Eh!, tú, agraciada de dieciséis años con la nariz un poco respingada
sigue tu camino, avanza, avanza" .Y el fantasma del funcionario que para nada oscurecía su belleza; toda mañana besaba la
empezó a aparecer hasta más allá del puente Kalinkin, atemo- mano del padre, diciendo: "Bonjour, papá".
rizando incluso a las personas más indiferentes. Su esposa, uua mujer dotada todavía de alguua lozanía y
Pero nos hemos olvidado por entero del personaje, verda- nada tonta, le estiraba primero la mano para que se la besara,
dero causante de que nuestra historia hubiese tomado un y girando luego sobre sí misma, ella le devolvía el beso. Pero
rumbo fantástico.Y que por lo demás, se trata de uua historia el personaje, aun sintiéndose muy a gusto con las ternuras
rigurosamente cierta. Fuerza es considerar que el general, una familiares, consideraba correcto sostener relaciones con una
vezAkakiAkákievich salió de su despacho agobiado y confuso amiga al otro lado de la ciudad. Tal am\ga no era ni mejor, ni
por la salvaje reprimenda, albergó un sentimiento de pesar. más joven que su esposa. Situaciones así suelen darse en el
Semejante manera de sentir no era extraña en él: su corazón muudo y no es de nuestra incumbencia juzgarlas. 1
,1

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NICOLÁS GÓGOL EL CAPOTE

Bien, así las cosas, el personaje bajó las escaleras, se subió alguna, se quit6 apresuradamente el capote y ordenó al
al trineo y grit6 al cochero: cochero:
-A casa de Carolina Ivánovna. -A casa, ¡rápido!, ¡rápido!
Y envolviéndose en su capote se sintió en ese inmejorable Al oír el cochero palabras tan imperativas, que incluso
estado que tanto agrada al hombre ruso, o sea cuando la transmitían una lúgubre crispación, encogió la cabeza entre
cabeza está libre y fluyen imágenes a cual más agradables, sin los hombros, fustig6 el caballo con el látigo y par.peron como
tener que preocuparse en absoluto por buscarlas. Colmado flecha. No pasarían más de seis minutos cuando el personaje
de satisfacci6n, se entreg6 a hacer un balance de los gratos ya se encontraba enfrente de su casa. Pálido y asustadizo, había
momentos que había pasado en la velada, de las anécdotas resuelto no visitar a Carolina Ivánovna sino marcharse a su
humorísticas que generaron estruendosas carcajadas en la hogar. Lleg6 como pudo hasta su habitación y pasó la noche
reducida concurrencia. Se solazaba incluso repitiendo en voz sumido en el espanto. Era tal su estado que al día siguiente,
baja sus ocurrencias y hallándolas no menos graciosas que su hija le dijo al verlo:
antes, volvía a reírse a carcajada batiente. =Papá, ¡qué pálido estás hoy!
A veces, sin embargo, lo tomaba por asalto el fuerte viento, Pero papá nada respondió y a nadie dijo ni una palabra de
sin saberse de dónde venía ni por qué causa, el viento pin­ lo ocurrido, ni d6nde había estado, ni ad6nde había tenido el
chaba su rostro lanzándole a la cara copos de nieve, mientras deseo de ir. El suceso dej6 en él una impresión tan fuerte que
inflaba la esclavina de su capote como la vela de un velero, la ya no se le oía decir en la oficina "¿ Cómo puede usted
cual se erguía sobre su cabeza, sin que él supiera c6mo qui- atreverse?", "¿Sabe usted con quién está hablando?" Y en el
társela de encima. De súbito el personaje sintió que alguien caso de que pronunciara tales palabras, evitaba dejarse llevar
lo agarraba fuertemente por el cuello. Al torcer la cabeza, vio por la ligereza y antes indagaba de qué se trataba el asunto.
a un hombre de mediana estatura que vestía viejo uniforme, Lo extraño del caso es que a partir de entonces cesaron por
y con el pavor en la cara rcconoci6 que se trataba de Akaki entero las apariciones del funcionario fantasma. Podría
Akákievich. suponerse que el capote del general le había quedado a la
El rostro del aparecido era blanco como la nieve, y nadie medida. Y ya nadie, en parte alguna, podía decir que le

se hubiera atrevido a poner en duda que se trataba de un hubiesen robado el capote. ,,
muerto. Pero el terror del personaje cobr6 visos delirantes !1
P�ro a decir verdad, muchas personas activas y trabaja- 11
cuando el muerto, envolviéndolo en fétido olor a cadáver, doras, por nada del mundo lograban tranquilizarse, y hacían 1

pronunció: correr el rumor de que en los barrios periféricos de la ciudad !1


-Bueno, ¡por fin te tengo! Ya no escaparás de mis manos. continuaba apareciéndose el fantasma del funcionario. Lo
Nada te importó mi capote y para colmo me hundiste con tus atestigua el hecho de que un vigilante de Kolonma vio con
injurias. Así que ahora ¡venga acá ese capote! sus propios ojos cuando el muerto salía por la parte trasera
Poco falt6 para que el pobre personaje cayese muerto. Ya de una casa. Mas como el vigilante era débil por naturaleza,
conocemos la recia personalidad que solía él exhibir ante sus hasta el punto de que una vez fue derribado por un puerco
subordinados y esa viril presencia que hacía exclamar a todos: de tamaño mediano que sali6 huyendo de una casa, el hecho
"¡Qué carácter tiene!" Y como suele ocurrir les también a los suscitó la risa de los cocheros, a quienes en compensación por
paladines, se sintió tan aterrado que no en vano pensó que la burla exigi6 unas monedas para comprar tabaco. Pero el
era una advertencia de la muerte. Sin oponer resistencia m�ncionado vigilante no tuvo la valentía de atrapar al muerto,

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NICOLÁS GÓGOL

aunque resolvió seguirlo en la oscuridad, hasta cuando el LA NARIZ


difunto se detuvo de repente, le echó una mirada y le
preguntó:
-¿Eh, y tú qué deseas?
Y le mostró un puño que ya quisieran tener los más
aguerridos de este mundo.
El vigilante respondió que nada quería y presto dio marcha
atrás, dejando el lugar.
Es forzoso añadir que el fantasma era de estatura mucho I

mayor y portaba inmensos bigotes. Al parecer, se dirigió al


puente Obújov y se esfumó en la noche. · EL 2 5 DE MARZO ACONTECIÓ EN SAN PETERSBURGO UN
suceso extrañísimo. El barbero Iván Iakovlevich, vecino de la
avenida Voznesenski, cuyo apellido se desconoce (inútil buscarlo
en el rótulo de su negocio pues allí sólo aparece pintado un
cliente con una nube de jabón en la mejilla y una leyenda que
reza: "A q111' t am b'ien' h acemos sangr1as ' " ) , se d esper t'o muy a l
amanecer y a su olfato llegó un olor a pan caliente. Mientras
se incorporaba en el lecho vio que su esposa, una respetable
dama muy aficionada al café, sacaba del horno panes recién 11
horneados. 1

­Praskovia Ósipovna, hoy no tomaré café =dijo Iván


Iakovlevich­. Preferiría, en cambio, un panecito caliente con
cebolla.
A decir verdad, hubiera querido darse doble gusto, probando
uno y otro antojo, pero ya sabía él que nada la convencería a
ella de acceder a sus caprichosas súplicas.
"Para mí mejor gue ese estúpido coma pan, así tomaré café
dos veces", pensó para sí la mujer, y arrojó un panecito sobre
la mesa.
Iván Iakovlevich, en gracia de su buena educación, se puso
un frac encima ele la camisa de dormir, y ya sentado a la mesa,
acercó la sal, alistó dos cabezas de cebolla, tomó el cuchillo
y puso un aire solemne, mientras se disponía a cortar el pan.
Partido éste en dos mitades vio con sorpresa que algo blanquea-
ba en su interior. Hurgó suavemente con el cuchillo y palpó
luego con el dedo ...
1 o " , penso. ¿ Q ue, po dra ser.?"
"E s a 1 go so, lid 1
I "

Introdujo los dedos y extrajo ... ¡ Una nariz! Iván Iakovlevich


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NICOLÁS GÓGOL LA NARIZ

se limpió los ojos y se puso a palparla: Sí, era una nariz con míseros trapos y, acosado por la cruel sentencia de Praskovia
todas las de la ley. Y para colmo, una nariz que se le antojaba Ósipovna, envolvió la nariz en un trapo y se lanzó a la calle.
familiar. El terror se esparció por el rostro de Iván Iakovlevich,. Quería ocultarla en cualquier lugar, echarla por debajo de
pero este terror era nada frente a la cólera que invadió a su alguna puerta, dejarla caer con descuido y desaparecer luego
esposa. por un callejón. Poca era su suerte pues le salieron al paso
-¿A quién le has cortado esa nariz, so bestia?-gritó enfu- varios conocidos que le preguntaban: ,
recida=. ¡Canalla! ¡Borrachín! Yo misma te denunciaré a la -¿Hacia dónde te diriges? ¿A quién vas a afeitar tan tem-
policía. Un asesino es lo que eres. ¡ Y un bandido! Con razón prano? Así que Iván Iakovlevieh no encontraba el momento
ya tres de tus víctimas me han contado que mientras les afeitas propicio para cumplir su cometido. Una vez llegó a dejarla
la cara tiras tan fuerte su nariz, que casi te quedas con ella. caer, pero un centinela le hizo señas con su alabarda, mientras
Tan asombrado estaría Iván Iakovlevich que no parecía ni exclamaba:
vivo ni muerto. No obstante, pronto comprendió que aquella -¡Eh!, algo se le ha caído. ¡Recójalo!
nariz pertenecía, ni más ni menos, que al asesor colegiado Iván Iakovlevich debió recoger el envoltorio y meterlo en
Kovaliov, a quien él rasuraba los miércoles y domingos. el bolsillo. El desconsuelo lo fue invadiendo al ver que la calle
-Cálmate, Praskovia Ósípovna, Yo mismo la envolveré en se llenaba de gente y que al mismo ritmo, almacenes y tiendas
un trapo y la dejaré por lo pronto en un rincón, mientras le comenzaban a abrir sus puertas.
busco destino fuera de aquí. Entonces resolvió seguir hasta el puente Isákíevski, ¿ Podría,
-¡No quiero oír ni una palabra al respecto! ¿Crees acaso ahora sí, arrojar la nariz al río Neva? ... Pero debo confesar
que voy a permitir en mi casa una nariz rebanada?Tontarrón, mi culpabilidad por no haber contado nada hasta ahora sobre
sólo sabes mover la navaja para sacarle filo; pronto serás un Iván Iakovlevich, persona respetabilísima por un sinnúmero
completo inútil. ¡Miserable! ¡Canalla! ¿Crees que voy a poner de razones.
la cara por ti ante la policía? ¡Mediocre! ¡Eres una nulidad! Iván Iakovlevich, como todo artesano ruso que se tenga f'
Saca ahora mismo de aquí esa nariz y llévala adonde no me en estima, era un borrachín de tiempo completo y aunque
llegue ni el olor. todos los días afeitaba barbas ajenas, la de 61 se mantenía
Iván Iakovlevich parecía un cadáver. Y no atinaba a com- sempiternamente esquiva a la navaja. El frac de Iván Iakovle-
prender lo que pasaba. vich---él jamás usaba levita- erade postizo color ocre, es decir
-¡Sólo el diablo sabe cómo ocurrió esto! =díjo él, rascán- que nació de color negro, pero habíase poblado de un sinfín
dose la cabeza-. ¿Llegaría yo anoche bebido? Como siempre de manchas marrones, amarillentas y grises. La solapa tenía
en todo agüero hay algo inexplicable. Y en este caso: ¿cómo un brillo grasiento y sólo hilos veíanse allí donde debían
explicarse que una nariz haya ido a parar al horno donde se colgar tres botones. Iván Iakovlevich era un cínico de profe-
hace el pan? sión y cuando el asesor colegiado Kovaliov le reclamaba mien-
. Iván Iakovlevich guardó lúgubre silencio. Pensar que la tras lo afeitaba:
policía descubriera la nariz y lo culpara de haberla extirpado, -Iván Iakovlevich, sus manos siempre apestan -éste
lo dejaba al borde de la locura. Ya empezaba él a imaginarse respondía-:
al verdugo: cuello púrpura con adornos plateados y en la -¿ Y a qué me van a oler?
mano la espada ... Su cuerpo era un solo temblor. Finalmente -Yo sólo sé que apestan -insistía Kovaliov.
encontró ropa interior y botas, vistiósc de prisa con sus E Iván Iakovlevich, luego de llevarse a la nariz una toma

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NICOLÁS GÓGOL LA NARIZ

de tabaco, no vacilaba en enjabonar a su cliente en las mejillas, pero una niebla atraviesa aquí nuestra historia, por lo cual es
bajo la nariz, detrás de las orejas y en la barbilla. O sea, hasta imposible hablar de lo que ocurri6 después: carecemos de
donde más pudiera llegar con su generosa espuma. noticias al respecto.
Nuestro distinguido ciudadano ya se hallaba en el puente
de Isákievski. Miró a todos lados y se asom6 luego por sobre
la baranda como quien sólo desea mirar debajo del puente II
para adivinar si pasan muchos peces. Y acto seguido arroj6
furtivamente el envoltorio con la nariz. Sinti6 como si de su El asesor colegiado Kovaliov se despertó muy temprano y
alma se hubiera quitado un peso no inferior a diez puds". Iván emitió un "brr ... " tal como siempre hacía al abrir los ojos. Ni
lakovlcvich se dio el lujo de sonreír. Luego, en vez de él mismo lograba explicarse el por qué ele semejante soplido
marcharse a rapar barbas de funcionarios, se dirigi6 a un lugar matinal. Kovaliov se desperezó y ordenó que le alcanzaran un
. rezab a: "C 01n1id as y t e"' con e 1 animo
cuyo aviso ' . d e t ornar un espejo que reposaba sobre la mesa. Quería examinarse un
ponche. Mas ele súbito, al salir, divis6 al final del puente a un granito que la víspera le había aparecido en la nariz. Su
guardia del vecindario, ele noble aspecto, vistosas patillas, estupor no tuvo límites al advertir que allí donde debía estar
gorro de tres picos y espada. Iván lakovlevich creyó morir la nariz sólo había una superficie plana. Azm::a_cl':'_c Kovaliov
cuando el i,arclia, al tiempo que le hacía una señal con el orden6 que le trajeran agua y se limpió los ojos con una toalla
dedo, llamándolo, le decía: húmeda. ¡De verdad la nariz había desaparecido! Comenz6
-Venga acá, amiguito. a pellizcarse para ver si estaba soñando.Y claro que no dormía.
Iván Iakovlevich, conocedor de la ley, ya al verlo se · El asesor colegiado Kovaliov salt6 presuroso de la cama, aca-
descubri6 y acercándose presuroso, le dijo: bando de desperezarse ... ¡No tenía nariz! Pidió al instante
-Que Dios le dé salud, excelencia. que le trajeran la ropa y salió disparado adonde el jefe de la
=Vca, hermano, no hablemos de mi salud, dígame más policía.
bien qué estaba haciendo en el puente. Entretanto, es Útil decir alguna palabra sobre Kovaliov,
-Por Dios santo, señor, yo me dirigía a atender a uno de para que los lectores estén enterados de la categoría a la cual I
mis clientes cuando me detuve un momento para ver cuán pertenecía nuestro asesor colegiado. Los asesores colegiados
veloz avanzaba el río. que reciben este título con el auxilio de certificados ele estu-
-¡Miente! ¡No se librará! ¡Usted va a tener que respon- dios, jamás podrían compararse con aquéllos que también '

derme! llegaron a asesores, pero que lo hicieron en el Cáucaso. Entre I ¡


-Su excelencia, estoy dispuesto a afeitarlo dos "veces por ellos hay una diferencia como del cielo a la tierra. Los asesores
semana y hasta tres, sin objeción alguna -respondi6 el colegiados ... Pero Rusia es una tierra tan maravillosa que si 1

barbero. usted habla de ellos, todos los asesores colegiados, desde Riga
-No, amigo, no me venga con tonterías. Tres barberos me hasta Kamchatka, se darán por aludidos. Igual se puede decir
afeitan y hasta lo consideran un honor. Bien, explíqueme qué ele todos los títulos y grados.
hacía usted allí. Kovaliov había sido nombrado asesor colegiado en el
Un manto de palidez cubrió el rostro de Iván Iakovlevich ... Cáucaso, hacía apenas dos años. Y he aquí que no dejaba de
pensar ni un minuto en tal distinci6n, y para darse aún mayor
peso y altura, en vez ele presentarse como asesor colegiado,
1. Peso que equivale a poco más de 16 kilogramos (Nota del traductor). prefería hacerse pasar por mayor.
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NICOLÁS GÓGOL LA NARIZ

-Escucha, preciosa -le decía a cualquier vendedora de capa, cubriéndose la cara con un pañuelo como si acabase de
pecheras bordadas-, ven a visitarme a mi apartamento de la ser atacado por una hemorragia nasal. "Tal vez se trata de
calle Sad6vaya, s6lo tienes que preguntar: ¿es aquí donde vive· imaginación mía, no puede ser que la nariz se haya evaporado
el mayor Kovaliov?Y todo el mundo te dará información, así porque sí", pensó él y se encaminó a una pastelería con el
Y si llegaba a encontrarse con una caribonita, le añadía en exclusivo propósito de mirarse al espejo. Para su tranquilidad
tono confidencial: no había clientes en el negocio y sólo unos poco,s muchachos
-Oye, corazoncito, pregunta por los aposentos del mayor barrían el sal6n y ordenaban las sillas; algunos, todavía soño-
Kovaliov. lientos, llevaban bandejas con pastelillos calientes. Mesas y
A juzgar por lo anterior, no nos queda más remedio que asientos mostraban periódicos de la víspera, húmedos de café.
llamar de ahora en adelante al asesor colegiado mayor Kovaliov. . a o·ros no h ay na diie " , pe11so' K ova li ov. "P o d re'
" ¡ Ahl. , gracias
Era costumbre del mayor Kovaliov pasear a diario por la mirarme de frente." Y no sin timidez se dirigi6 a su objetivo
avenida Nevski. El cuello de su pechera lucía siempre asom- y se ech6 un vistazo. "¡El diablo sabrá qué significa esta por-
brosamente limpio y almidonado. Sus patillas eran como las quería!", exclam6, escupiendo luego en señal de desagrado.
que ahora pueden verse en la estampa de los agrimensores "Si tuviera algo que mostrar, pero no hay nada." Enojado se
regionales o comarcales, en los arquitectos o médicos del mordió los labios mientras salia de la pastelería y contrariando
regimiento y también en funcionarios policiales y, en general, su costumbre resolvió no mirar ni sonreír a nadie. Frente a
en aquellos caballeros que tienen redondas y coloradas sus ojos ocurrió lo increíble: un carruaje se detuvo ante el
mejillas y que cuando juegan a las cartas saben mostrar a portal, la puerta se abrió y un caballero uniformado, enco-
tiempo la de bastos. Las patillas de Kovaliov se despeñaban giéndose, salt6 del coche y como flecha subió escaleras arriba.
por toda la mitad de las mejillas hasta rematar casi en la misma Fue indecible su horror al comprobar que ese señor era su
punta de la nariz. propia nariz. Ante semejante pesadilla sinti6 que todo daba
El mayor Kovaliov usaba numerosos dijes en cornalina, vueltas a su alrededor y que sus piernas flaqueaban. Sin
algunos coronados de escudos, sin faltar aquéllos en los cuales embargo, cogi6 fuerzas y esperó a que la nariz tornara al
sobresalían palabras grabadas como miércoles, jueves, lunes, carruaje. Temblaba igual que un hombre sitiado por la fiebre.
etc. Había llegado a San Petersburgo para adelantar gestiones Al cabo de dos minutos sali6 la nariz. Lucía uniforme con
personales y, en particular, con el ánimo de tomar un trabajo adornos de oro, cuello subido, pantalones de gamuza y
que tuviese los méritos suficientes para aprovechar sus cono- espada. Por el sombrero emplumado podía adivinarse que la
/cimientos. Hallaba deseable el cargo de vicegobernador o, en nariz ostentaba el rango de consejero de Estado. Veíase a las
su defecto, pensaba que le vendría bien colocarse de alto claras que se dirigía a visitar a alguien. La nariz mir6 a lado y I
funcionario de algún notable departamento. No esquivaba la lado, subi6 al carruaje y antes de partir le grit6 al cochero 1 •

posibilidad de casarse, pero únicamente en el caso de que la ¡Adelante!


novia estuviese respaldada por una dote de 200 mil rublos. El pobre Kovaliov estuvo a punto de perder el juicio. No
Ahora el lector podrá juzgar cuál era la situaci6n del mayor, sabía c6mo organizar en su cabeza tan descabellado suceso.
exhibiendo una fisonomía huérfana de su bien formada y Esa nariz que ayer formaba parte de su cara y que por sí misma
discreta nariz y habitada ahora s6lo por una superficie lisa, no podía andar ni montar en coche, ¡hoy hasta vestía unifor-
plana y estúpida. me! Se lanzó a correr tras el coche que por fortuna no iba
Para mayor infortunio suyo, ningún cochero aparecía en muy lejos y que se detuvo ante la catedral de Kazán,
la calle y debió emprender la marcha a pie, envuelto en su Al llegar a la catedral, Kovaliov se abri6 campo presuroso
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NICOLÁS GÓGOL LA NARIZ
l
por entre una fila de viejas menesterosas, de las que tanto se -Muy señor mío -añadi6 Kovaliov con sentida emoci6n y
mofaba en otro tiempo porque llevaban la cara cubierta de- tono ceremonial­, no sé cómo interpretar sus palabras. Creo
jando sólo dos orificios para los ojos.Y penetró en el templo .. haber sido claro ... en verdad ... para decirlo de una vez ...
En el interior había pocos fieles pues la mayoría se concen- ¡ Usted es mi propia nariz!
traba en la propia entrada. Kovaliov estaba tan desconsolado La nariz mir6 fijamente al mayor frunciendo el ceño.
que ni siquiera tenía ánimo para orar. Su mirada buscaba -Usted se equivoca, señor. Yo no soy otro qu.¡, yo mismo.
celosamente a aquel señor por todos los rincones. Por fin lo Además, es imposible que entre nosotros pueda haber rela-
descubri6 situado, de pie, en uno de los extremos. La nariz ciones estrechas. A juzgar por los botones de su uniforme
ocultaba por entero su fisonomía dentro del cuello subido y usted debe estar al servicio de un departamento distinto del
rezaba en ademán piadoso. mío, del Senado o, por lo menos, del de Justicia. En cambio
"¿Có1no entablarle conversación?", se pregW1tÓ Kovaliov. yo me dedico a la ciencia.
Por su atuendo se veía a las claras que se trataba de un Y diciendo esto, la nariz dio vuelta y continu6 sus
consejero de Estado."¿ Cómo demonios iniciar la charla?" oraciones.
Kovaliov tosió para hacerse notar. Pero la nariz ni por un Kovaliov quedó sumido en una niebla de asombro, sin
instante abandonó la piadosa oración ni cesó de hacer reve­ saber qué hacer ni qué pensar. En ese instante se oy6 el
rencias. seductor frufrú de vestidos femeninos y apareció una dama
-Muy señor mío ... -musit6 Kovaliov haciendo de tripas de edad avanzada, toda envuelta en encajes, y con ella una
corazon­.' - n110
M uy senor , ... joven de talle esbelto y traje blanco que ceñía magníficamente
-¿Qué desea usted? --contest6 la nariz dándose la vuelta. su cuerpo. Llevaba un sombrero pajizo y liviano como el
­Me extraña sobremanera, señor ... , me parece que usted hojaldre. Detrás de ellas se detuvo un criado de elevada esta-
debería saber cuál es su verdadero sitio. Y mire dónde me lo tura, grandes patillas y una docena de cuellos superpuestos.
vengo a encontrar. En la iglesia. Usted comprenderá ... Kovaliov se acerc6 luciendo su pechera de percal, y mien-
=Discúlpeme, pero no entiendo nada de lo que pretende tras se arreglaba la cadena de oro de la que pendían meda-
decirme ... llones, sonreía y fijaba su atenci6n en la delicada dama que
"¿C6mo explicarle?", se dijo Kovaliov. Y recobrando el como una tierna flor primaveral, se arrodillaba con fino
'animo
. comenzo:' ademán y para santiguarse se llevaba a la frente una mano tan
-Por supuesto yo ... a decir verdad soy un mayor. Como blanca que sus dedos parecían transparentes. La sonrisa de
usted podrá advertir, no es nada decente andar sin nariz. Tal Kovaliov se hizo más pronunciada cuando bajo el ala del som-
vez ello sería normal en cualquier vendedor de naranjas del brero descubrió la redondez magnífica de su barbilla blanquí-
puente Voskresenski, pero en mi caso ... Y además, cómo sima y algo· de esas mejillas que tenían el color de las rosas
visitar la casa de la señora Chejtariova, esposa de un consejero que saludan la primavera. Mas de pronto se ahuyentó como
de Estado, y otras muchas ... Analice usted. Francamente no si un incendio lo cercara. Su memoria le recordó que no tenía
me explico señor mío -el mayor Kovaliov se encogi6 de erecta nariz ni otra cosa que se le pareciera, y los ojos se
hombros- ... disculpe ... pero si esto lo miramos de con- le fueron llenando de lágrimas. Entonces dio vuelta para
formidad con los principios del deber y del honor ... usted espetarle al señor de uniforme que era un impostor, no un
comprenderá ... consejero de Estado, que era un canalla, un embustero y que
-Yo no comprendo absolutamente nada -replic6 la nariz no era nadie más que su propia nariz ... Pero la nariz ya había
con voz decidida-. Explíquese usted mejor. desaparecido, con seguridad para realizar alguna de sus visitas.
52 53
NICOLÁS GÓGOL LA NARIZ

Kovaliov cayó en desesperación. Dando unos pasos atrás, ridad, puesto que por el nexo que éste tenía con la policía,
salió y se detuvo un momento cerca de las columnas. Su mira- podía impartir órdenes más eficaces que ninguna oficina. Era
da se internaba en todos los rincones en busca de la nariz. No. absurdo dirigirse al departamento al que parecía pertenecer
olvidaba ese uniforme engalanado de oro que la nariz llevaba, la nariz, pues por sus propias respuestas estaba claro que para
coronado por un sombrero emplumado. Sin embargo, nada ella nada sagrado había y podría mentir de nuevo como ya lo
recordaba de su capote, ni del color de su carroza, ni si tenía hiciera. ..,
un lacayo, ni si éste vestía librea. Además circulaban tantas Y así Kovaliov se disponía a ordenar al cochero que lo llevara
carrozas que era imposible precisar en cuál iba su nariz. Pero al departamento de seguridad, cuaudo de nuevo le asaltó la
de haberlo logrado ¿cómo habría conseguido detenerla? sospecha de que ese impostor, que en el encuentro inicial
El día era soleado y la multitud invadía la avenida Nevski. había tenido una conducta tau desvergonzada, podría apro-
Las damas formabau un caudal de flores que se derramaba por vechar ahora el tiempo para huir de la ciudad, y de ese modo,
el andén, desde el puente Politseiski hasta el de Anichkiu. Y las pesquisas podrían prolongarse, ¡Dios no lo quisiera!, un
he aquí que aparecía un conocido suyo, un consejero palatino, mes entero.
a quien él llamaba teniente coronel, sobre todo en público. De repente sintió que el mismo cielo había devuelto la luz
Luego pasaba Yarizhkin, jefe de oficina en el Senado, el cual a su cabeza. Sin vacilar, resolvió dirigirse a la oficina de
era conocido porque en el juego de cartas siempre se abstenía anuncios, para publicar en los periódicos un aviso en el que
cuando le salía el ocho. Y un tercero =otro mayor, nombrado describiría al sujeto buscado con lujo de detalles, suplicando
asesor en el Cáucaso­ lo invitaba con señas a acercarse ... a quien lo encontrase llevarlo ante su presencia o, en su
-¡Que el diablo me lleve! -exclamó Kovaliov-. ¡Eh!, defecto, indicar dónde se le podría localizar. Acto seguido le
cochero, vamos adonde el jefe de la policía. ordenó al cochero dirigirse a la oficina de auuncios y a lo largo
Kovaliov subió a un pequeño coche y sólo gritaba"¡ Vuela! del camino no cesó de castigarle el espinazo con el puño,
¡ Vuela sin parar!" mientras le gritaba:
-¿Estará el jefe de la policía?-preguntó Kovaliov al llegar. -¡ Adelante, miserable! ¡ De prisa, canalla!
-No se encuentra, justamente acaba de salir -respondió -¡Eh!, señor-exclamaba el cochero sacudiendo la cabeza,
el portero. al tiempo que fustigaba con las riendas al caballo, lanudo
i'
-¡Ah!, era lo único que me faltaba. como un. perro faldero. •I
!
-Sí señor, acaba de salir. Si hubiera llegado un minuto El coche se detuvo por fin y Kovaliov saltó jadeante hasta '
: 11
autes ... un pequeño recibidor, donde un funcionario de nevada cabeza
Sin retirar el pañuelo con que se cubría el rostro, Kovaliov y antiparras estaba sentado a la mesa con una pluma entre los
subió al coche y gritó con voz desesperada: dientes y contaba monedas de cobre recaudadas. j¡
1
-¡Adelante! -¿Quién se ocupa aquí de los anuncios? -gritó Kovaliov-. :.1,
�¿Adónde vamos? -preguntó el cochero. ¡Ah!, buenos días. 'I
!i
-Directo. -Buenos días, es un placer saludarlo -dijo el funcionario 11
-¿Cómo directo? Estamos frente a un cruce. ¿Giro a la de nevada cabeza, al tiempo que alzaba la mirada, y bajándola
derecha o a la izquierda? luego, la posaba sobre el montoncito de dinero. 11

Esta pregunta sorprendió a Kovaliov y lo puso meditativo. -Estoy interesado en publicar ... i,1'
La situación lo obligaba a dirigirse al departamento de segu- -Tenga la bondad de esperar un momento -repuso el r¡

54 SS
NICOLÁS GÓGOL LA NARIZ

funcionario mientras escribía con la mano derecha una cifra -De acuerdo, de acuerdo ... lo suyo son dos rublos con
en el papel y con dos dedos de la izquierda pasaba dos bolas cuarenta y tres kópecs, dos rublos sesenta y tres kópecs
del ábaco. -articulaba el señor de nevada cabeza, mientras tiraba reci-
Un lacayo adornado de galones y apariencia de pertenecer bos a porteros y viejas.
a casa de alcurnia, se hallaba detrás de una mesa y mientras =! Y usted qué desea? -preguntó por fin dirigiéndose a
blandía una nota, queriendo exhibir su aptitud para relacio-
narse con los demás mortales, dijo:
Kovaliov.

-Mire. . . yo le suplico. . . fui víctima de un engaño y
-Créame señor, el perrito cuesta poco. No vale ni ochenta todavía no atino a comprender. Le pido únicamente publicar
kópecs.Yo no daría nada por él.Y pensar que la condesa quiere un anuncio en el que se diga que quien dé información o
rescatar su animal a cualquier precio. ¡Dios me libre! Ella sería pueda traerme a ese canalla tendrá una buena recompensa.
capaz de gratificar hasta con cien rublos a quien lo encuentre. -Bien, dígame por favor, ¿cómo se llama usted?
En fin, no faltemos a la verdad: el gusto varía según las -No es pertinente registrar mi nombre. Conviene que
personas. Si eres cazador te conviene un can de cacería o un permanezca oculto pues tengo numerosas amistades: Che]-
perro maltés, así haya que pagar quinientos o mil rublos, ¡qué tariova, esposa de un consejero de Estado, Pelagueia Grigó-
importa! pero hay que hacerse a un buen cachorro. rievna Podtóchina, casada con un oficial de alto grado ... Si
El veterano y caballeroso funcionario le escuchaba po- llegaran a enterarse ¡ Dios me libre! Usted puede escribir
niendo aire de dignidad, mientras hacía sus cálculos: contaba simplemente asesor colegiado o, mejor aún, con el rango de
el número de letras que contenía el aviso que acababan de mayor.
entregarle. Había allí viejecitas, comerciantes y porteros que -¿ El fugitivo era siervo suyo?
se proponían publicar avisos como "Ofrécese cochero abste­ -¡ Por supuesto que no! Si se tratara de un siervo no consi-
mio". U otro: "Véndese carroza en buen estado, traída de deraría tan grave la fechoría. Lo que se ha escapado cs ... mi
París en 1814"; un tercero ofrecía una joven sierva de die­ nariz ...
cinueve años, experimentada en lavandería y otras faenas; -¡Vaya!, qué extraño apellido. ¿ Y el tal señor Nariz le robó
también se ofrecía un resistente coche al que sólo le faltaba una suma muy elevada?
una rueda; una briosa yegua de diecisiete años y pintas grises; -Pero si no es lo que usted imagina. Se trata de una nariz
semillas de rábanos y nabos importadas de Londres; una verdadera ... mi propia nariz se ha extraviado e ignoro por
completísima casa de campo, un establo para dos caballos y completo su paradero. ¡El mismo satanás me ha tendido una
terreno en el que podrían plantarse abedules y pinos. Había, trampa!
además, un aviso en el que se invitaba a todo aquél que estu- -¿Pero cómo pudo haber desaparecido? No acierto a expli-
viese interesado en comprar suelas viejas, presentarse diaria-' carme nada. 1
mente en la reventa de ocho de la mañana a tres de la tarde. ­Y yo tampoco acierto a explicarme cómo ocurrió. Pero
Mucha gente se había congregado en aquella pequeña lo grave es que ella recorre ahora la ciudad fingiendo ser con-
oficina y se respiraba un aire bastante pesado. Pero el asesor sejero de Estado. Por eso le ruego pedir en el aviso que quien
colegiado Kovaliov estaba impedido para captar olor alguno, la descubra, la conduzca a mi presencia a la mayor brevedad
no sólo porque un pañuelo tapaba su espacio nasal, sino posible. Juzgue usted mismo. ¿ Cómo puedo yo vivir sin ese
porque su propia nariz estaba ¡Dios sabe dónde! órgano tan visible? No es el dedo meñique del pie, que si me
-Muy señor mío, perrnítame preguntarle ... La verdad pongo las botas nadie se enterará del defecto. Los jueves suelo 1

tengo urgencia ... -dijo él lleno de impaciencia. visitar a la señora Chejtariova, esposa de un consejero de
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��������,
'

NICOLÁS GÓGOL LA NARIZ

Estado. Frecuento a Pelagueia Grigórievna Podtóchina, casada El asesor colegiado retiró el pañuelo de su cara.
con un oficial de alto rango, y a su agraciadísima hija. Todas -De verdad es algo muy extraño -dijo convencido el
ellas están en el cuadro de honor de mis amistades. Aconsé-. funcionario-. El espacio nasal se ve tan liso como una hojuela
jeme usted qué puedo hacer ahora. De ningún modo me recién cocida. Sí, increíblemente plano.
aparecería así ante ellas. -¿Acaso piensa usted seguir discutiendo? Usted mismo se
El funcionario se mordió los labios lo cual era en él señal da cuenta de que es imposible no publicarlo. Yo s.¡, lo agrade-
de preocupación. ceré hasta lo infinito, y de paso quiero manifestarle mi
-No, yo no puedo publicar este tipo de anuncios -añadió complacencia porque este suceso me ha brindado el gusto de
al cabo de un prolongado silencio. conocerlo ...
-¿Cómo que no? ¿Y por qué? Es de suponer, por lo dicho, que el mayor resolvió
­Bueno, los periódicos podrían perder reputación si a endulzarle el oído al funcionario.
cualquiera se le viene en gana publicar que se le extravió la -Mire, publicarlo carece de importancia -agregó el
nariz. Además, le recuerdo que ya circula el chisme de que funcionario-. Es poco probable que le reporte a usted algún
la prensa da cabida a rumores y falsedades. beneficio. Pero si se empeña, podría buscarse una buena
-Pero es que no se trata de falsedad alguna. Mi asunto nada pluma que le redacte el suceso de manera tan original que
tiene que ver con eso. parezca un insólito acontecimiento de la naturaleza y acto
-A usted le parece que no. Pero mire, la semana pasada seguido podrá publicarlo en el periódico Abeja del Norte -el
ocurrió algo similar: vino un funcionario tal como lo hace funcionario volvió a aspirar tabaco­, para instrucción de la
usted ahora, con un anuncio cuyo costo era de dos rublos juventud -aquí se limpió la nariz-y solaz de la curiosidad ge-
setenta y tres kópecs, y todo el contenido se reducía a que se neral.
había extraviado un perro de color negro. Esto parece no El asesor colegiado vio perdida toda esperanza. Bajó los
tener nada de raro, pero resultó ser algo de novela: el perro ojos hacia una revista y se encontró con la cartelera de espec-
era nadie menos que el cajero de no sé qué oficina. · táculos. En su rostro comenzaba a dibujarse una sonrisa al
­Pero señor, yo no vengo a poner un aviso sobre perros, descubrir el nombre de una bella actriz, mientras se acercaba /
sino sobre mi propia nariz, que es como decir sobre mí la mano al bolsillo para buscar los cinco rublos que le permi-
mismo. tieran asistir al teatro y sentarse orondo en primera fila
­Lo siento, pero no puedo recibir un anuncio así. -según Kovaliov éste debería ser el sitio reservado al estado
-Pero si se trata literalmente de que se me ha extraviado mayor-, cuando el recuerdo de su nariz echó a perder por
·,
la nariz. completo su ánimo. i.1
--Bueno, si se extravió que lo resuelva el médico. Al El funcionario pareció sentir compasión ante el deplorable 1,
parecer los hay que colocan narices según el gusto del estado de Kovaliov. Y para menguar en algo su pena consideró ii
paciente. Pero me estoy dando cuenta que es usted persona oportuno expresarle su pésame del siguiente modo: ¡:
de humor y un bromista experimentado. -Debo confesarle que me comnueve en extremo el que
-¡Se lo juro por el mismísimo Dios! Si es preciso ... yo usted haya sido víctima de semejante broma. ¿Quisiera aspirar
podría mostrarle a usted ahora mismo ... un poco de tabaco? El tabaco no sólo calma el dolor de cabeza
r'
=No, no se moleste ­prosiguió el funcionario mientras sino que cura el desánimo. Sirve hasta para las hemorroides-.
aspiraba tabaco-. Aunque si no le incomoda, le echaría un Y, diciendo esto, acercó a Kovaliov una tabaquera en la que,
vistazo ­añadió con curiosidad. al abrir la tapa, se veía el retrato de una dama tocada con un
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NICOLÁS GÓGOL LA NARIZ

sombrero. Este gesto irreflexivo acabó de sacar de quicio a "mayores" que ni siquiera tienen una muda de ropa rrueva y
Kovaliov. que se pasan la vida frecuentando lugares de perdición,
-No entiendo qué bromas son ésas -afirm6 compungido- .. Mejor dicho, ¡dio justo en el blanco! Es preciso señalar que
¿Acaso ignora usted que no tengo con qué oler? ¡Váyase al Kovaliov era persona muy susceptible que no perdonaba
demonio con su tabaco!Y no sólo repudio la marca Berezinski, ofensa. Pero que nadie osara tocar el rango que ostentaba.
sino que no soportaría ni el auténtico rapé, ni aunque usted Incluso creía que en las obras teatrales podían tolerarse burlas
me lo ofreciera ahora mismo. a los oficiales de baja graduaci6n, pero, ¡ay del que llegase a
Acto seguido, salió de la oficina de anuncios hondamente injuriar a los oficiales superiores!
consternado y se dirigi6 al comisario de policía, a quien le El agrio recibimiento del comisario lo desconcertó de tal
apetecía hartarse de dulces. Ya en su casa, el recibidor -que modo que abriendo los brazos y con aire de digni<lad, dijo:
era al mismo tiempo el comedor-, estaba atiborrado de conos --Confieso que ante palabras tan ofensivas, nada me queda
de azúcar, esos que con tanta simpatía le obsequiaban sus por añadir ...
" amigos
. " comercian
. t es. Y salió.
La cocinera le quitaba las botas que también había recibido Kovaliov regrcs6 a casa ya al atardecer, y la fatiga estuvo a
el comisario como parte de su dotación. La espada y demás pmito de derrmnbarlo. Encontraba su hogar triste y desan-
arreos militares ya pendían pacíficamente de las paredes, gelado luego de tan infructuosa búsqueda. Al entrar en el
mientras el temible gorro de tres picos reposaba en manos vestíbulo, sorprendió a su lacayo Iván plácidamente tendido
del hijo de tres años. Luego de un día de agitaciones bélicas, en un mugriento sofá de cuero, lanzando escupitajos al techo
se aprestaba a degustar las mieles de la paz. y atinando siempre en el mismo sitio. La haraganería de su
Kovaliov llegaba justo en el momento en que el comisario criado enfureció tanto a Kovaliov que sin vacilar le dio con el
1 anzab a un ''b"
rrr. . . , y se d'"Ah
ecia: , con gus td
o ormma ., un sombrero en la frente, al tiempo que le gritaba:
par de horitas". De aquí podemos deducir que la visita del ­Cerdo, tú sólo sabes inventar porquerías,
asesor colegiado era por completo inoportuna. Y es seguro Iván dio un brinco y presuroso le ayudó a su señor a
que de haber llevado de regalo cortes de paño o unas libras despojarse de la capa.
de té, tampoco habría sido bien recibido. El comisario era un El mayor Kovaliov entró en su habitación y abatido por la
gran mecenas de las artes y manufacturas, pero desde luego congoja se desplomó en una silla, y tras dejar escapar varios
preferiría los billeticos de banco: "No hay nada mejor, no suspiros, se lamentó:
piden de comer, ni ocupan mucho campo, siempre caben en -¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué el destino me habrá
los bolsillos y de caerse no se rompen", pensaba. reservado una desdicha así? Si quedara sin piernas o sin brazos,
El comisario recibió con ostensible descortesía a Kovaliov y aún sin orejas, sería deplorable, pero nunca llegaría a esta
y le advirtió que después del almuerzo no era prudente atrocidad, pues un hombre sin nariz sólo el demonio sabe qué
realizar investigaciones, que la misma naturaleza ordenaba será: pájaro no es y menos ciudadano. ¡Es como para arrojarse
que una vez satisfecho el est6mago era aconsejable entregarse por la ventana! Si la hubiera perdido en enfrentamiento
al descanso (por tales palabras el asesor colegiado pudo bélico, en un duelo o por culpa mía pero saberla perdida
adivinar que se trataba de alguien que conocía los preceptos sin explicación ni de Dios ni del diablo Por supuesto no es
de los sabios de la antigüedad), que a ningún ciudadano posible -agreg6 luego de ponerse meditabundo-. En mi
honesto le arrancan la nariz y que hay en el mundo algunos cabeza no entra semejante locura a todas luces inadmisible.
1

1
1

60 61

: 1
NICOLÁS G6GOL LA NARIZ

Se trata de un sueño o acaso de una fantasía. Un error quizá: de la puerta. Comprendió que Iván acababa de prender una
en vez de agua me bebí el vodka que suelo echarme al vela. Y pronto apareció éste portando la palmatoria que
terminar la afeitada. Tal vez el idiota del Iván no lo recogió y. iluminaba toda la habitación. El primer impulso de Kovaliov
yo me lo tomé. fue tomar un pañuelo y taparse el espacio nasal para que el
Y para cerciorarse de que no estaba ebrio, se pellizcó tan torpe Iván no quedara boquiabierto al ver en la cara de su amo
fuerte que soltó un alarido, pero el escozor lo sumergió de semejante espectáculo. ,
manera aún más patética en la realidad. Se acercó lentamente No había regresado Ivá11 a su rincón, cuando escuchó una
al espejo entrecerrando los ojos, esperanzado en que al voz desconocida:
abrirlos ya la nariz hubiera retornado a su lugar. Mas he ahí -¿ Vive aquí el asesor colegiado Kovaliov?
que retrocedió exclamando: =Sí señor, a sus órdenes -dijo el aludido mientras de un
-¡Qué horror de cara! salto abría la puerta. Y entró un guardia con uniforme muy
Tan inexplicable suceso parecía un misterio. Si se hubiera adornado, de patillas ni muy claras ni muy oscuras, de mejillas
extraviado un botón, una cuchara de plata, un reloj o algo regordetas; era el mismo guardia que al comienzo de la
semejante, pero haberse quedado sin la propia nariz. ¡ Y narración hallamos en el puente Isákiesvski,
haberla perdido en la propia casa! ... -¿Es a usted a quien se le ha extraviado la nariz?
Tras atar cabos el mayor Kovaliov llegó a la conclusión de ­Así cs. , ·,
que la culpable podría ser la esposa del oficial del estado mayor -Pues acaba de ser localizada. '

Podtóchin, quien pretendía casarlo con su hija, mientras él -¿ Qué dice usted? -exclamó el mayor Kovaliov. Rebosante
se complacía en hacerle la corte sin nunca decidirse. de alegría fijó la mirada en el oficial, en cuyos grnesos labios
Cuando la señora le confesó que deseaba darle en matri- y redondas mejillas se reflejaba la luz temblorosa de la pal-
monio a su hija, él comenzó a distanciarse con prudencia, matoria­. ¿ Y cómo ocurrió? ¡1
mientras sostenía que todavía era muy joven y podía prestar -Pues se debió a una extraña coincidencia: la sorpren- ,1,
1

unos cinco años más de servicio hasta coronar sus cuarenta y dieron cuando emprendía la fuga. Ya estaba instalada en una l¡i¡
dos. No cabía duda de que ella había ejercido venganza por diligencia para marcharse a Riga. Con anterioridad había
rechazar a su hija, borrándole aquel apéndice de la cara, para obtenido un pasaporte a nombre de cierto funcionario. Lo .,
Íi
¡:
t :
lo cual con seguridad había echado mano de los auxilios de raro es que, al comienzo, yo mismo la confundí con un caba­
alguna hechicera, porque si no cómo entender que la nariz llero, pero por fortuna mis anteojos me revelaron al instante 1,i.
hubiera sido extirpada a distancia, sin que nadie hubiese que se trataba de una nariz. Soy miope y si usted se coloca
penetrado en la habitación. El barbero Iván Iakovlevich lo frente a mí, yo veré a medias el borrón de su cara, pero no
había afeitado el miércoles y tanto este día como el jueves distinguiré ni su nariz, ni su barba, ni nada. Mi suegra, o sea
entero, la nariz permaneció en su lugar. Su memoria no lo la madre de mi mujer, tampoco ve nada.
traicionaba. Ahora bien, de haberle rebanado la nariz él habría Kovaliov estaba en el colmo de la impaciencia.
sentido dolor y la herida se hubiese tomado su tiempo para -¿Pero dónde está? ¿Dónde?
cicatrizar hasta quedar lisa como una hojuela. +Tranquilícese, como sé que usted la necesita, la he traído
Su cabeza le sugería dos caminos a seguir: demandar en conmigo. Lo insólito del caso es que el autor del hecho es un
últimas a la culpable o encaminarse directamente a ella para barbero rufián de la calle Voznesenski, quien ya se encuentra
desenmascararla. Mas sus pensamientos viéronse interrum­ debidamente enjaulado. Desde hace tiempo estamos a punto
pidos por el hilo de luz que se filtraba a través de las rendijas de sorprenderlo como sospechoso de ladrón y por borrachín.
62 63
NICOLÁS GÓGOL LA NARIZ

