Está en la página 1de 36

CAPITULO II

LEALTAD
LEALTAD ENTRE PADRES E HIJOS
Antes de que podamos entender cabalmente la naturaleza de las relaciones,
tanto, de la familia nuclear como de la familia extendida, primero necesitamos
comprender la esencia del concepto de lealtad que aquí está involucrado.

A diferencia del concepto de lealtad asociado con la religión, con el interés


nacional y el interés del grupo, este concepto, tal y como se utiliza aquí, se
refiere a una lealtad "óntica", que tiene una existencia real, más que referirse a
sentimientos de lealtad. Las raíces de esta lealtad óntica están basadas en el
origen de las uniones asimétricas y existenciales entre padre e hijo. Al nacer,
cada ser humano comienza una relación irreversible e innegable con sus
padres, una relación basada sobre un parentesco biológico hereditario y
fortalecido por una co-posesión en la herencia de los activos y pasivos de las
generaciones familiares previas, así como, de los legados personales, de las
expectativas, y de leyes no escritas dentro del parentesco. De hecho, la
etimología de la palabra "lealtad" se refiere a la palabra francesa utilizada para
ley: loi.

A través de las generaciones, estas lealtades originales de padre-hijo son


implantadas en un suelo fértil cuya naturaleza y calidad son formadas por la
cantidad de confianza, por los méritos adquiridos, y por la justicia construida
en el transcurso de las generaciones.

La co-posesión de las raíces de lealtad y de la herencia construida por las


primeras generaciones, forman un vínculo insustituible entre las personas.
Este vínculo no sólo es capaz de resistir la separación física y geográfica, sino
que, también determina el grado por el cual los hijos se sienten libres - como
resultado de los recursos originales de confianza - para comprometerse en
nuevas relaciones fuera del dominio de la familia de origen.

Las personas permanecen leales a sus familias de origen mucho tiempo


después de haber roto sus vínculos con ellos, ya sea por decisión o por
necesidad. El vínculo primario de lealtad entre padre-hijo, la habilidad para
estar disponible y para dar, influencia poderosamente la actitud de cada ser
humano hacia el mundo fuera de su familia de origen. El vínculo de lealtad a
su origen pone fuerzas invisibles en movimiento, de tal manera, que uno a
menudo no es consciente de permanecer leal a su propio origen aún cuando se
tomen decisiones y elecciones vinculadas a las relaciones establecidas con
otras personas.

La lealtad, por lo tanto, es una fuerza fundamental en la formación del


individuo. En este concepto de reconocer y considerar los vínculos de lealtad,
el individuo adulto llega a ser una persona autónoma, específicamente, al
mostrar una consideración por la existencia de vínculos de lealtad y al integrar
esta noción activamente en su proyecto de vida. La lealtad está
fundamentalmente unida al hecho existencial de que cada ser humano existe a
través de sus padres. Para los padres, el hecho existencial es que sus hijos han
nacido de ellos. En última instancia, el ser humano comienza como una
criatura totalmente independiente. El hecho de que la madre haya nutrido a su
hijo dentro de ella y luego lo haya traído al mundo coloca a cada hijo adulto
bajo un endeudamiento existencial para con su madre. En este sentido, el
padre tiene atrasos al momento del nacimiento. Cuando el padre asume las
consecuencias y la responsabilidad de la paternidad, el hijo hereda otra
relación existencial igualmente endeudada.

Tanto tiempo como el ser humano viva, permanece conectado con sus
orígenes. Cualquiera que sea el evento que haya ocurrido desde el nacimiento
del hijo, la lealtad del hijo a sus padres permanece.

Pedro, de 16 años de edad, está en un tratamiento


residencial: "tuve una niñez miserable. Mi madre era
una prostituta. Tomaba y me descuidó. Pero en la
escuela estaba siempre peleando con cualquiera que
dijera algo en contra de ella."

Aún en el caso de la adopción inmediatamente después del nacimiento, el


reclamo justificado del hijo al origen de su existencia permanece. Si los
padres adoptivos reconocen e integran este hecho en su relación con el hijo,
ambas partes se beneficiarían. La lealtad es, en este acercamiento, el
contexto existencial de cada persona que ha nacido. (Retornaremos más
adelante en este capítulo al tema de la adopción.)
La lealtad se expresa en si misma y recibe su moldeamiento en un contexto
relacional ético. En este contexto, la confianza original, la mutualidad del
dar y tomar entre los padres e hijos, el endeudamiento y la obligación del
uno para con el otro, y la responsabilidad personal llegan a ser la piedra
angular para el desarrollo del niño.

El concepto de "lealtad" no tiene en este marco teórico nada que ver con un
principio normativo por el cual uno "debería" ser leal. Sería una mala
comprensión del concepto si uno piensa que mientras más leal uno es a su
origen, mejor será para su crecimiento personal. Lo contrario puede ser el
caso. Uno puede sentirse sobre leal a sus padres, y como resultado,
experimentar una presión excesiva por estar obligado para con ellos,
sufriendo seriamente durante todo el camino que queda por delante. Si la
lealtad de niño es explotada y mal utilizada, la reserva de confianza, que está
presente en cada ser humano, será continuamente mermada, reducida.

En otras instancias, uno puede ser atrapado en una red de lealtades invisibles
destructivas. Es entonces de total importancia despojarse a si mismo de esta
coacción, de este autocontrol.

LEALTAD VERTICAL VERSUS LEALTAD


HORIZONTAL
Entre las generaciones que se suceden continuamente están implantados los
vínculos de lealtad: la relación asimétrica e irreversible entre padres e hijos.
En la vida, inevitablemente, nuevas relaciones le llegan al ser humano. Uno
gana hermanos y hermanas, se desarrollan amistades, se contrae matrimonio;
algunas relaciones finalizan, otras perduran durante toda la vida.

Las relaciones en las cuales los compañeros están en igual posición,


caracterizadas por derechos y obligaciones mutuas, moldean las lealtades
horizontales. Estas lealtades carecen de las características irreversibles de la
relación padre-hijo. Cuando las lealtades verticales se cruzan con las
lealtades horizontales, se presenta una opción para elegir. En un momento
determinado uno escoge consciente o inconscientemente a favor de cierta
relación. Permanezco leal a mis padres o declaro mi lealtad hacia otros? En
tal situación, uno afirma las prioridades: Una relación es escogida por
encima de otra. En las relaciones familiares, uno no es leal en base al poder,
sino sobre la base de los méritos adquiridos. Lo que realmente importa es el
mutuo balance de los méritos y la justicia, no lealtad basada sobre factores
emocionales.

BALANCE EN MOVIMIENTO
En el curso de la vida de cada persona las lealtades verticales y las
horizontales se cruzan unas con otras constantemente. Es a través de este
proceso que uno puede desarrollar la habilidad de balancear antiguos y
nuevos vínculos de lealtad y gana la libertad para comprometerse en nuevas
relaciones. Especialmente, en las siguientes fases de transición, un nuevo
equilibrio tiene que ser establecido.
Nacimiento
Crecimiento
Adultez
Matrimonio-compañerismo
Paternidad
Convertirse en abuelo
Pérdida (muerte) de los padres

Las nuevas relaciones conllevan nuevas expectativas y obligaciones. Ambos


padres deben tratar con sus lealtades verticales. Las lealtades horizontales y
las verticales, inevitablemente, generan confrontaciones entre unas y otras y
producen conflictos; esta es la realidad de la vida. Tales confrontaciones son
comunes, son parte del fenómeno humano, completamente aceptables.
Dentro de las condiciones de formación del propio adulto, se debe encontrar
un equilibrio si uno quiere ser apropiadamente leal. Es un equilibrio ganado
sólo a través de un examen continuo de las relaciones que uno posee.

A pesar del hecho de que están profundamente enclavadas y tienen el color


de la sangre, los vínculos de lealtad verticales son, a menudo, negados o
minimizados. Cortar, evitar, negar o dañar estos vínculos de lealtad, pueden,
a menudo, socavar la formación de nuevas relaciones. En este caso, las
fuentes vitales entregan muy poco oxígeno. Si uno se imagina las lealtades
verticales y las horizontales como una escalera, entonces, en este caso los
lados verticales no soportan más los peldaños y la escalera se viene abajo
cada vez en el mismo lugar, en el empalme, en la unión, en la intersección de
ambas partes. Como fue declarado previamente, cada relación puede ser
finalizada, discontinuada, excepto las relaciones entre padre e hijos.

Al momento del nacimiento de los hijos, quienes continuarán la asimetría en


la línea vertical, un nuevo vínculo se desarrollará entre los abuelos, los
padres y los hijos, a menudo uno ve un cambio en la manera en que los
adultos se relacionan los unos con los otros, un cambio engendrado por la
nueva vida. Los abuelos quienes están menos tensos y sin la presión que
asiste, que acompaña la responsabilidad de levantar, criar a los niños por
ellos mismos, pueden ser más flexibles, más suaves que los padres en sus
relaciones con los niños. Interesantemente, esto a menudo mejora la relación
con sus propios hijos (abuelos e hijos) y los mismos nietos también harán un
esfuerzo por mejorar la relación entre sus padres y sus abuelos.

