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LICENCIATURA EN EDUCACIÓN INICIAL Y PRESCOLAR

Módulo: Educación, Cerebro y Cultura de la Primera Infancia

Bloque I. Evolución: Un largo camino aún por recorrer

Actividad 2. Anatomía y Funciones Básicas del Cerebro. (Desarrollo).

Asesor: Profesor Francisco Alvarado Pérez

Grupo: 22-1-G05

Alumna: María Del Rayo López Muñoz

Matrícula: 211613013
La palabra infancia, tan cotidiana en nuestro lenguaje, encierra una rica y singular historia
conceptual. De hecho se refiere a más de un concepto, es decir, a realidades distintas, que
comportan diferentes niveles de abstracción. Ciertamente, todas estas realidades tienen un
referente común: los niños y niñas.

Se entiende como infancia el conjunto de características psicosociobiolgicas de unos sujetos en


estado de desarrollo, hasta que no alcanzan las características consideradas como propias de otra
etapa posterior de desarrollo. En este caso la edad cronológica es considerada un referente, pero
no un buen indicador del desarrollo por etapas. Esta perspectiva ha potenciado importantes
investigaciones psicológicas, médicas y psicosociales, a la búsqueda de mediciones indicativas del
desarrollo infantil.
(Anuario de Psicologia 1992, no 53, 27-45 C 1992, Facultat de Psicologia Universitat de Barcelona)

La infancia como construcción social.


El contexto social en que se desenvuelven los niños está configurado no sólo por elementos
materiales, sino también por grandes conjuntos de elementos actitudinales (es decir, psicosociales)
que los adultos de nuestra sociedad mantienen hacia la población infantil.
Existen como mínimo tres grandes campos de investigación, no sólo de interés fundamental, sino
que deben ampliarse decididamente para construir conocimiento relevante sobre las
representaciones que los adultos nos hacemos acerca de la población infantil:
- Las relaciones y dinámicas intrafamiliares. (Relaciones padres-hijos en distintas configuraciones
familiares, sistemas de valores educativos, formas de coacción, amenaza y castigo hacia los niños,
etc.)
- Las actitudes generales de la población hacia la infancia. (Percepciones y representaciones
sociales de los adultos hacia la población infantil en general, hacia la etapa de la vida considerada
niñez, hacia los problemas de los niños y niñas, etc.)
- La consideración de la infancia por parte de los medios de comunicación social. (Imágenes del
niño y para el niño que transmiten, actitudes hacia el niño como consumidor, valores transmitidos a
los niños y niñas, etc.)
(Anuario de Psicología 1992, no 53, 27-45 C 1992, Facultat de Psicologia Universitat de Barcelona)
Los períodos en que han predominado ideas y actitudes positivas acerca de la infancia.
Como tendencia general, cuanto mayor es el nivel cultural, mayor información se tiene sobre la
realidad infantil y sobre los derechos y necesidades de niños y niñas, mayor sensibilidad se ha
desarrollado hacia sus problemáticas y se responsabiliza por igual a ambos progenitores de la
crianza del hijo, mayor tolerancia se manifiesta en los criterios educativos, y más confianza se
muestra hacia las capacidades del niño. La importante relación entre información-cultura de los
adultos sobre los niños y actitudes positivas hacia la infancia y sus problemas aparece los últimos
años como una constante en muchos estudios territorialmente focalizados, como es el caso de los
realizados dentro de la Comunidad Autónoma de Madrid (Majó, 1990; Casas, 1990).
No es de extrañar que las actitudes de poca implicación adulta en relación con los niños como
individuos y con el conjunto de la población infantil que ya hemos referido, se reflejen en actitudes
parecidas ante los problemas sociales que afectan a niños y niñas.
Es ilustrativo al respecto el hecho de que los sucesivos niveles de reconocimiento de los niños
como sujetos de derecho, han tenido, a nivel internacional, unas secuencias históricas
espaciadísimas. Mientras que el primer manifiesto de carácter internacional, la llamada Declaración
de Ginebra, data de 1924, hasta 35 años después no se asumió por parte de las Naciones Unidas
el texto de la Declaración de los Derechos del Niño, el cual, a su vez, ha tardado otros 40 años, en
traducirse en una Convención, aprobada en 1989, y puesta en vigor en noviembre de 1990.
(Anuario de Psicología 1992, no 53, 27-45 C 1992, Facultat de Psicologia Universitat de Barcelona)

La infancia como representación positiva: La infancia idílica y feliz, simbolizando la inocencia, la


pureza, la vulnerabilidad. Rousseau sería un abanderado de esta perspectiva. Actualmente esta
imagen es utilizada y manipulada a menudo por la publicidad. Se ha señalado que desde esta
visión se fue justificando la necesidad de una (sobre) protección de la infancia, que avaló que se
la fuera emplazando en «mundos aparte» del adulto.