Justamente hace tres días sustrajo de cierta bodega una -¿ Y si no pega?


cantidad de botones. Su nariz está intacta. Ante semejante riesgo el mayor palideci6. Con indecible
Dicho lo cual, el guardia sacó de su bolsillo un envoltorio· temor se lanzó a la mesa para fijar correctamente la nariz ante
de papel que contenía lo anunciado. el espejo. Sus manos temblaban. Con sumo cuidado la fue
­¡Pero si es la misma! ­exclamó Kovaliov--, ¡es mi nariz! situando en su lugar original. ¡ Maldición] ¡ La nariz se negaba
¿Me permite invitarlo a una taza de té? a adherirse! ... Entonces, tras darle calor con al aliento, la
=Me sentiría muy complacido, pero me aguardan nuevas colocó de nuevo entre las mejillas. ¡Por nada del mundo se
diligencias. Debo ir al manicomio ... Hay un alza tremenda sostenía!
en el costo de los artículos. Y mi suegra, es decir la madre de -¡Es imposible que no pegue! -Y siempre que quiso fijarla
mi esposa, está a mi cargo, así como mis hijos. De paso sea en su verdadero espacio los intentos fueron vanos, la nariz se
dicho, en el mayor de ellos he puesto todas mis esperanzas, desplomaba sobre la mesa produciendo el golpe seco de un
es un chico muy inteligente, pero carezco en absoluto de corcho. El rostro del mayor se llen6 aún más de espanto.
recursos para darle educación. Kovaliov le orden6 a Iván traer de inmediato al médico,
Kovaliov adivin6 el mensaje y tomando de la mesa un el cual ocupaba el mejor apartamento de la misma casa. El
billete de diez rublos, lo puso en la mano del guardia, quien doctor tenía un aspecto varonil respetabilísimo y ostentaba
sali6 dando un taconazo ceremonial. Luego Kovaliov eseuch6 unas patillas más negras que el carb6n, una esposa de robusta
su voz en la calle, donde reprendía a un lerdo mujik' que lozanía, se desayunaba con frescas y apetitosas manzanas,
avanzaba con su carreta cargada. mantenía un impecable aseo bucal haciendo gárgaras todas las
A la partida del guardia, le qued6 a Kovaliov una confusa mañanas durante casi una hora y practicaba el cepillado dental
sensación, y a medida que transcurrían los minutos sintió el con tal esmero que usaba no menos de cinco clases de cepillos
leve desfallecimiento que le había procurado tan estupenda diferentes. El doctor se present6 de inmediato y le pregunt6
noticia. Con cautela puso la nariz entre sus manos y la a Kovaliov cuándo había acaecido el desventurado hecho,
contempló extasiado. levant6 por la quijada el rostro del mayor y le dio un golpe
11
-¡No cabe duda que es la mía! -exclam6 el mayor con el dedo en el sitio desnarizado, así que el paciente debi6 1,
11
Kovaliov-. Hasta tiene el granito que le apareció ayer. echar la cabeza hacia atrás con tal fuerza que dio con la coro-
El mayor casi deja escapar una carcajada de alegría. nilla en la pared. El médico trat6 de sosegarlo, le hizo girar 111 I'
Pero nada hay eterno en este mundo y la dicha del primer la cabeza hacia la izquierda y lanzó un "hum ", le hizo girar
minuto empieza ya a desvanecerse en el segundo, al tercero la cabeza hacia la derecha y lanzó otro "hum ". Repitió el l 'I
irá menguando, al cuarto poco quedará y lo que viene con el
tiempo será el retorno al estado de alma rutinario, como el
golpe con el dedo en el espacio nasal y le tir6 la cabeza hacia
atrás como a un caballo al que se le miran los dientes. Termi- I:
círculo que forma una piedra lanzada al agua, que termina nado el examen, el médico se encogi6 de hombros y le dijo: 1
1
fundiéndose con la plana superficie.
Kovaliov qued6 absorto de momento al tomar conciencia
­Es inútil, mejor quédese como está pues su situación
podría empeorar. Claro que yo se la colocaría ahora mismo,
i i
1
de que el asunto aún no tocaba a su fin. La nariz había sido pero le repito que nos exponemos a un funesto riesgo.
1,
rescatada pero faltaba todavía colocarla en su sitio. -¡Pero yo no puedo quedarme sin nariz! -repuso Kova-
liov-. ¡Peor que ahora es imposible! ¡El demonio entenderá l'iI'
qué significa.esto! ¿C6mo voy a presentarme en público con
una estampa tan ridícula? Tengo excelentes amistades. Justo 1:
2. Campesino ruso (Nota del traductor).
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NICOLÁS GÓGOL LA NARIZ
1
'

hoy debo asistir a dos reuniones.Y no son pocas mis relaciones: Al otro día, antes de poner el correspondiente denuncio,
Chejtariova, la 'esposa de un consejero de Estado, la señora decidió escribir a la esposa del oficial de estado mayor, para
Podtóchina, casada con un oficial del estado mayor ... aunque· que, sin recurrir a la autoridad, le devolviera ella lo que a él
ocurrida esta desgracia el único eslabón que me une a ella pasa pertenecía. La carta estaba redactada en los siguientes
por la policía. Ayúdeme, doctor, me acojo a su benevolencia términos:
-prosiguió Kovaliov en tono de súplica-. Colóqucmc la '
nariz como pueda, no importa que no me quede perfecta con Distinguida señora Alexandra Grigóríevna.s
tal de que se sostenga, y en situaciones comprometedoras yo
podría ayudarla ligeramente con mi mano a no caer. Además, Permítame decirle que su actuación es inexplicable. Al
ni siquiera soy aficionado al baile, así que no estará expuesta comportarse usted así, ha alejado la posibilidad de que me
a ningún movimiento brusco. Y para testimoniarle mi gratitud case con su hija. Sepa que conozco en detalle todo lo
por su visita, usted puede tener la certeza de que pondré a concerniente a mi nariz. No ignoro que ha sido usted la única
su disposición mis recursos ... i ; artífice de esta desdichada historia. La súbita desaparición de
=Créame -<lijo el doctor en tono ni alto ni bajo y con firme mi nariz ... , y su deambular fugitivo,, ya bajo el disfraz de
/ y persuasiva voz->, yo nunca curaré por interés, eso yo jamás funcionario, ya en su aspecto natural, sólo puede obedecer ¡'
i
lo haría, está fuera de mis cánones profesionales y de mi arte. a hechicerías cuya iniciativa partió de usted o de quienes se
'1
Si cobro por mis visitas es para no lastimar a nadie con n:ú dedican a las prácticas mágicas. Considero un deber preve- ! ¡
negativa. Por supuesto yo haría el esfuerzo de ponerle la nariz, nirla: si la nariz no retorna hoy mismo a su lugar, me veré ¡
pero permítame expresarle con la mayor honestidad que si obligado a ponerme al amparo y protecci6n de la ley.
usted desoye n:ú consejo, lo que viene será de lamentar. Lo Con mis mejores palabras de respeto y consideración, tengo
más sensato es oír la voz de la naturaleza. Lávese a menudo el honor de suscribirme como su humilde servidor.
con agua fría y vivirá tan saludable como si tuviera nariz. Y Platón Kovaliov
en cuanto a la propia nariz, le sugiero colocarla en un frasco
con alcohol, y aún mejor añadirle dos cucharaditas de vodka Muy apreciado señor Platón Kuzmich:
y vinagre caliente. Me parece que hasta podrá sacar dinero
de ella, mucho dinero. Yo mismo se la compraría, si usted le Su carta me ha producido un asombro indecible. Debo
pone un precio razonable. confesar que jamás pensé llegar a ser víctima de tan injustos
-¡No! ¡No! ¡Por ningún dinero la vendería! -articuló reproches por parte de usted. Debo, asimismo, poner en su
desesperado el mayor Kovaltov=. Antes prefiero que se conocimiento, que nunca recibí en mi casa al funcionario del
pierda. · cual me habla, con disfraz o sin él. Me visitó, sí, Filipp
=Dísculpe -repuso· el doctor haciendo una reverencia=; Ivánovich Potánchikov y si bien aspiraba a la mano de mi hija
Mi deseo era serle útil, pero qué le vamos a hacer. No puede y es persona sensata, instruida y ajena a la bebida, no llegué
usted decir que no tuve las mejores intenciones. a darle esperanza alguna. Si considerara que mi intención era
Dicho esto, el médico de respetabilísima presencia salió dejarlo con dos palmos de narices, o sea rechazarlo formal-
de la habitación. Kovaliov ni siquiera se había fijado en su cara, mente, pues nada tan opuesto a la verdad. En cuanto a mí se
y en medio del brutal desconcierto, sólo vio los puños de
la camisa del doctor -que salían de las mangas del negro
frac-, limpias y blancas como la nieve. 3. Gógol·Ja llama antes Pclagueia Grigórievna (Nota del traductor).
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LA NARIZ
NICOLÁS GÓGOL i

refiere, ha de saber ­y así lo he creído­­ que si usted se y dijo para sí: "¿ Cómo es posible que conjeturas tan banales
resolviese ahora a pedir la mano de mi hija, ciñéndose a las e increíbles reúnan tal gentío?".
buenas costumbres, yo estaré dispuesta a complacerlo, Luego corrió el rumor de que la nariz del mayor Kova-
porque ha sido éste mi más vehemente anhelo y esperanza. liov no se paseaba por la avenida N evski sino por el jardín de
Quedo como su permanente servidora. Táurida. Decíase que ya llevaba tiempo en este lugar y que
Alexandra Podtóchina cuando Jozrev-Mirza4 habitaba en el jardín, se,sorprendió
extraordinariamente por tan extraño juego de la naturaleza.
-No -se dijo Kovaliov al leer la carta-. Ella es inocente. No Algunos estudiantes de la Academia de Medicina se dirigieron
queda la menor duda. Una carta así para nada sugiere culpa- al lugar. Una ilustre y respetable dama envió una carta especial
bilidad. al administrador del jardín, a fin de que le mostraran a sus
El asesor Kovaliov dominaba la materia, pues más de una hijos ese raro fenómeno, y de ser posible les ofreciera una guía
vez había sido experto investigador en el Cáucaso. didáctica e instructiva.
-¿Cómo explicar lo sucedido? ¡Sólo el demonio lo sabe! El suceso entusiasmó sobremanera a caballeros de la alta
-exclamó desilusionado. sociedad, que en las veladas gustaban de divertir a las damas
Entretanto, las habladurías sobre semejante suceso se con peregrinas historias cuyo repertorio ya estaba agotado.
paseaban por la ciudad, siempre con nuevos añadidos, Un círculo de gente respetable y sensata hallábase muy indig-
haciendo las delicias de los aficionados al chisme, en especial nada. Alguien proclamaba que no atinaba a entender cómo
porque todavía iban y venían los comentarios sobre la expe- en un siglo ilustrado se propalaban infundios tan descabe- (
rimentación con el magnetismo y estaba fresca aún la historia llados, y se mostraba sorprendido de que el gobierno no
de las sillas danzarinas en la calle Koniúshennaia. Para nada tomara cartas en el asunto. Como puede apreciarse, este
debe extrañar entonces que pronto hubiese tomado alas el señor pertenecía a ese género de personas que gustan de
cuento de que la nariz del asesor colegiado anduviera por la culpar al gobierno hasta de los conflictos diarios con la esposa.
avenida Nevski a las tres de la tarde. Siguiendo la historia ... , debo decir que una vez más todo se
Con los días aumentaba la curiosidad en torno a la nariz y cubre de niebla y lo que ocurrió luego es por completo
cuando se rumoró que estaría en la tienda de Junker, se con- ignorado.
gregó enfrente una muchedumbre y hubo una congestión tal
que fue necesario acudir a la policía. Un especulador de esme-
rada presencia y gruesas patillas, que vendía empanadas a la III

entrada del teatro, colocó allí sólidas bancas de madera y


permitía a los curiosos treparse en ellas por ochenta kópecs, ¡Qué descabellados acontecimientos se dan en este mundo!
Cierto coronel emérito salió de casa temprano sólo para ver A veces se trata de sucesos inverosímiles: de repente, la misma
la nariz y con enorme dificultad logró abrirse camino entre nariz que se paseaba disfrazada en la carroza de un consejero
la muchedumbre. Sin embargo, a falta de nariz lo que halló de Estado y que suscitó tanto escándalo en la capital, apareció
en la vitrina de la tienda fue una burda chaqueta guateada de como si nada hubiera ocurrido en su lugar de origen, es decir,
hombre y una litografía con la imagen de una jovencita subién- en medio de las dos mejillas del mayor Kovaliov. Y fue el día
dose las medias y a un señorito, con chaleco y barba incipien- 7 de abril.
te, que situado detrás de un árbol miraba el cuadro colgado
allí desde hacía diez años. Así las cosas, el coronel resolvió salir 4. Príncipe persa que visitó a Rusia en 1829 (Nota del traductor).

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NICOLÁS GÓGOL LA NARIZ

Al despertar y mirarse de repente al espejo, advirtió que prominencia olfativa, apoyando su áspero pulgar en la mejilla
allí estaba la nariz. "¡Ah!", exclamó Kovaliov, y su sorpresa y en la mandíbula inferior, logró salir adelante en su objetivo,
llegó a tanto que estuvo a punto de bailar descalzo por la. hasta dejarlo afeitado.
habitación, si no fuera porqúe entraba su criado Iván, a quien Ya listo Kovaliov, se arregló de inmediato, salió y ordenó
ordenó traerle agua para bañarse la cara, y mientras lo hacía, a un cochero llevarlo directamente a la pastelería. Al llegar,
se miraba de paso al espejo. "Sí, ¡es mi nariz!" Al tiempo que desde el quicio de la puerta, ordenó: ,
se secaba con la toalla tornaba al espejo: "¡Es mi nariz!". -¡ Una taza ele chocolate!
=Acércate, Iván, parece que tengo un granito en la nariz De paso aprovechó para mirarse en el espejo. La nariz
-dicho lo cual pensaba: "Dios no quiera que ahora me ocupaba su lugar. Con la alegría dibujada en el rostro, entornó
responda: Pues nada señor, ni grano ni nariz". los párpados y miró satíricamente a dos militares, uno de los
Pero el criado respondió: cuales tenía una nariz que competía en tamaño con un botón
­No veo granos, señor. Su nariz está perfectamente bien. ele su chaleco. Luego se encaminó hacia la cancillería, a la 1

"¡Qué suerte!", exclamó para sí, abriendo los brazos en misma oficina donde solía hacer sus gestiones para el cargo
ademán triunfante. ele VIcegobernaclor, o en su defecto, de funcionario ejecutivo.
En ese momento apareció en la puerta el barbero Iván Mientras caminaba por el vestíbulo aprovechó de nuevo para 1
Iakovlevich, tan temeroso como una gata a la que acaban de ponerse ante el espejo: la nariz seguía en su lugar. Tiempo 11
castigar por robar un trozo de tocino. después se dirigió adonde otro asesor colegiado que gustaba
-Antes de entrar, dígame si tiene las manos limpias -le ele hacer bromas sarcásticas y a quien Kovaliov solía contestar:
gritó .desde lejos Kovaliov. ­Te conozco, eres un criticón.
-¡ Claro que las tengo limpias! Por el camino Kovaliov pensó: "Si el mayor no suelta una
-¡Miente! carcajada al verme, quiere decir que todas las partes ele mi
-Se lo juro, señor. cara están en su lugar". Pero el asesor colegiado no se inmutó.
-Espero que sea cierto. "¡Estupendo! ¡Estupendo!", exclamó para sus adentros
Kovaliov se sentó. Iván Iakovlevich rodeó su cuello con Kovaliov.
una toalla, y en un instante, ayudado por la brocha le fue Luego se encontró con la señora Podtóchina, esposa del
cubriendo toda la barba y parte de las mejillas con la misma .i ' oficial ele estado mayor, quien paseaba con su hija. Ellas le
crema que acostumbraban regalar en los cumpleaños de los hicieron una reverencia, y él salió a su encuentro lleno de
comerciantes. contento, al ver que ningún defecto las alarmaba. Todo andaba
"¿Será verdad lo que estoy viendo?", pensó el barbero ele perlas. Adrede conversó con ellas largo rato, abrió su
mientras observaba el apéndice nasal de su cliente. Luego tabaquera y aspiró ostentosamente por las dos fosas nasales,
tomó la cabeza de Kovaliov y la hizo mover a un lado y otro. diciendo para sí: "Estas mujeres no son más que gallinas.Y que
"¡ Es una nariz auténtica!", y se quedó contemplándola un rato. no haya eludas: por nada del mundo me casaré con su hija. Así,
Finalmente, levantó dos dedos para agarrarla por la punta, tan sencillo ... por puro amor ... no señores".
pues era éste el estilo de Iván Iakovlevich. . Al mayor se le veía ahora transitando de nuevo por la ave-
-¡Bueno! ¡Bueno! ¡ Con mucho cuidado! --exclamó Kovaliov. mcla Nevski, visitando teatros y sitios a su antojo. Y la nariz,
Iván Iakovlevich retiró sus manos y se confundió como seguía como antes, fielmente adosada a su sitio. El mayor
nunca. Por fin resolvió pasarle la barbera por el mentón y Kovahov se paseaba exhibiendo un excelente humor, el rostro ': 1
aunque para él era difícil realizar su trabajo sin tomarle la sonriente y, eso sí, listo a perseguir a tocias las mujeres
70 71
i I
NICOLÁS GÓGOL

bonitas.Y hasta una vez se detuvo en la tienda de Gostini Dvor LA AVENIDA NEVSKI
interesado en comprar cinta para una orden, sin saberse por
que, pues no era él caballero de ninguna. .
Semejante historia ocurrió en la capital septentrional de
nuestro inmenso imperio. Por supuesto hay en ella no poco
de inverosímil. Habida cuenta de la escapada de la nariz y su
fugitiva aparición en distintos lugares fingiendose consejero
'
de Estado, ¿cómo pudo ocurrírsele a Kovaliov anunciar en la
prensa que su nariz se había extraviado? Desde luego no me
refiero a que el anuncio me hubiera parecido caro: sería una
necedad hacer tales reparos, además yo no practico la NADA HAY MEJOR. QUE LA AVENIDA NEVSKI, AL MENOS EN
tacañería. Pero no es en modo alguno correcto. ¡Es absurdo! Petersburgo. Y nada en lo que no influya, según los propios
¡Horrible!Y por otra parte, ¿Cómo pudo la nariz ir a parar al petersburgueses. Para San Petersburgo lo es todo. ¡Qué no
pan recién horneado?¿ Y cómo el propio Iván Iakovlevich ... ? resplandece en esa avenida, fulgor de nuestra capital! Yo sé
/ No, no, ¡esto no lo entiende nadie! ¡Está fuera de toda sensa- que ni uno solo de sus pálidos funcionarios y demás habitan-
i
tez! tes la cambiaría por lo más preciado de este mundo. No sólo 1
1

.,

Pero lo más raro es que los autores conciban semejantes encanta a los que tienen veinticinco años, magníficos bigotes
1
temas. Desde el ángulo que se le mire resulta absolutamente y levitas maravillosamente cortadas, sino también a aquéllos
inverosímil. En mi cabeza no entra. Para empezar, no reporta que enseñan una barba de blancos pelos y cuya cabeza es tan
beneficio a la patria y, por otra parte, ¿en qué radica su lisa como un bandeja de plata.¿ Y las damas? ¡Oh!, ellas gozan
utilidad? Sencillamente no sé qué será esto ... todavía más en la avenida Nevski. Pero, hay alguien, acaso, a
Ahora bien, además de lo ya dicho, de verdad ha podido quien no impresione nuestra avenida? Tan pronto a ella se
llegar a permitirse esto y aquello, y aún lo de más allá, tal vez llega, percibimos aroma de fiesta. Así tengas una diligencia
pudiera ... ¿ Y dónde no existe lo absurdo? Pero, viéndolo urgente, con sólo poner el pie en la N evski, la olvidas por
bien, ¿por qué no pensar que hay algo de verdad en todo esto? entero. Es el Único lugar adonde la gente va porque así lo
Dígase lo que se diga, casos así se dan en el mundo. Rara vez, quiere, no por necesidad, ni porque obedezca a preocupacio-
pero se dan. ' nes mercantiles, como ocurre en todo el resto de San Pcters-
I 8 35- I 842 burgo. Al parecer quien llega a la Nevski, es menos egoísta
que quienes andan por las calles Morskaya, Gorójovaya,
Litéinnaía, Meschánskaya, u otra calle cualquiera, en donde
codicia, avidez y urgencia se traslucen en los rostros de los
paseantes y en aquéllos que vuelan en sus carretas y coches.
La avenida N evski es el corazón que comunica a toda San
'1
Petersburgo. Los citadinos y los habitantes de los barrios de 1,
11 ,,
Petersbúrgskaia o Víborskaia, que por largos años no veían a

¡
¡1 1
un amigo de Peskí o de la puerta de Moscú, pueden estar
1
seguros de encontrárselo allí. Ningún directorio ni oficina de ;: 1
información le proporcionará noticias tan ciertas como la
,¡ 1
72 73 ·1
lin:,
NICOLÁS GÓGOL LA AVENIDA NEVSKI

avenida Nevski. ¡Oh!, la todopoderosa avenida Ncvski. Única definitivamente por este tiempo y hasta que alza el mediodía,
distracción de los ocupados petersburgueses, tan huérfanos nuestra avenida no es sino un medio de comunicaci6n,
en lugares de recreo. ¡Qué bien barridas lucen sus aceras! y escenario de los que deben ir o venir de manera paulatina a
¡santo cielo!, ¡cuántos pies han dejado en ellas sus huellas! Las su trabajo, de aquéllos que vienen y van a sus obligaciones o
burdas y sucias botas de los soldados dados de baja parecen ) que siguen el ovillo de sus enfados, gente que, en general, pasa
agrietar el granito; la zapatilla diminuta, ligera como el humo, por ella tan fuera de sí como si no pasara. Aq..uí oiremos
de la damita que gira su cabecita ante las luminosas vitrinas al mujik ruso hablar de monedas o de kópecs de cobre. Na-
de las tiendas como el girasol hacia el sol; el sable zumbante ,,, die se fija en los ancianos que conversan consigo mismos,
de un alférez que cruza con aire de ilusi6n mientras traza en ·I mostrando en sus gestos y manoteos el brío de sus palabras,
el suelo un hondo rasguño. La avenida N evski conserva la j ni se mofa de su presencia, acaso solamente algún pequeño,
huella de todos los que por allí han pasado, dejando la marca ,� que envuelto en una batola de paño burdo y llevando en la
/]]

del poder de la fuerza o del poder de la de b i Id i a d . ¡ Q ue 'l


I

mano un par de botas nuevas y botellas vacías, corre como el


veloces fantasmagorías se dan cita en el lapso de un solo día j relámpago por la avenida N evski. A esta hora, aunque usted
por aquel escenario! ¡Cuántos cambios soporta en veinti- : 1¡ se ataviase con el atuendo más fuera de lo común, aunque
cuatro horas! Comencemos por la mañana, al romper el día, � abandonase el sombrero por la cachucha, aunque el cuello de
cuando San Petersburgo huele a pan recién horneado y las
1
;; la camisa desplazara a la corbata, de seguro nadie lo advertiría.
viejecitas con sus pañuelos y sus vestidos rotos acosan a los Al filo del mediodía aparecen en la Nevski preceptores de
creyentes con la limosna. Es cuando la avenida Nevski está é'
,0 todas las nacionalidades, con sus pupilos vestidos de cuello
vacía. Cuando los dueños y dependientes de las tiendas duer-
men todavía enfundados en sus camisas de holanda, o bien i ¿,

;� ,'
de batista. Los "Johns" ingleses y los "Kokis" franceses llevan
de la mano a los educandos confiados a su paternal cuidado,
enjabonan sus nobles mejillas y toman café. Los pordioseros y con gravedad solemne les explican que los avisos de las
se reúnen a la puerta de las pastelerías, donde el adormilado :) tiendas están ahí para enterar afuera al paseante qué cosas ¡'
1
Ganímedes', que ayer volaba como las moscas sobre el cho- '@ venden adentro. Las institutrices, pálidas misses y sonrosadas
colate, se presenta sin corbata, escoba en mano y les arroja '' eslavas, van majestuosas detrás de sus despabiladas pequeñas,
pasteles tiesos y sobras de comida. La gente trabajadora ordenándoles alzar un tanto más los hombros y caminar
camina lentamente por la avenida. En ocasiones la atraviesan erguidas. En pocas palabras, a esa hora, estamos ante la
tnuiiks rusos que van de prisa a su trabajo y con las botas tan , , , pedagógica avenida Nevski.
manchadas de cal que no las lavarían ni las aguas del canal Pero a medida que se acercan las dos de la tarde, dismi- • i

Ekaterininski, tan afamadas por su limpieza. A semejante hora nuyen los pedagogos, las institutrices y los niños, siendo
no es decente que las damas se asomen, pues el ruso es dado sustituidos finalmente por los tiernos padres de éstos últimos,
a expresiones de tal calibre, que ni el teatro las pondría en que van del brazo de sus amigas, débiles de nervios, pero
escena. A veces cruza entre los paseantes un funcionario fuertes de atavíos multicolores. Poco a poco se les suman
soñoliento, con el maletín bajo el brazo, pues el rumbo de quienes han terminado ya quehaceres domésticos de alguna
su trabajo pasa por la avenida N evski. Es justo afirmar que importancia: por ejemplo, uno haconsultado al doctor sobre
el tiempo y sobre un granito que le salió en la nariz; otro se
ha interesado por la salud de los caballos y de sus hijos que
1. En la mitología "el más bello de los mortales". Zeus, prendado de él, lo
f ya hacen gala de aptitudes prometedoras; un tercero ha leído
llev6 al cielo y lo convirtió en servidor. En este caso: criado. (Nota del traduc­
tor). los anuncios en los periódicos y un resonante artículo sobre
74 75
------,

NICOLÁS GÓGOL LA AVENIDA NEVSKI

los que llegan y los que salen y los que toman una taza de té competirían con un cuello de botella, talles ante los cuales
o de café. Luego vienen a añadirse aquéllos a quienes un nos apartamos para no dejar deslizar un codazo imprudente:
generoso destino ha convenido en colocar en el rango de fun-, temor y timidez toman por asalto el corazón para que ni un
cionarios de misiones especiales dentro del mismo edificio: suspiro indiscreto quiebre la armónica obra de la naturaleza
los mensajeros. Se agregan a ellos los funcionarios del depar- y el arte. ¡ Y qué mangas femeninas encuentra usted en la
tamento de Relaciones Exteriores, que sobresalen por la avenida Nevski! ¡Oh!, ¡qué encantadoras! Parece como si
eminencia de sus ocupaciones y de sus nobles costumbres. llevaran globos aéreos y las damas estuvieran a punto de alzar
¡Dios Santo! ¡Qué empleos y cargos magníficos hay en este el vuelo si una mano masculina no las detuviera, porque
mundo! ¡Cómo engrandecen y dignifican el alma! Pero yo, levantar a una dama en el aire es a tal punto delicioso como
¡ay!, no soy empleado y debo privarme de la delicadeza de ;él llevarse a los labios una copa de champán. No hay lugar donde
mis superiores. 4;¡ la gente se incline con tanto agrado para saludar como en la
Todo lo que a esa hora encuentra usted enla avenida Nevski· � avenida Nevski. Allí hay sonrisas únicas, que son la perfección
está impregnado de decoro. Los caballeros con largas levitas del arte y que podrían hacer derretir a alguien de gusto; a
y manos hundidas en los bolsillos, las damas ataviadas con veces algunas tales que lo hacen sentir a usted más alto que
redingotes y sombreritos de raso blanco, celeste y rosa. la aguja del Almirantazgo'; otras, en cambio, que lo harán
Patillas únicas se ven aquí, patillas que pulidas con exquisito sentir tan bajo que usted parecerá descender más que la
y asombroso arte, se hacen pasar por debajo de la corbata, hierba. Allí se han de encontrar gentes que hablan sobre con-
patillas aterciopeladas, negras como la marta cebellina o como ciertos o sobre el estado del tiempo con suma nobleza y
el carbón, pero que, ¡ay!, son exclusivas de los funcionarios dignidad.Y ni qué decir de los miles de raros y excepcionales
del departamento de Relaciones Exteriores. Funcionarios de caracteres con que nos topamos. ¡Dios santo! ¡Qué gentes tan
otros departamentos debieron, por orden del Todopoderoso, alejadas de lo común! Muchos de ellos, al pasar usted, echan
olvidarse de las patillas negras y, muy a su pesar, contentarse una ojeada a sus zapatos y tuercen luego la cabeza para mirarle
con una fila de pelos rojos. Aquí encuentra usted bigotes de el faldón de la levita. Vaya uno a saber por qué lo hacen. Al
fábula. Bigotes que ni pluma ni pincel algunos atinarían a comienzo supuse que se trataba de zapateros, pero claro que
reproducir; bigotes a los cuales se ha consagrado la mejor no es así, pues la mayoría trabaja en diversos departamentos
parte de la vida y que han exigido de su dueño vigilia diurna y podrían dirigir a la maravilla mensajes de una oficina a otra,
y desvelo nocturno; bigotes que han conocido las más deli- o se trata de paseadores de oficio cuya ocupación radica en
cadas esencias y fragancias y embalsamados en exóticas hojear los periódicos en las pastelerías. Es decir que la mayoría
pomadas de prodigio; bigotes que de noche envuelven en son personas decentes.
delicado papel; bigotes que suscitan el más apasionado afecto A esa hora bendita, que es de dos a tres de la tarde, cuando
de sus dueños y que son la envidia de los paseantes. Millares la ciudad se pone en movimiento por la avenida N evski,
de variados sombreros, vestidos y chales multicolores que tendremos ante nuestros ojos un auténtico desfile de lo mejor
inspiran el favoritismo de sus poseedoras y que dejan ciego a que ha creado la humanidad. Uno exhibe imponente levita
cualquiera en la avenida Nevski. Es como si un océano de adornada con el más fino cuello de castor; otro enseña una !:
mariposas diminutas se alzara de los jardines y revoloteara cual hermosa nariz griega; un tercero exhibe suntuosas patillas;
nube fulgurante para desmayarse luego sobre los negros y 1
'·'
1

viriles escarabajos. Aquí hallaremos talles que ni siquiera en


2. Se refiere a la alta aguja que corona la torre del edificio del Ahnirantazgo il
sueños los habremos visto, talles esbeltos y tan ceñidos que (Nota del traductor). ¡1 '
76 ¡
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¡
NICOLÁS GÓGOL LA AVENIDA NEVSKI

la cuarta es una joven con ojos de no poca hermosura y airoso ademán avanza por la acera; a veces pasa también un herrero
sombrero; el quinto lleva un anillo con talismán en el distin- humilde; y a nadie más encontrará usted en la avenida Nevski.
guido dedo anular; la sexta luce en el piecesito una zapatilla Pero en cuanto el sol declina sobre casas y calles, y el
encantadora; el séptimo una corbata sorprendente; el octavo sereno provisto de una estera se sube en una escalera para
unos bigotes capaces de llenarnos de asombro. Pero llegadas encender los faroles, y de la ventana bajita de un mísero
las tres de la tarde, el desfile termina y la multitud se desva- almacencito se deja ver una estampa que no Iue capaz de
nece. asomarse a la luz del día, de nuevo la avenida N evski revive y
A esta hora la N evski muda de rostro y de súbito llega la I comienza el movimiento. Es cuando empieza la hora del
primavera: la avenida queda inundada de funcionarios misterio, esa hora en que las lámparas esparcen por doquier
envueltos en uniformes verdes. Hambrientos consejeros su luz seductora. Aparece entonces no poca gente joven, las
titulares, consejeros palatinos", etc., etc., aceleran como más de las veces solteros enfundados en sus abrigos, levitas y
pueden el paso. Los j6venes secretarios y los registradores capotes. Y es cuando al transeúnte lo invade el sentimiento
colegiados aprovechan para pasearse a gusto como dando a de no saber a ciencia cierta para d6nde va, aunque sus pasos
entender que no estuvieron recluidos durante seis horas en sean presurosos. Las largas sombras titilan por muros y calles
una oficina.Y los viejos secretarios colegiados, los consejeros de piedra hasta casi tocar la parte más alta del puente
titulares y los consejeros palatinos de más edad marchan Politseiski. Los j6venes registradores provinciales, los secre-
cabizbajos, ajenos a los transeúntes, llevando todavía en su tarios colegiados y provinciales, emprenden largas caminatas.
cerebro los archivos con la mar de papeles burocráticos que En cambio, la mayoría de los antiguos funcionarios de la J
los aboga y les echa a perder el ánimo. Durante largo tiempo, registraduría, los consejeros titulares y palatinos, prefieren 1
en vez de letreros callejeros, ellos sólo ven cajas llenas de permanecer en casa, ya porque son casados, ya porque sus '
papeles o la carota del jefe en el trabajo. cocineras alemanas suelen preparar maravillas gastron6micas. 1
Hacia las cuatro de la tarde la avenida Nevski es un desierto Usted también puede encontrar aquí carteros muy entrados
y raramente encontraría usted a un funcionario. De pronto, en años que a las dos de la tarde caminan erguidos por la
una modista salida de una tienda de confecciones atraviesa la avenida con aire de grandeza y majestuosidad. Podrá ver c6mo
calle abrazando una caja de cart6n; o un hombrecito a quien j6venes registradores colegiados intentan mirar por debajo i
'
un chupatintas de juzgado lo ha echado al agua y lo ha dejado del ala del sombrero de esas damas de envidiables y carnosos :¡
en la calle , a nombre de sentimientos humanitarios; un
¡
labios y de mejillas de carmín, que tanto gustan a los paseantes
extravagante a quien le da igual que el tiempo avance o se y, en particular, a dependientes, comerciantes y artesanos, 1
quede quieto; alguna inglesa, alta y seca, con un bolso y un que se sienten a sus anchas vistiendo levita alemana y que
libro en las manos; algún brigadista, ruso hasta la médula,
ataviado con una levita tan pequeña que el talle le da a la mitad
suelen avanzar entre la multitud cogidos del brazo.
-¡Detente!--exclama en ese momento el teniente Pirogov,
Ii
de la espalda, lleva precaria barba; de él se puede decir que mientras da un tir6n a un joven de frac y sombrero de copa
la vida entera ha pendido de un hilo: todo en él es temblor que va en su compañía-. ¿No la has visto?
-espalda, piernas, brazos y cabeza- cuando con respetuoso -Sí, es una auténtica Bianca del Perugino.
-Pero, ¿a cuál te refieres?
3. Pedro I instituy6 en r 7 2 2 un escalafón de rangos dividido en catorce -A aquélla de cabellos negros. ¡Dios mío, qué ojos! Toda
clases. Los consejeros palatinos pertenecían a la séptima, los secretarios
la belleza está en su lugar: las facciones, el perfil, el 6valo
colegiados a la décima, los secretarios provinciales a la decimosegunda y los
registradores colegiados a la decimocuarta (Nota de traductor). facial.
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NICOLÁS GÓGOL LA AVENIDA NEVSKI

-Me refiero a la rubia, a la que va detrás de ella, por aquel y su cielo, sino que, por el contrario, son dulces, tímidos,
lado. ¿ Y por qué no sigues a la trigueña si tanto te gusta? despreocupados, amantes fervorosos de su arte y reunidos
-¡Oh!, imposible-exclamó con las mejillas empurpuradas· con un par de amigos en su pequeña habitación, beben el té,
el joven de frac-. ¿Acaso es ella una de esas que hacen rondas hablan con modestia sobre sus objetos preferidos, son capaces
nocturnas por la avenida N evski? De seguro es una dama de de disfrutar del más mínimo detalle de la existencia y
nobles apellidos -continuó, suspírando=, cuya capa llega a permanecen ajenos a todo lo superfluo. Siempre invítan a una
costar más de ochenta rublos. viejecita pobre y la hacen posar hasta seis horas seguidas,
-¡Tonto! -explotó Pirogov, empujándole fuerte e ino- mientras intentan trasladar al lienzo su rostro apesadumbrado
centemente hacia donde se veía refulgir la llamativa capa de y huérfano de emociones. Él pinta en perspectiva su propio
la desconocida-. Ve, tonto, que se te esfuma, mientras yo estudio, inundado de todo tipo de implementos artísticos:
alcanzo a la rubia -y los amigos se separaron. manos y piernas de yeso que el tiempo y el polvo han enne-
"Las conozco a todas", pensó Pirogov con una sonrisa grecido, caballetes rotos y pintarrajeados, paletas multico-
jactanciosa, persuadido de que ninguna belleza se le podría lores, paredes tachonadas de pintura, un amigo que toca la
resistir. guitarra, y una ventana abierta por la cual se ve el desteñido
El joven de frac y vistosa capa cnrumbó sus tímidos y río Nieva y uno que otro pescador pobre y en camisa púrpura.
temblorosos pasos hacia la capa que se balanceaba a los lejos Por lo general predominan en sus cuadros los colores grises
y que resplandecía o se oscurecía, según se acercara o distan­ y turbios que llevan el facsímil del septentrión, pero, eso sí,
ciara de la luz del farol. El corazón parecía salírsele de entre hay que decir que se entrega con jubiloso fervor a su arte.
el pecho e involuntariamente aceleró el paso. No le pasaba Pintores como él dejan ver su enorme talento, y bastaría
por las mientes que pudiese merecer la atención de aquella que respiraran el aire vivificante de Italia para que su espíritu
hermosura que se le escapaba volando, y menos admitir el se abriera con bríos de libertad, como una planta que sacada
insólito pensamiento del teniente Pirogov; él sólo quería de una habitación revive ante el aire puro. Es usual que pin-
descubrir la casa de aquel ángel embelesador que parecía tores así sean tímidos pero, no se sabe por qué, ante el brillo
haber caído del ciclo a la avenida Nevski, y que podría de unas charreteras o el fulgor de unas condecoraciones,
1
esfumársele en algún rincón ignorado. Caminaba él acele- involuntariamente bajan el precio de sus obras. A veces les
:1
rando de tal modo el paso que atropellaba con frecuencia a viene en gana vestir con .lujo, pero semejante alarde resulta !J

tan llamativo que produce la sensación de un remiendo. En 1


los graves dueños de las patillas canas.
Este joven pertenecía a aquella clase que entre nosotros ocasiones los vemos con un frac impecable y una capa iI
constituye un fenómeno bastante extraño, y era a la gente de manchada, o bien con un formidable chaleco de terciopelo y
San Petersburgo lo que esos rostros que aparecen en nuestros una levita castigada por rayones de pintura. De la misma
sueños son a la realidad. Personajes así constituyen una manera usted advertid que puso en la tela una ninfa que
excepción en un mundo donde todos son funcionarios, miraba al suelo y que, a falta de otro lugar, la bocetó sobre
comerciantes o artesanos alemanes. Era pintor. ¿No produce, un lienzo en el que antes había plasmado una obra que lo hizo
en verdad, una extraña sensación? Un pintor petersburgués, entrar en éxtasis. Un pintor así, nunca lo mirará a usted a los
un pintor de la tierra nevada, un pintor del país de los ojos, y de hacerlo, será con ojos que no miran; de él nunca
finlandeses, en donde todo es húmedo, resbaloso, monótono, podrá esperarse que clave en alguien la pupila como un gavilán
pálido, gris, nublado. Pintores así en nada se asemejan, en o que ponga la mirada de halcón de un oficial de caballería.
general, a un pintor italiano, orgulloso y ardiente como Italia Ello se explica porque el pintor, al mismo tiempo que clava

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sus ojos en sus facciones, está mirando un Hércules de yeso estremeci6 al comprender que el brillo de aquella boca era
que se yergue en su estudio, o porque al propio tiempo. su s6lo engañoso reflejo del farol. Serían sus propios sueños que
imagiuaei6n le propone un nuevo cuadro. Así se entiende que se burlaban de él. Y el pecho se le fue llenando de suspiros,
a veces responda siu saber lo que dice, o que la lengua se le era como si su ser ardiese en una llama viva, mientras a su
vaya en deslices. Las visiones entran de manera tan atropellada alrededor todo quedó amortajado en niebla. El piso se movía
en su cabeza que semejante caos lo vuelve tímido. veloz bajo sus pies, al tiempo que los coches, Jirados con
Así es nuestro joven, el pintor Piskariov: dócil y retraído, •: arrojo por los caballos, parecían quietos. El puente íbase
pero dentro de su alma guarda ese sentimiento que como agrandando a la vez que su arco se quebraba, las casas se veían
chispa se transforma en fuego. Con furtiva pasión va presto
a su objetivo, sí, tras esa dama que con s6lo regalarle una ·¡
:,
patas arriba, la g_::rita del vigilante salía a su encuentro y se
desmoronaba ante sus ojos. El vigilante y su "-1'!.bard.'.', así
como los letreros, parecían brillarle en las propias pestañas.
mirada despertó su ser y avivó su audacia. Esa criatura �
desconocida que quedó encadenada con brío a sus ojos, a sus /j<t Y todo esto era obra de una sola mirada, de un único gesto
pensamientos y sentimientos, le lanzó una mirada. ¡Dios mío! J de esa divina cabecita. Siu dejarse oír, ver ni entender, él se
·i1 desplazaba a pasos agigantados tras las huellas tenues de esos
¡Qué rasgos magníficos! ¡Qué enceguecedora blancura! La