Trudy, una niña de seis años, puso en su lista de


deseos par su cumpleaños el siguiente, el cual
resultó ser el más apreciado: "Abuelo y abuela,
podrían venir a visitarme en la fiesta de mi
cumpleaños." La relación con sus abuelos había
estado cortada por años. Los padres de Trudy
reaccionaron con asombro y enojo. La existencia de
los abuelos no había sido mencionada por años.

El proceso de envejecimiento y la eventual muerte de uno de los abuelos y el


luto conectado puede causar un cambio radical en el manejo de la lealtad.

En una familia los problemas dentro del matrimonio


de las tres hijas, llegaron a hacerse visibles sólo
después de la muerte del padre, un afectivo y cálido
patriarca. La elección de sus compañeros y la
relación con ellos había sido implantada sobre la
relación que tenían con el padre, quién había sido
fuerte y había permanecido como una figura
importante, significativa, a través de sus años
adultos. Su muerte colocó una gran presión sobre
los vínculos horizontales de las hijas y sus esposos;
eventualmente, las relaciones no pudieron aguantar
el stress.
La manera de manejar la muerte de uno de los padres y el permiso o la
prohibición a llorar son a menudo determinados a través de las generaciones.
La prohibición a llorar tiene serias implicaciones para la relación marital.
Cuando a un miembro de la pareja no le es permitido por el otro compañero
llorar la pérdida de un padre, la cuenta será, eventualmente, cargada contra
este compañero(a), resultando a veces que ese compañero es abandonado.

Aún una familia completa puede inconscientemente conspirar en sus esfuerzos


para prohibir a los miembros de la familia su proceso de luto. El resultado de
este esfuerzo será un estancarse en el crecimiento emocional de cada miembro
de la familia. La confabulación inconsciente juega un importante rol en el
desarrollo de serias dificultades en las relaciones dentro de la familia. Por otro
lado, si existe el espacio, la posibilidad para el entendimiento y la simpatía, las
relaciones serán fortalecidas.

CONFLICTOS DE LEALTAD
Los conflictos de lealtad llegan a ser intolerables, insoportables cuando la
tensión alcanza un punto donde ésta estorba, dificulta la capacidad de uno para
ser leal a sus relaciones verticales. Los vínculos de lealtad verticales están
profundamente enclavados a pesar de que estas lealtades, a menudo, están
siendo negadas o minimizadas. Si uno no puede abiertamente ser leal a sus
orígenes, esos vínculos buscarán rutas menos visibles como la sangre que
fluirá a su destino vía toda clase de vasos alternos. Un proverbio Holandés
expresa esto claramente: "La sangre se arrastra donde no puede fluir."

Las relaciones horizontales (escogidas) serán seriamente debilitadas al cortar,


evitar, o negar las lealtades verticales. Los conflictos de lealtad son tangibles
e inherentes en la vida de cada persona. Cada decisión importante en la vida
lleva consigo un cambio dentro del sistema de lealtad. El significado real de
autonomía y libertad procede del descubrimiento de un equilibrio dentro de las
condiciones de adulto que presenta cada persona. Este equilibrio representa
un balance en movimiento.

LEALTADES INVISIBLES
Cundo la tensión se incrementa a partir de la incapacidad de una persona para
ser abiertamente leal a su origen, las lealtades llegan a ser invisibles por la
razón de que tienen que ser negadas. Estas lealtades invisible ejercen una
poderosa influencia sobre la relación escogida; estas lealtades impiden o
excluyen la oportunidad para la mutualidad dentro de una relación de
compañero - algunas veces al grado de que esa relación se estanca, se paraliza
por completo.

Una pareja, casada por diez años, solicitó ayuda


terapéutica. Su matrimonio había sido seriamente
sacudido cuando se reveló que la esposa se había
comprometido, por espacio de un año, en un
romance/aventura extramarital de corta duración. El
padre de esta mujer tenía ya un año y medio de
fallecido. En su lecho de muerte le había confesado a
su hija acerca de su lamentó por su rigurosa y
fundamental ética matrimonial. Le preguntó a la hija
si había notado la tensión entre él y su madre en el
matrimonio. Aunque, ciertamente, ella lo había
notado, lo negó frente a su moribundo padre y decidió
mantener esta última conversación con él como un
secreto frente a su madre.

La lealtad invisible hacia los padres o hacia las generaciones previas continúa
e influencian la conducta de uno hacia inocentes e inconscientes terceras
partes (las relaciones escogidas). La lealtad invisible de uno hacia las
relaciones pertenecen al resultado ya sea positivo o negativo del balance de
méritos, obligaciones y ser digno de confianza de las generaciones, y uno a
menudo es inconsciente de su influencia y expresión.

Una mujer de 24 años de edad se había convertido


en madre pero se sentía incapaz de cuidar a su hijo.
Se había vuelto agresiva hacia la criatura
(depresión postnatal). Se evidenció que un daño
serio existía en la relación madre-hija (esta relación
se refiere a la de la madre y la abuela de la joven
mujer) Cuando, después de la ayuda terapéutica,
la madre (como hija) fue capaz de restablecer las
lealtades activas hacia la abuela, prosiguió
entonces que ella (la joven mujer) fue capaz de ser
una madre para su hijo; su depresión desapareció.
A través de esta lealtad, abierta y restablecida hacia su propia madre, llevada a
cabo al reparar el rompimiento en la lealtad primaria, la madre obtuvo el
derecho y la libertad de convertirse en madre.

En el caso de vínculos verticales y asimétricos hay a menudo tres


generaciones con coincidencia o intereses de conflictos a partir de los cuales
se debe efectuar un balance de derechos y obligaciones. Si la ayuda
terapéutica, del ejemplo anterior, hubiese fracasado, la inocente criatura habría
sido presentada con la injusta cuenta del equilibrio debilitado entre las
generaciones.

MADUREZ (EDAD ADULTA) Y LEALTAD


El crecimiento de cualquier miembro de la familia lleva consigo movimientos
y cambios en la estructura de la lealtad. Las fuerzas del sistema de lealtad a
menudo permanecen escondidas, pero los efectos pueden aparecer en el
comienzo de un nueva fase de la vida, como cuando alguien deja la familia.
El renunciamiento o despedida de la exclusividad de la familia de origen y el
dedicarse una persona a las amistades, a las relaciones románticas, y al
matrimonio, requieren una confianza básica a partir de la cual nuevos
derechos, expectativas y obligaciones pueden ser formados.

Sin embargo, en algunas familias cada momento hacia la autonomía del hijo
es considerado un acto de deslealtad. También, el permanecer en casa es
desaprobado abiertamente, pero veladamente apreciada como evidencia de
lealtad hacia la familia de origen. Muchos adultos viviendo
independientemente, todavía, funcionan como niños y permanecen
intensamente vinculados con sus padres. La resistencia o incapacidad para
entrar en otra relación (como el matrimonio) puede resultar de este estado de
completa disponibilidad hacia los padres (una sobre lealtad o lealtad
excesiva).

Una mujer de 30 años de edad con agorafobia


reclama, "no puedo dejar mi hogar de una manera
normal; podría separarme sólo con violencia.
Permaneceré en el hogar hasta que mis padres se
mueran."
Los padres de esta mujer sostenían que su hija no tenía ninguna obligación
hacia ellos, no querían nada de ella, además de que no aceptarían nada que
viniera de parte de ella. Esto trajo como resultado en la hija, que tuviera la
percepción de una total obligación y endeudamiento hacia sus padres.

Por esta no admitida y aceptada actitud, su desarrollo se vio seriamente


debilitado. Ella no pudo comprometerse en nuevas relaciones, sino que
permanecía temerosa, llena de culpa y resentimiento hacia sus padres. Por
otro lado, un corte unilateral de las relaciones, una separación de la familia de
origen, puede, durante el proceso de liberación de un adolescente, dirigir a la
misma falta de libertad como en el ejemplo citado arriba.

Pedro, un joven de 19 años de edad, procedente de


un ambiente religioso estricto, se separa
radicalmente de sus padres para unirse a una secta
fanática en la cual él se impone sobre si mismo un
nuevo concepto de restricciones igualmente severas.

Mientras más rígidos sean los vínculos de un adolescente con su familia de


origen, más difícil le será sentirse libre en una relación escogida. Esto
presenta un contraste con las prescripciones de la sociedad la cual clama que
una ruptura con la familia de origen es a menudo un paso normal en la
dirección de la autonomía.

DELINCUENCIA
Un delincuente juvenil puede parecer la causa del trastorno en la familia, pero
muy a menudo él es, por el contrario, leal de una forma especial. Por su
conducta delincuente el hijo protege a sus padres de la pena de su trastornada
relación matrimonial; él desvía el trastorno sobre sí mismo. Si el hijo es
hospitalizado en una sala psiquiátrica, la culpa de este hijo excluido aumenta:
él siente que ya no es capaz de ser leal a su familia de origen y a menudo es,
en verdad, un hecho imposible para él.

