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LEALTAD
LEALTAD ENTRE PADRES E HIJOS
Antes de que podamos entender cabalmente la naturaleza de las relaciones,
tanto, de la familia nuclear como de la familia extendida, primero necesitamos
comprender la esencia del concepto de lealtad que aquí está involucrado.
Tanto tiempo como el ser humano viva, permanece conectado con sus
orígenes. Cualquiera que sea el evento que haya ocurrido desde el nacimiento
del hijo, la lealtad del hijo a sus padres permanece.
El concepto de "lealtad" no tiene en este marco teórico nada que ver con un
principio normativo por el cual uno "debería" ser leal. Sería una mala
comprensión del concepto si uno piensa que mientras más leal uno es a su
origen, mejor será para su crecimiento personal. Lo contrario puede ser el
caso. Uno puede sentirse sobre leal a sus padres, y como resultado,
experimentar una presión excesiva por estar obligado para con ellos,
sufriendo seriamente durante todo el camino que queda por delante. Si la
lealtad de niño es explotada y mal utilizada, la reserva de confianza, que está
presente en cada ser humano, será continuamente mermada, reducida.
En otras instancias, uno puede ser atrapado en una red de lealtades invisibles
destructivas. Es entonces de total importancia despojarse a si mismo de esta
coacción, de este autocontrol.
BALANCE EN MOVIMIENTO
En el curso de la vida de cada persona las lealtades verticales y las
horizontales se cruzan unas con otras constantemente. Es a través de este
proceso que uno puede desarrollar la habilidad de balancear antiguos y
nuevos vínculos de lealtad y gana la libertad para comprometerse en nuevas
relaciones. Especialmente, en las siguientes fases de transición, un nuevo
equilibrio tiene que ser establecido.
Nacimiento
Crecimiento
Adultez
Matrimonio-compañerismo
Paternidad
Convertirse en abuelo
Pérdida (muerte) de los padres
CONFLICTOS DE LEALTAD
Los conflictos de lealtad llegan a ser intolerables, insoportables cuando la
tensión alcanza un punto donde ésta estorba, dificulta la capacidad de uno para
ser leal a sus relaciones verticales. Los vínculos de lealtad verticales están
profundamente enclavados a pesar de que estas lealtades, a menudo, están
siendo negadas o minimizadas. Si uno no puede abiertamente ser leal a sus
orígenes, esos vínculos buscarán rutas menos visibles como la sangre que
fluirá a su destino vía toda clase de vasos alternos. Un proverbio Holandés
expresa esto claramente: "La sangre se arrastra donde no puede fluir."
LEALTADES INVISIBLES
Cundo la tensión se incrementa a partir de la incapacidad de una persona para
ser abiertamente leal a su origen, las lealtades llegan a ser invisibles por la
razón de que tienen que ser negadas. Estas lealtades invisible ejercen una
poderosa influencia sobre la relación escogida; estas lealtades impiden o
excluyen la oportunidad para la mutualidad dentro de una relación de
compañero - algunas veces al grado de que esa relación se estanca, se paraliza
por completo.
La lealtad invisible hacia los padres o hacia las generaciones previas continúa
e influencian la conducta de uno hacia inocentes e inconscientes terceras
partes (las relaciones escogidas). La lealtad invisible de uno hacia las
relaciones pertenecen al resultado ya sea positivo o negativo del balance de
méritos, obligaciones y ser digno de confianza de las generaciones, y uno a
menudo es inconsciente de su influencia y expresión.
Sin embargo, en algunas familias cada momento hacia la autonomía del hijo
es considerado un acto de deslealtad. También, el permanecer en casa es
desaprobado abiertamente, pero veladamente apreciada como evidencia de
lealtad hacia la familia de origen. Muchos adultos viviendo
independientemente, todavía, funcionan como niños y permanecen
intensamente vinculados con sus padres. La resistencia o incapacidad para
entrar en otra relación (como el matrimonio) puede resultar de este estado de
completa disponibilidad hacia los padres (una sobre lealtad o lealtad
excesiva).
DELINCUENCIA
Un delincuente juvenil puede parecer la causa del trastorno en la familia, pero
muy a menudo él es, por el contrario, leal de una forma especial. Por su
conducta delincuente el hijo protege a sus padres de la pena de su trastornada
relación matrimonial; él desvía el trastorno sobre sí mismo. Si el hijo es
hospitalizado en una sala psiquiátrica, la culpa de este hijo excluido aumenta:
él siente que ya no es capaz de ser leal a su familia de origen y a menudo es,
en verdad, un hecho imposible para él.
