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Práctica Profesional Supervisada A


Área: Psicooncología

Informe Final

J.T.P: María Fabiana Correa

Alumna: Ratto Camila


Legajo: R-5115/2

2022
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Índice

Descripción de la Institución 3

Descripción del efector 5

El concepto de Psicooncología 7

Rol del Psicólogo en Psicooncología 9

Interdisciplina en Psico-oncología 12

Diagnóstico de cáncer 15

Cuerpo – Psiquis y los procesos de Salud – Enfermedad 21

Cuidados Paliativos y Calidad de vida 23

Bioética 25

Conclusiones 27

Referencias bibliográficas 29
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Descripción de la Institución

Para poder desarrollar las prácticas psi que se proponen dentro de la cátedra “Práctica

Profesional Supervisada A”, específicamente en el área de Psicooncología, es necesario comprender

cómo está constituido el ámbito institucional. Se parte de lo que se llama CEI, Centro de Estudios

Interdisciplinarios perteneciente a la Universidad Nacional de Rosario. Es un instituto académico

dedicado a la formación de postgrado, a la investigación y extensión en una perspectiva

interdisciplinaria. A su vez, se encuentra lo que se denomina OSMA: Observatorio de Salud Mental y

Adicciones, dependiente de dicho centro. Está conformado por profesionales, docentes e investigadores

de diversas áreas de conocimiento como, por ejemplo, Medicina, Psicología, Derecho, Enfermería, entre

otras. Uno de sus objetivos es poder contribuir desde la investigación referida a la problemática de la

salud mental y las adicciones, promoviendo el diálogo entre las diversas disciplinas, privilegiando así, la

interdisciplinariedad. El OSMA primero estaba constituido por el área de consumo problemático, al que

luego se le sumará el área de Psicooncología.

Un grupo de profesionales asociados a OSMA crean el área de Psicooncología, el cual funciona

desde la autogestión. Dicha área ofrece una mirada integral y bio-psico-social-espiritual acerca del

sujeto. Esto quiere decir, por un lado, que integra en su tratamiento tanto al paciente, como a su

entorno y profesionales de la salud, y por el otro, que los entiende a cada uno de éstos como una

totalidad, considerando desde el aspecto biológico, psicológico, emocional, social, cognitivo, entre otros.

Promueve el trabajo en conjunto con el equipo de manera interdisciplinaria; vela por los Derechos

Humanos, dentro de los cuales se pueden mencionar específicamente los derechos a la salud, a la Salud

Mental en particular, los derechos del paciente, derecho a Cuidados Paliativos en el final de la vida, etc.

El cáncer y su tratamiento pueden alterar la calidad de vida de los sujetos que atraviesan dicha

enfermedad; es por ello que, esta área se ocupará de intentar recuperar dicha calidad de vida perdida o

al menos una parte de ella, pudiendo reconquistar algo de la cotidianeidad.


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Además, dentro de OSMA, se encuentra el Grupo Continuidad, equipo interdisciplinario

coordinado por la Ps. María Fabiana Correa, Coordinadora General del área de Psicooncología del

OSMA, y el Dr. Edgardo Cigno, médico oncólogo. Dicho equipo está conformado por profesionales de

Psicología, Medicina, Enfermería, Kinesiología, Abogacía, entre otros.

Uno de los dispositivos en el que los estudiantes realizamos las prácticas en el área de

Psicooncología se encuentra conformado por Talleres, dentro de los cuales se realizan encuentros con

pacientes. Suelen llevarse a cabo mayormente de manera virtual, a través de Whatsapp o Google meet,

y también hay encuentros de manera presencial que se realizan en Sede de Gobierno de la UNR. Los

talleres son coordinados por voluntarios que son permanentemente acompañados por profesionales del

Grupo Continuidad. Si bien hay diversos tipos de talleres, en este año 2022, los estudiantes participamos

del taller de Redes Sociales, coordinado por Estefanía Lanciotti y el de Relajación, coordinado por Matías

Cattaneo. El objetivo es poder sostener un espacio de contención a pacientes que forman parte de

dichos talleres, que se puedan expresar acerca de lo que les pasa y cómo se sienten, comentar como

están, que relaten cómo estuvo su semana, etc. Y por otro lado, se les brinda cada semana una

consigna, ligada a la temática de cada taller, que los invitan a participar y así poder reflexionar o trabajar

sobre diversos tópicos.

En la Facultad de Psicología de la UNR, dentro de la cátedra “Prácticas Profesionales

Supervisadas A”, se crea en el 2020 el área de Psicooncología con María Fabiana Correa como JTP. Es

desde este espacio que los estudiantes realizamos nuestras prácticas orientadas a dicha área.
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Descripción del efector

El efector en el cual realicé las prácticas dentro del área de Psicooncología es el Hospital de

Granaderos a Caballo ubicado en San Lorenzo. Fue posible llevar a cabo las prácticas en este Hospital ya

que OSMA, perteneciente a la UNR, realizó un Convenio con la Municipalidad de San Lorenzo entre el

2021/2022, específicamente con la Secretaría de Salud, generando así lazos interinstitucionales. La

Secretaría de Salud de San Lorenzo incluye el Hospital y centros de salud, es decir que el Convenio se

hace en su total integración, aunque mi práctica se haya desarrollado específicamente en el Hospital. De

esta manera, el Convenio promueve que se establezcan dispositivos de atención a pacientes con cáncer

o con otras enfermedades crónicas dentro de los diferentes efectores de la Salud Pública, entre ellos el

Hospital y los centros de salud.

Se trata de un Hospital de Segundo Nivel, es decir que, en lo que refiere a Oncología, no cuenta

con Cuidados Paliativos, ni es posible realizar allí tratamientos oncológicos como radioterapia o

quimioterapia. Por lo tanto, si una persona es diagnosticada de cáncer, es derivada a Hospitales o

centros de salud que cuenten con la tecnología necesaria para realizar el tratamiento que se requiera.