·
hermosísima frente lucía coronada por unos cabellos color de '· talones de prodigio. Entonces decidi6 atenuar el vuelo de sus
ágata. Y su asombrosa cabellera se derramaba en bucles que, 'iJ pasos que marchaban al ritmo de su corazón. De pronto la
pa'r"'debajo del sombrero, desmayábanse sobre las mejillas ·i duda se tomaba su pensamiento. Y se preguntaba: ¿ será real
tocadas con el suave rumor venido del aire fresco del atarde- \> i la nobleza que veo yo en ese rostro? Se detuvo, pero el ardor
cer. Diríase que sus labios clausurados son como un enjambre de sus sentimientos y los latidos de su corazón lo impulsaron
de señales que abren la puerta de ilusiones doradas. En su adelante. Tan fuera de sí estaría que no se dio cuenta de que
armoniosa boca parecían contenerse, fundirse y reflejarse tenía enfrente una casa de cuatro pisos, con sus cuatro filas
todas las evocaciones de la niñez, los sueños y la tierna inspi- de ventanas encendidas que lo miraban al mismo tiempo, y
ración que nace ante un luminoso quinqué. Ella miró a la solidez del hierro en el portón puso freno al vuelo de su
Piskariov y esa mirada puso un temblor en su corazón. El entusiasmo. Vio c6mo la desconocida subía veloz la escalera
rostro de ella transparentaba un sentimiento de iudignaci6n y lo miraba mientras se llevaba un dedo a los labios y le hacía i
, ,

ante el desvergonzado que la seguía, y le arrojó una mirada una seña que invitaba a seguirla. Las rodillas del piutor ¡1

severa. Mas era tanta su belleza que hasta la ira la adornaba. temblaban, sus sentimientos reverberantes y una ráfaga de 1

a1 egna
' ammo
. ' su corazon. B ueno, ¡esto ya no era un sueño!
1

!,
Apenado y sobrecogido por la timidez, Piskariov se detuvo
e inclin6 la mirada. ¡ Cómo dejar que esa criatura bendita se ¡Cuánta ventura en un instante! ¡Santo Dios! ¡Tanta vida
fugase sin descubrir su angelical morada! Tal pensamiento maravillosa en sólo dos minutos 1 ¿ Pero acaso no sería un
mengu6 su timidez hasta el punto de que resolvi6 continuar. sueño? ¿Sería real aquella santa mujer por la que él estaba
Mas para que no se hiciera tan evidente que la seguía, él se v:_ dispuesto a dar la vida entera? Únicamente aproximarse a su
mantenía alejado, mirando con fingida iudiferencia a los lados, morada era ya placer indecible. Parecía imposible que ahora
pasando los ojos por los avisos, y entre tanto, no se le pasaba ella le consagrase a él su bondad y gentileza. Vol6 por la
por alto ni un paso de la desconocida. escalera siu experimentar pensamiento terrenal alguno.
Cada vez la calle iba siendo menos concurrida y más Ningún ardor mundano lo impulsaba. Una inocente llama
silenciosa. La bella miró hacia atrás y Piskariov crey6 des- platónica lo consumía. Era en ese momento un joven casto
cubrir en sus labios una leve sonrisa. Pero no, todo su ser se para quien el amor constituía algo exclusivo del espíritu. Y
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lo que en un momento perverso despertara el huracán del su nariz, lo miraba con fijeza como se mira mancha en vestido
deseo, hoy lo santificaba. La confianza que aquella celestial ajeno-, lo persuadieron de que había caído en una abyecta
criatura empezaba a despertar en él, lo comprometía a una cueva, donde a sus anchas se agitaban perversos deseos, fruto
caballeresca obediencia. Ansiaba que ella le dictara las más de una equívoca educación y de la caótica aglomeración de
severas 6rdenes para someterse a su albedrío 'con servilismo la ciudad, allí donde el individuo ultraja sacrílegarnente la
de esclavo. No dudaba que algún acontecimiento misterioso inmaculada pureza de la vida, donde la mujer, belleza sin par
y al mismo tiempo excepcional llevaría a la desconocida a de este mundo, consagrada por el Todopoderoso, se transfor-
brindarle su confianza. Podría ser que todo ello le exigiera ma en ser extraño, impregnado de falsía, en ese ser que echa
enormes servicios, pero él se sentía con el empuje suficiente a perder su alma, y donde su femineidad entera atrae de modo
para afrontarlo todo. repulsivo las desvergonzadas propensiones del hombre para
La escalera ascendía curvándose como un caracol, es decir, sacrificar esa hermosa debilidad que la hace distinta a noso-
tenía la forma en espiral de sus sueños. tros. La mirada asombrada de Piskariov recorrió a la mujer
-Suba con cuidado -reson6 la voz como un arpa y sus de pies a cabeza, tratando de confirmarse a sí mismo si era
venas se llenaron de un nuevo azoro. aquélla que en la avenida N evski lo había sumido en éxtasis.
En la ,renumbra del cuarto piso la desconocida tocó a una Pero ella estaba ante él sin perder nada de su belleza, intacto
puerta. Esta se abrió y entraron juntos. Una mujer de no poco su rutilante cabello y sus ojos lucían más celestiales; sus
atractivo los recibió con una vela en la mano. Pero miró de diecisiete años emanaban una cautivante frescura, y algo
tan desvergonzada manera a Piskariov que él bajó los párpa- dejaba ;ntrever que acababa de ser atrapada para entregarla
dos. Entraron en lahabitaci6n. Tres figuras femeninas clavaron al libertinaje, pero el vicio no había osado aún mancillar sus
sus ojos en ellos desde distintos rincones. Una barajaba las '' mejillas de rosa fresca. ¡Oh!, ¡cuánta hermosura!
cartas, otra con dos dedos tocaba al piano algo semejante a Piskariov permanecía petrificado frente a ella y sólo quería
una triste y vieja polonesa. Una tercera peinaba ante el espejo borrar de su mente todo cuanto había visto, para rescatar la
sus largos cabellos y no parecía inmutarse ante la llegada del magia de otros momentos. Pero la beldad se sintió incómoda
visitante. Qué poco grato espectáculo ofrecía aquel cuarto a ante tan prolongado silencio, y mientras le enseñaba una
la mirada del recién llegado, un cuarto que bien podría insinuante sonrisa, lo miraba directamente a los ojos. Mas
adjudícársele a un soltero aficionado al desorden. Los elegan- aquella sonrisa estaba contaminada de tan lamentable impu-
tes muebles veíanse tapizados de polvo y en el friso afiligra- dicia, era tan extraña y tan poco armonizaba con su rostro
nado había tejido su tela una araña. A través d,;-;,;;-;;:púerta como la expresión misericordiosa en la cara del avaro, o el
entreabierta que conducía a otra habitación, destacábanse una libro de contabilidad en las manos del poeta. El pintor se
I
bota con espuela, así como las refulgentes charreteras de un i estremeci6. Ella entreabrió los labios, pero de aquella linda
militar. Una cavernosa voz masculina y carcajadas de mujer boca sólo brotaban expresiones torpes y banales. Era como
resonaban grotescamente. i si la pérdida de la castidad implicase también la pérdida de
¡Santo Dios! ¡En dónde se había metido! Al comienzo se la inteligencia. Piskariov ya nada quería oír. Lucía a la vez
resistía a creerlo y empezó a observar atentamente los objetos cómico y desorientado como un niño. Lejos de querer apro-
que llenaban la habitación. Pero las paredes desnudas y las vechar aquella situación y de alegrarse de tal ambiente, que
descortinadas ventanas mostraban que allí hacía falta una habría seducido a cualquiera, él emprendió la fuga, veloz
verdadera arna de casa. Los desgastados rostros de aquellas como una cabra salvaje, y puertas afuera se lanzó a la calle.
desventuradas criaturas -una de las cuales, sentándose ante Al llegar a casa se derrumbó en un silla y dej6 descolgar
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sus brazos corno el pobre que luego de encontrar una valiosa -Vengo de parte de la señora que usted tuvo el honor de.
perla la hubiese dejado caer al mar."¡ Una belleza de celestiales visitar hace una hora. Ella me ha pedido transmitirle el ruego
facciones! ¡Y en qué lugar lahe venido a encontrar!", fue todo de ir al verla. El coche está a su disposición -dijo el lacayo
cuanto pudo decir. con ceremonial saludo.
/. En verdad, nunca se apodera tanto de nosotros la conmise- Piskariov quedó silencioso y asombrado. ¡ Un coche! ¡ Un
ración como cuando vernos la belleza pervertida por la lacayo con librea!. .. ¡ De seguro hay aquí un emir!
llaga infecta del vicio. Aunque ella cayera víctima de otros -Escuche, querido amigo -dijo él tímidamente-. Me
infortunios, su belleza ... su delicada belleza, en nuestra mente parece que usted se ha equivocado de puerta. Sin duda su se-
sólo puede igualarse a lo casto y a lo puro. La mujer que ñora lo ha enviado a preguntar por alguien muy distinto a mí.
embrujó al desdichado Piskariov era una verdadera maravilla. ­No, señor, no se trata de una equivocación. ¿ Usted
Por ello resultaba sorprendente verla en tan despreciable acompañó a mi señora caminando hasta el cuarto piso de una
ambiente. Sus rasgos estaban dibujados con asombrosa casa, en la calle Litéinnaia, verdad?
perfección, y todo su semblante emanaba un hálito tal de dig- -Sí, yo fui.
nidad, que parecía inaudito admitir que la depravación hubiera -Bien, entonces le ruego apresurarse. La señora desea
puesto en ella sus aterradoras garras. Sin mayor esfuerzo verlo y le suplica ir a su casa de inmediato.
hubiera sido joya invaluable, tesoro y vida de un apasionado Piskariov bajó la escalera a saltos.Y en efecto, en el portal
esposo. Hubiera sido estrella inigualable y discreta en una había un carruaje. Se introdujo en él, las portezuelas se
familia sencilla, y le hubiera bastado un solo gesto de sus cerraron y las piedras comenzaron a retumbar bajo las ruedas
asombrosos labios para que se hubieran cumplido sus dulces y los cascos, mientras una procesión iluminada de casas y de
órdenes. Ella pudo haber sido diosa en un salón multitudinario avisos llamativos circulaba por las ventanillas. Por el camino
adornado de brillante parquet y refulgentes velas, y la mul- Piskariov cavilaba, sin atinar a explicarse una aventura que le
titud se hubiese rendido de admiración a su paso, boquiabierta proponía tantos interrogantes: la casa propia, el carruaje, el
y extasiada. Pero, ¡ay!, ella cayó bajo un terco espíritu satánico lacayo de costosa librea, aquella habitación del cuarto piso,
ansioso de quebrar la armonía humana, que la había lanzado las ventanas empolvadas y el desafinado piano. El carruaje se
al abismo, a la sombra ele fatídicas carcajadas. detuvo ante un portal lujosamente iluminado y Piskariov
!
El pintor, desgarrado por un sentimiento atroz, perma- quedó aturdido ante el tropel de coches, el estridente vocerío 1'

necía sentado mientras una vela se consumía. El filo de la de los cocheros, las ventanas resplandecientes y el sonido de i

medianoche había quedado atrás, las campanas de la torre la música. El lacayo de suntuosa-� lo ayudó a bajar del
¡
daban la una y treinta y Piskariov permanecía irnnóvil, con 1
,,
/
coche, y con respetuoso ademán lo acompañó a un vestíbulo
los ojos en duermevela, desorientado y sin ánimo. Aquella adornado de columnas de mármol, donde veíase un portero
quietud lo fue introduciendo en una lenta niebla. Las paredes de áureo uniforme y mi sinfín de capas, abrigos de piel y
de la habitación comenzaron a esfumarse, sólo el fuego de arañas magníficas.
unas velas lo iluminaba a través del ensueño. Un súbito golpe Una pomposa escalera iluminada, en un ámbito fragante,
en la puerta lo hizo enderezar y volver en sí. La puerta se abrió lo conducía a los aposentos superiores. Al ingresar en el primer
y entró un lacayo de elegante librea. A su solitaria habitación salón, la multitud que allí se congregaba le hizo dar un paso
nunca se había asomado tan pomposa servidumbre. Y menos atrás. La amplia diversidad de rostros lo confundió por completo.
a tan insólita hora. El pintor quedó perplejo y con impaciente, Le pareció como si una fuerza satánica hubiese fragmentado
curiosidad miraba al lacayo recién llegado. t'¡ el mundo en innumerables pedazos para juntarlos luego en
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orden caótico. Los hombros resplandecientes de las damas, de su indumentaria. ¡ Dios del cielo! ¿ Qué significaba esto?
los irreprochables fracs negros, las arañas y candelabros, las En la levita tenía manchones de pintura. En su afán de salir
gasas vaporosas y flotantes, las etéreas cintas y el obeso · había olvidado cambiarse de traje. Enrojeció hasta las orejas
contrabajo, erguido tras la baranda del magnífico palco de la y agach6 la cabeza queriendo desaparecer. Pero era impo-
orquesta ... todo lo deslumbraba. Vio de una vez ancianos y sible fugarse, pues cadetes de uniforme reluciente formaron
venerables figuras ya entradas en años, pertenecientes a la un muro alrededor de él. En ese instante quiso e�tar tan lejos
nobleza, cuyos elegantes trajes estaban cubiertos de conde- como fuese posible de la bella de hermosas pestañas y frente
coraciones. Vio damas que con altiva suavidad y gracia acari- dorada. Cogido por el temor, levantó los ojos indagando si
ciaban con su paso el pare¡� o permanecían sentadas en fila. ella lo miraba. ¡Dios santo! La tenía enfrente.
Oy6 un torrente de palabras en inglés y en francés, vio jóvenes -¿Pero qué es esto? ¿Qué ocurre? Es ella en persona
de negro frac con un aspecto majestuoso en el hablar y en el ­exclamó casi gritando. Sí, era la misma que encontró en la
callar, con esa discreción que no permite decir una palabra avenida Nevski y a la cual sigui6 hasta su casa.
ociosa, y con qué gallardas palabras expresaban su humor, con Ella levantó las pestañas y dejó caer sobre todos su mirada
qué distinción sonreían, con qué elegancia lucían sus patillas, clara. ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay! "¡Oh!, qué hermosura", dijo él para sí
con qué arte exhibían sus pulidísimas manos al arreglarse la con la voz entrecortada por un suspiro. Ella arrojó al círculo
corbata, y las damas, dueñas de una firme altivez, mostrábanse " una mirada, donde todos estaban ansiosos de ganar su atención,
como envueltas en un vaporoso encantamiento. Con aire de pero apartó luego la vista fatigada y distraída y sus ojos se
cortedad Piskariov apoyó la espalda en una columna sin salir encontraron con los de Piskarov. "¡Dios mío! ¡Paraíso celes­
de su turbación, Entonces la multitud rodeó a un grupo de te! ¡Dame fuerzas, Creador, para soportar todo esto! ¡Des-
bailarines ataviados con suntuosas prendas parisienses; los garrará y me arrebatará el ahna!" Ella le hizo una señal, pero
vestidos tejidos de aire mismo; suavemente tocaban ellas el no con la mano, tampoco una inclinación de cabeza, sino con
piso con sus diminutas plantas y parecían, al rozar el parquet, su mirada hechizadora, le dijo algo que nadie podía descifrar.
más etéreas que si se deslizasen sobre nubes. Entre todas Algo que sólo él comprendía. El baile seguía al ritmo de una
las damas había una, la de mayor belleza, que se destacaba música insistente que parecía de súbito terminar, pero que
también por el fasto multicolor de su vestido. Sin embargo, volvía con renovado estruendo, hasta que calló por completo. f ,1
1:
su naturalidad era tal como si semejante atributo lo tuviese Ella se sentó, su pecho latía bajo la vaporosa gasa, su mano 1 ,:
',,
de nacimiento. A veces, entornando sus largas y gruesas .'.1 (¡Dios del infinito, la perfección nunca lleg6 a tanto!) se posó '

pestañas, lanzaba una mirada furtiva a los presentes y la sobre las rodillas oprimiendo el vaporoso vestido que parecía
palidez dorada de su rostro se hizo aún más cegadora cuando, respirar música; el suave color lila de su vestido hacía resplan-
1'
11
al agachar la cabeza, una suave sombra se desmayaba sobre decer aún más la blancura de su mano. ¡ Si tan sólo pudiera r

su frente esplendorosa. rozarla! ¡Rozarla y nada más! ¡Nada más le pedía a la vida en
Piskariov puso en juego todas sus fuerzas para romper el ese instante! Piskariov estaba detrás del asiento de ella, mudo
cerco que la gente formaba. Pero la mala suerte quiso que una y con la respiración contenida.
cabeza grande, poblada de cabellos rizados, se interpusiese. -¿Se ha aburrido usted? -le pregunt6 ella-.Yo también me
Y lo apretujaban tanto que no podía dar un paso atrás ni he sentido aburrida. Al parecer usted me odia ... -añadi6 ella
adelante, temeroso asimismo de agredir con su cuerpo a algún bajando sus largas pestañas.
consejero secreto. No obstante, consiguió abrirse camino y , ; -¿Odiarla yo? ¿Odiarla a usted?¿ Yo? ... -quiso responderle
avanzar. Ya allí, no sabía si debía poner en orden el desarreglo Piskariov en el colmo del desconcierto.
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Y es seguro que él se hubiera desmayado con un torrente de madura y respetable apariencia lo tomaba por un bot6n de la
palabras inconexas, si no fuera porque apareció un chambelán levita, pidiéndole su opinión sobre un acertadísimo comen-
que exhibía una peluca de perfectos bucles y, mientras mas, tario suyo, pero Piskariov lo distanci6 con áspero gesto, sin
traba una fila de bien alineados dientes, se expresaba con tan advertir siquiera que aquel caballero ostentaba en la solapa
agudo humor que cada palabra se hundía en el corazón de de su traje una condecoraci6n de notable importancia.
Piskariov como una puntilla. Por fortuna alguien apareció y Entonces pasó a otra sala: tampoco allí estaba la, bella. Y en
le dirigi6 una pregunta al chambelán. una tercera tampoco la encontró.
-¡Oh!, ¡qué insoportable es todo esto! -dijo ella levan- "Pero, ¿d6nde se habrá escondido? ¡Que me la devuelvan!
tando hacia Piskariov sus celestiales ojos-. Prefiero irme al ¡Ah!, ya no puedo vivir sin ella. ¡C6mo quisiera oír lo que
otro extremo del sal6n. Allí lo espero. no termin6 de decirme!" Pero todas las búsquedas resultaron
Ella se confundi6 con la muchedumbre y desapareció. Él vanas.
atraves6 veloz aquel gentío, moviéndose como loco y pronto Tomado por la preocupación y el agotamiento, él se
estuvo al lado de la bella. Permanecía sentada como una reina, refugi6 en un rinc6n mientras observaba la multitud. La
más hermosa' y fulgurante que todas las demás y lo buscaba confusión tensaba su mirada. Pero, de pronto, frente a sus ojos
con los ojos. comenzaron a dibujarse las paredes de la habitaci6n. Él
-¿Está usted aquí? ---<lijo ella con voz apagada-. Voy a ser levant6 la mirada. Tenía ante sí una palmatoria con una vela
franca con usted. Le habrán sorprendido las circunstancias que ardía casi consumida. El sebo chorreaba sobre la mesa.
en que nos conocimos. ¿Habrá pensado acaso que yo perte- ¡Pero s6lo se trataba de un sueño! ¡Dios santo, qué sueño
nezco a esa repugnante clase de gentes entre las cuales me había tenido! ¿ Y para qué habría despertado? ¡Si se hubiera
encontr6? Le parecerá extraña mi conducta, pero le descubri- prolongado un minuto más! ¡ Entonces ella habría aparecido!
ré el misterio. ¿ Será usted capaz de mantenerlo en absoluto Una luz anémica y fastidiosa penetraba por su ventana. La
secreto? -añadi6 con ojos que lo miraban fijamente. habitaci6n, toda gris, estaba amortajada en un turbulento
·S' ' 'I ·l -t I
-1 1, st, si. ... , 1 o prome o. 1 desorden. ¡Oh!, nefasta realidad. ¿Por qué será adversaria de
Pero en ese instante se acerc6 a la bella un individuo ;é los sueños? Piskariov se desnud6 apresuradamente, extendi6
entrado en años que le hablaba en un idioma desconocido su cuerpo entre las sábanas y enrollándose en las cobijas, quiso
para Piskariov y la tom6 del brazo. Ella miró al pintor dicién- i! i atrapar siquiera un jirón del sueño que se le escapaba. Lav"
,i'
dale con ojos suplicantes que le aguardara en ese sitio, pero visión retornó, pero ya no le traía el sueño que tanto quería
él, presa de la impaciencia, no tenía fuerz�s ni para obedecer soñar: unas veces aparecía el teniente Pirogov con su pipa,
siquiera deseos venidos de aquella boca. El intent6 seguirla, otras el ujier de la Academia de Bellas Artes, ya un consejero
pero la muchedumbre los separó, Ante sus ojos se esfumó el de estado, ya la cabeza de una campesina finlandesa, cuyo
vestido lila mientras avanzaba, empujando a diestra y siniestra retrato había pintado alguna vez, ya una maraña de tonterías
a todo el que encontraba a su paso. S6lo veía en los salones de ese talante.
figuras venerables, que sumidas en sepulcral silencio se Piskariov permaneció tumbado en la cama hasta que ray6
entregaban a jugar el whist; en una de las salas, personas el mediodía, pero no se le cumplió su deseo. ¡Oh!, si s6lo por
mayores discutían sobre la necesidad de abolir el servicio un instante pudiera rescatar sus embelesadoras facciones, si
militar. En otra, caballeros vestidos de impecable frac sólo por un instante lograra oír el redoble de su paso ligero,
lanzaban comentarios banales contra la voluminosa obra de si sólo por un momento surgiera ante el su desnudo brazo,
un poeta inteligente. Piskariov not6 que un hombre de edad blanco como la nieve de las alturas. Caos y confusión se adue-
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ñaron del pintor. Y ausente de todo, relajó su cuerpo en una el opio. El persa lo recibió acomodado en un diván y con las
silla, pendiente de su sueño y con la congoja dibujada en piernas cruzadas.
el rostro. No tenía ánimo para hacer nada. Su mirada vacía -¿Para qué necesita opio? -le preguntó. Y Piskariov le
/ y sin vida se posó en la ventana que daba al portal donde contó sobre sus insomnios.
un sucio repartidor de agua vertía el líquido que se conge- �; -Está bien ... yo te doy el opio, pero tú me dibujas una
!aba en el aire, mientras afuera la cavernosa voz de chivo de 7
mujer bonita, muy bonita, que tenga las cejas mµy negras y
un ropavejero anunciaba: "¡Compro ropa vieja! ¡Compro ropa .. . los ojos grandes que parezcan dos olivas, y yo misma estando
vieja!". La dura realidad cotidiana tocaba a la puerta de su. I •( detrás de ella fumando pipa. Pero que sea muy bella, muy
oído. j · .• bonita. Tú me entiendes.
Permaneció sentado hasta tarde, cuando apasionadamente · Í ;, Piskariov prometió hacerlo todo. El persa salió y al minuto
se lanzó a su cama. Durante un tiempo forcejeó con la vigilia .J / retornó con un frasco lleno de un líquido oscuro, que con
hasta que le llegó el sueño. Pero era un sueño banal y j /: cautela vertió en otro frasco y puso en manos de Piskariov,
mezquino. "¡Dios mío! ¡Que tu bondad todopoderosa la traiga '] " recomendándole no tomar más de siete gotas en un vaso de
ante mis ojos aunque sea por un instante!" Aguardó a que � agua. Con incontenible ansiedad se apoderó del frasquito, que
cayera la noche y se sumióen el­sueño, pero éste sólo le I no habría cambiado por una montaña de oro y salió volando
A
mostró a un funcionario que para colmo era al mismo tiempo ¿;, hacia la casa. Al llegar echó gotas en un vaso de agua, bebió y
funcio�an1 ·o 11yAfhí¡;ot.
a bOh!,
¡ ¡bqué insoport�ble!. .. ¡ Y pobr fin '.1¡ •. se tendió en la cama.
aparecio e a. esta a su ca ecíta ... , sus nzos... 1 o nnra a... i'
¡. ¡Santo Dios! ¡Qué dicha! De nuevo ella se le presentaba.
¡Ay!, tan poco tiempo. De nuevo cayó una densa neblina y la ¡Mas ahora su apariencia era distinta! ¡Oh!, ¡qué maravillosa I I'
visión degeneró en imágenes descabelladas. lucía junto a la ventana de una sosegada casa campesina! Su
Desde entonces su vida quedó anudada al hilo extraño de arreglo mostraba esa cristalina sencillez que sólo es posible
los sueños. Diríase que en el día soñaba con los ojos abiertos hallar en los pensamientos de los poetas. El peinado ... ¡Dios
y en el sueño permanecía en vigilia, de tal modo que si alguien del cielo! ¡Qué naturalidad y cuánto engalanaba su presencia!
lo hubiese sorprendido sentado y sin chistar palabra ante la Un pañuelo caía descuidadamente de su cuello. Todo en la
mesa vacía o se lo hubiera encontrado en la calle, lo habría beldad era sortilegio. Todo en ella era de un gusto indecible.
tomado por un lunático o por un alcohólico. Su mirada estaba ¡ Y qué gracia emana de su ser al andar! ¡ Qué musical redoble
totalmente vacía, todo su ser veíase impregnado de congoja, 1 .. el de su paso!Tanta sencillez en su vestido. ¡Oh!, cómo reluce
a tal punto que parecía como si de su semblante se hubiese en su muñeca aquel discreto brazalete tejido. Y le decía con
ausentado la vida. Esperanzado aguardaba a que llegara la los ojos bañados en lágrimas:
noche. Semejante estado lo dejó rendido y su desdicha mayor -No me desprecie, por favor. No soy lo que usted cree.
era que el sueño se le había fugado. Míreme, míreme fijamente y dígame: ¿soy acaso la que usted
Ansioso de salvar su Único tesoro, echó mano del recurso imagina? ¡Oh!, ¡no, no, no! Quien se haya atrevido a pensarlo ...
más insospechado para combatir el insomnio. Había oído que quien ...
existía un medio seguro para recuperar el sueño: el opio. Mas, Pero él despertó, sólo emoción, sólo destrozo y con los
¿cómo conseguirlo?Y recordó a un persa, dueño de cierta ojos bañados en lágrimas.
tienda de chales, que casi siempre que se lo encontraba le =Más valdría que no pertenecieras a este mundo sino al
pedía que le dibujase a una mujer bella. Piskariov resolvió mundo de la creación inspirada del artista. Entonces ya nunca
encaminar sus pasos hacia ese conocido que de seguro tendría me apartaría del lienzo y te miraría y te besaría eternamente.
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Tú serías mi vida y el aire que respire como en un sueño Sus pensamientos iban aun más lejos. "A mí nadie me conoce",
fabuloso. Entonces sería feliz y nada me faltaría. Te invocaría se decía para sus adentros. "Y, de otra parte, ¿qué soy yo para
como al ángel gnardián antes del sueño y del desvelo y a ti los demás? Mas tampoco ellos a mí me importan. Si ella fuese
acudiría cuando quisiera pintar lo divino y lo sagrado. En · capaz de arrepentimiento la tomaría yo por esposa. Sí que lo
cambio, ahora ... ¡Qué desdichada existencia! ¿Qué gano con haré y de seguro obraré con mayor rectitud que otros muchos,
que ella sea real? ¿ Acaso llevar vida de loco sirve de algo al digamos, los que toman por mujer a su ama de Ilaves o a seres
que delira y a su parentela o a aquellos que antaño lo querían? despreciables. Acometeré mi hazaña con serenidad y acaso
Dios, ¡qué sentido tendrá la vida! Un divorcio continuo entre sea una hazaña grande. Así le devolveré al mundo su más
sueño y realidad: siempre por distinto camino. preciado adorno."
Pensamientos así lo asaltaban a menudo. Su cabeza se A medida que fluían en él esos frívolos pensamientos se
negaba a pensar y su estómago a recibir alimento algnno, sólo iba crispando. Se miró al espejo y vio un rostro macilento y
agnardaba con impaciente ánimo y apasionado amor a que la demacrado. Entonces comenzó a arreglarse, se bañó, se peinó,
noche le trajera la anhelada visión. Aquella imagen de la bella se puso el frac nuevo, un llamativo chaleco, se acomodó la
se tomó a tal punto su existencia y su imaginación que �I capa y salió a la calle. Respiró el aire fresco y sintió frescura
terminó por visitarlo todos los días. Fantaseaba, sus pensa- } en su corazón, como si hubiera rescatado toda su energía,
mientos eran completamente puros como los pensamientos ;� como si hubiera convalecido al fin de una prolongada
./ de un niño.Y a través de su casta visión el objeto de sus sueños ·;¡, enfermedad. Parecía que el corazón se le iba a salir de entre
se hacía cada vez más candoroso y diferente. ·,. el pecho, a medida que se acercaba a la calle donde tuvo el
c/J
Ingerir opio enardeció aún más su imaginación.Y si alguna fatídico encuentro.
vez existió un enamorado loco hasta lo indecible y enajenado Largo tiempo buscó la casa, pero era como si la memoria
por huracanada, turbulenta y destructora pasión, ese desdi- lo traicionara. Dos veces recorrió la calle y no supo ante cuál
chado era él. Entre todos sus sueños hubo uno que lo colmó edificio detenerse. Por fin creyó acertar. De prisa subió la
de alegría: aparecía su propio estudio. Veíase contentísimo al escalera y tocó a la puerta. Ésta se abrió y... ¿quién saldría a
tomar la paleta. Ella estaba cerca de él. Y ésa era su mujer. su encuentro? Su ideal, su misteriosa creación, el original de
Sentada a su lado, dejaba descansar su maravilloso brazo en su anhelado retrato. La que hacía plena su vida con intensos
el respaldo de la silla y contemplaba el cuadro. Su mirada y dulces sufrimientos estaba ahora de cuerpo entero frente
lánguida, sus ojos fatigados mostraban el cansado fulgor de a él. Piskariov se estremeció a tal extremo que las piernas casi
la dicha ... la habitación era toda claridad, limpieza pura.Y se no soportaban el peso de su cuerpo. Poco faltó para que se
respiraba fragancia de paraíso. ¡Dios santo! ¡Ella puso su derrumbara. Tomado por un arrebato de alegría, Piskariov se
hermosa cabecita en el pecho de el! Mejores sueños nunca estremeció tanto que las piernas casi no atinaban a sostenerlo.
pudo tener. Ya vuelto a la palpable realidad, se sintió él con Allí estaba frente a él, tan hermosa como siempre; no
mayor brío, más fresco y menos distraído que antes. En su obstante la somnolencia de sus ojos y la palidez de sus mejillas,
cabeza surgieron pensamientos extraños. i
su belleza no perdía brillo. 1 1

"Tal vez", pensó Piskariov, "ella fue arrastrada al vicio por -¡Ah! -exclamó ella al ver a Piskariov, mientras se restre-
algun desventurado capricho del destino, tal vez haya entereza gaba los ojos soñolientos, a pesar de que ya eran las dos de la
en su alma que la lleve al arrepentimiento; tal vez ella desea tarde-. ¿ Por qué se marchó usted en aquella ocasión? 1

r ;
alejarse de pavorosos riesgos. ¿ Será posible que la mire yo con Nuestro pintor pareció desfallecer, tomó asiento y se
indiferencia, cuando basta tenderle la mano para salvarla?" quedó mirándola.
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NICOLÁS GÓGOL LA AVENIDA NEVSKI

-Pues justo ahora acaho de despertarme. Me trajeron a . Alguien decidió acercarse, pero nadie respondió. Al final,
las siete de la mañana completamente borracha -añadió ella derribaron la puerta y hallaron su cuerpo sin vida, degollado.
con una sonrisa. Una barbera ensangrentada yacía en el piso. Los brazos
¡Oh!, mejor sería que hubiera nacido muda o que no convulsivamente extendidos. El pavoroso aspecto de su cara
tuviera lengua, antes que pronunciar semejantes palabras. daba a entender que su mano había vacilado y que fue presa
Ella le mostraba en un instante su vida entera. Entonces. él de horribles sufrimientos, antes de que su alma pecadora se
quiso de una vez por todas y sin hacer reparos, poner a prueba . despidiese del cuerpo.
su capacidad para persuadirla. Tembloroso, colmado de pe- Así dejó el mundo el pobre Piskariov, víctima de una
sadumbre y con voz trémula empezó a exponerle cómo pasión loca; tímido, silencioso y dotado de esa chispa de ta-
veía él la penosa situación de ella. La beldad lo escuchaba lento que fácilmente habría podido convertirse en refulgente
ensimismada con aire de sorpresa como' ante algo extraño y llama. Nadie lo lloró, nadie acompañó sus despojos sin alma.
desconocido. La bella miró a su amiga, que sentada en un 1 !!¡X Tan sólo la cara indiferente de un guardia y el insensible rostro
rincón dejó de limpiar un peine y atenta fijaba su atención en
el nuevo predicador.
11
/(1
del médico forense. Su ataúd fue conducido en silencio a Ojtá,
sin auxilio religioso alguno. Lo lloró tan sólo un centinela y
-Es verdad, soy pobre -dijo Piskariov luego de la prolon- ¡ ¡ eso sólo porque había bebido vodka más de la cuenta. Ni
gada plática constructiva-. Pero trabajaremos. Con el correr ) siquiera el teniente Pirogov acudió a despedir a ese pobre
del tiempo mejoraremos nuestras vidas. Nada hay más grato desgraciado a quien en vida había acogido con generosa
que vivir de nuestros propios frutos.Yo pintaré cuadros y tú, );
protección. Conviene decir que Pirogov no estaba para en-
sentada a mi lado, inspirarás mis obras, bordando o entregada //� tierros, pues tenía en mente una aventura excepcional. Pero
a tus labores. Y nada nos faltará. ¿
dediquémosle unas palabras ...
4
-¡Qué dice usted! -interrumpió ella irritada-. No soy No me gustan los ataúdes ni los difuntos y siento un hondo
ninguna lavandera ni costurera para ponerme a trabajar. desagrado cuando se atraviesa en la calle un largo cortejo
¡Dios misericordioso! Aquellas palabras desenmascararon fúnebre y un soldado inválido, vestido de capuchino, se lleva .
toda la bajeza repugnante de una vida vacua y libertina, a la nariz una toma de tabaco con la mano izquierda, porque
compañera fiel de la depravación. en la derecha sostiene una antorcha. Me acongoja sobre
-¡Cásese conmigo! ¡Seré siempre como usted desea! manera ver una lujosa carroza fúnebre y un ataúd adornado
=exclamó la amiga que había permanecido hasta ahora en z.. de terciopelo; pero a la congoja se añade una tristeza más
silencio, haciendo un gesto ridículo con su rostro apesadum- cuando veo un coche desnudo que lleva un mísero ataúd de
brado que hizo reír a la beldad. madera sin guarnición alguna y seguido tan sólo por alguna
¡,,:' ¡Oh!, aquello era ya excesivo. ¿Quién podría soportarlo? vieja andrajosa que por no tener nada que hacer resolvió
Y Piskariov como privado de la facultad de pensar y de sentir, seguirlo en algún cruce del camino.
se lanzó a la calle. Vagó el día entero mudo, ciego, atolondrado Al parecer dejamos al teniente Pirogov en el momento en
y cogido por la pena. Vaya uno a saber dónde ni cómo pasó la que se separaba del infeliz Piskariov y marchaba tras la rubia.
noche. Sólo al día siguiente, por mera intuición logró regresar Aquella rubiecita, esbelta y fina, estaba dotada de sugerente
a su casa, tan pálido y demacrado que bien podrían confun- atractivo. Solía detenerse enfrente de las tiendas e introducir
dirlo con un loco. Se encerró en su habitación sin que a nadie la mirada en vitrinas que exhibían cinturones, adornos,
abriese la puerta ni diese señales de vida. Transcurrieron pañuelos, pendientes, guantes y otras tonterías. Iba y venía
cuatro días y nada se percibía. Una semana y todo seguía igual. dando vueltas y mirando a todas partes. "Ya me perteneces,
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palomita", se decía ufano Pirogov, mientras ocultando el cacia a A. A. Orlov. Ellos no se pierden ninguna conferencia
rostro tras el cuello del capote para no ser reconocido por pública, así sea sobre contabilidad o sobre cuidado de los
algún amigo, continuaba su persecución. Pero no será ocioso bosques. Nunca faltan a las representaciones teatrales, salvo
contarle al lector quién era el teniente Pirogov. tal vez, en casos como el de Filatka", que hiere a fondo su
Sin embargo, antes de continuar, no está de más decir algo refinado gusto y constituye un ventajoso auditorio para los
¡ sobre la sociedad a la cual él pertenecía. Hay en San Peters- empresarios. Lo que más les seduce en el teatro son los
burgo oficiales que conforman una especia de clase intermedia· buenos versos así como llamar ruidosa y repetidamente a los
de la sociedad. En veladas o en aquellos almuerzos que ofrece actores a escena. No pocos de ellos imparten clases en estable-
algún consejero de Estado o consejero efectivo de Estado que cimientos de escasa importancia o tienen alumnos particulares
ha logrado su título al cabo de cuarenta años de servicios, o se dedican a arreglar pequeños cabriolets tirados por un par
siempre encontrará a uno de ellos. En veladas de este talante· de caballos. Es entonces cuando su círculo se amplía y llegan
es usual que se hagan presentes las no pocas hijas del anfitrión, incluso a casarse con la hija de un comerciante que toca el
incoloras como el mismo San Petersburgo, solteronas empe- piano y tiene una dote de cerca de cien mil rublos y una buena
dernidas; tampoco pueden faltar mesitas para el té, un piano cantidad de parientes barbudos.
y los bailes hogareños. En semejante escenario es usual tam- \ Pero conviene decir que hay que llegar, al menos, al grado
bién que aparezca una dorada charretera refulgente bajo las· de coronel para alcanzar semejante honor. Porque las barbas
lámparas, al lado de una rubiecita de buenas costumbres que rusas, aunque huelan a repollo, están lejos de resignarse a ver
a su vez está rodeada del hermano o del amigo de la casa.\ Es a sus hijas al lado de cualquiera. Y, eso sí, el ideal es que den/
muy difícil sacar de su apatía y hacer reír a aquellas señoritas ellas con un general. Son éstas las expectativas que distinguen
de sangre fría. Para ello se precisaría un gran arte o carecer a esa categoría de jóvenes: No obstante, el teniente Pirogov
de él por entero. Conviene no pasarse de inteligente ni de poseía cualidades enteramente suyas. Recitaba a la perfección
cómico en la conversación, debe en cambio mantenerse aquel versos de Dmitri Danskoi y La desdicha de tener talento'; exhibía
nivel que tanto encanta a las mujeres y en el que predomina el raro ingenio de arrojar el humo de su pipa en sucesivas
la estupidez. volutas y con un arte que llegaba a formar diez eslabones ,'.
Pero en tal sentido conviene conceder justos méritos a los encadenados. Contaba con gracia el chiste que explica por qué 1,

caballeros mencionados. Poseen el don de hacer reír y hacerse un cañón es distinto de un rinoceronte. La verdad, sería difícil
resumir todos .los dones que a Pirogov le regal6 su buena 1
escuchar de tan descoloridas beldades. El mejor reconoci-
miento a tan atinado esfuerzo humorístico suele traducirse estrella.
en exclamaciones de tono jadeante como "Ay, cállese ¿no le A él le seducía hablar de actores y actrices, pero no de la I
da vergüenza hacernos reír tanto?". En las altas esferas, manera grotesca como se refieren a estos asuntos los jóvenes
¡ caballeros así rara vez aparecen, o mejor dicho, nunca. Allí ,.
m
tenientes. Estaba muy ufano del reciente ascenso recibido,
Únicamente se admite a quienes son dueños de rancio
a�.'_l;g_º· A los caballeros a quienes nos referimos sólo se les
considera personas instruidas y de buenos modales. Les gusta , al gobierno, que alcanzaron cierta notoriedad en los años treinta (Nota del tra­
1 ,
hablar sobre literatura: admiran a Bulgarin, a Pushkin y a ' ductor).
5. Sain�tes así fueron montados en los años treinta y lograron éxito con su
Grech. + En cambio se refieren con desdén y satírica perspi-
acento popular, a pesar de la crítica aristocrática (Nota del traductor).
6. Comedia de A. S. Griboiédov ( l 79 5­ 1 8 2 9) que en su país se ha converti­
4. F. V. Bulgarin y N. l. Grech: escritores y periodistas conservadores, adictos do en obra cumbre del género (Nota del traductor).

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aunque a veces se tiraba en el diván, diciendo: "¡Oh!, vanidad , dueño era un alemán. Pirogov qued6 perplejo por lo que se
de vanidades. ¿Que', importa que yo sea teniente?" Aunque, presentaba a sus ojos.
por supuesto, para sus adentros, se sentía muy halagado con , El teniente tenía ante sí a Schiller, pero no el Schiller autor ¡
semejante grado. En las pláticas solía hablar del caso con ' de Guillermo Tell y de una Historia de la guerra de los Treinta Años,
fingida indiferencia, y en cierta ocasi6n, al tropezarse en la , sino el maestro Schiller, hojalatero de la calle Meschánskaia.
calle con un escribiente que al parecer se dirigi6 a él desear, Ante él estaba Hoffmann, pero no el escritor, sino el forrní-
tésmente, lo detuvo en el instante para hacerle ver con breves dable zapatero de la calle Ofitsiérskaia, gran amigo de Schiller.
pero enérgicas palabras, que no era un oficialillo de menor ' Éste, borracho y sentado en una silla, zapateaba mientras
rango. Su grandilocuente manera de hablar aumentaba en arrojaba frases impregnadas de c6lcra. Todo ello no sorprendía
grado sumo al advertir que pasaban dos damas de singular a Pirogov, salvo la extraña postura de los personajes. Schiller
atractivo. Pirogov parecía tener cierto gusto natural por la permanecía sentado y erguía la cabeza de gruesa nariz.
belleza.Y estimul6 a Piskariov en su arte. Es probable también ' Hoffmann se la sostenía con dos dedos, mientras blandía su
que lo hiciera porque quería ver trasladada al lienzo su varonil navaja de zapatero por encima de ella. Ambos hablaban en
figura. Pero dejemos en paz el talento de Pirogov. Baste añadir alemán, y como en este idioma el teniente Pirogov s6lo sabía
que un ser tan excepcional no podía ocultar sus prodigiosos decir gut Margen, nada entendía de aquella historia. En síntesis,
atributos y que quien profundizara en él descubriría nuevas pues, la habladuría de Schiller se refería a lo siguiente:
maravillas. ­¡No quiero esta nariz! No, no me sirve para nada­decía
Decíamos antes que Pirogov se obstinaba en seguir a la manoteando-. Únicamente en la nariz me gasto al mes tres
desconocida, haciéndole preguntas que ella derrumbaba con ·i libras de tabaco.Y como en las tiendas alemanas no hay tabaco
afilados e incomprensibles monosílabos descorteses. Luego de ' ruso, debo comprarlo en una tienducha rusa a cuarenta
pasar la oscura puerta de Kazán, desembocaron en la Mes; , kópecs la libra, lo que suma un rublo con veinte kópecs, o
chánskaia, calle donde alternan los tenderetes de baratijas con , sea catorce rublos con cuarenta kópecs, Óigame bien, amigo
(
las tabaquerías, y donde venden lo suyo artesanos alemanes Hoffrnann, s6lo en la nariz me gasto cuarenta kópecs. Además,
y ninfas finlandesas. La rubia, con presuroso paso, se metió los días feriados hago un alto en el espantoso tabaco ruso y
en una casa de deplorable aspecto. El teniente la sigui6. Ella tomo rapé auténtico, pues en esos días no estoy para mal
ascendi6 por una escalera estrecha y sombría y entr6 por una tabaco. Consumo al año dos libras de rapé que me cuestan
puerta por la que también penetró valientemente Pirogov. dos rublos la libra. Seis más catorce son veinte rublos cua- i'
Vióse en una habitaci6n grande, de paredes mugrientas y renta kópecs, s6lo en tabaco. ¡Es un robo! ¿No le parece
techo ahumado. Numerosas herramientas e instrumentos de amigo Hoffmann? -Éste, que también estaba ebrio, contes-
cerrajería, así como cafeteras y candelabros relucientes taba afirmativamente-. ¡ Veinte rublos cuarenta k6pecs!
poblaban la mesa; el suelo estaba alfombrado de limaduras -continu6 Schiller-. Yo soy alemán de Suabia. Tengo a mi
de acero y de cobre, y entonces comprendió que se encon- rey en Alemania. ¡No quiero la nariz! T6mela, por favor. 1 ;
1

1
traba en casa de un artesano. La desconocida, siempre en fuga, ¡C6rtela!
desapareció por una puerta lateral. Él, quedó un instante De no haber aparecido el teniente Pirogov, Hoffrnann le
paralizado, pero fiel a la osadía rusa resolvi6 avanzar y pronto habría rebanado la nariz a Schiller, sin más ni más, pues
se vio en otra habitaci6n muy distinta de la primeratjorden y empuñaba la navaja como quien se dispone a cortar una suela.
pulcritud reinaban de tal modo que no podía dudarse que su , Schiller se molest6 en alto grado por la inoportuna presencia

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de aquel intruso, en tan decisivo momento. A pesar de' -¿Qué quiere?


encontrarse bajo los efectos de la cerveza y el vino, se sintió -Verla, aparte de verla no quiero nada =explicó Pirogov
en tono de simpatía al tiempo que se arrimaba a ella. Pero
muy fastidiado porque un extraño lo viera en semejante estado.
viendo que la asustadiza rubia se preparaba a desaparecer por
y listo a someterse a tamaña intervención. Pirogov, entretan- A
to, hizo una inclinación y con su habitual cortesía, dijo: la puerta, añadió:
-Belleza, quisiera encargar unas espuelas. ¿P¿:,dría usted
-Tengan la bondad de dispensarme ...
hacérmelas? Aunque para amarla a usted más bien necesitaría
·-¡ Fuera de aquí! =respondió Schiller, pronunciando con
lentitud cada sílaba. unas bridas ... ¡Qué manecitas tan encantadoras!
En semejantes casos el teniente se comportaba siempre
Pirogov se sorprendió sobremanera, pues nunca nadie se J
con una alta cortesía. ,
dirigió a él de semejante modo. La sonrisa· que puso al \
comienzo se desdibujó por entero, y sintiendo agredida su -¡Ahora mismo llamaré a mi marido! =exclamó la alemana
dignidad, dijo: y desapareció.
Minutos después Pirogov vio entrar a Schiller soñoliento
=Rcspetable señor, tal vez usted no ha caído en la cuenta 5¡¡
��un��...
Jli y recuperado a medias de la borrachera de la víspera. Al ver
1 al teniente una niebla confundía en su cabeza el recuerdo del
=Para mí ser oficial no significa nada. Soy un alemán de �
Suabia. Yo mismo ... -y al decir esto' descargó un puñetazo en ) día anterior. Su memoria se negaba a reproducirle lo ocurri-
la mesa+, ¡yo también puedo ser oficial! Año y medio de do, pero sospechando haberse comportado torpemente,
cadete, dos de alférez y al día siguiente sería oficial. Pero no resolvió ponerse hosco ante el oficial.
=Las espuelas no cuestan menos de quince rublos =díjo,
quiero servir. A los oficiales yo les hago así: ¡puf! =Schíller
extendió la palma de la mano y dio un soplido en ella. no sólo empeñado en deshacerse de Pirogov, sino porque,
El teniente Pirogov adivinó que lo mejor era desaparecer, como buen alemán, le apenaba presentarse ante quien lo había
sorprendido en situación vergonzosa.
pues se sentía desairado al recibir un tratamiento absoluta-
mente inadecuado para su rango. Más de una vez se detuvo A Schiller le gustaba beber sin testigos, con la complicidad
en la escalera como reuniendo fuerzas y pensando de qué de dos o tres compinches y sin que llegaran a verlo siquiera
manera avergonzar a Schiller por su insolencia. Por último sus propios ayudantes.
concluyó que a Schiller se le podía perdonar pues no era más "'i -¿Por qué tan caras? =inquir ió Pirogov en tono amable.
=Es trabajo alemán-respondió Schiller con voz helada, al
que un borracho. Y mientras llegaba a su cabeza la imagen de "' i'.
la bella rubia, resolvió echarlo todo al olvido. tiempo que se acariciaba la barbilla-. Un ruso se las haría por
Al día siguiente, Pirogov convino en visitar muy temprano dos rublos.
el taller del hojalatero. En la primera habitación encontró a =Bien, para hacerle ver que usted me simpatiza y que deseo
la linda rubia, la cual enseñando una voz severa que arrnoni- ganar su amistad, le pagaré los quince rublos.
zaba con su carita, le preguntó: Schiller se quedó pensativo y como buen alemán se sintió
-¿Qué quiere usted? abochornado. Buscando deshacerse del cliente le dijo que
-¡Ah! Muy buenas, mi linda. No me reconoce, picarona, antes de dos semanas no podía tenerle el encargo. Pero el
qué preciosos ojitos tiene. -Y diciendo esto, el teniente teniente Pirogov, sin hacer ningún tipo de reparos, manifestó
estar plenamente de acuerdo.
Pirogov intentó levantar suavemente la barbilla de la joven con
su dedo. Indignada, la rubia lo esquivó preguntándo]e dé Cavilando, el alemán empezó a ingeniárselas para realizar
nuevo con voz severa: un trabajo tan bueno que, efectivamente, costara quince ru-

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bias. En ese instante entró la rubia en el taller y empezó a : trae siempre satisfacciones, y con los días iba creciendo su
buscar algo en la mesa atestada de cafeteras. El teniente 1 interés por la rubia. Comenzó él a preguntar con insistente
aprovechó el momento en que Schiller, entregado a sus · frecuencia por las espuelas hasta que agotó la paciencia de
pensamientos, pareció ausentarse, se acercó a ella y le rodeó ' .' '-. Schiller, el cual no tuvo más remedio que empeñar todas sus
1
los brazos desnudos con los de él. El hojalatero iba montando :: fuerzas para terminarlas con prontitud. Y cumplió su come-
en cólera.
7
-Meine Frau ­gritó.
tido.

