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Apego

Teoría del apego por John Bowlby (1969, 1973, 1980), nos habla de la necesidad
del ser humano para formar vínculos afectivos estrechos. Como parte principal,
nos dice acerca de la reciprocidad de las relaciones tempranas (precondición en
todos los mamíferos).

Las conductas de apego del infante humano se relacionan con las conductas de
apego del adulto (reciprocidad), lo que particularmente hace que se refuercen las
conductas de apego del niño hacia el adulto. Esté reforzamiento de conductas van
de la mano con el sentimiento de seguridad e inseguridad, donde el sentimiento de
seguridad es el objetivo del sistema de apego, por lo que es un regulador de la
experiencia emocional.

Un regulador diádico se desarrolla cuando las señales de los niños y sus cambios
de estados son entendidas y correspondidas por el cuidador, lo cual ayuda a
alcanzar la regulación de estos estados. Por lo tanto, el infante aprende que la
activación neurovegetativa en presencia del cuidador, no dará lugar a una
desorganización que vaya más allá de sus capacidades de afrontar la situación. La
conducta del infante hacia el final del primer año se basará en las expectativas
específicas, por lo que sus experiencias pasadas con el cuidador son incorporadas
a sus sistemas de representación o “modelos internos activos” según Bowlby,
entonces, un sistema de apego es un sistema regulador bio-social homeostático
abierto.

Mary Ainsworth desarrollo el procedimiento de laboratorio para observar los


“modelos internos activos” de los infantes; los cuales, brevemente separados de
su cuidador en una situación no familiar para ellos, muestran uno de cuatro
patrones de conducta.

Los infantes clasificados como seguros explorarán rápidamente en presencia de


un cuidador primario, además de estar ansiosos por la presencia de un extraño, y
les perturba la ausencia del cuidador, por lo cual, cuando este retorna, los infantes
rápidamente acudirán a él. Los infantes ansiosos/evitativos pueden no buscar la
proximidad del cuidador después de la separación. En la tercera categoría se
encuentran los infantes ansiosos/resistentes, los cuales muestran una limitada
exploración y juego, tienden a ser altamente perturbados por la separación.

Las conductas de los infantes seguros están basadas en las experiencias de


interacciones bien coordinadas, en las cuales el cuidador es raramente sobre
estimulante. Por lo tanto, ellos permanecen relativamente organizados en
situación de estrés.

Los niños con apego Ansioso/evitativo han tenido experiencias donde su


activación emocional no fue reactivada por el cuidador, por lo que sobre regulan
su afecto y evitan situaciones que pudieran ser perturbadoras. Los de apego
ansioso/resistente sub- regulan, de modo que incrementan su expresión de
malestar.

La cuarta categoría exhibe conductas aparentemente no dirigidas hacia un fin. Los


infantes que manifiestan inmovilización, golpeteo con las manos; con la cabeza, el
deseo de escapar de la situación aún en presencia de los cuidadores es
denominados como Desorganizados/desorientados.

Predicción a partir de medidas de apego de los adultos

Los adultos seguros tienen 3 o 4 veces más probabilidad de tener niños que están
apegados con seguridad a ellos. Los patrones de apego de los padres predicen
varianza en adición a las medidas de temperamento o factores contextuales.

En un caso de gemelos se han encontrado niveles diferentes de concordancia de


la clasificación de apego (Fearon, 1998). Los adultos con apego seguro son más
sensibles a las necesidades de sus niños, por lo cual promueven la expectativa de
los infantes de que la desregulación.

Mentalizar y el desarrollo del self

El apego seguro puede ser un elemento facilitador, sin embargo, no son los únicos
con esa capacidad. La función reflexiva de la madre estaba también asociada con
el éxito del niño. Esta función reflexiva en el cuidador predijo la seguridad en el
apego, a su vez, predijo la adquisición precoz de una teoría de la mente, de igual
manera, el apego del padre también contribuía a este logro en el desarrollo.

La capacidad de los padres para observar la mente de los niños facilita la


comprensión general que los niños tienen de las mentes a través de la mediación
del apego seguro. Un cuidador reflexivo aumenta la probabilidad del apego seguro
del niño, lo que facilita el desarrollo de la capacidad de mentalizar.

El filósofo Hegel (1807) sugirió que es solamente a través de la exploración de la


mente del otro que el niño desarrolla una completa captación de los estados
mentales.

El desarrollo del niño y la percepción de los estados mentales propios y de los


otros, depende de su observación del mundo mental de su cuidador, es decir, la
experiencia compartida es parte de la estricta lógica de las concepciones sobre los
estados mentales.

En niños traumatizados las emociones intensas y conflictos producen una falla


parcial de esta integración, esto puede ser debido a que cuando el maltrato tiene
lugar dentro de la familia, la atmosfera tiende a ser incompatible con el cuidador.

La rígida conducta del infante preescolar con apego desorganizado es vista como
surgiendo a partir de una falla por parte del niño para moverse más allá del modo
de equivalencia psíquica en relación a ideas o sentimientos específicos.

En la relación insegura, serán las defensas del cuidador aquello que tendrá a ser
internalizado. Las relaciones inseguras padres-niños pueden ser consideradas
como que establecen las bases para subsecuentes distorsiones de las
personalidades de dos maneras, que se refiere a los dos modos de vivir la realidad
psíquica. La madre puede evitar reflexionar sobre el afecto del niño a través de un
proceso similar a la disociación, de modo que la madre puede ignorar el malestar
del niño, o traducir a éste como si fuera una enfermedad, cansancio etc.

De igual manera, puede haber un intercambio entre la madre y el niño, en el que


se interpretan los sentimientos en términos físicos. Lynne Murray (1997) en su
trabajo con madres de depresión, nos dice que tales madres ofrecen una realidad
alternativa marcada por la exageración de asociadas con afirmaciones no
respaldadas de la realidad, no relacionadas con la experiencia del infante. El
infante no ha sido capaz de encontrar una versión reconocible de sus estados
mentales en la mente de la otra persona, por lo que el patrón de apego
desordenado puede derivar de lo mismo.

Para finalizar, el niño con apego seguro percibe o depende de la actitud reflexiva
de su cuidador una imagen de sí mismo como deseante y con creencias. Ve que
el cuidador lo representa como un ser intencional, de modo que utiliza esta
representación para formar el self, Si la capacidad reflexiva del cuidador le ha
permitido describir adecuadamente la actitud intencional del niño, este tendrá la
oportunidad de “encontrarse a sí mismo en el otro”. El apego seguro y la
capacidad reflexiva son construcciones que funcionan a la par, por lo que la
vulnerabilidad asociada con el apego inseguro subyace a la desconfianza del niño
para concebir el mundo en términos de realidad psíquica más que en términos de
realidad física. Por tanto, puede surgir un trauma, donde incluso un vínculo seguro
puede derrumbarse, y en ausencia de presiones psicosociales la función reflexiva
puede ofrecer sólo una ventaja evolutiva marginal.

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