Las personas con las cuales trabajamos en el dispositivo de Psicooncología podían ser derivadas

desde diversas especialidades médicas como oncología, endocrinología, ginecología, entre otras. Y por

otro lado, podían ser derivadas desde el piso de internación si estaban diagnosticadas de cáncer o

alguna otra enfermedad crónica. Mayormente los pacientes internados se encontraban en situación de

final de vida.

Las prácticas las llevamos a cabo junto con otra compañera, bajo la coordinación de la Ps. Paola

Loiudice. Asistíamos los días martes en el turno de la mañana. El dispositivo tiene como objetivo brindar

tratamiento psicoterapéutico a pacientes diagnosticados de cáncer u otras enfermedades crónicas, y a

sus familiares. Por un lado, dentro de los consultorios externos, participamos de las entrevistas iniciales
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a pacientes que llegaban derivados desde las diversas especialidades médicas. Entendiendo que las

entrevistas preliminares son condición necesaria para el lanzamiento del dispositivo analítico; como

diría Lacan (1971), no hay entrada posible en análisis sin las entrevistas preliminares. Al dar lugar al

inconsciente, el futuro posible analizante sabrá que hay mucho que no sepa de sí, que hay un saber que

opera sin que él lo sepa y que éste tiene consecuencias. Será a través de las intervenciones que se

intentará conmover el sistema de sus conocimientos previos, de sus representaciones conscientes y así

implicarlo subjetivamente en aquello que dice padecer (Sinatra, 2017). Por otra parte, brindamos

contención psicológica a pacientes que se hallaban internados en el Hospital. Ambas prácticas nos

permitieron tomar conocimiento acerca de lo que es y cómo se lleva a cabo una anamnesis de la historia

clínica y familiar del paciente, y comprender así, que la noción de biografía se destaca por sobre el

simple recuento de sucesos mórbidos. “La biografía no es entonces simplemente anamnesis, recolección

ordenada y cronológica del avatar mórbido, sino trayectoria vital” (Lolas Stepke, 2015 p. 8).

A su vez, se realizó un trabajo multidisciplinario con el área de Trabajo Social y con las áreas

desde las cuales estos pacientes eran derivados. Además, se estableció un diálogo continuo con Romina

Suarez, la Coordinadora de Salud Mental del Hospital, quien nos informaba si había un paciente

internado a quién pudiéramos brindar contención psicológica o derivado de otras áreas. También le

consultábamos sobre ciertos casos para saber cómo llevar adelante las diferentes situaciones que se

presentaban. Se realizaban reuniones en las que participamos junto con la Coordinadora de Salud

Mental, el Psicólogo Rubén Ortiz, perteneciente también a OSMA de la UNR, quien trabajaba allí los días

viernes, y con profesionales de la salud de otras áreas. También contamos con espacios de supervisión

de casos, que realizábamos por Google meet o en el mismo Hospital junto con la coordinadora, para

poder evaluar y pensar la situación subjetiva de cada paciente y cómo llevar a cabo las siguientes

entrevistas.
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El concepto de Psicooncología

Podemos comenzar diciendo que el campo de la Psicooncología es bastante nuevo ya que fue

recién a finales de los años 70, cuando la psiquiatra Jimmie Holland crea la primera unidad de

Psicooncología en el Memorial Sloan Kettering Cáncer Center de Nueva York, siendo así, la fundadora de

dicha especialidad.

Define a la Psicooncología:

“Como el campo de estudio e intervención en los trastornos psicosociales asociados al

diagnóstico y el tratamiento del cáncer en el paciente, sus familiares y en los servicios sanitarios,

así como sobre los factores conductuales que afectan al riesgo de desarrollar la enfermedad y

de ser superviviente” (Vilallonga, 2018).

En nuestro país, el pionero fue el doctor José Schavelzon publicando en 1965 el libro “Psicología

y Cáncer” dando cuenta de la importancia de los aspectos psicosociales relacionados al cáncer.

Nos resulta interesante poder ampliar un poco más este concepto planteando a la

Psicooncología como un campo interdisciplinar de la Psicología y las Ciencias Biomédicas, la cual

promueve una mirada holística del hombre y la concientización de la humanización de la salud, ya que

es una actividad humana ejercida por seres humanos, como así también, un abordaje integral. Esto

quiere decir que el sujeto debe ser pensado como una totalidad, considerando lo biológico, psíquico,

social y espiritual en todos los estadios de la enfermedad, no solo dirigido al paciente, sino también a su

entorno como al equipo interdisciplinario de Salud. Por lo tanto, entendemos que la enfermedad

oncológica trasciende el aspecto somático y se vuelve fundamental atender los aspectos psicológicos,

emocionales, sociales, en pos de mejorar la calidad de vida del sujeto con diagnóstico de cáncer y de su

entorno.
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Dentro de los objetivos de esta disciplina podemos destacar la contención y apoyo a pacientes y

familiares; favorecer la relación entre el paciente, la familia y el equipo interdisciplinario; la

psicoeducación; la docencia; la prevención e investigación de la influencia de factores psicológicos

relevantes en el proceso oncológico (Vilallonga, 2018).


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Rol del Psicólogo en Psicooncología

La enfermedad de cáncer es un acontecimiento que genera un fuerte impacto en la vida del

sujeto que la padece, y a raíz del estigma con el que carga dicha enfermedad, es que puede convertirse

en una vivencia traumática. Es una enfermedad somática que acarrea como consecuencia un modo

particular de sufrimiento psíquico, produciendo así, un desequilibrio en el bienestar de ese sujeto. Es

por ello que la presencia del Psicooncólogo resulta necesaria e indispensable. Primero es importante

aclarar que su formación implica un poco más que la cuestión psicológica. Desde un marco

interdisciplinario, debe abarcar conocimientos relacionados con aspectos biomédicos, psiquiátricos,

clínicos, sociológicos y espirituales. Es por ello que, si bien el Psicooncólogo atiende los trastornos

emocionales y psicosociales del paciente, debe poseer un conocimiento general del cáncer como, por

ejemplo, de los distintos tipos de cáncer que existen, la sintomatología, la evolución y el pronóstico,

como de los efectos colaterales de los tratamientos oncológicos y de los factores intervinientes en la

enfermedad (Birgin et al., 2015, p. 267).