-¡Ah!, ¡qué maravilloso trabajo! -exclamó el teniente
-Was wollen Sie doch8 =respondió ella. Pirogov al verlas-. Dios �anta, ¡qué calidad tan extraordi-
-Gehen Sie a la cocina.
9 naria! Ni nuestro general tiene unas que se le parezcan.
Y la rubia desapareció. Tales palabras fueron como el santo y seña que abrió las
-Entonces, ¿puedo volver dentro de dos semanas? puertas en el alma de Schiller. Un brillo de alegría apareció
­Sí señor, dentro de dos semanas ­asintió pensativo el en sus ojos y procedió a reconciliarse de inmediato con su
hojalatero-. Ahora tengo mucho trabajo. cliente. "Sin duda es inteligente este oficial ruso", pensó.
-Hasta pronto. Volveré. -Se me ocurre ahora que usted podría hacer incrustaciones
-Hasta entonces =respondió Schiller cerrando la puerta para mis armas. Para la funda de cierta daga, por ejemplo.
tras el teniente. -Ah, por supuesto -dijo Schiller sonriente.
Pirogov resolvió no dar un paso atrás y continuar sus -Entonces le traeré una daga turca a la que me gustaría
intentos, a pesar de que la alemana le había ofrecido resisten- cambiarle la funda.
cia. N egábase a aceptar que su imponente caballerosidad y su Estas palabras produjeron en Schiller el efecto de una
atractivo de oficial causaran desagrado en la rubia. Conviene �:l '°j bomba. "¡Era lo Único que me faltaba!", se dijo para sus
._

anotar que detrás de la favorable prestancia física de la rubia, . adentros, mientras fruncía el ceño irritado por haberle dado
en verdad se escondía una mujer tonta, aunque la tontería '.j pie a encargar un nuevo trabajo.
q;
suele dotar de encantos a una bella esposa. Voy a d ecir con ";lj Sin embargo, consideraba deshonesto rechazarlo y con
franqueza que Conozco numeros_os hombres que viven mara­ /i mayor razón si el oficial ruso había elogiado su trabajo. Asintió
villados de la estupidez de sus esposas y hasta la consideran con la cabeza en señal de aprobación, pero el descarado beso
signo de candor infantil. La belleza hace auténticos milagros. que el oficial puso en los mismísimos labios de la hermosa
I En una mujer hermosa todas las degradaciones del alma, rubia antes de marcharse, dejó a Schiller sumido en una niebla
antes que generar rechazo, se convierten en atractivo. Hasta de perplejidades.
el vicio mismo toma la forma del amor. Mas si la belleza Pero es hora de brindarle al lector noticias más amplias
desaparece, la mujer debe ser veinte veces más inteligente que sobre Schiller. Se trataba de un alemán auténtico, en el sentido
el hombre para inspirarle respeto, sin hablar ya de amor. De 1• literal de la palabra. Cuando remontaba los veinte años -esa ¡/
paso sea dicho, la esposa de Schiller, habida cuenta de su ton- edad feliz en que a un ruso todo le tiene sin cuidado-, Schiller
tería, era responsable en sus obligaciones, lo que se constituía ya había trazado su propio destino y se propuso cumplirlo al
en obstáculo para el osado Pirogov. Mas vencer los obstáculos pie de la letra. Según sus normas, se levantaría a las siete de
la mañana, almorzaría a las dos, sería puntual en todas sus
obligaciones y se emborracharía los domingos. Se propuso
7. ¡Mujer!
8. ¿Qué desea usted?
hacer en diez años un capital de cincuenta mil rublos, y este
9. Váyase. empeño se cumpliría con tal exactitud como si fuese un
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NICOLÁS G6GOL LA AVENIDA NEVSKI

dictado de la misma Providencia, pues más fácil sería que un La rubia le hizo una inclinación de cabeza como si se tratara
funcionario se olvidara de presentarse ante su jefe que un de un gran amigo.
alemán traicionara sus planes. Nada en el mundo haría aumen- ­Dígame, ¿está su esposo en casa?
tar la cuota establecida por él para los gastos ordinarios y, de · ­Cómo no, está en casa.
presentarse un alza en el precio de la papa, él no daría ni un -¿ Y cuándo acostumbra salir?
kópec más, disminuiría su consumo habitual, y aunque a veces -Pues nunca está los domingos -dijo la ingen�a rubiecita.
el estómago protestara, terminaría por acostumbrarse. · "Es una información útil", pensó Pirogov.
Su maniático sentido del orden llegó a tal extremo, que Y el domingo siguiente el teniente apareció ante la alemana
se impuso besar a su mujer no más de dos veces al día, y para . como caído del cielo. En verdad Schillcr no estaba en su hogar.
respetar esta cifra, ponía sólo una cucharadita de pimienta en La responsable ama de casa se atemorizó al comienzo, pero
la sopa; sin embargo, el día domingo tomaba menos a pecho como Pirogov fue muy cauteloso en esta ocasión y exageró
esta norma porque Schiller se bebía dos cervezas y una botella sus gestos caballerescos ... ella, agachándose, dejó ver lavo-
de vodka al comino, si bien esta bebida poco le apetecía. luptuosa belleza de su bien contorneado torso. Le hacía
Desde luego no bebía tanto como los ingleses, que terminado bromas muy delicadas y la ingenua rubia respondía a todo con
el almuerzo, cerraban la puerta con llave para no correr el monosílabos. Luego de hacerle un cerco con perspicaces
riesgo de tener que invitar a alguien a emborracharse con tácticas corteses, y advirtiendo que no obtenía ganancia
ellos. Muy al contrario, él, como buen alemán, bebía muy alguna, resolvió invitarla a bailar. La alemana aceptó encantada
inspirado con Hoffmann, el zapatero, o con el carpintero porque las alemanas siempre están a la cacería de bailes.
Kunz, compatriotas suyos y célebres borrachines. Pirogov centró en este lance todas sus esperanzas: de una
Así era el carácter del noble Schiller, que se encontraba parte, le procuraría a ella diversión y contento, de otra, era
en una situación a cual más embarazosa. Aunque era flemático, una oportunidad para que ella apreciara en él su viril y elástica
la actitud de Pirogov puso en su pecho la punzada de los celos. figura y, sin duda, el baile los acercaría hasta fundirlos en un
Cavilaba y cavilaba, sin encontrar la clave para quitarse al abrazo que sería, ahí sí, como empezar por el comienzo. Hasta
oficial de en medio. Entretanto, el teniente se entregaba a aquí es evidente que tenía su éxito asegurado. El baile se inició
hacer humear su pipa, rodeado de sus amigos -porque, eso al compás de un ritmo lento, lo cual venía muy a propósito,
' !
sí, la Providencia construyó el mundo de tal manera que pues con las alemanas lo indicado es no apresurarse demasia-
donde hubiera oficiales también habría pipas-, dejando do: Pero, de pronto, la alemanita se detuvo en mitad de la
entrever, mientras hablaba con una sonrisa gozosa y diciente, sala y mostró su maravillosa pierna. Semejante amplitud
que en el horizonte había una alemanita y que estaba ya a un sorprendió a Pirogov, quien se lanzó a besarla. Ella empezó a
paso de pisarle los talones, aunque no le fueran muy propicias gritar, lo cual, a los ojos del oficial, hacía aún más feroz su
las posibilidades en la práctica. Un día, mientras paseaba por atractivo. Entonces él la cubrió de besos. De súbito la puerta
la calle Meschánskaia, identificó pronto el aviso del taller de se abrió y entró Schiller con Hoffmann y el carpintero Kunz.
Schiller, rodeado de cafeteras y samovares. Para júbilo suyo Todos estos respetables artesanos habían bebido hasta decir
veíase también la cabeza de la rubia que asomada a la ventana ,.. no más. Pero dejo al lector que juzgue a qué grado pudo llegar
miraba pasar los transeúntes. Él se. detuvo, le hizo una seña :' la indignación de Schiller.
con la mano y la saludó diciendo: -¡Imbécil! -gritó Schiller montando en cólera-. ¿Cómo
-Cut Margen. se atreve a besar a mi mujer? Usted no es un oficial ruso, es

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NICOLÁS GÓGOL
LA AVENIDA NEVSKI

un canalla. ¡Al diablo!, amigo Hoffmann, ¡soy un auténtico


avenida Nevski. A las nueve de la noche sentíase tan sereno
alemán y no un cerdo ruso! -Hoffinann asinti6 con la cabeza-. ,
que convino en no molestar al general en día de fiesta. Además
¡Ah!, a mí nadie me va a poner cuernos. Amigo Hoffmann,. era seguro que él debería estar cumpliendo alguno de sus
sácalo del pescuezo.
compromisos dominicales. Así que Pirogov carnbi6 de idea y
Pero éste rnanote6 con fuerza en señal de negativa. Su cara
optó por dirigirse a una velada en casa del contralor de
estaba tan empurpurada corno su propio chaleco.
gobierno, donde funcionarios y oficiales departían la mar de
-Ya llevo ocho años viviendo en Petersburgo. Mi madre
contentos. Allí se sintió muy a gusto y tanto sobresali6 en el
es de Suabia y mi abuelo de Nuremberg. Soy alemán y no una
baile de la mazurca que suscit6 adrniraci6n en damas y
res con cuernos. caballeros.
-¡Destr6zalo amigo Hoffrnann! ¡Agárralo de patas y "De qué extraña manera está hecho el mundo", pensó
manos, camarada Kunz!
nuestro oficial al tercer día, mientras paseaba por la avenida
Y éste así lo hizo. El teniente trataba inútilmente de zafarse
Nevski y evoc6 aquellos dos sucesos. "No somos más que ju-
de esos tres mastodontes, los más corpulentos entre los
guetes del destino. ¿ Alcanzaremos algún día lo que deseamos?
alemanes de la ciudad, y lo agredían con tanta saña y brutali-
¿ Conseguiremos encauzar nuestras fuerzas hasta realizar
dad que no tengo palabras para describir tan lamentable
nuestro ansiado anhelo?Todo ocurre al revés. A unos, la vida
suceso. Estoy seguro de que al día siguiente Schiller ardía de les da caballos maravillosos y con indiferencia se p�sean en (
la fiebre; no dudo que su generosa cornplexi6n temblaba
ellos sin advertir su belleza. Otros, cuya alma arde de entu-
corno una hoja a cada minuto, esperando la llegada de la
siasmo por los caballos, deben resignarse a marchar a pie y
policía. Sé que él habría entregado todos sus ahorros para que alegrarse s6lo cuando por su lado pasa un trot6n.Y hay quie-
lo sucedido la víspera fuera s6lo un sueño. Pero la realidad
nes tienen un cocinero magnífico, pero por su pequeña boca
era irreversible. La c6lera e indignaci6n de Pirogov no tenía
no entran más de dos bocados. Y también hay quienes tienen
límites. Tan terribles agravios lo hacían reverberar hasta el
una boca más grande que el arco del ayuntamiento y ¡ni para
delirio. Estaba convencido de que enviar a Schiller a la lejana
qué hablar!, deben conformarse con un almuerzo alemán a
Siberia y procurarle una bien dosificada tanda de látigo diario
base de papas. ¡No somos más que juguetes del destino!"
sería para él castigo menor.
I Sí, la avenida N evski es escenario de las más inusitadas V
El oficial vol6 a casa para cambiarse de ropa y dirigirse
sorpresas. ¡Ay!, no conviene creerle mucho a esta avenida.
luego al general, a quien deseaba contarle con vehemencia y Yo siempre me protejo bien con mi capa e intento ignorar
lujo de detalles el escándalo de los artesanos alemanes. Y hasta todo lo que sucede a mi alrededor. ¡ Todo está hecho de falsía,
tenía ya en mente los términos en que iba a dirigir una co- todo es sueño y lo que vernos es s6lo apariencia!
municación escrita al estado mayor. Pero si éste no convenía
¿ Piensa usted acaso que este señor que se pasa exhibiendo
en aplicarles un castigo ejemplar, optaría por dirigirse al
su impecable levita hecha a la medida es muy rico? Claro que
Consejo de Estado, y de no resultar, acudiría a la propia cabeza no es así: toda su fortuna está reducida a una levita. ¿Piensa
del gobierno.
usted que estos dos gordiflones que se detienen frente a una
No obstante, todo concluy6 de una manera extraña; por iglesia en construcción, discuten su estilo arquitectónico? Sin
el camino reso 1 vio' entrar en una paste 1 ena,
' a11'1 consurrno
" d os
duda que no. Hablan sobre la extraña manera corno dos
pastelitos de hojaldre, hoje6 el periódico Abeja del Norte, y ya cornejas enfrentadas se miran. ¿Piensan ustedes que aquel
al salir de allí, su c6lera se había fugado corno por encanto.
transeúnte que manotea con tanto entusiasmo se refiere a
Además la tarde fresca y sosegada lo invitaba a pasear por la
cómo su esposa lanz6 por la ventana una pelotica para atraer
108 109
NICOLÁS GÓGOL

a cierto oficial? Pues no es así. Él habla sobre Lafayette. LA CALESA


¿Piensan ustedes que estas damas? ... No, a las damas es a
quienes menos se les debe creer. Su destino es mirar en las·
vitrinas de los almacenes baratijas que consideran tesoros.
Todas huelen a fajos de billetes. ¡Y que Dios nos libre de mirar
a las damas por debajo del sombrero! Si ante mí se contonea
la capa de una divinidad, por nada la sigo, ni siquiera por
curiosidad. Es preciso alejarse de los faroles. Hágalo usted tan
pronto como pueda. Y tendrá suerte si todavía no le han
manchado la levita con su aceite imnundo. Pero no sólo el
farol nos engaña.iLa avenida Nevski es una mentira andante, LA CIUDAD DE B. COMENZÓ A VESTIRSE DE FIESTA CUANDO
una mentira sinfín, y todavía más en la noche, cuando un río hizo su aparición el regimiento de caballería de xxx. Hasta
incontenible de gentes inunda sus andenes, cuando la niebla entonces sus habitantes se aburrían mortalmente. Al atravesar
se desmaya desde lo alto destacando casas blancas y pajizas, la ciudad en coche, veíanse casitas de aspecto aplanado, que
cuando toda la ciudad se parece al estallido del trueno y al erguían su fachada de amargo semblante hacia la calle ... no
fulgor del relámpago; cuando nubes de carruajes se toman es fácil expresar la angustia que oprime al corazón: es como
los puentes y los cocheros gritan y 'saltan en los caballos y haber perdido en el juego o ceder por descuido a la impru·
cuando hasta el mismo demonio prende las luces sólo para dencia. En una palabra, hundirse en el desasosiego.
mostrarnos la estampa de un mundo irreal. Las paredes reventadas y descascaradas por la lluvia, habím'"•'-'1
trocado su blanco color por el amarillento de la arcilla. Los � ..
techos eran en su mayoría de junco, como ocurre por lo \/
general en nuestras ciudades meridionales. Hacía tiempo ya j
que los árboles habían sido talados por orden del corregidor, ,·
a fin de mejorar los jardines y enaltecer la apariencia de la
ciudad. Ni un alma habitaba la calle, salvo algún gallo que
cruzaba la calzada, blanda como una almohada por estar CU·
bierta de polvo y donde la menor llovizna hacía del piso un
lodazal. Entonces las calles de B. se pueblan de esos animales
corpulentos llamados franceses por el corregidor capitalino.
Sacan al aire sus hocicos de los charcos en los cuales se bañan,
armando tal estruendo con sus gruñidos que lo mejor es
arrear los caballos a todo dar.
Dificil, a decir verdad, hallar un visitante en esta urbe. En
ocasiones, muy de cuando en cuando, se advierte por aquí la
presencia de un terrateniente, propietario de unas once almas'
campesinas, ataviado con una levita de _11� y que atraviesa

1. Campesinos siervos (Nota del traductor).

110 111
NICOLÁS GÓGOL LA CALESA

el puente en un andamiaje, entre carreta y carricoche, semana después lo estaría engrasando de nuevo el criado del
invadido por sacos de harina: fustiga una yegua baya, tras la mayor.
cual corre un potrillo. Las cercas de madera que separaban unas casas de otras,
Hasta la misma plaza de mercado ofrece a nuestros ojos ludan adornadas con gorros de soldados puestos al sol. No
un sórdido aspecto. La sastrería da a la plaza, pero de tan torpe faltaba en los portales algún capote gris. En los callejones era
manera, que no enseña su fachada entera, sino apenas una inevitable cruzarse con los soldados de bigotes -tan ásperos
esquina. En frente de ella se construye, desde hace cerca de · como las cerdas de los cepillos de limpiar calzado. Bigotes así
quince años, una casa de piedra con dos ventanas; más ade- habrían de verse una y otra vez. Apenas las mujeres se reunían
lante encontramos una moderna empalizada, puesta en tono en el mercado con sus cántaros, sobresalían de inmediato por
púrpura tirando a gris, que hace perfecto juego con el barro. sobre sus hombros unos bigotes. En los lugares más concu-
Esta empalizada fue hecha por el corregidor, en sus tiempos rridos aparecía siempre algún soldado bigotudo que enjabo-
de juventud, para que sirviera de modelo a otras construc- naba la barba de un anciano, que sólo carraspeaba y miraba
ciones, cuando no había adquirido aún el hábito de dormir al infinito. Los oficiales transmitieron su jubiloso carácter a
siesta después del almuerzo, ni se tomaba al anochecer un una sociedad que hasta entonces estaba integrada Únicamente
brebaje a base de �osellas secas. Todo lo demás está ocupado por el juez, que vivía en la misma casa de la mujer de un
, por cercas de mimb�� centro de la plaza exhibe los ten- diácono, y por el corregidor, una persona sensata que sin
\
deretes más pequeños, en los que siempre es posible advertir embargo se entregaba a un sueño profundo todo el día: desde 11
- una sarta de rosquillas en una mujer tocada con un pañuelo el almuerzo hasta el anochecer y desde el amanecer hasta el ,
de color carmesí, un pud' de jabón, unas cuantas libras de ,,
almuerzo. '

almendras amargas, perdigones, piezas de tela de algodón y La sociedad aumentó su tamaño y se hizo más divertida

}il a dos dependientes que suelen pasarse el día jugando svaika3


junto a las puertas.
Pero tan pronto se hubo acantonado en la ciudad de B. el
cuando fue trasladado al lugar el cuartel general de la brigada.
Los terratenientes de los alrededores, cuya existencia nadie
había advertido antes, comenzaron a frecuentar la pequeña
regimiento de caballería, todo cambió. Las calles se tornaron ciudad, unas veces para encontrarse con los señores oficiales,
más animadas y ofrecían una euforia multicolor, en una otras, soñando con jugar a las cartas, sueño que desde hada
palabra, mudaron por entero su rostro. Las bajas casitas, con tiempo retumbaba en sus cerebros, atestados de preocupa-
frecuencia veían pasar a un esbelto y apuesto oficial con su ciones sobre los cultivos, los encargos de sus esposas y la cría
gorro empenachado, que se dirigía a casa de un compañero de conejos.
para platicar acerca de los ascensos, sobre la excelsa calidad Por desgracia no puedo recordar con qué motivo el general
del tabaco y también, a veces, para jugar a las cartas y apostar ofreció un banquete magnífico. Los preparativos para la
un carruaje, que podría considerarse patrimonio del regi- ocasión fueron extraordinarios: el ruido de los cuchillos
miento pues de allí no saldría: hoy lo usaba un mayor, mañana empuñados por los cocineros del general resonaba hasta en
aparecería en la cuadra de propiedad de un teniente, y una las afueras del poblado. El mercado quedó vaciado luego de
acaparar todas sus existencias para el festín, así que el juez y
la diaconesa debieron apaciguar sus estómagos con sólo
arepuelas de harina de alforfón y un plato de kisiel4•
2. Medida de peso que excede los 16 kilogramos (Nota del traductor).
3. Juego consistente en lanzar un clavo grueso, de ancha cabeza, que deberá
clavarse en el centro de un arco colocado en el suelo (Nota del traductor).
4. Especie de jalea de frutas y fécula (Nota del traductor). 1
1
112 113 '
NICOLÁS GÓGOL LA CALESA

El pequeño patio de la casa del general estaba completa- suele decirse en provincia. Contrajo matrimonio con una
mente ocupado por cochecitos y calesas. Los invitados eran · · muchacha no exenta de gracia, de quien recibi6 como dote
exclusivamente hombres: oficiales y algunos terratenientes de · doscientas almas y un capital que se contaba por miles. Ese
los alrededores. capital fue destinado de inmediato a la compra de media
Entre los invitados destacábase Pifagor Pifag6rovich docena de caballos magníficos, algunas cerraduras recubiertas
Chertokutski, uno de los más reputados arist6cratas del de oro para las puertas, un chimpancé domesticado y un
poblado de B ... , quien había armado el más grande alboroto mayordomo francés. Las doscientas almas, sumadas a otro
en las elecciones y se había presentado en carruaje majestuo- tanto de su propiedad, fueron empeñadas para emprender no
so. Es sabido que sirvi6 en un regimiento de caballería y que se sabe qué transacciones comerciales. Se trataba, en fin, de
fue uno de los oficiales más sobresalientes. Al menos, se le un terrateniente en toda la extensi6n de la palabra ... un
veía en muchos bailes y reuniones, donde quiera que estu- . terrateniente de calidades excepcionales.
viera acantonado su regimiento. Las damiselas de Tambov En el susodicho banquete había otros terratenientes, pero
y de Simbirsk, podrían confirmárnoslo fácilmente. Sin duda no vale la pena hacer alusi6n a ellos. Los demás invitados eran
su gloria se habría extendido a regiones aledañas si no se todos oficiales del mismo regiruiento y dos de ellos de alto
hubiese visto en la obligaci6n de pedir su retiro a consecuen- rango: un coronel y un mayor bastante robusto. El general
cía de un incidente que de ordinario suele calificarse de era corpulento, por no decir obeso, y entre los oficiales tenía
desagradable: el caso es que no se sabe a ciencia cierta si, en reputación de buen jefe. Su voz era de timbre cavernoso y de
otro tiempo, infligi6 él a alguien un bofet6n o si fue él la tono bajo.
víctima, lo cierto es que le pidieron que pasara su retiro. La comida fue maravillosa: esturi6n de diversas clases,
Conviene decir que ello no mengu6 en absoluto su fama. espárragos, perdices, codornices y setas, lo cual demostraba
Solía vestir un frac de talle alto, que asemejábase a un uni- que el cocinero nada había probado desde la noche anterior.
forme militar, espuelas en las botas y, bajo las narices, un Cuatro soldados provistos de cuchillos le habían ayudado
airoso mostacho, pues de no ser así, los nobles habrían dudado durante toda la noche preparando asados y gelatinas. Había
de que hubiera pertenecido al batall6n de infantería, arma que innumerables botellas, unas alargadas con vino de Lafitte,
él ironizaba llamándola "infantil ería" o "fantochería". No se otras panzudas con vino de Madeira. Era un delicioso día de
perdía ni una sola de las multitudinarias ferias, a las cuales verano; las ventanas estaban abiertas de par en par; había
acudían rusos procedentes del interior con su elenco de platos con hielo en las mesas; los señores oficiales tenían
mamás, niños, hijas de familia, adiposos terratenientes que desabrochado el último bot6n de su guerrera; los dueños de
venían a divertirse en carretas,_!Ílburis, calesas y otros carrua­ elegantes fracs exhibían arrugadas las pecheras; conversa-
jes que ni en sueños habremos visto. Pifagor Pifag6rovich ciones cruzadas quedaban ahogadas por la seductora voz del
metía sus narices donde quiera que hallase un regimiento de general; bajo el Ímpetu del champán todo formaba un cuadro
caballería y sin falta acudía a platicar con los oficiales. Saltando encantador.
de su suave coche o carreta con sorprendente agilidad enfren- Terminado el almuerzo, se levantaron con una agradable
te de los oficiales, trababa de inmediato relaci6n con ellos. sensación de peso en el est6mago, y luego de sacar sus pipas
En las últimas elecciones había ofrecido un formidable de largo o corto cañón, con sendas tazas de café en la mano,
banquete a los nobles, en el cual manifest6 que de ser elegido I salieron a la terraza.
representante, pondría a la nobleza en condiciones inmejo- Tanto el general como el coronel y hasta el mayor, habían
rables. Solía comportarse como todo un gran señor, según desabrochado sus uniformes de tal modo que quedaban a la
114 115
LA CALESA
NICOLÁS GÓGOL

vista sus distinguidos tirantes de seda. No obstante, los' -Es una yegua hermosísima -exclamó Chertokutski-. Es
señores oficiales, guardando atinada compostura, se mante- un ejemplar auténtico. Y ahora, su excelencia, permítame
nían erguidos con sólo los tres últimos botones sin apuntar;. apreciar su andar.
-Bueno, creo que ahora sí podrán verla -exclamó el -Tiene buen paso. Pero ... , sólo el diablo sabrá qué píldoras
le dio el idiota del curandero y desde hace dos días sólo se le
general-. Ten la bondad, amigo -añadió dirigiéndose a su .
asistente, un joven dócil y de apuesta figura-, ordena que nos· oye estornudar. ,
­Sí, es magnífica, magnífica. ¿ Y tiene usted, su excelencia,
traigan la yegua baya. Ustedes la verán con sus propios ojos
· un carruaje que esté a su altura?
-enseguida el mayor aspiró su pipa y lanzó bocanadas de
humo-. El animal no está lo suficientemente cuidado. En esta · -¿Carruaje? ... Pero si es un caballo de silla.
maldita ciudad no hay caballerizas decentes. Pero la yegua -Lo sé. Y preguntaba, su excelencia, para saber si tiene un
-cof, cof- está bastante bien. carruaje que se acomode a otros caballos.
-¿ Y vuestra excelencia desde hace mucho -cof, cof- la -A decir verdad, no me sobran carruajes. Para serle franco
tiene? -preguntó Chertokutski. hace ya tiempo quisiera una calesa nueva. Le escribí a mi
-Cof, cof, cof... no, no hace mucho. Hace sólo dos años ; hermano a San Petersburgo, hablándole al respecto, pero no
se si me enviara una.
1 • • 1

que me pertenece.
-¿ Venía ya amansada, o vuestra excelencia tuvo que domarla? -Excelencia, a mi parecer, las mejores calesas son las
vienesas.
-Aquí, aquí -cof, cof, cof-.
Y diciendo esto se hizo invisible bajo una espesa capa de humo. -Sin duda es así --cof, cof, cof-. l
Entretanto, un soldado salió corriendo de la caballeriza -Permítame contarle, su excelencia, que tengo una calesa i ¡
mientras se oía un golpeteo de cascos; lo seguía otro hombre espléndida, fabricada por auténticas manos vienesas.
vestido con una túnica blanca hasta los talones, en la cara -¿Será, acaso, aquélla en la que usted ha venido?
tupidos bigotes negros y en la mano las bridas de una yegua -Por supuesto que no. Se trata de un coche corriente que
asustadiza e inquieta que de repente se encabritó y por poco utilizo para mis paseos. En cambio la otra es de una ligereza
levanta al soldado p9r los aires con todo y sus bigotes. magnífica, a tal punto que parece una pluma. Apenas se instala
-Quieta ya, calma calma Agrafena Ivánovna -le decía él, uno en ella, con la venia de su excelencia, es como si el aya
acercándola hasta el portal. lo meciera a uno en su cunita.
El nombre de la yegua era Agrafcna Ivánovna; lucía enér- -¿Quiere decir que es silenciosa?
-Oh, es un silencio. Los cojines, los resortes, todo ...
gica, bravía y bella como una muchacha meridional. Pateó con
estrépito la puerta enmarcada y se detuvo en seco. Parece que uno está viendo un dibujo.
El general, retirando la pipa de sus labios, comenzó a -Eso se oye bien.
observar con gran satisfacción a Agrafena lvánovna, El propio · -¡ Y qué espaciosa es! Jamás he visto otra igual. Cuando
coronel salió al encuentro del auimal y lo recibió acariciando prestaba el servicio militar acomodaba en ella diez botellas
. su hocico. Hasta el mismísimo mayor le dio a la yegua unas de ron, veinte libras de tabaco, además de seis uniformes,
palmaditas en los flancos, haciendo chasquear la lengua de los ropa interior y dos pipas tan largas que, con la venia de vuestra
demás asistentes. excelencia, parecían como dos tenias solitarias.Y ni hablar de
Chertokutski salió del portal y se acercó a la yegua por las bolsas, en las que cabría un buey entero.
detrás. El soldado que sostenía las bridas, los miraba a todos -Eso se oye bien.
a los ojos como si quisiera pasar sobre ellos de un salto. -Excelencia, me costó cuatro mil rublos.
116 117
NICOLÁS GÓGOL LA CALESA

-Ese precio sugiere una calesa maravillosa. ¿ Y la compr6� habían colocado las mesas de juego. Los presentes se acomo-
usted mismo? ' j1 daron rápidamente, dividiéndose en grupos de a cuatro para
-No, excelencia. Lleg6 a mi poder por casualidad. La había'i jugar al whist y se distribuyeron en distintos rincones del
adquirido un amigo mío, un hombre extraordinario, compa- \ salón.
ñero de infancia, con quien por supuesto, vuestra excelencíá ] Se encendieron las velas. Chertokutski vacil6 si participar
congeniaría a la perfección. Nosotros todo lo compartíamos, o no en el juego del whist. Y como quiera que.los señores
Le gané la calesa jugando a las cartas. Quisiera pedirle a:, oficiales insistían en invitarlo, él no pudo menos que aceptar,
vuestra excelencia que me honre mañana con su presencia, a 1 pensando que de no ser así contrariaba las buenas maneras.
fin de almorzar y apreciarla juntos. Tom6 asiento. Sin darse cuenta apareció ante él un vaso de
-No sé qué decirle. La verdad es que ir solo me parece ... . ponche que se bebió distraída y rápidamente. Luego de jugar
¿Me permitiría usted ir en compañía de algunos oficiales? dos partidas, Chertokutski no desdeñó otro vaso que se le
­Sería un honor recibirlos también a ellos en mi casa. J
01 puso en frente y lo bebió también de manera rápida y
El coronel, el mayor y demás oficiales agradecieron con ,.J distraída, exclamando enseguida: "Señores, es hora de tornar
'i
a casa, me lleg6 la hora". Pero tom6 asiento de nuevo y
• 1
una verua cortes. , :
-Yo, su excelencia, tengo el criterio de que cuando se va empezó otra partida.
a comprar algo debe ser de óptima calidad; si se trata de una � Las charlas giraban sobre asuntos particulares en los
baratija es mejor olvidarse. Mañana, cuando tenga a bien ,7 rincones del salón. Mientras los jugadores de whist casi no
visitarme, me permitirá el gusto de mostrarle algunas de misj pronunciaban palabra, quienes no participaban permanecían
adquisiciones. ;:0 apartados de los divanes, entregados a una conversaci6n
El general lo miró lanzándole una bocanada de humo. " animada. En uno de los rincones, un subcapítán acomodado
Chertokutski se sentía muy a gusto por haber invitado a sobre cojines y con una larga pipa entre los dientes, narraba i:
los señores oficiales. De antemano empezó a encargar rnen- con ufana libertad sus aventuras amorosas, atrapando por
talmente diversos tipos de paté y salsas. Miraba con gran entero la atención de quienes lo rodeaban. Un terrateniente,
contento a todos y cada uno de los oficiales, quienes por su bastante excedido de kilos, de brazos gruesos y cortos como
parte, también demostraban una favorable disposición hacia si se tratase de dos papas que le hubieran crecido, escuchaba
él, lo que se podía leer en sus ojos y en sus delicadas inclina- con dulcísima expresión, y sólo de vez en cuando trataba de
dones. Chertokutski se mostr6 más desenvuelto que de alcanzar la tabaquera, alargando su corto brazo sobre la ancha
ordinario y su voz alcanz6 ese dulzor que se parece a la miel, espalda. En otro rincón se discutía ardorosamente sobre la
seña de enorme contento.
1
instrucci6n de batallones y Chertokutski, que había jugado
-Su excelencia tendrá entonces la oportunidad de conocer ya dos veces una sota por una reina, terció de repente en otra
a la dueña de casa. conversación, gritando desde su sitio: "¿En qué año ocurrió
-Estaré muy complacido -respondi6 el general, alisándose eso?", "¿En qué regimiento?", así habló sin percatarse de que
el bigote. ello podría no tener nada que ver con el asunto.
Después de esto, Chertokutski quiso retornar a casa apre0 Finalmente, pocos minutos antes de que sirvieran la cena
su;adamente para dejar todo listo con anticipaci6n, a fin de se acabó el juego de whist, pero continu6 verbalmente, como
atender a sus invitados con oportunas viandas al día siguientel : si fuese lo único que interesara a todos. Chertokutski recorda-
Sombrero en mano se dispuso a salir, pero algo extraño lo 1 ba sin asomo de duda que había ganado bastante, pero sus
detuvo y se que d'o to d avia
' unos minutos. Entretanto, Yªí.' manos nada habían agarrado, y al levantarse de la mesa
)!]
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NICOLÁS GÓGOL LA CALESA

permaneció largo tiempo en el ademán de quien no encuentra como ella misma, pasó a su tocador. El espejo le devolvió una
su pañuelo en el bolsillo. · imagen bella y rozagante. Este hecho que parecía banal, la
Mientras tanto sirvieron la cena. Como es de suponer. indujo a pernnuecer justo dos horas más ante el espejo. Acto
había ríos de vino, y Chertokutski, que estaba acompañado seguido, por fin se puso un hermoso vestido y salió a refres-
de botellas a la izquierda y a la derecha, mecánicamente fue carse al jardín. Para suerte suya era un día tan esplendoroso
llenando su vaso. como sólo es posible encontrarlo en el verano meridional. El
Terminada la cena, la conversación se fue prolongando sin . fulgurante sol del mediodía incendiaba con la plenitud de sus
detenerse y de manera extraña. Uno de los terratenientes que rayos, pero en las tupidas alamedas hacía fresco y las flores,
había prestado su servicio militar en la campaña de 181 2, • bajo el hervor solar, impregnaban de fragancia los espacios.
relató una batalla que nunca tuvo lugar, y luego, sin saberse La agraciada ama de casa había olvidado por completo que
por qué, cogió el tapón de una garrafa y lo hundió en el pastel. ya eran las doce del día y que su esposo aún dormía. De súbito
En una palabra, cuando los invitados comenzaron a despedirse llegaron a sus oídos los ronquidos de dos cocheros y un
eran ya las tres de la mañana, y los cocheros tuvieron que palafrenero que dormían la siesta en la caballeriza, al otro lado
echarse al hombro a unos cuantos, como si fuesen bultos de del jardín, pero seguía ella sentada, como ausente de sí, con-
verduras. Chertokutski abandonó de momento su elegancia templando el paraje solitario que se divisaba desde la frondosa
aristocrática, y sentado en el carruaje cabeceaba tanto que, ·· avenida, cuando de pronto vio levantarse en la distancia una
al llegar a su casa tenía dos cardos prendidos en el bigote. polvareda que sedujo su atención. Miró con detenimiento y
En su hogar todos dormían profundamente. El cochero se al instante distinguió varios carruajes.
vio en aprietos para encontrar al ayuda de cámara, quien A la cabeza venía un cochecito de dos puestos que ocupaba
auxilió a su amo a través del recibidor, para dejarlo en manos el general, cuyas gruesas charreteras refulgían con el sol, y
de la doncella. Chertokutski la siguió esforzadamente hasta un coronel a su lado. Les seguía un carruaje de cuatro puestos,
el dormitorio, donde se dejó caer al lado de su joven y ocupado por un mayor y el ayudante del general y, enfrente
primorosa esposa, la cual dormía en un camisón tan blanco de ellos, otros dos oficiales. A continuación se divisaba el tan
como la misma nieve. La sacudida que produjo en el lecho el celebrado coche del regimiento, esta vez en manos de un
desmadejado cuerpo del marido despertó a su mujer. Ella se fornido mayor. Seguidamente aparecía un vehículo de cuatro
acomodó, entreabrió las pestañas y parpadeó hasta que asientos en el que se acomodaban cuatro oficiales y un quinto
finalmente abrió los ojos esbozando una sonrisa, mas viendo sentado en las rodillas de uno de ellos. Cerraban la caravana
que no estaba él dispuesto a prodigarle caricia alguna, dio tres oficiales que montaban alazanes magníficos, adornados
media vuelta y dejó caer la lozana mejilla en su mano que le con pintas.
sirvió de almohada y retornó a su sueño. "N o ven d' ..
ran a vtsítarnos '' , penso'l
e ama d e casa. "S
¡ anto
Llegó esa hora que en el campo no se considera temprana cielo!, están girando hacia el puente,"
y la joven esposa se despertó al lado de su roncador marido. Dejó escapar un grito, manoteó y saltando por encima de
Recordando que él había llegado muy tarde a su casa, cerca los macizos de flores se lanzó presurosa hacia el dormitorio
de las cuatro de la mañana, resolvió en un gesto de conside- de su esposo, quien dormía como un muerto.
ración no despertarlo; se puso las zapatillas que su esposo le -¡Levántate, levántate! ¡Vamos, de prisa! -le gritó
había traído de San Petersburgo y se dejó el blanquísimo mientras lo tiraba de un brazo.
camis6n que caía sobre su cuerpo como una cascada, y luegd -¿Qué pasa? -balbuceó Chertokutski desperezándose y sin
de asearse como es debido, lavándose con ·agua tan fresca abrir los ojos.
120 121
NICOLÁS GÓGOL LA CALESA

-Levántate, querido. ¿Me oyes?Tenemos visita. Entretanto los carruajes llegaron al portal.
-¿ Visita? ¿De quién se trata?-Y diciendo esto mugió como El general bajó del carruaje sacudiéndose el polvo; le
un ternerito que busca la ubre de su madre-. Muuu ..... seguía el coronel que se arreglaba el penacho del sombrero.
­mugió­, acerca tu cuello, cariñito para darte un beso. A continuación, de un salto estuvo en tierra el rollizo mayor,
-¡Alma mía, levántate ya, por Dios santo! ¡Viene atenazaudo su sable bajo el brazo. Saltaron luego del vehículo
general con sus oficiales y tú con un cardo en el bigote! los espigados oficiales y el alférez que había viajado sentado
-¿El general? ¿Dices que viene el general? ¿Qué signilica · en las rodillas de uno de ellos. Finalmente, en lance acrobá-
esto? ¿Por qué demonios no me han despertado? ¿Y el· tico, los oficiales bajaron de sus cabalgaduras.
almuerzo, ya estará preparado todo? -El señor no se encuentra -exclamó un criado desde la
-¿Qué almuerzo? entrada.
-¿ Pero acaso no ordené preparar el almu�rzo? ­¿C6mo que no se encuentra? ¿Pero nos acompañará en
-¿Tú? Llegaste a las cuatro de la madrugada y fue inútil el almuerzo, verdad?
hacerte preguntas pues no me dijiste nada. No me atreví a -De ninguna mauera. Él permanecerá fuera todo el día.
despertarte por respeto a tu sueño -y añadió estas palabras Sólo regresará mañana hacia esta hora.
con un dejo dulce y suplicante. -¡Bonita invitación! -exclamó el general-. ¿Qué diablos
Chertokutski quedó paralizado por algunos minutos, con es esto?
los ojos a punto de vaciarse de sus órbitas, como si un rayo -Vaya broma la que nos han hecho -dijo el coronel que
lo hubiera partido. Luego saltó resueltamente de la cama, no pudo contener la risa.
olvidando que no era muy decoroso quedar en el solo -Pero esto no puede ser -continuó el general enojado-. 1
• I•
camis6n. ¡Demonios! ... Si se iba a desaparecer, ¿para qué invitaría?
-¡Qué animal soy! -exclamó, golpeándose la frente-: -Para mí es incomprensible cómo se puede proceder de
Pero si están invitados a almorzar. Qué vamos a hacer ahora. manera tan irrespetuosa -añadió el joven oficial.
¿ Ya se acercan? -¿Qué? -preguntó el general, que solía usar esta palabra
-No lo sé , en este instante deberían llegar. para dirigirse a un subalterno.
1
-Alma mía ¡escóndeme! ¡Eh! ¿Quién anda ahí? Tú, -He dicho, excelencia, que no se puede proceder de tau
muchacha estúpida, entra. ¿ Por qué te atemorizas? En este inaudita manera.
instaute vau a llegar unos oficiales. Diles que el señor no está -Por supuesto ... Algo debió ocurrir, pero él ha debido
en casa, diles que se marchó desde muy temprauo y que no avisarnos o simplemente no invitar.
regresará pronto. ¿Me has escuchado? Avisa a toda la servi- ­Así las cosas, excelencia, s6lo nos queda regresar ­inter­
dumbre, ¡date prisa! vino el coronel.
Diciendo esto, recogió al vuelo su bata y corri6 a escon- ,� -Es verdad, no queda otro remedio. Aunque de paso
derse en la cochera, pensando que sería refugio seguro. Pero podríamos echarle un vistazo a la calesa, aun sin su dueño.
acomodado allí en un rincón, comprendió que podría ser ¡Oye tú, ven acá!
descubierto. "¡ Era lo único que me faltaba!", dijo para sí. Y -Ordene, excelencia.
bajando el pescante del coche que tenía a mauo, se metió de -¿Eres el mozo de cuadra?
un salto en él, cerró tras de sí la portezuela y, para sellar su ­Sí, excelencia.
cobijo, la cubrió con la capota de cuero y permaneció en -Me parece que podrías mostrarnos la calesa que hace
completa quietud arrebujado en su bata. poco trajo tu señor.
122 123
NICOLÁS GÓGOL

-Como usted ordene, excelencia. Tengan la bondad de · EL RETRATO


acompañarme a la cochera.
Y tanto el general como los oficiales lo siguieron.
-Ahí está. Pero permítanme la voy a sacar pues allá es muy
oscuro.
-No se preocupe. Así está bien.
General y oficiales rodearon la calesa mirándola a diestra ·

y siniestra, examinando sus ruedas y pescantes.
-Francamente no tiene nada de especial -dijo el general-, 1
es un coche bastante corriente.
-Excelencia, creo no equivocarme al decir que este coche EN PARTE ALGUNA SE DETENÍA TANTA GENTE COMO ANTE
está lejos de costar los cuatro mil rublos -precisó uno de los la tienda de cuadros de Schukin Dvor". Esta tienda albergaba
oficiales. precisamente toda suerte de curiosidades que sea dable ima-
-¿Qué? ginar. En su mayoría cuadros pintados al óleo, recubiertos de
-Decía, excelencia, que está lejos de costar cuatro mil unap� verde oscura y puestos en marcos amarillo oscuro,
rublos. del color del oro falso. Algunos representaban el invierno con
-¡Pero cómo va a costar cuatro mil rublos esta cosa! Ni sus árboles blanquísimos, otros un atardecer llameante de
siquiera llegaría a los dos mil. Nada le veo de interesante, a rojo, como si se tratara del resplandor de un incendio; veía-
menos que dentro lleve algo especial..; Por favor, amigo, se también el campesino flamenco con su pipa humeante y
puedes bajar la capota ... un brazo en tan forzada postura, que más parecía un pavo con i ,'

Y ante la mirada de los oficiales apareció Chertokutski puños de encaje que un ser humano. Eran éstos los temas a
envuelto en su bata y ovillado de la manera más extraña. que se referían los cuadros de la tienda. A ellos es preciso
-¡Ah!, pero si es usted ... -exclamó el general petrificado. añadir algunos grabados como el que representaba el rostro
Dichas estas palabras, cerró la portezuela, dejó caer de Jozrev Mirza, con gorro de piel de cordero. Otras pinturas
encima de Chertokutski la capota y se dispuso a salir con los se ocupaban de generales desconocidos, cuyas cabezas lucían
señores oficiales. coronadas de gorros tricornios y en la cara una nariz aguileña.
Además de lo ya dicho, en puertas de tiendas así suelen
hallarse, por lo general, litografías impresas en grandes hojas
que exaltan el talento natural del hombre ruso. En una de ellas
se apreciaba a la zarina Miliktrisa Kirbítievna; en otra a la ciu-
dad de Jerusalén, por cuyas casas y templos se ha derramado
sin piedad pintura escarlata, cubriendo parte de la tierra; y a
dos fervientes mujiksrusos que se entregan al rezo sin quitar-
se sus manoplas.
A decir verdad son pocas las personas que se ocupan de
adquirir estas obras. En cambio los mirones proliferan. Un
'
1