Si la familia no está comprometida en el plan del tratamiento, la familia puede


fracasar en reconocer el lado de justicia y de derecho del hijo. Como
resultado, el hijo selecciona, a menudo, a otro hijo como un objetivo/blanco
para convertirlo en chivo expiatorio o victimizarlo. El libera su rabia
reprimida hacia el mundo de afuera y exonera de ese modo la imagen de sus
padres. Según él empuja el mundo de afuera hacia abajo, los padres "se
levantan, suben".

Fenómenos como la delincuencia y la adicción a las drogas pueden ser


investigados en términos de las lealtades invisibles dentro de los balances de
justicia e injusticia intergeneracionales. De hecho, el mundo de afuera tiene
que pagar (recibir la foja rotativa) las cuentas pendientes.

INCESTO Y LEALTAD
La confianza de un hijo, su lealtad, y su necesidad de agradar a sus padres
pueden ser fácilmente explotadas. El hijo quiere ser leal aún cuando es
explotado y mal utilizado. Los recursos de confianza - presentes en cada
persona por la asimetría al momento de nacer - son continuamente mermados,
reducidos. En el caso del incesto, la historia de vida está a menudo acosada
con secretos y vergüenza.

En situaciones de incesto, el tema o punto de discusión más importante que


tiene que enfrentar el terapeuta es el de respetar las reservas de confianza de la
familia. Las personas pueden preferir terminar por completo el tratamiento
más que traicionar sus lealtades fundamentales. El reconocimiento de este
interés subyacente profundo por los miembros de la familia concederá la
libertad para la conversación. Uno tiene que considerar continuamente los
potenciales recursos de confianza dentro del sistema de lealtad y conservar
para el padre sus responsabilidades adultas.

A menudo resulta que los propios padres han sido descuidados


emocionalmente como hijos y en muchos casos abusados física o
sexualmente. El terapeuta debe reconoce esto. Este descubrimiento no
disminuye las responsabilidades parentales, pero en este caso los padres no
son excluidos y el hijo no es instado a traicionar sus lealtades fundamentales.

Eugene, de 15 años de edad, es arrestado por


violación. Un profundo interrogatorio llevado a
cabo por el fiscal, condujo a Eugene a confesar con
lágrimas, que él había tenido relaciones sexuales con
su madre en varias ocasiones. Al siguiente día, dos
eventos ocurren: El intento de suicidio por parte de
Eugene y la madre, quien a solicitud del fiscal fue
informada de la confesión de su hijo, chocó con un
autobús, sufriendo serios daños.

EL LIBRO MAYOR Y LA FOJA ROTATIVA.


El recién nacido consigue un lugar por sí mismo en el libro mayor de méritos
y obligaciones, el balance de justicia intergeneracional. Cada generación pasa
a la siguiente generación parte de lo que ha recibido de su generación anterior.
Uno está inclinado a restaurar en la próxima generación lo que ha estado fuera
de balance en la generación previa - Uno trata de ser mejor padre. Cuando los
abuelos y los padres tienen cuentas no saldadas, el hijo llegará a estar envuelto
en la situación, también. Las cuentas no saldadas son heredadas en la vida.
En el caso de serios estancamientos en la línea vertical, una factura puede ser
transferida a una nueva cuenta - por ejemplo, la cuenta del hijo. Hay un refrán
Holandés que expresa: "el hijo de la cuenta" (es aquel hijo que tiene que pagar
la cuenta no saldada por los padres).

La cuenta, la cual es válida entre las partes donde la misma debería ser
saldada, es ahora transferida a una inocente tercera parte de una manera
injusta. Estas fojas rotativas trastornan la propia vida familiar de uno, ya que
uno no ha sido capaz de resolver los conflictos de la generación previa.

La liberación de este círculo constantemente recurrente de acciones


destructiva es posible sólo si uno busca la reconexión; algunas veces se debe
caminar un largo y doloroso camino para llegar a descubrir que cuentas han
sido injustamente atribuidas a la presente generación. Los ancestros que han
fallecido, también, deberían ser incluidos en este proceso de reconexión; este
proceso puede ser el único camino para lograr la reconciliación. Nótese que
esta "cruzada" no debería ser emprendida como una misión altruista, noble; el
objetivo último es más bien una ganancia liberadora para todos las personas
envueltas en esta situación. Puede parecer una paradoja, pero la individuación
puede ser lograda más adecuadamente al adquirirse un nuevo balance de la
relación a la familia de origen de uno. Al hacerlo así, uno gana derecho, el
cual mejora la habilidad de uno para tener éxito en otras relaciones - como un
esposo(a), como un padre.
MATRIMONIO, COMPAÑERISMO Y
LEALTAD
A menudo, los conflictos y problemas surgen de lealtades escondidas hacia los
padres. Un completo entendimiento de los problemas maritales puede
depender de la habilidad del terapeuta para trazar el desarrollo de todos los
conflictos de lealtad existente en el hogar. Casarse con un compañero con un
trasfondo religioso diferente o con uno procedente de un grupo étnico
diferente puede constituir una rebelión contra la familia de origen. En la
medida en que los padres rechazan el matrimonio de su hijo, el hijo puede
negar cualquier lealtad a la familia de origen, aun así, una lealtad invisible
puede revelarse en si misma a través del socavamiento accidental del propio
matrimonio del hijo.

Una buena relación con los parientes políticos y una pobre relación con la
propia familia de uno puede crear una situación intrínsecamente peligrosa para
el matrimonio, especialmente, cuando alguien corta sus relaciones originales.

Cuando uno de los padres muere (especialmente con aquel con quien ha
habido una ruptura) la relación horizontal recibe una incrementada presión y
la cuenta de esta deslealtad se presenta (proyecta), cada vez, más y más contra
el compañero(a).

Un hombre, con la ayuda de su esposa, había


rechazado a sus padres y había aceptado a sus
suegros como sus padres. Medio año después de la
muerte de su madre, serios problemas matrimoniales
empezaron a manifestarse. Este hombre por mucho
tiempo rehusó visitar a sus suegros.

El matrimonio, a menudo, conduce a una confrontación con las lealtades


originales. Sin equilibrio, estas lealtades trastornarán la relación marital. La
manifestación del problema original es sólo la punta del iceberg.

Un hombre de mediana edad está seriamente


deprimido y sufre de insomnio. "Estoy
terriblemente involucrado en los problemas de mi
segundo matrimonio. Nunca veo a mis hijos de mi
primer matrimonio Hace muchos años corté todo
contacto con mis padres - eran personas
despreciables, malas. Tuve que hacerlo para poder
vivir libremente".

El matrimonio tiene su mejor oportunidad para la mutualidad y la justicia en el


balance de dar y tomar, cuando los sistemas de lealtad original de ambos
miembros de la pareja son respectados y reconocidos y ambos esposos son un
apoyo el uno para el otro en esta materia.

Los problemas de imparcialidad, justicia y lealtad nunca pueden ser resueltos


de por vida. Cada miembro de la pareja, de vez en cuando, recurrirá
inevitablemente a abandonar o a no tomar en cuenta los intereses del otro(a).
Pero si la preocupación mutua por los intereses del otro(a) con relación a las
lealtades originales se disipan o si la negación de estos intereses llegan a ser la
única vía de tratar con los conflictos de lealtad, entonces, el matrimonio se
verá seriamente amenazado.

GENERACIONES SUCESIVAS
Cada individuo nace dentro de una configuración de relaciones actuales y
previas las cuales inciden sobre la naturaleza de las futuras relaciones,
configuración que puede determinar si una persona engendrará o no
engendrará hijos. Los problemas que muy a menudo acompañan esta elección
en la cual los compañeros pueden verse encarcelados por años, pueden ser el
resultado de conflictos de lealtad. Lo que sobre la superficie puede parecer
meramente una lucha de poder entre los miembros de la pareja es de hecho un
lío que ha estado arraigado, que ha echado raíces en tres generaciones.

La decisión de no engendrar hijos puede ser un acto de lealtad invisible a la


familia de origen. Uno no se permite a si mismo nuevos vínculos, de tal
manera que pueda permanecer totalmente disponible para los padres. La
parentalización a menudo es la base de esto; uno es un padre para sus propios
padres. Al permanecer disponible para cuidarlos, sin llegar a reconocer esta
situación, se puede continuar así indefinidamente y echar a perder, seriamente,
las oportunidades de convertirse en padre. Un hijo adulto con una herencia de
lealtades divididas tendrá una imagen del mundo que lo rodea como no digna
de confianza. A menudo parece que uno detiene el círculo de reproducción en
la tercera generación, de tal manera, que no se cargue a la próxima generación
con este legado.

