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Trasplante de órganos y sus consecuencias psicológicas

Trasplante: Es el reemplazo de un órgano enfermo por otro sano. El donante es quien da el órgano y el
receptor es quien lo recibe. Esta intervención se lleva a cabo cuando todos los medios y recursos para
mejorar la salud del paciente están agotados o son insuficientes. Se trata entonces, de una práctica
médica de alta tecnología, que consiste en la sustitución de un órgano, tejido, células o partes
anatómicas enfermas o dañadas, para la sobrevivencia o la mejoría de la calidad de vida de una persona.
Es decir que, es una alternativa terapéutica para pacientes que presentan problemas graves en el
funcionamiento de un órgano vital, y de esta manera, se puede prolongar y mejorar su calidad de vida.

El trasplante puede hacerse mediante una donación cadavérica o de un donante vivo, según se tengan
vínculos genéticos y/o emocionales, o no se tengan vínculos (donante anónimo).

En el primer caso, la donación depende de las características del fallecimiento. Para poder donar
órganos, una persona debe morir en la terapia intensiva de un hospital, ya que allí existen los medios
para la preservación de los órganos que pueden ser trasplantados. En el segundo caso, para poder donar
en vida debe existir un vínculo familiar entre donante y receptor. Este tipo de donación está permitida
exclusivamente cuando se estima que no afectará la salud del donante y existan perspectivas de éxito
para el receptor.

Derechos de los donantes y receptores:

 Derecho a la intimidad, privacidad y confidencialidad: no se puede dar a conocer la identidad de


los donantes y receptores salvo que la persona lo declare en forma pública.
 Derecho a la integridad: los probables beneficios de la práctica deben ser mayor que los riesgos
o costos para el ser humano.
 Derecho a la información: se debe informar de manera clara y precisa sobre los beneficios,
riesgos, secuelas, evolución y posibles complicaciones de los procedimientos médicos. Este
derecho podemos pensarlo ligado al derecho a la autonomía, que tiene que ver con la obligación
de respetar las decisiones nacidas de la libre voluntad de la persona.
 Derecho al trato equitativo e igualitario: derecho a la igualdad de trato sin discriminación.
 Derecho a la cobertura integral del tratamiento y del seguimiento posterior.
 Derecho al traslado prioritario por vía aérea o terrestre de las personas que deban trasladarse
para un trasplante, junto a un acompañante.

El trasplante como proceso:

El trasplante de órganos excede al acto quirúrgico. Se habla de un proceso de trasplante en el que se


reconocen tres etapas: el pre trasplante (diagnóstico, indicación y lista de espera), el trasplante
propiamente dicho y la hospitalización, y el post trasplante.

Es un tipo de intervención que puede generar consecuencias psicológicas durante los diferentes
momentos del proceso:

El pre trasplante: el diagnóstico y la indicación de trasplante 

El diagnóstico de una enfermedad irreversible terminal pone a la persona que la padece en un contacto
directo con su vulnerabilidad y la finitud de la vida. Por ello habitualmente se genera un importante
impacto emocional y se presentan diversas reacciones frente a la muerte: negación, ira, depresión,
pacto y aceptación, a lo largo del proceso.

Miedos, temores e incertidumbres, tristeza, angustia y depresión son reacciones habituales, pero
también existe la esperanza, que suele ser el sostén en el que se apoyan el paciente, la familia y el
equipo médico. La esperanza no implica negar la realidad dolorosa y penosa que se atraviesa ni tampoco
fomentar expectativas mágicas ni falsas, es simplemente saber y esperar que algo (la “llegada” del
órgano) puede efectivamente suceder.

El pre trasplante: la lista de espera

Cuando se da la situación de que la persona tiene algún familiar o allegado que se ofrece como donante,
la espera suele reducirse y la cirugía es programada. Pero si es una donación cadavérica, el tiempo de
espera es indeterminado y no programable. El factor de la espera se entiende que está ligada a la
existencia o no de compatibilidad sanguínea entre el donante y el receptor, a si aparece el donante
requerido, entre otras.