“El objetivo general es atenuar el sufrimiento psíquico del paciente frente a la enfermedad

vivida como una amenaza de gran envergadura, y ayudarlo a que desarrolle actitudes y conductas

ajustadas al problema, mejorando su calidad de vida” (Vidal y Benito, 2015, p. 249). Es decir que, se

trata de poder brindar un espacio de escucha que aloje la angustia y las diversas emociones que se

pudieran presentar, pero también un espacio para que la persona pueda poner en palabras aquello que

le está sucediendo, que le tocó atravesar y que tiene que elaborar. Generar un lugar donde pueda

permitirse tomarse el tiempo necesario para desplegar sus sentimientos y pensamientos acerca de lo

que para él significa tener cáncer. El profesional intenta así, “promover potencialidades de cada persona

para sobreponerse a la adversidad y salir fortalecido de la experiencia de atravesar la enfermedad

cáncer” (Ficha de cátedra, 2022).


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El Psicooncólogo podrá servirse de la capacidad empática como principal instrumento para el

trabajo en salud. Acerca de esto, Gatto (2015) nos dice que:

“En un consultorio de Salud Mental, se abre un espacio de escucha empática, escucha activa,

atenta e imparcial donde el paciente deberá sentirse acompañado y comprendido, no solo con

interés científico sino también con interés humano, un interés real por su integridad como

persona. La capacidad empática es el principal instrumento para el trabajo de la salud. No es

algo dado, sino que supone un esfuerzo por implicarse y habilidades relacionales determinadas”

(p. 155).

De esta manera, esta actitud empática y el espacio seguro, de contención, que construya el

profesional favorecerán a generar un vínculo de confianza necesario para que le paciente despliegue sus

emociones, su padecimiento y su historia.

El Psicooncólogo entonces, está capacitado para acompañar al sujeto en todos los estadios que

implica la enfermedad, desde el diagnóstico como también en el final de la vida, siempre en pos de

favorecer su calidad de vida hasta el último momento. Otra de sus funciones es asistir al entorno de la

persona, a sus familiares y cuidadores, tanto desde el principio como hasta luego del fallecimiento,

ayudando a atravesar el duelo. Y también, deberá velar por la salud mental de los profesionales de la

Salud ya que muchas veces pueden desarrollan el síndrome de “burnout”, dada la complejidad de su

labor en el área como es la oncología.

Siguiendo la ficha de la cátedra (2022) es importante destacar que hay otras funciones que

realiza el Psicólogo en oncología como, por ejemplo, la prevención de la enfermedad; la evaluación

clínica; el tratamiento psicológico; la relación con otros profesionales de la Salud; la investigación.

”¿Dónde intervienen los Psicooncólogos? En atención psicoterapéutica preventiva de cirugías,

quimioterapia y radioterapia, ante la demanda de atención psicológica, en interconsultas y


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enlace, en trabajo con la familia y el personal del equipo de salud cuando es necesario y en cada

etapa de la enfermedad con el paciente” (Gatto, 2017, p.136).

Su práctica tendrá que estar siempre amparada en la ética profesional, donde no puede faltar el

análisis personal, el aprendizaje continuo, las supervisiones de casos y el trabajo grupal que, si bien

promueve la interdisciplinariedad, es importante mantener la determinación conceptual.

Para poder ilustrar lo dicho en este apartado, un hecho que sucedió durante el transcurso por el

efector fue realmente significativo. En una de las visitas que realizamos a un paciente que estaba

internado, él estaba muy angustiado, no podía parar de llorar porque se sentía muy solo, quería volver a

su casa, su familia no iba a visitarlo y se sentía a nivel físico cada vez peor. Mi coordinadora, Paola, pudo

contenerlo en esa situación, diciéndole que se quedara tranquilo, que junto con Trabajo Social íbamos a

tratar de comunicarnos con algún familiar para que pueda ir a verlo y estar con él. Con palabras,

silencios, como también poniendo el cuerpo en un abrazo y agarrándole las manos es que pudo calmarle

algo de su sufrimiento. Al salir de la habitación, fuimos a hablar con Roxana de Trabajo Social, para

poder llevar a cabo la tarea ya que considerábamos que era importante que algún pariente cercano o

familiar pudiera estar con él, sobre todo sabiendo que estaba en el momento final de su vida.
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Interdisciplina en Psico-oncología

Para poder abordar la problemática de la Interdisciplina en Psicooncología, integrada por el

campo médico y psi, tomaremos el texto de Braceras (2006) y así nos orientaremos acerca de qué es,

qué no es y cómo es posible lograrla. Podemos empezar identificando que un abordaje interdisciplinario

no tiene que ver con una reunión multidisciplinaria de abordajes complementarios; no hay una

hegemonía del discurso médico; no se trata de entender al paciente como un todo integrado por

diferentes aspectos; como tampoco es una aplicación de conocimientos generales sistematizados. Gatto

(2017) nos menciona que la paradoja de la medicina es que, con el anhelo de conocer más al hombre,

éste fue quedando cada vez más reducido a un simple objeto de estudio, fragmentado por diversas

disciplinas. Como consecuencia produce una complicación al momento de abordar los múltiples

aspectos que conforman la realidad del sujeto y se termina generando un reduccionismo biologicista

donde se observa al tumor sin consideración de la persona.