Una mujer reconoció que había muchas semejanzas


entre ella, su madre y su abuela. Ambas (madre y
abuela) habían abandonado a sus esposos temprano
en su matrimonio y le habían dicho a sus hijas
durante la niñez, respectivamente, cuan detestables
habían sido sus padres. Esta mujer
consecuentemente temió convertirse en madre. No
quiso dar a su hijo el dolor que le había sido dado a
ella.

Los derechos e intereses del niño que aún no ha nacido pueden jugar un rol
esencial en la decisión de tener o no tener hijos. La madre, quien debe decidir
si completa su embarazo o lo interrumpe, puede ser ayudada en su decisión al
considerar el derecho heredado del niño: Qué puede ella como madre ofrecer
al hijo? Son las reservas de confianza suficientes para sostener el bienestar
del hijo? La única decisión verdadera, es aquella que considera los intereses y
derechos de cada persona involucrada, incluyendo aquellos del que todavía no
ha nacido.

DIVORCIO Y LA LEALTAD DE LOS HIJOS


INVOLUCRADOS
En muchos casos de divorcio la demanda hecha sobre el hijo es pesada y
cargada emocionalmente, y los hijos pueden responder a esta reconectándose
como para producir una reunión, como en el siguiente ejemplo:

Rose, de 6 años de edad, dijo a su padre: "Si quieres


llevarme contigo, entonces, me quedaré con mi
madre; Si ella quiere dejarme con ella, entonces, me
quedo contigo".
Los hijos que se ven forzados a elegir entre sus padres se ven colocados en
una posición imposible y peligrosa; un hijo no elegirá y un hijo no puede
elegir. Un hijo puede ser consultado en la corte para que emita su opinión,
pero nunca debería ser entristecido con la insoportable y tan pesada carga de
tener que elegir entre los padres; el hijo(a) no debe ser designado como aquel
quien tiene que tomar la decisión.

Y lo que es más, la pregunta hecha al hijo debería ser formulada de tal manera
que éste no sea colocado en la posición de tener que ser desleal a ninguno de
los padres.

Paul, con 11 años de edad, fue cuestionado para que


eligiera entre vivir con su padre o permanecer con su
madre. Paul, cortó a su perro Snoopy - su objeto
transicional - en dos partes iguales y ofreció cada
parte cortada a cada uno de sus padres y dijo: "Esto
es lo que a ustedes les gustaría que pase también
conmigo".

Considerando las muchas implicaciones que un divorcio tiene para los padres
como también para los hijos, la lealtad del hijo hacia ambos padres es de
central y vital interés y debe ser respectada. Fuera de esta lealtad, cada hijo
puede ayudar, especialmente, cuando hay grandes conflictos entre los padres,
a disminuir el dolor del conflicto. Los hijos encuentran sus propias formas y
caminos para consolar a sus padres, y es importante que estos reciban de sus
padres alguna forma de reconocimiento por los esfuerzos que hacen.
Al decidir la custodia, la corte debería considerar que padre estará más
deseoso y será más capaz de sostener al hijo en su relación con el otro padre y
con parientes segundos. Debería buscarse la flexibilidad y el equilibrio más
que adherirse a principios de vigilancia (custodia) rígidos y absolutos.

Las oportunidades para los ex-esposos de permanecer como un equipo


parental - después que la gran tensión y agresión ha disminuido - debería ser
buscada y explotada. Idealmente, el equipo parental puede mantener o
reganar una posición de ser dignos de confianza con relación al hijo. Es vital
que el hijo reconozca que ninguno de los padres jamás podrá ser reemplazado.
En verdad, la mayoría de los hijos luchan por continuar sus relaciones con
ambos padres naturales.
LEALTAD DIVIDIDA
Un hijo está atrapado en una lealtad dividida primaria si los padres presentan
expectativas mutuamente conflictivas, de tal manera que el hijo sólo puede ser
leal hacia un padre a costa de la deslealtad hacia el otro. En contraste con un
conflicto de lealtad, el cual involucra una incompatibilidad entre la lealtad
vertical y la horizontal, la lealtad dividida constituye una seria grieta en el
fundamento básico que existe en el ser digno de confianza entre los padres y el
hijo.

La difícil situación de la lealtad dividida no constituye primariamente un


conflicto entre los mismos padres o aún la posibilidad de un divorcio. El
hecho de que un hijo esté más involucrado con un padre que con el otro, no
necesariamente crea ansiedad. Lo que realmente causa la lealtad dividida es el
inevitable involucramiento del hijo en el rompimiento de la confianza entre
los padres. Rasgado, el niño procurará hacer algo a todos los niveles para
lograr la reconexión entre los padres. Sin embargo, esta es una imposible
tarea para el hijo. Todos sus esfuerzos son en vano, y aún así no renunciará.
Por ejemplo, empleará, desesperadamente, todas las clases de síntomas como
señales para reunificar a sus padres. Nagy ofrece la siguiente ilustración:

Una joven con anorexia nervosa reportó un sueño en


el cual sus padres estaban muriendo y estaban
tendidos uno al lado del otro en dos tumbas. El
tiempo invertido para el cuidado de un padre sería a
riesgo del otro que está muriendo.

El hijo está atrapado en una lealtad dividida si la madre y sus padres (abuelos
del hijo) se tornan contra el padre y su familia y esperan y aun requieren que
el hijo haga lo mismo. En esta forma, el hijo es forzado a ser leal a un padre a
expensa de su lealtad hacia el otro padre. El hijo no renunciará a su
involucramiento con su padre, pero entonces se ve confrontado frente al
siguiente dilema: "cuál lado debería escoger?" Es una pregunta que no puede
ser contestada por el hijo. La única forma de escapar a este dilema, es la de
asumir una actitud de indiferencia, ya que cualquiera que sea la solución
significaría una pérdida muy costosa. Treinta años más tarde, cuando el
padre esté muerto y la madre sufra de una enfermedad, la respuesta del ahora
hijo adulto podría ser, "No me importa". Este es un medio para balancear las
lealtades a través de castigar al padre que está vivo.
Otra consecuencia podría ser una paralizante actitud ambivalente hacia la
esposa o hacia los hijos según la influencia de la lealtad dividida se extienda
hacia futuras generaciones; el legado de la lealtad dividida continúa en las
líneas asimétricas.

La confusión del hijo, causada por su incapacidad para efectuar una


reconexión en sus padres y la expectativa de que él dividirá su lealtad, puede
dirigir a las más intensas tensiones. La lealtad dividida subyace (sirve de
base) a muchos suicidios e intentos de suicidios.

Una madre y sus tres hijas estaban vinculadas unas


con otras por sus odios a sus esposos y padre. La
hija mayor intentó suicidarse. Seriamente enferma y
hospitalizada, le pidió a la enfermera que notificara a
su padre. Cuando el padre fue a visitarla, ella le
dijo, "No hubo otra forma de mostrarle a mamá que
tú también cuidaste, protegiste, que tú también,
sentirías pena por mi muerte".

Cuando trabajamos con el potencialmente suicida, es vital que el terapeuta no


enfatice el alejamiento entre los padres y su hijo, sino que más bien se enfoque
en el principio de reconexión: Cómo ayudaste a tus padres cuando hubo
grandes problemas entre ellos? Debería haber una búsqueda de los momentos
en la vida del hijo cuando ambos padres estuvieron involucrados con éste. El
ayudar a encontrar estos momento de interés compartido, es en si mismo una
acción de reconexión.

Un intento de suicidio puede ser el último esfuerzo por resolver las lealtades
divididas, y cualquier indicación de tendencias suicidas requiere una
inmediata investigación para determinar si o no una estructura subyacente de
lealtades divididas de hecho existe.

ADOPCIÓN Y LEALTAD
La lealtad de los hijos hacia sus padres derivan de los hechos de la
concepción, el nacimiento y el crecimiento. En una forma modificada, el
legado de lealtad entre padre-hijo permanece aún cuando los hijos hayan sido
dado en adopción o que los padres hayan renunciado a ellos en una temprana
fase de la vida. Cualquiera que haya sido la naturaleza de la responsabilidad
parental o la conducta parental después del nacimiento del niño, la
singularidad de la relación permanece como un innegable hecho de la vida,
aun si el hijo ha sido abandonado. Y esta relación permanece en vigor a pesar
la separación que resultó de la incapacidad de los padres para criar al hijo o a
pesar del descuido que ambos padres mostraron o a pesar de la incapacidad
del tratamiento de la enfermedad. La separación en sí misma será traumática
en varios niveles y durante el transcurso de los años.

Los hijos dados en adopción tienen que tratar con la lealtad primaria hacia sus
orígenes y la lealtad adquirida y merecida hacia sus padres adoptivos y la
familia. El bienestar del hijo requiere la libertad de explorar las bases de su
existencia; los padres adoptivos nunca deben negar los orígenes del hijo
adoptado, o negar su derecho a conocer más de sus padres naturales. De vital
importancia para todos los interesados es que los padres adoptivos no culpen o
infamen a los padres naturales.