INCESTO Y LEALTAD
La confianza de un hijo, su lealtad, y su necesidad de agradar a sus padres
pueden ser fácilmente explotadas. El hijo quiere ser leal aún cuando es
explotado y mal utilizado. Los recursos de confianza - presentes en cada
persona por la asimetría al momento de nacer - son continuamente mermados,
reducidos. En el caso del incesto, la historia de vida está a menudo acosada
con secretos y vergüenza.
La cuenta, la cual es válida entre las partes donde la misma debería ser
saldada, es ahora transferida a una inocente tercera parte de una manera
injusta. Estas fojas rotativas trastornan la propia vida familiar de uno, ya que
uno no ha sido capaz de resolver los conflictos de la generación previa.
Una buena relación con los parientes políticos y una pobre relación con la
propia familia de uno puede crear una situación intrínsecamente peligrosa para
el matrimonio, especialmente, cuando alguien corta sus relaciones originales.
Cuando uno de los padres muere (especialmente con aquel con quien ha
habido una ruptura) la relación horizontal recibe una incrementada presión y
la cuenta de esta deslealtad se presenta (proyecta), cada vez, más y más contra
el compañero(a).
GENERACIONES SUCESIVAS
Cada individuo nace dentro de una configuración de relaciones actuales y
previas las cuales inciden sobre la naturaleza de las futuras relaciones,
configuración que puede determinar si una persona engendrará o no
engendrará hijos. Los problemas que muy a menudo acompañan esta elección
en la cual los compañeros pueden verse encarcelados por años, pueden ser el
resultado de conflictos de lealtad. Lo que sobre la superficie puede parecer
meramente una lucha de poder entre los miembros de la pareja es de hecho un
lío que ha estado arraigado, que ha echado raíces en tres generaciones.
Los derechos e intereses del niño que aún no ha nacido pueden jugar un rol
esencial en la decisión de tener o no tener hijos. La madre, quien debe decidir
si completa su embarazo o lo interrumpe, puede ser ayudada en su decisión al
considerar el derecho heredado del niño: Qué puede ella como madre ofrecer
al hijo? Son las reservas de confianza suficientes para sostener el bienestar
del hijo? La única decisión verdadera, es aquella que considera los intereses y
derechos de cada persona involucrada, incluyendo aquellos del que todavía no
ha nacido.
Y lo que es más, la pregunta hecha al hijo debería ser formulada de tal manera
que éste no sea colocado en la posición de tener que ser desleal a ninguno de
los padres.
Considerando las muchas implicaciones que un divorcio tiene para los padres
como también para los hijos, la lealtad del hijo hacia ambos padres es de
central y vital interés y debe ser respectada. Fuera de esta lealtad, cada hijo
puede ayudar, especialmente, cuando hay grandes conflictos entre los padres,
a disminuir el dolor del conflicto. Los hijos encuentran sus propias formas y
caminos para consolar a sus padres, y es importante que estos reciban de sus
padres alguna forma de reconocimiento por los esfuerzos que hacen.
Al decidir la custodia, la corte debería considerar que padre estará más
deseoso y será más capaz de sostener al hijo en su relación con el otro padre y
con parientes segundos. Debería buscarse la flexibilidad y el equilibrio más
que adherirse a principios de vigilancia (custodia) rígidos y absolutos.
El hijo está atrapado en una lealtad dividida si la madre y sus padres (abuelos
del hijo) se tornan contra el padre y su familia y esperan y aun requieren que
el hijo haga lo mismo. En esta forma, el hijo es forzado a ser leal a un padre a
expensa de su lealtad hacia el otro padre. El hijo no renunciará a su
involucramiento con su padre, pero entonces se ve confrontado frente al
siguiente dilema: "cuál lado debería escoger?" Es una pregunta que no puede
ser contestada por el hijo. La única forma de escapar a este dilema, es la de
asumir una actitud de indiferencia, ya que cualquiera que sea la solución
significaría una pérdida muy costosa. Treinta años más tarde, cuando el
padre esté muerto y la madre sufra de una enfermedad, la respuesta del ahora
hijo adulto podría ser, "No me importa". Este es un medio para balancear las
lealtades a través de castigar al padre que está vivo.
Otra consecuencia podría ser una paralizante actitud ambivalente hacia la
esposa o hacia los hijos según la influencia de la lealtad dividida se extienda
hacia futuras generaciones; el legado de la lealtad dividida continúa en las
líneas asimétricas.
Un intento de suicidio puede ser el último esfuerzo por resolver las lealtades
divididas, y cualquier indicación de tendencias suicidas requiere una
inmediata investigación para determinar si o no una estructura subyacente de
lealtades divididas de hecho existe.