Por lo tanto, las características mencionadas anteriormente, tienen que ver más con lo que

llamaríamos un abordaje multidisciplinario, donde el campo médico se comporta de manera

hegemónica y las otras prácticas pasan a ser simples colaboradoras para cubrir los aspectos que la

medicina deja de lado. A simple vista, parecerían abordajes integrales o totales que no dejan nada por

fuera de su comprensión. Por el contrario, para la autora, la Interdisciplina tiene que ver con un

reconocimiento de la incompletud de todo campo de saber, donde la conexión práctica entre los

diversos discursos no pretende dicha totalidad, sino poder operar con la potencia propia de cada

disciplina. Por lo tanto, para que haya pensamiento, hay que preservar el lugar de la falta.

El foco entonces, no debe estar puesto tanto en la pregunta ¿qué hacer? sino en ¿cómo pensar?

El abordaje Interdisciplinario tendrá que ver así, con poder interrogarse sobre nuestra capacidad de

pensar, operar o intervenir en la particularidad de cada situación, poder formular las dificultades para
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dicha intervención, la originalidad del caso, los presupuestos agotados, y donde no se trata solo de la

formación profesional sino “de la posición subjetiva de cada miembro del equipo, en lo personal y en la

actitud intelectual capaz de confrontar activa y críticamente entre colegas, sin transformar el campo de

trabajo en una lucha narcisística de talentos” (Braceras, 2006, p.30).

De esta manera, podemos comprender al equipo interdisciplinario como un grupo de personas

con diferentes formaciones académicas y experiencias profesionales que poseen un objetivo común,

que es operar en conjunto para resolver un determinado problema. “En un equipo interdisciplinario, la

circularidad de saberes ocupa un lugar importante: cada profesional debe abandonar su “isla

académica” para tener una mirada y una escucha más empática con relación a los otros” (Birgin et al.,

2015, p. 274). Por último, es importante destacar que para que pueda desplegarse un trabajo de equipo

interdisciplinario, resulta indispensable el sostén y acompañamiento institucional.

A partir de lo desarrollado, podemos pensar que en el Hospital regía mayormente una lógica

multidisciplinaria, es decir que había muchas disciplinas trabajando por separado. De vez en cuando se

debatía sobre la situación de algún paciente en reuniones, de manera aislada y no en conjunto, tanto

con la Ps. Romina Suarez, como con el Ps. Rubén Ortiz o algún profesional de una especialidad médica.

Durante nuestro tránsito por el efector, no fue posible realizar una reunión en la cual estuvieran al

mismo tiempo profesionales de las diferentes disciplinas, debatiendo qué acciones llevar a cabo en un

caso determinado para tomar en conjunto una decisión, consensuar la manera de trabajar y a partir de

allí que cada uno trabaje desde su disciplina. Solo puedo destacar como un intento de trabajo

interdisciplinario las acciones realizadas con la Trabajadora Social en dos situaciones. En la primera,

cuando en una de las entrevistas iniciales una paciente solicitó un certificado por discapacidad. Fue allí

que, a partir del accionar en conjunto, esta persona pudo obtener dicho certificado. En la segunda,

como mencionamos en el apartado anterior, cuando el paciente que se hallaba internado, estaba muy

angustiado por la soledad y por la ausencia de sus familiares, fue junto con la trabajadora social que
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intentamos localizar a algún pariente cercano para que pudiera acompañarlo en su final de vida. Esto

nos permitió reflexionar acerca de la dificultad que presenta trabajar de manera interdisciplinaria en el

ámbito hospitalario, los juegos de fuerza de poder que existen, las resistencias que hay de parte de los

médicos de involucrar otras y diversas disciplinas. Esto lleva a preguntarme a qué se debe tal dificultad

ya que el trabajo en conjunto enriquecería y hasta facilitaría la labor de cada disciplina, se podría

obtener una mirada más integral y total del paciente y además promovería un vínculo de confianza con

éste.
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Diagnóstico de cáncer

A partir del texto de Vilallonga (2018) “Afrontar el diagnóstico de cáncer” podemos reflexionar

que dicho diagnóstico, más allá de que el sujeto arribe a la consulta con el oncólogo con algún tipo de

información o intuición, siempre implica una disrupción, un impacto, una sorpresa en su vida. Esto

puede deberse, entre otras cosas, a las representaciones sociales e imaginarias que existen en nuestra

sociedad y cultura acerca de dicha enfermedad. Es por ello que, si bien no hay una manera única de

reacción y cada sujeto hará lo que pueda con esa información, entendemos que este diagnóstico suele

despertar incertidumbre, miedo, angustia, ansiedad, rabia, etc.

“El diagnóstico es la rotulación en un sistema social y legitima el malestar y el “sentirse

enfermo”. Cuando se ha recibido una etiqueta, se “tiene una enfermedad” y se inicia una

“carrera de paciente”. A partir de esa potencia performativa del rótulo diagnóstico, se tiene

derecho a pedir asistencia especializada y se adquiere un papel social: se es propiamente

enfermo. Este papel social se caracteriza por derechos y deberes, pero cambia la situación de la

persona en todos los planos de su existencia” (Lolas Stepke, 2015, p.6).

A partir de que el médico nombra la palabra “cáncer” y empieza a brindar información acerca de

qué se trata, es probable que en el sujeto se pongan en funcionamiento sus mecanismos de defensa

para poder evitar, de alguna manera, el impacto de la noticia provocando que no pueda prestar

atención a las palabras que el médico le está diciendo; por lo tanto, es recomendable que pueda acudir

siempre con algún acompañante para que éste, luego de la consulta, pueda aclararle cualquier duda que

le surja luego, cuando las defensas aminoran y empieza a comprender de a poco la situación. Es

importante que el sujeto pueda darse el tiempo que requiera para pensar y reflexionar acerca de lo que

le comunicaron.
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Esto nos invita a reflexionar acerca de la importancia que tiene el desarrollo de la capacidad de

la comunicación. Entendemos que la comunicación en la relación médico-paciente debe

contextualizarse en un proceso de empatía. El médico debe ser amable, compasivo, paciente y sincero;

además, debe poder brindar un espacio de escucha, donde la persona pueda hacer todas las preguntas

que requiera. Si los pacientes son informados de la manera adecuada acerca de su enfermedad, esto

suele mejorar la relación con el médico, se sentirán acompañados y tendrán mayor tolerancia como

adherencia al tratamiento. En la relación con los pacientes, por lo tanto, es fundamental desarrollar

comunicación, confianza y comprensión. Como expresa Gatto (2017), una deficiente atención del estado

de salud y una precaria relación médico-paciente conlleva a la deshumanización de la medicina.