Puede parecer paradójico, pero la lealtad hacia los padres adoptivos se


beneficiaría por las consideraciones del reclamo justificado del hijo a sus
raíces.

Una madre adoptiva presentó de maneja ejemplar


este reconocimiento, el cual fue de vital importancia
para su hijo: "Estoy, desde lo más profundo de mi
corazón, agradecida a la mujer que te llevó en su
vientre y te dio a luz. Ella nos ha dado un hijo, y al
hacer esto, ella ha sido de gran importancia en tú
historia y en la nuestra".

Los hijos adoptados están acostumbrados a tejer un mito alrededor de los


padres reales. En este deseo irreal es implantada la esperanza de que sus
padres fueran forzados a renunciar a su hijo en contra de su inclinación de dar
amor y confianza. Los padres naturales llegan a ser buenas personas con
quienes el hijo comparte vínculos misteriosos de lealtad. El hijo adoptado
muchas veces necesita toda una vida para aprender como balancear el mito de
la superioridad de sus padres naturales con la realidad de su lealtad y
obligaciones hacia sus padres adoptivos.
Una mujer de 25 años de edad esperando a su primer
hijo afirmó: "Siempre he creído que fui separada de
mis padres, quienes eran, en mis fantasías, ricos y
hermosos. Durante la adolescencia, en una fase
difícil con mis padres adoptivos, me aferré a esta
idea y esperaba que mi historia llegara a ser verdad.
A menudo acusaba a mis padres adoptivos de tener
mentes estrechas, y ellos sufrían en comparación con
mi fantaseada visión de mis padres reales. Ahora que
estoy embarazada, entiendo que significa ser una
madre y ahora me siento más cerca de la mujer que
me concibió. Pero encuentro, también, que esto ha
llegado a ser más fácil para mí, dar de mi misma, a
mis padres adoptivos. Sé que estos son los únicos
abuelos que mi hijo tendrá - y quiero que ellos sean
abuelos reales y no abuelos fantaseados".

A través de esta recién reconocida capacidad para dar a ambos lados, esta
mujer es capaz de disminuir la polarización, una característica del apuro
/aprieto que produce la lealtad dividida.

En una fase especial de la separación (distanciamiento) de sus padres


adoptivos, los adolescentes a menudo inician una búsqueda dentro de sus
padres perdidos y desconocidos. Ellos están buscando su identidad. Esto
puede ser visto como el paso normal de un adolescente que se rebela contra
sus padres en el proceso de separación (distanciamiento), pero puede ser una
fase especialmente difícil para los padres adoptivos quienes han mantenido en
secreto el mito acerca de los padres naturales. En contraste a las condiciones
de una familia "normal", en la cual la rebelión contra los padres es menos
amenazadora, los padres adoptivos pueden ser heridos, lastimados,
profundamente por el deseo del hijo de investigar la verdad acerca de sus
padres naturales.

Un hombre de 39 años de edad, después de la muerte


del último padre adoptivo, dijo: " He esperado desde
que tenía 18 para empezar esta investigación; no
pude hacerlo previamente a causa del dolor que esto
habría causado a mis padres adoptivos. No hubieran
sido capaces de bregar /lidiar con esta situación.
¡Por qué mi muchacho, somos tus padres! Ellos
habrían dicho. Y para mi ellos fueron muy buenos
".

Aquí parece que la búsqueda de los padres naturales fue vista como un acto de
deslealtad hacia los padres adoptivos, una despreocupación, indiferencia hacia
su devoción y cuidado. El miedo a esta situación es entendible y requiere
ayuda apropiada.

A la vista de lo que ellos consideran deserción, los padres adoptivos


prefieren el secreto, reteniendo datos, y ocasionalmente reteniendo /negando
cualquier insinuación sobre los padres naturales.

Una madre adoptiva, le dice a su problemática hija


de 15 años:"Preferiría decirte ahora que tu madre fue
una mujer fracasada y baja, absolutamente
depravada y tú deberías agradecer al Señor de
rodillas que fuiste colocada con nosotros. Quizás tú
puedes entender mejor ahora porque soy tan estricta
contigo. Recuerda que la manzana no cae lejos del
tronco".

Como un resultado del marcado contraste - el padre natural es malo, el padre


adoptivo es bueno - el hijo entra en un inevitable conflicto con su lealtad
vertical. Requiere coraje y amor de parte de los padres adoptivos hablar
abiertamente sobre estos temas con el hijo desde una actitud de confianza, no
de ansiedad, la cual teme decrecer la lealtad y el amor. Al abordar estos
temas, el padre debería escoger cuidadosamente tanto el tiempo como la
manera más adecuada para que el hijo pueda digerir los hechos concernientes
a su origen e integrar estos en su diseño de vida.

Si serios conflictos surgen entre las diferentes lealtades y si ayuda profesional


es requerida, ambas lealtades deberían ser tomadas en cuenta. Los padres
adoptivos, los padres naturales y los hijos todos llevan la misma carga y
sienten el peso del conflicto de lealtad; la estrategia terapéutica debería ser
dirigida a los intereses de cada una de las partes. Cuando otros conflictos
comunes o tensiones aparecen en la familia de los padres adoptivos es
evidente que el hijo adoptado se vuelve, especialmente, vulnerable y ansioso.
A menudo este hijo se ofrece voluntariamente como el chivo expiatorio, una
acción que puede manifestar en sí misma una conducta imprevisible tales
como el abuso de droga y de alcohol.
La adopción de niños de otra cultura requiere, particularmente, una cuidadosa
consideración.

Una niña Coreana de 7 años de edad, adoptada por


una familia Holandesa, guarda con ella una pequeña
maleta junto con las ropas que trajo cuando llegó de
Corea. De vez en cuando, cuando los niños en la
escuela mencionan su nombre, ella toma su pequeña
maleta y la lleva al salón de clase y exhibe sus
posesiones, diciendo, " Obtuve esto de mi madre, era
todo lo que tenía. Me la dio, así que por lo tanto, no
puedo olvidarme de ella".

Cuando la familia que adopta y la familia natural pueden cooperar - lo que


requiere coraje y prudencia de ambas partes - el esfuerzo en conjunto puede
contribuir enormemente al desarrollo saludable del hijo.

Marciano, un niño de 5 años de edad, de padres


descendientes de Surinam, ha vivido en una familia
adoptiva Holandesa desde la muerte de su madre
cuando él tenía 2 años de edad. Hospitalizado por
una seria enfermedad, presentada de repente, fue
diagnosticado como epiléptico. Su abuela, quien
también vivía en Holanda, fue informada de la
enfermedad por los padres adoptivos.
Cuando la abuela fue a visitarlo, llevó consigo una
pequeña bolsa de papel con alguna clase de polvo
blanco que ella había ordenado, especialmente,
desde Surinam. La abuela les explicó a Marciano y
a sus padres adoptivos que este polvo podría
exorcizar los malos espíritus del cuerpo. Los padres
adoptivos tuvieron un momento de duda, cada uno
de diferentes consideraciones, pero le permitieron a
la abuela administrar su medicina al niño. Tiempo
después, un nuevo examen reveló que no había
ningún trazo de epilepsia. Cuando Marciano
escuchó que ya no necesitaría tomar más la
medicina, lo sucedido, obviamente, estuvo de
acuerdo a sus expectativas; Marciano expresó:
Abuelita y ustedes, juntos, han hecho que yo
mejore" dijo a sus padres adoptivos.

La tarea crucial para los padres adoptivos, así como, para todos los padres
naturales, no es sólo criar, levantar hijos para que sean adultos saludables, sino
ayudarlos a que lleguen a ser adultos, quienes serán buenos padres y criarán
hijos saludables. En este sentido, los intereses vitales de los padres, de los
hijos y de los nietos coinciden.

HEREDANDO UN FUTURO
Nuestra herencia está comprendida, constituida, de los beneficios y las cargas
de nuestro pasado. Nuestras raíces contienen ciertos hechos que han sido
pasados a través de las generaciones. Estos hechos son de una múltiple y
variada naturaleza. Algunos hechos existenciales son fijos. Cada persona que
nace pertenece a un género determinado, ya sea masculino o femenino, tiene
cierto color de la piel, pertenecen a una raza determinada y tienen una
disposición natural; uno no es libre para escoger. Eventos tales como el
divorcio y la adopción, la guerra y la opresión, dejan huellas singulares.

La forma a través de la cual cada ser humano integra estas condiciones- ambos
con beneficios y cargas- dentro de su diseño de vida, forman un legado y lo
vinculan a las futuras generaciones. Dentro de este legado individual, uno ya
tiene dos corrientes de influencia - del lado de la madre y del lado del padre.
Dirigir las dos corrientes dentro de una confluencia sin problemas puede ser
arduo, pero ignorarlo o negarlo cualquiera de las dos partes del origen de uno
puede impedir no sólo el curso de la propia liberación de un sino también la
corriente de vida de las próximas generaciones. Cuando uno reconoce su
fuente y asimila la nutrición que ésta provee, él o ella ganan libertad personal
y legan un legado de libertad para los descendientes.