Esta etapa suele estar acompañada de miedos a la cirugía, a la anestesia, al dolor, a las secuelas, etc. Por
otro lado, en algunos pacientes, puede haber sentimientos de culpa por estar a la espera de un órgano,
ya que esto implica necesariamente la muerte de alguien. Se pueden presentar, además, fantasías sobre
quién será el donante, su edad, sexo, causa del fallecimiento, empatía con el estado de duelo del grupo
familiar, que suelen conjugarse y dificultar el proceso de aceptación de la donación y el trasplante. Es
por ello que es importante brindarle información clara y precisa acerca del procedimiento ya que suele
aminorar dichos miedos y ansiedades; y se pueda, a su vez, facilitar un espacio donde pueda expresar
sus emociones y pensamientos.

El trasplante propiamente dicho y la hospitalización

La cirugía del trasplante es compleja. Luego de la misma, el paciente suele tener una estadía en terapia
intensiva/unidad coronaria y a posteriori pasa a piso. El tiempo de internación dependerá de la
evolución particular de cada persona. Una vez que se considere apropiado, el paciente recibe el alta y
puede volver a su hogar. Después de la cirugía, en la internación, el paciente deberá sortear las
potenciales complicaciones clínicas, por ejemplo, recibirá la medicación inmunosupresora para evitar el
rechazo del órgano. Al alta hospitalaria deberá mantener de por vida la ingesta de los fármacos,
controles médicos de rutina, implementar cuidados de salud, dietarios, de higiene, de infecciones, etc.

El principal temor de esta instancia es al rechazo del órgano y las complicaciones que puedan aparecer.
Es importante que el paciente pueda atravesar este momento con la contención de los profesionales de
la salud, de sus seres queridos y de ser necesario, con un profesional de la salud mental. Se trata de un
periodo en el que se transita un proceso de aceptación e incorporación del órgano ajeno que se ha
recibido, el cual deberá poco a poco integrar a su esquema e imagen corporal, sintiéndolo como propio.

El post transplante

Esta fase también presenta diversos conflictos psicológicos ya sea por los efectos secundarios de la
medicación inmunosupresora, la reincorporación a un entorno social, laboral, que a veces no resulta el
más adecuado por sus condiciones físicas. También hay temor constante al rechazo del órgano y a poder
perder el bienestar adquirido, y los conflictos familiares cuando el trasplantado reasume los roles
abandonados que están siendo desempeñados por otros familiares. Además, pueden aparecer
desilusiones ante unas expectativas frustradas ya que muchos pacientes descubren que el trasplante no
significa una vida como la de antes de empezar la enfermedad; entre otras razones, porque han de
continuar sometidos a revisiones y tratamiento médico durante el resto de su vida.

Es el período de la rehabilitación y de la reinserción a su hogar, a las tareas cotidianas y su vida social.  Es
una etapa de adaptación a las nuevas condiciones, de reacomodaciones, de cambios y modificaciones de
hábitos y estilos de conducta de vida. Se inicia así una recuperación psicofísica y social. La vida familiar
suele retomarse con cierta regularidad, la situación vivida permite que se reformulen proyectos y modos
de vida, que se afiancen lazos, que se valoricen vínculos.

Por lo tanto, a raíz de lo descripto, podemos decir que el proceso de trasplante de órgano no tiene que
ver con un seguimiento y enfoque solo de los aspectos biológicos, físicos y funcionales, sino también
psicológicos y sociales, ya que todos en su conjunción conforman y hacen a la calidad de vida de la
persona.

También a nivel general podemos pensar en diversos efectos psicológicos a partir del trasplante de
órgano:

Trastornos del estado de ánimo: la depresión, la ansiedad, angustia profunda, entre otros trastornos,
pueden disminuir la adherencia al tratamiento, pudiendo provocar el rechazo del órgano.

Trastornos de ansiedad: se puede presentar por ejemplo ante la espera de que aparezca un donante,
durante la realización de estudios, tratamientos, como en la preparación para la intervención quirúrgica
del trasplante.

Trastornos sexuales: las causas pueden ser tanto físicas (la medicación inmunosupresora) como
psicológicas (evitan las relaciones sexuales por temor a dañar el órgano trasplantado).