Francisco Maglio (2015) en su texto “Cómo dar bien las malas noticias: el arte de comunicar”,

nos advierte acerca de dos extremos que debemos evitar al momento de comunicar. Estos son: el

encarnizamiento informático y la complicidad del silencio. El primero, tiene que ver con no confundir

comunicación con información ya que a veces se corre el riesgo de sobre-informar en vez de comunicar.

Si bien uno de los derechos del paciente es la veracidad, que se les diga la verdad y se les informe sobre

su estado de salud, con todo lo que ello implica, puede también suceder que éstos no quieran saber. Es

su derecho, cualquiera sea el caso, y por lo tanto, debe ser respetada la decisión que tome el paciente.

El segundo, podemos pensarlo en relación a que, en ocasiones, para evitar dar un diagnóstico con

pronóstico grave, se recurre al argumento “le va a hacer mal”, “saberlo lo va a terminar matando”, etc.

Pero en realidad, a quien le haría mal y afectaría es al propio médico, ya que no es fácil hacerse cargo de

una mala noticia y de la angustia que puede llegar a generar tanto en el paciente como en sus familiares.

Además, es un argumento que representa una subestimación moral del paciente al presuponer que no

está en condiciones de asumir la información dada. Esto nos lleva a reflexionar que al fin y al cabo

importa mucho más cómo decimos, que el contenido de lo que decimos. Es por ello que, las noticias
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siempre deben ser personalizadas, culturalizadas y contextualizadas, es decir, deben ser como un traje a

medida de ese paciente y familiares en particular.

Podemos decir entonces que, a partir del diagnóstico de cáncer, se genera en la vida de ese

sujeto un antes y un después, un momento de pausa en su cotidianeidad. Por un lado, sus días se

abocarán a realizar los estudios necesarios, intervenciones, consultas de todo tipo y, por otro lado, sus

pensamientos y fantasías rondarán alrededor de lo que para él significa tener esa enfermedad y sobre

las consecuencias que pueda generar tanto en su cuerpo como en su psiquismo, en sus vínculos

socioafectivos, en la vida cotidiana, etc. Por lo tanto, será imprescindible que pueda contar con una red

de contención, de apoyo emocional para aminorar su malestar como, por ejemplo, con la presencia de

sus familiares, amigos, pareja, como así también con el médico oncólogo y todo el equipo de Salud

incluyendo al Psicooncólogo. La presencia de este profesional será de suma importancia dado que se

trata de un diagnóstico que representa una crisis en la vida del sujeto, pero si bien la crisis es impacto,

también implica una oportunidad para el cambio y el autoconocimiento. “Se trata de reintroducir la

dimensión subjetiva de cada paciente, lugar que el discurso médico ha desplazado y que se encuentra

soslayada por el padecimiento físico grave” (Gatto, 2017, p.19).

En relación al último párrafo, me gustaría destacar la importancia que tiene para los pacientes el

poder contar con una red de contención y apoyo emocional que los ayude a sobrellevar de una mejor

manera el proceso de la enfermedad. Por ejemplo, en el grupo de Whatsapp del Taller de Redes

Sociales, todos los días las pacientes se saludan entre ellas, se cuentan como están, qué es de su día, y

cuando escriben que no se encuentran bien anímicamente o físicamente, o tienen miedos, ansiedades

por cierto tratamiento o consulta médica, siempre están presentes dándose fuerzas y energía, y se

puede ver que esto las ayuda mucho a sentirse acompañadas. Aunque algunas ni siquiera se conozcan

ya que muchas no son de Argentina sino de otros países, logran un apoyo mutuo cotidiano gracias a la

existencia de dicho grupo.


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Por otro lado, este apartado me lleva a pensar sobre varias situaciones que se dieron durante el

transcurso por el efector. Primero, en relación a lo desarrollado en el primer párrafo, sobre el impacto

que genera un diagnóstico de cáncer y que esto suele tener que ver con el gran estigma que porta dicha

enfermedad. Me remite a una paciente que se presenta en las entrevistas iniciales muy angustiada,

diciendo que desde que supo de su diagnóstico, cáncer de mama, ya no quiere ver a nadie porque

piensa y siente que la miran con lástima porque saben de su situación. Si bien se entiende que su

entorno más cercano pueda estar anoticiado, este pensamiento se desarrolló a tal punto que no se

animó a sacar un turno para una próxima entrevista y quiso salir por la parte de atrás del Hospital ya que

no quería ver gente y que a su vez no la vieran porque la iban a mirar con lástima.

En segundo lugar, nos permite reflexionar acerca de la importancia de la comunicación en el

ámbito médico, pero no tanto qué se dice sino cómo, el modo de transmitir la información. Por un lado,

me recuerda a un paciente que estaba internado, el cual no sabía bien por qué estaba allí, mientras que

a nosotros nos habían dicho que tenía cáncer de colon. Esto nunca lo pudimos confirmar ya que al poco

tiempo falleció. Como le habían puesto un respirador con oxígeno, el hombre solo creía que tenía

afectado los pulmones. Lo que más me sorprendió es que, mientras hablábamos con él en el primer

encuentro, tomaba agua de una botella donde decía tomografía, pero él solo nos dice que le dijeron los

médicos que tenía que tomarla, no sabía para qué o por qué, no tenía idea para qué tipo de estudio era,

siendo que además lo descomponía. Era una persona con cierto grado de sordera, se le tenía que repetir

varias veces las cosas y hasta elevar la voz para que comprendiera lo que se le decía. Pudimos dar

cuenta entonces, a partir de hablar con el paciente y hacerle preguntas, que no pudo recibir la

información necesaria y de manera adecuada, adaptándose a sus dificultades, acerca de lo que padecía

ni sobre lo que le hacían hacer ya que a partir de sus dichos y lo no dicho, comprendíamos que no

estaba anoticiado de muchas cuestiones acerca de su estado y su salud.