Un hombre había mantenido el secreto a su esposa e


hijos sobre su descendencia Indonesia del lado de su
madre y de su abuela. Como un regalo para su
retiro, solicitó un viaje a Indonesia. Atraído
inmediatamente por el país y profundamente
impresionado por el mismo, dedicó el resto de su
vida a trabajar con instituciones de bienestar de Java
y aún más, cambió su testamento para incluir como
un beneficiario un hogar de niños en Djakarta.

Las cargas acumuladas a través de nuestra herencia pueden pesar sobre


nosotros a través del curso de muchas generaciones. Cada miembro de la
familia tiene que encontrar un balance en su legado para transformar la culpa,
la vergüenza, la victimización y la lealtad dividida en libertad personal y
responsabilidad relacional, sirviendo de ese modo a los intereses de futuras
generaciones también.

Sus padres y abuelos asesinados durante la guerra,


una mujer judía de mediana edad fue criada en un
ambiente católico donde ella había sido dejada como
una niña, su identidad judía negada a través de toda
su niñez por su propia seguridad. Se casó en la
Iglesia Católica. Anhelaba tener un hijo, pero
cuando finalmente dio a luz un hijo, empezó
seriamente a deprimirse y a padecer de fobias.
Rehusaba alimentar a su niño y amenazaba con
suicidarse.
Con ayuda terapéutica, fue indoctrinada lentamente
en la historia y cultura judía. Volvió a utilizar el
nombre judío que le habían dado sus padres y su hijo
fue circuncidado. Dedicaba un día a la semana
como voluntaria para cooperar en el mantenimiento
del cementerio judío.
Recibió un gran apoyo y fortaleza de su esposo,
quien respetaba sus esfuerzos y se daba cuenta de la
importancia que esto tenía. Estuvo a su lado en
cualquier momento en que ella lo necesitaba. Desde
el punto de vista del niño, así como, el
involucramiento de ambos padres con el legado de la
madre probó ser significativo. Esto promovió
libertad y salud.

El restablecer y experimentar el legado personal de uno puede contribuir al


logro de la libertad individual, mientras que simultáneamente crea los recursos
vitales para la sociedad, ya que está el que uno gane derecho a ser pasado a las
futuras generaciones.
CAPITULO III
DERECHO
CONFIANZA Y SER DIGNO DE CONFIANZA
De su concepto de Justicia, Nagy ha desarrollado los conceptos de "ser digno
de confianza" y "confianza meritoria", los cuales, hoy por hoy, constituyen
dos piedras angulares para la Terapia Contextual.

Ningún ser humano puede permanecer solo en el centro de su propio mundo,


de su propio universo; siempre hay alguna interacción entre esa persona y el
mundo externo. La calidad de las relaciones que se establecen en esta
interacción determina el bienestar de cada persona. Las relaciones proveen
oportunidades tanto para dar como para recibir. La consideración de los
intereses de cada uno es de fundamental importancia para la creación de una
relación digna de confianza. Si una persona toma en cuenta sus propios
intereses, así como, los intereses de los demás, y en esa medida establece un
equilibrio de intereses mutuos, la persona gana mérito y tiene el derecho a ser
reconocido por los otros.

En nuestra sociedad - que pone énfasis sobre la competencia- es una creencia


bien extendida que uno puede obtener más para sí mismo sólo al privar al otro.
Las escuelas psicoterapéuticas que enfatizan esta firmeza no dan suficiente
valor a los intereses del otro. El hecho de que las relaciones proveen las
posibilidades para ganar confianza con su derecho resultante, trasciende la
antítesis de buscar ganancia para uno versus cuidar de los intereses de los
otros. El proceso de ganar derecho tiende el puente entre el egotismo y el
altruismo.

En el proceso de identificar los intereses de uno y los intereses de los demás,


una espiral positiva puede ser puesta en movimiento y puede conducir al
desarrollo de una autonomía creativa. El derecho puede, por ejemplo,
permitirle a alguien el tomar riesgos al invertir confianza en nuevas relaciones.
LAS RELACIONES HORIZONTALES Y EL
DERECHO
Las relaciones siempre producen tensiones entre los intereses de las partes
involucradas. Dos o más personas nunca tendrán una confluencia total de
intereses. El terapeuta debe entender que aún las personas relacionadas
estrechamente tendrán conflictos de intereses; de hecho, las relaciones
cercanas o significativas son más propensas a que muestren o revelen estos
conflictos. Mientras más significativas sean las relaciones, más se enfocan
sobre las necesidades y convicciones idiosincráticas. Cada persona en la
relación tiene condiciones para establecer y mantener sus propios derechos e
intereses. Por lo tanto, los conflictos de intereses son inevitables en las
relaciones muy cercanas, como sucede en las familias.

Una pareja de mediana edad- la mujer una


fisioterapista, el hombre un médico- tienen conflicto
de intereses. La mujer quiere acortar su tiempo de
trabajo sobre la base de un part-time después de una
interrupción de varios años a causa del nacimiento
de sus dos niños. Su esposo está reacio y al mismo
tiempo se muestra incapaz de renunciar a su posición
de tiempo completo, por esa razón, no puede asumir
un cuidado parcial de los niños como su esposa
desearía.

Los conflictos de intereses, empiezan a destacarse en las relaciones


asimétricas y son las fuentes de conflictos más grandes. La equidad en el
balance del toma y daca en las relaciones simétricas pueden ser evaluadas o
juzgadas sólo en un período de tiempo largo y nunca deberían ser medidas
sobre la base del momento-a-momento. De otra manera, siempre habrá
ventajas y desventajas para una persona o para la otra. Momentáneamente,
uno puede sentirse herido o explotado por el compañero(a), pero a pesar de
esto, viéndolo en su totalidad, puede ser viable cuando el ser digno de
confianza es medido sobre un gran período de tiempo.

Si un miembro de la pareja toma en cuenta los intereses del otro miembro, éste
tiene el derecho al cuidado y reconocimiento por parte del otro. En las
relaciones simétricas, el balance de justicia puede en verdad convertirse en
injusto si la inversión de una de las partes excede a la inversión de la otra.
Hechos o eventos de la vida pueden cambiar drásticamente la simetría de las
relaciones horizontales (como por ejemplo, la enfermedad de uno de los
miembros). Por ejemplo, si uno de los miembros de la pareja sufre un daño
cerebral como resultado de un accidente, cierta forma de asimetría aflora. La
búsqueda de un justo balance, entonces, se convierte en una enorme tarea.
Eventos menos dramáticos pueden también trastornar el equilibrio de mutua
equidad en otras relaciones asimétricas.

La búsqueda de este equilibrio se convierte en una tarea vital en el siempre


cambiante curso de una relación de larga duración: es la búsqueda de
mantener el balance en movimiento.

LAS RELACIONES VERTICALES Y EL


DERECHO INTRÍNSECO
Es bien obvio que el balance de obligaciones en relaciones asimétricas no
puede estar en un simple equilibrio. Esto es más evidente al inicio y al final
del desarrollo de la vida, principalmente, con el recién nacido y con el padre
envejeciente. Tener derecho a cuidar y el brindar cuidado se cruza una y otra
en el levantamiento y en la caída del curso de la vida del hijo y del padre. La
asimetría en las relaciones padres-hijos logra su balance de justicia,
fundamentalmente, de manera diferente de aquellas relaciones simétricas
(horizontales). Un constante cuidado se demanda de los padres de hijos
pequeños; el niño tiene derecho a este constante cuidado, ya que no podría
sobrevivir sin el. Por lo tanto, podemos hablar del derecho intrínseco del niño
pequeño, de quien no se puede esperar ningún retorno.

El llamado a una conducta digna de confianza en ninguna otra parte es sentida


o vista tan fundamental como en aquel caso de un cuidado a un indefenso
recién nacido. Ya sea que los padres disfruten o no el dar cuidado al recién
nacido, estos son sometidos a una severa y difícil prueba de responsabilidad.
Aún así, hay padres que no pueden responder a la solicitud, al llamamiento,
debido a que ellos mismos han sido demasiado privado desde su juventud. El
niño continúa invirtiendo confianza por un largo período de tiempo; en esto,
ocasionalmente, un proceso positivo dentro de los padres puede ser puesto en
movimiento. A partir de bases empíricas, se podría postular que el niño crea
una reserva natural de confianza de la cual más adelante el puede
extraer/sacar.
Las observaciones de Harlow sobre monos privados maternalmente, cuyos
trastornos fueron causado por el aislamiento al cual ellos fueron sometidos,
provee un conmovedor ejemplo de esta tendencia innata: el mono bebé
persistentemente busca contacto físico con la madre, a pesar de la tendencia de
la madre de abusar del pequeño.

