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Espacio
La esencia de la arquitectura es la creación del espacio, sin embargo, no
siempre fue entendida de esa manera. Una vez que la arquitectura es concebida
como espacio, hay una constante voluntad de adecuación a las necesidades de la
época. Así, el Movimiento Moderno se esforzó en definir una nueva concepción de
espacio, basada en la productividad de los avances tecnológicos –estructuras de acero
o de hormigón armado y cristal- y los nuevos instrumentos formales de la
abstracción.
Espacio interior.
Los romanos logran la conquista del espacio arquitectónico gracias a su
técnica: arcos, cohesión máxima en sus muros y el recurso del cemento ligero
obtenido de la piedra volcánica llamada puzolana (argamasa). La evolución de la
arquitectura romana tendió hacia la disminución del peso y el tamaño de los
elementos constructivos (el ladrillo y los cementos ligeros). Riegl presenta como
paradigma del espacio arquitectónico el interior delimitado y perfecto del Panteón de
Roma.
El Panteón, construido por el emperador Adriano entre los años 118 y 128 en
memoria de Agrippa, consiste en un gran espacio (43.5m) cubierto por una cúpula
semiesférica, con un óculo abierto de ocho metros en su espacio superior, como
vínculo siempre presente con el cosmos. En el interior de la cúpula del Panteón, los
casetones tienen una doble función: plástica -al enfatizar la percepción visual de la
cúpula como metáfora del firmamento- y constructiva -al aligerar el peso de la cúpula
introduciendo al máximo el vacío, el espacio.-
Espacio y antiespacio.
Una vez establecida la esencia de la arquitectura como espacio, las
construcciones que vendrán después violentan y superan este mismo espacio recién
descubierto. Como la concepción que desarrollan las vanguardias, por ejemplo,
basada en un espacio libre, fluido, ligero, continuo, abierto, infinito en total
contraposición al espacio tradicional que está diferenciado volumetricamente, de
forma identificable, discontinuo, delimitado, específico, cartesiano, estático. A esta
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nueva modalidad de espacio algunos la calificaron como “antiespacio” por ser
opuesto al espacio tradicional.
Esta necesidad de “liberación” del espacio ve su origen en el s. XVII, después
de que el espacio tradicional había encontrado su máxima expresión en el
Renacimiento. Así la casa-museo de John Soane en Londres (1792-1837), las plantas
cuadriculadas y repetitivas de J.N.L. Durand y la percepción interior del Palacio de
Cristal en Londres (1851) de Joseph Paxton, entre otras, muestran un espacio libre,
infinito y dinámico: un espacio moderno e internacional que se traduce formalmente
en un plano horizontal libre, con fachada transparente y un vacío que envuelve
pilares, con planos recortados que no cierran recintos octogonales, proporcionando
dinamismo al espacio.
El pilar como elemento estructural y formal es el protagonista del espacio
moderno: desde el pilar de hormigón utilizado por Le Corbusier, de sección cuadrada,
pasando por el pilar de hormigón de sección circular utilizado por Oscar Niemeyer,
hasta los pilares de acero de Mies van de Rohe, dotados de una gran ligereza gracias a
la solución simétrica de sus espacios.
Espacio y Lugar.
La concepción de espacio infinito como continuación de lo natural, tiene una
raíz ideal, platónica. Platón habla del chora como el espacio eterno e indestructible,
además de considerarlo el tercer componente básico de la realidad, junto al Ser y al
Devenir. Aristóteles en cambio, en su Física reconoce al espacio como lugar
llamándolo topos, así afirma que “todo cuerpo sensible está en el lugar” y que “el
lugar de una cosa es su forma y límite...La forma es el límite de la cosa, mientras el
lugar es el límite del cuerpo continente.”
En la arquitectura moderna la sensibilidad por el lugar es irrelevante: todo
objeto arquitectónico surge sobre una indiscutible autonomía. Las vanguardias
enfatizan el proceso de aislamiento de los elementos fuera de su contexto usual.
Espacio y lugar se pueden diferenciar claramente. El primero tiene una
condición ideal, teórica, y el segundo posee un carácter concreto, empírico. El espacio
moderno es una construcción mental. El lugar viene definido por las cualidades de las
cosas, por los valores simbólicos e históricos; es ambiental y está relacionado
fenomenológicamente con el cuerpo humano.
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Este espacio moderno encuentra su prototipo en las estructuras Domino y
Citrohan de Le Corbusier y en los pabellones de Mies van der Rohe, sobre todo en el
pabellón de Barcelona, que constituye el máximo manifiesto del espacio moderno:
abierto, fluido, sin barreras entre el interior y el exterior, abstracto. Según definición
de Mies van der Rohe “La arquitectura es la voluntad de una época traducida al
espacio.”
La obra de Mies tiene mucho que ver con los principios del arte y la