Fantasías sobre el donante: pueden ir desde un sentimiento de culpa por pensar que otra persona ha
muerto para que ellos puedan vivir, como fantasear sobre la vida y características de esa persona.

Insatisfacción con la imagen corporal: perciben el órgano como un cuerpo extraño que incorpora en el
receptor rasgos del donante. Tienen dificultades para integrar psicológicamente el órgano del donante
en su propio cuerpo, de tal forma que perciben el órgano como un cuerpo extraño que introduce. Por
otra parte, en este apartado también podemos pensar en el proceso de aceptación que tendrá que
llevar a cabo la persona en relación a la cicatriz que se genera a raíz de la operación.

Miedos: a la muerte, al rechazo del órgano-cuerpo extraño, al dolor, etc.

Cambios positivos: aumento de la confianza en las propias capacidades para afrontar adversidades en el
futuro, cambios en las prioridades, la filosofía y la espiritualidad que profundizaron el sentido de la vida
de las personas trasplantadas y su bienestar subjetivo.

Variables psicosociales: Apoyo familiar: la ausencia de apoyo por parte de la familia aumenta
los trastornos psicológicos. En caso contrario, contar con el apoyo familiar posibilita

Estrategias de afrontamiento: las estrategias de afrontamiento aproximativas (por ejemplo, buscar y


recibir información relacionada con la salud), en comparación con las evitativas, se asocian a una mayor
adaptación psicológica.
Posibles intervenciones con pacientes en proceso de trasplante:

Si bien siempre hay que tener en cuenta la singularidad de cada persona, entender que cada uno
atraviesa estos procesos de manera diferente y particular, es importante poder contar con algunas
herramientas para brindar un mejor acompañamiento y contención.

No importa si el espacio de encuentro y de acompañamiento es en una sala de espera en un


hospital/sanatorio o en la “casa-lugar de transito de día”, lo importante es, como acompañante,
brindarle la contención que necesita esa persona a través de la escucha y de la creación de un espacio
donde se sienta seguro de poder expresar sus emociones, pensamientos, miedos, dudas, angustias, etc.

Por ejemplo, si el acompañante debe estar con la persona en el momento de realizar los estudios
correspondientes o asistir a una consulta médica, podemos observar y evaluar cómo se siente en ese
momento a través de lo que expresa con su cuerpo: si está ansioso, nervioso, tranquilo, etc. También
podemos preguntarle cómo se siente o qué está pensando en ese momento: es importante que pueda
expresar y poner en palabras, de alguna manera, lo que está atravesando por dentro. Si tiene miedos o
dudas con respecto a la consulta o algún procedimiento, podemos invitarlo a que anote en su celular o
en algún papel las preguntas e inquietudes que le gustaría plantear al médico o profesional encargado.
Además, debemos ayudarlo a entender que nada se realiza sin su previo consentimiento y que es su
derecho exigir toda la información que considere necesaria para poder realizar cualquier procedimiento.
Estos movimientos que el acompañante puede realizar, entre otros, tienen como fin poder bajar las
ansiedades y miedos de la persona, como también generar un espacio de confianza donde se sienta
seguro de expresar lo que le pasa, que sepa que hay un lugar en el cual no se le juzgará, se le escuchará
y se tendrá en cuenta sus decisiones, pensamientos y sentimientos.

Por otro lado, el momento de la recomendación médica del trasplante puede generar un impacto
psicológico en la persona, despertando así diversas emociones como angustia, miedo, ansiedad, nervios,
etc. Es por ello que, desde una perspectiva psicológica, podemos ayudarlos a aceptar, afrontar,
atravesar de una manera más amable el proceso que implica dicha intervención. Si el acompañante se
encuentra con la persona dentro de la consulta médica y observamos que está en shock o le cuesta
hablar, podemos invitarlo a hacerlo recordándole alguna de sus dudas, y si no puede o no quiere,
deberemos respetarlo y escuchar con atención la información que brinde el médico para luego poder
comunicársela al paciente, cuando este más tranquilo y haya salido de ese estado de shock.

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