ADOPCIÓN Y LEALTAD
La lealtad de los hijos hacia sus padres derivan de los hechos de la
concepción, el nacimiento y el crecimiento. En una forma modificada, el
legado de lealtad entre padre-hijo permanece aún cuando los hijos hayan sido
dado en adopción o que los padres hayan renunciado a ellos en una temprana
fase de la vida. Cualquiera que haya sido la naturaleza de la responsabilidad
parental o la conducta parental después del nacimiento del niño, la
singularidad de la relación permanece como un innegable hecho de la vida,
aun si el hijo ha sido abandonado. Y esta relación permanece en vigor a pesar
la separación que resultó de la incapacidad de los padres para criar al hijo o a
pesar del descuido que ambos padres mostraron o a pesar de la incapacidad
del tratamiento de la enfermedad. La separación en sí misma será traumática
en varios niveles y durante el transcurso de los años.
Los hijos dados en adopción tienen que tratar con la lealtad primaria hacia sus
orígenes y la lealtad adquirida y merecida hacia sus padres adoptivos y la
familia. El bienestar del hijo requiere la libertad de explorar las bases de su
existencia; los padres adoptivos nunca deben negar los orígenes del hijo
adoptado, o negar su derecho a conocer más de sus padres naturales. De vital
importancia para todos los interesados es que los padres adoptivos no culpen o
infamen a los padres naturales.
A través de esta recién reconocida capacidad para dar a ambos lados, esta
mujer es capaz de disminuir la polarización, una característica del apuro
/aprieto que produce la lealtad dividida.
Aquí parece que la búsqueda de los padres naturales fue vista como un acto de
deslealtad hacia los padres adoptivos, una despreocupación, indiferencia hacia
su devoción y cuidado. El miedo a esta situación es entendible y requiere
ayuda apropiada.
La tarea crucial para los padres adoptivos, así como, para todos los padres
naturales, no es sólo criar, levantar hijos para que sean adultos saludables, sino
ayudarlos a que lleguen a ser adultos, quienes serán buenos padres y criarán
hijos saludables. En este sentido, los intereses vitales de los padres, de los
hijos y de los nietos coinciden.
HEREDANDO UN FUTURO
Nuestra herencia está comprendida, constituida, de los beneficios y las cargas
de nuestro pasado. Nuestras raíces contienen ciertos hechos que han sido
pasados a través de las generaciones. Estos hechos son de una múltiple y
variada naturaleza. Algunos hechos existenciales son fijos. Cada persona que
nace pertenece a un género determinado, ya sea masculino o femenino, tiene
cierto color de la piel, pertenecen a una raza determinada y tienen una
disposición natural; uno no es libre para escoger. Eventos tales como el
divorcio y la adopción, la guerra y la opresión, dejan huellas singulares.
La forma a través de la cual cada ser humano integra estas condiciones- ambos
con beneficios y cargas- dentro de su diseño de vida, forman un legado y lo
vinculan a las futuras generaciones. Dentro de este legado individual, uno ya
tiene dos corrientes de influencia - del lado de la madre y del lado del padre.
Dirigir las dos corrientes dentro de una confluencia sin problemas puede ser
arduo, pero ignorarlo o negarlo cualquiera de las dos partes del origen de uno
puede impedir no sólo el curso de la propia liberación de un sino también la
corriente de vida de las próximas generaciones. Cuando uno reconoce su
fuente y asimila la nutrición que ésta provee, él o ella ganan libertad personal
y legan un legado de libertad para los descendientes.
Si un miembro de la pareja toma en cuenta los intereses del otro miembro, éste
tiene el derecho al cuidado y reconocimiento por parte del otro. En las
relaciones simétricas, el balance de justicia puede en verdad convertirse en
injusto si la inversión de una de las partes excede a la inversión de la otra.
Hechos o eventos de la vida pueden cambiar drásticamente la simetría de las
relaciones horizontales (como por ejemplo, la enfermedad de uno de los
miembros). Por ejemplo, si uno de los miembros de la pareja sufre un daño
cerebral como resultado de un accidente, cierta forma de asimetría aflora. La
búsqueda de un justo balance, entonces, se convierte en una enorme tarea.
Eventos menos dramáticos pueden también trastornar el equilibrio de mutua
equidad en otras relaciones asimétricas.
Aquellos padres cuyas reservas de confianza han sido dejadas vacías por la
falta de mutualidad con sus propios padres no serán capaces de ser una fuente
de nutrición para sus primogénitos. Aún así, de la persistente confianza del
pequeño una mutualidad de cuidado puede ser puesta en movimiento. Si la
madre responde a la confianza con un aumento del cuidado hacia el niño, la
espiral de auto-reforzamiento de ganar derecho se pone en operación, y la
"maternidad" puede ser más exitosa con el segundo niño debido a que la base
para la confianza meritoria ya ha sido establecida.