'
1. Antiguo mercado de San.P�Í;;bur (Nota del traductor).
124 1 125
NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

criado olvidadizo ha caído en éxtasis frente a los cuadros, ­. creación de un joven autodidacta. De ser así, aunque sufrieran
mientras sostenía en su mano el almuerzo que recogió para la carencia de espíritu caricaturesco, habrían hecho gala de
su señor en la fonda, lo cual permite pensar que éste ya no. · un decisivo Ímpetu. Pero, sólo se reflejaba la torpeza y esa
sorberá una sopa muy caliente. : · estupidez impotente, esa debilidad que se había infiltrado en
Muy probablemente se han detenido ante las pinturas un · las filas del arte, cuando su verdadero lugar estaba, en verdad,
soldado con su capote y un comerciante del mercado de .. en otros oficios inferiores; era una torpeza fiel acsí misma y
baratijas que intenta promover un par de cortaplumas, o una · que hacía del arte algo ingenuamente artesanal, privado de
vendedora de la región de Ojtá, con una caja llena de zapatos. talento. Los mismos colores, el mismo estilo, la misma mano
Cada quien exterioriza su admiración a su manera: los mujiks fatigada y monótona, típica de un rudo pulso de autómata y
suelen hacerlo señalando con los dedos, los caballeros no de un ser humano.
observan con ínfulas de seriedad, los jóvenes lacayos y los Largo rato pasó el pintor frente a esos sucios cuadros, sin
aprendices de artesanos, hacen bromas entre si a costa de los hacer absolutamente ninguna reflexión sobre ellos, mientras
cuadros expuestos. Los viejos criados, envueltos en capote el dueño de la tienda, un hombre gris ataviado con capote de
de frisa', sólo se detienen a mirar los cuadros para nu1_T1r su frisa, que no se había afeitado desde el domingo anterior, le
muj�s}us�s
haraganería, y tanto las vendedoras como las hablaba sin cesar, ofreciendo sus productos y fijando precios,
llegan veloces alli por físico instinto, y Únicament� para oir ignorante de qué le gustaría y qué necesitaría Chartkov.
lo que dice la gente y para mirar lo que la gente mira. -Admire estos mujiks, o aquel paisajito. Cuestan veinti-
Entonces se detuvo ante la puerta de la tienda el joven cinco rublos. ¡Qué maravilla de pintura! ¡Es una fiesta para
pintor Chartkov que pasaba por el lugar. Su viejo capote y su los ojos! Acaban de traérmelos del estudio. La pintura está
vestido demasiado corriente mostraban a las claras que su todavía fresca. O llévese este invierno por quince rublos. Sólo
dueño se dedicaba con esmero al trabajo y que no tenía , el marco cuesta eso. ¡Qué prodigio de invierno! -Entretanto
tiempo para su arreglo personal, lo cual constituye siempre · el vendedor golpeó suavemente la tela para exaltar toda esa
secreto motivo de seducción para la juventud. Rió él en su maravilla invernal-. ¿No quisiera usted que se los empaque
interior ante semejantes esperpentos pictóricos y, en fin de junto� y se los lleve a su casa? Dígame, por favor, ¿dónde vive?
cuentas, le vino a la mente un pensamiento: a quién podrían ¡Eh!, chico, alcánzame una cuerda.
hacerle falta semejantes obras.Y no le sorprendió que el pue- =Espera, hermano, no corras tanto --exclamó sorprendido
blo ruso se embelesara con los Eruslán Lázarevich, los Tragones el pintor, al ver que el ágil comerciante empezaba ya a atar
y borrachos y los Forna y Erioma Los temas alli representados
3•
los cuadros. Y apenado de no comprarle nada, tras perma-
eran para ellos rútidamente comp�ensibles y m�y al ale.anee necer largo tiempo en la tienda, le dijo-: Bueno, espera un
de la gente. Pero ¿quién comprana esos colormes sucios y poco, veré si descubro por ahí algo que me agrade.
estridentes al óleo? ¿A quién le harían falta estos campesinos Dicho esto, agachándose comenzó a recoger del piso viejas
flamencos o aquellos paisajes rojizos y azulados que de preten- pinturas ajadas, polvorientas y de terrible aspecto que a buen
der ser el último grito del arte, sólo conseguían representar seguro no merecían ninguna consideración. Veíanse viejos
una honda degradación artística? Esto no era, al parecer, 1 retratos familiares que, quizás, no tenían descendencia en este
t mundo. Figuras por completo desconocidas en lienzos rajados
y marcos en ruina, es decir, todo un camposanto de trastos
2. Tela basta de lana (Nota del traductor).
inútiles. Pero el pintor, mientras examinaba aquellos restos,
3. Personajes
de cuentos y de pinturas rusos de finales del siglo XIX (Nota
del traductor). pensab a para si:' "D e pront o aparece a 1 go que me srrva
. " . No
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NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

pocas veces había escuchado que en tiendas así, hallábanse =Bueno, ¿y qué? Llévese el cuadro.
confundidas en la basura pictórica obras de reconocidos , -¿Cuánto cuesta? ---preguntó el pintor.
maestros. -¿Qué tanto puedo ofrecerle por él? ... Digamos sesenta
El dueño, advirtiendo que el visitante se entretenía en su y cinco kópecs,
búsqueda, dejó de abrumarlo con su amabilidad, y reco- -No.
brando su acostumbrada suficiencia, regresó a la puerta y -¿ Y en cuánto le convendría? �
empezó de nuevo a convocar a los transeúntes, extendiendo -Que sean veinte -repuso Chartkov con intención de
su brazo para mostrarles la tienda: marcharse.
=Por aquí, caballero, observe qué calidad de cuadros .. .' ­Es un precio irrisorio. Por veinte kópecs no compraría
Sigan, sigan, con gusto los atenderemos. usted ni un marco. ¿No quisiera regresar mañana? Señor,
Harto de gritar, y las más de las veces sin fruto alguno, y señor, añada aunque sean diez kópecs y venga por él. En fin ...
harto también de hablar hasta la saciedad con el vendedor de lléveselo, lléveselo. A decir verdad le hago rebaja por ser la
retales de la acera del frente, se acordó entonces de que había primera venta del día. Y acto seguido, el dueño ejecutó un
un cliente en el interior de la tienda, tras lo cual dio la espalda ademán con la mano como diciendo: "Así es la vida, regala-
a la gente y entró. remos el cuadro".
=Bueno, y qué, caballero, ¿encontró algo que le guste? Fue así como Chartkov, sin proponérselo, compró el viejo
El pintor llevaba ya su tiempo paralizado ante un retrato retrato. Y pensó: "¿Por qué lo habré hecho? ¿Para qué lo
de inmenso marco que antaño fue magnífico y que sólo restos necesito?" Pero ya nada se podía hacer. Sacó del bolsillo veinte
del dorado del ayer le quedaban. kópecs, los puso en la mano del vendedor, y tomando el retra-
El cuadro mostraba a un viejo enjuto, de color bronceado to bajo el brazo, se marchó a su casa. Por el camino recordó
y pómulos salientes. Las facciones parecían plasmadas en un que los veinte kópecs que acababa de gastar eran los últimos
rapto de brioso dinamismo, y nada nórdico había en su sem- que le acompañaban. Tal pensamiento lo ensombreció. Una
blante, pues el ardoroso mediodía parecía encarnar en su ser. sensación de enfado y de indiferente vacío se apoderó de él.
Lucía una amplia vestimenta asiática. A pesar de que el polvo "Diablos, ¡qué vida tan miserable!", refunfuñó, como suelen
se había adueñado del cuadro, cuando el pintor corrió con su hacer los rusos cuando las cosas les salen mal. Y avanzó casi
mano el velo de la suciedad, descubrió el pincel de un gran mecánicamente con paso rápido y ausente de todo. El fulgor
artista. Al parecer el cuadro era inacabado, pero la fuerza del escarlata del crepúsculo vespertino ya bañaba la mitad del
pincel no dejaba dudas. Había una maestría indecible en sus cielo y las casas que miraban hacia aquel fulgor eran cubiertas
ojos, en los que desde luego el retratista aplicó toda la exce- por un tenue manto de reflejos. La luz yerta y azulosa de la
lencia de que fue capaz. Aquellos ojos verdaderamente, luna intensificaba sus rayos, y suaves sombras semitransparen-
miraban, como si con el fuego de sus pupilas quisiera crear tes de casas y personas desmayábanse en franjas contra el piso.
en el cuadro un abrupto desequilibrio. Cuando acercó el El pintor alzó lentamente los ojos hacia el firmamento y, al
retrato a la puerta los ojos miraban con patética intensidad, tiempo que contemplaba una claridad tenue y fina, dejaba
y entre los curiosos suscitó la misma impresión. A espaldas escapar estas palabras:
de Chartkov, una mujer exclamó: -¡Qué tono tan suave! ¡Es una lástima! ¡Maldita sea! -Y
-¡Me miran! ¡Me miran! -y dio un paso atrás. acomodando el cuadro que constantemente se le escurría bajo
Y tocado por una impresión desagradable, colocó de nuevo el brazo, aceleró su andar.
el retrato en el suelo, Cansado y sudoroso llegó a su casa, situada en la línea
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NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

decimoquinta de Vasílievski Óstrov. Con jadeante dificultad -Sin duda vendría a cobrar -añadió el pintor con gesto de
subió la escalera manchada de inmundicias y adornada de· desagrado.
numerosas huellas de perros y gatos. Tocó a la puerta, pero·· -Lo grave es que no vino solo -anotó el criado.
no obtuvo respuesta. La casa estaba vacía. Chartkov se apoyó. -¿ Y con quién vino?
en la ventana mientras aguardaba pacientemente hasta -No sé quién sería. Al parecer un guardia.
cuando, pasado un tiempo, escuchó a sus espaldas los pasos : -¿ Y qué tiene que hacerun guardia aquí? ,
de un joven en camisa azul que venía. Éste le servía a la vez , ­No sé qué tenga que hacer, pero dijo, eso sí, que venía
de criado y de modelo, le mezclaba los colores y era tan hábil
1
porque no le habían pagado el arriendo.
en barrer el piso como en ensuciarlo luego con sus botas. -Bueno, ¿y qué se proponen?
Se llamaba Nikita y siempre estaba fuera de casa cuando -No tengo idea. Dijo que usted, sencillamente quiera o
su amo salía. Durante largo rato Nikita se esforzó por hacer no, tendrá que desocupar. Ambos quieren volver mañana.
entrar la llave en la cerradura que literalmente no se veía a . -Pues que vengan -repuso Chartkov con sombría indife-
causa de la oscuridad. Por fin la puerta se abrió. Chartkov rencia. Y la congoja invadió su ánimo.
entró en su vestíbulo, donde un frío insoportable reinaba, El joven Chartkov era un pintor de talento que prometía
como ocurre en las casas de los pintores, sin que éstos lo venturosos resultados. En ocasiones, su pincel demostraba un
perciban. Esta vez no entregó su capa a Nikita sino que se fulgurante vuelo imaginativo así como aptitud observadora
dirigió a su estudio, una habitación grande y cuadrada, de e intimidad con la naturaleza.
techo bajo, ventanas congeladas y repleta de toda suerte de "Debes obrar con cautela, muchacho", solía advertirle su
utensilios artísticos: fracturados brazos de yeso, marcos con profesor, "tienes talento y sería un pecado si lo matas. Tú no
lienzo, bocetos inacabados, trapos dispersos sobre las sillas .. · eres paciente. Si algo te atrae, ese algo devora tu atención y
, adueñado d e Chartkov. Se quitó el capote, �
La fatiga se babia todo lo demás queda relegado como si nada valiera. Ni
colocó maquinalmente el cuadro entre dos lienzos no muy siquiera te detienes a mirar de qué se trata. Ten cuidado, no
grandes y se tumbó en un angosto divancito, del que no se vayas a convertirte en un pintor de los que están de moda.
podría decir que alguna vez estuvo forrado en cuero, porque Tus colores empiezan a delatar una riesgosa intensidad. Tus
la fila de clavos de cobre que antaño lo sostuvieron, desde dibujos son poco rigurosos.Y a veces tan endebles que la línea
hacía tiempo se había caído y el cuero también veíase suelto, se torna invisible. Te dejas arrastrar por los chillones colores
lo que Nikita aprovechaba para guardar dentro calcetines, ··J de moda; eso es lo que primero salta a la vista. ¡Cuidado!,
camisas y toda la ropa sucia. Se sentó, y tratando de estirarse vas a caer en el estilo de los ingleses. A tomar precauciones
tanto como se lo permitiera el angosto diván, Chartkov pidió pues ya te está seduciendo el mundo; ahora ya se te ve con
una vela: elegante pañuelo al cuello y sombrero lustroso ... Es muy fácil
-No hay velas -respondió Nikita. y bastante tentador dedicarse a pintar cuadros a la moda y
-¡Cómo que no hay velas! hacer retratos por dinero, pero así, en vez de desarrollar el
-Bueno, ayer ya se habían acabado. talento, lo matas, medita bien cada trabajo y aléjate del oro,
El pintor recordó que, efectivamente, el día anterior se deja que otros corran tras de él. Ya tendrás lo tuyo."
habían visto privados de lumbre, se tranquilizó y se mantuvo No puede negarse que al profesor le asistía toda la razón.
en silencio. Ayudado por Niki ta se desvistió y se puso una vieja A veces, en efecto, el pintor sentía deseos de jactarse, de
bata raída. divertirse, en una palabra, quería poner de relieve su juven-
-Pero es que además vino el dueño de la casa -dijo Nikita. tud. Mas, a pesar de todo, lograba frenar sus propensiones.
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¡ 1
NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

A veces era capaz de olvidarlo todo cuando tomaba el pincel ·. ven? Estudios, bocetos; bocetos, estudios y bocetos sinfín.¿ Y
y abandonarlo luego como quien dice adiós a un magnífico '. quién los va a comprar si nadie conoce mi nombre?¿ Y de qué
sueño. Su gusto iba enriqueciéndose de manera notable. Su ; le servirán a alguien copias de esculturas antiguas, y los
comprensión no abarcaba todavía la profundidad de Rafael, bocetos que hice en el primer curso de modelos al natural, o
pero sentía el imán del ágil y vasto pincel de Guido; ya se mi inconclusa y querida 'Psique', o la perspectiva de mi
extasiaba con los retratos de Tiziano, ya quedaba subyugado habitación, o el retrato de mi criado Nikita, aun.que a decir
por la pintura flamenca. Para él también había un aura de verdad, este cuadró es mejor que cualquiera de los retratos
misterio en los cuadros antiguos y algo intuía en cada lienzo '; que hacen los pintores de moda? ¿Por qué me atormento,
Disentía de su profesor en la certeza de que los maestros nos devanándomc los sesos como un colegial frente al abecedario,
habían tomado una ventaja inalcanzable. Incluso llegaba a cuando podría destacarme como otros y como ellos tener
pensar que el siglo XIX les había permitido avanzar de manera fortuna?".
considerable y que la imitación de la naturaleza se había hecho Así reflexionaba el pintor, cuando se sintió tocado por un
viva, reluciente y precisa. En pocas palabras, él pensaba al súbito temblor y empalideció: sentía la mirada fija de ese
respecto como esos jóvenes que, habiendo logrado su come- rostro convulso y desfigurado que lo miraba desde el lienzo.
tido, se sienten habitados por la ufana plenitud. A veces, le Dos inclementes ojos se clavaban en él como si fuesen a
indignaba ver que un pintor extranjero, francés o alemán, sin devorarlo. En su boca brillaba el terrible mandato de callar.
dominar siquiera el dibujo, levantara revuelo general a su Chartkov, asustado, quiso llamar de un grito a Niki ta que ya
alrededor e hiciera capital en un minuto, sin más mérito que se había dormido en el vestíbulo y roncaba como un titán.
el hábito o la rutina de ejecutar con ágil pincel colores vivos. Pero de repente se detuvo y sonrió. El temor se desvaneció;
Pensamientos así sólo llegaban a su mente, no cuando se se trataba sólo del retrato que acababa de comprar y que había
entregaba por entero a su trabajo y se olvidaba de almorzar, olvidado por completo.
de comer, de beber y de todo el mundo, sino cuando lo El esplendor de la luna iluminaba todo el cuarto, su luz se
acosaba con Ímpetu la necesidad, cuando carecía de una derramaba sobre el cuadro, infundiéndole una extraña vida.
moneda para comprar pinceles y pinturas o cuando el imper' Chartkov se acercó para examinarlo y limpiarlo. Lo frotó
tinente patrón llegaba diez veces al día para cobrarle el insistentemente con una esponja mojada, le limpió casi toda
arriendo. Era entonces cuando en su hambrienta imaginación la mugre y el polvo acumulados y lo colgó en la pared, que-
se dibujaba el envidiable porvenir de un artista adinerado. dando todavía más maravillado ante aquella obra espléndida:
Hasta rondaba su mente aquella idea que suele tomarse el el rostro había cobrado vida y los ojos lo miraban de tal modo,
pensamiento de los rusos: ahogar en alcohol las penas, que erizado dio un paso atrás y pasmado de asombro articuló
mandarlo todo al diablo, para decirle no al mundo entero. balbuceante:
Ahora se hallaba al borde de este trance. -¡Miran! ¡Miran! ¡Son ojos humanos!
"¡Aguanta! ¡Aguanta!", se dijo con enfado. Pero la pacien- De repente llegó a su memoria la historia antes oída a su
cia también termina por agotarse. "¡Aguanta! ¿ Y con qué W profesor, sobre un retrato de Leonardo da Vinci. El célebre
i�
dinero almorzaré mañana? Nadie me prestará ni una moneda. ! pintor se había entregado varios años a trabajarlo sin que lo
Y si resuelvo ofrecer todos mis cuadros y dibujos, no me darán considerase acabado, aunque en palabras de Vasari era
por ellos más de veinte kópecs. Comprendo que tales traba- apreciado por todos como una obra concluida, la suma de la
jos me han sido de utilidad. Ninguno fue ejecutado en vano. perfección artística. La mayor excelencia eran los ojos que
Cada uno me procuró una enseñanza. Pero ¿de qué me sir- dejaban sin habla a sus contemporáneos. Hasta le había
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NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

pintado unas casi imperceptibles venitas, nada había quedado: · de espaldas a éste hizo un gran esfuerzo para no mirarlo, pero.
por fuera del lienzo. involuntariamente sus ojos se volvían hacia el cuadro. Por
Sin embargo, el retrato que Chartkov tenía delante de sí · ; último tuvo miedo hasta de caminar por la habitación. Su
le producía espanto. Aquello rebasaba las fronteras del arte', , temor le decía que había alguien situado cerca de su espalda
quebrando incluso la propia armonía del cuadro. Sí, tenía ojos y a cada paso volvía temeroso la cabeza.
vivos, ¡ojos humanos! Parecía como si se los hubieran sacado: La cobardía nunca formó parte de su ser, pero..,sus nervios
a un ser viviente y los hubieran puesto allí. El cuadro no ins- ·. y imaginación acusaban una sensibilidad extrema. No lograba
su
piraba esa admiración que impregna el alma entera al ver una· explicarse ese ciego sentimiento de temor. Se acomodó en
genuina obra maestra, por terrible que sea el tema elegido un rincón, pero también allí sintió que un extraño lo miraba
por su artífice. Producía un mórbido sentimiento de horror.. a la cara, asomando súbitamente la cabeza por detrás de su
"¿Qué significa esto?", se preguntaba instintivamente. "¿No hombro. Ni siquiera los ronquidos de Nikita, que llegaban
es acaso esto la pura naturaleza? ¿ Por qué engendra este desde el vestíbulo, lograban mitigar su miedo. Entonces,
sentimiento extraño y desagradable? ¿ Acaso la grosera copia Chartkov, sin alzar la mirada, se puso en pie, dio vuelta al
literal de la realidad no constituye en sí misma un crimen y , biombo y se tumbó en la cama. Su mirada se introdujo por
parece un discordante chillido? ¿No será que el tema abordado . las rendijas del biombo, vio el cuarto que refulgía bajo la luz
con dejadez, sin tino sensitivo, sólo representa una realidad:· de la luna y el retrato colgado justo enfrente de sus ojos. Las
horrible, sin esa magia secreta que arroja luz sobre la materia pupilas del retrato se clavaron en él aún con mayor ímpetu y
entera? Se repite la escena de aquél que movido por el ansia fijeza. Y le pareció como si esos ojos hubieran sido pintados
de descubrir la maravilla humana, se acerca empuñando el sólo para mirarlo. Chartkov, con el corazón agobiado, resolvió
escalpelo, abre y encuentra la horrible interioridad del levantarse, cogió una sábana y cubrió el retrato.
hombre. Así las cosas, el pintor se recostó en la cama, ya más sose­
"¿ Cómo explicarse que un artista pinte sencillamente la ·· gado. En su mente fluyeron pensamientos sobre su mísero
naturaleza y de tal forma que nunca llega a degradarla, y más destino de pintor y sobre el abrupto camino que todavía le
bien, por el contrario, suscite la placidez de una serena ; aguardaba, mientras residiera en este mundo. De cuando en
emoción? ¿ Y por qué ese mismo objeto en manos de otro cuando, su mirada se desviaba involuntariamente hacia el
pintor se envilece y contamina aunque el artista haya sido fiel cuadro envuelto en la sábana, que podía divisar a través de
a la naturaleza? Pero no. Es que le falta la luz interior, es como las rendijas del biombo. La luna dio a la sábana un fulgor
ese paisaje al natural, que se verá mutilado si en su cielo no plateado. A Chartkov se le antojaba que el terrible brillo de
hay un sol." aquellos ojos traspasaba la tela. Dominado por el horror miró
Chartkov se dirigió de nuevo al retrato para observar sus fijamente como para convencerse de que todo aquello era un
ojos maravillosos, y con terror advirtió que, efectivamente, absurdo. Mas de súbito lo vio de verdad ... lo vio con absoluta
lo miraban. La obra que tenía ante sí no representaba una nitidez: ya no estaba la sábana ... y el retrato, descubierto, lo
mera copia de la naturaleza, sino la insólita vida que resplan- miraba como queriendo penetrar en lo Íntimo de su alma, sin '1
'1
dece en un muerto que abandona su tumba. Quizá la propia detenerse para nada en cuanto había a su alrededor..; '

luna le infundía un éxtasis delirante y todo parecía envuelto Entonces a Chartkov se le heló el corazón: ante su mirada i
1
í

en formas diversas y contrarias a la luz del día, entonces, de el viejo se movía, y de repente, apoyándose en el marco con
súbito, Chartkov cayó presa del miedo de hallarse a solas en las dos manos, sacó ambas piernas y saltó fuera del cuadro ... ¡
la habitación. Se apartó en silencio del retrato y colocándose . Por las rendijas del biombo veíase el marco vacío. El recinto
134 135
NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

se fue llenando con el eco de unos pasos que se acercaban ale Un sudor frío lo bañaba, Tan fuerte se estremecía su
biombo más y más. El desdichado pintor sinti6 que el corazón corazón que parecía como si fuera a reventarse, y su pecho
iba a salírsele de entre el pecho. Represando el aliento y no estaba tan oprimido como si estuviese pronto a exhalar el
sin terror, aguard6 a que el viejo apareciera por detrás del ; último suspiro. "¿Estaré soñando?", se preguntó tomándose
biombo. Y tal como lo sospechaba, vio ante sí a un viejo de la cabeza con las manos. Pero esta horrible representación en
tez bronceada y grandes ojos devoradores. Chartkov quiso ; nada se parecía a un sueño. Ya despierto vio cqmo el viejo
gritar, pero su garganta se había quedado sin voz, quiso' retornaba al marco. Y hasta pudo notar c6mo ondeaba su
''
moverse, ejecutar algún movimiento, pero sus miembros no ancha túnica, La propia mano del pintor guardaba todavía con '
'
le obedecieron. claridad la inequívoca sensación de haber sostenido algo muy
Demudado y sin aliento, contempl6 a ese horrible gigante ' pesado un instante antes,
afantasmado, cuyo cuerpo lucía envuelto en una amplia y rara' Una ráfaga lunar bañaba el aposento, irradiando en medio
túnica asiática. Y esperó a ver qué ocurriría. Enseguida, el de lo oscuro ya un lienzo, ya un brazo de yeso, un paño
viejo se acomod6 casi a sus pies y de entre los pliegues de su abandonado sobre una silla, un pantalón o unas botas sucias.
holgada túnica extrajo algo. Era una bolsa. El viejo la abrió y Sólo entonces Chartkov tuvo conciencia de que no estaba
tomándola por los dos extremos la sacudi6. Con ruido sordo acostado, sino de pie ante el retrato, sin aclararse c6mo había
cayeron al suelo unos pesados rollitos largos; cada uno estaba ido a parar allí. Y su asombro no tuvo límites al advertir que
envuelto en papel azul y con la inscripción "mil rublos de oro". el cuadro se hallaba descubierto, sin sábana alguna, Petrificado
El viejo sac6 de las anchas mangas sus largas manos huesudas,' de espanto vio cómo esos vivos ojos humanos lo miraban con
y procedió a deshacer los rollos. Refulgi6 el oro. A pesar de mirada escrutadora. Un sudor yerto empapó su rostro. Quiso
que un sentimiento de pavor lo tenía al borde del desmayo, emprender la huida, pero sinti6 como si sus pies estuvieran
el pintor fijó la mirada en las áureas piezas que fulguraban y enterrados en la tierra, Y se persuadi6 por completo de que
tintineaban con seco y suave sonido. Luego aquellas esquelé- aquello no era un sueño. Vio que en el rostro del viejo las
ticas manos rehicieron los rollos. facciones se contraían y los labios se estiraban hacia Chartkov,
De pronto el pintor cayó en la cuenta de que uno de los , como si quisieran devorarlo." El pintor dio un salto atrás
paqueticos había rodado hasta la cabecera de su cama'. Con emitiendo un alarido delirantc..; y volvió a despertar.
tembloroso gesto lo recogi6 maquinalmente, mir6 con cau- "¿Habré soñado de nuevo?" Mientras el corazón se desbocaba
tela en torno, temiendo que el viejo lo hubiese descubierto. en su pecho, pasó la mano por los objetos que le rodeaban:
'1
Pero éste parecía en extremo atareado: reunió sus rollos, los no había cambiado la posición en que se había dormido. El l
volvió a introducir en la bolsa' y sin mirar para nada a biombo, ubicado enfrente suyo, dejaba ver por entre las
Chartkov, desapareció tras el biombo. hendiduras el resplandor lunar que bañaba el aposento; el 1

El corazón del pintor latía con desesperación al oír él cuadro estaba en su lugar, cubierto con la sábana, tal como ''
'

rumor de los pasos que se alejaban por el cuarto. Agarr6 con él lo había dejado. Quería decir, ¡que seguía soñando! No
vehemencia el paquete entre las manos, mientras su cuerpo obstante, el puño cerrado aún conservaba la impresi6n de
entero temblaba. Entonces oy6 que de nuevo los pasos se aferrarse a algo. Su corazón latía a marchas forzadas y su
acercaban al biombo; al parecer el viejo not6 que un rollo le pecho experimentaba un peso superior a sus fuerzas. Puso su
faltaba. Entonces Chartkov lo vio de nuevo detrás del biombo. mirada fija en la sábana a través del intersticio. Vio a las claras
Presa de espanto, atenazó entre sus dedos el envoltorio que la sábana comenzaba a moverse cual si bajo ella hubiese
conquistado, dejó escapar un alarido,., y se despertó. unas manos que pugnaran por deshacerse de su presencia.
j'
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NICOLÁS GÓGOL
EL RETRATO

"¡Dios santo, qué es esto!", exclamó Chartkov, santiguán­ conjunto de su mirada y de su expresión, el viejo quería
dose ... y despertó. · . decirle que, en efecto, su visita de la noche anterior había sido
¡También era un sueño! El pintor saltó de su lecho como. · real. En la mano de Chartkov estaba fresca la sensación del
un orate, desmemoriado, sin comprender si había sido tocado
p;; �Cdelirio, si una pesadilla lo visitaba, si estaba bajo el peso de algo que aprisionaba hasta hacía sólo un minuto y que
le habían arrebatado. Incluso pensó que de haber atenazado
gobierno de la fiebre o de una visión real. Ávida por sosegar . con más brío la mano, no le hubiesen podido arsancar aquel
su ánimo como fuera y serenar la sangre que golpeaba ver- · rollo y lo retendría aun al despertar.
tiginosamente su pulso, c��rien�o por sus ve��s, a�r�ó el ,' -¡ Santo Dios!, si al menos hubiese retenido una parte de
postigo de la ventana. El gehdo·viento le devolvió el ammo. ese dinero -musitó lanzando un hondo suspiro.
La plateada luz de la luna chorreaba sobre los tejados y las Y su imaginación le trajo el momento en que la bolsa se
níveas paredes de las casas, mientras las nubes empezaban a abría dejando caer los rollos, con la seductora inscripción:
cruzar, una tras otra por el cielo. Se respiraba quietud. A "Mil rublos de oro". Al abrirse los envoltorios el oro refulgía
veces, llegaba hasta su oído el remoto cascabeleo de una calesa
y de nuevo se cerraban.
de alquiler, cuyo cochero cabeceaba de sueño en alguna lejana . Chartkov se sentó cansado, fijando la mirada en un punto
callecita, zarandeado por el animal, mientras aguardaba a un . perdido, con los ojos en blanco, impotente para apartar de sí
pasajero que no llegaba. Largo tiempo permaneció asomado aquella visión, como el niño que ante un manjar dulce debe
a la ventana. El cielo anunció la llegada del alba. Finalmente
resignarse a pasar saliva mientras otros lo saborean. Seguía
el cansancio lo venció, cerró la ventana de un golpe, se dejó sumido en lo suyo cuando un golpe en la puerta lo sacudió
caer en la cama y en breve se profundizó en el sueño.
desagradablemente. De pronto entró el dueño de la casa y un
Tarde abrió los ojos, con la ruda sensación de qNe una
oficial, cuya presencia, como es usual, incomoda más a un
espesa capa de óxido carbónico había pasado por sus narices. humilde que el mendigo al ricachón .. El dueño de la pequeña
Un fuerte dolor aletargaba su cabeza. En el cuarto se respiraba
casa donde vivía Chartkov era de esas criaturas que suelen
una atmósfera sombría. Una humedad incómoda penetraba encontrarse en cualquiera de las casas de la línea decimoquinta
por las rendijas de las ventanas, atiborradas de telas y cu��ros. de Vasílievski Óstrov en las afueras de la ciudad, en Peters-
Acongojado y tan poco conforme como un gallo después de burgskaia Storoná o en algun sitio de Kolomna, un ciudadano
un chaparrón, se sentó en su destartalado di�án, sin saber qu� de ésos que abundan en Rusia y cuyo carácter tiene el tono 1
!

hacer, a qué dedicarse, hasta que su memoria le reconstruyo ambiguo de un chaleco descolorido. En su juventud fue
entero aquel sueño. Cada escena iba cobrando una vivacidad
1

!
capitán y buscapleitos; habíase dedicado también a asuntos 11

tan extraordinaria que llegó a dudar de si había sido un sueño;


estatales.Amigo de propinar palizas, despabilado, prepotente
algo sencillamente engañoso o más que eso: una aparición. ! l
y tonto. Mas ahora, en la vejez, tan magnánimos atributos 11
Luego de que hubo arrancado la sábana del cu�dro, con- se habían convertido en un cóctel insípido. Además de haber
1

templó a la luz del día el extraño retrato. En especial los OJOS


1

enviudado y de haberse retirado, ya no presumía ni fanfarro-


lo paralizaron con su extraordinaria vivacidad, pero no ad-
neaba, ni gustaba de pendencias. Su especialidad era entre-
virtió ahora en ellos ningún efecto aterrador, salvo la
garse a hablar de las más variadas estupideces mientras tomaba
desagradable sensación que le dejaban. Así y todo, no logró el té. Solía pasearse por su cuarto enderezando una gastada
persuadirse a sí mismo de que había sido un sueñ�, y tenía)ª vela, y terminado el mes, se presentaba puntualmente ante
ambigua impresión de que dentro del prop10 sueno se había los inquilinos para cobrar el valor del arrendamiento, luego,
filtrado un pedazo de realidad. De pronto sentía que con.el
llave en mano, salía a la calle para inspeccionar el tejado de
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139
¡
1
!
NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

su casa, y con no poca frecuencia echaba de su escondrijo al Ni siquiera se le ha ocurrido representar un cuarto aseado y
guardia que se refugiaba allí para dormir. En pocas palabras" P" en orden, pero ahí lo tiene, pintado con su basura y con las
era uno de esos pensionados a quien tras una vida disparatada; porquerías que lo acompañ¡m. Usted mismo puede ver cómo
y luego de verse zarandeado en todos los caminos, sólo le ha ensuciado la habitación: observe con detenimiento. Tengo
quedaba el legado de la ruindad. inquilinos que ya llevan siete años viviendo aquí, el teniente
-Tenga usted a bien,Varuj Kuzmich---dijo el dueño de casa, coronel, Anna Petrovna Bujmísterova ... �o I>.os diga�_os {
dirigiéndose al oficial con enfático adernán=, darse cuenta de
que se obstina en no pagar el arriendo.
me�tiras, no hay peor inquilino que un pintor. Vive como un
prn;r�o. Que la Divina Providencia los manteuga..laj,,s..de
¡fil.
-¿ Y qué puedo hacer yo, si no tengo dinero? Espere, ya le nosotros, _
pagaré. Y el pobre pintor debió escuchar estoicamente todo
-Se acabó el plazo, amigo mío =anotó indignado el dueño aquello. Mientras tanto el oficial resolvió echarles un vistazo
de casa, mientras agitaba la llave-«. Hace ya siete años que a los cuadros y bocetos; y descubrió que su alma era más
vive en mi casa el teniente coronel Potogonkin, así como sensible al arte qne la del dueño de la casa y que por lo tanto
Anna Petrovna Bujmísterova, quien tomó en arriendo el no se comportaba con indiferencia ante las obras pictóricas.
cobertizo, una cuadra para dos caballos y tiene a su servicio -Ja, ja, ja -rió en tono burlón, mientras señalaba con el
tres criados. ¡ Ésos sí son inquilinos! Aquello de no pagar, el dedo un lienzo que representaba a una mujer desnuda=, el
arriendo está fuera de los hábitos de esta casa. Así que a tema no deja de ser atrevido ... Bueno, y aquél ¿por quétiene
cancelar o a marcharse. una mancha oscura bajo la nariz? ¿Acaso se ha tiznado con
=Sí, lo mejor es que usted cancele =anotó el oficial, al tabaco?
tiempo que meneaba la cabeza y agarraba un botón de su -Es una sombra =replicó con severo acento Chartkov, sin
uniforme. siquiera mirarlo.
-¿Con qué voy a pagar? No me acompaña ni un kópec, -Pero debajo de la nariz es un lugar demasiado visible
­En ese caso, cancele entonces con los artículos que usted =añadió el oficial-. ¿ Y aquel cuadro? =continuó mientras se
produce =añadió el oficial-. Tal vez Iván Ivánovich acepte sus acercaba al retrato del viejo-. ¡Da miedo verlo! Y si viviera
cuadros. no sería menos aterrador. ¡Es idéntico al Gromoboi!' ¿Quién
-¡Oh!, eso no padrecito. Le agradezco sus cuadros. Otra está en el retrato?
sería la situación si esos cuadros estuviesen engalanados -Allí representé a un tal ... =comenzó Chartkov, mas no
por un tema noble, dignos de ser colgados en una pared: pudo continuar la frase porque un ruido lo alarmó. Al parecer
digamos, un general ostentando sus estrellas, o el propio el oficial había aplicado demasiada fuerza al marco del retrato,
príncipe Kutúzov4• Pero, vaya, lo que se le ha ocurrido pin- lo cual no le era difícil, dada la tosquedad de sus manos
tar: un mujik, un mujik en mangas de camisa.Y no es otro que policiales. Al hundirse los listones laterales, cayó al suelo un
el propio criado que le prepara las pinturas. ¡Dedicarse a objeto pesado que produjo un tintineo y que estaba envuelto
pintar a semejante cerdo! A ése le voy a dar una paliza. El muy en una papel azul. Chartkov vio de inmediato la inscripción
bribón se ha dedicado a arrancarme todos los clavos de los "mil rublos de oro". Como un demente, el pintor se lanzó a
pestillos. Observe usted los temas que elige: su habitación.

4. Mijaíl Kutúzov (1745­ 181 3). Mariscal de campo ruso, cuya fama creció' !; . Personaje de una balada del poeta romántico Vladímir Zhukovski (1783­
al vencer a Napoleón en la guerra de r 8 I 2 (Nota del traductor). 1 8 52) (Nota del traductor).
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NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

recoger el rollo, lo sujetó con frenesí tembloroso en una éstos terminarían arruinados. Chartkov pensó:"¿ No será que
mano, que debió dejar suspendida a causa del peso. algún abuelo resolvió legar a sus nietos el regalo que se
-Me pareció haber oído sonar dinero -dijo el oficial que. ocultaba en el marco de ese retrato de familia?".
aun habiendo percibido el sonido de un objeto al caer, no Dominado por una alucinación romántica, llegó a interro-
pudo confirmarlo ante la presteza con que Chartkov recogió garse si no habría una conexión misteriosa entre este aconte­
el envoltorio. cimiento y su destino, si la existencia del retrato no estaría
-¿ Y por qué se interesa usted por lo que yo tenga? , atada a la suya, y si el hecho de que el cuadro hubiese llegado
-Lo que a mí me interesa es que usted pague ahora mismo a sus manos, no significaba de hecho el cumplimiento de una
el arriendo.Yo sé que tiene dinero, pero no le da la gana pagar. ley inexorable. Con curiosidad procedió a examinar el marco.
Es eso lo que me interesa. A un lado veíase una hendidura que podía disimularse por
-Bien, le pagaré hoy mismo. , • entero ajustando el marco, así que de no haber oprimido la
-¿Por qué no lo ha hecho antes, importunando al dueño manaza del oficial el marco, aquel envoltorio se habría que-
de casa y hasta a la policía? • dado allí para toda la eternidad. Chartkov se lijó en el retrato
-La verdad es que no quería tocar este dinero. Le pagaré y advirtió una vez más su buena factura, no sin admirarse de
hoy mismo y me cambiaré a otro lugar. No deseo tener la excelencia de sus ojos. Ya no le transmitían el hálito de
relación alguna con un dueño de casa como éste. horror de antes, pero una instintiva prevención agitaba todavía
-Bueno, Iván Ivánovích, hoy le pagarán -añadió el oficial su alma.
volviéndose hacia el dueño de casa-.Y si esta tarde no lo han -No-dijo-, seas el abuelo de quien seas, te protegeré con
hecho, podrá informarme de inmediato, que yo me las veré un vidrio y a cambio de lo que me has dado te pondré un
con el señor pintor. ' marco dorado.
Dicho esto, el oficial se caló el tricornio y salió al vestíbulo, Dicho lo cual puso la mano en el montón de oro que terna
mientras el dueño de casa lo seguía cabizbajo, sumido en la delante de sí, y al tocarlo, su corazón empezó a latir como si
incertidumbre. pugnara por liberarse de su encierro.
"Gracias a Dios se han ido al diablo", dijo para sí Chartkov "¿Qué haré con el oro?", se preguntó posando la mirada en
al oír que la puerta se cerraba. la pila áurea. "Con esto podré· cubrir mis necesidades de
Luego se asomó al vestíbulo, se deshizo de Nikita con un por lo menos tres años. Podré recluirme en mi cuarto y
pretexto a fin de que nadie lo importunara y, tras cerrar la trabajar. Digamos que tendré asegurado para adquirir pintu-
puerta, regresó a su habitación; ávido de impaciencia empezó ras, para las comidas, para el té, para la subsistencia y hasta
a deshacer el envoltorio. para el arriendo también habrá. Ahora nadie vendrá a recla-
Eran rublos de oro, todos tan nuevos que despedían el marme nada, ni a importunarme. Voy a adquirir un excelente
fulgor del fuego. Sospechando que rozaba el delirio, se sentó maniquí, encargaré un torso de yeso, modelaré unas piernas,
junto al oro, preguntándose si no estaría sumido de nuevo en pondré una Venus, obtendré grabados de los mejores cuadros
el sueño. El envoltorio contenía mil rublos de oro exactos, que encuentre. Y si me consagro tres años a la pintura, traba-
tal como los había visto en el sueño. Uu rato estuvo mirán- jaré para mí sin ceder al afán, sin preocuparme por vender y
dolos y remirándolos, mientras los agitaba de una mano a la todos quedarán a la zaga de mis conquistas artísticas".
otra tratando de hacerse claridad. Revivieron en su memoria. Así se expresaba mientras oía los consejos de su pensa-
'
aquellas historias de tesoros y cofres con escondrijos secretos, miento. Pero una voz más impetuosa brotaba de su interior.
que los antepasados dejaban a sus nietos con la certeza de que Y al volcar su mirada en el oro sentía que el ardor de sus
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1"1"ICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

veintidós años y de su fogosa juventud reclamaban manifes,- extraño hizo renacer en su alma el imperioso deseo de atrapar
tarse. Ahora podía tener sin esfuerzo lo que antes añoraba· la fama por el cuello y de mostrarle al mundo de lo que era
desde lejos con ojos envidiosos mientras debía limitarse a capaz. Parecía que a su oído llegaba ya el vuelo de las excla-
pasar saliva. ¡Oh!, cómo se inundaba de júbilo su corazón al maciones: "Chartkov, Chartkov" "¿ Ya vieron el cuadro de
pensar en todo aquello. Engalanarse con un frac de moda, Chartkov?" "Qué pincel tan diestro el suyo" "¡Qué gran
comer hasta la saciedad tras el prolongado ayuno, tomar en talento tiene!" Mientras voces así hablaban en su imaginación,
arriendo un apartamento magnífico, ir al teatro, a la paste, él recorría sus aposentos entusiasmado y sin detenerse.
lería ... a ... Pensarlo y hacerlo fueron una y la misma cosa. Al día siguiente se aprestó a visitar al director de un perió-
Hizo su primera salida rumbo a la sastrería, donde se apro, dico de alta circulación con el ánimo de utilizar su ayuda a
visionó de pies a cabeza y se contempló largamente como un cambio de una docena de rublos. El director lo acogió con
chico; compró lociones y cremas; sin regatear tomó en amplia amabilidad, desde el saludo lo trató de "respetabilísi-
arriendo el primer apartamento lujoso que se le puso ante mo", le estrujó ambas manos y le preguntó minuciosamente
los ojos en la avenida Nevski, aderezado de espejos y ventanas; nombre, patronímico y domicilio. Al día siguiente, justo a
adquirió, por mero capricho, unos costosos impertinentes, continuación de un anuncio de velas de sebo, recién inven-
y también sin saber para qué, una montaña de corbatas, bas: tadas, fue publicado un artículo bajo el título "Sobre el talento
tantes más de las que necesitaba. A su paso por la peluquería magnífico de Chartkov", que decía:
le rizaron el pelo; dio un par de paseos en carreta por la ciudad
sin justificación alguna; en una confitería devoró bombones Es motivo de júbilo para nosotros participar al culto público
hasta el hartazgo y tomó asiento en un restaurante francés, de la capital la buena nueva de una revelación que no vacila-
tan ajeno a su conocimiento como el imperio chino. Allí mos en calificar a todas luces de extraordinaria. Nadie duda
almorzó con un ademán no exento de ufanía, al tiempo que de que nos adornan rostros de singular belleza y semblantes
miraba con altivez a los otros comensales y se arreglaba de atractivo sin par. Pero hasta hoy no hemos encontrado el
insistentemente los rizos a la vista del espejo. Allí se bebió pincel mágico capaz de trasladarlos al lienzo, para dejarlos
entera una botella de champán que sólo conocía de nombre. ;1 como legado a la posteridad. Bien, tal vacío ya no existe, pues
No tardó la bebida en subirsele a la cabeza y salió a la calle tenemos el pintor que llenará con creces esta ausencia. Ahora
con aire juguetón y riéndose hasta de los mismos demonios, nuestras beldades pueden tener la certeza de que su vaporosa,
como suelen decir los rusos. Alardeando se paseó por la acera, fina, encantadora hermosura, se verá reproducida con mano
no sin mirar a todo el mundo a través de sus impertinentes. maestra, con ese aire que engalana a la mariposa cuando se
Cuando llegó al puente encontró a su antiguo profesor y pasó posa en las flores primaverales. El respetable padre de familia
de largo, levantando la cara como si no hubiera advertido su se verá rodeado de los suyos. Todos, el comerciante, el gue-
presencia; el profesor quedó tan estupefacto que no pudo rrero, el ciudadano, el hombre de gobierno, se sentirán
moverse largo rato de su sitio, con un signo de interrogación animados a continuar su labor con redoblada ardentía. Apú-
dibujado en su cara, rense, apúrense. Será oportuno visitarlo a la hora del paseo,
Esa misma tarde se apresuró a enviar todas sus cosas al luego de saludar a un amigo, a la prima, o dejar la tienda
suntuoso apartamento: caballete, lienzos, cuadros. Colocó a elegante, en fin, dondequiera que usted se encuentre.
la vista los objetos más llamativos, escondiendo en los r'inco- Enaltecen el soberbio taller del pintor (situado en la avenida
nes las peores cosas y recorrió luego las imponentes salas, eso Nevski, número tal) retratos ejecutados por su mano, que
sí, atento a mirarse una y otra vez en los espejos. Un brío encantados habrían firmado un Van Dyck o un Tiziano. Dificil

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EL RETRATO
NICOLÁS GÓGOL

saber qué nos procura mayor asombro, si la fidelidad y -¿ Ha visitado usted a Italia? -le preguntó la dama enfo-
cándolo con sus impertinentes, no hallando objetivo distinto
semejanza a los originales o la calidad y frescura del pincel.
¡Loado sea el artista! ¡La fortuna lo ha tomado entre sus que mirar.
brazos! ¡ Viva Andréí Petr6vich! (Indudablemente que el pe- -No señora, no he estado, pero sí que me gustaría ir... En
riodista era inclinado a la familiaridad). También a nosotros todo caso he debido aplazar mi viaje ahora ... Tomen ustedes
nos cubrirá de gloria. Conocemos su valía. Una multitud se asiento, vendrán fatigadas... ,
-Le agradezco, pero estuve largamente sentada en el
congregará a diario y con ella vendrá el dinero ­aunque
coche. ¡Ah!, por fin puedo apreciar su pincel -exclamó, al
algunos colegas de la prensa no sean muy amigos de éste-',
el artista tendrá su recompensa. tiempo que se acercaba a la pared opuesta, apuntando sus
impertinentes hacia bocetos, estudios, perspectivas y retratos
El pintor levó el texto con íntimo deleite. Su cara lucía ra- ;. tumbados en el suelo.
<liante. Pensar que ya se hablaba de él en letras de molde. ¡ Una . ­C' est charmant, Lise, Lise, venez ici. 6 Mira, un cuarto como
novedad absoluta!Y se entreg6 a leer repetidamente aquellast le gustaría a Teniers. ¿ Lo ves? Desorden tras desorden, una
lineas. mesa, y sobre ella un busto, un brazo, una paleta. Observa
El verse comparado con Van Dyck y Tiziano lo llen6 de : cómo está de bien pintado el polvo. C' est charmant. Y mira,
allí en aquel otro lienzo una mujer lavándose la cara. ¡Qiielle
júbilo. También le halag6 sobremanera la frase"¡ Viva Andréí ·
Petr6vich!". Se le investía de un honor del que nunca antes , joliefigure!' ¡Ah!, y un mujik con camisa rusa. Míralo bien, es
disfrut6: ¡el de ver su nombre y patronímico en tinta impresa! un muii]«. ¿ Y usted se dedica sólo a los retratos?
Y a grandes pasos recorrió la habitación agitando su melena, -Bah, son naderías ... Para divertirme ... bocetos ...
se sentaba en up.a silla, se levantaba saltando al diván, mientras -Dígame, ¿qué opina usted de los retratistas de nuestro
ensayó cómo recibir a los futuros visitantes de ambos sexos, tiempo? ¿ Verdad que ya no hay pintores de la estatura de
sin dejar de pasar un ágil pincelazo, con mano que imitaba Tiziano? Echamos de menos el brío del colorido, ese ... Si
un gracioso movimiento ante los imaginarios clientes. pudiera decírselo en ruso ...
Al día siguiente sonó la campanilla de la entrada y Chartkov La dama era amante de la pintura y había recorrido con
se apresuró a abrir la puerta; apareció una dama, seguida de sus impertinentes todas las pinturas de Italia.
un criado que ostentaba librea forrada en piel, y con ella su -Sin embargo, monsieur N olle ... ¡pinta de maravilla!
hija, una jovencita de diecisiete años. ¡ Qué pincel extraordinario! Me atrevería a decir que sus
rostros son más expresivos que los del propio Tiziano. ¿No
-¿ Es usted monsicur Chartkov? -preguntó la dama. El
conoce usted a monsieur Nolle?
pintor se inclinó.
-Abundan los escritos sobre usted. Todos coinciden en que -¿Quién es ese Nolle -preguntó Chartkov.
sus retratos son la cumbre de la perfección. -Monsieur Nolle. ¡Oh!, ¡qué talento! Cuando mi hija tenía
La dama se aprovisionó luego de sus impertinentes y con doce años se vio favorecida con un retrato hecho por su propia
mano. Venga usted a visitarnos, por favor. Lise, le enseñarás
rápido ademán quiso examinar los cuadros, pero las paredes
estaban desnudas. tu álbum. ¿Se imagina usted el motivo de nuestra presencia?
Usted podría empezar ahoramismoahacerel retrato de mi hija.
-¿ Y los retratos?
-No me los han colgado todavía =respondió el pintor, algo
confundido-, acabo de mudarme de casa y no han llegado 6. Es encantador, Lisa, Lisa, ven aquí.
aún ... No los han traído. 7. ¡Qué rostro más hermoso!