Aquellos padres cuyas reservas de confianza han sido dejadas vacías por la
falta de mutualidad con sus propios padres no serán capaces de ser una fuente
de nutrición para sus primogénitos. Aún así, de la persistente confianza del
pequeño una mutualidad de cuidado puede ser puesta en movimiento. Si la
madre responde a la confianza con un aumento del cuidado hacia el niño, la
espiral de auto-reforzamiento de ganar derecho se pone en operación, y la
"maternidad" puede ser más exitosa con el segundo niño debido a que la base
para la confianza meritoria ya ha sido establecida.

Lidia, una madre soltera de 17 años de edad, tenía


una actitud hacia su criatura en la cual ofrecía poca
de si misma aún cuando fuera para el cuidado de su
hijo. En el cuarto del niño, del hogar residencial
donde madre e hijo permanecían, el staff hizo un
gran esfuerzo de cuidar del niño de tal manera que
Lidia - tanto como fuera posible- experimentara sólo
los sentimientos felices con su hijo que a ella le
fuera posible soportar. El staff le evitó a Lidia
cualquier tipo de asociaciones no placenteras, y
gradualmente, las visitas de Lidia con su hijo se
fueron haciendo más largas. Eventualmente, ella fue
capaz de confortar al niño cuando lloraba - mientras
que antes ella lo podía sufrir sólo cuando el sonreía.

Si bien es cierto que los padres pueden crecer a través del "dar" confianza aún
a un recién nacido, es posible para los hijos ser hecho abiertamente
responsable. Los hijos, algunas veces sirven, para proveer seguridad a los
padres jóvenes, quienes no recibieron apoyo de sus propios padres o de las
familias extendidas. Con la composición de la familia nuclear de hoy en día-
la generación adulta y uno o dos hijos- no es una tarea simple encontrar un
balance de dar y recibir que no coloque demasiada responsabilidad sobre
cualquiera de los lados.
Recientemente, la idea ha sido levantada para llevar a los abuelos dentro del
círculo familiar en una mayor medida y aun planear la construcción de casas
(como las "casas canguros" de los Países Bajos) de tal manera que los
envejecientes ya no son más expulsados de sus familias extendidas para ser
aislados en asilos. En nuestra opinión, no sólo los abuelos sino también los
padres y ciertamente los nietos podrían beneficiarse de un contacto más
cercano entre las tres generaciones.

Las relaciones padres-hijos pueden ser fuertemente influenciadas por las


expectativas de los legados, pero también, pueden ser influenciadas por la
asimetría de poder, el desigual poder que existe entre los padres y sus hijos
dependientes. Los padres, nunca pueden demandar un repago total de parte de
sus hijos. El niño no pude dar a luz a sus progenitores o repagar el cuidado
fundamental por la sobrevivencia, aunque quizás esto pueda ser repagado a los
progenitores envejecientes o enfermos. La combinación de la posición de
poder de los padres y la devoción y lealtad del niño crea la pesada
responsabilidad parental. En una relación digna de confianza entre
progenitores e hijos está la misma fibra de la existencia; ésta puede ser
alcanzada al proveer cuidado sin la expectativa de un repago simétrico,
sacando u obteniendo la recompensa del derecho ganado.

Los padres pueden también mal usar su poder frente a su vulnerable hijo y
hacer al niño inmoderadamente responsable. Retornaremos a esta posibilidad
cuando discutamos el derecho destructivo.

El que los padres no deban "sobrecargar" a sus hijos no significa que no


puedan pedirle a estos que le brinden apoyo; es como los niños aprenden a
cargar con la responsabilidad. Además, los niños- aun a una edad muy
temprana- tienen una necesidad de expresar cuidado y afecto. Se puede decir,
que el niño tiene un derecho a darse a sí mismo.

Muchos padres no notan los esfuerzos de los hijos por agradarlos o


confortarlos. Aun así, es de total importancia que ambos padres lo noten y lo
reconozcan. De otra manera, los padres pasan por alto la misma fuente de
calor por la cual ellos tan a menudo esperan. Si los mismos padres han sufrido
de falta de confianza y reconocimiento, estos pueden creer que los niños no
tienen derecho a ser reconocidos.

Una madre y su hijo de 5 años retornaban, vía el


tren, de la corte donde su divorcio fue pronunciado.
Cuando el niño notó que su madre estaba llorando,
este trató de desviar su atención y le preguntó que si
ella podía ayudarle a contar todas las vacas y
caballos que se veían en los pastos a lo largo de todo
el trayecto del viaje en el tren. Cuando la atención
de la madre disminuyó, entonces, el hijo le pidió
varias veces ir al baño. La madre se enojó. Cuando
al hijo en una sesión terapéutica le fue preguntado si
él ayudaba a su madre algunas veces cuando ella
estaba triste, el dio este ejemplo. Era evidente que la
madre no había entendido el esfuerzo del niño para
confortarla.

Lo que está en juego aquí es la medida en la cual el cuidado es dado y


recibido: esta medida debería corresponder con la asimetría de la relación.
Algunas veces los padres se comportan como si ellos fueran los hijos debido a
que piden demasiado cuidado por parte de sus hijos y dan muy poco a cambio.
Es en esta forma o manera que se desarrolla la parentalización. Esto puede
resultar en detrimento para el niño ya que las obligaciones son altamente
desiguales.

Según los hijos crecen y maduran y los padres envejecen, su relación


comienza a volverse más simétrica. Sin embargo, muchos padres están tan
acostumbrados a dar a sus hijos, a llenar (cargar) su lado de la balanza, que les
niegan a sus hijos la oportunidad de llenar la otra escala, el otro lado de la
balanza. En otras palabras, les niegan a sus hijos el derecho y la necesidad de
devolverles. Los padres de mediana edad pueden percibir el tomar por parte
de sus hijos como un signo de su falta de independencia: "Todavía nosotros
podemos manejarnos; no queremos cargar a nuestros hijos". Algunas veces
los hijos tienen que esperar a que los padres caigan enfermos o se vuelvan
muy ancianos para poder retornar el cuidado y de esta manera restablecer el
balance. En este sentido, la gran mayoría espera hasta que la nueva asimetría
de las relaciones se haya vuelto claramente visible.

Es importante enfatizar que la inversión de cuidado y confianza en las


relaciones asimétricas es siempre de gran significado para la persona que hace
la inversión. Aún cuando el otro sea incapaz de dar en retorno o no quiere dar,
el mérito ganado y el derecho que se logra permanecen vigentes.
Carla, una mujer de 30 años de edad, con muchas
quejas psicosomáticas y sufriendo de insomnio, no
había visitado a su senil madre por un año. Se había
resistido a hacer esto en base al consejo dado por el
doctor de la familia, quien creía que una visita a la
madre la volvería más depresiva. Sin embargo,
cuando ella decidió ir a su madre y visitarla
regularmente, esta acción la liberó de sus quejas
somáticas; su serio insomnio también disminuyó.
Todo esto pasó a pesar del hecho de que su madre no
podía darle ningún signo o muestra de reconocerla.

El corte de las relaciones vitales- por ejemplo, con los padres-


irrevocablemente conlleva la pérdida de derecho. Un podría suponer que tal
alineación puede proveer una solución como forma de eliminar las dolorosas
confrontaciones que las relaciones producen. Pero esta severidad de uniones
es a un gran costo ya que uno pierde la oportunidad de ganar el mérito por el
cual uno llega a tener derecho. Como un resultado, al perder los méritos
ganados (derecho), la libertad interna del individuo para disfrutar la vida se
daña.

Ejemplos simples de la vida diaria pueden ilustrar esto. Mucha energía puede
ser gastada en el vago sentimiento de estar obligado mientras uno permanece
incapaz de tratar con esta correctamente y de este modo continuamente
posponiendo el repago de la obligación. Todo esto es más intenso y confuso
cuando se trata de cuidado o atención para las relaciones primarias y vitales en
la familia de origen.

El balance de justicia dentro de las relaciones padres-hijo y de las relaciones


esposo-esposa son interdependientes. La madre joven que ejecuta su
obligación hacia su bebé y luego siente vínculos a las necesidades de la casa,
concreta apoyo de su trabajador esposo. Sin esto, sus necesidades personales
pueden llegar a estar tan frustradas que su habilidad para dar a su hijo sufre.
Considerando que ella gana mérito y derecho en la relación vertical, aún así,
ella puede llegar a estar emocionalmente gastada, poniendo una demanda
sobre su esposo para el contacto adulto, quien podría ayudarla a recuperar y a
dar de acuerdo a las necesidades del niño. Si el esposo no puede ver las
demandas reducidas o mermadas de las tareas de su esposa, él puede sentirse
usado o manipulado injustamente. Lo pesado de la tarea en la relación vertical
crea una relativa asimetría en la relación horizontal.
Cuando las escalas de dar y recibir llegan a estar muy desbalanceadas, uno de
los miembros de la pareja puede decidir terminar la relación y dejar al otro(a).
Las relaciones verticales, asimétricas, son existencialmente irrompibles.