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A su vez, la gran mayoría de pacientes a los que escuchamos en las entrevistas iniciales, nos

dijeron que tuvieron malas experiencias en el momento que el médico les comunicó el diagnóstico de

cáncer. Por ejemplo, una paciente cuenta que asiste a un hospital porque se encontraba con el cuello

inflamado y que un médico solo por mirarla le dijo “ah, tenes terrible cáncer”. O en el caso de otra

paciente, en el momento de darle el diagnóstico, el médico le advierte que la única manera de decirle la

noticia es sin filtro y de manera directa, y entre sus dichos destaca que le dice “vas a tener un año

crudo”. Por lo tanto, vuelvo a hacer énfasis en lo imprescindible que es poder humanizar la salud, no

olvidando que la persona que llega al consultorio no es un diagnóstico, sino un ser humano que siente y

sufre, que llega con una historia, con miedos, incertidumbre, ansiedades y hasta con sus propios

supuestos acerca de qué significa el cáncer. Por eso, a través del camino recorrido tanto en las clases

como en el efector, es que considero tan importante la capacidad de comunicación. Las formas de

comunicar que tenga el profesional de la salud van a repercutir en el pronóstico de la enfermedad como

en el vínculo que se establezca con el médico.

Al ser la temática y problemática que más me conmovió, me gustaría terminar el apartado con

el siguiente escrito, el cual creo que condensa de una manera poética lo desarrollado aquí:

“No a todos los pacientes se los puede salvar, pero el médico puede aliviar su enfermedad por la

forma en que los trata; y en la forma de tratar a un paciente, el médico puede estar salvándose.

Pero primero debe convertirse nuevamente en estudiante; tiene que disecar el cadáver de su

máscara profesional; debe ver que su silencio y su neutralidad son antinaturales. Puede ser

necesario que renuncie a parte de su autoridad, a cambio de su humanidad, pero no perderá

nada haciéndolo, como bien sabían los médicos de cabecera. Al aprender a hablar con sus

pacientes el médico puede volver a sentir amor por su trabajo. Poco tiene que perder y todo por

ganar, si deja entrar al enfermo a su corazón. Si lo hace, ambos compartirán lo que pocas
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personas pueden compartir: la maravilla, el terror y la exaltación de estar al filo mismo del ser,

entre lo natural y lo sobrenatural”. Anatole Broyard – Ebrio de Enfermedad. La Uña Rota. 2013.
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Cuerpo – Psiquis y los procesos de Salud – Enfermedad

Como decíamos anteriormente, el diagnóstico de cáncer genera en un sujeto no solo una

conmoción a nivel físico, sino que también implica un impacto a nivel psíquico. Esto quiere decir que, si

bien el cáncer es un tumor que se halla en el organismo, acarrea una serie de consecuencias psíquicas,

emocionales, cognitivas, subjetivas, entre otras.

En el texto “Psicooncología: un modelo de intervención y apoyo psicosocial”, Robert et al. (2013)

explican que este sujeto experimenta la vivencia de un duelo oncológico, entendiéndolo como un

proceso normal, sano, adaptativo y necesario; y que además, es inevitable ya que este diagnóstico

conlleva una serie de perdidas, no solo de su salud sino también perdida de la estabilidad y seguridad,

de su rutina y cotidianeidad, del rol que tenía dentro de la familia, en el ámbito laboral o social, pérdida

de control, etc.

Se trata de una enfermedad que está fuertemente asociada a la muerte y al dolor, y es por ello

que suele provocar miedo, angustia, incertidumbre, ansiedad. Por otro lado, desencadena temor a los

efectos secundarios como, por ejemplo, a las reacciones familiares, sociales y laborales, a los cambios en

su vida sexual, al cambio en la identidad personal y corporal como al no saber qué va a ocurrir con la

propia existencia y con la posibilidad de una recidiva (Robert et al., 2013).

El cáncer como enfermedad, con su diagnóstico y tratamiento, altera por completo la calidad de

vida de la persona que lo padece. Schumaker y Naughton (1996, como se citó en Vilallonga, 2018)

entienden al concepto de calidad de vida relacionada con la salud, como la percepción subjetiva, influida

por el estado de salud actual, de la capacidad de un individuo de realizar las actividades que considera

importantes. Es subjetiva en tanto que es la persona misma quien percibe si su calidad de vida está

afectada o no. De esta manera, es una enfermedad que va perjudicando el bienestar del sujeto y, a su

vez, va dificultado la realización de sus actividades de la vida cotidiana.


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Por lo tanto, entendemos que, los procesos de salud-enfermedad infieren modificando la

relación entre cuerpo y psiquismo ya que siempre va a implicar una modificación en la calidad de vida

del sujeto: sea para mejor, en caso de encontrarse en un proceso más orientado a la salud, como para

peor, si está atravesando un proceso de enfermedad; es decir que, la situación anímica, al estar

relacionada con su circunstancia psicosocial como con su biografía personal, estos factores van a incidir

en su calidad de vida como en la respuesta al tratamiento y al proceso que conlleva la enfermedad. De

esta manera, es desde la Psicooncología que se va a intentar recuperar, aunque sea algo de esa calidad

de vida perdida y, a su vez, transformar aquella cotidianeidad y normalidad, ya que el después de la

enfermedad no es sin las marcas que ha dejado tanto en el cuerpo como en el psiquismo del sujeto.