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NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

-¡Por su puesto! Estoy a su disposición. , por su propio pincel. Se abstrajo por entero, olvidando
Visto lo cual Chartkov acercó sin tardanza el caballete con. , incluso la presencia de las dos damas aristocráticas y hasta
la tela preparada, empuñó la paleta y clavó su mirada en la : llegó a dar rienda suelta a esos arranques propios de los pin-
pálida carita de la joven. Si hubiera tenido el talento • tores, articulando interjecciones en voz alta y canturreando
adivinatorio para descifrar al instante la hondura de la a ratos, como ocurre con el artista entregado en cuerpo y
naturaleza humana, el pintor habría leído al vuelo una pasión ' alma a su obra. Sin contemplación alguna, con una sola señal
precoz por los bailes, cierto ademán sombrío, cierta queja por; de su pincel obligaba a la modelo a levantar la cabeza que, en
lo mucho que se dilata el reloj antes y después de comer," el fin de cuentas, terminó moviéndose y dando muestras de
ansia de lucir un vestido nuevo en sus paseos y la arraigada cansancio.
huella de una dejadez hacia las artes, artes que la madre le ­Basta, es suficiente para la primera sesión ­intervino la
inculcaba para ennoblecer en ella el alma y el sentimiento: dama.
Mas el artista sólo vio en aquel terso semblante una trans- =Sólo un momento más -repuso el pintor ensimismado.
parencia seductora para el pincel, que competía con la por- -No. Se nos acabó el tiempo. Lise, ya son las tres -añadió
celana, una suave languidez fascinante, un cuello airoso y ella sacando un diminuto reloj que pendía de una cadenita de
níveo, y una esbeltez aristocrática. Ahora se preparaba a oro sostenida al cinturón-. ¡Oh!, ya es muy tarde.
triunfar, a enseñar la maestría de su pincel y la brillantez de =Sólo un minuto =insistíó Chartkov con el tono ingenuo
su mano, hasta entonces sólo ejercitada en rústicos sem-, y suplicante de un niño.
hiantes y modelos toscos, en rígidas esculturas antiguas y en Sin embargo, la dama no parecía dispuesta a complacer esta
copias de maestros clásicos. Su imaginación ya le anticipaba vez el desvelo artístico del pintor. Y le prometió que la sesión
cómo iba a ser aquella suave carita. siguiente se prolongaría por más tiempo.
=Mírc usted --dijo la dama no sin expresión algo conmo- "E s una !'as t.ima " , ca 1 eu!'o Ch ar tkov, "ah ora cuan d o nn. mano
vedora-. Para serle franca me desagradaría verla retratada con empezaba a entusiasmarse." Y cayó en la cuenta de que nadie
ese vestido al que estamos habituadas. Me gustaría que vistiera interrumpía ni molestaba su trabajo en el estudio de Vasilievski
con sencillez y apareciera sentada, rodeada de verdes pra- Óstrov, cuando Nikita, por lo general, permanecía inmóvil
dos y que en la lejanía se divisara un seto de árboles, así no en la posición en que lo situaba el pintor, sirviéndole de
parecerá que ella se alista para asistir a un baile o a alguna modelo el tiempo que fuese necesario y llegando a dormirse,
velada. Nuestros bailes, digámoslo sin obedecer a engaño, r sin afectar su postura.
matan a tal punto el alma, que nada queda de nuestros senti- Indignado abandonó en una silla paleta y pincel y se detuvo
mientos ... Sencillez, la sencillez ante todo y por sobre todo. apesadumbrado ante el lienzo. Unas palabras elogiosas de la
¡Ay! Madre e hija dejaban ver a las claras, que en una y otra s visitante lo devolvieron a la realidad. Luego, Chartkov se
el baile las había desgastado tanto, que sus rostros habían apresuró a acompañarlas hasta la puerta.Ya en la escalera, fue
tomado el color de la cera. invitado a almorzar en la siguiente semana, y retornó entonces j

Chartkov se entregó a lo suyo. Luego de sentar a la modelo a su habitación con aire triunfante. La aristocrática dama lo I
1'
y mientras su imaginación concretaba detalles del esbozo, había encantado. 1

' 1
dibujó trazos en el aire precisando cada punto; entornó un Hasta ese momento tenía por cierto que personajes así 1

ojo, retrocedió, visualizó el cuadro a distancia, y al cabo de eran seres esquivos, que existían sólo para ir arrellanados en
una hora había culminado el boceto. Compenetrado en el una altiva carroza con lacayos de librea y engreído cochero,
. inicio, procedió a darle forma definitiva al cuadro, cautivado mirando con indiferencia al paseante de modesto capote. Y
148 149
EL RETRATO
NICOLÁS GÓGOL

'
,, beneficio de la armonía, y que más bien se trataba de los
he aquí que, repentinamente, uno de esos seres inaccesibles
fantasmas de su imaginaci6n.
venía a verle, y hasta solicitaba su mano de artista para una-
casa aristocrática a la que además lo invitaba a almorzar. -Permítame, �in' embargo, robustecer en un solo lugar el
amarillo =suplicó cándidamente el artista. .
Su ánimo estaba colmado de ardorosa alegría.Y así embria-.
Pero Chartkov no tuvo suerte en este punto. La dama
gado, consider6 que ya había merecido la recompensa de un,
suculento almuerzo, de un espectáculo teatral moderno y, sin' afirm6 que su Lisa Únicamente hoy no se encontr,¡,ba en muy
· buena forma, y que esa amarillez era inusual en ella y que lo
saber por qué, dio un paseo en coche por la ciudad.
Por aquellos días el trabajo se 'borró de su mente. Sólo : habitual en su rostro era la lozanía del color. El artista, no sin
ade�án l.astimcr�, se interesó en esfumar lo que su pincel
tenía cabeza para prepararse y esperar a que la campanilla ,,
había forjado. As1 volaron muchos rasgos apenas visibles. Y
sonara en la puerta. Por fin hizo su aparición la aristocrática '
dama con su pálida niña. Chartkov las invitó a sentarse, acercó por este camino qued6 borrada asimismo una parte del
parecido. Chartkov, huérfano de sensibilidad, empezó a pintar
con agilidad el caballete haciendo gala de una mundanal ,
: con mano mecánica, dejando en el lienzo sólo el trajinado
desenvoltura y se dio manos a la obra. Un día claro, radiante '
color que se acomoda a la memoria, y hasta convierte el
de fulgor solar, le fue propicio y le ayudó a percibir en su frágil ,
modelo no pocos detalles que de incorporarlos al lienzo , rostro pintado del natural en esas caras heladas e ideales en
', que suelen terminar los bocetos de los estudiantes. La dama,
ganaría en altura artística. Comprendió que su mano podría'
en cambio, se alegr6 al ver que se había suprimido el incon-
lograr una obra notable si atinaba a plasmar todo lo que ahora :
había percibido plenamente en su modelo. Su corazón se venie�te colorido anterior. No ocultó, sin embargo, su
extraneza por la duraci6n del trabajo, pues ella había oído
inflamó al sentir que estaba a punto de dar a luz un ser por
. decir_ que Chartkov nunca requería más de dos sesiones para
nadie imaginado. ,
culmmar un retrato. El pintor nada pudo responder.
Chartkov se sumió tan hondamente en su trabajo y su
Las damas se alistaron para salir. Chartkov abandon6 su
pincel lo comprometió de tal modo, que de nuevo se olvídó.
del rancio abolengo de su modelo. Advirti6 con respiración pin��[ y las acompañó hasta la puerta, luego de lo cual perma-
entrecortada c6mo bajo el pincel surgían aquellos tenu�S, , necio _absort? y petrificado ante el cuadro. Lo contemplaba
con aire estúpido, mientras paso a paso reconstruía en su
rasgos y la esbeltez casi traslúcida de aquella muchacha de ,
diecisiete -afios. Ningún matiz escapó a su percepción, la ' mente los graciosos rasgos femeninos, los tonos evanescentes
amarillez transparente, las ojeras de un azul casi invisible, ,y,, que. él había descubierto y que tan salvajemente aceptó
liquidar su pmcel. Harto de todo ello, dejó el retrato en un
cuando se aprestaba a fijar en el lienzo un granito que le había '
brotado en la frente, oy6 a sus espaldas una súbita exclama- ;- ' rinc6n y busc6 una cabeza de Psique que hacía largo tiempo
' había boceteado y que abandon6 al olvido.
ci6n de la madre:
-¡Ah! ¿y eso para qué? Para nada hace falta -observ6 la: , Tratábase de un rostro diseñado con maestría, pero muy
dama-. Además ... Mire usted, en algunos sitios se advierten: fnamente calculado, con rasgos completamente ideales im-
posibles de hallar en la realidad y que se atenían a esqu;mas
manchas oscuras.
En vano se esforzó el pintor en explicarle que la armónica generale�. Sin oficio alguno, opt6,por trasladar a aquella figura
cuanto VIO en la cara de la aristocrata retratada. Los trazos, .
proporción entre oscuros y amarillos confería un tono agra· //
dable y etéreo a la faz de la retratada. Pero la dama repuso tonos y matices comenzaron a integrarse naturalmente y
tomaron vida con la pureza de que es capaz el artista ,s6lo v_
que ello en nada ayudaba a la obra, y menos redundaba en, ---
150
NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

cuando abandona su modelo y, recordando la naturaleza Sabedor el artista de que su prevención obedecía a aquel
ejecuta una obra que la sustituye. Psique empezó poco a poco é tono amarillento, las tranquilizó explicando que únicamente
a cobrar vida y lo que antes era boceto ahora acusaba deseaba imp, imirle mayor brillo y darle más expresividad a
contornos definitivos. , los ojos, todo porque lo acosaba el remordimiento y quería
El rostro de la damita se fundió en el de Psique de una: reforzar el parecido con el original para que nadie lo tildara
manera tan expresivamente sugestiva que podría consagrár-. de ceder a la desvergüenza. Y de verdad, la Pí.'lidez de la
sel o con el atributo de la originalidad. Difícil no pensar que, muchacha logró imprimirse finalmente, con genuina nitidez,
el artista había ejecutado su obra aprovechando de su modelo" en el rostro de Psique.
las partes y el todo, y entregándose en cuerpo y alma a su -¡Basta! -exclamó la madre, temiendo que el retrato
labor. Nada lo apartó de su creación durante varios días. Lag llegase a parecerse en exceso a su modelo.
damas lo sorprendieron abstraído en.ello, sin que hubiera, El pintor fue colmado de pródigas recompensas: sonrisas,
tenido tiempo para retirar el cuadro del caballete. Las vísítan-;- dinero, elogios, un sincero apretón de manos, una invitación
tes no volvían de su jubiloso asombro ante la obra que tenían ·. a almorzar ... ; en una palabra, lo gratificaron a cual más. El
en frente. Y exclamaron con gesticulaciones de sorpresa: retrato corrió por la ciudad de boca en boca. La dama enseñó
=Líse, Lise, ¡qui, parecido! ¡Superbe, superbel" Magnífico; la pintura a sus amigas y éstas quedaron deslumbradas ante
que usted haya pensado en vestirla de griega. ¡Qui, sorpresa, la maestría con que el artista había logrado reproducir
tan maravillosa! Chartkov no sabía cómo bajar a las damas de · fielmente a �u modelo y realzar su belleza. Ellas hablaban sin
esa nube. Y con ademán de modestia y voz casi inaudible, dijo: lograr disimular algo de envidia dibujada en sus rostros. Y de
-Es Psique. repente Chartkov se vio asediado por los cuatro costados, ;,
'1
-¿Encarnarla en Psique? ¡C'est charmant/ =cxclamó Ía:
9
como si la multitud entera quisiera pasar por su pincel.
madre sonriendo mientras la hija la imitaba-. ¿No te parece·; La campanilla de la puerta repicaba una y otra vez. De una 11

Lise, que Psique te viene bien? ¡Qyelle idée delicieusel'" ¡Que: parte, semejante situación le era propicia pues le brindaba la
trabajo tan magnífico! Sin duda es .un Correggio. A decín oportunidad de practicar sin descanso con un sinnúmero de
verdad yo había leído y escuchado bastante sobre usted, pero rostros. Por desgracia, no se trataba de gente que pudiera
ignoraba el alcance de su talento. Por supuesto, tendrá que , manejar a su antojo, por venir de donde venían. Todos los
pintar también mi retrato. ,, visitantes cultivaban la impaciencia hasta lo indecible; eran
Al parecer, la dama ya se veía encarnada en Psique."¿ Y que, , personas ocupadas o de alta sociedad, lo que implica que
voy a hacer ahora?", pensó Chartkov. "Si es eso lo que quieren; , conocían más la prisa que todos los otros. Todos le pedían a
dejemos que Psique complazca su deseo". · Chartkov calidad y rapidez en la ejecución de la obra. Éste
Y alzando la voz dijo: comprendió que era imposible aplicar su agudeza ante tanta
=Le agradecería tomar asiento por un momento, Quisiera s premura, y que en su lugar debía echar mano de agilidad y
darle los últimos toques. destreza. Se reduciría a captar el conjunto, la expresión
=Ah ... Pero temo que usted añada algo que no ... Porque: general, sin recoger los delicados matices. En una palabra, alú
ahora está tan parecida... , sí sería, sin lugar a equívocos, imposible obedecer a la
naturaleza en toda su perfección.
No es ocioso añadir que los clientes acudían respondiendo
8. ¡Soberbio, soberbio! a aspiraciones de la más diversa índole. Las damas preferían
9. ¡Es encantador!
I o. ¡Qué idea más deliciosa!
que sólo alma y carácter fueran exaltados en sus retratos,
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NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

olvidándose de lo demás; que se pulieran las aristas y los. Chartkov se puso de moda en todo y por todo. Empezó a
defectos se atenuaran, aunque eso sí, hallaban muy deseable . concurrir a almuerzos, a acompañar damas que frecuentaban
que se prescindiera por entero de ellos. En pocas palabras; pinacotecas y hasta a ofrecerles su brazo para pasear, a vestir
que si los rostros no inspiraban amor, al menos fuesen capaces · con afectada elegancia y a declarar en público que el artista
de suscitar admiración. Obedientes a ese empeño, posaban debe estar a tono con la alta sociedad y defender esa posición
ellas a veces tan entregadas a su papel, que llenaban de des- de prestigio; decía que los pintores que se vístcn como
concierto al pintor: una fingía ser dueña de un expresión zapateros ignoran la buena compostura, desconocen toda
melancólica; otra inventaba un aire contemplativo; una exquisitez en el trato y nada de cultura hay en ellos. Sus
tercera se esforzaba en achicar la boca, y a toda costa y a tal aposentos y estudio comenzaron a brillar por el orden y la
punto extremaba su gesto, que lleg6 a convertirla casi al limpieza en altísimo grado; tornó a su servicio dos llamativos
tamaño de una cabeza de alfiler.Y aun así reclamaban fidelidad lacayos y se rode6 de elegantes discípulos. Empezó a cultivar
al original y fresca naturalidad. la costumbre de cambiarse de vestido varias veces al día,
Los caballeros no se quedaban atrás de las damas. Uno luciendo diversos trajes matinales, convino en hacerse encres-
pretendía aparecer con enérgica cabeza y gesto resuelto; otro par el cabello, puli6 los ademanes con que recibía a las
con la mirada en éxtasis; un teniente de la guardia exigía sin visitas y se engalan6 cuidadosamente de pies a cabeza para
contemplaciones que en sus ojos debía insinuarse la figura de dejar una grata impresión en las damas.
Marte"; el diguatario público pedía que su semblante respi- Así las cosas, ya no reconoceríamos en el nuevo Chartkov
rara nobleza y honestidad, y que su mano luciera posada sobre al modesto pintor que antes laboraba an6nimamente en su
un libro en el que se leyeran las palabras: "Fue adalid de la olvidado rinc6n de Vasílievski Óstrov. Ahora sus opiniones
verdad". sobre arte y artistas estaban impregnadas de tajante rigor.

t,
En el inicio aquellas exigencias hacían sudar a Chartkov. Declar6 que se exageraba sobremanera la calidad de las obras
Era obligatorio conciliar arm6nicamente todo aquello, pero de antaño y que todos ellos, sin excluir al propio Rafael, pin-
el plazo previsto resultaba muy estrecho. Hasta que descubri6 '°m taban arenques, no figuras humanas; que el aura de santidad
la clave y ces6 la incertidumbre. Todo consistía en reducir a �; que le atribuían a esas obras era pura invenci6n de los espec-
un par de palabras el deseo de cada quien. Así, el fanático de ·;¡ tadores; que era inútil adjudicarle perfección a todo lo que.
Marte le ponía rostto de Marte; si su gusto era Byron, le daba había creado Rafael y que la genialidad de algunas de sus obras
semblante byroniano.Y si las damas elegían para sí una Corina, era ilusión creada por la forma; que Miguel Ángel fue un
una ondina o una Aspasia, él consentía de buen grado, regalán- petulante empeñado en vanagloriarse de sus conocimientos
doles con su pincel una actitud respetuosa que, como es de anatómicos, que sus obras estaban desprovistas de gracia y
suponer, nunca incomoda y hasta permite absolver al artista originalidad auténticas, y que la magnificencia artística, el brío
de no haberconseguido el parecido con su modelo. No tard6 del pincel y el colorido había que buscarlos únicamente en
en comenzar a fascinarse el pintor con la maravillosa rapidez los pintores de ahora, es decir en nuestro siglo.Y aquí, como
y maestría de su propio pincel. Y los clientes, ebrios de podremos sospechar, se refería a sí mismo.
pletórico ardor, se apresuraron a consagrarlo genio. "No", decía, "me resulta incomprensible el pintor que
dedica excesivo tiempo a su trabajo sin dar mínimas señales
de avance. En mi sentir, quien se entrega durante meses a un
1 1, Dios de la guerra entre los romanos, correspondiente al griego Ares (Nota
cuadro no es un artista sino un artesano. No creo que a ellos
del traductor). les asista talento. El genio es un mago de la rapidez ...
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NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

Observen ustedes cómo trabajo yo", solía añadir a sus clientes .. habiendo perdido sensibilidad, se confinó en un ruedo mo-
"Este retrato lo dejé listo en dos días; esta cabeza en sólo uno. : nótono, pobre, muerto. Los rostros uniformes impregnados
esto, en unas cuantas horas; aquello, en poco más de una hora. de helado tedio, así como de rigidez, de militares y fundo-
Confieso que no ... yo no le concedo la dignidad artística a . narios estatales, esos rostros inaccesibles, para llamarlos de
quien trabajosamente va acumulando una pincelada tras otra., -, alguna manera, no eran tierra abonada donde pudiera fulgurar
Nada de arte hay ahí, sólo oficio." su pincel, un pincel que empezaba a olvidar Jos ropajes
Así hablaba a sus visitantes, los cuales se maravillaban ante· magnificentes, los trazos impetuosos y las pasiones hondas.
la audacia y rapidez de sus ejecuciones, y no vacilaban en Ni el grupo, ni el drama artístico, ni la elevada concepción,
lanzar a voz en cuello asombradas exclamaciones al enterarse ' eran tenidos en cuenta. Únicamente existían para él los
de la prontitud con que Chartkov emprendía sus creaciones, " uniformes, el corsé, el frac, prendas capaces de petrificar al
y hasta se decían entre sí: · artista y de echar a perder su destello imaginativo.
�¡Es un talento! Un verdadero talento. Hay que ver cómo De las obras de Chartkov se esfumaron como por encanto
habla y cómo le brillan los ojos. ¡11y a quelque chose d' extraordinairé las huellas de su talento, aunque su fama permanecía viva; los
dans toute sa figure!
12
entendidos en arte no podían menos que encogerse de
Chartkov se sentía muy a gusto con los comentarios que hombros ante sus recientes trabajos.
surgían en torno a su persona. Cuando la prensa se ocupaba Algunos de los que habían frecuentado antes a Chartkov,
de él publicando elogiosas palabras, se alegraba como un niño, no atinaban a explicarse cómo desapareció aquel brillo
aun a sabiendas de que aquellos homenajes habían sido artístico de sus obras iniciales, y en vano lanzaban conjeturas
comprados con su propio dinero. Solía llevar a todas partes para explicarse la degradación de quien antes avanzaba hacia
el periódico que contenía las alabanzas y, con calculada indi- la plenitud.
ferencia, lo mostraba a amigos y conocidos, procurándose con No obstante, bajo el arrebato del éxito, Chartkov era
la más ingenua de las candideces un momento de placer. Los sordo a tales comentarios. Tanto su inteligencia como su edad
encargos aumentaban al mismo ritmo con que su fama crecía. tocaban ya las fronteras de la madurez. Su cuerpo había cedido
Ya le resultaba oficio monótono enfrentarse a las mismas caras a la tentación de la gordura y se redondeaba sin cesar. Perió-
rutinarias. Ahora recibía a sus clientes despojado de todo dicos y revistas segnían cultivando su nombre, adornándolo
entusiasmo, limitándose a abocetar la cabeza, mientras el con epítetos: "Nuestro respetableAndréi Petróvich"; "Nuestro
resto lo abandonaba al pincel de sus discípulos. Ya no tenía 'q; eminente Andréi Petróvich". Entonces se vio asediado por
voluntad para plasmar al menos algo nuevo, sino que se numerosas propuestas de cargos honoríficos, invitaciones a
contentaba con producir efecto y suscitar una impresión de presidir exámenes y comités. Y como es usual que ocurra en
vigor. Ahora todo eso lo sumía en el aburrimiento. Su cerebro la edad madura, pronto comenzó a alinearse del lado de Rafael
conoció la fatiga en ese círculo sinfín. Ya no lo acompañaba y de los pintores antiguos, y no porque estuviera persuadido
ni siquiera la energía de otro tiempo para crear. Su existencia, de sus calidades artísticas, sino para presumir con ellos ante
poblada de distracciones, ese medio social en el que él se los pintores incipientes. Tampoco se privaba, como es usual
esforzaba por asumir el papel de hombre de mundo, lo aleja- en quienes alcanzan cierta edad, de zaherir a la juventud por
ban de la atmósfera creadora y le impedían concentrarse. su pobreza moral y sus frecuentes extravíos espirituales.
Su mano se había enfriado degradándose en la torpeza y, Estaba ya en el camino de convencerse de que todo en la vida
se ejecuta con facilidad y de que el acontecer debía regirse
1 2. ¡Hay algo extraordinario en toda su figura! por simétricas leyes que proclamasen la uniformidad. En una
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NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

palabra, su existencia ingresaba en esa edad en que se supo,. todo, a las habladurías que zaherían su carácter, su ineptitud
ne que toda energía está condenada al desmayo; en que la/ para integrarse socialmente, su falta de buenas maneras o el
tensión de su arma vital desfallecía no logrando resonar en hecho de que degradaba el buen nombre de los artistas, con
el alma ni dejar temblores en el corazón; edad en que hl su arreglo nada vistoso y más bien de pobretón. El enfado de
omnipotencia de la belleza ya no transforma la lumbre origL. sus colegas lo dejaba impávido. Renunció a todo y nada lo
nal en una antorcha y los sentimientos todos, agonizantes, se alejó del arte. Con devota entrega visitaba galerfas, y durante
hacen impresionables al brillo del oro, se deslumbran con su. largo tiempo se extasiaba en la contemplación de obras de los
tintineo maravilloso y, paso a paso, caen aletargados por el · magos artistas, empeñado en descifrar y comprender el
espasmo de la insensibilidad. .· secreto trasfondo de su maravilloso pincel. Era incapaz de
La fama no puede halagar a quien la ha usurpado, pues sólo: culminar ningún trabajo sin antes enfrentarlo varias veces a
consigue regocijarse en ella quien la merece. Por ello, todos . los grandes maestros, y extraer de éstos tácitos y elocuentes
los sentimientos de Chartkov, todo su Ímpetu, se volcaban · consejos. No se interesaba por tomar parte en reuniones ni
.hacia el oro. El oro se convirtió en su única razón de ser: su en acaloradas discusiones; nadie lo vio nunca declarándose ni
ideal, su temor, su pasión y su fin. Montones de billetes se a favor ni en contra de los puristas. Poseía el don de la
apilaban en los baúles, y como ocurre con quienes gozan de ecuanimidad, otorgando a cada cosa su valor y centrando su
tan espantoso privilegio, se llenó de repugnancia hacia todo ': provecho en la belleza, y, en fin de cuentas, eligió por maestro
lo que no fuera el brillo del oro, se embriagó de codicia sin·: único al supremo Rafael, del mismo modo que el gran poeta,
motivos.Y estaba ya en mora de transformarse en una de esas después de leer innumerables obras de diverso género,
rarezas humanas, frecuentes en nuestra alta sociedad, que dotadas de gracia y de la más alta belleza, se decide por La
aterran al hombre sensible y amante de la vida. Seres así Iliada de Homero como su obra favorita, persuadido de que
parecen ataúdes de piedra que van por el mundo con un finalmente encontró la creación ideal y de que todo encuentra
cadáver dentro en vez de corazón. No obstante, un aconte­ allí una correspondencia honda y perfecta. De allí extrajo una
cimiento sacudió de su letargo a Chartkov. visión universal del arte, una consistente belleza de pensa-
Un buen día halló en su escritorio una nota firmada por la miento y la sublime fascinación de un divino pincel.
Academia de Bellas Artes, invitándolo a que en su calidad de Al ingresar en el salón, sus ojos se encontraron con la
digno miembro de ella, se hiciera presente para dar su multitud que se había congregado para contemplar el cuadro.
veredicto sobre una obra recientemente enviada desde Italia Un silencio grave y solemne, inusual en las concurridas
por un pintor ruso, que se había instalado en ese país para tertulias de los críticos, reinaba en el lugar. Chartkov se alistó
perfeccionar su arte. Era un antiguo compañero suyo que tuvo a adoptar una postura de conocedor de la materia y se acercó
una pasión precoz por la creación artística, consagrándose a al cuadro. Pero Dios santo, ¡qué tenía en frente!
ella con el ímpetu de un espíritu ansioso de dar todo de sí; Impoluta en su formidable pureza, maravillosa como una
para ello debió abandonar amigos, parientes y hábitos arrai- novia, se ofrecía a sus ojos la creación del artista; una obra
gados; debió lanzarse allí donde, abrigado por un cielo modesta, sublime, inocente, elemental y nunca vista, como
radiante, logra florecer el prodigioso jardín de las artes, a la el genio que hizo esta obra, soberana sobre todas las cosas.
maravillosa Roma, cuyo nombre, sólo con pronunciarlo, Era como si las angelicales figuras, en gesto discreto ante
embriaga al artista y comunica fuerza a su arrojado corazón. tantas miradas, bajasen candorosamente las pestañas. Obe-
Allí se dio entero al trabajo y al estudio como un anacoreta, deciendo a tanto deslumbramiento, los críticos admiraban
privándose de toda distracción. Permaneció indiferente· a este pincel novedoso, sorpresivo. Aquélla parecía la convergen-
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--�

NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

cia de todas las perfecciones: la escuela de Rafael estampada: pintor resistiría. Todo esto quería hacer Chartkov, pero las
en la nobleza de la actitud; la de Corrcggio que bañaba el. , palabras no lograban fluir ele su boca. Por toda respuesta cedió
lienzo con ágiles y definitivas pinceladas. Pero lo que más a lágrimas y sollozos y huyó de la sala como un condenado.
saltaba a la vista era el vigor artístico arraigado ya en la sensi- Por un minuto permaneció inmóvil, con cabeza ausente,
bilidad del pintor, y cuya contundencia se advierte hasta en en el centro de su formidable estudio. Todo su ser, su vida
el más ínfimo detalle. Todo obedecía a las reglas de la creación entera, acababan de dejar su letargo en un instante, como si
y a una fuerza interior. La redondez inherente a la naturaleza, la juventud volviera en él y los tizones apagados de su talento
fue captada por su aguda pupila y su diestro pincel, esa, lo llamaran de nuevo, De sus ojos se apartaba de súbito la
redondez que el copista reduce a formas angulosas. Estaba. niebla cegadora. "¡Dios santo! Sin clemencia di muerte a los
claro que un sensible mundo exterior era ya simiente en el ' mejores años ele mi juventud". Había reducido a cenizas la
alma del artista, y que de allí lo devolvía a la realidad llama de un fuego que acaso todavía avivaba en su alma, que
grandiosamente transformado en una fuerza solemne, plena habría podido encumbrarse ahora en su radiante plenitud
de armonía. , hasta provocar también admiración y lágrimas.Y sin la menor
Hasta los inexpertos captaban la enorme distancia que , sombra de piedad lo había arrojado todo al abismo. Le pareció
separa a la auténtica creación de la simple copia de la natura- que entonces fulguraba en su pecho aquel Ímpetu bravío que
leza. Era casi imposible describir el majestuoso silencio que ;· antes lo enardeció. Empuñó el pincel y se acercó al lienzo,
de todos se apoderaba cuando volcaban su mirada en el mientras la tensión había puesto en su frente una estela de
cuadro. Ni un susurro, ni el más sordo sonido, mientras el sudor. Chartkov, encendido como una antorcha, quería plas-
prodigioso impacto del lienzo parecía elevarse cada vez. mar aquel fuego: pintar el ángel caído, pues no otro símbolo
Refulgente y maravilloso, el cuadro se apartaba de todo, hasta podía representar mejor su ánimo de esa hora.
llegar a ser en un instante esa plenitud para la cual la vida Pero, ¡ayL .. sus imágenes, las poses, el conjunto y los
entera se prepara. pensamientos brotaban en tropel, sin orden ni concierto. Su
En los ojos de los visitantes que se agolpaban frente al imaginaci6n y su pincel estaban ya muy hechos a un solo
cuadro, se insinuaba una lágrima. Parecía como si la incon­ molde, y el ansia de rebasar esas fronteras traía consigo el
gruencia de los gustos con todo su lastre de caprichos y extravío y la desarticulación creadora.
obsesiones, lograra fundirse en una unidad sublime, para Había dejado a un lado la empinada y dura cuesta que
rendirle culto a la cimera magnificencia. conducía, poco a poco, a las leyes básicas que forjan un futuro
Boquiabierto y de piedra se quedó Chartkov ante el cuadro. brillante. Y fue devorado por el tedio. Ordenó retirar de su
Y cuando visitantes y expertos poco a poco aba1ndonarovil 1su n -i estudio todos sus últimos trabajos, las muertas pinturas hechas
silencio, y empezaron a interesarse en comentar as mara · as para congraciarse .con la moda, los retratos ele los húsares,
de la obra, no tardaron en dirigirse a él, preguntándole su damas y consejeros de Estado. Decidió confinarse en sus
opinión, Fue entonces cuando el pintor volvió a la realidad. aposentos, prohibió toda visita y se consagr6 a su trabajo con
Chartkov se alistó para asumir un aire glacial antes que repetir juvenil arrojo y paciencia ele artesano. Pero, ¡ay!, su pincel
el burdo esquema del artista de segunda que suele anotar: "Por yano le respondía y qué desalmado era lo que de éste brotaba.
supuesto, se trata de un pintor de talento. Eso está claro. Sin El nulo dominio de los más elementales recursos lo obligaba
embargo, conviene anotar que hay algo, algo que al parecer � : a detenerse a cada paso. Un insignificante tropiezo ahogaba
anhelaba expresar.,, aunque si vamos a lo esencial...". Y todo su arrojo y construía un muro interior que bloqueaba
seguidamente se desbordaría en tantos elogios que ningún su imaginaci6n. Su pincel se ahogaba fatalmente en la mar de 1

'1
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los lugares comunes: las manos obedecían a la postura dJ1 ]os peores desmanes. Una envidia enfermiza se apoderó de
siempre, la cabeza sólo sabía imitar el rutinario gesto; ni lo� el, una envidia que alcanzaba el furor del arrebato. Su cara se
pliegues del atuendo lograban salvarse del trillado matiz y para\ , desfiguraba ante una obra en la que brillara el talento.
nada armonizaban con la nueva actitud del cuerpo. Y él ¡¿{ . Apretaba los dientes y la atravesaba con mirada de basilisco.
advertía. Lo estaba viendo con sus propios ojos. i; · Así urdió en su alma el más demoníaco plan que alguien haya
' dí a ?" , se pregunto' por fin.::�
"P ero, ¿acaso tuve ta 1 ento a1 gun concebido en el mundo. Y se entregó a ejecutarlo con
"¿No estaría errado?" Y obsedido por esta idea volvió a suli'., demencial empuje.
primeras obras, que había gestado con inocente entrega y� Se dio a comprar las mayores excelencias pictóricas.Ya en
desinterés, en el modesto barrio marginal de Vasílievskí.j · sus manos una obra, adquirida por elevadísimo precio, la
Óstrov, lejos de las gentes, del exceso y de las pretensiones.j · llevaba con el mayor cuidado a su habitación y allí, con la furia
A esas obras se acercó y se dedicó a contemplarlas devotai" . de un tigre, se desfogaba contra ella, desgarrándola y redu-
mente, mientras revivía en su imaginación la paupérrima vida ,f ciéndola a viles pedazos, que luego pisoteaba lanzando
de antaño. · ­. }x risotadas de loco placer. Sus indecibles recursos económicos
-Sin duda, yo tenía talento -musitó con desespero-. Aquí/; le permitían cumplir a cabalidad ese satáuico deseo. Abrió las
se aprecian claramente los signos y las huellas... ; , ., bolsas y cofres que contenían su oro. Nunca la humanidad
De súbito lo paralizó una enérgica fuerza que azoró todo:{ fecundó una bestia iletrada de semejantes instintos,· que
su cuerpo: su mirada se había rozado con otra mirada cuyos ii redujera a la nada con frenesí vengador invaluables tesoros del
ojos acechaban fijamente. Provenía de aquel extraño retrato 'i patrimonio pictórico. Su sola aparición en una subasta artís­
que había adquirido tiempo atrás en Schukin Dvor y que había tica, persuadía a los potenciales clientes de que sería inútil
relegado, ocultándolo bajo otros cuadros, abandonándolo al competir con él. Era como si la Divina Providencia, en un
olvido. Retirados ya todos los retratos y pinturas de ocasión instante de ira, hubiese propagado un atroz flagelo para
que inundaban el estudio, parecía tornar a las obras de su despojar al mundo de toda armonía. Aquel satánico frenesí
priinera época. Un sentimiento de indignación se posesionó comunicó a su rostro un pavoroso color, el de la bilis, que
de él mientras recordaba su rara historia y convenía en que, . siempre estaba presente en su cara. Su repugnancia hacia el
de algún modo, ese misterioso cuadro había sido el causante ' mundo veíase impresa en sus facciones. Era como si en él
de su degradación, pues el dinero que por suerte halló ahí, hubiera reencarnado aquel horrible demonio tan hermosa-
despertó en su alma esa vanidosa codicia que echara a perder mente descrito por Pushkin'3• De sus labios sólo brotaban
su talento. imprecaciones y venenos. Quien se lo encontrase en la calle
Y resolvió casi luchar con toda su alma contra ese retrato. podía confundirlo con una harpía, y hasta sus allegados
Fue entonces cuando tomó la determinación de que se lleva- lo eludían, sabedores de que cambiar algunas palabras les
ran al odiado retrato. Pero ello no apaciguó la crispación de bastaría para echar a perder el día entero.
su ser, tan sacudido como estaba por un huracán superior a , Pero la suerte quiso, para bien de la humanidad y del arte,
sus fuerzas. Chartkov vivía aquel sentimiento de aterradora : que aquella vida no se prolongase: el inconmensurable arrojo
impotencia que acompaña al débil cuando pretende· elevarse de sus fuerzas desbordaba su endeble ser. Con frecuencia
por encima de sus limitadas fronteras. Padeció ese sentimien- . ataques de cólera y accesos de locura empezaron a invadirlo,
to que mueve al joven hacia lo sublime, pero que se corrompe ,
bajo un impulso estéril, por ya haber dejado atrás el vuelo de ' 13. Aduce al poema Demonios de Alexandr Pushldn (1799­1837) (Nota del
I
'
los sueños. Ese sentimiento que arroja a] hombre a cometer , traductor). ­ ·
1

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,t ¡
degenerando finalmente en desastrosa enfermedad. Fiebre ·-Ji Jque sin buscarlo, se hicieron acreedores al rango de mecenas,
rápida e invencible tisis dominaron su frágil corporeidad, co :; {derrochando cándidamente y en aras de esta causa, toda la
tal saña que en tres días de él sólo quedó su sombra. Todq} trnillonaria fortuna acumulada por sus esforzados padres, cuan-
agravado con los síntomas de una rematada e írreversibls] �·do no por ellos mismos y como fruto de su propio tesón.
locura. En ocasiones, un puñado de hombres resultaban¡ ;' Como sabemos, esos mecenas ya no existen en nuestro siglo
insuficientes para sujetarlo. xtx, y desde hace tiempo, han tomado el triste semblante del
Y de pronto empezó a invadirle un _suceso pasado: los ojo&c:_ <..banquero que sólo se alegra cuando ve sus millones en forma
vivos del misterioso cuadro de antaño. Entonces montaba en s de cifras estampadas en el papel.
incontrolable cólera. Las personas que rodeaban su lecho l<i·� La amplia sala lucía atestada de gentes de la más diversa
parecían abominables retratos. Creía ver aquel cuadró'..: '; índole, que habían acudido como el ave de presa que no per-
multiplicándose a sus ojos, creía ver las paredes pobladas di>1 s dona el cadáver insepulto. Una amplia flotilla de mercaderes
retratos que lo atravesaban con sus pupilas quietas y rotundas.f rusos de Gostini Dvor y aun del viejo mercado, con sus levitas
Tenebrosos retratos lo espiaban desde el techo y desde el Í azules de estilo alemán. Su actitud estaba dotada de una
suelo. El recinto se multiplicaba infinitamente para albergai ·i firmeza y una desenvoltura inusuales, lejos de ese melífluo
nuevas y fijas pupilas. El médico que lo atendía, conocedoni� servilismo que suele acompañar a los mercaderes rusos. cuando
medias de su compleja historia, se esforzó por trazar con todas] en sus tiendas hacen despliegue ante los compradores. Aquí
sus fuerzas un nexo secreto entre las alucinaciones que lo,!, no enseñaban esa actitud de lacayos, aunque la sala abundaba
visitaban y los sucesos que rodearon su vida, pero no obtuvcr; en aristócratas, ante los cuales, en otro lugar, con gusto se
resultados. Nada comprendía el obseso, nada sentía distintcr,,, sr habrían hincado para limpiar el polvo de sus botas. Aquí se
del flagelo que lo martirizaba y sólo profería aullidos desga-'''. comportaban sin ninguna ceremonia, tocando una y otra vez
rradores y palabras sin articulación alguna. Finahnente, la vida•, :. libros y cuadros para comprobar la calidad del artículo, y con
lo abandonó en un sordo y frenético dolor último. Su cadá- resuelta audacia hacían ofertas, rebasando los precios pro-
ver producía espanto. Nada sobrevivió de su opulenta rique-. puestos por condes expertos en la materia.
za. Los pedazos de obras magníficas, cuyo altísimo valor ,, Dominaban las personas que frecuentan las subastas,
resultaba incalculable, dejaban ver el horrible uso que les / aquéllos que desdeñan el desayuno a cambio de hacer su visita
había dado. i diaria a estos lugares, aristócratas aficionados que se propo-
f. nían, como una ley de vida, no desaprovechar ocasión alguna
:l;·con el fin de enriquecer sus colecciones, y que se ocupaban
II ' de lo mismo al mediodía, de las doce a la una de la tarde. Y
para terminar, tampoco escaseaban esos distinguidos caba-
Un sinnúmero de carrozas, calesas y coches se habían esta- lleros de lastimoso traje y bolsillo vacío, que son llevados de
donado enfrente de la casa en la que se subastaban los bienes la mano de la codicia y que cada día sólo quieren ser testigos
de uno de esos adinerados que cultivaban la afición a las de cómo acaba todo aquello, cómo suben o bajan las ofertas,
artes, y que llevaban una encantadora vida poblada de la más de qué lado queda una cosa, de cuál la otra.
exquisita fantasía, una vida inmersa en céfiros y cupidos!" y Numerosos cuadros se apilaban caóticamene entre los más

ginales de la historia del teatro ruso, de Alexandi Griboiédov (1795­1829) (Nota


14. Palabras tomadas de La desdicha de tener talento, una de las obras más del traductor).
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diversos objetos: había mezclados muebles, libros que llev<¡(,i; ',adquisición. De no atravesarse una inesperada presencia, los
han las iniciales de su antiguo dueño, quien a buen segur� .dos competidores habrían disputado a perpetuidad:
jamás supo de qué trataban, por nunca haber cedido a .f� · =Con la venia de ustedes, me voy a permitir interrumpir
laudable curiosidad de hojearlos. Había también jarroné� por un tiempo su disputa. La verdad es que acaso nadie tenga
chinos, tableros para mesas de mármol, muebles nuevos y, · más derecho que yo a adueñarse de este retrato.
otros de edad venerable, con líneas que se adornaban d� Semejantes palabras obligaron a centrar la �tenci6n de
grifos, esfinges y garras de león, ya dorados, ya sin dorarf todos en el hablante. Se trataba de un hombre de espigada
tampoco faltaban arañas y candelabros que completaban aque� figura, que estaría alrededor de los treinta y cinco años de
desbarajuste, lejos del orden que reina en un local comercial.j . edad, que exhibía una larga melena rizada y oscura. Su atrae-
Una subasta ofrece esa atm6sfera desconsoladora que sél . tivo rostro, que irradiaba serenidad, enseñaba un alma inmune
asemeja a las pompas fúnebres. El sal6n donde se realiza¡, a las agobiantes preocupaciones de este mundo. Su apariencia
tiene siempre un aire luctuoso: muebles y cuadros amonto-f revelaba indiferencia a la moda. Todo hacía suponer que era
nados contra las ventanas impiden el paso de la luz, el silen- ·, un artista.Y en efecto, se trataba del pintor B., conocido por
cid pintado en los rostros armoniza con la voz sepulcral del·:· · muchos de los allí presentes.
subastador, cuyo golpe de mazo pareciera entonar un responso I =Aunque mis palabras pudieran resultarles extrañas
a las flageladas artes. Todo ello suele aumentar la deplorable1 -añadi6 al advertir que todos se fijaban en él->, si ustedes
sensación de desagrado. ; ,Jr tienen la paciencia de escuchar la breve historia que voy a
La subasta estaba en vías de llegar a su apogeo. La gente¡ contarles, se convencerán de las razones que me asisten. Todo
pugnaba por hacerse a cierto objeto artístico. En el airé.,:' apunta al hecho de que, efectivamente, es ése el retrato que
zumbaba, por doquier, la palabra "rublos, rublos, rublos",' busco.
lo cual impedía que el subastador anunciara el precio de!';: Una evidente curiosidad se dibujó en todos los rostros. Y
últim� interesado y que la cifra ya llegaba a cuadruplicarse � hasta el propio subastador se qued6 boquiabierto y empu-
en relaci6n con la inicial. El duelo colectivo giraba en torno "l ñando en alto el mazo, atento a escucharlo. Al comienzo de
a un cuadro cuya calidad artística, a nadie que entendiera de ;o su historia muchas personas convergían en el retrato, mas
pintura, podría dejar indiferente. El vuelo del artista había � luego se resolvieron por el narrador, viendo que el hilo de
alcanzado ahí el más radiante esplendor. Se dejaba ver que el .> su discurso crecía en interés. ,
cuadro resistió, en diversas ocasiones, la mano de la restau­ -Por supuesto todos ustedes conocen aquella parte de la
ración, El lienzo mostraba el rostro de un asiático de tez ciudad llamada Kolomna--dijo para abrir su narraci6n-. Este
morena, envuelto en amplias vestiduras y cuya prodigiosa lugar se diferencia muy bien del resto de Petersburgo porque
expresión acusaba singular brío. Sobresalía la divina vivacidad ahí no estamos en la capital, pero tampoco en la provincia.
de sus ojos. Quien más centrara su mirada en la mirada del . Apenas entra uno en las calles de Kolomna, lo abandona todo
representado, menos lograba apartarla. Tan original"expres Ímpetu y respiración juveniles. Allí no hay sitio para las
sividad, la magia de aquella mano maestra, asombraba a casi proyecciones futuras, todo pertenece al silencio y al aparta-
todos los presentes. No pocos de los competidores qüe miento, allí queda por fuera el bullicio de la capital. Es el sitio
pugnaban por hacerse al cuadro habían renunciado ya a favorito al que suelen retirarse bur6cratas pensionados,
causa del desproporcionado precio que se había alcanzado. viudas, gente de medianos recursos, que se ve obligada a 1
S6lo dos distinguidos arist6cratas, aficionados a la pintura, se buscar para siempre un retiro al lado de sus conocidos; 1
mantenían inflexibles, y no parecían renunciar a tan magna cocineras jubiladas que dan vueltas y vueltas por el mercado,
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NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