Si la deteriorada relación termina en divorcio, y hay niños involucrados, es de


suma importancia que los padres se den cuenta de que este vínculo irrompible
entre los padres y los hijos siempre permanece en vigencia para ambos
progenitores.

LA INJUSTICIA Y EL DERECHO DESTRUCTIVO


En la vida de cada persona eventos injustos ocurren; varían desde pequeñas
hasta grandes injusticias. Se puede sufrir la temprana pérdida de un padre o
de una madre, o estar expuesto al rompimiento de su familia causada por un
divorcio, o contraer a una edad muy temprana diabetes o alguna otra
debilitante enfermedad que requiera atención de por vida.

Todos estos son hechos de la vida y golpean a uno como injustos cuando son
comparados a los grados de injusticia los cuales la mayor parte de las personas
tienen que enfrentar. La injusticia existencial, tal como esta, conduce a una
forma de "derecho destructivo". Habiendo estado equivocado cuando un
indefenso niño le gana a uno, una justificación (o derecho) a la compensación
aunque nadie puede confesar la responsabilidad por los efectos perjudiciales.
Tan pronto como esto es descargado contra una persona inocente, el derecho
destructivo se convierte en la fuente de nuevas injusticias.

Las circunstancias injustas en la vida le otorgan/conceden derecho a la


persona que ha sufrido por estas injusticias, sin la persona sentirse obligada a
dar en retorno. En este respecto esto es comparable al derecho inherente del
recién nacido, quien también tiene derecho sin deber un retorno.

Este resultado está en claro contraste con el curso usual de los eventos en la
vida en los cuales el derecho se equipara al mérito ganado. Debemos ganar
nuestro derecho - y más aún, en la medida en que hemos sido afortunados en
la vida. Por contraste, el poder de la posición de uno - por ejemplo, pertenecer
a una familia de influencia- puede inducir a uno a reclamar un derecho sin ,
desde un punto de vista ético, haberlo ganado personalmente.
Si hemos experimentado suficiente confianza y justicia, entonces, podemos
encontrar vías, formas de luchar con las injusticias que ocurren alrededor de
nuestras vidas.

FALTA DE CONFIANZA Y EL DERCHO


DESTRUCTIVO
La injusticia que una persona debe soportar en el curso de la vida tiene un
peso mayor si esa injusticia está vinculada a la falta de confianza que uno
sufrió como niño.

El derecho intrínseco del recién nacido aumenta cuando los padres no toman
un cuenta un adecuado cuidado del bebé. Los padres que han sufrido
grandemente de injusticias algunas veces esperan de sus hijos un ser digno de
confianza irrealizable. Los padres piden o esperan tanto que el niño debe
fallar, y como tal esto para los padres se convierte en otra prueba más de su
actual falta o carencia de ser digno de confianza. Al demandar que el niño sea
irracionalmente responsable y por el no reconocimiento del dar y cuidar del
niño sino, todo lo contrario, culpándolo por su falla, los padres pueden cargar
al niño con un sentimiento de endeudamiento sin fin. Aunque el niño llegue a
conseguir sobre derecho por la confianza merecida, no recibe evidencia de
esto y por lo tanto, no tiene percepción de su derecho.

La experiencia del niño ha sido que confiar y siendo digno de confianza no


concede recompensa; pierde la confianza en el mundo y desarrolla un deseo y
un derecho por revancha. Pero venganza sobre quién? Si el justificado
reclamo de venganza es exigido arbitrariamente, el vengador crea una nueva
injusticia. En una persona con derecho destructivo, la función de auto
corrección del remordimiento (la experiencia de la culpa por haber dañado a
alguien) es inoperante.

El derecho destructivo tiene elementos válidos como no válidos, los cuales


están en funcionamiento simultáneamente y forman una contradicción interna.
El elemento válido tiene sus raíces en el pasado y provee el derecho a la
compensación por el daño. El elemento inválido involucra la exigencia de
venganza sobre parte inocentes. Trágicamente, es una condición que puede
cargar a uno por toda la vida. Actuar injustamente hacia otros inocentes
provee sólo experiencias negativas para el agente de la injusticia y se pierde la
oportunidad de ganar confianza y derecho. Aplicable de nuevo aquí es el
concepto de foja rotativa, la cual es presentada en la dirección equivocada, a
menudo al compañero(a) o a la próxima generación y luego en medida
incrementada. Las personas atrapadas en esta escalada son incapaces de
beneficiar a otros. Su vago e impreciso sentimiento de culpa sobre esta falta
de habilidad puede ser una fuente de depresión.

Algunas personas llevan una vida en la cual ningún derecho sencillo puede ser
ganado: los paciente psicóticos, escondidos en un hospital psiquiátrico sobre
la base de un largo plazo, o los adictos a las drogas cuyas vidas son mucho
más guiados por la dependencia de las drogas que por el interés de los otros
ya no son más considerados.

Una actitud destructiva hacia otros es a menudo igualada con una actitud
igualmente destructiva hacia uno mismo. Parece como si uno tiene que cargar
con perfidia para confirmar continuamente que el mundo no es digno de
confianza y de que uno está siendo explotado. El punto negro con relación a
las propias contribuciones de uno, además confirma la experiencia de ser una
víctima y produce nueva evidencia de la falta de ser digno de confianza en el
mundo alrededor de uno mismo.

Un padre fue criado en los hogares de diferentes


miembros de la familia. No reconoció a sus padres
cuando regresó al hogar a la edad de 8 años y nunca
había visto a sus hermanos y hermanas. Permaneció
como un extraño y llegó a ser el chivo expiatorio de
la familia. Esta crianza lo hizo extremadamente
sensible a la injusticia. Cualquier percepción de
injusticia en su presente ambiente le causa el llegar
a estar completamente enfurecido. Su esposa tiene
que proteger a sus hijos contra él. La familia de este
padre teme a las explosiones que resultan de esta
actitud, y el padre, consecuentemente, de nuevo se
ha convertido en el marginado (extraño) dentro de su
propia familia nuclear.
EL SIGNIFICADO DE MOVILIZAR CONFIANZA
Y CUIDADO EN LA TERAPIA CONTEXTUAL
Existe la posibilidad de liberar a alguien del círculo vicioso del derecho
destructivo y de las injusticias asociadas con uno y con los demás?

La falta de reconocimiento de las injusticias experimentadas y de la confianza


deteriorada continuamente alimentará la necesidad para la destrucción. El
terapeuta debería primero prestar atención al crédito ganado por la pasada
victimización y luego por la pena, el dolor y el enojo que acompañaron las
experiencias injustas. Sólo después que el destino injusto de la persona que ha
sufrido ha sido reconocido y entendido puede el empezar a entender el efecto
nocivo de su propia conducta sobre los demás. Cualquier signo, por pequeño
que sea, de consideración por los demás- signos a menudo pasados por alto
por la propia persona- puede proveer el catalizador para el crecimiento de la
auto-validación.

Una madre divorciada de 35 años de edad, no puede


cuidar a sus tres hijos a causa de su alcoholismo.
Los niños son colocados en una institución. Ella
deteriora su propia salud y es incapaz de aceptar
consejo o ayuda. Pero cuando visita a sus niños una
vez a la semana, no toma porque no quiere que sus
hijos vean a su madre en tal estado de impotencia.

Las oportunidades están que nadie nota este esfuerzo excepcional. El


terapeuta, quien puede estimar el valor real de esta preocupación, puede
ayudar a la madre a experimentar el mérito ganado. Temporalmente, el
terapeuta es probablemente la única persona que tiene un ojo para las señales
mínimas de conductas responsables. Sobre la base del reconocimiento, el
asumir la responsabilidad y el brindar cuidado puede ser reactivado.

Muy probablemente, el compañero es perjudicado por su sufrimiento a causa


de la injusticia. De este modo, es improbable que uno pueda dar al otro el
reconocimiento que este busca. Consecuentemente, la habilidad del terapeuta
para descubrir en cada miembro de la familia el mérito ganado, el cual puede
dirigir al reconocimiento es de vital importancia. Esto puede ser vinculado
con una solicitud al sentido de responsabilidad de uno mismo. El más grande
sistema de palanca terapéutico puede ser provisto al invocar el deber de los
padres para encargarse responsablemente de sus hijos. Los recursos de
confianza no usados entre los miembros de la familia y los compañeros en
otras relaciones importantes pueden ser descubiertos y activados. Sin tomar
en cuenta la queja original, la meta u objetivo es siempre posibilitar, permitir a
los miembros de la familia ganar confianza en cada uno debido a la inversión
intrínseca que cada uno hace sobre el ser digno de confianza.

Esto va sin decir que sólo el terapeuta, quien está convencido que todos los
involucrados prefieren el reconocimiento y el cuidado a la destrucción, es
capaz de descubrir los signos mínimos de responsabilidad. Su creciente
convicción que aún en el centro de las mayores rupturas grandes recursos
están disponibles, justifica la tenacidad del terapeuta Contextual.

También podría gustarte