(Infancia y representaciones sociales; Childhood and Social Representations; Ferrán CASAS


Instituto de Investigaciones sobre Calidad de Vida. Universidad de Girona)
ferran.casas@udg.e

(Política y Sociedad, 2006,Vol. 43 Núm. 1: 27-42)


Ideas y actitudes negativas.
La infancia como representación negativa: Conlleva la necesidad de «corregir» la maldad o
rebeldía inherente a la infancia. La versión religiosa es la infancia que nace con el pecado original
(posiblemente la obra de De Mause, 1974, es la mejor documentada sobre las consecuencias de
estas representaciones negativas sobre la infancia en la cultura occidental).

Esta representación acostumbra a ir asociada a una desvalorización de lo infantil y a la justificación


del control.

Representación ambivalente y cambiante, particularmente en la cultura occidental.


Etimológicamente, el origen del concepto «infancia» es meramente descriptivo: Del latín in-fale, no
hablan, los bebés. De esta idea se pasó a la de que «aunque hablen, aún no razonan bien»,
y aparecen a lo largo de la historia (no sólo social, sino también del derecho) nociones para
diferenciar un «antes» y un después»: uso de razón, discernimiento, raciocinio,
responsabilidad, madurez, capacidad, competencia, imputabilidad, minoridad de edad,
etc… (Casas, 1993).
Estas ideas «neutras» en muchas ocasiones pasaron a ser representaciones negativas: «aunque
hablen, no tienen nada interesante que decir, no vale la pena escucharles».
La sociedad contemporánea necesitó subdividir la infancia, y construyó la adolescencia, que viene
de addolescere: los que les falta alguna cosa (para ser como los adultos). Situados ya a finales del
siglo XX, y con los cambios tecnológicos acelerados que empezamos a vivir, autores como
Postman (1982) empezaron el debate de que la infancia dejaba de existir tal como la concebíamos,
para pasar silenciosamente a ser otra cosa, sólo por la aparición de la televisión en los hogares.
De forma implícita o explícita, a lo largo de la historia occidental podemos observar períodos en
que han predominado ideas y actitudes positivas acerca de la infancia, mientras que en otros han
predominado las negativas.
(Buckingham, 2000)
(Infancia y representaciones sociales; Childhood and Social Representations; Ferrán CASAS
Instituto de Investigaciones sobre Calidad de Vida. Universidad de Girona)
ferran.casas@udg.e
(Política y Sociedad, 2006,Vol. 43 Núm. 1: 27-42)
Las representaciones sociales según la Escuela Europea de Psicología Social y su aplicación a
la infancia.
Para S. Moscovici (1976; 1981; 1982) una representación social es una forma de conocimiento
socialmente elaborado y compartido. Dicho conocimiento no sólo se refiere a una realidad, sino
que también participa en la construcción social de dicha realidad. Tal construcción configura algo
que se percibe como un saber de sentido común. Apela a ciertas ideas, pensamientos e imágenes
compartidos sobre realidades concretas (naturales o socioculturales) que al estar socialmente
construidas, se cargan de un fuerte sentimiento de que tienen su lógica. En la tradición de
Moscovici y su escuela, se defiende que toda representación social se construye a partir de un
proceso dialéctico entre:
— La objetivación: Se hace concreto lo abstracto. Nociones tan imprecisas como
«enfermedad», «locura», «psicoanálisis», «(teoría de la) relatividad», «profesión», «infancia», etc.
…, se nos aparecen como «realidades», las «naturalizamos».
— El anclaje: La representación y su objeto se «enraízan». El objeto es integrado cognitivamente
dentro del sistema de pensamiento preexistente, y se carga de unos significados y de unas
utilidades, que orientan las conductas y las relaciones sociales.
(Infancia y representaciones sociales; Childhood and Social Representations; Ferrán CASAS
Instituto de Investigaciones sobre Calidad de Vida. Universidad de Girona)
ferran.casas@udg.e

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