que hablan tonterías de toda clase con el vendedor de algun. /practican con el recién llegado el juego de las damas y de los
tienda de poca monta y que compran a diario cinco k6ped .i naipes para matar la mañana, haciendo idéntico oficio por la
de café y cuatro de azúcar. Y, finalmente, esa gente a la qu· 19, tar d e, con 1 a dif · eso si,' d e que esta vez to d o va acom­
irerencia,
suelen bautizar llamándola "de color ceniza", pues traje, car pañado de un ponche.
cabellos y ojos, tienen el mismo semblante mon6tono y gri Bien, después de estos nativos y arist6cratas de Kolomna,
de esos días en que brillan por su ausencia sol y tormenta, · nos encontramos con seres humildes e insignifi_fantes. En-
arriba- sólo impera esa niebla que opaca los objetos. Entr trar a describirlos es misión harto difícil, pues seria como
en esta categoría los acomodadores de teatro, los pensiona atreverse a trazar el cuadro de los innumerables gérmenes que
dos; los consejeros titulares, los discípulos de Marte, ya. se gestan en el más deteriorado vinagre. Ahí encontramos
retirados, cuya cara luce huérfana de un ojo y el labio partido:'. viejas que sólo cultivan el rezo, viejas que combinan la oraci6n
Son personas que ignoran el empuje de las pasiones, camina y la borrachera, viejas que para subsistir, echan mano de los
sin prestar atención a nada, y detrás de su silencio hay una más asombrosos recursos y viejas que, como las hormigas,
cabeza vacía, sus habitaciones son pobres. Si acaso, habrá una, · · arrastran trapos y ropa vieja a lo largo del puente Kalinkin
botella de vodka puro que suelen escanciar mecánicament f hasta el mercado, para feriarlo todo por quince kópecs. Así
durante todo el día, sin que su �briedad llegue a extremos., que allí podemos encontrarnos a menudo con la ralea más baja
como suele ocurrir los domingos con el joven menestra]; del género humano, cuya pobreza no aliviaría ni el más ima-
alemán, que se apropia de la calle Meschánskaia, desde que ginativo de los entendidos en economía.
las campanas anuncian las doce de la noche. , Me he referido a ellos con el ánimo de que ustedes
En Kolomna la vida es muy mon6tona. Por excepción comprendan la urgente frecuencia con que deben solicitar
aparece un carruaje, y ello sólo ocurre cuando van actores; ayuda, digamos préstamos, para aliviar temporalmente su
acompañados de tal estruendo y tal cascabeleo, que el silencio'. situación, Pero ocurre que entre ellos hay una rara casta de
general queda hecho trizas. S6lo transeúntes visitan la calle ; usureros que entregan pequeñas sumas a cambio de objetos
y a menudo cruza en solitario un cochero desprovisto de · con intereses altos. Esta clase de prestamistas que trabajan con
pasajero, que arrastra una carga de heno para su barbudo cifras discretas, suelen aventajar en insensibilidad a los que
caballo. Allí es posible tomar en arriendo un apartamento por manejan elevadas cantidades, pues sólo conocen miseria,
cinco rublos mensuales, que incluye hasta el café de la · trapos expuestos a la luz del día, pedazos raídos que nunca
mañana. Las familias más aristocráticas son allí las viudas ve el prestamista adinerado que acude a visitarlo en su carroza.
pensionadas, que se comportan de manera intachable, barren De ahí que el alma de aquellos prestamistas míseros viva
con frecuencia sus habitaciones y comentan sin falta el elevado siempre desamparada de sentimientos humanos.
precio de la carne de res y del repollo. Algunas tie"�n una Quisiera referirme en particular a un prestamista ... Y por
hija joven, silenciosa y ocasionahnente bella. Tampoco les falta supuesto no sobra anunciarles desde ahora que la historia que
un odioso perrito y un reloj de pared cuyo péndulo suena con ·· voy a narrarles se remite al siglo pasado, concretamente a los
alligido tic-tac. tiempos de la finada emperatriz Catalina u. Desde luego
Siguen aquellos actores que poseen ingresos tan bajos que ustedes ya habrán imaginado que la vida y el aspecto de
nunca podrán salir de Kolomna, gente libre que, como todo Kolomna han cambiado de manera sustancial. Y bien, entre
artista, consagra su existencia a la consecución del placer.·· los usureros había uno excepcional en todo y por todo, que
Vestidos tan sólo con su bata, arreglan una pistola, unen trozos llevaba ya su tiempo avecindado en esa parte de la ciudad. Lo
de cart6n sin valor, que pueden servir para algo en la casa, caracterizaba una holgada vestimenta asiática. Su tez morena
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atestiguaba una raíz meridional, aunque nadie podría asegura ··que poseía todos los atributos de un mecenas en potencia. No
su procedencia exacta: si era hindú, griego o persa. Su elevad, tardó la propia zarina en distinguirlo con un cargo de valía,
e inusual estatura, el rostro bronceado, flaco y curtido, d · < en consonancia con sus preocupaciones, lo que podría
semblante misterioso, sus grandes ojos de _un brillo h facilitarle a su vez hacer una colosal contribución al avance
chizante, sus pobladas cejas, lo diferenciaban de todos I de la ciencia y al bien común. El joven aristócrata supo
ciudadanos de color ceniza de la capital. Su vivienda tambiér rodearse de pintores, poetas y hombres de cien,!'ia. Y estaba
tenía un aire distinto a las casitas de madera. Se trataba de un listo a poner en acción todo su entusiasmo y a que tanto
edificación levantada en mampostería que recordaba las qu ·. empeño lograra su cometido. Gracias a su dinamismo fueron
antaño construyeron en abundancia los mercaderes genove editados un sinnúmero de obras útiles, encargó realizar no
ses, cuyo diseño se basaba en ventanas de desigual tamaño pocas gestiones, creó abundantes premios, invirtió en todo
ajenas a mantener una regularidad, y provistas de postigos ello exorbitantes sumas, y a consecuencia de tales acciones
pasadores de hierro. acabó hundiéndose en la ruina.
El usurero a que me vengo refiriendo se diferenciaba de · Ansioso de continuar su magua empresa y como algunos
los de su gremio, en que prestaba por igual a una vieja · prestamistas no cedieran a sus urgencias, decidió encaminar
pobretona que a un aristócrata adicto a dilapidar su riqueza.i, sus pasos al mencionado usurero. Éste le proporcionó una
Con frecuencia su casa era visitada por soberbias carrozas, en: suma apreciable, y después el aristócrata cambió a tal punto
cuyas ventanillas podría asomar el Óvalo de una dama ciegan-, '. que se dedicó a explotar y perseguir a quien fuera dueño de
tísima de la crema y nata de la sociedad. Viajaba de boca en. inteligencia y talento. En toda obra artística sólo hallaba
boca el rumor de que poseía baúles de hierro que se desbor- ¡ yerros, mientras de paso tergiversaba su real valor. La cir-
daban por la cantidad de dinero, joyas, brillantes y objetos · cunstancia de que por entonces estallase la Revolución Fran-
empeñados. Aun así, no mostraba la codicia que caracteriza .. cesa, le vino de perlas para encubrir una buena cantidad de
a los de su calaña. Prestaba sin buscar ventaja y hasta daba fechorías. Todo resultaba pareciéndole a él con un trasfondo
plazos de pago cómodos. Gracias a la magia de ciertos revolucionario. Llegó a desconfiar tanto que dudaba hasta de
malabarismos aritméticos, él conseguía elevar las ganancias sí mismo. En este oficio siniestro de inventar delaciones,
a alturas insospechadas. comprometió a un sinnúmero de personas. Es comprensible
Así rezaban las habladurías. Lo que suscitaba admiración que las habladurías sobre el caso llegaran a oídos de la corona.
en muchos, era el enigmático destino de todos los que se La magnánima emperatriz se horrorizó y, obedeciendo al
convertían en clientes suyos. Todo terminaba mal. Podría noble espíritu que engrandece a los soberanos, hizo algunas
pensarse que se trataba sólo de conjeturas o de rumores afirmaciones que trascendieron hasta nosotros, no tanto en
maledicentes. Imposible confirmar tales especulaciones. Sin forma literal como en su sapiente sentido, lo que las ha hecho
embargo, parece desmentirlo la contundencia de algunos perdurables en los corazones.
casos reveladores, que por estar a la vista de todos, no podían "Las monarquías", señalaba la emperatriz, "jamás se ensa­
menos que causar el más resonante asombro. ñan con los elevados anhelos de las almas benévolas, jamás
Es útil señalar que en el ámbito de la aristocracia no tardó impugnan o persiguen los frutos de la inteligencia, de la poesía
en destacarse un joven de excelente familia, que se distinguió o de las artes. Su magisterio, contrariamente, ha consistido
por sus servicios en la vida pública, fue ardiente orador de en ser monarcas bienhechores. Los Shakespeare y los Moliere
todo lo auténtico y elevado, fervoroso defensor de la causa se encumbraron bajo su egregia protección, mientras el Dante
artística y de los hallazgos de la inteligencia humana, es decir , careció de un rincón en su patria republicana; los verdaderos
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talentos crecen a la sombra del florecimiento y el poderío de;· correspondía con igual Ímpetu. Pero la familia de ella consi-
los soberanos y los Estados, no en épocas de ignominia política' deraba desigual aquella uni6n. La herencia del príncipe ya no
ni de terrorismos republicanos, que nunca legaron al mundo- le pertenecía, su parentela estaba en bancarrota y era de todos
ni un solo poeta. Hay que magnificar a los poetas y a los crea 0'.
sabido que su hacienda marchaba por el mismo camino. De
dores que traen al alma serenidad y armonía y no la horrible. súbito, el príncipe desapareció por un tiempo de la capital,
crispaci6n del descontento. Sabios, poetas y artistas so�· so pretexto de reponerse de su ruina cconómiea, y pronto
tesoros que hacen honor a la corona imperial, que dan brillo . apareció de nuevo haciendo gala de un lujo espectacular. Sus
,,
y engrandecen el gobierno de un gran so b erano. . · bailes y fiestas asombraron por su opulencia magnífica y hasta
En todo ello podemos leer la divina benevolencia de la en la corte se hicieron famosos. Tanto boato terminó persua-
emperatriz. Recuerdo que ningún anciano podía referirse_ t diendo al padre de la bella joven, y la ciudad fue testigo de
ello sin que asomaran lágrimas a sus ojos. Nadie permanec10 una boda extraordinaria. Nadie atinaba a explicarse la
indiferente al asunto. Para grandeza de nuestro orgullo procedencia de la súbita y prodigiosa riqueza del novio, pero
nacional, debemos poner de relieve que los sentimiento� del se conjeturaba que el príncipe había hecho un arreglo con el
hombre ruso albergan siempre el sublime ardor del hálito misterioso usurero y éste le había facilitado un préstamo
solitario hacia el ser humano. Aquel arist6crata que traicion6 altísimo. En fin de cuentas la boda causó revuelo en toda la
la confianza en él depositada, recibió su merecido castigo y · ciudad, y novio y novia suscitaron envidias por doquier. Nadie
fue destituido. Un hondo desprecio pintado en el rostro de ignoraba el s6lido y ardiente amor que los unía, la larga
sus compatriotas fue aun mayor castigo para él. Inútil descri- espera, las amorosas ansias insatisfechas y los méritos proba-
bir c6mo se agitaba su alma vanidosa. Orgullo, ilusión y dos de la pareja. Las mujeres ardientes se imaginaban ya los
esperanza, todo vino a fundirse en un oleaje destructor que edénicos placeres que aguardaban al joven matrimonio.
ahog6 su vida, bajo las convulsiones frenéticas y el delirio. Pero algo cambi6 el feliz curso de los hechos. Solamente
Y hay otro suceso que conviene traer a la memoria y del en un año el marido se transform6 de increíble manera.
cual todos fueron testigos. Entre las bellas mujeres que Aquella alma dulce y buena trocó su nobleza y generosidad
abundan en nuestra capital del norte, había una que a todas en celos e intolerancia. Se hizo verdugo implacable de su
luces sobresalía. Era un cruce magnífico de la belleza n6rdica propia mujer, llegando a deplorables extremos como el
y la del mediodía, uno de esos diamantes que sólo vemos de maltrato físico.
cuando en cuando. Mi padre declaraba nunca en la vida haber Un año después aquella hermosísima joven de otro tiem-
visto una maravilla así. Ella parecía la suma de todas las po, que arrastró tras de sí a tantos adoradores, ya no era ni
perfecciones: riqueza, inteligencia y gracia sublime. Sus ' , sombra de lo que fue. Tan insoportable se hizo su aterradora
pretendientes formaban una amplio círculo y entre ellos vida que lleg6 a pedir a su marido el divorcio. Éste montó en
sobresalía el príncipe R., que a todos aventajaba por su cólera ante el riesgo de la separación. Y en el colmo del
nobleza, por su apuesta figura y por sus sentimientos de arrebato irrumpió en los aposentos de la mujer empuñando
caballero. Era el prototipo supremo de las novelas, un una daga, y a punto estuvo de darle muerte si no lo hubieran
Grandíson" , en todo el sentido de la palabra. sujetado. Presa de locura desvió el arma contra sí.mismo y
El príncipe R. ardía de amor hacia la dama, y ella le se quit6 la vida, en medio de atroces mortificaciones.
Pero además de los dos casos narrados, que eran por todos
conocidos, se sabía de muchos otros, ocurridos en las capas
1 . Protagonista de una novela de Samucl Richardson ( r689­1 76 I) (Nota del
5
traductor). más bajas de la poblaci6n y que solían conocer un terrible fin.
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Un hombre honesto y de hábitos recatados que se abandonaba da a luz la prolífica Rusia, un autodidacta que, huérfano de
al vino; el dependiente de una tienda que robaba a su dueño'; ¡naestros y escuelas, buscó en sí mismo dictámenes y leyes
un cochero de vida intachable que de repente degolló a un': que lo orientaran en su camino, ávido de perfección y
pasajero por unos kópecs. Explicable, por supuesto, que tan. empeñado en abrazar una causa tal vez para él mismo, sin
horribles episodios aterrorizaran a los humildes habitantes de e aparentes motivos que la justificaran. Uno de esos talentos
Kolomna. Todos sabían que el prestamista era dueño de una de sangre a quienes sus contemporáneos distingu.ieron con el
fuerza satánica. Se rumoraba que las condiciones en que, exabrupto de "ignorantes", y que antes que desfallecer ante
s, el empuje de injurias y vicisitudes, se abren paso con resuelta
imponía los préstamos eran horribles' a tal punto que er'
miserable deudor no llegaba a confesarlas a nadie; que ese : energía, dejando atrás todo obstáculo.
dinero estaba dotado de propiedades magnéticas pues lograba·. Su olfato instintivo le permitía percibir adivinatoriamente
calentarse por sus propios medios, y que encendía las cosas lo que había detrás de cada objeto. Captó a cabalidad el
y poseía unos signos raros ... Así volaban de boca en boca las genuino sentido de la expresión "pintura histórica", llegando
conjeturas más equívocas. Debemos sí exaltar, que la pobla- a comprender que una cabeza y un retrato sencillos de Rafael,
ción entera de Kolomna, habitada por viejas mendicantes,, Leonardo da Vinci, Tiziano, o Correggio, fueran denominados
modestos empleados, artistas de medio pelo, en una palabra, pintura histórica; comprendía asimismo aquellos cuadros
las medianías y pobrezas a que antes he aludido, preferían la / gigantescos de tema histórico que no rebasan el nivel de
más indigente vida a recurrir al voraz usurero. Hasta hubo tableaux de genre'6, aun y contando con las amplias pretensiones
ancianas que se extinguieron de hambre, sacrificando su históricas del autor.
cuerpo antes que someter su alma. Un hondo sentimiento acompañado de íntimas conviccio-
Si alguien se encontraba con el usurero en la calle, daba nes, enrumbaron su pincel hacia temas cristianos que consti-
vuelta atrás presa de un miedo indomable, y giraba luego la ,. tuyen la excelsa perfección. Jamás se plegó a la ambición ni a
cabeza una y otra vez, siguiendo con la mirada su enorme ;, la susceptibilidad, excesos en los que suelen caer muchos pin-
figura que se perdía a lo lejos. Tan extraño era su aspecto que tores. De honesto y firme carácter, era un hombre dotado de
la gente no vaciló en atribuirle procedencia sobrenatural. Los franqueza, no exento de tosquedad, como recubierto de una
rasgos pétreos, tan acusados como jamás es dable hallar en un piel áspera, tampoco ajeno a cultivar cierto orgullo de alma
ser natural, la faz broncínea y ardorosa, el insólito espesor de que conocía la indulgencia y el rigor cuando sometía a juicio
sus cejas, el resplandor fatídico de sus ojos, cuya energía a los hombres.
nadie podía resistir y hasta los pliegues de su asiática indu- "¿Qué sentido tiene hacerles caso?", decía a menudo. "En
mentaria, todo nos decía que las pasiones humanas jamás fin de cuentas no trabajo yo para ellos. Mis obras estarán
lograrían competir con el frenesí de aquel cuerpo. destinadas a los muros de las iglesias, no a los salones. Quien
Siempre que mi padre se encontraba con él, se quedaba comprenda mi anhelo, me lo agradecerá; el que no, tendrá
como sembrado en su sitio y no podía eludir una exclama- al menos ocasión de elevar sus rezos a la Divina Providencia.
.' " ¡ E se 1 rmsrmsimo
cion: . ' . di abl o.!" No condenemos al hombre mundanal por su ignorancia
Pero es hora ya de referirme a mi padre, por ser, no sobra pictórica. Dejémoslo que entienda de cartas, de vinos y de
añadirlo, el verdadero personaje de esta historia. caballos. ¿Para qué obligarlo a dominar otros campos? De
En honor a la verdad, mi padre fue un hombre digno de resolverse por nuevas sendas, comenzará a probar aquí y allá,
ser recordado por no pocas razones. Tratábase de un pintor
bastante excepcional, uno de esos talentos que únicamente 16. Cuadros de género.

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empezará a fingirse un entendido y quién lo va a soportar. Queí Mi padre pensó: "¿Cómo perder la ocasión? Este demonio
cada quien se entregue a lo suyo, que cada quien se centre en k:. lo pide y hasta viene a mi apartamento". Dio su palabra.
actividad que le sea propia. Para mí es preferible el que proiÍ Acordaron tiempo y precio. Y al día siguiente, debidamente
clama sin disimulo su ignorancia, al sabihondo que posa de 1 aprovisionado de paletas y pinceles, acudió mi padre a su casa.
talentoso y sólo consigue contaminarlo todo con su torpeza," · Una sensación muy extraña le produjo todo cuanto encon-
Cobraba por su trabajo sumas discretas, apenas lo indis,; tró: los elevados muros que rodeaban el patio, los perros, las
pensable para la subsistencia familiar, así como para sus uten°·" rejas de hierro, las arqueadas ventanas, los cofres amortajados
silios pictóricos ..Por otra parte, jamás renunció a ayudar a su en viejos tapices, y por último, el propio dueño, ese asom-
prójimo, ni tampoco vaciló en socorrer con mano generosa broso sujeto que se sentaba ante él. Era como si las ventanas
al pintor desamparado. Inspirándose en la sencilla )' pía fe de hubiesen sido taponadas deliberadamente por todo género de
sus antepasados, creía, y acaso por ello mismo, que en los objetos, de forma tal que sólo desde arriba dejaban filtrar la
semblantes que su pincel pintaba se dejaba ver, de manera luz. "Diablos, qué bien iluminada luce ahora su cara", repitió
natural, una expresión altísima, que no pudieron lograr una y otra vez para sus adentros. "Si logro atrapar con mi
artistas de talento supremo. Con el tiempo, su constancia y paleta lo que estoy viendo ahora, alcanzaré tal altura que hará
la entrega a su arte terminaron por granjearse la simpatía d� palidecer a todos mis santos ángeles. ¡Qué vigor tan demo-
aquéllos mismos que lo condenaban calificándolo de ignorante níaco! Si llego a representarlo como es en la realidad, se saldrá
y de rústico autodidacta. Algunas iglesias solían hacerle un de su propio retrato. ¡Qué rasgos de prodigio!", se decía sin
sinnúmero de encargos, de tal modo que nunca estuvo ocioso. cesar, haciendo cada vez más y más impetuoso su trabajo.
A cierta obra dedicó un particular esmero. Se me escapa ahora Y pronto empezó a ver reflejados en el lienzo los rasgos
el asunto, pero recuerdo bien que se trataba de representar de su modelo. No obstante, en la misma medida en que se
el espíritu del mal. Mi padre reflexionó en cuál figura encar- acercaba al original, lo apresaba un sentimiento de asombrosa
nar esa idea. Su aspiración era condensar en aquel rostro la crispación, que no atinaba a explicarse. Así y todo, se empe-
fatídica carga que oprime a la humanidad. cinó en que su paleta recogiera con la mayor precisión hasta
Cuando pensaba en esto, aparecía en su imaginación la la línea mis imperceptible de aquel rostro y la totalidad de
figura del misterioso prestamista. Y pensaba desprevenida, los matices de su expresión. A los ojos consagró todo cuando
mente: "He aquí la figura de quien podría tomar como modelo pudo. El vigor que contenían era tan brutal que parecía
para pintar al demonio". Ya se imaginarán ustedes su asom- representarlos en toda su espectacularidad. Y se propuso
brosa reacción cuando, mientras trabajaba en su taller alguien ejecutar su empeño sin descanso, recogiendo tonos y matices,
tocó a la puerta y resultó ser el espantoso usurero. Una hasta desentrañar su secreto ...
crispación sacudió todo su ser. Aun así, al ahondar en ellos, su alma fue invadida por una
''¿Eres el pintor?", preguntó a mi padre sin ceremonia extraña repugnancia, una aversión tan arraigada que debió
alguna. abandonar por un tiempo el retrato. Hasta llegó el momento
"Así es", respondió él confuso, alistándose a lo que pudiera en que le resultó ya insoportable. Sintió que esos ojos atra-
ocurrir. vesaban su alma, dejándole una desazón irresistible. -Cada día
"Bien, entonces hazme un retrato. Tal vez pronto deje este esa sensación se hacía más fuerte. Y el miedo lo doblegó.
mundo. No tengo hijos y no quisiera marcharme del todo para Abandonó el pincel y dijo que no continuaría con el retrato.
siempre. Quiero vivir. ¿ Podrías hacerme un retrato en el que Sorprendió la reacción del usurero ante semejantes palabras,
parezca como si estuviera vivo?" e hincándose de rodillas, le suplicó que terminara el retrato,
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tidad, terminó sembrando la cizaña por doquier, cuando antes


pues según él, su suerte y existencia en el mundo dependí
de aquella obra, que ya el pincel había recorrido el mayoi- condenaba indignado semejante actitud. Urdió su plan a fin
trecho del camino, recogiendo lo esencial de su energía, y qu · de que se abriese un concurso para la escogencia del autor
si acertaba a reflejar en toda su integridad sus rasgos, una' del cuadro en el que participarían muchos pintores. Así las
fuerza sobrenatural prolongaría su vida en el retrato, impidien- cosas, se consagró en su taller, con todo el ímpetu de que su
do que dejase para siempre este mundo, pues él necesitaba: pincel era capaz. Parecía que ansiaba entregar tocio su ser a
ese fin. Nadie duda que plasmó una de sus mejores obras. Su
seguir viviendo. Tales palabras sumieron a mi padre en la
creación difería tanto de las demás pinturas presentadas, como
mayor perplejidad. Le causaron tal sorpresa y terror que dejó:
!• , la noche del día.
pincel y paleta y salió huyendo de la habitación.
Pasó el día y la noche sumido en gran desasosiego al recordar· , Mas de repente ocurrió algo que suscitó la más increíble
lo ocurrido. Y a la mañana siguiente recibió el retrato de ' sorpresa, cuando uno de los jurados, si mal no recuerdo un
manos del usurero, quien se lo envió por intermedio de una-; eclesiástico, lanzó a la palestra su crítica, sobre las figuras
representadas en su cuadro, dejándolos perplejos a todos.
mujer, único ser que le servía de antaño, explicándole además '
"Por supuesto el autor de esta pintura es dueño de un
que su amo declinaba el retrato, que nada le pagaría por él y·.
indiscutible talento. Pero sus rostros carecen de santidad . Y'
que se lo retornaba. Justamente aquella tarde se enteró del'} ,
muerte del usurero; se hacían los preparativos para darle · contrariamente, algo demoníaco encierran sus ojos, como si
sepultura, de conformidad con los ritos de su religión. la mano del artista hubiese obedecido a un sentimiento
Todo esto le pareció a mi padre inexplicable y extraño. Su ' .
nnpuro. "
carácter sufrió un cambio inesperado a partir de ese momen­
1
Todos volvieron sobre el cuadro y hallaron muy puestos
to. Vivía en permanente estado de exaltación y de alarma, sin en razón los argumentos esbozados. Mi padre se arrojó hacia
lograr aclararse el porqué.Y de súbito adoptó una actitud que · la pintura, ávido de confirmar por sí mismo la verdad de tan
nunca nadie hubiera esperado de él. , vergonzoso dictamen, y espantado descubrió que los ojos del
Ocurrió que en los últimos tiempos, las creaciones de uno usurero estaban puestos en todos los rostros pintados por su
de sus discípulos comenzaron a tener una favorable resonancia mano. Tan demoníaca era la mirada de aquellos ojos que su
artística en el círculo de críticos y aficionados. Mi padre que propio autor entró en estado de agitación. El cuadro no
valoró e impulsó siempre su trabajo, le otorgaba elevada mereció distinción alguna y mi padre debió soportar con pena
importancia.Y viene a ocurrir que de pronto se siente conta- que su discípulo conquistara el reconocimiento.
minado por la envidia vil. No soportaba ni las simpatías, ni La furia que lo envolvió al regresar a casa no tiene nombre.
los laudables comentarios que el joven artista atraía. Y A punto estuvo de levantar la mano contra mi madre. Arrojó
aquella pasión se desbordó al conocer que una suntuosa iglesia a sus hijos del hogar, hizo astillas pinceles y caballete, arrancó
de la pared el retrato del usurero, alistó un cuchillo y ordenó
que recién abría a los oficios religiosos, le había encomendado , I
la ejecución de un cuadro. Semejante noticia lo hízo montar encender fuego en la chimenea, pues se disponía a desgarrarlo
en Cólera. y a reducirlo a cenizas. Mas, en ese instante, fue visitado de
"Por nada del mundo permitiré que ese estúpido alcance .' repente por un colega pintor, de jovial carácter y perpetuo
el éxito", aullaba. "Es pronto todavía para que sepultes en el " aire de felicidad, hombre sin pretensiones desmesuradas, que
fango a los mayores. Gracias a Dios me quedan fuerzas. Así ejecutaba su trabajo con alegria, y con mayor alegria aún si
se trataba de comer y de beber.
que veremos quién derriba primero a quién."
Y he aquí que, ese hombre, de probada nobleza y hones- ¿ ero que'haces.? ¿ Q ue vas a quemar? , pregunto mientras
"p I )) I

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se aproximaba al retrato. "No te das cuenta acaso que vas· "A migo,
. t e asistía
. ' 1 a razona
' 1 pensar en quemar el retrato.
liquidar una de tus mejores obras. El retrato del usurero qu . ,, Que el diablo se lo lleve, algo muy extraño hay en él... NO
murió hace poco. Qué duda cabe que se trata de una ob/ ;' es quer yo crea en ,,brujerías, pero en su interior bulle una
magistral. Tuviste tino certero, amigo mío. Jamás ojos humarios :, energ1a perversa ...
te han mirado como estos ojos te miran." "Q'.
¿ ue quieres decir?"
ecm , anoto mi padre.
1

"Pues vamos a ver cómo miran esos ojos ardiendo en e' "Una vez que lo llevé a mi estudio, sentí UQ,a angustia
fuego", dictaminó mi padre, disponiéndose a arrojar el cuadro; ,, incontenible ... , era como si quisiera degollar a alguien. Debo
a la chimenea. : decir que nunca había sido víctima del insomnio y ahora hasta
"Detente, ¡por amor de Dios!", exclamó el pintor amigo/ las pesadillas me visitan ... La duda me asalta y no me aclaro
al tiempo que lo sujetaba. "Dámelo a mí si es que tanto te; si es realidad o imaginación que un duende intenta estran-
agobian,esos ojos." gularme. Y a todas estas el maldito viejo se me aparece sin
Mi padre se negó a acceder en un comienzo, pero terminó. cesar. Nunca me ocurrió nada semejante. He pasado estos días
. bajo un estado tembloroso, a la espera de algo incierto y
por entregar el cuadro al visitante, que se dio por muy bien:
servido. desagradable, sin un oído amigo a quien pueda yo decir una
Una vez que el amigo hubo salido con su adquisición, mi : palabra alegre y sincera. Imaginé que un espía me acechaba.
padre, ya sin el retrato, experimentó el sosegado respiro de , Y sólo apacigüé mi ánimo cuando regalé el retrato a un
sobrino mío que se había interesado en él. Sentí como si me
quien logra quitarse de sus hombros un pesado fardo. y:,
sintióse él mismo sorprendido de los innobles sentimientos· hubieran quitado un peso gigantesco. Ahora, como podrás ver,
rescaté mi alegría. Amigo, te ha atrapado el demonio ... "
que albergó, de haber cedido a la envidia y haber envenenado
su carácter. Meditó pausadamente sobre aquel sentir suyo, y Mi padre siguió atento el relato y cuando tocó a su fin,
1_
obedeciendo a la voz de la aflicción, dijo con sentido tono: • · preguntó: .
"Sí, no me cabe duda que ha sido castigo de Dios; esta "¿ Y el retrato está ahora en manos de tu sobrino?"
mortificación ha sido justa, por haberme empeñado en · "¡Por supuesto que no! ¡No logró soportarlo!", repuso el
perjudicar a uno de mis prójimos. Mi pincel se doblegó ante !A: t alegre visitante. "Es seguro que lleva en su interior el alma
la satánica tentación de la envidia. Era, pues, inevitable que ·� � del usurero. Se escapa del marco y pasea por la habitación. Y
ello se reflejara en el lienzo". cuanto narró mi sobrino resultaba inexplicable. Si no fuera
Con paso resuelto se encaminó adonde su antiguo díscipu-. porque yo experimenté idéntica sensación, lo habría tomado
lo, le dio un abrazo entrañable, le pidió perdón y encomendó por un lunático. Acabó deshaciéndose de él; lo vendió a algún
a su entereza la misión de borrar la culpa. Retornó a su trabajo coleccionista, el cual a su vez, no soportándolo, terminó por
guiado por el antiguo sosiego de siempre, aunque se dejaba venderlo a otro. Y así pasó a otras manos."
ver que un pensamiento fijo acechaba su alma. Aumentó los t Semejante cadena de sucesos impresionó hondamente a mi
rezos y suavizó su trató con los demás. La aparente rudeza r padre. Se abandonó sin reposo a sus pensamientos, tornan-
de Sll carácter cedió ante la mansedumbre de corazón. No dose hipoco�driaco. Y krminó por convencerse de que su
pasó mucho tiempo antes de que otra circunstancia agitara pmcel se había convertido en arma del diablo, que parte del
todavía más su ser. Desde hacía tien1.po no veía al colega qt1e alma del usurero se había instalado sin la menor duda en el
tomó el retrato. Había resuelto visitarlo [ustamentc cuando, retrato y era su oficio dedicarse a extraviar a la gente, a la
éste reapareció en su habitación, sin esperarlo. Luego de sombra de una diabólica ansiedad, engendrando el fatídico
cambiar algunas preguntas y respuestas, el visitante habló así: martirio de la envidia, ctc., etc.
180 181
EL RETRATO
NICOLÁS GÓGOL

Tres desventuras castigaron su alma en poco tiempo: Í de frecuentes rezos. Transcurrido el año, el cuadro quedó
terminado. Tenía el encanto de lo maravilloso. Aunque ni el
inesperada muerte de su mujer, de una hija y de un varoncitr
En ello levó un inexorable dictamen del cielo, y tocado p . superior, ni los hermanos eran entendidos en pintura, todos
irrevocable ansia, convino en decirle adiós a este mundo. , , sin excepción quedaron perplejos ante la perfecta santidad de
Había cumplido yo los nueve años cuando determinó qu fas imágenes. La Santísima Virgen, inclinada sobre el Niño,
deud. · veíase impregnada de una honda, divina y noble expresión.
ingresara en la Academia de Bellas Artes, y saldadas las
con, sus acreedores, tomó el camino de la vida monástic Los ojos del Divino Niño poseían ese brillo qu� pareciera
donde pronto se refugi6 en los hábitos. Demostr6 una voluri adentrarse en el porvenir. Un elocuente silencio envolvía a
tad ascética tan fume y una obediencia tan sacrificada a 1 '. . los reyes, que iluminados por un seráfico milagro se proster-
. naban a sus pies. Y finalmente, esa inefable armonía que
reglas del monasterio, que asombró a la comunidad entera;
Informado el superior de que se trataba de hombre d bañaba las imágenes, le confería al conjunto un equilibrado
vocación artística, lo invitó a que pintara la imagen princip . vigor, cuyo Ímpetu se resolvía en favor de la magia.
de la iglesia. El humilde monje, no creyéndose merecedor d . Todos los hermanos de la comunidad se rindieron de
· hinojos ante la nueva pintura. Y el superior dijo con voz
semejante distinción, se neg6 de manera rotunda a empuñar.
el pincel, argumentando que estaba contammado y que pim¡'. conmovida:
merecer la ejecución de la obra, tendría que limpiar su sef ' "Es imposible, absolutamente imposible que el arte humano
de toda mácula, por fuerza del trabajo sacrificado. Oídos su .. sea capaz de producir por sí solo un cuadro así. Un brío santo

argumentos, desistieron de obligarle. + y sobrenatural conduce tu pincel, y la bendición celestial ha


consagrado tu obra".
Aunque el rigor que se imponía a sí mismo en la vida.
monástica era estricto sobremanera, a él terminó parecién-: Fue por aquel entonces cuando obtuve yo mi grado en la
dale suave.Y en aras de cultivar una soledad absoluta, con l�· academia. Fui premiado con una medalla de oro que me abrió
bendición del superior se retiró al desierto. Allí puso manos:. el esperanzado y dichoso camino de un viaje a Italia; ninguna
a la obra en hacer un cobertizo de madera. Por todo alimento· ventura mayor se podría soñar a los veinte años. Sólo me
consumía raíces crudas, mientras trasladaba piedras de un: restaba decirle adiós a mi padre, a quien no veía desde hada
doce años. Debo reconocer que el tiempo había borrado de
lugar a otro, y desde el alba hasta que llegaban las sombras,"
mi memoria sus facciones. Pero tenía' noticia del estoicismo
permanecía estático en su sitio, orando sin fatiga, con los:
brazos alzados al infinito. Habremos de saber que buscaba los beatífico de su vida, y me alistaba a saludar la rústica presencia
de un ermitaño, dócil únicamente al ayuno, a la oración en
extremo� más agudos de la penitencia y que anhelaba esas
mortificaciones de que sólo son capaces los santos. la soledad de su celda, y cuya figura acaso éxtenuada y enjuta
Durante varios años sometió su cuerpo a mortificaciones, \ se alejaba de todo lo terrenal.
Pero la suerte quiso que encontrara a un anciano vene­
logrando a su vez fortalecerse con la semilla de la oración, Y
rable, de bellísimo aspecto. Ninguna huella de extenuación
ya resuelto, emprendi6 la vuelta al monasterio y le dijq;
resueltamente al superior: asomaba en ese semblante bañado por una luz celestial. La
"Bien.Ya me considero preparado. Emprenderé el trabajo¡. barba nevada, un vello suave, semejante al éter y de plateado
si es que Dios así lo quiere". fulgor, poblaba alegremente su pecho, el cabello chorreaba
El tema elegido fue el nacimiento de Jesús. Un año entero. por los pliegues de su oscura vestidura hasta el mismo cordón
que ceñía su austero hábito monástico. Las sabias palabras que
consagr6 a la obra, encerrado en su celda, mientras practí- ·
caba una estricta frugalidad alimenticia y se acompañaba(. sobre arte atesoraba su boca, constituyeron para mí la más
182 "); , 183
\}
NICOLÁS GÓGOL EL RETRATO

elevada enseñanza, esa enseñanza que conservaré perpetu Comprendo bien que el mundo niega la existencia del diablo
mente en mi ser. Cómo me halagaría que mis colegas siguier y por eso me abstendré de tocar el tema. Tan solo diré que
mi ejemplo. · · :; ejecuté ese re.rato sin una pasión sincera, más bien llevado
"Te esperaba, hijo mío", dijo cuando me aproximé par de la mano de una fuerza abominable. Intenté dominarme con
recibir su bendición. "En tu porvenir veo un largo camino qu ,. rudeza, dejarlo todo a la indiferencia, para así ceñirme a mi
0
habrás de recorrer. Es un camino de santidad, síguel modelo. No se trataba aquello de una obra de arte· de ahí que
• V
fielmente. Te distingue el talento, que es el privilegio má · .. transmitiera sentimientos rebeldes y caóticos, yno sentimien-
preciado que el cielo pudo reservarte, no lo eches a perder • tos de artista, pues el artista es leal a la serenidad hasta en los
Estudia, indaga todo cuanto se ponga ante tus ojos, sométel momentos de mayor turbación. He sabido que aquel retrato
a tu pincel, esfuérzate en descubrir el lado oculto de las cosas· vuela de mano en mano propagando congojas, engendrando
y dale preferencia al empeño por descifrar el misterio del' en el pintor envidia y la repugnancia hacia su hermano, la
creación. Bienaventurado quien posee la luz del talento. Nad obsesión implacable de acechar y de hundir. ¡ Que el santo
repudiable habrá para él en la naturaleza. La grandiosidad de .. Dios te libre de semejantes pasiones! Nada hay tan abomina-
artista creador se expresa tanto en lo ínfimo como en 1 :. ble. Debemos cargar sobre nuestros hombros el peso amargo
supremo. Nada despreciable habrá en él, ya que se entrega,a,. de las persecuciones, antes que infligir el mínimo daño a
representar su propia ahna sublime. El arte lleva al hombre a- nuestro prójimo. Tu mayor anhelo: salvar la pureza de tu alma.
intuir la presencia de lo celestial y lo divino, y ese don le. Quien es dueño de talento, preservará su corazón de toda
confiere ya un supremo sitio de privilegio. La creación es- mácula. Al mortal común se le pueden perdonar muchos
superior a la destrucción, del mismo modo que la elocuente extravíos, pero al artista no. Al hombre que sale de casa
paz aventaja a la mundana agitación.Y de idéntico modo que .. elegantemente ataviado, basta que una rueda lo salpique al
el ángel, en razón de su inocencia y de la cristalina pureza de. pasar, para que toda la gente lo señale con el dedo y lo tache
su alma, se coloca a alturas infinitas, lejos de los soberbios: de negligente. Pues aquella gente es ciega a las tantas manchas
instintos luciferinos, así la excelsa perfección del arte está por.. :· que otras personas llevan en su traje de rutina y que, justa-
.
encima de todo cuanto en el mundo existe. Deberás consagrar · . mente por ser de rutina, pasan inadvertidas."
todas las fuerzas al arte, ámalo con hondura infinita, sin Me bendijo y me abrazó. Una noble emoción nunca
subordinarte a la pasión mundana, reservando tu entrega a. · sentida me sobrecogió. Con veneración, más que con filial
la pasión celestial. Sólo así podrá el hombre sobreponerse a . amor, me apreté a su pecho y besé sus plateados cabellos. En
las terrenales fuerzas y oír la divina música de la armonía. El sus ojos se asomó una lágrima.
arte, creación suprema, desciende para apaciguar fuerzas "Tengo para ti, hijo mío, una súplica cuyo cumplimiento
oscuras y conciliar a los hombres. El arte no puede infundir no me negarás", me dijo al despedirnos. "Si algún día te llega
un hálito perturbador en el ahna. Porque, lejos de ello, es una · la ocasión de saber dónde está el retrato de que ahora te hablé,
plegaria que debe elevarse a la Divina Providencia. Mas hay. luego de reconocerlo por sus asombrosos ojos y su respiración
momentos desdichados, momentos de cruenta vacilación ... ',<, sobrenatural, destrúyelo sin vacilar en absoluto ... "
Al detenerse advertí que su faz había sido como bañada poi · Ahora podrán ustedes juzgar si podía negarme a cumplir
un enjuague sombrío. · semejante ruego. Han transcurrido quince años y hasta hoy
"Hay un momento en mi vida ... ", prosiguió. "Mi mente no he visto nada que se asemeje en lo más mínimo a la
no logra aclararse quién sería aquel extraño personaje que•. descripción que mi padre me hiciera.Y he aquí que de repente
trasladé al lienzo. Acaso se trató de una satánica aparición ... en esta subasta ...
184 185
NICOLÁS GÓGOL

Dejando inacabada su frase, el pintor volvió los ojos ha ·- APUNTES DE UN LOCO


la pared, donde el retrato se encontraba.Y cuantos allí estalx
lo imitaron. Pero hubo sorpresa general al advertir que e
cuadro ya no estaba en la pared. Un murmullo se alzó en l'
sala y de entre todos apenas se oyó con nitidez:
-Alguien lo ha robado. -,

Efectivamente, alguien lo sustrajo aprovechando que la sal
se hallaba abstraída en el relato.Y la perplejidad los acompañó
por largo tiempo, interrogándose si de verdad habían teni�o.: 3 de octubre
ante sí aquellos ojos asombrosos, o si era fruto de una ilusión
que se tomó por un momento sus miradas, esas miradas en, HOY HA OCURRIDO UN HECHO EXTRAORDINARIO. UN
las que los cuadros antiguos habían sembrado la fatiga. '. poco tarde me levanté esta mañana y cuando Mavra metra-
jo las botas limpias le pregunté qué hora seria. Al oír que hacía
mucho habían pasado las diez, me apresuré a vestirme. Fran-
camente de corazón me hubiera quedado en casa, sin ir a la
oficina, para no tener que soportar la agria mirada del jefe
de la sección. Desde tiempo atrás me viene machacando:
"¿Qué te pasa? ¿Qué desorden se te ha metido en la cabeza,
hermano? Lo cierto es que a veces tú todo lo fundes y
confudes por tanta prisa, que ni el propio Satanás podría
entenderlo. Empiezas escribiendo el encabezamiento con
minúscula, omites la fecha y olvidas luego el número del
documento".
¡Maldito avechucho! La verdad es que la envidia lo corroe,
porque trabajo en el despacho del director y afilo las plumas
para su excelencia. En pocas palabras, no habría ido al depar-
tamento si no hubiese cultivado la esperanza de ver al cajero
y de arrancarle a ese judío aunque fuera un anticipo sobre mi
sueldo. ¡ Otro tipejo más! Antes nos llegará el juicio final que
un anticipo venido de la mano de este funcionario. Ninguna
súplica será suficiente para disuadir a ese demonio gris, ni
siquiera el que nos vea postrados de necesidad. En su casa la I
cocinera lo enciende a bofetadas. Esto todo el mundo lo sabe.
Yo no entiendo qué ventaja habrá en trabajar en este depar-
tamento. Nada se gana con ello. En cambio son absolutamente
otra cosa la oficina de un gobernador de la provincia, la
cámara civil o la de hacienda. Allí es posible encontrarse a un
funcionario que gasta su tiempo garrapateando en un rincón.
186 187
NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO

Usa un frac despreciable y una carta que al verla dan gana : que las mujeres no enloquecen por hacerse a todos esos
de escupir. Pero hay que ver la casa de campo que arriencf trapos.
en el verano. Y que no se te vaya a ocurrir regalarle una taz No me reconoci6.Y al mismo tiempo me esforcé por pasar
dorada: "éste es", dice, "obsequio de médicos". Para él hay qu ' lo más desapercibido posible, porque mi capote exhibía una
reservar ya un par de caballos, ya una calesa, ya una piel d gran suciedad y era de un corte pasado de moda. Lo usual
castor, de ésas que llegan a costar trescientos rublos. Es dueñ ahora es el capote de cuello largo y yo todavía llevo uno corto,
de suaves maneras: "Tenga la bondad de permitirme la na; de esclavinas superpuestas. A ello se añade un paño rústica-
vajita para afilar las plumas".Y a este ritmo te sacará todo hast mente trabajado.
dejarte sólo en camisa. Pero conviene destacar que, en corn- Su perrita no logr6 traspasar el umbral de la tienda y se
( pensación, nuestro trabajo es más digno, y la limpieza que , quedó afuera, en la calle. La conozco, se trata de Medzhi. No
preside las oficinas no es dable encontrarla en gobierno cívíl] . habría transcurrido un minuto cuando oí una voz fina que se
alguno. Las mesas son de caoba roja y todos los jefes lo tratan: . dirigía a ella:
a uno de usted. Hay que decir con franqueza que si no fuera· -Buenos días, Medzhi.
por el distinguido trato que reina en el departamento, ya mis, Bueno, lo que faltaba. ¿Quién será la dueña de esa voz?
pasos hubieran tomado otro rumbo. · · · Miré en torno mío y vi pasar un par de paraguas con dos
Luego que hube tomado mi viejo cap.ate, eché mano del • damas. Tan joven la una como vieja la otra. Ya habían cruzado
paraguas porque llovía a cántaros. En las calles veíanse sólo · y de nuevo oí:
unas cuantas mujeres del pueblo que intentaban protegerse• -Medzhi, ¿es que no te da vergüenza?
la cabeza con las faldas de sus vestidos, comerciantes rusos ¡Demonios!Vi entonces cuando Mcdzhi olfateaba al perri-
que se refugiaban bajo sus paraguas y algunos mensajeros. Era: to que iba con las damas. "¿Qué significa esto?", me dije. "¿No
esto lo que mis ojos veían. De los nobles, sólo había un colega-: estaré borracho?" Pero cosas así me ocurren muy raras veces".
funcionario. Lo vi en el cruce y de imnediato me dije a mí -No, Fídele, te equivocas -con perfecta claridad oí que
mismo: "¡Hola, amiguito! ¡Apuesto a que no vas para la ofi- era Medzhi quien hablaba-. He estado, guau, guau, guau, he
cina! Tú en lo que andas es corriendo tras la que va delante, estado guau, guau, guau, muy enferma. ¡Al cuerno con ese
pues tus ojos no se apartan de sus pies. ¡Qué se habrá hecho perro! Confieso mi enorme sorpresa al oír que hablaba con
la vergüenza de nuestros hermanos funcionarios! ¡Dios santo! voz humana, Pero después, cuando volví sobre el asunto, dejé
Nada tienen que envidiarle a cualquier oficial.Apenas aparece de asombrarme. Muchos casos ha habido en este mundo de
en el horizonte alguna dama ataviada de sombrero, empren-· tan raro calibre. Dícese que en Inglaterra un pez sali6 del agua
den la cacería". Así pensaba cuando de pronto vi un carruaje y pronunciódos palabras en un idioma tan extraño que los
que se detuvo enfrente del almacén por donde yo pasaba. Lo sabios llevan tres años descifrando el caso sin que hayan
reconocí al instante pues se trataba del carruaje de nuestro logrado esclarecerlo. Leí, asimismo, en un periódico, que dos
director. « A que' ven d ra' e'l a un almacen , pense, con segu­
! " I " vacas acudieron a un almacén y pidieron una libra de té. Aún
ridad se trata de su hija". Me pegué a la pared. El lacayo así, debo reconocer que yo me sorprendí mucho más cuando
procedió a abrir la portezuela y ella salt6 del carruaje como Medzhi pronunció:
un pájaro. Lanzó una mirada a diestra y siniestra. Dios mío, -Yo te escribí una carta Fi<lele. Pero de seguro Polkán no
¡de qué manera fulguraron sus cejas y sus ojos! ... ¡ Qh!, estoy entregó mi mensaje.
perdido, irremediablemente perdido. ¿Por qué saldría ella en Que me priven de salario si en la vida he oído decir que
tan tempestuoso tiempo? No habrá quien se atreva a afirmar mi perro puede escribir. S6lo los nobles saben redactar a la
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NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO

has,'
perfección, No faltan comerciantes, funcionarios y Claro que él es muy superior a nosotros, los simples
siervos que en ocasiones emborronan el papel; pero se tra · ;' funcionarios. Se trata de un hombre de Estado. Aún así , no
de una escritura que podríamos llamar mecánica, porque n �dudo que me tiene especial preferencia. Y también su hija ...
sigue las reglas de puntuaci6n y carece de estilo. "' a ¡Ah!, qué tonterías digo ... ¡Diablos! Mejor callar ... Callar. rl
Todo esto me dej6 asombrado. Confieso que de un tiem Acabo de leer Abeja del Norte1• La estupidez de los franceses 'I
para acá he comenzado a oír y a ver cosas que nadie oy6 ·n no tiene límites. ¿Qué será lo que pretenden? Habría que co- i
vio nunca. "Por supuesto, le seguiré los pasos a esa perr ita" gerlos a todos sin vacilaci6n y propinarles una buena paliza. 1
pensé, "y así averiguaré quién es y qué piensa". , · i; Pero leí también una agradable descripción sobre un bai-
Refugiándome bajo el paraguas seguí a las dos damas:. - le, redactada por un terrateniente de Kursk. ¡ Qué bien es- 1
Dejamos atrás la calle Gor6jovaia, cruzamos hacia ,¡¡¡; criben los terratenientes de Kursk!
Meschánskaia, de allí pasamos a la Stoliárnaia, para llegar¡ A todas éstas me di cuenta de que eran ya las doce y media
finalmente al puente Kokushkin donde nos detuvimos ante '. y que nuestro director no salía de sus aposentos. Pero hacia
' " Esta casa me es fami·1·iar " , pense.
un caseron. ' "E s I a d e la una y treinta ocurri6 algo que ni la más osada pluma
Zverkov". Una casa enorme. Allí vive toda clase de gente: Un; conseguiría describir.
sinnúmero de cocineras y visitantes.Y hay que ver a nuestros La puerta se abrió. Creyendo que se trataba del director,
hermanos funcionarios: ¡Viven hacinados como perros, uno-- me puse en pie de un salto con los docnmentos en la mano.
encima del otro! Entre ellos hay un amigo mío que domina ,, Pero era ella. Ella en persona. Dios santo ¡c6mo lucía! Su
estupendamente la trompeta. '·. vestido tenía la blancura del cisne. ¡Uf!, ¡y qué vaporoso!
Las damas subieron al quinto piso. "Bien", me dije, "no,' Cuando me mir6 comprendí que era la mirada del sol. No
entraré ahora, pero tomaré nota del lugar y por supuesto. sin hacer una venia, dijo:
trataré de aprovecharlo a la primera oportunidad". ' , --¿ Ha estado aquí mi padre?
¡Ay, ay, ay! ¡Qué voz! Un canario, un verdadero canario.
-Su excelencia-hubiera querido decir-, ¿no ordena usted
4 de octubre castigarme?
Pues si su deseo es castigarme, hágalo ahora mismo con
Por ser miércoles hoy he estado en el despacho de nuestro ' . su manecita de general.
jefe. Me apresté a llegar temprano, me senté y pulí todas las ,, Pero el diablo me enred6 la lengua y sólo atiné a
plumas. Nuestro director debe ser un hombre muy ínteli- ' responder:
gente. Su despacho está rodeado de estantes con libros por -No.
los cuatro costados. Leí algunos títulos: son volúmenes Ella me lanzó una mirada, mir6 los libros y dej6 caer su
científicos, pero tan científicos, hermanos míos, que personas pañuelo. Yo me apresté a recogerlo y estuve a punto de rom-
como yo no entenderían ni una línea pues todos están escritos perme las narices pues resbalé en el maldito parquet. Aun así
en francés o en alemán.Y si uno se detiene a mirar la cara de , logré evitar la caída. Y recogí el pañuelo. Santo Dios, ¡qué
nuestro director ¡cuánta grandeza se puede leer en sus ojos! pañuelo! Era de un lino finísimo. ¡Ámbar! ¡Puro ámbar!
Jamás he oído que de su boca salga una impertinencia. Salvo Emanaba esa fragancia típica de una hija de general.
cuando le presentan los papeles del día, pregunta:, Ella me agradeci6 el gesto, esbozó una tenue sonrisa, de
-¿Qué tiempo hace afuera?
-El tiempo es húmedo, excelencia. 1. Periódico de San Petersburgo (Nota del traductor).
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NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO

tal modo que casi no se movieron sus labios dulcísimos. Y s , -¿ Podrías explicarme qué estás haciendo?
retiró. -¿Cómo que qué hago? No hago nada -repuse.
Resolví quedarme una hora más hasta que vino el criado y -Pues piénsalo bien.Ya eres un cuarentón y es hora de que
dijo: pongas los pies enla tierra. ¿Qué te has creído? ¿No sabes que
-Es hora de que se vaya a casa, Axenti Ivánovich, el seño� conozco muy bien tus disparates? Estás a la caza de la hija del
, director. Detente un instante a meditar y pregúi;ttate quién
ya salió.
Los criados me resultaron insoportables. En las antesalas eres tú, Eres una nulidad absoluta y nada más. No tienes ni
suelen refugiarse en su dejadez, sin siquiera intentar hacer una, migajas en el bolsillo. Pon tu cara ante el espejo. ¿Cómo
venia con su cabeza. Hay que ver cómo se comportó en cierta; puedes comportarte así?
ocasión un animal de estos: tuvo la desfachatez de ofrecerme' ¡Que el demonio me lleve! Como tiene la cara idéntica a
tabaco sin moverse de su sitio. Es como si esos siervos canallas un frasco de botica y en la cabeza sólo le crece un mechón de
quisieran ignorar que además de ser yo funcionario procedo f pelos que se encrespa para mantenerlos bien tiesos, y a todas
de una familia de sangre noble. éstas se unta pomadas, imagina que puede hacer lo que le
Así las cosas, no me cupo en suerte otro remedio que venga en gana. Comprendo, comprendo sin sombra de duda
' la razón que lo mueve a enfurecerse conmigo. Pero eso no
coger el sombrero por mis propios medios, ponerme yo,,
mismo el capote, porgue tendría uno que aguardar infinita- , me toca.Yo lo escupo en la cara. No me vengan a decir que
mente si de confiarse a esos señores se tratara. En casa pasaba / ser consejero palatino es ser gran cosa. Nadie puede derivar
la mayoría del tiempo tendido en la cama. Luego me entregué : su importancia sólo de lucir reloj con cadena de oro y botas
a copiar unos versos: . de treinta rublos. ¡Que se vaya al diablo! ¿Acaso soy hijo de
plebeyos, de un sastre o de un recluta? Soy un noble.Y puedo
Pasé una hora sin verte ascender. Apenas he llegado a los cuarenta y dos años, es decir,
y fue un año para mí. justo a la edad en que se empieza a hacer una carrera. Vamos
Prefiero la muerte a ver, amigo. También yo podré llegar a coronel y por qué no,
a tener que vivir sin ti' con la venia de la Divina Providencia, volaría aún más alto.
Alcanzaré un prestigio de mayor reputación y luces que el
Estos versos, si mal no recuerdo, son deAlexandr Pushkin. tuyo. ¿ Crees que la única persona con dignidad en este mundo
Ya entrada la tarde y bien enfundado en mi capote, me eres tú? Me bastará ponerme un frac a la moda y una corbata
acerqué a la puerta de la casa de su excelencia y largo tiempo
1 como la que exhibes y quedarás a mi lado como un mendigo.
aguardé confiando en que ella saldría a tomar su carruaje. Pero
La desdicha radica en que carezco de recursos.
no, ella no apareció.
8 de noviembre
6 de noviembre
Fui al teatro. Se presentaba Filatka, el tonto' de las comedias
El jefe <le la sección ha montado en cólera. En cuanto llegué rusas. Me reí mucho. Presentaron asimismo un vaudeville con
a la oficina me hizo con1parecer ante su presencia y 'comenzó /,; versitos muy divertidos acerca de los abogados, en particular
a decirme: sobre un registrador colegiado. Los versos estaban concebidos
de tan osada manera que me extrañó no haber visto ahí
2. El autor de esta cancioncita es Nikolaiev (Nota del traductor). la mano de la censura. Abiertamente se referían a los
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NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO

mercaderes, diciendo que engañan a la gente, que sus hij No pocas veces he pensado en entablar conversación con
sobresalen por escandalosos y están siempre buscando que lo su excelencia, pero ¡qué diablos! la lengua no me responde.
hagan nobles. Recuerdo también una copla muy travie · Si acaso logro decir que afuera hace más o menos frío. Y
consagrada a los periodistas; decía que ellos enjuician a tod' definitivamente no me sale ni una palabra más. Me encantaría
el mundo, mientras están pidiendo que no los toquen. Q echarle un vistazo al salón que sólo alcanzo a mirar de reojo
obras tan divertidas se hacen ahora. Me gusta de verdad ' ·, cuando la puerta está entreabierta. Quisiera veu también el
/ teatro. Siempre que tengo alguna moneda en el bolsill ' , recinto contiguo. ¡Ah!, ¡qué decoración tan lujosa! ¡Qué es-
aprovecho la ocasión. Pero, eso sí, hay que decir que entr. :, pejos y porcelanas! Cómo me gustaría admirar los aposentos
los funcionarios encontramos auténticos cerdos: jamás van.a] de la hija de su excelencia. Es lo que de verdad me encantaría
teatro, de no ponerles en la mano un pase gratuito. contemplar. Ver en su tocador cómo tiene ordenados fras-
Se presentó también una artista de formidable vozs, quitos, cajitas, flores, todo a tal punto delicado que pareciera
Recuerdo que ... Ah, ¡Demonios! Mejor no decir nada ... A como si el solo aliento lo fuera a estropear. Cómo lucen allí
callar, a callar. , tirados sus vestidos que más parecen tejidos de aire. Quisiera
introducir la mirada en el dormitorio ... Pienso que todo
aquello debe ser magnífico, un paraíso que no hallaremos ni
9 de noviembre en el cielo. Vería el escabel en el que, luego de levantarse,
suele apoyar su frágil pie, cómo la media va torneando su
A las ocho de la mañana me marché a la oficina. El jefe de la; piernecita, blanca como la nieve ... ¡Ay, ay, ay! Mejor no decir
sección se comportó como si no hubiese advertido mi: nada ... A callar... A callar...
presencia.Yo por mi parte actué como si entre nosotros nada; Hoy, sin embargo, mi cabeza ha sido visitada por una idea
hubiera ocurrido. Revisé una y otra vez los documentos. A:, feliz: evoqué la charla que sostuvieron las dos perritas en la
las cuatro de la tarde me marché. Pasé delante del despachó . avenida Nevski:
del director, pero todo lucía solitario. Cuando hube tcrmi- , "De acuerdo", pensé. "Por fin me enteraré de todo. Debo
nado de almorzar me tumbé en la cama. echar mano de la correspondencia que han sostenido esos dos
míseros canes. Así llegaré a saber algo".
No negaré que en cierta ocasión resolví llamar a Medzhi
r r de noviembre le
y dije:
-Escucha, Medzhi, ahora estamos solos. Si lo deseas cerraré '1
''
Hoy realicé trabajos en el despacho de nuestro director. Afilé
veintitrés plumas para él y para ella, ¡ay, ay!, para la hija de
la puerta para que nadie nos interrumpa. Dime todo lo que
sepas de esa doncella. Cuéntame cómo es ella. Te juro que a '¡
1
su excelencia otras cuatro plumas. A él le agrada tener a mano nadie diré nada.
bastantes plumas. ¡Oh! su cabeza debe ser una lumbrera. Está Pero la maliciosa perra, apretando el rabo entre las pier- .
1
siempre callado como si estuviese sumido en hondas cavilas nas, salió calladamente como si el asunto no fuera con ella. '
dones. Me gustaría saber qué piensa él la mayoría del tiempo. Desde siempre sospeché que los perros eran mucho más !
Qué asuntos se agolpan en su cabeza. Me gustaría conocer más inteligentes que los seres humanos. He llegado incluso a creer
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de cerca la vida de estos señores, los equívocos e intimidades que están capacitados para hablar y que si no lo hacen será I'
de la corte, cómo son, qué hacen, cuándo se reúnen. ¡Cómo porque no les viene en gana. El perro es un animal de olfato (
me agradaría saber todo esto! · político: observa en detalle hasta el más mínimo paso del I ¡¡1
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NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO

hombre. Mañana, cuésterne lo que me costare, iré a 1 inoportuna. Tuve que salir y dar un obligado paseo mientras-
casa de Zverkov, preguntaré a Pídele y, de ser posible, rn . reflexionaba sobre el asunto. Ahora sí conoceré la verdad,
apropiaré de todas las cartas que le ha escrito Medzhi. pues sus papeles me lo descubrirán todo. La inteligencia de
los perros sabe olfatear el tramado de la política. Por eso
lograré enterarme de todo, el retrato y lo concerniente a este
r 2 de noviembre señor.Y acaso sabré algo también de aquélla ... Mejor no decir
. nada ... A callar. Cuando llegué a casa había anochecido ya. Y
A las dos de la tarde salí resuelto a verme con Fidele y a inte · resolví permanecer tumbado en la cama.
rrogarla. Me resulta insoportable el hedor a repollo que s
respira en torno a las pequeñas tiendas de la Meschánskaia.
A ello se añade que por debajo de las puertas de cada casa sale r 3 de noviembre
un olor tan apestoso que debí taparme las narices y lanzarme
a correr tan rápido como pudieron mis pasos. Pero no es todo: Bueno, vamos a ver. Las cartas son legibles. Sin embargo, me
de los talleres de los artesanos vuela tal cantidad de humo y . huele que en la letra hay algo perruno. Leamos:
hollín que no es dable suponer que una persona distinguida
ceda al riesgo de pasearse por ahí. Querida Fidele:
Apenas hube llegado al sexto piso toqué la campanilla, salió ·· No consigo acostumbrarme a un nombre tan vulgar como el
a abrirme una joven que no era ni del todo fea ni del todo/ tuyo: ¿Cómo se les ocurrió llamarte con un nombre tan bas­
pecosa. La reconocí. Era justamente la misma que iba aquel · tardo? Cómo no pudieron encontrarte uno mejor? Fidele,
día con la anciana. El púrpura se le subió un tanto a las mejillas; Rosa, ¡qué ordinariez! Bien, pero dejemos el asunto a un
y comprendí que ansiaba tener novio. lado. Me alegra, me alegra que hayamos resuelto escribirnos.
-¿Qué desea usted? -preguntó.
-Quisiera hablar con su perra. Las cartas escritas de manera intachable. Puntuación y signos
De inmediato comprendí que estaba ante una joven estúpida. ortográficos están en su lugar. Ni siquiera nuestro jefe de
Y bastante estúpida. Entonces la perra se acercó ladrando. Me sección llegaría a escribir tan bien, aunque pregona que es-
agaché para cogerla, mas poco faltó para que la maldita tudió en una universidad. Pero sigamos leyendo:"
clavara sus dientes en mi nariz. Vi en un rincón su cama.
¡Justo lo que necesitaba! Luego de acercarme y revolver la Creo que uno de los tesoros más preciados del mundo es
paja descubrí con alegría un paquete de papeles. La odiosa lograr comunicar a otros nuestras ideas, impresiones y
perra, al notarlo, me mordió en la pantorrilla.Y visto ya que sentimientos.
había �ustraído sus papeles, chillaba buscando ganarse mi
voluntad, pero le dije: "No, mi linda, adiós", y salí corriendo. ¡Ah! la idea fue sacada de un libro traducido del alemán. Un
Al parecer la joven me confundió con un loco, pues su libro cuyo título no recuerdo.
azoro no tuvo límites.Y apenas hube entrado en casa tuve el

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deseo de sumergirme en aquellos papeles y descifrarlos, pues Digo esto por experiencia, aunque jamás he dado un paso
no veo bien a la luz de las velas. Pero Mavra tuvo la ocurreocía fuera de la casa. ¿No llevo acaso una vida privilegiada? Mi
de limpiar el piso en ese momento. Estas estúpidas mujeres & ama, la señorita a la que papá llama Sophie, me adora hasta ¡:
finlandesas resuelven hacer la limpieza a la hora más {� ·. lo indecible. : i1!.
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NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO

muy alegre. Dedic6 la mañana entera a recibir señores de


¡Ay, ay, ay!. .. Mejor no decir nada. A callar... A callar.
uniforme que lo felicitaban. Mostr6 tal ánimo jubiloso en la
mesa como nunca se lo había visto. Contaba chistes una y otra
Papá también suele acariciarme con frecuencia. Torno té y
café con crema de leche. Ah, ma cbere, me permito hacerte vez, y terminada la cena me levant6 a la altura de su cuello y
saber que no .me produce el menor halago el hecho de que dijo: "Medzhi, a ver si descubres qué es esto". Vi una cíntíca,
nuestro Polkán se entregue a roer huesos en la cocina. Úni- la olfateé, pero definitivamente no desprendía ningl\P- aroma.
camente los huesos de animales de caza son sabrosos y des- ' Entonces resolví pasarle la lengua. Estaba algo salada.
contando que no les hayan sorbido el tuétano. Me agrada la
mezcla de salsas distintas, pero eso sí, que no vayan adere- Uf ... esta perra como que es demasiado ... Han debido pro-
zadas con especias ni contengan verduras. Nada hay para mí pinarle una paliza. ¡Ab! ¡Qué ambicioso es este hombre! No
más detestable que la costumbre de dar a los perros bolas de hay que olvidar ese dato.
migajas de pan. He aquí que un señor sentado a la mesa, luego
de coger con las manos toda clase de porquerías, hace una bola Adi6s, ma chere, me voy corriendo ... Mañana pondré punto
con las migas de pan y luego de llamarte te la pone en el hoci- final a la carta ...
co. Resultaría descortés no recibirla. Y así, una se la come. ¡Buenos días! Aquí me tienes de nuevo. Hoy, mi ama
Sophíe ...

¡ S6lo el demonio sabrá qué es todo esto! ¡ Qué ridiculez! :


Como si no se pudiera escribir sobre mejores temas. Probe- '; Vamos a ver qué dice de Sophie, ¡ Ab, qué tontería!. .. Mejor
rnos a leer la siguiente página, por si descubrimos algo · no decir nada. A callar. Continuemos ..
interesante.
...Sophie, mi ama, tuvo hoy un día bastante agitado. Se
Con gusto te mantendré informada de todo cuanto ocurra arreglaba para asistir a un baile, lo cual me alegr6, pues me
en casa. Ya te he hablado del protagonista principal, a ése que resulta más fácil escribirte cuando ella sale de casa. Mi Sophie
delira por los bailes, aunque pierde toda serenidad en el
Sophie llama papá. Se trata de un hombre muy extraño.
momento de vestirse. Ma chére, no entiende c6mo le pueden
sacar gusto a los bailes. Sophíe suele tornar a casa a las seis
¡ Ab! Por fin lleg6 el momento. Por supuesto ya lo sabía: los .:
de la mañana. Y yo siempre adivino por su palidez y su
perros tienen una coherente visión política de todo cuanto
acontece. Vamos a ver cómo se expresa del papá: fatigado aspecto que a la pobrecita no le dan allá nada de comer.
Te digo con franqueza que yo no podría llevar semejante
... se trata de un hombre muy extraño. Casi siempre vida. No sé qué sería de mí si llegaran a suprimirme la per-
diz con salsa o esas alas de pollo calientes ... Bueno, esa salsa
permanece en silencio. Casi nunca habla. Sin embargo, ha<?e
una semana le dio por hablar consigo mismo sin cesar "¿Lo también se acompaña muy bien con papilla. Ni las zanaho-
recibiré o no lo recibiré?". Tornó en una mano un papel, en rias, ni el rábano, ni las alcachofas me convencerán jamás.
la otra nada tenía y repiti6: "¿Lo recibiré o no lo recibiré?".
Cierta vez acudi6 a mí con esta pregunta: "¿Qué crees, El estilo no es uniforme. De inmediato se advierte que fue
Medzhi, lo recibiré o no lo recibiré?". Sintiéndome,incapaz escrito por alguien que no es un ser humano. Empieza bien,
de comprender nada, me limité a olfatear sus botas y me pero luego se advierte una nota perruna. Veamos otra carta.
alejé. Luego, ma chere, transcurrida una semana, papá se puso Parece extensa. Hum ... carece de fecha.
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'ii,!!
NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO

¡Ay, querida! Nada comparable a sentir la llegada de la pri- imaginas quién cs. Es un hombre moreno, gentilhombre de
mavera. Mi corazón se llena de temblores como si sospechara cámara, y ¡qué ojos tiene! Su negro fulgor se asemeja al fuego.
el arribo de una sorpresa. Un zumbido incesante castiga mis Sophíe desapareció veloz hacia sus aposentos. Minutos
oídos mientras con la pata levantada escucho tras las puer- después entraba un joven gentilhombre de cámara. Su cara
tas. Permíteme confesarte que muchos me hacen la corte. lucía patillas negras y luego de arreglarse el cabello frente al
Yo a menudo me siento en la ventana a mirarlos. ¡Ay! No espejo echó un vistazo a la habitación. Y o emití � gruñido
imaginas lo feos que son algunos de ellos. Cierto perro va- y me acomodé en mi lugar. Pronto Sophie estuvo de vuelta
gabundo, a cual más de rústico, les gana a todos en estupi- y con ademán alegre se acercó para hacerle una venia. Yo,
dez. Con decirte que lleva esa estupidez pintada en el hocico. fingiendo que no me enteraba de nada, seguí observando por
Cuando va por la calle se da aires de importancia como si la ventana, pero claro que tenía muy puesto el oído tratando
todos estuvieran pendientes de él. Pues a mí no me viene con de captar su conversación. Ah, ma chJre, ¡qué trivialidades
ese cuento. Yo simulo ignorarlo. Y ni qué decir del horrible hablaban! Se referían a una dama que confundía los pasos en
can que se instala delante de mi ventana. Con sólo apoyarse el baile, a un tal Bóbov que con los adornados encajes de su
en las patas traseras, lo que este monstruo de seguro no sabe camisa se parecía mucho a una cigüeña y que estuvo a punto
hacer, aventajaría por una cabeza al papá de mi Sophie, que de rodar por el suelo; a una mujer llamada Lidina que pro-
no se queda atrás en talle y corpulencia. No me explico cómo clamaba tener los ojos azules) cuando en verdad eran verdes.
cabe tanta imbecilidad en uno solo. Le lancé un gruñido, pero Y cosas así. "Inútil comparar el gentilhombre de cámara con
ni siquiera se inmutó. Si al menos hubiera fruncido el cefi.o. Trésor", me dije. ¡Qué diferencia tan abismal! Para comenzar
Pero el monstruo se limita a mirar hacia la ventana con sus hay que tener en cuenta que el gentilhombre de cámara tiene
enormes orejas caídas, mientras se lame. ¡Qué tipejo! ¿Sos- una cara ancha y plana, rodeada de unas patillas como si
pechas, acaso, ma chere, que mi corazón es indiferente a to- tuviera puesta una pañoleta negra. En cambio Trésor exhi-
dos los que me cortejan? Oh, no ... Si pudieras imaginar a uno be un hocico fino y una manchita blanca en la frente. Tonto
de mis caballeros, el que salta por la tapia del vecindario ... comparar la cintura de Trésor con la del gentilhombre de
Su nombre: Trésor Hum ... ma chére, ¡qué hociquito el suyo! cámara. Y ni qué decir de sus ojos y modales que son por
completo distintos. Oh, ¡qué diferencia! No sé, ma chére. qué
Uf, ¡qué horror! ... ¡Es una basura! ... ¿Será posible atiborrar le ve a ese Teplov. ¿Qué será lo que tanto admira en él? ...
el papel de majaderías así? Lo que yo quiero e� un hombre, !
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uu hombre que e=iquezca mi ser y traiga gozo a mi espíritu. Para mí tengo que las cosas no son así. No es concebible que \
Y a cambio debo recibir semejantes imbecilidades ... Vamos
a ver la página siguiente ... tal vez mejore.
el gentilhombre de cámara la haya hechizado hasta ese extre-
mo. Leamos la continuación: ¡
¡
r Se me figura que si este gentilhombre le resulta agradable,
Sophie se dedicaba a coser, sentada junto a una mesita. Y o
estaba en la ventana porque me encanta observar a los pa- pronto terminará gustándole ese funcionario que suele tra-
seantes, cuando de repente un criado entró para anunciar: bajar en el despacho de papá. Ah, ma chJre, ¡es un verdadero
-Está aquí el señor Teplov. monstruo! Se asemeja a una tortuga entalegada.
-Adelante -exclamó Sophie, que abalanzándose sobre mí
comenzó a abrazarme-. Ah, Medzhi, Medzhi, Medzhi. No ¿ Y quién será ese funcionario?

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NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO

Su apellido es bastante raro. Todo el tiempo afila plumas. El , servilmente a mi paso esa gente inicua y estar al tanto de sus
pelo de su cabeza podría confundirse con el heno. Cuando equívocos e intrigas palaciegas, y luego decirles en su propia
el criado no está., papá lo pone a reemplazarlo. cara: ¡me importa un comino! Qué pena. Hice trizas las cartas
de la estúpida perra.
Para mí tengo que este maldito animalucho se refiere a mí/
¿De d6nde habrá inventado que mi pelo es como heno?
3 de diciembre
Sophie nunca para de reír cuando lo ve.
No puede ser. Mentira. No habrá boda. No importa que él
Mientes, can infame. ¡Qué lengua tan viperina! Como si yo·, sea un gentilhombre de cámara. Se trata s6lo de una dignidad.
no supiera que todo esto ha sido tramado por la envidia. · : Es que no es algo palpable que se pueda coger con las mauos.
Como si yo no supiera quién está detrás de tales cosas. Se . · Es que por ser un gentilhombre de cámara, no le va a salir un
deben al jefe de la sección, que me sentenci6 con un odio a . tercer ojo en la frente. Es que no es de oro su nariz, sino que
ultranza y aprovecha toda ocasión para perjudicarme. A cada. la tiene como la mía, como la de cualquiera; es que la usa no
paso me hace daño. Pero veamos una carta más. En ésta puede , para comer sino para oler, le sirve para estornudar no para
ser que se esclarezca el asunto. w; toser. En diversas ocasiones me he preocupado de averiguar
a qué se deben tantas diferencias. ¿C6mo se explica que yo
Ma ch€re Fidele, sabrás perdonarme por haber tardado tanto sea consejero titular o que pueda llegar a serlo? ¿Podré yo ser
en escribirte. La embriaguez me ha sometido en estos últimos un conde o un general y apenas parecer un consejero titular?
días. Certeramente ha dicho un escritor que el amor es una , Quizá yo mismo no sé quién soy. Es que en la historia hay
segunda vida. Por otra parte, debo decir que en casa hay · muchos ejemplos: un hombre sencillo, no vamos a decir un
grandes cambios. Ahora al gentilhombre de cámara se le ve noble, sino simplemente un comerciante o incluso un
por aquí todos los días. Sophie se muere de amor por él. Papá campesino, y de pronto se descubre que es un hombre de
está muy contento. Yo incluso le oí decir a nuestro Grigori, ':' Estado, y a veces hasta un soberano. Si un mujik puede llegar
el que barre los pisos y que siempre habla solo, que pronto tan lejos ¿qué no logrará un noble? Si por ejemplo de repente
habrá boda, pues papá se obstina en poner a Sophie en brazos aparezco en uniforme de general: en el hombro izquierdo una
de un general, o en casarla con un gentilhombre de cámara, charretera y por sobre el hombro derecho la otra charretera,
o con un coronel del ejército ... y una banda azul terciada en el pecho. ¿Qué ocurriría? ¿Qué
diría mi beldad?¿ Y qué su papá, nuestro director? ¡Ah!, él es
¡Que me lleve el diablo! No puedo seguir leyendo ... Como muy ambicioso. Es mas6n, finge ser uno cualquiera, pero yo
si s6lo hubiera gentilhombres de cámara o generales. Todo lo supe de inmediato que era un mas6n: cuando ofrece la mano
mejor de este mundo es para los gentilhombres de cámara o a alguien s6lo le tiende dos dedos. ¿No podría yo acaso ser
ascendido ahora mismo a gobernador, intendente o algo que
para los generales. Apenas encuentras para ti un pequeño
tesoro y lo tienes al alcance de la mano, aparece un gentil- se parezca? Quisiera saber por qué soy consejero titular. ¿Por
hombre de cámara o un general y te lo arrebata. ¡Que me· qué precisamente consejero titular?
lleve el diablo! C6mo me gustaría ser general, pero no para
pedir su mano ni cosas así, sino para ver cómo se rinde
!

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NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO

5 de diciembre 43 de abril del año 2000

Hoy he dedicado la mañana a leer los peri6dicos. En Españ Hoy es un día grandioso. En España hay rey. Acaba de apare-
suceden cosas raras. Ni siquiera logro entenderlas. Dícese qu�· cer. Ese rey soy yo. Precisamente hoy me enteré de ello. Es
el trono se quedó sin soberano y que los dignatarios se como si el fulgor de un relámpago me hubiera iluminado. No
encuentran en la penosa situaci6n de tener que elegir sucesor, acierto a comprender cómo pude suponer y ace.ptar que yo
lo que ha desatado sublevaciones. ¿ Puede acaso un trono' era un consejero titular. ¿ Cómo pudo entrar en mi cabeza tan
quedar vacío? Se afirma que cierta doña es candidata a llenar, insensata idea? Por fortuna a nadie se le ocurri6 confinarme
ese vacío. No puede ser. De ninguna manera. Una doña no . i en un manicomio. Ahora lo veo todo claro. Igual que si lo
puede ascender al trono. El trono fue hecho para un rey. Pero i tuviera en la palma de la mano. Ignoro por qué, antes todo
dicen que no hay rey.Y dicen que el Estado quedaría huérfano parecía como envuelto en un manto de niebla. A mi entender,
sin su rey. El rey existe, s6lo que no sabemos dónde está. Tal·. todo ello se debi6 a que la gente cree que el cerebro humano
vez se encuentra oculto ahí mismo por razones familiares u reside en la cabeza. Por supuesto que no: viene con el viento
otras que ignoramos, o resguardándose de las demás potencias que sopla del mar Caspio. Para empezar expliqué a Mavra
vecinas, como Francia y otras, y se viera obligado a ocultarse. · quién soy yo. Habiendo oído que estaba ante su presencia el
O tal vez exista otra causa. rey de España, palmote6 en señal de asombro y falt6 poco 1'i

para que se muriera del susto. Tan estúpida es que en toda su


vida no ha visto al soberano de España. Aun así, yo intenté
8 de diciembre tranquilizarla, y con palabras benévolas persuadirla de mi
bondad, decirle que no me enfadaba en modo alguno porque
Quise ir a la oficina, pero me detuvieron diversos motivos. a veces dejaba sucias mis botas. Eso sí, conviene resaltar que
Los problemas de España invadieron mi cabeza. ¿Será acaso es gente ignorante y que por tanto no se le puede hablar de
posible que una doña se siente en el trono? Nadie lo permitirá. cosas elevadas. Se asust6, porque estaba convencida de que
Y antes que nadie, Inglaterra lo impediría. También nos todos los reyes de España se parecen a Felipe n. Pero yo le
ocupan los asuntos políticos de Europa entera: el emperador aclaré que entre Felipe y yo nada había en común y que no
de Austria, nuestro soberano ... Debo confesar que tales tengo ni un solo capuchino ... No fui a la oficina. ¡Que se vayan
acontecimientos me han impresionado de tal modo que no al diablo! No, colegas, ahora no me van a convencer. No
tuve ánimo para hacer nada en todo el día. Mavra me hizo r volveré a copiar sus puercos papeles.
notar que aunque estaba sentado a la mesa, me hallaba muy
distraído. Y así fue. Como que involuntariamente dejé caer 86 de Marzobia,
al piso dos platos que estallaron en pedazos. Después del entre el día y la noche
almuerzo salí a dar un paseo a la montaña. Pero nada pude
aclararme. Casi todo el tiempo permanecí tirado en la cama Hoy el ujier vino a decirme que debo presentarme en la
meditando sobre los asuntos de España. oficina pues hace ya tres semanas que no cumplo con mis
obligaciones de trabajo. Resolví ir para divertirme. El jefe de
la sección supuso que yo acudiría de inmediato a saludarlo y
a darle mis excusas, pero yo lo miré con indiferencia, ni
tomado por la c6lera ni cediendo a la amabilidad, y me senté
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,',
1

NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO :'¡

en mi sitio como si nada. Eché una mirada a esa canalla ofici-: vés de los prismáticos. Ustedes creen que está mirando al
nesca y me dije: "¿Qué pasaría si se enteraran de quién está gordo que luce condecoración. Pero absolutamente no es así.
entre ustedes?". ¡Dios mío! ¡Sería la locura! El propio jefe de·. A quien ella mira es al diablo que está de pie, detrás del gordo.
la sección empezaría a saludarme haciendo venia hasta doblar: Y ahora se ha ocultado metiéndose en un frac. Y ahora desde
el espinazo, como si estuviera ante el director. Pusieron ante' allí le hace señas a la muchacha con el dedo. Por supuesto,
mí algunos documentos para que me encargara de resumirlos.·. ella se casará con él. No hay duda. Y miran a,todos estos
Sin embargo, yo ni siquiera los toqué. Al cabo de unos. funcionarios, padres de las mujeres, todos ésos que se mueven
minutos surgió una atmósfera de agitación. Dijeron que venía · en todas las direcciones y se introducen en la corte, ésos que
el director. Muchos funcionarios se apresuraron a hacerse '. proclaman ser patriotas y esto y lo otro. Rentas, rentas, es lo
visibles ante su presencia. Pero yo permanecí inmóvil en mi ; que ansían estos patrio.tas. Por dinero no vacilarían en vender
sitio. Cuando él pasó revista a nuestra sección, todos proce; ; a la madre, al padre y al propio Dios. Ambiciosos y de la mis-
dieron a abrocharse sus fracs.Yo nada. Pero qué es un director, ma ralea de Judas. En ellos todo es ambición, una ambición
de tal alcance que debajo de la lengua tienen un pequeño
para que me tome yo el trabajo de erguirme ante su llegada:
frasco y dentro de él un gusano del tamaño de una cabeza de
¡Eso nunca! ¿Es esto un director? Es un corcho ordinario, un .
simple corcho y nada más. Sí, como esos que se usan para · alfiler. Y esto es lo que hace un barbero que vive en la calle
Gorójovaia, No recuerdo su nombre, pero es bien sabido que 1,
tapar botellas. Lo que más me divirtió fue cuando me '. ¡'
él, con la complicidad de una comadrona, quiere propagar
pusieron delante un papel para que estampara mi firma, Ellos :. !

pensaron que yo iba a rubricar al final de la hoja: Fulano de · por el mundo entero el mahometanismo, y ya se rumora al i'
Tal, oficinista. Pero no ocurrió así. En ese espacio importante : respecto que en Francia, una gran parte de la población, es
donde firma el mismísimo director, yo estampé: "Fernando creyente de Mahoma.
vm". Entonces reinó un silencio sagrado, digno de admira-
ción. Hice un gesto con la mano y antes de salir dije: "No
necesito manifestaciones de sumisión". Luego me dirigí a los Sin fecha. Este dlano tiene fecha
aposentos del director. Él no se encontraba en casa. El cria-
do intentó detenerme, pero yo le dije cosas tales que nada Di un paseo de incógnito por la avenida Nevski. Pasó su
pudo hacer. Encaminé mis pasos hacia el vestier. Ella estaba majestad, el emperador. Todo el mundo ha descubierto su
sentada delante del espejo, se irguió levantándose y se apartó cabeza y yo también. Sin embargo, no he dado la más mínima
de mí. En ese instante no le dije que yo soy el rey de España. seña de que soy el rey de España. No me parecía correcto
Le dije sólo que le aguardaba una gran felicidad; tanta como dejarme conocer delante de todos, porque debo antes 'r,:.
ella ;,o podría imaginar y que a pesar de las intrigas de los presentarme a la corte. Lo único que me ha detenido hasta ,.
enemigos, estaremos juntos. Y salí sin pronunciar ni una ahora es el carecer de una indumentaria de rey. Quisiera '
'

/palabra más. ¡ Qué criaturas de perdición son las mujeres! Sólo hacerme siquiera a un manto. Me gustaría encargárselo a un
ahora he comprendido lo que son. Hasta ahora nadie sabía de sastre, pero son unos asnos y además ellos no son en absoluto
quién está ella enamorada. Y yo lo he descubierto. La mujer .', cuidadosos en su trabajo. Se han dedicado a cobrar más de la
es una adoradora del demonio. No estoy bromeando. Los cuenta y las más de las veces se entregan a castigar con sus
físicos escriben cosas ridículas sobre ellas, en un sentido o en pasos la piedra de la calle. He decidido hacerme un manto
otro, pero la verdad es que su único amor es el demonio. Y : de mi uniforme nuevo que sólo usé dos veces. Pero, en aras
miren cómo desde la platea, en la primera fila, observa a tra- de que esos bandidos no me lo vayan a dañar, he decidido
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NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO

confeccionármelo yo mismo, a puerta cerrada para que nadf > así como barcos de vapor que se desplazan a gran velocidad.
me vea. Lo he desbaratado todo usando como herramient i Qué extraño país es España: apenas hube entrado en la
las tijeras. Porque el corte tiene que ser completamenf '' primera habitación me sorprendí al ver una cantidad de gente
distinto. con la cabeza rapada. Advertí de inmediato que se trataba de
grandes personajes o de soldados que son los que llevan la
cabeza afeitada. Me pareció extrañísima la conducta del
No recuerdo la fecha. Tampoco había mes. . canciller del Imperio, quien tomándome por el brazo, me
El diablo sabe lo que había Í indujo hacia una pequeña habitación y dijo:
El manto está completamente listo y cosido. Mavra profo: =Siéntate ahí y si deseas seguir proclamando que eres el
rió un grito de sorpresa cuando me lo puse. Sin embargo¡ rey Fernando, yo sabré cómo quitarte las ganas. Sin embargo,
todavía no me resuelvo a presentarme a la corte. Hasta ahora comprendía que esto era tan sólo una prueba, y ante mi
no han llegado los diputados españoles. Y no es correcto. rotunda negativa, el canciller me propinó dos golpes en las
presentarme sin esa delegación. Nadie daría crédito a m( espalda con un palo, tan fuertes que estuve a punto de gritar,
dignidad. Espero su llegada en cualquier momento. · pero me contuve. Recordé que era un rito caballeresco que
se practica al asumir una alta dignidad, porque en España y
todavía se conservan las costumbres caballerescas. Habién-
Día, 1 dome quedado solo resolví dedicarme a los asuntos de Estado.
Advertí que China y España son una misma tierra, pero que
Me asombra la tardanza excesiva de los diputados. ¿Qué: por ignorancia las consideran estados separados. Les aconsejo
motivos los habrá detenido? ¿Tal vez Francia? De las naciones" a todos que escriban en un papel España y leerán China. Pero
es la más adversa. He ido al correo a preguntar si no habrían : yo estoy muy azorado por lo que pueda ocurrir mañana.
llegado los diputados españoles. Pero el jefe de correos es " Mañana a las 7 de la mañana acontecerá un extraño suceso.
absolutamente bruto. No sabe nada. "No", dice, "aquí no hay La tierra se posará sobre la luna. Al respecto escribe el i,',

ningún diputado español. Pero si desea escribirles una carta afamado químico inglés Wellington. Debo decir que me ha !

le daremos el curso normal". ¡Que se lo lleve el diablo! ¿Qué embargado un sentimiento de desasosiego, al imaginar la l.
carta? Una carta es un absurdo. Quienes escriben cartas son insólita fragilidad y levedad de la luna. En efecto, por lo
los boticarios. general la luna es hecha en Hamburgo, pero de basta manera.
Me sorprende que Inglaterra no preste atención al asunto. La
luna es fabricada por un tonelero cojo, y por lo visto el muy
Madrid, 3 o de Jebruario , estúpido nada sabe de la luna. Ha usado una soga empapada
en alquitrán y aceite de madera y por eso en.la tierra entera
Y bien, estoy en España, todo ha sucedido de tan apresurada se ha propagado un olor tan fétido que es necesario taparse
manera que apenas si logro salir del asombro. Hoy enlama- las narices. De ahí que la luna sea un globo tan frágil que la
ñana me presentaron un saludo los diputados españoles y gente no puede vivir allí y únicamente dé albergue a las
junto con ellos subí a una carroza. Me pareció que viajábamos narices. ¿ Y saben por qué no podemos vernos nuestras
a una extraña e inusitada velocidad. Era tal la rapidez que en propias narices? Porque todas ellas viven en la luna. Y cuando
sólo media hora llegamos a la frontera española. Ademas tuve conciencia de que la tierra es un objeto pesado y que al
conviene señalar que hay ahora ferrocarriles en toda Europa; posarse nuestras narices en ella, pueden convertirse en ha-
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NICOLÁS GÓGOL APUNTES DE UN LOCO i'

rina, me invadió tal inquietud que me apresuré a ponermj, Pero yo sé, amigo, que quien te induce a ello es Inglaterra.
calcetines y zapatos, corrí al salón del Consejo de Estado par Los ingleses son grandes políticos. Se mueven por todas
impartir a la policía la orden de impedir que la tierra se posar partes. Bueno, todo el mundo sabe que cuando Inglaterra
sobre la luna. La mayoría de los grandes personajes de cabez ·. aspira el rapé, es Francia la que estornuda.
rapada que encontré en el Consejo de Ministros era gent .
muy sabia y cuando yo dije: "Señores, salvemos a la luna.:
porque la tierra quiere posarse sobre ella", en ese instante¡
todos se lanzaron a cumplir mi real voluntad. Muchos trepa;,
ron por las paredes para alcanzar la luna. En ese momento En el día de hoy llegó hasta mi habitación el gran inquisidor,
entró el gran canciller. Cuando todos lo vieron se dispersaron' pero yo desde lejos alcancé a oír sus pasos y me oculté debajo
y yo quedé solo como un rey. Pero el canciller, para mi sor- de una silla. Viendo que yo no aparecía comenzó a llamarme.
presa, me golpeó de nuevo con el palo y me ordenó meterme . Para empezar gritó:
( en el cuarto. ¡Ah!, qué gran poder tienen en España las. -¡Poprischin!
costumbres populares. , ,, Pero de mi boca no salió una palabra.
Y luego añadió:
-¡Axenti Ivánovich! ¡Consejero titular! ¡Noble!
Enero del mismo año Yo continuaba en silencio.
que sucedió a febrero -¡Fernando vm, rey de España!
Yo hubiera querido sacar la cabeza, pero lo pensé mejor:
Todavía no acierto a comprender qué clase de país es España. , : "No,­amigo, no me engañarás!".Ya te conocemos. De nuevo
Tanto las costumbres populares como la etiqueta de la corte derramarás agua fría en mi cabeza. Fue entonces cuando él
son verdaderamente fuera de lo común. No comprendo, no me descubrió y a ·palos me hizo salir de mi escondite. Ese
comprendo, en definitiva no comprendo nada. Hoy me han maldito palo castiga sin clemencia. Pero entretanto me alegró
rapado la cabeza a pesar de que grité con todas mis fuerzas haber hecho un descubrimiento: que en todo gallo está
que no quería ser monje. Pero ya no logro recordar qué España. Ellos la llevan debajo de las plumas. El gran inquisidor
ocurrió conmigo cuando empezaron a derramar agua fría en ­' enfurecido me dejó finalmente y me amenazó con un terrible
mi cabeza. Jamás padecí un infierno semejante. Estuve a castigo. Pero yo ignoré por completo sus palabras sin sentido,
punto de tener un acceso de rabia y a duras penas lograron sabiendo que él actúa maquinalmente como arma de los
sujetarme. No entiendo en absoluto el significado de tan ingleses.
extraña costumbre. ¡ Es una costumbre absurda e insensata!
No acierto a comprender la ligereza de los reyes que aún no Fe 34 cha Ms. ñño
se resuelven a abolirla. Todo hace pensar que caí en manos 01a1qef349
de la Inquisición. ¿ Y ése a quien tomo por canciller no será .
otro que el gran inquisidor? Pero me resulta ine�plicable No, mis fuerzas ya no soportan más. ¡ Dios santo! ¡ Qué hacen
cómo un rey puede ser sometido a los rigores de la ellos conmigo! Ellos siguen derramando agua fría en mi
Inquisición. Claro que ello no es difícil si viene de Francia y, cabeza. Ellos no atienden mis palabras, no me ven, no me
sobre todo, de Polignac. ¡Ah!, ese bestia de Polignac. escuchan. ¿Qué les habré hecho yo? ¿Por qué me martirizan?
Juró acosarme hasta mi muerte. Y me persigue sin fatiga. ¿Qué quieren ellos de este desdichado? ¿Qué puedo darles?
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NICOLÁS GÓGOL

Yo nada tengo. Las fuerzas me abandonaron, no pued'


soportar sus torturas, mi cabeza arde y todo da vueltas a '
alrededor. ¡Sálvenme! ¡Sáquenme de aquí! ¡Demne una troi
tirada por corceles rápidos como el viento! Monta cocher
mío, que suenen las campanillas, alcen el vuelo caballos
sáquenme fuera de este mundo. Lo más lejos, lejos, dond ·
'
nada se vea, nada. He ahí el cielo que gira ante mis ojos y una
estrellita que parpadea a lo lejos. Pasan un bosque con sus,
oscuros árboles y la luna. Una neblina azul se extiende a mi{
pies. Entre la niebla una cuerda rasga su música. A un lado"
está el mar. Al otro lado, Italia. Y hasta se ven las isbas rusas:
¿Será mi casa esa sombra azul que se hunde en lejanías? ¿Será.,
mi madre la que está sentada frente a la ventana? Madrecita·
mía, ¡salva a tu hijo desdichado! ¡Deja caer una lágrima en.
su acongojada cabeza! Mira, mira, ¡cómo lo torturan! ,
¡ Aprieta contra el pecho a este pobre huérfano! Él no tiene .
un lugar en este mundo. ¡De todas partes lo expulsan! ·.
¡Madrecita! ¡Ten piedad de tu niño enfermo!. .. ¿Y saben·
ustedes que el rey de Argelia tiene un grano bajo la nariz?

AQUI
TERMINA
CARA

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