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Anticuerpos monoclonales en el tratamiento de la leucemia linfocitaria

crónica

La leucemia linfocítica crónica, es la neoplasia linfoide maligna más frecuente en los


países occidentales, representando el 25% de todas las leucemias. Consistiendo en
la proliferación y acumulación de linfocitos B maduros en la sangre, médula ósea y
tejido linfoide; Presentando un curso clínico y un pronóstico muy variable, que puede
ir desde la nula o mínima presencia de signos durante varios años, hasta la
presencia de estos apenas después de realizarse el diagnóstico. Requiriéndose en
general para su diagnóstico una concentración mayor o igual de 5×10^9 de células
leucémicas por litro de sangre. Pero en caso de se presente linfadenopatía,
organomegalia o enfermedad extramedular y ser una concentración menor, se
puede categorizar como linfoma linfocitico pequeño; Entre otros agraviantes que
pueden experimentarse son las complicaciones infecciosas y autoinmunes; Lo que
reduce la esperanza de vida del paciente.

El tratamiento tradicional incluye quimioterapia; Actualmente acompañándose de


anticuerpos monoclonales, principalmente aquellos dirigidos contra la proteína
celular transmembrana CD20, la cual ha sido validada como diana terapéutica para
tratar este tipo de cáncer; Puesto que dicha proteína es expresada por más del 95%
de las células B en desarrollo, diferenciadas y mayormente malignas; Pero ausente
en la célula madre hematopoyética. El primero de dichos anticuerpos monoclonales,
fue el Rituximab, inmunoglobulina G1-K quimérica de humano/murino (rato),
teniendo regiones variables de cadenas tanto pesadas como ligeras de origen
murino, y secuencias de regiones constantes humanas; Tiene una afinidad por la
proteína ya mencionada CD20 humana. Desencadenando cuatro vías para la
eliminación de las células B; La citotoxicidad de células dependientes de
anticuerpos como resultado de una interacción entre la porción Fc del anticuerpo y
unido a la proteína y los receptores FcY unidos a la membrana expresados en la
superficie de células efectoras como las NK, los granulocitos y macrófagos,
produciendo además, la liberación de citocinas, quimiocinas y demás mediadores
que destruyen la célula diana; La fagocitosis celular dependiente de anticuerpos; La
citotoxicidad dependiente del complemento, activada por la reorganización de las
moléculas CD20 en balsas lipídicas, producto de la unión del Fc a las células
tumorales; Y efectos antitumorales directos a través de la apoptosis u otras vías de
muerte celular.

Dicho medicamento fue aprobado por la Administración de Drogas y Alimentos de


los Estados Unidos de América en 1998; Siendo este de aplicación intravenosa y
subcutánea, esta última versión, desarrollada con el fin de simplificar y acortar el
tiempo de su administración. Administrándose cuatro infusiones semanales
intravenosas o subcutáneas de 375 mg/m^2 o dos bolos quincenales de 1000 mg.
Por su parte, la eliminación del fármaco, va a depender en gran medida de su unión
con su proteína diana; Lo que quiere decir que, con cada aplicación del tratamiento,
los sitios de unión a la proteína CD20 se saturaran, aumentando la vida media de
prevalencia de los anticuerpos monoclonales en la sangre. Pudiendo disminuir
hasta 4 veces su eliminación.

Pese a la efectividad del tratamiento, algunos pacientes pueden no responder al


tratamiento de primera línea y otros pueden experimentar una recaída después de
una respuesta inicial a la terapia; Actual mente se desconoce la causa exacta de
esto; Pero se plantean distintas hipótesis; entre ellas, destaca la inhibición de tres
de las vías de acción de Rituximab, que serían, el agotamiento de las reservas de
proteínas del complemento, el polimorfismo del receptor FcY en las células
citotóxicas y finalmente, la alteración en las vías de señalización apoptótica, debido
a la sobrexpresión de productos génicos anti-apoptoticos. Asi como la posibilidad
de alteraciones con la proteína diana CD20, como lo serian, la disminución de su
expresión, la modulación antigénica, la cual consistirá en interiorizar el complejo
antígeno-anticuerpo ya unidos, o la eliminación de estos complejos de la membrana
por monocitos en proceso, proceso denominado trogocitosis.

Por último, cave mencionar, que este no es el único anticuerpo monoclonal


empleado para este tipo de cáncer en específico; Pero si uno de los más estudiados
y usados; entre otro de los muchos anticuerpos monoclonales en investigación,
dirigidos contra la proteína CD20, pero con una menor densidad, destaca en uso el
llamado Ofatumumab, anticuerpo IgGk humanizado, modificado por glico-ingieneria
e igualmente derivado de murino, más específicamente, de su anticuerpo Bly-1.
Actualmente, sigue sin estar clara su dosis optima hasta la fecha, mencionándose
dos dosis mayormente evaluadas de 500 mg y 1000mg; pero mencionándose, que
los pacientes son capaces de soportar dosis de incluso 2000mg. Sabiéndose que
presenta una mayor destrucción celular.

En general, aun se desconocen muchas cosas acerca de la terapia con anticuerpos


monoclonales para este tipo de cáncer en específico; Como lo son los procesos en
que las células B cancerígenas, llegan a burlar los procesos metabólicos desatados
por este tipo de tratamiento; La función en especifico de la proteína CD20, la cual
se cree, tiene algo que ver con el transporte de calcio; Pero se desconoce, porque
no esta presente en todos los linfocitos B; Además, de que, si bien la bibliografía
puede mencionar, muchos tipos de antígenos monoclonales, la mayoría de estos
están en investigación y recordemos, que llevo por lo menos 20 años conocer lo
que hoy se sabe sobre el Rituximab; Y si bien este puede no funcionar de igual
forma para otras personas, el que se estén investigando tantas otras
inmunoglobulinas monoclonales dirigidas contra CD20 e incluso contra otras
proteínas, me da esperanza en este tipo de tratamiento, el cual en un futuro
disminuirá en gran medida los efectos adversos de la quimioterapia.
Fuetes de información

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https://doi.org/10.1007/s12325-017-0612-x

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