En las entrevistas iniciales, la mayoría de los pacientes expresaban cómo se había modificado su

vida cotidiana, su estado anímico y físico, desde la noticia del diagnóstico de cáncer. Por ejemplo, una

paciente nos contó que se acercaba la fecha de graduación de uno de sus hijos y que iba a coincidir con

el comienzo del tratamiento de quimioterapia, y eso la angustiaba mucho ya que temía que se le cayera

el pelo para ese momento; también dijo que antes solía correr para entrenar, hasta había llegado a

participar en maratones, pero que ya no lo hacía más. Otra paciente, se presenta a la consulta muy

angustiada, diciendo que desde que se enteró que tiene cáncer de mama no puede parar de llorar, que

no tiene ganas de hacer nada, tiene “el alma vacía”, siente que “no puede salir de esto”, “yo no era así”,

son algunos de sus dichos para expresar el gran impacto que le generó la noticia. Expresa que quiere

volver a ser la de antes, la que ponía música por las mañanas, la que era activa haciendo diversas tareas

durante el día; ahora solo quiere estar encerrada, no ver a nadie, no tiene ganas de comer o hasta de

bañarse. Esto nos permite preguntarnos acerca del duelo oncológico del que hablan las autoras, ¿hasta

dónde pensar a este duelo como adaptativo? ¿cuándo se podría considerar algo más del orden de lo

problemático como, por ejemplo, una depresión? ¿Se podría trazar un límite entre ambos?
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Cuidados Paliativos y Calidad de vida

Partimos del concepto de calidad de vida, desarrollado en el apartado anterior, para poder

entender de qué se trata lo que se conoce como Cuidados Paliativos. Habíamos mencionado que el

concepto de calidad de vida tiene que ver con la percepción subjetiva de las propias condiciones. Por lo

tanto, siempre será una mirada subjetiva, multidimensional, compleja y dinámica. Pero como también

vimos, dicha calidad de vida puede verse alterada por un proceso de enfermedad. Siguiendo el artículo

de Mónica Pucheu en el libro “Psicooncología para el Tercer Milenio” (2015) comprendemos que, frente

a una enfermedad como el cáncer, los problemas de salud, que de éste se derivan, se convierten en el

tema central de preocupación, integrando no solo aspectos físicos como el dolor corporal, sino que se

incluyen los aspectos emocionales y psicológicos como, por ejemplo, ansiedad, depresión, etc.

Es por ello, que se promueve la práctica de lo que se llama Cuidados Paliativos, que implican

medidas que logran hacer más humano el paso por las fases de la enfermedad, sobre todo en el final de

la vida. Se trata de una terapéutica ética e integral, basada en el principio de autonomía del paciente y

en el respeto por la dignidad en la fase última de la vida. “Su objetivo primordial es lograr una mejor

calidad de vida para el paciente terminal sobre la base del reconocimiento de la trascendencia de este

proceso natural, al cual no pretende acelerarlo ni posponerlo” (Pucheu, 2015, p.21). Es decir que, la

práctica de Cuidados Paliativos implica la reafirmación de la importancia de la vida, considerando a la

muerte como un proceso normal, la cual establece un proceso que no acelera su llegada como así

tampoco la pospone; pero por sobre todas las cosas, es una práctica orientada al alivio del dolor y

sufrimiento de ese sujeto padeciente, donde se integran además los aspectos psicológicos y espirituales,

y no solo los físicos y biológicos. Es, al fin y al cabo, un servicio que busca humanizar la situación de la

persona enferma en su final de vida, la cual intenta dignificar su vida, sin importar cuánto tiempo sea el

que le queda, como controlar sus síntomas y ayudar a que viva el final de su vida de la manera más

digna posible.
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Esta estrategia terapéutica no solo está enfocada al sujeto que atraviesa la enfermedad, sino

también a la familia que, si bien suelen plantear su sufrimiento como secundario, les provee ayuda para

afrontar el proceso que sobrelleva el sujeto enfermo, como también poder hacer frente y elaborar el

duelo. Y, por otra parte, va a velar por la salud del equipo que integre está práctica, con el objetivo de

detectar síntomas que generan como consecuencia el “burnout”.

Por otro lado, la autora plantea el concepto de dolor total, lo cual implica que no es solo físico,

sino también psicológico, familiar, social y espiritual; y propone lo que llama el control total. Es por ello

que el equipo de Cuidados Paliativos debe estar conformado por profesionales de diversas disciplinas,

no solamente por médicos. Dentro de este equipo, es imprescindible la presencia del Psicooncólogo ya

que es el que aporta una mirada integral del sujeto, entendiéndolo al mismo como poseedor no solo de

una entidad física sino también de una dimensión emocional y espiritual, debiendo ser todas abordadas

con la misma importancia. Se trata así, de poder cuidar y acompañar tanto a los pacientes como a sus

familiares en el proceso de esta enfermedad que es el cáncer, aliviándoles el sufrimiento y el dolor tanto

físico como psíquico, asegurando la mejor calidad de vida posible, y velando por su dignidad e integridad

en el periodo terminal de la vida. Por lo tanto, la manera de atravesar los estadios de una enfermedad

como la muerte digna en el final de vida son temas que implican a la Salud Mental y, es por ello, que se

debe contar con las herramientas necesarias para poder garantizar la mejor calidad de vida posible en el

proceso de la enfermedad.