Si bien es cierto que los padres pueden crecer a través del "dar" confianza aún
a un recién nacido, es posible para los hijos ser hecho abiertamente
responsable. Los hijos, algunas veces sirven, para proveer seguridad a los
padres jóvenes, quienes no recibieron apoyo de sus propios padres o de las
familias extendidas. Con la composición de la familia nuclear de hoy en día-
la generación adulta y uno o dos hijos- no es una tarea simple encontrar un
balance de dar y recibir que no coloque demasiada responsabilidad sobre
cualquiera de los lados.
Recientemente, la idea ha sido levantada para llevar a los abuelos dentro del
círculo familiar en una mayor medida y aun planear la construcción de casas
(como las "casas canguros" de los Países Bajos) de tal manera que los
envejecientes ya no son más expulsados de sus familias extendidas para ser
aislados en asilos. En nuestra opinión, no sólo los abuelos sino también los
padres y ciertamente los nietos podrían beneficiarse de un contacto más
cercano entre las tres generaciones.
Los padres pueden también mal usar su poder frente a su vulnerable hijo y
hacer al niño inmoderadamente responsable. Retornaremos a esta posibilidad
cuando discutamos el derecho destructivo.
Ejemplos simples de la vida diaria pueden ilustrar esto. Mucha energía puede
ser gastada en el vago sentimiento de estar obligado mientras uno permanece
incapaz de tratar con esta correctamente y de este modo continuamente
posponiendo el repago de la obligación. Todo esto es más intenso y confuso
cuando se trata de cuidado o atención para las relaciones primarias y vitales en
la familia de origen.
Todos estos son hechos de la vida y golpean a uno como injustos cuando son
comparados a los grados de injusticia los cuales la mayor parte de las personas
tienen que enfrentar. La injusticia existencial, tal como esta, conduce a una
forma de "derecho destructivo". Habiendo estado equivocado cuando un
indefenso niño le gana a uno, una justificación (o derecho) a la compensación
aunque nadie puede confesar la responsabilidad por los efectos perjudiciales.
Tan pronto como esto es descargado contra una persona inocente, el derecho
destructivo se convierte en la fuente de nuevas injusticias.
Este resultado está en claro contraste con el curso usual de los eventos en la
vida en los cuales el derecho se equipara al mérito ganado. Debemos ganar
nuestro derecho - y más aún, en la medida en que hemos sido afortunados en
la vida. Por contraste, el poder de la posición de uno - por ejemplo, pertenecer
a una familia de influencia- puede inducir a uno a reclamar un derecho sin ,
desde un punto de vista ético, haberlo ganado personalmente.
Si hemos experimentado suficiente confianza y justicia, entonces, podemos
encontrar vías, formas de luchar con las injusticias que ocurren alrededor de
nuestras vidas.
El derecho intrínseco del recién nacido aumenta cuando los padres no toman
un cuenta un adecuado cuidado del bebé. Los padres que han sufrido
grandemente de injusticias algunas veces esperan de sus hijos un ser digno de
confianza irrealizable. Los padres piden o esperan tanto que el niño debe
fallar, y como tal esto para los padres se convierte en otra prueba más de su
actual falta o carencia de ser digno de confianza. Al demandar que el niño sea
irracionalmente responsable y por el no reconocimiento del dar y cuidar del
niño sino, todo lo contrario, culpándolo por su falla, los padres pueden cargar
al niño con un sentimiento de endeudamiento sin fin. Aunque el niño llegue a
conseguir sobre derecho por la confianza merecida, no recibe evidencia de
esto y por lo tanto, no tiene percepción de su derecho.
Algunas personas llevan una vida en la cual ningún derecho sencillo puede ser
ganado: los paciente psicóticos, escondidos en un hospital psiquiátrico sobre
la base de un largo plazo, o los adictos a las drogas cuyas vidas son mucho
más guiados por la dependencia de las drogas que por el interés de los otros
ya no son más considerados.
Una actitud destructiva hacia otros es a menudo igualada con una actitud
igualmente destructiva hacia uno mismo. Parece como si uno tiene que cargar
con perfidia para confirmar continuamente que el mundo no es digno de
confianza y de que uno está siendo explotado. El punto negro con relación a
las propias contribuciones de uno, además confirma la experiencia de ser una
víctima y produce nueva evidencia de la falta de ser digno de confianza en el
mundo alrededor de uno mismo.
Esto va sin decir que sólo el terapeuta, quien está convencido que todos los
involucrados prefieren el reconocimiento y el cuidado a la destrucción, es
capaz de descubrir los signos mínimos de responsabilidad. Su creciente
convicción que aún en el centro de las mayores rupturas grandes recursos
están disponibles, justifica la tenacidad del terapeuta Contextual.