arquitectura neoplasticistas, sin embargo, el ejemplo más emblemático de esta
corriente es la Casa Schoëder en Utrecht de Gerrit Thomas Rietveld (1924), lograda
mediante un sistemático proceso de depuración y abstracción. Richard Padovan ha
señalado que la Casa Schoëder y el Pabellón de Barcelona son las dos obras máximas
del neoplasticismo en arquitectura.
Muchas veces el espacio en arquitectura (como ideal) no ejerce una
correspondencia con el lugar (lo existente), de esta forma se fueron dando
construcciones autónomas, desligadas del significado de su entorno. A raíz de esto, se
revaloriza la idea de lugar, estrechamente relacionada con el inicio de la recuperación
de la historia y la memoria, valores que el espacio del estilo internacional rechazaba.
Así, arquitectos como Le Corbusier, Lucio Costa, Arne Jacobsen, Joseph Lluis
Sert, recurren a la arquitectura vernácula como medio para dotar de expresión y
sentido común a la arquitectura moderna.
Una obra que demuestra esta revalorización del lugar es la casa del escritor
Curcio Malaparte en Punta Massullo, Capri (1938-1940) proyectada por Adalberto
Libera; la peculiaridad de esta obra radica en su modernidad y autonomía que al
mismo tiempo reinterpreta la condición irrepetible del lugar. Parafraseando a Martin
Heidegger se puede establecer que obras como esta convierten un “sitio”
indeterminado en un “lugar” irrepetible y singular. Se han convertido en paisajes que
deben su imagen característica a la arquitectura.
En las últimas décadas el lugar se ha interpretado, entre otras cosas, como
capacidad para hacer aflorar las preexistencias ambientales. Un análisis más profundo
entendería el concepto de lugar como la adecuada relación entre la pequeña escala
del espacio interior y la gran escala de la implantación.
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Al desprenderse esta sensibilidad por el lugar renace el interés por la
arquitectura vernacular en obras de arquitectos de la llamada tercera generación –
Luis Barragán, José Antonio Coderch, Fernando Távora, Jörn Utzon, Roberto Burle
Marx-.
La contemporánea disolución del lugar: espacios mediáticos, no lugares y
ciberespacio.
Justo cuando se estaba consolidando esta celebración de la arquitectura
como arte del lugar aflora una realidad totalmente nueva con respecto al espacio.
Esta situación está generando una nueva sensibilidad, unas nuevas capacidades de
percepción y unas nuevas teorizaciones, pues los lugares ya no se interpretan como
recipientes existenciales permanentes sino que son entendidos como intensos focos
de acontecimientos, como concentración de dinamicidad, como caudales de flujos de
circulación, como escenarios de hechos efímeros, como cruces de caminos, como
momentos energéticos.
Dentro de toda esta nueva realidad espacial, podemos distinguir tres grupos
de fenómenos: espacios mediáticos, los “no lugares” y ciberespacio.
Los espacios mediáticos son contenedores con sistemas de objetos,
máquinas, imágenes y equipamientos que configuran unos interiores modificables y
dinámicos, que concentran la fascinación y atención en el ámbito de las imágenes,
reproducciones, instalaciones, monitores, dioramas, mecanismos y virtualidades. Un
prototipo de este tipo de arquitectura es la Glass Video Gallery en Groningen,
proyectada en cristal por Bernard Tschumi (1991).
Los “no lugares” es un fenómeno que Marc Augé ha calificado como espacios
de la sobremodernidad y el anonimato, definidos por la sobreabundancia y el exceso.
Son siempre espacios relacionados con el transporte rápido, el consumo y el ocio.
La esencia del “no lugar” es el deseo de duración mínima, en los cuales el
usuario pretende pasar lo más rápido posible. Según Marc Augé, la idea de sociedad
localizada está siendo puesta en crisis por la proliferación de estos “no lugares”
basados en la individualidad solitaria, en el pasaje y en el presente sin historia. De
hecho el espacio del viajero es el arquetipo de no lugar. El espacio de “no lugar” no
crea ni identidad ni relación, sólo soledad y similitud.
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El espacio virtual o ciberespacio es impalpable, está formado mayormente

por los sistemas computarizados y los avances tecnológicos. Este espacio elimina la
necesidad de uso de espacios tradicionales. Este espacio virtual transmite frialdad; el
ciberespacio es puro presente.

Sin embargo no debemos dramatizar esta situación, pues estos nuevos

conceptos de espacio han surgido en contraposición con lo ya existente, nunca se
colmarán en su plenitud; es decir, el lugar nunca podrá ser completamente borrado ni
el “no lugar” se cumple nunca radicalmente.

En nuestra condición presente, espacios, antiespacio, lugares y no-lugares se

entrelazan, complementan, interpretan y conviven.

De Sola Morales, Ignasi et al.2000. Introducción a la arquitectura. Conceptos fundamentales. Ediciones UPC. Barcelona. España.