Dentro del Hospital, si bien estaba el piso de internación donde la mayoría de los pacientes se

encontraban en el final de vida, se pudo observar que no cuentan con Cuidados Paliativos. Sería propicio

que se pudieran incorporar estas prácticas para poder brindarles a estos pacientes una mejor calidad de

vida en el periodo terminal de su vida y así poder tener una muerte digna.
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Bioética

La Psicooncología es un campo interdisciplinario consolidado en el marco del paradigma

bioético, ¿esto qué quiere decir? La Bioética es una interdisciplina dialógica que estudia la conducta

humana en el área de las ciencias de la vida y de la atención a la salud. Dicha conducta es examinada a la

luz de los principios y los valores morales. Es una disciplina que tiene como finalidad la regulación de los

posibles desmadres, abusos y deslices de todo acto humano que, bajo la pretensión de garantizar lo que

es “bueno” para la humanidad, pueden alterar irreversiblemente los procesos de la vida (Lazzari, 2015,

p. 29). Es por ello que integra los principios de autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia. De

esta manera, surge un replanteo de las pautas médicas, el cual procura pasar del modelo biomédico al

bio-psico-social-espiritual.

La Bioética pone énfasis en la praxis comunicativa. Su definición de trabajo “incluye la noción de

que es en el diálogo como se definen y se perfeccionan los efectos de las ciencias y la tecnología sobre la

vida humana, las formas de adquirir y de usar el conocimiento, y las relaciones de las personas con su

entorno y sus comunidades” (Lolas Stepke, 2015, p. 10). Es decir que lo ético de la Bioética tiene que ver

con el consenso y esto es posible a través del análisis en comités y comisiones, donde se decide sobre lo

correcto y lo bueno, donde se busca la mejor opción ética para la salud y cuerpo de la persona ya que de

lo que se trata es de poner el foco, no tanto en cuánto tiempo de vida le queda al paciente sino en cómo

va a vivirlo.

Por otro lado, es importante destacar que esta disciplina entiende a la salud mental como la

integración y relación entre los Derechos Humanos y la verdad. Gracias a la plena vigencia de los

Derechos Humanos y la decadencia del trato médico personalizado y paternalista, el principio bioético

de autonomía ha desplazado al principio hipocrático de beneficencia. Se recorta así, la tradicional acción

medica paternalista- autoritaria y se confecciona un contrato entre el paciente y el asistente, dando


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como resultado lo que llamamos el consentimiento informado, en el que se articulan el derecho a estar

informado – autonomía – y el principio ético de la veracidad (Lazzari, 2015).

De esta manera, intenta promover los derechos y deberes tanto del paciente como del que

asiste a la salud. Esto permite que las personas tengan la posibilidad de producir actos de decisión

propia sobre su salud. El consentimiento informado funciona entonces, como prueba de respeto a la

persona del paciente y como recaudo legal del asistente a la salud, obligando a los profesionales de la

salud a tomar decisiones racionales, evitando la imposición autoritaria paternalista e incentivando los

derechos personales del paciente, la confidencialidad y la privacidad. Así, el Psicólogo, desde una

posición ética, también velará por los derechos del paciente para que sean respetados y garantizados.
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Conclusiones

La elección de realizar las PPS A en el área de Psicooncología no fue al azar, sino que estuvo

atravesada por mi historia personal. Si bien viví muy de cerca el proceso de esta enfermedad, con todo

lo que ello implica, no sabía muy bien de que se trataba la Psicooncología. Me despertaba curiosidad y

también pensé que iba a ayudarme a elaborar cuestiones propias. Lo que más me sorprendió cuando

empecé a cursar, fue saber que era una práctica no solo abocada al paciente sino también a su entorno

familiar. Como en mi experiencia personal me tocó estar de ese lado, me alegró saber que se ocupaba

también de ellos, ya que muchas veces los del entorno suelen quedar en un segundo plano, pero esto no

implica que sufran o sientan menos.

Por otro lado, el recorrido por las prácticas realizadas en el efector, me permitieron tomar

contacto y conocimiento de cómo suele trabajar un Psicólogo en el ámbito hospitalario. Las

problemáticas más significativas, las cuales me llevaron a reflexionar y hacerme preguntas

constantemente son, por un lado, la dificultad de trabajar de manera interdisciplinaria, y por el otro, la

falta de humanización en la salud, específicamente por parte de los médicos al momento de comunicar

un diagnóstico. En el primer caso, se pudo observar que en el Hospital se trabaja desde una lógica más

bien multidisciplinaria y fueron muy pocos los momentos, como los desarrollados en los apartados

anteriores con la Trabajadora Social, que llevan a pensar que ahí hubo un equipo interdisciplinario

operando.

En relación a la segunda problemática, pude comprender por qué durante el cursado se hizo

tanto hincapié en este tema ya que fue algo que surgió en la mayoría de las entrevistas iniciales. Sería

importante que los médicos pudieran replantearse su manera de comunicar, trabajar la capacidad de la

empatía y la comunicación, y realizar un trabajo personal acerca de la dificultad de dar este tipo de

noticia. Si bien es entendible que no es una tarea fácil, sobre todo poder sostener la angustia del
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paciente y de su familia, se debe poder comprender lo importante que es y lo beneficioso que puede

llegar a ser el poder establecer un vínculo con el paciente donde éste sienta que se encuentra en un

espacio de confianza, comprensión y escucha.

Finalmente, me gustaría agradecer a quien fue mi coordinadora en el efector, la Ps. Paola Loiudice,

por su humildad y generosidad para compartir sus conocimientos y por habernos brindado, tanto a mi

compañera con quien realizamos las prácticas en el Hospital como a mí, acompañamiento y sostén en el

transcurso de esta hermosa y enriquecedora experiencia. Los diversos espacios transitados, tanto el del

práctico, como el efector, el taller de Redes Sociales, las actividades realizadas en Sede de Gobierno, entre

otras, me permitieron poder tomar conciencia acerca de esta enfermedad que es el cáncer, yendo más

allá de mi propia experiencia, desde las diversas aristas de donde puede pensarse. Me conmueve, como

futura profesional de la salud mental, saber que una de las tantas labores del Psicólogo sea ayudar a los

pacientes oncológicos a tener una mejor calidad de vida, a transitar el proceso de la enfermedad tanto a

ellos como a su entorno familiar, como a promover una muerte digna si se encuentran en el final de vida,

velando en cada estadio por los derechos y la dignidad del paciente.


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